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La información sanitaria durante el franquismo

Resumen

La difícil adquisición de la información sanitaria de épocas pasadas ha determinado que se conozca de forma escasa cuáles eran las medidas que desde las autoridades se trataban de difundir entre la población en pro de la educación sanitaria y la salud pública. A este respecto, son variados e interesantes los documentos que –no sin dificultad– se han conservado en el tiempo, sobre todo, en colecciones privadas, relativos a la información divulgada durante el periodo histórico en que se sembró el germen del actual Sistema Nacional de Salud: el franquismo.

A lo largo del presente artículo se exponen ejemplos de imágenes y textos que ilustran las recomendaciones relativas a la higiene, la prevención de accidentes relacionados con el trabajo y de la transmisión de zoonosis, así como de las recomendaciones de vacunación que por aquel entonces se emitían.

Preámbulo: nota del autor

En el artículo publicado con anterioridad vimos algunas características de la información sanitaria, concebida y enviada durante la Segunda República, referente a la crianza de los bebés.

Comenté cómo ese material había llegado a mis manos, por pura casualidad, en El Rastro, a donde llevamos acudiendo de manera constante desde hace ya más de treinta años.

La publicidad farmacéutica es difícil de conseguir por su carácter efímero. La información sanitaria, casi imposible.

En la actualidad todos los dispensarios y los hospitales están repletos de cartelería, en donde se resaltan los elementos más importantes para su correcto funcionamiento o para el mantenimiento de nuestra salud. La misma es distribuida por canales oficiales y, una vez cumplida su misión, destruida. De esos avisos que forman parte de nuestra cotidianeidad, llamándonos al silencio en los espacios sanitarios, a la humanización de la sanidad, a la vacunación o a tantas otras cosas, no creo que quede huella en institución ninguna y así ha sido desde tiempos remotos. Los vestigios republicanos son difíciles de conseguir por su escasez y por estar muy buscados por los coleccionistas. Con los franquistas pasa otro tanto.

Recordemos, quienes lo hemos vivido, cómo la figura del General y la de José Antonio Primo de Rivera estaba omnipresente en todos los centros oficiales y en algunos particulares. Deberían quedar miles de ellos. Intenten encontrar ahora una de esas fotografías o litografías: les costará tiempo y dinero; solo han pasado poco más de cuarenta años del fin de la dictadura. Con la cartelería de información sanitaria pasa lo mismo.

Pasaré a exponer, de nuestra colección, los carteles editados con la intención señalada. Primero los de tipo general. Luego me centraré en los dedicados a la infancia y a la maternidad, con lo cual entroncaré con mi anterior artículo, ahora visto en el periodo franquista.

La atención sanitaria durante el franquismo

No debemos olvidar cómo, pese a los antecedentes monárquicos y republicanos, el Seguro Obligatorio de Enfermedad no se estableció hasta 1941 y el siempre denostado Fuero de los españoles (1945) dio un cuadro bastante completo de los seguros sociales, con el reconocimiento del derecho a la asistencia en la maternidad, accidentes de trabajo, invalidez, paro forzoso, vejez o fallecimiento1.

Con todas las carencias e insuficiencias que se quiera, el actual sistema nacional de salud tiene sus antecedentes más robustos y un principio de enérgico desarrollo durante la dictadura franquista.

Información sobre higiene en general y normas de prevención en el trabajo y la vida cotidiana

Ya en el año 1939, el recién creado Instituto de España, en territorio franquista durante la Guerra Civil, para reunir en su seno a todas las Reales Academias nacionales editó una serie de textos escolares. Uno dedicado al Análisis Lógico Gramatical; dos a hacer una Antología de la Literatura Española; otro era un Manual de Aritmética y Geometría; dos manuales de Historia de España y otro dedicado a Higiene elemental2, lo cual da idea de la importancia otorgada a estos asuntos desde principios de la dictadura (Figura 1).

Prevención de accidentes de trabajo

En 1963, el Instituto Nacional de Medicina y Seguridad del Trabajo publicó un impactante cartel (34×49 cm) en el que, sobre fondo negro, se ve una escalera con los peldaños rotos, una mancha de sangre en el suelo y la leyenda Pudo evitarse3, en donde, de manera sencilla y explícita, se llama al buen estado de los utensilios necesarios para el trabajo (Figura 2).


El mismo Instituto, con idéntico autor y el mismo año, hizo imprimir un letrero de gran formato (55×79 cm)4 a través del cual se pretendían prevenir los fuegos accidentales en las parvas de las eras y en los pajares, mediante el consejo de no fumar allí. El asunto, aparte de ser de sentido común, llama hoy en día la atención, dado lo asumido que en esa época se tenía el tabaco y su consumo, incluso por las autoridades sanitarias (Figura 3).


De nuevo, idéntico Instituto, probablemente el mismo año, llamaba a la prudencia entre los labradores. Para ello, en otro anuncio de gran tamaño (69×49 cm)5 se representa el dibujo de un espantapájaros con cara triste, la mano en cabestrillo y la pierna vendada. La presencia en el dibujo de una hoz inclina a pensar en una campaña contra los accidentes en la siega y que, aún durante ese año tardío, se realizaba muy corrientemente a mano. Llama la atención el tema. El uso de la zoqueta, para evitarse heridas en las manos, estaba muy generalizado, al menos en Castilla, y los cortes en las piernas sólo podían deberse a una gran impericia o a un exceso de prisa (Figura 4).

