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Información de seguridad procedente de la evaluación periódica de los datos de farmacovigilancia que decide el comité europeo para la evaluación de riesgos en farmacovigilancia (PRAC)

El Comité Europeo para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia (PRAC) ha acordado cambios en la información autorizada de las fichas técnicas y de los prospectos de los medicamentos europeos por motivos de seguridad.

Una vez que se revisan y evalúan los datos de los informes periódicos de seguridad (IPS; en inglés PSUR), de forma colaboradora entre todas las 28 agencias nacionales, se presentan los cambios y se acuerdan en las reuniones mensuales del PRAC. A continuación se muestran los últimos cambios de información de seguridad acordados recientemente en el PRAC.

El Comité Europeo para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia (PRAC) ha acordado cambios en las fichas técnicas y los prospectos de los siguientes medicamentos, siendo los más importantes los que se describen en la Tabla 1, según informa1,2 la AEMPS en sus Boletines Mensuales de enero y de febrero de 2019.

PAM_424_11_688-696_FARMACOVIGILANCIA-t1

PAM_424_11_688-696_FARMACOVIGILANCIA-t2

PAM_424_11_688-696_FARMACOVIGILANCIA-t3

PAM_424_11_688-696_FARMACOVIGILANCIA-t4

Las fichas técnicas y prospectos de los medicamentos pueden consultarse en la web de la AEMPS, dentro de la sección CIMA: Centro de Información Online de Medicamentos.

Referencias

  1. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Nueva información de seguridad procedente de la evaluación periódica de los datos de farmacovigilancia. Boletín Mensual de la AEMPS sobre Medicamentos de uso Humano, enero 2019, páginas 11 a 14. Disponible en la web de la AEMPS: https://www.aemps.gob.es/informa/boletines-AEMPS/boletinMensual/2019/enero/docs/boletin-mensual-MUH_enero-2019.pdf (consultado 27 de mayo de 2019).
  2. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Nueva información de seguridad procedente de la evaluación periódica de los datos de farmacovigilancia. Boletín Mensual de la AEMPS sobre Medicamentos de uso Humano, febrero 2019, páginas 8 a 10. Disponible en la web de la AEMPS: https://www.aemps.gob.es/informa/boletines-AEMPS/boletinMensual/2019/febrero/docs/boletin-mensual-MUH_febrero-2019.pdf (consultado 27 de mayo de 2019)

Tofacitinib: restricciones provisionales de uso por motivos de seguridad. Se contraindica el uso de 10 mg 2 veces al día en pacientes con alto riesgo de embolia pulmonar

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha informado de restricciones provisionales en el uso de tofacitinib (Xeljanz®). Debido a los datos preliminares de un ensayo clínico que ha mostrado un aumento del riesgo de embolia pulmonar y mortalidad global en pacientes de 50 años o mayores con artritis reumatoide y al menos un factor de riesgo cardiovascular, que habían sido tratados con tofacitinib 10 mg dos veces al día. Por ello se ha iniciado una revisión del balance beneficio-riesgo en sus indicaciones autorizadas.

Como medida temporal, mientras se lleva a cabo esta revisión, se ha contraindicado el uso de tofacitinib (Xeljanz®) 10 mg dos veces al día en pacientes con alto riesgo de embolia pulmonar. Los pacientes actualmente en tratamiento con esta dosis deberán cambiar su tratamiento a otra alternativa terapéutica.

Se recomienda a los pacientes no suspender el tratamiento ni cambiar la dosis del medicamento, sin consultar previamente con su médico.

La AEMPS ha informado1, junto con el resto de agencias nacionales europeas, de nuevas restricciones provisionales de uso de Xeljanz® (tofacitinib) por motivos de seguridad: se contraindica la dosis de 10 mg, 2 veces al día, en pacientes con alto riesgo de embolia pulmonar.*

Los resultados preliminares de un ensayo clínico en curso (A3921133) han mostrado un incremento del riesgo de embolismo pulmonar (EP) y de mortalidad global en pacientes con artritis reumatoide (AR) de 50 años o mayores y al menos un factor de riesgo cardiovascular, tratados con tofacitinib 10 mg dos veces al día. Por este motivo se ha iniciado una revisión del balance beneficio-riesgo de tofacitinib (Xeljanz®) en sus indicaciones autorizadas y se han introducido restricciones de uso de manera provisional.

Este ensayo clínico fue diseñado para evaluar la seguridad de tofacitinib 5 mg y 10 mg dos veces al día en comparación con inhibidores del factor de necrosis tumoral (anti-TNF), en pacientes con AR.

En los resultados preliminares se han observado 19 casos de EP en 3.883 años-paciente de tratamiento en el grupo tratado con 10 mg de tofacitinib (Xeljanz®) dos veces al día, en comparación con 3 casos de EP en 3.982 años-paciente del grupo tratado con anti-TNF. Adicionalmente, hubo 45 casos de muerte por cualquier causa en 3.897 años-paciente en el grupo tratado con tofacitinib 10 mg dos veces al día comparado con 25 casos en 3.982 años-paciente en el grupo anti-TNF.

Tofacitinib está actualmente autorizado para las siguientes indicaciones (ver ficha técnica de Xeljanz®):

  • Artritis reumatoide y artritis psoriásica (AP). En ambos tipos de artritis la dosis recomendada de 5 mg dos veces al día, en combinación con metotrexato. En la AR, tofacitinib puede administrarse en monoterapia en caso de intolerancia a metotrexato o cuando el tratamiento con este no resulte adecuado.
  • Colitis ulcerosa (CU). La dosis recomendada es de 10 mg dos veces al día durante las primeras 8 semanas de tratamiento (fase de inducción), seguida de 5 mg dos veces al día (fase de mantenimiento).

Recomendaciones

La AEMPS informa a los profesionales sanitarios de las medidas provisionales y recomendaciones establecidas mientras se lleva a cabo la revisión del balance beneficio-riesgo, y hasta que se conozcan las conclusiones definitivas de la misma. Simultáneamente, se ha redactado una comunicación2 directa para profesionales sanitarios que han enviado los laboratorios titulares de la autorización de comercialización (Pfizer), de manera simultánea en todos los países europeos3:

  • Se contraindica el uso de tofacitinib 10 mg 2 veces al día en pacientes que presenten uno o más de los siguientes factores de riesgo para EP: insuficiencia cardiaca, trastornos hereditarios de la coagulación, antecedentes personales de tromboembolismo venoso (ya sea trombosis venosa profunda o embolia pulmonar), uso de anticonceptivos hormonales combinados o de terapia hormonal sustitutiva, neoplasia, o cirugía mayor reciente.
  • Adicionalmente, se deberán considerar otros factores de riesgo como obesidad (IMC>30), tabaquismo, edad o que estén inmovilizados para el tratamiento con tofacitinib 10 mg, 2 veces al día.
  • Los pacientes actualmente en tratamiento con tofacitinib 10 mg 2 veces al día deberán consultar con su médico, y aquellos de alto riesgo de EP deberán cambiar el tratamiento a otra alternativa terapéutica.
  • En pacientes con AR y AP deberá utilizarse tofacitinib exclusivamente a la dosis autorizada para el tratamiento de dichas patologías: 5 mg 2 veces al día.
  • En todos los pacientes en tratamiento con tofacitinib, con independencia de su indicación, se debe realizar un seguimiento para detectar signos y síntomas sugestivos de embolia pulmonar, instruyéndoles para que soliciten atención médica de inmediato si experimentan dichos síntomas.
  • Se recomienda a los pacientes no suspender el tratamiento ni cambiar la dosis del medicamento sin consultar previamente con su médico.

La ficha técnica y prospecto de Xeljanz® se actualizarán para incorporar esta nueva información de seguridad.

Referencias

  1. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Tofacitinib (Xeljanz®): restricciones provisionales de uso por motivos de seguridad. Se contraindica el uso de 10 mg 2 veces al día en pacientes con alto riesgo de embolia pulmonar. Nota informativa para profesionales sanitarios. Referencia: MUH (FV), 07/2019, 23 de mayo de 2019 (última corrección). Disponible en la página web de la AEMPS: https://www.aemps.gob.es/informa/notasInformativas/medicamentosUsoHumano/seguridad/2019/docs/NI_MUH_FV-7-2019-tofacitinib.pdf (consultado a 27 de mayo de 2019).
  2. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Xeljanz® (tofacitinib): se contraindica la dosis de 10 mg dos veces al día en pacientes con riesgo alto de embolismo pulmonar. Comunicación dirigida a profesionales sanitarios, 28 mayo 2019. Disponible en: https://sinaem.agemed.es/CartasFarmacovigilanciaDoc/2019/DHPC-Xeljanz-Tofacitinib-28-5-19.pdf (consultado a 29 de mayo de 2019).
  3. Health Products Regulatory Authority (HPRA, Ireland): HPRA Update – Xeljanz (tofacitinib)-Important Safety Information from Pfizer Healthcare Ireland as approved by the HPRA. 28th May 2019. Disponible en la web: Http://www.hpra.ie/docs/default-source/default-document-library/important-safety-information—xeljanz-(tofacitinib)1d0c0c2697826eee9b55ff00008c97d0.pdf?sfvrsn=0 (consultado a 29 de mayo de 2019)

Semaglutida ▼ Ozempic® (Novo Nordisk) en diabetes mellitus tipo 2

Resumen

La semaglutida es un fármaco antidiabético que actúa mimetizando las acciones fisiológicas del GLP-1 (péptido similar al glucagón tipo 1), hormona de la familia de las incretinas con que presenta alto grado de homología estructural. Tras actuar sobre sus receptores, induce un incremento de la secreción de insulina (dependiente de la glucemia) y suprime la de glucagón, aportando un marcado efecto hipoglucemiante; adicionalmente, el fármaco enlentece el vaciamiento gástrico y, con ello, la velocidad de aumento de la glucemia posprandial. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para el tratamiento de adultos con diabetes mellitus tipo 2 (DM2) que no han sido controlados adecuadamente, como complemento de la dieta y el ejercicio, bien en monoterapia (en pacientes en los cuales la metformina no se considera apropiada debido a intolerancia o contraindicaciones) o bien añadido a otros medicamentos antihiperglucemiantes.

Su eficacia clínica ha sido adecuadamente contrastada para la indicación aprobada en numerosos ensayos clínicos de fase 3, aleatorizados, multicéntricos, abiertos o doblemente ciegos, y controlados por placebo o por comparador activo, que incluyeron un total de 7.215 pacientes. La eficacia del fármaco (a las dosis de mantenimiento de 0,5 o 1 mg/una vez a la semana) ha sido evaluada en DM2 tanto en monoterapia como en tratamiento adicional a otros antidiabéticos. El nuevo fármaco ha demostrado una eficacia hipoglucemiante clínicamente relevante e independiente de edad, sexo, raza, duración de la diabetes, índice de masa corporal o peso al inicio del ensayo, confirmando su superioridad en términos de reducción de los niveles de hemoglobina glucosilada (HbA1C) frente a placebo y frente a todos los comparadores activos empleados: sitagliptina, exenatida, dulaglutida e insulina glargina. El porcentaje de pacientes que redujeron su tasa de hemoglobina glucosilada por debajo del 7,0% fue del 57-79% con semaglutida frente a 11-25% con placebo, 36% con sitagliptina, 40% con exenatida de liberación prolongada, 38% con insulina y 52-67% con dulaglutida; en el análisis frente a dulaglutida, las dosis comparativas de semaglutida fueron superiores en eficacia a las de dulaglutida. Además, el nuevo fármaco ejerce un efecto beneficioso sobre los niveles de glucemia en ayunas y, especialmente, sobre el peso corporal, con reducciones de 3,5 a 6,5 kg tras un año de tratamiento (clínicamente superior a los comparadores activos).

El perfil toxicológico de semaglutida parece adecuadamente definido (casi 5.000 pacientes han sido tratados con al menos una dosis) y equiparable al de otros agentes agonistas del receptor de GLP-1. Su seguridad clínica es aceptable y manejable, pues los efectos adversos, aunque frecuentes –destacan las reacciones adversas gastrointestinales, como náuseas (>17%), diarrea (>12%) y vómitos (>6%)–, suelen ser leves-moderados y transitorios. No comporta riesgo de hipoglucemia grave, pero éste puede incrementarse en combinación con sulfonilureas y/o insulina, por lo cual requiere un seguimiento estrecho. También se debe prestar especial atención al posible riesgo de complicación de la retinopatía diabética por semaglutida.

Si bien no aporta ninguna innovación desde el plano mecanístico ni a nivel de régimen posológico y adherencia terapéutica respecto a otros agonistas de rGLP-1 (como dulaglutida o albiglutida), su eficacia clínica parece ser superior a la del resto de fármacos del grupo, con un beneficio remarcable sobre el peso corporal que puede aportar ventajas adicionales en el tratamiento de la DM2. A falta de conocer las consideraciones del Informe de Posicionamiento Terapéutico de la AEMPS, y sin considerar criterios económicos, es previsible que semaglutida se sitúe como fármaco de primera elección en su grupo terapéutico para el tratamiento en monoterapia de pacientes con DM2 inadecuadamente controlados con dieta y ejercicio y que no puedan recibir metformina, o como fármaco adicional a otros medicamentos, especialmente si los pacientes tienen problemas de control de peso.

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

La diabetes mellitus (DM) comprende un grupo de enfermedades metabólicas caracterizadas por la persistencia de hiperglucemia (niveles elevados de glucosa en sangre), y aparece como consecuencia de defectos en la secreción y/o en la acción de la insulina. La hiperglucemia crónica se asocia con lesiones a largo plazo en diversos órganos, particularmente en ojos, riñón, nervios, piel, vasos sanguíneos y corazón.

El valor normal de la glucemia o normoglucemia tras un ayuno de 8 h es de 70 a 110 mg/dl, por lo que los valores que se encuentran entre 110 y 125 mg/dl se consideran como estados prediabéticos (alteración de la glucosa en ayunas o glucosa basal alterada), al igual que valores entre 140-200 mg/dl a las 2 horas de la sobrecarga oral de glucosa (es decir, alteración de la tolerancia a la glucosa o intolerancia a la glucosa). En estos estados prediabéticos, las tasas de hemoglobina glucosilada A1c (HbA1c) suelen oscilar del 5,5% al 6,4% y, si bien el riesgo microangiopático es igual al del individuo sano normoglucémico, el riesgo cardiovascular es mayor y, con el tiempo, existe la posibilidad de conversión a diabetes mellitus de tipo 2.

En definitiva, los criterios para el diagnóstico de diabetes mellitus son los siguientes: niveles de glucemia en ayunas ≥ 126 mg/dl (7,0 mmol/l), o ≥ 200 mg/dL (11,1 mmol/l) a las 2 horas de la realización de un test de tolerancia oral a la glucosa, o síntomas de hiperglucemia (poliuria, polidipsia o pérdida inexplicada de peso) junto con una determinación casual (cualquier momento del día sin tener en cuenta el periodo de tiempo después de la última comida) de glucemia ≥ 200 mg/dl (11,1 mmol/l), o porcentajes de hemoglobina glucosilada A1c (HbA1c) superiores al 6,5%.

Básicamente, la diabetes se desdobla en los siguientes tipos:

  • Diabetes mellitus de tipo 1 (DM1), de etiología autoinmune, traumática o idiopática. En este tipo de diabetes hay una pérdida completa o mayoritaria de las células que producen insulina en el páncreas.
  • Diabetes mellitus de tipo 2 (DM2), donde hay una combinación de la resistencia al efecto de la insulina en los tejidos con una sobreproducción inicial de ésta (aunque insuficiente para cubrir las mayores necesidades derivadas de la resistencia); con el paso del tiempo, la producción de insulina puede disminuir ante el fallo del páncreas por mantener la sobreproducción. Es la forma más común de diabetes, hasta el punto de que supone en torno al 90% de todos los casos de diabetes en la Unión Europea.
  • Diabetes mellitus gestacional (DMG), inducida por el desarrollo del embarazo. Una hiperglucemia persistente durante el embarazo aumenta las probabilidades de que el bebé nazca prematuro, presente un peso anómalo (por defecto o por exceso), o tenga hipoglucemia u otros problemas de salud al nacer (dismorfogénesis); asimismo, puede aumentar el riesgo de aborto espontáneo o de muerte fetal. No obstante, las mujeres con diabetes pueden tener bebés completamente sanos, siempre que se controlen su glucemia antes y durante el embarazo. Si lo hacen, el riesgo de defectos de nacimiento es prácticamente el mismo que en los bebés nacidos de mujeres que no tienen diabetes.
  • Diabetes de tipo MODY (Maturity Onset Diabetes of the Young). Debida a defectos genéticos de la función de la célula β, es un tipo de diabetes similar a la DM2, cuyo inicio típico se produce a edades maduras (≥45 años), pero con una edad precoz de presentación (<25 años). No obstante, no debe confundirse con la observada en las últimas décadas, de aparición de DM2 en población infantil debido a la obesidad, debida a la dieta inadecuada y la falta de ejercicio físico. Los pacientes con diabetes tipo MODY, por el contrario, no tienen por qué ser obesos. En cualquier caso, la diabetes tipo MODY es mucho menos frecuente que la DM2 (2-5% de todos los casos de DM).
  • Otros tipos específicos, generalmente asociados a defectos genéticos que afectan a la función de las células beta pancreáticas, o la acción de la insulina, asociada a alteraciones del páncreas exocrino, a endocrinopatías, a infecciones, a síndromes genéticos, o inducida por fármacos.

Las proporciones de la diabetes son ya epidémicas en la mayor parte del mundo; de hecho, se calcula que más de 425 millones de personas viven actualmente con diabetes, de las que la mitad aproximadamente no está diagnosticada; se estima que para 2030 se superará la cifra de 500 millones de personas con la enfermedad. En España la Federación de Diabéticos Españoles estima que la diabetes afecta a 5.300.000 personas, es decir, más del 14% de la población, si bien un porcentaje significativo (6%) aún lo desconoce; asistimos, además, a un crecimiento anual del número de afectados cercano al 5%.

El estudio Di@bet.es (Soriguer et al., 2012) analizó la prevalencia de diabetes y de alteraciones del metabolismo glucídico en España, concluyendo que casi el 30% de la población española tenía alguna alteración metabólica relacionada con los glúcidos (hidratos de carbono). En concreto, la prevalencia global de la diabetes mellitus ajustada por edad y sexo fue de 13,8% (IC95% 12,8 a 14,7%), de los cuales aproximadamente la mitad desconocía su diabetes (6,0%; IC95% 5,4 a 6,7%). La tasas de prevalencia ajustados por sexo correspondientes a la alteración de la glucemia en ayunas eran del 3,4% (IC95% 2,9 a 4,0%), las de intolerancia a la glucosa eran del 9,2% (IC95% 8,2 a 10,2%), y la combinación de ambas del 2,2% (IC95% 1,7 a 2,7%). La prevalencia de la diabetes y la regulación de la glucosa aumenta significativamente con la edad (p <0,0001), y es mayor en hombres que en mujeres (p<0,001). En general, en la mayoría de los países europeos, la prevalencia de la diabetes y de intolerancia a la glucosa es moderada o baja (<10% en personas menores de 60 años y 10 a 20% en personas de 60 a 80 años).

De todas las variedades de diabetes, la diabetes de tipo 2 (DM2) es con mucho la más común (>90% de los casos) y, de hecho, se ha convertido en uno de los problemas sanitarios más graves de nuestro tiempo: sus proporciones son ya epidémicas en la mayor parte del mundo, estimándose que actualmente existen 246 millones de personas afectadas en todo el planeta, pudiendo llegar a los 380 millones en el año 2025 si se cumplen las últimas predicciones. Por otro lado, resulta alarmante el aumento de la prevalencia de la DM2 en niños y adolescentes, probablemente por el aumento del sobrepeso, estimándose en que en estas edades la prevalencia de los nuevos casos es del 45%. Además, parece que tan solo un 30-40% de los diabéticos en tratamiento consigue el control metabólico, lo que hace que la morbimortalidad sea 3-4 veces mayor en los pacientes con DM2 que en la población en general.

Los resultados del estudio Di@bet.es sitúan la prevalencia total en España de la DM2 en el 12% (de los que el 3,9% era desconocida para los pacientes). Adicionalmente, se detecta una prevalencia de obesidad del 28,2%, de hipertensión arterial del 41,2%, de síndrome metabólico del 20,8% y de sedentarismo del 50,3%. En este sentido, respecto a la relación entre la diabetes tipo 2 y el resto de factores de riesgo, el estudio confirmó la asociación entre diabetes, obesidad e hipertensión arterial (ambas duplican el riesgo de diabetes), el determinante papel del nivel de estudios –tanto para el riesgo de ser obeso (no tener estudios cuadruplica el riesgo frente a tener estudios universitarios), como diabético o hipertenso (no tener estudios duplica el riesgo en ambos casos)–, y la importancia de la actividad física (las personas que no hacen ejercicio en su tiempo libre tienen un 50% más de posibilidades de ser obesas, y las personas obesas y con diabetes hacen la mitad de ejercicio que las personas con normopeso o sin diabetes). Finalmente, es destacable la existencia de una proporción significativa de personas con diabetes que desconocían serlo (casi el 6% de la población).

Mientras que la diabetes mellitus de tipo 1 (DM1) es causada por la destrucción –debida, mayoritariamente, a un ataque autoinmune o a la extirpación– de las células β-pancreáticas, siendo por tanto la reserva insulínica nula o escasa, la DM2 se debe a diversos grados de resistencia a la acción de la insulina, a una secreción insuficiente de ésta, o a ambas circunstancias al mismo tiempo. También es frecuente en este tipo de diabetes una sobreproducción hepática de glucosa.

Así pues, la resistencia a la insulina es un componente fundamental de la DM2, por la que está alterado el balance entre la secreción de insulina por las células β y la acción periférica de la insulina en tejidos periféricos. Muchos obesos inicialmente tienen insulinorresistencia y no desarrollan DM2; sin embargo, con el tiempo, las alteraciones en la secreción de insulina por las células β determinarán su aparición. En la DM2 parece existir un defecto programado de la secreción de insulina; en este sentido, cabe recordar que fisiológicamente hay una producción constante de insulina a lo largo de 24 horas –insulina basal– que está acompañada por picos bruscos de mayor producción para cubrir las necesidades metabólicas derivadas de la digestión de las comidas.

La hiperglucemia permanente es la responsable principal de las complicaciones crónicas más comunes de la diabetes a largo plazo (retinopatía, nefropatía y neuropatía), debido fundamentalmente a que las algunas de las proteínas presentes en la sangre y en el interior de las células sufren un proceso de glucosilación; es decir, la progresiva incorporación de moléculas de glucosa sobre la estructura peptídica. Esta glucosilación altera las características físicas y químicas de dichas proteínas y, en definitiva, su actividad biológica.

La consecuencia es el deterioro acumulado de algunas funciones fisiológicas, especialmente relacionadas con el mantenimiento de la homeostasis interna y con los vasos sanguíneos, muy especialmente los de pequeño calibre y, en particular los capilares. Adicionalmente, un estado de hiperglucemia prolongado conduce a la activación y/o sobreutilización de vías metabólicas alternativas para la glucolisis que dan lugar a metabolitos que acaban por acumularse provocando diversas alteraciones; éste es el caso de la neuropatía diabética, asociada a un deterioro de la capa mielínica de las conducciones nerviosas periféricas. De hecho, del control metabólico deficitario deriva un mayor riesgo de complicaciones a largo plazo de la DM y de mortalidad prematura, siendo además una de las principales causas de ceguera, tratamiento sustitutivo renal (diálisis/trasplante) y amputación no traumática en la población activa de los países occidentales.

El nivel de glucosilación de la hemoglobina, es decir, la proporción de hemoglobina glucosilada (HbA1c) se ha considerado hasta la fecha como el mejor marcador biológico de los riesgos crónicos asociados a la diabetes y, de hecho, hay datos robustos que demuestran que la disminución del porcentaje de hemoglobina glucosilada mejora el pronóstico de los pacientes diabéticos y disminuye el riesgo a sufrir enfermedades micro y macrovasculares.

ABORDAJE TERAPÉUTICO

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el objetivo general del tratamiento de la diabetes mellitus consiste en la consecución de un buen control metabólico de la glucemia, con el fin de evitar o retrasar la aparición de las complicaciones agudas y crónicas, tanto en pacientes con DM1 como con DM2. Se ha demostrado que el tratamiento precoz y multifactorial de la hiperglucemia y del riesgo cardiovascular retrasa la aparición de complicaciones crónicas y mejora la calidad y esperanza de vida en los pacientes con DM. No obstante, si el control estricto de la glucemia se realiza en pacientes con una diabetes muy evolucionada, con complicaciones avanzadas o con patologías asociadas graves, no solo no se consigue una mayor prevención cardiovascular, sino que la mortalidad puede incluso aumentar.

Por consiguiente, el primer objetivo de la terapia antidiabética es alcanzar y mantener las cifras estables de glucemia tan próximas como sea posible al rango de los no diabéticos. Asimismo, el control de la presión arterial y de la lipemia son factores fundamentales en la reducción del riesgo cardiovascular, hasta el punto de que pequeños logros en estos objetivos tienen una repercusión importante en la morbilidad y mortalidad cardiovascular y las complicaciones a corto y largo plazo.

Como se ha sugerido, el principal marcador biológico que permite establecer una relación con la evolución de la enfermedad es la tasa (%) de hemoglobina glucosilada o hemoglobina A1c (HbA1c). En este sentido, las recomendaciones terapéuticas actuales definen los siguientes objetivos:

  • Conseguir un valor de HbA1c inferior al 7%, que ha demostrado reducir las complicaciones microvasculares de la diabetes. Además, es importante conseguir este objetivo pronto tras el diagnóstico, puesto que también se asocia a una reducción a largo plazo de eventos macrovasculares; es decir, un buen control temprano de la glucemia tiene efectos años después (“memoria metabólica”).
  • Se puede establecer un objetivo más ambicioso (HbA1c< 6,5%) para determinados pacientes, si se puede conseguir sin provocar hipoglucemias significativas u otros efectos adversos del tratamiento. Los pacientes más apropiados serían aquellos con una duración corta de la enfermedad, edad menor de 70 años, ausencia de complicaciones microvasculares significativas, larga expectativa de vida y sin enfermedad cardiovascular.
  • Por otra parte, también hay pacientes en los que se deberían establecer objetivos menos ambiciosos (HbA1c< 7,5%), particularmente aquellos con historia de hipoglucemias graves, expectativa de vida limitada (>70 años), complicaciones micro- o macrovasculares avanzadas, comorbilidad importante, y aquellos con una larga duración de su diabetes (>10 años) en los que es difícil alcanzar el objetivo general a pesar de una adecuada educación diabetológica, un adecuado programa de monitorización glucémica y el uso de dosis eficaces de múltiples antidiabéticos, incluyendo la insulina.

No puede olvidarse que la hiperglucemia es un factor de riesgo cardiovascular más en el paciente con diabetes, y que existen otros factores de riesgo asociados, como dislipemia, hipertensión, obesidad o tabaquismo. Estos van a condicionar, en gran parte, la posible aparición de complicaciones y la supervivencia del paciente. Por ello, en la DM2, se recomienda un abordaje multidisciplinar que incluya estrategias farmacológicas y no farmacológicas a fin de controlar los factores complementarios de riesgo (pues esta aproximación terapéutica ha demostrado ser muy eficaz). En particular, la importancia del control del peso corporal en los pacientes con DM2 o con síndrome metabólico está siendo cada vez más resaltada, por los efectos deletéreos que produce la obesidad y el sobrepeso sobre el propio control metabólico y las complicaciones cardiovasculares.

El Documento de consenso promovido por la Sociedad Española de Diabetes (Gomez-Peralta et al., 2018) refleja que, una vez instaurados los cambios en el estilo de vida, el objetivo del tratamiento farmacológico de la DM2 es conseguir un control metabólico optimizado con la máxima seguridad posible, debiéndose plantear como objetivo más ambicioso el de una HbA1c< 6,5% en las primeras fases de la enfermedad y el más pragmático del <7,5% en fases más avanzadas o con riesgo de hipoglucemias.

Por lo general, el tratamiento de la DM2 se divide en varios escalones terapéuticos, que deben individualizarse teniendo en cuenta los factores intrínsecos del paciente, entre los que destacan la edad, la expectativa de vida, el grado de control metabólico y otras comorbilidades y tratamientos concomitantes. En el primer escalón terapéutico, y si la hiperglucemia no es excesiva (HbA1c: 6,5-8,5%), la metformina es el fármaco de elección como tratamiento de inicio, generalmente asociado a modificaciones del estilo de vida, pérdida ponderal de un 5-10% del peso corporal y la práctica regular de ejercicio físico. Solo en casos de intolerancia o contraindicación (especialmente, insuficiencia renal grave con una tasa de filtración glomerular < 30 ml/min) se recomienda usar otros fármacos alternativos. Si la hiperglucemia es elevada (HbA1c> 8,5%), el tratamiento inicial debe realizarse de entrada con varios fármacos orales en combinación o bien iniciar el uso de insulina.

Normalmente, cuando la metformina y los cambios en el estilo de vida no son suficientes para lograr un control adecuado, el segundo escalón consiste en la adición de un segundo fármaco de acción sinérgica, para lo que se dispone de diversas opciones que deben individualizarse en función de las características de cada paciente. Lo más común en este punto es la adición de una sulfonilurea (glibenclamida, glipizida, glimepirida, etc.). Finalmente, para aquellos pacientes en que no se logra alcanzar el objetivo de control metabólico a pesar del tratamiento combinado (o en aquellos con descompensación metabólica y clínica cardinal de diabetes) con doble o triple terapia farmacológica, el tercer escalón implica la introducción de insulina subcutánea. Por el momento, no se considera en la práctica clínica un cuarto escalón con incorporación de un cuarto agente antidiabético.

