Archive

Alpelisib (▼Piqray®) en cáncer de mama

Resumen

Alpelisib es un nuevo antineoplásico que inhibe selectivamente la subunidad alfa de la fosfatidilinositol-3-cinasa de clase I (PI3Kα), proteína involucrada en los procesos de proliferación, motilidad, apoptosis e invasión celular, y en el metabolismo de la glucosa. Así, bloquea la señalización bioquímica a través de la ruta PI3K/AKT/mTOR, teniendo como resultado la inducción de la apoptosis y la inhibición de la proliferación de las células tumorales, con un efecto sinérgico con hormonoterapia. El medicamento ha sido autorizado para el tratamiento por vía oral en combinación con fulvestrant del cáncer de mama localmente avanzado o metastásico en mujeres posmenopáusicas y hombres, con receptor hormonal (HR) positivo, receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER2) negativo y con una mutación del gen PIK3CA, en progresión tras monoterapia endocrina. El subgrupo de pacientes con tumores HR+ y HER2- es el más abundante entre los cánceres de mama avanzados (un 60%), y las mutaciones de ganancia funcional del gen PIK3CA se reportan en casi la mitad de ellos (45%), asociadas a una mala respuesta a otras terapias y peor pronóstico.

En un único ensayo pivotal aleatorizado (N= 527), el tratamiento combinado demostró una prolongación de más de 5 meses –casi duplicación– respecto a la monoterapia con fulvestrant en la cohorte de pacientes con mutación activadora de PIK3CA (11,0 vs. 5,7 meses en el grupo control),
reduciendo el riesgo de progresión o muerte por la enferme- dad en un 35% (p= 0,0007). Ese beneficio, respaldado por una mejora en la tasa de respuesta objetiva (36% vs. 16%), fue independiente de la presencia de metástasis viscerales, del estado basal de resistencia a hormonoterapia y del uso previo de inhibidores de ciclinas; sin embargo, un análisis reciente con 31 meses de seguimiento ha descartado una mejora significativa de la supervivencia global, a pesar de una tendencia favorable (mediana de 40,6 meses vs. 31,2 meses; p> 0,05). En términos de seguridad, la combinación de alpelisib y fulvestrant fue más tóxica que el tratamiento con fulvestrant destacando una alta tasa de interrupciones de tratamiento (25% vs. 5%). Casi todas las pacientes tratadas notificaron algún efecto adverso, siendo los más frecuentes y graves la hiperglucemia (79%, grave en el 38%), los trastornos gastrointestinales y las erupciones cutáneas. En el perfil toxicológico con su uso en vida real preocupa, además de la hiperglucemia (puede alcanzar niveles de gravedad aun siendo asintomática) que limita su uso en pacientes diabéticas, el riesgo de osteonecrosis de mandíbula (6%), más probable en mujeres con uso concomitante de bifosfonatos o denosumab, en quienes deberá usarse con precaución.

Alpelisib inaugura una vía terapéutica en cáncer de mama, con novedad en cuanto a mecanismo de acción, aunque lo comparte parcialmente con idelalisib (inhibidor de la isoenzima PI3Kδ), ya autorizado en el tratamiento de la leucemia linfocítica crónica y el linfoma folicular. El nuevo fármaco se posiciona en su indicación como alternativa a los inhibidores de ciclinas (abemaciclib, palbociclib y ribociclib) y del inhibidor de mTOR (everolimus). Las comparaciones indirectas entre ellos probablemente serían desfavorables para alpelisib, por su perfil de seguridad más complejo, sus limitaciones de uso (pacientes diabéticas mal controladas o sin demostración de mutaciones en PIK3CA) y los positivos resultados de supervivencia obtenidos con los inhibidores de ciclinas. La principal ventaja terapéutica podría relacionarse con su uso en pacientes que han progresado tras la asociación de hormonoterapia e inhibidores de ciclinas en primera línea, pero la determinación de mutaciones en el gen PIK3CA no se realiza rutinariamente ni está al alcance de muchos hospitales, lo cual representa una gran desventaja frente a los inhibidores de ciclinas, que se pueden usar en todas las pacientes con independencia del análisis genómico previo. Por tanto, no parece que alpelisib vaya a suponer un cambio sustancial de la terapéutica estándar del cáncer de mama avanzado.

Aspectos fisiopatológicos

El cáncer de mama se define como el crecimiento desenfrenado de células malignas en el tejido mamario con capacidad invasora y metastatizante. En el 99% de los casos, el cáncer de mama se desarrolla en mujeres. Los 2 tipos principales de cáncer de mama son el carcinoma ductal (el más frecuente), que comienza en los conductos que llevan leche desde la mama hasta el pezón, y el carcinoma lobulillar, que comienza en los lobulillos, que producen la leche materna (Figura 1).

El pronóstico y el tratamiento del cáncer de mama dependen, en gran medida, del estadio en que se encuentra el tumor (etapa del desarrollo), aunque en los últimos años se está cambiando el concepto en función de la agresividad, según el “perfil genético” que tenga el tumor. La estadificación “clásica” se basa en el tamaño del tumor y su extensión a los ganglios linfáticos regionales u otras partes del cuerpo. Muchas veces no se sabe la extensión hasta después de la cirugía y el análisis del patólogo.

Considerando los dos sexos, el cáncer de mama es el de mayor frecuencia en el mundo1 , habiendo superado al cáncer de pulmón. Representa el 20-30% de todos los casos de cáncer y continúa siendo la primera causa de muerte por cáncer en el sexo femenino a nivel global. En 2020, se estimó que aproximadamente 2,26 millones de mujeres habían sido diagnosticadas de cáncer de mama en todo el mundo y 685.000 murieron por esa causa. España no es una excepción en este sentido: el cáncer de mama es el cáncer más frecuente en la mujer española; supone un 29% de todos los casos de cáncer, situándose solo por detrás del cáncer colorrectal si se consideran ambos sexos. En 2012 se diagnosticaron en nuestro país 25.215 casos de cáncer de mama, y esa cifra ha ido en aumento. La Sociedad Española de Oncología Médica estima que en 2020 casi 7,8 millones de personas vivían con cáncer de mama en todo el mundo (18% de prevalencia a 5 años del diagnóstico respecto al total de tumores), de ellas 517.000 en España, y que en 2022 se diagnosticarán en nuestro país 34.750 nuevos casos de cáncer de mama (solo superado por los 43.300 de cáncer colorrectal).

Por otra parte, aunque la tasa de mortalidad por este tipo de tumor ha descendido en los últimos años gracias a los programas de cribado y a la mejora de los tratamientos, el cáncer de mama sigue siendo la primera causa de muerte por cáncer en España en las mujeres, y la cuarta si se consideran ambos sexos. En 2020, 6.572 mujeres fallecieron por esta causa, y también 79 hombres (SEOM, 2022).

La edad de máxima incidencia está por encima de los 50 años (con un máximo entre los 45 y los 65), pero aproximadamente un 6-10% se diagnostica en mujeres menores de 35-40 años. La supervivencia media relativa del cáncer de mama tras 5 años es del 90,3% de forma global, según datos del National Cancer Institute de Estados Unidos para la cohorte de 2011- 2017. En Europa, también se habla de cifras de supervivencia a los 5 años cercanas al 90%.

Tanto el número de casos como las tasas de incidencia aumentan lentamente en España y en el mundo, probablemente debido al envejecimiento de la población y a un diagnóstico cada vez más precoz. El aumento de la incidencia se estima en un 1-2% anual y el riesgo de padecer cáncer de mama se sitúa en torno a 1 de cada 8 mujeres; en cambio, no supera el 1% del total de neoplasias en hombres. En España existe una distribución geográfica de incidencia notablemente variable según las provincias. Así, la tasa de incidencia en Cataluña es de 83,9 casos/100.000 habitantes, mientras que la media nacional se sitúa en torno a 50,9 casos/100.000 habitantes.

En la etiopatogenia del cáncer de mama, los principales factores de riesgo son:

_Edad: el riesgo se incrementa al aumentar la edad. La mayoría de los casos ocurren en mujeres mayores de 60 años.

_Raza: es más frecuente en mujeres de raza blanca.

_Alcohol: su consumo excesivo aumenta el riesgo.

_Aparición temprana de la primera regla.

_Menopausia tardía.

_Historia familiar: el cáncer de mama familiar supone entre el 5 y el 10% del cáncer de mama en la población general, aumentando el riesgo si existe un familiar de primer grado (madre, hermana o hija) que haya padecido la enfermedad; si la enfermedad apareció en familiares más lejanos, el riesgo es menor. Los genes involucrados en este padecimiento son: BRCA12 en el 20% de casos, BRCA2 en otro 20%, CHEK2 en 5%, TP53 en 1%; sin embargo, en más del 50% de los casos se desconoce en gen asociado.

_Antecedentes personales: una mujer que ha tenido cáncer de mama tiene más riesgo de padecer otro cáncer en la mama contralateral.

_Enfermedades previas de la mama: algunas enfermedades de la mama como la hiperplasia atípica o el carcinoma lobulillar in situ pueden aumentar el riesgo.

_Primer embarazo tardío.

_Nuliparidad (ausencia de embarazo previo).

_Terapia hormonal sustitutiva prolongada.

Si bien muchos cánceres de mama se diagnostican en mujeres asintomáticas en estadios iniciales, gracias a los programas de cribado o porque se ha realizado una mamografía de control como seguimiento de otro problema distinto en la mama, los síntomas más frecuentes por los que la mujer acude al médico cuando debuta este tipo de tumor son: aparición de un nódulo en la mama (o en la axila) que previamente no existía, dolor en la mama a la palpación, cambio de tamaño o en el contorno de alguna de las mamas, menor movilidad de una mama al levantar los brazos, aparición de úlceras o piel de naranja en la mama, cambios en el pezón (retracción o secreción) y/o síntomas inespecíficos que pueden aparecer en estadios avanzados (cansancio, dolor óseo localizado, etc.).

Diversos estudios han concluido que la realización de mamografías periódicas en mujeres de 50 a 69 años conduce a una disminución del riesgo de morir por cáncer de mama. En mujeres más jóvenes, se aconseja un análisis personalizado, ya que la diferente densidad mamaria dificulta el diagnóstico mediante mamografía, con un notable aumento de falsos positivos, que hacen necesarias exploraciones complementarias con ecografía y/o resonancia magnética, sin que ninguna de ellas se considere un patrón óptimo.

En los estadios que pueden tratarse quirúrgicamente con éxito, los factores pronósticos marcan el riesgo que tiene una paciente de tener una recaída de la enfermedad tras completar el tratamiento ablativo; la mayoría depende de las características anatomopatológicas del tumor, pero algunas dependen del propio paciente. Los más importantes son:

  • Dependientes del tumor:
    Estadio clínico: tamaño tumoral y afectación ganglionar axilar. Ambos siguen considerándose como el factor más importante, fundamentalmente la afectación axilar. En el estadio I (localizado), la supervivencia a 5 años es del 99% y, en cambio, en los estadios III-IV (avanzado distalmente o metastásico), desciende hasta el 29%.
    Grado de diferenciación celular: cuanto menor sea, el tumor es de peor pronóstico.
    Receptores hormonales: las pacientes con tumores dependientes de hormonas (HR+) se consideran de mejor pronóstico. Además, son sensibles al tratamiento hormonal, lo que amplía el arsenal terapéutico. Representan en torno al 60-65% de los tumores de mama diagnosticados cada año.
    Expresión de HER-2: HER-2 es un receptor transmembrana, con actividad tirosina cinasa intrínseca, que está sobre- expresado en un 20-25% de los nuevos carcinomas de mama. Las pacientes con tumores HER-2 positivos tienen peor pronóstico: alto riesgo de recurrencia
    y muerte. Solo el 15-18% de los nuevos tumores son triple negativo.
  • Dependientes del paciente:
    Edad: tener menos de 35 años es un factor de pronóstico pobre.
    Perfil genético tumoral: los perfiles de expresión génica buscan definir patrones que permitan predecir la evolución clínica que tendrán grupos de pacientes muy bien definidos (actualmente desarrollado solo para tumores luminales: HR+ y HER2-).

Los tumores de mama positivos para el receptor de hormonas (HR+) y negativos para el receptor del factor de crecimiento epidérmico humano 2 (HER2-) dependen de los estrógenos para la supervivencia y el crecimiento. Los efectos sobre la proliferación involucran la estimulación de la progresión a través de la fase G1 del ciclo celular, donde el eje de señalización formado por la ciclina D1, la cinasa dependiente de ciclina (CDK) 4/6 y el retinoblastoma (pRB) es de importancia crucial.

Se acepta que los tumores metastásicos HR+/HER2- tienen mejor pronóstico que el conjunto de cánceres de mama metastásicos, siendo la mediana de supervivencia global en este subgrupo de entre 2,5-4 años. Aproximadamente un tercio de las pacientes actualmente con cáncer de mama metastásico RH+/HER2- están vivas más allá de los 5 años.

Tratamiento

El tratamiento del cáncer de mama es multidisciplinar y precisa la combinación de diversas modalidades terapéuticas para conseguir un control eficaz de la enfermedad: la cirugía, la radio- terapia (RT), la quimioterapia (QT), la hormonoterapia (HT) y la terapia biomolecular (TB).

Las dos primeras –cirugía y radioterapia– actúan a nivel local, es decir, sobre la enfermedad en la mama y los ganglios linfáticos, y constituyen el tratamiento de elección en la enfermedad localizada no metastásica. Las restantes (QT, HT y TB) actúan tanto a nivel local como general de todo el organismo, en lo que se denomina tratamiento sistémico, y se utilizan de forma complementaria al tratamiento local con cirugía y/o RT, o como tratamiento de primera elección en la enfermedad metastásica o diseminada.

Las modalidades de aplicación de la QT en los pacientes con cáncer de mama se pueden clasificar en neo- adyuvante, adyuvante y enfermedad metastásica o paliativa.

Se considera quimioterapia neoadyuvante a la que se administra antes de la cirugía. Está indicada en los tumores localmente avanzados y en aquellos que midan más de 2 cm o que tengan adenopatías axilares. Los fármacos más utilizados son fundamentalmente las antraciclinas y los taxanos, en combinación con otros agentes (ciclofosfamida, 5-fluorouracilo, carboplatino, etc.). El objetivo de la neoadyuvancia es principalmente la disminución del tamaño tumoral para practicar una cirugía conservadora con márgenes libres de enfermedad, en los tumores localmente avanzados e inflamatorios, además de la valoración de la respuesta a la QT para posteriores tratamientos. Tiene tres grandes ventajas: a) permite una tasa más elevada de conservación de la mama (68% vs. 60% con QT adyuvante); b) reduce la tasa de recaída ipsilateral (7,6% vs. 10,7% con QT adyuvante); y c) la posibilidad de evaluar la respuesta tumoral mediante muestras del tumor y de ganglios axilares, que permite tomar decisiones terapéuticas oportunamente (por ejemplo, ante resistencia a fármacos). Por todo ello, la QT neoadyuvante se ha convertido en una estrategia cada vez más utilizada en el tratamiento del cáncer de mama y constituye, incluso, un marcador pro- nóstico de respuesta y un criterio de selección en el tratamiento posterior locorregional y/o sistémico del cáncer de mama localmente avanzado. Varios ensayos clínicos han indicado que la ausencia de tumor residual en la mama y en los ganglios linfáticos después de la QT neoadyuvante se asocia a un excelente pronóstico a largo plazo.

Por su parte, la quimioterapia adyuvante es la que se administra después de la cirugía. Su indicación depende de los factores pronósticos clásicos, que son la edad, el tamaño tumoral, la afectación ganglionar axilar, el grado de diferenciación celular (grado histológico) y los receptores hormonales presentes. La QT utilizada depende del riesgo de recaída, aunque en la actualidad se utilizan mayoritariamente (80%) taxanos y antraciclinas, obviando los taxanos en aquellos casos de tumores menores de 2 cm: grado I, sin afectación ganglionar y posmenopáusicas, ya que su utilización no ha demostrado mejoría en la supervivencia libre de progresión (SLP).

Se ha demostrado que la QT adyuvante de 6 meses de duración con esquemas basados en antraciclinas, tales como FEC (5-fluorouracilo, epirubicina y ciclofosfamida) y FAC (5-fluorouracilo, adriamicina y ciclofosfamida), reduce el riesgo anual de muerte por cáncer de mama en casi un 40% en las mujeres menores de 50 años y en casi el 20% en mujeres los 50 y los 69 años de edad, con independencia del uso de tamoxifeno, del estado de los receptores hormonales, de la afectación de los ganglios axilares o de otras características del tumor. En los casos con metástasis ganglionares, generalmente, la asociación de los taxanos (docetaxel o paclitaxel) a los esquemas de QT con antraciclinas mejora claramente la SLP y la supervivencia global (SG).

El cáncer de mama metastásico de inicio se observa en un 10% de los casos. En el seguimiento de las pacientes diagnosticadas previamente de enfermedad local, se observan metástasis en el 50%, siendo las localizaciones más frecuentes los pulmones, el hígado, los huesos y el cerebro. Dado su carácter incurable, los objetivos del tratamiento del cáncer metastásico son paliativos, o sea, lograr un alivio sintomático y una atención emocional, social y psicológica para el enfermo y la familia, utilizando un tratamiento oncoespecífico (QT, HT, RT) que haya demostrado en un análisis de riesgo-coste-beneficio previo la conveniencia de su empleo. Se estima que un 20-30% de las pacientes presentan recaídas a distancia tras haber recibido un tratamiento locorregional y sistémico adecuado.

La QT antitumoral ha mostrado beneficio en el incremento de la supervivencia y de la calidad de vida en las pacientes con cáncer de mama metastásico, pero no siempre está indicada. De hecho, en los tumores hormonosensibles (que expresan receptor de hormonas, RH+) y Her-2 negativos de bajo riesgo, con afectación ósea o de partes blandas, y en pacientes asintomática (enfermedad poco agresiva), suele plantearse el tratamiento hormonal (TH), también conocida como terapia endocrina, que hasta hace poco era la única opción en los tumores avanzados. En la actualidad, se recomienda su uso en todas las líneas de tratamiento. En la selección del TH óptimo en primera línea influye el estado hormonal de la paciente, debiéndose realizar una adecuada diferenciación entre la paciente pre-menopáusica y la posmenopáusica. Se suelen emplear inhibidores de la aromatasa (exemestano, anastrozol o letrozol) o antagonistas de receptores estrogénicos (fulvestrant o, en menor medida, tamoxifeno). La duración media del tratamiento en este tipo de tumores está establecida en 1 año, con tasas de respuestas entre el 30% y el 50%. El control de la enfermedad se suele mantener durante meses o años: las medianas de SLP oscilan desde los 10 a los 20 meses en función de la carga de la enfermedad, la localización del tumor y su nivel de sensibilidad a hormonas.

Si bien los tumores avanzados con este fenotipo tienen mejor pronóstico que otros subtipos, siguen siendo responsables de la mayoría de las muertes relacionadas con el cáncer de mama debido a su alta prevalencia (> 60% de todos los casos), situándose la mediana de la SG en aproximadamente 42 meses. En torno al 40% de las pacientes son resistentes al TH desde el inicio y la práctica totalidad de las que presentan respuesta desarrollan con el tiempo resistencias adquiridas. Es por ello que aún se considera una necesidad médica no cubierta la disponibilidad de tratamientos eficaces y seguros para el cáncer de mama HR+ y HER-2 negativo.

Hay cierta controversia sobre la mejor estrategia de tratamiento en casos refractarios a una primera línea de tratamiento, lo cual ha motivado la búsqueda de nuevas dianas en el ciclo celular. En el contexto de segunda línea, las guías de práctica clínica recomiendan la combinación de tratamiento hormonal (diferente al usado en primera línea) con tratamientos dirigidos, reservando la quimioterapia –con baja o moderada actividad clínica y habitualmente asociada a una toxicidad significativa– para los casos con crisis visceral.

Cabe destacar el desarrollo relativamente reciente de una nueva generación de fármacos inhibidores de las cinasas dependientes de ciclinas (CDK) 4 y 6, como palbociclib, ribociclib y abemaciclib3 ; fármacos que han demostrado actuar de forma sinérgica con los tratamientos hormonales habitualmente empleados (fulvestrant e inhibidores de aromatasa), incrementando significativamente la supervivencia de los pacientes –con una toxicidad importante pero clínicamente manejable– si se compara con el tratamiento hormonal en monoterapia. Así, las asociaciones de inhibidores de CDK y hormonoterapia se afianzaron rápidamente como opción preferente en 2ª línea (una suerte de escalón intermedio entre hormonoterapia y quimioterapia que alarga la fase de hormonosensibilidad y pospone la necesidad de citostáticos), y ya se están usando ampliamente en 1ª línea en mujeres con cáncer HR+ HER2-, con independencia de la edad, estado menopáusico o grado de diseminación metastásica.

También tiene aprobado su uso en la UE en cáncer de mama avanzado RH+ y HER2- el inhibidor de mTOR everolimus, en combinación con exemestano y tras progresión a inhibidores de aromatasa. No se dispone de comparaciones directas de esta combinación con las que incluyen inhibidores de ciclinas, pero everolimus más exemestano no ha mostrado beneficio en SG, y tiene un perfil de toxicidad diferente.

Por otro lado, ante tumores con receptores hormonales negativos, enfermedad visceral, intervalo de recaída corto desde la cirugía o sintomatología relacionada con la recaí- da o la metástasis, o en pacientes HER-2 positivas se suele pautar QT de primera línea. La tasa de respuesta en estos casos varía entre el 25% y el 60% según las series, alcanzado las mejores tasas cuando se utiliza la poli-QT; aunque ésta únicamente se emplea cuando se busca un rápido control de síntomas o una disminución rápida de la carga tumoral, ya que se ha demostrado que la SG no se modifica si se utiliza mono- o poli-QT, aumentando en esta última modalidad los efectos secundarios.

Las pacientes con sobreexpresión HER-2 son candidatas para recibir tratamiento anti-HER-2, asociado a la QT. Hoy en día hay disponibles 4 fármacos anti-HER-2: el trastuzumab, un anticuerpo monoclonal frente a este receptor; pertuzumab, anticuerpo monoclonal que inhibe la dimerización HER-2; trastuzumab emtansina, un conjugado del anticuerpo y el agente citotóxico antimicrotúbulos DM1, unidos mediante un enlace estable; y el lapatinib, que inhibe su actividad tirosina cinasa.

Actualmente, la investigación va dirigida a otras dianas, con la idea de pautar un tratamiento que actúe no solo en las distintas fases de la replicación celular, sino en un aspecto crucial para los tumores como es la angiogénesis. Se han estudiado inhibidores de la tirosina cinasa del receptor del factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) y el anticuerpo monoclonal contra el VEGF (bevacizumab). En el cáncer de mama estadio IV, se han ensayado en estudios fase 3 sunitinib, sorafenib y bevacizumab, aunque solo este último ha demostrado que, en combinación con QT (paclitaxel, docetaxel y capecitabina), mejora las tasas de respuesta y aumenta el tiempo hasta la progresión tumoral, por lo que ha sido autorizado como primera línea de tratamiento de la enfermedad avanzada (Martínez et al., 2017).

Acción y mecanismo

Alpelisib es un nuevo fármaco antineoplásico que actúa como inhibidor selectivo de la fosfatidilinositol-3-cinasa, α-específico, de clase I (PI3Kα). Al inhibir dicha enzima bloquea al menos parcialmente la señalización bioquímica a través de la ruta PI3K/ AKT/mTOR, que –igual que la ruta de la ciclina D-4/6 y la proteína de retinoblastoma– tiene un papel relevante en la proliferación y supervivencia de las células tumorales de los cánceres de mama HR+ HER2-. En base a ello, el medicamento ha sido autorizado para el tratamiento en combinación con fulvestrant del cáncer de mama localmente avanzado o metastásico en mujeres posmenopáusicas y hombres, con receptor hormonal (HR) positivo, receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER2) negativo y con una mutación de del gen PIK3CA, tras progresión de la enfermedad después de terapia endocrina en monoterapia.

Las fosfatidilinositol-3-cinasas (PI3Ks) son una familia de cinasas importantes en el control de las rutas de señalización involucradas en los procesos de proliferación, motilidad, apoptosis e invasión celular, así como en el metabolismo de la glucosa. Las enzimas de esta familia están formadas por una subunidad reguladora y por otra subunidad catalítica, esta última con actividad cinasa, que reciben el nombre (en cada uno de los tipos de PI3K) de p110α, p110β, p110γ y p110δ; estas subunidades catalíticas definen las diferentes isoformas de PI3K: PI3Kα, PI3Kβ, PI3Kγ y PI3Kδ.

Las mutaciones de ganancia funcional en el gen que codifica para la subunidad catalítica alfa de la proteína (PIK3CA), que se reportan en aproximadamente el 36% del total de tumores de mama y en hasta el 45% de aquellos RH+ y HER2-, llevan a la activación constitutiva de la señalización a través de PI3Kα y AKT (proteína cinasa B). En modelos in vitro e in vivo se ha demostrado su participación en la transformación celular y la generación de tumores de diversos tipos, motivada por el desequilibrio entre oncogenes y genes supresores de tumores. También se produce una inducción aberrante de la actividad de PI3K con alteraciones genéticas de otros receptores de tirosina cinasa o por mutaciones de pérdida de función de genes supresores de tumores (como PTEN). En general, las mutaciones en PIK3CA se han descrito como un factor pronóstico negativo independiente, y se asocian con resistencia a la terapia endocrina.

En líneas celulares de cáncer de mama, se ha probado que alpelisib inhibe la fosforilación de las dianas de la cascada de señalización de PI3K, incluyendo AKT: previene la fosforilación del fosfatidilinositol, que es un segundo mensajero lipídico clave para la posterior fosforilación de AKT. El fármaco demostró actividad en líneas celulares portadoras de mutación en PIK3CA. En modelos in vivo, también inhibió la vía de señalización PI3K/ AKT reduciendo el crecimiento del cáncer en animales con xenoinjertos tumorales, incluidos de mama; el efecto antitumoral de su combinación con fulvestrant fue superior al que se observaba con cualquiera de los fármacos por separado. Adicionalmente, se ha probado que la inhibición de PI3K por alpelisib induce un aumento de la transcripción del receptor de estrógenos en células de cáncer de mama (AEMPS, 2020; EMA, 2020).

