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Alertas de seguridad

Resumen de las notas sobre seguridad y farmacovigilancia publicadas por la AEMPS desde principios del año 2021. Para información más ampliada y acceso al documento de la AEMPS, puede consultar BOT PLUS.

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Variaciones en medicamentos previamente comercializados

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Cómo localizar cambios de nombre y de laboratorio con BOT PLUS

Además de la información que se incluye en los listados mensuales publicados en PAM, en BOT PLUS se incluye un apartado de Histórico, en las fichas de medicamentos, en el que se presenta información referente a cambios que haya sufrido anteriormente el medicamento o producto, entre otros, los cambios de nombre y los cambios de laboratorio. Esta información también está disponible para productos sanitarios financiados o dietoterápicos.

Se añade la posibilidad de visualización de las situaciones anteriores (o incluso futuras) relacionadas con un cambio de nombre. 

Con automatismos que nos permiten localizar un medicamento que haya cambiado de nombre, independientemente de cuál usemos.

Posibilidad de generar listado por Histórico

Además de la información existente en Histórico, se permite la explotación de la información incluida en BOT PLUS en este apartado, mediante la integración de la información almacenada en Histórico en el apartado de Listados de BOT PLUS, que permite realizar consultas entre rangos de fechas y por un concepto en concreto de entre los almacenados en el apartado de Histórico. Entre ellos se incluyen, precisamente, los conceptos “Cambio del nombre del medicamento” y “Cambio del laboratorio comercializador”.

Medicamentos con nuevos principios activos o biosimilares

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Valoración de la innovación terapéutica en PAM

Es importante indicar que se valora el grado de innovación. Todos los medicamentos, sean innovadores o no, tienen utilidad terapéutica, en tanto que su autorización por las autoridades sanitarias implica que han demostrado rigurosamente su eficacia, su seguridad, su calidad y las condiciones de uso (incluyendo la información contenida en la ficha técnica – sumario de características – y en el prospecto del medicamento). Por tanto, la valoración que se hace se refiere a la incorporación, en el grado que se determine, de algún elemento innovador con respecto a otros medicamentos autorizados previamente para iguales o similares indicaciones terapéuticas o, en su caso, cubriendo la ausencia de éstas.

Asimismo, debe considerarse que ésta es una evaluación que se practica coincidiendo con la comercialización inicial del medicamento. Se trata, por consiguiente, de una valoración provisional de la innovación realizada en función de la evidencia clínica disponible hasta el momento, lo que no prejuzga, en ningún caso, la disponibilidad posterior de nuevas evidencias científicas (de eficacia o de seguridad) en la indicación autorizada o el potencial desarrollo y autorización, en su caso, de nuevas indicaciones terapéuticas o la imposición de restricciones de uso en las anteriores. 

Se consideran tres posibles niveles, adjudicados en función de la relevancia de la(s) innovación(es) presentes en el nuevo medicamento, siempre en relación al arsenal terapéutico disponible clínicamente en España en el momento de la comercialización:

  • SIN INNOVACIÓN (*). No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.
  • INNOVACIÓN MODERADA (**). Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar.
  • INNOVACIÓN IMPORTANTE (***). Aportación sustancial a la terapéutica estándar.

Se distinguen dos niveles de evidencia científica para los aspectos innovadores de los nuevos medicamentos:

  • Evidencia clínica: mediante estudios controlados, específicamente diseñados y desarrollados para demostrar la eficacia y la seguridad del nuevo medicamento, con demostración fehaciente de lo que puede ser un avance o mejora sobre la terapia estándar hasta ese momento, en el que caso de que exista.
  • Plausibilidad científica (potencialidad): existencia de aspectos en el medicamento que teórica y racionalmente podrían mejorar la terapéutica actual, pero que no han sido adecuadamente demostrados mediante ensayos clínicos, bien por motivos éticos o bien por imposibilidad de realización en el momento de la comercialización del nuevo medicamento: perfil de interacciones, mecanismos nuevos que permiten nuevas vías terapéuticas, nuevos perfiles bioquímicos frente a mecanismos de resistencia microbiana, posibilidad de combinar con otros medicamentos para la misma indicación terapéutica, efectos sobre el cumplimiento terapéutico (por mejoras en la vía, número de administraciones diarias, etc.), mejora de la eficiencia económica, etc.

El rigor de los datos contrastados mediante ensayos clínicos controlados (evidencia clínica) es determinante en la valoración de la innovación, mientras que las potencialidades solo pueden ser valoradas accesoriamente, como aspectos complementarios de esta valoración. En ningún caso, un medicamento es valorado con un nivel de innovación importante en función de sus ventajas potenciales, si no aporta otras ventajas demostradas clínicamente. Se analizan cinco aspectos de la innovación: clínica, molecular, toxicológica, físico-química y económico-tecnológica. Como ya se ha indicado, la fundamental y determinante es la novedad clínica.

Trastornos gastrointestinales funcionales

Resumen

Los trastornos gastrointestinales funcionales constituyen un grupo de patologías relativamente frecuentes en nuestro medio y pueden conllevar una limitación muy importante en la vida cotidiana de los pacientes. La fisiopatología de estos procesos, que pueden afectar al tracto digestivo a distintos niveles, no está claramente definida, si bien los expertos abogan por una alteración en las interacciones bidireccionales del cerebro con el intestino (eje cerebro-intestinal). Dentro de ellos, los más prevalentes son los trastornos esofágicos, los trastornos gastroduodenales, los trastornos intestinales funcionales y el dolor gastrointestinal en trastornos mediados centralmente.

En particular, una de las patologías más habituales en la consulta de atención primaria es el síndrome de intestino irritable (SII), que se caracteriza clínicamente por dolor abdominal crónico y recurrente en relación con la defecación o cambios de hábitos intestinales. Para establecer el diagnóstico de este síndrome y los demás trastornos digestivos funcionales se suelen emplear los criterios de Roma IV. 