Idéntica institución, el mismo año de 1963 y firmado también por Cerra, hizo editar un cartel grande (83×54,5 cm) en donde se resumían, probablemente, el total de los avisos difundidos, con una serie de consejos en forma de pareado (Figura 5).

En total, dieciséis. Se refieren a la precaución imprescindible frente al sol, tanto para seres humanos como animales; al cuidado de beber agua fría sudando; a no tirar colillas encendidas ni cerillas sin apagar; a protegerse bien los pies para evitar las picaduras de alacranes o los accidentes con clavos. En cuanto a la siega, preferían la protección de las manos con dediles, acaso más modernos y cómodos que las zoquetas de madera. Pedían el uso de gafas protectoras en los segadores y cuidado en el empleo de tractores; alejar a los menores de máquinas y herbicidas; tapar los brocales de los pozos y viajar con los trasportes de trabajo por la derecha de las carreteras.

Este cartel, procedente de la España de mi infancia, cuenta en imágenes cómo era en ese momento la nación. El trabajo, principal y mayoritario tenía que ver con la agricultura. Por tanto, los consejos van dirigidos a los campesinos, mediante una serie de pareados muy sencillos e infantiles –generalmente de su gusto– y unos dibujos tremendamente expresivos. El sombrero del agricultor es de paja y su vestido, un mono azul de trabajo; bebe del botijo y esa agua (que hoy tendríamos por fresquita) se considera excesivamente fría en determinadas ocasiones laborales6; quien huye del fuego lleva faja, chaleco corto y boina; las botas de protección tienen una gran semejanza con las empleadas por los soldados, al hacer el servicio militar, obligatorio durante esos años. La siega con hoz o guadaña parece cosa normal y habitual. Las novedades son las gafas de protección frente a las espigas, los primeros tractores (y, por tanto, el desconocimiento todavía de su manejo como herramienta cotidiana), los herbicidas y otras máquinas agrícolas adosadas al tractor, en lo que parece ser una primitiva segadora, aunque también las había arrastradas por caballerías. Sin embargo, los pozos siguen en pleno auge, pues se pide la tapa en los brocales para evitar problemas, lo que habla de la ausencia de agua corriente en muchas poblaciones y, en la carretera, vemos a un carro circulando frente a un camión de medianas proporciones. En definitiva: un territorio rústico tradicional, camino de la mecanización y varios accidentes producidos por ese tránsito y por la costumbre tan extendida de fumar. Una España de casas con paredes encaladas, resplandecientes al sol, macetas y pajarillos en jaulas, muy alejada en el tiempo y en las costumbres de la actual.

El mencionado Instituto, el año 1965, firmado igualmente por CERRA, editó otro pasquín de gran tamaño (50×70 cm) en donde se dan normas para el uso de los plaguicidas que, supongo, serán muy del gusto de los actuales ecologistas (Figura 6).


Son trece instrucciones y diez dibujos. Si solo atendemos a las principales, es decir, a las acompañadas de ilustraciones explicativas, vemos a un agricultor, con mono azul y boina del mismo color, encerrando los pesticidas en un armario con la señal de veneno, pues la primera norma dice que los plaguicidas son siempre venenosos. La siguiente pintura invita a lavarse las manos si ha caído en ellas el producto, y a cambiarse de ropa si ha sucedido lo mismo, además de lavarla antes de volver a utilizarla; la tercera, explica la necesidad de destruir los envases con rapidez y sin reutilizarlos. Lo curioso es que el mismo dibujante antes había prevenido contra el fuego y ahora recomienda quemarlos. Esta aparente contradicción tal vez se deba a que muchos de los incendios se producían por tirar colillas o cerillas encendidas y muy pocos por hogueras o intencionados –a diferencia de lo sucedido en la actualidad–. En la zona de Burgos en donde pasé todos los veranos de la infancia, repleta de pinos resineros, solo en una ocasión asistí a un incendio causado por un rayo. Tocó la campana de la iglesia a rebato y, en un plis plas, todo el pueblo apagó el fuego sin necesidad de bomberos ni ninguna clase de ayuda ajena. La cuarta, aconsejaba alejar a los niños de las operaciones relacionadas con los plaguicidas; animaban a leer detenidamente las instrucciones de uso tantas veces como se utilizasen; la dilución de los principios activos en agua debía hacerse en lugares apartados de personas y ganado, en el menor tiempo posible; la aplicación, con mascarilla respiratoria cuando fuera aconsejado y, a la menor sospecha de intoxicación, debía acudirse al médico.

Como se ve, frente a la idílica idea bastante extendida en la actualidad de la forma de vida en el entorno rural durante el inicio del desarrollo económico español, y de las miles de razones dadas para explicar la ahora llamada España vaciada (-¿por quién? Me pregunto yo) en el periodo del desarrollismo, cuando las bases americanas ya estaban establecidas en nuestro suelo y el franquismo se afianzaba a base de una evolución económica imparable y constante, el trabajo del campo, en algunos aspectos, parece más peligroso que en una central nuclear. Por eso no hizo falta, ni entonces, ni ahora, que nadie lo vaciase. Se vació solo hacia trabajos más provechosos desde el punto de vista económico, aunque acaso igual de peligrosos o más.

