Formación continuada

Formas líquidas orales

Publicado en Nº459 Nº459

Se entiende por formas farmacéuticas líquidas, independientemente de su vía de administración, aquellos preparados cuyas características fisicoquímicas responden a una consistencia fluida, pudiendo presentar una mayor o menor viscosidad y/o consistencia, dependiendo de la presencia en su composición de componentes diferentes.

Desde un punto de vista fisicoquímico, las formas farmacéuticas líquidas se pueden definir como sistemas dispersos, en los que una o más sustancias (fase interna, discontinua o medio disperso) se distribuyen en otra (fase externa, continua o medio dispersante). Ambas fases pueden ser sólidas, líquidas o gaseosas, siendo el sistema homogéneo.

En función del tamaño de partícula de la fase interna, se pueden diferenciar las soluciones verdaderas, cuando el sistema se presenta homogéneo y transparente, y los sistemas dispersos heterogéneos, en donde las partículas de la fase interna adquieren un tamaño mayor. En este último grupo diferenciamos las soluciones coloidales, emulsiones y suspensiones.

Pueden utilizarse diferentes vías de administración: oral, tópica (ótica, oftálmica, nasal) parenteral, anal, etc., aunque la vía oral y tópica son las que se presentan con mayor frecuencia en los preparados de formulación magistral.

De esta forma, desde el punto de vista didáctico se pueden distinguir las siguientes formas líquidas orales:

  • Soluciones
  • Gotas orales
  • Jarabes
  • Suspensiones

Se entiende por solución o disolución a una mezcla de una o más sustancias sólidas, líquidas o gaseosas (soluto) con un líquido llamado solvente cuando el producto resultante es tanto química como físicamente homogéneo. Cuando no se especifica el solvente o vehículo, debe entenderse que es agua purificada.

Las gotas orales son soluciones en las que el principio activo está concentrado y permiten el ajuste posológico según las necesidades del paciente.

Los jarabes presentan elevada viscosidad por contener un azúcar disuelto en agua en una concentración próxima a la saturación. Por sus agradables características organolépticas, son de elección en pediatría. La sacarosa es el azúcar de elección para los jarabes, pero puede sustituirse por otros (como el sorbitol) en el caso de pacientes diabéticos.

Por su parte, las suspensiones se formulan para fármacos poco solubles en agua o para principios activos que son inestables en disolución acuosa. El vehículo más frecuente en la elaboración de estas suspensiones orales es el agua purificada.

Las formas líquidas orales presentan ventajas e inconvenientes con respecto al resto de presentaciones. Estas se describen a continuación:

Ventajas

Fácilmente dosificables, ya que los solutos o principios activos se pueden diluir a las proporciones deseadas con la seguridad de obtener un medicamento homogéneo. Esto permite dosificar fármacos muy activos y utilizar dosis muy pequeñas.

Ideal para algunos principios activos, como pueden ser los fármacos higroscópicos, delicuescentes, etc.

Es la forma farmacéutica de elección para pacientes con problemas de deglución. Además, sus caracteres organolépticos son fácilmente modificables ya que pueden añadirse edulcorantes, colorantes o aromatizantes.

Al disolverse el principio activo, se atenúa su posible poder irritante en la mucosa gástrica.

Por vía oral tienen una mayor biodisponibilidad, al no necesitarse disgregación ni disolución previa, por lo que la liberación de los principios activos se realiza mucho más rápidamente que en las formas sólidas.

Inconvenientes

  • El estado de solución facilita la reacción entre los solutos o principios activos con el solvente.
  • Mayor facilidad de contaminación que las formas sólidas.
  • Las formas líquidas suelen tener un peso y un volumen a veces considerable, generalmente mayor que en forma sólida, a igualdad de principio activo, aunque a nivel de formulación magistral este inconveniente es secundario.

Cabe destacar que, al terminar la elaboración de una solución, esta se deberá siempre filtrar, con el fin de eliminar cuerpos extraños que podrían actuar posteriormente como núcleos de cristalización, alterando la estabilidad de la formulación. Tampoco deberán contener precipitados ni restos de soluto sin disolver y, en caso de estar presentes, no se deberían eliminar con el filtrado ya que, en ese caso, la concentración de la solución no sería la adecuada. Además, las soluciones deben dispensarse límpidas y contener la menor cantidad de aire posible.

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