Desde el punto de vista de su abordaje, el objetivo del tratamiento es principalmente normalizar el hábito intestinal, reducir el dolor abdominal y controlar los síntomas digestivos más limitantes. En este contexto, la relación clínico-paciente reviste la máxima importancia, ya que se trata de patologías infravaloradas, y se debe dar una explicación minuciosa al paciente acerca de los síntomas que padece. De hecho, en todos los trastornos digestivos funcionales es importante adecuar los hábitos de vida y de alimentación al síntoma predominante (por ejemplo, si predomina el estreñimiento, una dieta con fibra soluble puede mejorar la vida del paciente). Si se precisa tratamiento farmacológico, también debe ir enfocado a controlar el síntoma predominante: uso de laxantes o estimulantes secretores frente al estreñimiento, o loperamida para la diarrea. Además, debido a una hipersensibilidad en el tracto digestivo, el uso de medicación antidepresiva y la psicoterapia están indicados en algunos casos.

Introducción

Las molestias abdominales recidivantes referidas en la parte bajan del abdomen, epigastrio, parta alta del abdomen y región retro esternal son los síntomas cardinales de los trastornos digestivos funcionales (TDF). 

Los especialistas en gastroenterología se reunieron en 1988 para establecer los criterios diagnósticos que permitieran clasificar estos trastornos: nacieron así los Criterios de Roma. A lo largo de los años estos criterios han sido modificados hasta los últimos criterios vigentes (Criterios de Roma IV). 

Según los últimos criterios de Roma IV, los TDF se dividen en 8 categorías: 1) trastornos esofágicos; 2) trastornos gastroduodenales; 3) trastornos intestinales funcionales; 4) dolor gastrointestinal de los trastornos mediados centralmente; 5) trastornos del esfínter de Oddi y de la vesícula biliar; 6) trastornos anorrectales; 7) trastornos funcionales gastrointestinales de la infancia, y 8) trastornos funcionales gastrointestinales de la adolescencia. 

Dentro de ellos los más frecuentes son los trastornos esofágicos, trastornos gastroduodenales, trastornos intestinales funcionales y dolor gastrointestinal de los trastornos mediados centralmente, que son a los que se hará referencia a continuación. La fisiopatología de estos procesos aún está por determinar, aunque los estudios apuntan a que existe una alteración en las interacciones bidireccionales del cerebro con el intestino (eje cerebro-intestinal). Además, no se ha encontrado ningún marcador específico para ninguna de estas alteraciones por lo que el diagnóstico se hace complicado.

Trastornos funcionales esfofágicos

La clasificación de Roma IV de los trastornos funcionales esofágicos, establece en esta categoría los siguientes: 

  • pirosis funcional, 
  • dolor torácico funcional de posible origen esofágico, 
  • hipersensibilidad por reflujo, 
  • disfagia funional, y 
  • globo esofágico. 

PIROSIS FUNCIONAL

Para establecer el diagnóstico de esta entidad es necesario que el paciente manifieste pirosis (molestias tipo ardor o dolor retro-esternal refractarios a una terapia anti secretora óptima) y que no haya ninguna otra entidad que pueda justificar este síntoma. Se debe realizar una endoscopia y una pHmetría esofágica de 24 horas para descartar otras patologías. La prevalencia de esta enfermedad no es muy alta, por lo que no deben realizarse exploraciones complementarias a todos los pacientes, excepto en aquellos con síntomas muy intensos, frecuentes o signos de alarma.

La fisiopatología de la pirosis no está claramente definida, aunque se sospecha que los pacientes tienen un aumento de sensibilidad intraluminal a diferentes estímulos (vaciamiento esofágico, hipersensibilidad esofágica, etc.). 

Como en todos estos procesos, los episodios de ansiedad y factores estresantes pueden desencadenar un repunte de sintomatología. 

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Ardor o dolor retroesternal en forma de quemazón.
  • Ausencia de alivio de síntomas a pesar de tratamiento antisecretor óptimo.
  • Ausencia de la evidencia de que el reflujo ácido gastroesofágico sea la causa del síntoma.
  • Ausencia de trastornos de motilidad basados en histopatología.

La utilización de antidepresivos tricíclicos a dosis bajas y de inhibidores de la recaptación de serotonina (ISRS) a dosis bajas pueden ser útiles por la patogenia del proceso para abordar la sensibilización periférica.

DOLOR TORÁCICO FUNCIONAL

Se define como dolor torácico retroesternal, de probable origen esofágico, recurrente, y no explicable por la existencia de otras patologías orgánicas (reflujo gastroesofágico u otros procesos de alteración de la motilidad y la mucosidad). Ante un dolor torácico, la primera sospecha que debe tener un clínico debe ser la presencia de cardiopatía isquémica, debido a las connotaciones clínicas tanto pronósticas como terapéuticas, por lo que se deben realizar aquellas exploraciones complementarias para descartar alteraciones cardiacas.  

Los mecanismos por los que los pacientes se quejan de este tipo de dolor no están claramente establecidos. Se objetiva en ellos que tanto estímulos químicos como mecánicos pueden desencadenar una respuesta aumentada de la percepción del dolor. Además, los desencadenantes de estrés y los trastornos de origen psiquiátrico se observan con mayor frecuencia. Un tanto por ciento elevado de enfermos con dolor torácico no coronario padece rasgos de depresión, ansiedad, somatización y episodios de pánico. 

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Dolor o molestia torácica en la línea media que no sea de carácter urente. 
  • Ausencia de la evidencia de que el reflujo ácido gastroesofágico sea la causa del síntoma.
  • Ausencia de síntomas esofágicos asociados, tales como pirosis y disfagia. 

