La Evaluación Económica (EE) se ha convertido en una herramienta clave en el proceso de Evaluación de Tecnologías Sanitarias (ETS) para la evaluación y el reembolso de nuevos medicamentos. El objetivo de la EE es proporcionar información sobre el efecto de un nuevo tratamiento en los resultados y en los costes sanitarios, con la máxima exactitud y precisión, en base a la evidencia disponible. En la estimación de costes se deben considerar todos los recursos utilizados, así como el horizonte temporal, de forma que se tenga en cuenta el coste de las consecuencias de la intervención, a corto, medio y largo plazo.
La mayoría de las guías o directrices de los países de la UE proponen el desarrollo de EE de alta calidad para su utilización como herramienta en la toma de decisiones en la inclusión de nuevas tecnologías en salud. Sin embargo, se ha identificado la existencia de diferencias o divergencias, tanto desde el punto de vista metodológico como en la estimación del uso de los recursos y su valoración monetaria, incluyendo la medición de costes.
Por tanto, una reciente investigación fue diseñada con el objetivo de revisar la información incluida en las directrices publicadas y los documentos nacionales oficiales de 24 países europeos sobre la metodología de EE de tecnologías sanitarias, para identificar los puntos en común y las divergencias entre ellas. Con este fin, se realizó una revisión bibliográfica (2005-2021) de las guías de EE publicadas en estos países.
La selección de la perspectiva es el primer paso en el proceso de estimación de costes. La perspectiva más amplia es la social, en la que se incluyen todos los costes relevantes (directos e indirectos) y las consecuencias de las tecnologías sanitarias evaluadas. Otras perspectivas incluyen la del pagador público, del servicio de salud, del hospital o del propio paciente. Varios países, entre ellos España, recomiendan la perspectiva social. La guía EUnetHTA (guía basada en las ETS realizadas en Europa, publicada en el año 2015) recomienda que la EE debe, como mínimo, realizarse desde la perspectiva del sistema de salud, pero el uso de recursos relacionados con otra perspectiva –por ejemplo, la perspectiva social– puede también incluirse en un análisis complementario.
Una vez definida la perspectiva, los recursos deben identificarse, medirse (o cuantificarse) y valorarse. Al evaluar una intervención, se debe incluir qué recursos están relacionados con un tratamiento, así como los recursos originados por efectos secundarios, complicaciones o tratamientos complementarios. Esto depende principalmente de la enfermedad y del tratamiento en estudio. Todas las guías mencionan la necesidad de una adecuada identificación de todo tipo de costes relevantes para la enfermedad y la tecnología evaluada, aunque la identificación de los recursos es muy heterogénea.
Con relación a los costes futuros, existe consenso entre las guías en que los costes generados por enfermedades no relacionadas con la tecnología evaluada, costes emergentes debido a la vida prolongada por el tratamiento (pero no por la enfermedad analizada), u otros costes indirectos no se deben recoger, o, en casos justificados, se puede presentar en análisis adicionales.
Algunas guías, además de mencionar el tipo de recursos a incluir en la EE de una intervención, proponen métodos que pueden ayudar en la identificación de los mismos.
La medición de costes es un proceso riguroso que se centra en identificar y definir claramente qué costes se incluyen en el análisis. Para asegurar la transparencia en el análisis de costes, la recomendación es reportar el uso de recursos de tecnologías comparadas en unidades físicas y naturales, previo a su conversión monetaria. En este sentido, la mayoría de las guías recomiendan recoger por separado el consumo de recursos y el coste unitario de cada uno de los recursos. Sin embargo, existe heterogeneidad en la metodología propuesta sobre cómo medir los recursos utilizados. Las fuentes más comunes para obtener la información son las bases de datos y los registros de pacientes, los ensayos controlados aleatorizados, los estudios observacionales prospectivos y los datos en vida real.
Existen dos enfoques generales que se pueden utilizar para la valoración del consumo de recursos. En primer lugar, el llamado micro-costing, que consiste en tomar los recursos consumidos por cada paciente a nivel individual; a continuación, se multiplican estos recursos por paciente por los costes unitarios por recurso para obtener el coste total por paciente. En segundo lugar, el gross costing, mediante el que se identifican los recursos en un nivel agregado con los costes totales divididos por el número de pacientes. El resultado de este segundo enfoque suele ser el coste por Grupos Relacionados por el Diagnóstico (GRD) o los costes promedio por día.
Los recursos deben valorarse según el coste de oportunidad (el valor del uso más eficiente posible de los recursos), pero dadas las dificultades para implementar este enfoque, la mayoría de los países recomiendan otras formas de valoración de los recursos, incluidos precios de mercado, tarifas, tasas administrativas, medición directa y cálculo de “precios sombra”. La mayoría de los países coinciden en que los precios de mercado reflejan los costes de oportunidad. Sin embargo, la mayoría de los mercados en el sector de la atención de la salud son imperfectos, ya que los precios están regulados por instituciones públicas o se negocian entre asociaciones de proveedores y fondos de seguros de salud. Todas las pautas acuerdan usar la información más actualizada posible sobre los costes, así como usar moneda local. Sin embargo, existe una gran heterogeneidad en la descripción de la valoración de costes a utilizar en una EE. La guía española recomienda posibles fuentes de costes unitarios, pero no indican orden de preferencia.
Los costes y los resultados en salud (más allá de 1 año) deben descontarse para reflejar la tasa de preferencia temporal de la sociedad. La elección de la tasa de descuento es decisión de la jurisdicción en la que se realiza la EE. La mayoría de los países europeos utilizan una tasa de descuento entre el 3% y el 5% para el coste, y se recomienda realizar un análisis de sensibilidad para explorar los efectos de reducir la tasa a cero. Sin embargo, no siempre se especifica la justificación explicita para definir cuál debería ser la tasa de descuento a emplear.
La forma más sencilla de ajuste para actualizar el coste anual es el ajuste por inflación. Este ajuste es necesario porque los estudios a menudo provienen de diferentes años y sistemas monetarios con diferentes niveles de precios o, incluso si provienen de los mismos sistemas monetarios (por ejemplo, la zona euro), el poder adquisitivo de los países es diferente. La adaptación puede tener lugar en diferentes grados y rangos, desde métodos relativamente simples de inflación y ajuste de moneda hasta la adaptación de datos de recursos, de costes o estructuras de modelos completos. En este sentido, no todas las EE revisadas aportan recomendaciones sobre el índice de precios que se utilizará o el método de conversión de moneda para transferir datos de costes de un país a otro.
Comentario
La revisión de las diferentes directrices nacionales evaluadas muestra una amplia variabilidad/heterogeneidad en las normas y prácticas metodológicas de estimación de costes. Así, pocos países han intentado y logrado una estandarización nacional de las prácticas contables en el sector de la salud. Esta heterogeneidad en la contabilidad plantea un gran desafío para evaluar la variabilidad en los costes unitarios de atención médica entre países e identificar los factores que explican las diferencias existentes.
Dada la abundancia de estudios de EE de diferentes tecnologías sanitarias, uno de los asuntos más relevantes es la capacidad de transferir los resultados de un contexto sanitario a otro. Estas evaluaciones necesitan una adaptación al contexto (práctica médica, costes, comparadores, tasa de descuento, etc.) antes de ser incorporados a un proceso de toma de decisiones.
Como también se comenta en este estudio, en España, ante la existencia de varias agencias de evaluación de tecnologías sanitarias y donde la competencia sanitaria se transfiere a las comunidades autónomas, sería interesante que los estudios de eficiencia generasen resultados fácilmente transferibles, a fin de conseguir mayor transparencia en el propio proceso de EE.




















