Bastante heterogéneas –en su mayoría negativas– son las opiniones entre la comunidad científica en torno al fármaco que ha sido la primera autorización a nivel internacional en más de 20 años para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer. Las evidencias que condujeron a su aprobación acelerada en 2021 en EE.UU. y la controversia generada al respecto se analizaron detalladamente en esta misma sección del número 444 de Panorama Actual del Medicamento.
Recientemente, la compañía farmacéutica que ha desarrollado este monoclonal específicamente dirigido frente a las formas agregadas –solubles e insolubles– de la proteína amiloide beta ha hecho públicos a través de nota de prensa1 hallazgos derivados del seguimiento a largo plazo del uso del fármaco. Estos parecen apuntar a que el fármaco continúa reduciendo las anomalías patológicas subyacentes de la enfermedad de Alzheimer en pacientes tratados durante más de 2 años y que tenían inicialmente una patología en estadios relativamente tempranos (demencia o deterioro cognitivo leves), sugiriendo un posible beneficio continuo con el uso continuado. No obstante, se trata de resultados aún no revisados por pares –o sea, no validados por expertos independientes–, por lo que deben tomarse con extrema cautela como preliminares.
Los resultados anunciados derivan de la fase de extensión de los dos estudios pivotales de fase 3 en marcha (EMERGE y ENGAGE) y ponen de manifiesto que, tras un periodo de tratamiento con aducanumab por vía intravenosa de casi 2 años y medio, los pacientes siguen experimentando reducciones significativas en los niveles de placas de beta amiloide (verificado a la semana 132) y en los niveles plasmáticos de la proteína p-tau181 (a la semana 128). Aquellos con un mayor grado de aclaramiento de beta amiloide fueron también quienes mostraron las mayores reducciones en los niveles de proteína p-tau181. Además, a la semana 78 de ambos estudios se observó que los pacientes con niveles reducidos de dicha proteína tienen un menor deterioro clínico que aquellos en los que esos niveles no se reducen con el uso del fármaco, según todas las variables empleadas para medir funcionalidad y capacidades cognitivas (incluida la puntuación de la escala de la demencia-suma de cajas CDR-SB).
Es preciso recordar que en la fase controlada por placebo de los dos ensayos el signo de seguridad más importante de aducanumab fue la aparición de anormalidades en imágenes relacionadas con el amiloide (ARIA, por sus siglas en inglés), que aconteció en el 41% de los pacientes tratados (vs. 2,7% con placebo); fue mayor en el subgrupo de pacientes que portan alelos para APOE κ4 frente a los que no (43% vs. 20%). Si bien la compañía aduce que la mayoría de los eventos ARIA fueron asintomáticos (solo el 1,4% se consideraron graves) y en su mayoría autolimitados y resueltos en 12-16 semanas, el riesgo clínico es relevante en estos pacientes. Un reciente análisis integrado de los datos de seguridad (Salloway et al., 2022) ha profundizado en la caracterización de esos eventos ARIA a través de resonancia magnética nuclear y ha permitido concluir que el edema fue el evento adverso más común (35%), la mayoría de los cuales ocurrieron en las 8 primeras dosis del fármaco; solo el 26% de los casos mostraron síntomas. También se reportó una frecuencia notable de micohemorragias cerebrales (19%) y de siderosis superficial (15%). Otros síntomas comunes asociados a esos ARIA fueron: cefalea (47%), confusión (15%), mareo (11%) y náuseas (8%).
Sea como fuere, habrá que esperar a que la EMA se pronuncie sobre el balance beneficio-riesgo del fármaco para decidir sobre su autorización en la UE, pero bien es cierto que si se valoran los datos inicialmente publica- dos de los estudios pivotales (basados fundamentalmente en variables subrogadas) es previsible que ese balance sea considerado como negativo.