El perfil de selectividad enzimática que el fármaco manifestó en estu- dios bioquímicos indica que es capaz de inhibir p110α y la mayoría de sus mutaciones somáticas H1047R y E545K (CI50= 4,6 nM, 4.8 nM y 4 nM, respectivamente), con mayor potencia que el efecto inhibitorio que ejerce sobre las isoformas p110δ (CI50= 290 nM), p110γ (CI50= 250 nM) y p110β (CI50= 1,16 nM). Tiene una actividad mucho menor frente a las cinasas de lípidos PIK4β (CI50= 581 nM) y cABL (CI50= 2.000 nM), y carece de efecto inhibi- torio frente a los miembros de clase III de la familia de PI3K, como mTOR, entre otras (CI50 > 9.100 nM).

El resultado de la inhibición por alpelisib del proceso mediado por PI3K es la inducción de la apoptosis y la inhibición de la proliferación de las células tumorales. El nuevo fármaco comparte efecto farmacológico con el ya comercializado idelalisib, con un mecanismo de acción muy similar –inhibición en su caso de la PI3Kδ (hiperactiva en las neoplasias malignas de linfocitos B)– y que está autorizado para tratar pacientes con leucemia linfocítica crónica y linfoma folicular.

Aspectos moleculares

Alpelisib tiene como nombre químico el (2S)-N1-{4-metil-5-[2-(1,1,1-trifluoro- 2-metilpropan-2-il)piridin-4-il]-1,3-tia- zol-2-il}pirrolidina-1,2-dicarboxamida, que se corresponde con la fórmula molecular C19H22F3N5O2S y el peso molecular relativo de 441,47 g/mol. El fármaco se presenta como un polvo cristalino de color blanco, ligeramente higroscópico, que tiene una solubilidad dependiente de pH: es una base débil insoluble en medios acuosos con un pH > 2 y ligeramente soluble en ácido clorhídrico a pH= 1. La molécula exhibe estereoisomería debido a la presencia de un centro quiral y solo se ha identificado un polimorfo: la forma A (EMA, 2020).

Alpelisib se enmarca dentro del amplio grupo de los inhibidores de proteínas cinasas, que se inauguró a partir de la optimización funcional mediante modelización molecular de una serie de 2-fenilaminopirimidinas, de donde surgió en primer lugar el imatinib como cabeza de serie del grupo. Todos ellos guardan –en mayor o menor grado– una familiaridad química con la molécula de ATP (o, en su caso, con la de GTP, como sucede en las cinasas MAPK), con la que compiten para provocar el bloqueo de la cinasa correspondiente. Se han desarrollado modelos moleculares de relación estructura-actividad para este grupo de sustancias y, en todos los casos, las interacciones estéricas y electrostáticas han demostrado ser las más determinantes para el efecto inhibitorio sobre las cinasas.

La estructura química del nuevo fármaco (Figura 2) dista de la estructura del otro inhibidor de fosfatidilinositol-3-cinasas idelalisib, la cual recuerda abiertamente al núcleo purínico del ATP (y justifica su acción sobre la PI3Kδ por competición con el ATP para unirse al dominio catalítico del enzima). Las particularidades estructurales del dominio catalítico de cada una de las isoformas de PI3K ha permitido el desarrollo de moléculas capaces de actuar de forma selectiva sobre determinadas isoformas. La molécula de alpelisib es policíclica, e incluye varios ciclos nitrogenados entre los que sobresalen un dominio de piridina y un anillo de tiazol separado de una pirrolidina por un enlace de carboxamida. La ubicación de los átomos de nitrógenos sí puede recordar parcialmente a la estructura de idelalisib (y, por extensión, a la del ATP), así como la presencia de flúor en la molécula (3 átomos en el caso de alpelisib).

Eficacia y seguridad clínicas

La eficacia y la seguridad clínicas de alpelisib por vía oral han sido adecuadamente contrastadas en la indicación y dosis (300 mg/día) autorizadas mediante un único ensayo pivotal de fase 3 –estudio SOLAR-1– con un diseño aleatorizado (1:1), multicéntrico e internacional (197 hospitales en 31 países), doble ciego y controlado. Dicho estudio evaluó el nuevo fármaco frente a un placebo equivalente, ambos en combinación con fulvestrant intramuscular (500 mg los días 1 y 15 del ciclo 1 y el día 1 de ciclos de 28 días), en un total de 572 pacientes –mujeres posmenopáusicas y hombres4– con cáncer de mama loco-regional avanzado o metastásico, positivo para el receptor de hormonas (HR+) y negativo para HER2 (HER2-). Se excluyeron pacientes con un estado funcional más deteriorado (ECOG ≥ 2), pretratadas con quimioterapia o radioterapia durante el mes previo, con crisis visceral sintomática o no candidatas a hormonoterapia, pacientes con diabetes no controlada o con metástasis en el SNC.

Las pacientes, que debían haber progresado o recaído tras un tratamiento con un inhibidor de la aromatasa (98%), asociado o no a un inhibidor de ciclinas (solo en 6%), se dividieron en dos cohortes: con tumores que presentan una mutación activadora5 de PIK3CA (COHORTE 1; N= 341) y sin ella (COHORTE 2; N= 231). Las características basales demográficas y clínicas estuvieron bien balanceadas entre los brazos de estudio, destacando las siguientes: mediana de edad de 63 años (rango 25-92 años), el 66% eran de raza blanca y el 22% asiáticos, el 66% con estado funcional ECOG= 0 y 33% con ECOG= 1; el 68% de las pacientes había recibido tratamiento hormonal como último tratamiento antes del estudio (sobre todo, con letrozol y anastrozol), el 64% había recibido quimioterapia previa y el 57% estaba afectado por metástasis viscerales (el 22% por metástasis exclusivamente óseas). Además, se había observado resistencia al tratamiento hormonal en el 86% de los pacientes: 13% de novo o primaria y 72% adquirida o secundaria tras respuesta inicial.

Los resultados del estudio revelan que la superioridad de la asociación de alpelisib a fulvestrant se corroboró exclusivamente en la COHORTE 1, en pa- cientes con mutación de PIK3CA (André et al., 2019). Mantenido el tratamiento hasta muerte, progresión, toxicidad inaceptable o abandono del estudio, con una mediana de seguimiento de 20,2 meses (232 eventos), se observó que en esa cohorte se producía una mejora estadísticamente significativa en la supervivencia libre de progresión–variable primaria, evaluada radiológicamente por el investigador6 y validada por un comité central independiente– en los pacientes que recibieron alpelisib más fulvestrant en comparación con los que recibieron placebo más fulvestrant (Tabla 1). Los resultados del análisis del comité central no difirieron de la evaluación realizada por los investigadores. De manera interesante, la ventaja en SLP con alpelisib revelada en el análisis primario se mantenía en niveles prácticamente idénticos en un segundo análisis intermedio (fecha de corte de 30/9/2019), y era independiente de la presencia de metástasis viscerales, del estado de resistencia a hormonoterapia y del uso previo de inhibidores de ciclinas.

Sin embargo, los pacientes de la COHORTE 2 con tumores sin mutación de PIK3CA no experimentaron ningún beneficio significativo con el uso del nuevo fármaco (mediana de SLP de 7,4 meses en el brazo experimental vs. 5,6 meses en el grupo control; HR= 0,85), por lo que han sido excluidas de la indicación.

Entre las variables secundarias consideradas, la tasa global de respuestas objetivas aumentó desde el 16,2% en el grupo control hasta el 35,7% en el grupo experimental y se observó un retraso en el inicio de la primera quimioterapia posterior en el brazo de alpelisib frente al de placebo (mediana de 8,5 meses). En línea con lo reflejado en la Tabla 1, un análisis más reciente de la SG (André et al., 2021), con 31 meses de mediana de seguimiento, tampoco mostró un beneficio estadísticamente significativo (HR= 0,86; IC95% 0,64-1,15).

Con respecto a la seguridad, se dispone de datos de más de 800 pacientes que recibieron el fármaco durante su desarrollo clínico, si bien su perfil toxicológico en la indicación se ha definido fundamentalmente por los datos de los 284 pacientes del estudio pivotal tratados –en combinación fulvestrant– durante una mediana de 8,2 meses. La gran mayoría de los pacientes reportó algún evento adverso relacionado con el tratamiento (93% vs. 63% con placebo), identificándose eventos de grado 3-4 en dos tercios de los pacientes (66% vs. 11%), lo cual determinó una tasa de interrupción por motivos de toxicidad relativamente alta (25% vs. 5%).

Las reacciones adversas más frecuentes (> 30%) con alpelisib fueron: hiperglucemia (79% vs. 11% con placebo), aumento de creatinina (68%), diarrea (59% vs. 16%), aumento de transaminasas hepáticas (53%), erupción (52% vs. 9%), linfopenia (55%), náuseas (47% vs. 22%), anemia (44%), fatiga (43%), aumento de lipasa (43%), disminución del apetito (36%) y estomatitis (30%). Otro efecto adverso a tener en cuenta es la osteonecrosis de mandíbula, poco frecuente (5,6% vs. 1,7%), pero importante –capaz de ocasionar secuelas permanentes– entre mujeres en co-tratamiento con bifosfonatos o denosumab, fármacos frecuentemente prescritos a pacientes con cáncer de mama y metástasis óseas. Entre los eventos adversos graves sobresalieron la hiperglucemia (38% vs. 1% con placebo), erupción (19% vs. 1%), aumento de gamma-glutamiltransferasa (12%), linfopenia (9%), diarrea (7% vs. 0%), aumento de lipasa (7%), hipopotasemia (6%), fatiga (6%) y disminución de peso (5%). La hiperglucemia (6,3%), la erupción (4,2%), la diarrea (2,8%) y la fatiga (2,5%) fueron las principales causas de interrupción por eventos adversos. No se observó un exceso de mortalidad con el nuevo tratamiento.

Mención especial merece el riesgo de elevación de la glucosa plasmática con alpelisib, esperable desde el punto de vista de mecanismo de acción (inhibición de PI3K), dado que la vía de señalización PI3K/AKT es también responsable de la homeostasis de la glucosa. La mayoría de los casos graves se dieron en pacientes diabéticas (83% del total), en mayor medida que en las pre-diabéticas, siendo causa de retirada del estudio en una proporción importante (24% y 11%, respectiva- mente); en ambos subgrupos creció sustancialmente el uso de antidiabéticos orales e insulina. La incidencia de la hiperglucemia aumentó con la edad: se notificaron casos graves con más frecuencia en pacientes de ≥ 65 años y de ≥ 75 años (45% y 56%, respectivamente). En general, los niveles de glucemia volvían a valores basales cuando se retiraba el tratamiento (AEMPS, 2022).

Aspectos innovadores

Alpelisib es un nuevo agente antineoplásico que inhibe selectivamente la subunidad alfa de la fosfatidilinositol-3-cinasa de clase I (PI3Kα), isoenzima perteneciente a una familia de proteínas involucradas en los procesos de proliferación, motilidad, apoptosis e invasión celular, así como en el metabolismo de la glucosa. Al inhibir dicho enzima, impide la fosforilación de ciertas dianas y bloquea la señalización bioquímica a través de la ruta PI3K/AKT/mTOR, que tiene un papel relevante en la transformación, proliferación y supervivencia de las células del cáncer de mama HR+ HER2-: el resultado es la inducción de la apoptosis y la inhibición de la proliferación de las células tumorales, con un efecto sinérgico con hormonoterapia.

Por ello, el medicamento ha sido autorizado para el tratamiento por vía oral en combinación con fulvestrant del cáncer de mama localmente avanzado o metastásico en mujeres posmenopáusicas y hombres, con receptor hormonal (HR) positivo, receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER2) negativo y con una mutación7 del gen PIK3CA (codificante para PI3Kα), tras progresión de la enfermedad después de terapia endocrina en monoterapia. El subgrupo de pacientes con tumores HR+ y HER2- es el más abundante entre los cánceres de mama avanzados (un 60-70%), y las mutaciones de ganancia funcional del gen PIK3CA se reportan en casi la mitad de ellos (45%), asociadas a una mala respuesta a otras terapias y peor pronóstico.

Su aprobación se sustentó en un ensayo pivotal de fase 3 (SOLAR-1; N= 527) con un diseño –multinacional, aleatorizado, doble ciego y controlado– considerado aceptable por la Agencia Europea de Medicamentos. Si bien la supervivencia global sería el parámetro óptimo de valoración de eficacia (ya que el cáncer de mama es incurable en la mayoría de los casos), la selección de la supervivencia libre de progresión como variable principal se considera aceptable y, además, la población de pacientes incluida es representativa de la recogida en la indicación.

Tras una mediana de seguimiento de unos 20 meses, el tratamiento combinado de alpelisib con fulvestrant se mostró significativamente superior a la monoterapia hormonal (es decir, placebo con fulvestrant) en términos de SLP en la cohorte de pacientes con mutación activadora de PIK3CA. Así, prolongó –casi duplicó– la mediana en más de 5 meses (11,0 vs. 5,7 meses en el grupo control) reduciendo el riesgo de progresión o muerte por la enfermedad en un 35% (HR= 0,65; p= 0,00065). El beneficio fue independiente de la presencia de metástasis viscerales, del estado basal de resistencia a hormonoterapia y del uso previo de inhibidores de ciclinas, y se vio respaldado por los resultados de algunas variables secundarias: la tasa de respuestas objetivas creció hasta el 36% (vs. 16% en el grupo control) y la necesidad de iniciar quimioterapia posteriormente se retrasó en algo más de 8 meses. Sin embargo, un análisis reciente con 31 meses de seguimiento ha permitido descartar un beneficio significativo en supervivencia global, a pesar de una tendencia favorable (mediana de 40,6 meses vs. 31,2 meses; HR= 0,86; p > 0,05). Tampoco se demostró una mejora estadísticamente significativa de la SLP en pacientes con tumores sin mutación de PIK3CA (mediana de 7,4 meses vs. 5,6 meses con placebo; HR= 0,85), por lo que han sido excluidos de la indicación.

Por otra parte, se ha caracterizado su perfil toxicológico: aunque clínicamente manejable con medicación apropiada, la asociación de alpelisib y fulvestrant es sustancialmente más tóxica que la monoterapia con fulvestrant: casi todos los pacientes reportaron un evento adverso relacionado con el nuevo tratamiento (93% vs. 63% con placebo), graves en dos de cada tres, lo cual conduce a una tasa de interrupción elevada (25% vs. 5%). Las reacciones adversas más frecuentes con alpelisib –también frente a placebo– fueron: hipergucemia8 (79%, grave en el 38%), diarrea (59%, grave en el 7%), linfopenia (55%, grave en 9%), erupción cutánea (52%, grave en el 19%), náuseas (47%) y fatiga (43%, grave en el 6%). Además de los riesgos de la hiperglucemia, que puede alcanzar niveles de gravedad aun siendo asintomática, otro efecto adverso a tener en cuenta en su uso en vida real será el riesgo de osteonecrosis de mandíbula (6%), más probable en mujeres con uso concomitante de bifosfonatos o denosumab, en quienes deberá usarse con precaución.

El IPT de la AEMPS diferencia 3 supuestos clínicos en las pacientes con cáncer de mama avanzado RH+ y HER2-. En base a lo hasta ahora investigado, conviene destacar lo siguiente:

_El fármaco no debe ser empleado en pacientes no pre-tratadas para enfermedad avanzada, sino solo en aquellas que recaen tras un tratamiento hormonal adyuvante (y hasta 1 año después).

_El grupo de pacientes con mutaciones en PIK3CA que han progresado a ≥ 1 línea de hormonoterapia es la diana fundamental de su uso. En ese contexto en que se requiere adicionar un fármaco a la hormonoterapia, alpelisib compite directamente con los inhibidores de ciclinas (abemaciclib, palbociclib y ribocclib), y también con el inhibidor de mTOR (everolimus). No se dispone de comparaciones directas entre las alternativas, pero las comparaciones indirectas –de escasa robustez inherente– serían probablemente desfavorables para el nuevo fármaco, a la vista de su perfil de seguridad más complejo9, su limitación de uso en pacientes diabéticas mal controladas y en aquellas sin demostración de mutaciones en PIK3CA, y de los positivos resultados de supervivencia divulgados para los inhibidores de ciclinas.

_El grupo de pacientes –cada vez más numeroso– que progresan tras la asociación de hormonoterapia e inhibidores de ciclinas podría ser el que más se beneficie con alpelisib, el cual se sumaría a las opciones disponibles (cambio de tratamiento hormonal o de inhibidor de ciclinas, o everolimus) para alargar el periodo de hormonoterapia y retrasar la quimioterapia. En el estudio pivotal no se concluyó al respecto por el bajo número de pacientes pretratadas con inhibidores de ciclinas (< 3%) y por el uso de fulvestrant como comparador, pues en la práctica clínica el tratamiento usual es el cruce a quimioterapia. No obstante, un reciente estudio de fase 2 no comparativo (Rugo et al., 2021) ha revelado eficacia de alpelisib junto con tratamiento hormonal tras el uso de inhibidores de ciclinas y hormonoterapia en primera línea. Así, la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) indica que sería la mejor opción en pacientes con mutaciones en PIK3CA, a pesar de tratarse de un uso fuera de ficha técnica.

En definitiva, alpelisib inaugura una vía terapéutica en la indicación y aporta novedad en el plano mecanístico, si bien comparte parcialmente mecanismo de acción con idelalisib (inhibidor de la isoenzima PI3Kδ), ya autorizado en el tratamiento de patologías distintas, como la leucemia linfocítica crónica y el linfoma folicular. Es preciso subrayar que la determinación de las mutaciones en el gen PIK3CA no se realiza rutinariamente en el diagnóstico molecular de los cánceres de mama ni está al alcance de muchos hospitales. Incluso si aparecen test comerciales que faciliten su determinación, es previsible que los costes y el tiempo de análisis interfieran con el uso de alpelisib, lo cual representa una gran desventaja frente a los inhibidores de ciclinas, que se pueden usar en todas las pacientes con independencia del análisis genómico previo. De hecho, el nuevo medicamento ha sido financiado solo en pacientes en quienes existan razones objetivas para no usar inhibidores de ciclinas y cuando no haya indicación clínica de uso de quimioterapia citostásica (crisis visceral). Por todo lo comentado, no parece que alpelisib vaya a suponer un cambio sustancial de la terapéutica estándar del cáncer de mama avanzado.

Valoración

Fármacos relacionados registrados en España

Trientina tetrahidrocloruro (▼Cuprior®) en enfermedad de Wilson

Resumen

La trientina es un quelante selectivo del cobre que potencia la eliminación sistémica del cobre divalente libre al formar con él un complejo estable fácilmente excretado por orina; además, puede quelar el cobre en el intestino e inhibir su absorción. Esa acción dual resultará en niveles sistémicos estables o reducidos de cobre libre y permitirá controlar las complicaciones multiorgánicas debidas al exceso patológico de este metal. El nuevo medicamento ha sido autorizado para el tratamiento por vía oral de la enfermedad de Wilson (EW) en adultos, adolescentes y niños de ≥ 5 años de edad que no toleran el tratamiento con D-penicilamina.

El fármaco se ha usado, en distintas formas, durante > 30 años para tratar la EW, por lo que a pesar de que es nuevo principio activo en España no dispone de IPT. La autorización del medicamento con la sal tetrahidrocloruro se ha sustentado en un dossier basado en una revisión bibliográfica de las propiedades fármaco-toxicológicas de la trientina. Así, la extrapolación de los datos farmacocinéticos respecto a trientina dihidrocloruro (disponible en países como Reino Unido) se basó en un ensayo comparativo que permitió concluir que la principal diferencia es que la sal tetrahidrocloruro “libera” más cantidad de fármaco activo, lo cual puede contrarrestarse con un simple ajuste de dosis y la medición de los niveles orgánicos de cobre. La eficacia y seguridad clínicas se extrapolaron a partir de los resultados de un estudio de cohortes retrospectivo (estudio Lariboisière), que comparó el uso de ambas sales en 43 pacientes con EW en programas de uso compasivo de un solo hospital. Los síntomas hepáticos mejoraron en el 23% de los tratamientos con trientina tetrahidrocloruro y en el 30% de aquellos con la sal dihidrocloruro, y los síntomas neurológicos, en el 31% y el 27%, respectivamente. En general, ambos tratamientos indujeron desde el inicio una mejora en los niveles séricos de transaminasas hepáticas y una estabilización o reducción de los de cobre libre en sangre y orina, sin diferencias significativas entre las dos sales de trientina.

Ninguno de los pacientes que recibió el fármaco presentó eventos adversos relacionados con el tratamiento, ni hubo muertes asociadas. Se acepta que el fármaco tiene un perfil toxicológico benigno, en el que la reacción adversa más frecuente será la aparición de náuseas al principio del tratamiento; también pueden surgir algunas reacciones adversas cutáneas (erupción, prurito) o casos de deterioro neurológico inicial. Cualitativamente, sobresale el riesgo de posibles casos graves de anemia ferropénica y de colitis. De igual modo, habrá que valorar cuidadosamente el beneficio-riesgo en embarazadas y lactantes, y tener presente su potencial de interaccionar con alimentos y otros medicamentos en intestino.

En definitiva, los datos disponibles sugieren que el trata- miento de la EW con trientina tetrahidrocloruro puede ser mejor tolerado, pero menos eficaz que con penicilamina. Sin novedad relevante en el plano mecanístico respecto a esta, el “nuevo” fármaco ha sido además aprobado en una 2ª línea de tratamiento posterior al uso de penicilamina. Es decir, será relevante para los pacientes que no responden a la 1ª línea, pero se trata de un tratamiento sintomático, no curativo, que se establecerá por periodos prolongados y no parece aportar ningún elemento sustancial de innovación terapéutica en la enfermedad de Wilson.

Aspectos fisiopatológicos

La enfermedad de Wilson (EW), también conocida como degeneración hepatolenticular, es un trastorno hereditario poco frecuente que hace que el organismo no pueda excretar el cobre en exceso y resulta en una acumulación patológica de cobre. Se trata de una enfermedad genética de herencia autosómica recesiva que tiene su base fisiopatológica en una mutación del gen ATP7B, ubicado en el brazo largo del cromosoma 13. Tal alteración genética conduce a la expresión de una proteína ATP7B defectuosa.

Esta proteína ATP7B, en condiciones fisiológicas, media la unión de moléculas de cobre a la apoceruloplasmina en los hepatocitos para formar ceruloplasmina, que luego puede transportar el cobre unido a los sitios orgánicos donde se necesita. La proteína ATP7B también sirve para transportar el exceso de cobre de los hepatocitos a la bilis para su posterior excreción, lo que permite la eliminación segura del exceso de cobre. Los sistemas de transporte de cobre son necesarios ya que, a pesar de que este elemento metálico es esencial para la función celular, en estado libre y en exceso es tóxico y provoca daños en las células.

La EW tiene una distribución universal pero una frecuencia muy baja, con una prevalencia estimada de 1 caso por cada 30.000 nacidos vivos en la mayoría de poblaciones; algunos autores hablan de frecuencias incluso menores (1/50.000). No obstante, los datos más recientes del cribado de la población mediante secuenciación molecular en algunos países –por ejemplo, Reino Unido– ha sugerido una prevalencia potencialmente mayor (Rodríguez-Castro et al., 2015).

En líneas generales, la ingesta y la ab- sorción normal de cobre por la dieta (1 a 5 mg/día) exceden la necesidad metabólica de aproximadamente 0,75-0,9 mg/día, de modo que la homeostasis del cobre se mantiene exclusivamente por excreción biliar. Si la capacidad excretora se ve afectada por la cita- da alteración genética, el cobre se acumula progresivamente en el hígado y se libera a sangre, pudiendo también acumularse en otros tejidos, como el cerebro, los riñones y los ojos (en particular, en la córnea), conduciendo al cuadro típico de EW.

La enfermedad puede debutar clínicamente a cualquier edad, pero la mayo- ría de los casos se diagnostican entre los 5 y los 35 años. Sus consecuencias oscilan desde casos asintomáticos (estos pacientes se detectan con mayor frecuencia mediante el cribado familiar) hasta un fallo hepático fulminante. Los síntomas hepáticos constituyen precisamente la manifestación clínica inicial más frecuente, en casi la mitad de los pacientes de EW (40-50%), pudiendo también variar desde agranda- miento del órgano (hepatomegalia) o anomalías bioquímicas asintomáticas hasta cirrosis manifiesta o insuficiencia hepática aguda. Con frecuencia se confunde su aparición con la de una hepatitis infecciosa.

El otro gran grupo de manifestaciones, las neurológicas o neuropsiquiátricas, típicamente se presentan más tarde que la alteración hepática. Son más comunes en la tercera década de la vida (aunque también pueden estar presentes en la niñez) y se presentan en el debut de la EW en el 40-50% de los pacientes. Incluyen, entre otras: el síndrome acinesia-rigidez similar al párkinson, la pseudoesclerosis con temblor en extremidades, la ataxia, el síndrome distónico y otras como disartria o disfonía; también pueden desarrollarse anomalías neuropsiquiátricas que engloban cambios de personalidad y alteraciones del estado de ánimo: particularmente depresión, pero también otras como impulsividad, desinhibición, paranoia o bajo rendimiento escolar. Por último, otros signos de la EW incluyen marcadores oftalmológicos de carácter patognomónico, como la presencia de los anillos de Kayser-Fleischer: causados por el depósito de cobre en la membrana de Descemet de la córnea, están presentes en la práctica totalidad (95%) de los pacientes con síntomas neurológicos y en más de la mitad de los que no los tienen.

Las principales guías de práctica clínica en la UE, como la de la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (EASL, por sus siglas en inglés), indican que “el control de rutina de un paciente con EW debe incluir determinaciones de cobre sérico y ceruloplasmina, enzimas hepáticas, índice internacional normalizado (INR), parámetros funcionales, hemograma completo y análisis de orina, así como la realización de exámenes físicos y neurológicos con regularidad, al menos 2 veces al año”.

Conviene subrayar que la EW no tratada es progresiva y potencialmente fatal. De hecho, el pronóstico de supervivencia depende fundamental- mente de la gravedad y evolución de la hepatopatía y la afectación neurológica (en estadios avanzados determina la aparición de demencia), pero, sobre todo, del cumplimiento del trata- miento farmacológico. El objetivo del tratamiento –crónico– será el de controlar los niveles de cobre sérico libre dentro de límites aceptables, lo cual no suele conseguirse en la mayoría de los pacientes mediante el control o reducción de la ingesta dietética de cobre, siendo necesario recurrir al uso de medicamentos como primera línea.