A pesar de todo, se estima que más del 40% de los pacientes con DM2 no alcanzan los objetivos terapéuticos previstos, por lo que es necesario disponer del mayor número posible de estrategias farmacológicas capaces de facilitar la consecución de dichos objetivos. A modo de resumen, las opciones farmacológicas actualmente disponibles para tratar la DM2 consisten en (Cuéllar, 2018):

  • Aporte exógeno de insulina o de análogos insulínicos.
  • Aumento de la sensibilidad a la insulina endógena:
    • Biguanidas: metformina.
    • Activadores del receptor hormonal nuclear PPARγ o receptor gamma activado por el proliferador de peroxisomas (tiazolidindionas): pioglitazona, rosiglitazona.
  • Aumento de la secreción/liberación de insulina endógena:
    • Sulfonilureas: glibenclamida, gliclazida, glimepirida, glipizida, gliquidona, glisentida.
    • Metiglinidas y análogos: nateglinida, repaglinida.
    • Incretinomiméticos:
      • Agonistas del receptor de GLP-1 (Glucagon-like peptide 1; péptido 1 similar al glucagón) o ArGLP-1: albiglutida, dulaglutida, exenatida, liraglutida, lixisenatida.
      • Inhibidores de la dipeptidilpeptidasa-4 (iDPP-4): linagliptina, saxagliptina, sitagliptina, vildagliptina.
  • Reducción de la absorción digestiva de glucosa:
    • Inhibidores de las αglucosidasas: acarbosa, miglitol.
    • Fibra vegetal y derivados: goma guar, etc.
  • Inhibición de la reabsorción tubular renal de glucosa:
    • Inhibidores del SGLT2 o cotransportador de sodio y glucosa: canagliflozina, dapagliflozina, empagliflozina.

ACCIÓN Y MECANISMO

La semaglutida es un agente antidiabético que actúa mimetizando de forma prolongada las acciones fisiológicas del GLP-1 (Glucagon-like peptide 1; péptido similar al glucagón tipo 1), una hormona que forma parte de la familia de las incretinas. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para el tratamiento de adultos con diabetes mellitus tipo 2 que no han sido controlados adecuadamente, como complemento de la dieta y el ejercicio, bien en monoterapia (cuando la metformina no se considera apropiada debido a intolerancia o contraindicaciones) o bien añadido a otros medicamentos antihiperglucemiantes.

Las incretinas forman parte de un sistema endógeno implicado en la regulación fisiológica de la homeostasis de la glucosa; son liberadas en el intestino de forma continua a lo largo del día (el GLP-1 también se libera en cerebro), incrementando sus niveles fisiológicamente en respuesta a la presencia de comida. Además del GLP-1, otra incretina importante es el péptido insulinotrópico dependiente de la insulina (GIP). Cuando la glucemia es normal o está por encima de los valores fisiológicos, GLP-1 y GIP provocan –principalmente mediante la unión a sus receptores en páncreas y cerebro– un incremento de la síntesis y liberación de insulina por parte de las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas: se las considera responsables del 50-70% de la insulina liberada tras las comidas. Adicionalmente, el GLP-1 reduce la secreción de glucagón –la principal hormona hiperglucemiante– por las células alfa pancreáticas. La combinación del incremento de los niveles de insulina con la reducción de los de glucagón conduce a una disminución de la producción hepática de glucosa, lo cual se traduce en una reducción efectiva de la glucemia.

No obstante, la actividad de estas incretinas está limitada fisiológicamente por el enzima dipeptidilpeptidasa 4 (DPP-4), que las hidroliza de forma muy rápida tras su liberación (1,5-5 minutos); por esa corta semivida, la administración intravenosa de GLP-1 no es una opción terapéutica (<1,5 min). En cambio, cuando el estado existente es de hipoglucemia, no se produce ninguna estimulación de la liberación de insulina ni supresión de la de glucagón, por lo que no se bloquea la respuesta de este último para contrarrestar fisiológicamente la hipoglucemia.

Semaglutida se une de forma selectiva al receptor de GLP-1 y lo activa, de forma que actúa, como el resto de análogos de GLP-1 y la propia hormona GLP-1 (si bien parece que con una actividad menor que ésta), mediante la estimulación de la liberación de insulina1 por las células beta del páncreas, la supresión de la secreción de glucagón por las células alfa (reducida en torno al 12% a las 24 h) y la consecuente disminución en la producción de glucosa, y el enlentecimiento del vaciado gástrico en la fase posprandial temprana (con lo que reduce la velocidad con que aumenta la glucemia tras las comidas). Se trata, por tanto, de un mecanismo de reducción de glucosa en sangre que es dependiente de la propia glucosa, esto es, produce los mencionados efectos cuando la glucemia es elevada, bien sea en condiciones de ayunas o en situación posprandial. Durante las fases de hipoglucemia, semaglutida disminuye la secreción de insulina y no afecta a la secreción y respuesta global de glucagón ni otras hormonas.

A la dosis máxima de 1 mg/semana, semaglutida es capaz de reducir, desde la primera dosis, la glucemia hasta en un 22% en ayunas, un 37% a las 2 h tras una comida y en un 22% la glucemia media a las 24 h. Se ha descrito que, tras 12 semanas de administración, semaglutida es capaz de reducir el peso corporal y la masa grasa corporal, a través de la disminución de la ingesta calórica por una reducción general del apetito (del 18-35%) y de la preferencia por alimentos ricos en grasas.

Cabe destacar que los receptores de GLP-1 también se expresan en corazón, sistema vascular, sistema inmunitario y riñones, lo cual se relaciona con los resultados relacionados con reducción del riesgo cardiovascular hallados en la investigación pre-clínica y clínica: semaglutida ejerció un beneficio sobre la lipemia (redujo los triglicéridos y el colesterol VLDL en ayunas en un 12% y un 21%, respectivamente, y >40% en respuesta a comida rica en grasas), la presión arterial y la inflamación en pacientes, mientras que en animales atenuó el desarrollo de ateroesclerosis mediante la prevención de la inflamación y progresión de la placa aórtica.

A diferencia del GLP-1 nativo, la semaglutida es resistente a la degradación por DPP-4 y su semivida se prolonga hasta aproximadamente 1 semana (148 horas), gracias a una elevada unión a albúmina que supone un menor metabolismo y aclaramiento renal; por tanto, se trata de un fármaco idóneo para administración subcutánea semanal (EMA, 2017).

Aspectos moleculares

La semaglutida es una proteína no glicosilada de origen biotecnológico, que ha sido sintetizada mediante la técnica del ADN recombinante en células de levaduras (Saccharomyces cerevisiae) seguida de una modificación química. El fármaco es un análogo estructural del péptido humano GLP-1 (con el que presenta un 94% de homología estructural), presentando, en comparación con el péptido nativo, dos sustituciones aminoacídicas (un cambio en posición 8 de un residuo de alanina por un ácido 2-aminoisobutírico y un cambio en posición 34 de una lisina por una alanina) y una derivatización en el residuo de lisina en posición 26 con una cadena lateral que consiste en dos espaciadores del ácido 8-amino-3,6-dioxaoctanoico, un espaciador del ácido γ-glutámico y un (di)ácido graso 1,18-octadecanedioico final (Figura 1). De esta forma, alcanza un peso molecular de 4113,58 g/mol.

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Se trata de un nuevo agonista del receptor de GLP-1, estructuralmente similar a liraglutida (del cual deriva) y, por ello, también relacionado molecularmente con dulaglutida, exenatida, lixisenatida2 y albiglutida. Su afinidad por el receptor GLP-1R (0,38 ± 0,06 nM) parece disminuida en 2-3 veces respecto la de liraglutida, si bien su afinidad de unión a la albúmina plasmática es significativamente mayor, lo cual se explica fundamentalmente por la presencia de la cadena derivada de ácido graso unida a la lisina en posición 26 y le aporta a la molécula de semaglutida una semivida plasmática significativamente incrementada (con una menor aclaración renal). Además, la modificación en posición 8 de semaglutida aporta al esqueleto peptídico una mayor estabilidad frente a las enzimas DPP-4, y el cambio en posición 34 limita las opciones de acilación de la secuencia (Lau et al., 2015).

Las leves diferencias estructurales de los fármacos de este grupo con respecto al GLP-1 humano fisiológico se traducen en variaciones en la afinidad y actividad relativas hacia el receptor de GLP-1, y en que la semivida de eliminación en condiciones fisiológicas pasa de apenas 1-5 minutos para el GLP-1 fisiológico, a alrededor de 3 horas en la exenatida y lixisenatida, 13 horas para la liraglutida, en torno a 5 días para la albiglutida y la dulaglutida, y de hasta casi una semana para semaglutida, al ser estas últimas más resistentes que las anteriores a la hidrólisis por las peptidasas fisiológicas.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas de semaglutida por vía subcutánea han sido adecuadamente contrastadas en la indicación y dosis autorizadas mediante ocho ensayos clínicos de fase 3a, confirmatorios de seguridad y eficacia con dos dosis del nuevo fármaco (excepto en un ensayo que se empleó una sola dosis), en una amplia población de pacientes con diabetes mellitus tipo 2 no controlada de forma óptima3: se incluyeron un total de 7.215 pacientes, de los cuales 4.107 fueron tratados con semaglutida. Cinco de esos ensayos clínicos (SUSTAIN 1-5) pueden considerarse como estudios pivotales de eficacia.

Se trata de estudios multicéntricos, aleatorizados, de grupos paralelos, con diseño abierto o doblemente ciego, y controlados bien con placebo (tres de ellos) o con comparador activo (cinco estudios). Se dispone de datos de eficacia y seguridad del fármaco tanto en monoterapia –en pacientes con DM2 inadecuadamente controlados solo con dieta y ejercicio– como en terapia de combinación (add-on) con los fármacos antidiabéticos más comunes (fundamentalmente con metformina, sulfonilureas y/o insulina) que venían siendo empleados previamente por los pacientes.

Cinco de los ensayos evaluaron como objetivo primario la eficacia sobre la glucemia, utilizando como variable primaria de eficacia la variación experimentada en las tasas de hemoglobina glucosilada (HbA1c) desde el inicio hasta el final del estudio; se utilizaron habitualmente como variables secundarias la variación de la glucemia en ayunas, el porcentaje de pacientes con HbA1C ≤7,0% y la variación del peso corporal, entre otras. Otro ensayo clínico (SUSTAIN 6) investigó objetivos de resultados cardiovasculares, si bien resulta de interés al tratarse la DM2 de una patología en que la reducción de la morbi-mortalidad cardiovascular es parte fundamental de su tratamiento integral. Además, dos estudios realizados en pacientes japoneses (JP 4091 y JP4092) evaluaron la seguridad y los eventos adversos como variables primarias, siendo en esos casos las medidas de eficacia variables secundarias.

Los estudios tuvieron una duración que osciló entre 30 y 104 semanas, utilizándose dosis de mantenimiento de 0,5 y 1 mg por semana (con el necesario escalado previo), seleccionadas a partir del estudio clínico 1821 de fase 2 (Nauck et al., 2016) en función de su eficacia y seguridad. Cabe destacar que los tratamientos antidiabéticos de base que tenían los pacientes en el momento de ser aleatorizados en los ensayos se mantuvieron con la misma pauta durante la duración de los mismos. Las características basales demográficas y clínicas de los pacientes (bastante bien equilibradas entre los distintos grupos de tratamiento dentro de cada ensayo) y los principales resultados de eficacia de los ensayos clínicos –obtenidos en la población por intención de tratar– aparecen recopilados en la Tabla 1.

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Un ensayo clínico adicional y posterior, denominado SUSTAIN 7, evaluó la eficacia de semaglutida frente a dulaglutida, ambos en combinación con metformina. En este ensayo clínico de fase 3b y abierto, 1.201 pacientes fueron aleatorizados (1:1:1:1) a recibir semaglutida (0,5 y 1 mg/semana) y dulaglutida (0,75 y 1,5 mg/semana). El análisis de eficacia por intención de tratar a las 40 semanas reveló que semaglutida 0,5 mg era significativamente superior a dulaglutida 0,75 mg en términos de variación de HbA1C como variable primaria (-1,5% vs. -1,1%), del número de pacientes que lograron una HbA1C <7% (68% vs. 52%), de la variación en los niveles de glucemia en ayunas (-2,2 mmol/l vs. -1,9 mmol/l) y de la variación del peso corporal (-4,6 kg vs. -2,3 kg). Los resultados se corroboraron en la comparación de la eficacia del tratamiento con las dosis elevadas de cada principio activo (1 mg de semaglutida vs. 1,5 mg de dulaglutida), pues también se hallaron diferencias estadísticamente significativas, por ejemplo, en las variaciones de HbA1C (-1,8% vs. -1,4%) o del peso corporal de los pacientes (-6,5 kg vs. -3,0 kg) (Pratley et al., 2018).

De forma interesante, se debe mencionar que todos los ensayos que investigaron la eficacia de semaglutida sobre la presión arterial revelaron que ésta decrecía progresivamente durante las primeras 23-30 semanas de tratamiento, tras lo cual parecía estabilizarse: la presión arterial sistólica decrecía significativamente –en mayor medida que la diastólica (que también se reducía)– con semaglutida frente al resto de comparadores al final del tratamiento. Además, aquellos estudios que evaluaron la satisfacción de los pacientes mediante el cuestionario DTQS (Diabetes Treatment Satisfaction Questionnaire) demostraron que ambas dosis de semaglutida mejoraron significativamente al alza el resumen de puntuaciones relacionadas con la satisfacción con el tratamiento y redujeron aquellas puntuaciones relativas a la frecuencia percibida de hiperglucemia en comparación con el placebo y los comparadores activos (sitagliptina, exenatida e insulina glargina); no hubo diferencias en la frecuencia percibida de hipoglucemia con semaglutida frente a los comparadores (EMA, 2017).

El ensayo SUSTAIN 6 demostró, adicionalmente, que el tratamiento con semaglutida lograba una reducción significativa del riesgo cardiovascular –siendo la variable principal el tiempo hasta la primera aparición de un episodio cardiovascular grave– del 26%: se notificaron 108 episodios en el grupo tratado con semaglutida (tasa de 6,6%) frente a los 146 episodios (8,9%) descritos en el grupo placebo. Tal reducción del riesgo se debía mayoritariamente a reducciones en la tasa de ictus no mortal (del 39%) e infarto de miocardio no mortal (26%).

Desde el punto de vista de la seguridad clínica, la semaglutida presenta un perfil equiparable al de otros agentes agonistas del receptor de GLP-1 (ArGLP-1), con frecuentes eventos adversos aunque generalmente leves o moderados en gravedad, de corta duración o transitorios y tratables fácilmente. Su perfil toxicológico ha sido adecuadamente definido a partir de los datos de ocho ensayos clínicos de fase 3a: en su conjunto, un total de 4.972 pacientes han recibido tratamiento con al menos una dosis de semaglutida. La proporción de pacientes que mostraron algún evento adverso durante los ensayos clínicos de fase 3A fue de aproximadamente el 70%, solo ligeramente superior a la correspondiente a los comparadores (73,4 y 72,7%, respectivamente, para semaglutida 0,5 y 1 mg vs. 68,7% de media en los comparadores activos); en relación a los eventos adversos graves, esta cifra se redujo hasta cerca del 6% para semaglutida (vs. 4,4% con los comparadores). La incidencia de interrupciones del tratamiento por toxicidad asociada a semaglutida –principalmente como consecuencia de trastornos gastrointestinales– osciló entre el 6,1 y el 8,7% con semaglutida frente al 1,5% con placebo.

Con respecto a su tipología, los eventos adversos notificados con mayor frecuencia durante los ensayos clínicos –y, especialmente, durante los primeros meses del tratamiento– fueron trastornos gastrointestinales, como náuseas (17 y 20%, respectivamente, con semaglutida 0,5 y 1 mg), diarrea (12,2 y 13,3%) y vómitos (6,4 y 8,4%). La incidencia de estas reacciones adversas fue, pues, dosis-dependiente, y resultó ser superior a la exenatida y ligeramente superior o similar en la comparación con dulaglutida, si bien provocaron la interrupción del tratamiento en el 3,9 y 5% de pacientes tratados con semaglutida.

Las reacciones en el lugar de inyección (por ejemplo, erupción o eritema) fueron notificadas con muy baja frecuencia (0,5-0,6%), siendo en general leves. No se observaron episodios de hipoglucemia grave con semaglutida en monoterapia, sino únicamente en escasas ocasiones cuando se combinaba con una sulfonilurea o insulina. Sin embargo, a partir de los resultados de los ensayos de fase 3a, parece posible que semaglutida –como otros agonistas del receptor de GLP-1– desencadene cierto aumento de la frecuencia cardíaca, de entre 1 y 6 latidos por minuto (lpm) de media, partiendo de frecuencias basales de 72-76 lpm. En cuanto a su potencial inmunogenicidad, cabe destacar que, al final de los estudios, ningún paciente presentó anticuerpos neutralizantes anti-semaglutida ni con efecto neutralizante del GLP–1 endógeno (EMA, 2017).

Por su parte, el ensayo SUSTAIN 6 evidenció que el perfil de reacciones adversas de semaglutida es similar en la población con alto riesgo cardiovascular. No obstante, se describió una mayor tasa de complicaciones de la retinopatía diabética en los pacientes tratados con semaglutida (3,0%) a largo plazo (2 años) que en los que recibieron placebo (1,8%), especialmente en aquellos con retinopatía previamente establecida y co-tratados con insulina.

ASPECTOS INNOVADORES

La semaglutida es un agente antidiabético que actúa mimetizando de forma prolongada las acciones fisiológicas del GLP-1 (Glucagon-like peptide 1; péptido similar al glucagón tipo 1), una hormona que forma parte de la familia de las incretinas, con la que presenta alto grado de homología de secuencia (94%). Su efecto hipoglucemiante se debe a que, tras actuar sobre tales receptores, incrementa la secreción de insulina –de una forma dependiente de la glucemia– por parte de las células pancreáticas beta, suprimiendo la de glucagón por las células alfa, sin que por ello la semaglutida afecte a la respuesta global del glucagón ni a otras hormonas en situación de hipoglucemia. Adicionalmente, el fármaco tiende a enlentecer el vaciamiento gástrico y, con ello, la velocidad de aumento de la glucemia posprandial.

Se trata, pues, de un nuevo fármaco de la familia de los agonistas del receptor de GLP-1, estructuralmente similar a liraglutida (del cual deriva) y, por ello, también relacionado molecularmente con dulaglutida, exenatida, lixisenatida y albiglutida. En base a su mecanismo de acción, el medicamento ha sido oficialmente autorizado para el tratamiento de adultos con diabetes mellitus tipo 2 que no han sido controlados adecuadamente, como complemento de la dieta y el ejercicio, bien en monoterapia (en pacientes en los cuales la metformina no se considera apropiada debido a intolerancia o contraindicaciones) o bien añadido a otros medicamentos antihiperglucemiantes.

El grueso de la evidencia científica disponible para semaglutida deriva de un total de seis ensayos clínicos de fase 3 que evaluaron la eficacia antiglucémica del fármaco como variable primaria (SUSTAIN 1-5 y SUSTAIN 7) y tres ensayos clínicos de fase 3 que bien investigaron como objetivo primario su seguridad (JP 4092 y JP401) o su eficacia sobre el riesgo cardiovascular (SUSTAIN 6). Se trata de un número suficiente de estudios, con un diseño similar y adecuado, que han incluido un amplio número de pacientes con DM2, evaluando la eficacia de semaglutida tanto en monoterapia como en tratamientos adicionales (add-on) a otros antidiabéticos.

La eficacia antidiabética del fármaco es clínicamente relevante, produciendo reducciones significativas (medidas a las 30-56 semanas) de los niveles de hemoglobina glucosilada (HbA1C) en torno a 1,2-2,2 puntos porcentuales, habiendo demostrado su superioridad en esta variable frente a placebo y frente a todos los comparadores activos empleados: sitagliptina, exenatida, dulaglutida e insulina glargina. De forma interesante, en comparación con otros análogos de GLP-1, semaglutida ha demostrado mayor eficacia que exenatida de liberación prolongada (reducciones de 1,54 vs. 0,92 puntos porcentuales) y que dulaglutida (1,5-1,8 vs. 1,1-1,4). Una comparación indirecta con albiglutida, que demostró reducciones de HbA1C de 0,6-0,9 puntos porcentuales, también sugiere que semaglutida tiene mayor eficacia clínica (Cuéllar, 2015). En los estudios confirmatorios de eficacia, el porcentaje de pacientes que cuya tasa de hemoglobina glucosilada se redujo por debajo del 7,0% fue del 57-79% con semaglutida frente a 11-25% con placebo, 36% con sitagliptina, 40% con exenatida, 38% con insulina de liberación prolongada y 52-67% con dulaglutida; en este último caso, las dosis comparativas de semaglutida fueron superiores en eficacia a las de dulaglutida.

En cuanto al descenso medio en los niveles de glucemia en ayunas, se reportaron reducciones de entre 1,6 y 3,3 mmol/l con semaglutida, frente a descensos de 0,5-0,6 mmol/l con placebo y de 1,1 mmol/l con sitagliptina; el efecto de la semaglutida en esta variable secundaria está en línea con las reducciones de de 2,0 mmol/l con exenatida, de 2,1 mmol/l con insulina glargina y de 1,9-2,2 mmol/l con dulaglutida. Además, la semaglutida afecta favorablemente al peso de los pacientes, produciendo reducciones de 3,5 a 6,5 kg en los periodos de tratamiento evaluados: tras un año de tratamiento con semaglutida, se alcanzó una pérdida de peso superior al 10% en un 13-27% de los pacientes, significativamente superior a la alcanzada con los comparadores activos sitagliptina (3%), exenatida (4%) y dulaglutida (3-8%). Ese efecto adelgazante parece mantenerse en el tiempo, al menos durante dos años de tratamiento con semaglutida, lo cual puede cobrar especial relevancia clínica habida cuenta de la creciente importancia concedida al control del peso corporal en pacientes con DM2 o con síndrome metabólico (para evitar complicaciones cardiovasculares).

Cabe destacar que, en los distintos análisis de los datos realizados por subgrupos, la eficacia de semaglutida no se vio afectada por la edad, sexo, raza, índice de masa corporal o peso al inicio del ensayo, ni por la duración de la diabetes. Dicha eficacia parece mantenerse a largo plazo, más allá de las 104 semanas, periodo (evaluado en SUSTAIN 6) en que es capaz, incluso, de reducir significativamente el riesgo de eventos cardiovasculares frente a placebo. Además, a diferencia de lo que ocurre con metformina, la insuficiencia renal no parece tener ningún efecto significativo sobre la farmacocinética ni la farmacodinamia de la semaglutida.

Con respecto a la seguridad clínica, el perfil toxicológico de semaglutida parece adecuadamente definido en un amplio número de pacientes (casi 5.000 han sido tratados con al menos una dosis), que parece ser equiparable al de otros agentes agonistas del receptor de GLP-1 (ArGLP-1). Aunque los efectos adversos son frecuentes, éstos suelen ser leves-moderados y transitorios, por lo que el perfil global puede considerarse como aceptable y fácilmente manejable. Cuantitativamente destacan las reacciones adversas gastrointestinales, como náuseas (>17%), diarrea (>12%) y vómitos (>6%). Por otro lado, con los datos de seguridad disponibles hasta la fecha, no se puede excluir un posible efecto perjudicial de semaglutida sobre la retina, que pudiera agravar las complicaciones de la retinopatía diabética. El tratamiento con semaglutida parece no comportar riesgo de hipoglucemia grave (o es bajo), si bien éste puede incrementarse en combinación con sulfonilureas y/o insulina, por lo cual requiere un seguimiento más estrecho.

Desde el plano mecanístico, la semaglutida es un derivado de liraglutida que no supone ninguna innovación, y viene a incorporarse al creciente grupo de los ArGLP-1, cuyo empleo está experimentando un cierto auge, atendiendo, especialmente, a su beneficioso efecto sobre el peso corporal y al efecto incrementador de peso que suele asociarse a la insulina en estos pacientes con DM2 (Cuéllar, 2018). Semaglutida tampoco implica ventajas adicionales en términos de adherencia respecto a dulaglutida o albiglutida (ambas de una administración semanal por vía subucutánea), aunque sí que es un régimen más beneficioso que la administración de liraglutida y lixisenatida (una vez al día) y de exenatida (hasta dos dosis diarias) y puede ser conveniente en pacientes que hayan experimentado previamente una inadecuada adherencia a esos fármacos.

A la vista de los resultados aquí comentados, la eficacia clínica de la semaglutida parece ser dosis-dependiente y superior a la del resto de ArGLP-1. La selección adecuada de la dosis de mantenimiento con semaglutida (0,5 mg o 1 mg) deberá basarse en las características y necesidades individuales del paciente, pues a mayores dosis, también parece que el perfil beneficio-riesgo parece empeorar; la dosis más baja puede ser especialmente preferible en los supuestos de adición a otros antidiabéticos o en pacientes que no toleren bien la dosis alta.

En definitiva, semaglutida es un nuevo agonista del receptor del GLP-1, con un efecto farmacológico similar a las funciones fisiológicas de dicha hormona (con la que comparte alto grado de homología) y una eficacia clínicamente relevante y superior al del resto de fármacos del grupo. A falta de conocer las consideraciones del Informe de Posicionamiento Terapéutico de la AEMPS, y sin considerar criterios económicos, es previsible que semaglutida se sitúe como fármaco de primera elección en su grupo terapéutico para el tratamiento de pacientes con DM2, inadecuadamente controlados con dieta y ejercicio, que no puedan recibir metformina, y como fármaco adicional a otros medicamentos, especialmente si los pacientes tienen problemas de control de peso.

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BIBLIOGRAFÍA


Emicizumab ▼ Hemlibra® (Roche) en hemofilia A

Resumen

Emicizumab es un nuevo anticuerpo monoclonal biespecífico capaz de unir el factor IX activado y el factor X de la coagulación, de manera que restaura la función deficiente del factor VIII activado y promueve la continuación natural de la cascada de coagulación para la formación del coágulo de fibrina. En base a su mecanismo de acción, independiente de la presencia del factor VIII sanguíneo, el medicamento ha sido oficialmente autorizado para la profilaxis de rutina –en todos los grupos de edad– de episodios hemorrágicos en pacientes con hemofilia A (deficiencia congénita del factor VIII) con inhibidores anti-factor VIII y en pacientes con hemofilia A severa (actividad del factor VIII <1%) sin inhibidores.

Su eficacia clínica ha sido adecuadamente contrastada para la indicación aprobada en cuatro ensayos clínicos de fase 3, multicéntricos y abiertos, controlados o de un solo brazo, en pacientes adolescentes y adultos (HAVEN-1, -3 y -4) y en pacientes pediátricos (HAVEN-2) con hemofilia A grave o con hemofilia A con alto título de anticuerpos inhibidores. En todos ellos, quienes previamente habían sido tratados de forma episódica o profiláctica con derivados del factor VIII o agentes bypass, la profilaxis con emicizumab en regímenes de una administración semanal, cada dos semanas o de hasta cada cuatro semanas, ha demostrado mantener la tasa anualizada de hemorragias que requieren tratamiento en valores muy bajos: entre 1,3 y 2,9 frente a valores de 23-38 en pacientes no tratados; en pacientes pediátricos <12 años, esa tasa fue incluso menor, cayendo hasta 0,3 hemorragias/año. De forma interesante, un porcentaje elevado de pacientes que recibieron emicizumab (56-97%) no sufrió ninguna hemorragia durante los ensayos clínicos, y los análisis intrapaciente revelaron que la profilaxis con emicizumab es significativamente superior en términos de eficacia al tratamiento a demanda o profiláctico con derivados del factor VIII o con agentes bypass. Entre los resultados de las variables secundarias destaca una mejora notable en la calidad de vida en relación con la salud física percibida por los pacientes tratados con emicizumab.

Por otro lado, el perfil toxicológico de emicizumab puede considerarse como tolerable y relativamente benigno. Las reacciones adversas más comunes, junto con artralgia y cefalea, fueron las reacciones en el punto de inyección (descritas en el 20% de los pacientes), que remitieron por sí mismas –sin necesidad de medidas especiales– en la práctica totalidad de pacientes. Con un bajo potencial de inmunogenicidad, los eventos adversos más graves fueron la microangiopatía trombótica y otros eventos trombóticos, notificados en menos del 1% de los pacientes y relacionados con la interacción farmacodinámica con el complejo protrombínico activado administrado concomitantemente.

Si bien no supone una cura para la enfermedad, emicizumab aporta una ventaja importante en relación a su vía de administración subcutánea y un régimen posológico con dosificación cada 1-4 semanas, lo cual puede contribuir a evitar los principales inconvenientes derivados del acceso intravenoso frecuente que implica la profilaxis pautada con derivados del factor VIII (con administraciones cada 3-5 días); esto puede relacionarse con la preferencia por parte de los pacientes y una mejora en la adherencia terapéutica. Sin embargo, se plantean ciertas incertidumbres en torno a su eficacia en pacientes pediátricos <1 año y en niños con hemofilia A sin inhibidores (población en que los datos disponibles son muy limitados), así como sobre su potencial utilidad terapéutica en pacientes con enfermedad leve-moderada y en el periodo perioperatorio, que deben ser esclarecidas por estudios controlados poscomercialización.

En definitiva, a falta de conocer las consideraciones del IPT, es previsible que los criterios económicos jueguen un rol importante en el empleo del nuevo fármaco en la prevención de las complicaciones de una enfermedad especialmente costosa para el sistema de salud. Emicizumab abre una nueva vía mecanística y, en base a su perfil de eficacia (independiente de la presencia de inhibidores anti-factor VIII) y seguridad, se puede situar en un futuro como fármaco de primera línea en la profilaxis de la hemofilia A grave, con una posología y vía de administración que pueden favorecer la adherencia terapéutica.

