Resumen
La Organización Mundial de la Salud y UNICEF promueven la lactancia materna como la mejor fuente de alimentación para lactantes menores y mayores, recomendando que, de forma óptima, se inicie en la primera hora del nacimiento y se continúe con la leche materna como único alimento durante los primeros 6 meses de vida, tan a menudo como el niño quiera. Idealmente, se debería mantener –junto a otros alimentos seguros y adecuados a la edad– hasta que los niños cumplan al menos los 2 años de vida.
No obstante, por diversas circunstancias personales y de salud, esto no es posible o no se cumple en muchos casos. A lo largo de la historia han sido diversos los remedios implementados en aras de favorecer esa lactancia materna. El presente artículo pone en contexto algunos ejemplos ilustrativos de productos medicamentosos que durante buena parte del siglo XX se empleaban para aumentar la secreción láctica o paliar los problemas que la lactancia lleva asociados en los pechos de las madres. En esa línea, los biberones también han sido elementos relevantes en la publicidad farmacéutica, de la que se dispone de curiosos ejemplos.
Introducción
En los tres artículos anteriores hemos visto diversos aspectos sobre la información y propaganda relacionada con el embarazo y la alimentación infantil, antes de la Segunda República, durante la misma y en el primer franquismo.
En este, quisiera rematar algunas cuestiones ya esbozadas con nuevas imágenes o análisis y continuar en la senda de exponer la mayor parte de las cuestiones relacionadas con el tema, existentes en nuestra colección de propaganda médico-farmacéutica.
En primer lugar, hemos de decir que tanto la información emitida por los organismos sanitarios estatales, antes de la II República, durante la misma y tras la Guerra Civil, así como los tratados científicos y la propaganda de los diversos centros de producción que han llegado a mis manos defienden, en primer lugar y, sobre todo, la lactancia materna. Acerca de ese asunto hay un consenso universal.
La lactancia, aunque absolutamente natural, no estaba ni está exenta de problemas, en ocasiones pequeños, pero siempre molestos. La terapéutica farmacológica, constantemente inquieta en la resolución de las dificultades sanitarias y, en algunos casos y épocas, tan ilusoria e imaginativa, también trató de contribuir a estos asuntos.
Medicamentos para aumentar la secreción láctica
Tenemos el específico NURRISOL, fabricado en el laboratorio Mirabent de Barcelona, cuando su director técnico era Joaquín Puchades. Sabemos que era un centro de preparación de medicamentos propiedad de una sociedad, que preparaba específicos propios y adquiridos a otra marca comercial. Los frascos de la imagen, de diversos colores y tamaños, con una altura de unos 15,5 cm y un diámetro de la base de unos 5 cm, son de la época en que el médico y farmacéutico Joaquín Puchades y Aviñó, era su director técnico en un abanico de años entre 1928 y los tiempos de la posguerra civil de 1936-19391 (Figura 1).