En términos farmacoterapéuticos, se acepta que los tratamientos más efectivos son los quelantes de cobre que actúan mediante su unión física al cobre, su quelación y la promoción de su excreción del cuerpo. Estos deben incluirse en el tratamiento inicial de los pacientes sintomáticos con EW, de acuerdo con las guías clínicas de la EASL. Hay dos tipos de agentes quelantes de cobre actualmente aprobados, D-penicilamina y, precisamente, trientina (principio activo sobre el que gira este artículo). Debido a su mayor eficacia, la D-penicilamina (Cupripen®, medicamento sujeto a receta médica normal autorizado en España en 1975) por vía oral es el tratamiento de primera línea para pacientes con EW. No obstante, cabe destacar que alrededor del 20-30% de los pacientes tratados con D-penicilamina experimentan re- acciones adversas en las primeras 1 a 3 semanas del tratamiento (por ejemplo, reacciones alérgicas como erupciones cutáneas y prurito, o fiebre), que a menudo dan lugar a la interrupción del tratamiento; además, su uso a largo plazo conlleva más riesgos de efectos secundarios (por ejemplo: citopenias, trastornos digestivos o renales), frente al tratamiento con trientina, que pare- ce tolerarse mejor. La sal de trientina (trientina dihidrocloruro) se introdujo en terapéutica hace más de 40 años y se encuentra aprobado en EE.UU. y Reino Unido (en este país desde 1985) como una alternativa a la D-penicilamina, especialmente en pacientes intolerantes a ésta, con un potencial mecanismo de acción dual, que se desarrollará más adelante.

Por otro lado, también se usan para el tratamiento de la EW las sales de zinc, como el acetato de zinc por vía oral (Wilzin®, medicamento de uso hospitalario autorizado en España en 2005). No suelen recomendarse para el tratamiento de inicio de pacientes sintomáticos por el lento comienzo de acción, pero sí pueden emplearse en monoterapia en pacientes asintomáticos, o bien como terapia de mantenimiento cuando los niveles de cobre están por debajo de los límites tóxicos y los pacientes están clínicamente estables; además, podrían usarse en combinación con un agente quelante en pacientes sintomáticos.

Sea cual sea el tratamiento elegido, su efectividad puede disminuir conforme más avanzado es el estadio de la enfermedad. Así, si los pacientes presentan cirrosis descompensada, pueden recibir tratamiento intensivo con quelantes, pero si no responden a ellos puede llegar a ser necesario un trasplante hepático. Esta es, de hecho, la única opción de tratamiento para prolongar la supervivencia en pacientes con EW que desarrollan fallo hepático agudo1. Las tasas de supervivencia para los pacientes trasplantados están entre el 59-76% a loa 5-10 años, con peores resultados en aquellos con síntomas neuropsiquiátricos (EMA, 2017).

Acción y mecanismo

La trientina es un quelante selectivo del cobre que actúa principalmente potenciando la eliminación del organismo del cobre absorbido, para lo cual forma un complejo estable con el cobre divalente libre, que será eliminado posteriormente por excreción urinaria. Además, ese mecanismo se complementa por la capacidad del fármaco para quelar el cobre en el intestino e inhibir de este modo su absorción a circulación sistémica. Por ello, el nuevo medicamento con trientina tetrahidrocloruro ha sido autorizado para el tratamiento de la enfermedad de Wilson en adultos, adolescentes y niños de 5 años de edad o mayores que no toleran el tratamiento con D-penicilamina (AEMPS, 2017).

Con una estructura similar a la de poliamina, trientina forma un complejo estable con el cobre y los cuatro nitrógenos constituyentes en un anillo plano (Figura 1), de modo que su acción farmacodinámica no depende de su interacción con receptores, sistemas enzimáticos o cualquier otro sistema biológico, sino que se limita a su propiedad físico-química de quelación del cobre. La mayor eliminación del cobre libre, así como la reducción de su absorción digestiva, resultará en niveles sistémicos de cobre libre estables o menores y, en consecuencia, la atenuación o estabilización de las complicaciones patológicas multiorgánicas de la enfermedad de Wilson.

Aspectos moleculares

El fármaco se incluye en el medicamento en forma de sal: trientina tetrahidro- cloruro (o trientina tetraclorhidrato). Estructuralmente, la molécula de trientina es sencilla (Figura 1), coexistiendo en combinación con 4 moléculas de HCl. El nombre químico del principio activo es trietilenetetramina tetrahidrocloru- ro, que se corresponde con la fórmula C6H22N4Cl4 y el peso molecular relativo de 292,08 g/mol. Se presenta como polvo cristalino, higroscópico, de color blanco y ampliamente soluble en agua. La molécula es aquiral (no tienen ningún estereocentro) y se han observado 2 polimorfos.

El nuevo medicamento se considera por la EMA como un medicamento híbrido, esto es, comparte la misma parte activa –trientina– y el mismo mecanismo de acción que la forma dihidrocloruro ya disponible en otros países (EMA, 2017). Cabe destacar que en España existe autorizado desde 2020 –no comercializado aún– un medicamento con trientina dihidrocloruro (Cufence®, en cápsulas duras), con exactamente la misma indicación que el medicamento que aquí se evalúa.

Eficacia y seguridad clínicas

El Comité de Medicamentos de Uso Humano de EMA (CHMP, por sus siglas en inglés) ha reconocido que la trientina por vía oral en distintas formas se ha usado durante más de 30 años para el tratamiento de pacientes con enfermedad de Wilson (EW). Este ha sido también el motivo por el cual el Grupo de Coordinación de Posicionamiento Terapéutico de la AEMPS en España no ha considerado necesaria la elaboración de un IPT para el nuevo medicamento, a pesar incluso de que el nuevo medicamento “libera” más cantidad de trientina que los ya existentes: esa diferencia se puede solventar ajustando la dosis a la respuesta del paciente y a los niveles de cobre libre en el organismo.

El laboratorio titular ha remitido a la EMA un dossier de autorización que se ha basado en una revisión no-clínica de las propiedades farmacológicas, farma- cocinéticas y toxicológicas del fármaco, referida enteramente a literatura científica previamente publicada. De ahí que este apartado sea diferente al de otros artículos de esta sección.

El problema para discutir el perfil beneficiriesgo del fármaco es la escasez y limitaciones de los ensayos clínicos con resultados públicamente disponibles.
Teniendo en cuenta lo anterior, por ejemplo, la aprobación y comercialización recientes del fármaco en Australia–en su caso, trientina dihidrocloruro– se ha basado fundamentalmente en un estudio observacional retrospectivo con datos de 405 niños y adultos con la enfermedad de Wilson, quienes habían tenido un seguimiento medio de 13,3 años. Los pacientes podían haber cambiado de tratamiento, por lo que el análisis final incluyó 326 tratamientos con penicilamina y 141 con trientina. La mayoría de los pacientes recibió trientina en 2ª línea: en ese contexto, un 22,2% de los pacientes tratados con el fármaco alcanzó el control o estabilidad de su hepatopatía frente al 25% con penicilamina; para la estabilización de la afectación neurológica los resultados fueron más claramente favorables a penicilamina (33,3% con trientina vs. 69,2% con penicilamina). Durante el periodo estudiado, el 28% de los pacientes tratados con penicilamina interrumpió el tratamiento por eventos adversos, en comparación con solo un 7,1% de los que usaron trientina. Las reacciones adversas comunicadas con mayor frecuencia con el uso de trientina fueron: náuseas, artralgias y erupción cutánea; también se ha observado que trientina puede reducir los niveles séricos de hierro y producir anemia, e incluso empeorar los síntomas neurológicos al inicio del tratamiento.

En la UE, la solicitud de autorización de comercialización vino respaldada por dos estudios comparativos de farmaco- cinética con diseño cruzado: el ensayo TRIUMPH, considerado pivotal, que evaluó el nuevo fármaco frente al de referencia (trientina dihidrocloruro) y TRIUMPH-2, de soporte, que lo compa- ró frente a un producto no autorizado en la UE. La EMA consideró suficientes los datos para apoyar la extrapolación entre el nuevo medicamento y el de referencia: la mayor biodisponibilidad de trientina tetrahidrocloruro se corrige mediante un factor de conversión y reducción de la dosis; ese ajuste individualizado y la monitorización de los niveles de cobre permitirán manejar las diferencias en el efecto de los alimentos y en la capacidad de quelación de cobre a nivel intestinal.

La aprobación también se sustentó en el estudio Lariboisière, el cual consistió en un estudio de cohortes retrospectivo (con datos clínicos obtenidos desde 1970 a 2010), monocéntrico (un único hospital en París), de larga duración, que evaluó la comparabilidad de la seguridad y eficacia de trientina tetrahidrocloruro frente a trientina dihidrocloruro en 43 pacientes con EW que recibieron el tratamiento durante al menos 12 meses. Concretamente, incluyó datos de 10 pacientes que habían recibido ambas formas de trientina, 31 tratados solo con la forma dihidrocloruro y 2 con la forma tetrahidrocloruro en exclusiva; los análisis finalmente incluyeron 44 secuencias de tratamiento con trientina dihidrocloruro con una duración media de 139 meses y 13 secuencias de tratamiento con trientina tetrahidrocloruro con una duración media de 79 meses. Las cantidades de fármaco también fueron variables al inicio de los tratamientos: la dosis media diaria de trientina tetrahidro- cloruro fue de 634,1 mg y de 789,5 mg para la forma dihidrocloruro.

Los resultados de dicho estudio revelan que los síntomas hepáticos mejoraron en el 23,1% de los pacientes tratados con trientina tetrahidrocloruro y en el 29,6% de los tratamientos con trientina dihidrocloruro; empeoraron solo en 2 pacientes (4,5%) de este último grupo. De modo similar, los síntomas neurológicos mejoraron en el 31% de los pacientes tratados con trientina tetrahidrocloruro y en el 27% de los que recibieron trientina dihidrocloruro, empeorando solo en un paciente (2,3%) de este último grupo. En relación con la seguridad, considerada variable cprimaria, se observó que ninguno de los pacientes tratados con trientina en los dos grupos tuvo eventos adversos relacionados con el tratamiento, ni hubo muertes posiblemente asociadas. Tampoco se vieron cambios clínica- mente relevantes en otros parámetros bioquímicos diferentes a los relaciona- dos con la funcionalidad hepática (se notificó una mejora en los niveles de transaminasas con ambas formas de trientina, sin diferencias entre ellas) o niveles de cobre. Se observó que los niveles de cobre libre tanto en sangre como en orina tendían a mantenerse estables o decrecer con el tratamiento desde el inicio en ambos grupos de pacientes, lo que es consistente con el uso de trientina en 2ª o 3ª líneas de abordaje de la EW. A modo de ejemplo, sus niveles en orina decrecieron desde 5,5 µmol/l al inicio hasta 3,9 µmol/l al final del tratamiento con trientina tetrahidrocloruro, y desde 6,4 hasta 5,0 µmol/l en el grupo de trientina dihidrocloruro. No se detectaron diferencias significativas entre las dos sales de trientina, tampoco en los niveles de ceruloplasmina (EMA, 2017).

Adicionalmente, se han publicado los resultados de algunos estudios clínicos piloto. Un pequeño ensayo de fase 3, aleatorizado, doble ciego, mono- céntrico, controlado y de 2 brazos, incluyó un total de 48 pacientes con afectación neurológica por EW de reciente diagnóstico (no tratados con un quelante de cobre por > 4 semanas), quienes recibieron durante un total de 8 semanas de hospitalización 500 mg/12 h de trientina hidrocloruro o 20 mg/4 h de tetratiomolibdato como control; todos los pacientes recibieron, además, 50 mg/12 h de zinc. Durante ese periodo se evaluó semanalmente la funcionalidad neurológica y del habla, y después los pacientes fueron seguidos en revisiones anuales; al alta hospitalaria se les prescribió 50 mg/8 h de zinc. Los resultados revelan que 6 de los 23 pacientes en el brazo de trientina y 1 de los 25 en el grupo control sufrieron deterioro neurológico durante el estudio. Si bien solo uno de los pacientes tratados con trientina tuvo un evento ad- verso relacionado (anemia), en el grupo control hasta 7 pacientes presentaron problemas de seguridad relacionados con el tratamiento (3 anemia/leucopenia y 4 elevaciones de transaminasas). En la mayoría de los casos se vio una recuperación neurológica y del habla bastante buena en periodos de 3 años, pero 4 pacientes del grupo de trientina murieron durante el seguimiento (3 habían tenido un deterioro inicial). Por todo lo anterior, los autores concluyeron que el tetratiomolibdato es una mejor opción para la preservación de la funcionalidad neurológica en pacientes con EW (Brewer et al., 2006).

Más reciente ha sido la publicación de un pequeño estudio prospectivo de un solo brazo que ha evaluado la administración por vía oral de trientina para el tratamiento de la EW estable en 8 pacientes de entre 22 y 71 años, tratados por periodos de entre 4 y 50 años. Estos pacientes fueron monitorizados inicialmente durante periodos de 3 meses, y después de 12 meses, en que recibieron una única dosis diaria de trientina (15 mg/kg). Los resultados ponen de manifiesto que todos ellos se mantuvieron clínicamente estables, con la funcionalidad hepática sin cambios reseñables; solo los niveles de transaminasas fluctuaron en algunos pacientes, pero ningún caso se asoció con eventos adversos o interrupciones del tratamiento. La excreción urinaria media de cobre y zinc al final del tratamiento se situó, respectivamente, en 313,4 μg/día y 2,21 μg/día. Este estudio reveló que la administración de una dosis diaria única de trientina puede mejorar la adherencia terapéutica, pero los autores subrayan la necesidad de realizar ensayos más amplios y prolongados para establecer la seguridad y eficacia del tratamiento diario con trientina como mantenimiento en la EW.

Definido en base a los escasos datos clínicos disponibles de los estudios mencionados, el perfil toxicológico del nuevo fármaco no parece un gran problema. La reacción adversa notificada con más frecuencia con trientina son las náuseas, sobre todo al inicio del tratamiento, mientras que se han descrito con menor frecuencia algunas reacciones cutáneas (erupción, prurito, eritema); también se han registrado casos graves de anemia ferropénica y colitis durante el trata- miento (AEMPS, 2017). Además, se han descrito casos de deterioro neurológico en pacientes con EW al principio del tratamiento con quelantes de cobre, incluida la trientina, que han cursado, por ejemplo, con síntomas de distonía, rigidez, temblor y disartria.

Se trata de un fármaco teratogénico que ha mostrado efectos positivos en estudios de genotoxicidad in vitro (por ejemplo, la prueba de Ames u otras
en células de mamífero) y también un aumento asociado de la frecuencia de anomalías fetales en animales; se trata de efectos relacionados con la dosis y debidos probablemente a un déficit de cobre y zinc inducido por la trientina. Finalmente, hay que subrayar que es importante el riesgo de interacción de la trientina con los alimentos, pese a que no se han realizado estudios específicos. Se trata de un fármaco que se absorbe mal tras su administración oral, pero, dado que su principal mecanismo de acción requiere su exposición sistémica, se debe tomar con el estómago vacío al menos 1 h antes o 2 h después de las comidas y con una diferencia de ≥ 1 h con respecto a otros medicamentos2 (incluyendo suplementos de hierro que puedan ser necesarios), alimentos
o leche, para minimizar el riesgo de su unión a metales –cationes polivalentes– en el tubo digestivo.

Aspectos innovadores

La trientina es un fármaco quelante selectivo del cobre libre que potencia la eliminación sistémica del cobre divalente al formar con él un complejo estable –gracias a los 4 átomos de nitrógeno de su estructura– fácilmente excretado por los riñones a través de la orina. Ese mecanismo principal se complementa por su capacidad para formar un complejo con el cobre en el intestino, inhibiendo su absorción a circulación sistémica. Su acción farmacológica dual no depende, por tanto, de su interacción con receptores o sistemas enzimáticos, y resultará en niveles sistémicos de cobre libre estables o menores; en consecuencia, se estabilizarán o atenuarán las complicaciones patológicas multiorgánicas debidas al exceso de este metal. Así, el nuevo medicamento con trientina tetrahidrocloruro ha sido autorizado para el tratamiento de la enfermedad de Wilson (EW) en adultos, adolescentes y niños de 5 años de edad o mayores que no toleran el tratamiento con D-penicilamina.

La EMA ha reconocido que la trientina por vía oral (en distintas formas) se ha usado durante más de 30 años para tratar la EW, por lo que a pesar de que es nuevo principio activo en España no dispone de IPT. La autorización del medicamento en la UE se ha sustentado, a diferencia de la gran mayoría de los nuevos medicamentos, en un dossier basado exclusivamente en una revisión no-clínica de la bibliografía científica respecto a las propiedades farmacológicas, farmacocinéticas y toxicológicas de la trientina. Así, por ejemplo, la extrapolación de datos farmacocinéticos respecto a trientina dihidrocloruro (disponible desde hace tiempo en países como Reino Unido) se fundamentó en un ensayo comparativo de diseño cruzado que comparó ambas sales de trientina, considerándose que la principal diferencia reside en que la sal tetrahidrocloruro en el nuevo medicamento “libera” más cantidad de fármaco activo, diferencia que puede contrarrestarse con un simple ajuste de dosis y la medición de los niveles orgánicos de cobre libres.

En términos de farmacodinamia clínica, la EMA consideró pivotales los resulta- dos de un estudio retrospectivo de co-hortes realizado en Francia (estudio Lari- boisière), que evaluó la comparabilidad entre ambas sales de trientina usadas en 43 pacientes con EW en programas de uso compasivo de un solo hospital. Se compararon 44 secuencias de tratamiento con la forma dihidrocloruro (duración media de 139 meses) y 13 secuencias con la forma tetrahidrocloruro (duración media de 79 meses), con dosis variables al inicio. Los síntomas hepáticos mejora- ron en el 23% de los pacientes tratados con trientina tetrahidrocloruro y en el 30% de los tratamientos con trientina dihidrocloruro, y los síntomas neurológicos, en el 31% y el 27%, respectivamente. El tratamiento con ambas sales indujo una mejora en la concentración sérica de transaminasas hepáticas y permitió la estabilización o reducción de los niveles de cobre libre tanto en sangre como en orina desde el inicio, lo que es consistente con su uso en 2ª o 3ª línea del abordaje de la EW. Globalmente, no hubo diferencias significativas entre las dos sales de trientina. Los datos de ensayos clínicos disponibles son muy limitados (estudios pequeños y cortas duraciones de tratamiento) y no permiten concluir de forma diferente.

En relación con la seguridad, ninguno de los pacientes que recibió el fármaco en el estudio Lariboisière presentó eventos adversos relacionados con el tratamiento, ni hubo muertes posiblemente asociadas. Se puede aceptar que el fármaco tiene un perfil toxico- lógico benigno, en el que la reacción adversa más frecuente será la aparición de náuseas al principio del trata- miento. También pueden surgir, con menor frecuencia, algunas reacciones adversas cutáneas (erupción, prurito) o casos de deterioro neurológico inicial; desde el punto de vista cualitativo, destaca el riesgo de posibles casos graves de anemia ferropénica y de colitis. Por los indicios de toxicidad para la reproducción de trientina, habrá que extremar las precauciones y valorar cuidadosamente el beneficio-riesgo en embarazadas y lactantes. Igualmente, se debe tener en cuenta su potencial de interaccionar con ali- mentos y otros medicamentos.

En definitiva, los datos disponibles sugieren que el tratamiento de la EW con trientina puede ser mejor tolerado, pero menos eficaz que con penicilamina. Sin ninguna novedad relevante en el plano mecanístico –capacidad de acomplejar iones cobre– respecto a esta, trientina tetrahidrocloruro ha sido además aprobado en una segunda línea de tratamiento posterior al uso de penicilamina. Es decir, que será relevante para los pacientes que no responden a la primera línea, pero se trata de un tratamiento sintomático, no curativo, que se establecerá por periodos prolongados y no parece aportar ningún elemento sustancial de innovación terapéutica en el abordaje de la enfermedad de Wilson.

Valoración

Fármacos relacionados registrados en España

Editorial

Queridos lectores,

Hacíamos un llamamiento en el pasado número a la solidaridad con el pueblo ucraniano, que afronta difíciles momentos. No podemos sino reiterarlo este mes de abril, habiendo transcurrido ya más de dos meses desde el inicio de tan trágico conflicto armado, sin que se atisbe su final. La Farmacia española se posiciona junto al resto de profesionales sanitarios del lado de la defensa irrenunciable de la concordia y la paz entre ciudadanos y países.

En aras de favorecer una cívica convivencia social y subrayar la oposición a toda conducta contraria, el Consejo General de Farmacéuticos impulsó hace un año el Observatorio de Agresiones a Profesionales Farmacéuticos para analizar la situación a la que se exponen estos profesionales esenciales. Con motivo del Día Europeo contra las Agresiones a Sanitarios que se celebraba a principios del marzo pasado, se publicó un informe que indica que en un año se han registrado 62 agresiones, de las cuales la gran mayoría (88%) fueron verbales, frente a un 6% de agresiones físicas. En el 77% de los casos notificados no se recurrió a la policía ni se interpuso la denuncia pertinente. Destaca como principal causa –en casi 2 de cada 3 agresiones– la negativa del farmacéutico a dispensar medicamentos sin la correspondiente receta médica. Para afrontar esta problemática parece fundamental reincidir en la información y formación sanitaria
no solo a profesionales del sector, sino de manera especial a la población general: el medicamento no es un bien de consumo más, sino que requiere de un especial control profesional.

El panorama de actualidad sanitaria ha venido marcado en las últimas semanas por varios temas destacables. Además del sometimiento a estudio en el Congreso de los Diputados de una posible regulación nacional sobre el cannabis de uso terapéutico, que seguiremos muy de cerca por los cambios que podría alumbrar en el sector (incluso la comercialización de nuevos medicamentos en un futuro), leíamos con interés una noticia positiva para la ciencia española: el inicio de la evaluación continua –rollling review– por la EMA de la vacuna desarrollada por la empresa farmacéutica Hipra. Estando en marcha el ensayo confirmatorio en fase 3, esperamos poder traer en estas páginas próximamente buenas noticias sobre esta vacuna, que puede constituir una interesante herramienta en dosis de refuerzo. Por último, es preciso subrayar que la sanidad privada española ha iniciado un proyecto de interoperabilidad de la historia clínica digital, para que los usuarios tengan un control absoluto de ella y la compartan con cualquier médico y hospital. Toda vez que se estudien los resultados de esta implantación, puede representar un buen punto de partida para sustentar el debate de los beneficios de compartir la historia clínica individual con todos los profesionales implicados en la atención sanitaria al paciente.

En cuanto a los contenidos de este número de Panorama, traemos en portada una revisión sobre la actualidad terapéutica del cáncer de pulmón; indudablemente uno de los tumores de mayor impacto sociosanitario en los países desarrollados y en los que la investigación farmacológica más progreso ha aportado en los últimos años. Se complementa en su sección con una revisión relativa a las patologías del oído interno más frecuentes en atención primaria. Entre las evaluaciones de nuevos fármacos en España, se abordan en las siguientes páginas las referentes a alpelisib, un inhibidor selectivo de cinasas que aporta cierto grado de innovación en el abordaje del cáncer de mama, y a trientina tetrahidrocloruro, un nuevo quelante de cobre aprobado en el tratamiento de la enfermedad de Wilson.

Esperamos que disfrutéis de la lectura. Recibid un afectuoso salud

Una innovadora terapia génica para tratar la epidermólisis bullosa

La epidermólisis bullosa o ampollosa es una patología hereditaria muy poco frecuente causada por mutación del gen COL7A1 y el consecuente defecto en la síntesis de colágeno VII (C7), fundamental para la interconexión de las distintas capas cutáneas. Esto provoca una gran fragilidad de la piel –piel de cristal o de mariposa–, en la que con pequeños roces se pueden generar lesiones y ampollas similares a quemaduras potencialmente graves. Si bien las manifestaciones leves pueden mejorar con la edad, la enfermedad no tiene cura ni tratamiento específico, y el abordaje se ha centrado hasta ahora en el cuidado de las ampollas existentes (vendajes, en ocasiones muy tediosos) y la prevención de infecciones y de lesiones nuevas.

De modo interesante, un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford (EE.UU.) acaba de desarrollar una terapia génica que busca afrontar la etiología de la enfermedad, denominada beremagén geperpavec (B-VEC), que consiste en un vector viral VHS-1 (virus herpes simple 1) no replicativo que codifica para dos copias “correctas” del gen COL7A1 humano. A pesar de que antes se habían realizado intentos parcialmente exitosos con terapias de corrección genética, estos se habían centrado en trasplantes de piel que implicaban la manipulación externa del tejido cutáneo del paciente para tratar de obtener tejido sano que pudiera ser reinjertado. La principal ventaja de la terapia experimental B-VEC es que no requiere cirugía, sino que el tratamiento es de fácil administración –en forma de gotas– por vía tópica sobre las lesiones. Los estudios pre-clínicos en modelos animales y de tejido humano han probado que restaura la alteración molecular y favorece expresión de C7 en queratinocitos y fibroblastos.

Se acaban de publicar los positivos resultados de un pequeño estudio piloto de fase 1-2, aleatorizado y controlado, que incluyó a 9 niños con epidermólisis bullosa y comparó las diferencias en lesiones emparejadas tras la administración repetida durante 12 semanas de B-VEC o placebo. No se observaron eventos adversos de grado 2 o superior relacionados con la terapia génica, ni tampoco se notificó ningún caso de expansión del vector o de presencia de inmunorreactantes cutáneos, lo que apunta a una buena tolerabilidad del nuevo tratamiento.

La presencia basal de anticuerpos anti-VHS-1 o anti-C7 no tuvo ningún impacto aparente sobre la farmacodinamia clínica del tratamiento. De modo interesante, se cumplieron todos los objetivos de eficacia tras la administración de B-VEC, tales como los niveles de expresión de colágeno VII, de reducción del área con ampollas, del tiempo hasta el cierre de heridas y de la duración de dicho cierre.

De hecho, la nueva terapia fue capaz de sanar lesiones cutáneas que llevaban años abiertas y que permanecieron “cerradas” durante al menos 3 meses, en lo que representa una primera aproximación a un tratamiento etiológico en un futuro. A falta de medir otras variables, como su efecto en el dolor de las heridas, estos hallazgos sientan las bases para el desarrollo de futuros ensayos que profundicen sobre el perfil beneficio-riesgo y el desarrollo clínico de esta novedosa terapia como una potencial cura de la epidermólisis bullosa.