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

Entre los trastornos hereditarios de la coagulación, la hemofilia (palabra derivada del griego hemo –sangre, philos –amado o amigo, y el sufijo ia –cualidad), y más correctamente, las hemofilias, el más conocido popularmente, si bien no es el más prevalente de entre ellos. De hecho, actualmente recibe la calificación de enfermedad rara. A grandes rasgos, se puede definir la hemofilia como un trastorno hemorrágico congénito vinculado al cromosoma X, provocado por la deficiencia de la actividad del factor VIII de coagulación (en el caso de la hemofilia A) o del factor IX (en el caso de la hemofilia B), como resultado de mutaciones de los respectivos genes de los factores de la coagulación.

Sin duda alguna, fue el caso de la reina Victoria de Gran Bretaña el factor que más contribuyó al crecimiento de la popularidad de la enfermedad. A pesar de que ella no sufrió nunca la enfermedad, ni ésta se había descrito en ninguno de sus antepasados, se cree que en ella se produjo de novo (espontáneamente) la mutación del gen del factor IX de la coagulación –causa de la hemofilia B– en uno de sus cromosomas X. La propagación de su alelo a través sus numerosos descendientes y sus vínculos con la realeza europea tuvo efectos nefastos sobre el destino de algunas monarquías.

Grosso modo, la hemostasia es un mecanismo de defensa del organismo para prevenir la hemorragia cuando se produce una lesión vascular, con participación de las plaquetas y de la coagulación. El estímulo que desencadena la activación de la hemostasia es la lesión a nivel del endotelio (barrera natural entre la circulación y el tejido a irrigar) provocando el contacto de la sangre con el tejido conectivo subendotelial. Inicialmente se produce la adhesión y agregación de plaquetas al subendotelio lesionado y, posteriormente, se pone en marcha el mecanismo de la coagulación para formar un coágulo de fibrina. La respuesta hemostática incluye tres procesos –la hemostasia primaria, la hemostasia secundaria y la fibrinólisis– de forma que siempre existe una interacción entre la pared vascular y la sangre. El proceso se resume en la Figura 1.

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La coagulación o hemostasia secundaria es un proceso complejo que resulta de la interacción de proteínas plasmáticas –factores de coagulación– entre sí, que se activan (normalmente están inactivos pero pueden activarse en cuestión de pocos segundos) en una serie de reacciones en cascada conduciendo a la formación de fibrina. Intervienen en el proceso tanto una serie de proteínas procoagulantes (los 12 factores de la coagulación, de síntesis hepática) como otras proteínas anticoagulantes que regulan y controlan la coagulación, evitando que los factores activados en un punto concreto se dispersen y produzcan una coagulación generalizada; los más importantes agentes anti-hemostáticos son: antitrombina III, proteína C y proteína S.

La cascada de la coagulación considera un proceso de 3 fases: inicio, amplificación y acción de la trombina (Figura 2). Se inicia por la exposición al factor tisular (expresado en la superficie de diversas células, como los fibroblastos de la pared vascular) debido a la lesión de los tejidos, formándose el complejo factor tisular (FT)-factor VII activado1 (VIIa). Se cree que la activación de los factores IX y X por parte del complejo FT-VIIa desempeña un papel importante en la inducción de la hemostasia. A través de esta interacción, el inhibidor de la vía del factor tisular bloquea el proceso y diversos elementos de la vía intrínseca –en particular, el factor VIII y IX– se convierten en reguladores principales de la formación de trombina (dando lugar previamente al factor Xa que promueve la generación de ésta), enzima activa que convierte el fibrinógeno circulante en fibrina.

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La fase de amplificación se centra en la superficie de las plaquetas, activadas por la trombina, que acumulan en su superficie factores y cofactores y permiten su ensamblaje, dando lugar a complejos con actividad enzimática, como tenasa o protrombinasa, que facilitarán la fase de propagación, con la formación de grandes cantidades de trombina que favorecen la generación de fibrina y su polimerización, para dar lugar al coágulo estable, según se indica en la Figura 2. La fibrina es la responsable última de la formación de la malla en que quedan atrapadas las plaquetas para formar un tapón hemostático (trombo plaquetario), construyéndose finalmente el coágulo o trombo final que detendrá la hemorragia.

Aunque la descripción del mecanismo de la coagulación se pueda dividir en diferentes fases, todas están estrechamente relacionadas entre sí: las plaquetas activadas aceleran la coagulación plasmática y los productos de activación de la coagulación, como la trombina, inducen la activación plaquetaria. Posteriormente, la fibrinólisis sería el último proceso en el que se elimina la fibrina no necesaria para la hemostasia con la finalidad de la reparación del vaso y el restablecimiento del flujo vascular. Todo este sistema hemostático se encuentra habitualmente en una situación “de reposo” en el organismo, normalmente inactivo, con un perfecto y delicado equilibrio que favorece la fluidez circulatoria y la oxigenación tisular, y en que los fenómenos de coagulación-descoagulación se producen constantemente, siendo capaz de activarse rápidamente tras la aparición de una agresión.

Los trastornos asociados a una deficiencia congénita en la producción de determinados factores de la coagulación sanguínea (coagulopatías) constituyen uno de los ejemplos típicos de las metabolopatías congénitas de mayor impacto, aunque en general son poco frecuentes. Se estima que cerca de 7 millones de personas viven en el mundo con algún trastorno hereditario de la coagulación, si bien hasta un 75% de los casos permanece sin diagnosticar y no recibe un tratamiento adecuado o incluso no recibe ningún tratamiento. La menos infrecuente de las coagulopatías hereditarias es la enfermedad de von Willebrand, un trastorno congénito transmitido autosómicamente, caracterizado por el déficit cualitativo y/o cuantitativo del factor de von Willebrand (Factor vW); se ha calculado que en determinadas áreas puede llegar a afectar al 1% de la población, aunque los pacientes con problemas hemorrágicos graves no son numerosos.

La hemofilia A (hemofilia clásica o común) representa el tipo más prevalente de hemofilia, caracterizada por el déficit del factor VIII de la coagulación, que está implicado en la fase de amplificación (Figura 2). Afecta a entre 1 y 3 varones de cada 10.000 personas a nivel mundial y, por tanto, se puede considerar como una enfermedad rara2, al igual que el resto de la coagulopatías hereditarias, la mayoría aún menos frecuentes que la hemofilia A. Cabe destacar, además, que la enfermedad de von Willebrand implica también un descenso proporcional de factor VIII asociado al de factor von Willebrand, de ahí que contribuya a la expresión y gravedad del cuadro hemorrágico. Por su parte, la hemofilia B (o enfermedad de Christmas) implica una deficiencia de factor IX y afecta a 1 de cada 30.000 varones. En ambos casos la deficiencia de estos factores determina un retraso en el proceso de coagulación, con mayor riesgo de hemorragias graves.

Según el último informe anual de la Federación Mundial de Hemofilia (FMH)3, en todo el mundo viven con hemofilia confirmada casi 200.000 personas, aunque estos datos proceden únicamente de 116 países, entre los que no se incluye España. Las estimaciones globales de la FMH apuntan a que el total de afectados puede llegar a alcanzar las 400.000 personas en todo el mundo, de las cuales solo 1 de cada cuatro afectados reciben el tratamiento y la atención sanitaria adecuada (Stonebraker et al., 2010). En global, el 80-85% de pacientes tiene hemofilia A y el otro 15-20% tiene hemofilia B; la hemofilia puede darse en todos los grupos raciales y sociales.

El último sondeo mundial de la FMH que incluye datos de España corresponde al año 2014. En ese año había en nuestro país 3.050 pacientes diagnosticados de hemofilia (independientemente del tipo), lo que supone una tasa de prevalencia de 6 pacientes por cada 100.000 habitantes. En España se diagnostican cada año entre 20 y 25 nuevos casos, si bien la tasa de prevalencia se estima estable en torno a 3.000 casos durante los últimos años. El ratio de hemofilia A y hemofilia B es de 6,5:1.

En general, la hemofilia es un trastorno de herencia autosómica recesiva ligada al cromosoma X (y, por ello, al sexo de la persona), en cuyo brazo largo se encuentran los genes que codifican para los factores VIII y IX –concretamente, situados en el par 23–. Ello supone que, como norma habitual, la transmiten las mujeres (portadoras) y la padecen los hombres, debido a la dotación de dos cromosomas X de la mujer (XX) y de un único cromosoma X en el hombre (XY). Así pues, el 100% de las hijas de hombres hemofílicos son portadoras y el 50% de los hijos de mujeres portadoras manifiestan la forma clínica de la hemofilia. Aunque la probabilidad es más remota, las mujeres también pueden padecer la hemofilia hereditaria, normalmente con una clínica más leve. Se estima que alrededor del 70% de pacientes hemofílicos tienen un historial familiar positivo para la enfermedad y por cada varón afectado de hemofilia hay una media de 4 portadoras en la familia.

La causa primaria de las hemofilias A y B hereditarias reside en mutaciones de los genes que codifican para los factores VIII (F8) y IX (F9), respectivamente. Se ha demostrado que el tipo de mutación en los genes influye en la tendencia al sangrado en hemofilia severa: los defectos genéticos menos severos determinarán un fenotipo más leve.

El gen humano del factor VIII (F8) se ubica en la banda más distal (Xq28) del brazo largo del cromosoma X, y es muy largo y complejo: está formado por una secuencia de 186.000 pares de bases (186 kb) –que dan lugar a un RNAm de prácticamente 9 Kb, incluyendo 7.053 nucleótidos codificantes– dividida en 26 exones y 25 intrones. El factor VIII se expresa principalmente en el hígado, en las células endoteliales sinusoidales. La proteína precursora de dicho factor contiene dominios de homología interna y su estructura desde el extremo amino (-NH2) al carboxilo (-COOH) sigue una secuencia A1-A2-B-A3-C1-C2, en la que el dominio B es escindido para formar el factor VIII, que es activado por la trombina.

La hemofilia A puede aparecer como consecuencia de muy diversas mutaciones en el gen F8 (se han descrito más de 2.000 tipos), de las que aproximadamente un tercio son de novo, es decir, en pacientes sin historial familiar. Entre estas mutaciones destacan las inversiones (cambio estructural por el cual un segmento cromosómico cambia de sentido dentro del propio cromosoma), las supresiones grandes –que se asocian con formas clínicas graves de hemofilia y un mayor riesgo de anticuerpos inhibidores–, inserciones, duplicaciones y reordenamientos cromosómicos. Las mutaciones puntuales, deleciones o inserciones pequeñas y mutaciones sin sentido están vinculados a formas clínicas de menor severidad. La inversión en la secuencia de ADN que se encuentra en el intrón 22 del gen F8 es la anomalía molecular más frecuentemente detectada en pacientes con hemofilia A grave, siendo responsable de la enfermedad en el 45-50% de los casos; en el 3-5% de casos se halla una inversión en el intrón 1. El otro 50% de hemofílicos con afección grave y la práctica totalidad de hemofílicos con diátesis hemorrágica moderada o leve presentan mutaciones puntuales, como, por ejemplo, los polimorfismos bialélicos HindIII/BclI.

La expresión clínica más característica de todas las formas de hemofilia es la hemorragia, que se manifiesta con intensidad variable (de mayor gravedad en los casos homocigóticos), en múltiples niveles y localizaciones orgánicas: muscular, sistema nervioso central, partes blandas y, muy especialmente, en las articulaciones. La gravedad de las manifestaciones clínicas suele estar en relación con la cantidad de factor existente:

  1. Forma grave. Cuando la actividad funcional del factor de la coagulación es indetectable, es decir, inferior al 1% (< 1 UI/dl). Habitualmente se trata de pacientes con sangrado espontáneo antes de los 6 meses de edad o hemorragia intracraneal en el parto.
  2. Forma moderada. Los niveles de factor se encuentran entre el 1 y el 5% de lo normal (1-5 UI/dl). El sangrado aparece generalmente antes de los dos años de edad, tras producirse traumas mínimos o pequeñas maniobras exploratorias invasivas.
  3. Forma leve. Los niveles de factor VIII o IX son superiores al 5% e inferiores al 50%. El sangrado es raro y puede aparecer ante traumatismos importantes o tras intervenciones quirúrgicas.

La hemartrosis o hemorragia articular es la forma de sangrado más habitual (65-90%), hasta el punto de que constituye el sello distintivo de las hemofilias. En pacientes con hemofilia A grave, más del 90% de todos los episodios hemorrágicos se producen en las articulaciones, y el 80% de éstos representan hemartrosis de los tobillos, rodillas y codos; es menos habitual en la articulación del hombro. En cualquier caso, la hemartrosis frecuente produce dolor, tumefacción e impotencia funcional (artropatía hemofílica).

Por detrás de la hemartrosis, en orden de frecuencia, los hematomas musculares suponen, en algunos pacientes, hasta el 20% de las complicaciones hemorrágicas. Pueden complicarse con síndromes compartimentales (especialmente las hemorragias localizadas en antebrazos o gemelos) e incluso shock hemorrágico; a la larga producen atrofia muscular. Finalmente, la hemorragia intracraneal es la complicación más grave, pero apenas constituye entre el 2 y 13% de las complicaciones hemorrágicas. Si no hay un tratamiento rápido puede causar la muerte. Los hemofílicos también pueden presentar complicaciones hemorrágicas en otras localizaciones, destacando la hematuria y la hemorragia gastrointestinal y orofaríngea. La incidencia de sangrado en los pacientes con hemofilia durante el periodo neonatal oscila entre un 20% y un 44%, mientras que la hemorragia intracraneal aparece en un 3,5-4% de los neonatos con hemofilia, aunque la cifra podría ser mayor si se incluyen las asintomáticas.

La sospecha clínica de posible hemofilia suele darse en pacientes con antecedentes de familiares con hemofilia, aparición de hematomas durante la infancia, hemorragias espontáneas sin razón aparente (en especial en las articulaciones, músculos y tejidos blandos) o hemorragia excesiva posterior a un traumatismo o una cirugía. El diagnóstico confirmatorio suele implicar un screening bioquímico (pruebas de coagulación sanguíneas: el tiempo de tromboplastina parcial activada está prolongado y se corrige administrando plasma normal) y técnicas de biología molecular (ensayos de una etapa, cromogénicos de dos etapas o tromboelastografía) que permitan cuantificar el nivel sanguíneo del factor de coagulación. Las técnicas de secuenciación genética también son fundamentales para identificar la mutación causante.

TRATAMIENTO Y PROFILAXIS

Hace ya más de 150 años que se conocen los beneficios de la transfusión de sangre para controlar la hemorragia relacionada con hemofilia y hace casi un siglo (1923) que Feissly demostrara la superioridad del plasma sobre la sangre total para este fin. La introducción, en la década de 1970, de los concentrados con factores derivados del plasma permitió un tratamiento mucho más eficaz y funcional, así como una notable reducción de la morbilidad y mortalidad asociadas a la hemorragia.

La favorable evolución del tratamiento de restauración o de reemplazo con concentrados exógenos de los factores de coagulación implicados en las coagulopatías hereditarias sufrió a principios de la década de los 80 del pasado siglo un grave revés: tres de cada cuatro pacientes con hemofilia grave acabaron infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y prácticamente todos con el de la hepatitis C (VHC), como consecuencia de la transfusión de concentrados de plasma contaminados. En las décadas siguientes, la seguridad de estos productos se convirtió en un elemento clave y derivó en la producción de concentrados no contaminados biológicamente, gracias a la incorporación de dobles sistemas de inactivación viral. A ello, cabe agregar la aparición de análogos recombinantes de los factores naturales, sintetizados por ingeniería genética y carentes por completo de riesgo de contaminación por virus humanos que sí presentan los fármacos de origen extractivo (a partir de plasma humano).

Los objetivos principales de la terapia son prevenir la hemorragia y, en su caso, tratarla (así como sus complicaciones y secuelas), restaurar y mantener la función articular e integrar a los pacientes en la vida social normal. Para ello, los hemofílicos A moderados y leves se pueden tratar, en un buen número de ocasiones, con desmopresina por vía intravenosa o intranasal –análogo sintético de la vasopresina capaz de liberar del endotelio vascular al torrente circulatorio tanto factor de von Willebrand como factor VIII, con aumentos de 3-5 veces su valor basal y una duración de acción de 6-10 horas– y antifibrinolíticos como el ácido tranexámico (que presenta un potente efecto inhibidor sobre la activación de la fibrolisina, y está indicado en el tratamiento y profilaxis de hemorragias mucocutáneas, por ejemplo, en pacientes hemofílicos sometidos a cirugía dental).

Por el contrario, en las formas graves, es preciso administrar por vía intravenosa un tratamiento sustitutivo con factor VIII, el cual puede ser concentrado plasmático purificado o recombinante. El mecanismo de acción de todos ellos es sencillo de comprender, pues vienen a sustituir al factor de la coagulación que se encuentra deficitario, ejerciendo las mismas acciones biológicas que éstos desarrollan en la cascada de la coagulación. Por ello y por su mayor disponibilidad, generalmente con una vida media más prolongada (alcanzado a través de técnicas como la pegilación), los factores de coagulación recombinantes son, quizá, los más empleados y preferidos en la práctica clínica actual (Tabla 1).

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Las pautas de tratamiento (y de profilaxis) deben ser totalmente individualizadas. Pero, en general, la cantidad de factor a infundir depende de la gravedad de la hemorragia. Así, para combatir hemorragias graves o de riesgo vital (por ejemplo, del sistema nervioso central, gastrointestinales, etc.) se debe alcanzar un 80-100% de factor circulante. Ante una hemartosis, el tratamiento tiene que ser lo más precoz posible (antes de 4 horas) y ante la duda, siempre se ha de tratar; en esos casos, el objetivo de factor a conseguir es de un 30-50% (habitualmente 20-40 U/kg de factor VIII).

La terapia sustitutiva de los factores de coagulación en hemofilias, la utilización de los medicamentos puede ser a demanda para parar un episodio de sangrado manifiesto y en profilaxis previa a una cirugía, o como profilaxis general con administraciones regulares para prevenir hemorragias. Los datos clínicos demuestran que el tratamiento profiláctico iniciado a temprana edad y adaptada a la evolución clínica del paciente (manteniendo un umbral de actividad de factor VIII >1%) protege contra el daño de las articulaciones y disminuye la frecuencia de las hemartrosis y otras hemorragias, manteniendo la tasa anualizada de hemorragias en torno a 1-4 episodios/año (Morfini et al., 2019). No obstante, los regímenes empleados tienen el inconveniente de suponer administraciones intravenosas frecuentes (3/4 dosis de 25-40 UI/kg a la semana), lo cual afecta negativamente a la calidad de vida de los pacientes y al grado de adherencia al tratamiento.

Por otro lado, por causas que aún se desconocen, algunos pacientes hemofílicos con o sin antecedentes familiares (hemofilia congénita o adquirida) pueden desarrollar autoanticuerpos circulantes que actúan como inhibidores de los factores de la coagulación en el torrente sanguíneo, suponiendo la mayor complicación del tratamiento, pues inhiben a los fármacos basados en el factor VIII –tanto de origen extractivo como los de origen recombinante– y limitan o incluso anulan su efecto farmacológico. El factor VIII se ve afectado por la generación de inhibidores en mayor medida que el factor IX, resultando en una hemofilia A adquirida que puede generar cuadros hemorrágicos graves y, en ocasiones, potencialmente fatales. La incidencia global de aparición de inhibidores en pacientes con hemofilia A grave se encuentra entre un 25% y un 30%, si bien la prevalencia está en torno al 12% dado el carácter transitorio de los anticuerpos en algunos casos.

Se ha descrito que los autoanticuerpos inhibidores4 aparecen tras las primeras exposiciones al factor (por término medio al cabo de 10-12 días de exposición, aunque la primera exposición resulta el factor de riesgo más importante) y que la prevalencia de inhibidores puede variar del 21 al 88% en pacientes de hemofilia A con defectos genéticos severos. En pacientes con hemofilia A en los que la dosificación de factor VIII es <2 UI/dl, existe correlación entre la edad de la primera exposición al factor y el desarrollo de inhibidor (en torno al 41% cuando el tratamiento se inició antes de los 6 meses, 29% entre los 6-12 meses y un 12% si se trataron después del año). Los pacientes tratados durante al menos cinco días consecutivos en el primer episodio de sangrado o por cirugía, presentan un riesgo de aparición de inhibidor >3 veces más alto que los que reciben tratamiento solo uno o dos días consecutivos. El riesgo de desarrollo de inhibidor es tres veces mayor en pacientes con historia familiar (Cuéllar, 2013).

La hemofilia adquirida se produce con igual frecuencia en ambos sexos. La prevalencia global de la hemofilia A adquirida se estima de 1 a 9 casos por millón de habitantes, aumentando su incidencia con la edad. Algunos autores sugieren que su incidencia puede estar infra-estimada debido a la carencia de registros, a su desconocimiento por parte de muchos especialistas, a la complejidad de su diagnóstico en el laboratorio y, en ocasiones, a una presentación clínica tan fulminante –la mortalidad oscila entre el 9 y el 33%– que impide su confirmación. La muerte es más frecuente en las primeras semanas después de la manifestación sintomática, por lo que el reconocimiento y el tratamiento inmediato son de vital importancia. Aproximadamente la mitad de los casos de hemofilia A adquirida son atribuibles a una condición médica subyacente, normalmente otro trastorno autoinmune, cáncer, síndromes linfoproliferativos o una reacción adversa a un fármaco; el resto son de origen idiopático.

La propensión al desarrollo de inhibidores involucra elementos del sistema inmunitario, pero también tiene un componente genético importante, relacionado con mutaciones en los genes de los factores de coagulación: pacientes con hemofilia hereditaria que tengan un defecto molecular grave (grandes deleciones, inversiones y mutaciones sin sentido) –y ausencia completa de la proteína pro-coagulante– previsiblemente tendrán una mayor propensión en comparación con aquellos con defectos moleculares leves (mutaciones de sentido erróneo o de empalme) –en que sí hay cierta cantidad y actividad residual de factor VIII. Se considera por ello necesario que a todo paciente diagnosticado de hemofilia se le realice un estudio genético con el fin de identificar la alteración genética responsable de la enfermedad, y poder así determinar el riesgo de desarrollar inhibidor (Mingot-Castellano et al., 2017).

El objetivo del tratamiento de la hemofilia A con inhibidores es el control de la hemorragia aguda y la erradicación a largo plazo de la producción de anticuerpos frente al factor VIII. Es recomendable realizar una detección precoz mediante determinaciones analíticas cada cinco dosis administradas, hasta la vigésima dosis y, posteriormente, cada 10 dosis hasta los 50 días. Superadas las 150 dosis, el riesgo de que aparezcan baja notablemente, por lo que es suficiente un control anual. También se realiza una determinación antes de una intervención quirúrgica cuando se cambie el tipo de concentrado administrado, y si se observa ineficacia del tratamiento en el control de un episodio hemorrágico.

La elección del tratamiento hemostático en la hemofilia con inhibidores está condicionada por el nivel o título del inhibidor (alto o bajo), y la respuesta después de una nueva estimulación. El tratamiento actual para el control de la hemorragia aguda incluye como primera línea el uso de fármacos que aumenten la generación de trombina sin necesidad de que exista factor VIII, también denominados agentes baipás (bypass). Se basan en la capacidad de los factores de coagulación activados como el factor Xa o el VIIa para poner en marcha el proceso de la coagulación en ausencia de factor VIII, e incluso en presencia de un inhibidor contra éstos.

Se dispone de dos fármacos para el tratamiento o prevención de las hemorragias en pacientes con hemofilia e inhibidores. El primero de ellos es el concentrado de complejo protrombínico activado (CCPa; Feiba®), también conocido como complejo anticoagulante antiinhibidor, un derivado plasmático que contiene múltiples zimógenos del complejo protrombínico junto con sus productos de activación; por lo tanto, su mecanismo de acción es multifactorial. La concentración de protrombina junto con la presencia de factores activados VIIa y Xa contribuye a potenciar la generación de trombina en la superficie de las plaquetas. Su eficacia clínica se sitúa entre un 64% y un 93%; alrededor del 30% de los pacientes con hemofilia A e inhibidor presentan un aumento del título de inhibidor tras la administración del CCPa, aunque sin repercusión sobre la eficacia clínica. Está indicado para el tratamiento episódico y la profilaxis regular en pacientes con alto título de inhibidores y hemartrosis frecuentes.

La otra opción terapéutica, y la más empleada habitualmente, es el eptacog alfa activado (rFVIIa, NovoSeven®). Se trata de una forma recombinante del factor VII activado –obtenido en células BHK– que fue inicialmente desarrollado para tratar pacientes hemofílicos con inhibidores del factor VIII, pero que después ha demostrado también su utilidad en situaciones que cursan con sangrado incoercible que no responden a las medidas quirúrgicas y médicas convencionales. La unión del factor VII activado al factor tisular expuesto en la superficie de fibroblastos o células endoteliales desencadena la cascada de coagulación mediante la activación secuencial de los diferentes factores de coagulación (IXa, Xa y trombina). Está indicado en el tratamiento de episodios hemorrágicos y su prevención en intervenciones quirúrgicas en pacientes con inhibidores del factor VIII (o IX) de título alto (>5 unidades Bethesda), o en pacientes con títulos de anticuerpos menores pero que se espera que tengan una respuesta alta de inhibidores tras la estimulación.

Por otra parte, para reducir la producción de autoanticuerpos y lograr un incremento sostenido en la concentración de factor VIII, a día de hoy se recomienda en primera línea la inmunosupresión con corticoesteroides (prednisolona o prednisona, 1-2 mg/kg) en monoterapia o en combinación con ciclofosfamida oral (50-100 mg/día) durante un máximo de 6 semanas. Se recomienda el inicio de la terapia inmunosupresora tan pronto como se establezca el diagnóstico de hemofilia adquirida. El anticuerpo monoclonal rituximab, otros fármacos citotóxicos (azatioprina, 6-mercaptopurina y vincristina), ciclosporina A o micofenolato pueden ser utilizados en segunda línea, y cuando el tratamiento preferente de esteroides con ciclofosfamida esté contraindicado.

La inducción de tolerancia inmunológica ha sido el objetivo de algunos autores y su empleo está cada vez más extendido. Se aborda mediante la combinación de infusiones diarias de altas dosis de concentrados de factor VIII con distintos regímenes inmunosupresores (que incluyen esteroides, ciclofosfamida y vincristina), inmunoglobulinas intravenosas e inmunoadsorción. Se recomienda para pacientes con títulos altos de anticuerpos y se han descrito altas tasas de reducción de inhibidores (70-80%) pero su alto coste ha limitado su uso a ensayos clínicos o en 2ª línea en casos refractarios (Charlebois et al., 2018).

Finalmente, en el tratamiento de hemofilia con inhibidores merece una reseña la reciente aprobación en 2016 de susoctocog alfa (Obizur®), que no está aún comercializado en España. Se trata de una proteína purificada del factor VIII de origen porcino, obtenida por la tecnología del ADN recombinante (en células BHK) y que carece del dominio B. Por su origen porcino, es un factor VIII sin reactividad cruzada contra los anticuerpos inhibidores anti-factor VIII humano, con la ventaja de que permite ajustar la posología únicamente en función de los niveles del factor sin necesidad de medir el título de anticuerpos. Los datos clínicos son limitados pero ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de eventos hemorrágicos graves en pacientes con hemofilia A adquirida con títulos de inhibidores anti-susoctocog inferiores a 20 UB. Estudios posautorización deben elucidar el potencial riesgo de inducción de inmunogenicidad (reacciones de hipersensibilidad y desarrollo de inhibidores anti-susoctocog alfa).

ACCIÓN Y MECANISMO

Emicizumab es un anticuerpo monoclonal biespecífico capaz de unir el factor IX activado y el factor X de la coagulación, de manera que restaura la función deficiente del factor VIII activado y promueve la continuación natural de la cascada de coagulación hasta conseguir una hemostasia sanguínea eficaz con la formación del coágulo de fibrina. En base a su mecanismo de acción, el medicamento ha sido oficialmente autorizado para la profilaxis de rutina, en todos los grupos de edad, de episodios hemorrágicos en pacientes con hemofilia A (deficiencia congénita del factor VIII) con inhibidores anti-factor VIII y en pacientes con hemofilia A severa (actividad del factor VIII<1%) sin inhibidores.

En condiciones normales, el factor VIII se une al factor von Willebrand (vW) en la sangre formando un complejo que es escindido al activarse la cascada de coagulación, transformándose el factor VIII en factor VIII activado (VIIIa) –por acción de la trombina generada en pequeñas cantidades en la fase de inicio– y liberando el factor vW. A partir de ahí, el factor VIIIa ejerce como cofactor del factor IXa, que actúa como enzima para la activación del factor X a Xa; de hecho, el factor VIII potencia en unas 200.000 veces la actividad del factor IXa, lo que supone un incremento de la consecuente generación del factor Xa, lo cual impulsa el proceso de coagulación. El factor Xa, a su vez, convierte la protrombina en trombina, y ésta el fibrinógeno en fibrina (responsable último de la constitución del coágulo sanguíneo).

Como se ha sugerido, emicizumab mimetiza la función del factor VIII activado, siendo capaz de unirse tanto al factor IX activado (enzima) como al factor X (sustrato), de manera que actúa como puente entre ambos, para que se pueda activar el factor X a Xa, a pesar –y con independencia– de la ausencia de la actividad de cofactor del factor VIII. Solo es eficaz, por tanto, en los pacientes con hemofilia A, no así en pacientes con hemofilia B (deficiencia del factor IX). Los estudios farmacodinámicos han demostrado que, en comparación con el factor VIIIa, la constante de Michaelis-Menten estimada (Km) para emicizumab es menor, lo cual indica una interacción más fuerte de unión con el factor IXa y con el factor X; no obstante, la eficiencia catalítica para promover la reacción parece menor (en torno al 9% de la eficiencia catalítica del factor VIIIa). A diferencia del factor VIII, emicizumab no requiere activación por la trombina pero las condiciones moleculares requeridas para la promoción de la actividad de cofactor son casi idénticas. Por su mecanismo de acción, emicizumab no se ve afectado por la presencia o ausencia de anticuerpos inhibidores frente al factor VIII (EMA, 2018).

