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Nuevos principios activos

NUEVoS MEDICAMENTOS en el mundo, durante el año 2016

Fármacos

Laboratorio

Comentarios

Baricitinib

INCB28050, LY3009104

Lilly

Baricitinib es un inhibidor de JAK1 y JAK2 que se encuentra en estudio de fase III como potencial tratamiento para la psoriasis y la neuropatía diabética.

Dalantercept

Acceleron Pharma

Dalantercept es una proteína que inhibe que inhibe la angiogénesis y la activación de los receptores tumorales ALK-1

Demcizumab

(OMP-21M18)

OncoMed Pharmaceuticals

Demcizumab es un anticuerpo monoclonal anti-DLL4 indicado para el tratamiento del cáncer de pulmón de células no pequeñas

Depatuxizumab

AbbVie

Depatuxizumab es un anticuerpo anti EGFR indicado para el tratamiento del glioblastoma multiforme.

Etrolizumab

Genentech

Etrolizumab es un anticuerpo monoclonal Anti-αEβ7/α4β7, indicado para el tratamiento de la inflamación intestinal

Finerenona

Bayer

Finerenona es un antagonista del receptor mineral corticoide (MR) indicado para el tratamiento de la enfermedad crónica renal y neuropatía diabética.

Inebilizumab

GeneTex

Inebilizumab es un anti-CD19 Mab, indicado para el tratamiento de la neuromielitis óptica y tratamiento de los tumores de células B

Lefamulin
(BC-3781)

Nabriva

Lefamulin es un agente antimicrobiano semisintético indicado para el tratamiento de las infecciones de la piel y de la neumonía bacteriana.

Mavrilimumab

(CAM-3001)

Cambridge Antibody Technology

Mavrilimumab es un anticuerpo monoclonal IgG4 estimulador de las colonias de granulocitos-macrófagos indicado para el tratamiento de la artritis reumatoide

Oprozomib

Amgen

Oprozomib es un inhibidor de proteosoma que se está investigando para el tratamiento de enfermedades malignas hematológicas.

Pemafibrato

(K-877)

Kowa Pharmaceuticals

Pemafibrato es un modulador selectivo de PPARalpha indicado para el tratamiento de la dislipidemia.

Pradigastat

Novartis

Pradigastat es un inhibidor de diacilglicerol O-aciltransferasa 1 (DGAT1), indicado para el tratamiento de las alteraciones de lipoproteínas.

Tarextumab

OncoMed

Tarextumab es un anti-notch 2/3 MAb, destinado al tratamiento del cáncer de pulmón y de páncreas.

TEV-48125

Teva

El TEV-48125 es un anticuerpo monoclonal humanizado anti-CGRP indicado para el tratamiento de las migrañas

Oxihidróxido sucroférrico ▼Velphoro® (Vifor Frexenius) en hiperfosfatemia asociada a insuficiencia renal crónica

Resumen

El oxihidróxido sucroférrico es un complejo de hierro-III (Fe3+) que, administrado por vía oral, es capaz de formar compuestos insolubles con las sales de fósforo presentes en el interior del tracto digestivo, impidiendo su absorción. Su actividad depende exclusivamente de la presencia de hierro en estado oxidado (Fe3+), que tiene una marcada capacidad química para reaccionar con grupos fosfatos, formando sales insolubles. El medicamento ha sido autorizado para el control de los niveles de fósforo sérico en pacientes adultos con enfermedad renal crónica en hemodiálisis o diálisis peritoneal. Se trata de una nueva opción para la corrección de la hiperfosfatemia asociada a la insuficiencia renal crónica en pacientes sometidos a diálisis, que no parece aportar ninguna ventaja relativa más allá de un mecanismo de acción, que incorpora como núcleo captador al hierro-III (Fe3+), frente al carbonato de lantano o al sevelámero.

 

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

La concentración sérica fisiológica de fosfato en personas adultas oscila entre 0,87 y 1,49 mmol/L (2,7 y 4,6 mg/dL)1, considerándose que el producto de las concentraciones séricas de calcio y de fosfato debe estar por debajo de 4,4 mmol/L. La hiperfosfatemia implica, por tanto, una concentración sérica de fosfato superior a 1,49 mmol/L (4,6 mg/dL). Puede deberse tanto a una disminución de la excreción renal de fosfato, como a un aumento de su aporte o a una redistribución desde el compartimento intracelular hacia el extracelular. Los motivos principales para la disminución de la excreción renal son la insuficiencia renal, tanto crónica como aguda, así como un aumento de la reabsorción tubular. Por su parte, el aumento del aporte de fosfato puede acaecer por vía oral, intravenosa o incluso rectal (administración de enemas de fosfato, especialmente en niños y en pacientes con insuficiencia renal moderada). En lo que se refiere a la hiperfosfatemia por redistribución entre los compartimentos intra y extracelular, causas frecuentes son la acidosis respiratoria o metabólica y la destrucción tisular (rabdomiolisis, síndrome de lisis celular tumoral, etc.).

La insuficiencia renal crónica es, con mucho la causa más común del aumento de los niveles de fósforo en sangre. Se define como la existencia de un daño renal o una reducción sostenida de la función renal durante al menos tres meses. La insuficiencia renal crónica es importante problema de salud que afecta a un importante y creciente sector de personas; de hecho, en 2010 su prevalencia mundial era del 10,4% en varones y del 11,8% en mujeres, con porcentajes mayores en los países con bajos o medios ingresos que en los países de altos ingresos (Mills, 2015). Dado que la incidencia de la enfermedad aumenta con la edad, el progresivo envejecimiento de la población hace previsible un incremento sustancial de tal incidencia en las próximas décadas.

Tradicionalmente, la insuficiencia renal crónica ha estado asociada con cuadros de glomerulonefritis y de nefritis intersticial. Sin embargo, en la actualidad la mayoría de los casos con consecuencia de la diabetes mellitus y de la hipertensión; en este sentido, se estima que la prevalencia insuficiencia renal grave de origen diabético aumentará en la Unión Europea en una media de un 3,2% anualmente hasta 2025 (Kainz, 2015).

La hiperfosfatemia, cuando es intensa y especialmente si su instauración es brusca, provoca la formación y precipitación de sales de fosfato cálcico en los tejidos blandos, así como un aumento de la utilización de calcio. El resultado es la aparición de calcificación de partes blandas y de hipocalcemia. La precipitación se produce cuando el producto de las concentraciones séricas de fósforo y de calcio supera la cifra de 70 mg/dl.

Cuando la hiperfosfatemia es permanente, es capaz de inhibir el enzima renal 1α-hidroxilasa, que cataliza la síntesis calcitriol (1,25-dihidroxicolecalciferol; la forma hormonalmente activa de vitamina D), el cual regula la absorción intestinal de calcio; la reducción de dicha absorción da lugar a una hipocalcemia, que a su vez estimula la secreción de parathormona (PTH), pudiendo conducir a hiperparatiroidismo secundario, tal como ocurre frecuentemente en la insuficiencia renal. Todo ello se manifiesta clínicamente con alteraciones de la morfología y la consistencia ósea, un mayor riesgo de fracturas y la formación de depósitos calcáreos a nivel vascular y de otros tejidos.

El organismo humano contiene alrededor de 600 g de fósforo, de los que el 80 % se encuentra en el hueso, bajo la forma de hidroxiapatita. La parte extracelular no ósea se encuentra básicamente como fosfatos inorgánicos, en tanto que la intracelular está en forma de fosfatos orgánicos. El fosfato, a diferencia del calcio, es un ion fundamentalmente intracelular, donde ejerce múltiples e importantes funciones, al formar parte de las moléculas de ATP, GTP, AMPc, GMPc, ácidos nucleicos, 2,3-difosfoglicerato (2,3-DGP) y fosfolípidos, entre otras de gran relevancia funcional y estructural. Además, regula diversas enzimas, de las que merece recordarse la indicada 1α-hidroxilasa renal. Por su parte, el fosfato extracelular interviene en la mineralización ósea.

La parathormona (PTH) es una hormona segregada por las glándulas paratiroides, que estimula la liberación de calcio desde el hueso, su reabsorción renal y su absorción intestinal. Por otra parte, la parathormona disminuye la cifra de fosfato en sangre, al aumentar su excreción renal. El principal factor regulador de su secreción es la concentración sérica de calcio, cuya disminución la estimula y cuyo aumento la frena. La secreción de parathormona también está influida por la concentración sérica del metabolito hormonalmente activo de la vitamina D, el calcitriol. Además, también está influida por la concentración sérica de magnesio, que la estimula si desciende y viceversa. La hipofosfatemia que promueve la parathormona facilita el efecto hipercalcemiante de esta última, mientras que la hiperfosfatemia tiende a retirar calcio de la sangre para depositarlo en los tejidos blandos en forma de fosfato cálcico.

La absorción intestinal de fosfato, como la de calcio, tiene un componente activo y otro pasivo, el primero de los cuales es estimulado por la vitamina D. Salvo que el contenido en fosfato de la dieta sea muy pobre, el porcentaje de absorción del mismo es bastante constante (60-70%).

Sólo el 10 % del fosfato sérico está unido a proteínas, lo que permite que sea filtrado en los riñones el otro 90%. Del fosfato filtrado de la sangre por los glomérulos se excreta poco más del 10%, lo que quiere decir que se reabsorbe cerca del 90%. La eliminación urinaria de fosfato está regulada esencialmente por la parathormona, que la estimula. Bajo la acción de la parathormona y con la colaboración del calcitriol, son estimulados los osteoclastos, lo que produce la liberación de calcio y fósforo.

Las modificaciones de la calcemia no siempre tienen las mismas repercusiones sobre la fosfatemia. En este sentido, los cambios debidos a modificaciones en la secreción de parathormona tienden a provocar cambios inversos de la fosfatemia; es decir, si aumenta la parathormona, la calcemia se eleva y la fosfatemia disminuye, mientras que si desciende la parathormona, disminuye la calcemia y la fosfatemia, aumenta. Por el contrario, los cambios en la calcemia provocados por causas ajenas a la parathormona tienden a cursar con cambios de la fosfatemia igual signo. Si la calcemia se eleva por metástasis osteolíticas o por intoxicación por vitamina D, la parathormona es inhibida y, consecuentemente, la fosfatemia se aumenta. Por su parte, en pacientes con hipocalcemia por falta de vitamina D, la secreción de parathormona es estimulada, lo que conduce a hipofosfatemia.

Frente a lo indicado anteriormente, las modificaciones primarias de la fosfatemia tienen una repercusión más predecible sobre la calcemia, con tendencia a los cambios en sentido opuesto: la hiperfosfatemia tiende a determinar hipocalcemia, y la hipofosfatemia, hipercalcemia.

En general, la fosfatemia está peor regulada endógenamente que la calcemia. Esto hace que el margen de valores normales entre individuos (interindividual) en el que se sitúan las concentraciones séricas de fosfato sea más amplio que el del calcio, aunque su variación en un mismo individuo (interindividual) es prácticamente de igual amplitud.

Los pacientes con insuficiencia renal crónica presentan un importante riesgo de padecer hiperparatiroidismo secundario, debido a una serie de circunstancias. Se trata básicamente de la retención de fósforo y del déficit del calcitriol que padecen este tipo de pacientes. Además, existe un estado de resistencia esquelética a la acción calcémica de la parathormona, y una falta de sensibilidad de los receptores de calcitriol en las paratiroides y el intestino. Estas alteraciones determinan la hiperplasia de estas glándulas, como mecanismo de adaptación, ante la tendencia persistente a presentar hipocalcemia.

La hipocalcemia prolongada en presencia de déficit de calcitriol constituye el mayor estímulo para la síntesis de parathormona, ya que el calcitriol inhibe la secreción de parathormona, al margen de los cambios en los valores de calcio. La mayor producción de parathormona induce reabsorción ósea osteoclástica y fibrosis de la médula, los cuales originan un cuadro de osteítis fibroquística, aunque ésta sólo se manifiesta clínicamente en casos avanzados.

Adicionalmente, debe mencionarse el papel de dos sustancias biológicas con funciones relevantes en el metabolismo humano del fósforo; son el klotho y el FGF23. El klotho es un enzima codificado por el gen KL que está relacionado con las β-glucuronidasas y cuyo déficit ha sido constatado en pacientes con insuficiencia renal, achacándose a dicho déficit un papel determinante en el desarrollo de los cuadros degenerativos (arterosclerosis, osteoporosis y atrofia cutánea) observados en los pacientes con insuficiencia renal crónica. Por su parte, el FGF23 (factor de crecimiento fibroblástico 23) es una proteína codificada por el gen del mismo nombre, que forma parte de una amplia familia de factores de crecimiento fibroblástico. La principal función del FGF23 es la regulación de los niveles plasmáticos de fósforo, a través de su metabolismo renal. Es secretado por los osteocitos es respuesta al calcitriol, provocando una reducción de la expresión renal de los canales NPT2 (cotransportador sodio-fosfato en el túbulo proximal de la nefrona), lo que se traduce en una disminución de la reabsorción de los fosfatos y, consecuentemente, un incremento de su excreción urinaria (fosfaturia). Tiene también un efecto bloqueante de la 1α-hidroxilasa, reduciendo la síntesis del calcitriol, la forma hormonalmente activa de la vitamina D a nivel renal. Unos niveles altos de FGF23 se relacionan con un incremento del riesgo cardiovascular, ya que ha sido asociado con hipertrofia del ventrículo izquierdo, con la activación del sistema renina-angiotensina, con un incremento de la reabsorción de sodio en los túbulos distales renales (lo que implica una retención de sodio y un aumento del volumen plasmático) y con algunos otros marcadores biológicos de la inflamación y del estrés oxidativo.

Por todo lo indicado anteriormente, el control del metabolismo fosfocálcico y del hiperparatiroidismo secundario constituye uno de los aspectos fundamentales del tratamiento conservador de la insuficiencia renal crónica para evitar la progresión y la osteodistrofia renal. En general, la hiperfosfatemia crónica debe tratarse mediante la restricción del consumo de fosfatos en la dieta, lo que se consigue disminuyendo el aporte exógeno y limitando su absorción intestinal. Lo primero se consigue limitando el contenido proteico de la dieta, y lo segundo mediante agentes que formen derivados no absorbibles con los fosfatos. Se considera que el objetivo terapéutico es mantener la concentración sérica de fosfato dentro del rango de 1,13 a 1,78 mmol/L (3,5-5,5 mg/dL).

Teóricamente, se puede restringir el aporte dietético de fósforo, limitando su ingestión a un máximo de 800 mg/día. Sin embargo, en la mayoría de los casos esta medida resulta ineficaz por sí misma, si se emplea de forma aislada, sobre todo en los estados avanzados de insuficiencia renal. Por todo lo anterior, es necesario el tratamiento adicional con fijadores de fósforo a nivel intestinal para disminuir la absorción de las sales de fósforo contenidas en los alimentos y en el agua de bebida. Esto último se lleva a cabo mediante la utilización de ciertos cationes di y trivalentes, como aluminio (Al), magnesio (Mg), calcio (Ca) o lantano (La), que son capaces de reaccionar con las sales de fósforo solubles presentes en la dieta y formar fosfatos muy insolubles e inabsorbibles en el tracto digestivo, o bien emplear resinas de intercambio iónico, que reducen la cantidad de fosfatos libres, susceptibles de ser absorbidos en el intestino.

En España están autorizadas específicamente para esta indicación varios medicamentos a base de hidróxido alumínico, carbonato cálcico o acetato cálcico. Cada vez se utilizan menos los componentes que contienen geles de aluminio y se emplean más el acetato y el carbonato cálcico, que además presentan las ventajas añadidas de servir como suplementos de calcio para corregir la hipocalcemia y de evitar el riesgo de la toxicidad crónica por aluminio. Por su parte, el carbonato de lantano – (CO3)3La2 – fue comercializado en 2007 y aunque el lantano tiende a ser acumulado en los tejidos – especialmente en el hígado, tubo digestivo y huesos, de donde se elimina de forma muy lenta –, las cantidades presentes en hueso y el resto de tejidos son muy pequeñas y no han sido asociadas por el momento a ningún trastorno funcional o estructural de los mismos.

Por su parte, el sevelámero es una resina de intercambio iónico estrechamente relacionada con el colestipol, con propiedades captadoras de fosfatos, fue introducido en España en 2001. Dada la naturaleza inabsorbible del complejo sevalámero-fosfato, la cantidad total de fosfatos libres disponibles para su absorción intestinal es drásticamente reducida. Produce similares resultados a las sales de calcio, aunque permite un mejor control de la calcemia y de la producción de parathormona.

En general, los fijadores de fósforo de tipo no calcáreo (sevelámero, lantano) tienen una eficacia similar o muy ligeramente inferior que la de los calcáreos, pero tienen la ventaja de no asociarse con cuadros de hipercalcemia ni con calcificaciones tisulares. A pesar de ello, no carecen de efectos adversos: el sevelámero se relaciona con eventos gastrointestinales (náusea, vómitos, dispepsia, dolor abdominal, estreñimiento, etc.), mientras que el lantano se asocia frecuentemente con vómitos y tiende a ser acumulado en los tejidos, especialmente en el hígado, tubo digestivo y huesos, de donde se elimina de forma muy lenta; no obstante, las cantidades presentes en hueso y el resto de tejidos son muy pequeñas y no han sido asociadas por el momento a ningún trastorno funcional o estructural de los mismos.