La electroestimulación dirigida, una opción prometedora frente a lesiones medulares

Un reciente trabajo ha demostrado el potencial de la estimulación eléctrica epidural (EEE) en el restablecimiento de ciertas funciones en lesionados medulares con parálisis sensoriomotora completa. Los resultados obtenidos en el pasado con la electroestimulación medular han sido limitados, a pesar de haber mostrado indicios muy favorables en animales. En 2019 un pequeño estudio con tres pacientes con lesiones crónicas de la médula espinal y parálisis parcial o completa de las extremidades inferiores reveló que, a la semana, los pacientes podían caminar con muletas; la técnica empleada era una estimulación mediante energía eléctrica continua. Tras esos primeros indicios, los autores siguieron desarrollando su sistema hasta diseñar implantes más complejos que pueden ser controlados mediante inteligencia artificial, de modo que permitan estimular específicamente la parte de la médula que controla los músculos de las extremidades.

En esa línea, un estudio más reciente con otros tres pacientes parapléjicos evaluó la eficacia y seguridad de un sistema formado por placas de multielectrodos específicamente diseñados para la estimulación dirigida de las raíces de los segmentos lumbosacros en pacientes con lesiones completas de la médula espinal. El control informático de los implantes por un software especializado permite activar la médula de forma más parecida a como lo haría el cerebro para que el paciente pueda llevar una actividad normal; además, los cables implantados –más largos y anchos– han sido diseñados para colocarse debajo de las vértebras, directamente sobre la espina dorsal, haciendo posible regular grupos mus- culares concretos.

Los resultados demuestran que la EES restaura los movimientos motores independientes a las pocas horas del inicio de la terapia, tras el procedimiento quirúrgico requerido para implantar los electrodos a nivel espinal. Los pacientes pudieron volver a ponerse en pie, caminar, pedalear, nadar y controlar sus movimientos apenas 1 día después de la activación de sus implantes. El andador usado por los pacientes tiene un control remoto mediante botones que se conecta de forma inalámbrica a un procesador (tablet) encargado de enviar señales al marcapasos implantado en el abdomen que regula los cables de la columna vertebral, de modo que permite que el propio paciente estimule las neuronas específicas para el movimiento de la parte derecha o de la parte izquierda de su cuerpo. Se ha probado, además, que el beneficio se va incrementando con el paso del tiempo, de modo que con pautas de entrenamiento específicas –ventajosamente se pueden realizar al aire libre– según los distintos programas de estimulación los pacientes pudieron recuperar masa muscular, moverse de forma independiente y participar en actividades sociales.

Es previsible que las mejoras progresivas les permitan funciones motoras cada vez más complejas, desde subir/ bajar escaleras o caminar grandes distancias. Todo ello, unido al progreso tecnológico, que puede permitir nuevas generaciones de electrodos cada vez más precisos y con una aplicación en etapas más cercanas al momento de la lesión (antes de la atrofia muscular que sigue a la parálisis), aporta esperanzas reales en un área terapéutica que carece de alternativas farmacológicas. Desde el punto de vista de la histopatología, en animales se ha visto que estos tratamientos con EEE no generan nuevas neuronas ni regeneran nervios, sino que reorganizan las conexiones neuronales en el córtex permitiendo una nueva conexión cerebral, si bien esta hipótesis aún no ha sido confirmada en humanos.

Nuevas vías terapéuticas en prevención vascular: galectina-1 como factor protector

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad y morbilidad en todo el mundo y uno de los principales factores de riesgo de discapacidad. Dejando a un lado las patologías que afectan específicamente al corazón, la remodelación vas- cular patológica por acumulación de colesterol y células inflamatorias en la pared arterial, así como por pérdida de función de las células del músculo liso, constituyen la causa subyacente de la formación de placas de ateroma o aterosclerosis (entre cuyas complicaciones más comunes están los eventos trombóticos e isquémicos, como el ictus o el infarto de miocardio) y del aneurisma aórtico abdominal (AAA), producido por dilatación de la aorta. A pesar de que se dispone de diversas herramientas terapéuticas y medidas preventivas eficaces para abordar estos trastornos vasculares, el alto impacto sociosanitario y la heterogeneidad de los pacientes afectados hacen interesante la aparición de nuevas vías farmacoterapéuticas.

Un grupo de investigadores, en su mayoría españoles, ha puesto el foco recientemente sobre la galectina-1 (Gal-1), una proteína de unión a β-galactósido, como diana para la aterosclerosis y el AAA. Previamente se había descubierto que esta proteína juega cierto papel en otras enfermedades como la artritis reumatoide o la escleroris múltiple al prevenir la activación de células inflamatorias a tejidos patológicos. Mediante experimentos pre-clínicos, observaron que los ratones que carecían de la capacidad de sintetizar Gal-1 (Lgals1-/-) desarrollaban aterosclerosis grave inducida por adenovirus y mostraban niveles de lípidos más altos y una expresión más baja de marcadores contráctiles de células de músculo liso vascular en las placas de ateroma, en comparación con los ratones de tipo salvaje (fenotipo normal).

Un análisis proteómico de las arterias aortas de los animales Lgals1-/- mostró cambios fenotípicos en los marca- dores de las células del músculo listo vascular y una composición alterada de las proteínas mitocondriales. A fin de profundizar sobre el mecanismo, el silenciamiento de Gal-1 resultó en una mayor formación de células espumosas (macrófagos inflamatorios) y disfunción mitocondrial en las células del músculo liso vascular, con formación de placas de ateroma más numerosas y grandes, mientras que la administración a los animales de la proteína Gal-1 de origen recombinante previno tales efectos. Dicho tratamiento atenuó la aterosclerosis y el AAA inducido por elastasa, dando lugar a una mayor expresión de células contráctiles del músculo liso vascular en los tejidos aórticos; entre otras acciones también redujo el tamaño del núcleo necrótico, un marcador de estabilidad de las placas de ateroma avanzadas, lo que podría evitar su rotura y las complicaciones asociadas. Además, los investigadores observaron que la expresión de Gal-1 en las placas de ateroma humano y de células derivadas de AAA era menor en comparación con el tejido control.

Todo lo anterior sugiere que la pérdida de galectina-1 se asocia al desarrollo de patología vascular. Así pues, los circuitos bioquímicos impulsados por esta proteína emergen como posibles estrategias terapéuticas y resultará interesante la investigación de su potenciación en nuevos estudios in vivo y ensayos clínicos.

Cáncer de pulmón: estado de su terapéutica

Resumen

El cáncer de pulmón es un tipo de tumor sólido que se considera el segundo de mayor incidencia, solo por detrás del cáncer de mama, y la primera causa de muerte por cáncer globalmente. Está estrechamente ligado al consumo de tabaco, que se asume como el principal factor de riesgo y responsable de hasta el 90% de los casos en la población masculina y del 60-80% de los que suceden en la femenina. Según cifras de la OMS en 2020 se confirmaron algo más de 2,2 millones de nuevos casos (el 12% del total de cánceres) y casi 1,8 millones de muertes a nivel mundial (el 18% del total). En España, el número de nuevos casos diagnosticados previstos para el año 2022 es de casi 31.000, que afectarán mayoritariamente a hombres (con más de 22.300 nuevos casos); el cáncer de pulmón se situará, así, como el 4º tipo de cáncer más incidente en nuestro país, por detrás del cáncer colorrectal, el de próstata y el de mama. Además, la supervivencia del cáncer de pulmón es muy baja, debido a su elevada letalidad: la supervivencia global a los 5 años se estima cercana al 13%, habiéndose confirmado en España casi 22.000 muertes por esta causa en 2020.

Tradicionalmente, los carcinomas de pulmón se dividen en dos grandes grupos, en función de la estirpe celular de donde provengan. Si se originan en las células del sistema neuroendocrino se llama carcinoma indiferenciado o cáncer de pulmón de células pequeñas o microcítico (CPM), que representa algo menos del 20% de todos los casos. Si el origen es el epitelio bronquial, bronquiolar o traqueal, conduce al cáncer de pulmón de células no pequeñas o no microcítico (CPNM), que es mayoritario (80-85% del total de tumores pulmonares). Esta distinción responde no solo a criterios histológicos sino a un comportamiento clínico sustancialmente diferente entre ambas entidades.

Desde el punto de vista de la terapéutica, el cáncer de pulmón representa un paradigma de enfermedad en que el progreso de la investigación farmacológica ha supuesto un cambio sustancial en su abordaje y pronóstico, si bien el principal problema es que el diagnóstico se realiza mayoritariamente en estadios avanzados, de modo que se reducen enormemente las posibilidades de curación. En términos preventivos, el desarrollo de políticas de salud pública enfocadas a la lucha contra el consumo de tabaco ha demostrado un innegable beneficio. Se aborda a continuación una revisión del conocimiento sobre su etiopatogenia, aspectos clínicos y tratamiento, con especial hincapié en los últimos avances en la farmacoterapia, centrando finalmente el foco sobre el papel asistencial que puede ejercer el profesional farmacéutico para con los pacientes con esta patología.

Introducción: clasificación

Los pulmones son dos órganos situados bilateralmente en la cavidad torácica. Están divididos en lóbulos y segmentos, diferentes para cada pulmón. El pulmón derecho está dividido en tres lóbulos (superior, medio e inferior) separados por dos cisuras y el izquierdo está constituido por dos lóbulos (superior e inferior), separados entre sí por una cisura. Ambos pulmones están espacia- dos en la línea media por una serie de estructuras que constituyen en su conjunto el mediastino, que a su vez está separado de las vísceras abdominales por el diafragma (Figura 1).

El término cáncer de pulmón o carcinoma broncogénico hace referencia a la proliferación de células malignas derivadas de las vías respiratorias o del parénquima pulmonar. Estos tumores se clasifican en distintos tipos en función del tamaño y la apariencia de las células malignas vistas histopatológicamente bajo un microscopio.

Aunque existen otros tipos de cáncer de pulmón (sarcomas, carcinoides, etc.), la inmensa mayoría de los casos de cáncer de pulmón corresponden a carcinomas, es decir, tumores malignos que nacen de células epiteliales del parénquima pulmonar. Puesto que son raras las ocasiones en que los cánceres de pulmón tienen características de dos tipos celulares –los cuales se conocen como cánceres mixtos de células pequeñas/grandes–, tradicionalmente la gran mayoría de casos se dividen en dos tipos principales, en función de la estirpe celular de la cual provengan:

  • si se originan en las células del sistema neuroendocrino, se llama carcinoma indiferenciado o cáncer de pulmón de células pequeñas, también llamado microcítico (CPM), que es minoritario y suele representar menos del 20% de todos los casos de cáncer de pulmón.
  • si el origen es el epitelio bronquial, bronquiolar o traqueal, conduce al cáncer de pulmón de células no pequeñas o no microcítico (CPNM), que supone más del 80- 85% de los casos.

Tal distinción no responde solo a criterios histológicos sino a un comportamiento clínico sustancialmente diferente de ambas entidades, tanto en pronóstico como en tratamiento. Así, por ejemplo, el CPM es el tumor pulmonar de crecimiento más rápido y de aparición de metástasis más precoces, mientras que para el CPNM no se puede generalizar, siendo indispensable –por la variabilidad de eficacia y toxicidad de los últimos avances farmacológicos– establecer una diferenciación entre las 3 grandes variantes que acumulan el mayor número de cánceres pulmonares (<80%):

  • Carcinoma epidermoide o de células escamosas: es el más frecuente (25-30% de todos los cánceres de pulmón), el más claramente relacionado con el consumo de tabaco, y se localiza preferentemente en los bronquios principales, segmentarios o subsegmentarios, comenzando cerca de un bronquio central. Aquellos tumores de células escamosas bien diferenciadas a menudo crecen más lentamente que los otros tipos de cáncer. Comúnmente se ve necrosis y cavitación en el centro del tumor.
  • Adenocarcinoma o carcinoma no escamoso: representa cerca del 35-45% de todos los carcinomas de pulmón y es característica la presencia de mucosustancias. Se suele originar en el tejido pulmonar periférico y, aunque la mayoría de los casos se asocian al hábito tabáquico, también es la forma más frecuente de cáncer de pulmón entre aquellos que nunca han fumado o dejaron de fumar hace varias décadas. Uno de sus subtipos, el carcinoma bronquioloalveolar (3%), se ve con más frecuencia entre mujeres que nunca han fumado y generalmente muestra grandes diferencias interindividuales en las respuestas a los tratamientos.
  • Carcinoma de células grandes: representa un 10-15% de todas las formas de cáncer de pulmón y son tumores a menudo de células pobremente diferenciadas que crecen con rapidez cerca de la superficie del pulmón y tienden a metastatizar pronto.

Por otra parte, de modo complementario, la clasificación TNM (del inglés, tumor-node-metastasis) es una decripción de la extensión anatómica del tumor (Bertero et al., 2018), que considera la presencia/ausencia y características del tumor primario (parámetro T), la afectación y, en su caso, el tipo de afectación de los ganglios linfáticos regionales (N), y la presencia de metástasis a distancia (M), que también tiene un indudable valor pronóstico y es muy importante tenerla en cuenta para la elección del mejor tratamiento posible (Tabla 1). Esa clasificación permite, precisamente, el estadiaje del tumor, que es un aspecto clínico fundamental (se verá más adelante en este artículo), por determinar en gran medida su abordaje.

Etiopatogenia

Grosso modo, durante la etapa de iniciación de la carcinogénesis, con independencia del tejido, es característica la alteración –mutación– de genes que tienen funciones críticas de control del crecimiento celular; mutaciones que se van acumulando a lo largo del tiempo y provocan un desequilibrio de los sistemas de control de la proliferación y división celulares, hasta el punto de impedir la neutralización de las mutaciones oncogénicas y su sucesiva acumulación. Por otro lado, en el crecimiento y en la división celular participan diferentes procesos de señalización que, en condiciones fisiológicas normales, facilitan el equilibrio entre los estímulos que inducen el crecimiento celular y aquellos que lo inhiben; en consecuencia, la neoplasia aparece solo cuando este equilibrio se rompe a favor de un crecimiento desmesurado y desordenado.

Si bien es relativamente común que las cadenas de los ácidos nucleicos experimenten alteraciones o lesiones, en el núcleo celular existe varios sistemas de reparación de las mismas; pero estos sistemas no siempre son competentes y algunas de las lesiones pueden llegar a ser tan relevantes como para hacer inviable la continuidad vital de la célula. En ese momento, se ponen en marcha un conjunto de mecanismos bioquímicos programados que acaban por destruir la célula en cuestión; se trata, por tanto, de un auténtico suicidio programado, denominado apoptosis. Es este un mecanismo de seguridad que tiene una importancia biológica extraordinaria, ya que elimina las células muy defectuosas que impedirían o dificultarían gravemente el normal desarrollo y actuación de las restantes sanas. No obstante, no todas las lesiones del ADN son lo suficientemente importantes como para inducir la apoptosis celular.

Los agentes externos al propio organismo susceptibles de inducir directa o indirectamente la transformación tumoral de una célula sana son los denominados carcinógenos. Pueden ser productos químicos, microorganismos (especialmente virus, tanto ADN como ARN) y procesos físicos (especialmente radiaciones ionizantes y ultravioletas). Por otro lado, los genes relacionados con la inducción de la transformación maligna y el crecimiento tumoral se llaman oncogenes, los cuales codifican la síntesis de proteínas muy variadas–factores de transcripción, proteínas reguladoras, remodeladores de la cromatina, factores de crecimiento y sus receptores, entre otras– que controlan la proliferación celular, el proceso de apoptosis o ambos. La activación de los oncogenes es también muy variada: las mutaciones y translocaciones acostumbran a ocurrir en la etapa de iniciación o durante la etapa de promoción, mientras que la amplificación génica sucede habitualmente durante la etapa de promoción y progresión.

Con especial relevancia en el cáncer de pulmón (y otros tumores sólidos), desde hace tiempo se viene reafirmando el papel fundamental de ciertas proteína cinasas en la proliferación tumoral, en particular aquellas cinasas que forman parte de los receptores de la familia ErbB o HER (Human Epidermic Receptor), como el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR1, HER-1, erbB1 o c-erbB). Las anomalías en este receptor están involucradas en la carcinogénesis por mediar procesos como la proliferación celular incontrolada, migración celular, invasión del estroma, angiogénesis y resistencia a la apoptosis, entre otros.

En última instancia, las vías de señalización aberrantes del EGFR desencadenadas por mutaciones del receptor, por amplificación o sobreexpresión de ligandos del receptor son las que contribuyen al comportamiento tumoral de las células implicadas, dando lugar a diferentes subtipos moleculares de cáncer de pulmón. Entre las mutaciones que más comúnmente se describen para el gen EGFR, que se relacionan con el adenocarcinoma de pulmón, sobresalen las deleciones en el exón del cromosoma 19 (Del-19) o los cambios puntuales en el codón 858 que determinan la sustitución de un aminoácido por otro en la estructura proteica (por ejemplo, L858R en que sustituye leucina por arginina en la posición 858), provocando una hiperactivación de éste. Las mutaciones activadoras del EGFR se detectan en el 10-20% de los casos de CPNM en pacientes de raza blanca (sobre todo, en los adenocarcinomas), prevalencia que asciende hasta el 30-40% en asiáticos (Zhang et al., 2016).

Otra alteración citogenética común en el cáncer de pulmón son las translocaciones y reordenamientos del gen que codifica para la cinasa del linfoma anaplásico (ALK o CD246), identificados en el 2-7% de pacientes (media del 5%). La alteración de ALK determina la expresión de la proteína resultante (en condiciones normales, desempeña un papel importante en el desarrollo del cerebro y ejerce sus efectos sobre neuronas específicas) y la consecuente señalización aberrante de la ruta bioquímica, siendo generalmente excluyente del otro tipo de mutación en el receptor de EGFR. Un determinado trasvase de material genético o trans- locación entre los cromosomas 2 y 5, denominado t(2;5)(p23;q35) se asocia con un 60% de los casos de tumores ALK+; dicha translocación crea un gen de fusión entre la fracción 3’ del de ALK (proveniente del cromosoma 2) y la fracción 5′ del de la nucleofosmina o NPM (proveniente del cromosoma 5), dando lugar al producto de fusión NPM/ALK que se traduce en una proteína quimérica y oncogénica llamada p80. De igual modo, el gen de fusión de EML4-ALK es responsable de una proporción importante de CPNM. Los pacientes con reordenamiento de ALK suelen ser jóvenes (< 50 años), no fumadores y con histología tumoral de adenocarcinoma (sobre todo, CPNM).

También se detectan con menor frecuencia en el CPNM mutaciones en los genes KRAS, ROS1, BRAF, HER2 o MEK1. Por ejemplo, el gen BRAF codifica una serina-treonina cinasa perteneciente a la familia de las cinasas RAF que juega un papel importante en la vía de las proteíncinasas activadas por mitógenos (MAPK): la mutación de BRAF (V600E representa hasta el 60% de los casos) provoca que la vía de señalización de las MAPK –RAS/RAF/MEK/ ERK– se encuentre permanentemente activada, favoreciendo el crecimiento y la proliferación tumoral; se ha descrito esta mutación en diferentes tipos de cáncer (mayoritariamente melanoma y tiroideo) y en el 2-3% de los casos de cáncer de pulmón, sobre todo en aquellos con histología de adenocarcinoma. La sobreexpresión de PD-L1 (el ligando de la proteína de muerte celu- lar programada 1) en el tumor pulmonar también se asocia con una reducida supervivencia y un peor pronóstico, de manera que la inhibición del eje PD-L1/PD-1 ha demostrado actividad antitumoral en varios estudios clínicos.

Frente a los oncogenes se sitúan los llamados genes supresores tumorales, que codifican para proteínas que controlan el crecimiento celular mediante la regulación de la progresión del ciclo celular. Uno de los más citados es el gen p53, considerado como un actor central en la respuesta frente al daño en el ADN celular; este se sobreexpresa y sobreactiva por el estrés genotóxico e induce un programa transcripcional con efectores que promueven la apoptosis, la detención del ciclo celular, la senescencia y la reparación del ADN. En las últimas décadas, se consideraba que p53 era el único mecanismo importante de supresión tumoral –hasta el punto de ser denominado guardián del genoma–, pero esta visión ha cambiado y su relevancia va decreciendo paulatinamente; con todo, sigue siendo un elemento importante para la terapia del cáncer y la supresión tumoral. Hay que tener en cuenta que los avances producidos en el conocimiento de rutas moleculares específicas se han reflejado en las nuevas vías de tratamiento, de forma muy clara en el cáncer de pulmón.

Desde el punto de vista de la etiología, el cáncer de pulmón se ha asociado a determinados factores y circunstancias. Algunos de ellos –como la edad o el sexo2 de las personas– son imposibles de modificar, pero otros muchos sí pueden ser evitados. La causa que más predominantemente desencadena su aparición es la exposición al humo del tabaco: implicado hasta en el 90% de los casos, se considera responsable directo de > 70% de las muertes por este tipo de tumor. En la mayor parte de los casos se observa un tabaquismo activo, aunque también puede contribuir el tabaquismo pasivo (se ha considerado el factor desencadenante en 1 de cada 4 cánceres de pulmón en individuos no fumadores). Y es que en el humo del tabaco se identifican alrededor de 4.000 agentes químicos, de los que al menos 50 son carcinógenos reconocidos, todos ellos procedentes de la combustión del tabaco y, en su caso, del papel.

Se ha descrito que el exceso de riesgo de cáncer (también de desarrollo de otras patologías y muerte cardio- vascular) en los fumadores aumenta con el consumo de cigarrillos de una manera directamente proporcional y disminuye también de forma proporcional cuanto mayor es el tiempo que ha transcurrido desde que se ha dejado de fumar en los exfumadores. Así, por ejemplo, estudios epidemiológicos han sugerido que los fumadores que consumen entre 1 y 14 cigarrillos al día tienen hasta 8 veces mayor riesgo de padecer un cáncer de pulmón a lo largo de su vida; si el consumo es superior a 25 cigarrillos/día el riesgo aumenta hasta 25 veces. Tras 10 años de haber dejado de fumar, el riesgo de aparición de un cáncer broncopulmonar desciende en un 50% y casi en un 90% tras haber transcurrido 15 años, si bien algunas personas pueden desarrollarlo incluso transcurridos más años. También parece probado que las personas que han dejado de estar expuestas de forma pasiva al humo del tabaco presentan una disminución progresiva del riesgo de padecer un cáncer de pulmón.

Conviene subrayar que, además de las neoplasias de pulmón, el tabaquismo se ha asociado con un incremento de la incidencia notable de cáncer de orofaringe, laringe, esófago, estómago, páncreas, riñón, vejiga urinaria e hígado, así como de diversas formas de leucemia.

No obstante, a pesar de que dentro de una misma población la relación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón (y otras formas de cáncer) es indiscutible, las comparaciones entre poblaciones diversas resultan un tanto confusas si se consideran exclusivamente las tasas de tabaquismo y la mortalidad por cáncer de pulmón pero se obvian otros aspectos relevantes como las diferencias étnicas o raciales (ligadas fundamentalmente a la genética), los hábitos de vida (alimentación, actividad laboral y física, salubridad, etc.) o el medio (clima, distribución demográfica, asistencia sanitaria, etc.), entre otros factores. Así, algunos países con bajas tasas relativas de tabaquismo entre la población muestran, sin embargo, elevados niveles de mortalidad por cáncer de pulmón.

El sexo es un factor que también afecta de forma significativa al riesgo de cáncer de pulmón asociado al tabaquismo, según se desprende de algunas investigaciones. En Estados Unidos, el cociente entre la mortalidad asociada a este tipo tumoral en varones y mujeres fumadoras es de 2,1, mientras que el cociente de riesgo correspondiente a los no fumadores es de 1,3; es decir, el sexo femenino –posiblemente, por el componente estrogénico– parece ejercer un cierto efecto protector frente al cáncer de pulmón, que resulta particularmente manifiesto entre las fumadoras. Cifras similares se han obtenido en Corea del Sur, con tasas varones/ mujeres de 3,3 entre los fumadores y de 1,7 entre los no fumadores. En todos ellos, no obstante, se apreció un manifiesto incremento de la mortalidad por cáncer de pulmón asociado al tabaquismo: 22,1 veces mayor en varones fumadores que en no fumadores en Estados Unidos y 4,4 veces en Corea del Sur, frente a 13,5 (EE.UU.) y 2,3 (Corea) veces en las mujeres fumadores y no fumadoras, respectivamente (Cuéllar, 2015).

Sea como fuere, se estima que alrededor del 25% de los casos de cáncer de pulmón en el mundo se dan en personas que nunca han fumado. En base a ello, se ha identificado la existencia de otros factores que pueden actuar sinérgicamente con el humo del cigarrillo y modificar la prevalencia del cáncer de pulmón, como son las siguientes (Cerezo et al., 2017):

_la dieta: las frutas y verduras con elevado contenido en antioxidantes son factores protectores para el desarrollo de cáncer de pulmón;

_la actividad física: los individuos con mayor actividad tienen un riesgo más bajo de desarrollo de cáncer de pulmón que quienes son sedentarios;

_la exposición ocupacional, ya sea ambiental en el ámbito doméstico o industrial; entre los agentes carcinógenos que se han encontrado en ambientes laborales y que se asocian al desarrollo de cáncer de pulmón se encuentran los siguientes: arsénico, asbesto, berilio, éter clorometílico y bisclorometílico, cadmio, cromo, gas mostaza, humo de tabaco ambiental, níquel, radón, sílice cristalina, 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-paradioxina, carbón bituminoso, alquitranes, aceites minerales, hollín, ácidos inorgánicos fuertes conteniendo ácido sulfúrico e hidrocarburos aromáticos policíclicos;

_la radiación: por ejemplo, la exposición continua a las radiaciones ionizantes;

_la polución ambiental, sobre todo en las zonas urbanas con un mayor grado de contaminación ambiental;

_otros factores relacionados con el huésped: a este respecto, son importantes la susceptibilidad genética (no todos los individuos fumadores y/o expuestos a agentes carcinógenos desarrollan este tipo de neoplasia, habiéndose demostrado en algunos estudios que existe una agregación familiar para el desarrollo de cáncer de pulmón) y la existencia de una neumopatía adquirida, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)3 y los procesos fibróticos.

Epidemiología

Según la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (International Agency for Reasearch on Cancer, IARC) de la Organización Mundial de la Salud, la incidencia del cáncer en general ha ido creciendo en prácticamente todos los países, y especialmente en los industrializados, donde el número de nuevos casos se ha duplicado en las últimas 2 décadas. Esto puede deberse a muchos y diversos motivos, aunque el envejecimiento de la población y un diagnóstico más accesible –y, por tanto, frecuente– aparecen como los más relevantes.

