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Benralizumab ▼ Fasenra® (AstraZeneca) en asma grave eosinofílica

Resumen

El benralizumab es un anticuerpo monoclonalque se une con elevada afinidad y especificidad a la subunidad α de los receptores para IL-5 (IL-5Rα) expresados específicamente en la superficie de eosinófilos y basófilos, induciendo la apoptosis de dichas células mediante el refuerzo de la citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos (mediada sobre todo por células NK). Al impedir el acoplamiento de IL-5 con su receptor inhibe los efectos normalmente mediados por esta citocina sobre el ciclo biológico de los eosinófilos y es capaz de reducir su número en sangre. El medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de mantenimiento adicional en pacientes adultos con asma grave eosinofílica no controlada a pesar de la administración de corticosteroides inhalados en dosis altas (CSI) y β-agonistas de acción prolongada (LABA).

Los datos derivados de tres ensayos clínicos pivotales de fase 3 muestran que la administración de benralizumab, en comparación con placebo, es capaz de reducir en torno al 28-51% la tasa de exacerbaciones clínicamente relevantes en pacientes con cuadros graves de asma eosinofílica mal controlados con altas dosis de corticosteroides inhalados o incluso con sistémicos, y permite una reducción del 75% de la dosis de los corticosteroides orales (vs. 25% con placebo). A ello cabe agregar ciertas mejoras en la función pulmonar y otras variables secundarias (como las puntuaciones de los cuestionarios de control asmático y calidad de vida asmática) a las que se concedió una relevancia clínica modesta. Desde el punto de vista de la seguridad, benralizumab presenta un perfil toxicológico relativamente benigno, con una incidencia de eventos adversos incluso inferior a la del placebo, fundamentalmente de carácter leve-moderado y transitorio, siendo los más frecuentes faringitis, cefalea, pirexia, reacciones de hipersensibilidad y reacciones en el lugar de la inyección.

A día de hoy no se dispone de comparaciones directas y, aunque las comparaciones indirectas solo pueden tener un carácter cualitativo, la evidencia disponible hace pensar que no hay diferencias sustanciales entre benralizumab y mepolizumab o reslizumab (anti-IL-5 que actúan sobre la misma vía de señalización). Tampoco hay datos concluyentes para establecer una ventaja sobre la adherencia al tratamiento con la pauta de administración aprobada para benralizumab.

En definitiva, benralizumab emerge como una nueva opción de tratamiento para pacientes con asma eosinofílica grave no controlada, como alternativa a mepolizumab o reslizumab, cuya indicación ha sido restringida a pacientes con mal control del asma a pesar del tratamiento con dosis altas de CSI, considerando que, de acuerdo a las guías actuales en los pacientes tratados con dosis medias de CSI se recomienda aumentar su dosis antes de iniciar el tratamiento con un anti-IL5 o con un antagonista de los receptores de IL5. No supone, pues, ninguna innovación disruptiva en el tratamiento de la patología.

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

El asma es un síndrome que comparte manifestaciones clínicas similares en apariencia pero de causas diferenciadas. Ello supone que sea complejo el alcanzar una definición precisa y exacta de la enfermedad, existiendo varias definiciones para la misma. De forma general, se define como una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respiratorias, en cuya patogenia intervienen diversas células y mediadores de la inflamación, condicionada en parte por factores genéticos y que cursa con hiperrespuesta bronquial y una obstrucción variable al flujo aéreo, total o parcialmente reversible, ya sea por la acción medicamentosa o espontáneamente (Cuéllar, 2016).

El asma es un problema de salud de elevada prevalencia y, aunque las formas graves de la enfermedad solo suponen el 10% de todos los casos, en el resto hay importantes implicaciones en la esperanza y calidad de vida de las personas que la padecen, generando un importante consumo de recursos sanitarios y notables costes sociales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el asma es la séptima enfermedad más prevalente en el mundo, con cerca de 235 millones de afectados. La cifra de afectados en Europa es de alrededor de 29 millones. Además, supone la quinta causa de muerte en los países desarrollados.

En el territorio español, la prevalencia de síntomas asmáticos en niños se ha mantenido constante en los niños de 13-14 años, mientras que ha sufrido un aumento significativo en el grupo de 6-7 años. En los adultos la prevalencia es inferior a la de los países anglosajones y centroeuropeos. Se estima que en España sufren asma aproximadamente al 4,9% de los adultos y a aproximadamente al 10% de los niños. El Estudio Europeo del Asma (GEEEA, 1996) constató en nuestro país unas tasas variables que van desde el 4,7% en Albacete hasta el 1% en Huelva, alcanzando en algunas zonas cifras cercanas al 14%. Y lo que es más preocupante: un 52% de las personas con asma no habían sido diagnosticadas y hasta un 26% de éstas, a pesar de padecer síntomas frecuentes, no seguía ningún tratamiento.

El asma en adultos se clasifica, según el grado de gravedad, en cuatro categorías: intermitente, persistente leve, persistente moderada y persistente grave. En los niños se definen dos patrones principales: asma episódica y asma persistente. El asma episódica puede ser ocasional o frecuente, dependiendo del número de crisis que presente. El asma persistente en el niño no puede considerarse leve, sino que al menos es moderada o grave. Existe, además, un fenotipo mixto EPOC-asma, caracterizado por una obstrucción no completamente reversible al flujo aéreo, acompañada de síntomas o signos de una reversibilidad aumentada de la obstrucción.

Los síntomas y signos clínicos característicos del asma son:

  1. Obstrucción bronquial reversible, con manifestación clínica como episodios recurrentes de disnea, sibilancias, opresión torácica y tos (particularmente por la noche o de madrugada). El término reversible indica que responde bien a la medicación broncodilatadora. Se considera aceptable una respuesta de FEV11> 15%.
  2. Inflamación: las alteraciones histológicas consisten básicamente en: a) infiltración de la mucosa por eosinófilos activados que segregan diversos productos citotóxicos (anión superóxido, proteína básica mayor, proteína catiónica, peroxidasa y neurotoxina), linfocitos T-helper (CD4+) y mastocitos; b) descamación de células epiteliales; y c) engrosamiento de la membrana basal por incremento de los depósitos de colágeno de los tipos I, III y V, junto con fibronectina.
  3. Hiperreactividad bronquial:la descamación y el daño del epitelio de las vías aéreas permite la exposición directa a irritantes de las terminaciones nerviosas subepiteliales, lo cual provoca reflejos axónicos locales y reflejos vagales que pueden producir broncoconstricción, hipersecreción de moco, tos y vasodilatación con extravasación, lo que ocasiona edema e infiltración de células inflamatorias. La hiperreactividad bronquial se ha atribuido a distintas causas (entre otras, a anormalidades de la inervación adrenérgica, a alteraciones en las catecolaminas circulantes, a defectos de los receptores β-adrenérgicos y/o al aumento del tono vagal).

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Figura 1. Eventos celulares en el asma. ECP: proteína catiónica del eosinófilo; IFN-γ: interferón γ; IgE: inmunoglobulina E; IL-3, 4, 5: interleucina 3, 4, 5; LTB4, LTC4, LTD4: leucotrienos B4, C4, D4; MBP: proteína básica mayor; PAF: factor activador de plaquetas; PGE2: prostaglandina E2; Th2: linfocitos T helper 2.

En un ataque de asma se produce un desequilibrio en la relación ventilación-perfusión con un aumento del gradiente alveolo-arterial de oxígeno, lo cual implica la disminución de la presión parcial de O2 en sangre. Además, este desacoplamiento ventilación-perfusión implica un aumento del espacio muerto fisiológico y, si la ventilación alveolar no aumenta lo suficiente, se produce un aumento de la presión parcial de dióxido de carbono (PCO2). En suma, la hipoxemia que acompaña el ataque de asma suele ser moderada y responde favorablemente al aumento de la concentración de oxígeno inspirado. La evolución de la PCO2 depende de la gravedad de la obstrucción al flujo aéreo y la aparición de fatiga muscular respiratoria.

La obstrucción bronquial que se produce en un ataque agudo de asma exige un aumento significativo del trabajo respiratorio como consecuencia del incremento en la resistencia pulmonar y en la carga elástica pulmonar, así como de una menor eficiencia en la contracción del diafragma debido a la pérdida parcial de su curvatura por la hiperinsuflación pulmonar.

En realidad, el asma no es una enfermedad única, sino más bien un síndrome con una amplia heterogeneidad de fenotipos ligados a diversos mecanismos celulares y biomoleculares. Ha pasado de ser considerada una reacción de hipersensibilidad de tipo I, en la que lo importante era el episodio de broncoespasmo desencadenado por la liberación de mediadores tras la desgranulación del mastocito al producirse la reacción alérgeno-inmunoglobulina E (IgE) específica, a ser interpretada en la actualidad como un proceso inflamatorio crónico de las vías aéreas puesto en marcha por una serie de factores desencadenantes, entre los que cabe destacar determinadas actividades profesionales, ejercicio físico, infecciones, fármacos (betabloqueantes y, especialmente, AINE, en particular el ácido acetilsalicílico), reflujo gastroesofágico y ciertos factores emocionales. Sin embargo, con mucho, el factor más frecuentemente desencadenante del asma es la alergia.

Los alérgenos más comúnmente involucrados en la patogénesis del asma son proteínas de los reinos animal y vegetal. En España, los procedentes de los ácaros (Dermatophagoides pteronyssinus y D. farinae) son los alérgenos más comunes. Otros alérgenos proceden de pólenes (gramíneas [Secale cereale, Triticum sativum, etc.], hierbas [Plantago lanceolata, Parietaria judaica], árboles [Corylus avellana, Olea sp.]), hongos [Alternaria sp., Aspergillus sp., Cladosporium sp., etc.] y animales [epitelios y fluidos biológicos de gato, perro, rata, etc.].

El proceso de asma alérgico comienza con la sensibilización. En individuos con predisposición genética (susceptibilidad a antígenos como el polen, el polvo doméstico, etc.) y en determinadas condiciones ambientales (infección viral, humo de tabaco, etc.), se produce la interacción del antígeno con las células dendríticas y la posterior activación de la población de linfocitos T, los cuales generan citocinas que promueven la diferenciación y activación de los eosinófilos (interleucina 5, IL-5), la expresión de receptores de la IgE en los mastocitos y esosinófilos (IL-4), la expresión por parte del epitelio de receptores que atraen a los eosinófilos (IL-4) y la producción y liberación de IgE por parte de linfocitos B.

La reexposición al alérgeno produce un episodio agudo o ataque de asma, el cual se presenta en dos fases –inmediata y tardía–, aunque en algunos sujetos sólo se produce una única fase. La fase inmediata se caracteriza por la aparición de un espasmo en el músculo liso bronquial. Se produce porque el antígeno interactúa con el mastocito que había expresado y fijado la IgE a sus receptores en la sensibilización, liberando principalmente histamina, leucotrienos C4y D4 (LTC4 y LTD4), responsables del broncoespasmo; también son liberados otros mediadores (prostaglandina D2 [PGD2], neurocinina A, LTB4) que provocan una migración de células inflamatorias –eosinófilos y monocitos– hacia esa zona anatómica. La fase tardía o respuesta diferida ocurre en un tiempo variable desde la exposición inicial al antígeno (6-8 horas), suele ser nocturna, y es claramente la progresión de una reacción inflamatoria iniciada en la primera fase que conlleva un acúmulo local de eosinófilos. Se piensa que los gránulos de los eosinófilos infiltrantes liberan mediadores citotóxicos que afectan al epitelio respiratorio ciliado.

Así pues, son numerosas las células inflamatorias implicadas en el asma:

  • Eosinófilos. La prevalencia de la inflamación eosinofílica identifica un fenotipo de asma (asma eosinofílica), que representa el 40-60% de todos los casos de asma, cuyo nivel de gravedad se correlaciona con la cantidad de eosinófilos en sangre y esputo. En estos pacientes los eosinófilos activados, cuya apoptosis está inhibida, contienen enzimas inflamatorias responsables del daño epitelial y generan mediadores que amplifican la respuesta inflamatoria. Los eosinófilos disponen de receptores de tipo IgE que son capaces de internalizar los complejos antígeno-anticuerpo, liberando mediadores inflamatorios. Tienen gránulos que contienen diversos mediadores de las reacciones alérgicas, tales como histaminasa y arilsulfatasa. Asimismo, son capaces de segregar leucotrienos, que juegan un papel importante en la fisiopatología del asma, al provocar broncoconstricción e hipersecreción de moco. El ciclo biológico completo de los eosinófilos, desde su producción en la médula ósea hasta alcanzar el lugar donde se ha producido un proceso inflamatorio, de la producción a su reclutamiento, y de su activación a la apoptosis, está estrictamente modulado por la interleucina 5 (IL-5) y su receptor específico (IL-5R).
  • Células dendríticas. Existen dos poblaciones bien diferenciadas, la mieloide (tipo 1), originada en la médula ósea y la plasmocitoide (tipo 2), originada en tejido linfoide. Los asmáticos presentan un exceso de plasmocitoides. El alérgeno es capaz de activarlas de forma directa, ya que pueden desplegar en su superficie receptores de alta ­afinidad para la IgE. Dada la cercanía que existe entre los cuerpos de las células dendríticas, las células epiteliales y las terminales nerviosas no mielinizadas, es posible que estas células desempeñen un rol en los fenómenos de hiperreactividad bronquial e inflamación neurogénica.
  • Células epiteliales. El epitelio de las vías aéreas no ejerce una simple función de barrera, sino que es capaz de sintetizar diversas sustancias con acción biológica como el ácido araquidónico, óxido nítrico, endotelinas, citocinas y factores de crecimiento. Así, es capaz de modular la función del músculo liso.
  • Linfocitos T. Están elevados en la vía aérea, con un desequilibrio en la relación de células CD4+ en comparación con las CD8+.
  • Mastocitos. Están aumentados, tanto en el epitelio como infiltrando el músculo liso de la pared. Su activación da lugar a la liberación de mediadores con efecto broncoconstrictor y proinflamatorio. Producen citocinas que mantienen y promueven la inflamación
  • Neutrófilos. Están elevados en la vía aérea de algunos pacientes con asma grave, durante las exacerbaciones, en caso de tabaquismo y en casos de asma relacionada con el trabajo.
  • Macrófagos. Pueden ser activados por alérgenos a través de receptores de baja afinidad para la IgE y liberar sus mediadores, que amplifican la respuesta inflamatoria.
  • Fibroblastos. Por los estímulos de citocinas como la IL-4 y la IL-13, se convierten en células inflamatorias activadas, participando tanto en la inflamación como en la remodelación. El número de fibroblastos y miofibroblastos activados en casos de asma se halla aumentado, fenómeno que adquiere aún mayor intensidad después de una provocación con alérgenos.

El objetivo principal del tratamiento del asma es lograr y mantener el control de la enfermedad lo antes posible, además de prevenir las exacerbaciones y la obstrucción crónica al flujo aéreo y reducir al máximo su mortalidad.

Las exacerbaciones (ataques o crisis) de asma son episodios agudos o subagudos caracterizados por un aumento progresivo de uno o más de los síntomas típicos (disnea, tos, sibilancias y opresión torácica) acompañados de una disminución del flujo espiratorio (FEV1). Según la rapidez de instauración de las crisis, existen dos tipos: las de instauración lenta2 (normalmente en días o semanas) y las de instauración rápida3 (en menos de 3 horas), que deben identificarse por tener causas, patogenia y pronóstico diferentes. La intensidad de las exacerbaciones es variable, cursando en ocasiones con síntomas leves e indetectables por el paciente y en otras con episodios muy graves que ponen en peligro su vida.

El objetivo inmediato del tratamiento de una crisis es preservar la vida del paciente revirtiendo la obstrucción al flujo aéreo y la hipoxemia si está presente, de la forma más rápida posible, y posteriormente instaurar o revisar el plan terapéutico para prevenir nuevas crisis. La pauta de tratamiento en la exacerbación leve debe incluir la administración de broncodilatadores agonistas β2-adrenérgicos de acción corta (SABA), glucocorticoides orales y oxígeno (si es necesario).

Los SABA inhalados son los fármacos broncodilatadores más eficaces y rápidos en el tratamiento de la exacerbación asmática. Si en las primeras 2 horas del tratamiento se constata una evolución favorable (desaparición de síntomas, FEV1 superior al 80% del teórico o del mejor valor personal del paciente) y ésta se mantiene durante 3-4 horas, no son necesarios más tratamientos. Sin embargo, en pacientes no controlados adecuadamente con combinaciones inhaladas de corticosteroides y SABA administradas a demanda, puede recurrirse a combinaciones similares con agonistas β2 de acción prolongada (LABA), como salmeterol, formoterol, vilanterol, etc.

En el tratamiento de mantenimiento a largo plazo del asma se distinguen varios escalones de complejidad creciente, que deben ajustarse a la respuesta y el nivel de control que manifieste el paciente, siendo necesaria una evaluación periódica del paciente para determinar si se cumplen los objetivos terapéuticos. En todos los escalones de tratamiento, los corticosteroides inhalados (CSI) son de elección para el control a largo plazo del asma, a dosis crecientes según la gravedad del cuadro asmático, y empleándose junto con un LABA en los casos más graves. Además, a estos puede asociarse tiotropio (anticolinérgico) y/o un antagonista de los receptores de leucotrienos (LTRA) y/o administrar corticosteroides orales (CSO), si la gravedad de la patología así lo recomienda (GEMA, 2018). En todos los escalones, no obstante, se pueden utilizar agonistas β2 adrenérgicos de acción corta administradas a demanda.

El uso de glucocorticoides sistémicos acelera la resolución de las exacerbaciones. Excepto en crisis muy leves, deben administrarse siempre, especialmente si: a) no se consigue una reversión de la obstrucción de las vías respiratorias con SABA; b) el paciente estaba tomando ya CSO; c) el paciente ha tratado ya su pérdida de control previa con otras opciones terapéuticas sin éxito; d) existen antecedentes de exacerbaciones previas que requirieron CSO. Es importante señalar que el uso prolongado de corticosteroides sistémicos suele asociarse con efectos adversos, en ocasiones graves.

Además de los fármacos anteriormente indicados, los anticuerpos monoclonales han abierto un importante capítulo en el tratamiento de mantenimiento del asma. Básicamente, los fármacos biotecnológicos ya autorizados contemplan las siguientes vías inmunofarmacológicas:

  • El bloqueo de la producción o actividad de citocinas proinflamatorias implicadas, como la IL-5: mepolizumab y reslizumab. Están autorizados como tratamiento adicional en pacientes adultos con asma grave no controlada eosinofílica.
  • Impedir la unión de la Ig E a sus receptores en los mastocitos y basófilos inhibiendo la reacción de hipersensibilidad inmediata y la subsiguiente cascada inflamatoria: omalizumab. Está autorizado como tratamiento adicional en asma persistente grave alérgica mediada de forma convincente por IgE.

Cabe recordar que el asma grave no controlada se define como la enfermedad asmática que persiste mal controlada4 a pesar de recibir tratamiento con una combinación de CSI a dosis elevadas junto con un LABA en el último año, o bien CSO durante al menos seis meses del mismo periodo. En nuestro medio, la prevalencia de pacientes con asma grave no controlada es aproximadamente del 3,9% del total de la población asmática, de entre los cuales el asma eosinofílica representa aproximadamente el 25% de los casos (y el 40-60% de todos los casos de asma). Esta última se caracteriza por la presencia de eosinófilos en biopsias bronquiales y esputo (mayores niveles de eosinófilos se asocian a mayor gravedad), a pesar de dosis altas de corticosteroides; suele ser de inicio tardío y se relaciona con pólipos nasales, rinosinusitis e infecciones del tracto respiratorio.

Finalmente, la inmunoterapia con alérgenos específicos es un tratamiento de mantenimiento indicado en el asma alérgica bien controlada, siempre que se haya demostrado una sensibilización mediada por la inmunoglobulina E frente a aeroalérgenos comunes, y se utilicen extractos bien estandarizados.

ACCIÓN Y MECANISMO

El benralizumab es un anticuerpo monoclonal humanizado antieosinófilos que se une con elevada afinidad y especificidad a la subunidad α de los receptores para IL-5 (IL-5Rα), los cuales se expresan específicamente en la superficie de eosinófilos y basófilos. Ha sido autorizado para el tratamiento de mantenimiento adicional en pacientes adultos con asma grave eosinofílica no controlada a pesar de la administración de corticosteroides inhalados en dosis altas y agonistas β de acción prolongada.

Mediante su unión a IL-5Rα, benralizumab inhibe la hetero-oligomerización de las subunidades alfa y beta del receptor y bloquea el desencadenamiento de la señal de transducción. De esta forma, se opone a que la citosina IL-5 ejerza sus efectos sobre eosinófilos y basófilos, inhibiendo el crecimiento, diferenciación, reclutamiento y activación de eosinófilos, pues todo el ciclo biológico de los mismos está estrictamente mediado por IL-5.

Por otro lado, la ausencia de fucosa en el dominio Fc del anticuerpo determina una gran afinidad por los receptores FcɣRIIIa, los principales receptores de Fc expresados en células efectoras inmunitarias, como las células NK y los macrófagos. Esto conlleva a la apoptosis de eosinófilos y basófilos –en cuya superficie está unido el benralizumab– mediante un refuerzo de la citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos. Así, contrarresta la inhibición de la apoptosis de eosinófilos que tiene lugar en pacientes con asma eosinofílica, y es capaz de impedir que éstos liberen las enzimas pro-inflamatorias (responsables del daño epitelial) y los mediadores que amplifican la respuesta inflamatoria, todo lo cual revierte en la reducción de la inflamación.

El tratamiento con benralizumab produce una depleción casi completa (≥95%) de los eosinófilos en sangre en las 24 horas siguientes a la primera dosis, que se mantiene durante todo el periodo de tratamiento. Ese efecto se acompaña de una reducción de los basófilos en sangre (aunque en menor medida), así como de una disminución en suero de las proteínas granulares eosinofílicas, de la neurotoxina derivada de eosinófilos, de la proteína catiónica de los eosinófilos, lo que demuestra que no induce por sí mismo la activación o la necrosis de eosinófilos, sino que depende de la citotoxicidad ejercida por las células NK (Matera, 2017).

También se ha demostrado que benralizumab consigue reducir el número de eosinófilos de la mucosa de las vías respiratorias con respecto al momento basal, en más del doble que el placebo.

ASPECTOS MOLECULARES

El benralizumab es un anticuerpo monoclonal humanizado de tipo IgG1κ compuesto de dos cadenas pesadas idénticas, de aproximadamente 49.400 Da cada una, y dos cadenas ligeras también idénticas entre sí, de unos 23.500 Da cada una. Presenta una N-glicosilación en el dominio CH2 de la cadena pesada, en la asparagina en posición 301 (Asn301) formado por un complejo bicatenario de oligosacáridos.

La línea celular de células de ovario de hámster chino (en que se produce el fármaco mediante tecnología de ADN recombinante) ha sido modificada adecuadamente por ingeniería genética para eliminar la competencia de la fucosilación y prevenir que ocurra en la molécula de benralizumab.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas de benralizumab han sido adecuadamente contrastadas en las indicaciones autorizadas mediante tres ensayos clínicos pivotales de fase 3 (confirmatorios de eficacia y seguridad), multicéntricos, doblemente ciegos, de grupos paralelos, aleatorios y controlados con placebo, de 28 a 56 semanas de duración, en pacientes de 12 a 75 años.

Dos de ellos evaluaron el efecto sobre las exacerbaciones (estudio D3250C00017 –SIROCCO– y D3250C00018 –CALIMA–) y el tercero analizó la reducción en el uso de corticosteroides orales (estudio D3250C00020 –ZONDA–) de una pauta de benralizumab consistente en tres dosis de 30 mg administradas una cada cuatro semanas, seguido de una dosis de 30 mg cada 4 u 8 semanas. El tratamiento experimental fue administrado a los pacientes con asma grave no controlada siempre por vía subcutánea, como tratamiento adicional al tratamiento de base, constituido en todos los casos por corticosteroides más LABA inhalados.

Aunque con ciertas diferencias entre los tres ensayos, todos los pacientes aleatorizados debían de tener antecedentes de asma que requiriera dosis medias-altas de CSI+LABA durante al menos un periodo de 12 meses, así como tratamiento documentado con CSI+LABA durante los últimos 3-6 meses, con tratamientos adicionales para el control del asma durante, al menos, 30 días (CSO de forma continuada en los 6 últimos meses en el estudio ZONDA). Además, debían presentar asma documentada mediante reversibilidad de la obstrucción al flujo aéreo (FEV15 pos-broncodilatador ≥12% y 200 ml), obstrucción persistente al flujo aéreo (FEV1 pre-broncodilatador <80% del valor predicho) y al menos una exacerbación en el año previo.

Las características más relevantes de dichos ensayos clínicos se resumen en la Tabla 1: en la primera mitad con fondo azul, se muestran las relativas a la población de pacientes incluida en el estudio y, con fondo verde, se destacan los principales resultados de eficacia clínica obtenidos. Si bien en los estudios de exacerbaciones no se empleó como criterio de selección de pacientes el carácter eosinofílico de la patología, el análisis primario de los datos se realizó en la población de pacientes tratados con altas dosis de CSI y recuentos de ≥300 eosinófilos/μl de sangre.

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Además de estos datos, cabe destacar que, en los subanálisis post-hoc derivados de los ensayos SIROCCO y CALIMA, se observó una mayor reducción en la variable primaria en aquellos pacientes que habían presentado 3 o más exacerbaciones en el año anterior (reducción relativa del riesgo de hasta el 57% frente a placebo). No obstante, en la subpoblación de pacientes con recuento de linfocitos en sangre <300 células/μl, el poder estadístico obtenido para tasa anual de exacerbaciones es insuficiente para detectar diferencias entre los brazos de tratamiento. En línea con estos resultados, tampoco se evidenció un efecto remarcable de benralizumab sobre la tasa de exacerbaciones que requirieron visita a urgencias/hospitalización en el ensayo CALIMA, puesto que la baja tasa de eventos en el grupo placebo (0,10) no permite extraer conclusiones al respecto. Se observa, además, que una dosificación del fármaco más frecuente (una dosis cada cuatro semanas) no aporta un beneficio clínico adicional sobre el régimen de dosificación recomendado.

Respecto al ensayo ZONDA, se podría también destacar que el tratamiento con benralizumab permitió la reducción de ≥90% en la dosis diaria de CSO en el 37% de los pacientes (vs. 12% en el grupo placebo), siendo significativa la diferencia en el número de pacientes que pudieron retirar completamente los CSO de su medicación antiasmática (52% con benralizumab vs. 19% en el grupo placebo).

Desde el punto de vista de la seguridad, se tienen datos de 2.514 pacientes que han recibido al menos una dosis de benralizumab en los ensayos de fase II y III durante el desarrollo clínico del medicamento; el grueso de los datos deriva, no obstante, de los dos ensayos pivotales más amplios (SIROCCO y CALIMA). El perfil toxicológico de benralizumab es relativamente benigno, con una incidencia de eventos adversos similar a la del placebo (73,6-73,8% con los dos regímenes experimentales de benralizumab y 78% con placebo), fundamentalmente de carácter leve o moderado, y transitorios.

Los eventos adversos más frecuentes fueron cefalea (8,6% con benralizumab en el régimen autorizado vs. 6,3% con placebo), faringitis (5,0% vs. 3,4%), reacciones de hipersensibilidad (3,2% en ambos brazos), pirexia (2,9% vs. 1,7%) y reacciones en el sitio de inyección (2,2% vs. 1,9%). La frecuencia de acontecimientos adversos graves (incluyendo los casos mortales) fue mayor en los brazos placebo que el los de tratamiento experimental, por lo que no se pueden relacionar directamente con el fármaco. Ninguno de los fallecimientos que se produjeron en los ensayos de fase III fue relacionado con el tratamiento por parte del investigador, salvo un caso en el estudio ZONDA debido a neumonía con insuficiencia respiratoria.

Por último, 107 pacientes (13%) de los tratados con la pauta posológica autorizada desarrollaron ­anticuerpos frente a benralizumab (la mayoría fueron neutralizantes y persistentes), lo cual se relacionó con un aumento en el aclaramiento del fármaco y en los niveles de eosinófilos. Con todo, no hay datos suficientes para relacionar la presencia de anticuerpos con variaciones de los perfiles de eficacia y seguridad.

ASPECTOS INNOVADORES

El benralizumab es un anticuerpo monoclonal humanizado antieosinófilos que se une con elevada afinidad y especificidad a la subunidad α de los receptores para IL-5 (IL-5Rα) expresados específicamente en la superficie de eosinófilos y basófilos, induciendo la apoptosis de dichas células mediante el refuerzo de la citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos (mediada, principalmente, por células NK). Ha sido autorizado para el tratamiento de mantenimiento adicional en pacientes adultos con asma grave eosinofílica no controlada a pesar de la administración de corticosteroides inhalados en dosis altas y agonistas β de acción prolongada.

Los datos procedentes de dos ensayos clínicos confirmatorios, SIROCCO y CALIMA, muestran que benralizumab es capaz de reducir la tasa de exacerbaciones del asma en un 51% y un 28%, respectivamente, en comparación con placebo en la subpoblación de pacientes con niveles plasmáticos elevados de eosinófilos (≥ 300 células/μl) y en tratamiento con altas dosis de CSI. En ambos estudios, los pacientes tratados con benralizumab también mostraron mejorías notables de la función pulmonar.

No obstante, la reducción en términos absolutos de –0,78 y –0,29 exacerbaciones/paciente/año, respectivamente, son consideradas de relevancia modesta desde el punto de vista clínico (EMA, 2017). A ello cabe agregar que las mejoras significativas en las puntuaciones de los cuestionarios de control asmático y calidad de vida asmática se situaron por debajo de la diferencia mínima considerada clínicamente relevante, que se sitúa en 0,5 puntos.

Un tercer ensayo –ZONDA– demostró que el tratamiento con benralizumab permite una reducción significativa en la dosis de corticosteroides orales adicionales, permitiendo en un importante porcentaje de pacientes la retirada completa de los CSO (52% vs. 19% en el brazo de placebo). Confirmó, además, la consistencia de los resultados obtenidos en los otros dos ensayos sobre la función pulmonar, la puntuación de los síntomas de asma y la calidad de vida de los pacientes con asma grave eosinofílica.

Por otro lado, el perfil toxicológico aceptable de benralizumab es equiparable al que han mostrado los otros anticuerpos monoclonales que actúan sobre la misma vía de señalización, esto es, mepolizumab y reslizumab (introducidos en el mercado español en los últimos 3 años). Sin embargo, no se han establecido aún conclusiones sobre el efecto en la seguridad clínica del fármaco de los anticuerpos neutralizantes que desarrollan un 13% de los pacientes tratados con benralizumab. Además, los ensayos clínicos principales no incluyeron pacientes con enfermedades pulmonares graves, infecciones respiratorias del tracto respiratorio superior o inferior demandantes de tratamiento o con patologías cardíacas, lo cual abre una ventana de incertidumbre en su uso a largo plazo en la población real con asma eosinofílica.

Merece una reseña el hecho de que benralizumab inaugura una nueva diana farmacológica al actuar sobre el receptor de IL-5 (IL-5R) en lugar de sobre la propia molécula de IL-5 (como hacen mepolizumab y reslizumab). Sin embargo, sus efectos farmacológicos serán los mismos, en tanto que ambos mecanismos inhabilitan la vía de la IL-5, que regula el ciclo biológico completo de los eosinófilos, desde su producción a su activación y su apoptosis.

Los dos anticuerpos anti-IL5 se autorizaron, igual que benralizumab, como tratamiento adicional en pacientes con asma grave no controlada eosinofílica, en pautas de dosis cada 4 semanas. Hasta el momento, no se dispone de comparaciones directas entre la eficacia clínica de benralizumab y la de esos dos anti-IL-5 para la misma indicación, ni frente a omalizumab en aquellos pacientes que cumplen a la vez con el criterios de asma alérgica persistente mediada por Ig E (en torno al 30% de los pacientes con asma eosinofílica).

Las comparaciones indirectas se ven limitadas por la variabilidad en las características basales de las poblaciones incluidas en los ensayos clínicos. En todo caso, si se analizan los resultados de eficacia de mepolizumab y reslizumab sobre la tasa de exacerbaciones en pacientes con asma eosinofílica (Cuéllar, 2016; Cuéllar, 2017), se observan reducciones significativas con valores cercanos al 50% frente a placebo. Son datos muy similares al obtenido para benralizumab, por ejemplo, en el ensayo SIROCCO. Todo hace pensar, por tanto, que no hay diferencias sustanciales entre benralizumab, mepolizumab y reslizumab.

Benralizumab podría presentar una ventaja relativa frente a reslizumab respecto a la vía de administración, pues la vía subcutánea se suele preferir por su comodidad frente a la perfusión intravenosa. No obstante, tiene la desventaja frente a mepolizumab (que se puede administrar en niños desde los 6 años) de que solo está autorizado en pacientes adultos. Además, mepolizumab –cabeza de serie que inauguró la vía farmacológica de la IL-5– demostró una reducción significativa en la dosis adicional de CSO, por lo que este efecto de benralizumab tampoco implica un avance extraordinario. La pauta administración cada 8 semanas de benralizumab sí podría suponer una ventaja frente a los anti-IL-5 en cuanto a la adherencia al tratamiento, si bien no existen datos concluyentes y hay que recordar que sus tres primeras dosis se administran cada 4 semanas.

En definitiva, la evidencia apunta hacia un mayor beneficio del tratamiento con benralizumab en aquellos pacientes con asma grave que hayan presentado mayor número de exacerbaciones (3 o más) en el año y con mayor concentración de eosinófilos. De hecho, considerando factores de eficacia y eficiencia, el IPT (AEMPS, 2019) sugiere que para el tratamiento con inhibidores de la vía de IL-5 (incluyendo benralizumab) se debe priorizar a los pacientes con asma eosinofílica refractaria grave que presenten eosinofilia ≥500 células/μL en sangre.

Benralizumab emerge como una nueva opción de tratamiento para pacientes con asma eosinofílica grave no controlada, como alternativa a mepolizumab o reslizumab, pues también actúa mediante la inhibición de la vía de la IL-5. La indicación ha sido restringida a pacientes con mal control del asma a pesar del tratamiento con dosis altas de CSI, considerando que, de acuerdo a las guías actuales en los pacientes tratados con dosis medias de CSI se recomienda aumentar la dosis antes de iniciar el tratamiento con un anti-IL-5 o con un antagonista de los receptores de IL-5. No supone, pues, ninguna innovación disruptiva en el tratamiento de la patología.

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Ocrelizumab ▼ Ocrevus® (Roche) en esclerosis múltiple

Resumen

Ocrelizumab es un anticuerpo monoclonal que actúa de forma selectiva contra linfocitos B que expresan CD20, un antígeno de superficie celular que se encuentra en linfocitos pre-B, linfocitos B maduros y linfocitos B de memoria. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con formas recurrentes de esclerosis múltiple (EMR) con enfermedad activa definida por características clínicas o de imagen y para el tratamiento de pacientes adultos con esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP) temprana que presenten actividad inflamatoria en las pruebas de imagen.

La acción inmunomoludadora del fármaco en EM parece deberse a la depleción de linfocitos B, limitando su efecto en la destrucción de las vainas de mielina neuronales (evento crucial en la patogénesis de EM). Los datos derivados de dos amplios estudios pivotales de fase 3 han demostrado eficacia clínicamente significativa de ocrelizumab frente a interferón β-1a (fármaco de primera línea) en pacientes con EM recurrente, con una reducción del 46,4% de la tasa anualizada de recaídas a las 96 semanas. En otro ensayo clínico confirmatorio en pacientes con EM primaria progresiva (EMPP), el tratamiento con ocrelizumab se asoció con una reducción del 24% del riesgo de progresión de la discapacidad a las 12 semanas en comparación con placebo. En los tres estudios, los resultados de las variables primarias se complementaron con mejorías en otras variables secundarias clínicas y de resonancia magnética nuclear.

Desde el punto de vista toxicológico, ocrelizumab presenta un perfil de seguridad similar al de otros inmunosupresores intravenosos. Generalmente es bien tolerado, siendo los efectos adversos más relevantes las reacciones relacionadas con la perfusión (que se atenúan con la premedicación adecuada de corticosteroide más antihistamínico) y las infecciones del tracto respiratorio. Sin embargo, la incertidumbre sobre el riesgo de infecciones oportunistas y potencial riesgo de carcinogenicidad a largo plazo limitan su posicionamiento terapéutico.

En definitiva, ocrelizumab emerge como una nueva opción de tratamiento para pacientes con EMR que no respondan al menos a un fármaco modificador de la enfermedad (FAME), y como alternativa a otros fármacos de segunda línea (natalizumab, fingolimod o alemtuzumab), si bien puede plantearse como primera opción terapéutica en pacientes de EMR con curso rápido o agresivo y mal pronóstico. En el tratamiento de EMPP (forma de presentación de EM que afecta hasta a un 15% de los pacientes y supone una necesidad médica no cubierta), ocrelizumab aporta una innovación importante al tratarse del primer fármaco autorizado con esta indicación específica.

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad inflamatoria crónica autoinmune del sistema nervioso central (SNC). Se caracteriza por la presencia de múltiples placas diseminadas de desmielinización –por lo que se la denomina también esclerosis en placas o esclerosis diseminada– distribuidas a lo largo del cerebro y la médula espinal, dando lugar a múltiples y variados síntomas y signos de disfunción del SNC (Fernández, 2018).

Esta enfermedad afecta a más de 2,5 millones de personas a nivel mundial, especialmente a adultos jóvenes, y se la considera la causa de invalidez de tipo no traumático más frecuente en esta población. La edad típica de comienzo de la enfermedad es entre los 16 y los 50 años de edad, con un máximo entre los 20 y los 40, siendo muy rara su aparición antes de los 10 años o después de los 70 años de edad. Es dos veces más común en las mujeres, en las cuales suele comenzar más temprano, y su prevalencia es mayor en los países del norte de Europa, siendo menos común en el área mediterránea. En España, la prevalencia se sitúa en los 100-125 casos por cada 100.000 habitantes.

El curso de la enfermedades variable. Se caracteriza mayoritariamente por la presencia de periodos de remisión y recaídas, con alguna discapacidad acumulativa, y, aunque la discapacidad física puede aparecer desde el inicio de la enfermedad, lo más frecuente es que comience a manifestarse tras varios años de evolución. Así pues, se trata de una enfermedad con un carácter lentamente progresivo, con remisiones y exacerbaciones recurrentes.

Las manifestaciones clínicas son muy variadas, dependiendo de los nervios afectados. Así, pueden observarse alteraciones musculares y de la coordinación, sensoriales, alteraciones neurológicas, trastornos visuales o disfunciones sexuales.

Entre los trastornos muscularesse describen la debilidad muscular (que puede intensificarse con el calor), la fiebre o el esfuerzo. Esta debilidad se traduce también en fatiga, que se añade a la causada por los problemas de movilidad y que, si afecta a la respiración, deriva en una situación de discapacidad muy compleja y grave. Los músculos también pueden estar tensos o rígidos (espasticidad). Si afecta a nervios craneales, puede provocar parálisis facial. La afectación del cerebelo puede ocasionar trastornos en el habla, temblor y dificultad de coordinación que, junto con los trastornos del equilibrio y la debilidad muscular, la espasticidad, la fatiga y las alteraciones sensoriales, contribuyen a uno de los signos patognomónicos de la EM como son los trastornos de la marcha. Estos son muy frecuentes (aparecen en casi el 50% de los pacientes incluso en fases tempranas) y de los más limitantes para la actividad diaria de los pacientes.

Las alteraciones sensoriales asimismoson muy frecuentes. Suelen iniciarse distalmente, con hormigueo o entumecimiento en la punta de los dedos –parestesias– y con posible aparición de dolor (disestesias). La afección de algunos nervios craneales puede dar lugar a cefaleas (neuralgia del trigémino) o alteraciones del sentido del gusto y la propiocepción.

La EM puede también ocasionar trastornos visuales: la inflamación del nervio óptico (neuritis óptica) da lugar a dolor ocular, que empeora con el movimiento del globo, pérdida de visión y/o percepción del color, y la parálisis de los músculos oculares puede causar diplopía.

En dos tercios de los casos pueden observarse trastornos de la función vesical(incontinencia en los primeros estadios que puede derivar en retención urinaria) y la función intestinal(estreñimiento, diarrea). También la función sexualpuede verse alterada por problemas de erección y lubricación, disminución de la excitación y perdida de sensibilidad. Pueden observarse, además, alteraciones neuropsicológicas, ya que la afección del SNC puede conducir a un procesamiento más lento de la información, fallos de atención, problemas de memoria y alteración de las funciones ejecutivas. Este amplio abanico de síntomas podría alterar el estado emocionalde la persona, aumentando en estos pacientes la incidencia de depresión y ansiedad, que empeoran algunos de los síntomas anteriormente mencionados. En la Figura 1 se resumen las principales manifestaciones clínicas de la EM.