Durante el desarrollo clínico del fármaco, se ha demostrado también que el tratamiento profiláctico con emicizumab es capaz de reducir el tiempo de tromboplastina parcial activada y, utilizando un análisis cromogénico con factores de coagulación humanos, se ha verificado que aumenta la actividad del factor VIII observada. Estos dos marcadores farmacodinámicos dan una estimación relativa del efecto procoagulante de emicizumab, si bien no son reflejo del verdadero efecto hemostático de emicizumab in vivo (el TTPa está claramente reducido y la actividad del factor VIII observada podría estar sobrestimada) (Lenting et al., 2017).

Aspectos moleculares

Emicizumab es un anticuerpo monoclonal humanizado de tipo inmunoglobulina G4 (IgG4) modificada, que posee una estructura de anticuerpo biespecífico. Así, presenta una estructura polipeptídica que consiste en una cadena pesada anti-factor IXa (denominada cadena Q) y una segunda cadena pesada anti-factor X (denominada cadena J) y dos cadenas ligeras (denominadas cadenas L). Las cadenas pesadas y las ligeras se encuentran unidas a través de puentes disulfuro.

Ha sido obtenido mediante la tecnología de ADN recombinante en células de ovario de hámster chino (CHO). Las regiones Fc de las dos cadenas pesadas han sido diseñadas específicamente para heterodimerizarse preferentemente por cambios electrostáticos dirigidos. De forma similar a otras glicoproteínas complejas, emicizumab muestra cierta cantidad de micro-heterogeneidad con diferentes grados de glicosilación y modificaciones de los aminoácidos. Ambas cadenas pesadas también presentan un único sitio de glicosilación conservado.

Una de las principales ventajas de emicizumab reside en que su molécula muestra ausencia de relación estructural u homología de secuencia con el factor VIII, por lo que no produce ni potencia el desarrollo de inhibidores directos dirigidos frente a dicho factor.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas de emicizumab por vía subcutánea han sido adecuadamente contrastadas en la indicación autorizada mediante cuatro ensayos clínicos de fase 3 (confirmatorios de seguridad y eficacia), multicéntricos y abiertos. En todos ellos, en los casos de aparición de hemorragias susceptibles de ser tratadas, se emplearon las terapias actualmente disponibles (fundamentalmente los derivados de factor VIII intravenosos).

El estudio pivotal HAVEN-3 (BH30071) fue un ensayo aleatorizado y controlado que incluyó un total de 152 varones adolescentes (>12 años) y adultos con diagnóstico de hemofilia A grave (nivel de factor VIII intrínseco <1%) sin inhibidores del factor VIII y que previamente habían recibido tratamiento a demanda o profiláctico regular con factor de coagulación. Los participantes fueron aleatorizados (2:2:1) a recibir: a) 3 mg/kg una vez a la semana durante las cuatro primeras semanas –como dosis de carga–, seguido de 1,5 mg/kg una vez a la semana (brazos de tratamiento A y D, siendo el brazo D el único que incluía a pacientes que estaban en tratamiento profiláctico previamente y durante el estudio); b) 3 mg/kg cada dos semanas (brazo B); o c) ninguna profilaxis (brazo C). Las características basales demográficas de los pacientes estaban relativamente bien balanceadas entre los cuatro grupos de tratamiento. Se excluyeron aquellos pacientes con otros trastornos pro-hemorrágicos y quienes estaban en tratamiento con inmunomoduladores.

El objetivo primario se centró en la evaluación comparativa de la eficacia –en base al número de hemorragias que requerían el tratamiento con factor VIII– de la profilaxis semanal o cada dos semanas con el nuevo fármaco respecto a la ausencia de profilaxis en pacientes tratados anteriormente de forma episódica con factor VIII. Como objetivos secundarios, también se incluyeron, entre otros, la evaluación de la eficacia de los distintos tratamientos sobre el número total de hemorragias, de hemorragias espontáneas y de hemartrosis. Tras el análisis por intención de tratar a las 24 semanas de tratamiento (media de seguimiento de 33,4 semanas), los principales resultados de eficacia fueron los siguientes (Tabla 2).

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* Todas las comparaciones de los brazos A y B frente al grupo C mostraron significación estadística (p<0,0001).

La eficacia de la profilaxis con emicizumab semanal (1,5 mg/kg) también se comparó con el tratamiento profiláctico previo con factor VIII en pacientes que habían participado en el estudio no intervencional BH29768 antes del inicio del ensayo HAVEN-3, y concretamente, en 48 de los 63 pacientes incluidos en brazo de tratamiento D. En la comparación intrapaciente de la tasa anualizada de hemorragias (sangrados que requieren tratamiento) con profilaxis con emicizumab frente a profilaxis anterior con factor VIII, se demostraba que el tratamiento con emicizumab reducía notablemente las hemorragias tratadas en un 68%, de una media de 4,8 episodios con la profilaxis anterior con factor VIII hasta una media de 1,5 episodios. Además, el tratamiento con emicizumab demostró ser eficaz durante, al menos, una mediana de 33,7 semanas, frente a las 30,1 semanas de duración de la eficacia con la profilaxis previa con factor VIII.

De manera interesante, los investigadores emplearon dos cuestionarios específicos para determinar la calidad de vida y la percepción de su salud física en pacientes hemofílicos, tales como el Haemophilia Quality of Life Questionnaire (Haem-A-QoL) y el EuroQol 5-Dimension 5-Level (EQ-5D-5L). En ambas escalas se observaron diferencias clínicamente significativas (con una variación superior a 7 puntos) a favor de una mejor calidad de vida con emicizumab frente a la ausencia de profilaxis.

Un segundo ensayo pivotal fue el estudio HAVEN-4 (BO39182), el cual confirmó la eficacia y seguridad de emicizumab en pacientes adultos y adolescentes (>12 años y >40 kg) con hemofilia A grave sin inhibidores, incluyendo también pacientes con hemofilia A con inhibidores. El estudio enroló a un total de 41 pacientes (edad media de 39 años, 76% raza blanca) que previamente habían recibido tratamiento episódico o profiláctico con factor VIII (mayoritariamente de acción corta) o agentes bypass; todos ellos recibieron en un único brazo de profilaxis con emicizumab: 3 mg/kg una vez a la semana durante las cuatro primeras semanas (como dosis de carga) seguido de un mantenimiento con 6 mg/kg cada cuatro semanas. Esta dosis es equivalente en términos de dosis acumulativa a la dosis de 1,5 mg/kg/semana y a la de 3 mg/kg/2 semanas.

Con una mediana del periodo de seguimiento de eficacia de 25,6 semanas, todos los pacientes habían recibido al menos 24 semanas de tratamiento. Las variables de eficacia fueron similares a las medidas en el ensayo HAVEN-3, si bien se incluyó la determinación de la preferencia de tratamiento por parte del paciente mediante una encuesta.

La tasa anual de hemorragias tratadas se situó en 2,4 (IC95% 1,4-4,3), destacando que un 56% de los pacientes no presentó ninguna hemorragia que requiriera tratamiento. En relación con el conjunto de hemorragias, las hemorragias espontáneas tratadas y las hemartrosis tratadas, la tasa anual de eventos se situó, respectivamente, en 4,5 (IC95% 3,1-6,6), 0,6 (IC95% 0,3-1,5) y 1,7 (IC95% 0,8-3,7); a excepción del número total de hemorragias (mediana de 2,1), la mediana de todas estas variables secundarias fue de 0 (con >70% de pacientes que mostraron 0 eventos hemorrágicos). Además, casi un 70% de los pacientes reportó mejoras significativas en su calidad de vida, y el 100% de los mismos comunicó su preferencia hacia el régimen posológico evaluado de una administración mensual.

Entre los estudios que motivaron la original autorización de emicizumab en hemofilia A con inhibidores, destaca el estudio HAVEN-1 (BH29884), que fue un estudio clínico aleatorizado (2:1) realizado en 113 pacientes adolescentes (≥12 años) y adultos diagnosticados de hemofilia A de cualquier nivel de severidad y con presencia confirmada de alto título de inhibidores anti-factor VIII (>5 UB). Para su inclusión, estos pacientes debían haber recibido tratamiento episódico (a demanda) o profiláctico con agentes bypass (eptacog alfa activado o complejo protrombínico activado) durante >24 semanas.

El estudio evaluó la eficacia y seguridad de un tratamiento de 3 mg/kg de emicizumab una vez por semana durante 4 semanas, seguido de 1,5 mg/kg/semana. Para ello se establecieron cuatro brazos de tratamiento con estratificación según la tasa de eventos hemorrágicos en las 24 semanas previas: los pacientes del brazo A (tratados previamente de forma episódica; N=35) y el brazo C (tratados de forma profiláctica antes del inicio; N=49) recibieron el régimen profiláctico experimental; los pacientes en el brazo control B (anteriormente tratados de forma episódica; N=18) no recibieron ninguna; al brazo D (N=11) se asignaron pacientes que habían participado en el ensayo observacional BH29768 a recibir el tratamiento experimental con emicizumab, sirviendo como comparador histórico de forma similar a lo comentado para el estudio HAVEN-3.

De nuevo, el objetivo primario consistía en evaluar, en este caso en pacientes tratados previamente con agentes bypass, el efecto a lo largo del tiempo del tratamiento profiláctico semanal con emicizumab sobre el número de hemorragias que requieren tratamiento (con factores de coagulación) frente a la ausencia de profilaxis.

En la comparación de los datos del brazo A respecto al brazo B, realizada en el análisis intermedio de los datos por intención de tratar a las 24 semanas (EMA, 2018), se describió una tasa anualizada de hemorragias que requirieron tratamiento de 2,9 (IC95% 1,7-5,0) y 23,3 (IC95% 12,3-43,9), respectivamente, lo que suponía una reducción del riesgo relativo del 87% (p<0,0001). El número de pacientes con 0 eventos hemorrágicos crecía hasta el 62,9% entre quienes recibieron profilaxis con emicizumab frente al 5,6% de pacientes sin profilaxis. Con respecto al conjunto de hemorragias, las hemorragias espontáneas tratadas y las hemartrosis tratadas, la tasa anual de eventos en los pacientes del brazo A se situó en 5,5 (IC95% 3,6-8,6), 1,3 (IC95% 0,7-2,1) y 0,8 (IC95% 0,3-2,2), respectivamente, frente a cifras de 28,3(IC95% 16,8-47,8), 16,8 (IC95% 9,9-28,3) y 6,7 (IC95% 2,0-22,4) en el brazo control B; la reducción del riesgo relativo en todos los casos fue estadísticamente robusta (p<0,0001) y superior al 80%. Además, de forma similar a lo comentado para el estudio HAVEN-3, la profilaxis con emicizumab reveló, frente a la ausencia de profilaxis, diferencias clínicamente significativas en la semana 25 en la valoración de la calidad de vida reportada por los pacientes con respecto al nivel basal, de más de 7 puntos en los cuestionarios Haem-A-QoL y EQ-5D-5L.

En el análisis intrapaciente con datos de 24 pacientes que habían participado previamente en el estudio observacional, también se observaba un efecto favorable de emicizumab frente a la profilaxis con agentes bypass, de forma que la tasa anualizada de hemorragias que requerían tratamiento se situaba en 3,3 (IC95% 1,3-8,8) frente a 15,7 (IC95% 11,1-22,3), respectivamente, lo que se traducía en una reducción del riesgo relativo del 79% (p=0,0003).

Una actualización de los datos del estudio HAVEN-1 (EMA, 2019), tras una mediana de seguimiento de 60,3 semanas y con un seguimiento de al menos 48 semanas en más del 80% de pacientes, corroboró los positivos resultados de eficacia obtenidos con emicizumab sobre las distintas tasas anuales de eventos hemorrágicos evaluadas.

Por último, el estudio HAVEN-2 (BH29992) es un ensayo de un solo brazo en pacientes pediátricos (de edad <12 años o de edad entre 12 y 17 años con <40 kg de peso) con hemofilia A de cualquier severidad y con título alto de inhibidores del factor VIII, que estaban en tratamiento previo, bien episódico o profiláctico, con agentes bypass. Se trata de un estudio aún en marcha en el que participan un total de 63 pacientes pediátricos (60 pacientes de <12 años y 3 pacientes entre 12 y 17 años), siendo el tratamiento experimental el descrito en otros estudios: una dosis de carga de 3 mg/kg cada semana durante las cuatro primeras semanas, seguido de una dosis de mantenimiento de 1,5 mg/kg/semana.

En el análisis intermedio actualizado (EMA, 2019) se incluyeron los datos de eficacia de 59 pacientes <12 años que habían recibido emicizumab durante al menos 12 semanas, siendo la mediana de seguimiento de 29,6 semanas. La tasa anual de hemorragias que requieren tratamiento se quedó en un valor de 0,3 (IC95% 0,13-0,52), no habiéndose notificado ningún evento hemorrágico en más del 86% de los pacientes (51/59). Las tasas anuales de hemorragias totales, hemorragias espontáneas tratadas y las hemartrosis tratadas fueron, respectivamente, de 3,8, 0,0 y 0,2; hasta la fecha, solo 1 paciente ha sufrido un caso de hemorragia espontánea. Según lo informado por pacientes y cuidadores hasta la semana 25, estos datos se correlacionan con mejorías clínicamente significativas en las escalas de valoración de calidad de vida en relación con la salud física específicas para pacientes pediátricos (Hemo-QoL-SF y InhibQoL, esta última adaptada con aspectos de la carga del cuidador).

Además, se llevó a cabo una comparación histórica intrapaciente con el tratamiento con agentes bypass en los 18 pacientes <12 años que anteriormente habían participado en el estudio no intervencional BH29768. En esa subpoblación, se describieron tasas anualizadas de hemorragias tratadas de 0,4 (IC95% 0,2-0,9) con emicizumab en comparación con 19,8 (IC95% 15,3-25,7) con el tratamiento episódico y la profilaxis previa con agentes bypass; estos datos se traducen en una reducción del riesgo relativo de hemorragias del 98% con emicizumab.

Con respecto a su seguridad clínica, los datos disponibles proceden de los cuatro ensayos clínicos previamente comentados (HAVEN 1-4), en los cuales fueron tratados –con al menos una dosis de emicizumab– 373 varones con hemofilia, en su mayoría adultos (71%) y durante una mediana de exposición al fármaco de 33 semanas. Se observó que los riesgos que comportaba emicizumab eran consistentes entre los distintos regímenes posológicos evaluados e independientes de la presencia de anticuerpos; también fueron similares los riesgos descritos en las diferentes edades evaluadas, lo cual puede deberse a que las concentraciones plasmáticas de emicizumab que se alcanzan en niños y en adultos son parecidas.

Los eventos adversos notificados con mayor frecuencia en los ensayos clínicos fueron reacciones en el lugar de inyección5 (20%), artralgia (15%) y cefalea (14%). Respecto a las reacciones adversas graves, destacan cualitativamente la notificación de casos de microangiopatía trombótica (MAT) en 3 pacientes (menos del 1%), en que los pacientes presentaron trombocitopenia, anemia hemolítica microangiopática y daño renal agudo. También se han descrito otros eventos trombóticos –tales como trombosis del seno cavernoso y trombosis venosa superficial simultánea a necrosis cutánea– en 2 pacientes (<1%), asociados todos ellos a la administración concomitante de complejo protrombínico activado para el tratamiento de episodios hemorrágicos. Se produjeron 3 casos de abandono de la profilaxis con emicizumab por reacciones adversas: una por MAT, una por necrosis cutánea con tromboflebitis y otra por cefalea.

En general no se observaron cambios clínicamente significativos de los parámetros hematológicos y bioquímicos en los ensayos clínicos de emicizumab. Tampoco fueron destacables los hallazgos de inmunogenicidad debida a la administración subcutánea del fármaco: menos del 5% de los pacientes dieron positivo en las pruebas de detección de anticuerpos anti-emicizumab y <1 % de los pacientes desarrolló anticuerpos con potencial neutralizante; únicamente se reportó pérdida de eficacia clínica para 1 paciente.

ASPECTOS INNOVADORES

El emicizumab es un nuevo anticuerpo monoclonal biespecífico capaz de unir el factor IX activado y el factor X de la coagulación, de manera que restaura la función deficiente del factor VIII activado y promueve la continuación natural de la cascada de coagulación hasta conseguir una hemostasia sanguínea eficaz con la formación del coágulo de fibrina. En base a su mecanismo de acción, independiente de la presencia del factor VIII sanguíneo, el medicamento ha sido oficialmente autorizado para la profilaxis de rutina –en todos los grupos de edad– de episodios hemorrágicos en pacientes con hemofilia A (deficiencia congénita del factor VIII) con inhibidores anti-factor VIII y en pacientes con hemofilia A severa (actividad del factor VIII <1%) sin inhibidores.

Su eficacia clínica ha sido adecuadamente contrastada para la indicación aprobada en cuatro ensayos clínicos de fase 3, multicéntricos y abiertos, controlados o de un solo brazo, en pacientes adolescentes y adultos (HAVEN-1, -3 y -4) y en pacientes pediátricos (HAVEN-2) con hemofilia A grave o con hemofilia A con alto título de anticuerpos inhibidores anti-factor VIII. En todos ellos, quienes previamente habían sido tratados de forma episódica o profiláctica con derivados de factor VIII o agentes bypass, la profilaxis regular con emicizumab en regímenes de una administración semanal, cada dos semanas o de hasta cada cuatro semanas, ha demostrado mantener la tasa anualizada de hemorragias que requieren tratamiento en valores muy bajos: entre 1,3 y 2,9 frente a valores de 23-38 en pacientes no tratados; en pacientes pediátricos <12 años, esa tasa fue incluso menor, disminuyéndose hasta 0,3 hemorragias/año.

De forma interesante, un porcentaje muy elevado de pacientes en profilaxis con emicizumab (56-97%) no sufrió ninguna hemorragia durante los ensayos clínicos. Dichos datos están respaldados por los resultados de las variables secundarias –tales como las tasas anuales del conjunto de hemorragias, de hemorragias espontáneas o de hemartrosis que requieren tratamiento–, también significativamente disminuidas respecto a la ausencia de profilaxis. La reducción en el número de hemorragias se ha relacionado con mejoras en la calidad de vida en relación con la salud física percibida por los pacientes. Además, los análisis intrapaciente realizados en los ensayos HAVEN-1 a -3 revelaron que la profilaxis con emicizumab es superior en términos de eficacia (tasas anualizadas de hemorragias tratadas entre 0,4 y 3,3) al tratamiento a demanda o profiláctico con derivados del factor VIII (4,8 hemorragias/año) o con agentes bypass (15,7-19,8 hemorragias/año).

Por otro lado, el perfil toxicológico de emicizumab parece adecuadamente definido, pudiendo considerarse como tolerable y relativamente benigno. Las reacciones adversas más comunes, junto con artralgia y cefalea, fueron las reacciones en el punto de inyección (descritas en el 20% de los pacientes), si bien no requirieron medidas especiales para su manejo y remitieron por sí mismas en la práctica totalidad de pacientes. Con una baja inmunogenicidad, los eventos adversos más graves fueron la microangiopatía trombótica y otros eventos trombóticos, notificados en menos del 1% de los pacientes y relacionados con la interacción farmacodinámica con el complejo protrombínico activado administrado concomitantemente. Esta interacción se cree causante de hasta 82 eventos adversos descritos en los ensayos clínicos, por lo que debe ser valorada en la práctica clínica real.

Una de las principales ventajas aportadas por emicizumab es la referida a su administración subcutánea, que evita los inconvenientes principales derivados del acceso intravenoso que implica la profilaxis con derivados del factor VIII. Otra gran ventaja deriva de la vida media de 4-5 semanas de emicizumab, que permite posologías con administraciones cada 1-4 semanas, en comparación con las administraciones frecuentes (cada 4-5 días) necesarias en la profilaxis con derivados de factor VIII. Todo ello puede redundar en una mejor adherencia terapéutica por parte del paciente –que, según datos bibliográficos puede oscilar del 44% al 87% en hemofílicos–, tal y como sugirieron las respuestas a cuestionarios específicos en los ensayos HAVEN-3 y HAVEN-4, donde el 94% y el 100% de los pacientes encuestados reflejó su preferencia por la posología (especialmente de una administración mensual) y vía de administración de emicizumab.

Entre las limitaciones de la evidencia disponible sobresale la escasez de datos en pacientes pediátricos menores de un año (en quienes el sistema de coagulación puede no ser maduro) y, sobre todo, en pacientes pediátricos con hemofilia A sin inhibidores, población en la cual el uso de emicizumab ha sido autorizado y en la que precisamente se identifica cierta necesidad no cubierta de alternativas terapéuticas eficaces y seguras (por la morbilidad asociada a los dispositivos de acceso venoso central o el riesgo de hemorragias intracraneales debido al retraso en el inicio de la profilaxis). No obstante, a pesar de que se requieren futuros estudios controlados que esclarezcan su balance beneficio-riesgo real en esa población, si se tiene en consideración que la acción farmacológica de emicizumab es independiente tanto de la presencia de factor VIII como de anticuerpos inhibidores, puede asumirse la extrapolación de efectos.

Por otro lado, cabe destacar el hecho de que el fármaco no ha sido autorizado en pacientes con hemofilia leve y moderada. Estos pacientes, que en muchos casos son manejados clínicamente con la administración a demanda de desmopresina o de reemplazo de factor, podrían a priori beneficiarse de la pauta profiláctica con emicizumab, pero el riesgo de eventos trombóticos que podría producirse en ellos –por el aumento del potencial coagulante– imposibilita por ahora la extrapolación de los resultados. Además, la evidencia poscomercialización también debe facilitar estudios adecuados que evalúen el uso de emicizumab en el periodo periooperatorio y a largo plazo, habida cuenta de que aún no se dispone de cura para la hemofilia A y que emicizumab supondría un tratamiento profiláctico de por vida.

En definitiva, a falta de conocer las consideraciones del Informe de Posicionamiento Terapéutico de la AEMPS, es previsible que los criterios económicos jueguen un rol importante en el empleo de emicizumab en la prevención de las complicaciones de una enfermedad tan costosa para el sistema de salud6. Abriendo una nueva vía mecanística, y en base a su perfil de eficacia (independiente de la presencia de inhibidores anti-factor VIII) y seguridad, emicizumab se puede situar en un futuro como fármaco de primera línea en la profilaxis de la hemofilia A grave, con una posología y vía de administración que pueden favorecer la adherencia terapéutica.

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BIBLIOGRAFÍA


Pediculosis

resumen

La colonización por piojos puede representar un importante problema de salud, con una incidencia muy actual. La principal infestación por piojos está causada por el parásito Pediculus humanus capitis, que afecta exclusivamente al cuero cabelludo. El ciclo biológico del piojo se desarrolla exclusiva y completamente en un único huésped (en este caso, el ser humano), pudiéndose observar los huevos, liendres o piojos adultos. Aunque la infestación es inicialmente asintomática, los picores pueden aparecer rápidamente o, por el contrario, pueden iniciarse hasta pasada una semana desde la infestación.

El tratamiento de la pediculosis se basa en la utilización de liendreras (para eliminar físicamente las liendres y los piojos) y de fármacos tópicos, y debe repetirse a los 7-10 días en aquellos pacientes en los que se haya demostrado la persistencia de la infestación. En relación a los tratamientos tópicos, el de elección es la permetrina 1% en crema o loción, por su doble acción pediculicida y escabicida. No obstante, existen otros tratamientos tópicos con lindano, malatión, dimeticonas y preparados vegetales que también se pueden utilizar para la erradicación del piojo. El uso de ivermectina oral se suele reservar para cuando el tratamiento tópico no ha sido eficaz y han aparecido resistencias.

En este tipo de patología, la prevención es uno de los factores más importantes para romper la cadena de transmisión de los parásitos, por lo que es fundamental evaluar diariamente a los contactos más cercanos del paciente.

El presente artículo revisa las cuestiones más importantes relativas a la etiopatogenia, sintomatología, diagnóstico y tratamiento de las infestaciones por parásitos de la familia Pediculidae.

INTRODUCCIÓN

Las infestaciones por piojos, lejos de ser un mal del pasado, son un problema que ha ido en aumento en los últimos años. A nivel sanitario, la colonización por piojos puede ser un problema muy importante, pues estos parásitos pueden ser vectores de enfermedades infecciosas y de carácter epidémico como por ejemplo el tifus exantemático, causado por Rickettsia prowazecki, o la fiebre recurrente europea, ocasionada por la espiroqueta Borrelia recurrentis. No obstante, este tipo de infecciones solo se han descrito en periodos bélicos y en situaciones calamitosas, como por ejemplo desastres naturales.

La principal infestación por piojos está causada por el parásito Pediculus humanus capitis, que afecta exclusivamente al cuero cabelludo. Existen otros parásitos como Pediculus humanus humanus que afecta a otras partes del cuerpo o Phthirus pubis (o ladilla) que afecta solo al vello de la región púbica. Estos insectos pertenecen a la orden de los artrópodos, suborden Anoplura (chupadores), familia Pediculidae. Se caracterizan por la presencia de ojos y solo se conocen esas tres especies parásitas del hombre pertenecientes a los géneros Pediculus y Phthirus.

  • Género Pediculus: tienen el cuerpo alargado, patas medianamente robustas y desarrollo familiar. Agrupa solo las dos especies mencionadas: Pediculus humanus capitis, el piojo de la cabeza y Pediculus humanus humanus, piojo del cuerpo y vestidos. El primero es exclusivo de los pelos del cuero cabelludo y, sobre todo, es frecuente en los niños, aunque también puede afectar a adultos que conviven con ellos. El segundo no suele ser muy habitual en nuestro medio, a excepción de su posible localización en aglomeraciones, situaciones de indigencia y bajo condiciones higiénico-sanitarias deficitarias; habitualmente se encuentra en la ropa (donde pasa la mayor parte de su vida) y tan solo pasan al hospedador para realizar sus tomas de sangre.
  • Género Phthirus: conocido vulgarmente como ladilla, se distingue con facilidad por su menor tamaño y por el aspecto de su cuerpo, más ancho que la cabeza. Su hábitat natural es el vello púbico de ambos sexos, aunque pueden estar fijados en otros lugares (pelo de la axila, barba o pestañas).

PEDICULOSIS de la cabeza

La infestación por piojos de la cabeza (Tabla 1) es una patología muy prevalente dentro de nuestro medio. A nivel escolar causa mucha preocupación en los padres, especialmente en los últimos años, en que se ha comprobado una mayor resistencia a los tratamientos convencionales debido al mal uso de estos tratamientos.

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El ciclo biológico del piojo se desarrolla exclusivamente en un único huésped y sobrevive alimentándose de la sangre que obtiene del cuero cabelludo. Se da sobre todo en edad pediátrica, principalmente entre los 6 y 12 años. En otras comunidades, como países subdesarrollados o población indigente, este arco de edad se aumenta desde los 3 hasta los 13 años. Se suele observar con mayor frecuencia en el sexo femenino debido al pelo largo de las niñas.

Ciclo vital del piojo

Hay tres formas biológicas del piojo en su ciclo (Figura 1):

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  • Huevo: también conocido como liendre. Es difícil de ver y se puede confundir con caspa o gotitas de pulverizaciones capilares. La liendre se encuentra fuertemente fijada a la raíz capilar y se suele observar como una figura ovalada de color blanco amarillento. La hembra del piojo deposita los huevos en la raíz del pelo porque el calor y la humedad favorecen su incubación; una hembra fértil puede llegar a poner entre 150-250 huevos durante su ciclo vital de 30 días. El huevo tarda en eclosionar alrededor de una semana.
  • Ninfa: la ninfa sale del huevo y se convierte en un piojo pequeño. Cada huevo libera solo una ninfa, aunque se pueden ver huevos sin ninfa dentro. La maduración hasta convertirse en un piojo adulto suele durar unos 10 días, momento hasta el cual la movilidad de estos piojos pequeños es muy reducida y la capacidad de infestación de otros individuos es mínima. Las ninfas se alimentan de la sangre de su huésped a través de las picaduras y, en lugar de transparentes, se ven más oscuras y de color marrón.
  • Piojo adulto: el piojo adulto tiene 6 patas con pinzas en las puntas. Suelen ser de color blanquecino, aunque en huéspedes con color de pelo más oscuro, se pueden oscurecer. Las hembras son más grandes que los machos y pueden gestar hasta 8 huevos al día. Los piojos adultos pueden sobrevivir entre 20 y 50 días en la cabeza de una persona, para lo cual se tienen que alimentar, igual que las ninfas, de la sangre de su huésped. Los piojos que caen fuera de la persona pueden vivir algunas horas, si bien cuando son sumergidos en agua o con el uso de sustancias detergentes, el tiempo se acorta hasta media hora.

APROXIMACIÓN CLíNICA Y DIAGNÓSTICA

La infestación suele ser asintomática aunque con más frecuencia se ven pacientes con picor: estos picores se suele iniciar entre la primera y cuarta semana después de la infestación.

La inoculación de la saliva por parte del parásito tiene como función evitar la coagulación de la sangre y permitir que el piojo siga alimentándose. Esto puede provocar una sensibilización del huésped hacia los antígenos de la saliva del piojo, que podría causar inflamación y picor. Si este proceso se agrava, se pueden ver lesiones por rascado e incluso infecciones secundarias o impetiginizaciones. A nivel sistémico, se pueden encontrar adenopatías occipitales o cervicales junto con fiebre o malestar general.

La forma más habitual de diagnosticar esta parasitosis es la visualización in situ de los piojos o las liendres. Se suelen ver mejor en los pelos mojados ya que los piojos se mueven más lentamente y con un buen foco de luz es más sencillo detectarlos. La localización más frecuente es en la zona occipital y cervical, ya que prefieren las zonas oscuras para vivir.