El cáncer de pulmón constituye un serio problema de salud pública por ser en la actualidad el segundo tumor más incidente –solo por detrás del cáncer de mama– y la primera causa de muerte por cáncer en el mundo: provoca más fallecimientos que los tumores de mama, colon y próstata juntos. Según cifras procedentes del GLOBOCAN (Global Cancer Observatory) de la OMS, en 2020 se confirmaron algo más de 2,2 millones de nuevos casos (el 12% del total de cánceres) y casi 1,8 millones de muertes a nivel mundial (el 18% del total). Esa alta mortalidad hace que en términos de prevalencia no sea el tumor líder: en 2020 fue el cuarto tipo tu- moral más prevalente en todo el mundo tras el de mama, próstata y colon, con una prevalencia a 5 años de 2,6 millones de pacientes de todas las edades.

En España, su tasa de incidencia anualizada (estimada en ≈77 nuevos casos por cada 100.000 habitantes) es mayor que en el conjunto de la Unión Euro- pea (≈66 casos/100.000 habitantes, unos 470.000 casos anuales), donde su incidencia ha experimentado un descenso de casi el 11% desde 2012; en mujeres, en cambio, la mortalidad ha aumentado un 5%. Para el año 2022, la SEOM estima que se diagnosticarán 30.948 nuevos casos de cáncer de pulmón en nuestro país, que afectarán mayoritariamente a hombres (con más de 22.300 nuevos casos); el cáncer de pulmón se situará, así, como el 4º tipo de cáncer más incidente, solo por detrás del cáncer colorrectal, el de próstata y el de mama (SEOM, 2022).

Hay que subrayar que la supervivencia del cáncer de pulmón es muy baja, debido a su elevada letalidad: la supervivencia global a los 5 años se estima cercana al 13%, tanto en Europa como en Estados Unidos. Por ello, en España en 2020 su prevalencia en ambos sexos a 5 años se estimaba en solo < 4% del total de tumores, cuando vivían en nuestro país 35.815 personas con cáncer de pulmón. Ese año se produjeron 21.918 defunciones confirmadas tumor maligno de la tráquea, de los bronquios y del pulmón (más de 16.600 en hombres), situándose como la principal causa de muerte por cáncer también en nuestro país, por encima del colorrectal (15.125), páncreas (7.427), mama (6.651) y próstata (5.922).

Aspectos clínicos

La mayoría de los pacientes con cáncer de pulmón –con independencia del tipo– presenta síntomas en el momento del diagnóstico, debido a que el tumor se suele encontrar en un estadio avanzado de la enfermedad en hasta el 60% de los casos. Solo un 5-10% de ellos está asintomático cuando recibe el diagnóstico, que se efectúa de forma casual al realizarse una radiografía de tórax por otro motivo o por un chequeo rutinario.

Entre las manifestaciones clínicas iniciales debidas al crecimiento tumoral, la tos (puede ser seca, aumentar en frecuencia respecto a la situación basal o presentar un cambio en sus características) es el síntoma inicial más frecuente, apareciendo en el 30-55% de los casos. Hasta en cerca de un tercio de los casos de cáncer de pulmón (15- 30%), la hemoptisis –expectoración de sangre– es el único síntoma de presentación; sin embargo, su presencia es rara en los pacientes con metástasis pulmonares de neoplasias extratorácicas. La dificultad respiratoria o disnea, que aparece en el 10-30% de los casos, puede deberse a la compresión extrínseca o a la obstrucción tumoral de un bronquio principal o de la tráquea, con la consiguiente aparición de neumonitis obstructiva o atelectasia.

Entre las manifestaciones clínicas motivadas por la diseminación intratorácica del cáncer de pulmón (localmente avanzado) sobresalen el dolor torácico, presente al diagnóstico en alrededor del 20% de los pacientes (referido por > 50% de los enfermos en algún momento de la evolución de la enfermedad, por invasión de las estructuras de la pared torácica), y el derrame pleural, que aparece en el 8-15% de los casos, generalmente por la extensión pleural directa del tumor, aunque también puede ser secundario a la obstrucción del drenaje linfático por afectación ganglionar mediastínica.

Otras manifestaciones menos comunes son las que se expresan como: a) síndrome de Pancoast, característico de los tumores localizados en el vértice pulmonar, que puede provocar dolor en el hombro al invadir rápidamente las estructuras osteo-nerviosas cervicales; b) síndrome de Claude-Bernard-Horner, que se caracteriza por la tríada clásica de ptosis par-pebral, miosis y anhidrosis de la cara y la extremidad superior ipsilateral, siendo consecuencia de la invasión del ganglio simpático inferior; c) síndrome de la vena cava superior, producido por la compresión o invasión de la vena cava por el tumor primario o el agrandamiento de los ganglios linfáticos paratraqueales derechos, y que se manifiesta con edema y plétora de la cara, el cuello y los párpados, junto a ingurgitación y dilatación de las venas del cuello, el hombro, las extremidades superiores y la pared torácica anterior; d) disfonía, por compresión o invasión del nervio laríngeo recurrente izquierdo; e) parálisis del nervio frénico, que provoca la elevación del hemidiafragma correspondiente; f) disfagia, por compresión del esófago; g) estridor, por estrechamiento de la tráquea, ya sea por invasión tumoral directa o por parálisis de ambas cuerdas vocales; y h) derrame pericárdico (aparece en 5-10% de los casos) o taponamiento cardiaco.

Las manifestaciones procedentes de las metástasis a distancia son menos frecuentes como forma de presentación del cáncer de pulmón (30%), pero suelen aparecer durante su evolución y dependen de los órganos diana que estén afectados. Las localizaciones más comunes de éstas –más frecuentes en el tipo microcítico– son el cerebro, los huesos (25%, especialmente metástasis osteolíticas en columna vertebral, pelvis, costillas y fémures), el hígado (10-25%, silente hasta fases avanzadas) y las glándulas suprarrenales (25-45%, clínicamente silentes). El cáncer de pulmón es la primera causa de metástasis en el sistema nervioso central, detectables en un 10% de los pacientes en el momento del diagnóstico y en hasta la mitad –e incluso el 65%– durante el transcurso de la enfermedad; la cefalea matutina, de intensidad y duración progresivas, es la manifestación más frecuente y puede acompañarse en casos más graves de otras como hipertensión intracraneal, déficits motores locales, convulsiones o ataxia.

Mención aparte merecen los síndromes paraneoplásicos: un conjunto de síntomas y signos que ocurren en hasta el 10% de los pacientes con cáncer de pulmón, y que parecen estar en relación con la producción de sustancias biológicamente activas por el tumor (hormonas o citocinas) o con una respuesta del organismo a la presencia de células malignas (anticuerpos). Pueden ser el primer signo de un cáncer y llegar a desaparecer tras la resección del mismo.

Uno de los síndromes paraneoplásicos más frecuentes es la osteopatía hipertrófica4, que es más común en el CPNM. Entre los síndromes paraneoplásicos endocrinos más frecuentes se encuentran los siguientes: a) el síndrome de Cushing, debido a la producción ectópica de hormona adrenocorticotropa (ACTH); b) el síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética (SIADH), que se produce como consecuencia de la síntesis ectópica de dicha hormona; c) el síndrome carcinoide, por secreción excesiva de 5-hidroxitriptamina; y d) la hipercalcemia no metastásica. Por su parte, los síndromes paraneoplásicos neurológicos (neuropatía periférica, encefalitis límbica, síndrome de Lambert-Eaton, retinopatía y opsomioclonus) aparecen en el 4-5% de los casos, a menudo antes de que el tumor sea evidente, son más frecuentes en el CPM y su diagnóstico es de exclusión. En fases avanzadas, y con similar frecuencia, pueden observarse síndromes paraneoplásicos hematológicos, tales como anemia de causa multifactorial, reacciones leucemoides, trombocitosis y coagulación intravascular diseminada. Finalmente, los síntomas de afectación sistémica (astenia, anorexia, pérdida de peso o fiebre) aparecen en el 20% de los pacientes con cáncer de pulmón y su mecanismo de producción es desconocido (Martínez et al., 2009).

Por otra parte, el diagnóstico del cáncer de pulmón incluye generalmente un estudio morfológico, histológico y molecular, dado que el desarrollo actual de las técnicas genéticas permite identificar mutaciones oncogénicas de gran relevancia para el pronóstico. En todos los casos, la determinación del tipo histológico y la realización de un estudio de extensión son procesos esenciales para determinar la agresividad del tumor, establecer el tratamiento más adecuado y estimar la respuesta a determinados tratamientos. La Asociación Internacional para el Estudio del Cáncer de Pulmón (IASLC, por sus siglas en inglés) ha establecido una clasificación en 4 estadios, combinando los criterios TNM previamente comentados (Tabla 2).

A pesar de una escasa supervivencia global a largo plazo para el cáncer pulmonar, hay cierta variabilidad según el tipo de tumor, identificándose una serie de factores pronósticos. Se acepta que el factor pronóstico más importante en el CPNM es el estadio de extensión según la clasificación TNM. La supervivencia disminuye progresivamente con la mayor evolución tumoral, desde una mediana de 59 meses para los pacientes en estadio IA (tasa de supervivencia a los 5 años de aproximadamente el 49%) hasta solo 4-6 meses en los pacientes en estadio IV (tasa de supervivencia a los 5 años en torno al 1%): globalmente, un 20% de los pacientes con CPNM siguen vivos a los 5 años del diagnóstico. El mal estado general y la pérdida de peso se han asociado a una supervivencia más corta, y algunos estudios sugieren también que los individuos afroamericanos tienen un peor pronóstico.

En los últimos años han adquirido un importante significado pronóstico otros factores, fundamentalmente biológicos, que han llegado a constituir una medida indirecta de la agresividad de la neoplasia.

Se conocen varias alteraciones moleculares con implicación clínica y también pronóstica, puesto que se dispone de fármacos específicos para realizar un tratamiento individualizado. Esto es, existen biomarcadores citogenéticos predictivos de un beneficio terapéutico con el uso específico de inhibidores frente a tirosina cinasas asociadas a receptores (TKI, por sus siglas en inglés). Entre ellos, el más importante y frecuente es la mutación del gen que codifica para EGFR, seguido por las translocaciones del gen ALK. Los pacientes con mutación en EGFR, más común en tumores de histología no escamosa, presentan un pronóstico significativamente mejor que los que no la tienen. De hecho, las deleciones en el exón 19 y las mutaciones puntuales en el exón 20 han demostrado valor predictivo de respuesta (niveles altos de apoptosis) en el tratamiento con TKI específicos, si bien la mutación T790M en el exón 20 –y, en menor medida, las mutaciones L861Q y G719X– es importante porque se asocia a resistencia a esos fármacos. Entre las mutaciones menos comunes, las que afectan al gen del sarcoma viral de rata Kristen (KRAS) se asocian a una menor supervivencia, tanto libre de progresión como global.

La probabilidad de encontrar este tipo de mutaciones es mayor en los pacientes con adenocarcinoma (el 60% tiene una mutación oncogénica), en los no fumadores (excepto las del gen KRAS, que se asocian fuertemente con historia de tabaquismo), en las mujeres y en los individuos de raza asiática, aunque no son exclusivas. Así pues, la determinación de la mutación EGFR debe realizarse de forma sistemática en los tumores que se encuentren en estadios avanzados, excepto en los de estirpe escamosa, en los que se planteará únicamente en el caso de pacientes que no han fumado nunca. La investigación de las translocaciones de ALK debe realizarse en los adenocarcinomas en los que el EGFR ha sido negativo, debiendo plantearse también la del estado mutacional de KRAS en caso de negatividad de los anteriores.

El significado pronóstico de la mutación BRAF no está claro, e incluso algunos estudios han asociado una mayor SG a los pacientes con mutación BRAF V600 respecto a los no mutados, si bien otros identifican dicha mutación como un factor de mal pronóstico. Existen series de casos que obtienen resultados similares en ambos grupos de pacientes. Un meta-análisis con datos de 16 estudios clínicos sugirió que la incidencia de BRAFm V600E sobre el total de pacientes con mutación BRAF era mayor en no fumadores (87% vs. 45% en fumadores y exfumadores) y en mujeres (62,5% vs. 32,6 % en hombres).

Con respecto al pronóstico del CPM o de células pequeñas, el factor más importante es de nuevo la extensión de la enfermedad, habiéndose concedido también importancia a los parámetros clínicos (el mal estado general y la pérdida de peso se asocian con una supervivencia más corta). Los pacientes con enfermedad en estadio limitado presentan una mediana de supervivencia que varía entre 15 y 20 meses (tasa de supervivencia a 5 los años del 31% en el estadio I). Por el contrario, los pacientes con enfermedad diseminada tienen una supervivencia media de 8 a 13 meses, situándose la tasa de supervivencia a 5 años en el 1-2% para el estadio IV (Midthun, 2021).

En términos preventivos, por el momento no existe ninguna prueba de cribado de cáncer de pulmón que disminuya efectivamente la mortalidad ni aumente la proporción de curaciones, por lo que no se recomienda realizar un programa de cribado general para el cáncer de pulmón, salvo que se realice selectivamente en fumadores. En tal caso, de todas las pruebas disponibles, las de imagen son las más adecuadas para este objetivo y, en particular, la tomografía axial computarizada (TAC) es la que ofrece mayor sensibilidad y especifiprovocar en otros.

Tratamiento

En el abordaje del cáncer de pulmón hay que distinguir, en primer lugar, entre el tratamiento del propio tumor y el de los síntomas que provoca el crecimiento tumoral. La terapéutica antitumoral específica depende en gran medida de la diferenciación patológica (entre adenocarcinoma, carcinoma de células escamosas y otros tipos histológicos), debido a los avances que se han producido en los últimos años en el desarrollo de fármacos eficaces frente a determinados tipos de tumores, a lo que hay que añadir la toxicidad que pueden provocar en otros. En resumen, dada su influencia en el pronóstico, es fundamental clasificar adecuadamente el cáncer de pulmón y conocer su estadio para poder tomar las decisiones terapéuticas más oportunas. Por ello, se aborda a continuación por separado el tratamiento del CPNM y del CPM, que constituyen conjuntamente el 95% de los cánceres de pulmón.

Enfoque terapéutico

Cáncer de pulmón no microcítico

El abordaje preferente en el CPNM varía notablemente en función del tipo celular5, el estadio del tumor (relacionado con el pronóstico) y la situación basal del paciente. En líneas generales, en nuestro medio existe un consenso en torno a las siguientes recomendaciones (Tabla 3) (Majem et al., 2019):

_En los estadios I y II el tratamiento inicial es la resección mediante cirugía, siempre que el paciente no tenga contraindicación médica. Las alternativas en los pacientes inoperables (irresecables) o que rechazan la cirugía son la radioterapia radical o la ablación por radiofrecuencia (SART, por sus siglas en inglés). La quimioterapia adyuvante se recomienda en el estadio II con afectación ganglionar regional.

_En el estadio III la terapia es multimodal o multidisciplinar. En el estadio IIIA resecable sin afectación N2 el tratamiento recomendado es la resección quirúrgica con quimio- terapia más radioterapia (QT/RT) adyuvante de forma previa, que ha demostrado mejorar la supervivencia de la resección aislada6. En el estadio IIIA no resecable, se debe optar por la QT/RT radical (valorando el uso adicional del agente inmunoterápico durvalumab), mientras que en el estadio IIIA con afectación N2, el tratamiento puede ser QT/RT definitiva o terapias de inducción y posterior cirugía (no se recomienda la cirugía inicial ni la terapia adyuvante). Por otra parte, en pacientes con estadio IIIB y buen estado general, el abordaje terapéutico más aceptado es la QT/RT concurrente con intención curativa (en pacientes no aptos para este tratamiento puede recurrirse al tratamiento secuencial basado en la QT seguida de la RT radical), quedando la cirugía reservada para casos muy excepcionales.

_En el estadio IV, los pacientes tienen una supervivencia muy limitada tras el diagnóstico, esencialmente determinada por su estado general y la presencia de alteraciones moleculares susceptibles de poder recurrir a una terapia dirigida. El tratamiento en este escenario incluye poliquimioterapia, inmunoterapia, terapias dirigidas (en tumores con EGFR o ALK mutados, los inhibidores de la cinasa específica constituirán la primera línea) y, en pacientes muy seleccionados, la cirugía (en casos de metástasis cerebral y/o adrenal únicas). No obstante, el manejo sistémico de la enfermedad avanzada (IIIB o IV) no suele permitir la curación y tiene por lo general una intención meramente paliativa.

Cáncer de pulmón microcítico

La mayoría –más de dos tercios– de los pacientes con CPM presenta, en el momento del diagnóstico, una enfermedad diseminada, siendo muy sensible a la quimioterapia sistémica a base de platino y etopósido, de modo que ésta es parte integral del tratamiento inicial en este tipo de tumores.

En general, las recomendaciones de tratamiento de pacientes con enfermedad en estadio limitado (IIB-IIIC) no han cambiado sustancialmente en muchos años (Dómine et al., 2020). Se tratan principalmente con una combinación de quimioterapia (platino-etopósido) y radioterapia torácica, ya que la adición de esta última modalidad terapéutica ha demostrado prolongar la supervivencia en comparación con el tratamiento aislado con QT. También se debe aplicar irradiación craneal de forma profiláctica en pacientes sin progresión, por su capacidad de disminuir la incidencia de metástasis cerebrales.

La cirugía no se emplea en esos estadios, sino que se restringe a situaciones excepcionales en las que el tumor se presenta como un nódulo pulmonar solitario sin metástasis a distancia ni afectación de los ganglios linfáticos regionales (es decir, solo se operarán pacientes en estadios precoces I-IIA); siempre continuando con una quimioterapia adyuvante con platino y etopósido.

Para los pacientes con enfermedad diseminada (estadio IV), la terapia inicial consiste en la administración de QT aislada de platino-etopósido, a la cual se ha agregado la inmunoterapia en los últimos años, aumentando de forma importante la supervivencia global y constituyendo el nuevo estándar de tratamiento recomendado. La radioterapia, incluyendo la RT craneal profiláctica y la RT torácica, puede ser beneficiosa en aquellos sujetos que presentan una respuesta completa o parcial a la QT inicial, consiguiendo prolongar la supervivencia. En segunda línea se sigue usando topotecán, así como regímenes de reinducción con platino-etopósido en pacientes con recaídas (tras ≥ 3 meses) de tumores aún quimiosensibles, pudiéndose recurrir a otras opciones de inmunoterapia en líneas más avanzadas. No obstante, en comparación con lo que ocurre en el CPNM, se requiere de un mayor esfuerzo investigador en la identificación de nuevos biomarcadores y el desarrollo de ensayos clínicos según los distintos perfiles citogenéticos.

Tratamiento farmacológico

Cáncer de pulmón nomicrocítico

Como en muchos otros tipos de tumores, la quimioterapia es parte esencial del tratamiento del CPNM. Entre los agentes quimioterápicos más usados en primera línea se encuentran los complejos de platino7 (cisplatino y carboplatino), los taxanos (paclitaxel y docetaxel), la vinorelbina, la gemcitabina, el pemetrexed y los derivados de la camptotecina (irinotecán, topotecán). La recomendación general hoy en día consiste en usar una combinación de 2 fármacos basada en platino (Tabla 4), dado que mejora la calidad de vida y prolonga la supervivencia; en diferentes meta-análisis se ha observado una mayor tasa de respuesta con las combinaciones basadas en cisplatino respecto a aquellas basadas en carboplatino. La adición de un tercer fármaco no ha demostrado conseguir beneficios en supervivencia global (SG), ni se recomienda administrar más de 4-6 ciclos de la quimioterapia de primera línea.

En ausencia de alteración molecular, la histología es un factor determinante para la elección del tratamiento. Así, por ejemplo, se han obtenido mejores resultados con la combinación cisplatino-pemetrexed en los tumores no escamosos; o la asociación de bevacizumab a quimioterapia solo se recomienda en el carcinoma no escamoso, en el que la toxicidad es inferior.

Según se ha sugerido previamente, el tratamiento estándar de primera línea para el CPNM localmente avanzado y no operable es la quimiorradiación concurrente con intención curativa. La opción inicial general suele consistir en un esquema de quimioterapia basada en 2-4 ciclos de doblete a base de complejos con platino (fundamentalmente cisplatino) y radioterapia con 60 Gy de dosis total de radiación administrada en fracciones de 1,8-2 Gy/diarios dis tribuidas en 30-33 sesiones; tal régimen preferencial se ha mantenido sin cambios durante las últimas 2 décadas. Cuando dicha opción no es posible, la quimioterapia secuencial seguida de radioterapia definitiva puede ser una alternativa válida. Estas estrategias pueden lograr el control inicial de la enfermedad y, posteriormente, debe hacerse un seguimiento activo (cada 6-12 semanas) para controlar la progresión tumoral. Se ha demostrado que otras opciones, como la quimioterapia neoadyuvante de inducción adicional o de consolidación posterior a la quimiorradiación, no mejoran los resultados de supervivencia global.

Sobre la comparativa de la elección del derivado del platino a emplear –siempre en combinación con otro fármaco de 3ª generación– se realizó una amplia revisión sistemática incluyendo datos de 10 ensayos clínicos que totalizaban 5.017 pacientes con CPNM avanzado, sin que se registrasen diferencias entre carboplatino y cisplatino en la SG (cociente de riesgos instantáneo, CRI= 1,00; IC95% 0,51-1,97), ni en la tasa de supervivencia al año (CRI= 0,98; IC95% 0,88-1,09). En términos de seguridad, cisplatino se asoció con una mayor incidencia de náuseas, vómitos o ambos (CRI= 0,46; IC95% 0,32-0,67) y el carboplatino causó más casos de trombocitopenia (CRI= 2,00; IC95% 1,37-2,91) y neurotoxicidad (CRI= 1,55; IC95% 1,06-2,27); no se vieron diferencias destacables en la incidencia de anemia grave, neutropenia o toxicidad renal (de Castria et al., 2013).

En los casos de CPNM avanzado que no haya progresado después del tratamiento de primera línea, el tratamiento de mantenimiento consigue controlar los síntomas y mejorar la supervivencia, con independencia de la histología. Para ese mantenimiento, la combinación de fármacos no ha sido superior a la monoterapia, por lo que se recomienda recurrir a la monoterapia hasta la progresión o la aparición de toxicidad.

No obstante, una mayoría (> 50%) de los pacientes progresan y desarrollan metástasis a distancia, con frecuencia cerebrales, y hasta el 40% puede experimentar una recurrencia local. La mediana de supervivencia libre de progresión (SLP) en pacientes que han recibido quimiorradioterapia es de aproximadamente 8 meses y la tasa de supervivencia a 5 años está en torno al 15%. En caso de progresión, la 2ª línea estándar de quimioterapia del CPNM avanzado puede consistir en monoterapia con taxanos, como el paclitaxel o el docetaxel, o con pemetrexed (aporta tasas de respuesta < 10% y medianas de 3 meses para la SLP y de 8 meses para la SG). En general, la asociación de 2, 3 o 4 fármacos quimioterápicos ha demostrado tener una eficacia superior a la monoterapia; en las pautas con 3 fármacos se recomienda que, además de contener platino, se incluya paclitaxel. Otros fármacos antineoplásicos utilizados en 2ª línea son la gemcitabina y la vinorelbina. Erlotinib también está indicado en el tratamiento de pacientes con CPNM localmente avanzado o metastásico tras fallo a, al menos, a un tratamiento quimioterapéutico anterior, cuando otras opciones de tratamiento no se consideran adecuadas.

Es el contexto de cáncer localmente avanzado no operable y metastásico donde se han producido los progresos farmacoterapéuticos más significativos en los últimos años, con incorporación de distintas opciones de inmunoterapia y de terapias dirigidas. Hasta un cuarto de los casos representan los subgrupos de pacientes que pueden recibir tratamientos específicos, en quienes es especialmente importante evaluar cada alternativa de acuerdo con la evidencia científica más actualizada. EGFR o ALK la elección del tratamiento depende del grado de expresión de PD-L1, de la histología del tumor y del estado funcional8 de los pacientes. En quienes tengan buen estado funcional y expresen PD-L1 ≥ 50%, con independencia de la histología escamosa o no, el tratamiento de elección es pembrolizumab en monoterapia, mientras que en pacientes con expresión de PD-L1 < 50% o desconocida dependerá del tipo de histología: si es no escamosa se prefieren esquemas que combinan pembrolizumab o atezolizumab con quimioterapia a base de platino (sobre el solo uso de quimioterapia), mientras que en casos de histología escamosa el tratamiento más utilizado en nuestro medio sigue siendo la quimioterapia con dobletes de platino (AEMPS, 2022).

En relación con mutaciones específicas del tumor, no existe un enfoque establecido para la inhibición específica de la señalización de KRAS. La mayor utilidad de las alteraciones del gen KRAS puede ser excluir la presencia de otras alteraciones, ya que dichas mutaciones se producen generalmente de una manera mutuamente excluyente con otras alteraciones oncogénicas como las mutaciones de EGFR y los reordenamientos de ALK. En este sentido, las recomendaciones actuales no obligan a realizar la prueba para detectar mutaciones de KRAS.

Como se indica en la Tabla 5, en aquellos pacientes en que se identifican por técnicas genéticas mutaciones activadoras de EGFR (exones 19 o 21) o de ALK (asociada o no a mutación de ROS1), la terapia de primera línea recomendada por las principales guías de práctica clínica (Majem et al., 2019) son los inhibidores específicos para cada tipo de tirosina cinasa, que han demostrado un beneficio clínico superior en términos de supervivencia a los regímenes basados en platino, además de aportar como ventajas su administración por vía oral (aunque diaria) y un perfil de toxicidad más tolerable que la quimioterapia convencional.

Hasta ahora hay varios inhibidores de tirosina cinasas (TKI) disponibles en España para tratar el CPNM, concretamente cuatro inhibidores de EGFR (EGFR-TKI: afatinib9, erlotinib, gefitinib y osimertinib) y otros cinco dirigidos específicamente a formas mutantes de ALK (ALK-TKI: alectinib, brigatinib, ceritinib, crizotinib, y lorlatinib). También tienen indicación en CPNM metastásico la combinación de trametinib/dabrafenib (inhibidores de MEK y BRAF cinasas, respectivamente) y el nindetanib (inhibidor de múltiples tirosina cinasas).