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Figura 1. Manifestaciones clínicas de la EM.

El desarrollo de la EM se atribuye, como en otras patologías autoinmunes, a la exposición a factores de riesgo ambientales de individuos genéticamente predispuestos. En este caso, entre los factores genéticos de riesgo se han identificado el haplotipo HLADRB1 y genes que codifican receptores de la célula T. Entre los factores ambientales de riesgo se han descrito la infección previa por algunos virus como el de Epstein-Barr, el tabaco, las toxinas ambientales y los niveles bajos de vitamina D. Las hormonas sexuales afectan también a la sintomatología y evolución de la EM, observándose un efecto protector de los estrógenos y progestágenos (de hecho, la EM mejora en el embarazo), así como de niveles altos de testosterona.

En la etiopatogenia de la EM se consideran 2 fases: a) en primer lugar, un proceso inflamatorio autoinmune que caracteriza los años iniciales y se manifiesta por brotes, y en el que se constatan por resonancia magnética nuclear (RMN) lesiones desmielinizantes que afectan tanto a la sustancia blanca como a la gris; y b) en segundo lugar, un proceso degenerativo, consecuencia del daño neuronal irreversible, que, si bien existe desde las primeras etapas, constituirá el sustrato de la fase progresiva tardía. El estudio histopatológico de las placas muestra lesiones formadas por infiltrados de células, con desmielinización y gliosis (proliferación de astrocitos y perdida neuronal que da lugar a una cicatriz glial).

Se ha propuesto que un antígeno, todavía desconocido pero probablemente de origen externo (posiblemente herpesvirus o retrovirus humanos, como el virus inotrópico de células T humanas –HTLV-1–, que causa la paraparesia espástica tropical, o virus implicados en infecciones comunes, como el sarampión), desencadenaría, por mimetismo molecular con la fracción proteica de la mielina, la reacción autoinmune. Ese antígeno se presentaría sobre la superficie de los macrófagos en combinación con moléculas del MHC de clase II. La resultante estimulación de los linfocitos T cooperadores (helper, Th1) provocaría la expresión de LFA-1 y de VLA-4, facilitando la unión de dichos linfocitos T a moléculas de adhesión, como la ICAM-1 y la VCAM-1, sobre las células endoteliales de los vasos sanguíneos, facilitando su migración a través del endotelio y su penetración en el SNC.

La destrucción de la mielina se debe a 3 mecanismos complementarios:

  • Liberación de TNFα por los linfocitos Th1.
  • Liberación de TNFα y de radicales libres de oxígeno, óxido nítrico y proteasas por los macrófagos activados.
  • Activación de la cascada del complemento mediante anticuerpos.

La principal consecuencia de la destrucción de las vainas mielínicas es la alteración de la conducción de los impulsos nerviosos transmitidos por las fibras desmielinizadas. La velocidad de transmisión se hace más lenta y los estímulos no se transmiten correctamente o incluso no lo hacen en modo alguno. El grado de anormalidad de la conducción puede variar dependiendo de circunstancias como la temperatura corporal, el ejercicio o la composición iónica del espacio extracelular. La sintomatología de la enfermedad depende de este fenómeno. En el caso concreto de la temperatura, tiene consecuencias clínicas importantes, ya que la mayoría de los pacientes experimentan un empeoramiento de sus síntomas al aumentar la temperatura corporal.

La EM se asocia a un primer episodio con síntomas neurológicos indicativos de desmielinización (síndrome desmielinizante aislado), que persiste durante al menos 24 horas. Esta situación no implica un diagnóstico de EM y, a partir de ella, puede desarrollarse o no EM. Dependiendo de su comportamiento clínico, la EM puede clasificarse en:

  • EM remitente-recurrente, que afecta al 85-90% de los pacientes con EM. Se caracteriza por recaídas y remisiones, que pueden ser parciales o completas. Tiene un inicio brusco, con la máxima expresión de los síntomas en unas horas o pocos días, disminuyendo de intensidad hasta remitir prácticamente de forma completa durante un largo periodo antes de un nuevo brote.
  • EM progresiva secundaria. Comienza de la misma forma que la EM remitente-recurrente, pero en algún momento se produce un deterioro continuo, sin relación con los ataques agudos. El 50% de los pacientes con EM remitente-recurrente terminará por sufrir la forma progresiva secundaria, por lo que parece que esta forma podría ser la fase tardía de la EM remitente-recurrente.
  • EM primaria progresiva (EMPP). Como su nombre indica, no se manifiestan recaídas bruscas ni remisiones, sino un deterioro neurológico continuo y progresivo desde el inicio. Este tipo de esclerosis se manifiesta en aproximadamente el 10-15% de los pacientes diagnosticados de EM.
  • EM progresiva-recurrente. Representa un 5% de los casos de EM, que presentan una progresión lenta, como en la progresiva primaria, pero con brotes agudos más graves.

Esta distinción entre tipos de EM es importante, dado que no responden igual a los tratamientos disponibles y, de hecho, la mayoría de ellos carecen de efecto sobre la forma progresiva primaria. Aunque las remisiones asintomáticas pueden perdurar hasta más de 10 años, algunos pacientes tienen crisis frecuentes y rápidamente llegan a la incapacitación.

En general, a los 5 años de la aparición de los primeros síntomas, algo más del 50% de los pacientes tiene algún tipo de afectación leve, en otro 40% hay afectación moderada y en menos de un 10% es grave. Se estima que en torno al 70% de los pacientes está en condiciones de trabajar habitualmente. No obstante, a los 15 años desde el inicio de los síntomas, solo el 25-30% de los pacientes continua con una afectación leve y un 50% requiere ayuda para caminar. A los 20 años, solo un 35% de los pacientes continúa en condiciones de trabajar y un 20% ha fallecido como consecuencia de las complicaciones. Globalmente, la EM produce una reducción media sobre la duración de la vida en los varones de unos 9 años y hasta de 14 en las mujeres. La esperanza de vida es de unos 25 años tras el comienzo de la enfermedad, aunque con notables variaciones interindividuales.

El pronóstico depende fundamentalmente del número de ataques, siendo un signo de mal pronóstico la existencia de una elevada frecuencia de recaídas durante los primeros años de la enfermedad (la frecuencia media de ataques en los primeros años es de uno anual). Igualmente, el tipo de ataques es relevante para el pronóstico, ya que los síntomas primarios de tipo motriz, ataxia o problemas bulbares se asocian con peores pronósticos, mientras que si son de tipo visual, el pronóstico es más favorable.

Desde el punto de vista terapéutico, en la actualidad tiende a hablarse de formas de EM que cursan con/sin actividad (episodios agudos de disfunción neurológica, y/o aparición de nuevas lesiones o captación de contraste y/o progresión). El tratamiento de la EM tiene como objetivos reducir la gravedad y la frecuencia de las recaídas, limitar la discapacidad persistente, aliviar los síntomas y promover la reparación tisular. Para ello, el tratamiento debe contemplar tanto farmacoterapia como tratamiento rehabilitador físico y neuropsicológico. Este último mejora la capacidad motora y la calidad de vida de los pacientes y, supervisado por el neurólogo, se adecuará a la situación del paciente: podrá incluir fisioterapia, atención psicológica, terapia ocupacional y logopedia.

En cuanto a la farmacoterapia, no existe por el momento ningún tratamiento curativo de la enfermedad y se aborda desde 3 perspectivas: i) tratamiento de fase aguda (corticoides), que reduzcan la gravedad del brote y su repercusión posterior; ii) tratamiento modificador de la enfermedad, para el que se dispone de cada vez más fármacos, que actúan a diferentes niveles; y iii) tratamiento sintomático, para aliviar la sintomatología y mejorar así la calidad de vida del paciente.

Atendiendo al carácter inflamatorio e inmunológico de la EM, el tratamiento de elección para las recaídas agudas son los corticosteroides. Reducen la intensidad y la duración de la recaída, probablemente reduciendo el edema, pero no afectan a la progresión de la discapacidad.

La terapia modificadora de la enfermedad busca reducir la frecuencia y la intensidad de los ataques y prevenir la acumulación de discapacidad. En la actualidad, se encuentran autorizados en la Unión Europea varios fármacos modificadores de la enfermedad (FAMEs), entre los que se encuentran agentes inmunomoduladores (beta-interferones, peginterferón beta-1a, acetato de glatirámero), anticuerpos monoclonales (antagonistas de la alfa-4-beta integrina [natalizumab] y anti-CD52 [alemtuzumab)), agentes inmunosupresores y citotóxicos. Entre las terapias orales se encuentran fingolimod (análogo de esfingosina), teriflunomida (inhibidor de la síntesis “de novo” de pirimidinas) y dimetilfumarato (derivado del ácido fumárico que activa la vía de transcripción del factor nuclear 2) (AEMPS, 2018). Otros tratamientos usados en el pasado para tratar la EM, como mitoxantrona o azatioprina se encuentran en desuso. Hasta ahora, los fármacos disponibles solo eran útiles en la forma remitente-recurrente y algunos en la progresiva secundaria, pero no en la progresiva primaria.

Los fármacos inmunomoduladoresempleados en el tratamiento de las formas recurrentes de EM son el interferón (IFN) beta y el acetato de glatirámero. El IFN beta (1a y 1b) ha demostrado un efecto beneficioso en cuanto a reducción del número y de la gravedad de las recaídas, así como una importante mejoría de las lesiones. El IFN beta 1b está indicado en pacientes ambulatorios con formas remitentes-recurrentes de EM, capaces de andar, para reducir la frecuencia y la gravedad de las recaídas. También está indicado para ralentizar la progresión de la enfermedad y reducir la frecuencia de las exacerbaciones clínicas, en pacientes con y sin exacerbaciones y en todos los niveles de incapacidad investigados (no se ha estudiado a los pacientes leves ni a aquellos que no podían andar). El tratamiento de 2 años en estos casos ha demostrado un significativo incremento del tiempo hasta la progresión de la enfermedad, así como otros importantes beneficios, tales como el retardar la necesidad de utilizar silla de ruedas, reducir el consumo de corticosteroides y el número de hospitalizaciones.

Por su parte, el IFN beta 1a está indicado en el tratamiento de pacientes ambulatorios con formas remitentes-recurrentes de EM, capaces de andar, en los que reduce la frecuencia (30%) y la gravedad de las recidivas clínicas, así como el número de hospitalizaciones causadas por la enfermedad. Se observa además una prolongación del intervalo sin enfermedad (períodos de remisión), pero no un efecto importante sobre la progresión de la enfermedad. El peginterferón beta 1a tiene la misma indicación y presenta una semivida más prolongada que el IFN no pegilado. Las dos formas de interferón (INFβ-1b e INFβ1a) son los únicos medicamentos disponibles para el tratamiento de las formas secundariamente progresivas con brotes.

El acetato de glatirámero es una mezcla de péptidos sintéticos formados por copolímeros de ácido L-glutámico, L-alanina, L-tirosina y L-lisina, parcialmente acetilados. No se conoce su mecanismo de acción, aunque se ha sugerido que podría actuar como un péptido que mimetiza a la proteína base de la mielina, provocando un efecto inductor de los linfocitos T supresores, deficitarios en la EM, e inhibiendo el efecto de los antígenos anti mielina del SNC, al inhibir el efecto de los linfocitos T autorreactivos. El acetato de glatirámero actúa sobre las células dendríticas, que tienen una intensa capacidad presentadora de antígenos, orquestando las respuestas Th1 y Th2. Es capaz de reducir en un 30% el número de recaídas, y la discapacidad resultante, en los pacientes con EM de tipo remitente-recurrente. Sin embargo, no hay evidencia de que este tratamiento tenga efectos beneficiosos sobre la duración o la gravedad de la recaída. Tampoco hay datos clínicos significativos en pacientes afectados con formas progresivas de la enfermedad.

Una nueva opción en estas situaciones es natalizumab, un anticuerpo monoclonal que inhibe selectivamente las moléculas de adhesión, uniéndose a la subunidad α4 de las integrinas humanas, evitando así la penetración de los leucocitos al SNC inflamado y facilitando con ello la reducción de la inflamación y de las lesiones neurológicas asociadas a la EM. Natalizumab ha demostrado ser capaz de reducir la frecuencia de los ataques y frenar, en cierto grado, la progresión de la enfermedad a través de un mecanismo innovador (que le permite ser combinado con otras terapias). Ha demostrado eficacia clínica contrastada en estudios de 2 años de duración, actividad en cuadros insatisfactoriamente tratados con IFN beta y una buena tolerabilidad general del tratamiento, con una incidencia global de efectos adversos levemente superior al placebo y sin los molestos síntomas de tipo gripal del IFN. Todo ello, añadido a una pauta de ­administración notablemente más aceptable, ha motivado que haya sido autorizado como tratamiento modificador de la enfermedad en monoterapia en la EM remitente-recurrente muy activa para pacientes con elevada actividad de la enfermedad a pesar del tratamiento con un IFN beta o bien pacientes con EM remitente-recurrente grave de evolución rápida.

Recientemente, la EMA ha autorizado el uso de cladribina (Mavenclad®) en la EM remitente-recurrente muy activa. Este análogo de desoxiadenosina es más resistente que ésta a la degradación, lo cual aumenta su permanencia intracelular. Cladribina ejerce una acción selectiva sobre los linfocitos frente a otras células en la medula ósea. Ejerce, por tanto, mayor efecto sobre las células del sistema inmune adaptativo que sobre el sistema inmune innato en los linfocitos, donde es eficazmente fosforilada a 2-clorodesoxiadenosina trifosfato, que se acumula e induce la apoptosis al interferir la síntesis de ADN (Cuéllar, 2018).

Hasta ahora el único abordaje eficaz de la EM progresiva primaria, que afecta aproximadamente al 15% de los pacientes, era la terapia inmunosupresora. Los fármacos inmunosupresores más utilizados son ciclofosfamida, azatioprina y natalizumab. El fundamento de la aplicación de ciclofosfamida1 y azatioprina es la disminución de las células en rápida proliferación, entre ellas las linfoides, teóricamente responsables de la destrucción de la mielina del SNC. Sin embargo, el uso de fármacos inmunosupresores en las formas progresivas más graves no ha mostrado un beneficio uniforme y tienen notables riesgos de toxicidad. No obstante, la azatioprina, administrada sola o junto con corticoides orales en dosis bajas, ha demostrado una eficacia modesta en algunos aspectos clínicos como la rapidez de progresión o el número de recaídas, pero no en la incapacidad. Este leve beneficio es el principal motivo que justifica que continúe siendo un fármaco usado en pacientes con múltiples brotes o en rápida progresión. Otros fármacos inmunosupresores ensayados en las formas progresivas primarias, con resultados más o menos decepcionantes (por su escasa eficacia o por su inaceptable toxicidad), han sido la ciclosporina, el clorambucilo y el metotrexato.

En España, las recomendaciones recogidas en el Documento del Grupo de Consenso de la Sociedad Española de Neurología sobre el uso de medicamentos en esclerosis múltiple apuntan al uso de las siguientes opciones en el tratamiento inicial de la EM remitente-recurrente (la más común): INFβ-1b, INFβ-1a, acetato de glatirámero, teriflunomida o dimetilfumarato. Natalizumab, fingolimod y alemtuzumab son considerados alternativas de tratamiento en aquellos casos de evolución rápida y agresiva. Están indicados también para aquellos pacientes que no responden al tratamiento con inmunomoduladores, en pacientes que continúan presentando brotes y actividad lesional (evidenciada con técnicas de neuroimagen), o en aquellos con formas muy graves de inicio. Alemtuzumab se suele reservar para pacientes no candidatos a natalizumab o fingolimod.

Incluso con el tratamiento con fármacos de primera línea, un número importante de pacientes continúa presentando brotes de la enfermedad y/o acumulando discapacidad. Teniendo en cuenta el amplio abanico de opciones terapéuticas disponibles, es indispensable conocer en profundidad el perfil de eficacia y seguridad de cada uno de ellos y ponerlos en contexto frente a las alternativas disponibles, con el fin de decidir cuál es la opción más adecuada en cada caso.

Además, la EM primaria progresiva (EMPP) representa una necesidad médica no cubierta debido a la ausencia de tratamientos efectivos comercializados para este tipo de enfermedad. En ausencia de tratamientos autorizados para la EMPP, diferentes fármacos se utilizan actualmente fuera de indicación en práctica clínica incluyendo micofenolato mofetil, ciclofosfamida, mitoxantrona o rituximab.

ACCIÓN Y MECANISMO

El ocrelizumab es un anticuerpo monoclonal que actúa de forma selectiva contra linfocitos B que expresan CD20, un antígeno de superficie celular que se encuentra en linfocitos pre-B, linfocitos B maduros y linfocitos B de memoria. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con formas recurrentes de esclerosis múltiple con enfermedad activa definida por características clínicas o de imagen y para el tratamiento de pacientes adultos con esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP) temprana que presenten actividad inflamatoria en las pruebas de imagen.

Los mecanismos moleculares a través de los cuales ocrelizumab ejerce los efectos terapéuticos en la EM no se conocen con precisión. Se cree que su valor clínico puede deberse a la inmunomodulación mediante la reducción del número y de la función de las células B que expresan CD20, lo cual puede interferir con su efecto anómalo sobre las proteínas de la mielina de las neuronas y el resto de eventos inmunitarios implicados en la patogenia de la EM. De esa forma, puede aliviar los síntomas y retrasar el empeoramiento de la enfermedad.

La molécula CD20 es una fosfoproteína transmembrana expresada en los linfocitos desde el estadio medio del linfoblasto B (prolinfocito B) y también en tumores de células B, y desaparece durante el estadio final de maduración de células B hacia células plasmáticas. No se desprende de la superficie celular ni circula en plasma como antígeno libre y, por esta razón, no compite por la unión con los anticuerpos; tampoco se interioriza tras la unión del anticuerpo.

Después de la unión al antígeno CD20 de la superficie celular, ocrelizumab puede reducir de forma selectiva el recuento de linfocitos B a través de fagocitosis celular y citotoxicidad celular dependientes de anticuerpos, citotoxicidad dependiente del complemento (CDC) y apoptosis. Se ha demostrado que el tratamiento con ocrelizumab produce la rápida depleción de linfocitos B CD19+2 en la sangre al cabo de 14 días postratamiento, efecto que se mantiene a lo largo del periodo de tratamiento. Debido al efecto deplecionante de las células B, la administración de ocrelizumab está contraindicada en casos de infección activa, inmunosupresión grave o neoplasia maligna activa y debe realizarse el cribado correspondiente antes de iniciar el tratamiento.

Sin embargo, puesto que la molécula CD20 no se expresa en células madre linfoides ni en otras células plasmáticas, la inmunidad innata y el número total de linfocitos T no se ven afectados, y el paciente tratado con ocrelizumab conservará la capacidad de reconstitución de los linfocitos B y la inmunidad humoral preexistente. En la mayoría de pacientes tratados con ocrelizumab se describe una repleción significativa de linfocitos B dos años y medio después de la última administración.

ASPECTOS MOLECULARES

Ocrelizumab es un anticuerpo monoclonal recombinante humanizado de tipo IgG1 producido en células de ovario de hámster chino por tecnología de ADN recombinante. Estructuralmente, consta de dos cadenas ligeras VκI idénticas de 213 residuos aminoacídicos y dos cadenas pesadas del subgrupo VH3 de 451 o 452 aminoácidos cada una. La molécula intacta presenta un peso molecular aproximado de 145,5 kD y una fórmula molecular C6482H9952N1712O014S46.

Normalmente, el aminoácido asparagina de la posición 302 (Asn302) de cada una de las dos cadenas pesadas se encuentra unido a una cadena glucídica, de ahí la naturaleza glucoproteica en que normalmente se presenta ocrelizumab. Cabe destacar que los residuos de lisina en los extremos C-terminales de las cadenas pesadas (Lys452) son eliminados por carboxipeptidasas básicas durante el proceso de producción, y no se tienen en cuenta en el cálculo de su peso molecular.

Las cadenas que conforman el anticuerpo monoclonal se encuentran unidas por puentes o enlaces disulfuro (-S-S-) establecidos entre diversos residuos de cisteínas: dos enlaces intracaternarios en cada una de las cadenas ligeras y cuatro por cada una de las cadenas pesadas, un enlace intercatenario entre cada cadena ligera y cada cadena pesada, y dos puentes disulfuro entre las dos cadenas pesadas. Todo ello determina una macroestructura de tipo Y, característica de las inmunoglobulinas de tipo IgG1.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas del ocrelizumab han sido adecuadamente contrastadas en las indicaciones autorizadas: a) para la indicación de EM recurrente, mediante dos ensayos clínicos pivotales de fase 3 –WA21092 (OPERA I) y WA21093 (OPERA II)–, de idéntico diseño, aleatorizados, multicéntricos, doblemente ciegos y controlados con comparador activo; y b) para la indicación de EMPP, mediante un único estudio pivotal de fase III –WA25046 (ORATORIO) –, aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo. En estos tres ensayos de evaluación de seguridad y eficacia clínicas, los pacientes del brazo de tratamiento recibieron una dosis de 600 mg de ocrelizumab mediante perfusión intravenosa cada 6 meses3.

Formas recurrentes de EM (EMR)

En los ensayos clínicos WA21092 y WA21093 (Hauser, 2017), se aleatorizaron, respectivamente, un total de 821 y 835 pacientes (1656 entre ambos) con formas recurrentes de EM (con al menos dos recaídas en los dos años anteriores o una recaída en el año anterior; valor EDSS4 entre 0 y 5,5), a razón 1:1 a recibir ocrelizumab (600 mg, iv) cada 6 meses o bien el comparador activo: 44 μg de INFβ-1a (Rebif®), 3 veces por semana, por vía subcutánea. Ambos estudios tuvieron una duración total 2 años, si bien el tratamiento con comparador activo se realizó durante 96 semanas.

Las características demográficas y de la enfermedad de los pacientes incluidos en los dos ensayos fueron muy uniformes en cuanto a rangos de edad (18-56 años) y edad media (36,9-37,4 años), distribución de sexos (33-35% hombres y 65-67% mujeres), tiempo medio de duración de la enfermedad (3,71-4,15 años), número medio de recaídas en el último año (1,31-1,34), proporción de pacientes naïve a FAMEs (71-74,9%) o EDSS media (2,71-2,79).

Según los resultados obtenidos tras el análisis combinado de los datos, el tratamiento con ocrelizumab se asoció a una reducción estadísticamente significativa en los niveles de la variable primaria de eficacia, la tasa anualizada de recaídas (TAR) definida por protocolo a las 96 semanas, que disminuyó un 46,4% en comparación con IFNβ-1a (0,16 vs. 0,29 recaídas/año, p<0,0001).

Por otro lado, el tratamiento con ocrelizumab también aportó mejoras clínicas significativas respecto al comparador en todas las variables secundarias empleadas, entre las que destacaron: una reducción del 40% del riesgo de progresión de la discapacidad confirmada tras 12 y tras 24 semanas (9,8% vs. 15,2% (p=0,0006) y 7,6% vs. 12,0% (p=0,0025), respectivamente) –medido por cambios en la escala EDSS y en el test de los 25 pies–, un aumento del 33% en la proporción de pacientes con mejoría de la discapacidad confirmada a ≥12 semanas (20,7% vs. 15,6%, p=0,0194) y una reducción relativa del 94,9% en el número de lesiones realzadas en T1-Gd5 (p<0,0001).

Además, de forma interesante, el beneficio del tratamiento con ocrelizumab se consideró clínicamente relevante en todos los subgrupos de pacientes analizados (según el nivel de actividad basal, pacientes naïve vs. previamente tratados, según respuesta a acetato de glatirámero y/o IFN, duración de la enfermedad desde inicio de los síntomas y desde el diagnóstico).

EM primaria progresiva (EMPP)

El ensayo multicéntrico confirmatorio WA25046 (Montalbán, 2017), englobó a un total de 732 pacientes con EMPP, de los cuales 488 fueron asignados al brazo de tratamiento (ocrelizumab 600 mg iv cada 6 meses), mientras que 244 pacientes recibieron placebo durante las 120 semanas de duración mínima del estudio. La mediana de la duración del seguimiento fue de 3 y 2,8 años en los brazos de tratamiento y placebo, respectivamente. Las características basales de la población seleccionada, balanceada en ambos grupos, incluían, entre otras, una edad de 18-56 años (mediana de 46), diagnóstico de EMPP según criterios de McDonald (revisados por Polman, 2005), puntuación en EDSS de 3,0-6,5, tiempo medio desde el inicio de los síntomas de EM de casi 6 años, una mediana de tiempo desde el diagnóstico de 1,6 (tratamiento) y 1,3 años (placebo), y la ausencia de lesiones captantes de Gd-T1 (en aprox. 3/4 de los pacientes).

Casi el 90% de los pacientes no había recibido ningún FAME en los últimos 2 años, ya que, como criterio de exclusión se fijó, además de la presencia de trastornos neurológicos, el tratamiento previo con otras terapias dirigidas contra células B, natalizumab, fingolimod, alemtuzumab, cladribina, anti-CD4, mitoxantrona, trasplante de médula ósea o corticosteroides sistémicos en el último mes, o con otros inmunomoduladores en las 12 semanas previas a la inclusión en el estudio.

A diferencia de los ensayos de EM recurrente, la variable principal de eficacia en este ensayo fue el tiempo hasta la aparición de progresión de la discapacidad confirmada (≥12 semanas), definida como un aumento de un ≥1 y de ≥0,5 puntos en pacientes con una puntuación inicial de la escala EDSS de ≤5,5 y <5,5 puntos, respectivamente. Ocrelizumab demostró una superioridad clínica significativa frente a placebo que se tradujo en una disminución del riesgo de progresión de la discapacidad del 24% (p=0,0321).

Las variables secundarias de eficacia también experimentaron cambios esta línea. Así, ocrelizumab redujo el riesgo de progresión de la discapacidad confirmada a las 24 semanas en un 25% (p=0,0365) y en un 29,4% la tasa de progresión del tiempo de marcha (p=0,0404). También demostró una mejoría frente a placebo en las variables secundarias de neuroimagen (volumen lesiones T2, volumen cerebral).

Los análisis secundarios de los datos por subgrupos (definidos por edad, sexo, región, EDSS basal, lesiones basales captadoras de gadolinio, FAME previos, etc.) no hicieron sino confirmar los resultados del análisis primario. Aunque sin consistencia estadística, los subanálisis sugieren que los pacientes varones, los pacientes con lesiones basales captantes de Gd-T1 y los pacientes ≤ 45 años pueden disfrutar de un mayor beneficio clínico con ocrelizumab (mayor reducción en la progresión confirmada de discapacidad a 12 semanas).

Desde el punto de vista de la seguridad clínica, se dispone de datos procedentes de un número de pacientes superior a 5.000 (además de los ensayos clínicos WA21493, WA21092, WA21093 y WA25046, hay datos de pacientes con artritis reumatoide y lupus), y con dosis que oscilaron entre 600 y 2.000 mg. La proporción de pacientes con EMR que sufrieron efectos adversos de carácter grave con ocrelizumab fue ligeramente inferior que para interferón (6,9% vs. 8,7%), aunque las discontinuaciones por ellas se redujeron casi a la mitad (3,5% vs. 6,2%). En el caso de los pacientes con EMPP, la frecuencia de efectos adversos graves fue superior tanto en el grupo de tratamiento como en placebo (20,4% vs. 22,2%, respectivamente). Se produjeron discontinuaciones en el 4,1% (ocrelizumab) y el 3,3% (placebo) de los pacientes.

Los aspectos de seguridad más relevantes hacen referencia a la aparición de infecciones (sobre todo del tracto respiratorio, como nasofaringitis y gripe) y citopenias, consecuencias del efecto inmunosupresor de ocrelizumab. Hasta el 58,5% de los pacientes con EMR tratados con ocrelizumab sufrieron infecciones (vs. 52,5% con interferón), si bien solo el 1,3% fueron infecciones graves (vs. 2,9% con interferón). Para los casos de EMPP, aparecieron infecciones en el 72,2% de los pacientes tratados con ocrelizumab, con una frecuencia del 6,2% de infecciones graves (vs. 6,7% en el grupo placebo); la incidencia de infecciones con riesgo vital y fatal fue más alta en el grupo de tratamiento. Entre las citopenias, destacan los casos de linfopenia (en el 20,7% de los pacientes con EMR y el 26,3% en pacientes con EMPP) y neutropenia (más puntuales, pero que ­favorecieron la aparición de infecciones graves). El riesgo de desarrollo de neoplasias malignas no ha sido esclarecido.

Por último, cabe destacar el riesgo de reacciones relacionadas con la perfusión (RRP) e hipersensibilidad, que representa el efecto adverso más común tras la administración de ocrelizumab (34,3% vs.9,9% con interferón en EMR; 39,9% vs.25,5% con placebo en EMPP), especialmente en la primera perfusión, y que supuso más casos de discontinuación de tratamiento. Sin embargo, la mayoría fue RRP leves o moderadas con síntomas como prurito, rash, irritación de garganta y rubefacción. Para reducir la frecuencia y gravedad de este riesgo, tal y como se evaluó en los en ensayos clínicos, en la práctica posautorización se debe administrar premedicación con 100 mg de metilprednisolona intravenosa y un antihistamínico oral (30-60 min antes) (EMA, 2018).

ASPECTOS INNOVADORES

Ocrelizumab es un anticuerpo monoclonal recombinante que actúa de forma selectiva sobre el antígeno de superficie CD20 expresado en la membrana de los linfocitos B. En base a datos clínicos procedentes de tres ensayos clínicos controlados, el medicamento ha sido autorizado para para el tratamiento de pacientes adultos con formas recurrentes de esclerosis múltiple con enfermedad activa definida por características clínicas o de imagen y para el tratamiento de pacientes adultos con esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP) temprana que presenten actividad inflamatoria en las pruebas de imagen. La acción inmunomoduladora del fármaco en EM parece deberse a la depleción de linfocitos B, células implicadas en la destrucción de las vainas de mielina neuronales (evento crucial en la patogénesis de EM).

En los dos ensayos pivotales que enrolaron a pacientes con EM recurrente (EMR) y afectación moderada, el tratamiento con ­ocrelizumab demostró superioridad clínica frente al comparador activo interferón β-1a, representante de los fármacos de primera línea que ha demostrado mayor eficacia frente a placebo (Traboulsee, 2018). En tal comparación, se observó un beneficio relevante a favor de ocrelizumab, que queda plasmado en una reducción significativa del 46,4% en la tasa anual de recaídas, del 40% en el riesgo de progresión de la discapacidad confirmada (12 y 24 semanas), y del 94,9% en el número de lesiones captantes de gadolinio. Aunque estos estudios incluyeron a un bajo número de pacientes con formas recurrentes secundariamente progresivas (≤10%), la extensión de indicación a esta forma de EM se puede justificar por el similar efecto esperable sobre los brotes y la discapacidad en estos pacientes, en base al mecanismo de acción del fármaco.

Si bien no se dispone de comparaciones directas, según los datos disponibles, se podría considerar que ocrelizumab tiene una eficacia en la reducción de brotes y de progresión de la discapacidad en EMR más elevada que otros fármacos de primera línea, que han demostrado una eficacia similar sólo frente a placebo. Sin embargo, aunque es generalmente bien tolerado y presenta un perfil de seguridad similar al de otros inmunosupresores intravenosos (destacan RRP e infecciones), las incertidumbres sobre el riesgo de infecciones oportunistas y el potencial riesgo de carcinogenicidad a largo plazo restringen su uso a pacientes con formas activas de EMR. De hecho, el IPT (AEMPS, 2019) lo posiciona como fármaco de segunda elección a pesar de que pudiera parecer más eficaz que otros agentes de segunda línea, lo cual no ha sido comprobado por comparación directa.

Por otro lado, cabe destacar que el ensayo pivotal con pacientes de EMPP englobó a un grupo de adultos relativamente jóvenes con enfermedad poco evolucionada y sin discapacidad avanzada, que no posee representatividad de la población real de pacientes. En comparación con placebo, ocrelizumab demostró ejercer una reducción del 4% de la proporción de pacientes con progresión confirmada de la discapacidad tras 12 semanas, además de otras mejorías en variables secundarias clínicas y de RMN.

Aunque la magnitud de los hallazgos de este estudio fue modesta, se consideraron clínicamente relevantes al tratarse de una patología neurodegenerativa que representa una necesidad médica no cubierta (ausencia de tratamientos autorizados). A causa de las limitaciones del estudio, que impedían extrapolar los efectos de ocrelizumab a la población global de pacientes con EMPP, la indicación oficial se restringió a pacientes en fases tempranas de la enfermedad y con actividad inflamatoria en neuroimagen (nueva lesión captante de Gadolinio T1 o nuevas lesiones en T2), por la mayor probabilidad de beneficiarse clínicamente.

En España, se han autorizado previamente otros fármacos anti-CD20, como ibritumomab tiuxetán, obinutuzumab, ofatumumab o rituximab, indicados para tratar ciertos tipos de leucemias y linfomas. De entre ellos, rituximab se había empleado previamente para el tratamiento de EM, incluyendo EMPP fuera de indicación oficial, obteniendo resultados parciales y sin demostrar mejorías significativas en el tiempo hasta la progresión de la patología (Hawker, 2009; Salzer, 2016).

Por tanto, ocrelizumab mejora significativamente el perfil beneficio/riesgo de los fármacos hasta ahora empleados en EMPP, siendo el primer fármaco oficialmente autorizado para ello. Por su carácter de anticuerpo monoclonal, que se elimina principalmente por catabolismo (p.ej. rotura en péptidos y aminoácidos), presenta un bajo riesgo de interacciones farmacocinéticas. Además, aunque su administración se haga a nivel hospitalario, su pauta de administración (una vez cada seis meses) puede suponer una mayor comodidad para los pacientes respecto a algunas de las alternativas inyectables disponibles (como natalizumab, de administración mensual).

En definitiva, ocrelizumab emerge como una nueva opción de tratamiento para pacientes con EMR que no respondan al menos a un FAME, como alternativa a otros fármacos de segunda línea (natalizumab, fingolimod o alemtuzumab), si bien puede plantearse como primera opción terapéutica en pacientes de EMR con curso rápido o agresivo y mal pronóstico. En el tratamiento de EMPP (forma de presentación de EM que afecta hasta a un 15% de los pacientes), ocrelizumab aporta una innovación importante al tratarse del primer fármaco autorizado con esta indicación específica.

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2 Para el recuento de linfocitos B se emplea el marcador CD19, ya que la presencia de ocrelizumab interfiere con el reconocimiento de CD20 por parte del ensayo.

3 La pauta posológica oficialmente autorizada consiste en la perfusión intravenosa de 600 mg cada 6 meses, repartiendo la primera dosis en dos perfusiones de 300 mg cada una separadas dos semanas.

4 Escala ampliada del estado de discapacidad (Expanded Disability Status Scale), comúnmente usada en la valoración clínica de EM.

5 Lesiones captantes de gadolinio en la técnica T1 de Resonancia Magnética Nuclear.

Rolapitant ▼ Varuby® (Tesaro UK Limited) en vómitos y náuseas posquimioterapia

Resumen

Rolapitant es un antagonista competitivo y altamente selectivo de los receptores de la sustancia P neurocinina 1 (NK1), capaz de oponerse a los efectos emetógenos de la sustancia P, principalmente sobre sus receptores NK1 del centro del vómito. El medicamento ha sido autorizado, como parte de un tratamiento asociado a dexametasona y a un antagonista de los receptores de la 5-HT3, para la prevención de náuseas y vómitos tardíos relacionados con la quimioterapia antineoplásica muy o moderadamente emetógena en pacientes adultos.

Los datos clínicos derivados de tres amplios ensayos clínicos pivotales de fase 3 han demostrado la eficacia significativa de rolapitant frente a placebo en términos de tasa de respuesta completa –ausencia de emesis o de medicación de rescate– en la fase tardía (de 24 a 120 horas) tras quimioterapia altamente o moderadamente emetógena, si bien los datos de eficacia y seguridad clínica en pacientes tratados con quimioterapia moderadamente emetógena son limitados. Las diferencias absolutas descritas para rolapitant frente a placebo en términos de la variable principal oscilan entre un 10% y un 15% (según las características del estudio). Los resultados de eficacia en las fases aguda y global no han sido consistentes y no se puede establecer la eficacia de rolapitant en la fase aguda posquimioterapia (0-24 h). Además, se ha descrito un incremento en la proporción de pacientes sin impacto en la calidad de vida con respecto al control de vómitos y náuseas, un mayor tiempo hasta la primera emesis o el uso de medicación de rescate, y una tendencia al mantenimiento en el tiempo del beneficio de rolapitant a través de ciclos de tratamiento.

Con un perfil de seguridad relativamente benigno, rolapitant presenta similitud estructural y de afinidad por receptores respecto a otros antagonistas NK1 (como aprepitant, fosaprepitant o netupitant), con una vida media plasmática más prolongada y, de forma interesante, con un perfil de interacciones diferente: no tiene efecto inductor ni inhibidor sobre el CYP3A4 y no serán necesarios ajustes posológicos de la dexametasona concomitante. En definitiva, ante la falta de comparaciones directas con otros antagonistas NK1, rolapitant emerge como una nueva opción para la profilaxis frente a los vómitos y náuseas producidos por la farmacoterapia antineoplásica, similar a las opciones existentes de fármacos antagonistas NK1.

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

Los términos vómito (del latín vomere) o emesis (del griego emeo – yo vomito) implican la expulsión oral forzada del contenido gástrico. Comúnmente van asociados a otros conceptos, como la náusea (del griego nausia – ganas de vomitar), que es la sensación del deseo inminente de vomitar y suele referirse al epigastrio o la garganta, o la arcada, que se refiere a la actividad rítmica respiratoria que con frecuencia precede al vómito. Por otra parte, la regurgitación supone la expulsión del alimento sin náusea y sin la contracción diafragmática y abdominal que sí forman parte del vómito; aparece cuando hay estrechamientos o divertículos esofágicos, o bien, incompetencia del esfínter gastroesofágico.

El vómito se produce por una intensa contracción de la musculatura abdominal y diafragmática, al tiempo que el cardias permanece abierto y elevado, y el píloro contraído. La elevación del cardias permite eliminar la porción intraabdominal del esófago que, en condiciones normales, tiende a evitar el paso del contenido gástrico al esófago superior cuando aumenta la presión intragástrica. Estos hechos, junto con la contracción anular del píloro, determinan la expulsión del contenido gástrico hacia el esófago. El aumento de la presión intratorácica permite finalmente el avance del contenido esofágico hacia la boca. En todo este proceso, resulta muy importante la inversión del peristaltismo esofágico, y también el cierre reflejo de la glotis y la inhibición respiratoria, que evitan la aspiración pulmonar.

Además, la estimulación del sistema nervioso parasimpático da lugar a una serie de fenómenos característicos asociados al vómito: palidez cutánea, sudoración, hipersalivación, defecación, trastornos del ritmo cardíaco e incluso hipotensión. Cuando son abundantes, los vómitos pueden producir pérdida de líquidos y electrolitos, dando lugar a deshidratación, mientras que la disminución de volumen urinario condiciona un aumento del intercambio de sodio y potasio en el túbulo distal del riñón (con pérdida de potasio debido a la activación del sistema renina-angiotensina-aldosterona) originándose hipopotasemia.

El acto del vómito está controlado por dos centros situados en el bulbo raquídeo: el centro del vómito, localizado en la porción dorsal de la formación reticular lateral, entre las zonas de la respiración y la salivación, y la “zona gatilloquimiorreceptora, situada en la zona posterior (área postrema) del suelo del cuarto ventrículo, cuya estimulación pone en juego los mecanismos de producción del vómito (Figura 1).

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Figura 1. Vías de emisión de señales, receptores y núcleos centrales implicados en el mecanismo fisiopatológico de producción del vómito.

El centro del vómito es el principal componente de control e integración del acto de vomitar. Recibe estímulos aferentes del tubo digestivo, la faringe, el corazón, el peritoneo, los vasos mesentéricos y los conductos biliares, así como de la porción superior del tronco encefálico, de centros corticales (sistema laberíntico) y de la zona gatillo quimiorreceptora. Sus eferencias discurren por los nervios frénicos (al diafragma), espinales (a la musculatura intercostal y abdominal), y por fibras del nervio vago (a laringe, faringe, esófago y estómago).