ACCIÓN Y MECANISMO

El oxihidróxido sucroférrico es un complejo de hierro-III (Fe3+) que, administrado por vía oral, es capaz de formar compuestos insolubles con las sales de fósforo presentes en el interior del tracto digestivo, impidiendo su absorción. El medicamento ha sido autorizado para el control de los niveles de fósforo sérico en pacientes adultos con enfermedad renal crónica en hemodiálisis o diálisis peritoneal.

Su actividad depende exclusivamente de la presencia de hierro en estado oxidado (Fe3+), que tiene una marcada capacidad química para reaccionar con grupos fosfatos, formando sales insolubles. Este proceso se debe fundamentalmente a dos mecanismos consecutivos y complementarios: la adsorción de las moléculas de fosfato presentes en la luz del tracto digestivo y la reacción propiamente dicha de formación de fosfato férrico (PO4Fe), la cual está favorecida por un entorno químico fuertemente ácido (pH bajos), tal como el que existe fisiológicamente en el estómago.

A pH 1,2 (similar al existente en el estómago vacío humano), el oxihidróxido sucroférrico se une a los fosfatos en una proporción de 0,18 mg de fósforo por cada mg de hierro, liberando una pequeña cantidad de hierro (6%); con un pH de 2,5 (estómago lleno), la captación de fosfato es mayor (0,20-0,21 mg P/mg Fe) y la liberación de hierro menor (0-1,3%). A este último pH (2,5-3,0) la capacidad de captación de fosfato es similar a la del sevelámero y del carbonato de lantano, de tal manera que la cantidad de fármaco requerida para captar 1 g de fosfato es de 8,6 g de oxihidróxido sucroférrico (equivalente a 1,7 g de Fe3+), 7,1 g de sevelámero y 6,9 g de carbonato de lantano.

ASPECTOS MOLECULARES

El oxihidróxido sucroférrico es un complejo molecular formado por una red de iones férricos (Fe3+), oxi (O2-) e hidroxi (HO), ligados a agua (H2O), sacarosa (sucrosa) y almidón (ver Figura 1). Todo ello viene acondicionado como comprimidos masticables. La incorporación de almidón se realiza para facilitar la formulación del medicamento, mientras que la sacarosa actúa como un agente estabilizante del hierro-III (Fe3+). En concreto, el complejo oxihidróxido férrico se une a las moléculas de sacarosa a través de enlaces por puente de hidrógeno entre los grupos hidroxilo de ambos.

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Figura 1. Estructura molecular del oxihidróxido sucroférrico (Modificado de Cernaro 2016).

 

Durante el proceso de adsorción de las moléculas de fosfato (PO43-) al oxihidróxido sucroférrico, cada una de ellas reemplaza uno o varios grupos hidroxilo (HO) del complejo; adicionalmente, la mayor parte de ellas acaban por reaccionar dando lugar a fosfato férrico (PO4Fe).

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas del oxihidróxido sucroférrico han sido adecuadamente contrastadas en la indicación autorizada mediante un ensayo clínico de fase 3, abierto, aleatorizado, de grupos paralelos, multicéntrico y controlado con un comparador activo (sevelámero), realizado en un grupo de 1.059 pacientes con insuficiencia renal e hiperfosfatemia (<1,94 mmol/L), sometidos a hemodiálisis (92%) o diálisis peritoneal (8%), todos ellos tratados previamente (≥1 fármaco) con agentes captadores de fosfatos: calcáreos (65%), sevelámero (35%), lantano (6%), etc (Floege, 2014). Las características demográficas y fisiopatológicas básicas eran: 58% varones, 77% raza blanca, mediana de edad de 57 años y media de 83 kg de peso; el origen más común de la insuficiencia renal era diabético (28%), hipertensivo (24%) y por glomerulonefritis (23%). La mediana de tiempo transcurrido desde la primera diálisis era de 37 meses.

El estudio tuvo dos etapas. Durante la primera, tras un periodo de aclarado de los tratamientos previos, los pacientes fueron asignados aleatoriamente a un tratamiento con 5-15 g/día oxihidróxido sucroférrico (equivalentes a 1-3 g día de hierro-III) o 4,8-14,4 g de sevelámero, con ajuste de la dosis durante las 8 primera semanas, seguidas de otras 4 semanas sin cambio de dosis y otras 12 de mantenimiento, totalizando 24 semanas de tratamiento. Durante la segunda etapa, que comenzó tras la semana 24, una parte (99) de los pacientes tratados con el oxihidróxido sucroférrico aleatoriamente asignados a seguir con el tratamiento de mantenimiento anterior o utilizar una dosis baja fija (1,25 g/día) durante un periodo de tres semanas. Como variable primaria de eficacia se determinó la variación en la concentración sérica de fósforo a 12ª semana (1ª etapa) y entre la 24ª y 27ª semana (solo para el oxihidróxido sucroférrico de la 2ª etapa del estudio); como variable secundaria de eficacia se valoró el porcentaje de pacientes que normalizaron sus niveles séricos de fósforo (1,13-1,78 mmol/L; 3,5-5,5 mg/dL) a las 12 y 24 semanas (1ª etapa).

Los resultados mostraron de la primera etapa del estudio mostraron una reducción de los niveles séricos de fósforo a las 12 semanas de 0,71 mmol/L con oxihidróxido xucroférrico y de 0,79 con sevelámero. En cuanto a la proporción de pacientes que normalizaron su niveles séricos de fósforo a las 12 semanas, fue del 45% con oxihidróxido sucroférrico y del 55% con sevelámero, siendo estadísticamente favorable para este último (OR=0,69; IC95% 0,52 a 0,91; p=0,01); sin embargo, a las 24 semanas las diferencias (53 vs. 54%) no fueron estadísticamente significativas (OR=0,99; IC95% 0,73 a 1,34; p=0,49). La tasa de adherencia al tratamiento fue del 85% con oxihidróxido sucroférrico y del 79% con sevelámero.

En cuanto a la segunda etapa del estudio, la variación media de los niveles séricos de fósforo fueron de +0,08 mmol/L (IC95% -0,07 a 0,23) con la dosis de mantenimiento, frente a +0,62 (IC95% 0,47 a 0,77) con la dosis baja fija, con una diferencia media entre ambas de 0,54 mmol/L, estadísticamente significativa (IC95% 0,37 a 0,71; p<0,001).

Un grupo de 644 pacientes provenientes del estudio anterior fueron incluidos en un estudio de extensión de fase 3, durante el cual utilizaron la dosis de mantenimiento empleada anteriormente, durante un periodo de 28 semanas adicionales, hasta completar 52 semanas (un año) de tratamiento (Floege, 2015). Al final de este periodo, la variación de los niveles séricos de fósforo fueron de 0,02±0,52 (oxihidróxido sucroférrico) vs. 0,09±0,58 mmol/L (sevelámero). Los respectivos porcentajes de pacientes con niveles normalizados a la semana 52 fueron de 52 vs. 55%; asimismo, la adherencia relativa al tratamiento fue del 86% con oxihidróxido sucroférrico y del 77% con sevelámero. La concentración media de ferritina aumentó durante el periodo de extensión en ambos grupos de tratamiento, pero los valores de saturación de transferrina y las concentraciones de hierro y de hemoglobina se mantuvieron estables.

Desde el punto de vista de la seguridad, el oxihidróxido sucroférrico presenta un perfil toxicológico relativamente benigno, equiparable al de otros agentes captadores de fosfato, particularmente el sevelámero. En el estudio pivotal (Floege, 2014), se observó que una proporción mayor de pacientes experimentaron eventos adversos durante el tratamiento con oxihidróxido sucroférrico (15,7%) que con sevelámero (6,6%). Los más frecuentemente descritos asociados con oxihidróxido sucroférrico fueron diarrea leve y transitoria, y decoloración de las eces, mientras que las náuseas y el estreñimiento fueron más comunes con sevelámero.

Los datos agregados de seguridad (EMA, 2014) indican tasas globales de eventos adversos relacionados con el tratamiento del 80 vs. 75% (oxihidróxido sucroférrico/sevelámero): diarrea (42 vs. 33%), decoloración de las heces (15 vs. 0,3%), náusea (6,3 vs. 11%), vómitos (4,1 vs. 5,3%), estreñimiento (3,7 vs. 6,7%) e hipofosfatemia (5,5 vs. 5,3%). La frecuencia de eventos adversos graves (severos) fueron del 11,0 vs. 10,4% y el porcentaje de pacientes que suspendieron el tratamiento por este motivo fueron del 16,9 vs. 7,8%.

ASPECTOS INNOVADORES

El oxihidróxido sucroférrico es un complejo de hierro-III (Fe3+) que, administrado por vía oral, es capaz de formar compuestos insolubles con las sales de fósforo presentes en el interior del tracto digestivo, impidiendo su absorción. Su actividad depende exclusivamente de la presencia de hierro en estado oxidado (Fe3+), que tiene una marcada capacidad química para reaccionar con grupos fosfatos, formando sales insolubles. El medicamento ha sido autorizado para el control de los niveles de fósforo sérico en pacientes adultos con enfermedad renal crónica en hemodiálisis o diálisis peritoneal.

Los datos clínicos disponibles han demostrado claramente su eficacia en la reducción de los niveles séricos de fósforo, disminuyéndolos en una media de 0,71 mmol/L, vs. 0,79 con sevelámero, y normalizando dichos niveles en el 53 vs. 54% de los pacientes, en un periodo de 24 semanas. Estos valores se mantuvieron al menos durante un total de un año. Lamentablemente, no hay datos clínicos controlados directamente comparativos con carbonato de lantano, aunque no parece que los efectos sean sustancialmente diferentes.

Desde el punto de vista de la seguridad, los eventos adversos más comunes son de naturaleza digestiva, predominando la diarrea y la decoloración de las heces. Globalmente, este tipo de eventos adversos es más frecuente con oxihidróxido sucroférrico que con sevelámero (42 vs. 33%). Aunque la frecuencia de eventos adversos graves es similar (11,0 vs. 10,4%), el porcentaje de pacientes que suspenden el tratamiento por este motivo es desfavorable para el oxihidróxido sucroférrico: 16,9 vs. 7,8%. Otro aspecto que debe ser considerado es la potencial absorción de hierro por los pacientes, pero no parece probable que esto tenga consecuencias relevantes, dado que la cantidad absorbida es pequeña (mucho menor de la que reciben los propios pacientes hemodializados por vía IV) y, en cualquier caso, hasta el momento no se ha observado ningún evento que haga sospechar una potencial acumulación sistémica de hierro.

En definitiva, una nueva opción para la corrección de la hiperfosfatemia asociada a la insuficiencia renal crónica en pacientes sometidos a diálisis, que no parece aportar ninguna ventaja relativa más allá de un mecanismo de acción, que incorpora como núcleo captador al hierro-III (Fe3+), frente al carbonato de lantano o al sevelámero.

VALORACIÓN

OXIHIDRÓXIDO SUCROFÉRRICO

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VELPHORO®(Vifor Frexenius)

Grupo Terapéutico (ATC): V03AE. VARIOS. Fármacos para el tratamiento de la hiperpotasemia y la hiperfosfatemia

Indicaciones autorizadas: Control de los niveles de fósforo sérico en pacientes adultos con enfermedad renal crónica en hemodiálisis o diálisis peritoneal.

sin INNOVACIÓN. No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.

FÁRMACOS RELACIONADOS REGISTRADOS EN ESPAÑA

Fármaco

Medicamento®

Laboratorio

Año

Sevelámero

Renagel

Sanofi Aventis

2001

Lantano, carbonato

Fosrenol

Shire

2007

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

Vifor Frexenius

2016

BIBLIOGRAFÍA

 

Metirapona ▼ Metopirone® (HRA Pharma) en diagnóstico de la insuficiencia de ACTH y síndrome de Cushing

Resumen

La metirapona es un inhibidor de la síntesis de aldosterona y cortisol en la corteza suprarrenal, bloqueando de forma reversible y selectiva la 11β-hidroxilasa y, adicionalmente, la 18-hidroxilasa. El resultado es una reducción de los niveles de cortisol y, especialmente, de aldosterona. El medicamento ha sido autorizado como prueba diagnóstica para la insuficiencia de ACTH y en el diagnóstico diferencial del síndrome de Cushing ACTH-dependiente, así como para el manejo de pacientes con síndrome de Cushing endógeno. En general, se considera que la prueba de la metirapona en el diagnóstico del síndrome de Cushing tiene una sensibilidad y especificidad muy similar a la prueba de supresión con altas dosis de dexametasona, con la ventaja de que la combinación de los resultados de ambas pruebas es aún más fiable que cada una de ellas por separado. Por lo que respecta a su uso terapéutico en el síndrome de Cushing, los datos son lo suficientemente claros como para garantizar su utilidad, al menos en una proporción relevante de pacientes. Actualmente, la única alternativa farmacológica a la metirapona en el tratamiento del síndrome de Cushing es el ketoconazol, con efectos equiparables. Por ello, la decisión de usar uno u otro, debe ser adoptada de forma personalizada, teniendo en cuenta sobre todo los potenciales efectos adversos del tratamiento. Ambas opciones, son aceptables en pacientes donde otras opciones, como la cirugía o la radioterapia, no sean aconsejables o no hayan producido los resultados buscados.

 

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

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Figura 3.Esquema de los ejes endocrinos. Principales hormonas hipotalámicas e hipofisarias y su función. ACTH: hormona adrenocorticotropa o corticotropina; ADH: hormona antidiurética o vasopresina; CRH: hormona liberadora de corticotropina; DA: dopamina; FSH: hormona foliculoestimulante; GH: hormona de crecimiento o somatotropina; GHRH: hormona liberadora de la hormona de crecimiento; GnRH: hormona liberadora de gonadotropinas; LH: hormona luteinizante; PRL: prolactina; TRH: hormona liberadora de tirotropina; TSH: tirotropina u hormona estimulante del tiroides.

La hipófisis es una glándula del tamaño de un guisante con un diámetro aproximado de 1,3 cm, localizada en la silla turca del hueso esfenoidal y, por lo tanto, protegida en toda su superficie salvo por la cara superior, por la que se conecta con el hipotálamo a través de una estructura denominada infundibulum o tallo hipotálamo-hipofisario. Por consiguiente, está estrechamente relacionada con el hipotálamo, principal centro integrador común de control de la función de los órganos endocrinos, mediante vías neuronales y hormonales. De hecho, influido por impulsos recibidos del sistema nervioso central (SNC), controla y modula el funcionamiento de la hipófisis, merced a su íntima relación tanto anatómica como funcional. A su vez, las hormonas hipofisarias modulan a los centros hipotalámicos mediante un retrocontrol o feedback corto. Tal es la integración de ambos que al conjunto se lo denomina sistema hipotálamo-hipofisario (Tresguerres, 2008).

La hipófisis tiene dos partes anatómica y funcionalmente distintas: la anterior (adenohipófisis) y la posterior (neurohipófisis). La adenohipófisis supone el 75% del peso total, sus células son de tipo epitelial glandular y secretan varias hormonas; por parte, la neurohipófisis contiene axones y terminales axónicas de cerca de 5.000 neuronas, cuyos cuerpos neuronales se encuentran en los núcleos paraventricular y supraóptico del hipotálamo. En realidad, es en los cuerpos neuronales situados en el hipotálamo donde se generan las hormonas de la hipófisis posterior (oxitocina y vasopresina), de forma que ésta actúa como un mero reservorio de hormonas. Los axones atraviesan el tallo hipotálamo-hipofisario, generando una conexión directa entre el hipotálamo y la neurohipófisis. Además de los axones antes mencionados, existen también algunas escasas células de sostén denominadas pituicitos. Existe una tercera región hipofisaria denominada lóbulo intermedio, que se atrofia durante el desarrollo fetal y es muy pequeño en los adultos, inmigrando sus células a la adenohipófisis.

Durante mucho tiempo, la hipófisis ha sido denominada glándula directora del concierto endocrino, pues sus hormonas controlan a la mayoría de las otras glándulas endocrinas y a otros órganos. En realidad, dicho título debería ser atribuido al hipotálamo, pues es éste el que controla las dos partes de la hipófisis; de hecho, existen hormonas de la hipófisis anterior que están bajo el control de hormonas estimuladoras hipotalámicas, y otras que están bajo el control de hormonas fundamentalmente inhibidoras, como es el caso de la prolactina. Existe finalmente un tercer tipo de hormonas que están sometidas a un control doble por parte de hormonas estimulantes e inhibidoras, cuyo ejemplo fundamental es precisamente la hormona de crecimiento.

La adenohipófisis secreta seis hormonas peptídicas importantes1 que se clasifican, según su estructura, en tres grupos:

  1. Hormonas somatotrópicas: hormona de crecimiento (GH) y prolactina (PRL).
  2. Hormonas glucoproteicas: tirotropina (TSH), hormona luteinizante (LH) y hormona foliculoestimulante (FSH).
  3. Hormonas derivadas de la proopiomelanocortina (POMC), cuyo principal exponente es la hormona adrenocorticotropa o corticotropina (ACTH).

Por su parte, las principales hormonas hipotalámicas estimulantes de la adenohipófisis son la hormona liberadora de la hormona de crecimiento (somatorelina, somatoliberina o GHRH), la hormona liberadora de las gonadotropinas (gonadorelina o GnRH; también conocida como hormona liberadora de hormona luteinizante, LHRH), la hormona liberadora de tirotropina (tirorelina o TRH) y la hormona liberadora de la corticotropina (corticorelina, corticoliberina o CRH). Por su parte, las hormonas hipotalámicas inhibidoras incluyen la somatostatina, que inhibe la liberación de hormona de crecimiento, y la dopamina, que inhibe la secreción de prolactina.

