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¿Puede haber superanticuerpos frente al SARS-CoV-2?

Toda vez que la pandemia por COVID-19 ha causado ya más de un millón de muertes en el mundo, la necesidad de encontrar un tratamiento eficaz frente al virus sigue abriendo nuevas posibilidades terapéuticas. Aunque el hecho de combatir al virus con anticuerpos no resulta nada innovador –es, obviamente, la base del diseño de las vacunas–, un reciente trabajo ha aislado y caracterizado, de manera interesante, dos anticuerpos completamente humanos que presentan una elevada potencia de neutralización del coronavirus, y abre el camino de las terapias basadas en cócteles de anticuerpos, una de las pocas estrategias que mostró eficacia frente al virus del ébola.

Los autores evaluaron casi 800 tipos de anticuerpos obtenidos a partir de las muestras de 12 pacientes que habían superado la infección. Mediante diversos estudios bioquímicos in vitro identificaron que los anticuerpos llamados S2E12 y S2M11 eran capaces de inhibir la entrada de partículas virales del SARS-CoV-2 a células humanas de forma significativa (90%) en concentraciones en el rango picomolar (IC90 de 26 y 13 ng/ml, respectivamente). Demostraron por microscopía electrónica que el anticuerpo S2E12 ejerce su efecto neutralizante mediante su unión al motivo de unión al receptor (RBM, por sus siglas en inglés) de la proteína S del virus, siendo el receptor celular la enzima convertidora de angiotensina 2; por su parte, el SM11 bloquea el trímero de la proteína S mediante su unión a un epítopo cuaternario que abarca dos dominios de unión al receptor (RBD) adyacentes, estabilizando dicha proteína en su estado cerrado e impidiendo su interacción con el receptor celular. Ambos anticuerpos parecen inducir, además, las funciones efectoras mediadas por el fragmento Fc que, en última instancia, favorecería la respuesta celular específica que ayude a impedir la entrada del virus a la célula.

Posteriormente, los investigadores formularon un cóctel de anticuerpos incluyendo esas dos moléculas y lo estudiaron in vivo en un modelo de hámster, mediante su administración intraperitoneal 48 h antes de la exposición intranasal de los animales al virus. Demostraron así que con la administración profiláctica de los anticuerpos, por separado o en cóctel, la carga de ARN viral en los pulmones de los animales tras 4 días era notablemente menor (en 2-5 órdenes de magnitud) en comparación con aquellos animales que habían recibido un control.

Aunque se trata éste de un ensayo preclínico, hay estudios similares que están evaluando en humanos otros anticuerpos monoclonales, habiéndose divulgado algunos resultados interesantes, aunque todavía preliminares y no publicados en revistas científicas1. Es el caso del anticuerpo LY-CoV555, un anticuerpo de tipo IgG1 diseñado específicamente para unirse a la proteína S del virus –con el objetivo de bloquear su entrada a la célula–, que está siendo investigado en ensayos de fase 1 a 3. En un ensayo aún en marcha de fase 2 (BLAZE-1), aleatorizado, doble ciego y controlado por placebo, realizado en pacientes ambulatorios con COVID-19 sintomática leve-moderada, el análisis intermedio de los datos ha revelado que la administración del fármaco a la dosis de 2.800 mg redujo significativamente la carga viral en los pacientes al día 11, mostrando un efecto consistente en la reducción viral desde el día 3 tras la administración. La tasa de hospitalizaciones era menor en el conjunto de pacientes tratados con el anticuerpo a las 3 dosis evaluadas (1,7%; 5/302) en comparación con placebo (6%; 9/150), lo que implica una reducción del 72% en el riesgo de hospitalización. Además, el anticuerpo fue bien tolerado a todas las dosis, sin reportarse eventos adversos graves relacionados con el tratamiento.

En definitiva, este tipo de trabajos confirman que la inmunización pasiva con anticuerpos monoclonales neutralizantes es una vía prometedora. Si bien se deben interpretar los resultados con cautela, a la espera de datos clínicos concluyentes en fase 3, no es impensable que, a la espera de una vacuna, se pueda usar no solo como estrategia terapéutica –preferentemente en las fases tempranas de la infección– sino como herramienta de prevención en sujetos de riesgo, una vez que hayan completado las fases de desarrollo clínico y su fabricación industrial a gran escala. La principal ventaja de esta opción, que representaría una evolución de la terapia con plasma hiperinmune, sería la potencial inmediatez de su eficacia, a diferencia de la vacuna, que puede tardar 1 o 2 meses en conferir inmunidad, y probablemente necesitar una dosis de refuerzo.

