El infarto agudo de miocardio, comúnmente llamado “ataque cardíaco”, ocurre cuando una arteria coronaria se bloquea y no suministra al miocardio el oxígeno suficiente. Como consecuencia, se produce la muerte (necrosis) de las células de músculo cardiaco, pudiendo fallar la función del corazón. Este cuadro es una de las causas más frecuentes de mortalidad en los países desarrollados.
Se caracteriza por la aparición de dolor y opresión en el centro del pecho. Este dolor no se modifica con el cambio postural, y puede extenderse al brazo izquierdo y a la mandíbula. También puede aparecer sensación de falta de aire, mareo y aumento de la sudoración.
Los pacientes con sospecha de infarto deben recibir con urgencia atención médica y tratamiento precoz, destinado a reestablecer el flujo sanguíneo al miocardio lo antes posible.
Las medidas preventivas se basan en corregir factores de riesgo cardiovascular. El nivel alto de colesterol, la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo y la obesidad, son factores determinantes en el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares.
a) Tabaquismo. Fumar cigarrillos se relaciona con enfermedad coronaria y con las crisis de isquemia miocárdica y afecta desfavorablemente al perfil lipídico; aumentando LDL-colesterol y reduciendo el de tipo HDL. La supresión del tabaquismo trae consigo una mayor capacidad para realizar ejercicio físico y un menor número de episodios de angina. A los pocos años de abandonar el hábito de fumar, el riesgo de sufrir un infarto de miocardio retorna a un nivel similar al que tienen aquéllos que nunca fumaron.
b) Hipercolesterolemia. Los niveles de colesterol elevados se relacionan con aterosclerosis coronaria, por consiguiente, debe corregirse con un tratamiento dietético y farmacológico.
c) Hipertensión arterial. No existen dudas de que la hipertensión arterial se asocia con una mayor frecuencia de enfermedad coronaria. Por ello, es de la mayor importancia controlar la presión arterial y mantenerla en cifras normales.
d) Obesidad. El sobrepeso se traduce en un exceso de trabajo cardíaco, o lo que es lo mismo, en un aumento de las demandas miocárdicas de oxígeno. Los pacientes obesos deben disminuir el peso corporal con una dieta hipocalórica equilibrada y un programa de actividad física.
e) Diabetes mellitus. Es un factor de riesgo y debe controlarse mediante la dieta, el control del peso corporal y la actividad física, asociados, según los casos, a antidiabéticos orales o insulina.
f) Ejercicio físico y deporte. La práctica de ejercicio físico es beneficiosa, preferentemente al aire libre, siendo los más aconsejables: andar, montar en bicicleta, nadar, etc.
g) Alimentación. La dieta debe ser equilibrada para prevenir la enfermedad. El consumo de grasas saturadas y de alimentos hipercalóricos favorece la acumulación de grasa, por lo que se incrementa el riesgo de arteriosclerosis y, por tanto, de obstrucción coronaria. Debido a esto, es recomendable disminuir el consumo de grasas saturadas (embutidos, carnes ricas en grasas, tocino, mantequilla, quesos grasos, nata...) e incrementar el de insaturadas (pollo sin piel, pescados, aceite de oliva...). Asimismo, se debe reducir el consumo de alimentos que aporten colesterol (yema de huevo, vísceras, mariscos...) y consumir alimentos con fibra. Tampoco se debe abusar de la sal para controlar la presión arterial.