El remedio debió ser muy popular pues poseemos tres recipientes del mismo, lo cual es indicativo de su abundancia. Uno de color verde claro y dos blancos. Cada uno de estos últimos es diferente y los tres distintos entre sí. Uno de los blancos es recto y más ancho por la parte de arriba. El verde, además, es de vidrio acanalado, lo cual señala o bien las dificultades para encontrar los envases adecuados o el gusto errático de su propietario. Estaba fabricado con extracto fluido de Galega Officinalis, una planta considerada estimulante de las glándulas mamarias durante la lactancia; alcoholato de Gossyp Herbal (acaso una variedad de té); glicerofosfatos compuestos (que no tienen nada que ver con el tema) más Myristica Fragans, Cinamomum de Ceylán y vainilla (estos últimos especias aromatizantes para dar buen olor y sabor). Habían de tomarse dos cucharadas grandes, antes de la comida y de la cena y, a juzgar por los componentes de la misma, debería tener una acción adecuada al fin propuesto y, en realidad no suponía avance alguno con respecto a la antigua terapéutica herbaria ni en relación a las fórmulas magistrales.
Otro medicamento, cuya propaganda poseemos, es el Rob-Vida Miret, presentado como una horchata de plantas lecheras fosfatada y en dos modos: uno para tomar durante el embarazo y otro durante la lactancia.
El primero serviría para calmar los vómitos, los dolores de todas clases, tonificaría el cuerpo materno y le proporcionaría los elementos necesarios para la formación del feto, además de preparar su cuerpo para el parto y sus glándulas mamarias para poseer abundancia de leche. El segundo, aumentaría la abundancia láctea y su capacidad nutritiva.
Asegura el prospecto que no es más que una horchata de plantas lecheras fosfatada preparado mediante la extracción del jugo lechoso de diversos vegetales, distintos para el número 1 y el 2.
Afirma que los mamíferos, cuando caminan libres por los campos, comen instintivamente hierbas lecheras, galactógenas, estimulantes de la leche en las glándulas mamarias.
A su imagen y semejanza el preparador, Salvador Miret, propietario de un laboratorio químico farmacéutico en San Pedro de Ribas (Barcelona), habría obtenido dos productos en el peor de los casos no perjudiciales e inofensivos, de cuya bondad daban testimonio en 19102 dos médicos: el doctor Morales y el doctor Junca; dos comadronas: M. Maseras y Ángela Rubí de Pascual y una usuaria zaragozana, Anita Bertrán de Oliva; además de un certificado firmado por el doctor P. Puig Roig, médico interno de la Casa de Maternidad de Barcelona, en un acto de confirmación terapéutica prohibido desde ya hace muchos años en cualquier documento sanitario.
El preparado nº 1 estaba formado por fosfato sódico, tintura de nuez de Kola, tintura de quina, tintura de cuasia y tintura de nuez vómica. El fosfato sería el estabilizante de la fórmula; la nuez de Kola contiene cafeína; la quina tiene propiedades antipiréticas, antipalúdicas y analgésicas; la cuasia es digestivo, antipirético y para evitar las picaduras de mosquitos, y sirve también para aumentar la secreción de glándulas; y la nuez vómica es carminativa. Es decir, estaba constituido por una serie de tinturas de plantas, ninguna de las cuales tiene especial fama de galactógena ni tampoco de servir para fomentar un buen parto. Por el contrario, la nuez vómica, por su contenido alto en estricnina, se empleó, en ocasiones, como abortivo. En realidad, parece un tónico estimulante de los que tuvieron tanta fama y fortuna durante los años veinte del siglo pasado.
El preparado nº 2, además del fosfato sódico, tenía tintura de badiana, de anís, de cilantro, de canela, de azafrán y extracto de galega. El anís, el azafrán, la badiana, la canela, el cilantro y la galega se tienen por plantas galactógenas, con lo cual sería este un preparado en donde se recogían remedios tradicionales, extraídos sus principios activos mediante el alcohol, estabilizados por el fosfato.
Extraña un poco la afirmación sobre que era una horchata, pues esta forma farmacéutica solía prepararse con las semillas3
Tenemos un amplio prospecto (cuatro folios de 25×17,5 cm) en donde se da cuenta de la mayoría de lo aquí expuesto (Figura 2) y otro anuncio en catalán (21×14,5 cm) (Figura 3), lo cual no era excesivamente habitual.


Medicamentos para solucionar problemas en los pechos de las madres lactantes
En las mujeres lactantes, en ocasiones se producían y producen grietas en los pechos, generalmente a consecuencia de colocar mal al bebé o de una succión muy vigorosa.
Para estas contrariedades tenemos en nuestra colección el Bálsamo Delacour benzo-tánico, también indicado para sabañones y cortaduras.
Estaba preparado por Henry Rogier, farmacéutico parisino4 y lo comercializaba el laboratorio químico-farmacéuticos de J. Uriach y Cía, S.A.5
Hacían la publicidad del mismo con dos imágenes del mismo tamaño (11,5×16 cm) pero con dibujos distintos; uno de Pla, acaso un dibujo primerizo de Josep Pla-Narbona (1928-2020) y otro de Grau, posiblemente José Grau Hernández (1914-1998) (Figura 4).

Lo presentaban como analgésico rápido y aislador. Indicaban que formaba una película muy flexible sobre el pezón, mediante la cual se impermeabilizaba sin causar impedimento a la succión. Pese a ello, en la presentación del específico (Figura 5) añadían un par de pezoneras de baquelita, las cuales evidentemente impedirían las contrariedades producidas al amamantar, pero nos tememos que dificultarían mucho la succión, si bien estos utensilios los hemos visto de los más variados materiales; desde la madera hasta el papel, pasando por la hoja de lata.