En el ámbito del eje hipotálamo hipofiso-suprrenal, la hiperfunción de las glándulas suprarrenales puede producir un aumento de la secreción de todas las hormonas generadas en la corteza de dichas glándulas. Desde un punto de vista clínico, las enfermedades más importantes son las debidas al aumento de la secreción de glucocorticoides, globalmente denominadas como síndrome de Cushing. Las causas pueden ser una secreción incrementada de corticotropina (ACTH) por la hipófisis o un tumor extrahipofisario (secreción ectópica de ACTH), o bien un aumento excesivo de la secreción de cortisol por la corteza suprarrenal. Por su parte, la hiperprodución de mineralcorticoides o hiperaldosteronismo puede ser primaria, debida a un adenoma suprarrenal, o bien secundaria, debida a la activación del sistema renina-angiotensina. Finalmente, merece la pena citar al feocromocitoma, un tumor de la médula suprarrenal.

La causa más común del síndrome de Cushing es la iatrogénica, producida por el tratamiento prolongado con prednisona u otros glucocorticoides. Entre los síndromes de Cushing espontáneos, los más frecuentes se deben a tumores hipofisarios hiperproductores de ACTH y, en ocasiones, a alteraciones del sistema nervioso que secrete CRH (hormona liberadora de corticotropina, o corticoliberina) en exceso; esto es lo que se denomina enfermedad de Cushing. Los tumores suprarrenales, que secretan cortisol de manera autónoma, pueden ser también parte de los síndromes de Cushing.

La enfermedad de Cushing tiene mayor incidencia en mujeres que en varones, siendo la proporción entre ambos sexos de aproximadamente 8:1. En estos casos aumenta también la secreción de andrógenos por las suprarrenales (DHEA, DHEA sulfato y androstenediona), mientras que la secreción de aldosterona no se incrementa. Este aumento de los andrógenos suprarrenales en las mujeres con enfermedad de Cushing puede producir hirsutismo, acné y amenorrea. En los varones, el exceso de cortisol inhibe la esteroidogénesis testicular, lo que puede producir disminución de la libido e impotencia.

La obesidad es el síntoma más frecuente (más del 90% de los casos) del síndrome de Cushing. Afecta fundamentalmente al tronco, mientras que, por el contrario, disminuye el depósito de grasa en las extremidades. También se acumula grasa en el cuello (cuello de búfalo) y la cara se redondea, proporcionándole aspecto de media luna. Los glucocorticoides en exceso tienen efectos catabólicos, con destrucción de proteínas en la mayoría de los tejidos. Producen atrofia de la epidermis y estrías de color púrpura en la piel; los músculos se debilitan, hay pérdida de la masa y del tono muscular, sobre todo en las extremidades inferiores, lo que produce fatiga al realizar un esfuerzo. El sistema inmunitario se altera y aumenta la frecuencia de las infecciones oportunistas. El aumento de cortisol produce un incremento de la resorción ósea y una disminución de la formación del hueso, lo que da lugar en los adultos a osteoporosis y mayor frecuencia de fracturas óseas. En el 75% de los pacientes se produce hipertensión, uno de los factores que antiguamente contribuía a la elevada mortalidad de los enfermos sin tratar. En un tercio de los pacientes se producen alteraciones psicológicas.

Se estimada que el 2-3% de los pacientes con diabetes de difícil control y obesidad pueden tener un síndrome de Cushing no reconocido, es decir “hipercortisolismo subclínico” de ahí que se requiera de estudios altamente sensibles que permitan una adecuada discriminación bioquímica entre los pacientes con verdadero hipercortisolismo y aquellos con síndrome metabólico y fenotipo cushingoide. El proceso de identificación o localización de la causa del síndrome de Cushing una vez que se ha confirmado el hipercortisolismo diversas pruebas para poder diferenciar su origen: hipofisario, ectópico o suprarrenal. Desafortunadamente no existen pruebas que por sí solas puedan ser consideradas como la mejor en términos de efectividad y disponibilidad para el escrutinio y la localización del síndrome de Cushing y en ocasiones por lo tanto será necesaria más de una (Espinosa de los Monteros, 2005).

Una de las pruebas utilizadas en el escrutinio es la supresión con dosis bajas de dexametasona. Está basada en que, en condiciones normales, tras la administración de 1 mg de dexametasona a las 23.00 h, el cortisol plasmático a las 8.00 h del día siguiente debe ser inferior a 1,8 μg/dl. La sensibilidad alcanza el 93-96%. Sin embargo, hasta un 3% de los pacientes con síndrome de Cushing muestran supresión, en probable relación con la actividad cíclica, y en alguna serie se ha detectado hasta el 30% de falsos positivos en individuos sin síndrome de Cushing. Dosis mayores de 1 mg no mejoran la discriminación. La prueba de la dexametasona-CRH consiste en administrar de 2 mg/día de dexametasona durante 2 días, por vía oral, y aplicar a las 8.00, es decir 2 h después de la última dosis de dexametasona, una prueba de CRH (100 μg iv). Los pacientes con síndrome de Cushing responden a los 15 min de la inyección de CRH con un valor de cortisol en plasma por encima de 1,4 μg/dl, mientras que aquellos con seudo-Cushing muestran cifras inferiores. La prueba posee una capacidad discriminativa aceptable y carece de efectos secundarios. Los resultados iniciales mostraron sensibilidad y especificidad del 100%, aunque tanto la anorexia nerviosa como el ejercicio pueden generar respuestas similares al síndrome de Cushing.

Con la prueba de la desmopresina los pacientes con enfermedad de Cushing de origen hipofisario responden en el 80 al 90% de los casos a la administración de desmopresina (10 μg iv) con liberación de ACTH debido a la expresión de receptores V2 de la vasopresina en las células adenomatosas. Se considera respuesta positiva cuando el aumento de ACTH respecto al valor basal es > 6 pmol/l. No obstante, los resultados son variables pues se han observado respuestas positivas hasta en el 36% de los pacientes con depresión y en el 10% de los normales.

Aunque la loperamida inhibe la CRH y suprime los niveles de ACTH y de cortisol en individuos normales (seudo-Cushing) pero no en aquellos con síndrome de Cushing verdadero, la administración oral de 16 mg de loperamida no ha mostrado consistentemente superiores a las pruebas anteriores para diferenciar el síndrome de Cushing del seudo-Cushing. Tampoco con la prueba de inducción de hipoglucemia mediante la administración de insulina.

Por último, merece la pena citar entre las pruebas farmacológicas de interés en diagnóstico funcional de la enfermedad de Cushing a la prueba de supresión de dosis alta con dexametasona, que permite diferenciar el origen (hipofisario vs. ectópico) los cuadros dependientes de ACTH. Su fundamento es la capacidad de la dexametasona (administrada en dosis alta) para actuar sobre los receptores glucocorticoideos en el tumor hipofisario suprimiendo la producción de ACTH y por lo tanto de cortisol, mientras que en los casos de Cushing ectópico debido a la ausencia de estos receptores, no se presentará dicha supresión. En general, la sensibilidad de las pruebas de supresión con dosis altas de dexametasona oscila entre el 60 y el 80%, y la especificidad, entre el 60 y el 90% cuando se toma como punto de corte la reducción de cortisol plasmático del 50%. Hay tres estrategias para llevar a cabo esta prueba: 2 mg/6 h por vía oral durante 2 días, 8 mg por vía oral en dosis única nocturna a las 23.00 h o infusión intravenosa de 1 mg/h de dexametasona durante 5 o 7 h. No obstante, aproximadamente el 20-30% de los pacientes con adenomas hipofisarios no suprimen tras dexametasona oral, especialmente macroadenomas, y un porcentaje similar de ectópicos lo hacen, por lo que las pruebas de supresión con dexametasona no son definitivas (Cuéllar, 2014).

Actualmente, la cirugía constituye la única opción curativa, mediante la eliminación de la fuente del exceso de ACTH (corticotropina) o de cortisol. Sin embargo, esto no siempre es posible; de hecho, las tasa de remisión de la enfermedad de Cushing tras cirugía de la hipófisis oscilan entre un 40% y un 90% (Biller, 2008) y, además, implica un riesgo inaceptable para algunos pacientes con enfermedad de Cushing adrenal o extra-adrenal. Por este motivo, la utilización de fármacos capaces de inhibir determinados enzimas responsables de la esteroidogénesis sigue siendo, por el momento, la principal opción terapéutica.

Dos son los principales fármacos utilizados actualmente en la inhibición de la esteroidogénesis de la corteza adrenal, susceptibles de reducir de forma reversible la síntesis de cortisol; se trata del ketoconazol y de la metirapona; aunque el mitotano también es capaz de actuar a este nivel, su carácter de inhibidor irreversible le ha relegado al tratamiento sintomático del carcinoma avanzado de la corteza suprarrenal (adrenocortical) inextirpable, metastásico o recidivante (Daniel, 2015).

El ketoconazol es un conocido antifúngico imidazólico que, en dosis superiores a las utilizadas en micosis sistémicas (400-1600 vs. 200-400 mg/día), es capaz de reducir de forma significativa la producción adrenocortical de cortisol, debido a su acción sobre diversos enzimas implicados en la síntesis de aldosterona, cortisol y testosterona a partir de colesterol. En concreto, actúa de forma reversible sobre varios enzimas del citocromo P450: 17α-hidrolasa, 20,22-desmolasa, 11β-hidroxilasa, 17,20-desmolasa y 18-hidroxilasa. Igualmente, bloquea la síntesis de testosterona en las gónadas; de hecho, éste fue el principal motivo por el cual su uso como antifúngico fue suspendido en el año 2013 (AEMPS, 2013). El mayor estudio retrospectivo realizado con ketoconazol en síndrome de Cushing incluyó a 200 pacientes franceses (Castinetti, 2014), un 75% de los cuales respondió al tratamiento con dosis de 200 a 1.200 mg/día, normalizando los niveles urinarios de cortisol libre en el 49%.

El otro fármaco utilizado es el que ahora acaba de ser comercializado en España. Se trata de la metirapona, un inhibidor de la esteroidogénesis adrenocortical más selectivo que el ketoconazol y que afecta exclusivamente a la síntesis de aldosterona y de cortisol a este nivel, sin afectar significativamente a la de testosterona.

ACCIÓN Y MECANISMO

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La metirapona es un inhibidor de la síntesis de aldosterona y cortisol en la corteza suprarrenal, bloqueando de forma reversible y selectiva la 11β-hidroxilasa y, adicionalmente, la 18-hidroxilasa. El resultado es una reducción de los niveles de cortisol y, especialmente, de aldosterona. El medicamento ha sido autorizado como prueba diagnóstica para la insuficiencia de ACTH y en el diagnóstico diferencial del síndrome de Cushing ACTH-dependiente, así como para el manejo de pacientes con síndrome de Cushing endógeno.

La reducción de los niveles de cortisol impide el efecto de retrocontrol inhibitorio del cortisol sobre la secreción adrenocrotical de sus precursores (11-desoxicorticosterona y 11-desoxicortisol), lo cual se traduce en un incremento de la producción de ACTH (corticotropina) por la hipófisis y el consiguiente aumento de la producción de los precursores mencionados. Este incremento puede ser determinado analíticamente (17-hidroxicorticosteroides, 17-HOCS y esteroides -17cetogénicos, 17-KGS), como indicativo de la reactividad hipofisaria para la ACTH. La metirapona carece de actividad sobre la síntesis adrenocortical o gonadal de testosterona.

Básicamente, hay dos formas en que se utiliza la metirapona en diagnóstico del síndrome de Cushing; en la primera, que se suele realizar por la noche, se administra una única dosis de metirapona a las 11 pm, tomando la muestra de sangre a las 8 am para medir el nivel sérico de cortisol, de ACTH y de 11-desoxicortisol. En la segunda forma, se administra metirapona 6 veces al día durante 24 horas (cada 4 h) y posteriormente se recoge toda la orina emitida por el pacientes a lo lardo de 24 horas, determinándose la concentración de 17-hidroxicorticosteroides (17-OHCS); igualmente, se pueden tomar las muestras de sangre para medir el cortisol sérico, de ACTH y el 11-desoxicortisol.

Se consideran valores normales un aumento del 11-desoxicortisol en suero a más de 70 µg/L (0,2 µmol/L) de ACTH a más de 200 ng/L (44 pmol/L). Asimismo, un valor normal para el examen de orina de 24 horas muestra que la eliminación inicial de 17-OHCS urinario es más del doble. La falta de respuesta sugiere una insuficiencia adrenocortical secundaria; por su parte, un aumento excesivo de 17-OHCS y 17-KGS supone la existencia de síndrome de Cushing, es decir, que no existe un tumor adrenocortical capaz de producir cortisol de forma autónoma.

ASPECTOS MOLECULARES

La metirapona es una molécula muy sencilla, que está estructuralmente relacionada con el ácido nicotínico (3-piridincarboxílico), cuyos derivados más conocidos son el NAD (dinucleótido de nicotinamida y adenina) y el NADP (nicotinamida adenina dinucleótido fosfato). Fue sintetizada por vez primera en 1958 y tan solo en 1961 ya había sido autorizada por la Food & Drug Administration (FDA), de Estados Unidos, para su uso en el diagnóstico del síndrome de Cushing.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

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La sensibilidad y precisión diagnóstica, así como la eficacia clínica en el tratamiento del síndrome de Cushing, y la seguridad de la metirapona han sido determinadas fundamentalmente a partir de datos retrospectivos.

En relación al utilización al diagnóstico del síndrome de Cushing, en un estudio de cohorte retrospectivo (Avgerinos, 1994) que incluyó a 186 pacientes hospitalizados con diagnóstico clínico de síndrome de Cushing ACTH-dependiente, se les practicó las pruebas diagnósticas de la metirapona y de la dexametasona, para determinar sus respectivas sensibilidades, especificidades y precisiones diagnósticas. En el caso de la metirapona se determinaron la excreción urinaria de 17-hidroxicorticosteroides (17-OHCS) y los niveles plasmáticos de 11-desoxicortisol, mientras que en el caso de la prueba de la dexametasona, se determinaron los niveles urinarios de 17-OHCS y de cortisol libre. Del total de pacientes, 156 presentaban patología hipofisaria, 15 tenían secreción ectópica de ACTH y los restantes 15 no tuvieron diagnóstico tras la cirugía hipofisaria.

Tras la administración de metirapona, la combinación de los datos séricos y urinarios proporcionó un 71% (IC95% 62 a 79) de predicciones correctas, superior a la obtenida considerando exclusivamente los niveles de 17-OHCS (62%; IC95% 52 a 71) y los de 11-desoxicortisol (44%; IC95% 34 a 54); por su parte, la sensibilidad y especificidad de la prueba de la dexametasona fueron idénticas a la de la metirapona; sin embargo, combinando los criterios utilizados con metirapona con los de la prueba de la dexametasona, el porcentaje de predicciones correctas (82%; IC95% 75 a 87) fue superior que el obtenido por cada una de ellas por separado (p=0,001). Cuando ambos procedimientos analíticos se combinaron en la identificación del síndrome de Cushing hipofisario, la sensibilidad y la precisión diagnóstica aumentaron al 88% y 89%, respectivamente.

Por lo que se refiere a la utilización en el tratamiento del síndrome de Cushing, hay varias series retrospectivas de casos, pero no se dispone de ningún estudio prospectivo controlado con placebo con algún comparador activo (como el ketozonazol). El mayor y más reciente es un estudio multicéntrico que contiene datos retrospectivos procedentes de 13 hospitales universitarios de Gran Bretaña (Daniel, 2015b).

En total se recogieron en este estudio 195 pacientes con síndrome de Cushing, de las que 114 presentaban enfermedad de Cushing, 37 síndrome hipersecretor de ACTH ectópico, 43 enfermedad ACTK-independiente (10 con carcinoma adrenocortical, 30 con adenoma adrenal y 3 con hiperplasia adrenal ACTH-independiente), determinándose la curva diaria de niveles séricos de cortisol, los niveles séricos de cortisol a la 9 am y la cantidad total de cortisol libre en orina de 24 h; de los 195 pacientes, 164 (84%) recibieron solo metirapona. La media de edad de los pacientes era de 50 años y la mediana de duración del tratamiento fue de 3 meses.

Los resultados mostraron claras diferencias entre la primera y la última evaluación: 722,9 nmol/L (26,2 µg/dL) vs. 491,1 (17,8; p>0,0001) en la curva diaria de cortisol sérico; 882,9 nmol/L (32,0 µg/dL) vs. 348,6 (12,6; p>0,0001) en los niveles séricos de cortisol a las 9 am y 1483 nmol/24 h (537 µg/24 h) vs. 452,6 nmol/24 h (164 µg/24 h; p=0,003) en los niveles urinarios de cortisol libre en 24 h. Un 55% de los pacientes mantuvieron la curva diaria de cortisol sérico dentro de los límites considerados como objetivo (150-300 nmol/L), un 43% normalizaron la cantidad de cortisol libre en orina de 24 h, un 46% presentaban niveles séricos de cortisol a las 9 am ≤331 nmol/L (≤12,0 µg/dL) y un 76% ≤600 nmol/L (≤21,7 µg/dL).

La mediana de la dosis de metirapona utilizada en los pacientes con enfermedad de Cushing fue de 1375 mg, de 1500 mg en aquellos con síndrome ACTH ectópico, 750 mg para aquellos con enfermedad adrenal benigna y 1250 mg para los pacientes con carcinoma adrenocortical.