  • Tortorici MA, Beltramello M, Lempp FA, Pinto D, Dang HV, Rosen LE et al. Ultrapotent human antibodies protect against SARS-CoV-2 challenge via multiple mechanisms. Science. 2020; eabe3354. DOI: 10.1126/science.abe3354.

Editorial

Queridos lectores,

Inauguramos el último trimestre de este difícil 2020 con la atención puesta en el nuevo ascenso de la curva de contagios y fallecidos por COVID-19 en esta segunda oleada de la pandemia en nuestro país. Si bien las cifras epidemiológicas son desalentadoras, debemos celebrar que una gran mayoría de pacientes se recuperan y dejan atrás la infección –permítannos un afectuoso recuerdo al presidente del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, Jesús Aguilar, quien está completando ahora su recuperación–. En todo caso, con una Atención Primaria por zonas desbordada, todos los profesionales sanitarios pueden y deben arrimar el hombro. Entre ellos, los farmacéuticos se han ofrecido activamente a las autoridades central y autonómicas para potenciar las actividades de Salud Pública que se consideren pertinentes, desde el convencimiento de que el potencial sanitario de la ubicua y accesible red de farmacias puede ser muy relevante para ciudadanos y pacientes en el actual contexto.

En esa línea, debemos hacer un especial llamamiento a la vacunación antigripal, dado el adelanto temporal (a la primera quincena de octubre) de la campaña impulsada por el Ministerio de Sanidad bajo el lema “Yo me vacuno. Marca la diferencia”. Parece que este año la vacunación de los grupos de riesgo, entre los que se engloban los profesionales sanitarios, es un acto de responsabilidad individual de mayor relevancia –e, incluso, de solidaridad con la sociedad– para evitar la coexistencia de una epidemia de gripe y una sobrecarga adicional del sistema asistencial. El propio Consejo General ha puesto en marcha también su Campaña de Vacunación con materiales para farmacéuticos y para la población con el mismo objetivo.

Aunque no al ritmo que la sociedad desearía (en muchos casos, desconocedora de los plazos de la ciencia), avanzan paulatinamente las investigaciones clínicas con nuevas terapias frente al SARS-CoV-2. Por ejemplo, este último mes la Agencia Europea de Medicamentos se ha pronunciado a favor del uso de dexametasona para tratar a pacientes con neumonía que requieren terapia con oxígeno (incluyendo ventilación mecánica), abriendo la posibilidad de incorporar dicha indicación a las fichas técnicas de medicamentos con este fármaco tan “antiguo” y bien conocido. También progresa el estudio de las vacunas, con la divulgación de resultados favorables para algunos candidatos en ensayos de fase 1 y 2, sin que parezca prudente aventurarse ya a plantear fechas en que éstos pueden estar autorizados y accesibles para toda la población.

Entre los contenidos de este nuevo número de PAM, destacamos la inaugural revisión monográfica sobre una patología de prevalencia creciente y asociada a un importante impacto físico y psicológico en los pacientes: la psoriasis. Se revisa ampliamente el conocimiento sobre su etiopatogenia, epidemiología y aspectos clínicos, centrando el foco sobre el estado de su terapéutica en la nueva era de los biológicos. Otras dos interesantes revisiones acompañan a la primera: un artículo que profundiza en las particularidades clínicas de las infecciones fúngicas de la piel, por ser un problema de consulta frecuente en Atención Primaria, en pediatría y en dermatología; y un trabajo de revisión que reflexiona sobre aspectos deontológicos de las profesiones sanitarias en contextos de epidemias, representando, sin duda, una lectura oportuna en el momento actual.

En la sección de Medicamentos en España, este número incorpora la evaluación de la innovación farmacoclínica de doravirina, un nuevo principio activo antirretroviral comercializado por primera vez en el mes de agosto e indicado, en combinación con otros antirretrovirales, para el tratamiento de adultos infectados por el VIH-1 sin evidencia pasada o presente de resistencia a inhibidores de la transcriptasa inversa no nucleósidos. Septiembre ha pasado sin que se haya comercializado ningún nuevo fármaco, pero seguiremos trayendo a esta sección las innovaciones terapéuticas que, con seguridad, vendrán en un futuro próximo.

Con nuestro deseo de que el otoño transcurra en la mayor normalidad posible, desde PAM también queremos contribuir a combatir la crisis sanitaria –quizá de una forma menos relevante, pero a nuestro parecer primordial– con la comunicación objetiva de los progresos científicos en la investigación biomédica, tratando de dar esperanza a través de la ciencia y el conocimiento, de forma periódica e independiente. Les deseamos una agradable lectura de este número.