Estaba preparado a base de ácido tánico, ácido benzoico, quinquina, ratania y agua gelatinosa antiséptica. Se consideraba no tóxico y sin fecha de caducidad.
Uno de sus competidores sería el Grietersil, un bálsamo fabricado a base de hormona folicular que, según el preparador, estimula el crecimiento de las glándulas mamarias, los epitelios y aumenta la capacidad regenerativa y defensiva de los mismos (Figura 6).

Tengo muy poca información sobre el fármaco, si bien, a raíz de este anuncio, de unos textos de Marañón sobre la sexualidad y de los consejos científicos sobre la lactancia materna, priorizándola sobre cualquier otra forma de alimentación, un graduado en Bellas Artes ha llegado a la conclusión de la “cosificación” de las mujeres y su visión durante el franquismo simplemente como generadoras de los hombres del futuro, en donde confunde las témporas con el tocino, porque la lactancia materna es científicamente aconsejable, sea cuando sea el momento histórico vivido o la condición social de lo femenino, y las mujeres tienen la capacidad de engendrar vida sea cual sea la época histórica en la que les ha sido dado vivir6. Muy a menudo se tiene a la ciencia como el recipiente último de la verdad; muchas otras, se desconoce absolutamente en aras de visiones filosóficas o políticas. Ambas posturas, a mi parecer, son exageradas y erróneas, ahora bien, la biología impone la concepción en las mujeres, salvo si se hace en probeta, pero con la necesidad también, de momento, de la intervención femenina. Las únicas que pueden dar de mamar son las hembras de los mamíferos y cuando en la especie humana realizan esta función pueden tener grietas y, en todos los momentos de la historia, sea cual sea la condición femenina, más sometida o más liberada, esos hechos se producen y los fármacos empleados para evitarlo no suponen sesgo alguno, al igual que el consejo mantenido a lo largo de los tiempos de la prioridad de la lactancia materna sobre la artificial.
La propaganda y los biberones
En primer lugar, poseemos un cartelito (34×22 cm) (Figura 7) en donde se hace propaganda de la tetina “Salus” como adaptable a los vasos de agua configurados en biberones de higiene, limpieza y comodidad insuperables.

En el anterior artículo hablamos de la leche condensada la lechera. Parece normal que la propia empresa comercializara un biberón y diera instrucciones sobre cómo preparar adecuadamente su producto para administrarlo a los bebés (Figura 8). También comercializó una tetina adaptable a su biberón (Figura 9), en un claro intento de quedarse con buena parte del mercado de la alimentación infantil artificial y los productos necesarios para llevarla a cabo.


El Emuliquen, un laxante, hacía propaganda de su producto mediante el regalo de una cajita en donde se contenían una pera de irrigación y un biberón, para indicar que se disolvía en leche, en agua o tisanas y así hacía más fáciles las evacuaciones (Figura 10).

La historia de su descubridor, José Antonio Serrallach (1902-1990) es francamente sorprendente. Había creado con su esposa, en 1934, el Laboratorio de Investigación Coloidal (Lainco), en donde se preparó este específico y otros varios, entre ellos la mercromina. Durante su estancia en Alemania, donde estudió en las universidades de Frankfurt y Berlín, fue seducido por el partido nacional socialista. Se especializó y trabajó en los Estados Unidos de América y, a su vuelta a España, entró en Falange. Poco antes de 1936 y, a raíz del Decreto de unificación de los falangistas y tradicionalistas del 20 de abril de 1937, participó en un complot para asesinar a Franco. Descubierto, se le condenó a muerte. Estaba integrado en la Centuria Catalana Virgen de Montserrat, al mando de un oficial alemán que consiguió la intermediación de Hitler para que se le conmutara la pena y, tras varios años de prisión, continuó con el laboratorio en donde, ya he dicho, se comercializaba también la mercromina, descubierta por él7.
También Nutriben regaló un biberón de cerámica de 14 cm de largo por 5 cm de ancho y con una profundidad, en su base, de 5,5 cm, barnizado en blanco con letras en azul ultramar y con la mitad superior en blanco, la tetina en verde y la parte inferior en azul celeste. Esa marca de productos infantiles pertenece al grupo Alter y es una leche de inicio. Trata de imitar a la leche materna e intenta evitar el estreñimiento en los bebes8 (Figura 11).