Por otra parte, si bien la zona gatillo quimiorreceptora es aparentemente incapaz de originar por sí sola el acto del vómito, su activación origina estímulos eferentes hacia el centro del vómito, que finalmente inicia el proceso. Esta zona cerebral se ha relacionado con el enlentecimiento del vaciado gástrico asociado a las náuseas producidas por determinados fármacos, pudiendo ser activada por sustancias diversas como apomorfina, sulfato de cobre, derivados de la ergotamina, glucósidos cardíacos, derivados opiáceos, toxina estafilocócica, emetina, salicilatos, nicotina, etc. También se estimula en ciertas situaciones como hiperazotemia, hipoxia y cetoacidosis, y puede mediar en la respuesta emética producida por las radiaciones.

Cabe destacar que la proximidad anatómica del centro del vómito con otros centros bulbares que regulan funciones como la respiración o la salivación puede facilitar la estimulación de los mismos durante este proceso. De hecho, existen aferencias bulbares hacia el centro del vómito mediadas por algunos olores, sabores y estímulos visuales que pueden influir en la reactividad del propio centro del vómito y de la zona gatillo quimiorreceptora, que tendrían un papel importante en los vómitos de origen psicógeno.

Según su origen, pueden distinguirse varios tipos de vómitos:

  • Vómitos de origen central. Se asocian, entre otras, a las siguientes situaciones: a) procesos expansivos intracraneales (como traumatismos, edema, tumores, hematomas, encefalitis o hidrocefalia) que provocan los rápidos y violentos “vómitos en escopetazo”; b) shock por insuficiencia circulatoria cerebral aguda; c) jaqueca asociada a la liberación de sustancias que estimulan los centros del vómito; d) desequilibrios metabólicos, entre los que se incluyen los vómitos del embarazo, cetoacidosis diabética, enfermedad de Addison, hipopotasemia, hipercalcemia, etc.; e) administración de fármacos o radiaciones (antineoplásicos o radioterapia, por ejemplo); f) alteraciones psicológicas o emocionales (como anorexia o bulimia); y g) infecciones víricas o bacterianas.
  • Vómitos de origen reflejo. Los más frecuentes están producidos por cinetosis o mareo de viaje, si bien hemos de incluir las siguientes causas: vértigos de distintos tipos, glaucoma, infarto de miocardio, cólico nefrítico, apendicitis, pancreatitis y cuadros de abdomen agudo en general, así como las intervenciones quirúrgicas.
  • Vómitos de causa gástrica. Pueden ser debidos a una excesiva ingestión de alimentos o a un trastorno del vaciado gástrico por disminución de la motilidad, o bien a la irritación de la mucosa (por tóxicos o alcohol). A veces, la estenosis pilórica por úlcera gastroduodenal o las oclusiones intestinales (por íleo oclusivo o paralítico) también pueden generar vómitos.

Tal como se ha sugerido, son varios los receptores implicados en la estimulación de los centros cerebrales del vómito: colinérgicos, dopaminérgicos, histaminérgicos y serotonérgicos. Están implicados en mayor o menor medida en cada una de las fases de aparición del vómito y el bloqueo de los mismos impide el desarrollo de la génesis de vómito. En base a ello, existe un amplio arsenal de medicamentos antieméticos, que son más o menos útiles en algunas condiciones (pero no en todas) y cuya diversidad es lógica atendiendo a los múltiples mecanismos patogénicos implicados en los vómitos.

Los grupos farmacológicos más empleados como antieméticos hasta la actualidad son:

  • Anticolinérgicos. Los receptores M colinérgicos (y los H1 los de histamina) parecen relacionados con la transmisión de impulsos del órgano del equilibro, pero poco o nada con otros mecanismos generadores del vómito. Algunos fármacos (como la escopolamina –que se empleó frente al mareo cinético– o la trimebutina, que sí mantiene la indicación) han sido empleados como antieméticos por ese efecto anticolinérgico, aunque con limitaciones por la elevada incidencia de efectos secundarios anticolinérgicos (sequedad de boca, taquicardia, retención urinaria, etc.).
  • Antihistamínicos. Actúan mediante el bloqueo los receptores H1 de la histamina, impidiendo así la propagación de los impulsos emetógenos aferentes a nivel de los núcleos vestibulares e interfiriendo con la integración de tales impulsos en el núcleo del tracto solitario. Los antihistamínicos habitualmente utilizados como antieméticos también tienen efectos anticolinérgicos al bloquear los receptores M de la acetilcolina, con lo que refuerza el bloqueo de la neurotransmisión aferente en los núcleos vestibulares y su integración en el núcleo del tracto solitario. De hecho, los antihistamínicos sin propiedades anticolinérgicas carecen de potencial antiemético. El más empleado en mareo cinético es el dimenhidrinato, un complejo equimolecular de difenhidramina con 7-cloroteofilina, menos potente que la escopolamina pero con menos efectos adversos.
  • Antidopaminérgicos de acción central. Por su capacidad de bloquear los receptores D2 de la dopamina (en alguno casos, también otros receptores) sobre todo en la zona gatillo, destacan por su efecto antiemético las fenotiazinas (por ejemplo, clorpromazina) y butirofenonas (haloperidol), si bien su amplio perfil toxicológico limita su utilidad. Las fenotiazinas son antieméticos de uso general, eficaces en una gran variedad de estímulos de intensidad baja o moderada, pero no en vómitos causados por eméticos potentes, como la quimioterapia con cisplatino; sus principales efectos adversos son reacciones distónicas (sobre todo en niños), sedación e hipotensión. Las butirofenonas son antieméticos potentes pero también producen más efectos adversos.
  • Ortopramidas. A pesar de su gran parecido químico, forman un grupo amplio y variado de fármacos, entre los que destaca como cabeza de serie la metoclopramida. Bloquean los receptores serotoninérgicos 5-HT4 presinápticos (y en algunos casos, también los receptores D2 de la zona gatillo) y comparten propiedades e inconvenientes con las fenotiazinas, tales como las reacciones extrapiramidales (por sus efectos centrales antidopaminérgicos), pero tienen un mecanismo de acción más complejo y son preferibles en ciertos casos.
  • Antagonistas de los receptores 5-HT3 de la serotonina: Forman uno de los grupos de antieméticos más potentes disponibles para vómitos por quimioterapia (su eficacia parece mayor en vómitos inmediatos a la terapia que en los retardados), siendo eficaces también en el control de vómitos posoperatorios y por radioterapia. No obstante, el tracto gastrointestinal contiene el 80% del total de la serotonina corporal y durante la quimioterapia las células enterocromafines que recubren el tracto gastrointestinal son dañadas, liberando grandes cantidades de serotonina, la cual estimula las neuronas aferentes vagales que activan el centro del vómito o incluso la zona gatillo. En España, están comercializados ondansetrón, granisetrón, tropisetrón y palonosetrón, entre los que no hay diferencias significativas en términos de eficacia. Sus efectos secundarios poco importantes (mayoritariamente cefaleas). La adición de esteroides también mejora su eficacia los resultados.
  • Corticosteroides. Tienen una acción antiemética propia frente a vómitos de quimioterapia de intensidad moderada, pero se emplean principalmente por su interesante acción aditiva con la de metoclopramida y antagonistas 5-HT3. Cabe destacar que, en su uso antiemético intermitente, no se manifiestan los efectos secundarios típicos de los corticoides.
  • Otros fármacos. Las benzodiazepinas son poco potentes como antieméticos en uso aislado, pero sí son útiles como coadyuvantes de otro tratamiento; por ejemplo, el lorazepam ha sido bastante utilizado para prevenir el vómito anticipatorio que suele aparecer con la repetición de tratamientos de quimioterapia. Los cannabinoides –los constituyentes activos de la marihuana (THC, tetrahidrocannabinol) o derivados de los mismos (dronabinol)– se han empleado ocasionalmente (no autorizados en España) como terapia de segunda línea en vómitos derivados de la quimioterapia antineoplásica, con eficacia limitada y elevada incidencia de efectos secundarios.
  • Antagonistas de neurocininas (NK). Desarrollan su acción a través del bloqueo selectivo y de alta afinidad de los receptores NK1 de la sustancia P (neurocinina 1) humana, careciendo de acción significativa sobre receptores serotonérgicos, dopaminérgicos o de corticosteroides. Por lo general, presentan un margen amplio de seguridad y tienen la peculiaridad de actuar tanto sobre las náuseas y vómitos agudos como sobre los diferidos, un problema especialmente grave en los pacientes tratados con terapia antineoplásica emetógena. En España, están comercializados cuatro fármacos de este grupo: aprepitant, fosaprepitant, netupitant (coformulado con palonosetrón), y, recientemente, rolapitant.

LAS NEUROCININAS

Desde hace tiempo se sabe que, en respuesta a estímulos nociceptivos, las terminaciones nerviosas son capaces de liberar sustancia P –componente de la familia de las taquicininas o neurocininas (péptidos estructuralmente relacionados entre sí que se caracterizan por contener una cadena N-terminal de Phe-X-Gly-Leu-Met, responsable de la afinidad hacia los receptores fisiológicos NK) cuya existencia es conocida desde la década de 1930–, que prolonga la respuesta inflamatoria (conocida como inflamación neurogénica) e induce mayor sensibilización de los nociceptores, estimulando la liberación de bradicinina en los tejidos y aumentando la permeabilidad vascular; también promueve la liberación de histamina por parte de los mastocitos y de serotonina por las plaquetas. Entre otros efectos mediados por la sustancia P se incluyen: contracción de la musculatura lisa, secreciones glandulares y epiteliales, efectos proinflamatorios sobre la musculatura vascular, modulación de la excitabilidad neuronal, inmunomodulación y regulación de la proliferación celular.

Se ha descrito la existencia de tres posibles receptores fisiológicos de las neurocininas en los mamíferos (incluyendo al hombre), denominados NK1, NK2 y NK3, pertenecientes al tipo de receptores acoplados a proteínas G. Estos receptores están distribuidos ampliamente en el organismo, tanto a nivel del sistema nervioso central (SNC) como a nivel periférico.

La observación de que la sustancia P (o NK1) es capaz de inducir por sí misma una intensa emesis, condujo a la suposición que el bloqueo de su actividad podría constituir una vía útil como mecanismo antiemético, y más concretamente para prevenir los intensos cuadros de vómitos asociados a quimioterapia, especialmente los de tipo retardado. En tal sentido, la actividad antiemética ha sido la primera indicación terapéutica bien establecida para los antagonistas de las neurocininas, en particular para los bloqueantes de los receptores NK1 centrales, que son capaces de inhibir las náuseas y los vómitos inducidos por una amplia variedad de estímulos.

Por otro lado, la activación anómala de diferentes receptores NK en el SNC se ha relacionado con la aparición o agravamiento de algunas patologías neuropsiquiátricas. Así, algunos antagonistas de los receptores NK1 (como el aprepitant) han mostrado efectos antidepresivos en seres humanos. Las neurocininas y sus receptores fisiológicos son también importantes a nivel somático, contribuyendo junto el glutamato al fenómeno de hiperalgesia inflamatoria.

A nivel periférico, los receptores de neurocininas parecen mediar en una amplia gama de efectos, entre otros, sobre el sistema cardiovascular (incremento de la presión sanguínea y del ritmo cardiaco, posiblemente a través de mecanismos psicológicos como la ansiedad o el incremento del estado de alerta), y sobre los tractos respiratorio (implicados en las contracciones de la musculatura lisa y el control del reflujo de la tos), gastrointestinal (regulación de la motilidad gastrointestinal, del paso de agua a través de la pared intestinal –la estimulación NK1 provoca la secreción de agua al lumen intestinal– y de la respuesta inflamatoria local) y urinario (contracciones vesicales y regulación de la micción).

Las náuseas y vómitos asociados a la quimioterapia antineoplásica constituyen uno de los efectos secundarios más comúnmente asociados a este tipo de tratamiento (si no el más común) y, en no pocos pacientes, suponen un aspecto limitante de su utilidad y de la adherencia terapéutica, alterando de manera importante la calidad de vida.

De forma general, la práctica totalidad de los fármacos empleados en la quimioterapia antineoplásica tienen potencial emetógeno, dividiéndose en cuatro categorías principales según su intensidad: altamente emetógenos (riesgo de emesis superior al 90%), moderadamente emetógenos (riesgo de emesis entre 30-90%), de bajo riesgo (riesgo de emesis entre 10-30%), y no emetógenos (riesgo de emesis inferior al 10%). Entre los altamente emetógenos se incluyen, entre otros, los derivados del platino; por ejemplo, con dosis superiores a 50 mg/m2, el cisplatino es capaz de provocar vómitos en ­prácticamente todos los ­pacientes, si no se previene farmacológicamente.

Básicamente, existen dos fases en la inducción de la emesis posquimioterapia: a) una fase temprana o aguda, en las primeras 24 horas después del inicio del tratamiento (por ejemplo, en el caso particular del cisplatino, alcanza su máximo a las cuatro horas, desapareciendo este efecto virtualmente durante las siguientes 16-18 h), relacionada mayoritariamente con la liberación de serotonina y la activación de sus receptores 5-HT3 en las neuronas aferentes vagales ubicadas principalmente en el tracto gastrointestinal; y b) la fase retardada o tardía, a partir de las 24 h y hasta varios días tras el inicio del tratamiento (2-5 días), que se asocia principalmente con la liberación de sustancia P –y su unión mayoritaria a los receptores NK1 en el centro del vómito– y es aún más resistente al tratamiento que la fase aguda (con el inconveniente adicional de complicar el tratamiento en los numerosos pacientes que requieren permanecer hospitalizados durante algunos días tras la administración de la quimioterapia solo por el hecho de la aparición tardía de las náuseas y vómitos). Además de estas fases, se habla de la emesis anticipatoria, desencadenada por olores, sabores, ansiedad y otros estímulos (Stern, 2011).

La gran evolución en la investigación farmacológica en las últimas tres décadas ha permitido una mejoría en la tasa de control de la emesis posquimioterapia, situándose en torno al 70-80%. Los principales grupos farmacoterapéuticos empleados actualmente con esta finalidad son antagonistas del receptor 5-HT3, antagonistas del receptor taquicinina-NK1 y glucocorticoides. Sin embargo, a pesar de los nuevos fármacos que han ido surgiendo, cabe destacar que las tasas de refractariedad al tratamiento para prevenir los vómitos posquimioterapia se mantienen en torno al 20-30%; se ha sugerido que en torno al 25% de los pacientes experimenta náuseas y vómitos con carácter inmediato tras ser tratados con quimioterapia, y esta proporción alcanza el 50% en el caso de la forma tardía de las náuseas.

Las principales Guías de Práctica Clínica (MASCC/ESMO, ASCO, NCCN) recomiendan que, en la prevención de la emesis en la fase aguda (24 horas) y retardada (días 2–5) para fármacos altamente emetógenos, se administren tres fármacos: un antagonista de los receptores NK1, un antagonista de los receptores 5-HT3 y dexametasona. Por lo general (con algunas diferencias según autores), en el caso de quimioterapia moderadamente emetógena, se recomienda la combinación de un antagonista de los receptores 5-HT3 y dexametasona (Roila, 2016; Berger, 2017; Hesketh, 2017). El carboplatino supone una excepción, ya que a pesar de considerarse tradicionalmente como emetógeno moderado, se recomienda emplear la triple terapia. Además, la guía ESMO 2016 establece que la olanzapina también es un fármaco a combinar con los anteriores.

ACCIÓN Y MECANISMO

El rolapitant es un antagonista selectivo de los receptores de la sustancia P neurocinina 1 (NK1) humana, cuyo principal ligando natural es la sustancia P, la cual es capaz por sí misma de inducir una intensa emesis. El medicamento ha sido autorizado oficialmente para la prevención de náuseas y vómitos tardíos relacionados con la quimioterapia antineoplásica muy o moderadamente emetógena en los adultos, como parte de un tratamiento combinado con otros fármacos que ejercen su efecto antiemético por otros mecanismos.

Así, asociado a una terapia estándar de corticosteroide (dexametasona) y un antagonista de los receptores 5-HT3 de serotonina, rolapitant es capaz de incrementar la respuesta antiemética en pacientes sometidos a quimioterapia altamente emetógena (como es la basada en el empleo de derivados del platino) o moderadamente emetógena.

Los receptores NK1 están ampliamente distribuidos por todo el organismo, estando implicados a numerosas actividades fisiológicas y patológicas. En relación con las áreas cerebrales implicadas en el control de la emesis, se ha observado la presencia de receptores NK1 en el núcleo basal del complejo dorsal vagal. La quimioterapia causa la liberación, mayoritariamente por parte de las células neuronales, del neuropéptido sustancia P, que se podrá unir a sus receptores en las células del centro del vómito cerebral, siendo capaz de desencadenar la sensación de náusea y el posterior vómito. La identificación en 2001 del papel de los receptores NK1 en la emesis retardada por quimioterapia llevó al desarrollo de agentes capaces de antagonizar dichos receptores (Hesketh, 2001).

El receptor NK1 es un miembro de la familia 1 (similar a rodopsina) de receptores acoplados a proteína G y se une específicamente a la proteína Gαq. Consta de 407 residuos aminoacídicos y tiene un peso molecular total de 58.000 daltons. El receptor NK1, así como los otros receptores de taquicinina, está formado por siete dominios transmembrana hidrófobos con tres bucles extracelulares y tres intracelulares, un extremo amino y un carboxilo terminal citoplasmático. Los bucles tienen sitios funcionales que incluyen dos cisteínas de aminoácidos para un puente disulfuro Asp-Arg-Tyr, responsable de la asociación con arrestina, y los residuos Lys/Arg-Lys/Arg-XX-Lys/Arg, que interaccionan con la proteína G (Satake, 2006).

Al actuar como un potente inhibidor competitivo de los receptores NK1 a nivel del sistema nervioso central, rolapitant impide la unión de la sustancia P a dichos receptores y previene su acción, ejerciendo su efecto farmacológico frente a la emesis inducida por agentes quimioterápicos tóxicos. El efecto antiemético del rolapitant podría manifestarse tanto sobre la fase aguda como sobre la fase tardía de la emesis inducida por quimioterapia, si bien parece más eficaz frente a los vómitos y náuseas retardados, fase en que los efectos de la sustancia P tienen mayor relevancia. En diversos estudios preclínicos en modelos animales, rolapitant y su principal metabolito activo circulante M19 han demostrado alta selectividad por los receptores NK1, mientras que su afinidad hacia los receptores NK2 o NK3 es mínima –más de mil veces menor (Duffy, 2012).

En cuando a sus propiedades farmacocinéticas, rolapitant presenta una buena biodisponibilidad oral (que se aproxima al 100%, sugiriendo la ausencia de un efecto de primer paso significativo) y puede medirse en plasma después de 30 minutos tras la ingesta oral. El nivel máximo de concentración plasmática (Cmáx) se alcanza después de 4 horas de la administración, siendo la exposición plasmática al fármaco dosis-dependiente en una relación prácticamente lineal: para un incremento de 4 veces en la dosis, se han descrito aumentos de la Cmáx y el área bajo la curva (AUC) de rolapitant de 3,1 y 3,7 veces, respectivamente. La ingesta de grasas no tiene efecto en la absorción.

Entre las características principales de rolapitant, se pueden destacar su larga vida media plasmática (entre 163 y 183 horas), su amplia distribución en el organismo con casi un 99% de unión a proteínas plasmáticas y una eliminación que se realiza principalmente por vía hepático-biliar. Su farmacocinética parece no verse alterada significativamente en casos de insuficiencia renal o hepática (leve-moderadas) de los pacientes. Además, como requisito imprescindible para su efecto farmacológico, el fármaco es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica y, una vez dentro del SNC, puede permanecer unido a los receptores NK1 durante una media de 120 horas; se ha descrito que esa ocupación de los receptores es también dosis-dependiente y alcanza niveles superiores al 70% con la dosis oral (Rashad, 2017).

Se sabe que el gen codificante para el receptor NK1 se transcribe en cuatro variantes de ARNm, que al mismo tiempo se traducen en cuatro isoformas del receptor, con diferentes afinidades hacia la sustancia P. Además, se han genotipado hasta 11 variantes polimórficas del receptor, habiéndose relacionado algunas de ellos con el desarrollo de la dependencia al alcohol (Seneviratne, 2009); se desconoce aún si pueden jugar un papel relevante en la eficacia clínica antiemética de los antagonistas NK1 tipo rolapitant, cuyo efecto se media por bloqueo de los receptores del centro del vómito.

ASPECTOS MOLECULARES

El nombre químico de rolapitant es (5S,8S)-8-[[(1R)-1-[3,5-bis(trifluorometil)fenil] etoxi]metil]-8-fenil-1,7-diazaspiro[4.5]decan-2-ona. Formulado como hidrocloruro monohidrato, se corresponde con la fórmula molecular C25H26F6N2O2. HCl. H2O y con una masa molecular relativa de 554,96 g/mol. Rolapitant guarda familiaridad estructural con otros agentes antieméticos antagonistas de los receptores NK1 (aprepitant, fosaprepitant o netupitant) (Figura 2). Así, es un compuesto policíclico que exhibe esteroisomería por la presencia de tres centros quirales, y en cuya estructura cabe destacar la presencia de seis átomos de flúor, así como dos anillos heterocílicos de pirrolidina y piperidina.

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Figura 2. Estructura de los cuatro antagonistas de NK1 disponibles en España.

Algunos estudios estructura-actividad para los antagonistas NK1 han apuntado ciertos elementos esenciales en la unión del ligando con el receptor NK1. Por ejemplo, aquellos compuestos que incluyen un anillo de piperidina presentan una mayor selectividad por los receptores NK1 que por los NK2 o NK3 (o incluso por receptores de opioides o serotonina). Se ha sugerido, además, que la reactividad de los sitios de pares iónicos con un nitrógeno básico como cabeza de puente media el reconocimiento por el receptor NK1 previo a la unión. Los grupos trifluorometilfenol parecen mejorar la actividad in vivo y mejoran aspectos farmacocinéticos (metabolismo). Por último, la presencia de una ­interacción intramolecular entre dos anillos aromáticos es una característica común de los antagonistas del receptor NK1 de alta afinidad, pues se cree que es fundamental para estabilizar la conformación bioactiva (Seto, 2005).

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas del rolapitant han sido adecuadamente contrastadas en las indicaciones autorizadas mediante tres ensayos clínicos pivotales de fase 3 (confirmatorios de eficacia y seguridad), aleatorizados, multicéntricos, doblemente ciegos y controlados con placebo. En estos tres ensayos, los pacientes del brazo de tratamiento recibieron una dosis oral de rolapitant antes de la quimioterapia, combinado con granisetrón y dexametasona (distinto régimen posológico según el estudio) como tratamiento de base. La variable primaria de eficacia utilizada en estos estudios fue la tasa de respuesta completa –definida como ausencia de emesis o de medicación de rescate– durante la fase tardía (entre 24 y 120 horas) del primer ciclo de quimioterapia. Los tres ensayos clínicos tuvieron una duración máxima de 6 ciclos de quimioterapia, con una mediana de entre 2 y 4 ciclos (cada uno de los cuales se prolongó 21-23 días) según el estudio.

Los estudiosP04832 y P04833 (Rapoport, 2015) presentaron un diseño idéntico, y evaluaron eficacia y seguridad de rolapitant en pacientes tratados con quimioterapia altamente emetógena (≥ 60 mg/m2 de cisplatino; dosis media: 75 mg/m2). Incluyeron a un total de 1.087 pacientes (532 y 555, respectivamente) mayores de 18 años con diversos tipos de tumores sólidos sin tratamiento previo con quimioterapia basada en derivados del platino y a quienes se les prescribió un primer ciclo de quimioterapia con cisplatino. Los pacientes incluidos en los estudios eran predominantemente masculinos (63%), tenían una edad media de 57,3 (ensayo P04832) y 58,5 años (ensayo P04833), con una esperanza de vida estimada en al menos 4 meses y una puntuación de Karnofski1 ≥ 60; el tumor más frecuente fue el de pulmón (43%).

El tratamiento consistió en la administración aleatorizada de una pauta que incluía, en el día 1, rolapitant (180 mg, de 1 a 2 horas antes de la quimioterapia) o placebo (grupo control), ambos añadidos a la administración posterior (30 min antes de la quimioterapia) de granisetrón (10 μg/kg intravenoso) y dexametasona (20 mg por vía oral). En los días 2 a 4, los pacientes recibieron 8 mg/12 h de dexametasona oral.

Los resultados de ambos estudios y, de forma interesante, también el análisis conjunto de los dos estudios, mostraron que el rolapitant indujo una tasa de respuesta completa en la fase tardía significativamente superior al grupo control (71,4% vs. 60,2%; p<0,0001). Esa mayor tasa de respuesta completa en el grupo de rolapitant se corresponde con una reducción relativa del 34% en la tasa de fracaso con respecto a la incidencia de emesis o uso de medicación de rescate durante la fase retrasada de los vómitos y náuseas inducidos por quimioterapia.

Si bien el estudio P04833 concluyó que no había diferencias estadísticamente significativas en muchas variables secundarias, en el ensayo P04832 sí se halló significación estadística para la tasa de respuesta completa durante la fase aguda de 0 a 24 h (83,4% vs. 73,7%; p=0,005) y durante la fase global de 0 a 120 h (70,1% vs. 50,5%; p=0,001), así como en la proporción de pacientes sin náuseas significativas en las fases aguda, tardía y global. Además, en el grupo de rolapitant, se observó una mayor proporción de pacientes sin impacto en la calidad de vida con respecto al control de vómitos y náuseas del cuestionario, un incremento en el tiempo hasta la primera emesis o el uso de medicación de rescate (a partir de las 12 h tras la administración de la medicación), y una tendencia al mantenimiento en el tiempo (6-8 días) del beneficio de rolapitant a través de ciclos de tratamiento.

Por otra parte, el estudioP04834 (Schwartzberg, 2015) evaluó la eficacia y seguridad de rolapitant en pacientes tratados con quimioterapia moderadamente emetógena –carboplatino, ciclofosfamida intravenosa (<1.500 mg/m2), citarabina intravenosa (>1 g/m2), daunorrubicina, doxorrubicina, epirrubicina, idarrubicina, ifosfamida o irinotecán–; para ello, incluyó a 1.369 pacientes naïve programados para recibir un primer ciclo de dicha terapia, que presentaban una media de edad de 56,7 años y entre los que el cáncer de mama era el tipo de tumor mayoritario (64%), lo que explica que la mayoría de los pacientes fueran mujeres (80%). Igual que en los dos estudios mencionados anteriormente, estos pacientes recibieron rolapitant (180 mg) o placebo de 1 a 2 horas antes de la administración del primer ciclo en el día 1 de la quimioterapia, combinados con dosis orales de granisetrón (2 mg) y dexametasona (20 mg). En los días 2 y 3, recibieron 2 mg/24 h de granisetrón oral.

El ensayo cumplió el criterio de valoración principal al observarse, en la población global del estudio, una tasa de respuesta completa en la fase tardía (24-120 h) significativamente superior en el grupo de rolapitant respecto al grupo control (71,3% vs. 61,6%; p<0,001). Esta respuesta se confirmó también mediante el análisis por subgrupos, considerando de forma independiente del resto a los pacientes que habían recibido antraciclinas y ciclofosfamida, cuya combinación se considera desde 2010 como un régimen altamente emetógeno.

Con respecto a las variables clínicas secundarias, los resultados del estudio P04834 determinaron un beneficio significativo de rolapitant respecto a placebo en términos de tasa de respuesta completa durante la fase global de 0 a 120 h (68,6% vs 57,8%; p<0,001), pero no así durante la fase aguda (0-24 h), ni tampoco en cuanto a la proporción de pacientes sin náuseas significativas. Del mismo modo, se observó una mayor proporción de pacientes sin impacto en la calidad de vida con respecto al control de vómitos y náuseas del cuestionario, un incremento en el tiempo hasta la primera emesis o el uso de medicación de rescate (a partir de las 12 h tras la administración de la medicación), y una tendencia al mantenimiento en el tiempo (6-8 días) del beneficio de rolapitant a través de ciclos de tratamiento.

Desde el punto de vista de la seguridad, el rolapitant presenta un perfil toxicológicorelativamentebenigno, tal y como se demostró en los tres ensayos clínicos pivotales, en los que la seguridad y tolerabilidad fue una de las variables secundarias principales. En ellos, un total de 1.294 pacientes recibieron rolapitant a la dosis autorizada (180 mg), siendo la incidencia global de acontecimientos adversos en el ciclo 1 prácticamenteidéntica a la que presentaron los pacientes del grupo control que recibieron placebo (64% y 64,4%, respectivamente); esta incidencia se vio incrementada en el conjunto de ciclos a 81,5% y 80,9%, respectivamente, manteniéndose la ausencia de diferencias entre rolapitant y placebo.

Con incidencia similar en los dos grupos (rolapitant y control), se reportaron los siguientes acontecimientos adversos más frecuentes: a) en el ciclo 1: fatiga (11,8%), estreñimiento (9%), neutropenia (8,2%), pérdida de apetito (7,8%) y alopecia (7,6%); y b) en el conjunto de ciclos: fatiga (19,8%), alopecia (15,8%) y neutropenia (15,2%). La mayoría de los casos reportados de leucopenia y anemia, y ninguno de los casos de disfunción hepática o defunciones fueron asociados con la medicación en estudio. La tasa de abandono por acontecimientos adversos se mantuvo sin diferencias significativas entre rolapitant y placebo (3,1-3,7% en el ciclo 1 y 8,1-8,7% en el conjunto de ciclos).

Cabe destacar que, además de estos tres ensayos pivotales, se evaluaron los datos de seguridad de otros estudios que incluyeron voluntarios sanos y pacientes con náuseas y vómitos posoperatorios, completando un total de 2.798 sujetos que han sido expuestos a rolapitant (EMA, 2017). En estudios en voluntarios sanos, que recibieron un amplio rango de dosis crecientes de rolapitant (de 69 a más de 200 mg), la incidencia global de efectos adversos fue del 30,7% (n = 169), frente al 51,8% (n = 29) en los grupos de placebo. A una dosis de 200 mg, los efectos adversos relacionados con el tratamiento más frecuentes fueron somnolencia (5,2% en el grupo de rolapitant vs 1,8% en grupo control), cefalea (4,3% vs 4,6%), mareos (2,8% vs 1,8%) y diarrea (1,4% vs 0%), entre los que solo el mareo parece ocurrir con una frecuencia creciente con la dosis. No se ha descrito ningún caso de discontinuación del tratamiento por toxicidad inaceptable (o muerte).

Por último, cabe destacar que la FDA ha emitido una alerta y ha modificado la información de seguridad de rolapitant, al haber identificado ciertos riesgos en los estudios poscomercialización en una formulación inyectable del fármaco (no autorizada en Europa): se han descrito efectos adversos graves –shock anafiláctico y anafilaxia– que no fueron identificados en los ensayos clínicos con la formulación oral (FDA, 2018).

ASPECTOS INNOVADORES

Rolapitant es un antagonista selectivo de los receptores de la sustancia P neurocinina 1 (NK1) humana, cuyo principal ligando natural es la sustancia P, la cual es capaz por sí misma de inducir una intensa emesis. El medicamento ha sido autorizado oficialmente para la prevención de náuseas y vómitos tardíos relacionados con la quimioterapia antineoplásica muy o moderadamente emetógena en los adultos, como parte de un tratamiento combinado con otros fármacos que ejercen su efecto antiemético por otros mecanismos.

Los datos clínicos proceden de tres ensayos confirmatorios de fase 3 que englobaron una amplia población de pacientes según edad, sexo, raza y región geográfica; todos ellos, con comorbilidades diversas, se sometieron a quimioterapia mielosupresora para una variedad de cánceres. Los resultados indican que rolapitant, a la dosis oral única de 180 mg (1-2 h antes de la quimioterapia) y en combinación con un antagonista de los receptores 5-HT3 de la serotonina y el glucocorticoide dexametasona, es capaz de prevenir eficazmente los vómitos y las náuseas inducidos por la quimioterapia citotóxica moderada o altamente emetógena, con una tasa de respuesta completa durante la fase tardía (24-120 h) numéricamente superior –aunque relativamente modesta– al grupo control (pacientes tratados únicamente con un antagonista 5-HT3 y dexametasona). Los resultados de eficacia en las fases aguda y global no han sido consistentes entre los distintos estudios, por lo que no se puede concluir que rolapitant sea eficaz en la fase aguda, a diferencia de los resultados obtenidos en estudios previos para aprepitant o netupitant-palonosetrón (Hesketh, 2003; Aapro, 2014).

Cabe destacar, en línea con el IPT (AEMPS, 2018), que los datos disponibles en pacientes tratados con agentes moderadamente emetógenos son muy limitados, pues derivan de un único estudio (P04834) en el que la mitad de los pacientes fueron tratados con terapia altamente emetógena basada en antraciclinas y ciclofosfamida. Otra limitación en el diseño de los ensayos clínicos hace referencia al tratamiento previo: en los estudios P04832 y P04833 no se diferenció entre los pacientes naïve de los que habían recibido quimioterapia previa, no valorando como factor de confusión en el análisis de los datos el hecho de que un mal control de las náuseas y vómitos en ciclos previos aumenta la probabilidad de un mal control en los siguientes ciclos.

Además, según las recomendaciones de la EMA, el grupo control debería haber recibido un régimen de tratamiento basado en la evidencia actual, que en el caso de la quimioterapia altamente emetógena debería haber incluido un antagonista NK1 junto a granisetrón y dexametasona. Por tanto, la ausencia de comparador activo en los ensayos clínicos impide establecer la superioridad del rolapitant frente a otros antagonistas de receptores NK1. Las diferencias absolutas descritas para rolapitant frente a placebo en términos de la variable principal oscilan entre un 10% y un 15% (según estudio y potencial emético de la quimioterapia). En comparación indirecta, estos resultados son similares a los obtenidos en estudios previos con otros anti-NK1, como aprepitant, fosaprepitant o netupitant (Rapoport, 2017).

La principal diferencia de rolapitant con otros antagonistas NK1 es su larga vida media plasmática (163-183 h), superior a la de aprepitant (9-13 h) y netupitant (90 h), lo que respalda el uso de una dosis única del fármaco para cubrir el periodo de riesgo de emesis en fase retardada hasta 5 días, algo que ya se conseguía con la combinación netupitant-palonosetrón; la diferencia en la semivida no ha sido aclarada en términos de eficacia y beneficio clínico en ensayos comparativos con otros anti-NK1 (Chasen, 2016). Como ventaja adicional, merece una reseña el diferente perfil de interacciones que presenta respecto a otros fármacos de su grupo terapéutico. Si bien muchas interacciones descritas para otros anti-NK1 se deben a la inhibición o inducción del CYP3A4 (por ejemplo, aprepitant es inductor de CYP3A4), rolapitant no ejerce un efecto significativo, y por tanto, no requerirá modificaciones de la dosis concomitante de dexametasona ni de otros quimioterápicos metabolizados por esta vía (ciclofosfamida, irinotecán, etc.). Sin embargo, rolapitant es un inhibidor moderado de CYP2D6 y de la proteína de resistencia al cáncer de mama (BCRP), por lo que se debe tener precaución en caso de su administración concomitante con sustratos de los mismos (Rashad, 2017).

El perfil de seguridad de rolapitant es benigno y similar al de otros antagonistas NK1, pero su uso no ha sido autorizado aún en población pediátrica, a diferencia de aprepitant y fosaprepitant. No hay datos de seguridad disponible para uso en insuficiencia hepática grave o en insuficiencia renal grave, ni tampoco se han desarrollado estudios controlados en mujeres gestantes o lactantes.

En definitiva, rolapitant representa una nueva opción para la profilaxis frente a los vómitos y náuseas producidos por la farmacoterapia antineoplásica (principalmente la altamente emetógena, en cuyo caso las guías clínicas recomiendan de forma general la triple terapia), similar a las otras opciones actualmente disponibles de fármacos antagonistas NK1.

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BIBLIOGRAFÍA

Nuevos medicamentos en 2018

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Figura 1a. Evolución de los nuevos medicamentos (formatos) comercializados desde 1978.

Durante el año 2018, se registraron en España 873 nuevas presentaciones comerciales o formatos de medicamentos, tal como se recoge en la Tabla 1. El dato se alinea con la tendencia mostrada en los periodos analizados, en los últimos 40 años (Figura 1a) y en los últimos 10 años (Figura 1b). Cabe destacar, por ejemplo, que un total de 517 presentaciones corresponden a medicamentos genéricos (lo cual representa el 60% del total de nuevas presentaciones).

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Figura 1b. Evolución de los nuevos medicamentos (formatos) comercializados en los últimos 10 años.

A fecha de 31 de diciembre de 2018, se encontraban en situación de comercialización un total de 17.638 formatos de medicamentos. Por otro lado, durante los últimos diez años se han incorporado al mercado 8.643 presentaciones, lo que supone el 49% del total disponible actualmente; no obstante, también desaparecieron 9.129 presentaciones, lo cual se traduce en un descenso neto de 486 formatos en ese periodo. La tendencia a la renovación viene determinada por el incremento del número de bajas respecto a periodos anteriores y la paulatina estabilización –con tendencia a la baja– del número de altas en los últimos cinco años (2014-2018), en los que ha habido 676 más bajas que altas (Figuras 1b y 1c).

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Figura 1c. Evolución de la diferencia entre altas y bajas de medicamentos (formatos) en los últimos 10 años.

En lo relativo a la composición cuantitativa de los nuevos medicamentos comercializados en 2018, el 80% de estos fueron monocomponente, un 18% contenían dos principios activos y el restante 2% eran medicamentos multicomponente (Figura 2a). En este sentido, parece evidente que se mantiene la tendencia hacia los medicamentos monocomponente, que supone el 81% de los nuevos medicamentos comercializados en los últimos diez años (Tabla 2 y Figura 2b).

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Figura 2a. Composición cuantitativa de los nuevos medicamentos en 2018. * PA: principio/s activo/s.

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Figura 2b. Composición cuantitativa. Media de los últimos 10 años (2009-2018). * PA: principio/s activo/s.

Por lo que se refiere a los nuevos principios activos comercializados en 2018 en nuestro país, han sido un total de 18 –de los cuales, 6 han sido calificados como huérfanos– (Tabla 3), un número significativamente inferior a la mediana de 27 nuevos principios activos/año correspondiente a la década 2009-2018. En cambio, teniendo en cuenta que se han comercializado un total de 873 formatos de medicamentos en 2018, se obtiene un promedio de 48,5 formatos nuevos por cada nuevo principio activo comercializado, muy por encima de la mediana de 32,7 de la década1. Cabe destacar, no obstante, que el 93% de los nuevos medicamentos comercializados durante 2018 incluyen principios activos autorizados y comercializados en años previos.

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Figura 3a. Evolución de la incorporación de nuevos principios activos en los últimos 40 años (1978-2018).

Globalmente, las tendencias de la incorporación de nuevos principios activos en los últimos 40 años (1978-2018) (Figura 3a) y de la relación nuevos formatos/nuevos principios activos (Figura 3b) son moderadamente fluctuantes2. Sin embargo, en los últimos diez años se aprecia un estabilización en la incorporación de nuevos principios activos en el mercado español (Figura 3c).

Desde el año 2000, se han comercializado en España 81 nuevos principios activos como medicamentos huérfanos3, lo que supone un 17,3% de los nuevos principios activos incorporados en ese periodo. La tendencia es ligeramente ascendente, gracias a los 28 nuevos medicamentos huérfanos incorporados en los cinco últimos años (2014-2018). En cualquier caso, parece mantenerse una clara proporcionalidad entre el número total de nuevos principios activos y el de los incluidos específicamente en medicamentos huérfanos en cada año, lo que queda claramente reflejado en el evidente paralelismo entre ambas líneas de tendencia (Figura 3c). Por otro lado, resulta reseñable que, en el año 2018, se han comercializado en España un total de 9 medicamentos biosimilares nuevos (con 65 presentaciones comerciales) que incluyen 5 principios activos diferentes.

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Figura 3b. Evolución de la relación formatos/nuevos principios activos desde 1978.

Si se considera la clasificación terapéutica de los nuevos principios activos en 2018, se han incorporado principios activos a 6 de los 14 grupos terapéuticos existentes. El grupo con mayor número de nuevos principios activos durante el año ha sido –con gran diferencia sobre el resto– el L (Terapia antineoplásica y agentes inmunomoduladores), con un total de 10. Desde el año 1977, en que apareció por vez primera Panorama Actual del Medicamento, se han incorporado un total de 1.165 nuevos principios activos al mercado farmacéutico español.

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Figura 3c. Evolución de la incorporación de nuevos principios activos (total y en medicamentos huérfanos) en los 10 últimos años.