Con respecto al tratamiento, el primer paso del abordaje debe ser el de tranquilizar al paciente, ya que su dolor es de origen esofágico y no cardiaco; y por otro lado, se deben controlar los síntomas. En aquellos casos en los que predomina un aumento de ácido gástrico se debería intentar corregir ese aumento con tratamiento antisecretor efectivo. En otros casos, el uso de medicación antidepresiva puede resultar beneficioso por tener una actividad anti nociceptiva. 

HIPERSENSIBILIDAD POR REFLUJO

Estos pacientes presentan síntomas esofágicos (ardor o dolor en región torácica) sin encontrarse ninguna alteración orgánica en endoscopias o tras una sobrecarga de ácido en esófago. 

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Síntomas retroesternales, incluyendo ardor de estómago y dolor torácico.
  • Endoscopia normal.
  • Ausencia de alteraciones motoras primarias.
  • Evidencia de que el reflujo gastroesofágico activa los síntomas a pesar de que la exposición al ácido, en la pH-metría o impedanciometría esofágica, es normal. 

El tratamiento suele ser empírico, aunque los pacientes responden mejor a los antisecretores que a otras medicaciones. Además, el tratamiento con moduladores del dolor suele ser eficaz para controlar los síntomas. 

DISFAGIA FUNCIONAL

La disfagia funcional se describe como una sensación de dificultad en el paso de alimento a través del esófago y ausencia de patología orgánica observada en las distintas pruebas complementarias (ausencia de alteración morfológica, motora, reflujo gastroesofágico patológico).

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Sensación de que la comida sólida y/o líquida se impacta, aloja o pasa a través del esófago anormalmente. 
  • Ausencia de evidencia de que el reflujo gastroesofágico sea la causa del síntoma.
  • Ausencia de trastornos de motilidad basados en histopatología.

Con respecto al tratamiento, es importante tranquilizar al paciente comunicándole la ausencia de lesiones graves, usar medicación para control de síntomas (inhibición ácida o espasmolíticos) y alertar al paciente de que puede haber una resolución espontánea del proceso. 

GLOBO ESOFÁGICO

Se define como una sensación de nudo, parada del bolo alimenticio o estrechez en la garganta. (“el paciente se queja de que algo está atascado, aprieta o molesta en la garganta”). No suele asociar dolor y suele mejorar con la deglución. Como las anteriores patologías se deben descartar lesiones estructurales, reflujo gastroesofágico y lesiones histopatológicas. Las pruebas complementarias que se suelen realizar en estos pacientes se basan en una exploración laringoscópica para descartar otros procesos orgánicos. 

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Sensación no dolorosa intermitente o persistente de nudo o cuerpo extraño en la garganta.
  • Presencia de esa sensación entre comidas.
  • Ausencia de disfagia y/u odinofagia.
  • Ausencia de reflujo gastroesofágico como causa de los síntomas.
  • Ausencia de trastornos motores esofágicos.

El tratamiento suele ser empírico, ya que se desconoce la etiopatogenia del proceso. Se puede utilizar tratamiento antidepresivo, que suele tener una respuesta moderada. 

Trastornos funcionales gastroduodenales

La clasificación de Roma IV de los trastornos funcionales gastroduodenales establece actualmente diversos cuadros como:

  • dispepsia funcional,
  • trastornos de eructación,
  • trastornos de náuseas y vómitos, y
  • síndrome de rumiación.

DISPEPSIA FUNCIONAL

La dispepsia funcional (DF) es uno de los motivos de consulta más frecuentes dentro del campo de la Atención Primaria. Tanto es así que la dispepsia se considera un problema de salud pública, por la alta prevalencia y frecuentación de los pacientes. 

Su etiología es muy variada, en un tanto por ciento importante es funcional, pero en otras ocasiones se puede deber a entidades clínicas como la úlcera péptica, esofagitis por reflujo o cáncer de esófago o estómago. 

En la DF, suele observarse solapamiento de trastornos motores y sensitivos del tracto digestivo superior. Entre los factores fisiopatológicos asociados a la dispepsia funcional cabe destacar las alteraciones de la motilidad gástrica, hipersensibilidad visceral o factores genéticos. Para confirmar su diagnóstico, los pacientes deben presentar al menos uno de los siguientes síntomas: sensación de plenitud postprandial, saciedad precoz (entendida como incapacidad para terminar una ración normal de comida o plenitud postprandial) o dolor epigástrico o ardor (denominado síndrome de dolor epigástrico) y no existir evidencia de enfermedad estructural que pudiera justificar los síntomas, tras una evaluación clínica.

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Plenitud postprandial molesta, saciedad temprana molesta, dolor epigástrico molesto y/o ardor epigástrico molesto.
  • No evidencias de enfermedad estructural (habitualmente se realiza una endoscopia oral) que pudiera explicar los síntomas. 

En primer lugar, se debe explicar al paciente de forma clara y sencilla que la afección que padece tiene una sintomatología leve y de curso intermitente. Se recomienda promover hábitos de vida saludable (dejar de fumar, reducir ingesta de alcohol, reducción de peso o reducir la ingesta de comidas grasas). 

Con respecto al tratamiento farmacológico se pueden utilizar antiácidos y antisecretores, procinéticos para mejorar la plenitud posprandial, distensión abdominal o saciedad precoz. Una terapia psicológica, junto a algunos fármacos antidepresivos, puede resultar eficaz en algunos pacientes que acompañan este trastorno con sintomatología depresiva.

TRASTORNOS POR ERUCTACIÓN

Los trastornos por eructación vienen definidos cuando el evento fisiológico de los eructos se convierte en una situación molesta, difícil de regular, o que trastorna la vida normal de los pacientes.

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Eructos molestos repetidos por lo menos varias veces a la semana
  • Deglución de aire que es objetivamente observada o medida.

Para el control de este síntoma se debe explicar la situación y tranquilizar al paciente, además de modificar sus hábitos de vida (evitar chupar caramelos o masticar chicles, comer lentamente y evitar las comidas carbonatadas).