Para la detección de las liendres, ninfas o piojos adultos un método que suele dar resultado es la utilización de peines metálicos o liendreras. En algunos casos la dermatoscopia suele ser una herramienta que puede ayudar al diagnóstico. Es raro confundir la pediculosis, aunque existen otras entidades clínicas que nos pueden hacer dudar del diagnóstico (Tabla 2).

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La transmisión más habitual es el contacto directo con el individuo afectado:

  • Piojo de la cabeza: de cabeza a cabeza, por peines y cepillos, gorros, sombreros, etc.
  • Piojo del cuerpo: a través de la ropa, hamacas, camas, etc.

TRATAMIENTO

El objetivo del tratamiento es la erradicación de los huevos y las liendres. Normalmente se suele requerir un segundo tratamiento a los 7-10 días del primero, ya que muchos pediculicidas no eliminan los huevos.

a) PEINADO

Distintas asociaciones, como la Asociación Americana de Pediculosis insisten en que todas las pediculosis se podrían curar con un solo peinado excelente con una buena liendrera. Para ello debe peinarse sistemáticamente todo el cabello al menos dos veces el primer día, teniendo en cuenta que se puede llegar a tardar hasta varios minutos antes de detectar el primer piojo. En los días posteriores se debe hacer un peinado cada 48 horas o incluso cada día hasta no encontrar huevos ni liendres.

Para deslizar correctamente la liendrera, se pueden utilizar distintos productos para facilitar la erradicación de los piojos, como aceites suavizantes (aceite de oliva o vaselina). También existen preparados comerciales especiales para despegar las liendres del pelo. De la misma manera se pueden usar remedios caseros como vinagre blanco (mezcla de vinagre y agua 1:1) o bien ácido acético al 5 %. En algunas ocasiones el rasurado del cabello facilita la eliminación de los piojos y liendres.

El problema de este método es que, en el caso de que se encuentren cáscaras de huevo vacías, liendres blancas o de color claro en el cabello, no se puede asegurar que haya infestación.

Si tras el tratamiento se obtienen uno o dos piojos, se puede tratar de una reinfestación o puede que exista alguna resistencia. Si, por el contrario, se detectan piojos tanto adultos como jóvenes se trata de una resistencia al tratamiento por lo que se debe plantear otro tratamiento con un pediculicida diferente.

Liendreras

La utilización de liendreras es básica para el diagnóstico y el tratamiento de las pediculosis. Se trata de peines con púas a muy corta distancia unas de otras, de manera que cuando pasan por el pelo arrastran a los piojos y las liendres. Hay dos tipos de liendreras:

  • Liendrera clásica: con una distancia máxima recomendada entre las púas de 0,3 mm, puede ser de plástico o metal. La diferencia básica entre ambos tipos es que las de plástico no son tan fuertes y pueden no arrastrar bien las liendres y los huevos; no obstante, la liendrera de plástico suele ser más útil para desenredar el pelo sin provocar daños sobre el cuero cabelludo.

    La función de la liendrera clásica mejora cuando el pelo está mojado, ya que los piojos se mueven con más dificultad, así como mediante el uso de acondicionador (que inmoviliza los piojos y facilita su visualización). Para una buena observación de los parásitos y las liendres, se debe separar el cabello en varias secciones y peinarlo con intensidad, empezando desde la raíz del cabello y moviendo la liendrera hasta el extremo. Después de cada pasada, se debe limpiar la liendrera para evitar que los piojos que se han quedado adheridos en el peine vuelvan a instalarse en el pelo. Este proceso se debe repetir cada 3-4 días durante al menos 2 semanas desde la detección del último piojo vivo, para poder descubrir cualquier liendre que haya podido pasar desapercibida.

  • Liendrera eléctrica: se trata de un peine con púas con la misma distancia entre púas que la liendrera clásica, pero que, al entrar en contacto con el piojo, producen una descarga eléctrica que lo mata. Las liendres sobreviven a esta descarga por lo que no se produce una erradicación por completo. En este caso, el pelo debe estar seco. Generalmente son más caras y su uso no suele ser muy generalizado.

b) TRATAMIENTO CON AIRE CALIENTE

El ciclo biológico del piojo puede verse interrumpido mediante una elevación considerable de la temperatura, por lo que distintos investigadores han propuesto un tratamiento con aire caliente para la erradicación del piojo. El tratamiento se basa en un flujo continuo de aire con temperaturas superiores a 55-60 ºC que permite eliminar hasta un 80% de los piojos y casi un 100% de huevos. El tiempo necesario para conseguir estos porcentajes es un tiempo no inferior a 30 minutos.

Una de las ventajas con respecto a otros tratamientos es la no resistencia al tratamiento. No se recomienda el uso de secadores puesto que no consiguen una temperatura estable mayor de 60 ºC y puede facilitar el contacto entre personas.

c) TRATAMIENTO TÓPICO

El tratamiento se basa en el uso de fármacos pediculicidas (Tabla 3) para eliminar los piojos y las liendres. Se deben utilizar estos tratamientos para la erradicación de la infestación y no para la prevención. Los tratamientos tópicos se clasifican en varios grupos:

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BO: butóxido de piperonilo.

  • Insecticidas y/u ovocidas con acción química o física.
  • Eliminación mecánica manual (con liendreras), ya descrita anteriormente.
  • Tratamientos alternativos.

Pediculicidas con acción neurotóxica

El tratamiento de elección es la permetrina al 1% en crema o loción, por su doble acción pediculicida y escabicida. Su mecanismo de acción se basa en la paralización del sistema nervioso del piojo, si bien tiene muy poco efecto sobre los huevos y las liendres.

Una de las ventajas de la permetrina es que su acción permanece durante 2 semanas, por lo que su actividad se mantiene en el periodo en que se completa el ciclo biológico del piojo. Otra de las ventajas es que es poco irritativa, ya que se absorbe poco por la piel. Está permitido el uso a partir de los 2 meses de edad.

El modo de utilización de la permetrina se basa en la aplicación del producto durante 10 minutos sobre el cabello seco y luego se procede al aclarado. Algunos fabricantes recomiendan una segunda aplicación a la semana o 2 semanas posteriores al primer tratamiento. Además, para potenciar el efecto del pediculicida, las marcas comerciales suelen asociar a la permetrina el butóxido de piperonilo.

Por otra parte, uno de los problemas que se está observando en los últimos años es el alto índice de resistencia al producto, por lo que se sugiere utilizar tratamientos de distinta familia para un mismo grupo de pacientes.

Otro pediculicida que se usa con frecuencia es el malation al 5 %. Es un insecticida organofosforado que se une de forma irreversible a través de la colinesterasa del piojo. De igual manera que la permetrina, mata al piojo a través de su efecto sobre sistema nervioso, teniendo además un gran poder ovocida. Se puede usar como segunda opción si la permetrina no ha funcionado correctamente. El modo de empleo recomendado es la aplicación del producto durante 10 minutos si es champú o 8-12 horas si se emplea en forma de loción.

No obstante, también se ha observado un cada vez mayor aumento de resistencias al producto. Como principal inconveniente del malation, además de su potencial inflamable, es el riesgo de desarrollar distrés respiratorio si se ingiere.

El lindano, por su parte, es otro producto comercializado en España (pero no en otros países), que tiene escaso poder pediculicida. Se trata de un insecticida derivado del cloruro de benceno que se debe aplica durante ≥4 minutos antes de enjuagar y aclarar el pelo; se debe aplicar una segunda dosis a la semana. El champú al 1 % se debe aplicar al menos 5 minutos y repetir a la semana, y la loción al 1% se deja actuar durante 8 horas por la noche.

No se puede utilizar en mujeres gestantes, prematuros y niños con antecedente de convulsiones. Existe riesgo de absorción sistémica y de efectos secundarios en el sistema nervioso central, motivo por el cual no es un tratamiento de primera elección.

Pediculicidas de origen vegetal

La evidencia de estos tratamientos es escasa, así como su mecanismo de acción. El pediculicida de origen vegetal más conocido es el extracto del árbol del té. Se han desarrollado otras mezclas de origen vegetal con eucalipto, coco, ylang o anís que no han demostrado mayor eficacia que los anteriores.

Dimeticonas

La dimeticona es una silicona lineal de cadena larga en una base volátil (ciclometicona). Se trata de un producto inodoro, incoloro e hidrofóbico, que en loción al 4% puede curar la infestación por piojo de la cabeza, siendo menos irritante que el insecticida.

Su mecanismo de acción se basa en la cobertura de la cutícula del piojo con el producto, ocupando los conductos que utiliza el insecto para la oxigenación, limitando el aporte de oxígeno y ocasionándole la muerte por asfixia. Es muy efectivo en pacientes con infestaciones leves. En el mercado existen varios productos con dimeticona sola o en combinación con otros pediculicidas.

Otros tratamientos

Como otras alternativas terapéuticas, se pueden encontrar el miristrato de isopropilo y el 1,2-octanediol. El mecanismo de acción de estos productos se basa en la disolución de la capa cérea que cubre la cutícula del exoesqueleto del piojo: por este mecanismo causan una pérdida de líquido del parásito, produciéndole la muerte.

d) TRATAMIENTOS ORALES

En casos de resistencia al tratamiento tópico y los tratamientos convencionales, se ha sugerido el tratamiento por vía oral mediante la administración de ivermectina, un antiparasitario relacionado con los antibióticos macrólidos pero sin actividad antibacteriana. El tratamiento se basa en la toma del antiparasitario en dosis única de 400 mg/kg de peso, repetida al cabo de una semana. La tasa de erradicación de la infestación es relativamente superior respecto al uso de otros tratamientos tópicos cuando ha habido alguna resistencia. No obstante, el uso de la ivermectina no está indicado en pacientes de edad pediátrica por debajo de los 5 años, embarazadas y durante el periodo de lactancia.

Otros tratamientos utilizados en casos de resistencias es el uso combinado de cotrimoxazol oral y permetrina tópica al 1%. En el estudio publicado no se ha encontrado efectos secundarios graves y se deja reservado a aquellos pacientes en los que ha fracasado el tratamiento convencional.

PHTHIRUS PUBIS

El agente causal de la pediculosis del pubis es conocido popularmente como ladilla. Su hábitat exclusivo es el vello púbico y morfológicamente se le distingue porque tiene forma de cangrejo, con tres pares de patas robustas y garras que le permiten agarrarse al vello. La hembra tiene un ciclo vital que viene a durar de tres a cuatro semanas y tiene la posibilidad de poner hasta 50 huevos.

Se considera un problema de salud pública, ya que estas infestaciones aparecen con más frecuencia en lugares con higiene insuficiente o grupos de población hacinados y con poca posibilidad para la higiene. Se suele observar con más frecuencia en varones jóvenes y la forma de transmisión de este parásito es por transmisión sexual. El piojo se adhiere de forma directa a la persona o a través de ropa.

Clínicamente no se distingue de la infestación de pediculosis capitis. Se puede observar en personas asintomáticas o comenzar con un prurito o picor en la zona púbica, que suele comenzar después de una semana de la infestación. En la piel se puede observar máculas cerúleas (manchas azuladas), resultado de la picadura prolongada del piojo. De igual manera, puede haber complicaciones locales tras el rascado y los pacientes pueden sufrir impetiginizaciones secundarias o manifestaciones sistémicas como fiebre.

El diagnóstico se basa en la visualización in situ del piojo o las liendres. Se puede ayudar del dermatoscopio para la mejor visión y hacer un diagnóstico diferencial con otras patologías.

Para la erradicación de la ladilla se debe aplicar un tratamiento local tanto mecánico –con liendreras– como tópico. De forma similar al tratamiento de las pediculosis capitis, se usan permetrinas, compuestos organoclorados u organofosforados, benzoato de bencilo, butóxido de piperonilo y coadyuvantes. En casos de resistencia se puede emplear ivermectina oral.

PREVENCIÓN

La primera premisa que se debe tener en cuenta es que solo se debe tratar a los pacientes en quienes se detecten la infestación. Se debe hacer una exploración muy detenida sobre los posibles contactos directos del paciente infestado: es recomendable hacer una exploración sistemática y diaria la familia directa así como de los contactos cercanos (colegio, centros de trabajo, etc.). No es necesario inspeccionar a los animales de compañía, ya que no son vectores de las pediculosis.

Se ha de explicar a los padres que la mejor manera de evitar la infestación por piojos es una exploración diaria, y que no hay que utilizar tratamientos como profilaxis de la parasitación por piojos. Adicionalmente, la información al centro educativo es uno de los pilares básicos para la no propagación de los piojos, a fin de que se realice una exploración meticulosa por parte de los contactos directos del niño infestado con piojos.

Bibliografía

Cáncer de piel

resumen

El cáncer de piel es un problema de salud en expansión cuya incidencia se ha incrementado notablemente en los últimos años por la mayor y más directa exposición de las personas a los rayos solares, de tal manera que la Organización Mundial de la Salud calcula que cada año se diagnostican más de dos millones de nuevos casos en el mundo; es, pues, el tipo de cáncer más frecuente, especialmente en personas de raza blanca, con variaciones de incidencia importantes entre países y regiones geográficas. Solo en España se estima que en 2019 se diagnosticarán más de 6.000 nuevos casos de melanoma, habiendo experimentado una duplicación de la incidencia en los últimos 25 años. En torno a 3 de cada 10 ciudadanos españoles desarrollará algún tipo de cáncer de piel a lo largo de la vida, lo cual evidencia la magnitud del problema para el Sistema Nacional de Salud.

A grandes rasgos, se identifican tres tipos principales de cánceres de piel: dos de procedencia epitelial derivados de los queratinocitos –el carninoma de células basales (CBC) y el carcinoma de células escamosas o epidermoide (CE)– y uno derivado de melanocitos –el melanoma. Además, y también de procedencia epitelial, se reconocen dos tipos de lesiones precancerosas o `carcinomas in situ´, como la queratosis actínica o la enfermedad de Bowen. Cada uno de estos tumores presenta unas manifestaciones clínicas específicas, siendo el CBC quizá el más prevalente. No obstante, por su capacidad de invasión y de formación de metástasis distantes, el CE y, especialmente, el melanoma, son los que comportan un mayor riesgo de complicaciones clínicas y mortalidad.

Cabe destacar que para todos ellos se identifica como principal factor de riesgo la exposición excesiva a la radiación ultravioleta (UV) de la luz solar. Por ello, afortunadamente, se trata de uno de los cánceres en que las estrategias de prevención pueden resultar más eficaces. Además, cuando se diagnostica en estadios tempranos, tiene altas tasas de curación, especialmente mediante extirpación quirúrgica y otras técnicas ablativas. Resulta clave el tratamiento de las lesiones de queratosis actínica en fase pre-cancerosa, lo cual suele abordarse en algunos casos mediante la administración tópica de fármacos (como imiquimod, mebutato de ingenol, diclofenaco o 5-fluorouracilo) o con la llamada terapia fotodinámica, previa administración de agentes fotosensibilizantes (ácido 5-delta-aminolevulínico o metilaminolevulinato).

En los casos avanzados, inoperables o metastásicos de CBC, CE o melanoma, el pronóstico es peor. De forma general, se valora el tratamiento a través de inmunoterapia con el empleo de los “nuevos” anticuerpos monoclonales, mediante terapia dirigida anti-BRAF/MEK (en el caso del melanoma) y/o con fármacos antineoplásicos de quimioterapia convencional.

En el presente artículo se abordan aspectos relativos a la epidemiología, las manifestaciones clínicas y el abordaje terapéutico de los distintos tipos de cánceres cutáneos, y se revisa en profundidad la farmacoterapia actualmente empleada en la práctica clínica. Además, se hace hincapié en la importancia de las medidas preventivas de la enfermedad y se pone en valor el papel clave de educador sanitario que puede ejercer el farmacéutico comunitario en su práctica asistencial.

INTRODUCCIÓN

La piel constituye la cubierta externa de nuestro cuerpo. Se trata de un órgano trascendental, indispensable para la vida. De hecho, es el más grande –y pesado– de todos nuestros órganos, si exceptuamos el conjunto de los músculos. Su volumen representa el 12-15% del total del organismo, supone entre 7 y 12 kilogramos del peso total de un adulto y su superficie es de 1,5-2,5 m1, los lipomas (tumores blandos formados por células adiposas exclusivamente) y las comunes verrugas provocadas por el virus del papiloma humano.

EPIDEMIOLOGÍA

CÁNCER CUTÁNEO NO MELANOMA (CCNM)

Los cánceres derivados de queratinocitos son, de lejos, los tipos de cáncer de piel más comunes. En este grupo, la queratosis actínica (QA) –considerada como un precursor de cáncer o una lesión precancerosa– es la patología más frecuente. Las tasas de prevalencia de QA presentan un amplio rango de variabilidad a nivel mundial. Se estima que entre un 10% y un 25% de los adultos que viven en zonas de clima templado presentan al menos una lesión de QA, proporción que alcanza el 40-60% en los países próximos al ecuador y con fototipos claros. En España la tasa de incidencia estandarizada para la población mundial era en 2012 de 13,38 nuevos casos/100.000 personas-año, similar a países como Alemania o Eslovaquia, y por debajo de Suiza, Suecia o Gales (Lomas et al., 2012).

En general, el riesgo de QA aumenta con la edad, pasando de una prevalencia durante las tres primeras décadas de la vida de menos del 10% a más del 90% en los mayores de 80 años, estimándose que el 60% de las personas predispuestas >40 años tienen al menos una queratosis actínica2, incrementándose al 80% en >60 años. La prevalencia en hombres es doble que en las mujeres (1,5-2,5:1), con grandes variaciones entre países. En cualquier caso, las personas con piel clara tienen seis veces más probabilidades que las personas con tipos de piel más oscura para desarrollar queratosis actínica, y más de la mitad de ellas se ven afectadas por esta patología a lo largo de su vida (Welzel, 2019).

El carcinoma basocelular (CBC) es la forma más común de cáncer cutáneo en los seres humanos, y se estima que el riesgo global de padecerlo a lo largo de la vida está entre un 28 y un 33%. Junto al carcinoma epidermoide (CE) o de células escamosas invasivo ha experimentado un aumento persistente en las cifras de incidencia, que han adquirido proporciones epidémicas a pesar de los programas de educación sanitaria a nivel mundial. Algunos autores han estimado un incremento en su incidencia en torno a un 3-8% anual desde el año 1960. Sin embargo, debido a que estos tumores no suelen incluirse en registros oncológicos, es muy probable que las cifras respecto a la incidencia de los subtipos de CCNM –que suelen proceder de estudios realizados sobre poblaciones especialmente seleccionadas– estén subestimadas.

Se calcula que el CBC representa aproximadamente el 75-80% de todos los CCNM (unos 8 de cada 10 casos de cáncer de piel son carcinomas basocelulares), mientras que algo menos del 20% de los casos se deben a CE. Por otra parte, el progresivo cambio demográfico con tendencias al envejecimiento en los países del “primer mundo” conlleva a un aumento en las tasas de incidencia del CCNM debido a que el riesgo de desarrollarlo se incrementa con la edad.

En los EE.UU., por ejemplo, se diagnostican al año más de 1,2 millones de casos de CBC (que se traduce en tasas anuales entre 407 y 485 casos por 100.000 habitantes en los hombres y 212-253 en las mujeres) y una cifra muy inferior cercana a los 200.000 de casos de CE (con tasas entre 81 y 136 para los hombres y 26-29 para mujeres). En España la tasa de incidencia bruta global anualizada ha sido estimada en 113,05 nuevos casos/100.000 habitantes para el CBC y de 38,16 nuevos casos /100.000 habitantes para el CE; no obstante, se han descrito notables diferencias de incidencia entre regiones, siendo, por ejemplo, superior el número de nuevos casos de CCNM en Madrid que en Granada (Tejera-Vaquerizo et al., 2016).

El CBC, debido a su capacidad de invasividad local, puede producir una morbilidad significativa, ya que la mayoría afecta a zonas visibles y funcionales (cara, cabeza y cuello). Sin embargo, a pesar de la menor incidencia, la mortalidad del CCNM es atribuible fundamentalmente al CE, el cual, aunque menos frecuente, comporta un riesgo mucho mayor de metástasis a distancia que el CBC.

Factores de riesgo

En la predisposición o desencadenamiento de un CCNM se ha descrito la participación factores genéticos, fenotípicos y medioambientales. Entre todos ellos, como factor de riesgo principal para el desarrollo de un cáncer cutáneo destaca la exposición solar crónica en pacientes con fototipo claro o con una especial sensibilidad. La radiación ultravioleta B de la luz solar (UVB; 320-280 nm y 3,9-4,4 eV) produce un daño directo en el ADN y el ARN de las células cutáneas –principalmente en las más superficiales (queratinocitos y melanocitos)– a través de fotoproductos mutagénicos, con la formación de mutaciones3 que, cuando son incapaces de repararse, inducen a un crecimiento celular descontrolado. Además, actúa como agente inmunosupresor, evitando el rechazo del tejido tumoral por parte del organismo. Las lámparas utilizadas en los dispositivos (“camas”) bronceadores son otra fuente importante de rayos UVB.

La radiación ultravioleta A (UVA; 400-320 nm y 3,1-3,9 eV) es menos mutagénica pero puede provocar un daño indirecto a largo plazo del ADN a través de un mecanismo de estrés foto-oxidativo que resulta en la formación de especies reactivas de oxígeno, y se asocia con la formación de arrugas o manchas cutáneas (Figura 4). Los rayos ultravioleta C (UVC; 280-200 nm y 4,4-6,2 eV), aunque son los más energéticos y, por tanto, los más peligrosos para la estructura de la piel y del ADN celular, son filtrados prácticamente en su totalidad por la atmósfera y no parecen estar relacionados con el cáncer de piel.

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El riesgo de padecer cáncer cutáneo es mucho mayor en las personas de raza blanca que en las personas de raza negra o, en general, con piel oscura, debido al efecto protector de la melanina. Están particularmente expuestas las personas de piel clara que se queman al sol con rapidez o se llenan de pecas. Asimismo, las personas con albinismo (ausencia hereditaria de melanina en la piel) tienen un alto riesgo de quemaduras de sol y de padecer cáncer de piel.

Cualquier persona que haya tenido previamente un carcinoma epidermoide tiene una probabilidad mucho mayor de padecer otro de estos cánceres. Asimismo, las cicatrices de quemaduras graves, la piel que recubre el área donde se produjo una infección ósea grave y la piel dañada por ciertas enfermedades inflamatorias graves tienen más probabilidades de padecer cánceres de piel, aunque, por lo general, el incremento del riesgo es leve. También los tratamientos con psoralenos y luz ultravioleta (PUVA) –administrados a algunos pacientes con psoriasis– pueden aumentar el riesgo de padecer cáncer de células escamosas y, posiblemente, de otros tipos de cáncer cutáneo.

Como en otros tipos de cáncer (cáncer de cérvix), existe una probable relación causa-efecto del CCNM con la infección del virus del papiloma humano (VPH), concretamente por algunos serotipos. Este virus parece actuar de forma indirecta en la etiopatogenia del CCNM a través de un mecanismo facilitador de la carcinogénesis inducida por la radiación ultravioleta (Hasche et al., 2017).

Se ha descrito que el riesgo de cáncer de células basales y de carcinoma epidermoide o de células escamosas aumenta a medida que las personas envejecen, aunque probablemente esto es una consecuencia directa de la acumulación de la exposición solar sobre la piel en el transcurso del tiempo. Actualmente estos cánceres se están observando también en personas relativamente jóvenes, posiblemente como consecuencia de que se exponen al sol en mayor grado. En relación con el sexo, los hombres tienen, en comparación con las mujeres, el doble de probabilidades de padecer cáncer de células basales y alrededor del triple en el caso del carcinoma epidermoide, posiblemente también por un mayor nivel de exposición al sol.

Otros riesgos de padecer CCNM con más rápida evolución y mayor mortalidad incluyen la inmunosupresión, especialmente en pacientes con trasplante de órganos4, o los síndromes genéticos asociados a déficit en el mecanismo reparador del ADN, tales como las enfermedades raras xerodermia pigmentosa o el síndrome de nevo de células basales (síndrome de Gorlin).

Finalmente parece que la exposición a grandes cantidades de arsénico (como el que contamina naturalmente los pozos de agua en algunas zonas), a brea de hulla, parafina y ciertos tipos de aceite tienen mayor riesgo de padecer cáncer de piel. Las personas sometidas a radioterapia también tienen mayor riesgo de cáncer cutáneo en la zona irradiada y el tabaquismo puede incrementar la probabilidad de padecer cáncer de células escamosas, especialmente en los labios, pero no así para el cáncer de células basales (Gordon, 2013).

MELANOMA

A pesar de ser el tipo de cáncer de piel más populamente conocido, no se trata del tumor cutáneo más común. De hecho, solo representa el 4% de las lesiones cancerígenas cutáneas, si bien es responsable del 80% de las muertes por cáncer de piel. Derivado de las células precursoras de los melanocitos, la mayoría de los casos (75-80%) se originan, no obstante, sobre piel aparentemente normal, es decir, no se encuentra un nevus melanocítico asociado.

La prevalencia de melanoma tiene una gran variabilidad geográfica, siendo uno de los 10 tumores malignos más frecuentes en el mundo occidental, pero es raro en la mayoría de los países de África, Asia y Sudamérica. Su incidencia sigue en aumento, habiéndose descrito un crecimiento global del 2.000% desde el año 1930, especialmente notable en las últimas décadas y en la población blanca; se estima que cada 10 o 20 años se duplica su número. En la actualidad, se diagnostican en el mundo unos 160.000 nuevos casos de melanoma cada año (81.000 en mujeres y 79.000 en hombres).

La mayor incidencia se registra en países con alta irradiación UV y una población predominante de piel clara, como Australia y Nueva Zelanda, con 60 casos por 100.000 habitantes al año. En general, la incidencia del melanoma en todo el mundo aumenta a medida que nos acercamos al Ecuador, pero no así en Europa, donde es más frecuente en países nórdicos. Esto es probablemente debido a un mayor poder adquisitivo y una exposición solar asociada al turismo recreacional en una población de fenotipos claros. Es probable que, en el futuro, con los crecientes movimientos migratorios, las cifras de incidencia presenten cambios significativos.

Según los últimos datos disponibles en EE.UU., relativos al periodo 2012-2016, la tasa de incidencia anualizada era de 22,2 nuevos casos de melanoma/100.000 habitantes (que ha aumentado desde la tasa de 7,9 casos/100.000 descrita en 1975) y la tasa de mortalidad anualizada de 2,5 defunciones/100.000 en 2016; se calcula que, en ese año, vivían casi 1.200.000 personas con melanoma. En base a ello, los expertos estiman que en 2019 habrá unos 96.000 casos y 7.200 muertes por melanoma en ese país, que supondrán, respectivamente, el 5,5% de los nuevos casos de cáncer y el 1,2% del total de muertes (NCI, 2019). En Europa, se habla de que unos 26.100 varones y 33.300 mujeres son diagnosticados anualmente de melanoma y aproximadamente 8.300 varones y 7.600 mujeres mueren por este motivo cada año.

España tiene una de las tasas de incidencia y mortalidad por melanoma más bajas de los países desarrollados: se ha estimado una tasa global de 9,7 nuevos casos/100.000 personas-año para el melanoma maligno, con máxima incidencia en Marbella (17,5) y mínima en Zaragoza (3,6). Sin embargo, es una de las patologías de mayor crecimiento en nuestro país, con aumentos porcentuales de >180% en la tasa de incidencia en hombres y >205% en las mujeres. Ese crecimiento de la incidencia afecta a todas las edades y es solo superado por los cánceres de hígado y de tiroides; a pesar del aumento del número de casos, la mortalidad permanece estable, probablemente en relación con la mejoría diagnóstica y precocidad quirúrgica.

En el registro nacional de la Academia Española de Dermatología y Venereología (periodo 1998-2011) se observó que en nuestro país el melanoma es más común en las mujeres (57,2%), con una edad media en el momento del diagnóstico de 55 años en las mujeres y 57 años en los hombres, siendo el subtipo histológico más frecuente el de extensión superficial (60%). Las últimas predicciones divulgadas sobre la situación epidemiológica en España, en base a datos de 2018, apuntan a que en 2019 se diagnosticarán unos 6.200 casos nuevos de melanoma, de los cuales aproximadamente 2.500 serán en hombres y 3.700 en mujeres. En 2018 algo más de 18.000 personas vivían con melanoma en España, lo que supone el 2,4% del total de la prevalencia (a los 5 años del diagnóstico) de cáncer. En el año 2017 se notificaron un total de 992 muertes por melanoma (566 varones y 426 mujeres) (SEOM, 2019).

Factores de riesgo

Muchos de los factores de riesgo asociados con un incremento de padecer carcinoma basocelular o de células escamosas (previamente comentados), también lo están con el melanoma. En este sentido, la exposición a la radiación UV (natural o artificial) es el factor de riesgo más relevante para la mayoría de los melanomas. De hecho, el melanoma en la zona torácica (pecho o espalda) y las piernas se ha asociado a quemaduras de sol frecuentes, especialmente en la niñez, lo cual enfatiza la importancia de la expresión “la piel tiene memoria”.

Tradicionalmente se considera que los lunares son tumores pigmentados benignos que empiezan a aparecer durante la infancia y la primera juventud. La mayoría nunca llegará a causar ningún problema, más allá de los eventuales aspectos estéticos, pero se cree que las personas que tienen muchos lunares son más propensas a padecer melanoma. Los denominados nevos displásicos o atípicos tienen cierto parecido con los lunares, pero también presentan algunas características propias del melanoma: pueden ser más grandes que los lunares comunes y presentar forma o colores anormales.

Una pequeña fracción de nevos displásicos puede acabar convirtiéndose en melanomas, aunque la mayoría de ellos se originaa sin que exista un nevo displásico preexistente en el lugar. En la patología denominada síndrome del nevo displásico, caracterizada por el desarrollo de numerosos nevos, el riesgo de melanoma a lo largo de la vida podría superar el 10%. En cambio, el riesgo de que se desarrolle un melanoma a lo largo de la vida oscila entre el 0% y el 10% en personas con nevos melanocíticos congénitos (lunares presentes en el nacimiento), dependiendo del tamaño del nevo: tanto mayor es el riesgo cuanto más extenso es el nevo.