En cuanto a las tendencias observadas por grupos terapéuticos, el número de nuevos principios activos comercializados en España indica progresión significativa en la última década con relación al promedio global en particular del mencionado grupo L, de 4,0 a 8,3 principios activos/año; son también significativas la progresiones del grupo V (Varios), de 1,0 a 1,7 principios activos/año (incremento casi del doble), y en menor medida, del grupo R (Sistema Respiratorio) de 1,0 a 1,2 principios activos/año. Por el contrario, en la última década experimentan una tendencia regresiva el grupo terapéutico J (Terapia antiinfecciosa sistémica), de 4,0 a 2,9 principios activos nuevos/año y el grupo M (Aparato locomotor), de 1,0 a 0,7 principios activos año, además de otros grupos en los que no se ha incorporado ningún principio activo durante 2018, como el grupo C (Aparato cardiovascular), de 3,0 a 1,9, el grupo N (Sistema nervioso), de 4,0 a 2,3, y el grupo D (Dermatológicos), de 1,0 a 0,5 principios activos/año (Tabla 4).

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En la Tabla 5, se muestran, a modo de resumen, los nombres de los nuevos principios activos comercializados durante el año 2018 (que se describirán a continuación), junto a los nombres de los medicamentos en que se incluyen, su grupo terapéutico ATC e indicación principal.

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A. TRACTO ALIMENTARIO Y METABOLISMO

Enfermedad de fabry

MIGALASTAT

▼ GALAFOLD® (Amicus) PAM 411

El migalastat es una chaperona farmacológica que se une selectiva y reversiblemente a los sitios activos de ciertas formas mutantes de α-galactosidasa A (conocidas como mutaciones susceptibles –­amenable mutations– al tratamiento con migalastat), estabilizándolas en el retículo endoplásmico y facilitando su adecuada circulación hacia los lisosomas, donde se disocia el migalastat de la α-galactosidasa A, restableciéndose la función bioquímica de ésta: el catabolismo del gliosfingolípido ceramida trihexósido o globotriaosilceramida (GL3). La deposición crónica de este compuesto en los fluidos orgánicos y lisosomas de las células musculares lisas y endoteliales de los vasos sanguíneos, así como en las células ganglionares y otros muchos tipos de células en el corazón, los riñones, sistema nervioso y los ojos, entre otros, está asociada a la enfermedad de Fabry. En consecuencia, el medicamento ha sido autorizado, como medicamento huérfano, para el tratamiento a largo plazo de adultos y adolescentes de 16 años de edad y mayores con un diagnóstico confirmado de enfermedad de Fabry y portadores de mutaciones susceptibles de responder al tratamiento.

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El conjunto de datos clínicos ha sido considerado por la EMA como aceptable en su evaluación de la eficacia y la seguridad, aunque apunta a una serie de incertidumbres ligadas a deficiencias del diseño de los ensayos clínicos, así como al limitado número de pacientes estudiados, la variabilidad en la respuesta y la falta de datos clínicos a largo plazo; en cualquier caso, el nivel de evidencia fue considerado suficiente y aceptable para una enfermedad tan rara como la enfermedad de Fabry. El tratamiento actual en la enfermedad de Fabry consiste en la terapia de restauración enzimática, aunque ésta requiere una administración IV, que da lugar a la formación de anticuerpos neutralizantes y produce efectos secundarios propios de tal tipo de administración. En este sentido, la administración oral de migalastat podría ser una ventaja, al menos para aquellos pacientes afectados por una mutación susceptible de tratamiento por este fármaco.

náuseas y vómitos por quimioterapia

ROLAPITANT

▼ VARUBY® (Tesaro UK Limited) PAM 420

Rolapitant es un antagonista competitivo y altamente selectivo de los receptores de la sustancia P neurocinina 1 (NK1), capaz de oponerse a los efectos emetógenos de la sustancia P sobre sus receptores NK1 del centro del vómito. El medicamento ha sido autorizado, como parte de un tratamiento asociado a dexametasona y a un antagonista de los receptores de la 5-HT3, para la prevención de náuseas y vómitos tardíos relacionados con la quimioterapia antineoplásica muy o moderadamente emetógena en pacientes adultos.

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Los datos clínicos derivados de tres amplios ensayos clínicos pivotales de fase 3 han demostrado la eficacia significativa de rolapitant frente a placebo en términos de tasa de respuesta completa –ausencia de emesis o de medicación de rescate– en la fase tardía (de 24 a 120 horas) tras quimioterapia alta o moderadamente emetógena, si bien los datos de eficacia y seguridad clínica en pacientes tratados con quimioterapia moderadamente emetógena son limitados. Las diferencias absolutas descritas para rolapitant frente a placebo en términos de la variable principal oscilan entre un 10% y un 15% (según las características del estudio clínico). Los resultados en las fases aguda y global no han sido consistentes y no se puede establecer la eficacia de rolapitant la fase aguda posquimioterapia (0-24 h). Además, se ha descrito un incremento en la proporción de pacientes sin impacto en la calidad de vida (respecto al control de vómitos y náuseas), un mayor tiempo hasta la primera emesis o el uso de medicación de rescate, y una tendencia al mantenimiento en el tiempo del beneficio de rolapitant a través de ciclos de tratamiento.

Con un perfil de seguridad relativamente benigno, rolapitant presenta similitud estructural y de afinidad por receptores respecto a otros antagonistas NK1 (como aprepitant, fosaprepitant o netupitant), con una vida media plasmática más prolongada y, de forma interesante, con un perfil de interacciones diferente: no tiene efecto inductor ni inhibidor sobre el CYP3A4 y no serán necesarios ajustes posológicos de la dexametasona concomitante. En definitiva, ante la falta de datos de comparaciones directas con otros antagonistas NK1, rolapitant emerge como una nueva opción para la profilaxis frente a los vómitos y náuseas producidos por la farmacoterapia antineoplásica, similar a las opciones existentes de fármacos antagonistas NK1.

G. APARATO GENITOURINARIO y Hormonas sexuales

ESTIMULACIÓN OVÁRICA en TRAtamientos de fertilidad

FOLITROPINA DELTA

▼ REKOVELLE® (Ferring) PAM 411

La folitropina delta es un análogo recombinante de la hormona foliculoestimulante humana (FSH), capaz de iniciar y mantener el crecimiento folicular múltiple en el ciclo de tratamiento de la estimulación ovárica controlada, para el cual ha sido autorizado su uso en mujeres que participan en un programa de Técnicas de Reproducción Asistida (TRA), tales como la fecundación in vitro (FIV) o ciclo de inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI). Los resultados de ensayos pivotales durante su desarrollo clínico mostraron para la folitropina delta individualizada unas tasas de embarazo en curso, de implantación continua y de nacidos vivos muy similares, y no inferiores, a las obtenidas con folitropina alfa con dosificación convencional. La folitropina delta presenta un perfil toxicológico generalmente benigno, equiparable al de otros agentes análogos en esta misma indicación, siendo los eventos adversos más comunes con su administración los siguientes: síndrome de hiperestimulación ovárico (SHO), cefalea, náuseas, dolor pélvico/uterino y fatiga.

Por tanto, no parece que la eficacia o la seguridad clínicas de la folitropina delta dosificada de forma individualizada sean significativamente diferentes de las correspondientes a la folitropina alfa con dosificación convencional, en su uso para estimulación ovárica controlada para inducir el desarrollo de folículos múltiples en mujeres sometidas a técnicas de reproducción asistida. No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.

J. Terapia antiinfecciosa sistémica

TUBERCULOSIS PULMONAR MULTIRRESISTENTE

DELAMANID

▼ DELTYBA® (Otsuka) PAM 414

Delamanid es un agente antituberculoso que actúa inhibiendo la síntesis de algunos componentes específicos de la membrana micobacteriana (en concreto, de los ácidos metoximicólico y cetomicólico), sin los cuales la membrana se vuelve inestable y provoca la lisis de la micobacteria. El medicamento ha sido calificado como huérfano y oficialmente autorizado como parte de un régimen de combinación adecuado para la tuberculosis pulmonar multirresistente a medicamentos (MDR-TB) en pacientes adultos, cuando no es posible establecer un régimen de tratamiento eficaz por razones de resistencia o tolerabilidad. No se ha observado resistencia cruzada a delamanid con otros agentes antituberculosos actualmente utilizados. El delamanid es un análogo nitroimidazólico, estructuralmente relacionado con el metronidazol, que en realidad es un profármaco que requiere un proceso activación bioreductora en el interior de la micobacteria, que transforma el grupo nitro (–NO2) en un radical libre, químicamente muy reactivo.

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El estudio clínico pivotal de fase 2 demostró que el delamanid, en dosis orales de 100 mg/12 h en combinación en combinación con un régimen antituberculoso de base, produjo una negativización del cultivo del esputo a los 2 meses en el 45,4% de los pacientes (41,9% con la dosis de 200 mg/12 h), frente a un 29,6% de los tratados con placebo. Desde el punto de vista de la seguridad indica que es un fármaco aceptablemente bien tolerado. La tuberculosis resistente a los fármacos convencionales es un importante problema de salud, que está particularmente agravado por los movimientos migratorios procedentes de zonas endémicas. No existen muchas alternativas y las disponibles plantean algunos problemas relevantes de seguridad y eficacia. Ciertamente, el delamanid no supone, ni mucho menos, una respuesta plenamente satisfactoria a este reto, ya que subsisten numerosas dudas sobre su eficacia real. Tanto es así, que la propia EMA autorizó condicionalmente el medicamento, exigiendo el aporte de los datos finales de un ensayo clínico de fase 3 que está en curso. A pesar de ello, teniendo en cuenta las limitadas opciones de tratamiento de estos pacientes, la adición de delamanid a un régimen antituberculoso estándar representa una nueva opción de tratamiento cuando no es posible establecer un régimen de tratamiento eficaz por razones de resistencia o tolerabilidad.

INFECCIón por clostridium difficile

BEZLOTOXUMAB

▼ ZINPLAVA® (Merck Sharp Dohme) PAM 414

El bezlotoxumab es un anticuerpo monoclonal humano (una glicoproteína con un patrón de glicosilación heterogéneo) que se une con una elevada afinidad a la toxina B del Clostridiumdifficile –concretamente a las regiones de sus dominios oligopéptidos repetitivos combinados (combined repetitive oligopeptide, CROP) que se solapan parcialmente con los bolsillos de unión al receptor putativo– e impide la unión de la toxina B a sus células diana, neutralizando su actividad citotóxica y bloqueando la cascada de intoxicación celular en su primer paso. Tras su administración sistémica, se localiza en el espacio subepitelial de la pared intestinal y se filtra a la luz intestinal a través de lesiones inducidas por toxinas, uniéndose y neutralizando la toxina en este compartimento o en el lado basolateral/sistémico. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para la prevención de la recurrencia de la infección por Clostridium difficile (ICD) en adultos con alto riesgo de recurrencia de ICD.

Los datos clínicos procedentes de dos ensayos pivotales de fase 3 indican una tasa de recurrencia de la infección por Clostridium difficile (ICD) hasta 12 semanas después de la infusión del 16,5% con bezlotoxumab frente al 26,6% con placebo, lo que implica una diferencia de diez puntos porcentuales, estadísticamente significativa. Sin embargo, la EMA sugiere que la relevancia de la diferencia observada entre bezlotoxumab y placebo es cuestionable, pues la eficacia parece depender de la gravedad clínica de la ICD o algunos factores de riesgo (por ejemplo, una edad menor de 65 años). Por lo que respecta a la seguridad, puede afirmarse que el bezlotoxumab presenta un perfil benigno, con una incidencia de eventos adversos prácticamente idéntica que el placebo. En definitiva, la EMA considera que los pacientes con alto riesgo de recurrencia del ICD pueden ser una población objetivo adecuada para recibir bezlotoxumab, con el objetivo de prevenir la recurrencia del ICD.

Se incorpora con bezlotoxumab un nuevo mecanismo farmacológico, al actuar como un neutralizador de toxinas bacterianas, con un potencial clínico relevante. Entre sus principales ventajas, destaca que solo requiere una única administración, facilita la restauración de la microbiota intestinal, es activo frente a cepas de Clostridium difficile geográficamente diversas y cepas hipervirulentas y no platea problemas de interacciones farmacológicas ni requiere ajustes posológicos. En el lado contrario, las tasas de curación clínica global no difieren excesivamente con las del placebo, la administración es mediante perfusión IV y no se ha establecido aún el intervalo de tiempo específico para la infusión en relación con la terapia estándar de la ICD, así como tampoco los niveles séricos precisos para alcanzar una concentración luminal intestinal efectiva contra la toxina B del Clostridium difficile.

L. Agentes antineoplásicos e inmunomoduladores

Cáncer DE PULMÓN NO MICROCÍTICO

ALECTINIB

▼ ALECENSA® (Roche) PAM 413

El alectinib es un nuevo antineoplásico que actúa como inhibidor específico y selectivo de la tirosina cinasa de tipo ALK (Anaplastic Lymphoma Kinase) y sus variantes oncogénicas (EML-ALK, NPM-ALK), así como del RET (Receptor del factor neurotrófico derivado de células gliales). Ha sido autorizado para el tratamiento en monoterapia de pacientes adultos con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) avanzado, positivo para la cinasa del linfoma anaplásico (ALK), en primera línea o que han sido previamente tratados con crizotinib. La inhibición de la actividad de la tirosina cinasa del linfoma anaplásico (ALK) produce un bloqueo de diversas vías de señalización bioquímica, incluidas STAT3 y PI3K/AKT, induciendo la muerte por apoptosis de células tumorales.

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Alectinib guarda una estrecha relación estructural y farmacológica con otros inhibidores de la tirosina cinasa (TC) y, particularmente, con el crizotinib –inhibidor específico de TC de tipo ALK–, así como con el propio imatinib, cabeza de la serie de los inhibidores de TC, si bien presenta una potencia inhibitoria de ALK muy superior y carece prácticamente de actividad sobre el resto de TC conocidas.

Los casos positivo para la cinasa (ALK) suponen entre el 2% y el 7% de todos los cuadros de cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) avanzado o metastásico, frente a los que la opción más útil disponible hasta ahora era el crizotinib, que proporciona una supervivencia libre de progresión de ­alrededor de 11 meses; sin embargo, los fracasos terapéuticos y la progresión del tumor a metástasis cerebrales son comunes con el uso de crizotinib. Los datos clínicos de eficacia y seguridad disponibles para alectinib proceden de varios ensayos clínicos controlados por comparador activo (crizotinib) y, aunque limitados, sugieren una superioridad de alectinib sobre el crizotinib en pacientes no tratados previamente (naïve), incluyendo a los pacientes con metástasis cerebrales, así como sobre la quimioterapia estándar en pacientes refractarios a una primera línea de crizotinib. Se ha llegado a describir una reducción del 53% de la tasa de riesgo de progresión de la enfermedad o muerte frente a crizotinib en base a los resultados obtenidos para las variables de tasa de ocurrencia de progresión de la enfermedad o muerte y tasa de supervivencia sin complicaciones a los 12 meses. También se ha reportado una mejor tolerabilidad a alectinib respecto a crizotinib. Todo ello supone una buena noticia, y aporta una innovación importante en la terapéutica de este tipo de tumores.

OSIMERTINIB

▼ TAGRISSO® (Astra Zeneca) PAM 414

El osimertinib es un antineoplásico que actúa como inhibidor irreversible de la tirosina cinasa de tipo EFGR (Receptor del Factor de Crecimiento Epidérmico), con especificidad en las formas que albergan mutaciones sensibilizantes y mutación T790M de resistencia a los inhibidores de tirosina cinasas. Está estrechamente relacionado estructural y farmacológicamente con otros miembros de la serie de inhibidores de la tirosina cinasa, particularmente con el imatinib (cabeza de la serie). Ha sido autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) localmente avanzado o metastásico con mutación positiva del receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR) T790M en el exón 20, que se asocia a resistencia a otros fármacos inhibidores de tirosina cinasas específicos para EGFR (TKI-EGFR) de primera o segunda generación, como gefitinib, erlotinib o afatinib.

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Los datos clínicos provienen de tres ensayos clínicos abiertos, dos de fase 2 y uno de fase 3, este último sin finalizar. A partir de ellos, la EMA considera que el osimertinib mostró una mejora estadística y clínicamente significativa en términos de la variable primaria – supervivencia libre de progresión tumoral – mejorando en una mediana de 5,7 meses los registros obtenidos con la quimioterapia estándar a base de platino y pemetrexed (10,1 vs 4,4 meses), según los investigadores, y de 6,8 meses (11,0 vs 4,2) según un comité de evaluación independiente. Otro aspecto interesante es la relevante actividad antitumoral de osimertinib en pacientes con metástasis en el sistema nervioso centra (SNC), con tasas de respuesta del 70 vs 31%, lo que puede tener gran relevancia si se considera que el cáncer de pulmón es la primera causa de metástasis en el SNC (el 10% de los pacientes con este tipo de neoplasia tiene metástasis en el SNC en el momento del diagnóstico y hasta el 50% de ellos las desarrolla en el transcurso de la enfermedad). Sin embargo, en el momento de su autorización, los datos provenientes de los estudios clínicos no fueron lo adecuadamente maduros –número insuficiente de eventos ­finales– a efectos de supervivencia global, lo cual ha condicionado su autorización definitiva por la EMA a la presentación de nuevos datos más maduros (con un 50% y un 70% de eventos). A ellos se habrán de agregar los correspondientes datos maduros de seguridad, si bien ya se ha descrito una menor toxicidad relativa frente a la quimioterapia doble platino-pemetrexed. En definitiva, puede considerarse como una innovación importante la incorporación de osimertinib a la terapéutica de los cuadros de cáncer de pulmón no microcítico con mutación T790M, que afecta a una importante proporción de pacientes con este tipo de cáncer (40- 80%), especialmente en aquellos que nunca han fumado o cuyos tumores tienen una histología de carcinoma no escamoso, o son mujeres.

CÁncer DE PULMÓN NO MICROCÍTICO y CARCINOMA UROTELIAL

ATEZOLIZUMAB

▼ TECENTRIQ® (Roche) PAM 413

El atezolizumab es un anticuerpo monoclonal humanizado de la clase IgG1 que se une selectivamente y con gran afinidad al ligando PD-L1 del receptor de muerte programada PD-1 (Programmed Death-1), impidiendo su interacción. Así, su mecanismo se diferencia del de nivolumab y pembrolizumab, que son anticuerpos dirigidos contra el propio receptor PD-1. Se trata de un anticuerpo no glicosilado con una mínima capacidad de unión a los receptores FCγy que, por tanto, previene la función Fc-efectora y la depleción de células que expresan PD-1, potenciando la respuesta antitumoral de los linfocitos T. Al bloquear solo PD-L1, se conserva la interacción PD-L2-PD-1 y esta es una ventaja potencial que puede reducir la autoinmunidad. Ha sido autorizado para el tratamiento en monoterapia de pacientes adultos con carcinoma urotelial localmente avanzado o metastásico después de la terapia previa que contenga platino o que no son considerados aptos para esta última; también ha sido autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) localmente avanzado o metastásico después de quimioterapia previa (incluyendo aquellos con mutaciones activadoras de EFGR o ALK positivas).

Los datos clínicos proceden de un ensayo de fase 2 y otro de fase 3 en la indicación de carcinoma urotelial y, de igual modo, de un ensayo de fase 2 y otro de fase 3 en la indicación de cáncer de pulmón no microcítico. En relación a la primera, cabe destacar atezolizumab se ha autorizado para pacientes no elegibles para cisplatino en primera línea, mostrando resultados clínicos y perfiles de seguridad en ensayos por separado relativamente comparables a los mostrados por pembrolizumab (la otra opción disponible), si bien la evidencia científica para atezolizumab es de menor nivel respecto al beneficio de supervivencia global sobre la quimioterapia convencional de rescate citotóxica en el entorno refractario al platino. En relación a la indicación de CPNM metastásico en el entorno de rescate tras quimioterapia con platino, atezolizumab es el primer anticuerpo autorizado que se dirige al ligando PD-L1, habiendo demostrado que conduce a una supervivencia superior independiente de PD-L1 e histología (escamosa y no escamosa) y a respuestas duraderas. Atezolizumab mejora modesta pero significativamente la supervivencia global en relación al docetaxel (3-4 meses), y presenta una incidencia significativamente inferior de eventos adversos de grado ≥3 (37 vs 53%). Con respecto a la seguridad clínica, su perfil de toxicidad (sobre todo, en relación a efectos adversos relacionados con la inmunidad) es similar, aunque ligeramente más favorable, al de los agentes anti-PD1. En resumen, el atezolizumab aporta algunos aspectos moderadamente innovadores, tanto desde el punto de vista de la eficacia como de la seguridad para los pacientes con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) o con carcinoma urotelial.

CARCINOMA DE CÉLULAS DE MERKEL

AVELUMAB

▼ BAVENCIO® (Merck) PAM 416

El avelumab es un anticuerpo monoclonal humanizado de la clase IgG1 –consta de dos cadenas pesadas de 450 aminoácidos cada una y dos cadenas ligeras de 216, con 6 enlaces disulfuro ­intracatenarios y 3 intercatenarios– que se une selectivamente y con gran afinidad al ligando PD-L1 del receptor de muerte programada PD-1 (Programmed Death-1), impidiendo su interacción y potenciando la respuesta antitumoral de los linfocitos T CD8+ citotóxicos. Por su mecanismo de acción, está estrechamente relacionado con el atezolizumab, aunque sus indicaciones autorizadas son diferentes. En este caso, avelumab ha sido autorizado como medicamento huérfano en monoterapia para el tratamiento de los pacientes adultos con carcinoma de células de Merkel (CCM) metastásico. Cabe destacar que el CCM es un tumor neuroendocrino que se asocia a la exposición UV y cuya incidencia se ha cuadruplicado en las últimas décadas, si bien es menos frecuente que el CCNM y el melanoma. En global, el cáncer cutáneo representa la forma más frecuente de tumor maligno en la población caucásica.

Los datos del único ensayo clínico pivotal de fase 2, realizado sobre pacientes con CCM refractario a quimioterapia en estadio IV, indican una tasa de respuesta objetiva a avelumab, durante al menos 12 meses, del 33%, incluidas 10 respuestas completas (11,4%) y 19 respuestas parciales (21,6%). La mediana de la supervivencia libre de progresión tumoral (SLP) fue de 2,7 meses, la de supervivencia global fue de 12,9 meses y la supervivencia a los 12 meses era del 52%. Dado que los pacientes con CCM tratados con quimioterapia prácticamente carecen de opciones después de la recaída, avelumab parece ser al menos tan bueno, si no mejor, que la quimioterapia para el tratamiento de segunda línea, por lo que supone una innovación moderada en la terapéutica de esta indicación. Para el tratamiento de primera línea de CCM (pacientes naïve), a pesar de que la tasa de respuesta y la duración de la misma parecen prometedoras, se requieren datos más maduros de supervivencia libre de progresión que permitan estimar mejor el beneficio del paciente. Por este motivo, la EMA recomendó una aprobación condicional con la obligación específica de presentar los resultados finales del estudio de seguimiento.

MIELOMA MÚLTIPLE

ELOTUZUMAB

▼ EMPLICITI® (Bristol Myers Squibb) PAM 410

Elotuzumab es un anticuerpo monoclonal humanizado de tipo IgG1 dirigido específicamente a la glucoproteína SLAMF7 (miembro 7 de la Familia de Moléculas de Señalización de la Activación de Linfocitos), también conocido como CS1 y que se expresa en células citotóxicas naturales (NK o Natural Killers), de manera que las activa. Elotuzumab también se dirige al SLAMF7 de las células de mieloma (donde está sobre-expresado) y facilita la interacción con las células NK para mediar la muerte de las células de mieloma a través de citotoxicidad mediada por anticuerpos. Ha sido autorizado para el tratamiento, en combinación con lenalidomida y dexametasona, de pacientes adultos con mieloma múltiple que han recibido al menos un tratamiento previo.

Los datos clínicos –procedentes de un ensayo clínico de fase 3 (aleatorizado pero abierto) en pacientes con mieloma múltiple en recaída o refractario, con un cuadro progresivo tras 1 a 3 líneas de tratamiento previas (principalmente bortezomib, seguido de talidomida)– indican que la adición de elotuzumab mejora significativamente la eficacia de la combinación de lenalidomida y dexametasona sobre la supervivencia libre de progresión (19,4 vs. 14,9 meses) y la tasa de respuestas globales (79 vs. 66%). Sin embargo, desde el punto de vista de la seguridad, el elotuzumab incrementa la incidencia de efectos adversos graves de la combinación lenalidomida-dexametasona (65 vs. 57%), siendo los eventos adversos más comunes linfopenia, neumonía, fatiga, diarrea, trombosis venosa profunda, fiebre y herpes zóster. Aunque elotuzumab más lenalidomida y dexametasona es un régimen prometedor para los pacientes con mieloma múltiple recidivante o refractario, es solo uno de los varios regímenes recomendados para esos cuadros, en los que los factores clave en la selección de pacientes deben considerar los efectos adversos, los tratamientos previos recibidos y las consideraciones de coste del tratamiento. La combinación de elotuzumab + lenalidomida y dexametasona podría ser apropiada para aquellos pacientes que ya hayan sido expuestos a un tratamiento previo y en los que se pretenda utilizar un fármaco con un mecanismo de acción diferente a los ya administrados. En definitiva, se trata de una innovación moderada de cierto interés que amplía el número de opciones a considerar y, con ello, las posibilidades de ajustar de forma más personalizada el tratamiento al perfil específico de cada paciente.

Leucemia LINFOCÍTIca crónica

VENETOCLAX

▼ VENCLYXTO® (AbbVie) PAM 414

El venetoclax es un inhibidor potente y selectivo de la proteína antiapoptótica Bcl-2, que es sobreexpresada por las células de la leucemia linfocítica crónica (LLC) y en otros tipos celulares tumorales, con lo que facilita la apoptosis de dichas células. Parece actuar mimetizando la acción de la proteína BH3-only, con elevada selectividad sobre Bcl-2 en relación a otras proteínas relacionadas como BclxL o BclW, presentes en otras células como plaquetas. Esta especificidad de acción es la que se relaciona con menores efectos trombocitopénicos, respecto a sus antecesores en la investigación (navitoclax). El medicamento, autorizado como huérfano, está indicado oficialmente para el tratamiento en monoterapia de la LLC en presencia de deleción 17p o mutación del gen TP53 en pacientes adultos que no son adecuados o han fallado al tratamiento con un inhibidor de la vía del receptor de antígenos del linfocito B (ibrutinib o idelalisib); también está indicado en monoterapia para el tratamiento de la LLC en ausencia de deleción 17p o mutación del gen TP53 en pacientes adultos que han fallado al tratamiento con inmunoquimioterapia y a un inhibidor de la vía del receptor de antígenos del linfocito B.

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La eficacia y la seguridad clínicas de venetoclax han sido contrastadas mediante dos ensayos clínicos de fase 2 multicéntricos y no controlados, que evaluaron la eficacia y seguridad de la monoterapia con venetoclax (400 mg/24 h) en sujetos con LLC resistente o recidivante con o sin deleción 17p o mutación del gen TP53. Se reportaron tasas de respuesta objetiva entre el 62% y el 82%, con duración de las respuestas prolongadas y una tasa de supervivencia libre de progresión a los dos años de entre el 69% y el 88%. Hasta hace muy poco, no se disponía de opciones terapéuticas satisfactorias para la LLC con mutaciones 17p del / TP53, aparte del trasplante alogénico de precursores hematopoyético, solo útil realmente para muy pocos pacientes jóvenes con buena salud general después de lograr una buena respuesta al régimen quimioterápico tóxico, quedando como única opción la quimioterapia convencional, con bajas tasas de respuesta y de corta duración. La incorporación de nuevas líneas de tratamiento con idelalisib e ibrutinib ha permitido mejorar algo la situación, pero también estos fármacos han sido asociados con cuadros resistentes o refractarios. En este sentido, a pesar del perfil toxicológico importante, el venetoclax abre una vía farmacológica en oncología con un nuevo mecanismo de acción, que es potencialmente útil en cuadros resistentes o refractarios de LLC así como en algunas otras formas de leucemia ligadas a linfocitos B, aportando una respuesta clínica relevante en cuadros con muy escasas opciones terapéuticas, incluso cuando éstas no son funcionales, lo que supone un grado importante de innovación.

PSORIASIS

BRODALUMAB

▼ KYNTHEUM® (Leo) PAM 416

El brodalumab es un anticuerpo monoclonal humano recombinante de tipo IgG2 que se une con elevada afinidad al receptor A de la interleucina 17 (IL-17RA) presente en linfocitos, macrófagos y otras células del sistema inmunitario, bloqueando las actividades biológicas de las citocinas proinflamatorias IL-17A, IL-17F e IL-17A/F, lo que se traduce en la inhibición de la inflamación y de los síntomas clínicos de la psoriasis. El medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la psoriasis en placas de moderada a grave en adultos candidatos a tratamientos sistémicos.

Los datos clínicos procedentes de tres ensayos clínicos pivotales de fase 3 evidencian una clara superioridad, estadísticamente significativa, de la eficacia de brodalumab frente a placebo. En estos estudios, la proporción combinada de pacientes que alcanzaron la variable clínica principal (PASI75 a las 12 semanas) fue de 85% y 64% para brodalumab 210 mg y 140 mg, respectivamente, en comparación con 6% con placebo, con cifras elevadas de pacientes respondedores. Brodalumab 210 mg también resultó ser estadísticamente superior a ustekinumab. En comparación con secukinumab e ixekizumab (inhibidores de la IL-17A), brodalumab logra resultados de tratamiento similares a las 12 semanas. El perfil toxicológico del brodalumab es benigno, siendo los eventos adversos más comunes registrados nasofaringitis, dolor de cabeza, infección del tracto respiratorio superior y artralgia, la mayoría leves o moderados en gravedad. En comparación con secukinumab e ixekizumab, no se aprecian diferencias sustanciales en el perfil de seguridad.

Desde el punto de vista mecanístico, el brodalumab aporta la relativa innovación de actuar sobre los receptores A de la interleucina 17 (IL-17RA), mientras que secukinumab e ixekizumab actúan inactivando directamente la IL-17A. Aunque ésta se reconoce como el isotipo de IL-17 más significativo en la patogénesis de la psoriasis, existen otras interleucinas, como la ­IL-17F e la IL-25, que también interactúan con el IL-17RA para provocar la señalización inflamatoria. En este sentido, la capacidad de brodalumab para bloquear los efectos de todas las citocinas que interactúan con IL-17RA podría teóricamente contribuir a una mayor eficacia clínica; sin embargo, tal diferencia no se aprecia con los datos actualmente disponibles. En definitiva, brodalumab no aporta innovación significativa a la terapéutica de la psoriasis en placas.

ARTRITIS REUMATOIDE

SARILUMAB

▼ KEVZARA® (Sanofi Aventis) PAM 416

Sarilumab es un anticuerpo monoclonal humanizado de tipo IgG1 que se une específicamente a la subunidad alfa de los receptores de interleucina 6 (IL-6R), tanto de los solubles como de los de membrana, bloqueando la señalización bioquímica que estos median por acción de la interleucina 6, que desempeña un papel importante tanto en la inflamación patológica como en la destrucción articular en artritis reumatoide. En este sentido, está farmacológicamente relacionado con el tocilizumab, previamente comercializado en España (2009). Sarilumab ha sido autorizado con la indicación de tratamiento, en combinación con metotrexato o en monoterapia –en caso de intolerancia a metotrexato o cuando éste sea inadecuado–, de la artritis reumatoide (AR) activa de moderada a grave en pacientes adultos con respuesta inadecuada o intolerancia a un tratamiento previo con uno o más fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAMEs).

En general, la evidencia científica disponible a partir de tres ensayos clínicos de fase 3 respalda el beneficio de sarilumab en el tratamiento en pacientes adultos con artritis reumatoide moderada a severamente activa que respondieron inadecuadamente o fueron intolerantes con uno o más FAMEs. El efecto del tratamiento resultó en la mejora de los signos y síntomas de la enfermedad, la mejora de la función física y la reducción de la progresión del daño estructural óseo. Dicho efecto se mantuvo con el tiempo con una mejora persistente de los signos y síntomas asociados a la AR. La magnitud del efecto en general se considera clínicamente relevante en una población de pacientes para la cual todavía existe la necesidad de tratamientos alternativos más efectivos. Esto es particularmente cierto para los pacientes con resistencia o intolerancia, donde la monoterapia con sarilumab (200 mg/2 semanas) fue claramente superior a adalimumab, un agente anti TNF. Sin embargo, no hay datos de eficacia disponibles para la monoterapia con sarilumab en pacientes con AR que responden inadecuadamente o son intolerantes a FAME biológicos, y como tal, la evidencia del beneficio del tratamiento con sarilumab como monoterapia se limitó a pacientes intolerantes o irresponsables con FAME sintéticos convencionales. Tampoco hay datos comparativos directos con tocilizumab, farmacológicamente similar al sarilumab. Aunque los datos farmacológicos indican que el sarilumab tiene una afinidad más alta que el tocilizumab por el receptor objetivo (IL-6R), los resultados clínicos disponibles, por separado, sugieren que la eficacia y los perfiles de eventos adversos son similares. En relación al perfil de toxicidad de sarilumab, cabe destacar que un porcentaje importante de pacientes tratados con sarilumab (17-18%) suspendieron el tratamiento, en comparación con el grupo placebo (10%), mayoritariamente debido a eventos adversos emergentes durante el tratamiento, de los cuales los más comunes fueron neutropenia, elevación de los niveles de ALT e infecciones por herpes zóster. En definitiva, sarilumab no implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de la indicación autorizada.

ESCLEROSIS MÚLTIPLE

CLADRIBINA

▼ MAVENCLAD® (Merck) PAM 415

La cladribina es un agente inmunosupresor que actúa como antimetabolito de la adenosina (una base purínica del ADN, de la que es análogo), si bien es más resistente que ésta a la degradación, lo cual aumenta su permanencia intracelular. Produce un efecto prolongado dirigido preferencialmente a los linfocitos T, siendo eficazmente fosforilada a 2-clorodesoxiadenosina trifosfato y acumulada en su interior celular, donde induce la apoptosis al interferir la síntesis de ADN. De esta forma, afecta a los procesos autoinmunitarios que intervienen en la fisiopatología de la esclerosis múltiple. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con esclerosis múltiple (EM) recurrente muy activa definida mediante características clínicas o de imagen.

Su eficacia y seguridad clínicas han sido contrastadas en mediante un ensayo clínico pivotal de fase 3, aleatorizado, doblemente ciego y controlado con placebo, de dos años de duración, con una extensión de seguimiento de este último de dos años adicionales. Entre los pacientes que recibieron cladribina (3,5 mg/kg o 5,25 mg/kg), se observaron: una tasa anualizada de recaída significativamente más baja que en el grupo placebo (0,14 y 0,15 vs. 0,33), una tasa sin recaídas más alta (79,7 y 78,9 vs. 60,9%), un menor riesgo de progresión sostenida de 3 meses de discapacidad, con una reducción del 33% para el grupo de 3,5 mg/kg, y reducciones significativas en el recuento de lesiones cerebrales visualizada mediante imágenes de resonancia magnética (MRI). Los eventos adversos que fueron más frecuentes en los pacientes tratados con cladribina incluyeron linfocitopenia (21,6% en el grupo de 3,5 mg y 31,5% en el grupo de 5,25 mg, vs. 1,8% con placebo) y herpes zóster (1,8 y 2,6%, respectivamente, vs. 0%). La respuesta positiva obtenida con cladribina durante el ensayo pivotal se mantuvo en los pacientes tratados con placebo en la extensión, pero sin que se aprecie ningún beneficio terapéutico añadido al utilizar el tratamiento durante la fase de extensión. En cualquier caso, la ausencia de una comparación directa con un tratamiento activo es una limitación importante para establecer el papel de la cladribina en la esclerosis múltiple.

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Según el IPT, la cladribina debe considerarse como una nueva opción de tratamiento en pacientes con EM recurrente con enfermedad muy activa que no hayan respondido a al menos un tratamiento modificador de la enfermedad y en los que se considere que un cambio entre los medicamentos estándar de primera línea (interferones, glatirámero, teriflunomida y dimetilfumarato) no sea lo más adecuado debido al grado de actividad y gravedad de la enfermedad, co-morbilidades u otros factores. Así, cladribina podría considerarse como una alternativa a otros fármacos de segunda línea como natalizumab, o fingolimod (o alemtuzumab, si procede).

OCRELIZUMAB

▼ OCREVUS® (Roche) PAM 420

Ocrelizumab es un anticuerpo monoclonal que actúa de forma selectiva contra linfocitos B que expresan CD20, un antígeno de superficie celular que se encuentra en linfocitos pre-B, linfocitos B maduros y linfocitos B de memoria. El medicamento ha sido oficialmente autorizado para para el tratamiento de pacientes adultos con formas recurrentes de esclerosis múltiple con enfermedad activa definida por características clínicas o de imagen y para el tratamiento de pacientes adultos con esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP) temprana que presenten actividad inflamatoria en las pruebas de imagen.

La acción inmunomoludadora del fármaco en EM parece deberse a la depleción de linfocitos B, limitando su efecto en la destrucción de las vainas de mielina neuronales (evento crucial en la patogénesis de EM). Los datos derivados de dos amplios estudios pivotales de fase 3 han demostrado eficacia clínicamente significativa de ocrelizumab frente a interferón β-1a (fármaco de primera línea) en pacientes con EM recurrente, con una reducción del 46,4% de la tasa anualizada de recaídas a las 96 semanas. En otro ensayo clínico confirmatorio en pacientes con EM primaria progresiva (EMPP), el tratamiento con ocrelizumab se asoció con una reducción del 24% del riesgo de progresión de la discapacidad a las 12 semanas en comparación con placebo. En los tres estudios, los resultados de las variables primarias se complementaron con mejorías en otras variables secundarias clínicas y de resonancia magnética nuclear.

Desde el punto de vista toxicológico, ocrelizumab presenta un perfil de seguridad similar al de otros inmunosupresores intravenosos. Generalmente es bien tolerado, siendo los efectos adversos más relevantes las reacciones relacionadas con la perfusión (que se atenúan con la premedicación adecuada de corticosteroide más antihistamínico) y las infecciones del tracto respiratorio. Sin embargo, la incertidumbre sobre el riesgo de infecciones oportunistas y potencial riesgo de carcinogenicidad a largo plazo limitan su posicionamiento terapéutico.

En definitiva, ocrelizumab emerge como una nueva opción de tratamiento para pacientes con EMR que no respondan al menos a un FAME, como alternativa a otros fármacos de segunda línea (natalizumab, fingolimod o alemtuzumab), si bien puede plantearse como primera opción terapéutica en pacientes de EMR con curso rápido o agresivo y mal pronóstico. En el tratamiento de EMPP (forma de presentación de EM que afecta hasta a un 15% de los pacientes y supone una necesidad médica no cubierta), ocrelizumab aporta una innovación importante al tratarse del primer fármaco autorizado con esta indicación específica.

M. SISTEMA MUSCULOESQUELÉTICO

GOTA

LESINURAD

▼ ZURAMPIC® (Grünenthal) PAM 418

Lesinurad es un inhibidor selectivo de la reabsorción de ácido úrico que actúa bloqueando al transportador de ácido úrico URAT1, un transportador de la familia de transportadores de aniones orgánicos (OAT) que es responsable de la mayor parte de la reabsorción, desde la luz del túbulo renal, del ácido úrico filtrado. Por este mecanismo, lesinurad disminuye el ácido úrico sérico. Lesinurad guarda una cierta familiaridad estructural con otros agentes uricosúricos activos sobre URAT1: contiene átomos de bromo como la benzbromarona, presenta un átomo de azufre como sulfinpirazona y probenecid, e incluye un anillo heterocíclico polinitrogenado aparece en la sulfinpirazona (pirazol) y el lesinurad (triazol).

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El medicamento ha sido autorizado oficialmente como tratamiento adyuvante de la hiperuricemia, en combinación con un inhibidor de la xantina oxidasa, en adultos con gota (con o sin tofos) que no han alcanzado las concentraciones séricas de ácido úrico deseadas con una dosis adecuada de un inhibidor de la xantina oxidasa en monoterapia. Los datos clínicos procedentes de tres ensayos pivotales de fase 3 indican que, en combinación con un inhibidor de la xantina oxidasa, lesinurad es capaz de reducir significativamente y de manera rápida los niveles séricos de ácido úrico por debajo del nivel objetivo del tratamiento en pacientes con gota tofácea, que no responden adecuadamente al alopurinol o al febuxostat, con tasas de respondedores del 55 vs. 26% en pacientes tratados con alopurinol (nivel objetivo <6 mg/dL) y del 44 vs. 24% con febuxostat (nivel objetivo <5 mg/dL). Por tanto, su uso se plantearía en pacientes con una afección sintomática relevante y cuya hiperuricemia no ha respondido adecuadamente con ­alopurinol o febuxostat a dosis máximas toleradas. En definitiva, una nueva opción para el tratamiento de la hiperuricemia en pacientes con gota que no responden satisfactoriamente a los inhibidores de la xantina oxidasa, con un perfil de seguridad mejor que la única opción actualmente disponible, la benzbromarona, cuyo uso está fuertemente restringido por su potencial hepatotoxicidad.