TRASTORNOS CON NÁUSEAS Y VÓMITOS

La náusea se define como una sensación desagradable de malestar estomacal con la inminente necesidad de vomitar, mientras que el vómito se define como la expulsión enérgica de contenido del estómago.

Dentro de los trastornos de náuseas y vómitos podemos distinguir las náuseas idiopáticas crónicas, los vómitos funcionales y los vómitos cíclicos. En todos ellos se debe manifestar el síntoma predominante más de una vez a la semana y determinar la ausencia de patología orgánica que pueda justificar la clínica de los pacientes.

El tratamiento se basa en tratar el síntoma más frecuente con procinéticos (primera línea de tratamiento), antidepresivos tricíclicos o incluso con fármacos antimigrañosos.

SÍNDROME DE RUMIACIÓN

Este síndrome se caracteriza por la regurgitación repetitiva y sin esfuerzo de los alimentos ingeridos recientemente. Es un trastorno relativamente infrecuente, más asociado al sexo femenino. Además del síntoma principal, pueden aparecer otros síntomas como náuseas, ardor de estómago, malestar abdominal, diarrea o estreñimiento. 

El tratamiento se basa en terapias conductuales, técnicas de respiración diafragmáticas y medicación para controlar los síntomas asociados, con inhibidores de bomba de protones.

Trastornos funcionales intestinales

La clasificación de Roma IV de los trastornos funcionales intestinales establece los siguientes:

  • síndrome de intestino irritable, 
  • estreñimiento funcional, 
  • diarrea funcional, 
  • hinchazón/distensión abdominal funcional, y
  • trastorno funcional intestinal inespecífico.

SÍNDROME INTESTINO IRRITABLE

Definición


El síndrome de intestino irritable (SII) es un trastorno funcional digestivo crónico y recurrente caracterizado por dolor, distensión abdominal y cambios en el patrón evacuatorio. Además, el diagnóstico exige la ausencia de enfermedad orgánica detectable que pueda explicar la sintomatología. Este síndrome puede coexistir con otros síndromes gastrointestinales orgánicos, como, por ejemplo, colitis ulcerosa, colitis microscópica y celiaquía. Tales entidades pueden enmascarar la sintomatología propia del SII pudiendo dificultar el diagnóstico, ya que hasta que no se resuelve la clínica de estas patologías no suelen aflorar los síntomas propios del SII.

Clasificación


Con base en el hábito intestinal, el SII se divide en 3 subtipos principales: síndrome de intestino irritable con diarrea, síndrome de intestino irritable con estreñimiento o síndrome de intestino irritable con hábitos intestinales mixtos. Otro subgrupo minoritario sería el del síndrome de intestino irritable posinfeccioso, que incluye a pacientes con síntomas persistentes a pesar de la resolución de uno o más episodios de gastroenteritis bacteriana. 

Si no se cumplen los criterios para la consideración de alguno de esos subtipos, pero el paciente tiene sintomatología compatible con SII, se incluye la categoría de síndrome de intestino irritable inespecífico. 

Epidemiologia


Se trata de un síndrome muy frecuente en la población general y constituye una de las primeras causas de consulta a medicina general y gastroenterología. Aunque la prevalencia depende de la población estudiada, esta suele oscilar entre un 5-10%. Tiene predominio femenino (relación hombre/mujer de 2:1 a 2,5:1). En general, los síntomas suelen debutar sobre los 30-50 años, pero también se observa en edades tempranas de la vida. A nivel profesional, es una entidad muy incapacitante, ya que los pacientes que sufren de SII pueden llegar a estar de baja laboral más del triple de veces que aquellos pacientes que no lo padecen. 

Fisiopatología


El SII es el trastorno gastrointestinal más estudiado. No existe un consenso sobre su fisiopatología, aunque cada vez es más aceptada la pauta de que se trata de un trastorno de las interacciones cerebro-intestinales, con anomalías periféricas y centrales interrelacionadas. 

Los pacientes con SII tienen diversos trastornos de motilidad, con mayor frecuencia que la población general. Alrededor de un 45% de los pacientes con SII diarreico muestran un tránsito acelerado por el colon y contracciones expulsivas aumentadas. Un 25% de pacientes con SII con estreñimiento presentan menor velocidad de tránsito colónico. Como causas de esta disparidad de presentaciones clínicas, se piensa que puede haber una desregulación del sistema nervioso autónomo, anomalías en la secreción y absorción intestinal de agua y electrolitos, y de la síntesis y secreción de ácidos biliares. El estrés añadido condiciona la activación de las contracciones y secreciones del intestino posterior, mediada por vías parasimpáticas sacras; en estos pacientes con SII existe una respuesta aumentada al estrés, con presentación de síntomas.

Como factores de riesgo de SII se han identificado: alteraciones en la microbiota intestinal (disminución de Bifidobacterium y Lactobacillus), infecciones del tránsito gastrointestinal y el estrés psicológico crónico. Estos pueden debilitar la función de la barrera intestinal, haciendo que la permeabilidad intestinal se vea afectada, y pudiendo producir síntomas en estos pacientes. 

A nivel endocrino, las células enterocromafines liberan serotonina en respuesta a la presencia de ácidos biliares, al contenido del tránsito intestinal y a la existencia de productos microbianos. En aquellos pacientes con SII con predominio de diarrea, puede existir un aumento de liberación de serotonina después de las comidas, produciendo un aumento de motilidad y secreción.

Clínica


La mayoría de estos enfermos pasan de un largo tiempo con síntomas antes de consultar. El primer encuentro lo suelen tener con el médico de atención primaria y refieren sobre todo síntomas de disconfort abdominal. La clínica referida suele ser de dolor en la región baja del abdomen, que suele agravarse con las emociones y el estrés, con la falta de sueño o con la ingesta de alimentos. Los síntomas se suelen relacionar con la defecación y pueden mejorar tras las deposiciones. 