La raza (fundamentalmente, en relación con el fototipo cutáneo) determina un riesgo de padecer melanoma >10 veces mayor en las personas de raza blanca que en las de raza negra. En particular, aquellas personas de raza blanca de pelo rubio o pelirrojo con ojos azules o verdes, o de piel muy blanca, que se queman o se llenan de pecas con facilidad, tienen un mayor riesgo.

Igualmente, el riesgo de padecer un melanoma es mayor si el individuo presenta historia personal o familiar (en familiares de primer grado) de melanoma. Alrededor del 5% de las personas con melanoma padecerán un segundo melanoma en algún momento de sus vidas y el 10% de todas las personas con melanoma tienen antecedentes familiares de esta enfermedad, aunque no todo implica condicionamiento genético, ya que este incremento del riesgo también puede ser debido al hecho de compartir un estilo de vida. En cualquier caso, ciertas mutaciones genéticas (activadoras de la vía de señalización RAS/RAF/MEK/ERK o en la cinasa BRAF) tienen una relevancia especial y están presentes en altos porcentajes de los casos.

También la edad es un factor de riesgo, con matices: aunque el melanoma es más probable que se presente en personas de edad madura, también se detecta en personas jóvenes. De hecho, es uno de los cánceres más comunes en las personas que tienen menos de 30 años de edad (especialmente en mujeres). Los casos de melanoma con antecedentes familiares evidentes tienden a presentarse a una edad más temprana. Como ocurre con otros cánceres cutáneos, la inmunosupresión patológica o farmacológica y la existencia xeroderma pigmentoso implican un riesgo aumentado de melanoma, sobre todo a edades tempranas.

CARCINOMA DE CÉLULAS DE MERKEL (CCM)

Es un tumor neuroendocrino que también se asocia a la exposición a radiación UV y cuya incidencia se ha cuadruplicado desde 1986 a 2006. Aunque es menos frecuente que el CCNM y el melanoma, el CCM es un tumor muy agresivo que combina la posibilidad de recurrencia del CCNM y la capacidad de diseminación metastásica del melanoma. Los pacientes que desarrollan CCM tienen una supervivencia global a 5 años de entre 30 y 64%.

Los factores de riesgo para desarrollar CCM son una larga historia de exposición solar, edad avanzada (mayores de 65 años), inmunosupresión (trasplante de órganos, enfermedades linfoproliferativas, infección por VIH) y el sexo, pues tiene mayor incidencia en mujeres. Aunque se desconoce una posible relación causal, se ha demostrado la presencia de poliomavirus en el tejido tumoral del CCM en el 43-100% de los casos (Pulitzer, 2017).

ASPECTOS CLÍNICOS

CÁNCER CUTÁNEO NO MELANOMA (CCNM)

El pronóstico del CCNM depende del tipo de lesión de la que se trate en particular, debido al distinto comportamiento biológico de cada una, de factores inherentes al propio paciente, así como a sus comorbilidades, y a los factores medioambientales que puedan incidir en el desarrollo y la evolución de la lesión cutánea. Los pacientes consultan en general por motivos cosméticos, sintomáticos (dolor, escozor) o por el miedo a tener o desarrollar un cáncer de piel.

Los pacientes con diagnóstico de CCNM que además presenten cualquier tipo de inmunosupresión tienen una mayor tendencia a desarrollar un mayor número de lesiones y de mayor riesgo que aquellos pacientes con un sistema inmune eficiente. La presencia de infiltración perineural en el estudio histopatológico también conlleva un mayor riesgo de recurrencia y de metástasis (fundamentalmente en el CE). Otros factores significativos para el pronóstico de la enfermedad son el tamaño, la profundidad, la localización anatómica, el grado de diferenciación de la lesión tumoral, el tipo histológico (por ejemplo, el CE acantolítico), la aparición de una lesión sobre un campo de radioterapia previa, etc.

Queratosis actínica (QA)

Las QA, queratosis solares o queratosis seniles son neoplasias cutáneas constituidas por una proliferación de queratinocitos citológicamente anormales, en respuesta a la exposición prolongada a la radiación UV (exposición solar). Inicialmente consideradas como lesiones premalignas (displasias queratinocíticas intraepiteliales), actualmente hay una tendencia a definirlas como neoplasias malignas ya que éstas son, en esencia, verdaderos carcinomas de células escamosas in situ o intraepiteliales –el más común en el ser humano– desde el punto de vista citológico y de su biología molecular, que pueden progresar hacia un estadio invasivo.

La presencia de QA en un individuo indica una exposición prolongada y/o sensibilidad a la radiación UV y constituye uno de los principales factores predictivos de riesgo de desarrollar un cáncer cutáneo de tipo un epitelioma basocelular (CBC), un carcinoma epidermoide (CE) invasivo o un melanoma. Aproximadamente, el 10% de los casos de QA –especialmente aquellas que se infiltran o se erosionan– evolucionan a CE invasivo con la capacidad de metastatizar, mientras que en el 20-30% de los casos sufre una regresión espontánea completa. Es significativo que tanto en la queratosis actínica como en el CE invasivo los cambios histológicos y citopatológicos a nivel de las células individuales sean idénticos, si bien en la queratosis actínica persiste la membrana basal.

Las QA se presentan como lesiones queratósicas eritematosas de tamaño habitualmente menor de 1 cm (aunque pueden ser de mayor tamaño y ser confluyentes): son manchas pequeñas y ásperas o escamosas, que pueden ser de color rosado o rojizo (Figura 5). En ocasiones, causan picor, punzadas o dolor, y la piel puede estar inflamada y enrojecida a su alrededor. Aparecen en regiones cutáneas que presentan signos de daño solar crónico (telangiectasias, alteraciones del pigmento, atrofia, arrugas, etc.), siendo más común en cara, orejas, dorso de las manos y brazos de las personas de edad mediana o mayores que tienen la piel blanca, aunque también pueden aparecer en otras áreas expuestas al sol. Es habitual que se desarrolle más de una mancha, que tiende a crecer lentamente, y aunque algunas desaparecen por sí solas, pueden reaparecer.

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El diagnóstico es clínico y en ocasiones se requiere la realización de una biopsia cutánea para descartar la presencia de un CE invasivo. Se diferencia entre QA leves (apenas se ven y el tacto es similar al papel de lija), moderadas (fácilmente visibles y palpables) o graves (muy queratósicas). Clínicamente resulta imposible saber qué QA va a progresar hacia un CE invasivo (los datos del riesgo de progresión de una QA individual oscilan entre un 0 y un 0,53% por año), por lo que la recomendación general es que todas las manifestaciones de QA deben tratarse.

Enfermedad de Bowen (eb)

La EB es considerada como la forma más temprana del cáncer de piel de células escamosas o carcinoma epidermoide. Se presenta clínicamente como una placa eritematosa (manchas rojizas) y descamativa (en algunos casos, áspera) (Figura 6). Abarca áreas algo más grandes que las de la QA y de un rojo más intenso, afectando con mayor frecuencia zonas de exposición solar como cabeza, cuello y extremidades; también pueden localizarse en zonas intertriginosas, periungueales y afectar mucosas.

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Como la mayoría de los cánceres de piel (y QA), el principal factor de riesgo es la exposición excesiva a la luz solar, aunque la EB también puede acontecer en la piel de áreas anales y genitales, en este caso posiblemente relacionada con una infección por transmisión sexual de VPH. La localización en el glande se considera una variante de neoplasia intraepitelial peneana y comporta un mayor riesgo de transformación a CE invasivo (30 vs. 3-6%).

De forma similar a las QA, usualmente no causa ningún síntoma, pero podría ocasionar comezón e irritación. La EB puede confundirse con placas de eczema, psoriasis o lupus. Existen ciertos parámetros clínicos que deben hacer sospechar la progresión de una lesión incipiente (QA o EB) a CE invasivo, tales como rápido crecimiento, dolor, ulceración o induración. Es frecuente observar en un campo de QA la presencia de una lesión que se hace más prominente que el resto y que corresponde habitualmente a un CE invasivo.

Carcinoma de células basales o basocelular (cbc)

El CBC –también denominado epitelioma basocelular o basalioma– surge, por lo general, en las zonas expuestas al sol, especialmente la cabeza y el cuello (es muy frecuente en la cara), y tiende a crecer lentamente. Aparece en forma de lesiones clínicas cuya forma de presentación depende del subtipo clínico e histológico: en forma de pápulas de aspecto perlado o nódulos (CBC nodular) (Figura 7), en forma de placa eritematosa que recuerda a un eczema (CBC superficial) o en forma de una lesión semejante a una cicatriz (CBC esclerodermiforme).

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Es muy infrecuente que se propague a otras partes del cuerpo (metástasis), aunque si no se trata, podría extenderse a los tejidos próximos y llegar a afectar los huesos, dificultando entonces su tratamiento curativo. Incluso después del tratamiento, el CBC puede reaparecer en el mismo u otro lugar de la piel; de hecho, hasta la mitad de las personas diagnosticadas con CBC padecerán un nuevo cáncer de piel dentro de los siguientes cinco años.

Este tipo de cáncer guarda una estrecha relación con el tejido conectivo del entorno, observándose en el mismo una mayor expresión del receptor para el factor de crecimiento derivado de plaquetas (PDGFR). También los fibroblastos pueden estar implicados en la liberación de citocinas que faciliten la supervivencia del epitelio tumoral. En el CBC se han descrito mutaciones en los genes supresores de tumores p53 y PTCH, este último asociado al síndrome del carcinoma basocelular nevoide (síndrome de Gorlin) que se hereda de forma autosómica dominante y se expresa con la aparición precoz de estos tumores, alteraciones en los huesos (quistes mandibulares) y pequeñas depresiones en palmas y plantas.

Carcinoma de células escamosas o carcinoma epidermoide (ce)

También en las áreas del cuerpo expuestas al sol (frecuentemente en cara, orejas, labios o dorso de manos), el CE se manifiesta inicialmente como una lesión elevada firme, levemente eritematosa, de bordes mal definidos y superficie lisa o escamosa; la lesión aumenta de tamaño progresivamente en diámetro y puede, al cubrirse de un componente queratósico, dar lugar a un cuerno cutáneo. Otras veces aparece una úlcera de lecho friable y sucio, con la base indurada y los bordes sobreelevados, adoptando una morfología ulcerovegetante típica de este tumor, que es fácilmente sangrante (Figura 8).

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A diferencia del CBC, el CE suele asentarse sobre piel previamente alterada –regiones con precancerosis o cáncer in situ, cicatrices o úlceras– y suele afectar a las mucosas, siendo la forma de novo muy infrecuente. Algunas veces comienza como una queratosis actínica y, más raramente, se forman en la piel del área genital. También tiene mayor capacidad metastatizante y mayor probabilidad de crecer hacia las capas más profundas de la piel. La presencia de adenopatías regionales puede ser indicativa de metástasis ganglionares.

Además de la exposición acumulativa a la radiación UV, la radiación ionizante, después de un tiempo prolongado, puede también motivar la aparición de CE. En otros casos se han detectado partículas de ADN del virus del papiloma, singularmente en los CE de mucosa genital y en los del lecho ungueal. En el desarrollo de carcinomas de labios o cavidad oral interviene, además de determinadas enfermedades (liquen erosivo), el consumo de tabaco. La exposición a hidrocarburos o a otros agentes químicos, como el arsénico, puede también dar origen a este tumor y es sabido que el 60% de los casos de CE escrotal presenta un antecedente de exposición industrial a aceites minerales.

Algunos expertos consideran que los queratoacantomas son también un tipo de cáncer epidermoide y, de hecho, los tratan como tales. Son tumores en forma de cúpula (con un cráter central repleto de queratina) que se encuentran en la piel expuesta al sol. Se discute aún hoy si es benigno o maligno: muchos de ellos experimentan una regresión o incluso desaparecen por sí solos con el transcurso del tiempo sin necesidad tratamiento, pero algunos pueden continuar creciendo de forma rápida e incluso pueden propagarse hacia otras partes del cuerpo.

Otros tumores epiteliales

De muy baja prevalencia, el carcinoma de Merkel (CCM) es un tumor maligno y muy agresivo que posiblemente deriva de las células de Merkel (las células epidérmicas implicadas en la sensibilidad al tacto), si bien no se ha establecido con certeza su origen, habiéndose relacionado con su etiología un poliomavirus. Clínicamente, se caracteriza por lesiones que suelen iniciarse como un nódulo elevado de rápido crecimiento que asienta sobre una zona anatómica fotoexpuesta, habitualmente la cara, con frecuencia de un color violáceo.

El diagnóstico se confirma mediante el estudio histopatológico e inmunohistoquímico (positividad de citoqueratina 20 y negatividad del factor 1 de transcripción tiroidea para excluir que se trate de metástasis de cáncer pulmonar de células pequeñas). Entre los factores de mal pronóstico se hallan el grosor del tumor primario, el índice mitótico, la diseminación a ganglios linfáticos o metástasis, o la presencia de linfocitos intratumorales. Dentro del estudio de extensión (PET/TAC, resonancia magnética –RM–) debe realizarse la técnica del ganglio centinela para detectar metástasis ganglionares.

Por su parte, la enfermedad de Paget extramamaria es un carcinoma de origen intraepidérmico que afecta a las glándulas sudoríparas apocrinas, por lo que aparece más frecuentemente en las axilas, las ingles y la región perianal. Clínicamente, aparece como una placa eritematoescamosa, de márgenes precisos, no infiltrada y de crecimiento lento. El pronóstico favorable si se trata adecuada y precozmente.

MELANOMA

El pronóstico del melanoma en términos generales depende del estadio de la lesión5 al momento del diagnóstico. Para los estadios I y II (enfermedad localizada) la supervivencia a 5-10 años puede ser superior al 90%; la mayoría de las recurrencias ocurren en los primeros 5 años tras el tratamiento, aunque existe la posibilidad de recurrencias tardías (> 10 años) en un 1-5% de los casos. En el estadio III (afectación ganglionar) la supervivencia a 5 años se reduce a un 38-78% dependiendo de factores como el número de ganglios afectados, la carga tumoral, el nivel de Breslow, el número de mitosis, etc. Cuando se desarrolla enfermedad metastásica (estadio IV), el pronóstico es pobre y la supervivencia no suele ir más allá de 6-8 meses.

Así, según datos del Instituto Nacional del Cáncer estadounidense, el porcentaje global de pacientes vivos a los 5 años del diagnóstico se sitúa en el 92,2% (periodo 2009-2015). No obstante, atendiendo al estadio de la enfermedad, esa cifra oscila desde un 98,7% si el diagnóstico se realizó en fase localizada (estadios 0, I y II), un 64,7% en enfermedad regional (estadio III) y un 24,8% en enfermedad avanzada distante (estadio IV). En cualquier caso, el melanoma es el tumor maligno cutáneo más importante en razón de su pronóstico, ya que es el responsable de la mayoría de las muertes asociadas a cánceres cutáneos, por su capacidad de provocar metástasis en órganos distales (cerebro, hígado, pulmones, etc.).

Se presenta predominantemente en adultos y más de 50% de los casos aparecen en un área de la piel (cualquiera) que es aparentemente normal. En la patogénesis del melanoma intervienen factores genéticos y adquiridos, entre los que destaca por su importancia, de nuevo, la exposición a la luz ultravioleta, singularmente si es esporádica e intensa (aunque no todos los melanomas están relacionados con el sol). Aparecen más frecuentemente en fototipos I y II (se ponen morenos con dificultad pero se queman fácilmente y se suele acompañar de ojos y pelo claros). La existencia de antecedentes personales o familiares de melanoma o de quemaduras solares en la niñez, un número elevado de nevos, y la presencia de nevos congénitos grandes son considerados factores de riesgo.

La localización del melanoma, que deriva de los melanocitos (células que producen el pigmento en la piel) y fundamentalmente de aquellos localizados en la unión dermoepidérmica, es muy frecuentemente la piel (>95%), pero puede aparecer en otras localizaciones como mucosas (oral, nasal, conjuntiva, anogenital), tracto uveal, nódulos linfáticos o leptomeninges. La mayoría de los casos de melanoma se originan de novo y otras veces aparece sobre nevos melanocíticos preexistentes. El melanoma en mujeres se presenta con mayor frecuencia en las extremidades, y en hombres, en el tronco, la cabeza o el cuello, pero puede surgir en cualquier sitio de la superficie cutánea.

Cabe destacar que los melanomas producidos en tórax y piernas, áreas habitualmente no expuestas a la luz solar (y a la radiación UV), parecen ser histopatológicamente diferentes a aquellos que se originan en el rostro y el cuello, donde la exposición al sol es más común. Además, estos melanomas son diferentes a los que se originan en las palmas de las manos, las plantas de los pies, debajo de las uñas o en las superficies internas, como lo son la boca y la vagina, donde no hay realmente ninguna exposición solar.

La manifestación clínica general del melanoma es una lesión hiperpigmentada (nevus) que presenta cambios en su morfología (tamaño, color, forma) o en la aparición de síntomas (dolor, picor); de hecho, habitualmente los pacientes consultan por un cambio en el tamaño –que crece– o en el color –que suele variar o tornarse más oscuro– de un lunar preexistente. Puede, además, aparecer picazón o el surgimiento de formaciones satélite, siendo la ulceración o hemorragia solo signos tardíos.

La lesión típica es una “mancha”, generalmente asimétrica, mayor de 6 mm de diámetro, cuya coloración varía desde el marrón claro hasta el negro intenso, y generalmente irregular, con bordes dentados (Figura 9). Estas 4 características clínicas constituyen la denominada regla ABCD del melanoma (A: asimetría; B: bordes irregulares; C: color intenso; y D: diámetro mayor de 6 mm). Sin embargo, estos criterios también pueden observarse en lesiones melanocíticas benignas, así como hay melanomas que no las cumplen, por lo que no constituyen criterios diagnósticos absolutos.

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Las características clínicas del tumor varían según el subtipo:

  1. Melanoma lentigo maligno. Se origina en la piel fotoexpuesta de la cara de personas de edad avanzada, con fototipo bajo y daño solar crónico. Consiste en una mancha con zonas más claras y bordes irregulares. La lesión tiene un crecimiento superficial lento y años de progresiva evolución, al cabo de los cuales aparece una elevación dentro de la mancha indicando que la lesión ya ha invadido la dermis.
  2. Melanoma de extensión superficial. Es el más frecuente. Las localizaciones preferentes son zonas de fotoexposición intermitente (espalda en hombres y piernas en mujeres). Es una placa de coloración oscura, con las características ya señaladas, a veces negruzca, generalmente intensa, sobre la que ulteriormente aparece una lesión elevada.
  3. Melanoma lentiginoso acral. Es más frecuente en las personas de raza negra, apareciendo en palmas, plantas, región subungueal y en mucosas. Es una mácula amplia, de coloración desigual y bordes irregulares, en cuya superficie se pueden encontrar lesiones papulosas o tuberosas.
  4. Melanoma nodular. Aparece como una lesión papulosa o papulotuberosa, habitualmente en la espalda, de tamaño variable y de superficie habitualmente negruzca, aunque puede ser incolora (melanoma amelanótico), que puede estar erosionada o ulcerada. Es la forma clínica de más rápido crecimiento y de peor pronóstico.

El diagnóstico del melanoma se sospecha clínicamente basándose en las características macroscópicas de la lesión cutánea y en el estudio de sus características dermatoscópicas6. No obstante, la confirmación del diagnóstico se realiza mediante el estudio histopatológico e inmunohistoquímico de la lesión, en el cual se especifica, además del subtipo histológico, la profundidad en la piel (medida en milímetros, es el llamado nivel de Breslow) y la presencia o ausencia de otras características que pueden influir en el pronóstico (ulceración, mitosis, regresión, infiltración linfocitaria, invasión linfática o neurotropismo).

Dependiendo del índice de Breslow y del resto de las características del tumor se realizan pruebas de imagen (tomografía por emisión de positrones y tomografía axial computarizada –PET/TAC) y la técnica del ganglio centinela (GC) para determinar la estadificación y el pronóstico del melanoma. Ésta última consiste en detectar mediante gamma-cámara el primer ganglio de drenaje linfático inyectando en la misma localización del melanoma un trazador radioactivo (tecnecio 99): si este primer ganglio de drenaje resulta afectado por células de melanoma, se procederá a realizar linfadenectomía del territorio.

Cuando la lesión se localiza en sitios poco reconocibles (región plantar, subungueal, cuero cabelludo, mucosas) o cuando carece de pigmentación (melanoma amelanótico), el diagnóstico puede retrasarse y empeorar el pronóstico (Rastrelli et al., 2014).

TRATAMIENTO

El objetivo general del tratamiento del cáncer cutáneo es la curación de la patología. Ello se consigue en la mayor parte de los carcinomas basocelulares, en muchos de los epidermoides y en los casos de melanoma en que se actúa eliminado todas las células cancerosas. En todos los casos, pero singularmente en CCNM, además de eliminar el tumor, se pretende preservar la función cutánea, respetar la mayor parte del tejido sano y conseguir buenos resultados cosméticos.

Idealmente, el tratamiento debería ser precoz –en las etapas más incipientes posibles para mejorar el pronóstico (minimizando el riesgo de metástasis, especialmente en el CE)– y definitivo, individualizado de acuerdo con el tipo de tumor, el tipo de paciente y la experiencia clínica.

CÁNCER CUTÁNEO NO MELANOMA (CCNM)

La primera línea de tratamiento, en cualquier cáncer cutáneo en general y en el CCNM en particular, es la cirugía con la obtención de márgenes libres de tumor.

Para ello se dispone de técnicas de cirugía convencional (extirpación simple por sutura directa o técnicas de injertos) y de cirugía con control de márgenes (como la cirugía micrográfica de Mohs7). Esta última técnica es el método de referencia en el tratamiento del cáncer cutáneo no metastásico en la actualidad, pues consigue las mejores tasas de curación y resultados en términos de recurrencia tumoral, especialmente en aquellos pacientes en los que, debido a la localización del tumor (habitualmente en la cara), se precisa preservar la mayor cantidad de tejido sano alrededor de la lesión. Se basa en la combinación de una evaluación microscópica de los márgenes del tumor con cartografía detallada de la orientación del tumor.

Alternativamente, se puede utilizar radioterapia en los tipos potencialmente invasivos del CCNM (CBC y CE) con fines curativos. Su empleo ha disminuido con el tiempo, debido al mejor conocimiento de sus complicaciones a largo plazo y por la mejoría que han experimentado las técnicas quirúrgicas y la farmacoterapia. En todo caso, muchos cánceres cutáneos son sensibles al tratamiento con radioterapia y constituye una opción a tener en cuenta en su tratamiento, siendo efectiva y segura en muchos CBC y CE. La radioterapia también se usa para el tratamiento de los cánceres que recurren tras cirugía y aquellos que han crecido demasiado o han invadido tan profundamente como para no poder ser extirpados quirúrgicamente.

Otras alternativas de tratamientos ablativos en el caso de lesiones superficiales de CBC o lesiones precancerosas como la QA comprenden la crioterapia, la utilización de radiofrecuencia y el láser. Estas opciones son empleadas en ocasiones como complemento a la cirugía.

Así, para eliminar las lesiones de QA de alto riesgo y lesiones aisladas se valora el empleo de la crioterapia, que consiste en la aplicación directa de frío extremo, generalmente mediante nitrógeno líquido a -195,8 ºC, en espray o con un aplicador con punta de algodón. Tras la aplicación, se forma una costra que acaba cayendo al cabo de algunos días. Es la técnica más utilizada cuando hay pocas lesiones y éstas están bien delimitadas, pues no requiere de cortes ni anestesia y da lugar a tasas de curación de hasta un 99%. No obstante, dicha tasa depende del tiempo de exposición: una exposición de 1-5 segundos se asocia a tasas de curación por debajo del 40%, en tanto que si la exposición se prolonga durante 20 segundos, dicha tasa supera ampliamente el 80%. La incidencia de hipopigmentación cutánea hasta en el 30% de los casos puede provocar el rechazo en algunos pacientes.

El láser es una buena alternativa especialmente en lesiones aisladas o múltiples de queratosis que no responden a terapéutica farmacológica o que están localizadas en la cara. Es a menudo recomendado para tratar específicamente la QA de los labios (queilitis actínica), por la precisión de su efecto. Por su parte, la electrodesecación o electrocoagulación se utiliza, además del curetaje8, cuando las lesiones residuales marginales requieren ser destruidas y para realizar hemostasia. Son técnicas con una tasa de curación por encima del 90% de las lesiones.

Por último, se dispone de distintos tratamientos farmacológicos, tanto de administración tópica como sistémica, que adecuadamente utilizados pueden contribuir al control del tumor cuando éste se encuentra ya en una fase avanzada o abiertamente invasiva. En principio, los tumores in situ pueden ser tratados con cirugía o con los diversos tratamientos locales. La terapia farmacológica sistémica, como norma general, se reserva para aquellos pacientes en los cuales no está indicada la cirugía (debido a la edad, comorbilidades, etc.), en lesiones muy incipientes o en aquellas que no conllevan un riesgo de diseminación metastásica en caso de que el tratamiento no fuese resolutivo, no solo desde el punto de vista clínico sino también histopatológico.

Tratamiento farmacológico

Como se ha sugerido, se emplea principalmente en el CE en sus formas más incipientes y localizadas en la epidermis (in situ: como la queratosis actínica o la enfermedad de Bowen) y el CBC en sus formas superficial y nodular, evitándose en aquellos tipos histológicos de comportamiento biológico más agresivo como el esclerodermiforme o morfeiforme, o el tipo histológico infiltrativo. En estos últimos resulta más conveniente y adecuada la resección quirúrgica para evitar las recidivas por persistencia de células tumorales viables.

No existen hasta la fecha guías de tratamiento de las lesiones precancerosas con criterios absolutos, debido en parte a que los diversos estudios publicados varían de forma considerable en cuanto a su diseño, criterios de selección, objetivos, seguimiento, etc. En el tratamiento de estas lesiones se diferencia entre uno enfocado a las lesiones clínicamente visibles y un tratamiento “de fondo” (denominado “campo de cancerización”) referido a zonas anatómicas de exposición solar crónica con mutaciones o lesiones subclínicas, sobre las que van apareciendo con el tiempo las lesiones clínicamente evidentes. Por tanto, se distinguen diversos escenarios clínicos que determinarán el tratamiento a seguir en cada caso en particular.

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Cobra especial relevancia el tratamiento erradicador de las lesiones establecidas de queratosis actínica, a fin de minimizar el riesgo de progresión a CE invasivo, aunque la mejora de la estética es otro factor adicional. En cualquier caso, se deben tratar todas las lesiones ya que es muy difícil predecir cuál o cuáles de ellas van a progresar a cáncer invasivo o no. En la siguiente figura (Figura 10) se recoge un algoritmo de tratamiento propuesto para la QA según su presentación clínica (Vargas et al., 2017).

ENFERMEDAD LOCALIZADA

Por lo que respecta a los fármacos tópicos, estos suelen utilizarse preferentemente en cuadros de QA típica delgada no hiperqueratósicas ni hipertróficas, sobre todo en lesiones –aisladas o múltiples– en el cuero cabelludo, orejas, nariz, mejillas, frente y el área perioral que no están bien definidas o que, incluso, confluyan. A día de hoy, los tratamientos tópicos disponibles en España son (Figura 11):

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  • El imiquimod es un modificador de la respuesta inmunitaria que actúa como agonista de los receptores toll-like 7 y 8, específicos de la membrana en las células inmunes sensibles, y media un incremento en la expresión de citocinas con efecto antitumoral (TNF-α, interferón-γ e interleucina-12). Se indica en el tratamiento de la QA no hiperqueratósica en individuos inmunocompetentes; puede utilizarse para QA aisladas o múltiples y como tratamiento del campo de cancerización. Se ha asociado con tasas de curación completa (tras 8 semanas de tratamiento) del 35-45% de los pacientes, con un 60% de éstos que experimentan la eliminación de al menos el 75% de las lesiones. Está aprobado a concentraciones del 5% (Aldara® e Inmunocare®) y recientemente al 3,75% (Zyclara®). Este último se puede aplicar a zonas más extensas (200 cm2 vs. 25 cm2 para la crema al 5%) y con una incidencia menor de efectos secundarios locales y menor pérdida de la adherencia al tratamiento.

    Imiquimod al 5% se aplica para la QA 3 veces/semana durante 16 semanas o 2 veces/semana durante 4 semanas, con descansos de 4 semanas entre ciclos de tratamiento para minimizar los efectos adversos. Al 3,75%, puede aplicarse 1 vez al día durante 2-3 semanas, con un periodo de descanso de otras 2-3 semanas. El aclaramiento que se consigue de las lesiones es superior para la crema al 5% (45% vs. 35%, respectivamente). También se utiliza como tratamiento del CBC superficial (en este caso, imiquimod al 5% 5 días/semana durante 6 semanas) con cifras de aclaramiento de entre 69 y 100%, aunque en estudios multicéntricos aleatorizados la eficacia resulta inferior al tratamiento quirúrgico. En los tratamientos con este fármaco, si las reacciones locales son graves, puede ser necesarios periodos de descanso (Hanna et al., 2016).

  • El mebutato de ingenol (Picato®) es un compuesto intensamente irritante obtenido de la savia de la Euphorbia peplus (lechetrezna, lechecina, lechera, lecheriega) y desarrollado en Australia. Su mecanismo de acción difiere del resto de los tratamientos por su dualidad: induce la necrosis celular a través de la disrupción de la membrana plasmática y el edema mitocondrial y un segundo mecanismo de citotoxicidad celular mediado por neutrófilos, linfocitos T CD4, macrófagos y anticuerpos en dermis y epidermis. Ambos mecanismos parecen ser dependientes de la concentración local del fármaco y, dado que la concentración mayor se produce a nivel epidérmico, en este estrato predomina el efecto necrótico sobre las células de la lesión de QA. A nivel dérmico, donde la concentración es notablemente inferior, predomina el efecto inflamatorio mediado por células del sistema inmunológico (Cuéllar, 2013).

