El Dolor es una sensación desagradable provocada por una estimulación de las terminaciones nerviosas sensitivas. Es un síntoma fundamental de inflamación y es muy valioso para el diagnóstico de muchas enfermedades y trastornos. En ocasiones se trata sólo de una molestia, como un ligero dolor de cabeza, pero a veces puede ser muy intenso, continuo o intermitente. Una vez reconocido el origen del problema, la "utilidad" del dolor se pierde y se convierte en un sufrimiento inútil.
Se puede clasificar al dolor de acuerdo a su duración en dolor agudo y dolor crónico y a su intensidad en leve, moderado o severo. Puede ser percibido con distinta intensidad de acuerdo a la personalidad del individuo, a las circunstancias y al tipo del dolor, ya que posee un cierto carácter subjetivo. Un ejemplo de dolor agudo es el producido cuando nos quemamos, durante el parto o cuando se sufre un ataque cardíaco.
En contraste el dolor crónico es un dolor mantenido o recurrente, presente durante un período de tiempo prolongado, debido a distintas enfermedades y trastornos. Un ejemplo de este tipo de dolor es el sufrido en la artrosis. En el paciente con dolor crónico es habitual la presencia de trastornos psicoafectivos que alteran su entorno familiar y laboral. Son significativas las manifestaciones depresivas en forma de alteraciones del sueño, irritabilidad o desinterés, convirtiéndose el dolor no en un síntoma como en el caso del dolor agudo, sino en una enfermedad y puede acompañar al individuo durante parte importante de su vida, disminuyendo su calidad de vida y provocando mucho sufrimiento. Así un 30% de los ancianos acuden a la consulta médica por dolores óseos y de las articulaciones. Siendo una de las causas más comunes de consulta médica en España.
Actualmente disponemos de diferentes tipos de fármacos y técnicas aplicables al tratamiento del dolor. Se utilizan fármacos analgésicos y antiinflamatorios de diferentes clases, según la naturaleza del dolor. Los analgésicos más utilizados son el ácido acetil salicílico, el paracetamol y el ibuprofeno. Para el tratamiento de dolores agudos leves o moderados se utiliza también diferentes técnicas, como la aplicación de calor, frío, o friegas alcoholicas. El frío además de reducir la sensación dolorosa disminuye la inflamación, con lo cual es muy útil en dolores producidos por contusiones o golpes. Por otro lado el calor produce el efecto contrario y se utiliza para la relajación muscular e incrementa el flujo de sangre en la zona dolorida, siendo muy útil en las lumbalgias.
El tratamiento ha de ser personalizado y hay que evitar la automedicación incontrolada. El uso indiscriminado de analgésicos como el acido acetilsalicilico puede traer problemas derivados de su uso indebido y abusivo como ulcera gastroduodenal. Hay que seguir siempre las indicaciones del especialista. Se recomienda acudir al médico en casos de dolores repentinos, muy dolorosos y si causa justificada. y acudir al farmacéutico ante cualquier duda.