Por otro lado, además de sintomatología digestiva, los pacientes presentan a menudo síntomas psicológicos y trastornos psiquiátricos (por ejemplo, trastornos de ansiedad generalizada y/o trastornos de angustia). Y el SII puede coexistir con el curso de otras patologías sistémicas, tales como fibromialgia, migrañas, cistitis intersticial o dolor pélvico crónico. 

Diagnóstico


Para considerar el posible diagnóstico de SSI (Figura 1) el paciente debe padecer los síntomas al menos 6 meses antes del diagnóstico y estar presentes durante los últimos 3 meses. Predomina el dolor abdominal, de carácter recurrente, y presente al menos un día por semana en los últimos 3 meses, asociado con 2 o más de los siguientes criterios:

  • relacionado con la defecación,
  • asociado a un cambio en la frecuencia de las heces, 
  • asociado a un cambio en la forma o aspecto de las heces.

Para definir los distintos subtipos de SII hay que conocer la Escala de Bristol de la forma de las heces, disponible en: https://medired.com.bo/article/que-es-la-escala-de-bristol.

Adicionalmente, se han descrito algunos síntomas que deben hacer pensar en un proceso distinto al SII y que deben ser evaluados de forma minuciosa, ya que pueden enmascarar un proceso maligno subyacente. Estos síntomas son: pérdida de peso involuntaria, dispepsia de nuevo desarrollo después de los 55 años, disfagia, vómitos persistentes, cualquier hemorragia manifiesta, hematemesis o melenas, antecedentes familiares de cáncer de esófago o gástrico, anemia ferropénica, masas abdominales o ganglios linfáticos palpables.

Para descartar otros procesos que justifiquen los síntomas se deben realizar pruebas complementarias. Por ejemplo, el cribado serológico de la celiaquía se solicitará a los pacientes con un síndrome con predominio diarreico o mixto. En aquellos pacientes con diarrea persistente, se debe descartar malabsorción de hidratos de carbono con una prueba de aliento. En situaciones donde no se resuelve la sintomatología es obligado realizar una biopsia de colon para descartar colitis colágena o microscópica, así como una colonoscopia para descartar un cáncer colo-rectal si el paciente tiene más de 50 años.

Tratamiento


Como en el resto de procesos, la explicación biológica de los síntomas, una aclaración por parte del médico de que los síntomas son reales y de que, en general, suelen tener un pronóstico favorable, puede ayudar a la compresión y aceptación de este trastorno.

La primera línea de tratamiento debe ser un cambio en los hábitos de vida, incluyendo hábitos dietéticos y hábitos psicosociales. Se deben restringir de la dieta aquellos alimentos que exacerben los síntomas. La sensibilidad percibida hacia los alimentos guarda relación con una serie de factores, como las respuestas condicionadas de miedo por la ansiedad anticipatoria, la ingesta de alimentos en general y el volumen de la comida. Por ejemplo, la fibra de salvado insoluble puede agravar los síntomas, pero la fibra soluble en forma de cáscara de psilio (Psylium) es a menudo beneficiosa. Una dieta baja en oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polifenoles (FODMAP) puede ser beneficiosa en algunos pacientes, atenuando los síntomas. En cambio, aquellos alimentos con mucha grasa, productos lácteos, bebidas con gas o alimentos con gluten, alcohol o cafeína pueden exacerbar los síntomas.

Es importante, a la par que un control de la alimentación, identificar los factores desencadenantes, sobre todo, a nivel psicosocial, aplicando técnicas cognitivo-conductuales para evitar la aparición de síntomas. 

El objetivo del tratamiento farmacológico del SII debe ser la disminución o incluso la desaparición de los síntomas predominantes en los pacientes. En caso de que el síntoma predominante sea la diarrea, los fármacos antidiarreicos –como loperamida– pueden ser una buena opción. Si el paciente presenta estreñimiento, se puede optar por administrar laxantes osmóticos, estimulantes secretores o inclusión de fibra soluble para mejorar la sintomatología. La manipulación de la flora intestinal con antibióticos se ha propuesto para aquellos pacientes con meteorismo y diarrea. 

Para la disminución de la hipersensibilidad digestiva se ha postulado el tratamiento antidepresivo (antidepresivos tricíclicos, inhibidores de la recaptación de serotonina), también propuesto para disminuir el dolor abdominal y los problemas psicológicos asociados (depresión, trastornos del sueño, ansiedad anticipatoria).

ESTREÑIMIENTO FUNCIONAL

El estreñimiento funcional (EF) se caracteriza por la dificultad o la escasa frecuencia en relación con la emisión de las heces, a menudo acompañado por la necesidad de realizar un esfuerzo excesivo durante la defecación o la sensación de evacuación incompleta. Como en otros casos de trastornos funcionales intestinales, no se encuentra una causa orgánica subyacente. 

De acuerdo a los criterios de Roma IV, el EF se define como la presencia durante los últimos 3 meses de dos o más de los siguientes: 

  • esfuerzo defecatorio (≥ 25% deposiciones);
  • deposiciones duras o caprinas (≥ 25% deposiciones);
  • sensación de evacuación incompleta (≥ 25% deposiciones); 
  • obstrucción defecatoria (≥ 25% deposiciones); 
  • maniobras manuales para la defecación (≥ 25% deposiciones); 
  • menos de 3 deposiciones espontáneas completas/semana.

Los síntomas deben haber comenzado un mínimo de 6 meses antes del diagnóstico, no existir diarrea si no es tras la toma de laxantes, y no cumplir criterios de SII. Así pues, el diagnóstico de EF es relativamente complicado, puesto que comparte con el SII aspectos clínicos similares. En ambos trastornos predomina la afectación en el sexo femenino, aunque en ambos sexos se obtiene una respuesta similar al tratamiento con fármacos. Fisiopatológicamente, en ambos procesos existen alteraciones de la motilidad colónica, dificultad expulsiva y ausencia de compresión abdominal suficiente. No obstante, en el SII se observa con más frecuencia una hipersensibilidad colónica y una hiposensibilidad a nivel rectal, que en el EF no es tan acusado. 