El uso de plaguicidas demasiado enérgicos continuó hasta fechas muy recientes y no sé si continúa. Recuerdo en una tranquila y dulce tarde de pesca, hará ya más de cuarenta años, ver una especie de abejorro en la distancia. Observar cómo se acercaba poco a poco y sentir sobre mí la nube tóxica del plaguicida descargado por una avioneta minúscula: los tiempos van avanzando. No hará más de cinco años he visto las viñas regadas con vaya usted a saber qué, mediante unos pulverizadores arrastrados por tractores, aunque muy cerca otros agricultores presumían de cultivos orgánicos…

Si recuerdo bien, el relativo cuidado con que se trataban los plaguicidas en mi adolescencia, en nada se parecía a lo indicado en este cartel educador, pues ni se hacía la dilución al aire libre, ni se destruían los envases, ni muchísimo menos se utilizaba mascarilla respiratoria alguna que, al menos en donde yo pasaba los veranos, no se había visto ni en las películas y, menos aún, las gafas protectoras. Si alguien se las hubiera puesto el pitorreo habría sido generalizado.

Prevención de zoonosis

Años antes, cuando el Régimen se había alejado del fascismo alemán tras su derrota militar, pero todavía quedaban instituciones y denominaciones de tiempos más duros, la Dirección General de Sanidad, en su sección de propaganda, efectuó una campaña mediante la cual hizo imprimir a la editorial Rivadeneyra S.A. de Madrid, en el año 1957, un cartel (47×69 cm) en donde se ve a un hermoso perro de los llamados pastores alemanes dotado de collar en donde aparece un número de la lucha antirrábica grabado en una chapa metálica colgante (Figura 7).


La rabia fue un problema para el ganado y los humanos hasta 1885, cuando Pasteur inyectó una serie de vacunas nuevas a un niño mordido por un perro rabioso y sobrevivió. Hasta entonces, la mayoría de los que contraían la enfermedad, de la manera descrita, morían7. En España, uno de los primeros en fabricarla fue Jaime Ferrán y Clúa en su laboratorio barcelonés8.

En España no existe esa enfermedad desde el año 1978, con excepción de un caso importado de Marruecos en 2013. Sabemos que es un trastorno viral, cuyo principal reservorio es el perro, si bien también pueden transmitirlo animales salvajes como el zorro, el lobo o los murciélagos. Es curioso cómo a veces, los humanos, aun otorgando a los animales una serie de derechos de los que no son portadores, se ponen en peligro a sí mismos. Los animales han de ser tratados, a mi parecer, con el cuidado derivado de nuestra condición de seres humanos sensibles a la naturaleza, pero jamás humanizados, aunque todos los seres humanos somos animales, más o menos desarrollados.

Cuando se hizo esta campaña, en 1957, se estaba muy lejos de tener controlada la enfermedad. Los dueños de perros de protección o guarda y la mayoría de los cazadores vacunaban a sus perros –al menos esa es mi experiencia– entre otras cosas porque convivían con ellos. Sin embargo, en las idealizadas aldeas rurales había una especie de sentencia según la cual a los perros se les daba vestido y calzado: lo demás iba por su cuenta. Esta situación de desapego hacia los animales de compañía, vividos todavía como competidores en una sociedad en donde se seguía pasando hambre, hacía que a muchas personas les pareciera una excentricidad cualquier cuidado proporcionado a las mascotas e incluso a los perros de trabajo, como los pastores, pues había demasiados niños y demasiados seres humanos privados de casi todo, aunque las generalizaciones han de tomarse con escepticismo, pues suelen corresponder a las vivencias de quien las pronuncia, a no ser que sea sociólogo y haya efectuado estudios sobre la aseveración. Sea como fuese, el cartel pone de manifiesto el intento de prevenir las zoonosis y recuerda a los pregones de los pueblos castellanos, cuando se prohibía tener a los perros sueltos durante el periodo en que maduraban las uvas, para evitar que se las comieran.

En el mismo sentido, pero en el año 1968 tenemos un nuevo cartel (50×70 cm) editado por el Instituto de Medicina y Seguridad del Trabajo en donde se indica como se propaga el quiste hidatídico (Figura 8).


El quiste lo producen larvas enquistadas del Echinococcus granulosus. Sus huéspedes definitivos son los perros, gatos y otros carnívoros. Los humanos se pueden contagiar por contacto directo con ellos, más cuanto más dóciles sean, al lamernos, o al ingerir vegetales o agua contaminada con las heces de los animales. Si las plantas infectadas o las deyecciones son comidas por animales herbívoros como vacas, ovejas, u omnívoros como los cerdos, se producen quistes en órganos como hígado o pulmón. Si estas vísceras son utilizadas por un carnívoro como el ser humano en su alimentación, se desarrolla la forma adulta, que le puede infectar los pulmones, el cerebro o el hígado con efectos muy peligrosos e incluso mortales.