    Se encuentra disponible en dos concentraciones (0,015% y 0,05%). Su principal ventaja, en términos de adherencia y tolerabilidad, es que permite un tratamiento de campo de corta duración (2-3 días), en comparación con otros fármacos (2-3 meses). La respuesta a corto plazo es en general similar a la del resto de los tratamientos (42,2% para ingenol mebutato al 0,015% en cara y cuero cabelludo vs. 34,1% para QA en tronco y extremidades tratadas con la concentración mayor al 0,05%). Los resultados a los 12 meses demuestran un aclaramiento persistente de un 46,1% y algo menor (44%) en el caso del tronco y las extremidades; cifras que son bastante superiores cuando se comparan con las de la crioterapia (4% de aclaramiento a 12 meses).

    Las reacciones adversas locales (eritema, descamación, vesiculación, despigmentación, edema y prurito) alcanzan su máxima expresión a la semana de iniciado el tratamiento y rara vez se prolongan más allá de 1 mes. En este sentido, la supresión prematura por eventos adversos del tratamiento con mebutato de ingenol no llega al 1% (0,4-0,9%) y no difiere de la correspondiente al placebo, mientras que con diclofenaco se sitúa en torno al 14% (vs. 4,0% con placebo) y con imiquimod en el 5,6% (vs. 2,1%) (Kostovic et al., 2017).

  • El diclofenaco es un antiinflamatorio no esteroideo (AINE) que reduce la producción de prostaglandinas a través de la inhibición de la ciclooxigenasa-2, si bien su mecanismo de acción sobre la proliferación celular, la angiogénesis y la apoptosis celular es poco conocido. Está autorizado al 3% en gel de ácido hialurónico al 2,5% (Solarace®, EFG), actuando este último como agente facilitador de la penetración cutánea. La aplicación recomendada es de 2 veces al día durante al menos 60 días (y hasta 90 días, lo cual limita la adherencia), que se indica como alternativa de segunda línea para el tratamiento tanto del campo de cancerización como para lesiones de QA leves.

    El diclofenaco se asocia con tasas de eliminación completa de QA del 50% de pacientes, pero tiene la ventaja de causar menos inflamación. La percepción por algunos autores es que la eficacia a largo plazo es menor que con otros tratamientos tópicos, aunque puede mejorar en ciertas áreas de aplicación como la cara. Su absorción sistémica es variable (1-12%) y está contraindicado en casos de hipersensibilidad a los AINE.

  • Otro fármaco empleado a nivel tópico es el 5-fluorouracilo (5-FU): un antimetabolito antineoplásico que actúa interfiriendo con la síntesis de ADN y ARN mediante la inhibición de la enzima timidilato sintetasa, de forma que bloquea la proliferación de células de crecimiento rápido (como las células displásicas) en mayor medida que la de las normales. Está indicado fundamentalmente en el tratamiento de la QA (lesiones aisladas o múltiples), pero también en el de epitelioma basocelular superficial (en localizaciones de difícil tratamiento); el hecho de que su efecto no dependa de un mecanismo inmunológico lo convierte en una opción adecuada para aquellos pacientes inmunodeprimidos. Es uno de los principales agentes terapéuticos en el tratamiento del campo de cancerización y con el cual suelen compararse la mayoría del resto de los tratamientos tópicos.

    En España, el 5-FU no está disponible en forma tópica (sí que ha sido recientemente comercializado en coformulación con ácido salicílico: Actikerall®) y se formula a concentraciones que varían entre 0,5 y 5%. Esto supone un problema pues la eficacia varía significativamente dependiendo de la preparación de su fórmula magistral.

    La aplicación tópica al 5% se asocia a una elevada eficacia, con resultados a largo plazo que demuestran una reducción efectiva en el número de las QA durante al menos 2 años: un 58% de los pacientes presentan una eliminación completa de las lesiones, mientras que un 75% experimenta una eliminación de al menos el 75% de las lesiones. Suele aplicarse en capa fina 1 o 2 veces al día durante 4 semanas sobre una superficie aproximada que no sobrepase los 23 cm. Sin embargo, existen dificultades para el cumplimiento del tratamiento debido a los efectos adversos, tales como la respuesta inflamatoria local (eritema, vesiculación, erosiones, úlceras, necrosis y reepitelización), hasta el punto de que se asocia con tasas de fracaso del 60%. Los pacientes deben lavarse las manos después de la aplicación y la zona tratada a la mañana siguiente si la aplicación es nocturna, para minimizar los efectos adversos.

Por otro lado, la terapia fotodinámica convencional (TFD) con aplicación de agentes fotosensibilizantes como el gel de ácido 5-delta-aminolevulínico (Ameluz®) o la crema de metilaminolevulinato (Metvix®) durante 3 horas antes de la irradiación constituye un procedimiento aprobado en el tratamiento de la QA, la EB, el CBC y el campo de cancerización.

La aplicación tópica de ácido aminolevulínico (ALA), que ha sido el agente más utilizado en esta indicación durante años en concentración al 16%, o de metilaminolevulinato (MAL), de más reciente comercialización, produce un acúmulo intracelular de protoporfirina IX de forma selectiva en las células neoplásicas de la zona tratada. Los tumores epiteliales sintetizan mayor cantidad de protoporfirina que el resto de la población celular, con lo cual pueden destruirse sin producirse un daño equivalente en el tejido sano que rodea al tumor (proporción de inducción de porfirina de 10:1). La activación del fotosensibilizante por medio de luz visible (luz roja para MAL o azul para ALA) de una apropiada longitud de onda (400-700 nm) y en presencia de oxígeno, desencadena la producción de especies reactivas de oxígeno que inducen la apoptosis o necrosis tumoral: se forma singlete oxígeno que produce daños especialmente a nivel mitocondrial. Así pues, la activación luminosa de las porfirinas acumuladas induce una reacción fotoquímica y, por tanto, fototoxicidad en las células diana expuestas a la luz.

En este rango de luz visible, la penetración de la luz ocurre exclusivamente hasta unos 3 mm de profundidad, por lo cual el tratamiento se limita a tumores superficiales. En el caso de las QA, la terapia fotodinámica está indicada para aquellas que sean finas, no hiperqueratósicas, y que ocupen una amplia extensión en la cara y el cuero cabelludo (campo de cancerización), cuando otros tratamientos no se consideren adecuados. Normalmente causa poco daño a la piel normal circundante, aunque frecuentemente puede ocasionar inflamación. Se asocia con tasas de eliminación completa en el >60% de los pacientes tras 8 semanas de tratamiento.

También está indicada en el tratamiento del epitelioma basocelular superficial, donde alcanza una efectividad equivalente a la crioterapia a los 5 años de seguimiento de los pacientes. Debe evitarse en general en epiteliomas de más de 2 mm de grosor, en lesiones pigmentadas, muy hiperqueratósicas y en ciertas variedades histológicas (infiltrativo, esclerodermiforme). Además, la TFD también ha demostrado eficacia en el epitelioma basocelular nodular, previo curetaje de la lesión. Aunque el resultado cosmético de la TFD frente a la cirugía suele ser mejor, los resultados a 5 años demuestran una tasa significativamente mayor de recurrencias cuando se utiliza TFD en comparación con el tratamiento quirúrgico (Rhodes et al., 2007).

La TFD tiene un excelente perfil de seguridad con tasas altas de efectividad, siendo su principal inconveniente el eritema y el edema postratamiento. El dolor asociado durante la irradiación en ocasiones requiere la utilización de anestesia local, pudiendo ser motivo de rechazo, pérdida de adherencia al tratamiento o de tratamientos incompletos. Debido a la escasez de datos clínicos en cuanto a eficacia y seguridad de la TFD en el CE invasivo, el tratamiento tópico farmacológico no puede recomendarse en este tipo de lesiones malignas.

Por último, merece una reseña especial los resultados demostrados por la terapia fotodinámica administrada con luz día (TFDd) que, en estudios multicéntricos aleatorizados, ha demostrado una eficacia comparable a la de la TFD convencional (TFDc) para el tratamiento de las QA y del campo de cancerización, con menos reacciones adversas y mejor tolerabilidad. La TFDd utiliza la luz visible, la cual presenta una longitud de onda mayor (380-780 nm) que la luz UV (100-380 nm). De esta forma, los pacientes pueden protegerse de la radiación UV mediante filtros químicos (deben evitarse los filtros físicos que bloquean la luz visible) aplicados sobre la zona a tratar, cubriendo el resto de las áreas no tratadas. La exposición a la luz solar se realiza de forma inmediata o dentro de los primeros 30 min de la aplicación de la crema de metilaminolevulinato. Los pacientes deben permanecer a la intemperie durante 2 horas (no se requiere una exposición directa a la luz solar) (Ozog et al., 2016).

En cuanto al análisis de la eficacia de los distintos fármacos disponibles en el arsenal terapéutico frente a la QA y otros tumores epiteliales en fases tempranas o poco invasivos, no existen datos concluyentes que permitan una clara individualización del tratamiento para cada paciente en particular. La eficacia inicial parece ser similar para todos los tratamientos tópicos con diclofenaco, fluorouracilo, imiquimod e ingenol mebutato. Un metaanálisis de ensayos clínicos en que se ha valorado la respuesta completa a corto plazo estableció un ranking de eficacia en pacientes con QA en el siguiente orden: fluorouracilo > imiquimod = ingenol mebutato > diclofenaco > placebo (Gupta et al., 2013). Otro metaanálisis comparó la terapia fotodinámica con los tratamientos tópicos, sin encontrar ninguna diferencia estadísticamente significativa en términos de eficacia.

Por tanto, a la hora de seleccionar un determinado tratamiento, el dermatólogo debe de tener en cuenta los problemas de adherencia terapéutica y las preferencias de los pacientes por tratamientos más cortos o con alternancia de periodos de descanso. Deben también considerarse la posibilidad de resistencia por parte de un paciente a un determinado medicamento, hecho que puede estar determinado por las características inmunológicas del paciente y las características bioquímicas o moleculares del propio tumor, y hará necesario un cambio de tratamiento.

Finalmente, para las exfoliaciones o peeling químico se utiliza ácido tricloroacético (al 35%), alfa-hidroxiácidos (como el ácido glicólico) o ácido salicílico, directamente sobre la piel. Las capas más superficiales se caen, y generalmente a los siete días son reemplazadas por una nueva epidermis. Esta técnica requiere anestesia local y puede causar una decoloración e irritación temporal. Está especialmente indicada cuando las lesiones cutáneas son múltiples.

La utilización de retinoides orales está poco extendida para el tratamiento de pacientes con CCNM y se reserva para aquellos pacientes con inmunodepresión, especialmente en aquellos con trasplante de órganos y que presentan un alto riesgo de desarrollar lesiones. Dentro de los factores de riesgo de este grupo de pacientes se incluye la duración y el grado de inmunosupresión, el grado de exposición a la radiación UV, el fototipo cutáneo, el sexo masculino y la edad. En estos pacientes es de suma importancia recomendar la fotoprotección solar y la visita regular al dermatólogo.

Debido a las diferentes opciones terapéuticas disponibles en la actualidad para el tratamiento del CCNM y a la variabilidad en la respuesta de cada paciente a los mismos, recientemente se está poniendo cada vez más interés en la alternancia o combinación secuencial de los diversos fármacos. Entre tales modalidades destacan combinaciones como: crioterapia seguida de imiquimod al 3,75%, 5-fluorouracilo al 0,5% con ácido salicílico al 10%, TFD seguida de imiquimod, diclofenaco al 3% seguido de TFD, 5-fluorouracilo con ácido glicólico al 70%, imiquimod alternando con 5-fluorouracilo, etc. En general, la combinación o alternancia de fármacos demuestra ser superior en muchos casos a la monoterapia (Siegel et al., 2017).

ENFERMEDAD METASTÁSICA

La capacidad del CCNM de formar metástasis en general es baja y son casos relativamente poco frecuente; sin embargo, en el caso del carcinoma escamoso o epidermoide (CE), el riesgo es mayor: se estima que un 3,7% de los casos metastatiza a los 10 años. Es más frecuente en lesiones de alto riesgo, como aquellas pobremente diferenciadas, de gran tamaño o profundidad, recidivantes, con ciertas características histológicas o localizaciones. Los tumores recurrentes son considerados de alto riesgo para generar metástasis y generalmente son tratadas mediante escisión, a menudo utilizando la cirugía micrográfica de Mohs. La radioterapia se usa para lesiones que no pueden ser completamente resecadas.

Si bien no hay una gran evidencia clínica al respecto, las recomendaciones de mayor consenso para el tratamiento del CE avanzado o metastásico incluyen la quimioterapia convencional y, particularmente, regímenes basados en cisplatino como agente único o en combinación con 5-fluorouracilo (y, a veces, doetaxel en CE de cabeza y cuello), o regímenes a base de interferón alfa y derivados ácido retinoico, como la isotretinoína (NCI, 2018). También se han empleado agentes antineolpásicos como la doxorrubicina, topotecán y etopósido.

Cetuximab (Erbitux®) –un anticuerpo monoclonal perteneciente a la familia de receptores erbB y que inhibe la actividad del receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR)– también ha mostrado eficacia y ha sido autorizado para el tratamiento del CE de cabeza y cuello irresecable o metastásico en combinación con radioterapia o quimioterapia basada en platino. Frente al empleo de quimioterapia sola, la combinación con cetuximab aumentó en los ensayos clínicos la mediana de supervivencia global de 14,9 a 24,4 meses (p=0,018); en combinación con quimioterapia basada en platino también aumentaba esa mediana hasta 10,1 meses (vs. 7,4 meses con quimioterapia; p=0,036). Las mejores respuestas se conseguían en aquellos pacientes con sobreexpresión tumoral de EGFR, así como con la ausencia de mutaciones en el gen RAS.

Más recientemente (2016), se ha comercializado en España el nivolumab (Opdivo®), un anticuerpo monoclonal producido en células de ovario de hámster chino mediante tecnología de ADN recombinante, que es capaz de unirse y antagonizar al receptor de muerte programada 1 (PD-1) situado en la superficie de linfocitos T. Con esa unión, nivolumab impide la inhibición de la respuesta antitumoral de linfocitos T por parte de las moléculas PD-L1 y PD-L2 expresadas en la superficie de la célula tumoral, de tal forma que ejerce un efecto potenciador de dicha respuesta. Como pembrolizumab (Keytruda®), otro anti-PD-1 (que se describirá más adelante), ha sido autorizado en monoterapia para el tratamiento de pacientes adultos con CE de cabeza y cuello recurrente o metastásico en 2ª línea, tras progreso durante o después de un tratamiento basado en platino.

En el caso del CBC metastásico (aunque es excepcional), pueden emplearse el vismodegib (Erivedge®), un inhibidor selectivo de la vía Hedgehog (Hh) que impide –mediante la unión a la proteína transmembrana Smoothened (SMO)– la activación y la localización nuclear de los factores de transcripción de oncogenes asociados a glioma y de los genes diana Hedgehog, involucrados en la proliferación, supervivencia y diferenciación celular. Constituyó el primer fármaco disponible para el tratamiento del CBC metastásico y localmente avanzado no candidato a cirugía o radioterapia. Por vía oral, ha demostrado eficacia en ensayos en fase II: 48 y 33% de tasa de respuesta con una duración media de 9,5 y 7,6 meses en pacientes con enfermedad localmente avanzada y metastásica, respectivamente (Sekulic et al., 2015). Prácticamente todos los pacientes experimentan al menos un efecto adverso (espasmos musculares, alopecia, pérdida del gusto, pérdida de peso, pérdida de apetito, fatiga, náuseas o diarrea).

Otro inhibidor de la vía Hh, sonidegib, no disponible en España, ha demostrado tasas de respuesta similares o algo menores (25 y 32%, respectivamente) con efectos adversos semejantes, además de elevaciones en las enzimas creatina cinasa y lipasa. Una de las principales desventajas del tratamiento con los inhibidores de la vía Hh es el desarrollo de resistencia tumoral a partir de mutaciones en los diferentes genes de la vía Hh (ligando Hh, receptor Patched y receptor de señal Smo).

MELANOMA

El abordaje terapéutico del melanoma maligno depende de su estadio al momento del diagnóstico. El tratamiento de elección de la enfermedad localizada cutánea es la extirpación quirúrgica completa dejando márgenes de piel libre de enfermedad alrededor del tumor que dependen de la profundidad (nivel de Breslow) del melanoma al momento del diagnóstico: melanoma in situ, 0,5-1 cm; para melanomas de 1-2 cm de grosor, 1-2 cm de margen; para melanomas >2 cm de grosor, 2 cm de margen. La mayoría de los pacientes con melanoma se diagnostican en estadios tempranos con la enfermedad localizada y la extirpación quirúrgica puede ser curativa, empleando por lo general la técnica del ganglio centinela (descrita anteriormente).

No obstante, algunos casos se presentan con enfermedad localmente avanzada, con afectación de los ganglios linfáticos regionales o con metástasis por melanoma en órganos distantes (estadios III-IV), bien de inicio o porque progresan tras el tratamiento inicial. En estos casos, es necesaria la administración de tratamientos farmacológicos sistémicos adyuvantes o de tratamiento de la enfermedad metastásica; la radioterapia también puede utilizarse como terapia complementaria.

Hay que tener en cuenta que el promedio de supervivencia del melanoma en estadio avanzado rondaba los 8 meses hasta hace poco tiempo y que ninguna terapia sistémica había demostrado de manera significativa aumentar la supervivencia. Así, la opción de la observación y el tratamiento conservador puede ser razonable, sobre todo en los pacientes asintomáticos, ancianos o con comorbilidades graves.

Tratamiento farmacológico

El tratamiento “clásico” del melanoma metastásico ha consistido en el empleo de quimioterapia, y más concretamente, de dacarbazina (EFG), considerado durante mucho tiempo como el fármaco de mayor eficacia como agente único. Las tasas de respuesta a dacarbazina están en torno al 20% (aproximadamente un 5% son remisiones completas), con una mediana de duración de las respuestas de 4-6 meses. Los principales efectos secundarios son náuseas y vómitos. Por su parte, la temozolomida (Temodal®, EFG) es semejante a la dacarbazina, pero es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica y puede ser absorbida por vía oral; por ello, se ha utilizado preferentemente como tratamiento de las metástatis cerebrales del melanoma. Se pueden utilizar asimismo diversos tratamientos combinados de quimioterapia, asociando dacarbazina junto con otros agentes citotóxicos, como cisplatino, vinblastina, carmustina o tamoxifeno.

Pero, a grandes rasgos, para el tratamiento del melanoma maligno irresecable (no operable) o metastásico, actualmente se recomiendan como primera línea de tratamiento las siguientes opciones:

  • Inmunoterapia, que incluye fármacos anti-PD-1 en monoterapia –como pembrolizumab o nivolumab– o nivolumab/ipilimumab en combinación. La elección la monoterapia o la combinación debe considerar que, aunque el tratamiento combinado ha mostrado mayor supervivencia libre de progresión, se asocia a mayor toxicidad inmunomediada.
  • En pacientes con melanoma metastásico BRAF mutado: terapia dirigida mediante inhibición BRAF/MEK combinada con dabrafenib/trametinib o vemurafenib/cobimetinib.
INMUNOTERAPIA

Dentro de esta opción terapéutica en el tratamiento del melanoma maligno, se consideran varias opciones farmacológicas. En primer lugar, el interferón alfa-2b o peginterferón alfa-2b (Introna®) está indicado como tratamiento adyuvante en pacientes con melanoma que están libres de enfermedad tras la cirugía, pero con alto riesgo de recidiva sistémica. En el melanoma con afectación de ganglios linfáticos (estadio III), se puede administrar interferón alfa a altas dosis durante 1 año o peginterferón alfa-2b hasta 5 años, pues la terapia adyuvante con interferón ha mostrado un aumento de la supervivencia libre de progresión, si bien su impacto en la supervivencia global de estos pacientes permanece incierto. Adicionalmente, una menor evidencia respalda el empleo de interferón a altas dosis durante 1 año en casos de melanoma localizado con espesor >4 mm y con biopsia de ganglio centinela negativa (estadio II), en cuyo caso aumenta la supervivencia libre de progresión pero no ha demostrado aumento de la supervivencia global.

Como tratamiento de inducción se suele administrar una vez al día por vía intravenosa (perfusión de 20 minutos de duración) a dosis de 20 millones de UI/m9 –tanto en monoterapia como en combinación con trametinib– es de 150 mg/12 h (2 cápsulas de 75 mg 2 veces al día), equivalente a una dosis diaria total de 300 mg. Por su parte, la de vemurafenib es de 960 mg/12 h (4 comprimidos de 240 mg 2 veces al día), equivalente a una dosis diaria total de 1.920 mg. Los tratamientos con estos fármacos deben continuarse hasta progresión de la enfermedad o hasta que aparezca una toxicidad inaceptable.

Trametinib (Mekinist®) y cobimetinib (Cotellic®) son dos inhibidores de molécula pequeña, selectivos y reversibles, de las cinasas MEK (MEK 1 y MEK2), activos por vía oral. Ambos medicamentos están disponibles en España desde 2016, autorizados para el tratamiento –en las combinaciones anteriormente indicadas– de melanoma no resecable o metastásico con una mutación BRAF V600 (V600E o V600K). Trametinib, además, puede emplearse en monoterapia, al haber demostrado un aumento significativo en la supervivencia libre de progresión respecto al tratamiento con dacarbazina; sin embargo, en monoterapia no ha demostrado actividad clínica en pacientes que han progresado a un tratamiento previo con un inhibidor BRAF.

El valor clínico de estos fármacos radica en el hecho de que, en el melanoma, las mutaciones oncogénicas en BRAF conducen a la activación constitutiva de la vía de señalización RAS/RAF/MEK/ERK. Al inhibir la señal extracelular activada por mitógenos que regula la activación y la actividad cinasa de MEK1 y MEK2, provocan una inhibición de la fosforilación de la cinasa reguladora de la señal extracelular ERK1 y ERK 2. Así, se bloquean la proliferación de las células tumorales.

BIOQUIMIOTERAPIA

Aunque las opciones de primera línea en el tratamiento del melanoma metastásico se centran en los dos apartados anteriores, en algunos casos se recurre a la llamada bioquimioterapia, que viene definida por la combinación de quimioterapia y agentes biológicos. Dentro de esta estrategia, se han considerado dos opciones de tratamiento combinado:

  • Dacarbazina, cisplatino, vinblastina, IL-2 e interferón alfa-2b, con evidencia moderada en tratamiento adyuvante de melanoma de alto riesgo.
  • Dacarbazina o temozolomida, cisplatino o carboplatino y vinblastina o nitrosourea, e IL-2 e interferón alfa-2b, también con evidencia moderada en melanoma metastásico.

Los estudios y meta-análisis realizados al respecto han demostrado que la bioquimioterapia pueden mejora las tasas de respuesta pero no presentan beneficio en la supervivencia global de los pacientes con melanoma metastásico.

TRATAMIENTOS DE SEGUNDA LÍNEA O POSTERIORES

Tras la progresión tumoral o tras la obtención del máximo beneficio con terapia dirigida en casos de BRAF mutado, se considerará la administración de agentes de segunda línea que no se han administrado en primera línea y que no sean de la misma clase.

  • Anticuerpos anti-PD-1 en monoterapia (pembrolizumab o nivolumab).
  • Nivolumab/ipilimumab en combinación.
  • Ipilimumab: la reinducción con ipilimumab se puede considerar en pacientes seleccionados que no presenten toxicidad sistémica significativa durante el tratamiento previo con ipilimumab y en los que la recaída o progresión tumoral se produce en un periodo de tiempo mayor de 3 meses de la respuesta o estabilización tumoral del tratamiento previo con ipilimumab.
  • Terapia dirigida si se confirma la mutación de BRAF: terapia combinada (dabrafenib/trametinib) o monoterapia (vemurafenib o dabrafenib).
  • Altas dosis de IL-2: no se debe administrar a pacientes con fallo orgánico, mal estado general o con metástasis cerebrales no tratadas o activas. Se debe considerar su administración en pacientes con metástasis cerebrales pequeñas y sin edema cerebral significativo.
  • Bioquimioterapia: dacarbazina o temozolomida, y cisplatino o carboplatino ± vinblastina o nitrosourea, e IL-2 e interferón alfa-2b.
  • Agentes citotóxicos: dacarbazina, temozolomida, paclitaxel, paclitaxel unido a albúmina, carboplatino/paclitaxel combinados. Éstos han demostrado tasas modestas de respuesta tumoral < 20% en primera y segunda línea de tratamiento de melanoma metastásico.
  • Imatinib para tumores con mutación activa de C-KIT (dicha mutación se ha asociado más comúnmente a melanoma de mucosas o melanoma acral). Un estudio en fase II demostró tasas de respuesta tumoral global a imatinib del 20-30% y tasas de control de la enfermedad de 35-55%. Desafortunadamente, muchas de esas respuestas fueron de duración limitada (Hodi et al., 2013).
NUEVAS TERAPIAS

Una de las opciones terapéuticas más recientes y prometedoras frente a melanoma viene representada por el tratamiento intralesional oncolítico con talimogén laherparepvec (Imlygic®) que, aunque sí está autorizado a nivel de la UE, no ha sido comercializado aún en España.

Este novedoso fármaco consiste en un virus herpes simplex tipo 1 modificado genéticamente y diseñado para replicarse dentro del tumor con el objetivo de causar la lisis tumoral y producir factor estimulante de colonias de granulocitos-macrófagos (GM-CSF). La liberación de antígenos junto a la producción de GM-CSF inducida por el virus promueve una respuesta inmunitaria antitumoral, si bien el mecanismo de acción exacto del fármaco es desconocido. Su administración se realizará mediante una inyección intralesional en casos de melanoma cutáneo irresecable, así como para melanomas subcutáneos y lesiones nodales que recurren tras una cirugía inicial. No obstante, la mejoría de la supervivencia global, su efecto sobre metástasis viscerales o sobre la supervivencia global no ha sido completamente dilucidado.

La evidencia disponible al respecto de este tratamiento procede de un ensayo clínico pivotal de fase 3, multinacional y con diseño abierto, en que 436 pacientes con melanoma avanzado e inoperable (estadio III-IV) fueron aleatorizados (2:1) a recibir el fármaco experimental o la administración subcutánea de GM-CSF como comparador activo durante ≥6 meses o hasta ausencia de lesiones potencialmente inyectables. Con una mediana de exposición al fármaco de 23 semanas, la tasa de respuesta duradera (≥6 meses) fue del 16% frente al 2% con GM-CSF; la respuesta fue significativamente superior en pacientes con la enfermedad en estadios más precoces (33% estadio III vs. 0% con GM-CSF) y en primera línea de tratamiento (24% vs. 0%). Con respecto a la seguridad del fármaco, las reacciones adversas descritas con mayor frecuencia fueron: fatiga (50%), resfriado (49%), pirexia (43%), náuseas (36%), síntomas gripales (30%), y dolor en el punto de inyección (Andtbacka et al., 2015).

Por tratarse de un virus vivo atenuado, talimogén laherparepvec podría causar una infección herpética diseminada y potencialmente grave/mortal. Así, está contraindicado en pacientes inmunocomprometidos o embarazadas. Tanto profesionales sanitarios como contactos cercanos del paciente deben evitar el contacto directo con las lesiones inyectadas con el fármaco (NCI, 2019).

CARCINOMA DE CÉLULAS DE MERKEL (CCM)

El tratamiento del CCM es multidisciplinar e incluye la extirpación completa del tumor mediante cirugía (preferiblemente mediante cirugía micrográfica de Mohs debido a su alta tasa de recurrencia), técnica del ganglio centinela y radioterapia adyuvante.

Respecto al tratamiento con quimioterapia, no existen datos suficientes en la literatura que determinen si el tratamiento de la enfermedad metastásica mejora en términos de enfermedad libre de recurrencia o de supervivencia global. Para la enfermedad metastásica se ha propuesto el empleo de cisplatino o carboplatino asociados o no a etopósido. También se ha empleado el topotecán y la ciclofosfamida asociada a doxorubicina.

Otros autores han evaluado la potencial aplicación de pembrolizumab en el tratamiento de CCM. En un estudio multicéntrico de fase II, se administró esta inmunoterapia anti-PD-1 a pacientes con CCM avanzado que no habían recibido tratamiento previo, obteniéndose una tasa de respuestas del 56%. La supervivencia libre de progresión a los 6 meses fue del 67%, con lo cual este medicamento se vislumbra como un tratamiento prometedor para esta enfermedad (Nighiem et al., 2016). No obstante, dado la poca experiencia respecto a la enfermedad, la recomendación general suele dirigir a la inclusión de los pacientes en ensayos clínicos de nuevos tratamientos.

Cabe destacar, por último, que en 2018 se ha comercializado en España el primer fármaco con indicación expresa de CCM metastásico. Avelumab (Bavencio®) es un anticuerpo monoclonal humano IgG1 dirigido contra el ligando de muerte programada 1 (PD-L1), al cual se une bloqueando su interacción con los receptores de muerte programada 1 (PD-1) y B7-1. De esta forma, elimina los efectos supresores de PD-L1 sobre los linfocitos T CD8+ citotóxicos, con la consiguiente restauración de las respuestas antitumorales de los linfocitos T. El fármaco ha demostrado inducir la lisis directa mediada por linfocitos natural killer (NK) de las células tumorales mediante citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos.