El abordaje se basa en explicar la patogenia del proceso y tranquilizar al paciente haciendo hincapié en la benignidad del proceso. Los pacientes deben modificar sus hábitos de vida, ingiriendo más líquido o realizando una dieta más abundante con fibra soluble. Se han intentado, sin mucho éxito, distintos tratamientos (evacuantes) para mejorar el síntoma principal.

DIARREA FUNCIONAL

Este trastorno a menudo se confunde con el SII, pero la ausencia del dolor abdominal puede hacernos sospechar la existencia de una diarrea de origen funcional. También se puede denominar como diarrea nerviosa o diarrea sin dolor

Se define como la presencia de deposiciones de consistencia disminuida, con una frecuencia de tres a cuatro al día y con ausencia de dolor abdominal. En ocasiones, las deposiciones pueden ser sólidas, pero en el fondo presentan una fase líquida en suspensión.  Tienen un ritmo cíclico y los episodios diarreicos suelen aparecer cada 10-15 días. 

Criterios diagnósticos: (deben estar al menos desde hace 6 meses con la presencia de todos ellos durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Presencia de heces sueltas o acuosas en más del 25% de las deposiciones, sin que el dolor o la hinchazón abdominal molesta sean los síntomas predominantes.

Si los pacientes se encuentran muy sintomáticos, se puede recurrir a loperamida y colestiramina para tratar de detener la diarrea. Existen otro tipo de tratamientos con cierta eficacia como son los probióticos, antibióticos (rifaximina) y los antagonistas 5-HT3 (ondansetrón y otros fármacos del grupo) que pueden resultar útiles. 

HINCHAZÓN/DISTENSIÓN ABDOMINAL FUNCIONAL

Esta entidad se define por la sensación de presión o plenitud abdominal recurrente o de retención de gas, y/o aumento de la circunferencia abdominal. 

Criterios diagnósticos: (deben haberse iniciado desde hace al menos 6 meses con la presencia de hinchazón o distensión durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Se produce hinchazón y/o distensión abdominal recurrente, que predomina sobre otros posibles síntomas, al menos un día a la semana de promedio.
  • No existen criterios diagnósticos suficientes para SII, estreñimiento funcional ni para diarrea funcional.

Este trastorno tiene un tratamiento difícil por su diagnóstico frecuentemente tardío y la dificultad para tratar los síntomas. Se han realizado estudios con diversas terapias, como, por ejemplo, simeticona, aceite de menta, en todos los casos con resultados variables. La terapia cognitivo-conductual o el tratamiento con antidepresivos han dado resultados aceptables. 

DOLOR GASTROINTESTINAL EN TRASTORNOS MEDIADOS CENTRALMENTE

La clasificación de Roma IV de los dolores gastrointestinales en los trastornos mediados centralmente establece dos entidades principales:

  • síndrome de dolor abdominal, e
  • hiperalgesia gastrointestinal inducida por opiáceos (síndrome del intestino narcótico).

Síndrome de dolor abdominal


También conocido como el síndrome de dolor abdominal mediado centralmente, este síndrome se caracteriza por dolor abdominal recurrente que es independiente de la actividad intestinal. Tiene muy poca relación con la ingesta y la defecación, pero puede llegar a ser muy incapacitante, limitando las actividades de la vida diaria.  En ocasiones, se asocia a otros síntomas y síndromes, como fibromialgia o síndrome de fatiga crónica.

Criterios diagnósticos: (deben haberse iniciado desde hace al menos 6 meses con la presencia de hinchazón o distensión durante, al menos, los últimos 3 meses)

  • Dolor abdominal continuo o casi continuo.
  • El dolor no está relacionado con eventos fisiológicos, como comer, defecar o la menstruación.
  • El dolor no es fingido y limita algunos aspectos de la vida.
  • El dolor no se explica por otros trastornos funcionales digestivos, ni por una lesión estructural.

En estos pacientes los analgésicos habituales no suelen producir una buena respuesta. Se han empleado mediaciones antidepresivas y terapias cognitivo-conductuales con respuestas esperanzadoras. 

La incertidumbre sobre la COVID-19 persistente

Un número importante de pacientes infectados por el SARS-CoV-2 experimentan síntomas más allá de las cuatro semanas desde el debut de la patología. En estos casos, se habla de COVID persistente o long COVID. Si bien es cierto que hasta el momento no existe una definición consensuada para esta patología, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. la define como un conjunto de síntomas que se desarrollan durante o después de un caso confirmado o sospechoso de COVID-19 y que continúan durante más de 28 días. No obstante, se dispone de pocos estudios que hayan investigado a este grupo de pacientes –especialmente en entornos ambulatorios–, que se estima que oscilan entre el 10-15% del total de infectados por el SARS-CoV-2. Por lo tanto, se sabe relativamente poco sobre los síntomas y la gravedad de estos, el curso clínico esperado, el impacto en la funcionalidad diaria y la capacidad de recuperación completa de estos pacientes.