La hidatidosis en España no ha sido todavía vencida y sigue causando problemas en las ganaderías y los seres humanos, si bien cuando apareció este cartel las dificultades eran aún mayores. A este respecto, llama la atención que en la actualidad se considere que la lucha contra este problema se inició durante la Democracia. En realidad, es muy anterior como demuestra este cartel

Prevención sanitaria: ceguera, tuberculosis

El 7 de abril de 1962 se proclamó el día mundial de la salud. Con ese motivo se editaron varios letreros, alguno de los cuales poseemos en nuestra colección (Figura 9).


Uno de ellos (48×69 cm), editado por la sección de propaganda de la Dirección General de Sanidad en la imprenta Rivadeneyra de Madrid, está dirigido a Conservar la vista: evitar la ceguera. Mantiene, mediante una curiosa mezcla de fotografías en blanco y negro, algún dibujo y varios mensajes escritos, que más de la mitad de los casos de ceguera pueden evitarse y los atribuye a accidentes, en el trabajo, en el hogar o en juegos y deportes. A infecciones, avitaminosis, cataratas y glaucoma, circunstancias, supongo, sobre las que desea poner sobre aviso a la población.

Tenemos otros dos carteles seguramente anteriores a esa fecha, editados por el Patronato Nacional Antituberculoso de la Dirección General de Sanidad. Esa institución se creó en 1936, en plena guerra civil, en el bando franquista. En 1953 pasó a llamarse Patronato Nacional Antituberculoso y de las Enfermedades del Tórax, por lo cual deberían ser anteriores a 1953.

El primero de ellos (50×70 cm) es la fotografía, en blanco y negro, de una armónica enfermera en trance de vacunar a un bebé hermoso y tranquilo. Mediante la misma se contribuye a la Campaña nacional de vacunación antituberculosa y se hace mediante dos afirmaciones, una pregunta y una información (Figura 10).


Se afirma que millares de españoles se han vacunado contra la tuberculosis y que la vacunación con el B.C.G. es completamente inofensiva. Se pregunta porqué no lo ha hecho quien lo lee y ha hecho vacunar a sus hijos. Al fin se explica cómo se puede obtener información en todas las Jefaturas provinciales de sanidad, en los dispensarios antituberculosos y en los centros de puericultura.

La vacuna contra la tuberculosis la crearon Albert Calmette y Jean-Marie Camille Guerin en 1921. Fue la llamada del bacilo Calmette y Guerin (B.C.G.). En España, el plan nacional contra la erradicación de la tuberculosis tuvo lugar entre 1965 y 197210. El año 1953 se creó el Servicio Nacional de Vacunación para B.C.G. No era obligatorio vacunarse, pero se realizó mucha propaganda. En 1956 se organizó el Plan de Erradicación de la Tuberculosis, promovido por el Patronato mencionado de la Dirección General de Sanidad y en diez años, doscientas setenta y cuatro enfermeras bien entrenadas, vacunaron al ochenta por ciento de los niños entre cinco y catorce años11.

Otra fotografía de la misma época, editada por idéntica institución y con el mismo tamaño (50×70 cm) incita a realizarse una revisión periódica, con el fin de evitar daños irreparables. Para ello se emplea la fotografía de un mecánico, perfectamente repeinado, con empleo masivo de brillantina al uso de la época, en el momento de revisar un avión, aparentemente de un tetramotor, parece que civil por el mono empleado por el trabajador (Figura 11). Pese a lo avanzado de la fecha, una estética muy similar a la de la revista Signal, la dedicada a la propaganda nazi en España, en esas fechas desaparecida hacía tiempo, pero con una forma de presentar los asuntos seguramente del gusto de la Falange, ya domeñada en el Movimiento Nacional, más dedicada a las formas que a lo sustantivo de su ideario.



En el anuncio sanitario se pregunta porqué tratar al cuerpo con menos consideración que a un motor. Aconsejan visitar el médico al menos una vez al año y siempre que se tenga cualquier síntoma. Explica como un catarro, un adelgazamiento o exceso de cansancio, pueden ser síntomas de la tuberculosis, enfermedad curable, con mayor facilidad si se coge a tiempo.

Campaña nacional de vacunación contra la difteria, tétanos, tosferina y poliomielitis

Tenemos un pequeño cartel (24×33,5 cm) publicado en Edicolor (una imprenta barcelonesa) durante el año 1966 y firmado por el dibujante Alfonso, a quien no soy capaz de distinguir entre los numerosos dibujantes posibles con ese nombre. El cartel señala cómo los fantasmas de la poliomielitis, difteria, tétanos y tosferina, son tachados mediante la vacuna de la misma.

En 1963 se inició la vacuna oral frente a la poliomielitis12 y en 1965 se añadió frente a la difteria, tétanos y tosferina. El muy atractivo cartel es del año siguiente y trata de atraer al público a inmunizar a sus hijos (Figura 12).