ATROFIA MUSCULAR ESPINAL 5Q

NUSINERSÉN

▼ SPINRAZA® (Biogen) PAM 412

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Nusinersén es un oligonucleótido antisentido –formado por 18 nucleótidos uniformemente modificados en la posición 2’ de la molécula de ribosa unidos entre sí por un puente fósforo-tioato sódico– capaz de incrementar la producción de la proteína SMN (supervivencia de la neurona motora) funcional, cuya deficiencia está relacionada con el origen de la atrofia muscular espinal 5q, indicación para la cual ha recibido autorización como ­medicamento huérfano. El fármaco aumenta la proporción de inclusión del exón 7 en los transcritos del ácido ribonucleico mensajero (ARNm) del gen de supervivencia de la neurona motora 2 (SMN2), al unirse a un sitio ISS-N1 (silenciador del proceso de corte y empalme intrónico) localizado en el intrón 7 del precursor del ácido ribonucleico mensajero (pre-ARNm) del gen SMN2. Con esa unión, nusinersén desplaza los factores de corte y empalme, produciendo la retención del exón 7 en el ARNm del SMN2 y, por consiguiente, cuando se produce el ARNm del SMN2, se puede traducir en la proteína SMN funcional de longitud completa, lo que se relaciona con la eficacia terapéutica. Aunque con numerosas limitaciones, no cabe duda de que nos encontramos ante un medicamento auténticamente innovador, por varios motivos. Es el primer oligonucleótido antisentido (OAS) que permite actuar sobre el fundamento genético de la atrofia muscular espinal 5q y, lo que realmente resulta más relevante, su capacidad para actuar sobre una enfermedad que actualmente carece de tratamiento etiológico y supone la causa de muerte de origen hereditaria más común causada por enfermedades infantiles; hasta el momento, el manejo de los pacientes ha sido meramente sintomático, con un enfoque multidisciplinar y dirigido a aumentar la calidad de vida, a base de terapias respiratorias y ocupacionales, y fisioterapia. Ciertamente, los resultados clínicos (derivados de dos ensayos clínicos de fase 3) no son espectaculares –un gran porcentaje de pacientes no responde al tratamiento– pero abren una puerta a la esperanza. Desde el punto de vista de la seguridad, la mayoría de los eventos adversos descritos en los pacientes tratados con nusinersén fueron consistentes con la naturaleza y la frecuencia de los eventos típicamente asociados a la propia enfermedad y, en ciertos casos, se redujo la incidencia de los mismos. Habremos de esperar los datos de los ensayos clínicos en curso para poder establecer con mayor consistencia las conclusiones definitivas.

V. VARIOS

TUMORES NEUROENDOCRINOS GASTROENTEROPANCRÁTICOS (DIAGNóSTICO)

GALIO [68Ga] EDOTREOTIDA

▼ SOMAKIT TOC® (Advanced Accelarator Applications) PAM 413

La edotreótida es un análogo de la somatostatina que, a diferencia de la mayoría de los análogos de somatostatina empleados en diagnóstico y terapéutica (constituidos por una cadena de 5 a 10 aminoácidos: octreótida, pentetreótida, depreótida, lanreótida, pasireótida, etc.), es un octapéptido ligado a una estructura especial, el DOTA (ácido 1,4,7,10-tetraazaciclodecano-1,4,7,10-tetraacético), que actúa como agente quelante del radionúclido. La 68Ga edotreótida se une con alta afinidad a los receptores de la somatostatina (SSTR), principalmente al receptor SSTR2, con afinidad similar a la de la propia somatostatina, y en menor al SSTR5. Tras el marcaje radiactivo con cloruro de galio (68Ga), se obtiene la solución de galio (68Ga) edotreótida, que está indicada, como medicamento huérfano, para la obtención de imágenes mediante tomografía por emisión de positrones (PET) de la sobreexpresión de receptores de somatostatina en pacientes adultos con confirmación o sospecha de tumores neuroendocrinos gastroenteropancreáticos (TNE-GEP) bien diferenciados para la localización de tumores primarios y sus metástasis.

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La eficacia y la seguridad clínicas de galio (68Ga) edotreótida han sido suficientemente contrastadas en las indicaciones autorizadas mediante numerosos aunque pequeños estudios, que han sido objeto de meta-análisis y evaluación por la EMA en su EPAR: se recopilaron 12 estudios que incluían a 386 pacientes con tumores cancerosos y otros 86 con tumores benignos, y en los que la tasa global de sensibilidad edotreótida en PET/TC fue del 95% (IC95% 90 a 98%) y la de especificidad del 84% (IC95% 74 a 93%); no se registraron reacciones adversas frente al fármaco.

En términos de rendimiento técnico, considera tiene la ventaja técnica frente a (111In)-pentetreótida por su mejor resolución espacial, que facilita el escaneo de todo el cuerpo en poco tiempo y el valor agregado de imágenes de fusión usando un escáner híbrido PET/CT. El isótopo de galio (68Ga) tiene la ventaja de ser producido a partir de un generador que está disponible en departamentos de hospitales, sin necesidad de un ciclotrón. Para los pacientes, la principal ventaja es a través de un tiempo de escaneo más corto con menos exposición a la radiación. En definitiva, el 68Ga edotreótida aporta una innovación moderada pero significativa en el ámbito del diagnóstico mediante imágenes, que viene a regularizar una práctica relativamente extendida.

Esclerosis múltiple

Resumen

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad de probable origen autoinmune que afecta al cerebro y a la médula espinal, y más específicamente a la mielina o materia blanca del cerebro y de la médula espinal, provocando la aparición de placas escleróticas que impiden el funcionamiento normal de las fibras nerviosas. La mielina es la sustancia que rodea y aísla esas fibras nerviosas, actuando de forma similar a la cobertura de un cable eléctrico, permitiendo así que se transmitan rápidamente los impulsos nerviosos. La velocidad y eficiencia con que se conducen estas señales nerviosas permiten realizar movimientos rápidos y coordinados con poco esfuerzo consciente y, como consecuencia de la aparición de las placas escleróticas, el impulso nervioso se transmite peor y aparecen progresivamente los síntomas de la enfermedad. Se trata de una enfermedad de etiología aún desconocida, aunque se presume un origen autoinmune y multifactorial, de carácter progresivo e invalidante.

INTRODUCCIÓN

La mielina es una sustancia compuesta de proteína y lípidos (lipoproteína) que envuelve las neuronas encargadas de transmitir los impulsos nerviosos. Cuando ésta sufre algún tipo de lesión, los impulsos nerviosos se retrasan o incluso se detienen.

Es de especial mención las funciones que tiene en nuestro organismo, de las cuales, debemos destacar:

  1. Impedir la trasmisión nerviosa a las neuronas adyacentes.
  2. Aumentar la velocidad de trasmisión de las señales eléctricas de las neuronas.
  3. Realizar un aislamiento eléctrico en la parte del axón que recubre.
  4. Proporcionar suplementos metabólicos y tróficos como la lactosa, y el factor neurotrófico de crecimiento (BDNF), el cual favorece el crecimiento de las espinas dendríticas.

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Figura 1. Representación gráfica del principal evento fisiopatológico de la EM: la desmielinización.

Las enfermedades desmielinizantes son aquellas en las que el proceso patogénico principal está dirigido contra la mielina normal, produciéndose una inflamación y/o destrucción selectiva de ésta. Es importante destacar que el origen de las vainas de mielina que envuelven los axones proviene de distintos tipos de células gliales según se localicen en el sistema nervioso central (SNC) o periférico (SNP).

En el SNC las vainas de mielina son formadas por los oligodendrocitos; cada uno de éstos puede envolver varios axones de distintas neuronas. En el SNP, las vainas de mielina son formadas por las células de Schwann, que envuelven a un único axón.

ETIOLOGÍA

Existen diversos factores que causan la desmielinización, y pueden dividirse en tres grandes grupos:

  1. Causas infecciosas. En los estudios con modelos animales, se demuestra que la mielina se inflama y ésto provoca destrucción de misma, si bien en humanos la inflamación de las vainas de mielina es producida por la activación de la respuesta inmunológica.
  2. Causas genéticas. A nivel genético, en los procesos desmielinizantes se ha demostrado que existen mutaciones en ciertos genes autosómicos dominantes, y en genes autosómicos recesivos ligados al cromosoma X. No obstante, la incidencia de estas mutaciones no es demasiado significativa.
  3. Causas metabólicas. La desmilinización puede ser provocada por causas metabólicas, puesto que, el deterioro en la mitocondria de la célula produce más astrocitos y peor producción de oligodendrocitos, lo que sumado a la aparición de estrés oxidativo (que, a su vez, genera células oligodendrocíticas poco diferenciadas) repercute en la producción de mielina y en las propiedades de la misma.

La esclerosis múltiple (EM) constituye la forma más frecuente de enfermedad por alteración de la mielina en el sistema nervioso central (SNC) y, exceptuando los traumatismos, es actualmente la causa más frecuente de discapacidad neurológica en adultos jóvenes, afectando preferentemente a mujeres (4:1) entre los 20-45 años. La incidencia en España es de 58 pacientes cada 100.000 habitantes por año. La prevalencia aumenta en latitudes alejadas del ecuador en ambos hemisferios (la incidencia es mayor en zonas geográficamente con climas templados) y predomina en la raza blanca. Es por esto que existen teorías donde se pone en evidencia la participación de factores ambientales en la aparición de esta enfermedad.

Los estudios epidemiológicos y de laboratorio sugieren que es una enfermedad donde se encuentra implicado el sistema inmunitario, posiblemente iniciada cuando un agente infeccioso induce una respuesta inmune mediada por células T en un individuo genéticamente susceptible. La EM se asocia significativamente con los determinantes antigénicos HLA de clase II HLA-Dw2 y HLA-DR2, particularmente con los haplotipos DRw15, DQw6 y Dw2.

La anatomía patológica se caracteriza por la presencia de lesiones en la sustancia blanca del SNC, llamadas placas, que consisten en áreas de desmielinización de localización perivascular; se localizan especialmente en el cuerpo calloso, nervios ópticos, tronco del encéfalo, cerebelo y médula espinal. En ellas hay un infiltrado de células T CD4+ y de macrófagos, con práctica ausencia de linfocitos B y células plasmáticas. Cuando las placas se cronifican, la población linfocitaria predominante es la formada por células B y T con fenotipo supresor (CD8+). Las lesiones antiguas presentan gliosis. Por definición, el SNP nunca se ve afectado, y se postula afectación primaria del oligodendrocito. No hay ninguna correlación entre el número y tamaño de las placas con los síntomas clínicos.

FORMAS CLÍNICAS

Se distinguen tres formas principales de EM. Ha de tenerse en cuenta que se considera un brote a un déficit neurológico con una duración mayor de 24 horas y que 2 brotes son diferentes si afectan a dos áreas distintas del SNC y con un intervalo de más de 30 días de separación entre ellos

  1. Forma Recurrente-Remitente (RR):
    • Más frecuente en el inicio, se considera la forma clásica y es la manera de manifestarse del 85% de los casos de esta enfermedad.
    • Brotes de disfunción neurológica más o menos reversibles con remisión posterior.
  2. Forma Progresiva Primaria (PP):
    • Es edad dependiente, y afecta con más frecuencia a pacientes de edad más avanzada; aquellos cuya enfermedad ­comienza durante o tras la quinta década de la vida.
    • La sintomatología progresa desde el comienzo sin brotes ni remisiones.
    • Es la forma más difícil de diagnosticar y la de peor pronóstico.
    • Representa aproximadamente el 10% de las formas evolutivas.
  3. Forma Progresiva Secundaria (SP):
    • Tras un periodo de brotes, éstos disminuyen pero la discapacidad neurológica se sigue acumulando.
    • Es la forma evolutiva más frecuente, aproximadamente el 50%.
  4. Forma Progresiva Recurrente (PR):
  • Deterioro progresivo desde el comienzo.
  • En el curso de la enfermedad aparecen brotes.
  • Representa aproximadamente el 5% de las formas evolutivas.

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Figura 2. Formas clínicas principales de EM.

Por otro lado, se consideran factores de mal pronóstico: sexo masculino, un primer episodio en edad avanzada (> 5ª década), enfermedad primariamente progresiva desde el inicio, debut con signos motores y cerebelosos, escasa recuperación entre brotes, corto intervalo entre los dos primeros brotes, y la existencia de múltiples lesiones en resonancia magnética realizada en el momento del diagnóstico. Las formas medulares y las que comienzan con afectación vertebrobasilar son las de peor pronóstico, dado que con gran frecuencia se hacen progresivas. Asimismo, la EM primariamente progresiva suele comenzar con un cuadro mielopático (paraparesia espástica progresiva).

EVOLUCIÓN

El curso clínico de la EM es marcadamente variable. En los primeros 10 años desde el diagnóstico, los pacientes normalmente sufren, a intervalos impredecibles, episodios de rápido deterioro neurológico (brotes o recaídas) seguidos de remisiones. Con el tiempo, la recuperación de las recaídas no es total, y la discapacidad comienza a acumularse. Los brotes agudos se pueden superponer al empeoramiento progresivo. Al menos un 10%-20% de pacientes con recaídas desarrollarán la forma progresiva de la enfermedad dentro de una década, y más del 50% después de 10 años. En esta fase de la enfermedad las recaídas son poco frecuentes pero el declinar de la función neurológica es gradual e inexorable.

Los signos y síntomas más comunes al comienzo de la enfermedad son debilidad de una o más extremidades, pérdida visual, parestesias, diplopia, vértigo, y trastornos del equilibrio. El comienzo puede ser tanto monosintomático como polisintomático.

Los brotes en esclerosis múltiple han sido definidos e interpretados de varias formas. Con frecuencia se definen como un empeoramiento subjetivo de síntomas antiguos o la aparición de nuevos síntomas, atribuibles a la EM y acompañados por una anormalidad neurológica objetiva coherente, que dure al menos de 24 a 48 horas en pacientes que estaban estables o con mejoría en los 30 días previos. Los brotes son también conocidos como recaídas o exacerbaciones.

No ha sido establecida una relación sólida entre la tasa de recaídas y el pronóstico de la enfermedad, pero algunos expertos creen que la duración mantenida de una primera remisión es un signo pronóstico altamente favorable.

Con el curso de la enfermedad, los pacientes muestran un patrón característico de disfunción motora como resultado de una lesión de la motoneurona superior, siendo la espasticidad el principal componente. Las principales manifestaciones son: dificultades para caminar, pérdida de destreza, clonus, espasmos, paraparesia, o hemiparesia. El origen de la espasticidad es generalmente espinal y afecta predominantemente a las extremidades inferiores y al tronco.

Con el curso de la enfermedad, los pacientes también experimentan un aumento del tono flexor, que puede originar caídas súbitas y espasmos dolorosos en flexión, e imposibilita al paciente hasta el punto de tener que usar una silla de ruedas. Los signos piramidales incluyen la ausencia de los reflejos abdominales, reflejos tendinosos exagerados, reflejos plantares extensores, reflejo mandibular exaltado, y la presencia de reflejos tendinosos clónicos. Los reflejos profundos pueden estar deprimidos o ausentes, especialmente en los brazos. Es también frecuente la fatiga (claudicación corticoespinal durante el ejercicio).

Dentro de las alteraciones visuales, la neuritis óptica es una frecuente manifestación de aparición temprana de la EM, y afecta al menos al 20% de los pacientes. Sus primeros síntomas son normalmente dolor ocular o supraorbitario (a veces acompañado de cefalea) que con frecuencia empeora con el movimiento ocular o se presenta únicamente con dicho movimiento. El dolor se suele acompañar de hipersensibilidad a la presión sobre el globo ocular. La pérdida de visión brusca, generalmente manifestada como visión borrosa, sucede tras el comienzo del dolor. La agudeza visual se recupera generalmente en varias semanas tras el ataque inicial, aunque muchos pacientes comentan seguir viendo las imágenes apagadas, con peor apreciación del brillo de los colores, o intolerancia a la luz brillante. Tras un ejercicio intenso, problemas emocionales, fumar, ingerir una comida caliente, aumento de la temperatura del ­ambiente, o ­durante la menstruación, algunos pacientes padecen una recurrencia transitoria de la visión borrosa, una manifestación conocida como fenómeno de Uhthoff. Se cree que el 30% a 80% de los pacientes que sufren un episodio aislado de neuritis óptica y tienen lesiones en la imagen por resonancia magnética (RM) desarrollarán EM.

Los pacientes con EM experimentan una amplia variedad de signos y síntomas sensitivos. Los síntomas puramente sensitivos son frecuentes al comienzo de la enfermedad o en las recaídas iniciales, y se presentan en forma de parestesias (hormigueos). En la enfermedad más avanzada, los pacientes pueden sufrir una sensación de constricción en torno a alguna parte de una extremidad inferior o pérdida de la sensibilidad térmica. El síndrome de las piernas inquietas es especialmente frecuente en mujeres. Ante un paciente joven con neuralgia del trigémino hay que pensar que puede sufrir una EM. El signo de Lhermitte es un rasgo clínico frecuente en estos pacientes; se trata de una sensación eléctrica que recorre la espalda en sentido caudal hasta las piernas cuando el cuello es flexionado. Dicha sensación ocurre en el 30% o más de los pacientes. Incluso en ausencia de otros signos o síntomas, siendo este signo sugerente de EM en un adulto joven sin historia de traumatismo cervical.

La ataxia y el temblor cerebeloso se encuentran entre los síntomas físicos más invalidantes. En los miembros inferiores, la ataxia cerebelosa afecta a la capacidad de caminar; la ataxia troncular contribuye a la frecuente aparición de pérdida del equilibrio. La incoordinación cerebelosa en los miembros superiores puede ser muy invalidante, particularmente cuando se combina con un grado significativo de temblor intencional. La disartria no se suele ver al comienzo de la enfermedad. La clásica palabra escándida (silabeada o rítmica, frecuentemente acompañada de habla lenta) se ve generalmente en la enfermedad avanzada.

Un deterioro intelectual leve acontece en aproximadamente el 40% de los pacientes con EM, mientras que la discapacidad intelectual grave es mucho menos frecuente. Cuando aparecen los déficits cognitivos, afectan habitualmente al aprendizaje, la memoria reciente, y al proceso de la información más que al lenguaje, que generalmente permanece normal. Los trastornos afectivos son muy frecuentes en estos pacientes, siendo la depresión un problema frecuente. Se estima que su incidencia se encuentra entre el 27% y el 54% y su etiología es multifactorial, pero probablemente sea debida a la interacción de factores biológicos y la reacción psicológica ante el panorama o realidad de la invalidez progresiva y del aislamiento social.

DIAGNÓSTICO

La base para el diagnóstico sigue siendo la clínica, para lo cual se requiere la existencia de criterios de diseminación temporal (dos o más episodios de déficit neurológicos separados entre sí por al menos un mes sin nuevos síntomas) y diseminación espacial (síntomas y signos que indican al menos dos lesiones independientes en el SNC). En la actualidad, se usan los criterios de Poser, que aúna la información clínica con los datos aportados por las diversas exploraciones complementarias. No existen pruebas diagnósticas específicas para la EM, pero pueden ser de ayuda para llegar a un diagnóstico de certeza, aportando datos complementarios, la realización de las siguientes:

  • Resonancia magnética (RM): es el método ideal para el estudio paraclínico de estos pacientes. El uso de la RM ha aumentado significativamente el conocimiento de los procesos patofisiológicos que subyacen en la EM. Con el empleo de contraste de gadolinio se ha demostrado que la ruptura de la barrera hematoencefálica en las áreas focales de inflamación activa puede preceder a la aparición de nuevas lesiones cerebrales u otras anormalidades en la RM. Una placa de desmielinización en RM se muestra como hipointensa en T1 e hiperintensa en T2 y densidad protónica (DP). La localización más frecuente de estas lesiones es en el sustancia blanca periventricular.
  • Neurofisiología: se estudian los potenciales evocados visuales (PEV), los potenciales evocados auditivos de tronco (PEAT) y los potenciales evocados somatosensoriales (PESS). Permite detectar lesiones asintomáticas no descubiertas en la exploración física.
  • Líquido cefalorraquídeo: puede detectarse pleocitosis mononuclear en un 25% de los casos (> 20 células/ml). El diagnóstico será puesto en duda cuando haya más de 75 células/ml o polimorfonucleares. En más del 95% de los pacientes se detectan bandas oligoclonales, signo de síntesis intratecal de IgG.

La severidad de la EM se valora con el uso de escalas de evaluación funcional que miden el grado de deterioro o discapacidad. Son numerosas las escalas de valoración que existen. La más completa de ellas es la Escala Ampliada del Estado de Discapacidad (Expanded Disability Status Scale, EDSS), o escala de Kurtzke, siendo esta la herramienta de valoración clínica de uso más extendido en ensayos clínicos.

TRATAMIENTO

Actualmente no existe un tratamiento curativo de la enfermedad. Entre los fármacos disponibles debemos distinguir entre los utilizados para el tratamiento del brote, el tratamiento de fondo y el tratamiento sintomático.

  • Tratamiento del brote: cuando los brotes son de intensidad moderada o grave, se recurre al uso de corticoides a altas dosis (hasta 1.000 mg/día de metilprednisolona) por vía intravenosa durante periodos cortos (3-5 días) con reducción progresiva de dosis durante un mes. Este tratamiento consigue en la mayoría de los casos disminuir la intensidad y duración de los brotes cuando son administrados en la fase aguda.
  • Tratamiento de fondo: el principal objetivo es reducir el número de brotes y la acumulación progresiva e inexorable de discapacidad. En este apartado distinguimos los fármacos de primera línea: a) acetato de glatiramero que se administra diariamente por vía subcutánea y reduce en un 30% el número de brotes en las esclerosis con curso remitente recurrente; y b) interferón β (1a y 1b): el primero en introducirse en el arsenal terapéutico fue el interferón β-1b, que ha demostrado reducir el número y la intensidad de los brotes, así como la actividad de la enfermedad evaluada por RM; el interferón β-1a, además de los efectos referidos para el interferón β-1b, ha demostrado poder retrasar la aparición de discapacidad física. Ambos fármacos presentan con una tasa similar de reducción de brotes a la encontrada con el acetato de glatiramel.

Los criterios para el uso de fármacos de primera línea son 3:

  1. Curso recurrente–remitente de la enfermedad con 2 brotes en los últimos 3 años.
  2. Curso secundariamente progresivo con persistencia de brotes y que aún puedan deambular.
  3. Tras un brote típico de esclerosis múltiple con datos clínicos, radiológicos o de líquido cefalorraquídeo que haga sospechar del desarrollo de EM en un paciente hasta entonces sano.

En caso de que los fármacos anteriores no demuestren eficacia, no se cumplan los criterios para su aplicación, estemos ante una EM remitente-recurrente muy grave y con rápida evolución, podemos pasar a los fármacos de segunda línea; hasta hace poco, estaban aprobados solo dos: a) natalizumab: es el fármaco más eficaz para el tratamiento de esclerosis múltiples entre todo el arsenal farmacológico de que disponemos en la actualidad, pero entre cuyos efectos secundarios ha de destacarse el posible desarrollo progresivo de leucoencefalopatía multifocal progresiva; b) fingolimod: presenta ventaja terapéuticas sobre los fármacos de primera línea, no siendo así si se compara con el natalizumab.

En los últimos años, para completar el arsenal de fármacos de segunda línea, se ha autorizado la cladribina y, muy recientemente, el ocrelizumab.

Otros fármacos que pueden ser útiles en el tratamiento de esta enfermedad son la azatioprina, que, al tener menos efectos secundarios, disminuye modestamente y en algunos pacientes el número de brotes. El metotrexato a dosis bajas también parece ser eficaz en las formas crónicas progresivas, así como la mitoxantrona.

  • Tratamiento sintomático: La espasticidad se trata con baclofeno (agonista del GABA de acción medular), y benzodoacepinas como diacepam o tizanidina. Para la fatiga son útiles la amantadina y la pemolina. En los cuadros con síntomas paroxísticos (neuralgia del trigémino, distonias, temblores y otros dolores de origen central) se emplea normalmente carbamacepina, amitriptilina o fenitoína. La hiperreflexia vesical (urgencia miccional e incontinencia) se trata con anticolinérgicos, como tolterodina y oxibutinina; en el caso contrario, cuando lo que se produce es retención por atonía vesical, son útiles lo inhibidores de la receptación de serotonina. Es frecuente que los pacientes con diagnóstico de EM pasen por periodos de depresión para lo cual es útil el tratamiento con inhibidores de la recaptación de serotonina (ISRS).

Bibliografía

Salud sexual

resumen

Entre los principales factores que condicionan el estado de salud sexual destacan sobremanera las enfermedades de transmisión sexual o enfermedades venéreas. Por el carácter comúnmente leve o asintomático (en especial en las primeras etapas) de muchas de estas enfermedades, así como su etiología microbiana, se utiliza indistintamente el término de infecciones de transmisión sexual (ITS).

Las ITS no son solo un problema individual, sino que constituyen un grave problema de Salud Pública por su elevada incidencia, la dificultad de realizar un control y seguimiento adecuados (elevado infradiagnóstico que facilita su transmisión), por el impacto negativo sobre la salud sexual y reproductiva, y por la morbilidad asociada. En general, presentan signos y síntomas comunes que producen alteraciones a nivel genital y, en menor medida, a nivel extragenital, pudiendo algunas de ellas producir complicaciones graves a medio-largo plazo en quienes las padecen, tales como infertilidad, abortos, infecciones congénitas, cáncer de cérvix, etc. A diferencia de lo que podría esperarse, el mayor acceso a la información y la educación sexual en la actualidad no se relacionan con una menor incidencia de ITS, sino que se están detectando repuntes importantes de algunas de ellas en los últimos años, lo cual va asociado a un impacto socio-económico creciente.

Bajo el concepto clásico de ITS, se engloban infecciones de etiología bacteriana (sífilis, gonorrea o clamidiasis), de etiología vírica (herpes genital, papiloma, VIH o hepatitis B) y de etiología parasitaria (tricomoniasis vaginal, sarna o ladillas). En el presente artículo, se revisan las principales características de las ITS más prevalentes en nuestro medio, haciendo hincapié en su epidemiología, manifestaciones clínicas y tratamiento. Si bien para el tratamiento de las ITS bacterianas se emplean diversos antibióticos que consiguen erradicarlas, las ITS víricas no suelen ser curables y las pautas de tratamientos con antivirales serán más largas y complejas, con tendencia a la cronificación.

En el manejo de las ITS, la prevención cobra especial relevancia. Las prácticas sexuales seguras, con empleo del preservativo, así como las pruebas de detección precoz y la vacunación (en los casos en que está disponible) son las principales estrategias preventivas frente a su diseminación. Desde su privilegiada posición de profesional sanitario accesible y cercano a pacientes y ciudadanos, el farmacéutico comunitario tiene un papel clave ante un problema de salud con un alto componente emocional. Una educación sanitaria con rigor científico, la promoción del diagnóstico precoz y la optimización de la terapia farmacológica (incluyendo la promoción del uso racional de antibióticos) son las principales estrategias que pueden desarrollar los farmacéuticos en la asistencia sanitaria para combatir las ITS.

DEFINICIÓN Y ENFOQUE

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la Salud Sexual como “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social con relación a la sexualidad”. Por tanto, no se entiende como la mera ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad, sino que “la salud sexual necesita un acercamiento positivo y respetuoso a la sexualidad y a las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener experiencias placenteras y seguras, libre de coacción, discriminación y violencia”. La salud sexual debe defender, proteger, mantener y respetar los derechos sexuales de todas las personas.

El concepto de salud sexual y reproductiva fue incorporado por primera vez en las Naciones Unidas en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de El Cairo en 1994, donde se vinculó el discurso sobre los derechos humanos con el derecho a la salud. Así, en el año 2010, la OMS refrendó que los Derechos Sexuales se engloban dentro de los Derechos Humanos, estando ya reconocidos en leyes nacionales, internacionales y otros acuerdos sobre derechos humanos.

Entre los objetivos principales de este reconocimiento, se encuentran: a) alcanzar los más altos estándares de salud sexual, incluyendo el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva; b) preservar el derecho de buscar, recibir y transmitir información sexual; c) el derecho a la educación sexual; d) el respeto a la integridad física; y e) a la libre elección de pareja.

En España, diversas normas legales respaldan el derecho a la salud sexual y han impulsado medidas para protegerla. A modo de ejemplos, destacan: a) el Real Decreto 1030/2006, que incluye como servicios de atención primaria en el Sistema Nacional de Salud la promoción de conductas saludables en relación a la sexualidad, evitación de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual (ETS), y defiende la atención sanitaria y el seguimiento clínico de personas con VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) y otras ETS; b) la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo, que pretende garantizar los derechos fundamentales en el ámbito de la salud sexual y reproductiva, regulando las obligaciones de los poderes públicos; o c) el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades (2008-2011), que impulsó diversas acciones relacionadas con la salud sexual y reproductiva (MSPSI, 2011).

No cabe duda, por tanto, de que la sexualidad –en cuya salud óptima juegan un papel importante el amor, el afecto y la intimidad– es una parte importante del ser humano y contribuye al sentido del bienestar. Entre los factores que alteran la capacidad de mantener o disfrutar las relaciones sexuales por parte de hombres y mujeres, se pueden destacar:

  • Enfermedades de transmisión sexual.
  • Enfermedades crónicas (como cáncer o enfermedades del corazón).
  • Otras enfermedades que afecten al tracto genitourinario y que, clásicamente, no se consideran de adquisición por vía sexual; por ejemplo, la vulvovaginitis candidiásica.
  • Medicamentos y estados fisiopatológicos de la persona que afectan al deseo o al rendimiento sexual.
  • Temor a un embarazo no deseado.
  • Preocupaciones sobre la infertilidad.

Por el creciente impacto y relevancia en aspectos de Salud Pública que están mereciendo de nuevo las enfermedades o infecciones de transmisión sexual, muchas de las cuales se consideraban controladas desde el punto de vista epidemiológico dos décadas atrás, la presente revisión se centrará en ellas.

Son numerosas las enfermedades que pueden transmitirse por vía sexual, si bien se abordarán aquí las englobadas bajo el concepto clásico de enfermedades de transmisión sexual y que tienen un impacto más significativo en nuestro entorno, centrando el foco en su patogenia, epidemiología, aspectos clínicos y terapéutica. Otros trastornos que también afectan a la salud sexual, como algunas disfunciones sexuales (trastorno del deseo sexual hipoactivo femenino o disfunción eréctil en el varón) quedan fuera del objetivo del presente artículo.

ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL

El concepto de enfermedades de transmisión sexual (ETS) engloba aquellas patologías cuya vía de transmisión más relevante es el contacto sexual. También se conocen como enfermedades venéreas (del latín veneris, de Venus, diosa del amor) y, considerando que la mayoría son enfermedades infecciosas, se emplea indistintamente el término infecciones de transmisión sexual (ITS).

Son un grupo de enfermedades que, en muchos aspectos, presentan signos y síntomas muy similares –algunos de ellos inespecíficos, tales como fiebre o erupción cutánea en genitales, tronco, manos o pies–, aunque en la mayoría de los casos, sobre todo en las primeras etapas, las ETS sólo van acompañadas de síntomas leves o son asintomáticas. Por esta razón, los expertos prefieren emplear más frecuentemente el término infecciones de transmisión sexual en lugar de enfermedades de transmisión sexual. Además, los signos y síntomas pueden aparecer a los pocos días después de haber estado expuesto o pueden pasar años hasta que se presenten los problemas. Todo ello dificulta el diagnóstico certero y facilita su diseminación.

Resulta imprescindible destacar que las ITS pueden producir alteraciones a nivel genital, que será lo más frecuente, pero también tienen repercusiones a nivel extragenital. En la Tabla 1, se recogen las principales manifestaciones que pueden servir de señal de alerta ante una ITS. No obstante, algunas ITS pueden producir complicaciones de mayor importancia, como afectación neurológica (en el caso de Treponema pallidum), cirrosis hepática y hepatocarcinoma (por el virus de la hepatitis B) o síndrome de inmunodeficiencia adquirida en el caso del VIH.

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Como se ha indicado, las ITSse propagan de una persona a otra exclusiva o predominantemente por contacto sexual sin protección (mediante sexo vaginal, anal u oral), a través del semen, del fluido vaginal u otros fluidos corporales. Algunas ITS también se pueden propagar por medios no sexuales, como la vía parenteral (por ejemplo, las transfusiones de sangre o agujas compartidas) o por vía vertical, de madre a hijo durante el embarazo o el parto (particularmente la clamidiasis, la gonorrea, la hepatitis B primaria, el VIH y la sífilis), pudiendo causar problemas severos y potencialmente mortales en recién nacidos.

De entre los más de 30 virus, bacterias y parásitos que se sabe se transmiten por contacto sexual, ocho se han vinculado a la máxima incidencia y prevalencia de ITS. De esas ocho infecciones, cuatro son actualmente curables, a saber, la sífilis, la gonorrea, la clamidiasis y la tricomoniasis. Las otras cuatro –hepatitis B1, virus del herpes simple, VIH y virus del papiloma humano– son infecciones virales incurables, aunque existen tratamientos capaces de atenuar o modificar los síntomas o la propia enfermedad (González, 2016).

Según su etiología, las ITS pueden producirse por:

  • Bacterias: sífilis, gonorrea y clamidiasis.
  • Virus: herpes genital, papiloma humano, hepatitis B y VIH.
  • Parásitos: tricomoniasis.

Es necesario recordar que la actividad sexual cumple una función clave en la propagación de otros muchos otros agentes infecciosos cuya transmisión no se restringe únicamente a la vía sexual, sino que es posible la infección por otras vías. Algunos ejemplos son los virus de la hepatitis A y C, y las bacterias Shigela o Giardia intestinalis. Según algunos autores, estas infecciones no se consideran como ITS en el sentido clásico de la definición.

CONSIDERACIONES GENERALES: MAGNItud del problema

Las ITS no son solo un problema individual, sino que constituyen un desafío constante y un grave problema de Salud Pública por su elevada incidencia, por la dificultad de realizar un control y un seguimiento adecuado –frecuentemente son asintomáticas y no se diagnostican, facilitándose su transmisión–, por el impacto negativo sobre la salud sexual y reproductiva, y por la morbilidad asociada y las complicaciones que pueden originar en quienes las padecen.

La incidencia de las ITS disminuyó en décadas anteriores en parte por las medidas introducidas para el control de la epidemia por VIH y el miedo generado en la población a la posible adquisición de ese microorganismo, aun cuando podría pensarse que había menos acceso a la información y educación sexual que en la actualidad.

No obstante, con el avance del tratamiento antirretroviral, este respeto se ha perdido y en los últimos 15-20 años se ha observado un incremento notable y exponencial en los nuevos casos de ITS. Así, figuran entre las cinco categorías principales de patologías por las que los adultos buscan atención médica. Algunos autores estiman que casi la mitad de la población sexualmente activa se contagiará por, al menos, una ITS durante su vida, en muchos casos sin desarrollar síntomas.

Además, aunque casi todas estas enfermedades tienen tratamiento, algunas de ellas, como algunas de las producidas por virus, nunca se curan completamente y pueden reaparecer con posterioridad, al permanecer el agente causal en estado latente.

De forma global, la OMS estima que cada día más de 1 millón de personas contraen una ITS. Según esas estimaciones, unos 357 millones de personas en todo el mundo contraen anualmente alguna de las cuatro ITS siguientes: tricomoniasis (143 millones), clamidiasis (131 millones), gonorrea (78 millones) o sífilis (5,6 millones).

En España, la incidencia del conjunto de las ITS ha registrado un preocupante y constante aumento en los últimos años, aproximadamente desde el año 2000, momento en que se invirtió la tendencia descendente favorable mantenida, al menos, desde 1995. Según los datos del último Informe de Vigilancia Epidemiológica de Infecciones de Transmisión Sexual 1995-2015, publicado recientemente (DGSPCI, 2017), la mayor incidencia de muchas ITS se ha descrito para el segmento de edad de 15-19 años –superior al segmento de mayores de 35 años–, habiéndose registrado casos incluso en menores de 15 años. Entre las causas de la mayor incidencia actual, sobre todo en jóvenes, se pueden identificar la falta de educación sexual y la relajación ante la misma, las prácticas sexuales de riesgo (con múltiples parejas) y la banalización de sexualidad, el escaso uso del preservativo y la falta de políticas de prevención.

Estos datos, unidos a las cifras epidemiológicas específicas para cada una de las ITS a nivel nacional e internacional, que se referenciarán más adelante en este informe, deberían hacer recapacitar a toda la sociedad para resaltar la importancia en Salud Pública de estas patologías. De hecho, más allá del efecto inmediato de la infección en sí misma, las ITS pueden tener consecuencias graves a corto, medio o largo plazo. En este sentido, la OMS realiza las siguientes advertencias a tener en cuenta:

  • Algunas ITS, como el herpes o la sífilis, pueden multiplicar por tres (o más) el riesgo de contraer el VIH.
  • La transmisión de la madre al niño puede dar lugar a muerte prenatal, muerte neonatal, insuficiencia ponderal al nacer y prematuridad, septicemia, neumonía, conjuntivitis neonatal y deformidades congénitas, entre otros efectos.
  • La infección por el virus del papiloma humano (VPH) provoca en todo el mundo más de medio millón de casos anuales de cáncer cervicouterino y más de 266.000 defunciones.
  • Algunas ITS, como la gonorrea y la clamidiasis, pueden desencadenar la enfermedad inflamatoria pélvica o un desenlace adverso del embarazo, y son causa de infertilidad.

En base a su etiopatogenia, se identifican una serie de factores de riesgo para contraer una ITS, aunque, a priori, toda persona sexualmente activa está en riesgo de exponerse, en diverso grado, a una infección de transmisión sexual. Los principales factores que determinan ese riesgo se definen brevemente en la Tabla 2.

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La mayor presencia de estos factores de riesgo define la existencia de las denominadas poblaciones core, caracterizadas por tener altas tasas de cambio de pareja o formar redes de contactos, en las que se concentran de forma mayoritaria ciertas ITS como la sífilis, la gonorrea, la infección por el VIH o la hepatitis B. Este es el caso, por ejemplo, de los/as trabajadores/as del sexo y sus clientes, de algunos HSH (hombres que tienen relaciones sexuales con hombres) y de consumidores de drogas de uso recreativo y alcohol. Otras ITS, como las producidas por Chlamydia trachomatis, el VPH o el herpes genital, se distribuyen de manera más uniforme en toda la sociedad, y pueden propagarse ampliamente incluso en poblaciones de relativo bajo riesgo.

El alto impacto social de las ITS se proyecta, además, en el ámbito económico. La mayor incidencia en los últimos años de muchas ITS se traduce en un gasto sanitario creciente para la asistencia a estos pacientes, si bien no se dispone de datos económicos actualizados para el conjunto de estas infecciones, en parte como consecuencia del elevado infradiagnóstico. Parece evidente, por tanto, que el diagnóstico y tratamiento temprano, la promoción de la educación sexual y las políticas de prevención son esenciales para controlar su transmisión.

ITS de ETIOLOGÍA BACTERIANA

SÍFILIS

La sífilis, también conocida por su denominación en latín –lúes–, es una enfermedad infecciosa crónica sistémica producida por la espiroqueta Treponema pallidum subsp. Pallidum, en la que el único reservorio es el hombre, y que se caracteriza por presentar fases activas separadas por periodos de latencia.

T. pallidum es capaz de adherirse y atravesar las células de la piel y mucosas, a través de pequeñas lesiones dérmicas en la capa basal de la epidermis, produciendo una lesión ulcerativa primaria o chancro. Durante este periodo, algunas espiroquetas acceden a los ganglios linfáticos regionales, desde donde se produce la diseminación a sangre. A pesar del aparente control inicial de la infección y la respuesta humoral generada, T. pallidum accede a la circulación sistémica y la infección puede progresar de forma latente o sintomática durante años. Su capacidad lesiva se debe a su invasividad y a la capacidad de desencadenar reacciones de hipersensibilidad de tipos III y IV.