En un ensayo clínico de fase 2, abierto y de único grupo, avelumab demostró una respuesta objetiva en 28 de los 88 pacientes tratados (31,8%), como segunda línea de tratamiento o posterior. No obstante, con una mediana de seguimiento de al menos 3 meses, ha demostrado una tasa de respuesta objetiva de hasta el 62,1% (18/29 pacientes) como primera línea en pacientes naïve con melanoma metastásico; se estimó que el 83% de los pacientes respondedores presentaba una duración de la respuesta de ≥6 meses. La dosis empleada en este estudio (10 mg/kg, por vía IV cada 2 semanas, hasta progresión de la enfermedad o toxicidad inaceptable) era relativamente bien tolerada: solo se notificaron reacciones adversas graves relacionadas con el tratamiento en 5 pacientes, si bien ninguna era de grado 4 y no se asociaron con ningún caso de muerte (D´Angelo et al., 2018).

PREVENCIÓN

En general, las medidas profilácticas tienen una especial relevancia en el cáncer de piel, mayor si cabe respecto a otros tipos de tumores. Dado que uno de los principales factores de riesgo asociados a la aparición del cáncer cutáneo es la exposición a la radiación UV de la luz solar (en particular la UVB), la limitación de este factor representa una de las principales estrategias a nivel de prevención primaria de esta patología. Éstas deberán enfocarse hacia una exposición segura a la radiación, tanto en su dosis acumulativa como en la prevención de quemaduras solares, especialmente en la infancia y la adolescencia (los niños menores de 6 meses de edad no deben exponerse a la radiación UV), pues la mayoría de los cánceres de piel probablemente son causados por exposiciones que han tenido lugar muchos años antes.

El grado de exposición a la luz UV que una persona recibe depende de la intensidad de los rayos, del tiempo de exposición cutánea y de si la piel ha estado protegida con ropa o filtros solares. Obviamente, las personas que viven en áreas donde están expuestas todo el año a la luz solar intensa tienen mayor riesgo. Pasar mucho tiempo a la intemperie por motivos de trabajo o recreación (bañistas, excursionistas o montañeros) sin protegerse con ropa, parasoles, gafas y filtros solares aumenta el riesgo.

Está claramente demostrado que la adopción de una fotoprotección adecuada protege frente al daño al ADN inducido por la radiación UV, las lesiones precancerosas (como la queratosis actínica) y el carcinoma de células escamosas. Aunque los datos disponibles respecto al carcinoma basocelular y al melanoma son algo menos concluyentes, se considera que utilizar fotoprotección y evitar una excesiva exposición solar y el abuso de lámparas de bronceado artificial son también factores cruaciales para prevenirlos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar las dosis eritematógenas (quemadura solar) no es condición suficiente para prevenir la carcinogénesis cutánea, ya que dosis menores de radiación UV son capaces de inducir mutaciones, inmunosupresión y el desarrollo de cáncer cutáneo. Además, es esencial destacar que la exposición a la radiación UV de la luz solar es imperceptible, debiéndose el efecto térmico a la radiación infrarroja del sol.

Entre las principales medidas preventivas se incluyen las siguientes:

  • Deben evitarse las horas de máxima intensidad de la radiación solar (por ejemplo, de 10:00 a 16:00 h), planificando las tareas para disminuir la exposición solar en las horas centrales del día. También debe evitarse el consumo excesivo de rayos UV en cabinas de bronceado.
  • Es bueno aprovechar las sombras, sobre todo cuando los rayos UV son más intensos, sin olvidar que las sombrillas o los toldos no protegen totalmente contra la radiación solar.
  • Conviene utilizar sombreros de ala ancha o gorras (para proteger la cabeza, cara, orejas y cuello) y ropa (preferiblemente prendas largas y holgadas y de tejido tupido) para proteger la mayor superficie cutánea posible a la exposición directa, y el empleo de productos con factor de protección solar. Las cremas fotoprotectoras no deben utilizarse para aumentar el tiempo de exposición al sol, sino, preferiblemente, para aumentar la protección cuando la exposición es inevitable.

    El factor de protección solar (SPF) se refiere al grado de protección contra la radiación UV-B, que representa la principal causa de la quemadura solar. De esta forma, cuando se aplica una crema con factor de 30, dicho número indica que por cada 30 minutos de exposición al sol se recibe el equivalente a 1 minuto de radiación UV-B directa. Una hora al sol con factor 30, equivale a estar 2 minutos sin ningún tipo de protección. Por otro lado, un factor de 15 es capaz de filtrar cerca del 93% de la radiación UV-B; a partir de ahí, las diferencias son cada vez menores (SPF 50 filtra el 98% y SPF 100 el 99%). Los protectores de amplio espectro son aquellos capaces de filtrar la radiación UV-A y B, y son los ideales para prevenir la carcinogénesis por radiación UV, con SPF >50.

  • La protección solar debe hacerse extensiva a los ojos (y piel adyacente) con el empleo de gafas de sol homologadas según normativa de la CE; las gafas con lentes oscuras sin protección adecuada pueden inducir una dilatación del iris con una mayor penetración de radiación al interior del ojo y a la retina. Las gafas ideales deben bloquear del 99 al 100% de la radiación ultravioleta A y B. Especial cuidado debe tenerse con los niños <12 años, pues hasta esa edad el cristalino es particularmente transparente y favorece la absorción de radiaciones UV hasta la retina, pudiendo provocar en ésta graves daños o incluso cáncer.

Por otro lado, como se ha sugerido previamente, el diagnóstico temprano de las lesiones permite reducir las tasas de morbimortalidad, dado el relativamente favorable pronóstico que tienen los cánceres de piel en sus estadios tempranos, cuando suelen ser extirpables por cirugía. Así, en términos de prevención secundaria, resulta recomendable la autoexploración para detectar ya sea lesiones de reciente aparición o cambios en la morfología de lesiones preexistentes (especialmente en los lunares).

Sin embargo, aunque la mayoría de los melanomas los detecta el propio paciente, la eficacia de la sospecha por medio de la autoexploración se reduce especialmente en la población de hombres mayores de 70 años, por lo que no deja de ser prioritaria la revisión regular por parte del especialista (dermatólogo). Por tanto, en la línea de la detección precoz, las estrategias de prevención secundaria también deben incluir el screening clínico del cáncer de piel, que suele involucrar medidas de evaluación estándar con el “ojo desnudo”, mediante un microscopio de epiluminiscencia o por técnicas más avanzadas como la microscopía láser confocal (Seebode et al., 2016).

Diversas consideraciones de importancia sobre la prevención del cáncer de piel se abordan en el siguiente apartado, por la crucial labor que pueden ejercer los farmacéuticos a la hora de transmitir estos mensajes a los ciudadanos.

EL PAPEL ASISTENCIAL DEL FARMACÉUTICO

Todos los profesionales farmacéuticos, desde sus diversos ámbitos profesionales y de competencias, pueden contribuir al adecuado asesoramiento y asistencia sanitaria a los ciudadanos y pacientes con cáncer cutáneo. Sin embargo, teniendo en cuenta las particularidades comentadas en la presente revisión, la figura del farmacéutico comunitario cobra una especial relevancia en la prevención y detección precoz de la patología. En este sentido, la información rigurosa y el asesoramiento práctico son piezas clave para combatir un tipo de cáncer en expansión epidemiológica.

España, en general, es un país particularmente soleado. Ello tiene sus vertientes indudablemente favorables (agricultura, turismo, estilo de vida, etc.), pero no hay que olvidar la contrapartida del riesgo que deriva de un uso imprudente del sol. Atendiendo al hecho de que cada día más dos millones de pacientes y usuarios acuden a las más de 22.000 farmacias españolas, y que en ellas se ofrecen al año más de 182 millones de consejos sanitarios, parece evidente el enorme potencial divulgador del farmacéutico como profesional sanitario, así como su incuestionable papel para canalizar hacia el médico a personas con problemas relevantes de salud, para un estudio clínico detallado. Por tanto, la oficina de farmacia constituye un centro sanitario accesible y ubicuo capaz de suministrar una información solvente y ofrecer un servicio de máximas garantías sanitarias con la debida confidencialidad.

Con la integración efectiva del farmacéutico comunitario en los equipos multidisciplinares de atención primaria, se pueden identificar varias vías asistenciales enfocadas al abordaje de ciudadanos en riesgo potencial de desarrollar cáncer de piel y de pacientes que puedan comenzar a desarrollarlo. Se debe tener presente que el cáncer de piel es una enfermedad prevenible en alto grado y, a diferencia de otros tipos de tumores, tiene altas tasas de éxito de curación con el tratamiento adecuado, especialmente si se detecta en los estadios iniciales.

I. Educación sanitaria orientada a la prevención

Por su cercanía al usuario de la oficina de farmacia, el farmacéutico comunitario se encuentra en una situación privilegiada para identificar personas o situaciones en que pueda haber una mayor exposición a la radiación UV de la luz solar. En línea con lo comentado en el apartado Prevención, ante el riesgo de falsas creencias o relajación ante las medidas preventivas, se enumeran a continuación una serie puntos que puede ser necesario recordar al paciente:

El farmacéutico puede, además, aprovechar la oportunidad de transmitir lo fundamental de estos mensajes cuando el paciente le interpele con alguna pregunta al respecto. Entre las preguntas más frecuentes, se puede poner como ejemplo las siguientes:

  • ¿Debo protegerme del sol solo en verano?

La radiación UV no se ve ni se siente y es independiente de la temperatura: puede incluso ser elevada cuando el día está nublado y en invierno. No obstante, cuanto más alto se encuentre el sol (próximo a la vertical respecto al sujeto), mayor será el nivel de radiación, y éste será mayor, pues, en los meses de verano y también en países próximos al ecuador.

  • Si voy de vacaciones a la montaña… ¿Debo protegerme igual?

Debido a una menor densidad atmosférica y a una menor absorción de la radiación UV, ésta será mayor según aumente la altitud (10-12% por cada 1.000 metros). Por tanto, es conveniente extremar las medidas de protección solar en estos casos.

  • ¿Es suficiente llevar un sombrero cuando voy a la playa?

Aunque la sombra es capaz de reducir la radiación UV en más de un 50%, la radiación UV se refleja sobre la arena (y sobre la nieve, el agua o el asfalto) provocando una exposición indirecta que conviene también evitar o reducir mediante el uso de protectores solares.

  • Si me echo factor de protección 50, ¿puedo despreocuparme?

Hay que subrayar que ningún protector solar ofrece protección total frente a los riesgos derivados de la radiación solar, por lo que no se debe permanecer mucho tiempo al sol a pesar de usar un producto con factor de protección solar (FPS) alto. Adicionalmente, es importante aclarar que la protección que proporcionan depende de su correcta aplicación.

Lo más conveniente es utilizar un protector solar con FPS “alta” (30) o “muy alta” (50) según el tipo de piel, y que proteja frente a la radiación UVB (causante de las quemaduras solares) y UVA (principal responsable del envejecimiento prematuro de la piel). El producto debe ser aplicado en cantidad generosa uniformemente sobre la piel seca, media hora antes de la exposición al sol; su aplicación debe repetirse cada 2 h y después de transpirar, bañarse o secarse. No se deben utilizar protectores solares que estén abiertos desde el año anterior.

  • Me han detectado un déficit de vitamina D y me han dicho que debo tomar el sol, pero he tenido un cáncer de piel. ¿Qué debo hacer?

En Europa se ha estimado un déficit de vitamina D en la población general en torno a un 13% (Cashman et al., 2016). Sin duda, la radiación solar es indispensable para la vida y desempeña efectos benéficos sobre la salud: además del aporte obtenido de la ingesta de alimentos (5-10%), una gran cantidad de vitamina D10 proviene de la exposición solar. Para conseguir una correcta estimulación en la formación de vitamina D suele ser suficiente una mínima exposición (desde 5 minutos o menos en países próximos al ecuador) 2 a 3 veces por semana.

Por tanto, es poco probable un déficit debido a una baja exposición solar, especialmente en España; también es poco probable que la utilización de protectores solares en condiciones habituales de la vida real produzca un déficit de vitamina D. Sin embargo, hay personas que a pesar de una exposición solar regular presentan déficit de vitamina D. En estas personas, una sobreexposición no es capaz de corregir los niveles bajos de vitamina D y sí aumenta el riesgo de desarrollar cáncer cutáneo. En cualquier caso, es preferible suplir las deficiencias con suplementos que mediante la exposición a radiación UV.

Básicamente, hay tres tipos fundamentales de filtros solares:

  • Físicos: son impermeables a la radiación solar y, por tanto, son de amplio espectro, reflejando no solo la radiación UV sino también la visible y la infrarroja. Por este motivo, también se les denomina pantallas. Los más utilizados, son el óxido de zinc y el dióxido de titanio, normalmente formando parte de una suspensión semisólida.
  • Químicos: actúan absorbiendo la radiación solar ultravioleta, captando así su energía y transformándola en radiación de otra longitud de onda que sea inocua para la piel. Los más empleados son el ácido para-aminobenzoico (PABA), el ácido cinámico (o ésteres del mismo), sulfonatos, alcanfor, benzofenona y dibenzoilmetano. Los cuatro primeros absorben preferentemente los UVB, mientras que los dos últimos lo hacen con los UVA.
  • Órganominerales: se trata de filtros químicos insolubles que actúan tanto por absorción como por reflexión, asociando las ventajas de los químicos (cosmeticidad) y de los físicos (capacidad de filtro). El más utilizado es el benzotriazol.

La utilización de filtros solares depende no solo de la duración e intensidad de la radiación solar sino también, y en gran medida, del tipo de piel que tiene cada persona. Como profesional sanitario –en muchos casos especializado en dermocosmética–, el farmacéutico debe conocer los diferentes fototipos cutáneos (Tabla 1) a fin de realizar las recomendaciones de filtros solares de forma individualizada según las características del paciente o usuario. A menor número de fototipo, mayor riesgo de melanoma, y las precauciones deben extremarse.

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II. Contribución a la detección y diagnóstico precoz

Es preciso recordar que, si bien el melanoma es el tumor con mayor aumento de la incidencia en los últimos años, su mortalidad asociada, que también ha crecido, no lo ha hecho de forma paralela a la incidencia, gracias quizá a los progresos en la concienciación en torno a la fotoprotección y a una más efectiva detección precoz. La ausencia actual de tratamiento curativo para los cuadros metastásicos de melanoma subraya la importancia de la detección precoz y de la prevención para disminuir la mortalidad evitable de este tipo de cáncer cutáneo.

Así pues, se revela como una estrategia preventiva fundamental que desde la farmacia comunitaria se recuerde a cualquier persona la conveniencia de vigilar los lunares sospechosos: cualquiera que aparezca de nuevo, cambie de tamaño, de coloración o de aspecto. En este sentido, los lunares con mayor capacidad para hacerse malignos son aquellos atípicos o displásicos que presenten variaciones de los criterios que podrían considerarse señales de alerta, tales como: asimetría, componente plano (mancha), bordes irregulares, variaciones de color (incluyendo enrojecimiento) o un tamaño mayor de 6 mm.

La visita regular al dermatólogo es muy conveniente, pudiéndose recomendar, de forma general, la exploración cutánea por el especialista al menos una vez al año. Esto es particularmente recomendable para las personas de piel clara o muy clara, o cuando existan variaciones de un nevus (o una sospecha de ello). Las personas de entre 20 y 50 años con más de 100 nevus comunes (o con >50 en los demás casos) tienen más riesgo, al igual que quienes presentan más de un nevus atípico. Frecuentemente, la presencia de nevos displásicos sigue una pauta hereditaria, por lo que es muy recomendable que cualquier persona que presente muchos de ellos o tenga/haya tenido algún familiar cercano con melanoma visite periódicamente al dermatólogo, ya que tiene un riesgo elevado de padecer melanoma en el transcurso de su vida. Por último, también se consideran de alto riesgo: las personas albinas o con xerodermia pigmentosa, los pacientes inmunodeprimidos y aquellas personas que trabajen al aire libre o estén crónicamente expuestas al sol.

III. Optimización de la terapéutica farmacológica

Como profesional sanitario experto en el medicamento, el farmacéutico debe velar por el uso seguro y eficaz de los medicamentos para que los pacientes alcancen el máximo beneficio clínico. En este sentido, varios trabajos apuntan a que uno de los factores que compromete en mayor grado la selección por el dermatólogo del mejor tratamiento –e influye directamente en las posibilidades de éxito del mismo– es la falta de adherencia al mismo por parte del paciente, debido en parte a los efectos secundarios muy frecuentes, con cifras de abandono, por ejemplo, en torno al 88% para tratamientos tópicos del CCNM (Shergill et al., 2013). Esto se traduce en muchos casos en la preferencia por parte del paciente por una reducción en las concentraciones del fármaco o de tratamientos de corta duración, o bien alternando ciclos de tratamiento cortos con periodos de descanso.

A este respecto, puede considerarse que la terapia fotodinámica (TFD) con ácido 5-aminolevulínico (5-ALA) o con 5-aminolevulinato de metilo (5-ALM) puede ser más cómoda (una administración única, con posible repetición a los tres meses), frente a los tratamiento tópicos convencionales como el mebutato de ingenol (2-3 días, según la localización de las lesiones), que sería la mejor opción dentro de ellos, el imiquimod o el diclofenaco/ácido hialurónico (2-3 meses). Así, la supresión prematura por eventos adversos del tratamiento con diclofenaco se sitúa en torno al 14% (vs. 4,0% con placebo) y con imiquimod en el 5,6% (vs. 2,1%), mientras que con mebutato de ingenol no llega al 1% y no difiere de la correspondiente al placebo, siendo incluso inferior a la de TFD con 5-ALA o con 5-ALM (3,2% y 3,7% vs. 5,3% de placebo) (Cuéllar, 2013).

En todo caso, ante un paciente con diagnóstico confirmado de cáncer cutáneo, desde la oficina de farmacia debe apostarse por una decidida promoción de la adherencia al tratamiento prescrito. Las estrategias con este fin deben desarrollarse de forma personalizada, con el paciente o la familia (en caso de niños), fomentando la confianza de los pacientes en los fármacos administrados. Estas estrategias pueden incluir información verbal y escrita, y recursos interactivos, debiendo siempre recordar que las consecuencias de la falta de adherencia pueden ir desde un empeoramiento de la calidad de vida del paciente, una falta de control de la enfermedad y una mayor probabilidad de complicaciones, hasta la aparición de efectos secundarios o incluso de mortalidad. Todo ello, además, puede suponer ingresos hospitalarios y otras intervenciones sanitarias que impliquen ineficiencia del gasto farmacéutico y sanitario.

Tras una dispensación de inicio o de continuación, y especialmente en los tratamientos prolongados, un adecuado seguimiento farmacoterapéutico –ofrecido de forma rutinaria por el farmacéutico comunitario– permitirá atenuar la aparición de resultados negativos y problemas relacionados con la medicación. La vigilancia ante posibles reacciones adversas, y la identificación y prevención de interacciones farmacológicas y contraindicaciones del tratamiento antitumoral revertirá en una mejor calidad de vida de los pacientes con cáncer de piel.

Para ello, además de lo especificado en el presente informe y de la recomendación de consultar las fichas técnicas autorizadas de los medicamentos, si se tiene en consideración que la información científica se actualiza constantemente, cobran especial relevancia las bases de datos que contienen información actualizada y pormenorizada sobre aspectos farmacológicos. Es el caso, por ejemplo, de la base de datos Bot PLUS, que permite, entre otras funcionalidades, la detección de interacciones farmacológicas entre múltiples medicamentos comerciales y/o principios activos, para su evaluación a la hora de optimizar los tratamientos.

Por último, se debe tener presente que hay algunos principios activos que aumentan la sensibilidad a la radiación UV (fármacos fotosensibilizantes) y que pueden originar lesiones muy diversas –desde reacciones alérgicas leves a pigmentaciones permanentes e incluso grandes quemaduras– en la piel de los pacientes que los tomen (bien por vía sistémica o tópica), a pesar incluso del uso de fotoprotectores solares. En tales casos debería evitarse en mayor medida la exposición a la radiación solar y puede ser recomendable, siempre que sea posible, tomar los medicamentos por la noche, a fin de reducir su concentración cutánea en los momentos de máxima exposición.

Los medicamentos fotosensibilizantes se identifican a veces por un pictograma de advertencia en el envase (Figura 13), que si bien dejó de ser obligatorio, aparece en muchos de ellos. Estos medicamentos pueden contener, entre otros, principios activos tan comúnmente empleados y dispensados en oficina de farmacia como los siguientes:

13

  • Antidepresivos: amitriptilina o citalopram.
  • Antihipertensivos: enalapril, losartán o valsartán (sobre todo en sus combinaciones con hidroclorotiazida).
  • Antihistamínicos: cetiricina.
  • Antisecretores gástricos: omeprazol, pantoprazol o ranitidina.
  • Diuréticos: furosemida o torasemida.
  • Hipolipemiantes: simvastatina o fenofibrato.
  • Psicolépticos: alprazolam o clorazepato potásico.
  • Retinoides antipsoriásicos y antiacnéicos: acitretina o isotretinoína.

Para obtener un listado completo de todos los medicamentos fotosensibilizantes –que deben emplearse con precaución como medida preventiva de lesiones cutáneas– puede también consultarse la base de datos del medicamento Bot PLUS.

Bibliografía


¿Es realmente eficaz el ácido hialurónico en la osteoartritis de rodilla?

El ácido hialurónico de alto peso molecular (AH-APM), inyectado a nivel intraarticular, es una opción de tratamiento para la osteoartritis de rodilla (OR) en la práctica clínica real. Si bien la eficacia del AH-APM en los pacientes con OR ha sido ampliamente evaluada y ha demostrado ser superior que la del ácido hialurónico de bajo peso molecular, los resultados no han esclarecido el beneficio clínico en pacientes adultos en edad de trabajar; de hecho, la Academia Americana de Cirujanos Ortopédicos emitió en 2013 una recomendación de no emplear en ácido hialurónico, pues éste no alcanzaba los límites mínimos de beneficio clínico. Cabe destacar, no obstante, que el número de pacientes con OR en edad de trabajar está aumentando, habida cuenta del envejecimiento progresivo que sufre la población, y el coste socioeconómico por baja productividad laboral por este problema es elevado. Además, las opciones de tratamiento quirúrgico en estos pacientes no son de elección preferente.

Para arrojar luz sobre el asunto, un grupo de investigadores de un hospital de Rotterdam (Países Bajos) ha desarrollado un ensayo clínico controlado, aleatorizado y abierto, que incluyó pacientes de entre 18 y 65 años de edad con OR sintomática (calificada como estadio I-III en la escala de Kellgren y Lawrence). Un total de 156 pacientes fueron asignados al azar (1:1) en dos grupos para recibir 3 inyecciones semanales de AH-APM junto a la práctica clínica habitual (excluyendo cirugía) o bien al grupo control, que solo recibía los cuidados clínicos habituales. La variable primaria de eficacia fue la diferencia, tras 52 semanas de tratamiento, en el número de pacientes respondedores en ambos grupos, según los criterios OMERACT-OARSI de la Sociedad Internacional de Investigación en Osteoartritis (que incluyen la valoración del dolor, la funcionalidad articular y la evaluación global del paciente). La razón de probabilidades u odds ratio (OR) fue calculada mediante análisis de regresión logística, y se realizaron análisis de sensibilidad.

Los resultados revelaron que los sujetos en el grupo de intervención (AH-APM + terapia estándar) respondieron con mayor frecuencia en comparación con los pacientes incluidos en el grupo control (terapia estándar). Dependiendo de si el dolor durante el reposo o el dolor durante la actividad se incluía como variable de respuesta, el total de respondedores fue de 57,1% vs. 34,2% (p=0,006) y de 54,5% vs. 34,2% (p=0,015), respectivamente. Los resultados de las variables secundarias confirman tales resultados, demostrando que, en los respondedores individuales, las medidas eran –durante todo el periodo de seguimiento– favorables al grupo de intervención frente al control en términos de dolor durante el reposo (OR: 0,8; IC95% 0,2 a 1,4; p=0,010), funcionalidad de la rodilla (OR: -6,8; IC95% -11,9 a -1,7; p=0,010) y evaluación global del paciente (OR: -0,7; IC95% -0,9 a -0,4; p<0,0001).

En conclusión, parece evidente que la adición del ácido hialurónico de alto peso molecular a la terapéutica estándar de la osteoartritis de rodilla incrementa el beneficio clínico en los pacientes en edad de trabajar.

El profesional farmacéutico, clave en la conciliación de la medicación

Por todos es sabido que los eventos adversos (EA) relacionados con la medicación son comunes en la terapéutica farmacológica e implican una carga elevada de gastos económicos en los sistemas de salud de todos los países; de hecho, se estima que, en Europa, hasta el 5% de los ingresos hospitalarios y casi 197.000 muertes anuales se relacionan con esta causa.

En las últimas dos décadas, numerosos trabajos (aunque algunos pequeños y con diseño inadecuado) han sugerido que estos EA relacionados con el tratamiento son prevenibles mediante la reconciliación de la medicación; se entiende como tal el proceso que pretende identificar y resolver discrepancias en los tratamientos prescritos y los fármacos finalmente administrados antes de que surja ningún problema relacionado con los mismos. La reconciliación ha sido reconocida, incluso, por diversos organismos internacionales –por ejemplo, The Joint Comission– como un medio efectivo para reducir los perjuicios derivados de los eventos adversos y mejorar la seguridad de los tratamientos.

Las investigaciones han demostrado que la precisión y la eficacia de la conciliación de los tratamientos mejoran cuando los farmacéuticos participan directamente en el proceso. Así, parece evidente que el profesional farmacéutico, tanto en el ámbito de la farmacia hospitalaria (en pacientes ingresados) como de la comunitaria (en pacientes ambulatorios), juega un papel fundamental en el proceso de la conciliación, si bien resulta difícil su implantación continua a través de las etapas del proceso asistencial en los sistemas de salud.

Una reciente revisión sistemática ha evaluado la evidencia publicada al respecto entre enero de 2012 y noviembre de 2018, empleando la base de datos MEDLINE y una búsqueda manual de bibliografía. En los últimos años, algunos estudios han presentado resultados muy reveladores. Por ejemplo, un estudio controlado y aleatorizado –que enroló a 1.467 pacientes– demostró que una intervención del farmacéutico basada en la revisión de la medicación y una conciliación de la misma al alta hospitalaria reducía significativamente el número de pacientes que eran ingresados de nuevo a los 30 (HR: 0,62; IC95% 0,46-0,84) y a los 180 días (HR: 0,75; IC95% 0,62-0,90), en comparación con la práctica habitual que no incluía tales medidas. Otro estudio apuntaba a que los errores de la medicación al ingreso hospitalario se reducían en un 80% cuando un farmacéutico participa en el proceso de la reconciliación del tratamiento. En esa misma línea, otro trabajo apuntaba a que los farmacéuticos eran capaces de corregir un mayor número de errores de medicación en comparación con las enfermeras (6,39 vs. 0,48; p<0,001).

Los autores concluían que, a pesar de que los farmacéuticos se encuentran con grandes limitaciones (como no disponer del historial clínico del paciente), su capacidad de evitar –mediante el servicio de conciliación– al menos en parte las reacciones adversas por errores en la medicación, así como los costes asociados, plantea la necesidad de que amplíen sus funciones relacionadas con el uso seguro de medicamentos, tal y como han sugerido numerosas organizaciones, entre ellas la OMS.

La restricción intermitente de la ingesta calórica contribuye a la prevención de diabetes

Un pequeño estudio, realizado en 15 hombres con una edad media de 55 ± 3 años e índice de masa corporal 33,9 ± 0,8 kg/m2, ha evaluado los efectos de la ingesta o alimentación restringida por el tiempo (ART) durante 9 horas, la ART de inicio temprano (ARTt, de 8:00 h de la mañana a 17:00 h de la tarde) y de inicio retrasado (ARTr, de 12:00 h a 21:00 h) sobre la tolerancia a la glucosa en hombres con riesgo de padecer diabetes mellitus tipo 2.

Los voluntarios usaron un monitor continuo de glucemia durante los 7 días de la evaluación inicial (para conocer el estado basal) y durante dos periodos de 7 días de ART: fueron asignados al azar (1:1) a un periodo de ARTt o bien a un periodo de ARTr, separados por una fase de “lavado” de dos semana sin ART. Se midieron los niveles sanguíneos de glucosa, de triglicéridos, de ácidos grasos no esterificados y el área bajo la curva (AUC) incremental de la hormona gastrointestinal tras una comida estándar en los días 0 y 7, a las 8:00 h de la mañana en quienes estaban sometidas a ART temprana y a las 12:00 h del mediodía para aquellos en el grupo de ATR retrasada.

Se observó que la tolerancia a la glucosa mejoraba en general con la restricción de la ingesta por el tiempo, tal y como sugiere la reducción en el AUC incremental de la glucosa (p=0,001) y los triglicéridos sanguíneos en ayunas (p=0,003) en el día 7 frente al día inicial o 0 (estado basal). Sin embargo, no se encontró ninguna asociación entre la respuesta de las variables analizadas con el periodo horario de las comidas en los distintos tipos de ART evaluados. Tampoco se evidenció ningún efecto de la ART en los niveles de insulinemia en ayunas o postprandial, los niveles de ácidos grasos no esterificados o de hormonas gastrointestinales. La media de los niveles de glucemia fue menor en ARTt (p=0,02) pero no en ARTr (p=0,17) en comparación con la línea de base, pero no hubo diferencias significativas entre las condiciones horarias de ART entre sí.

Por tanto, parece que, aunque solo la ART temprana (de 8:00 h a 17:00 h) es eficaz en la mejora de las respuestas glucémicas, en general, la ART es capaz de mejorar las respuestas glucémicas en hombres con riesgo elevado de diabetes mellitus tipo 2, independientemente de la hora del día en que se inicie esa restricción calórica. En resumen, la modulación del cuándo en lugar del qué se ingiere puede mejorar el control glucémico. No obstante, este estudio representa simplemente una aproximación, y se necesita un estudio más amplio y de mayor duración para evaluar la eficacia en el control glucémico de los patrones de alimentación guiados por el tiempo.