El problema estriba en que la primera campaña nacional de vacunación, para la que se utilizó la vacuna oral de Albert Sabin, se llevó a cabo entre 1963 y 1964, pese a que estaba disponible desde 1957. Otro método de inmunizar, mediante el inyectable de Jonas Salk, existía desde 195413. Por ello la polio se erradicó tardíamente en nuestro suelo y dejó a muchas personas con secuelas hasta fechas contemporáneas. En el año 1966 la campaña pública de vacunación estaba en pleno rendimiento y por eso los carteles. Hablo en plural pues también tenemos otro, mucho más grande (49×67 cm) publicado en la misma imprenta y realizado durante el año 1965 por “Yo, Gimeno”14 en donde se ve a un niño que corre tras una paloma blanca, en medio de unos probables olivos sobre fondo rojo, en un grafismo de evidente calidad (Figura 13).


Con esta difusión de, a mi parecer, preciosas piezas, acabo el artículo de este número. En la próxima entrega seguiré con la información dirigida a los recién nacidos y niños de poca edad; así como enlazaré con el dedicado a la puericultura durante la Segunda República.

SPD como mejora del tratamiento, la adherencia de los pacientes y la prevención de efectos adversos

Como profesional experto en el medicamento (y en todo lo que a ello se refiere), y como figura referente en el ámbito sanitario, es frecuente que al farmacéutico se le solicite asesoramiento acerca de cómo manejar situaciones de polimedicación. Al tratarse de tratamientos complejos, se dificulta la adherencia y existe un mayor riesgo de interacciones. En este contexto, surgieron hace unos años los Sistemas Personalizados de Dosificación (SPD) y los Dispositivos de Dosificación Personalizada (DDP).

Se entiende por SPD al conjunto de acciones farmacéuticas llevadas a cabo en la farmacia comunitaria, siempre tras el previo consentimiento del paciente o, en su defecto, de su representante legal, que se encuentran encaminadas a la organización y/o reacondicionamiento de la medicación de dicho individuo mediante los DDP. Presentan numerosas ventajas, tanto para el paciente, como para su cuidador, el farmacéutico o el propio sistema sanitario. Su fin último es lograr el empleo adecuado de los medicamentos y la reducción de los efectos adversos asociados a ellos.

Los SPD deben desarrollarse siempre bajo las máximas garantías y seguridad, por lo que se ejecutarán bajo diferentes requerimientos, tanto técnicos como legales, si bien estos últimos son aún escasos y existen diferencias a nivel autonómico. La formación continua del personal implicado es esencial, así como la disposición de instalaciones adecuadas de la farmacia comunitaria en las que tendrá lugar la preparación del SPD.

La revisión de la farmacoterapia del paciente, tanto al principio de la instauración del SPD como a lo largo del proceso, siempre que se produzca alguna modificación del tratamiento, requiere de una revisión exhaustiva y completa del tratamiento ya que pueden identificarse incidencias en torno a la medicación. Dentro de los Problemas Relacionados con los Medicamentos (PRM), los más comúnmente identificados son las interacciones medicamentosas, así como las duplicidades y contraindicaciones. Con ello, se busca evitar que aparezcan Resultados Negativos de la Medicación (RNM) que afecten al paciente, ya sea por la aparición de un problema de salud nuevo o por el agravamiento de uno existente.

La preparación de los SPD suele seguir unos procesos operacionales organizados, que incluyen una correcta confección e impresión de etiquetas, una minuciosa elaboración del propio dispositivo con los medicamentos pertinentes (teniendo en cuenta que ciertas formas farmacéuticas, como son las pomadas, los jarabes y los aerosoles, no pueden ser incluidos), su sellado o cierre y un estricto control de calidad de este. La inclusión de pictogramas explicativos, como los relacionados con las características del medicamento o con alergias e intolerancias, resulta de gran utilidad, ya que son muy visuales.

Un claro ejemplo de paciente que acude a la farmacia comunitaria y que podría beneficiarse de este tipo de servicio sería el siguiente: Mariano, 68 años, con esquizofrenia, poliartrosis y diabetes mellitus tipo 2. Los episodios de psicosis y exaltación podrían conducirle a una falta de adherencia significativa al tratamiento de las diferentes patologías que padece. Incluso, podría implicar alteraciones en las pautas posológicas o confusión entre los diferentes fármacos, lo que podría derivarse en cronificación acelerada de sus afecciones. Si, de por sí, estas causan desequilibrios metabólicos trascendentales, los efectos adversos derivados de la mala gestión de su farmacoterapia podrían ser muy nocivos para el paciente. Mediante un SPD organizado de sus tratamientos acondicionables en los DDP (cápsulas, cápsulas de liberación retardada, comprimidos, etc.), Mariano podría seguir las pautas de prescripción de una manera más sencilla e intuitiva, minimizando los fallos.

Más allá de la ventaja que aportan a un paciente individual concreto, su beneficio puede tener un alcance mayor, empleándose en residencias y centros sociosanitarios, a los que numerosas farmacias comunitarias prestan sus servicios y su asesoramiento. Por ejemplo, Carmen, de 91 años, paciente en residencia geriátrica desde hace 15 años, dependiente (no puede moverse de la cama tras un problema medular grave producido hace dos años) y que presenta hipertensión arterial alta, degeneración macular y afecciones cardíacas; sería una paciente que podría beneficiarse de una medicación organizada y claramente especificada en SPD. Esta medicación se la suministraría su cuidador en el centro, de acuerdo con la pauta y dosis prescritas y debidamente etiquetada y ordenada. Todo ello reduce el riesgo de confusión con los medicamentos o sus dosis, que se deben administrar a otros pacientes de la residencia, facilitando el trabajo de los cuidadores.