Según la vía de transmisión, fundamentalmente por contacto directo con lesiones activas que contienen treponemas, la sífilis se clasifica como congénita (transmitida de madre a hijo en el útero) o adquirida (por contacto sexual y, rara vez, por vía transfusional). La sífilis congénita se considera un cuadro grave, asociada a lesiones fetales severas, por lo que el cribado universal en mujeres embarazadas está indicado junto al de VIH, la hepatitis y la rubeola. En mujeres con sífilis precoz no tratada, la infección se trasmitirá en el 75-90% de los embarazos (solamente en el 35% si se trata de sífilis tardía) y causará la muerte del feto en torno al 40% de los casos.

Epidemiología

La sífilis se caracterizó por una elevada morbimortalidad hasta que la introducción de la penicilina en el arsenal terapéutico, en los años cuarenta del siglo pasado, originó una drástica reducción del número de casos notificados. El tratamiento antibiótico redujo su incidencia notablemente hasta los años ochenta, en que la aparición del SIDA y el cambio en los hábitos sexuales derivaron en un importante repunte, no solo en ésta, sino también en otras ITS.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen 12 millones de casos nuevos de sífilis en el mundo, un 90% de los cuales se diagnostican en países en desarrollo. En muchos países europeos, se ha detectado un aumento de nuevos diagnósticos de sífilis en las últimas décadas y, de manera más notable, entre 2010 y 2014. Tal es así que en 2016 se notificaron un total 29.365 casos en los 28 países de la Unión Europea, lo cual supone una tasa de incidencia media de 6,1 casos/100.000 habitantes (ECDC, 2018a). Dos de cada tres nuevos casos se deben a un contagio por vía sexual en hombres homosexuales (Figura 1), siendo la incidencia en hombres 8 veces mayor que en mujeres, con el pico de incidencia entre los hombres de 25 a 34 años (25 casos/100.000).

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Figura 1. Porcentaje de nuevos casos de sífilis por género y mapa de incidencia de sífilis en Europa en 2016. Adaptado de: Annual Epidemiological Report for 2016 – Syphilis (ECDC, 2018).

España es uno de los países europeos con mayor tasa de incidencia (7,2 casos/100.000 habitantes en 2016), a pesar de que la sífilis es una enfermedad de declaración obligatoria desde 1998 y está sometida a vigilancia epidemiológica. En nuestro país, las tasas de incidencia de la sífilis se han incrementado progresivamente, especialmente desde 2002. Así, se han confirmado un total de 3.162 casos en 2016 y 2.855 en el año 2017, excluyendo los casos de sífilis congénita (ISCIII, 2018). Resulta impactante que, en dos décadas, se ha pasado de 700 casos de sífilis a más de 3.000. Cataluña es la comunidad autónoma con mayor número de casos declarados (18,02 casos por 100.000 habitantes), más del doble de la incidencia nacional, seguida de Navarra (9,27) y la Comunidad Valenciana (7,70). En el otro extremo, Melilla (1,18 casos), Ceuta (2,37) y Cantabria (2,74) presentaron las cifras más bajas de incidencia.

La sífilis es más contagiosa al comienzo de la enfermedad y el grado de infectividad disminuye con el tiempo, si bien se calcula que en torno al 50% de las parejas de sujetos afectados contraerá la enfermedad. El diagnóstico de las parejas expuestas es igualmente importante, dado que las recomendaciones de tratamiento y seguimiento varían en función del momento en que se produce el contacto sexual, siendo recomendable la obtención de una historia clínica completa hasta 1 año después del contacto de riesgo (teniendo en cuenta que existe un periodo de incubación).

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

Atendiendo al estadio clínico de la enfermedad, la sífilis se clasifica en:

  • Sífilis primaria. Se caracteriza por la aparición de la úlcera o chancro en el sitio de la inoculación, tras un periodo de incubación de unas 3 semanas (entre 9 y 90 días) tras la primoinfección. El chancro es una lesión indolora (chancro duro) y no purulenta, resultado de la respuesta inmune celular inespecífica, que puede pasar inadvertida y que normalmente se resuelve en unas 3-8 semanas, incluso en ausencia de tratamiento; en el hombre suele localizarse en el pene y en la mujer en los labios mayores de la vagina, si bien cerca de un 5% de estas lesiones primarias pueden tener una localización extragenital. La naturaleza indolora del chancro la distingue de las otras dos causas principales de una úlcera genital (herpes simple y chancroide por Haemophilus ducreyi).
  • Sífilis secundaria. Esta fase comienza de 6 a 8 semanas tras la aparición de la lesión primaria, y acontece en aproximadamente el 25% de los individuos con infección no tratada. Se caracteriza por ser una enfermedad sistémica cuya aparición se debe principalmente a que la ausencia de chancro anterior (o que éste pase desapercibido) en muchos pacientes con la infección motiva la ausencia de tratamiento.

La sífilis secundaria puede producir una amplia variedad de síntomas, entre los que destacan: la presencia de exantema no pruriginoso y lesiones maculosas en región perianal o perigenital, tronco y extremidades (el exantema generalmente involucra las palmas y las plantas de manos y pies, y puede persistir de varias semanas a 1 año en ausencia de tratamiento), y otros síntomas inespecíficos como fiebre, dolor de cabeza, malestar, anorexia y linfadenopatía difusa.

Además, puede dar lugar a alopecia si afecta al cuero cabelludo e incluso pueden detectarse alteraciones de la composición del líquido cefalorraquídeo, ya que el treponema accede al sistema nervioso central en la primeras semanas tras la infección, aun cuando la infección se mantenga asintomática durante meses o años.

De igual manera que en la enfermedad primaria, las manifestaciones agudas de la sífilis secundaria suelen resolverse espontáneamente transcurridas 2-12 semanas incluso en ausencia de terapia. Los pacientes no tratados pueden experimentar ocasionalmente episodios de recaídas de sífilis secundaria hasta 5 años después de un episodio inicial.

  • Sífilis latente. Se refiere al periodo de tiempo en el que un paciente permanece infectado por T. pallidum, demostrado mediante pruebas serológicas, pero sin sintomatología. Se clasifica en temprana, si se ha producido la infección dentro de los 12 meses anteriores, y tardía, cuando la infección se produjo hace más de 12 meses. Si no se trata la fase latente, un tercio de los pacientes progresa a sífilis tardía sintomática o sífilis terciaria.
  • Sífilis terciaria (o tardía). Hace referencia al conjunto de manifestaciones que aparecen como consecuencia de la progresión, sin tratamiento, de etapas tempranas de la sífilis. Puede aparecer en cualquier momento entre 1 y 30 años después de la infección primaria –o primoinfección– y afectar a una amplia variedad de órganos y tejidos. No parece necesario que las personas hayan experimentado una sífilis primaria o secundaria clínicamente sintomática para que desarrollen la sífilis tardía.

Las manifestaciones más frecuentes de la sífilis tardía son lesiones localizadas indoloras, destructivas y granulomatosas (sífilis benigna tardía o gomosa) que pueden afectar a la piel, los huesos, la cavidad bucal, las vías respiratorias altas, el hígado, el estómago y otros órganos internos. En los casos más graves, pueden presentarse lesiones cardiovasculares (sífilis cardiovascular), como aortitis, y neurológicas (neurosífilis), como paresia generalizada.

El diagnóstico de la infección puede realizarse por medio de la identificación directa de T. pallidum en las lesiones o en los ganglios linfáticos, mediante microscopía de campo oscuro, fluorescencia directa con anticuerpos monoclonales o a través de la técnica de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Sin embargo, el diagnóstico va a ser fundamentalmente serológico, y resulta complejo ya que la diferenciación entre infección precoz (< 1 año) y tardía (> 1 año), sobre todo en casos de sífilis latente, tiene implicaciones en el tratamiento.

En el laboratorio clínico se emplean 2 tipos de técnicas serológicas:

  • Treponémicas: detectan la presencia de anticuerpos dirigidos frente a antígenos específicos de T. pallidum; permanecen positivas de por vida.
  • No treponémicas: detectan anticuerpos dirigidos frente a estructuras fosfolipídicas del organismo. Las principales son el VDRL (Venereal Disease Research Laboratory) y el RPR (rapid plasma reagin). Estas pruebas negativizan con el tiempo y se emplean en el seguimiento de la enfermedad y el control del tratamiento.
TRATAMIENTO

La bencilpenicilina (también conocida como penicilina G) por vía parenteral es el fármaco de elección para el tratamiento de la sífilis en todas sus fases (primaria, secundaria y terciaria), la neurosífilis y la sífilis congénita. La pauta de tratamiento y el tipo de penicilina dependerán de la fase y las manifestaciones clínicas de la enfermedad:

  • Sífilis primaria y secundaria: bencilpenicilina benzatina (Benzetacil®) intramuscular, 2,4 MU2 en una sola dosis.
  • Sífilis latente tardía y terciaria: bencilpenicilina benzatina intramuscular, 2,4 MU semanales, durante 3 semanas.
  • Neurosífilis y sífilis congénita: bencilpenicilina sódica (Penibiot®, Penilevel®, Sodiopen®) intravenosa, 3-4 MU, 10-14 días.

Como alternativas, se pueden valorar pautas con doxiciclina, ceftriaxona, azitromicina o eritromicina. En aquellos pacientes que presenten alergia a antibióticos betalactámicos, se recomienda la desensibilización y el empleo de bencilpenicilina, especialmente durante el embarazo y en los casos de neurosífilis.

GONORREA

La gonorrea es el nombre común empleado para designar a la enfermedad infecciosa producida por la bacteria Neisseria gonorrhoeae. Este diplococo aerobio Gram negativo tiene una gran capacidad de adhesión e invasión de las mucosas, se transmite a través del contacto genital y la exposición genitorrectal, y es responsable de al menos un 25% de todos los episodios de uretritis3. Adquirido a través del contacto sexual, este microorganismo se refugia sobre todo en las glándulas cervicales, las glándulas de Skene y Bartolini4 y las glándulas periuretrales.

Epidemiología

La uretritis gonocócica tiene un periodo de incubación que varía entre 1 y 15 días (promedio de 5) y, después de la exposición a la bacteria con un compañero infectado, contraen la enfermedad del 60 al 90% de las mujeres y del 20 al 50% de los varones. Experimentó un aumento de casos a nivel global durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado y, a partir de entonces comenzó a disminuir. En la actualidad, es una patología poco frecuente en los países desarrollados.

Según los últimos datos oficiales disponibles, en el global de la Unión Europea se confirmaron 75.349 diagnósticos de gonorrea en 2016 (ECDC, 2018b), cifra que se mantuvo estable respecto a años anteriores pero que implica una incidencia un 150% superior que la de la sífilis. La tasa de incidencia se situó en 18,8 casos por cada 100.000 habitantes, con variaciones importantes entre países: los del norte de Europa presentaron una tasa significativamente superior. La mayoría de casos de aislamiento de la bacteria se produjeron en hombres (85,1%), siendo casi la mitad descritos en hombres homosexuales (46%). El pico de incidencia se situaba en el rango de edad de 24 a 38 años (mediana de 30 años), si bien la variabilidad en cuanto a edad para esta ITS es amplia (Figura 2).

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Figura 2. Porcentaje de nuevos casos de gonorrea por género y mapa de incidencia de gonorrea en Europa en 2016. Adaptado de: Annual Epidemiological Report for 2016 – Gonorrhoea (ECDC, 2018b).

En España, en el periodo 1995-2004 se observó un marcado descenso en la incidencia de infección gonocócica; no obstante, se observa que la tendencia descendente se modifica a partir de 2001 y, desde 2004, de forma similar a la sífilis, la incidencia se incrementa progresivamente (sobre todo a partir de 2010 y en varones jóvenes de 20 a 24 años). En los dos últimos años de los que hay datos definitivos, se notificaron un total de 6.374 casos en 2016 y 4.140 en el año 2017 (ISCIII, 2018).

Es reseñable el hecho de que, habiéndose reducido los casos a menos de 1.000 en 2001, las cifras actuales en nuestro país –tasa de incidencia de casi 9 casos/100.000 habitantes– se equiparen a niveles los años 90. Por comunidades autónomas, las tasas más elevadas en 2015 se registraron en Cataluña (24,28), Madrid (18,69), Navarra (11,79) y la Comunidad Valenciana (10,60). Las comunidades con menor incidencia fueron Cantabria (1,54), Murcia (2,25), Extremadura (2,30) y Castilla y León (3,04).

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

La infección gonocócica afecta primordialmente al epitelio cilíndrico y transicional del tracto genitourinario, y se manifiesta como cuadros inflamatorios de los genitales (cervicitis5 y salpingitis6 en la mujer, orquitis7 en el varón), las vías urinarias (uretritis, más frecuente en el varón) y el recto (proctitis), pero también puede afectar a la garganta en caso de relaciones orogenitales (faringoamigdalitis gonocócica).

La sintomatología comienza a manifestarse a los 2-6 días tras la exposición, con un comienzo brusco de abundante exudado uretral mucopurulento y disuria. Hay que considerar que, si bien la mayoría de los casos suelen ser sintomáticos y el enfermo acude al médico alarmado por su sintomatología, puede haber casos oligosintomáticos o asintomáticos, que constituyen el principal reservorio para la gonococia.

En ausencia de tratamiento, en torno al 15% de las mujeres desarrollan enfermedad inflamatoria pélvica (EIP), que comprende un amplio espectro de trastornos inflamatorios del tracto genital superior femenino, en el que se incluye cualquier combinación de endometritis, salpingitis, absceso tubo-ovárico y/o peritonitis pélvica. En general, los síntomas que caracterizan a esta enfermedad son el dolor abdominal bajo, aumento del flujo vaginal, sangrado o flujo vaginal anormal; suelen ser de carácter inespecífico y leves. Las complicaciones son fundamentalmente reproductivas, aumentando el riesgo de infertilidad y embarazo ectópico en ausencia de tratamiento.

Aunque la brusquedad del cuadro y la supuración abundante sugieren ya el origen gonocócico, no se puede establecer un diagnóstico con fiabilidad sólo en base a la historia clínica, ni aunque se asocie a una exploración física compatible. Debe realizarse el diagnóstico mediante el examen microscópico del exudado uretral –tinción de Gram– y el cultivo de exudado uretral, rectal o cervical en medios selectivos. Este cultivo es especialmente importante en el caso del gonococo siempre previo a tratamiento, para confirmar la positividad de la PCR y estudiar el antibiograma y las sensibilidades antibióticas.

El resultado de la tinción de Gram será definitorio para el diagnóstico de uretritis gonocócica ante la presencia de 5 o más leucocitos por campo, recomendándose iniciar el tratamiento específico con la simple visualización de diplococos Gram negativos (Polo, 2017). Actualmente, se dispone también de técnicas moleculares basadas en la amplificación de ácidos nucleicos (TAAN), siendo de elección la PCR a tiempo real.

TRATAMIENTO

El tratamiento de las uretritis o cervicitis de origen gonocócico debe iniciarse lo antes posible después del diagnóstico. En el caso de infección extragenital pueden emplearse pautas de tratamiento más largas, y en caso de EIP que requiere hospitalización, se emplean pautas de tratamiento intravenoso.

En España, N. gonorrhoeae presenta una tasa de resistencia a fluoroquinolonas en torno al 30%, por lo que nunca deben usarse como tratamiento empírico en nuestro medio. Además, la creciente tasa de resistencia a cefalosporinas descrita para los gonococos aislados en los últimos años (resistencia a cefixima superior al 5%) y los fallos de tratamiento detectados, han derivado en la recomendación de tratamiento dual como de elección ante las infecciones gonocócicas no complicadas en nuestro país.

Frente a uretritis y cervicitis gonocócicas no complicadas, el Documento de Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de las infecciones de transmisión sexual en adultos, niños y adolescentes (Polo, 2017) considera de elección el tratamiento con: una dosis intramuscular de 500 mg de ceftriaxona (EFG) más una dosis oral de 1 g de azitromicina (Zitromax®, EFG).

Como alternativa, deben valorarse las siguientes opciones:

  • Si no se dispone de cefalosporinas intramusculares: una dosis oral de 400 mg de cefixima más una dosis oral de 2 g de azitromicina.
  • Si se produce fallo de tratamiento o se detectan resistencias a cefalosporinas: una dosis intramuscular de 1 g de ceftriaxona más una dosis oral de 2 g de azitromicina (o bien gentamicina 240 mg vía intramuscular más azitromicina 2 g vía oral).
  • Si el paciente es alérgico a penicilinas: una dosis de gentamicina intramuscular de 240 mg más una dosis oral de azitromicina de 2 g.

En el caso de uretritis persistente/recurrente de origen gonocócico, si se prescribió inicialmente doxiciclina, se recomienda administrar un tratamiento por vía oral a base de azitromicina (una dosis de 500 mg inicialmente, seguida de 250 mg/24 h durante 4 días). Por el contrario, si en un primer momento se prescribió azitromicina, se debe tratar la infección con moxifloxacino por vía oral (400 mg/24h durante 7-14 días). En ambos casos, además, si se trata de pacientes heterosexuales, el Documento de Consenso aconseja la adición al tratamiento de metronidazol por vía oral (400 mg/12h durante 5 días), que aportará cobertura frente a Trichomonas vaginalis.

A fin de evitar la oftalmia (inflamación de los ojos) descrita en recién nacidos, motivada por la exposición al exudado infeccioso durante el parto, se recomienda el tratamiento con eritromicina a las madres gestantes con rotura prematura de membranas y alta tasa de colonización por Ureaplasma urealyticum.

CLAMIDIASIS

Todas las uretritis en las que no se aísla N. gonorrhoeae se denominan uretritis no gonocócicas. La bacteria Gram negativa Chlamydia trachomatis es el principal agente etiológico, aislándose en un 15-40% de los pacientes con uretritis o cervicitis no gonocócicas. En menor proporción, como causa de uretritis y cervicitis también se han identificado las bacterias Mycoplasma genitalum y Ureaplasma urealyticum, el parásito protozoario Trichomonas vaginalis, el virus del herpes simple y el hongo Candida albicans.

C. trachomatis es un parásito intracelular obligado que se desarrolla en las células epiteliales (del epitelio escamoso y columnar) que conforman la conjuntiva y la mucosa de la uretra, el cérvix y el recto, pero también puede reproducirse en la mucosa del aparato respiratorio. Se transmite mayoritariamente por vía sexual, si bien se puede transmitir igualmente por vía vertical de madre a hijo durante el parto.

La asociación de más de un patógeno como causa de la uretritis es más que anecdótica y la más frecuente de ellas es la asociación de C. trachomatis y N. gonorrhoeae. Dado que la N. gonorrhoeae tiene un periodo de incubación más corto que C. trachomatis, el paciente manifiesta la gonococia cuando la infección por C. trachomatis está aún en periodo de incubación. Si el paciente recibe tratamiento específico para la gonococia, puede desarrollar una uretritis no gonocócica (o posgonocócica).

Epidemiología

La incidencia de uretritis y cervicitis producidas por C. trachomatis se ha incrementado con respecto a las gonocócicas, llegando a convertirse, desde finales de la década de los ochenta del siglo pasado, en la ITS bacteriana más frecuente en muchos países occidentales.

En 2016, en Europa se reportaron un total de 403.807 casos de clamidiasis, lo que supone una tasa de incidencia de 185 casos por cada 100.000 habitantes, más de 5 veces la referida para los casos de gonorrea. De forma particular, en España se diagnosticaron un total de 7.306 casos durante el año 2016; esta cifra convierte a la infección por C. trachomatis en la ITS con una mayor incidencia en nuestro país (ECDC, 2018c). Al tratarse de una enfermedad de declaración obligatoria hasta hace muy pocos años, no se dispone de datos epidemiológicos detallados por comunidades autónomas.

La variabilidad en el número de casos diagnosticados entre países de la Unión Europea es extraordinaria: las mayores tasas de algunos países del norte de Europa superan en hasta 5.000 veces a las de los países con menos casos. Se cree que esto es reflejo de las diferencia en las técnicas y cobertura de las pruebas de detección y del proceso de diagnóstico y notificación de nuevos casos más que de diferencias en la prevalencia real de la infección.

Esta ITS se transmite en aproximadamente el 87% de los casos por contacto heterosexual. En general, las mayores tasas de incidencia tienen lugar en el grupo etario de 15-24 años (en que se producen dos terceras partes de todos los casos de infección) y, especialmente, en mujeres heterosexuales menores de 20 años (Figura 3).

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Figura 3. Porcentaje de nuevos casos de clamidiasis por categoría y género en la Unión Europea en 2016. Adaptado de: Annual Epidemiological Report for 2016 – Chlamydia infection (ECDC, 2018c).

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

En las infecciones por C. trachomatis, el periodo de incubación es más largo (de 1 a 3 semanas) y los signos y síntomas son similares, aunque más leves, a los descritos para la gonorrea, incluyendo la presencia de exudado uretral y disuria.

La clamidiasis puede originar complicaciones a largo plazo en mujeres cuando no se diagnostica y trata la infección aguda, ya que la bacteria puede ascender por el tracto genitourinario causando infección del útero o las trompas de Falopio. Las más frecuentes son la enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) y la salpingitis y, en consecuencia, mayores riesgos de embarazo ectópico e infertilidad. Además, en los casos sintomáticos más graves, C. trachomatis puede provocar infecciones oculares agudas (incluido tracoma8) e infecciones invasivas como el linfogranuloma venéreo.

El linfogranuloma es una infección prolongada (de evolución crónica) del sistema linfático causada por tres serotipos diferentes de la bacteria (L1, L2 y L3). En una primera fase, cursa con úlcera pequeña e indolora en el tracto genital masculino o femenino, seguida de inflamación dolorosa de los ganglios linfáticos inguinales y/o rectales, con supuración a través de la piel, dolor en las deposiciones y pus y sangre en heces. De elevada prevalencia en África, Asia y Sudamérica, es poco frecuente en nuestro entorno, aunque desde el año 2003 se han descrito casos en Europa en forma de brotes (en 2011 también en España). Es mayoritaria en hombres homosexuales, pero en España se han detectado casos en mujeres y población heterosexual.

Como ocurre con la infección gonocócica, la infección por clamidias es comúnmente asintomática en hombres y mujeres, lo cual aumenta el riesgo de transmisión: en las infecciones genitales, se estima que un 70% de casos en mujeres y un 50% en hombres son asintomáticas en el momento del diagnóstico.

Por ello, algunos organismos públicos recomiendan el cribado anual de todas las mujeres sexualmente activas menores de 25 años, que representan el grupo de edad con mayor carga de infección, así como el cribado de mujeres de mayor edad con un riesgo elevado de infección. Estos programas han demostrado la reducción de EIP en la población estudiada; sin embargo, no hay evidencia suficiente sobre los beneficios del cribado en la población masculina.

A diferencia de la uretritis gonocócica, se considera que la presencia de cinco o más polimorfonucleares por campo microscópico con objetivo de inmersión sin que se visualicen diplococos Gram negativos es suficiente para establecer un diagnóstico provisional de uretritis no gonocócica, unido a la compatibilidad de la clínica y exploración física del paciente. El diagnóstico definitivo de las uretritis no gonocócicas se establece por cultivos específicos (y antibiogramas) del exudado uretral/cervical de Chlamydia, Ureaplasma, etc. En recurrencias no bien explicadas, está indicada la realización del examen en fresco y cultivo del exudado para descartar la presencia de Trichomonas vaginalis.

TRATAMIENTO

El tratamiento de la clamidiasis debe ser iniciado sin esperar a los resultados microbiológicos, en el momento de diagnóstico si el Gram fuera concluyente. El tratamiento sindrómico se aconseja en la primera visita en pacientes en los que no se pueda asegurar el seguimiento.

En todos los casos de cervicitis o uretritis no gonocócicas, incluidas las producidas por infección con C. trachomatis, la doxiciclina oral pasa a ser el fármaco de elección (Horner, 2016); concretamente, se recomienda una pauta de 100 mg/12 h durante 7 días. Como alternativa, se puede valorar la administración de una única dosis de 1 g de azitromicina por vía oral.

En línea con lo recomendado para la gonorrea, en uretritis recurrente o persistente por C. tracomatis, la actitud terapéutica de elección es volver a tratar con el régimen inicial si no se realizó correctamente el primer tratamiento o si los pacientes se expusieron al contacto con el compañero sexual no tratado. Si, a pesar de ello, persistiera la clínica uretral, se recomienda administrar un tratamiento oral a base de azitromicina (dosis única inicial de 500 mg, seguida de 250 mg/24 h durante 4 días).

El tratamiento de los casos de enfermedad inflamatoria pélvica (EIP), bien causados por C. trachomatis o por N. gonorrhoeae, se basa en la administración empírica de antibióticos de amplio espectro que cubran a los principales patógenos, diferenciando entre pacientes ambulatorios y hospitalizados (Polo, 2017). Así, el tratamiento ambulatorio recomendado frente a EIP consiste en la administración de una cefalosporina con doxiciclina, acompañados o no de metronidazol según la presencia de absceso pélvico, sospecha de vaginosis bacteriana o antecedentes de instrumentación en las 2-3 semanas previas.

La pauta de elección es: ceftriaxiona (dosis única intramuscular de 500 mg) más doxiciclina (dosis oral de 100 mg/12 h durante 14 días), con o sin metronidazol (dosis oral de 500 mg/12 h durante 14 días). Alternativamente, se puede administrar por vía intramuscular cefotaxima (1 g, monodosis) o ceftizoxima (1 g, monodosis) más doxiciclina por vía oral (100 mg/12 h, 14 días), con o sin metronidazol. En caso de alergia a penicilinas, se deberá administrar por vía oral levofloxacino (500 mg/día, 14 días) o doxiciclina (100 mg/12 horas, 14 días) más una dosis oral única de azitromicina (2 g).

Para el tratamiento de EIP en régimen hospitalario (ante la presencia de determinados factores de riesgo como el embarazo, afectación severa del estado general, presencia de abscesos pélvicos, etc.), se recomienda la administración intravenosa de cefoxitina (2 g/6 h) más doxiciclina por vía oral (100 mg/12 h, 14 días). Como segunda elección, se puede realizar el tratamiento con clindamicina intravenosa (900 mg/8 horas) más gentamicina (1,5 mg/kg/8 h).

OTRAS ITS BACTERIANAS

Si bien las uretritis y cervicitis causadas por N. gonorrhoea y C. trachomatis son las más prevalentes en nuestro medio, en diversos casos se han aislado de forma exclusiva otras bacterias causantes de ITS, entre las que cabe destacar dos: Mycoplasma genitalum y Ureaplasma urealyticum.

M. genitalium se identificó por primera vez en la década de 1980 y ha sido reconocido por la OMS a partir del 2015 como un patógeno de transmisión sexual emergente de importancia creciente. Se trata de la bacteria de vida independiente más pequeña de la que se tiene constancia y la segunda con el genoma más pequeño. Está considerado como un importante agente etiológico de uretritis en hombres, siendo responsable de aproximadamente el 15-20% de uretritis no gonocócicas y de cerca del 30% de uretritis persistentes o recurrentes. En muchos casos, resulta más común que N. gonorrhoeae pero menos común que C. trachomatis, aunque algunos autores sostienen que es difícil tener una idea precisa de la prevalencia de la infección.

Su asociación con infecciones más graves es menos clara, así como su papel en mujeres, ya que se asocia a EIP entre otras complicaciones, pero se desconoce en qué medida supone un aumento del riesgo. El tratamiento en estos casos únicamente estará aconsejado ante síntomas o signos definitorios de uretritis y tinción de Gram positiva en exudado uretral. Como en otras uretritis/cervicitis no gonocócicas, el tratamiento de elección es la doxiciclina por vía oral.

Por otro lado, algunos metaanálisis recientes relacionan también a la bacteria Ureaplasma urealyticum con casos de uretritis aguda, a pesar de encontrarse de forma colonizadora, junto con otras especies de Mycoplasma, en el 30-40% de individuos sanos sexualmente activos (Zhang, 2014).

En general, para estas y otras uretritis/cervicitis de origen bacteriano, se aconseja realizar entrevista clínica a las 3 semanas tras el tratamiento, para verificar la resolución de los síntomas. La realización de un test de curación de 3 a 6 semanas postratamiento estaría especialmente indicado si el paciente persiste sintomático, no se hubiera tratado con el régimen de elección, se aislara M. genitalium, o el cumplimiento terapéutico fuera dudoso (Horner, 2016). Por las elevadas tasas de reinfección, se aconseja realizar un test de control a los 3 meses. Además, se recomienda evaluar a las parejas sexuales del paciente de los 2 meses previos, quienes deben ser tratadas con el mismo régimen que el paciente, aconsejándose abstinencia sexual hasta la finalización del tratamiento y desaparición de los síntomas.

Entre otras ITS de origen bacteriano mucho menos prevalentes, se puede destacar el chancro blando o cancroide. Es una patología de transmisión por contacto sexual producida por el cocobacilo Gram negativo Haemophilus ducreyi, poco frecuente en Europa pero de alta prevalencia en África subsahariana y el sureste asiático, y también presente en el Caribe e India. Así pues, el contacto sexual con personas procedentes de estas zonas geográficas puede alertar, en caso de presentar el chancroide, de la exposición a dicha bacteria.

Se conoce poco sobre la epidemiología actual de las úlceras genitales y cutáneas por H. ducreyi, ya que el diagnóstico de este patógeno sólo puede hacerse por medio de pruebas moleculares o de cultivo, que sólo se realizan en laboratorios especializados de países desarrollados. Algunas revisiones sugieren que la prevalencia de úlceras genitales debidas a H. ducreyi ha disminuido globalmente a lo largo de las últimas décadas –por ejemplo, en Botsuana, Kenia y Sudáfrica, disminuyó de tasas de 25-70% a niveles casi indetectables de 0-1%–, como consecuencia del mayor uso de la combinación de antibióticos recomendada por la OMS y de los cambios en comportamiento social (uso de preservativos). Por otro lado, H. ducreyi es un agente causal muy frecuente (casi en el 50% de los casos) de úlceras cutáneas en niños de países tropicales de África occidental y las islas del Pacífico (González-Beiras, 2016).

Tras un periodo de incubación de 1-14 días, aparece una lesión papulopustulosa en los órganos genitales de carácter irregular, blando y doloroso. Esta evoluciona hacia una úlcera dolorosa (diferencia con el chancro sifilítico) única o múltiple, de bordes bien definidos y que sangra con facilidad. En los hombres, esa úlcera suele ser única (Figura 4), mientras que en las mujeres pueden aparecer 4 o más y, en ambos casos, suelen acompañarse de la aparición de adenopatías inguinales, pudiendo producir como secuelas fibrosis, fístulas y linfadenitis crónica.

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Figura 4. Úlcera típica de chancroide.

De manera similar a lo que ocurre con la sífilis y el herpes genital, el chancroide es un factor de riesgo en la transmisión y la infección por VIH. El diagnóstico es fundamentalmente clínico y la confirmación se lleva a cabo mediante cultivo (cuya sensibilidad es menor del 80%) y por PCR. El tratamiento de elección frente al chancroide consiste en la administración de una dosis oral de azitromicina (1 g), una dosis intramuscular de ceftriaxona (250 mg), ciprofloxacino por vía oral (500 mg/12 h, 3 días), o bien eritromicina por vía oral (500 mg/6-8 h, 7 días). Este tratamiento cura la infección, resuelve síntomas clínicos y previene la transmisión (Polo, 2017).

Por último, merece una mención especial el granuloma inguinal o donovanosis, que es una enfermedad ulcerativa producida por el bacilo Gram negativo Klebsiella granulomatis (antes denominada Calymmatobacterium granulomatis), endémico en zonas tropicales como la India, Papúa Nueva Guinea, Australia o el sur del continente africano, pero excepcional en el mundo occidental. La infección por esta bacteria tiene un periodo de incubación de una semana a varios meses, y las manifestaciones comienzan con una pápula o nódulo que se ulcera y forma una lesión granulomatosa indolora en zonas genitales o perianales, muy vascularizada y que sangra con facilidad (Figura 5). Si bien pueden aparecer granulomas subcutáneos (también llamados pseudobulbos), no se aprecian adenopatías regionales.

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Figura 5. Lesiones representativas de donovanosis en la región inguinal femenina.

El diagnóstico se realiza mediante la demostración de inclusiones citoplasmáticas o “cuerpos de Donovan” en frotis del tejido de granulación mediante tinción de Giemsa. El tratamiento de elección consiste en una pauta semanal de azitromicina (1 g/semana, o 500 mg/24 h durante al menos 3 semanas) hasta la cicatrización completa de las heridas. Las pautas con doxiciclina (100 mg/12h) o con trimetroprim-sulfametoxazol (160/800 mg cada 12 h, al menos 21 días) se consideran alternativas eficaces. El tratamiento ha demostrado limitar la progresión de las lesiones, aunque se han comunicado recaídas a los 6-18 meses del tratamiento aparentemente eficaz.

ITS de ETIOLOGÍA VÍRICA

HERPES GENITAL

El herpes genital es la causa más frecuente de ulceración genital de origen infeccioso en los países industrializados, seguido de las úlceras de origen sifilítico. Es resultado de la infección por virus de ADN bicatenario de la familia Herpesviridae y género Simplexvirus. Concretamente, el virus herpes simple de tipo 2 (VHS-2) es el agente etiológico en un 70-90% de los casos, aunque cada vez son más frecuentes las infecciones genitales por el virus herpes simple de tipo 1 (VHS-1), suponiendo hasta el 30% de los primeros episodios de herpes genital.

El herpes genital es considerado como uno de los factores que más ha contribuido a la expansión del VIH, debido a la mayor concentración de linfocitos CD4+ en la ulceración e inflamación que produce en las mucosas. Puesto que se estima que la infección por VHS-2 multiplica aproximadamente por tres el riesgo de infección por VIH y que las personas infectadas por ambos virus tienen más probabilidades de transmitir el VIH, las infecciones por VHS representan un importante problema de salud pública.

El VHS-1 se transmite principalmente por contacto de boca a boca y causa mayoritariamente infecciones en la boca o a su alrededor (herpes labial o bucal). La infección por VHS-1 es muy contagiosa, frecuente y endémica en todo el mundo. Se adquiere mayoritariamente durante la infancia y dura toda la vida.

El VHS-2 se transmite casi exclusivamente por vía sexual –por contacto con las superficies genitales, la piel, las vesículas o los líquidos del paciente infectado– y provoca infecciones en la zona genital o anal (herpes genital). Sin embargo, el VHS-1 también puede transmitirse a la zona genital por contacto bucogenital y provocar en ciertas ocasiones herpes genital. Además de la vía sexual, la transmisión perinatal de los VHS puede conducir a la morbimortalidad fetal.

Epidemiología

Según estimaciones de 2012 realizadas por la OMS, en ese momento había 417 millones de personas infectadas por VHS-2 en todo el mundo. La prevalencia estimada de la infección era muy variable comparando entre países en vías de desarrollo y países más industrializados, siendo la más elevada en África (31,5%), seguida de las Américas (14,4%).

Parece demostrado que la prevalencia de la infección aumenta con la edad –pese a que el mayor número de infecciones se produce en adolescentes– y que es superior en mujeres respecto a hombres; de hecho, según esas estimaciones de 2012, el VHS-2 afectaba a 267 y 150 millones de mujeres y de hombres, respectivamente. Ello se debe a que la transmisión sexual del VHS es más fácil de hombres a mujeres que de mujeres a hombres.

Entre los últimos datos epidemiológicos disponibles para países industrializados, cabe destacar que la tasa de prevalencia de las infecciones por VHS en la población general de EEUU durante los años 2015 y 2016 se situaba en el 47,8% y en el 11,9% para los VHS-2 y VHS-1, respectivamente. Estos datos evidencian un descenso notable de prevalencia desde los años 1999-2000, en que dichas tasas se situaban en valores del 59,4% y 18%, respectivamente (McQuillan, 2018).

En la actualidad, la OMS estima que el número de personas con infección genital por el VHS-2 supera los 500 millones en todo el mundo. Teniendo en cuenta que la infección que provocan los VHS dura toda la vida y no tiene cura, se entiende que el herpes genital supone un problema mundial.

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

Clásicamente se ha diferenciado entre infección activa con aparición de brotes e infección latente, si bien ahora se sabe que la infección es mucho más dinámica y que se producen frecuentes periodos subclínicos en los que el virus está activo. En ellos aparece inflamación mucosa y existe liberación viral, siendo posible la transmisión.

Las infecciones por herpes genital suelen ser asintomáticas, u originan síntomas leves que pasan desapercibidos, por lo que la mayoría de las personas infectadas no saben que lo están.

El periodo de incubación de la infección por VHS-2 oscila entre 2 y 12 días. Se caracteriza por un grupo de vesículas pequeñas, dolorosas y agrupadas sobre una base eritematosa situadas en la región genital o anal (Figura 6). Posteriormente suelen erosionar y formar ulceraciones, y con frecuencia aparece edema de los genitales externos y adenopatías regionales. Además, cuando el primer episodio de infección es sintomático, suele ir acompañado de fiebre y dolores locales.

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Figura 6. Vesículas características del herpes genital.

Las lesiones cutáneas y los síntomas remiten con el tiempo, pero el ADN viral queda latente en los ganglios sacros, y a lo largo de la vida del paciente puede reactivarse el virus y ocasionar infecciones recurrentes. Estas recaídas suelen ser menos graves que la infección primaria y se suelen resolver a los 5-10 días de manera espontánea. Se estima que entre un 10% y un 20% de las personas con infección por VHS-2 han tenido un diagnóstico anterior de herpes genital. Las recidivas de herpes genital para infecciones por VHS-1 son mucho menos frecuentes.

La infección por VHS-2 en personas con VIH y otras formas de inmunodepresión suele tener una presentación más grave y recurrencias más frecuentes. En caso de infección avanzada por VIH, el VHS-2 puede producir complicaciones más graves, aunque raras, tales como meningoencefalitis, esofagitis, hepatitis, neumonía, necrosis retiniana o infección generalizada.

El diagnóstico clínico de la infección puede ser complejo y poco sensible, dado que las típicas lesiones ulcerativas asociadas al VHS pueden no estar presentes en un elevado número de personas. La distinción serológica entre los dos subtipos del VHS es importante para el pronóstico; así, puesto que los métodos citológicos son inespecíficos y los de detección antigénica no permiten esa diferenciación, el diagnóstico microbiológico de elección se basa en la detección del ADN vírico por PCR, que tiene alta sensibilidad y especificidad.

También puede ser útil, sobre todo para estudios epidemiológicos, la serología específica que detecta IgG frente a cada serotipo. Su especificidad es del 96% y su sensibilidad oscila del 80 al 98%, pudiendo producirse falsos negativos al comienzo de la infección, por lo que hay que repetir la prueba para demostrar seroconversión de IgM cuando el cuadro clínico es sugestivo, sobre todo en los casos con IgG negativa (Suárez, 2016).

TRATAMIENTO

Normalmente no es necesario, por tratarse de cuadros leves. Para el tratamiento de las infecciones graves suele emplearse antivirales de acción directa análogos de nucleósidos que actúan inhibiendo la síntesis de ADN viral, como aciclovir (Zovirax®, EFG), valaciclovir (Valtrex®, EFG) o famciclovir (EFG), tanto en la primoinfección como en las reinfecciones.

Estos agentes han demostrado eficacia similar en el tratamiento del herpes genital y, en general, se recomienda el tratamiento por vía oral, salvo en casos de complicaciones extragenitales o importante extensión local, en los que se prefiere la vía intravenosa. La biodisponibilidad del aciclovir es muy inferior a la de su profármaco valaciclovir, al igual que ocurre con el famciclovir (profármaco de penciclovir); el empleo de profármacos permite aumentar la vida media y, por tanto, disminuir el número de dosis. Las aplicaciones tópicas tienen una eficacia muy limitada o nula, por lo que no se recomienda su uso.

En pacientes inmunocompetentes en que la sintomatología es local y moderada, se recomienda restringir el uso de antivirales, especialmente aciclovir, por la posibilidad de desarrollar resistencias (descritas hasta un 12% de pacientes inmunodeprimidos). El desarrollo de resistencia a aciclovir, por aparición de mutaciones en el gen que codifica la timidin-kinasa viral, produce resistencia cruzada con otros análogos de nucleósidos que necesitan esta misma vía para su activación (famciclovir y valaciclovir). En caso de sospecha de resistencia, se deben usar fármacos no análogos de nucleósidos, como el foscarnet (análogo de pirofosfato).

En caso de sospecha de primoinfección, la eficacia del tratamiento antiherpético es mayor si se administra en las primeras 72 horas de aparición de las lesiones, lo que disminuye la gravedad y permanencia de las mismas. No obstante, en pacientes no tratados previamente que presenten síntomas, pasadas estas 72 horas, debe iniciarse un tratamiento si siguen apareciendo nuevas lesiones o aumenta la gravedad de éstas.