Es preciso subrayar que la determinación de la mutación genética oncogénica concreta ha demostrado ser determinante para optimizar la respuesta terapéutica a los TKI en los pacientes con CPNM. Así, por ejemplo, en pacientes con reordenamiento de ALK el tratamiento con inhibidores de tirosina cinasa EGFR no es eficaz; de forma similar, las tasas de respuesta objetiva (TRO) son bastante discretas con el uso de TKI-EGFR específicos en pacientes sin selección de mutaciones oncogénicas (TRO < 10%, con medianas de SLP de poco más de 2 meses y de SG de unos 7 meses). Pero cuando se emplean como primera línea en pacientes seleccionados con mutación sensibilizadora en el dominio tirosina cinasa del EGFR y en ausencia de mutaciones de K-RAS, se llegan a alcanzar TRO superiores al 50% y medianas de SLP de > 9-13 meses. A modo de ejemplo, en esos pacientes afatinib se mostró capaz de retrasar globalmente en una mediana de 5,5 meses la progresión tumoral en comparación con la quimioterapia estándar; se observó que aquellos con genotipo tumoral Del-19 en el gen EGFR responden metelios. Los eventos adversos asociados al tratamiento son frecuentes y relativamente graves; entre ellos, los más relevantes y de mayor severidad son: diarrea, alteraciones en las uñas, esto- matitis, exantema, anorexia, vómitos, fatiga, dermatitis acneiforme y náusea.

Una mención aparte –por su diferente naturaleza– merece aquí cetuximab (aprobado en 2007) que es un anticuerpo monoclonal quimérico cuya diana específica es el receptor EGFR, al que se une con una afinidad 5-10 veces superior a la de los ligandos endógenos. Por consiguiente, bloquea la unión de los ligandos endógenos al EGFR, provocando la inhibición de la función del receptor y su internalización, lo que puede conllevar una disminución de la presencia de los receptores en la superficie celular. Asimismo, dirige a las células efectoras inmunitarias citotóxicas hacia las células tumorales que expresan EGFR (citotoxicidad mediada por células dependiente de anticuerpo, ADCC). En una amplia revisión, que incluyó datos de 2.018 pacientes provenientes de 4 ensayos clínicos, se encontró que la adición de cetuximab al tratamiento quimioterápico estándar en 1ª línea del CPNM avanzado prolongó el tiempo de supervivencia de los pacientes en alrededor de 1,5 meses y postergó la progresión del cáncer en alrededor de 0,5 meses. Un año después del tratamiento, el 45% de los pacientes que recibieron tratamiento estándar más cetuximab y el 40% de los pacientes que recibieron tratamiento estándar solo todavía estaban vivos (Yang et al., 2014). Sin embargo, la magnitud del beneficio y los efectos dudosos de cetuximab en la calidad de vida de los pacientes han hecho que no se haya autorizado esa indicación en la UE.

Cáncer de pulmón microcítico

Tanto los pacientes con enfermedad localizada como diseminada son candidatos para recibir quimioterapia como primera opción terapéutica, teniendo en consideración que estos tumores son muy sensibles a la quimioterapia y la radioterapia. Entre los agentes activos más usados se encuentran los complejos de platino, podofilotoxinas, derivados de la camptotecina, agentes alquilantes, antraciclinas, taxanos y vincristina. La asociación de 2, 3 o 4 fármacos quimioterápicos ha demostrado tener una eficacia superior a la monoterapia (en la que se han usado algunos como docetaxel, vinorelbina, gemcitabina y topotecán).

Los regímenes de quimioterapia con platino presentan una mayor efectividad que los que no incluyen este agente, habiendo demostrado reducciones de la mortalidad de entre 6 y 12 meses según el tipo de combinación. Por ello, como opción preferente se suele optar por una combinación de cisplatino y etopósido, que suele administrarse en ciclos de 3 semanas con cisplatino en el día 1 a la dosis de 80 mg/m2 y etopósido los días 1, 2 y 3 a la dosis de 100 mg/m2/día. También se pueden valorar combinaciones de cisplatino con vinorelbina, gemcitabina, docetaxel o pemetrexed, así como recurrir a combinaciones de carboplatino con paclitaxel, ocasionalmente con bavacizumab. En las pautas con 3 fár- macos se recomienda que, además de contener platino, se incluya paclitaxel. En segunda línea se valora el uso de topotecán (1,5 mg/m2 los días 1 al 5, en ciclos de 3 semanas), así como regímenes de reinducción con platino-etopósido en casos quimiosensibles con recaídas (Dómine et al., 2020).

Entre las opciones de inmunoterapia, hasta hace poco solo se disponía de atezolizumab, el cual se ha aprobado por vía intravenosa, en combinación con carboplatino y etopósido, para el tratamiento de primera línea de adultos con CPM en estadio extendido. Se trata de un anticuerpo monoclonal humanizado de tipo IgG1 que se une directamente a PD-L1 y proporciona un bloqueo doble de los receptores PD-1 y B7.1 (CD80), generando la inhibición mediada por PD-L1/PD-1 de la respuesta inmunitaria; así, se reactiva la respuesta antitumoral sin inducir la citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos. A diferencia de nivolumab y pembrolizumab (dirigidos contra el receptor PD-1), atezolizumab conserva la interacción PD-L2/PD-1 y permite que persistan las señales inhibitorias que media, siendo una ventaja potencial que puede reducir la autoinmunidad.

En un ensayo pivotal de fase 1-3 (Mpower133, N= 403), doble ciego, comparado por placebo, aleatorizado y multicéntrico, la asociación de atezolizumab a carboplatino+etopósido en pacientes con CPM en estadio extendido y naïve para la quimioterapia, este monoclonal demostró un beneficio significativo en supervivencia frente al solo uso de carboplatino+etopósido: prolongó en 2 meses la mediana de SG (12,3 vs. 10,3 meses) y más de la mitad de los pacientes estaban vivos tras 12 meses (51,9% vs. 39,0%). Sin aumentar la TRO (situada en el 60%), también mejoró la mediana de SLP en un mes (mediana de 5,2 vs. 4,3 meses con solo quimioterapia).

Junto con atezolizumab, y compartiendo mecanismo de acción con él, durvalumab –del que se hablará en el siguiente apartado– ha sido autorizado por vía intravenosa para el tratamiento de primera línea en combinación con etopósido y carboplatino o cisplatino de adultos con CPM en estadio extendido y conforma una alternativa del nuevo estándar de tratamiento en pacientes con buen estado funcional (Figura 2).

Progreso y últimos avances farmacoterapéuticos

Como se ha venido apuntando, y a pesar de que los agentes quimioterápicos “clásicos” tienen aún un gran papel en la terapéutica de cáncer de pulmón, las proteínas tirosina cinasas se han convertido en las últimas dos décadas en dianas farmacológicas de primera línea, como también en multitud de otros tipos de cáncer y en indicaciones terapéuticas no cancerosas. Los inhibidores de tales dominios enzimáticos en diversos receptores ejercen su acción antitumoral mediante la atenuación de los procesos de crecimiento celular neoplásico (mediados por la fosforilación de otras proteínas señalizadoras), incluyendo, entre otros, la proliferación celular incontrolada, la migración celular, la invasión del estroma, la angiogénesis y la resistencia a la apoptosis.

Así, por ejemplo, los inhibidores potentes (en términos de actividad y afinidad), selectivos e irreversibles de las cinasas ligadas al receptor EGFR se han erigido como tratamientos de referencia en monoterapia de adultos con cáncer de pulmón no microcítico localmente avanzado o metastásico con mutaciones en EGFR. Los EG-FR-TKI de 1ª o 2ª generación (afatinib, erlotinib, gefitinib) se consideraban de primera elección para pacientes con mutaciones activadoras en EGFR, ofreciendo tasas de respuesta del 60-70% y medianas de SLP de 9 a 14 meses. Sin embargo, en aquellos pacientes con CPNM que progresan tras ese primer tratamiento, las tasas de supervivencia son muy bajas, con una mediana de SG de 1 a 2 años. Aunque hasta en un 30% de los casos las causas de la progresión son desconocidas, otros muchos son debidos a mecanismos de resistencia neoplásica, entre los que destaca por su frecuencia (cercana a un 60%) la aparición de una nueva mutación de resistencia, que la mayoría de las veces es la T790M.

Si consideramos el último lustro (2016- 2021) como periodo para describir las más recientes innovaciones farmacológicas, en el grupo de los EGFR-TKI se ha incorporado osimertinib (Tagrisso®): un fármaco que inhibe con especificidad las formas del EGFR que albergan determinadas mutaciones sensibilizantes del receptor. Así, ha sido autorizado para el tratamiento de primera línea por vía oral de pacientes adultos con CPNM localmente avanzado o metastásico con mutaciones activadoras del gen EGFR y, como principal novedad terapéutica, también para aquellos pacientes con tumores que expresan la mutación T790M en EGFR, asociada con la resistencia a otros inhibidores de tirosina cinasas.

Su autorización inicial frente a ese subtipo de tumores avanzados/metastásicos resistentes a otros EGFR-TKI se sustentó en los datos clínicos procedentes de tres ensayos abiertos, dos de fase 2 y uno de fase 3 (AURA3), en los cuales osimertinib en monoterapia mostró una mejora estadística y clínicamente significativa en términos de SLP (variable primaria), cuya mediana se prolongó en 5,7 meses según los investigadores respecto a los registros obtenidos con quimioterapia estándar a base de platino –cisplatino o carboplatino– y pemetrexed (10,1 vs. 4,4 meses); el aumento de SLP fue incluso mayor –6,8 meses– según la evaluación por un comité central independiente (11,0 vs. 4,2), si bien los datos de SG eran inmaduros. Otro aspecto interesante es su relevante actividad antitumoral en pacientes con metástasis en el sistema nervioso central, que alcanzaba tasas de respuesta del 70% (frente al 31% con quimioterapia).

Adicionalmente, en base a los resultados del estudio de fase 3 FLAURA, la monoterapia con osimertinib se probó superior a gefitinib/erlotinib en pacientes adultos con CPNM localmente avanzado o metastásico con mutaciones activadoras del EGFR y naïve a fármacos EGFR-TKI, con una ganancia en la mediana de SLP de 8,7 meses y una reducción del riesgo de progresión o muerte del 54%. El beneficio fue consistente en los diferentes subgrupos estudiados, incluyendo los pacientes con y sin metástasis cerebrales10 no sintomáticas al inicio del tratamiento.

Desde el punto de vista de la seguridad, el perfil de osimertinib es el esperado para un EGFR-TKI, con un porcentaje de eventos adversos graves similar a gefitinib/erlotinib, pero favo- rable frente a ellos en cuanto a eventos de grado ≥ 3 y a la tasa de suspensiones de tratamiento. Los efectos adversos más frecuentes con osimertinib en comparación con gefitinib/erloti- nib fueron: estomatitis, disminución del apetito, disnea, pirexia, efectos cardiacos, neumonitis y prolongación del intervalo QT del ECG. En resumen, su IPT (AEMPS, 2019a) lo considera como tratamiento preferente entre las opciones del grupo para pacientes con tumores EGFR+ no pretratados, buen estado funcional y expectativa de supervivencia de ≥ 3 meses, aunque subraya que aún se debe determinar la mejor secuencia de tratamientos toda vez que se disponga de datos del cruce entre tratamientos.

Estrechamente relacionado desde el punto de vista farmacológico –no tanto estructural (Figura 3)– con el anterior, dacomitinib (Vizimpro®) es otro inhibidor universal, selectivo, irreversible y competitivo con el ATP, del dominio tirosina cinasa del receptor EGFR/HER1, pero también de HER2 y HER4, con actividad contra el EGFR mutado con deleciones en el exón 19 o la sustitución L858R en el exón 21. Comercializado por primera vez en España en 2020, ha sido autorizado, en monoterapia por vía oral, para el tratamiento diario de primera línea de pacientes adultos con CPNM localmente avanzado o metastásico con mutaciones activadoras de EGFR.

En el ensayo pivotal de fase 3 y multicéntrico (ARCHER-1050; N= 452), el tratamiento con dacomitinib a la dosis diaria autorizada demostró una capacidad de prolongar en 5,5 meses la mediana de SLP frente al comparador activo gefitinib (14,7 vs. 9,2 meses), beneficio que se observa a partir del 6º mes de tratamiento. Sin diferencias destacables en la tasa de respuesta (75% vs. 72%), el nuevo fármaco también aporta mejoras en la mediana de duración de la respuesta (14,8 vs. 8,3 meses) y en el tiempo hasta el fallo del tratamiento (11,1 vs. 9,2 meses), lo cual se traduce en un aumento significativo de la SG, con una prolongación de la mediana de 7,3 meses (34,1 vs. 26,8 meses con gefitinib; p < 0,05), si bien estos resultados se consideran exploratorios. Su eficacia se mostró consistente en todos los subgrupos de pacientes con independencia de la edad (salvo > 75 años), el sexo, el hábito tabáquico, el tipo de mutación de EGFR o el estado funcional; la excepción de los pacientes de raza no asiática, en que no se verificó mejora de SLP, es considerado por la EMA como un hallazgo debido al azar. Además, un estudio de soporte de un solo brazo corroboró los resultados. El perfil de seguridad con gefitinib es importante (aumento de la diarrea y de toxicidades cutáneas), pero clínicamente manejable, en línea con lo esperado por los resultados de seguridad de afatinib, otro EGFR-TKI de 2ª generación. Casi todos los pacientes reportan algún evento adverso durante el tratamiento (de grado 3-4 en más de la mitad), destacando por su frecuencia las reacciones adversas del tracto gastrointestinal (diarrea y estomatitis), de la piel (dermatitis, sequedad, rash o prurito), de las uñas (paroniquia) y una reducción del apetito. La tasa de eventos adversos graves relacionados con dacomitinib alcanzó el 7% (sobre todo, diarrea, enfermedad pulmonar intersticial, dermatitis cutánea y reducción del apetito), lo cual se asocia con una tasa de discontinuación permanente por toxicidad de hasta el 10%; también notable es la proporción de pacientes que requiere reducciones de dosis (52%).

El retraso en la progresión del tumor que aporta dacomitinib se considera clínicamente relevante, especialmente por demostrarlo frente a gefitinib, un fármaco comúnmente empleado en la práctica clínica en primera línea de CPNM avanzado o metastásico con mutaciones de EGFR. A pesar de un peor perfil de seguridad, éste se considera manejable, y los aspectos de eficacia pueden convertirlo en una alternativa interesante (a afatinib, erlotinib y gefitinib) para el tratamiento de pacientes no pretratados. Sin embargo, no implica novedad mecanística ni es una opción curativa, y los más favorables resultados clínicos divulgados para osimertinib en este escenario sugieren que dacomitinib no será la opción preferente en la mayoría de pacientes, por lo que no parece aportar una innovación sustancial (Fernández-Moriano, 2020a).

Por otro lado, crizotinib11 fue el primer fármaco en estar disponible en la UE para el tratamiento de la subpoblación de pacientes con CPNM avanzado/ metastásico y mutaciones activadoras de ALK, en base a los resultados de dos estudios de un solo brazo en que demostró una mayor prolongación de la SLP en comparación con los regímenes estándar basados en platino. Después se autorizó otro ALK-TKI de 2ª generación: ceritinib. Y, más recientemente, se han incorporado a este grupo tres nuevos fármacos en el último lustro (Figura 4): alectinib (Alecensa®), brigatinib (Alunbrig®) y lorlatinib (Lorviqua®). Los dos primeros también se consideran fármacos de 2ª generación, mientras que lorlatinib se reconoce como el primer ALK-TKI de 3ª generación.

Alectinib es un inhibidor específico y selectivo de la tirosina cinasa de ALK y sus variantes oncogénicas EML-ALK y NPM-ALK, así como del receptor del
factor neurotrófico derivado de células gliales (RET), que ha sido autorizado para el tratamiento por vía oral en monoterapia de pacientes adultos con CPNM positivo para ALK, tanto en primera línea como en pacientes pretratados con crizotinib. Es preciso subrayar que los fracasos terapéuticos y la progresión del tumor a metástasis cerebrales son comunes a pesar del uso de crizotinib. Con una incidencia de eventos adversos superponible, los datos clínicos confirmaron una superioridad de alectinib sobre el cri- zotinib en pacientes naïve, incluyendo aquellos con metástasis cerebrales, así como sobre la quimioterapia estándar en pacientes refractarios a una prime- ra línea de crizotinib (Cuéllar, 2018).

En su desarrollo no se vieron mejorías en las tasas de respuesta, pero la monoterapia con alectinib indujo, frente al tratamiento con crizotinib, una ganancia en la mediana de SLP según evaluación por comité independiente de 15,3 meses y una reducción del riesgo de progresión o muerte del 50% en los pacientes respondedores; también destaca una reducción del 84% del riesgo de que el tumor crezca o se disemine al SNC comparado con crizotinib. Las reacciones adversas más frecuentes en el grupo de alectinib (vs. crizotinib) fueron: aumento de la bilirrubina en sangre, aumento de peso, anemia y mialgia; pero su perfil puede considerarse favorable frente a crizotinib en cuanto a eventos adversos no graves como náuseas, diarrea y vómitos. En base a lo anterior y con la evidencia en la mano (las comparaciones indirectas ajustadas también sugieren su superioridad), alectinib se puede considerar como tratamiento preferente sobre crizotinib –hasta progresión o toxicidad inaceptable– para pacientes naïve con CPNM avanzado positivo para ALK, con buen estado funcional y una expectativa de supervivencia de al menos 3 meses.

En un mismo contexto terapéutico se ha incorporado en el último año 2021 brigatinib, un nuevo inhibidor selectivo frente a las tirosina cinasas ALK, del oncogén C-ROS1 y del receptor 1 del factor insulínico de crecimiento (IGF-1R), que bloquea las vías de señalización descendentes e induce la muerte de la célula tumoral. Ha sido autorizado, en monoterapia, para el tratamiento por vía oral de pacientes adultos con CPNM avanzado ALK+ que no han sido pretratados con un ALK-TKI o bien que han recibido previamente una línea de crizotinib. No parece aportar ninguna novedad en el plano mecanístico ni incorpora ningún aspecto de mejora terapéutica sobre otras opciones disponibles, siendo su potencial utilidad en la práctica clínica similar a las de otros fármacos ya autorizados (Fernández-Moriano, 2021a).

Los datos que sustentan su autorización en 2ª línea en pacientes que progresan o no toleran crizotinib derivan de un ensayo aleatorizado y abierto de fase 2 (N= 222), de un solo brazo, en que la pauta autorizada del fármaco ha demostrado una TRO del 56%, una mediana de SLP de 15,6 meses y una mediana de duración de la respuesta de 13,8 meses, mientras que los datos de SG –no considerados maduros– sugieren una mediana de 34 meses; además, la TRO intracraneal alcanzó el 67% y la mediana de SLP intracraneal, los 18 meses. No se dispone de comparaciones directas con ceritinib ni con alectinib en esa indicación y, aunque los resultados de eficacia con el nuevo fármaco parecen mejores, brigatinib puede considerarse por ahora una alternativa de tratamiento comparable a las anteriores; se requieren futuros estudios para establecer la mejor secuencia terapéutica.

La aprobación de su uso en 1ª línea en pacientes sin tratamiento previo con un ALK-TKI derivó de los datos de un ensayo pivotal abierto de fase 3 (N= 275), en que el tratamiento con bri- gatinib prolongó 13 meses la mediana de SLP frente a crizotinib (de 11 a 24 meses) y mejoró la TRO (74% vs. 62%); no se tienen todavía datos maduros favorables al nuevo fármaco en términos de SG. Su eficacia se corroboró a nivel del SNC: reducción del riesgo de progresión tumoral intracraneal del 70% y una TRO intracraneal triplicada (78% vs. 26%). En esta indicación tampoco se dispone de comparaciones directas frente a ceritinib o alectinib, si bien se ha postulado que brigatinib aportaría un beneficio similar a alectinib (considerado el tratamiento de elección en 1ª línea), y se posiciona como una opción preferente alternativa a éste.

Desde el punto de vista de la seguridad, brigatinib tiene una toxicidad importante que puede afectar a la calidad de vida (más de la mitad de los pacientes reporta algún evento adverso grave relacionado con el tratamiento), pero manejable clínicamente. Su perfil toxicológico es consistente tanto para su uso en 1ª como en 2ª línea, y se caracteriza por efectos gastrointestinales, tos, aumento de niveles plasmáticos de creatinífosfocinasa y de enzimas hepáticas, cefalea, fatiga y disnea; o sea, en línea con lo descrito para otros inhibidores de ALK de 2ª generación. La hipertensión y los eventos pulmonares tempranos (enfermedad intersticial/neumonitis) parecen los aspectos exclusivos de brigatinib a tener en cuenta.

A pesar de todo lo anterior, la resistencia relativamente frecuente del CPNM avanzado/metastásico ALK+ a este tipo de fármacos sigue representando un reto terapéutico, consecuencia de la aparición de varias mutaciones de resistencia de dominios de ALK (las que más comúnmente aparecen tras el tratamiento con ceritinib y alectinib son, respectivamente, las mutaciones sin sentido G1202R e I1171T) o la activación de mecanismos de bypass. En pacientes que han progresado tras una 1ª o 2ª línea con un ALK-TKI, solo parece quedar la opción del tratamiento paliativo con quimioterapia, con modestos resultados esperables: no se han publicado datos clínicos de su eficacia antitumoral en esta situación, siendo la mejor aproximación algunos estudios con pacientes pre-tratados con crizotinib y un doblete a base de platino, que han revelado tasas de respuesta del 7-11% y mediana de SLP de 1,4-1,6 meses, con escaso efecto sobre las metástasis intracraneales. Por tanto, habida cuenta de que no existía ningún tratamiento aprobado con eficacia demostrada, los pacientes con CPNM ALK+ avanzado/metastásico pre-tratados y refractarios a uno o más ALK-TKI de 2ª generación representaban una necesidad médica no cubierta, frente a la cual se necesitan fármacos que superen los mecanismos de resistencia e impacten positivamente en las tasas de respuesta, supervivencia y actividad intracraneal.

En dicho contexto se aprobó y comercializó recientemente lorlatinib (2021), específicamente para el tratamiento por vía oral, en monoterapia, de pacientes adultos con CPNM avanzado y positivo para ALK cuya enfermedad ha progresado tras recibir alectinib o ceritinib como primer ALK-TKI, o bien con crizotinib y al menos otro ALK-TKI. Se trata de un fármaco de 3ª generación que ha mostrado un amplio espectro de inhibición de formas mutantes de ALK (y de C-ROS1) y capacidad de penetrar en el SNC, ejerciendo una eficacia antitumoral global e intracraneal clínicamente relevantes, con una respuesta rápida, profunda y duradera.

Su autorización se apoyó en los resultados de un ensayo pivotal de fase 1/2, de un solo brazo, no aleatorizado ni controlado, que incluyó pacientes adultos con CPNM y afectación tumoral del SNC asintomática. En el conjunto de pacientes con ≥ 1 línea previa con un ALK-TKI de 2ª generación (N= 139), el tratamiento con lorlatinib mantenido hasta toxicidad inaceptable o progresión de la enfermedad indujo una TRO global del 39,6%, que a nivel intracraneal ascendió hasta el 56,1% (mayor que la respuesta extracraneal, del 36,7%). El efecto antitumoral fue rápido (mediana de tiempo hasta respuesta de 1,4 meses) y duradero (mediana de duración de la respuesta de 9,6 meses), lo que permitió alcanzar una SLP de 6,6 meses, siendo la mediana de SG de 20,7 meses. El beneficio fue consistente e independiente de la edad, el género, la raza o el estado funcional basal, e implicó una mejora significativa de la calidad de vida reportada por los pacientes. Además, se trata de un fármaco relativamente bien tolerado, con un perfil de toxicidad manejable y en línea con los descritos para otros ALK-TKI: se caracteriza por una alta incidencia eventos adversos, pero en su mayoría leves-moderados, entre los que sobresalen por su mayor frecuencia la hipercolesterolemia (84%), hipertrigliceridemia (67%), edema (55%), neuropatía periférica (48%) y alteraciones cognitivas (29%). Entre los eventos adversos de grado ≥ 3 destacan: hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia. Las reducciones de dosis fueron necesarias en un 23% de los pacientes, pero la tasa de discontinuación por eventos adversos asociados al fármaco fue baja (3%, sobre todo por efectos cognitivos).

Aunque con una estructura cíclica única entre los ALK-TKI, lorlatinib no aporta un grado de innovación destacable en el plano mecanístico ni supone una opción curativa. Se posicionará como una alternativa interesante en 2ª línea o posteriores de farmacoterapia, puesto que ningún fármaco tiene autorizada exactamente la misma indicación; incluso los ALK-TKI de 2ª generación difieren en sus condiciones de uso. Las principales guías clínicas europeas (Planchard et al., 2018) lo consideran como uno de los tratamientos de elección tras la progresión a un ALK-TKI de 2ª generación (alectinib o ceritinib). En esa indicación solo beneficiaría a una pequeña proporción de pacientes12 y no supondría una modificación sustancial de la terapéutica estándar (Fernández-Moriano, 2021b).

Un mayor avance representa, precisamente, el beneficio constatado para su uso en 1ª línea en CNMP avanzado/metastásico ALK+, y que a inicios del año 2022 ha recibido la opinión positiva por parte del CHMP (Comité de Medicamentos de Uso Humano) de la EMA. Tal decisión se ha basado en los resultados derivados del análisis intermedio del ensayo pivotal de fase 3 CROWN (N= 296), aleatorizado, abierto y de brazos paralelos, el cual evaluó el uso de lorlatinib en monoterapia frente a crizotinib en adultos naïve a tratamientos sistémicos, con buen estado funcional y confirmación citogenética de mutación de ALK. El nuevo fármaco aumentó hasta el 78% la proporción de pacientes que estaban vivos sin progresión de la enfermedad a los 12 meses, frente al 39% en el brazo de crizotinib; o sea, redujo en un 72% el riesgo de progresión o muerte por cáncer. También indujo una TRO significativamente superior en el conjunto de pacientes con metástasis (76% vs. 58%), más notable si solo se consideraban aquellos con metástasis cerebrales (82% vs. 23%), entre quienes lorlatinib se asoció con un 71% de respuestas intracraneales completas (Shaw et al., 2020). De nuevo, se vio que con su uso en 1ª línea los eventos adversos más comunes eran la hiperlipidemia, edema, aumento de peso, neuropatía periférica y alteraciones cognitivas, pero con una tasa de discontinuaciones por problema de seguridad menor que con crizotinib (7% vs. 9%).

Por otra parte, es preciso recordar que también ha recibido indicación –en 2019– en CPNM metastásico la combinación de trametinib (Mekinist®) con dabrafenib (Tafinlar®), que ya tenía uso activo en el abordaje de casos de melanoma. Se trata de una asociación de un fármaco inhibidor de cinasas RAF (incluida BRAF), el dabrafenib, y otro inhibidor alostérico, reversible y altamente selectivo de las cinasas MEK1 y MEK2, el trametinib (Figura 5). Habida cuenta de que las mutaciones oncogénicas en BRAF conducen a la activación constitutiva de la vía RAS/RAF/MEK/ERK (MAP cinasas), y favorecen el crecimiento y la proliferación tumoral, la combinación de estos inhibidores de cinasas proporciona una doble inhibición de enzimas de la misma vía, MEK y RAF, que presenta la ventaja de que permite superar la posible resistencia tumoral a la monoterapia con inhibidores de BRAF13.