Un estudio publicado recientemente ha identificado 203 síntomas diferentes que afectan a diez sistemas distintos en el organismo. Este estudio se basa en la realización de una encuesta online a pacientes con COVID-19 sospechoso y confirmado (N= 3.762), cuya enfermedad duró más de 28 días. Para más del 90% de los encuestados, el tiempo de recuperación fue superior a 35 semanas. Entre los síntomas más frecuentes a partir del sexto mes destacan: fatiga, malestar después de realizar un esfuerzo y disfunción cognitiva. El 85,9% (IC95% 84,8%-87,0%) de los participantes experimentaron recaídas, causadas principalmente por el ejercicio, la actividad física o mental y el estrés. El 86,7% (IC95% 85,6%-92,5%) de los encuestados no recuperados experimentaban fatiga en el momento de la encuesta, en comparación con el 44,7% (IC95% 38,5%-50,5%) de los encuestados recuperados. En cuanto al impacto en la vida laboral de estos pacientes, el 45% (1.700 encuestados) necesitaron reducir su horario en comparación con su situación antes de la enfermedad, y el 22% (839 adicionales) no estaban trabajando en el momento de la encuesta debido a la enfermedad. 

En conclusión, los pacientes que sufren COVID-19 persistente presentan una afección multisistémica y una discapacidad importante. En la mayoría de los casos –más del 90% de los encuestados– no se habían recuperado pasados siete meses de la infección y presentaban principalmente síntomas sistémicos y neurológicos/cognitivos, teniendo un gran impacto en su vida diaria, tanto laboral como social.

No hay consumo inocuo de alcohol

Existe la creencia popular de que un “consumo moderado” puede ser positivo para la salud, sobre todo, en España, si se trata del vino tinto, al que se atribuye un teórico beneficio cardiovascular. De hecho, el alcohol es una droga que recibe la connivencia por parte de los gobiernos a la hora de legislar, y que se consume desde edades muy precoces. Lo que no está extendido entre la población general es el conocimiento del riesgo que comporta esta sustancia para el desarrollo de varios tipos de tumores. 

Un nuevo estudio acaba de actualizar esta relación directa tras analizar los datos de la última década –desde 2010– obtenidos de diversas bases de datos y revisiones sistemáticas: a partir de las cifras de incidencia de cáncer recogidos en GLOBOCAN 2020, y asumiendo un periodo de latencia de 10 años entre el consumo de alcohol y el diagnóstico de cáncer, los autores estimaron que en todo el mundo el alcohol fue responsable de 741.300 casos de cáncer (IC95% 558.500-951.200) solo durante el año 2020. Esto supone que el 4,1% (IC95% 3,1-5,3) de los tumores a nivel global se deben a la ingesta de bebidas alcohólicas y, por tanto, pueden considerarse como totalmente evitables y prevenibles. 

Los resultados del estudio revelan que 3 de cada 4 casos de cáncer por alcohol (568.700 casos, el 76,7% del total) se produjeron en hombres, y que los tipos de tumores más frecuentemente asociados a su consumo fueron: el de esófago (189.700 casos), de hígado (154.700 casos) y de mama (98.300 casos). No obstante, se identificaron notables variaciones de ese impacto por criterios geográficos: los tumores relacionados con la ingesta de etanol constituyen “solo” el 0,3% del total en el norte de África o el 0,7% en Asia occidental, mientras que su proporción crece hasta el 5,6% en Europa del este o el 5,7% en Asia oriental, destacando países con mayores cifras como Mongolia (10%), Rumanía (7%), China o Rusia (6%). Se estimó que en España el 4,4% de los cánceres diagnosticados en 2020 tienen a las bebidas alcohólicas como causantes, unas 11.600 enfermedades en total. Adicionalmente, los autores calcularon la contribución por separado del consumo moderado (< 20 g etanol/día), de riesgo (20-60 g/día) y excesivo (> 60 g/día), detectando que la mayoría de los casos de tumores asociados con el alcohol se deben a un consumo excesivo (hasta 346.400 casos, un 46,7%) y de riesgo (291.800 casos, un 39,4%). Pero es preciso destacar que el consumo moderado también se consideró responsable de hasta 103.100 casos (un 13,9%), lo que revela que no hay un umbral mínimo de ingesta diaria de bebidas alcohólicas que pueda considerarse seguro.

Los hallazgos comentados ponen de manifiesto la necesidad de políticas e intervenciones sanitarias efectivas que contribuyan a concienciar sobre los riesgos del alcohol y permitan reducir su consumo, de modo que se puedan prevenir las patologías asociadas, que también pueden ser de tipo cardiovascular o hepático, entre otros. 

Editorial

Queridos lectores,

Tras el parón estival, y con el inicio del nuevo curso, volvemos a estas páginas con ilusión recargada, para seguir divulgando con criterios de actualidad las novedades que van apareciendo en el mundo del medicamento y otros temas de salud. 

El mes de septiembre se ha iniciado con datos epidemiológicos esperanzadores que parecen confirmar la caída de la quinta ola de COVID-19 en España. Habiendo alcanzado el que anteriormente se fijó como umbral de inmunidad de rebaño –70% de la población–, la vacunación frente a la COVID-19 sigue avanzando, dado que la expansión de la más contagiosa variante delta del coronavirus ha determinado que dicha inmunidad no se alcance hasta niveles de coberturas mayores. No obstante, la situación sanitaria dista de lo que sería ideal para relajar las medidas restrictivas, con cifras de fallecidos por la enfermedad aún demasiado elevadas. Así, en medio de los debates científicos de la necesidad de una tercera dosis de la pauta vacunal y de los impactos que las variantes virales van a tener en la efectividad de la vacunación, tenemos que recordar la necesidad de mantenernos concienciados ante la circulación comunitaria del virus: toda vez que se ha probado que las vacunas no bloquean por completo los contagios, extremar el resto de medidas profilácticas (distanciamiento social, uso de mascarilla, ventilación de interiores, etc.) adquiere una renovada importancia.

En este sentido de la prevención, debemos destacar el importante papel que ha jugado desde el inicio del verano el acceso en las farmacias comunitarias a los test de antígenos de autodiagnóstico de la infección por SARS-CoV-2, que han permitido la detección de un buen número de casos asintomáticos o sintomáticos, y su puesta en conocimiento de las autoridades sanitarias. Demuestra una vez más que el aprovechamiento de todos los niveles del sistema sanitario redunda en un notable beneficio para la población. 