La propaganda del Hidrocal no se priva de nada. Emplea, por una parte, a una madre amamantando y, por otra el dibujo de un niño y un biberón (17×12 cm). Aseguraba que todos los niños lo necesitaban como antidiarreico, antivomitivo y recalcificante. Lo preparaba el laboratorio Marti-Torres de Málaga, un laboratorio anejo a la farmacia del propietario, fundado en 19429 y estaba compuesto por agua de cal oficinal y bicarbonato sódico.
También el licenciado J. Torres Castellá regalaba a su clientela un cartelito, con ánimo de que pudiera ser utilizado como decoración, pues llevaba unos cordones para colgarlo. En él se ve a una niña jugando con un muñeco colocado en un capazo o carrito de bebés a quien da de comer mediante un biberón de juguete. Este anuncio sí puede considerarse sexista y da cuenta de la manera de pensar en la muy española en Cataluña a mediados del siglo pasado, pues contiene todos los elementos de establecimiento de un papel predeterminado para las niñas, no por el empleo de juguetes mediante los cuales se la va entrenando en lo considerado como su principal función, sino por todo el paquete publicitario: el fondo de la niña es rosa, el capazo en donde debe estar un varón tiene un ribete de seda azul e incluso se han retocado los labios de la niña para que parezcan más rojos. En definitiva, un horror de estética kitsch, muy representativo de la España de mediados de siglo y, si se quiere, un motivo de escándalo para algunas feministas, que no sé bien porqué nuestro colega eligió como regalo y anuncio de su farmacia; tal vez porque se lo ofrecieron a buen precio o vio en él algo absolutamente neutro, simpático y sin problema alguno, ni político, ni social (Figura 12).

En 1940, la Leche maternizada “Max” entregó un calendario, cuyo reveso estaba adornado con un niño rubio casi platino, de pelo ensortijado que juega con un biberón, mientras detrás le observa un osito de peluche emboscado tras una lata del mencionado alimento (Figura 13).

El producto se preparaba en el laboratorio de dietética Max, propiedad de Max Feinstein Berlowitz, cuyo director técnico era Santiago Astray Martínez. Fue registrado el 10 de febrero de 1933 y estaba localizado en Entrambasaguas (Cantabria), aunque también disponía de otro local preparador en Madrid10.
Del mismo producto tenemos un cartel preparado para colgar en la pared (34×24 cm) en donde el osito de peluche se ha sustituido por un conejito de color rosa (Figura 14).

Por último, en nuestra colección, tenemos un anuncio del año 1961 del laboratorio Wassermann11 (22×15 cm) (Figura 15) en donde se emplea un biberón, una mujer dándole de comer a un bebé y una vaca para anunciar la Lisozima, una enzima, presente en las lágrimas, la saliva y la leche materna cuya actividad antibiótica descubrió Alexander Fleming (1881- 1955)12 en el proyecto de investigación que dirigía cuando, de manera accidental, descubrió la penicilina. El laboratorio mantenía que con ese compuesto se maternizaba la leche de vaca13.

Leches condensadas
Se obtienen mediante la extracción de agua de la leche de vaca, calentándola al vacío y añadiendo azúcar al producto resultante.
La comenzó a preparar en 1822 Nicolás Appert (1749-1841)14 cocinero y maestro confitero francés, quien inventó el método de conservación hermética de los alimentos, llamado “appertización” cuyos fundamentos científicos explicó posteriormente Louis Pasteur (1822-1895) con su pasteurización. Él evaporó el agua de la leche mediante el baño María entre los años 1820 y 1822.
En 1835, el inglés William Newton lo hizo calentando la leche a menor temperatura de la exigida para esterilizarla y añadiendo azúcar como conservante.
Gail Borden (1801-1874), un ciudadano norteamericano polifacético, fue quien la patentó en 1856, fundando la New York Condensed Milk Company un año más tarde. Trataba de evitar los problemas sanitarios producidos en los niños por la ingesta de leche de vaca fresca. Su método lo inspiró en una cápsula de evaporación que había visto utilizar a una secta religiosa norteamericana para condensar zumo. Por medio de la misma pudo reducir la leche sin quemarla ni cuajarla.
La Guerra Civil norteamericana, entre otras muchas cosas, hizo dar una mayor difusión al producto, muy útil para los soldados en el campo de batalla.
De esta manera, a medio camino entre su utilidad para el consumo de los combatientes en los conflictos armados y las necesidades sanitarias, alcanzó una gran difusión, primero para alimentar a los bebés y, en la actualidad, como golosina o artículo de repostería.
En nuestra colección tenemos una chapa de gran tamaño (60×50 cm) (Figura 16) en la que se anuncia la Leche condensada la Nodriza, fabricada con leche esterilizada y mantequilla excelsior por Gianelli Majno en Milán (Italia), de la cual no tengo muchos más datos.