Un pequeño estudio de fase 2, abierto, no aleatorizado y de un único brazo (BRF113928; N= 57, divididos en 3 cohortes), reveló que en pacientes con CPNM avanzado con mutación V600 del gen BRAF, buen estado funcional (ECOG 0-2) y pre-tratados con entre 2 y 4 líneas, la tasa de respuesta con
la combinación fue del 63,2% (prácticamente en su totalidad fueron respuestas parciales). Usada en 2ª o posteriores líneas, la nueva terapia permitió que la mediana de SLP fuera de 9,7 meses y la de SG de 18,2 meses. Cuando se empleó en pacientes naïve, dabrafenib-trametinib en 1ª línea permitió alcanzar una TRG del 64%, con medianas de SLP de 10,9 meses y de SG de 24,6 meses. Sin embargo, la ausencia de datos comparativos tanto con primeras como con subsiguientes líneas de terapia actualmente utilizadas en este grupo de pacientes con mutación BRAF y la falta de evidencia de un beneficio relevante en SG de un estudio de cohortes, unidos al hecho de que el significado pronóstico en supervivencia de la mutación de BRAF no está del todo claro, hacen que los datos carezcan de la certidumbre necesaria como para constatar una superioridad clínica relevante sobre las terapias actuales.

Las conclusiones sobre la seguridad de la combinación también se ven limitadas por el bajo número de pacientes con CPNM incluidos en el ensayo pivotal, aunque parece que su perfil toxicológico es similar al descrito en los estudios de pacientes con melanoma, siendo los eventos adversos más frecuentes: pirexia, náuseas, vómitos, diarrea y sequedad de la piel. Más de la mitad de los pacientes (56%) presenta algún evento adverso, y hasta un 22% suspendió el tratamiento cuando se usaba en 1ª línea (esa proporción se reducía al 12% en 2ª línea o posterior). La asociación dabrafenib-trametinib puede reducir la incidencia de carcinoma cutáneo de células escamosas. En definitiva, el IPT de la AEMPS concluye que dabrafenib y trametinib podrían ser de elección en pacientes cuando las terapias que han demostrado mejoras en SG frente a un brazo control (quimioterapia basada en platino, inmunoterapia y combinaciones de ambos) no se puedan recibir o hayan fracasado. Persisten incertidumbres sobre su efecto en pacientes con metástasis cerebrales activas, con peor estado funcional (ECOG > 2), con riesgo cardiovascular elevado, antecedentes de oclusión venosa retiniana o enfermedad pulmonar intersticial (AEMPS, 2019b).

Dentro del creciente arsenal de inmunoterapia, en el abordaje del cáncer de pulmón no microcítico también ha habido avances en el último lustro, que vienen a sumarse a los fármacos pembrolizumab (agente anti-PD1), y los antiangiogénicos bevacizumab (anti-VEGF) y ramucirumab (anti-VEGF-R214), que estaban disponibles previamente. Este último no ofrece ventajas relevantes sobre los agentes que bloquean la vía de PD-1/PD-L1, por lo que su uso en la práctica se limita prácticamente a su combinación con erlotinib en el tratamiento de primera línea del CPNM metastásico EGFR+, como alternativa al gold standard osimertinib (véase Tabla 5).

Continúa la tabla aquí

En pacientes no pre-tratados con CPNM metastásico con fuerte expresión de PD-L1, pembrolizumab (Keytruda®) en monoterapia consiguió una mejora de 4,3 meses en la SLP frente a la quimioterapia estándar (reducción del riesgo de progresión o muerte del 50%) y una TRG del 45%. El beneficio en SG también fue estadísticamente significativo, disminuyendo el riesgo de muerte por cualquier causa en un 37%, con un mejor perfil de seguridad: la incidencia de eventos adversos graves (grado 3-5) fue inferior en el brazo de pembrolizumab que en el de quimioterapia (27% vs. 53%). De forma similar, la combinación de pembrolizumab con pemetrexed y quimioterapia basada en platino en pacientes con CPNM metastásico no tratados previamente, investigada en el ensayo pivotal de fase 3 KEYNOTE-189, indujo un beneficio estadísticamente significativo en SG frente a la quimioterapia (HR: 0,49) con independencia de los niveles de expresión de PD-L1, no alcanzándose la mediana tras 11 meses; además, se verificó una mejora de 3,9 meses en la SLP (HR= 0,52) y una TRO del 48% (vs. 19% si solo se usa quimioterapia basada en platino), si bien con un peor perfil de seguridad que la quimioterapia sola.

Farmacológicamente muy próximo, nivolumab (Opdivo®) es otro anticuerpo monoclonal humano de tipo IgG4 que se une al receptor de muerte programada 1 (PD-1) y bloquea su interacción con PD-L1 y PD-L2 (expresados en las células presentadoras de antígenos), favoreciendo la regulación positiva de la actividad de los linfocitos T en la respuesta antitumoral. Fue inicialmen- te aprobado (2016) para el tratamiento en monoterapia, por vía intravenosa, de pacientes adultos con CPNM localmente avanzado o metastásico después de quimioterapia previa. En pacientes con tumores de histología no escamosa y sin mutaciones espe- cíficas (de EGFR o ALK) que guiaran al uso de fármacos dirigidos, demostró la capacidad de aumentar la SG frente a la quimioterapia con docetaxel (terapia estándar tras la progresión posterior a una 1ª línea basada en un doblete de platino): prolongó la mediana en 2,8 meses (12,2 vs. 9,4 meses con doceta- xel) y la tasa de SG a los 12 meses hasta el 51% (vs. 39%). El aumento de super- vivencia era claro y muy relevante en pacientes que expresan el marcador PD-L1, superando los 8 meses de bene- ficio, si bien el punto de corte óptimo no se ha determinado aún. En pacientes con expresión de PD-L1 reducida (< 1%) o nula no se confirma, en cambio, ningún beneficio en supervivencia, pudiendo ser los resultados incluso desfavorables en pacientes con peor pronóstico15, por lo que parece recomendable determinar la expresión de PD-L1 en los pacientes candidatos al tratamiento con nivolumab. En cuanto a seguridad y tolerabilidad, los datos de nivolumab son claramente favorables si se compara con la quimio- terapia de referencia (docetaxel), con independencia del nivel de expresión de PD-L1.

Más recientemente, nivolumab se ha autorizado en combinación con ipilimumab (Yervoy®) –un anticuerpo monoclonal inhibidor del punto de control inmunológico CTLA-416– y 2 ciclos de quimioterapia basada en platino para el tratamiento de 1ª línea del CPNM metastásico en adultos con tumores sin mutaciones sensibilizantes de EGFR o ALK. El doble bloqueo de PD-1 y CTLA-4, que ya había mostrado una actividad antitumoral sinérgica en otros tipos de cáncer, evidenció que su asociación a quimioterapia prolon- ga notablemente la supervivencia en comparación con el uso exclusivo de 4 ciclos de quimioterapia: la mediana de SG aumentó en 4,7 meses (15,6 vs. 10,9 meses), lo que suponía una reducción de un 34% del riesgo de muerte, con resultados también favorables al brazo de inmunoquimioterapia en términos de SLP (mediana 6,7 vs. 4,9 meses), TRO (37% vs. 25%) y duración de res- puesta (11,3 vs. 5,6 meses).

La combinación nivolumab/ipilimumab/quimioterapia se acompaña de un peor perfil de seguridad que la quimioterapia sola, especialmente en lo referente a la frecuencia de eventos adversos graves (grado 3-4) relacionados con el tratamiento (25% vs. 15%), o las suspensiones por motivos de seguridad (28% vs. 17%); destaca por su frecuencia la neutropenia, la anemia, la diarrea y la elevación de lipasa.

Sin haberse determinado el beneficio de mantener ese tratamiento combinado más allá de la progresión radiológica o clínica, pembrolizumab en monoterapia se mantendría como opción preferente en pacientes con expresión de PD-L1 ≥ 50%, excepto en pacientes con rápida progresión o extensión de la enfermedad, en quienes se puede considerar la combinación de la quimioterapia convencional basada en platino con inmunoterapia (atezolizumab, pembrolizumab o nivolumab en combinación con ipilimumab) (AEMPS, 2022).

Como se ha indicado anteriormente, los únicos agentes inmunoterápicos que tienen autorizado su uso frente a los dos tipos principales de cáncer de pulmón (microcítico y no microcítico) son atezolizumab y durvalumab, comercializados por primera vez en España en 2018 y 2020, respectivamente. Se diferencian de otros anticuerpos monoclonales usados en cáncer de pulmón por que actúan sobre la vía PD-1/PD-L1 (los anti-PD-1 nivolumab y pembrolizumab) en que se unen a PD-L1 (ligando de PD-1) y bloquean de manera selectiva su interacción con PD-1 y CD80 (B7.1): si bien no inducen citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos, el bloqueo selectivo de las citadas interacciones potencia las respuestas inmunitarias antitumorales e incrementa la activación de las células T. No obstante, tienen la ventaja potencial de conservar la interacción de PD-L2 con PD-1 y las consecuentes señales inhibitorias, lo cual puede minimizar la autoinmunidad.

El primero de ellos, atezolizumab (Tecentriq®), es un anticuerpo monoclonal humanizado de tipo IgG1 que fue autorizado en primera instancia para su uso en pacientes adultos con CPNM, pero tiene ahora varias indicaciones: uso en 1ª línea en tumores no escamosos metastásicos asociado a bevacizumab, paclitaxel y carboplatino (esta combinación puede usarse en pacientes con mutaciones de EGFR o ALK solo tras el uso de terapias dirigidas) o en combinación con nab-paclitaxel y carboplatino (en este caso solo en pacientes sin mutaciones de EGFR o ALK); su uso en monoterapia se ha aprobado en cánceres localmente avanzados o metastásicos después de quimioterapia previa.

A modo de ejemplo, su aprobación inicial en CPNM se sustentó fundamentalmente en los datos clínicos de un ensayo de fase 3 (estudio OAK), en el que atezolizumab se mostró superior en eficacia a docetaxel, ambos en monoterapia, en el tratamiento de pacientes con CPNM localmente avanzado o metastásico previamente tratados con un esquema con platino. Con un beneficio relevante que se hace patente a partir de los 3 meses de tratamiento, prolongó la mediana de SG en 4,2 meses (13,8 vs. 9,6 meses), lo que supone una reducción del riesgo de muerte del 27%. Aunque las tasas de respuesta fueron bajas en ambos brazos (14% vs. 13%), las respuestas fueron más duraderas en el de atezolizumab (13,6 vs. 6,2 meses). La eficacia del fármaco es mayor cuanto más elevado es el nivel de expresión de PD-L1 en la célula tumoral y en las células inmunes que infiltran el tumor, con independencia de la histología tumoral, pero no se confirma en pacientes con mutación EGFR.

En este escenario, atezolizumab presenta una mejor seguridad y tolerabilidad que la quimioterapia, aunque su perfil toxicológico no es para nada desdeñable. Globalmente, las reacciones adversas más comunes (≥ 15%) son fatiga, disminución del apetito, náuseas, disnea, diarrea, erupción cutánea, pirexia y vómitos, y se ha descrito una incidencia de eventos adversos severos emergentes durante el tratamiento elevada (41%) que obliga a su suspensión en hasta un cuarto de los pacientes. Entre los efectos adversos clínicamente más relevantes de los inhibidores de PD-1/PD-L1 destacan aquellos específicamente relacionados con mecanismos inmunológicos (IRAE, por sus siglas en inglés); entre ellos, los más incidentes (>1 %) son: hipotiroidismo, neumonitis o colitis. En resumen, el perfil de eficacia y seguridad de atezolizumab en CPNM no parece diferente al de los inhibidores de PD-L1, nivolumab y pembrolizumab, por lo que en líneas generales todos ellos podrían considerarse alternativas válidas de tratamiento (AEMPS, 2018).

Su papel en la práctica clínica es quizás más relevante en CPM (indicación autorizada en 2021), situándose como una opción preferente y alternativa a la quimioterapia en primera línea para el tratamiento, en combinación con carboplatino y etopósido, de pacientes adultos con tumores en estadio extendido y buen estado funcional (ECOG 0-1) que no tengan contraindicado el uso de inmunoterapia. En ese perfil de pacientes, el ensayo pivotal aleatorizado de fase 1-3 (IMpower133), doble ciego y controlado con placebo, reveló que la combinación experimental induce una mejora modesta pero significativa de la SG (mediana de 12,3 meses vs. 10,3 meses con el tratamiento estándar de quimioterapia a base de platino), reduciendo el riesgo de muerte en un 24%. Las mejoras en SLP (mediana de 5,2 meses vs. 4,3 meses) y en las tasas de respuesta (64% vs. 60%) fueron incluso más modestas, pero la eficacia en supervivencia se mantuvo constante en todos los subgrupos de pacientes. El perfil de seguridad no es diferente del esperado para una inmunoterapia anti-PD-L1, destacando los eventos adversos inmunorrelacionados y una frecuencia importante de ciertas reacciones adversas (sobre todo, anemia, náuseas, fatiga y neutroenia) y de abandonos por problemas de seguridad. Hasta el momento no se han identificado biomarcadores que permitan seleccionar el grupo de pacientes que más pueda beneficiarse del tratamiento (AEMPS, 2021).

Para terminar, durvalumab (Imfinzi®) ha sido la última opción de inmunoterapia en llegar al mercado (en 2020). Se trata de un anticuerpo monoclonal humanizado IgG1κ anti-PD-L1 que continúa la vía mecanística inaugurada por atezolizumab y se ha autorizado para el tratamiento del CPNM localmente avanzado, no resecable, cuyas células tumorales expresan PD-L1 ≥ 1% y que no ha presentado progresión después de quimiorradioterapia basada en platino; a diferencia de atezolizumab y nivolumab, no ha recibido aprobación en CPNM metastásico. Además, en combinación con etopósido y carboplatino o cisplatino está indicado para el tratamiento de primera línea de adultos con CPM en estadio extendido.

En el ensayo pivotal PACIFIC con pacientes con CPNM, durvalumab demostró prolongar la SLP en 11,6 meses frente a placebo (mediana de 17,2 vs. 5,6 meses), reduciendo el riesgo de progresión en un 49%. Tras más de 2 años de seguimiento, los resultados de SG (mediana no alcanzada vs. 28,7 meses con placebo) también alcanzaron significación estadística, con una reducción del riesgo de muerte del 32%; la tasa de SG a los 24 meses fue del 66% en el grupo de durvalumab en comparación con el 56% en el grupo de placebo. La eficacia del fármaco se confirmó con independencia de factores como raza, edad, género, historia de tabaquismo, estado mutacional del EGFR e histología del tumor, pero parece que es considerablemente menor en pacientes con niveles de PD-L1< 1% que en aquellos con PD-L1≥ 1% (mediana de SLP de 10,7 y de 17,8 meses, respectivamente). Su perfil toxicológico es importante (toxicidad superior a placebo) pero clínicamente manejable y está en línea con lo esperado a la vista de la seguridad clínica mostrada por otros inhibidores de PD- L1. Entre las reacciones adversas más frecuentes destacan: tos (35%), neumonitis o neumonitis por radiación (34%), fatiga (24%) y disnea (22%); también se describió alta incidencia de pirexia, neumonía, prurito y alteraciones tiroideas. La tasa de eventos de grado 3-4 relacionados con el fármaco fue del 8%, destacando por su gravedad los casos de neumonía. Las muertes relacionadas con el tratamiento fueron raras.

Por tanto, en CPNM se puede considerar como una opción de tratamiento preferente en estadio avanzado no metastásico –durante 12 meses o hasta progresión o toxicidad inaceptable– frente al seguimiento clínico activo (sin farmacoterapia) como terapia de consolidación en pacientes que no progresan y no muestran toxicidades acumulativas tras quimiorradiación con intención curativa. No se dispone de evidencia de beneficio en el mantenimiento del tratamiento más allá de los 12 meses, pero, por tratarse de una necesidad médica no cubierta (la mayoría de pacientes con CPNM no operable recaen relativamente rápido y tienen mal pronóstico, con tasas de supervivencia a los 5 años en torno al 15%), los resultados se consideran clínicamente relevantes (Fernández-Moriano, 2020b).

Tratamiento de manifestaciones secundarias

A pesar de los avances en el tratamiento, las neoplasias malignas del pulmón continúan siendo una de las causas más importante de muerte relacionada con el cáncer, esencialmente debido a que dos terceras partes de los pacientes presentan metástasis a distancia en el momento del diagnóstico. Ello refuerza la necesidad de establecer una estrategia de cuidados paliativos para controlar la enfermedad, minimizar en lo posible los síntomas y aumentar la calidad de vida de los enfermos. En este sentido, además de la cirugía o los agentes inmunoquimioterápicos, los pacientes con cáncer de pulmón pueden requerir la administración de otros fármacos para ayudar a combatir los síntomas y signos secundarios al desarrollo del tumor y la posible afectación de estructuras adyacentes.

Los derrames pleurales malignos, los derrames pericárdicos, la obstrucción de la vía aérea (por lesiones endobronquiales o compresión extrínseca del tumor), la fístula traqueoesofágica, la hemoptisis grave y el síndrome de vena cava superior son situaciones que requieren tratamiento paliativo urgente.

El abordaje quirúrgico en el cáncer de pulmón avanzado se limita actualmente al manejo paliativo de los derrames pleurales o pericárdicos malignos.

El derrame pleural puede tratarse con toracocentesis repetidas si los pacientes presentan mejoría clínica, especialmente en aquellos que tienen una enfermedad muy avanzada y una expectativa de vida limitada a corto plazo. La pleurodesis con instilación de talco por cirugía torácica videoasistida (VATS) es una intervención mínimamente invasiva que permite explorar la cavidad pleural e instilar el talco bajo visión directa. En caso de no poder realizarse por un mal estado general del paciente, corta esperanza de vida o falta de reexpansión pulmonar posevacuación, podría colocarse un catéter permanente, que permite un manejo ambulatorio. Por su parte, la estenosis bronquial o traqueal y la fístula traqueoesofágica pueden tratarse con éxito por vía endoscópica, con fines también paliativos y no siempre sin complicaciones (Tabla 6).

En el caso del cáncer de pulmón en estadio avanzado con una obstrucción de la vía aérea se aconseja recurrir al tratamiento broncoscópico, bien mediante desbridamiento mecánico, ablación tumoral o la colocación de una endoprótesis/stent. En la fístula traqueoesofágica está indicada la colocación doble de endoprótesis metálicas autoexpandibles en el esófago y en la vía aérea o únicamente en el esófago. Si hubiera una hemoptisis masiva, la broncoscopia permite identificar la fuente de sangrado e incluso, si se visualizan lesiones, se puede complementar con técnicas como la coagulación con plasma de argón, el láser Nd:YAG, la braquiterapia y el electrocauterio. El tratamiento broncoscópico endobronquial está indicado en el caso de hemoptisis leves o moderadas con lesiones visibles en las vías aéreas centrales (en lesiones distales o parenquimatosas se recomienda la radioterapia de haz externo).

La disnea debida a la obstrucción de las vías aéreas, la disfagia, la hemoptisis o las atelectasias por compresión se pueden controlar mediante ciclos cortos de radioterapia. Por otro lado, para el abordaje de la tos sin una causa tratable puede recurrirse a los opiáceos (de forma coherente con la analgesia), mientras que la tos molesta, ya sea por la quimioterapia o por la neumonitis inducida por radioterapia, puede tratarse con fármacos antiinflamatorios como los corticosteroides. En caso de la detección de metástasis a nivel óseo o del SNC, puede recurrirse a la radioterapia, e incluso, si son aisladas, a la cirugía (siempre que exista un buen control del tumor primario pulmonar); frente a metástasis del SNC pueden emplearse también los corticoides sistémicos.

Uno de los síntomas más frecuentes del paciente oncológico es la presencia de dolor, para cuyo manejo suele recurrirse a la escala analgésica de la Organización Mundial de la Salud, modificada desde su inicial planteamiento en 1986 (Carlson, 2016) para excluir medicamentos no seguros en insuficiencia renal e incluir las novedades terapéuticas (Figura 6). Contempla el uso tanto de fármacos analgésicos no opioides (por ejemplo, AINEs o paracetamol) como el de analgésicos opioides débiles o potentes según el grado del dolor. También puede emplearse la radioterapia en el caso de metástasis dolorosas o incluso técnicas anestésicas si el dolor es persistente.

Por último, algunas situaciones específicas, como la compresión medular o el síndrome de vena cava superior (SVCS), requieren la aplicación de radioterapia local urgente, además de la colocación de un stent endovascular en el caso del SVCS. Al igual que otras medidas paliativas, también pueden realizarse técnicas locales como la broncoscopia (láser, crioterapia, braquiterapia) para eliminar el tejido tumoral dentro de las vías aéreas principales que condiciona un mayor grado de disnea al paciente.

El papel asistencial del farmacéutico

Todos los farmacéuticos, desde sus diversos ámbitos profesionales y de competencias, contribuyen al adecuado asesoramiento y asistencia sanitaria a los ciudadanos y a pacientes con cáncer de pulmón. La práctica totalidad de los medicamentos empleados en el tratamiento de este tipo de cáncer son de dispensación y/o uso hospitalario17, por lo que el papel del farmacéutico especialista a nivel hospitalario tiene una indudable influencia en la consecución de los mejores resultados en salud de la farmacoterapia, desde la participación y coordinación con los equipos multidisciplinares que establecen los protocolos farmacoclínicos (rigen la selección y ajustes de las pautas óptimas de tratamiento) hasta la vigilancia de la efectividad y seguridad de los medicamentos oncológicos y otros tratamientos concomitantes.

En líneas generales, se trata de pacientes adultos mayores polimedicados que acudirán cíclicamente al hospital a recibir los tratamientos quirúrgicos, de radioterapia, quimioterapia o inmunoterapia, y posiblemente requerirán ingresos por agudizaciones de su enfermedad. Pero desarrollarán la mayoría de su vida diaria en el ámbito ambulatorio (incluida la toma de la medicación oral antineoplásica, en su caso), donde también recibirán otros tratamientos farmacológicos concomitantes para hacer frente a manifestaciones secundarias de la patología o abordar la toxicidad del tratamiento antitumoral (por ejemplo, analgésicos opioides, antieméticos, etc.). Es decir, acudirán con frecuencia a la farmacia comunitaria, desde donde el farmacéutico también puede desarrollar una crucial labor asistencial.

Los antineoplásicos son en su mayoría medicamentos de estrecho margen terapéutico y toxicidad potencialmente alta (que requieren ajustes frecuentes de dosis en función de la evolución y tolerabilidad por el paciente), por lo que el seguimiento por el equipo de atención especializada resulta clave, así como su continuación en la atención primaria. Teniendo en cuenta lo anterior, la coordinación asistencial entre los farmacéuticos especialistas de hospital, que tienen una alta capacitación y trabajan en los equipos multidisciplinares junto a oncólogos y hematólogos, y los farmacéuticos comunitarios, como los expertos en el medicamento más accesibles a la población, es de extraordinaria importancia en los pacientes con cáncer de pulmón, pues contribuye a facilitar y mejorar la monitorización de los tratamientos y revisar la adherencia a los mismos.

El complicado diagnóstico precoz del cáncer de pulmón –por su debut clínico frecuente en estadios avanzados– y su alta mortalidad, a pesar de los progresos terapéuticos en los últimos años, ponen de manifiesto la necesidad de expandir el conocimiento científico sobre la enfermedad y sus factores de riesgo para contribuir en la medida de lo posible a la prevención primaria; también para una mejor compresión de las necesidades de los pacientes. En la necesaria coordinación de todos los farmacéuticos con otros profesionales sanitarios de atención primaria y especializada, se pueden identificar varias vías de actuación para con los pacientes de cáncer de pulmón y toda la población a través de los Servicios Profesionales Farmacéuticos Asistenciales.

I. Educación sanitaria orientada a la prevención

Por el momento, no existe ninguna prueba de cribado de cáncer de pulmón que disminuya efectivamente la mortalidad ni aumente la proporción de curaciones: no se recomienda realizar un programa de cribado general para esta patología, salvo que se realizara en poblaciones seleccionadas de fumadores. De todas las pruebas disponibles, las de imagen son las más adecuadas con tal fin y, en particular, la tomografía axial computarizada (TAC) es la que ofrece mayor sensibilidad y especificidad, pero debe tenerse presente que esta prueba supone exposición a la radiación ionizante.

En la educación sanitaria que puede desarrollar el farmacéutico, el pilar básico será la recomendación enérgica y sistemática de abandonar el tabaco, medida que será imperativa para los pacientes diagnosticados con independencia de cuál sea el abordaje terapéutico seleccionado por el oncólogo. Promover y facilitar ese abandono constituye una de las intervenciones sanitarias preventivas más eficaces y con un mayor coste-efectividad de las que se pueden desarrollar desde la farmacia. Baste recordar a la población, entre otras consecuencias negativas, que el tabaquismo activo es responsable de hasta el 90% de los cánceres de pulmón que ocurren en la población masculina y del 60-80% de los que suceden en la femenina, habiéndose asociado también a un incremento de la incidencia de muchos otros cánceres de órganos sólidos (orofaringe, laringe, esófago, estómago, vejiga, etc.) y de diversas formas de leucemia. Además, es un factor independiente de riesgo de eventos cardiovasculares y de mortalidad asociada, acortando la vida por esas causas en más de 5 años. La OMS estima que globalmente más de 8 millones de personas fallecen cada año a causa del tabaco, de las cuales más de 1 millón de muertes se consideran consecuencia de la exposición de personas no fumadores al humo del tabaco ajeno.

La cesación del hábito tabáquico18 se asocia a una disminución progresiva del riesgo de aparición de cáncer de pulmón. Lo ideal sería que los fumadores abandonasen el hábito antes de los 50 años, ya que esto reduciría a la mitad de riesgo de muerte en los siguientes 15 años en comparación con aquellos que continúan fumando. No obstante, también los ancianos fumadores pueden obtener beneficios con el abandono del tabaquismo, aunque sean menores cuanto más tarde se produce el cese del hábito.