Desde el punto de vista de la seguridad, la metirapona en uso continuado presenta un perfil toxicológico relevante, habida cuenta de que tiende a incrementar los niveles de los precursores de cortisol y de aldosterona, afectando asimismo a la producción adrenocortical de testosterona, teóricamente favorecida al desviar el metabolismo esteroídico hacia la vía de la síntesis de andrógenos. En el estudio retrospectivo realizado en pacientes con síndrome de Cushing (Daniel, 2015b), se registraron eventos adversos en el 25% de los pacientes tratados, fundamentalmente de carácter gastrointestinal (náusea y vómitos) y mareos, usualmente dentro de las dos primeras semanas de iniciación del tratamiento o de incremento de la dosis, aunque todos ellos reversibles; otros eventos adversos frecuentes son sedación, cefalea y, más raramente, hipotensión, dolor abdominal, hirsutismo y dermatitis.

ASPECTOS INNOVADORES

La metirapona es un inhibidor de la síntesis de aldosterona y cortisol en la corteza suprarrenal, bloqueando de forma reversible y selectiva la 11β-hidroxilasa y, adicionalmente, la 18-hidroxilasa. El resultado es una reducción de los niveles de cortisol y, especialmente, de aldosterona. El medicamento ha sido autorizado como prueba diagnóstica para la insuficiencia de ACTH y en el diagnóstico diferencial del síndrome de Cushing ACTH-dependiente, así como para el manejo de pacientes con síndrome de Cushing endógeno.

En general, se considera que la prueba de la metirapona en el diagnóstico del síndrome de Cushing tiene una sensibilidad y especificidad muy similar a la prueba de supresión con altas dosis de dexametasona, con la ventaja de que la combinación de los resultados de ambas pruebas es aún más fiable que cada una de ellas por separado (Avgerinos, 1994), lo que viene a indicar un cierto grado de innovación incremental.

Por lo que respecta a su uso terapéutico en el síndrome de Cushing, los datos – aunque no proceden de estudios sistemáticos debidamente controlados – son lo suficientemente claros como para garantizar su utilidad, al menos en una proporción relevante de pacientes. En este sentido, un 55% de los pacientes mantuvieron la curva diaria de cortisol sérico dentro de los límites considerados como objetivo (150-300 nmol/L), un 43% normalizaron la cantidad de cortisol libre en orina de 24 h, un 46% presentaban niveles séricos de cortisol a las 9 am ≤331 nmol/L (≤12,0 µg/dL) y un 76% ≤600 nmol/L (≤21,7 µg/dL) (Daniel, 2015b).

Actualmente, la única alternativa farmacológica a la metirapona en el tratamiento del síndrome de Cushing es el ketoconazol, cuyo espectro de bloqueo enzimático es mucho más inespecífico que el de la metirapona, ya que actúa sobre diversos enzimas implicados en la síntesis de aldosterona, cortisol y testosterona a partir de colesterol (17α-hidrolasa, 20,22-desmolasa, 11β-hidroxilasa, 17,20-desmolasa y 18-hidroxilasa). Según los datos del mayor estudio retrospectivo realizado con ketoconazol en síndrome de Cushing (Castinetti, 2014), un 75% de los cuales respondió al tratamiento con dosis de 200 a 1.200 mg/día, normalizando en el 49% los niveles urinarios en 24 h de cortisol libre.

Aunque es evidente que la comparación de ambos estudios no puede tener ningún valor cuantitativo, sí al menos sugiere que metirapona y ketoconazol presentan una misma magnitud de efectos terapéuticos en el tratamiento del síndrome de Cushing. Por ello, la decisión de usar uno u otro, debe ser adoptada de forma personalizada, teniendo en cuenta sobre todo los potenciales efectos adversos del tratamiento. En este sentido, el hipogonadismo y la ginecomastia es un efecto bien documentado para el ketoconazol (debido al bloqueo de la síntesis adrenocortical de testosterona); por ello, parece razonable preferir la metirapona en pacientes varones jóvenes. Por su parte, la aparición de efectos androgénicos (hirsutismo) en las mujeres ha dado lugar a la suspensión del tratamiento en algunos casos y, por ello, el ketoconazol podría ser preferible en estas pacientes. Ambas opciones, más allá de estas particularidades, son aceptables en pacientes donde otras opciones, como la cirugía o la radioterapia, no sean aconsejables o no hayan producido los resultados buscados (Daniel, 2015a).

VALORACIÓN

METIRAPONA

METOPIRONE®(HRA Pharma)

Grupo Terapéutico (ATC): V04CD. VARIOS. Otros agentes diagnósticos: pruebas de la función hipofisaria.

Indicaciones autorizadas: Como prueba diagnóstica para la insuficiencia de ACTH y en el diagnóstico diferencial del síndrome de Cushing ACTH-dependiente. Para el manejo de pacientes con síndrome de Cushing endógeno.

INNOVACIÓN moderada. Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar

Novedad clínica: Posibilidad de asociar con otros tratamientos actualmente en vigor y útil en cuadros refractarios a los tratamientos actuales o en pacientes en los que el tratamiento estándar está contraindicado.

Novedad molecular: Mecanismo de acción relativamente innovador, con un efecto más selectivo sobre la diana farmacológica.

BIBLIOGRAFÍA

 

Vismodegib ▼Erivedge® (Roche) en carcinoma de células basales

Resumen

El vismodegib es un inhibidor de la ruta “hedgehog”, implicada en la evolución del carcinoma de células basales. Ha sido autorizado condicionalmente para el tratamiento de pacientes adultos con carcinoma de células basales metastásico sintomático o localmente avanzado y no candidatos para cirugía o radioterapia. Las tasas de respuesta pueden considerarse moderadamente satisfactorias, aunque la mayoría es de carácter parcial, con una duración de la respuesta que oscila entre 7 y 10 meses. El vismodegib supone una nueva opción terapéutica para cuadros realmente infrecuente pero muy complicados, inabordables terapéuticamente mediante cirugía o radioterapia; asimismo, puede ser administrado por vía oral y proporciona una vía farmacológica innovadora, que además es potencialmente útil en otras formas diversas de cáncer. Todo ello, no obstante, sin olvidar su notable potencial toxicológico y teratogénico.

 

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

La piel es el órgano más grande y pesado del cuerpo humano. Cualquier estructura de la piel puede ser objeto de un proceso tumoral, aunque, en realidad, la mayoría de los tumores y, en particular, de los tumores neoplásicos (tumores cancerosos o precancerosos), tienden a localizarse en el estrato más externo: la epidermis. En concreto, los cánceres más frecuentes son el carcinoma basocelular (de células basales o basilioma), denominado así porque deriva de las células basales presentes en la capa más profunda de la epidermis (capa basal); el carcinoma epidermoide, cuyo nombre evoca obviamente a la epidermis; y el melanoma, que deriva de los melanocitos, las células productoras de melanina, el principal pigmento cutáneo (Cuéllar, 2014).

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La piel constituye la cubierta externa de nuestro cuerpo. Se trata de un órgano trascendental, indispensable para la vida; de hecho, es el más grande de todos nuestros órganos, si exceptuamos los músculos considerados en conjunto. Su volumen representa el 12-15% del total, supone entre 7 y 12 kilogramos del peso total de un adulto y su superficie es de 1,5-2,5 m2; su grosor total oscila entre 0,5 mm (párpados) y 4 mm (piel del talón).

La piel se encuentra constituida por tres capas, muy diferentes en estructura y función, aunque íntimamente relacionadas entre sí. La más superficial o externa es la epidermis, la dermis es la capa intermedia y la hipodermis es la más profunda y de mayor peso. La piel se une por medio de fibras colágenas a la membrana superficial o fascia que recubre los músculos, proporcionado una gran solidez que opone una intensa resistencia a las fuerzas de desplazamiento tangencial.

La separación entre epidermis y dermis viene determinada por una línea ondulada donde se sitúan las papilas dérmicas y las crestas epidérmicas. Toda la estructura de la piel se sustenta sobre el tejido conectivo fibroso de las fascias y aponeurosis musculares, a las que se une para dar soporte y resistencia a la envoltura cutánea que cubre el cuerpo humano. La estructura de la epidermis es la de un epitelio de cubierta poliestratificado, es decir, formando varios estratos o capas superpuestas de células epidérmicas, denominadas queratinocitos. Desde la profundidad a la superficie, los estratos son:

  • Basal (el más profundo, señalado con un 1 en la figura).
  • Espinoso (2)
  • Granuloso (3).
  • Córneo (el superficial: 4). El estrato córneo de las palmas de las manos y de las plantas de los pies es muy grueso y contiene una subcapa llamada stratum lucidum (capa transparente).

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El grosor de la epidermis es variable y depende de la zona de piel: desde 30 μm (0,03 mm) para la epidermis de los párpados hasta 0,2 mm para la plantar. La capa basal forma una hilera de células (queratinocitos basales) colocadas en una línea ondulada, en contacto con la dermis y formando con ella una sólida unión dermo-epidérmica, en la que la dermis se introduce en la epidermis configurando ensenadas llamadas papilas dérmicas, y en donde la epidermis parece introducirse hacia la dermis formando cabos o salientes denominados crestas epidérmicas.

Los queratinocitos del estrato espinoso se unen por medio de unas estructuras que adosan las membranas celulares entre sí, los desmosomas. Por su parte, el estrato granuloso contiene queratinocitos que segregan al espacio extracelular una sustancia de naturaleza fosfolipídica asociada a mucopolisacáridos ácidos que evita la pérdida de agua. Sobre el estrato granuloso se disponen el estrato córneo, que es muy compacto en las regiones de piel que pertenecen a las palmas de las manos y a las plantas de los pies.

Toda la epidermis procede de la división celular de los queratinocitos basales, que al proliferar se sitúan unos encima de los otros y sufren un proceso progresivo de queratinización hasta llegar a la superficie, donde se descaman y se eliminan definitivamente como restos celulares muertos. Un ciclo celular de recambio epidérmico completo dura entre 50 y 75 días, desde que una célula del estrato basal se divide dando lugar a otra y ésta llega a la superficie, donde acaba formando escamas que, en el caso del cuero cabelludo, es la conocida y antiestética caspa.

En principio, cualquier estrato cutáneo puede ser objeto de tumoración y, de hecho, los procesos neoplásicos pueden afectar a cualquiera de las estirpes celulares que integran la piel; de acuerdo con ello, se pueden clasificar los tumores cutáneos más comunes según su origen celular (García Díez, 2011):

  • Procedencia epitelial (fundamentalmente queratinocitos)
  • Estados previos a la malignificación (precancerosis) y cánceres muy localizados (in situ): queratosis actínica, enfermedad de Bowen, etc.
  • Cánceres invasivos: carcinoma epidermoide (de células escamosas) y carcinoma basocelular (de células basales)
  • Otros tumores de origen epitelial: tumor de Merkel, enfermedad de Paget extramamaria, etc.
  • Derivados de melanocitos: melanoma
  • Otros tumores cutáneos (mayoritariamente localizados en la dermis)
  • De estirpe fibrosa: dermatofibrosarcoma protuberans
  • De estirpe vascular: angiosarcoma de Kaposi

Los cánceres procedentes de estirpes celulares queratinocíticas son, de lejos, los tipos de cáncer de piel más comunes. Entre ellos, los más frecuentes son los carcinomas de células basales y los de células escamosas (carcinoma epidermoide). El carcinoma basocelular (de células basales) es el tipo de cáncer de piel más común; de hecho, es el tipo de cáncer que se presenta con más frecuencia en los seres humanos, hasta el punto de que ocho de cada diez casos de cáncer de piel son carcinomas basocelulares. Por lo general, estos cánceres surgen en las zonas expuestas al sol, especialmente la cabeza y el cuello; y tienden a crecer lentamente. Afortunadamente, es muy infrecuente que se propague a otras partes del cuerpo (metástasis), aunque si no se trata, podría extenderse a los tejidos próximos e incluso llegar a afectar los huesos. Incluso después del tratamiento, el carcinoma basocelular puede reaparecer en el mismo lugar de la piel; de hecho, hasta la mitad de las personas diagnosticadas con cáncer de células basales padecerán un nuevo cáncer de piel dentro de los siguientes cinco años; por otro lado, las personas que han tenido cánceres de células basales también tienen una probabilidad mayor de padecer nuevos cánceres en otros lugares de la piel.

En general, se estima que el riesgo de padecer un carcinoma basocelular – la forma más común de cáncer cutáneo – a lo largo de la vida se estima entre un 28 y un 33%. Sea como fuere, a nivel mundial el cáncer de piel provocó 80.000 muertes en 2010; 49.000 de los cuales se deben a melanoma y 31.000 al resto de cánceres cutáneos (Lozano, 2012).

En Estados Unidos se calcula que el número de carcinomas basocelulares es de alrededor de 1,2 millones de casos al año, situándose en una tasa anual entre 407 y 485 casos por 100.000 habitantes en los hombres y 212-253 en las mujeres. En España, los datos de los que se dispone son limitados a algunas áreas geográficas. En Granada, el total de casos de cáncer de piel se encuentra en alrededor de 80 por 100.000 personas en varones y 60 por 100.000 en las mujeres. En Soria existe una proporción de 148 por 100.000 personas de carcinomas basocelulares y las cifras en Madrid rozan los 175 casos por 100.000 habitantes.

Se considera que la exposición a los rayos ultravioleta (UV) es el principal factor de riesgo de la mayoría de los cánceres de piel. La luz solar es la fuente principal de la radiación ultravioleta, aunque las lámparas utilizadas en los dispositivos (“camas”) bronceadores son otra fuente importante de rayos UV. El potencial efecto negativo de estos reside en su capacidad para dañar la estructura del ADN de las células cutáneas, especialmente aquella más superficiales como los queratinocitos y melanocitos (NCI, 2013).

Figura_3_fmt

El riesgo de cáncer de células basales aumenta a medida que las personas envejecen, aunque probablemente esto es una consecuencia directa de la acumulación de la exposición solar sobre la piel en el transcurso del tiempo. Aunque actualmente estos cánceres se están observando también en personas relativamente jóvenes, el motivo consiste en que éstas pasan más tiempo expuestas al sol. Por lo que respecta al sexo, en comparación con las mujeres, los hombres tienen el doble de probabilidades de padecer cáncer de células basales y alrededor del triple en el caso del cáncer de células escamosas. Como en el caso de la edad, posiblemente el motivo sea un mayor nivel de exposición al sol.

Las personas inmunodeprimidas (SIDA, tratamientos inmunosupresores, etc.) tienen más probabilidades de padecer cáncer de piel de tipo no melanoma. En particular, la tasa de cáncer cutáneo en las personas que han sido sometidos a trasplantes y tratados con terapia inmunosupresora puede llegar al 70% en los 20 años después del trasplante; asimismo, los cánceres cutáneos evolucionan más rápidamente y tienen mayor mortalidad entre las personas inmunodebilitadas.

El carcinoma basocelular es también es denominado como epitelioma basocelular o basalioma. Aparece muy frecuentemente en la cara, pero puede aparecer en cualquier localización, siendo excepcional en palmas, plantas o mucosas, adoptando muy diversas formas de presentación. La lesión inicial suele ser una pequeña pápula indurada blancogrisácea recubierta por finas dilataciones de los capilares y vasos superficiales, conocidas como arañas vasculares o telangiectasias, que evoluciona a formas nodulares o a veces tomando el aspecto de una cicatriz.

Se puede manifestar como una úlcera que no cura y que muy lentamente va aumentando de tamaño; otras veces aparece como una lesión pigmentada que semeja un melanoma. El epitelioma basocelular superficial es una placa eritematosa que suele aparecer en tronco. Es un tumor de crecimiento lento y sólo de agresividad local pero, pero si se deja evolucionar es capaz de invadir estructuras subyacentes con importantes destrucciones de tejido, haciendo entonces muy difícil su tratamiento curativo. No obstante, la aparición de metástasis es excepcional.

Este tipo de cáncer guarda una estrecha relación con el tejido conectivo del entorno, observándose en el mismo una mayor expresión del receptor para el Factor de Crecimiento derivado de Plaquetas (PDGFR). Por otra parte, los fibroblastos podrían liberar citocinas que faciliten la supervivencia del epitelio tumoral. Quizás esta vinculación explica la dificultad de aparición de metástasis.

En el carcinoma basocelular se han encontrado mutaciones en los genes supresores de tumores p53 y PTCH, éste último asociado al síndrome del carcinoma basocelular nevoide (síndrome de Gorlin1) que se hereda de forma autosómica dominante y se expresa con la aparición precoz de estos tumores, alteraciones en los huesos (quistes mandibulares) y pequeñas depresiones en palmas y plantas.

El fenotipo hedgehog (hh) se descubrió en la mosca de la fruta (Drosophila malanogaster) como una mutación de polaridad de segmento, que proporciona información sobre la posición espacial durante el desarrollo embrionario de numerosos animales, incluyendo los seres humanos. En mamíferos existen tres genes homólogos de hh que intervienen en una gran variedad de procesos embrionarios: Sonic (Shh), Indian (Ihh) y Desert (Dhh). El más estudiado es Shh, que además de jugar un papel importante en el desarrollo del sistema nervioso central (las mutaciones que inactivan Shh en seres humanos producen holoprosencefalia), está implicado en la formación de los folículos pilosos, donde residen las células madre de la epidermis.