Junto a ella, y también sin más datos, tenemos un frasco de vidrio verde claro de 11 cm de altura y un diámetro de 6,5 cm en la base y 4 cm en la boca de leche condensada azucarada la Codorniz, que contenía unos 370 gramos de producto y se fabricaba con leche de Bárcena (Santander) (Figura 17).

También una lata de 10 cm de altura por 9 cm de base y boca y un frasco de vidrio marrón de 11 cm de altura 6 cm de diámetro en la base y 4 cm en la parte superior, de leche condensada nutricia15. Se publicitaba diciendo que conservaba toda su grasa. La fabricaba la granja Soldevila en Olot (Gerona) (sic) y en el frasco ofrecían una tabla de cantidades a utilizar por los niños desde una semana hasta siete meses en adelante (Figura 18).

Entre los folletos dedicados a ayudar en la crianza de los niños, comentados en el artículo anterior, mencionamos dos de la leche condensada el Niño, en donde explicábamos su procedencia y la manera que tuvo de hacer su publicidad. Falta de mencionar una tapa de la misma, existente entre los objetos de nuestra colección, de 7,5 cm de diámetro (Figura 19) y un cartel de propaganda (Figura 20) que al contrario del antes mencionado de la farmacia de J. Torres Castellá, sería muy bien recibido en la actualidad, porque no se sabe muy bien si es niño, niña o niñe y, aunque va con ropa de color azul, los adornos fundamentales son rosas de su color más habitual.


Por último, me queda presentar los botes de leche condensada La Lechera que tenemos en nuestra colección (Figura 21), de cuya historia también me ocupé en el artículo inmediatamente anterior.

Se trata de una lata de 8 cm de alto por 7,5 cm de diámetro de la boca y de la base, fabricada por la Anglo-Swiss Condensed Milk Co., aunque unas letras sobrepuestas en rojo indican que había sido preparada en España. Tras la marca en inglés, aparecían las instrucciones en español y francés. Aseguraban que era una excelente leche de vaca, garantizada sin desnatar, sin más adición que azúcar de la mejor calidad. Condensada a baja temperatura, contiene todas las vitaminas de la leche fresca y se emplea en todos los usos de esta a la cual aventaja por su pureza absoluta.
La proponía para la alimentación infantil, para la cual daban instrucciones en un prospecto adjunto que no poseemos y en otras preparaciones culinarias.
En este caso no tiene una etiqueta de papel, sino que todo viene litografiado.
Esta lata tan antigua probablemente se ha conservado porque tuvo un propietario habilidoso que la convirtió en hucha, con una ranura en la boca y una trampilla en la base, posiblemente para guardar los pequeños ahorros de algún niño.
La segunda, de 11,5 cm de altura por 7 cm de diámetro en base y boca, todavía conserva el título inglés de Milkmaid Brand, subtitulado como leche condensada azucarada y ya aparece como un producto de los preparados por Henri Nestlé, dependiente de la Sociedad Nestlé, establecida en Barcelona. En esta lata sí aparecen, en la etiqueta, las instrucciones para preparar el biberón de los niños, desde una semana hasta el décimo mes.
Algunos lectores jóvenes se extrañarán de la inclusión de estos productos en la propaganda farmacéutica. Los más mayores, no tanto. Las leches artificiales, de las que seguiré hablando en artículos sucesivos, tenían una finalidad principalmente sanitaria, para evitar las complicaciones infecciosas producidas en los bebés que no podían ser alimentados con leche materna o de nodrizas. Por consiguiente, en muchos casos se dispensaron en las oficinas de farmacia de manera exclusiva o bien compartiendo la venta con algunos comercios alimenticios. Más tarde, a lo largo del siglo XX, se perdió esa exclusividad y en muchas ocasiones hasta la venta, pero esa es otra historia, no de la publicidad, sino de la legislación farmacéutica y del comercio.