El Documento de Consenso recomienda que el tratamiento del herpes genital recidivante comience el primer día o incluso en el período prodrómico (Polo, 2017). La frecuencia de recidivas en pacientes sintomáticos puede reducirse, con el tratamiento adecuado, hasta en un 70-80%. Sin embargo, el tratamiento con estos antivirales no es tan eficaz a la hora de disminuir la excreción viral asintomática. Todas las pautas recomendadas se recogen en la Tabla 3.

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Los pacientes que presenten recurrencias pueden optar, en función de la frecuencia de las mismas, por tres opciones que van desde no tratar o realizar un tratamiento esporádico de las mismas hasta un tratamiento supresor crónico. El tratamiento supresor debe mantenerse en torno a un año y puede ser indefinido en pacientes con inmunodepresión grave permanente. En estos casos, la terapia con mayor experiencia es el aciclovir, mientras que no existen diferencias entre el valaciclovir y el famciclovir.

Para evitar la transmisión vertical en el momento del parto se recomienda que éste se realice por cesárea tanto si existe constancia de infección activa como si se comprueba excreción del virus en la secreción vaginal aun en ausencia de síntomas. Si la infección en la mujer se detecta tras la rotura de membranas (> 4 h), la cesárea ya no garantiza que se evite la infección en el neonato. En el caso de neonatos con afectación ocular se recomienda añadir al tratamiento trifluridina al 1% o vidarabina al 3%, de igual manera si aparecen lesiones en piel o faringe o síntomas de afectación neurológica (Suárez, 2016).

PAPILOMA

El virus del papiloma humano (VPH) es un virus ADN que pertenece al género Papillomavirus (familia Papillomaviridae) y que origina la ITS más frecuente en todo el mundo.

El VPH, que infecta fundamentalmente a células epiteliales humanas de diversos tejidos, es en realidad un grupo viral que puede subdividirse en más de 130 genotipos de papilomavirus diferentes y que se encuadran en subcategorías cutáneas o mucosas en función de su diferente tropismo tisular. De todos ellos, más de 35 genotipos virales se han relacionado con alguna enfermedad genital. Los más frecuentes son los tipos 6 y 11, que se asocian con lesiones benignas y son responsables de más del 90% de las lesiones genitales.

La vía de transmisión principal de los VPH es el contacto sexual, siendo suficiente un contacto directo con la piel de la zona genital. La mayoría de las personas se infectan poco después de iniciar su vida sexual.

Epidemiología

La OMS estima que en todo momento hay en el mundo más de 290 millones de mujeres infectadas con el VPH. Esta infección es la infección genital más frecuente, y se calcula que aproximadamente el 80% de la población –tanto de hombres como de mujeres– se infectará al menos en una ocasión a lo largo de su vida. De forma similar a otras ITS, los datos epidemiológicos que se puedan aportar respecto a la infección por VPH serán probablemente imprecisos, pues muchos casos no llegan a diagnosticarse, fruto de la ausencia de signos y síntomas.

En España, la tasa de prevalencia de infección por VPH en mujeres sexualmente activas alcanza el 14%, aunque puede variar según el grupo de edad estudiado y los factores de riesgo asociados. A partir de los 40 años, esta cifra es más baja y se sitúa entre el 5 y el 6%. Se calcula que la prevalencia de la infección de localización en cuello o cérvix uterino oscila entre el 3% y el 6% en la población general, una de las tasas más bajas de Europa.

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

En la mayoría de los casos, la infección por VPH es asintomática, transitoria y puede pasar desapercibida. En otros, las manifestaciones clínicas son muy diversas y comprenden desde simples verrugas y otros procesos benignos, hasta el desarrollo de neoplasias anogenitales tan graves como el cáncer de cuello del útero (CCU). Diversos estudios han asociado también la infección por VPH con casos de cáncer anal, cáncer de pene, de vagina e incluso de otras localizaciones anatómicas como la orofaringe y la cavidad oral (Serrano, 2018). La evolución de la infección viene determinada por el genotipo viral presente (Tabla 4). Se ha descrito que, de todos los genotipos conocidos, al menos 13 de ellos son oncogénicos (también conocidos como de alto riesgo). Dos tipos de VPH (16 y 18) son los causantes del 70% de los CCU y de las lesiones precancerosas del cuello del útero.

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El CCU es la tercera neoplasia más frecuente en las mujeres de todo el mundo (ocupa la segunda posición en las regiones menos desarrolladas), con ciertas diferencias en la tasa de mortalidad según los países. Se ha demostrado que la infección por el VPH es condición prácticamente imprescindible para que se produzca el CCU, detectándose este virus en la casi totalidad de los casos de CCU. De hecho, el ADN del VPH se detecta en el 99,7% de los cánceres cervicales, y las mujeres infectadas tienen un riesgo 50-150 veces mayor de padecer este cáncer que las no infectadas, hasta el punto de que en ocasiones se puede considerar el cáncer de cérvix como una ITS. No se conoce ninguna asociación más fuerte entre una infección vírica y un cáncer humano que la establecida entre la infección cervical por el VPH y el cáncer de cérvix uterino.

Sin embargo, no todas las infecciones por VPH conducen al desarrollo de CCU. Por el contrario, como se ha sugerido previamente, la mayoría de ellas son transitorias y desaparecen a los pocos meses después de haberse contraído, y en hasta el 90% de los casos se consigue el aclaramiento del virus en menos de 2 años.

La persistencia del ADN viral en las células infectadas es lo que provoca la transformación maligna y, precisamente, en la detección directa del ADN viral en muestras cervicales se basan la mayoría de las pruebas de diagnóstico que se utilizan hoy en día. También se emplean las técnicas de citología, mientras que la tinción de Papanicolau ha caído en desuso.

Además de los casos de cáncer, la manifestación clínica más conocida de la infección por VPH es la aparición de verrugas genitales o condilomas acuminados. Estos son lesiones papulares, generalmente múltiples, de tamaño y coloración variables, que se asientan en las regiones genital y perianal (Figura 7). Suelen ser asintomáticas, aunque a veces pueden cursar con dolor o prurito. El periodo de incubación en estos casos es muy variable, con una media de 3 a 4 meses, pero algunas lesiones aparecen ya a las 6 semanas y otras tardan en aflorar hasta 2 años tras la inoculación. La prevalencia de condilomas es mayor en pacientes inmunodeprimidos.

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Figura 7. Ejemplo de condilomas causados por la infección por VPH.

El diagnóstico de los condilomas acuminados es fundamentalmente clínico. Con casi total seguridad, el diagnóstico de condiloma en un paciente indica infección de su pareja sexual, aunque ésta se encuentre asintomática.

Por último, en unos pocos casos, esta infección se puede manifestar como papilomatosis respiratoria recurrente, caracterizada por la formación de verrugas en las vías aéreas superiores (predominantemente por VPH 6 y 11) que pueden provocar cambios en la voz y obstrucción en el flujo aéreo. Es más frecuente en menores de 5 años que adquieren el virus durante el parto.

TRATAMIENTO

Dejando a un lado el tratamiento de las posibles neoplasias que puedan desarrollarse con el tiempo (que será específico según el tipo de cáncer y estadio), el objetivo principal del tratamiento de la infección por VPH es eliminar las lesiones papilomatosas.

En la actualidad, no existe un agente antiviral específico para tratar estas lesiones. El tratamiento farmacológico de los condilomas puede disminuir la infectividad pero no modifica la historia natural de la infección. Puede ser aplicado sin riesgo de estenosis o incontinencia, pero con varios inconvenientes: las recidivas, la necesitad de cursos largos y la posibilidad de fenómenos inflamatorios limitantes.

Para condilomas externos en la mucosa anal y de cérvix/vagina/vulva, se consideran de elección tres fármacos por vía tópica que muestran eficacias ligeramente superiores al 50%:

  • Imiquimod 5 % (Aldara®, Imunocare®): 1 aplicación/día, 3 días/semana, 6-8 semanas.
  • Podofilotoxina (Wartec®) en solución al 0,5% o crema al 0,15%: 2 aplicaciones/día, 3 días/semana, 4 semanas.
  • Sinecatequinas (Veregen®): 3 aplicaciones/día, 7 días/semana, 16 semanas.

Para la ablación o eliminación completa de verrugas genitales (y, sobre todo, en casos de displasia anal), se valoran técnicas como la electrocauterización o exéresis quirúrgica, la coagulación mediante infrarrojos, la fulguración con láser de CO2 y la crioterapia con nitrógeno líquido (quizá la más extendida) o ácido tricloroacético. De hecho, los tratamientos farmacológicos pueden representar una opción en el tratamiento de lesiones extensas previo al tratamiento ablativo.

Pero, indudablemente, en esta ITS cobra especial relevancia la profilaxis, por la disponibilidad de vacunas eficaces y seguras. En el apartado específico “Profilaxis” de la presente revisión se tratará este tema con mayor profundidad.

INFECCIÓN POR VIH

El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un retrovirus o virus de ARN monocatenario retrotranscrito que forma parte del género Lentivirus (familia Retroviridae). Es responsable de una ITS que probablemente sea la de mayor impacto social de las aquí descritas.

Se distinguen dos tipos principales de VIH, VIH-1 y VIH-2 (cada uno de ellos con distintos subgrupos), que presentan diferencias intrínsecas en cuanto a su distribución geográfica, patogenicidad, historia clínica de la infección y sensibilidad a antirretrovirales. El VIH-1 es sin duda el más prevalente de los dos tipos y el causante de la inmensa mayoría de infecciones.

El VIH-1 (y también el VIH-2) presenta tropismo preferente hacia la población de linfocitos T que expresan el marcador CD4 en su superficie, que serán la diana principal de la infección por VIH. Esta es la causa que explica la inmunodepresión característica de esta infección.

La vía sexual es responsable de más del 80% de los contagios que se producen a nivel mundial, aunque en ciertos sectores de población también juega un papel importante la vía parenteral y la transmisión vertical madre-hijo. Además, la coexistencia en el paciente de otra ITS favorece la transmisión del VIH, y el VIH va a favorecer, a su vez, la adquisición de nuevas ITS bacterianas o víricas.

Epidemiología

Según los últimos datos publicados por la OMS en 2018, referentes a cifras epidemiológicas del año 2017, en todo el mundo viven infectadas con el virus VIH un total de 36,9 millones de personas de todos los rangos de edades (incluyendo 1,8 millones de niños <15 años). Casi tres cuartas partes de los casos se ubican en el continente africano, especialmente en África Subsahariana, región en que la tasa media de prevalencia del VIH se aproxima al 4,7% (alcanzando el 25% en algunos países), lo que evidencia la desigualdad en la prevalencia de la infección por zonas geográficas (Figura 8).

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Figura 8. Mapa de prevalencia de VIH en 2018. Datos expresados en millones de casos.

Sin embargo, la epidemia se ha estabilizado o está mostrando signos de recesión en los últimos años. De hecho, su incidencia (nuevos casos) continúa en descenso, habiéndose reportado un significativo descenso del 47% desde 1996 –que supuso un pico histórico–, hasta las 1,8 millones de nuevas infecciones en 2017. La mayoría de nuevos casos se concentraron en las poblaciones de riesgo, esto es, mujeres en el continente africano, hombres homosexuales, prostitutas o drogadictos.

Cabe destacar que el número de muertes anuales debidas a enfermedades relacionadas con las fases avanzadas de la infección por VIH también se ha reducido en más del 51% desde el pico de 1,9 millones en 2004 hasta las 940.000 defunciones en 2017.

Según el último informe de Vigilancia Epidemiológica del VIH y SIDA (2017), se estima que en España viven en torno a 140/145.000 personas con VIH, de las cuales alrededor del 18% desconocen que están infectadas por el virus. En 2016, se diagnosticaron 3.353 nuevos casos(se estima una tasa final de 8,6 casos por cada 100.000 habitantes). El 33,7% de los nuevos diagnósticos se realizó en personas nacidas fuera de España, el 46% presentaba diagnóstico tardío (contaje reducido de linfocitos CD4+) y el 83% de nuevos casos fueron hombres, con una mediana de edad de 35 años.

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

La primoinfección por el VIH-1 es sintomática en más de la mitad de los casos, pero generalmente puede pasar desapercibida ya que sus síntomas son los de una virosis común, como un resfriado o una gripe. Los síntomas y signos más comunes son fiebre, odinofagia, adenopatías, mialgias, exantema, sudoración y artralgias; algunos pacientes pueden tener un cuadro similar al de la mononucleosis infecciosa.

Después de 10-12 días tras el contagio ya se puede detectar el ARN viral en sangre, momento a partir del cual el paciente puede contagiar a otra persona. La carga viral puede llegar a alcanzar valores de hasta 100 millones de copias de ARN/ml sangre tras la primera replicación viral. Tan elevada viremia provoca una rápida respuesta del sistema inmunitario, tanto por vía humoral como por vía celular, originando una supresión parcial temporal de la replicación del VIH y una drástica disminución de la viremia. Entre 3-5 semanas tras la infección, aparecen anticuerpos específicos anti-VIH; a partir de ahí, el paciente pasa a ser considerado seropositivo.

A la fase aguda de la infección le sigue una fase crónica asintomática de larga duración, durante la cual el virus continúa replicándose masivamente en diferentes compartimentos orgánicos y provoca un estado inflamatorio persistente. Por ello, en este periodo se produce un deterioro progresivo del tejido linfoide, con reducción significativa de los recuentos de linfocitos T CD4+, que implica un deterioro funcional importante del sistema inmunitario.

En los estadios finales de la enfermedad, la fase de SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) propiamente dicha viene definida por un contaje de linfocitos T CD4+ <200 células/ml sangre o por la asociación de cualquier manifestación grave, ya que la inmunodepresión en esta fase magnifica el riesgo de nuevas infecciones o la reactivación de infecciones latentes, siendo frecuentes las infecciones oportunistas y también algunos tipos de tumores.

Las enfermedades asociadas a SIDA fueron la causa principal de morbimortalidad asociada a la infección por VIH en sus inicios. A día de hoy, la tuberculosis continúa siendo la principal causa de muerte entre las personas que viven con el VIH (responsable de una de cada tres muertes relacionadas con el SIDA), seguida de neumonía y candidiasis. En cuanto a las neoplasias emergentes como consecuencia del fracaso inmunológico, las más comúnmente relacionadas con el VIH son el sarcoma de Kaposi y ciertos linfomas.

El diagnóstico definitorio de la infección por VIH debe realizarse mediante pruebas de laboratorio clínico. En el período de ventana hasta la aparición de anticuerpos, solo puede determinarse la carga viral plasmática a partir del undécimo día tras la infección por técnicas de PCR. Las pruebas de enzimoinmunoanálisis (ELISA) más modernas tienen la capacidad adicional de detectar en la misma reacción, a partir del 15º día, el antígeno p24 del VIH-1.

Tras el periodo ventana, las pruebas serológicas recomendadas (análisis rápidos y ELISA) permiten detectar la presencia o ausencia de anticuerpos contra el VIH-1 y el VIH-2, que seguirán siendo detectables durante toda la vida. Como alternativa o a modo de confirmación, se puede realizar un ensayo de immunoblot, como el Western Blot. Ninguna prueba permite diagnosticar por sí sola la presencia del VIH y es importante combinarlas en un orden específico que haya sido validado basándose en la prevalencia del virus en la población objeto de examen. Además, se debe confirmar con una segunda prueba todos aquellos casos que hayan dado positivo en primer test diagnóstico antes de iniciar tratamiento.

A pesar de la disponibilidad de test diagnósticos rápidos, sencillos y precisos, se estima que todavía hay hasta un 30% de personas infectadas que desconocen su estado, lo que dificulta el control de la infección.

TRATAMIENTO

Mientras no se disponga de fármacos erradicadores, el objetivo fundamental del tratamiento antirretroviral (TAR) es suprimir la replicación del VIH, manteniendo la carga viral plasmática en niveles indetectables (< 50 copias ARN/ml) durante el máximo tiempo posible. El Documento de Consenso GESIDA (Pérez, 2018) recomienda que el TAR se inicie en todos los pacientes con infección por VIH-1 confirmada, con o sin sintomatología, con independencia del número de linfocitos T CD4+ y de la carga viral plasmática.

Los fármacos actualmente disponibles han permitido reducir de forma drástica la morbimortalidad y la transmisión de la infección por VIH-1, permitiendo a los pacientes llevar una buena calidad de vida hasta edades avanzadas: la infección por VIH se ha convertido en una ITS crónica pero no mortal. Es fundamental considerar que, una vez iniciado, el TAR debe mantenerse por tiempo indefinido, reevaluando periódicamente la pauta administrada.

Los agentes antirretrovirales comercializados en España se engloban en cinco grandes grupos según su mecanismo de acción: inhibidores de la transcriptasa inversa (análogos de nucleósidos y no nucleosídicos), inhibidores de la integrasa, inhibidores de la proteasa, inhibidores del correceptor CCR5 e inhibidores de la fusión.

La gran variabilidad de cepas de VIH y la susceptibilidad de aparición de resistencias obligan al uso conjunto de más de una clase de fármacos y aportan complejidad al tratamiento. A día de hoy, a fin de limitar la supervivencia de cepas virales resistentes, la combinación de elección en el TAR de inicio se basa en combinaciones de tres fármacos: dos inhibidores de la transcriptasa inversa análogos de nucleósidos (abacavir/lamivudina o emtricitabina/tenofovir alafenamida) más un inhibidor de la integrasa (dolutegravir o raltegravir).

Existen numerosas situaciones que suponen la necesidad de modificar los fármacos que se incluyen en la pauta del TAR, entre las que destacan el fracaso virológico, la aparición de patologías concomitantes, la infección por VIH-2 o el embarazo, entre otras. Para una mayor información sobre cualquier aspecto relacionado con esta ITS, se remite al artículo publicado recientemente en Panorama Actual del Medicamento (Fernández Moriano, 2018).

HEPATITIS B

El virus de la hepatitis B (VHB), con una geometría esférica de 42 nm de diámetro y clasificado dentro de la familia Hepadnaviridae, es el principal virus causante de hepatitis cuya infección se transmite mayoritariamente por vía sexual. El contagio de la infección se produce por contacto con la sangre u otros fluidos corporales (incluyendo el semen) de una persona infectada; así, además de la vía sexual, también se disemina por vía parenteral o perinatal.

Se trata de un virus de ADN hepatotrópico que presenta una elevada variabilidad genética, habiéndose identificado 10 genotipos distintos (A-J) con una distribución geográfica característica y que se correlacionan con distinto curso clínico de la infección y de respuesta al tratamiento. Es capaz de infectar los hepatocitos del hígado humano, en cuyo interior el genoma viral puede permanecer en la forma de ADN circular covalentemente cerrado (ADNccc), lo cual explica el hecho de que la enfermedad se mantenga de forma silente, asintomática y sin marcadores de replicación detectables, pero lista para reactivarse si concurren ciertas situaciones clínicas, como la inmunodepresión (Ponce, 2016).

Por otro lado, aunque el virus de la hepatitis A (de transmisión fecal-oral) o el de la hepatitis C (de transmisión vertical y parenteral) podrían llegar a transmitirse por vía sexual con determinadas prácticas de riesgo (en especial el virus de la hepatitis C en hombres homosexuales), estas dos infecciones no se clasifican típicamente como ITS.

Epidemiología

La infección por el virus de la hepatitis B es una afección de distribución global y elevada prevalencia. Los genotipos virales A y D son los más prevalentes en Europa, mientras que los genotipos B y C se encuentran principalmente en Asia, el genotipo E en África, y los genotipos F y H se localizan fundamentalmente en América del Sur y Central, respectivamente.

Se estima que, en total, están infectadas más de 2.000 millones de personas. De ellas, la OMS considera que aproximadamente 257 millones sufren infección hepática crónica (definida como positivas al antígeno superficial del VHB – HBsAg), con riesgo de padecer enfermedad grave y morir por cirrosis o carcinoma hepatocelular. Estas enfermedades, consideradas complicaciones de la infección, provocan anualmente de 600.000 a 900.000 muertes por año en el mundo; en 2015, por ejemplo, la OMS notificó que se produjeron 887.000 muertes.

La máxima prevalencia de la infección crónica por VHB se registra en las regiones del Pacífico Occidental y África, con tasas de prevalencia en la población adulta del 6,2% y el 6,1%, respectivamente. En la Unión Europea, se calcula que esta tasa se mueve en torno al 0,9% (según los autores puede variar hasta el 1,6%), con una estimación aproximada de unos 4,7 millones de casos de hepatitis B crónica, y grandes diferencias entre países. En España, la tasa de prevalencia media se estima cercana al 0,8%, con unos 400.000-500.000 casos (ECDC, 2016).

MANIFESTACIONES Y DIAGNÓSTICO

El curso clínico de la infección depende esencialmente del resultado de la interacción entre la respuesta inmunitaria del huésped y la replicación del VHB. Se pueden establecer dos situaciones clínicamente bien diferenciadas: la infección aguda y la crónica (Figura 9). La correcta clasificación de las diferentes formas es capital para su monitorización y enfoque terapéutico.

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Figura 9. Posible evolución de la infección por VHB y sus manifestaciones clínicas.

La hepatitis B aguda es asintomática y en el 95% de los casos evoluciona hacia una resolución espontánea. Cuando los mecanismos inmunomoduladores son eficaces y cuantitativamente adecuados, situación que acontece en la mayor parte de las personas que se infectan, la primoinfección se resuelve de forma definitiva y sin apenas síntomas específicos. En algunas ocasiones, la inmunomodulación excesiva provoca una respuesta inflamatoria intensa en el hígado, provocando síntomas de enfermedad aguda que, en la mayoría de los casos, también se resuelven de manera favorable sin necesidad de ayuda terapéutica. De forma excepcional, existen pacientes que desarrollan en pocas horas cuadros inflamatorios de gran magnitud y gravedad, dando lugar a un cuadro de hepatitis fulminante.

Sin embargo, en otros pacientes (el 5% de todas las infecciones en adultos y el 70-90% en recién nacidos) los sistemas defensivos no son los suficientemente eficaces para controlar la replicación viral y la infección se cronifica. La hepatitis B crónica se caracteriza por la persistencia de HBsAg en suero después de 6 meses del inicio de la infección, valores de carga de ADN viral en suero > 20.000 U/ml (> 105 copias/ml), elevación de enzimas hepáticas de forma persistente o intermitente, y biopsia hepática que demuestra actividad necroinflamatoria (Ponce, 2016).

En este tipo de infección crónica se pueden definir 3 cursos evolutivos: HBeAg9 positivo (normalmente en fases iniciales y altas concentraciones séricas de ADN viral), HBeAg negativo (concentraciones séricas más bajas y fluctuantes de ADN viral, debido a la existencia de determinados virus mutantes), y fase de portador inactivo del VHB (con ausencia de HBeAg pero presencia de anticuerpos, valores bajos de ADN viral y normales de alanina aminotransferasa). La hepatitis crónica activa es la que puede evolucionar a cirrosis y hepatocarcinoma potencialmente graves o mortales.

Ya que las manifestaciones clínicas no permiten diferenciar la hepatitis B de la hepatitis causada por otros agentes virales, el diagnóstico de la hepatitis B se realizará por la interpretación correcta del conjunto de los marcadores mediante pruebas serológicas de laboratorio: la presencia en suero del virión, de sus proteínas, de anticuerpos frente al VHB o del ADN viral permite establecer una correlación precisa de la historia natural de la enfermedad.

La técnica diagnóstica más extendida es la detección del antígeno superficial del VHB (HBsAg). En general, la infección aguda se caracteriza por la presencia del HBsAg y de la inmunoglobulina M frente al antígeno del core o núcleo (HBcAg). La infección crónica se caracteriza por la persistencia del HBsAg, que es el principal marcador del riesgo de sufrir una hepatopatía crónica y cáncer de hígado posteriormente.

TRATAMIENTO

En los casos de hepatitis B aguda, no hay un tratamiento específico, sino que la atención se centra en mantener el bienestar y un equilibrio nutricional adecuado, especialmente la reposición de los líquidos perdidos por los vómitos o la diarrea. En los casos de hepatitis fulminante, la única opción terapéutica es el trasplante hepático.

En la hepatitis B crónica, el objetivo último del tratamiento farmacológico consistiría en erradicar la infección viral para evitar su progresión a cirrosis y controlar que ésta no se descompense o evolucione a carcinoma hepatocelular. Sin embargo, la eliminación del VHB con la desaparición del HBsAg y la aparición de su anticuerpo protector (anti-HBs) sólo se consigue en menos del 10% de los pacientes con los tratamientos actuales. Por tanto, un objetivo más realista es lograr una supresión de la replicación viral lo más intensa y sostenida posible, idealmente por debajo del límite más bajo de detección.

En la elección del fármaco, se valorará la eficacia y el riesgo de desarrollar resistencias, que se acompañan de una reactivación del ADN viral. También se debe considerar el perfil de seguridad del fármaco a largo plazo, la forma de administración y el coste del tratamiento. Actualmente, se dispone de 3 tipos de fármacos antivirales:

  • Peginterferón alfa-2a (Pegasys®): más eficaz que el interferón convencional, se administra por vía subcutánea y estimula al sistema inmune para que elimine las células hepáticas infectadas. Puede ocasionar efectos adversos que limitan la dosis y condicionan el abandono del tratamiento; está contraindicado en enfermedades neurológicas o psiquiátricas graves, ­enfermedades autoinmunes, citopenias y cirrosis.
  • Análogos de nucleósidos:
  1. Lamivudina (Zeffix®): buena seguridad y eficacia, pero elevada tasa de resistencias.
  2. Entecavir (Baraclude®, EFG): fármaco de primera línea por su potencia y baja inducción de resistencias.
  3. Telvibudina (Sevibo®): mayor eficacia que lamivudina o entecavir, pero también mayor riesgo de resistencias. En ocasiones produce miopatías.
  • Análogos de nucleótidos:
  1. Adefovir (Hepsera®): eficacia inferior y tasa de resistencias mayor que entecavir y tenofovir, con riesgo más elevado de nefrotoxicidad.
  2. Tenofovir disoproxilo (Viread®, EFG): administrado durante largos periodos (hasta 5 años), aumenta la respuesta inmunitaria y consigue revertir la fibrosis hepática, sin que se hayan detectado resistencias. Ocasionalmente altera la función renal.

Actualmente, por su mayor potencia y más baja tasa de resistencias, los tratamientos de primera línea incluyen uno de estos fármacos: interferón pegilado, entecavir o tenofovir. Así, el Documento de Consenso (Polo, 2017) recomienda el tratamiento de la infección crónica por VHB con entecavir (0,5-1 g/día, según haya o no resistencias) o tenofovir (300 mg/día) en pautas largas hasta conseguir la seroconversión del HBeAg y negativización del DNA viral en sangre en las hepatitis HBeAg positivo, o indefinidamente en las hepatitis HBeAg negativo. En el paciente HBeAg positivo con alanina aminotransferasa elevada y DNA viral en sangre bajo, puede utilizarse también peginterferón alfa-2a (180 microgramos/semanal, durante 6-12 meses).

Como alternativas, pueden considerarse otras pautas con adefovir (10 mg/día), lamivudina (100 mg/día) o telbivudina (600 mg/día). Las inmunoglobulinas específicas anti-VHB (Hepatect®, Igantibe®, Niuliva®, Zutrecta®) se indicarán en situaciones concretas como, por ejemplo, la profilaxis ante reinfección en pacientes sometidos a trasplante hepático, en casos de exposición accidental en sujetos no inmunizados o en recién nacidos de madres portadoras del VHB.

Algunos pacientes no presentan respuesta, o solo respuesta parcial, en su primer tratamiento. Tal efecto puede deberse a una incorrecta adherencia y/o a posibles resistencias al fármaco, siendo el principal inconveniente de los tratamientos prolongados el incremento progresivo de las resistencias del virus (rebrote virológico). En ese caso, se deberá añadir otro fármaco o sustituirlo por uno que no tenga resistencia cruzada con el que toma el paciente, lo que implica normalmente un cambio de grupo farmacológico: si el paciente tomaba un nucleósido se cambia por un nucleótido, y viceversa.

A pesar de todo lo indicado hasta aquí, es importante señalar que la infección por el VHB, al igual que la infección por el virus del papiloma humano, es prevenible con las vacunas actualmente disponibles, que son seguras y eficaces (ver apartado sobre “Profilaxis”). Por la relevancia clínica de esta patología y del resto de hepatitis virales, en el presente año se dedicará una revisión completa específica a dicho tema.

MOLLUSCUM CONTAGIOSUM

M. contagiosum es una infección viral cutánea causada por un poxvirus que produce pápulas bien definidas de color carne. Es más frecuente en niños, y se transmite comúnmente por contacto directo y a través de fómites10. En adultos, puede transmitirse por contacto sexual, en cuyo caso las lesiones aparecen en el área genital y se considera una ITS. Afecta principalmente a individuos inmunodeprimidos.

Las lesiones no suelen ser dolorosas ni pruriginosas, siendo lo más habitual la regresión espontánea de las lesiones al cabo de un año como máximo. En caso de querer tratar las lesiones, las pápulas pequeñas se pueden eliminar mediante raspado, con o sin anestesia local, o mediante congelación. Por el carácter benigno de la infección, no resulta necesaria la evaluación de contactos.

PARASITOSIS DE TRANSMISIÓN SEXUAL

Dentro de este apartado se incluyen enfermedades producidas por endoparásitos, como las enteritis por Giardia lamblia o las proctocolitis por Entamoeba histolytica (que pueden ser de transmisión sexual entre varones homosexuales), la tricomoniasis por Trichomonas vaginalis y aquellas producidas por ectoparásitos, como la sarna (Sarcoptes scabiei) o la pediculosis púbica o ladillas (Phthirus pubis). Se centrará el foco, sin embargo, sobre aquellas que se consideran más relevantes en nuestro entorno.

TRICOMONIASIS VAGINAL

Constituye la ITS de etiología no vírica más frecuente. Provoca un cuadro conocido como vulvovaginitis, que representa una de las causas más habituales de consulta en mujeres. Entre las causas de vulvovaginitis, sólo la tricomoniasis puede considerarse de transmisión sexual (casi) exclusiva. Otras, como la vaginosis bacteriana (debida a la infección por Gardnerella vaginalis) o la candidiásica, no se consideran ETS como tal, si bien es cierto que pueden aparecer de manera más frecuente en mujeres con varias parejas sexuales.

Está producida por el (endo)parásito protozoario flagelado Trichomonas vaginalis, el cual tiene la capacidad de adherirse al epitelio del tracto urogenital masculino y femenino únicamente en humanos, donde se alimenta de bacterias, restos celulares y leucocitos, y se reproduce por fisión binaria. Libera una proteinasa que conduce a una degeneración y destrucción mecánica de dicho epitelio, pudiendo producir displasias. Las mujeres con tricomoniasis suelen presentar un pH vaginal más alcalino (5-6) con respecto a la normalidad (4-4,5), consecuencia de la multiplicación del protozoo que no puede desarrollarse a pH ácido.

Se ha descrito su coexistencia con cuadros de vaginosis bacteriana, infecciones por clamidia, gonococo, VHS, sífilis y VIH, del que facilita su transmisibilidad y adquisición.

EPIDEMIOLOGÍA

La tricomoniasis afecta de forma global a aproximadamente 200 millones de mujeres. La OMS estima que anualmente contraen esta infección más de 143 millones de personas en todo el mundo. Por otro lado, la falta de sintomatología habitual en el varón hace que sea difícil evaluar el número de casos en varones (que no buscan ayuda médica) y, por consiguiente, el número de casos totales.

Como ocurre con otras ITS, la prevalencia de la tricomoniasis varía mucho de unas regiones a otras, oscilando entre el 5% y el 60%, pues depende de factores como la edad, el estado de salud, la promiscuidad sexual, la higiene y las condiciones socioeconómicas. En todo caso, la mayor prevalencia la presentan las mujeres de edades comprendidas entre los 16 y los 35 años, y especialmente aquellas dedicadas a la prostitución. En ese grupo de población se han descrito tasas de prevalencia del 50-70%.

En España, el diagnóstico de infecciones por este microorganismo ha descendido en los últimos años, aunque se cree que podría ser mucho mayor dado el escaso rendimiento de las técnicas diagnósticas actuales (cultivo) (Caballero, 2016).

MANIFESTACIONES CLÍNICAS

Si bien la vulvovaginitis por tricomonas representa el 5-15% de los diagnósticos en mujeres que consultan con una clínica de ETS (y hasta el 20% de todas las vulvovaginitis), la infección por T. vaginalis es asintomática en al menos el 50% de las mujeres y el 80% de los hombres.

En los casos sintomáticos en mujeres, tras un periodo de incubación desconocido –se estima en 4-28 días– se produce un inicio rápido de los síntomas. Esta enfermedad se caracteriza por la existencia de un flujo vaginal amarillo-verdoso abundante, espumoso y maloliente, además de disuria, dispaurenia y un intenso prurito e irritación vulvovaginal que aumentan durante la menstruación. Al realizar la prueba de las aminas en el exudado vaginal, se desprende un olor desagradable (“a pescado”). En la exploración aparece el característico aspecto del cérvix uterino con microhemorragias (“cérvix en fresa”) y eritema vaginal. En el varón, afecta a la próstata y la uretra, si bien es mayoritariamente asintomática; la prostatitis y la epididimitis son manifestaciones muy infrecuentes de esta ITS.

El diagnóstico se realiza por la visualización en fresco a través del microscopio de T. vaginalis y de numerosos leucocitos polimorfonucleares en la secreción vaginal, así como el cultivo del patógeno (Figura 10). En los últimos años, las pruebas de detección de ácidos nucleicos se están posicionando como técnicas de elección; aunque no están muy extendidas, pueden realizarse en secreciones vaginales, exudado endocervical o uretral, y en orina.

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Figura 10. A) Trofozoitos de T. vaginalis teñidos con Giemsa. B) Observación in vivo de trofozoitos de T. vaginalis al microscopio óptico de contraste de fases.

TRATAMIENTO

El tratamiento de la tricomoniasis está recomendado en todos pacientes diagnosticados, tanto sintomáticos como asintomáticos, y también en sus parejas sexuales, para minimizar el número de recidivas. Adicionalmente, se aconseja realizar un cribado que descarte la coexistencia de otras ITS.

Existe unanimidad en que el régimen de tratamiento de elección es la administración de una dosis única por vía oral de 2 g de metronidazol (Flagyl®, Pylera®, Rhodogil®, EFG) o de 2 g de tinidazol (Tricolam®), derivados del nitroimidazol capaces de unirse al ADN del protozoo y desnaturalizarlo, con la consiguiente muerte celular. Estas pautas aportan unas tasas de éxito terapéutico que ronda el 90-100%. Metronidazol es de uso preferente en mujeres embarazadas. Además, se aconseja la abstinencia sexual hasta 7 días tras la toma antibiótica.

La frecuente infección de los conductos de Skene y la uretra hacen que un tratamiento tópico pueda ser ineficaz, por lo que se debe indicar un tratamiento sistémico. La utilización de óvulos vaginales de metronidazol tiene una eficacia limitada y no está recomendada.

Ante fallos del tratamiento (cuya principal causa será la reinfección y/o la no adherencia al tratamiento) y en pacientes seropositivos, se recomiendan pautas de tratamiento más prolongadas con metronidazol (500 mg/12 h, durante 7 días).

Por último, diversos organismos internacionales recomiendan realizar a los 3 meses del tratamiento un test de control a las mujeres infectadas, por la alta probabilidad de reinfección; dicha prueba está especialmente indicada en pacientes inmunodeprimidos y ante recurrencia de síntomas de vulvovaginitis.

ECTOPARASITOSIS

La escabiosis o sarna es una es una dermatitis pruriginosa causada por el ácaro microscópico ­Sarcoptes scabei, que puede transmitirse fácilmente por contacto sexual pero también por contacto físico directo no sexual con una persona infestada (más raramente a través de fómites). El parásito no sobrevive más de dos días fuera del huésped, y se estima que es necesario un contacto mínimo de 15-20 minutos para su transmisión.

Se distribuye por todo el mundo, afectando a personas de todas las razas y clases sociales, si bien se disemina más rápidamente en lugares donde las condiciones higiénicas no son óptimas y en lugares con alta concentración de personas donde hay contactos frecuentes con la piel de otras personas (como hospitales, los centros de cuidado infantil, asilos, etc.).

A pesar de que se considera una enfermedad minoritaria, en el año 2018 han sido bastante frecuentes las notificaciones de brotes de sarna en nuestro país. De hecho, entre 2010 y 2017 han aumentado notablemente el número de casos. Por ejemplo, la Agencia de Salud Pública de Cataluña detectó en ese periodo 115 brotes con un total de 947 personas infectadas, creciendo el número desde los 6 episodios infecciosos en 2010 hasta los 29 brotes en 2017.

El periodo de incubación de la sarna es de 4-6 semanas antes del inicio de síntomas en personas sin exposición previa. La manifestación clínica principal suele ser prurito intenso y erupción cutánea papular (túneles epidérmicos o surcos en forma de líneas delgadas irregulares formadas por pequeñas ampollas o erupciones en la piel), que pueden conducir a lesiones de rascado y a infecciones bacterianas secundarias con la formación de vesículas. Las localizaciones más frecuentes son las zonas de piel fina (superficies flexoras de codos, axilas, manos, surcos interdigitales, muñecas, ingle, genitales, nalgas y pliegues glúteo e inguinal). La sarna noruega, que se produce en personas inmunodeprimidas y ancianos, es una forma grave que se manifiesta por intensa hiperqueratosis con frecuentes fisuras y sobreinfección secundaria.

El diagnóstico se establece mediante la observación de ácaros, huevos o heces al microscopio tras raspar las lesiones con una hoja de bisturí y mezclar con solución de aceite mineral. Los casos graves en ocasiones requieren biopsia para su diagnóstico.

Por su parte, la pediculosis púbica es una ectoparasitosis producida por el insecto anopluro Phthirus pubis, comúnmente conocido como ladillas o piojos del pubis. Estos pequeños parásitos viven generalmente en el área púbica o genital de los humanos y, por ello, su principal vía de transmisión es el contacto físico directo durante las relaciones sexuales (ya que el parásito no puede saltar ni volar). También se pueden encontrar ocasionalmente en otros tipos de vello corporal, como en piernas, axilas, bigote, barba, cejas o pestañas, e incluso pueden contagiarse a través de fómites pero con menor riesgo de contagio que la sarna por esa vía.

Se caracteriza por la presencia de máculas rojas pruriginosas localizadas en la parte inferior del abdomen, pubis y muslos. El picor intenso en el área genital se debe a la presencia de las liendres adheridas a la base del pelo, que es el signo más frecuente de infestación. Para el diagnóstico se suele utilizar una lupa que permita la observación de dichas liendres.

El tratamiento de elección para la escabiosis y la pediculosis púbica es el mismo, e implica el empleo de agentes acaricidas. En las zonas corporales afectadas, puede aplicarse una crema al 5% de permetrina (Sarcop®, Perme-cure®) con lavado a las 8-10 horas, o bien una loción al 0,5% de ivermectina (Soolantra®), con enjuague tras 10 minutos de aplicación; la ivermectina ha resultado eficaz incluso para el tratamiento de la sarna noruega. No suele ser necesaria una segunda aplicación, salvo que el prurito esté presente dos semanas después del tratamiento o se observen nuevas lesiones y/o parásitos vivos.

Como tratamiento alternativo, puede utilizarse ivermectina por vía oral (6 mg, 2 tomas: el día 1 y a los 15 días). Para aliviar el prurito pueden emplearse emolientes y antipruriginosos, como loción de calamina o antihistamínicos sedantes por la noche.

En el caso de la sarna se recomienda el tratamiento a los contactos sexuales y no sexuales, mientras que en la ectoparasitosis por ladillas sólo será necesario el tratamiento de contactos sexuales. También es recomendable, e imprescindible en el caso de la sarna, la limpieza a 50 ºC de las prendas de vestir, ropas de cama y toallas usadas por los pacientes.

En caso de que aparezcan, las sobreinfecciones bacterianas deberán tratarse con antibióticos. La administración de corticoides empeora notablemente los cuadros de sarna; por tanto, es importante realizar un correcto diagnóstico diferencial con cuadros dermatológicos comunes, con presentación similar a la sarna, que habitualmente se tratan con corticoides.

PROFILAXIS de ITS

En general, se acepta que la velocidad de propagación inicial de cualquier ITS dentro de una población viene determinada por el producto de tres factores: i) la frecuencia de la exposición sexual a contactos de riesgo; ii) la eficacia de la transmisión, condicionada por el tipo de exposición; y iii) la duración de la infección, que determina el tiempo que estas personas pueden transmitir la misma. Además, dicha propagación podrá verse facilitada por la convivencia en una persona, o en un grupo de personas, de uno o más de los factores de riesgo definidos en la Tabla 2.