En la vía de señalización hedgehog intervienen cuatro proteínas importantes: Patched (ptch), Smoothenet (smo), Hedgehof (hh) y gli. El gen ptch codifica una proteína presente en la membrana celular (con 12 sectores de transmembrana), que se asocia con la proteína smo, también presente en la superficie celular (con 7 sectores de transmembrana) formando un complejo. Funciona como un receptor para el factor de crecimiento hh. En ausencia de hh, ptch y smo forman un complejo inactivo mediante el cual ptch inhibe a smo, que es la molécula que tiene actividad en la señalización intracelular. Cuando hh se une a ptch, smo se libera del freno impuesto por ptch y envía una señal al núcleo de la célula que conduce a la activación/represión de ciertos genes. Las mutaciones ptch activan constitutivamente la señalización de la vía hedgehog y conducen a alteraciones moleculares relacionadas con el cáncer. El factor de transcripción gli, activado por esta vía de señalización, promueve proliferación celular. En condiciones normales este factor se encuentra secuestrado en un complejo citoplasmático formado por proteínas asociadas al citoesqueleto como suf o fused. Cuando la vía se activa, gli se libera del complejo y en el núcleo regula la transcripción de sus genes diana (Wnt, BMPs, PDGFR, FOXE1, etc.). Gli está sobreexpresada en todos los tumores en los que está implicada la vía de señalización hedgehog y, de hecho, las mutaciones ptch son muy frecuentes (80-90%) en los carcinomas basocelulares esporádicos. También se han encontrado con cierta frecuencia mutaciones smo en estos tumores, actuando como un oncogén.

El objetivo general del tratamiento del cáncer cutáneo es la curación del proceso, lo que se consigue en la mayor parte de los carcinomas basocelulares. En general, el tratamiento es quirúrgico, aunque alternativamente se puede utilizar radioterapia. En principio, los tumores in situ pueden ser tratados con cirugía o con los diversos tratamientos médicos locales. La terapia sistémica, como norma general, se puede utilizar cuando no son tributarios de cirugía y son suficientemente invasivos o están diseminados.

La probabilidad de que el carcinoma cutáneo de células basales cáncer recurra varía desde menos de 5% para la cirugía Mohs hasta 15% o más para algunos otros, pero esto depende del tamaño del tumor. Los tumores pequeños tienen menos probabilidad de recurrir que los tumores más grandes. Incluso si el tumor regresa, a menudo se puede retratar eficazmente. El curetaje y la electrodesecación son tratamientos comunes para los carcinomas de células basales pequeños, aunque puede ser necesario repetirlos para asegurar el éxito completo. La cirugía de Mohs resulta especialmente útil en el tratamiento de tumores grandes, así como en aquellos en los que los bordes no están bien definidos, tumores localizados en o cerca de la nariz, los ojos, las orejas, la frente, el cuero cabelludo, los dedos y el área genital, así como aquellos que han reaparecido después de otros tratamientos. La criocirugía puede usarse en algunos carcinomas de células basales pequeños, pero usualmente no se recomienda para tumores más grandes, ni para tumores localizados en ciertas partes de la nariz, las orejas, los párpados, el cuero cabelludo o las piernas. A menudo, la radioterapia es una buena opción en el tratamiento de pacientes que no pueden tolerar la cirugía y para tumores que comprometen los párpados, la nariz o las áreas de las orejas que pueden ser difíciles de tratar quirúrgicamente. En una revisión sistemática de 27 ensayos controlados aleatorios que comparaban diferentes tratamientos (Bath-Hextall, 2007) se indicó que sólo el 50% de las recidivas se presentan dentro de los primeros 2 años, el 66% después de 3 años y 18% después de 5 años. En general, se considera que las tasas de recurrencia a 10 años son casi el doble de las tasas de recurrencia a 2 años.

Se estima (EMA, 2015) que la incidencia de los cuadros metastásicos es inferior al 0,1% de todos los casos carcinoma de células basales, en los que se han utilizado quimioterapia con complejos de platino y radioterapia, con una mediana de supervivencia de 8 a 10 meses. En cualquier caso, hasta la incorporación del vismodegib no se disponía de ningún medicamento oficialmente autorizado para el tratamiento de los cuadros localmente avanzados o metastásicos de carcinoma de células basales.

ACCIÓN Y MECANISMO

El vismodegib es un inhibidor de la ruta hedgehog, implicada en la evolución del carcinoma de células basales. Ha sido autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con carcinoma de células basales metastásico sintomático o localmente avanzado y no candidatos para cirugía o radioterapia.

La ruta hedgehog guía la activación y la localización nuclear de los factores de transcripción de oncogén asociados a glioma (gli) y la inducción de los genes diana hedgehog (hh), a través de la proteína transmembrana smoothened (smo). Tales factores aparecen como involucrados en la proliferación, supervivencia y diferenciación celular de la gran mayoría (80-90%) de los cuadros de carcinoma de células basales cutáneas. El fármaco se une e inhibe la proteína smo, por lo que bloquea la señal de transducción hedgehog.

En condiciones normales, las señales de hh se inician por la interacción de ligandos hh con el receptor de ptch1. En el estado no unido, ptch1 previene la activación smo en el cilio primario, un orgánulo necesario para la transducción de diversas señales químicas y mecánicas. En presencia de ligando, ptch1 desaparece del cilio y smo activa efectores en la cadena de señalización, incluyendo la familia de factores de transcripción gli.

El vismodegib presenta un elevado potencial teratogénico es coherente con su mecanismo de acción, ya que el fenotipo hedgehog (hh) proporciona información de posición espacial durante el desarrollo embrionario de numerosos animales, incluyendo los seres humanos. Debido a ello, el medicamento podría provocar una notable toxicidad fetal a lo largo de todo el embarazo e incluso afectar al desarrollo posnatal. En este sentido, se han descrito defectos irreversibles sobre los dientes y cierre prematura la epífisis femoral en animales de experimentación (ratas), motivo por el cual el vismodegib está contraindicado en pacientes menores de 18 años.

ASPECTOS MOLECULARES

El vismodegib es una pequeña molécula sintética, cabeza de serie de un grupo de productos con potencial antineoplásico que deriva de las observaciones realizadas en la década de los 50 del pasado siglo realizadas con la ciclopamina, un alcaloide esteroídico presente en la planta Veratrum californicum, que está estructuralmente relacionado con la jervina (de hecho, se trata de la 11-desoxojervina).

Figura_4_fmt

El término ciclopamina deriva de la ciclopía2 provocada a las ovejas cuyas madres fueron alimentadas con forrajes que contenían V. californicum, observada en una granja de Idaho, y que fueron el origen de la investigación por parte del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Tanto la ciclopamina como la jervina desarrollan potentes efectos teratógenos y antitumorales, como consecuencia de su capacidad para bloquear las respuestas celulares del sistema de señalización hedgehog, mediante su unión a proteína smo.

Es importante tener en cuenta que el vismodegib puede existir en su forma cristalina como varios polimorfos, de los que el B es la única forma que ha sido utilizada en el desarrollo clínico del medicamento. Asimismo, el tamaño de partícula de la forma sólida es considerado como crítico para el proceso de disolución y, por tanto, de absorción digestiva.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas del vismodegib han sido adecuadamente contrastadas en las indicaciones autorizadas mediante un ensayo clínico principal (pivotal) de fase 2 (información preliminar sobre la eficacia), no aleatorizado, internacional, multicéntrico, con dos cohortes y un solo grupo de tratamiento (Sekulic, 2012).

Se incluyeron a 104 pacientes (aunque solo 96 fueron valorables para la eficacia clínica) adultos con una expectativa de vida de al menos 12 semanas. 71 de ellos (63 a efectos de evaluación) tenían un carcinoma localmente avanzado de células basales cutáneas, que presentaban una lesión histológicamente confirmada de al menos 10 mm en su diámetro mayor e inoperable quirúrgicamente (recurrencias múltiples, escasa probabilidad de éxito, riesgo elevado de deformidad, etc.). Asimismo, se incluyeron a 33 pacientes con metástasis confirmada histológicamente y mediante técnicas de imagen (pulmón, hígado, nódulos linfáticos o hueso). Todas las mujeres susceptibles de que quedar embarazadas incluidas en el estudio fueron asesoradas para la adopción de al menos dos métodos anticonceptivos eficaces desde el inicio del estudio hasta al menos tres meses después de finalizar el tratamiento. Todos los pacientes recibieron 150 mg/24 h de vismodegib por vía oral.

Las principales características demográficas y fisiopatológicas fueron: mediana de edad de 62 años (46% ≥65 años), 62% varones, 100% de raza blanca y mediana de peso de 79,5 kg. Un 32% de los pacientes presentaban tres o más lesiones cancerosas, siendo el 51% los pacientes con cáncer metastásico y el 17% aquellos con cáncer localmente avanzado, con unas medianas de tiempo desde el diagnóstico inicial de 66 y 169 meses, respectivamente. En los pacientes con cáncer metastásico, un 97% fueron sometidos previamente a cirugía, un 58% recibió radioterapia y un 30% tratamiento sistémico; en el caso de aquellos con cáncer localmente avanzado, fueron del 89%, 27% y 11%, respectivamente.

La variable primaria de eficacia utilizada fue la tasa de respuesta objetiva según un comité independiente. En la cohorte de pacientes con cáncer localmente avanzado, se consideró como respondedores a aquellos que cumplían de al menos uno de los siguientes criterios: reducción mayor del 30% en el tamaño total de las lesiones (suma del diámetro mayor de cada lesión) o resolución completa de la ulceración en todas las lesiones; por su parte, en los pacientes con cáncer metastásico, se consideró respondedores según los criterios RECIST 13. Como variables secundarias se determinaron, entre otras, la duración de la respuesta y la supervivencia sin progresión tumoral.

Los resultados mostraron una tasa de respondedores del 30% (todos parciales) en los pacientes con cáncer metastásico y del 43% (21% completas) en aquellos con cáncer localmente avanzado, según el comité independiente; según los investigadores, fueron del 44% (0% completas) y 60% (32% completas), respectivamente. La mediana de la duración de la respuesta objetiva según el comité independiente fue de 7,6 meses, tanto en los pacientes con cáncer localmente avanzado como metastásico; según los investigadores fueron de 7,6 y 12,9 meses, respectivamente. Por su parte, la mediana de la supervivencia en ausencia de progresión tumoral fue de 9,5 meses en ambos grupos de pacientes, según el comité independiente.

Doce meses después del primer análisis de resultados, la tasa de respuesta objetiva aumentó del 30 al 33% (ninguna completa) en los pacientes con cáncer metastásico y del 43 al 48% (22% completa) en aquellos con cáncer localmente avanzado; la mediana de la duración de la respuesta en estos últimos aumentó de 7,6 a 9,5 meses, manteniéndose en 7,6 para los pacientes metastásicos. Asimismo, la mediana de supervivencia en ausencia de progresión tumoral se mantuvo en 9,5 meses para ambas cohortes de pacientes (Sekulic, 2015).

En el análisis intermedio de otro estudio abierto y aleatorizado aún en desarrollo (STEVIE; Basset-Seguin, 2015), en el que 499 pacientes con carcinoma de células basales localmente avanzado (468) o metastásico (31) comenzaron un tratamiento oral con 150 mg/24 h de vismodegib. Aunque el objetivo primario de este estudio es determinar la seguridad del tratamiento (incidencia de eventos adversos hasta que la enfermedad progrese o aparezcan efectos tóxicos inaceptables), como objetivo secundario se determinaron algunas variables de eficacia. En concreto, la tasa de respondedores según criterio de los investigadores fue del 67% (34% respuestas completas) en los pacientes con cáncer localmente avanzado y del 38% (7% respuestas completas) con cáncer metastásico.

Desde el punto de vista de la seguridad, el vismodegib presenta un perfil toxicológico notable, con frecuentes e importantes efectos adversos; y ello sin olvidar su elevado potencial teratógeno. Los datos acumulados (EMA, 2015) indican que prácticamente el 100% de los pacientes tratados experimenta al menos un eventos adverso, siendo los más comunes los espasmos musculares (68%), alopecia (64%), disgeusia (51%), pérdida de peso (46%), fatiga (36%), náusea (28%) y diarrea o estreñimiento (20%). Por lo que se refiere a los eventos adversos más graves (grado >3), lo más comunes fueron pérdida de peso (7,2%), fatiga (5,8%) y espasmos musculares (3,6%); con una incidencia general mayor entre los pacientes con cáncer localmente avanzado que en aquellos con cáncer metastásico (47 vs. 33%), posiblemente relacionado con la mayor duración del tratamiento con vismodegib. Un 12% (3% con cáncer localmente avanzado y 16% con cáncer metastásico) de los pacientes que abandonaron el tratamiento fue por la aparición de eventos adversos. El número total de muertos asociados a eventos adversos fue de 3 (sobre un total de 104; 2,9%).

Por su parte, en el estudio STEVIE, la tasa de eventos adversos fue del 98%, fundamentalmente espasmos musculares (64%), alopecie (62%), disgeusia (54%), pérdida de peso (33%), astenia (28%), reducción del apetito (25%), diarrea (17%), náusea (16%) y fatiga (16%). La tasa de eventos adversos graves fue del 22%. De los 31 pacientes que murieron durante el seguimiento (de un total de 499), en 21 (4,2%) de ellos fue como resultado de un evento adverso.

ASPECTOS INNOVADORES

El vismodegib es un inhibidor de la ruta hedgehog, implicada en la evolución del carcinoma de células basales. Ha sido autorizado condicionalmente4 para el tratamiento de pacientes adultos con carcinoma de células basales metastásico sintomático o localmente avanzado y no candidatos para cirugía o radioterapia.

La ruta hedgehog guía la activación y la localización nuclear de los factores de transcripción de oncogén asociados a glioma (gli) y la inducción de los genes diana hedgehog (Hh), a través de la proteína transmembrana smoothened (smo). Tales factores aparecen como involucrados en la proliferación, supervivencia y diferenciación celular de la gran mayoría (80-90%) de los cuadros de carcinoma de células basales cutáneas. El fármaco se une e inhibe la proteína smo, por lo que bloquea la señal de transducción hedgehog.

Los datos clínicos disponibles son muy limitados y metodológicamente no muy robustos. Los ofrecidos por el estudio pivotal (un estudio de fase 2) indican una tasa de respondedores del 48% (22% con respuesta completa) entre los pacientes con cáncer de células basales localmente avanzado, con una duración mediana de su respuesta de 9,5 meses. En el caso de los pacientes con cáncer metastásico, la tasa de respondedores fue del 33%, ninguno de ellos con respuesta completa, y una duración mediana de la respuesta de 7,6 meses. Los datos correspondientes al análisis intermedio de uno de los estudios que están actualmente en curso (STEVIE) están en línea con el mencionado nivel de respuesta.

Desde el punto de vista de la seguridad, el vismodegib produce frecuentes e importantes efectos adversos, a lo que hay que añadir un elevado potencial teratógeno. Prácticamente todos los pacientes experimentan algún eventos adverso, siendo los más comunes espasmos musculares, alopecia, disgeusia, pérdida de peso, fatiga, náusea y diarrea o estreñimiento. Un 12% (3% con cáncer localmente avanzado y 16% con cáncer metastásico) de los pacientes que abandonaron el tratamiento fue por la aparición de eventos adversos y la mortalidad asociada a eventos adversos es del 3%.

Las tasas de respuesta pueden considerarse moderadamente satisfactorias, aunque la mayoría es de carácter parcial, con una duración de la respuesta que oscila entre 7 y 10 meses. Por otro lado, los datos relativos a la enfermedad metastásica están soportados solo por un pequeño grupo de pacientes (33 en el estudio pivotal y 31 en el STEVIE), algo que, aunque es razonable dado la excepcionalmente baja incidencia de casos metastásicos en el carcinoma de células basales cutáneas, limita la consistencia de los resultados. Este es uno de los motivos por los que la EMA ha decidido dar al medicamento una autorización condicional, no definitiva.

Por otro lado, deben destacarse las notables diferencias encontradas entre las variables, según fuesen valoradas por un comité independiente o por los investigadores. Así, la tasa de respondedores en los pacientes con cáncer metastásico fue del 30% (0% respuestas completas) para el comité independiente vs. 44% (0% completas), según los investigadores; asimismo, fueron del 43% (21% completas) vs. 60% (32% completas) en cáncer localmente avanzado. Estas diferencias no ayudan precisamente a establecer el verdadero papel del vismodegib en las formas no tratables quirúrgica o radiológicamente del carcinoma de células basales.

Asimismo, unas tasas de respuestas que oscilan entre el 33% y el 48%, mayoritariamente parciales y de duración limitada (7-10 meses), supone que sigue habiendo una mayoría de pacientes (52-67%) que no responden satisfactoriamente al vismodegib. Y debe tenerse en cuenta que aunque la definición de cáncer metastásico es clara, la de cáncer localmente avanzado no lo es en la misma medida. Algunos dermatólogos han sugerido que el uso del medicamento podría ser “desviado” a cualquier paciente con carcinoma de células basales que no acepte un tratamiento quirúrgico o de radioterapia, o con tumores múltiples, aunque no sea avanzado.

Con todo y con ello, no cabe duda de que el vismodegib supone una nueva opción terapéutica para cuadros realmente infrecuentes pero muy complicados, inabordables terapéuticamente mediante cirugía o radioterapia; asimismo, puede ser administrado por vía oral (aunque con limitaciones en su biodisponibilidad) y proporciona una vía farmacológica innovadora, que además es potencialmente útil en otras formas diversas de cáncer. Todo ello, no obstante, sin olvidar su notable potencial toxicológico y teratogénico.

VALORACIÓN

VISMODEGIB

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ERIVEDGE®(Roche)

Grupo Terapéutico (ATC): L01XX. AGENTES ANTINEOPLÁSICOS E INMUNOMODULADORES. Otros agentes antineoplásicos.

Indicaciones autorizadas: Tratamiento de pacientes adultos con carcinoma de células basales metastásico sintomático o localmente avanzado y no candidatos para cirugía o radioterapia.