En conclusión, los SPD están suponiendo una clara revolución en el ámbito terapéutico. Estos sistemas ponen en evidencia la relevancia de la función del farmacéutico en cuanto al cumplimiento de la farmacoterapia, pero, más importante aún, ayudan al paciente a cumplir su tratamiento correctamente en un entorno más organizado y seguro. Las nuevas tecnologías, a su vez, permitirán instaurar SPD más avanzados y completos, enfocados a las necesidades de cada paciente.

Búsquedas por composición de medicamentos y productos de parafarmacia

Resumen

El Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, a través de su base de datos BOT PLUS, facilita la labor asistencial del farmacéutico adaptándose a sus necesidades. A través de la codificación de la composición –principios activos y excipientes de declaración obligatoria– de los medicamentos autorizados por la AEMPS y de la composición de los productos de parafarmacia, el farmacéutico puede buscar un medicamento o producto con una composición concreta, e incluso identificar aquellos que se deben evitar en pacientes con ciertas alergias o intolerancias alimenticias.


BOT PLUS tiene codificada la composición cualitativa y cuantitativa de los medicamentos autorizados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (en adelante, AEMPS), incluyendo en la misma tanto los principios activos como los excipientes de declaración obligatoria (en adelante, EDO) recogidos en la Circular 1/2018 de la AEMPS. Todas estas informaciones relativas a la composición proceden de las fichas técnicas autorizadas por la AEMPS para cada medicamento.

Al acceder a la ficha de un medicamento, se puede comprobar en la pantalla inicial si contiene EDO. En muchos casos, se ha incluido, además, una advertencia para aquellos medicamentos que deberían ser utilizados con precaución por pacientes que presenten alergias o intolerancias a estos excipientes (Figura 1). En algunos medicamentos se puede visualizar, incluso, un pictograma específico en la parte superior derecha de su ficha (por ejemplo, pictograma de advertencia de uso en pacientes celiacos por el contenido en gluten).


De forma similar, en el campo de la parafarmacia se está avanzando actualmente en la codificación de la composición de los productos cosméticos, complementos alimenticios, productos sanitarios y biocidas. Por ejemplo, en la ficha de los complementos alimenticios se puede observar la composición de los nutrientes o de sustancias con un efecto nutricional o fisiológico (Figura 2).


No obstante, con el objetivo de hacer más accesible la información de BOT PLUS y facilitar la labor asistencial de los farmacéuticos, se encuentra disponible un buscador por composición (Figura 3). Este buscador permite, entre otras funciones, filtrar los diferentes medicamentos o productos de parafarmacia según su principio activo o ingrediente, forma farmacéutica, número de unidades y dosificación. Esta búsqueda resulta especialmente útil en el caso de medicamentos o productos con más de un principio activo o ingrediente y en aquellos pacientes que presentan alergias o intolerancias alimenticias.

Medicamentos de uso humano

Para buscar medicamentos de uso humano por su composición, desde el menú desplegable superior se puede acceder a la opción de uso humano y al buscador por composición (Figura 3).


A través de esta pantalla se puede generar un listado de medicamentos con uno o más principios activos concretos (con la opción de incluir también la sal y/o cantidades concretas) y/o uno o varios EDO, o solo un principio activo sin estos últimos. Asimismo, se pueden definir otros criterios de búsqueda: forma farmacéutica, vía de administración, unidades del envase o peso/volumen (Figura 4).

Productos de parafarmacia

Por otro lado, a la búsqueda de productos de parafarmacia por su composición se podrá igualmente acceder desde el menú desplegable superior, en este caso a través de la opción de parafarmacia y al buscador por composición (Figura 5).


En este caso se requiere definir primero qué clase de producto se quiere buscar, bien dermofarmacia u otro tipo de producto (incluiría alimentos, productos sanitarios y biocidas). Posteriormente, se deben agregar como condición de búsqueda los ingredientes que se están buscando (si deben contener solo estos ingredientes o los productos buscados pueden contener ingredientes adicionales), pudiendo también excluir de la búsqueda productos con ciertos ingredientes que pueden causar alergias o intolerancias en el paciente. Finalmente, se pueden añadir otras condiciones de búsqueda: forma farmacéutica, vía de administración, unidades del envase o peso/volumen (Figura 6).


En conclusión, hay que destacar que, mediante la codificación de la composición de los medicamentos autorizados por la AEMPS –tanto de sus principios activos como de sus excipientes de declaración obligatoria–, y la codificación de los ingredientes de los productos de parafarmacia en BOT PLUS, el farmacéutico comunitario puede buscar medicamentos o productos con unos principios activos o ingredientes concretos, e identificar aquellos que deben usarse con precaución en pacientes con ciertas alergias o intolerancias alimenticias. Todo ello en aras de facilitar su labor asistencial.