El farmacéutico, como el profesional sanitario más accesible a la población, tiene un papel relevante en la implementación de medidas farmacológicas y no farmacológicas para la deshabituación tabáquica. Junto a las preguntas oportunas a todos los usuarios para conocer su hábito, el farmacéutico puede acompañar el consejo antitabáquico con información oral o escrita, ofrecer folletos, guías, manuales de autoayuda e informar sobre los recursos disponibles con el fin de fomentar la motivación para dejar de fumar. Conviene hacerles ver –con rigor científico– que el consumo de tabaco produce rápidamente dependencia tanto física como psíquica: de ello es responsable fundamentalmente la nicotina, cuya capacidad adictiva ha sido comparada con la de la heroína, hasta el punto
de que pueden bastar 3 semanas de consumo continuado para provocar un cuadro de abstinencia provocado por el cese repentino del consumo de nicotina, caracterizado en los casos má pronunciados por trastornos del estado de ánimo (generalmente, depresión), insomnio, irritabilidad, ansiedad y, frecuentemente, bradicardia y aumento del apetito. Su intensidad depende en buena manera del nivel de consumo de tabaco (se considera que éste es intenso a partir de 25 cigarrillos/día).

Entre otros beneficios destacables descritos con el cese del hábito tabáquico destaca el hecho de que mejoran sustancialmente los síntomas relacionados con la existencia de enfermedad péptica, cardiopatía isquémica y enfermedad vascular periférica, con independencia de la edad. A los 30 min de haber consumido el último cigarrillo, se normaliza la frecuencia cardiaca y la ligera elevación de la presión arterial. Varios meses sin fumar consiguen un incremento en las concentraciones de HDL colesterol, lo que se halla claramente relacionado con una menor progresión de la placa de ateroma. A los 5 años de abstinencia, el riesgo de infarto agudo de miocardio del exfumador es similar al del individuo que nunca fumó; también se reduce el riesgo de ictus conforme se incrementa el tiempo de abandono del tabaquismo, equiparándose al de un no fumador a los 10 años de la desaparición del hábito.

El tratamiento de deshabituación del tabaquismo tiene dos partes complementarias, una psicológica (en no pocos pacientes se hace preciso recurrir a técnicas específicas de psicoterapia por parte de profesionales especializados) y otra farmacológica, siendo la primera igual de importante que la segunda y ambas recomendables desde la farmacia: es fundamental una convicción absoluta y la fuerza de voluntad mantenida en el tiempo para hacer frente a la posibles recaídas en los primeros meses. Se debe recordar a las personas decididas a dejar de fumar que el proceso de deshabituación es complicado y puede requerir la realización de varios intentos antes de alcanzar el éxito en el cambio de conducta, el cual se considera como tal a partir de los 6 meses sin consumo de tabaco. Por otro lado, conviene dejar claro a los ciudadanos que la seguridad y eficacia de los cigarrillos electrónicos o dispositivos de vapeo como ayuda para dejar de fumar no han sido demostradas, no pudiendo descartarse que comporten riesgos importantes para la salud.

Desde el punto de vista de la farmacoterapia, la dificultad para cesar el tabaquismo se ilustra fácilmente por el hecho de que es el que tiene peor índice de eficacia entre los tratamientos de deshabituación de drogas de abuso, como alcohol, opiáceos, cocaína, etc. El principal escollo que encuentra el fumador con intención de abandonar su hábito es la aparición de un síndrome de abstinencia a la nicotina al poco tiempo de suspender el consumo de tabaco. El proceso se complica, entre otras causas, por la condición de hábito social (compartido, público, ligado a condicionante psicológicos placenteros, etc.) y, en algunos casos, por la preocupación sobre el aumento de peso. Para contrarrestar este punto se debe recomendar una dieta equilibrada, con reducción del consumo de grasas, e incidir en la idea de que un aumento temporal de peso (se normaliza a los 6-12 meses de deshabituación) no supone ningún riesgo para la salud si se compara con el riesgo de morbimortalidad prematura por el uso continuado del tabaco (Cuéllar, 2015).

Los fármacos indicados en las terapias de deshabituación tabáquica se basan en desensibilizar el sistema nervioso frente a los efectos de la nicotina, sustituyendo gradualmente su aporte para minimizar el riesgo de síndrome de abstinencia. Se dispone actualmente de varias opciones:

  • Terapia sustitutiva de nicotina (TSN): se puede usar en fumadores con dependencia moderada o alta (no en aquellos que fumen < 10 cigarrillos diarios), y siempre que estén debidamente motivados para el abandono del hábito. Está disponible en forma de chicles medicamentosos (Nicokern®, Nicorette®, Quitt®) y de comprimidos para chupar (Niquitin®, Nicotinell®) de distintos sabores, que están dosificados para aportar algo más de la mitad de la nicotina procedente del consumo de un cigarrillo, y cuyo objetivo es anular la necesidad aislada de un cigarrillo más que su utilización de forma continuada. También se formula en forma de parches transdérmicos (Nicorette Clear®, Nicotinell®, Niquitin Clear®) y de aerosol bucal (Nicorette Bucomist®).
  • Bupropión (Zyntabac®): se trata de un fármaco antidepresivo –inhibidor de la recaptación de dopamina y serotonina– que permite el mantenimiento de mayores niveles dopa minérgicos en el sistema límbico y asegura la estimulación de las áreas de respuesta aún en ausencia de nicotina. Formulado en comprimidos de liberación prolongada, se debe utilizar en sujetos con elevada motivación y alta dependencia de la nicotina, debiéndose fijar una fecha de abandono del tabaco dentro de las 2 primeras semanas de tratamiento. La duración total del mismo no debe superar las 9 semanas.
  • Vareniclina (Champix®): es un agonista parcial colinérgico, que se une de forma selectiva a los receptores neuronales nicotínicos de tipo κ4κ2, provocando su estímulo con menor intensidad que la nicotina. Pero presenta una mayor afinidad que ésta, de modo que impide su acceso y,
    en consecuencia, bloquea la capacidad de la nicotina para activar el sistema mesolímbico dopaminérgico cerebral, inhibiendo la liberación de diversos neurotransmisores, como noradrenalina y, especialmente, dopamina en el “sistema de recompensa” del nucleus accumbens. Es decir, bloquea la reacción placentera que el sujeto experimenta al fumar (efecto antagonista) y alivia los síntomas de abstinencia nicotínica (efecto agonista) para favorecer la deshabituación del tabaquismo.

Tanto bupropión como vareniclina se incluyen en medicamentos sujetos a prescripción médica, en tanto que las terapias de sustitución de la nicotina no la precisan y podrían ser reco mendados por el farmacéutico en el servicio de Indicación farmacéutica. Para una mayor información sobre aspectos farmacológicos de las distintas alternativas se recomienda consultar el artículo monográfico publicado en la revista Panorama Actual del Medicamento (Mateos et al., 2019).

Adicionalmente, el pasado año 2021 se autorizó en España la indicación en deshabituación tabáquica de adultos para citisina (Todacitan®, sujeto
a prescripción médica), un alcaloide vegetal de estructura química similar a la de la nicotina que se encuentra, por ejemplo, en las semillas de los árboles del género Laburnum. La citisina compite con la nicotina por los mismos receptores nicotínicos de la acetilcolina (su efecto agonista parcial se produce principalmente sobre los del subtipo α4β2) y la desplaza gradualmente por enlazarse más fuertemente, provocando una acción farmacológica similar pero más débil; también provoca que pase menos nicotina al SNC. En definitiva, su uso por vía oral permite una reducción gradual de la dependencia de la nicotina mediante el alivio de los síntomas de abstinencia, probablemente por su capacidad de prevenir la plena activación dependiente de nicotina del sistema dopaminérgico mesolímbico y aumentar moderadamente el nivel de dopamina en el cerebro.

En todo caso, cualquier persona que refiera una patología de las vías respiratorias o tratamiento de carácter crónico, estén o no típicamente asociados al tabaquismo (bronquitis, EPOC, etc.), deberá ser remitido al médico para su evaluación y establecimiento del tratamiento más idóneo. Igualmente, deberá procederse con la derivación al médico en el caso de mujeres embarazadas o madres lactantes, así como de aquellas personas que refieran conductas psicológicas compulsivas o ansiedad generalizada, a fin de que sean sometidas a un exhaustivo estudio clínico.

II. Optimización de la farmacoterapia

Una vez establecido el diagnóstico de cáncer de pulmón, como profesional sanitario experto en el medicamento, el farmacéutico, con independencia de su ámbito de ejercicio, debe velar por el uso racional de los mismos, para que los pacientes alcancen el máximo beneficio clínico. Los farmacéuticos conocerán toda la medicación que utilizan estos pacientes, no solo la prescrita frente al tumor (se emplearán fundamentalmente en patología avanzada/metastásica), sino también los tratamientos para enfermedades concomitantes, medicamentos que no necesitan prescripción, el uso de complementos alimenticios, etc. En líneas generales, las instrucciones dadas por el médico respecto a un tratamiento prescrito deben ir siempre reforzadas con recomendaciones relativas a las medidas preventivas generales por parte del farmacéutico.

A un ciudadano fumador que acuda a la farmacia comunitaria, a pesar de no tener patologías diagnosticadas, se le puede ofrecer –a través del Servicio de Indicación–, si no existe ninguna contraindicación, un tratamiento sustitutivo con nicotina. Para ello, es importante individualizarlo según la cantidad de nicotina que consume al día y su grado de dependencia, por ejemplo, mediante el valor obtenido con el test de Fagerström19; el resultado de este
test condicionaría el tipo de tratamiento, mientras que la dosis dependerá de la cantidad de nicotina absorbida. En ningún caso se podrá fumar concomitantemente a la aplicación de la TSN, ya que la pauta de tratamiento se ajusta según el número de cigarrillos diarios y, en consecuencia, existiría riesgo de sobredosis por nicotina. Los pacientes que experimentan varios fracasos consecutivos con la TSN deben ser remitidos desde la farmacia comunitaria a centros médicos especializados (generalmente asociados a unidades de neumología en hospitales) para una evaluación más detallada.

El tiempo de utilización de la TSN no debe ser nunca inferior a 8 semanas (en ocasiones se requieren > 12), y en fumadores con alta dependencia física puede prolongarse el tratamiento hasta 6 meses. Como recomendaciones generales, se puede puntualizar lo siguiente:

  • Los parches transdérmicos permiten obtener unos niveles estables de nicotina en plasma y se recomiendan para fumadores con baja y moderada dependencia nicotínica. Hay que ponerlo todos los días al levantarse en cualquier zona de la piel (limpia, seca, sin pelo y sin heridas), preferiblemente cubierto por ropa (glúteos y muslos pueden ser zonas adecuadas, por ejemplo). Se retira al acostarse (parche de 16 h), o al día siguiente (parche de 24 h).
  • Los chicles están formados por un complejo resinoso de nicotina, la cual se libera al masticar gracias al pH alcalino salivar, absorbiéndose rápidamente a través de la mucosa orofaríngea. Su administración puede realizarse a demanda o bien de forma pautada (más recomendable): las presentaciones de 4 mg se pueden usar cada 1-1,5 h por fumadores con moderada-alta dependencia nicotínica y las de 1, 1,5 o 2 mg cada 1,5-2 h para fumadores con baja dependencia. Cada chicle libera la mayor parte de su contenido en nicotina en unos 30 min. Se deben masticar hasta sentir un fuerte sabor amargo en la boca, parar para que la nicotina se absorba en la mucosa bucal (y no se degluta) y, cuando desaparezca el sabor, volver a masticar y repetir el proceso. La dosis máxima es de 60 mg/día, y en la fase inicial no se deben superar los 30 mg/día.

En el momento de la dispensación de éstos o cualquier otro medicamento frente al cáncer o usado el contexto de su evolución, el farmacéutico comprobará que el paciente cuenta con toda la información necesaria para que el uso del mismo sea efectivo y seguro. Se debe averiguar si existe algún criterio que impida la dispensación, tal como: alergia a algún componente del medicamento, una contraindicación absoluta, interacciones con otros medicamentos (o alimentos), una duplicidad o una situación fisiológica especial (por ejemplo, embarazo o lactancia). Si es la primera vez que el paciente va a usar un medicamento, la labor se centrará en asegurar que la persona sale de la farmacia conociendo para qué es y cuál es su correcto proceso de uso. Si se trata de una dispensación de continuación, el farmacéutico evaluará si el beneficio-riesgo del medicamento sigue siendo favorable en un paciente concreto, verificando si ha habido cambios en el tratamiento (dosis, pauta, duración, adición de nuevos medicamentos, etc.) y si el paciente ha experimentado algún problema de seguridad que pudiera hacer sospechar de una reacción adversa, interacción, contraindicación, etc. Además de los medicamentos prescritos, en muchas ocasiones el propio paciente solicitará consejo al farmacéutico sobre los diferentes síntomas que van apareciendo.

Ante el perfil de paciente oncológico polimedicado es muy aconsejable la evaluación y promoción de la adherencia al tratamiento prescrito durante el proceso terapéutico, como uno de los pilares de la actuación asistencial farmacéutica. Hay que cerciorarse de que el paciente se involucra decidida y voluntariamente en su tratamiento y toma la medicación de manera correcta para minimizar el grado de incumplimiento terapéutico y asegurar su efectividad. Además de la anotación de las fechas de dispensación de los medicamentos, se dispone de diversas pruebas que permiten determinar la adherencia: de entre los test autocomunicados, el más utilizado es probablemente el cuestionario de Morisky-Green-Levine. Aunque
hay revisiones posteriores ampliadas, en su versión original consistía en 4 preguntas con respuesta dicotómica (sí/no), que pretenden registrar
la conducta del paciente respecto al cumplimiento; de forma simplificada, son las siguientes: “¿olvida alguna vez tomar los medicamentos para tratar su enfermedad?”, ¿toma los medicamentos a las horas indicadas?”, “cuando se encuentra bien, ¿deja de tomar la medicación?”, y “si alguna vez le sienta mal, ¿deja usted de tomarla?. Se considera buen cumplidor a aquél que contesta correctamente a las 4 preguntas, mientras que a partir de una respuesta –o actitud– incorrecta se califica como incumplidor.

A partir de este tipo de pruebas, parece necesario desarrollar estrategias individualizadas, valorando las causas de la no adherencia (visión subjetiva de pobre eficacia, tolerabilidad, etc.) y fomentando la confianza en los fármacos administrados, que pueden incluir información verbal y escrita y recursos interactivos. Si bien es cierto que el nivel de adherencia a la pauta prescrita suele ser elevada en los pacientes con este tipo de patologías, por lo general conscientes de su gravedad, podría perderse la adherencia a largo plazo, por lo que desde la farmacia se debe reincidir en las consecuencias sobre la salud, que pueden ir desde un empeoramiento de la calidad de vida, una falta de control de la enfermedad y una mayor probabilidad de complicaciones, hasta la aparición de efectos secundarios o comorbilidades. Todo ello supone ingresos hospitalarios adicionales y otras intervenciones sanitarias que implicarán ineficiencia del gasto farmacéutico y sanitario.

Por otra parte, un adecuado seguimiento farmacoterapéutico, ofrecido por el farmacéutico de forma rutinaria, sistematizada y registrada/documentada, con reuniones periódicas con el paciente, permitirá maximizar los beneficios de la farmacoterapia, así como detectar, atenuar y resolver la posible aparición de resultados negativos y problemas relacionados con la medicación. La farmacovigilancia ante posibles reacciones adversas (con su correspondiente notificación al Sistema Nacional de Farmacovigilancia), y la identificación y prevención de interacciones farmacológicas y contraindicaciones de los medicamentos antineoplásicos revertirá en una mejor calidad de vida de los pacientes con cáncer de pulmón. Con este fin, es fundamental instruir al paciente acerca de los signos y síntomas de los efectos adversos más relevantes del tratamiento (y favorecer que los comunique a su médico), así como concienciarle sobre la conveniencia de evitar el consumo innecesario de medicamentos no prescritos por el oncólogo, aunque sean
de uso habitual. Además, una actitud vigilante desde la farmacia comunitaria, enfocada a la detección precoz de los signos y síntomas sugerentes de una posible refractariedad a una línea de tratamiento (empeoramiento del dolor, disnea, hemoptisis, incremento de la fatiga o un peor estado general del paciente) también puede contribuir a activar la ruta asistencial que asegure un cambio temprano.

Para todo ello, complementariamente a lo especificado en este informe y a la recomendación de consultar las fichas técnicas de los medicamentos, si se tiene en consideración que la información científica se actualiza constantemente y se van incorporando novedades terapéuticas, cobran especial relevancia las bases de datos que contienen información farmacológica actualizada y pormenorizada. Es el caso, por ejemplo, de BOT PLUS (disponible en: https://botplusweb.portalfarma.com/botplus.aspx), un aplicativo informático que permite, entre otras funcionalidades, la detección de interacciones farmacológicas entre múltiples medicamentos comerciales y/o principios activos para su evaluación a la hora de optimizar tratamientos. En particular, el riesgo de interacciones en pacientes oncológicos no debe minusvalorarse, como lo demuestra un estudio llevado a cabo sobre 302 pacientes a quienes se había instaurado un nuevo tratamiento anticanceroso (Van Leeuwen et al., 2015): tras analizar en profundidad sus tratamientos, se encontraron hasta 603 interacciones farmacológicas, de las que 120 –en un total de 81 pacientes (27%)– fueron valoradas como clínicamente relevantes, obligando a intervenir modificando los tratamientos. No es menos importante el hecho de que muchas de las interacciones más notables se observaron entre los agentes antineoplásicos y medicamentos que no requerían receta médica.

También fue reseñable la publicación del amplio estudio EPIC (Evaluation of Pharmaceutical Intervention in Cancer Care), de 3 años de duración y cuyo objetivo era recoger y analizar las intervenciones farmacéuticas en oncología (Vantard et al., 2015). En total, se analizaron 29.589 tratamientos oncológicos (totalizando 77.004 prescripciones de medicamentos) y se registraron 894 intervenciones farmacéuticas (en tan solo el 3% de los tratamientos), identificando el 54% de los problemas relacionados con medicamentos (PRM) como sobre- o infradosificación. Las tres principales causas de los problemas de dosificación fueron debidos a errores de cálculo (50%), omisión de ajuste de la dosis (20%) y mala elección del régimen antineoplásico (12%). Alrededor del 14% de los PRM fueron efectos adversos y un 4% fueron interacciones fármaco-fármaco. Asimismo, el 22% de los eventos adversos podría haberse evitado sustituyendo simplemente un fármaco por otro de su misma familia y el 72% de las interacciones farmacológicas habría dado lugar a un aumento de la toxicidad neoplásica. En opinión de los autores, el farmacéutico tiene un papel crucial que desempeñar en la optimización de la gestión de los pacientes con cáncer en términos de ajuste de la dosis, la gestión de la toxicidad del fármaco, la mejora de la administración y de las interacciones medicamentosas.

Cabe hacer referencia a una serie de medidas dietéticas que pueden ayudar a controlar las náuseas en los pacientes sometidos a tratamiento antineoplásico, tales como seguir una dieta blanda y poco condimentada, y distribuir la ingesta de agua y alimentos en pequeñas porciones a lo largo del día. Igualmente, la diarrea puede ser relativamente común en estos pacientes, incluso tras la finalización del ciclo antineoplásico. La primera opción es adecuar la dieta y la ingesta de líquido para no contribuir al empeoramiento del proceso y compensar la pérdida hídrica. El paciente debe evitar los lácteos y los alimentos grasos y especiados, los ricos en fibra y los flatulentos, la cafeína (o teína) y las bebidas con gas. Por el contrario, son recomendables el arroz, la manzana
o el plátano, pollo, pavo o pescado hervido o asado, patatas cocidas, huevos o yogur natural desnatado; las verduras se deben comer siempre
guisadas (las envasadas son una buena opción). Debe insistirse en la necesidad de ingerir una cantidad adecuada de líquido (agua, té descafeinado, sopas, gelatinas) y, si fuera necesario, soluciones de rehidratación oral.

Finalmente, aunque hay tratamientos específicos, la forma más habitual de prevenir la mucositis oral asociada a algunos antineoplásicos es mediante una higiene bucal escrupulosa y, si el paciente manifiesta dolor, puede hacer enjuagues con anestésicos tópicos (lidocaína, benzocaína) o recurrir a comprimidos de disolución oral o geles que los contengan. Las sustancias demulcentes y los analgésicos orales como la bencidamina también pueden aliviar parcialmente las molestias. Para minimizar las molestias al comer, debe recomendarse a los pacientes con estomatitis tomar alimentos blandos o triturados y evitar los alimentos muy calientes, ácidos o muy condimentados y las bebidas gaseosas. Si la ingesta es reducida, la dieta debe incluir alimentos con alto contenido en proteínas (huevo, queso, pollo), grasas (nata, mantequilla) e hidratos de carbono (miel).

Información oficial sobre problemas de suministro de medicamentos

El reciente Informe Semestral sobre Problemas de Suministro del primer semestre de 2021 de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha puesto de manifiesto que las tensiones en el suministro de medicamentos se mantuvieron estables en ese periodo (enero-junio de 2021) respecto a lo acontecido en el último semestre de 2020.

Hay que tener presente que un laboratorio farmacéutico titular de la autorización de comercialización (TAC) de un medicamento está obligado a informar con antelación si percibe que puede producirse cualquier restricción anormal en su suministro. Según la información oficial de la que dispone la AEMPS, durante el primer semestre de 2021, un 2,4% del total de presentaciones de medicamentos autorizadas en España sufrían problemas de suministro1, esto es, 801 presentaciones del total de 32.956 autorizadas. Según su calificación administrativa, 501 correspondieron a medicamentos con receta, 223 de uso hospitalario, 53 de diagnóstico hospitalario y 18 a medicamentos sin receta.
El porcentaje de presentaciones afectadas se ha incrementado ligeramente respecto al segundo semestre de 2020, cuando se registraron 663 (1,9%), para un total de 1.518 en todo el año 2020, pero parece mantenerse la tendencia respecto a los primeros semestres de los dos años precedentes: 898 y 885 problemas de suministro en los prime- ros semestres de 2019 y 2020, respectivamente. En términos de duración, solo 234 presentaciones de medicamentos (del total de 801) se vieron afectadas por problemas de suministro de más de 3 meses.

No obstante, solo el 0,2% de presentaciones con mayor impacto asistencial (un total de 82) se encontraban en problema de suministro en el primer semestre de 2021 (Figura 1), cifra que se mantenía constante respecto al año previo. Así, los problemas de suministro que causan un mayor trastorno a los pacientes han supuesto un porcentaje muy pequeño, mientras que la mayor proporción afecta a medicamentos que pueden ser fácilmente sustituibles por fármacos equivalentes; o sea, no provocan que los pacientes tengan que interrumpir su tratamiento y tienen un impacto menor o nulo (hasta 645 presentaciones de las 801 afectadas).

Atendiendo a su código ATC, el grupo terapéutico en que se da el mayor número de problemas de suministro sigue siendo, como en informes previos, el N (Sistema Nervioso), con 190 presentaciones afectadas, aunque la mayoría de menor impacto asistencial; seguido del grupo C (Sistema Cardiovascular), con 96, y del grupo J (Antiinfecciosos para Uso Sistémico), con 104. Entre las causas de los problemas de suministro sobresalieron los problemas de fabricación (no relacionados con la calidad), que han supuesto el 32% del total, por delante de: aumentos de la demanda (20%), problemas de capacidad de la planta (16%), y problemas de suministro de principios activos (11%). El efecto de la pandemia por COVID-19 se mantuvo como causa minoritaria (7%, solo 68 presentaciones afectadas en el primer trimestre), como ya ocurría en el segundo semestre de 2020.

Con el objetivo de minimizar el impacto asistencial de los desabastecimientos, la AEMPS ha actualizado en dos ocasiones el listado de medicamentos considerados esenciales en la gestión de la crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19, disponiendo así de la información necesaria sobre los medicamentos estratégicos para hacer frente a la infección el SARS-CoV-2. De igual modo, ha continuado autorizando la importación segura de medicamentos extranjeros en los casos –hasta 16– en que los problemas de suministro no han podido solventarse con los medicamentos del mercado nacional; ha sido el caso, por ejemplo, de medicamentos con teofilina (Theo-Dur®, comprimidos de liberación prolongada). Como se ha sugerido, el cese del suministro de un medicamento por parte del TAC puede ser objeto del inicio de un procedimiento sancionador: durante el primer semestre de 2021, la AEMPS ha iniciado 3 expedientes sancionadores para combatir esta problemática (Figura 2).

Estas acciones se enmarcan todas en la implantación del Plan de Garantías de Abastecimiento de Medicamentos 2019-2022, que busca anticipar la detección de los problemas de suministro, para lo cual también la AEMPS ha mantenido reuniones periódicas con asociaciones de pacientes y laboratorios farmacéuticos. En el primer semestre de 2021, por ejemplo, se ha realizado un seguimiento estrecho de la situación de disponibilidad de las inmunoglobulinas en nuestro país. Además, dado el carácter internacional de la preocupación sobre los problemas de suministro, la AEMPS ha participado activamente en el grupo específico de trabajo de la Red de Jefes de Agencias de Medicamentos y la Agencia Europea de Medicamentos, trabajando en la elaboración de la Guía de Buenas Prácticas para Prevenir Problemas de Suministro, que busca acordar estrategias, procesos y acciones comunicativas específicas para todos los agentes del sector (laboratorios, distribuidores, facultativos, farmacéuticos y ciudadanía) con el objetivo de minimizar el impacto, facilitar la detección temprana y reducir los inconvenientes que ocasionan los problemas de suministro.

Por último, se debe subrayar que los problemas de suministro que publica la AEMPS son aquellos oficialmente reconocidos y comunicados por los laboratorios, si bien en ocasiones se producen de facto alteraciones en el suministro de medicamentos que, o bien no son comunicados por los laboratorios, o bien no alcanzan tal grado para ser considerados “problemas”, pero sí implican faltas de suministro que pueden perjudicar los tratamientos de los pacientes. Para contribuir y colaborar con la AEMPS en este sentido el Consejo General de Colegios Farmacéuticos (CGCF) impulsó hace unos años y coordina desde entonces CISMED2, el Centro de Información de Suministro de Medicamentos. A través de esta plataforma digital, las farmacias comunitarias adheridas (más de 9.000) informan de las faltas de suministro cuando realizan los pedidos de medicamentos, de modo que la integración semanal de toda esa información permite tener una foto exacta y pormenorizada (por provincias) de la cadena de suministro, lo cual puede facilitar la previsión e implantación de medidas por parte de la AEMPS a fin de evitar el desarrollo de problemas mayores.