INNOVACIÓN importante. Aportación sustancial a la terapéutica estándar

Novedad clínica: Mejora la eficacia clínica con relación al tratamiento estándar y supone la incorporación de una nueva vía terapéutica.

Novedad molecular: Incorpora un mecanismo de acción innovador frente al de los tratamientos previamente disponibles para la misma o similar indicación terapéutica.

BIBLIOGRAFÍA

 

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Déficit de factor X (O)

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2016/01/14

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Epilepsia

PEGASPARGASA

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2015/12/02

EMA

Asma

ELOTUZUMAB

EMPLICITI

Bristol Myers Squibb

2015/11/30

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FENILBUTIRATO DE GLICEROL

RAVICTI

Horizon

2015/11/27

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Enzimopatías del ciclo de la urea (O)

BLINATUMOMAB

BLINCYTO

Amgen

2015/11/23

EMA

Leucemia/Linfoma linfoblástico (O) (C)

COBIMETINIB

COTELLIC

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2015/11/20

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Melanoma

CÓLICO, ÁCIDO

KOLBAM

Retrophin

2015/11/20

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Metabolopatía congénita (O)

IDURACIZUMAB

PRAXBIND

Boehringer Ingelheim

2015/11/20

EMA

Hemorragia

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Millenium

2015/11/20

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Insuficiencia cardiaca

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2015/11/15

FDA

Mieloma múltiple (O)

NECITUMUMAB

PORTRAZZA

Lilly

2015/11/15

FDA

Cáncer de pulmón no microcítico escamoso (O)

OSIMERTINIB

TAGRISSO

AstraZeneca

2015/11/13

FDA

Cáncer de pulmón no microcítico

SUSOSTOCG ALFA

OBIZUR

Baxalta

2015/11/11

EMA

Hemofilia A ((O) (E)

ASFOTASA ALFA

STRENSIQ

Alexion

2015/10/23

FDA

Hipofosfatasia

PATIROMERO SORBITEX

VELTASSA

Relyba

2015/10/21

FDA

Hiperpotasemia

INDARUCIZUMAB

PRAXBIND

Boehringer Ingelheim

2015/10/16

FDA

Antídoto de dabigatrán

ISAVUCONAZOL

CRESEMBA

Basilea

2015/10/15

EMA

Aspergilosis (O)

HIERRO (III), CITRATO COMPLEJO

FEXERIC

Keryx Biopharma

2015/09/23

EMA

Hiperfosfatemia, diálisis renal

CARIPRAZINA

VRAYLAR

Forest Rest

2015/09/17

FDA

Esquizofrenia; manía (trastorno bipolar)

GUANFACINA2

INTUNIV

Shire

2015/09/17

EMA

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)

IDEBENONA

ROXONE

Santhera

2015/09/08

EMA

Atrofia óptica de Leber (O) (E)

ASFOTASA ALFA

STRENSIQ

Alexion

2015/08/28

EMA

Hipofosfatemia (O) (E)

PANOBINOSTAT

FARYDAK

Novartis

2015/08/28

EMA

Mieloma múltiple (O)

SEBELIPASA ALFA

KANUMA

Synageva

2015/08/28

EMA

Enfermedad de Wolman (O)

INHIBIDOR DE LA ALFA-1 PROTEINASA

RESPREEZA

CLS Behring

2015/08/20

EMA

Trastornos congénitos pulmonares

FLIBANSERINA

ADDYI

Sprout

2015/08/18

FDA

Trastorno del deseo sexual hipoactivo

DINUTUXIMAB

UNITUXIN

United Therapeutics

2015/08/14

EMA

Neuroblastoma (O)

SONIDEGIB

ODOMZO

Novartis

2015/08/14

EMA

Carcinoma de células basales

SONIDEGIB

ODOMZO

Novartis

2015/07/24

FDA

Carcinoma de células basales

BREXIPIPRAZOL

REXULTI

Otsuka

2015/07/10

FDA

Depresión; esquizofrencia

TASIMELTEON

HETLIOZ

Vanda

2015/07/03

EMA

Trastornos del sueño (O)

EDOXABAN

LIXIANA

Daiichi Sankyo

2015/06/19

EMA

Tromboembolismo venoso

LUTECIO (177Lu)

LUMARK

IDB Radiopharmacy

2015/06/19

EMA

Radiodiagnóstico

1 O= Medicamento huérfano; C= Autorizado condicionalmente; E= Autorizado en condiciones excepcionales

2 La guanfacina es un agonista alfa-2A adrenérgico, originalmente utilizado como antihipertensivo aunque actualmente en desuso para esta indicación.

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA
EN LOS ÚLTIMOS DOCE MESES

PAM

Principio activo

Medicamento®

INNOVACIÓN

Indicación principal

Laboratorio

a

b

c

d

e

394

Vismodegib

Erivedge

 

 

 

Carcinoma de células basales

Roche

394

Metirapona

Metopirone

 

 

 

Diagnóstico y tratamiento
del síndrome de Cushing

HRA Pharma

394

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

 

 

 

 

 

Hiperfosfatemia asociada
a insuficiencia renal

Vifor Frexenius

393

Siltuximab

Sylvant

 

 

 

 

Enfermedad de Castleman multicéntrica

Janssen Cilag

393

Idelalisib

Zydelig

 

 

 

Leucemia linfocítica crónica y linfoma folicular

Gilead

393

Alirocumab

Praluent

 

 

 

 

 

Hipercolesterolemia primaria

Sanofi Aventis

393

Trametinib

Mekinist

 

 

 

 

Melanoma avanzado

Novartis

392

Ibrutinib

Imbruvica

 

Linfoma de células del manto, leucemia linfática crónica y macroglobulinemia de Waldenström

Janssen Cilag

392

Ceftolozano/Tazobactam

Zerbaxa

 

 

 

 

 

Infecciones complicadas intraabdominales y del tracto urinario

Merck Sharp Dohme

392

Olaparib

Lynparza

 

 

 

Cáncer de ovario

AstraZeneca

392

Vortioxetina

Brintellix

 

 

 

 

 

Depresión

Lundkeck

391

Dalbavancina

Xydalba

 

 

 

 

Infecciones de piel y tejidos blandos

Angelini

391

Apremilast

Otezla

 

 

 

Psoriasis en placas; artritis psoriásica

Celgene

391

Safinamida

Xadago

 

 

 

 

 

Enfermedad de Parkinson

Zambón

391

Nivolumab

Opdivo

 

 

Melanoma avanzado y cáncer de pulmón

Bristol Myers Squibb

391

Pembrolizumab

Keytruda

 

 

Melanoma avanzado

Merck Sharp Dohme

390

Evolocumab

Repatha

 

 

Hipercolesterolemia primaria

Amgen

390

Dulaglutida

Trulicity

 

 

 

 

 

Diabetes mellitus tipo 2

Lilly

390

Ospemifeno

Senshio

 

 

 

 

 

Vulvovaginitis atrófica posmenopáusica

Shionogi

390

Nintedanib

Ofev

 

 

 

Fibrosis pulmonar idiopática

>Boehringer Ingelheim

389

Tedizolid

Sivextro

 

 

 

 

Infecciones de piel y tejidos blandos

Merck Sharp Dohme

389

Ramucirumab

Cyramza

 

 

 

 

Cáncer de estómago

Lilly

389

Obinutuzumab

Gazyvaro

 

 

 

Leucemia linfocítica crónica

Roche

388

Alogliptina

Vipidia

 

 

 

 

 

Diabetes mellitus tipo 2

Takeda

388

Secukinumab

Cosentyx

 

 

 

Psoriasis en placas

Novartis

388

Peginterferón beta-1a

Plegridy

 

 

 

 

Esclerosis múltiple

Biogen IDec

388

Umeclidinio, bromuro

Incruse

 

 

 

 

 

EPOC

Glaxo SmithKline

387

Ivermectina

Soolantra

 

 

 

 

Rosácea

Galderma

386

Vedolizumab

Entyvio

 

 

 

Colitis ulcerosa/enfermedad de Crohn

Takeda

386

Ivacaftor

Kalydeco

 

 

 

Fibrosis quística

Vertex

385

Macitentán

Opsumit

 

 

 

 

 

Hipertensión pulmonar

Actelion

385

Degarelix

Firmagon

 

 

 

 

 

Cáncer de próstata

Ferring

A. Clínica: Mejora la eficacia clínica con relación al tratamiento estándar.

B. Molecular: Incorpora variaciones significativas en la estructura molecular
y/o en el mecanismo de acción.

C. Seguridad: Mejora el perfil toxicológico con relación a la terapia estándar.

D. Farmacocinética:

Mejora las características farmacocinéticas, con incidencia potencial o demostrada en las condiciones de uso y en la respuesta del paciente.

E. Técnico-Económica: Mejora algún aspecto farmacoeconómico y/o farmacotécnico.

VALORACIÓN DE LA INNOVACIÓN TERAPÉUTICA EN PANORAMA ACTUAL DEL MEDICAMENTO

Es importante indicar que se valora el grado de innovación. Todos los medicamentos no innovadores tienen utilidad terapéutica, en tanto que su autorización por las autoridades sanitarias implica han demostrado rigurosamente su eficacia, su seguridad, su calidad y las condiciones de uso (incluyendo la información contenida en la ficha técnica – sumario de características – y en el prospecto del medicamento). Por tanto, la valoración que se hace se refiere a la incorporación, en el grado que se determine, de algún elemento innovador con respecto a otros medicamentos autorizados previamente para iguales o similares indicaciones terapéuticas o, en su caso, cubriendo la ausencia de éstas. Asimismo, debe considerarse que ésta es una evaluación que se practica coincidiendo con la comercialización inicial del medicamento. Se trata, por consiguiente, de una valoración provisional de la innovación realizada en función de la evidencia clínica disponible hasta ese momento, lo que no prejuzga, en ningún caso, el potencial desarrollo de nuevas indicaciones clínicas ni la posible aparición de aspectos desfavorables (efectos adversos graves previamente desconocidos, interacciones, etc.). Se consideran tres posibles niveles, adjudicados en función de la relevancia de la(s) innovación(es) presentes en el nuevo medicamento, siempre en relación al arsenal terapéutico disponible clínicamente en España en el momento de la comercialización:

SIN INNOVACIÓN. No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.

INNOVACIÓN MODERADA. Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar.

INNOVACIÓN IMPORTANTE. Aportación sustancial a la terapéutica estándar.

Se distinguen dos niveles de evidencia científica para los aspectos innovadores de los nuevos medicamentos:

 

Evidencia clínica: mediante estudios controlados específicamente diseñados y desarrollados para demostrar lo que pretende ser un avance o mejora sobre la terapia estándar.

Plausibilidad científica (potencialidad): existencia de aspectos en el medicamento que racionalmente podrían mejorar la terapéutica actual, pero que no han sido adecuadamente demostradas mediante ensayos clínicos, bien por motivos éticos o bien por imposibilidad de realización en el momento de la comercialización del nuevo medicamento: perfil de interacciones, mecanismos nuevos que permiten nuevas vías terapéuticas, nuevos perfiles bioquímicos frente a mecanismos de resistencia microbiana, posibilidad de combinar con otros medicamentos para la misma indicación terapéutica, efectos sobre el cumplimiento terapéutico (por mejoras en la vía, número de administraciones diarias, etc.), mejora de la eficiencia, etc.

 

El rigor de los datos contrastados mediante ensayos clínicos controlados (evidencia clínica) es determinante en la valoración de la innovación, mientras que las potencialidades solo pueden ser valoradas accesoriamente, como aspectos complementarios de esta valoración. En ningún caso, un medicamento es valorado con un nivel de innovación importante en función de sus ventajas potenciales, si no aporta otras ventajas demostradas clínicamente. Se analizan cinco aspectos de la innovación: clínica, molecular, toxicológica, físico-química y económico-tecnológica. Como ya se ha indicado, la fundamental y determinante es la novedad clínica.

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA
DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, POR GRUPOS TERAPÉUTICOS

GRUPO TERAPéUTICO

Principio activo

Medicamento®

Laboratorio

PAM

A. Tracto alimentario y metabolismo

Alogliptina

Vipidia

Takeda

388

Dulaglutida

Trulicity

Lilly

390

C. Aparato cardiovascular

Alirocumab

Praluent

Sanofi Aventis

393

Evolocumab

Repatha

Amgen

390

Macitentán

Opsumit

Actelion

385

D. Terapia dermatológica

Ivermectina

Soolantra

Galderma

387

G. Terapia genitourinaria

Ospemifeno

Senshio

Shionogi

390

J. Antiinfecciosos, uso sistémico

Ceftolozano/Tazobactam

Zerbaxa

Merck Sharp Dohme

392

Dalbavancina

Xydalba

Angelini

391

Tedizolid

Sivextro

Merck Sharp Dohme

389

L. Antineoplásicos y terapia
inmunomoduladora

Apremilast

Otezla

Celgene

391

Degarelix

Firmagon

Ferring

385

Ibrutinib

Imbruvica

Janssen Cilag

392

Idelalisib

Zydelig

Gilead

393

Nintedanib

Ofev

Boehringer Ingerheim

390

Nivolumab

Opdivo

Bristol Myers Squibb

391

Obinutuzumab

Gazyvaro

Roche

389

Olaparib

Lynparza

AstraZeneca

392

Peginterferón beta-1a

Plegridy

Biogen Idec

388

Pembrolizumab

Keytruda

Merck Sharp Dohme

391

Ramucirumab

Cyramza

Lilly

389

Secukinumab

Cosentyx

Novartis

388

Siltuximab

Sylvant

Janssen Cilag

393

Trametinib

Mekinist

Novartis

393

Vedolizumab

Entyvio

Takeda

386

Vismodegib

Erivedge

Roche

394

N. Sistema nervioso

Safinamida

Xadago

Zambón

391

Vortioxetina

Brintellix

Lundbeck

392

R. Aparato respiratorio

Ivacaftor

Kalydeco

Vertex

386

Umeclidinio, bromuro

Incruse

Glaxo SmithKline

388

V. Varios

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

Vifor Frexenius

394

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, POR LABORATORIOS

Laboratorio

Principio activo

Medicamento

PAM

Actelion

Macitentán

Opsumit

385

Amgen

Evolocumab

Repatha

390

Angelini

Dalbavancina

Xydalba

391

AstraZeneca

Olaparib

Lynparza

392

Biogen Idec

Interferón beta-1a

Plegridy

388

Boehringer Ingelheim

Nintedanib

Ofev

390

Celgene

Apremilast

Otezla

391

Ferring

Degarelix

Firmagon

385

Galderma

Ivermectina

Soolantra

387

Gilead

Idelalisib

Zydelig

393

Glaxo Smtih Kline

Umeclidinio, bromuro

Incruse

388

Janssen Cilag

Ibrutinib

Imbruvica

392

Siltuximab

Sylvant

393

Lilly

Dulaglutida

Trulicity

390

Ramucirumab

Cyramza

389

Lundbeck

Vortioxetina

Brintellix

392

Merck Sharp Dohme

Ceftolozano/Tazobactam

Zerbaxa

392

Pembrolizumab

Keytruda

391

Tedizolid

Sivextro

389

Novartis

Secukinumab

Cosentyx

388

Trametinib

Mekinist

393

Roche

Obinutuzumab

Gazyvaro

389

Vismodegib

Erivedge

394

Sanofi Aventis

Alirocumab

Praluent

393

Shionogi

Ospemifeno

Senshio

390

Takeda

Alogliptina

Vipidia

388

Vedolizumab

Entyvio

386

Vifor Frexenius

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

394

Zambón

Safinamida

Xadago

391

Crisis convulsivas

Resumen

Una crisis comicial es la manifestación de una descarga anormal, sincronizada y excesiva de neuronas corticales. Por lo general son episodios breves, paroxísticos y autolimitados. Dependiendo del área cerebral afectada, la crisis tiene manifestaciones diversas (motoras, sensitivas, psíquicas, etc.) Se dividen en dos categorías: por un lado están las crisis convulsivas parciales o focales que empiezan en un área del cerebro (o sea un punto focal del cerebro) y afectan la parte del cuerpo que está controlada por dicha área del cerebro y las crisis convulsivas generalizadas que comprometen todo el cerebro y por tanto todo el cuerpo. Existen determinadas circunstancias que pueden relacionarse con la aparición de crisis: la primera es el abandono de la medicación o el olvido de las tomas, también puede estar desencadenado por alteraciones del ritmo sueño-vigilia, especialmente la privación del sueño, alcohol, estrés, tanto físico (cirugía, infecciones, traumatismos)como psíquico (estados de ansiedad emocional), cambios hormonales, tumores cerebrales, traumatismos o infecciones del sistema nervioso central entre otros. Las luces intermitentes, la televisión, el ordenador y los videojuegos sólo afectan a las personas con epilepsias fotosensibles, que son el 2% de todas las epilepsias. Una convulsión no es sinónimo de epilepsia. Existen crisis convulsivas no epilépticas que se deben a cambios bruscos en el comportamiento y tono postural que semejan crisis epilépticas pero que no asocian los cambios neurofisiológicos típicos que caracterizan la epilepsia. Los informes más recientes indican que uno de cada adulto 200 adultos presenta epilepsia. Si se incluyen las convulsiones asociadas a fiebre en los niños menores de 5 años y los que sólo han tenido un episodio convulsivo, la estadística aumenta a una de cada 80 personas. Se llama estado epiléptico a una convulsión con una duración mayor de 30 minutos o crisis repetidas sin recuperación del nivel de conciencia en los periodos interictales. Se estima que aproximadamente un 7% de epilépticos entrará en status. Puede originarse daño neuronal a los 30-60 minutos de actividad convulsiva continua. El estado convulsivo se asocia a numerosas complicaciones, por cuanto la actuación en un servicio de Urgencias debe ir dirigida tanto al control de la crisis convulsiva, como a evitar las posibles complicaciones que puedan implicar un riesgo vital. Hay que asegurar primero la estabilidad cardiorrespiratoria y hemodinámica del paciente y posteriormente iniciar tratamiento anticomicial.