Entre los contenidos de este número, destacamos las revisiones monográficas centradas en los aspectos clínicos y la farmacoterapia de las arritmias cardiacas, por un lado, y de los trastornos gastrointestinales funcionales, patologías ambas que afectan a un importante porcentaje de la población, sobre todo de edades avanzadas. Se incluye la evaluación de la innovación de cuatro fármacos de reciente comercialización en España: avatrombopag y lusutrombopag en trombocitopenia, naldemedina en estreñimiento inducido por opioides, y la novedosa terapia génica voretigén neparvovec en un tipo concreto de distrofia retiniana. En las restantes secciones, que incluyen, entre otras, Farmacoeconomía, Formulación o Plantas Medicinales, hemos procurado abordar una mayor variedad de temas y cuestiones de actualidad alejadas de la COVID-19, a fin de “romper” parcialmente la monotonía informativa.

Aprovechamos estas líneas para informaros de una novedad muy esperada por nuestra parte. A partir de este número, en las próximas semanas inauguraremos una nueva página web de la revista. Con un diseño actualizado, confiamos en que esta nueva web sea un paso acertado en el proceso de transformación digital de la organización farmacéutica colegial, y confiamos que permita a los lectores de Panorama Actual del Medicamento una navegabilidad más intuitiva y completa por sus contenidos. Se ampliará información puntualmente sobre este tema.

Por ahora, deseamos que disfrutéis de la lectura de este nuevo número. Recibid un afectuoso saludo.

Coste-utilidad de un programa de ejercicio para reducir el riesgo de caídas en personas mayores

Una de las principales causas de hospitalización en las personas mayores son las caídas, pudiendo ser el origen de graves consecuencias: en el 10% de los casos se observan fracturas secundarias a ellas. Sin embargo, muchas caídas pueden ser prevenibles mediante intervenciones basadas en la modificación de determinados factores de riesgo, sean estas realizadas a nivel individual o en grupo. Para estimar la eficiencia de estas intervenciones, unos investigadores han realizado un análisis coste-efectividad de los programas de ejercicio, examinando si pueden reducir costes sanitarios y mejorar la salud de las personas mayores. 

La evaluación económica se realizó como análisis secundario de los datos obtenidos en el Programa de Otago, estudio multicéntrico realizado principalmente por personal de enfermería en España, en 827 personas de 65 a 80 años que no vivían en residencias sociosanitarias, con el objetivo de reducir el riesgo de caída. El programa evaluado comprende 24 ejercicios de potencia y balance, con soporte para que puedan continuarlos cada uno en su domicilio, en 4 sesiones más una quinta de refuerzo. Este programa podía realizarse con sesiones individuales o grupales que eran idénticas con la única diferencia obvia del número de participantes en cada tipo.

El análisis económico se efectuó desde la perspectiva del sistema de salud, comparando costes y resultados en un horizonte temporal de 12 meses. Los costes imputados fueron de tipo sanitario directo, incluyendo hospitalizaciones, consultas médicas y visitas a urgencias, así como los recursos humanos utilizados en la implementación del programa. La variable de resultado fue el riesgo de caída, estimado a partir de los resultados del test Time Up and Go (TUG) que mide el tiempo en levantarse e ir hasta un punto y volver, el cual actúa como proxy del riesgo. En análisis adicionales, el riesgo de caída se estimó a partir de los valores obtenidos en otros test (Tinetti y SPPB).

El resultado de eficiencia se estimó como el ratio coste-efectividad incremental (RCEI), ajustado mediante un modelo de regresión, que permite ajustar la incertidumbre de costes y beneficios asociada a factores no observados. Finalmente, se efectuó una técnica estadística de bootstrapping.

Los resultados se muestran sobre los pacientes que concluyeron el estudio (226 en intervenciones grupales y 272 en individuales; con una edad media de 71,9 años y siendo el 68% mujeres). El coste medio por paciente en el programa de intervención grupal fue inferior al desarrollado a nivel individual; a pesar de presentar un mayor coste en consultas médicas, puesto que este es menor en hospitalizaciones. El beneficio estimado (mediante los test TUG y SPPB) fue superior en la intervención grupal. En base a lo observado, el RCEI fue dominante (menor coste y mayor beneficio) en la intervención en grupos, independientemente del tipo de medida del riesgo de caída (Tabla 3). Así, se estimó una probabilidad de que la intervención grupal fuera más eficiente en el 100% de los casos al utilizar el test SPPB, del 81% con el test Tinetti, y del 97% con el Time Up and Go.

A la vista de los resultados, los autores concluyen que las sesiones grupales del programa de ejercicios de Otago son menos costosas que las sesiones individuales, en personas de 65 a 80 años. Dicha reducción se debe no solo a menores costes de las sesiones sino a una menor tasa de hospitalizaciones, secundaria a una reducción del 10% del riesgo de caídas.

Este estudio es un ejemplo magnífico de cómo proponer adecuadamente que un determinado programa sea aceptado por los decisores en salud, públicos o privados. Se comienza por un estudio científico, multidisciplinar, bien diseñado, que permita demostrar el valor de la acción, evidenciando una adecuada efectividad y seguridad de su implementación. Una vez que se ha generado conocimiento mediante dicho estudio, se analiza la eficiencia del mismo, con el fin de asegurar al decisor del sistema de salud que la implementación del programa supone un uso racional de los escasos recursos sanitarios. Cualquier tecnología sanitaria –como la expuesta– debe seguir el camino indicado. Sin haber demostrado previamente que una determinada acción presenta valor –mejora de resultados de salud–, muestra seguridad –ausencia de eventos adversos secundarios a la acción– y resulta ser eficiente –muestra un uso racional de los recursos–, ningún decisor podrá implementar con convicción la acción en su ámbito de competencia.