Más cerca de una píldora anticonceptiva masculina

La amplia disponibilidad métodos anticonceptivos ha supuesto una revolución en el control de la planificación familiar en las últimas décadas. Sin embargo, buena parte de estos métodos, especialmente aquellos que se consideran altamente efectivos basados en métodos hormonales, están dirigidos específicamente a las mujeres. Este hecho puede analizarse desde una doble perspectiva: por un lado, los anticonceptivos orales han empoderado a las mujeres al permitirles ejercer el control sobre la maternidad de acuerdo a sus decisiones; pero, por otro, estos tratamientos, aunque son muy seguros, en algunos casos pueden producir efectos adversos e implican la necesidad de seguir de manera estricta la pauta prescrita durante largos periodos.

Las opciones anticonceptivas en los hombres se han limitado fundamentalmente al uso del preservativo, que además permite prevenir múltiples infecciones de transmisión sexual, y a la vasectomía, que es el método más eficaz, pero tiene un carácter irreversible.

Cabe destacar los recientes hallazgos de un grupo de científicos que ha desarrollado un nuevo método anticonceptivo masculino que permite un uso a demanda gracias a la rapidez en la instauración del efecto. El mecanismo de acción de la molécula desarrollada se basa en la inhibición de una isoenzima de la adenilato ciclasa soluble que se presenta de manera casi exclusiva en los espermatozoides y que es fundamental para que estos puedan moverse. El nuevo candidato a medicamento, por ahora denominado TDI-11861, se administró a ratones en una dosis de 50 mg/kg. Tras la administración tanto oral como parenteral, los investigadores pudieron observar que los espermatozoides presentes en el epidídimo eran prácticamente inmóviles, pero no se produjo toxicidad sobre estas células ni se vieron afectadas el resto de sus funciones. Esto, que en teoría podría servir para hacer temporalmente infértiles a estos ratones, se confirmó in vivo al no reportarse ningún embarazo en las hembras tras la cópula hasta 2 horas tras la administración. La eficacia anticonceptiva reportada hasta las 3 horas postratamiento fue del 91%, mientras que tras 24 horas los espermatozoides habían recuperado totalmente su funcionalidad y los ratones volvían a ser fértiles.

A pesar de que el tratamiento en ratones no causó ninguna alteración en su comportamiento ni otros efectos adversos, confirmar estos resultados en humanos requerirá de la realización de ensayos clínicos prospectivos suficientemente potentes para determinar la eficacia y la seguridad del tratamiento y establecer una dosis adecuada. Lo que parece claro es que este tipo de estrategia farmacológica anticonceptiva ayudaría a equilibrar la responsabilidad entre hombres y mujeres a la hora de prevenir embarazos no deseados.

Síndrome de ovario poliquístico: el inositol, una posible alternativa en el control de la resistencia a la insulina

El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es la alteración más frecuente del sistema endocrino en mujeres. Los síntomas pueden ser muy variables, dificultando el diagnóstico, pero generalmente incluyen menstruaciones irregulares, hiperandrogenismo (suele manifestarse por un exceso de vello corporal) y una disfunción ovárica como consecuencia de la presencia de múltiples folículos inmaduros, lo que también dificulta la posibilidad de embarazo. Las pacientes muy comúnmente presentan resistencia a la insulina que empeora el androgenismo.

Aunque actualmente no existe cura para el SOP, mantener un peso saludable y la práctica de ejercicio pueden ayudar a mejorar los síntomas. Desde el punto de vista de la farmacoterapia, se suele recurrir a las píldoras anticonceptivas, que combinan estrógenos y progestágenos, y a la metformina, para aumentar la sensibilidad a la insulina. Este último es un tratamiento efectivo y seguro, pero que habitualmente produce efectos secundarios de tipo gastrointestinal, como náuseas, diarrea y vómitos. Con el objetivo de encontrar una alternativa a la metformina que sea mejor tolerada, un grupo de investigadores ha evaluado los efectos de la administración de inositol, un compuesto relacionado con la familia de las vitaminas del grupo B y sintetizado de forma endógena en pequeñas cantidades por el riñón y otros órganos.

Se llevó a cabo una revisión sistemática y un metaanálisis que incluyeron 26 ensayos clínicos aleatorizados con datos de 1.691 pacientes, de los cuales 806 habían recibido inositol, 311 placebo y 509 metformina. Las pacientes tratadas con inositol presentaban un riesgo relativo de tener ciclos menstruales regulares mayor (RR: 1,79), casi duplicado en comparación con quienes recibieron placebo, y resultó no inferior a metformina en cuanto a este objetivo de eficacia. Comparativamente con placebo, el tratamiento con inositol permitió mejorar los niveles de índice de masa corporal (diferencia media, DM: -0,45), testosterona libre (DM: -0,41) y total (DM: -20,39), androstenediona (DM: -0,69) y glucemia (DM: -3,14). Además, el perfil de seguridad es muy favorable, con una frecuencia de efectos adversos muy inferior a la de insulina en los estudios analizados (7% vs. 53%; RR: 0,16).

La principal limitación de este estudio es que las muestras poblacionales en algunos los estudios analizados son en muchos casos demasiado pequeñas como para obtener una adecuada potencia estadística. En todo caso, la buena tolerabilidad del inositol lo convierte en una posible alternativa a la metformina, siendo necesario compara en estudios clínicos ambos tratamientos tanto en la mejora del perfil bioquímico que acompaña al SOP como en el control de los síntomas.