INTRODUCCIÓN

Una crisis convulsiva es una descarga sincrónica excesiva de un grupo neuronal que dependiendo de su localización se manifiesta con síntomas motores, sensitivos, autonómicos o de carácter psíquico, con o sin pérdida de conciencia. Las convulsiones pueden ser sintomáticas o secundarias, es decir, desencadenadas por un estímulo transitorio que afecte a la actividad cerebral (hipoglucemia, traumatismos, fiebre, infección del sistema nervioso central), o de carácter idiopático sin relación temporal con un estímulo conocido. Se puede definir, (aunque no siempre como ya hemos apuntado aparecen síntomas motores) como la presentación súbita e inesperada de contracciones musculares involuntarias que pueden afectar a un músculo o grupo muscular de forma aislada, pero también generalizarse a todo el cuerpo. El origen de estas crisis es debido a una actividad exagerada de muchas neuronas que descargan al mismo tiempo impulsos nerviosos.

Se distinguen convulsiones tónicas, donde los músculos se contraen fuertemente; convulsiones mioclónicas, donde la contracción se hace de forma alternativa y son responsables de sacudidas cortas y repetidas aunque otros tipos de movimientos son posibles, en función de las neuronas que se encuentran activadas.

La crisis convulsiva puede adoptar diferentes aspectos. Sin embargo crisis convulsiva no es sinónimo de epilepsia, particularmente en los lactantes, donde pueden aparecer convulsiones en un contexto de fiebre alta: son las convulsiones febriles

EPILEPSIA

Las crisis epilépticas son episodios autolimitados en los que se altera la función cerebral, causados por una actividad anormal excesiva y sincronizada de grupos de neuronas corticales. La expresión clínica de las crisis tiene relación con la función del córtex cerebral implicado en la descarga, de modo que se producen síntomas motores cuando se afectan áreas frontales, sensitivos si la descarga compromete regiones parietales, visuales si afecta zonas occipitales y psíquicas o emocionales cuando intervienen estructuras temporales. Es habitual que la activación neuronal se propague de unas zonas a otras y se sucedan síntomas motores, congitivos y sensoriales.

Aproximadamente el 10% de la población tiene riesgo de sufrir una crisis convulsiva a lo largo de su vida y el 3% de padecer epilepsia, siendo máxima la incidencia en niños, adolescentes y ancianos.

Figura_1_fmt

Es de suma importancia diferenciar aquellas crisis en las que no se encuentra causa aguda responsable de las que tienen un claro correlato temporal con agresiones agudas al sistema nervioso central (traumatismo, infección, hemorragia, infarto) o proceso sistémico (ingesta o privación de alcohol y drogas, trastorno metabólico). En el primer caso hablamos de crisis no provocadas o remotas y, en el segundo de crisis provocadas o agudas sintomáticas.

La aparición de una crisis aislada no implica, necesariamente, la de una epilepsia. Hasta ahora era preciso la existencia de al menos dos crisis no provocadas para diagnosticar al enfermo de epiléptico, pero esto ha cambiado recientemente llegando al consenso que la epilepsia es una alteración cerebral caracterizada por la predisposición permanente para generar crisis y, por las consecuencias neurológicas, cognitivas, psicológicas y sociales derivada de esta condición, siendo posible su diagnóstico tras una crisis no provocada aislada en bastantes casos.

La epilepsia no es una enfermedad única sino que comprende muchos tipos de síndromes. Los criterios que determinan un tipo de síndrome no solo dependen del tipo de crisis, si no que, además, vienen dados por el tipo de anomalía en el EEG, edad de inicio de los síntomas, existencia de factores precipitantes, su causa, pronostico, respuesta al tratamiento y localización anatómica del foco inicial de la crisis. Hablamos de enfermedad epiléptica cuando nos referimos a un síndrome epiléptico con una causa bien determinada.

Hay que diferenciar entre factores etimológicos y precipitantes. Los primeros son la causa directamente responsable de las crisis y los factores precipitantes son los que facilitan la aparición de la crisis en una persona predispuesta (estrés, privación de sueño, fiebre, procesos sintéticos agudos, alcohol, tóxicos y menstruación).

Las causas de crisis y epilepsia son variadas y su importancia cambia según la edad del paciente. En niños predominan las febriles, epilepsia idiopática y alteraciones prenatales, mientras que en adultos las causas predominantes son tumores y TCE. En ancianos que debutan con crisis la causa más habitual es el ictus.

Causas más frecuentes de epilepsia según la edad

  • 0-2 años: anorexia perinatal: en neonatos cualquier trastorno metabólico excepto hiperpotasemia, alteraciones genéticas o del desarrollo, hemorragia, infecciones.
  • 2-12años: idiopática, crisis febriles.
  • 12-18 años: idiopática, traumática.
  • 18-35 años: traumática.
  • 35-55 años: tumoral.
  • Más de 55 años: enfermedad cerebrovascular, alteraciones metabólicas, tóxicos.

La clasificación de las crisis epilépticas se basa en las observación clínica y en la expresión electroencefalográfica ictal e interictal. Se dividen en dos tipos principales: parciales( tienen un origen focal o un área cerebral restringida) y generalizadas( implican un inicio bilateral, simétrico y sincrónico de la corteza). A su vez las crisis parciales pueden ser simples ( sin alteración del nivel de conciencia ) o complejas(si provocan alteración de conciencia) y subdividirse a su vez según si las manifestaciones son motoras, sensitivas, autonómicas o relacionadas con las esfera psíquica, aportando esto importante información sobre la localización del inicio de la crisis.

Figura_2-1_fmt

CRISIS PARCIALES: Los primeros signos clínicos y/o electroencefalográficos traducen una localización anatómica o funcional como origen de la crisis, si bien cualquier tipo de crisis parcial puede generalizarse secundariamente. En el electroencefalograma la descarga solo se registra en algunas zonas, al menos al inicio de la crisis.

  • Crisis parciales simples: No se produce pérdida de conciencia. Se manifiesta con síntomas motores, sensitivos, sensoriales (auditivos, olfatorios, visuales), vegetativos (sudoración, piloerección) vasomotores o psíquicos (miedo, deja-vu, despersonalización).
  • Crisis parciales complejas: No se produce convulsión sino una detención brusca de la actividad, Son típicos los automatismo como chupeteos, parpadeos, degluciones repetitivas. A su vez pueden subdividirse:
  • Crisis con alteración de la conciencia desde el comienzo
  • Crisis con comienzo parcial simple seguido por alteración de conciencia
  • Crisis parciales que evolucionan a generalizadas tónico-clónicas:
  • Parcial simple que evoluciona a generalizada
  • Parcial compleja que evoluciona a generalizada

CRISIS GENERALIZADA (convulsiva o no)

Figura_2-2_fmt

La alteración de la conciencia en las crisis complejas puede ir precedida de una serie de síntomas previos, característicos y estereotipados que reciben el nombre de aura y, dado que la conciencia esta aun preservada, puede considerarse una crisis parcial simple que evoluciona a compleja.

Una crisis es secundariamente generalizada cuando surge de la propagación a ambos hemisferios de una crisis parcial. Generalmente son del tipo tónico-clónico. Mientras que las crisis generalizadas vienen definidas por los fenómenos motores observados, además del patrón electroencefalogránico:

Figura_3-2_fmt

  • Crisis de ausencia: Crisis de desconexión del medio, de breve duración con inicio y final brusco. Sin manifestaciones motoras prominentes, pueden acompañarse de automatismos mínimos (movimientos de chupeteo, movimientos oculares, parpadeo rápido, y/o discreta actividad tónica clónica o atónica. Generalmente duran menos de 10 segundos y presentan una punta-onda generalizada a 3Hz en el electroencefalograma. Tienen buen pronóstico, suelen desaparecer antes de los 20 años en el 85% de los casos. No se asocian con retraso mental posterior.
  • Ausencias atípicas: Clínicamente son muy similares a las típicas, aparecen principalmente en pacientes con anomalías cerebrales previas y retraso mental, presentan con más frecuencia automatismos. En el electroencefalograma el inicio y fin de las crisis no es tan brusca y aparece un patrón de punta-onda lenta (menos de 3Hz) Este tipo de pacientes responde peor a la medicación. En este grupo se incluyen síndromes como Lenoux-Gastaut cuyo pico de incidencia tiene lugar entre los 2-10 años de edad y se suele asociar a retraso mental. Suele ser una evolución natural del sd de West el cual se manifiesta en niños entre los 2 meses-2 años en forma de “salvas”, espasmos en flexión, extensión o ambos. En el electroencefalograma de estos pacientes es característica la hipsarritmia, completa desorganización de la actividad eléctrica cerebral de fondo.
  • Crisis clónicas: sacudidas simétricas y bilaterales de los cuatro miembros de forma rítmica generalmente con flexión en codos y extensión en tobillos. A medida que la crisis progresa suele aumentar la amplitud de las sacudidas y disminuye su frecuencia. Aparecen habitualmente al despertar y están fuertemente asociadas a desencadenantes como el alcohol y la privación de sueño. Es más frecuente en adolescentes entre 13-19 años. Tiene una buena respuesta al tratamiento, no se asocian con retraso mental aunque en el momento que se suspende el tratamiento pueden reaparecer.
  • Crisis mioclónicas generalizadas: son sacudidas breves, bruscas e irregulares axiales o de los miembros, asociadas a descargas generalizadas en el electroencefalograma que aparece sin alteraciones en el periodo intercrítico. Solo el 10% tiene mala evolución, el resto desaparecen entre los 1-5 años de edad.
  • Crisis tónicas: repentino aumento sostenido del tono adoptando una postura flexora o extensora.

Figura_3-1_fmt

  • Crisis tónico-clónicas comprenden una fase tónica generalizada inicial seguida de una fase con clonías rítmicas generalizadas que termina en un periodo postcritico. Tras una crisis tónico-clónica generalizada, el paciente con frecuencia no recuerda nada de lo ocurrido. La fase postcrítica suele coincidir con un periodo más o menos prolongado en el que el sujeto presenta disminución de su nivel de alerta, contesta de forma confusa, poco coherente y se va recuperando paulatinamente. En este tipo de crisis no es extraño presenciar mordedura lingual lateral y elevación de la prolactina serica hasta 30 min después de la crisis.
  • Crisis atónicas: pérdida brusca del tono que puede causar caída o “drop attack”. No obstante, no debe considerarse todo cuadro clínico que presente estas características como una crisis atónica; en ocasiones son debidos a crisis tónicas que, al afectar a la musculatura axial, propulsan al individuo al suelo

MANEJO INICIAL DE LA EPILEPSIA

  • Confirmar el diagnóstico, establecer su semiología y descartar otros diagnósticos diferenciales.
  • Determinar la etiología para indicar un tratamiento específico, si procede.
  • Realizar un diagnóstico sindrómico para establecer un pronóstico y decidir el mejor tratamiento en cada caso.

  • Si se trata de una crisis aislada, se deben valorar los factores de riesgo de recurrencia que soporten la decisión de iniciar o no un tratamiento con anticomiciales.
  • Iniciar tratamiento con el fármaco más adecuado al tipo de crisis, en monoterapia, incremento lento de de dosis y vigilancia de efectos secundarios.
  • Informar al paciente sobre las repercusiones sociales y laborales que implica el diagnóstico(conducción de vehículos, riesgo en algunos deportes o profesiones).

INDICACIÓN DE TRATAMIENTO TRAS UNA PRIMERA CRISIS NO PROVOCADA

  • Factores de riesgo de recurrencia de crisis:
  • Primera crisis en mayores de 60 años
  • Crisis parcial
  • Déficit focal postcrítico.
  • Exploración neurológica anormal
  • EEG patológico
  • Neuroimagen con lesión potencialmente causante de crisis
  • Debut como estatus o crisis subintrantes (situación en que se inicia una nueva crisis antes de haber finalizado la anterior)
  • Crisis morfeica (sólo se desencadenan crisis durante el sueño)
  • Profesión o situación sociolaboral en la que suponga riesgo importante una segunda crisis

ESTATUS EPILÉPTICO

Situación en la que una crisis epiléptica, en cualquiera de sus tipos, se repite o persiste durante 30 minutos o más. Actualmente se reconoce el término de estatus epiléptico inminente como la presencia de CTCG (Crisis Tónico Clónicas Generalizadas) que se prolongan más de 5 minutos o crisis intermitentes durante más de 15 minutos en las que no se produzca recuperación del nivel de conciencia. Ello implica la necesidad de tratar con antiepilépticos intravenosos a estos paciente con alto riesgo de desarrollar un estatus epiléptico, aun asumiendo que en algunos las crisis podrían cesar espontáneamente. Debemos ser capaces de diferenciar los convulsivos (EEC) de los no convulsivos (EENC), ya que su pronóstico y manejo terapéutico son diferentes. Los EENC consisten en una disminución del nivel de conciencia o cambio cognitivo o de comportamiento respecto a la situación basal, sin manifestaciones motoras llamativas durante más de 30 minutos y que se acompañan de actividad epileptiforme focal o generalizada en el EEG. Su diagnóstico precisa de un alto grado de sospecha y por ello se trata de una patología infradiagnosticada. Abarcan una gran variedad de situaciones clínicas, desde pacientes ambulantes con una discreta alteración el nivel de conciencia, hasta pacientes en coma. Pueden asociarse manifestaciones motrices sutiles, como automatismo de chupeteo, movimientos oculares o faciales mínimos, o desviación ocular con batidas nistagmoides. Las alteraciones del lenguaje con lentitud, ecolalia y disfagia suelen formar parte de los síntomas, así como alteraciones del comportamiento: agitación, agresividad, risa o llanto inmotivado e incluso síntomas psicóticos o cuadros que se asemejan a una pseudodemencia. Es relativamente frecuente que estos estatus en pacientes ambulatorios, con escasa afectación del nivel de conciencia, se diagnostiquen tardíamente, pasados días o incluso semanas desde su inicio.

El diagnóstico clínico es evidente en el caso de los convulsivos, pero precisa de un alto grado de sospecha en los no convulsivos. Es imprescindible la realización de EEG, que debe realizarse de manera urgente, además en todo estatus, debemos determinar la causa que lo produce de manera simultánea al inicio del tratamiento. En pacientes con epilepsia conocida la causa más habitual es la interrupción del tratamiento o cambios recientes en el mismo.

EENC (Estatus Epiléptico No Convulsivo)

  • EENC de ausencia: lo más frecuente es que se produzcan en pacientes con diagnóstico previo de epilepsia generalizada. El EE de ausencias de novo es una entidad característica que se describe fundamentalmente en ancianos sin antecedentes de epilepsia, en los que se produce un cuadro de desconexión parcial o confusión leve asociado a la retirada brusca de fármacos psicótropos, principalmente benzodiazepinas. Presentan una leve alteración de conciencia (pueden beber, comer, hablar con escasa dificultad, deambular, responden a ordenes sencillas) y en ocasiones presentan cambios de conducta. Pueden tener una duración de horas a días o incluso semanas. Algunas veces aparecen crisis tónico-clónicas intercaladas o como evolución final si se propaga la descarga neuronal al resto del parénquima cerebral.
  • EENNC parcial simple: es un cuadro difícil de reconocer, ya que se suelen presentar manifestaciones clínicas no motoras, como son las acústicas, afasia, disestesias, vegetativas, psíquicas o visuales, sin alteración de la conciencia. Cuando consiste en sintomatología de semiología negativa (afasia con mayor frecuencia) plantea diagnóstico diferencial de rictus.
  • EENNC parcial complejo: se produce una alteración de la conciencia que oscila desde cuadros confusionales y/o alteraciones marcadas de conducta hasta el coma. Puede acompañarse de automatismo orales o manuales mínimos y dificultades en el lenguaje si afecta al hemisferio dominante. Es el EENC más frecuente (16-43% de los estatus).
  • EENC sutil: Es el estatus que aparece después de haber presentado crisis tonico-clónicas y, sobre todo, estatus convulsivos tonico-clónicos generalizados, bien porque no han respondido al tratamiento, bien por tratamiento insuficiente. Lo habitual es que se trate de pacientes que persisten en coma o con bajo nivel de conciencia tras un estatus convulsivo. En estos casos se plantea el diagnóstico diferencial con una situación de estupor postcritico prolongado y un coma farmacológico.

Tratamiento del estatus epiléptico

El EEC es una emergencia médica. En el caso de EENC la actitud varía según el tipo de estatus. En general se debe perseguir la finalización del mismo unido a la prevención de crisis recurrentes, a eliminar los factores precipitantes o causales y las complicaciones que pueda presentar.