En consecuencia, las sociedades científicas y los grupos de expertos en la materia asumen que las medidas para atenuar e impedir la transmisión de las ITS y su diseminación en la sociedad deben priorizar el objetivo de la disminución de esos factores mediante varias estrategias preventivas complementarias (Gauci, 2017; Polo, 2017):

  1. La valoración precisa del riesgo individual y de poblaciones concretas, que implica la realización de una historia clínica completa, con preguntas sobre conducta sexual y otros factores de riesgo.
  2. El cribado de ITS en poblaciones de riesgo. Su interés radica, como se ha indicado previamente, en que muchas ITS pueden cursar de forma asintomática pero desarrollar complicaciones graves sin tratamiento. El diagnóstico precoz de personas infectadas asintomáticas no solo permite el tratamiento curativo o supresor de forma temprana, sino iniciar el estudio de contactos, comportando un beneficio individual y de salud pública, pues posibilita el corte de la cadena de transmisión.

Según el Documento de Consenso, los despistajes de las ITS con alto nivel de recomendación pueden variar en función de las poblaciones de riesgo, que incluyen las siguientes:

  • Mujeres embarazadas: a fin de evitar la transmisión vertical de ITS al recién nacido (que puede ser potencialmente grave), se debe efectuar cribado en mujeres embarazadas durante el primer trimestre y, si resulta negativo, repetirlo antes de iniciarse el parto y en el momento del parto. Se deberá valorar el origen (posible procedencia de países de alta prevalencia), la situación y prácticas de riesgo de la mujer.
  • Mujeres sexualmente activas: se recomienda de forma específica el cribado de la infección por VPH en mujeres de 21-29 años mediante citología cada 3 años (por la alta prevalencia en este grupo etario), y entre 30-65 años preferentemente mediante citología y detección de ADN viral por técnicas moleculares en muestras cervicales cada 5 años o bien sólo citología cada 3 años. En hombres no hay indicaciones claras de cribado, pues la detección de VPH y su correlación con lesiones cancerosas ha sido menos estudiada (debido la dificultad planteada por la toma de muestras en la localización anatómica).
  • Pacientes infectados por VIH: se recomienda cribado de ITS en la evaluación inicial y después con periodicidad anual, o con mayor frecuencia según riesgo individual. En mujeres y adolescentes VIH positivas, el cribado de la infección por VPH se aconseja desde el inicio de la actividad sexual y con una mayor frecuencia, recomendándose incluso revisiones anuales según tramos de edad (Polo, 2017).
  • Otros grupos considerados de especial riesgo: hombres que tienen sexo con hombres, personas que ejercen la prostitución, adolescentes y jóvenes menores de 25 años, transexuales y personas que ingresan en instituciones penitenciarias.

De forma general, para todos los grupos de riesgo anteriores, las recomendaciones sobre el despistaje de ITS se refieren a las más prevalentes y/o graves, e incluye realizar serologías y detección de Chlamydia trachomatis, Neisseria gonorrhoeae y Trichomonas vaginalis, en todas las localizaciones susceptibles y en función del tipo de prácticas sexuales. Además, el cribado serológico incluirá serología de sífilis, VIH y VHB a todos los pacientes cuya valoración del riesgo individual así lo aconseje. Por el contrario, para las infecciones por Mycoplasma genitalium y el virus del herpes simple no se recomienda el cribado de rutina.

  1. Educación sanitaria general. El asesoramiento profesional a las personas en situación de riesgo sobre la manera de evitar las ITS a través de cambios en comportamientos sexuales y la recomendación del uso de los métodos de prevención disponibles (fundamentalmente el preservativo) representan la prevención primaria y quizá más importante, resultando esenciales en la promoción de una adecuada salud sexual. Por el destacado papel del farmacéutico en la educación sanitaria, se abordará este tema en la siguiente sección “Papel del Farmacéutico”.
  2. Estudio de contactos y evaluación y tratamiento de parejas sexuales. La identificación de las parejas sexuales de un paciente diagnosticado de una ITS es clave para proceder a informarles de su exposición y posible contagio, promoviendo la atención adecuada (asesoramiento y seguimiento) y el tratamiento temprano. Aporta importantes beneficios a nivel de salud pública ya que permite evitar la reinfección del caso índice, el diagnóstico precoz de personas infectadas que por estar asintomáticas desconozcan su estado y, sobre todo, romper la cadena de transmisión en la población.

La notificación a contactos puede llevarla a cabo el mismo paciente (patient referral) o el profesional sanitario (provider referral), si bien no hay suficiente evidencia para definir recomendaciones y directrices oficiales sobre cuál de las técnicas de estudio de contactos es más efectiva. Un estudio realizado en Barcelona sobre la notificación de contactos en pacientes con VIH que combinaba ambas estrategias encontró una elevada aceptabilidad por los usuarios, y una efectividad notable en la detección de nuevos casos de infección (García, 2015).

El estudio de contactos debe realizarse siempre a la mayor brevedad posible, teniendo en cuenta que, además de las pruebas diagnósticas de la infección a la que han sido expuestos, en esos contactos deben descartarse otras ITS. El periodo de tiempo recomendado desde el diagnóstico (o el inicio de síntomas) para la notificación a contactos varía en función de la ITS.

Una vez notificado, en muchas ITS se recomienda el tratamiento del contacto sexual antes incluso de obtener el resultado de laboratorio. Este tratamiento epidemiológico se indica específicamente para la infección por Chlamydia trachomatis, la gonorrea, la enfermedad inflamatoria pélvica, la sífilis precoz (primaria, secundaria o latente), la infección por Trichomonas vaginalis, la infección por VIH (profilaxis post-exposición), la sarna (incluyendo contactos no sexuales) o las ladillas. Sin embargo, será opcional en los casos de infección por el virus del herpes simple o del virus del papiloma humano, no siendo normalmente necesario para los casos de hepatitis B, salvo en contactos no vacunados (Polo, 2017).

  1. Vigilancia epidemiológica. A día de hoy, según la Orden 445/2015 del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (de 17 de marzo de 2015), a nivel nacional sólo algunas ITS son consideradas como enfermedades de declaración obligatoria (EDO), tal y como se recoge en el Boletín Epidemiológico Semanal publicado por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica y el Instituto de Salud Carlos III.

Así, ante la simple sospecha, se debe realizar una notificación numérica semanal de los casos de: infección gonocócica, sífilis (incluyendo sífilis congénita), infección por Chlamydia trachomatis y linfogranuloma venéreo, y de hepatitis B. En cuanto a las características de la notificación del VIH, la legislación señala la necesidad de notificar todos los nuevos diagnósticos de VIH y casos de SIDA con un conjunto mínimo de variables.

Numerosos trabajos en el campo de la epidemiología han puesto en valor la vigilancia ante los nuevos casos de ITS como herramienta eficaz para mantener un control de las mismas y prevenir potenciales brotes epidémicos en grupos de riesgo o zonas geográficas concretas (Piggot, 2016; Kojima, 2018).

VACUNAS

Además de las estrategias comentadas, la profilaxis farmacológica previa a la exposición al agente infeccioso es sin duda una de las medidas más eficaces para aquellas ITS frente a las que hay vacunas preventivas disponibles. Es de crucial valor en personas pertenecientes a grupos de riesgo, y ha supuesto grandes avances en la prevención de complicaciones por ITS.

La limitación de esta estrategia radica en que, de las ITS incluidas en este informe, sólo se dispone actualmente de vacunas eficaces y seguras para la infección por el virus de la hepatitis B (VHB) y por el virus del papiloma humano (VPH), si bien son dos de las ITS que pueden tener las complicaciones más graves de tipo canceroso.

HEPATITIS B

La vacuna preventiva frente a la infección por el VHB está ­disponible desde 1982 y actualmente se recomienda en los programas de inmunización infantil en el 93% de los países. En distintos grupos poblacionales, ha demostrado una eficacia en torno al 95% en la prevención de la infección frente a todos los genotipos del virus y en la aparición de una enfermedad crónica y de cirrosis y cáncer de hígado. La OMS estima que ha prevenido unos 1,3 millones de defunciones por estas causas. Además, puede esperarse que, mediante la inmunización frente a la hepatitis B, también se prevenga la hepatitis D (causada por el agente delta), dado que ésta no se produce en ausencia de una infección de hepatitis B.

Se trata de una vacuna inactivada obtenida mediante ingeniería genética (tecnología del ADN recombinante en células de levaduras) que contiene el antígeno de superficie del virus HBsAg. Está disponible como vacuna única (Engerix B®, Fendrix® y HBvaxpro®) y como vacunas polivalentes, combinada con vacunas frente a otros microorganismos (Hexyon®, Infanrix hexa®, Twinrix® y Vaxelis®). Para obtener un efecto de inmunización eficaz, requiere tres dosis por vía intramuscular (Tabla 5). Será necesario conocer la historia de vacunación del paciente a fin de recomendar la vacunación a aquellas personas que lo precisen.

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Recomendaciones recogidas para el año 2019 en el Calendario Común de Vacunación a lo largo de toda la vida del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, disponible en: www.mscbs.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=4430

1La pauta de 4 dosis se administrará cuando no se asegure una alta cobertura de cribado prenatal de la embarazada y en hijos de madres portadoras de HBsAg. En pacientes con infección por el VIH no vacunados previamente, también se recomienda administrar cuatro dosis dobles de vacuna para el VHB (40 μg) los meses 0, 1, 2 y 6.

En adolescentes no vacunados previamente, se debe administrar la vacuna entre los 15 y los 18 años, con tres dosis (0, 1 y 6 meses) sin tener que realizar marcadores serológicos pre- ni posvacunales.

2En mujeres no vacunadas con anterioridad, se recomienda la vacunación con pautas de 3 dosis, preferentemente a los 15-18 años. La Asociación Española de Pediatría advierte que “las mujeres de 13 a 26 años no vacunadas son un grupo de alta prioridad de vacunación”.

Vacuna bivalente – pauta de 2 dosis: 0 y 6 meses; pauta de 3 dosis: 0, 1-2 y 6 meses. Vacuna tetravalente – pauta de 2 dosis: 0 y 6 meses; pauta de 3 dosis: 0, 1 y 6 meses. Es posible su coadministración con otras vacunas.

Según lo expuesto en el Documento de Consenso (Polo, 2018) y los calendarios de vacunación vigentes a nivel nacional, se recomienda la vacunación frente al VHB en niños pequeños, pero también en niños más mayores y adultos que tienen un mayor riesgo de infección si no se han vacunado previamente, si viajan a países donde la hepatitis B es endémica o si pertenecen a ciertos grupos de riesgo. En este sentido, se recomienda la vacunación frente a la hepatitis B en los hombres que tienen sexo con hombres, en usuarios de drogas por vía parenteral y personas con hepatopatías crónicas.

En pacientes con infección por VIH, la vacuna disponible frente al VHB es menos eficaz que en la población general (mayor eficacia en pacientes con cifras altas de linfocitos CD4+ y baja carga viral), pero el nivel de recomendación de la vacunación es elevado en pacientes que no se han vacunado con anterioridad. En esos casos, se aconseja la administración de cuatro dosis de 40 µg de la vacuna anti-hepatitis B.

Además, se recomienda hacer serología 1 o 2 meses después de la última dosis de vacuna en personal sanitario o trabajadores en riesgo de exposición, pacientes con VIH e inmunodeprimidos y parejas sexuales de personas que presentan HBsAg. Si el título de anticuerpos anti-HBs en la serología es menor de 10 mIU/ml, se recomienda revacunar. En principio, sólo se recomiendan dosis adicionales de recuerdo a los 7-10 años de la primovacunación en personas con un alto riesgo de exposición al virus.

Tras su administración, las reacciones adversas locales son de escasa duración, generalmente como dolor, eritema e induración, y suelen afectar a un 25% de los vacunados. Con incidencia muy baja, pueden presentarse reacciones de tipo general, como cansancio de tipo gripal, fiebre, náuseas, vómitos, mialgias, artralgias o dolor abdominal, remitiendo en la gran mayoría de los casos espontáneamente (Gil, 2016).

PAPILOMA

La forma más eficaz de prevención de la infección por VPH son las vacunas, que protegen frente a determinados genotipos que afectan a la población. En el mercado español, existen hoy en día dos vacunas dirigidas contra los genotipos más frecuentes y de mayor riesgo oncogénico: genotipos 6 y 11, responsables principales del desarrollo de los condilomas acuminados, y genotipos 16 y 18, responsables de las lesiones premalignas y del cáncer cervicouterino.

La vacuna bivalente Cervarix® (VPH 16 y 18) y la polivalente Gardasil® (VPH 6, 11, 16 y 18) se administran de forma intramuscular en 2-3 dosis (Tabla 5), confiriendo cierta protección cruzada frente a otros genotipos menos comunes que también son causa de cáncer. Están indicadas para la prevención de lesiones precancerosas y ­cáncer de cérvix, vagina y vulva; la tetravalente se indica, además, en prevención de condilomas. Ambas contienen la proteína L1 (principal componente de la cápside viral) de los distintos subtipos virales, obtenida por tecnología de ADN recombinante en sistema de expresión de baculovirus o levaduras (Gil, 2016).

Los resultados de los ensayos clínicos y revisiones retrospectivas demuestran que estas vacunas son seguras y eficaces en la prevención de la infección provocada por VPH 16 y 18 y reducen el riesgo de cáncer cervicouterino en torno a un 80% (Bogani, 2017; Maver, 2018). Las dos vacunas funcionan mejor si se administran antes de la exposición a los virus y, por tanto, es preferible administrarlas antes del inicio de la vida sexual. Hay que recordar que las vacunas no sirven para tratar las infecciones por VPH ni las enfermedades asociadas, y que no sustituyen a las pruebas de cribado en la detección de casos de cáncer cervicouterino.

La OMS recomienda que se vacune a las niñas de edades comprendidas entre los 9 y los 13 años como la medida de salud pública más coste-eficiente contra el cáncer cervicouterino. Así, en octubre de 2014, el Comité Asesor Global de Seguridad Vacunal de la OMS (GACVS) publicó su último documento de posicionamiento respecto a la vacuna frente al VPH, en el que, ratificando su postura en documentos anteriores publicados desde 2007, establecía en relación a la seguridad de estas vacunas que “los eventos adversos después de la vacunación frente a VPH son generalmente leves y de corta duración”.

Algunos trabajos apuntan a que la vacunación contra el VPH podría prevenir la muerte de más de 4 millones de mujeres en la próxima década si se logra alcanzar una cobertura vacunal del 70%, especialmente en países de ingresos bajos y medianos donde se concentran la mayoría de los casos de cáncer cervicouterino.

Las vacunas anti-VPH están ya incluidas en los calendarios de vacunación sistemática en más de 60 países, principalmente para las adolescentes de 12-14 años. Actualmente, se debate si resulta eficiente ampliar esta cobertura a varones, si bien el Center for Disease Control and Prevention estadounidense y las agencias de otros países (como Canadá, Australia, Austria o Suiza) recomiendan la vacunación universal.

Existen poblaciones en las que el riesgo de patología por VPH está aumentado, entre las que se incluyen los pacientes infectados por VIH, los hombres homosexuales o los pacientes con tratamiento inmunosupresor crónico (por ejemplo, trasplantados). Diversas evidencias sugieren que estos individuos de alto riesgo, independientemente del género, podrían beneficiarse de la vacunación frente al VPH hasta los 26 años de edad, en pautas recomendadas de tres dosis. Así, en algunos países como Estados Unidos la recomendación de vacunación en el varón se extiende hasta los 26 años de edad en hombres homosexuales e inmunodeprimidos (Petrosky, 2015).

En España, la vacunación frente al VPH está incluida en el calendario vacunal desde 2010, recomendada solo para niñas y mujeres adolescentes. La Asociación Española de Pediatría, en cambio, recomienda la vacunación sistemática universal frente al VPH tanto de chicas como de chicos, preferentemente a los 12 años.

Actualmente no se dispone de vacunas preventivas frente a otras ITS, pero la investigación orientada al desarrollo de vacunas contra el herpes y el VIH está avanzando, con varios candidatos a vacuna en desarrollo clínico. La investigación sobre vacunas contra la clamidiasis, la gonorrea y la tricomoniasis está en las fases iniciales de desarrollo.

Por último, en ocasiones se han planteado otras intervenciones biomédicas para prevenir el contagio de algunas ITS, que incluyen:

  • La circuncisión en hombres adultos. Reduce el riesgo de la infección por VIH adquirida por vía heterosexual en aproximadamente un 60%, y proporciona alguna protección contra otras ITS, entre ellas el herpes y el VPH.
  • El empleo de microbicidas. El tenofovir en gel, empleado como microbicida vaginal, ha arrojado resultados poco homogéneos en cuanto a su capacidad para prevenir la infección por el VIH, aunque ha demostrado cierta eficacia contra el virus del herpes simple. La profilaxis farmacológica pre-exposición frente al VIH no está autorizada en España (Fernández Moriano, 2018).

EL PAPEL ASISTENCIAL DEL FARMACÉUTICO

Como señalan algunos expertos (Gonsalves, 2017; Wood, 2018), el papel del farmacéutico, junto con el de otros profesionales sanitarios, resulta esencial para afrontar los problemas que afectan a la salud sexual de los ciudadanos, y más concretamente, para colaborar en la atenuación y resolución del problema sociosanitario que representan las ITS.

Todos los profesionales farmacéuticos, desde sus diversos ámbitos profesionales y de competencias, pueden contribuir al adecuado asesoramiento y asistencia a los pacientes con ITS –por ejemplo, el farmacéutico hospitalario es una figura clave en la atención farmacéutica a pacientes infectados con VIH, siendo responsable de la dispensación de antirretrovirales–, si bien el papel del farmacéutico comunitario cobra una especial relevancia en los temas relacionados con la salud sexual.

Atendiendo al hecho de que cada día más dos millones de pacientes y usuarios acuden a las más de 22.000 farmacias españolas, y que en ellas se ofrecen al año más de 182 millones de consejos sanitarios, parece evidente el enorme potencial divulgador del farmacéutico como profesional sanitario, así como su incuestionable papel para canalizar hacia el médico a personas con problemas relevantes de salud, para un estudio clínico detallado. Por tanto, la oficina de farmacia constituye un centro sanitario accesible y ubicuo capaz de suministrar una información solvente y ofrecer un servicio de máximas garantías sanitarias y con la debida confidencialidad.

Dados los condicionantes sociales, morales e incluso religiosos que todavía afectan de forma notable a toda la información relacionada con la sexualidad (incluyendo las ITS), que frecuentemente llega a la población a través de muchas publicaciones no especializadas, es fundamental responder desde el rigor científico, la documentación contrastada y la profesionalidad.

En este sentido, es particularmente valiosa la labor de contrarrestar los anuncios e informaciones falsas o interesadamente deformadas, relativas, por ejemplo, a prácticas sexuales, medicamentos, dispositivos, etc., que se presenten como soluciones a los problemas de salud sexual.

Además, debe tenerse muy presente que la mayoría de los pacientes tienden a no sentirse cómodos tratando este tipo de temas, a menos que consideren que disponen de la confianza, la privacidad y el tiempo suficientes para hablar abiertamente sobre el tema. La gran cercanía y el alto nivel de confianza que la población general alcanza con su farmacéutico comunitario permitirán abordar temas que afectan a la salud sexual de manera más efectiva.

En definitiva, el farmacéutico comunitario es un eslabón fundamental de los equipos multidisciplinares de asistencia sanitaria y aporta gran valor como agente de Salud Pública con características privilegiadas. Además de la educación sanitaria (que es la medida principal de prevención primaria y se desarrolla en el siguiente apartado, por su interés en relación a las ITS), se podrían identificar tres vertientes principales de actuación desde la farmacia:

I. Contribución a la detección precoz de ITS

La oficina de farmacia es, para muchos pacientes, el primer escalón de contacto con el sistema y la asistencia sanitaria. Desde esa posición preferente, ante la descripción de un problema de salud por parte de un usuario, el farmacéutico comunitario puede y debe ser capaz de detectar signos y señales de alerta sugerentes de una infección de transmisión sexual (revisados en la Tabla 1), o incluso identificar cuadros patológicos ocultos –pues muchas ITS son asintomáticas– o minusvalorados por los propios pacientes.

Esta actuación se encamina a la promoción del diagnóstico temprano y la reducción del infradiagnóstico que permitan torpedear la cadena de transmisión de las ITS, para lo cual resulta imprescindible la derivación al médico de aquellos pacientes sexualmente activos con sospecha de sintomatología compatible con ITS o de haber estado expuestos a una persona infectada.

En esa línea, se debe prestar especial atención a personas que puedan pertenecer a grupos de población generalmente considerados de riesgo, incluidos, entre otros, consumidores de drogas inyectables, trabajadores sexuales, hombres homosexuales y adolescentes con prácticas de riesgo. Actualmente, crece en importancia la inmigración, pues conlleva la posibilidad de compartir diferentes parejas sexuales de diversas procedencias (en algunas de las cuales la prevalencia y variedad de ITS aumenta significativamente), aumentando las posibilidades de que repunten estas enfermedades. También se ha identificado como factor de riesgo de ITS el consumo de medicamentos frente a la disfunción eréctil –sildenafilo y relacionados– (Dornelas, 2015), por lo que el farmacéutico deberá estar alerta ante la dispensación de los mismos.

La búsqueda de una detección precoz desde la farmacia comunitaria debe incluir, además, la participación en campañas de prevención y el fomento de las pruebas de detección de ITS, con asesoramiento específico antes y después de las mismas. Este punto adquiere especial relevancia cuando, a pesar de la disponibilidad de estas pruebas, se publican datos como, por ejemplo, que el 50% de las mujeres que padecen cáncer de cuello del útero no han participado nunca en un cribado de infección por VPH y el 10% lo han realizado en un periodo de tiempo superior a 5 años (Mateos-Lindemann, 2017).

Numerosos profesionales farmacéuticos españoles de determinadas comunidades (Asturias, Baleares, Cantabria, Castilla y León, Cataluña y País Vasco) vienen participando activamente, en algunos casos desde 2009, en la realización de test rápidos de detección de VIH y sífilis en la oficina de farmacia, que ha permitido la realización de más de 44.000 pruebas. Por ejemplo, en 2017 en el País Vasco se realizaron 2.636 test rápidos del VIH en las 50 farmacias que participaron en el programa, habiéndose registrado 16 resultados positivos (0,6%) (Osakidetza, 2018). La reciente comercialización del test de autodiagnóstico de VIH, de dispensación exclusiva en las oficinas de farmacia, refuerza esta vertiente asistencial.

II. Promoción del uso racional de antibióticos

En la lucha contra las resistencias microbianas, los farmacéuticos contribuyen activamente. En nuestro país, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos participa, a través de dos representantes técnicos, en el desarrollo del Plan Estratégico y de Acción para reducir el riesgo de selección y diseminación de resistencias a los antimicrobianos (PRAN) junto con otros expertos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, del Ministerio de Economía y Competitividad, de universidades, sociedades científicas y otras organizaciones profesionales sanitarias.

Teniendo en cuenta que muchas de las ITS –todas las de etiología bacteriana y la tricomoniasis vaginal– se tratan con antibióticos, desde la oficina de farmacia se pueden hacer algunas recomendaciones básicas a pacientes y usuarios en relación a la dispensación de este tipo de fármacos:

  • Nunca se debe confiar en el autodiagnóstico, y cualquier paciente que perciba un síntoma que identifique con alguna ITS debe acudir siempre al médico, que es el profesional sanitario responsable del diagnóstico y, en su caso, de prescribir el tratamiento más adecuado a las características específicas del paciente.
  • La solicitud de dispensación de un antibiótico sin prescripción médica debe ser rechazada por motivos sanitarios y legales, aprovechando la ocasión para informar sobre los riesgos que implica el uso incontrolado de antibióticos para el paciente y para el resto de la comunidad.
  • Muchas de las ITS no son producidas por bacterias sino por virus, frente a los cuales el uso de antibióticos resulta completamente inútil y, además, facilita la selección y proliferación de bacterias resistentes al antibiótico improcedentemente utilizado.
  • Un uso eficaz y seguro de los antibióticos debidamente prescritos y dispensados implica la necesidad de un cumplimiento completo del tratamiento, aunque se mejore antes de los síntomas. La prematura interrupción del mismo aumenta el riesgo de que la bacteria patógena se multiplique de nuevo y desarrolle mecanismos de resistencia frente al antibiótico utilizado, produciendo una infección aún más grave y facilitando la diseminación de cepas resistentes.
  • La utilización de los restos de tratamientos antibióticos previos que queden en los botiquines caseros supone un grave riesgo para la salud, por el peligro de su uso sin prescripción médica y por la posibilidad de que estén caducados o deteriorados por un almacenamiento en condiciones improcedentes. Por tanto, es importante que los pacientes lleven dichos restos a la oficina de farmacia, para su recogida y gestión en las condiciones ecológicas adecuadas.
  • Es preciso recordar que los antibióticos son fármacos generalmente seguros, aunque, como todo medicamento, pueden producir efectos adversos en algunos casos:
  • La alergia a determinados antibióticos (particularmente, a betalactámicos) es uno de los efectos adversos más conocidos y habituales. El paciente debe estar informado si es alérgico y, ante cualquier manifestación de alergia (picores generalizados, erupciones cutáneas, etc.) debe ponerse en conocimiento del médico, acudiendo a Urgencias en caso de que tal manifestación tenga carácter intenso o brusco (ahogos, edema en cara, cuello o extremidades, caída de la presión arterial, etc.).
  • La diarrea de ≥2 días consecutivos durante o inmediatamente después de un tratamiento antibiótico hace aconsejable la consulta al médico.
III. Optimizaciónde la terapia farmacológica

Este es siempre uno de los objetivos más importantes de la atención farmacéutica y englobaría la promoción del uso racional de antibióticos.

En general, desde la farmacia comunitaria, dentro de una correcta dispensación de antibióticos o antivirales para tratar las ITS, se debe aportar información al paciente sobre los medicamentos que va a recibir en relación a su objetivo y mecanismo de acción, las peculiaridades de conservación (si las hubiera), el momento óptimo de administración, las posibles reacciones adversas, el potencial de interacciones con otros medicamentos (incluidos los de automedicación), etc. También es importante la referencia a su pauta de administración, pudiendo aconsejarse la adaptación de la toma coincidiendo con eventos cotidianos o aportar diagramas que ayuden a relacionar la medicación con hábitos de vida.

Cabe destacar que el tratamiento difiere en gran medida según el tipo de ITS: las bacterianas se resolverán con la adecuada administración de antibióticos –en la mayoría de los casos pautas de una única dosis o de corta duración–, mientras que el tratamiento de las ITS de etiología vírica no suele ser curativo y tiende a cronificarse en el tiempo, con pautas de administración más complejas que no erradican la infección.

En ambos casos, será labor del farmacéutico promover la adherencia y el cumplimiento terapéuticos. Si bien es importante en el caso de tratamiento de ITS ­bacterianas con antibióticos, como se ha comentado previamente, tiene un mayor valor cuando se trata de tratamientos antivirales. Por ejemplo, en la infección por VIH, el tratamiento antirretroviral suprime eficazmente la replicación viral pero requiere la toma de al menos un comprimido diario de forma indefinida en el tiempo; la adherencia a esa pauta es crítica en el éxito terapéutico, ya que además limita la aparición de mutaciones de resistencia (Fernández-Moriano, 2018).

Por tanto, especialmente en los tratamientos prolongados, un adecuado seguimiento farmacoterapéutico –ofrecido de forma rutinaria en la oficina de farmacia– permitirá atenuar la aparición de resultados negativos y problemas relacionados con la medicación. La vigilancia ante posibles reacciones adversas, y la identificación y prevención de interacciones farmacológicas y contraindicaciones del tratamiento revertirá en una mejor calidad de vida de los pacientes con ITS. Todo ello permitirá evitar las posibles complicaciones de las ITS a corto y medio plazo y que, a modo de recordatorio, se recogen en la Tabla 6.

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Educación sanitaria

En ausencia de un tratamiento curativo para algunas de las ITS, y considerando sus potenciales riesgos y complicaciones, la prevención primaria constituye el objetivo prioritario y es la intervención sanitaria más eficaz y coste-eficiente para evitar la propagación de las ITS.

Algunos organismos especializados recomiendan, en base a la evidencia disponible (O’Connor, 2014), ofrecer consejo de alta intensidad a aquellas personas en riesgo de padecer una ITS para disminuir sus conductas de riesgo. Tales intervenciones supondrían una gran inversión de tiempo (se estima en torno a 2 h) y recursos económicos, y representan una utopía en la práctica asistencial diaria.

No obstante, se ha demostrado que intervenciones formativas e informativas de 1-2 sesiones cortas (20-30 min), dirigidas de forma individualizada a personas de alto riesgo, se traducen en menores tasas de incidencia de ITS (Brookmeyer, 2016; Long, 2016). En pacientes infectados con VIH, estas intervenciones de educación sanitaria parecen ser particularmente importantes, pues consiguen reducir hasta la mitad la incidencia de otras ITS (Patel, 2012).

Todo lo anterior sugiere que una información rigurosa aportada desde la farmacia comunitaria sobre relaciones sexuales seguras tendrá un impacto beneficioso en la salud sexual de los usuarios. Las redes sociales y los distintos medios de comunicación emergen como una posible estrategia no del todo explorada para alcanzar el objetivo de concienciar a la población sobre la importancia de la salud sexual (Gabarron, 2016).

La información sanitaria, individualizada y transmitida por vía oral o escrita de forma comprensible (se pueden usar recursos audiovisuales), debe incluir una serie de puntos clave:

  1. El mecanismo de transmisión general de las ITS y el riesgo que comportan las diferentes prácticas sexuales (oral, genital y rectal).

Merece un recordatorio la posibilidad de contraer una ITS de personas que parecen muy sanas y que, de hecho, pueden no saber que tienen la infección, al ser muchas de ellas asintomáticas. Resulta muy difícil identificar qué posibles contactos sexuales padecen una ITS.

  1. La necesidad de utilizar el preservativo como barrera más eficaz de las disponibles (junto a la vacunación), así como la técnica para su uso correcto.

La evaluación clínica del uso del preservativo muestra generalmente altas tasas de protección frente a la mayoría de ITS siempre que se emplee de forma correcta y consistente, con efectividades similares independientemente del material de que esté constituido. Se debe resaltar en la necesidad de usarlo sea cual sea la práctica sexual, haciendo hincapié también en sus limitaciones, ya que no ofrece protección completa contra el virus herpes simple o del papiloma humano. La información sobre la eficacia clínica del preservativo femenino es menor, pero, en general, se acepta que resulta similar a la de los preservativos masculinos de látex.

  1. La promoción de modificaciones en la actividad sexual para alcanzar comportamientos sexuales seguros, recordando que la abstinencia sexual es la única medida preventiva absolutamente eficaz y que la reducción del número de parejas sexuales disminuirá el riesgo de exposición. Puede ser conveniente recomendar el abandono de ciertas prácticas de riesgo que favorecen las infecciones (por ejemplo, el coito anal o las prácticas oroanales y digitoanales).
  2. La conveniencia de someterse a pruebas de detección de ciertas ITS en los grupos de riesgo, valorando la estratificación del riesgo en función del número y tipo de exposiciones, la utilización de métodos de prevención y el consumo de sustancias (fármacos, drogas de uso recreativo y alcohol) de forma crónica o asociadas al sexo, que se relacionan con un incremento de las prácticas de riesgo y un menor uso del preservativo.
  3. En caso de tratarse de una persona no inmunizada, se deberá recomendar decididamente la inmunoprofilaxis mediante vacunas frente al virus del papiloma y de la hepatitis B.
  4. Si el paciente ya ha sido diagnosticado de una ITS, es imprescindible informarle sobre su agente etiológico y vía de transmisión, sobre todos los aspectos relativos al tratamiento que tomará, así como sobre la necesidad de abstenerse de mantener relaciones sexuales hasta la finalización del tratamiento y, en su caso, hasta que el contacto haya sido estudiado y tratado.

En el momento de tratar con el paciente o usuario, el profesional farmacéutico se encuentra en una posición favorable para combatir los posibles mitos sobre ITS que comúnmente están enraizados en la sociedad. Algunos de ellos, por ejemplo, son los siguientes:

  • Las ITS no se curan”. Cuatro de las ITS más prevalentes (las bacterianas sífilis, gonorrea y clamidiasis, y la parasitosis por Trichomonas vaginalis) se curan totalmente, algunas con dosis únicas de los antibióticos adecuados. Es cierto que las ITS víricas más prevalentes (hepatitis B, virus del herpes simple, virus del papiloma humano y VIH) no son curables, pero se dispone de tratamientos eficaces que suprimen la replicación viral hasta niveles indetectables.
  • “Las ITS no se contagian por el sexo oral”. La banalización de los riesgos que comporta el sexo oral es uno de los principales problemas en la diseminación de las ITS. Si bien la principal vía de contagio de las ITS es a través de relaciones sexuales vaginales o anales, algunas ITS (como el herpes genital o la sífilis) se pueden contraer por vía oral incluso con mayor facilidad. Habrá que recomendar el uso del preservativo también con esa práctica.
  • El SIDA y el VIH son lo mismo”. La infección por el virus VIH, transmisible a través del contacto sexual, puede cronificarse durante toda la vida con el tratamiento adecuado sin llegar a desarrollar el SIDA, que es la fase más avanzada y grave de la infección.
  • La píldora anticonceptiva protege de las ETS”. Los medicamentos a base de hormonas (y derivados) que son eficaces para prevenir un embarazo no deseado, no aportan ninguna protección frente al contagio de las ITS, que se produce por el contacto directo con sangre, fluidos corporales (incluido el semen y las secreciones vaginales) e incluso de piel con piel.
  • El uso de dos preservativos aporta doble seguridad”. El uso correcto del preservativo sí es una medida muy eficaz para prevenir el contagio de ITS, pero el uso de varios preservativos no se traduce en un mayor grado de protección. Al contrario, la posible fricción entre dos profilácticos empleados al mismo tiempo aumenta el riesgo de rotura de los mismos y de transmisión de ITS.

En definitiva, una adecuada educación sanitaria y un asesoramiento riguroso por parte del farmacéutico pueden mejorar la capacidad de las personas para reconocer los síntomas de las ITS, con lo que aumentarán las probabilidades de que soliciten asistencia médica o alienten a sus parejas sexuales a hacerlo.

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¿Se ha establecido una asociación entre la vitamina D y las infecciones virales?

En las últimas décadas, la investigación sobre el carácter pleiotrópico de las actividades biológicas de la vitamina D ha sido muy prolífica. La evidencia disponible ha permitido concluir que existe una asociación epidemiológica sólida entre la deficiencia de vitamina D –que ha llegado a ser considerada como un problema global de salud pública– y una variedad de enfermedades. Si bien se ha sugerido un potencial efecto antiviral para la vitamina D, aún permanecen sin esclarecerse los mecanismos subyacentes por los cuales un déficit de vitamina D puede facilitar las infecciones virales.

Una reciente publicación, que revisó los hallazgos de más de cien estudios originales sobre el tema, sugiere que la interacción entre la vitamina D y las infecciones virales puede ser más compleja de lo que se pensaba y verse mediada por diversos mecanismos. En base a las principales funciones en que se ve involucrada la vitamina D, los autores sugieren que varios factores pueden explicar la importancia de su deficiencia en las infecciones virales: la inducción de péptidos antimicrobianos por vitamina D, su función inmunomoduladora sobre células B y T, su efecto sobre importantes factores de transcripción celulares y virales, la inducción de la autofagia y la apoptosis, y modulaciones epigenéticas o por polimorfismos genéticos del receptor nuclear de la vitamina D.

En definitiva, el interés creciente sobre la huella global que la vitamina D ejerce sobre el sistema inmunitario permitirá descifrar los mecanismos por los cuales la vitamina D media en procesos de autofagia y el efecto de los polimorfismos genéticos y los factores epigenéticos. Estos mecanismos parecen ser de gran interés en el desarrollo de nuevas líneas de investigación con potencial aplicación en la terapéutica de diversas infecciones virales, especialmente en el contexto de enfermedades autoinmunes y cáncer.

Los beneficios de la actividad física en la capacidad funcional ante el riesgo de deterioro cognitivo

La inagotable evidencia relacionada con los beneficios del estilo de vida y una dieta adecuada sobre la salud de las personas confirma a ambas estrategias como dos de las más efectivas en la prevención de una gran diversidad de patologías.

Un reciente ensayo clínico aleatorizado investigó los efectos independientes y aditivos del ejercicio aeróbico y la dieta DASH1 (Dietary Approaches to Stop Hypertension) en la capacidad funcional de 160 hombres y mujeres (de más de 55 años) con deterioro cognitivo sin demencia y con factores de riesgo de patología cardiovascular. Los pacientes que se enrolaron en el estudio estuvieron sometidos, durante 6 meses, a una de las siguientes intervenciones: ejercicio aeróbico, cambios nutricionales de la dieta DASH, una combinación de ambos o exclusivamente educación sanitaria.

En base a los resultados obtenidos, solo experimentaban mejoras significativas en la variable primaria de capacidad funcional (medida compuesta de diversas variables pre-establecida por los investigadores) aquellos pacientes que realizaron ejercicio físico (d=0,32, p=0,046), pero no aquellos que se adhirieron a la dieta DASH (d=0,30, p=0,059). Los mayores beneficios se observaron en aquellos pacientes del brazo de intervención actividad física + dieta DASH en comparación con aquellos que recibían educación sanitaria.

Un mayor ejercicio aeróbico (b=2,3, p=0,049), la reducción del riesgo cardiovascular (b=2,6, p=0,042) y la reducción de la ingesta de sodio (b=0,18, p=0,024) fueron los principales factores relacionados con mejoras en la capacidad funcional, si bien no se hallaron mejoras significativas en las habilidades de memoria o lenguaje/fluidez verbal.

El progresivo envejecimiento de la población y el riesgo de deterioro cognitivo asociado a una edad media creciente ponen en valor la importancia de mantener en el tiempo un alto grado de independencia funcional. Además de aportar otros beneficios, el ejercicio físico aeróbico resulta clave en la mejora de esta capacidad funcional.

La suplementación con ácidos grasos omega-3 es eficaz para…

Diversos estudios observacionales han relacionado una mayor ingesta de ácidos grasos n-3 de origen marino, también llamados omega-3, con una reducción del riesgo de sufrir patología cardiovascular y cáncer. No obstante, este efecto no ha sido confirmado en la población general con riesgo normal (no incrementado por predisposición genética) de sufrir estas enfermedades.

Un ensayo clínico llevado a cabo recientemente en Estados Unidos pretendió esclarecer esa relación. Se trató de un ensayo aleatorizado, controlado por placebo y con un diseño factorial de 2 × 2, en el que se evaluó el efecto de la suplementación con vitamina D3 (dosis de 2.000 UI/día) y ácidos grasos omega-3 (1 g/día de una mezcla de los ácidos eicosapentanoico y docosahexanoico) en sujetos a priori sanos y sin historial de patología previa. Un total de 25.871 participantes entre hombres mayores de 50 años y mujeres mayores de 55 años, incluyendo 5.106 individuos de raza negra, fueron monitorizados durante una mediana de 5,3 años.

En ese periodo, se constataron eventos cardiovasculares de relevancia clínica (esto es, un conjunto de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o muerte por enfermedad cardiovascular) en un total de 386 participantes en el grupo tratado con omega-3 y 419 en el grupo placebo (HR=0,92; IC95% 0,80 a 1,06; p=0,24). Además, se diagnosticaron cánceres (de cualquier tipo y carácter invasivo) en 820 participantes del grupo omega-3 y 797 en el grupo placebo (HR=1,03; IC95% 0,93 a 1,13; p=0,56). No se encontraron tampoco diferencias estadísticamente significativas en el análisis de los datos de variables secundarias, incluyendo, entre otras, la tasa de muertes por eventos cardiovasculares, muertes por cáncer o muertes por cualquier causa. Se puede destacar únicamente la tasa de infarto de miocardio, que fue significativamente menor en el grupo tratado con omega-3 respecto a placebo (HR=0,72; IC95% 0,59 a 0,90). En cuanto al perfil toxicológico, las intervenciones de suplementación resultaron muy seguras, sin evidencias de un mayor riesgo de hemorragias u otros acontecimientos adversos de gravedad.

En definitiva, a la vista de esos resultados, parece que la suplementación con ácidos grasos omega-3 no es más eficaz que el placebo para prevenir el desarrollo de patologías cardiovasculares ni de cáncer en la población general.