La complejidad de atacar al cáncer a partir de una única diana molecular

Los avances de las últimas décadas en el campo de la biología molecular han permitido conocer de manera muy detallada los diversos mecanismos que desembocan en la aparición de un tumor y, así, diseñar tratamientos muy específicos frente a las células cancerosas con el objetivo de evitar la toxicidad sistémica. Si bien las mutaciones concretas acumuladas a nivel celular pueden ser muy heterogéneas entre dos individuos con el mismo tipo de cáncer, se sabe que la alteración provocada sobre determinados genes que regulan el ciclo celular y evitan la proliferación descontrolada aumenta la susceptibilidad a padecer diferentes tipos de cáncer e incluso puede transmitirse a través de la línea germinal, pasando de padres a hijos. Dos de estos genes implicados en el control del ciclo celular y en la reparación del ADN dañado son BRCA1/2 y ATM, cuya mutación aumenta el riesgo de sufrir varios tipos de cáncer, como el de mama, de ovario, de próstata o de páncreas. Se ha planteado que se podría diseñar un tratamiento dirigido frente a las alteraciones moleculares ocasionadas por estas mutaciones que sería válido para cualquier cáncer en el que tales alteraciones estuvieran presentes.

Sobre esta hipótesis, se ha llevado a cabo un ensayo de fase 2b controlado y no aleatorizado en el que 200 pacientes con varios tipos de cáncer se dividieron en dos cohortes: una con mutación en BRCA1/2 y otra con mutación en ATM. Todos los pacientes recibieron el mismo tratamiento, consistente en avelumab, un anticuerpo monoclonal dirigido frente a PD-L1 que pretende potenciar la respuesta inmunitaria frente al tumor, y talazoparib, un inhibidor de la enzima poli ADP ribosa polimerasa (PARP), que induce daños en el ADN que se acumulan en células con mutaciones en BRCA1/2 y acaba conduciendo a la muerte celular. Este último aún no está disponible en España.

Los resultados del estudio revelan que se alcanzó una tasa de respuesta objetiva (TRO) del 26,4% en la cohorte de BRCA1/2 y del 4,9% en la de ATM, por lo que no se alcanzó el objetivo especificado de una TRO del 40%. Los resultados muestran consistencia al diferenciar entre subgrupos, con la excepción de tres pacientes con leiomiosarcoma uterino, un tipo de cáncer probablemente muy dependiente de la mutación en BRCA1/2, en las que se observó una respuesta satisfactoria y prolongada.

En definitiva, se hace patente una vez más la dificultad de trasladar a la clínica una aproximación teórica generalista al tratamiento del cáncer, puesto que la diversidad de mecanismos moleculares alterados en un mismo individuo, así como el resto de sus características genotípicas, pueden modificar la respuesta al tratamiento antineoplásico.

Cáncer de esófago: el papel de los puntos de control inmunitario en su tratamiento

Un mecanismo habitual de patogenicidad que desarrollan las células tumorales es protegerse frente a la respuesta del sistema inmunitario produciendo determinadas proteínas que sirven como “punto de control” o checkpoint del sistema inmunitario, logrando así sobrevivir a la acción citotóxica de los linfocitos T. Algunos de estos puntos de control son el ligando 1 de muerte programada (PD-L1), que al unirse a su receptor (PD-1) inhibe determinados procesos del sistema inmunitario, o CTLA-4, un receptor que se expresa en los linfocitos T e inhibe su acción. En esa línea, desde hace aproximadamente una década se vienen aprobando varios anticuerpos monoclonales que actúan frente a estos puntos de control y permiten que el sistema inmunitario ataque al tumor y frene su crecimiento. Algunos de ellos son ipilimumab, dirigido frente a CTLA-4, nivolumab, frente a PD-1, o atezolizumab, frente a PD-L1. Conocidos como “inhibidores de los puntos de control inmunitario” (ICI), son útiles cuando los tumores sobreexpresan estas proteínas, pero emergen dudas sobre su eficacia frente a células tumorales con menor grado de expresión.

Por ello, un grupo internacional de autores ha comparado la respuesta de distintos ICI con la quimioterapia sola frente al carcinoma esofágico de células escamosas en un meta-análisis en el que se analizaron 9 estudios que incluyeron a un total de 4.752 pacientes con este tipo de cáncer y baja expresión de PD-L1. Los resultados indican que, en aquellos casos en los que la expresión de PD-L1 era baja, la adición de inmunoterapia a la quimioterapia no aporta beneficios estadísticamente significativos en cuanto a supervivencia global (HR: 0,91; p= 0,38).

Tales resultados sustentan la indicación hasta ahora aprobada para este tipo de fármacos, solo recomendados en monoterapia en pacientes con tumores con confirmación de alta expresión de los ICI. En concreto, frente al carcinoma de células escamosas de esófago, el tratamiento con nivolumab está indicado en aquellos casos en que exista una expresión de PD-L1 en células tumorales ≥ 1%.

Desde el punto práctico, los hallazgos presentados en este estudio, estadísticamente robustos, pueden permitir descartar un tratamiento innecesario para el paciente, sin previsible beneficio clínico y con un mayor riesgo de efectos tóxicos adicionales, así como de un fútil coste para el sistema sanitario.