Fase inicial, crisis tónico-clónicas generalizadas más de 5 minutos

  1. Mantener vía aérea permeable, colocar al paciente decúbito y evitar aspiración. Administrar O2 al 100%
  2. Obtener un acceso endovenoso para extraer una analítica, gasometría arterial y niveles de FAE si los estaba tomando previamente.
  3. Monitorizar TA y frecuencia cardiaca
  4. Si no disponemos de glucemia capilar administrar bolo iv de 50 ml de glucosa al 50% y 100 mg de tiamina
  5. Administrar diazepam iv (0,15 mg/kg) en bolos 2 mg/min hasta cese de la crisis con un máximo de 20 mg
  6. Clonazepam iv 0,02-0,03 mg/kg (hasta 2 mg) como alternativa al diazepam

Estatus epiléptico establecido

  1. Perfusión de fenitoína iv (18-20 mg/Kg) a 50 mg/min. Siempre monitorizar frecuencia cardiaca. Si no cede, aumentar dosis hasta un total de 30 mg/kg. Si el paciente estaba previamente en tratamiento con este fármaco emplear mitad de dosis.
  2. Como alternativa a la fenitoína, se puede administrar ácido valproico. De elección en pacientes con cardiopatías, arritmias, estatus epilépticos mioclónicos y de ausencias.
  3. Si persiste el estatus más de 30 min asociar una de las siguientes:
  4. Fenitoina o ácido valproico iv (lo que no se haya usado previamente)
  5. Levetiracetam iv: bolo 20 mg/kg en 5-15 minutos, manteniendo 1500 mg /12h
  6. Fenobarbital iv: bolos de 50-100 mg/ min hasta máximo 20 mg/kg.
  7. Diazepam iv: 100 mg en 500 ml de suero glucosado a 15-40 ml /h

Deben guardarse especiales precauciones con estos dos últimos fármacos, ya que pueden provocar depresión respiratoria y necesidad de intubación del paciente

Estatus epiléptico refractario

  1. Manejo en UCI
  2. Intubación
  3. Vigilar complicaciones: corregir acidosis. Si hay hipotensión empleo de drogas vasoactivas
  4. Mantener el tratamiento antiepiléptico iv previo
  5. Añadir uno de los siguientes: midazolam, propofol, fenobarbital o tiopental
  6. Monitorizar con EEG respuesta y descartar estatus sutil

Pronóstico del estatus epiléptico

Viene determinado por la edad y la etiología principalmente. Otros factores son la duración y el tipo de patología asociada. La anoxia severa alcanza una mortalidad cercana al 100%. Las alteraciones metabólicas, infecciones sistémicas y del SNC, hemorragias, tumores, ictus y TCE se asocian cada una con una mortalidad del 30% aproximadamente. Causas de estatus con índices bajos de mortalidad son: la suspensión de FAE (Fármacos Anti Epiléticos), y la abstinencia alcohólica. Los pacientes sin antecedentes de epilepsia tienen mayores cifras de mortalidad (48%) que los epilépticos (25%). La edad es otro factor determinante, un 3% de mortalidad en niños con estatus epiléptico frente 26% e adultos y 38% en ancianos. En cuanto al tipo de estatus, los de crisis tonico-clónicas generalizadas son los de peor pronóstico frente a las ausencias que tienen una excelente evolución, encontrándose en un punto intermedio los estatus parciales complejos, siendo su pronóstico más dependiente de la causa y la edad. Se considera que a partir de las 4 horas de duración disminuye drásticamente las posibilidades de revertir el estatus, por lo que la demora en el diagnóstico y en el inicio del tratamiento resultan determinantes en la evolución del paciente. La mortalidad del estatus también se incrementa cuanto más prolongado es éste.

CRISIS FEBRILES

En la actualidad no se consideran epilepsia. Suponen el 50% de las crisis convulsivas en los primeros 5 años de vida, afectando al 2-3% de la población infantil principalmente varones con predisposición genética entre los 6 meses y los 5 años. Suelen aparecer con fiebre mayor de 38º. El 80% son crisis generalizadas aunque pueden ser focales y seguirse de un déficit neurológico transitorio, este segundo caso con un pronóstico mucho más nefasto. En la mayoría de los casos el electroencefalograma es normal, en otros se pueden encontrar durante unos días ondas lentas en la región occipital, pero a las dos semanas como máximo se normalizan. En un 20-50% de los casos se repiten las crisis desapareciendo antes de los 5 años sin dejar secuelas en la mayoría de los casos.

El tratamiento es simplemente medidas antitérmicas y administración de diacepan iv o vía rectal. No es necesario mantener tratamiento de manera continuada salvo que existan alguno de los factores de riesgo descritos más adelante, en cuyo caso de administra ácido valproico.

Factores de riesgo para ser epiléptico en la edad adulta después de tener crisis febriles

  • Retraso psicomotor previo
  • Historia familiar de crisis no febriles
  • Crisis febriles complejas: duración de más de 15 minutos, repetición de las mismas en las primeras 24 horas
  • Alteraciones cerebrales previas
  • Crisis focales en lugar de generalizadas

Si nos encontramos con la presencia de alguno de estos factores, existe un riesgo del 3% de presentar epilepsia posteriormente. Si ninguno de ellos aparece, el riesgo es del 1%, solo un 0,5 más que la población general.

Pese a una adecuada anamnesis y exploración clínica, es posible confundir una primera crisis con otro cuadro. El síncope es un motivo de consulta más frecuente que la crisis y la principal causa de confusión, especialmente si se trata de un síncope acompañado de convulsiones. Otros episodios que dan lugar a error pueden ser las crisis psicógenas o pseudoepilépticas, AIT (accidente isquémico transitorio), auras migrañosas, amnesia global transitoria, movimientos anormales y algunos trastornos del sueño. En los niños pequeños los espasmos del sollozo, el reflujo gastroesofágico, y el vértigo paroxístico son otros diagnósticos a considerar.

Debemos buscar signos físicos que pueden aparecer tras haber sufrido una crisis: mordedura de lengua, luxación de hombro, TCE, herida. Otros datos como la presencia de alteraciones morfológicas que sugieran cromosomopatías o estigmas de enfermedades neurocutáneas pueden incluso orientar hacia la etiología de la crisis (síndrome de Down, esclerosis tuberosa, etc).

En el caso de pacientes con diagnóstico previo de epilepsia, habrá que determinar si han presentado crisis, su frecuencia, y si estas difieren de las habituales. Es muy importante indagar sobre factores desencadenantes de crisis y sobre cambios recientes o incumplimiento del tratamiento, que es uno de los principales motivos de descompensación de la epilepsia crónica. Cualquier dato que sugiera un nuevo tipo de crisis o signos nuevos en la exploración general o neurológica obligara a un estudio completo del paciente, similar al abordaje de pacientes con una primera crisis.

Bibliografía

 

Enfermedad celiaca

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Resumen

La enfermedad celiaca es una patología inflamatoria de tipo inmunitario, que afecta al intestino delgado y que es generada por la ingestión de gluten en individuos genéticamente predispuestos. La enfermedad es permanente y el daño al intestino ocurre cada vez que se ingiere gluten, independientemente de si haya síntomas o no. El objetivo del tratamiento en la enfermedad celiaca es doble: por una parte, corregir las anormalidades histológicas y funcionales asociadas a esta patología; por otra, disminuir el riesgo de complicaciones evolutivas, especialmente el desarrollo de linfoma intestinal. Por el momento, se considera una enfermedad incurable, por lo que el tratamiento (fundamentalmente dietético) debe mantenerse de por vida. Éste se basa en la exclusión completa y definitiva del gluten alimentario; es decir, el paciente debe tener siempre en cuenta la eliminación en la dieta de todos aquellos alimentos que contengan trigo, cebada, avena o centeno, y el conocimiento de los alimentos que puede consumir libremente y aquéllos con los que debe tener precaución porque lo pudieran contener. Tanto en el ámbito ambulatorio (comunitario) como hospitalario, el farmacéutico puede ejercer una importante labor sanitaria, centrada fundamentalmente en la ayuda a la detección de enfermos no diagnosticados, el asesoramiento dietético sobre dietas y productos exentos de gluten, así como de complementos nutricionales, y el asesoramiento farmacológico, para determinar los posibles problemas relacionados con la medicación utilizada por otros motivos, en los pacientes celiacos.

INTRODUCCIÓN

La enfermedad celiaca (ECe) afecta en España a más de 450.000 personas, de las que se estima que menos del 10% están diagnosticadas. Se trata de una patología inflamatoria de tipo inmunitario, que afecta al intestino delgado y que es generada por la ingestión de gluten en individuos genéticamente predispuestos; de hecho, aproximadamente el 10% de los parientes de primer grado de los que ya tienen la condición pueden desarrollar la enfermedad celiaca en algún punto de su vida. La enfermedad es permanente y el daño al intestino ocurre cada vez que se ingiere gluten, independientemente de si haya síntomas o no. Por cada persona diagnosticada con la enfermedad celiaca, hay aproximadamente 80 más que no son diagnosticadas (GIG, 2016).

La destrucción de la mucosa da lugar a la principal manifestación de esta enfermedad, que es la alteración en la absorción de los nutrientes de los alimentos. La respuesta inflamatoria origina una amplia atrofia – que puede ser completa – de las vellosidades intestinales, que afecta preferentemente a las porciones proximales del intestino delgado.

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Figura 1. Aspecto histológico de la mucosa duodenal.(A) normal; (B) de un enfermo celiaco (con atrofia de las vellosidades).

En condiciones normales, la superficie de absorción del intestino delgado es equivalente a un campo de tenis (aproximadamente 200 m2), y ésta se ve notablemente reducida en la ECe. Además, la inmadurez de los enterocitos se acompaña de una menor producción enzimática, que dificulta la absorción de hidratos de carbono y proteínas. Por otra parte, la exagerada exfoliación celular condiciona pérdidas proteicas y de hierro. Por último, la marcada anorexia que caracteriza a la ECe limita la ingesta de alimentos, condicionando todos estos factores la malnutrición y el síndrome clínico que caracteriza a la celiaquía (Zarzuelo, 2008).

Las características que han definido clásicamente el diagnóstico de la ECe son:

  • Intolerancia al gluten de la dieta.
  • Lesión anatómica severa del intestino delgado proximal en forma de atrofia de las vellosidades (Figura 1).
  • Recuperación clínica e histológica con una dieta exenta de gluten.
  • Reaparición de la atrofia de las vellosidades intestinales tras la reintroducción del gluten en la dieta, aunque esta última condición ya no es considerada como exigible en el diagnóstico clínico de la ECe; de hecho, actualmente se acepta que la presencia de lesiones histológicas preatróficas, (como una hiperlinfocitosis intraepitelial), basta para establecer el diagnóstico, siempre que tales lesiones reaparezcan (regresen) tras la exclusión del gluten del régimen alimentario.

EPIDEMIOLOGÍA

Aunque esta enfermedad puede afectar a numerosos grupos étnicos, parece que existe una mayor prevalencia para las personas de raza blanca (caucásica). Considerando únicamente las formas sintomáticas de la enfermedad, la prevalencia global estimada en la Unión Europea está en torno al 1%, con un rango entre el 0,5% y el 1,3%, siendo más frecuente en las mujeres (2:1). En España, a nivel global (1-80 años), la prevalencia está en torno al 0,5%, siendo cinco veces mayor en niños (1,4%) que en adultos (0,3%). Los datos registrados en un amplio estudio nacional (Cilleruelo, 2014) mostró que la incidencia (nuevos casos diagnosticados) de esta enfermedad entre los niños españoles es de 7,9 casos por 1000 nacidos vivos y de 54 casos por 100.000 personas-año.

Esta enfermedad puede desarrollarse a cualquier edad y, una vez iniciada, la sensibilidad al gluten permanece de por vida. Sin embargo, la máxima incidencia de aparición de los síntomas clínicos de la enfermedad se sitúa entre los 9 meses y los 3 años; en España la mediana de edad en el momento del diagnóstico es de 2,3 años y un 40% de los casos se diagnostica antes de los dos años de edad. Es muy raro que la enfermedad surja en la adolescencia, ya que tiende a sufrir una remisión espontánea durante este periodo de la vida en la que los pacientes toleran el gluten, si bien la biopsia intestinal sigue mostrando cambios histológicos característicos de la celiaquía. En el adulto, el pico máximo de incidencia se sitúa entre la tercera y quinta década de vida. Actualmente se está describiendo la tendencia a una menor incidencia en niños, pero se está incrementando en adultos. Esto se intenta explicar en función del mayor retraso en la edad de incorporación del gluten a la dieta infantil y la más frecuente lactancia materna.

FISIOPATOLOGÍA

Anatomía y fisiología intestinal

La mucosa intestinal juega un importante papel en la defensa inmunológica contra las infecciones y en la protección del organismo contra la invasión de agentes externos, pero a la vez debe ser tolerante a la flora intestinal normal y factores antigénicos inocuos. Por eso, en el aparato digestivo debe existir un perfecto equilibrio para impedir una respuesta inmunológica contra la propia flora microbiana y las proteínas externas que colaboran en la supervivencia del individuo.

Se sabe que la inmunidad es mediada por dos sistemas: el innato y el adquirido. Los genes que controlan estos sistemas son diferentes y trabajan probablemente de modo complementario.

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Figura 2. Anatomía microscópica del intestino.A) Sección longitudinal del intestino. B) Sección longitudinal de una vellosidad intestinal, detalle de la vascularización y descamación epitelial apical. C) Sección transversal de una vellosidad. D) Enterocito y microvellosidades.

El sistema inmune innato comprende elementos del sistema inmune (incluye células dendríticas presentes en el epitelio intestinal, células de Paneth, macrófagos y neutrófilos), susceptibles de producir reacciones inespecíficas a potenciales patógenos, incluyendo radicales libres tales como el anión superóxido. En contraste, la respuesta inmune adquirida da lugar a reacciones específicas, tales como la producción de anticuerpos selectivos frente a antígenos específicos. En última instancia, ambas formas de inmunidad son determinantes y requieren un acoplamiento estructural, de tal manera que la inmunidad innata proporciona una rápida defensa frente potenciales agresores y, probablemente, determina a qué antígenos responderá el sistema inmune adquirido, que sería la base de la tolerancia digestiva. En este sentido, son muchas las patologías que tienen su base en la alteración de la respuesta inmune, manifestando una respuesta exagerada ante proteínas que usualmente no serían antigénicas.

El tejido intestinal está estructurado de tal forma que la luz intestinal tenga la mayor superficie posible, con el fin de magnificar su principal cometido: absorber nutrientes y agua. En el intestino delgado – la zona de absorción mayoritaria de nutrientes – la mucosa y la submucosa se repliegan a lo largo del mismo, formando los pliegues circulares o pliegues de Kerckring (Figura 2).

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Figura 3. Esquema de una cripta de Lieberkühn.

Por otra parte, el epitelio de la mucosa forma millones de pequeñas proyecciones (aproximadamente de 1 mm de largo), llamadas villi o vellosidades intestinales, cada una de las cuales contiene un lecho capilar y un vaso linfático. Finalmente, la membrana plasmática de los enterocitos forma también proyecciones, microvilli, que aumentan aún más la superficie de absorción (absortiva). Las células epiteliales que forman los villi están en constante renovación: las células muertas se pierden y son digeridas. Los tipos celulares que constituyen los villi son, predominantemente, células absortivas, responsables de captar los nutrientes y transportarlos a la sangre, pero también células secretoras de mucina (células caliciformes) y células endocrinas. La cantidad de células absortivas disminuye desde el duodeno al recto, mientras que aumentan las células caliciformes.

En la base de los villi se encuentran unas estructuras tubulares, denominadas criptas de Lieberkühn (Figura 3), que son estructuras glandulares con capacidad para regenerar el epitelio, en cuyo fondo se encuentran células madre (pluripotenciales), que constantemente se diferencian hacia los distintos tipos de células epiteliales para reemplazar a las células muertas que se pierden en las vellosidades intestinales. Obviamente, estas células tienen una gran relevancia en tanto que son responsables de la regeneración del epitelio y, con ello, del mantenimiento de la integridad de la mucosa. Próximas a ellas se encuentran las células de Paneth, similares a los neutrófilos, ya que, en presencia de antígenos, secretan péptidos antibacterianos (defensinas), lisozima y fosfolipasa A2 a la luz de la cripta, actuando como elementos defensivos frente a bacterias, hongos y algunos virus encapsulados, contribuyendo al mantenimiento de la barrera gastrointestinal (Zarzuelo, 2008).

Al especializarse en la absorción de agua, la mucosa del intestino grueso es diferente: presenta menos pliegues y carece de vellosidades, las criptas son más anchas, profundas y numerosas. Carece de células de Paneth, pero es mucho más rica en células caliciformes productoras de mucina. Aquí se encuentran las células endocrinas que segregan serotonina, sustancia P y el péptido intestinal vasoactivo. En el ciego pueden existir uno o más apéndices. A este nivel la mucosa presenta gran número de nódulos linfáticos, que le confieren un aspecto característico.

El intestino está preparado anatómicamente para la defensa frente a agentes extraños; como todas las mucosas, presenta tejido linfoide asociado incluido en la lámina propia de la mucosa. Por lo general, se trata de un tejido difuso o nodular que se hace más predominante en el íleon, donde adquiere una disposición especial en placas (placas de Peyer). Estos núcleos linfoides están conectados entre sí por el sistema linfático, a través del cual acceden a los ganglios los antígenos capturados por células presentadoras de antígeno en la mucosa. Como el resto de las mucosas, la mucosa intestinal produce lisozima, inmunoglobulina A (IgA) y diversas enzimas (lactoferrina, lactoperoxidasa, etc.) que dificultan la colonización por microoganismos. En el epitelio hay linfocitos T citotóxicos y linfocitos B, que una vez sensibilizados por antígenos específicos migran a los ganglios, donde proliferan dando lugar a células plasmáticas productoras de anticuerpos.

La mucosa intestinal presenta cierto grado fisiológico de inflamación. Es decir, presenta un elevado número de células de defensa y moléculas inflamatorias; o lo que es lo mismo, se encuentra permanentemente en estado de alerta. Sin embargo, presenta a la vez tolerancia a la mayor parte de los antígenos a los que está expuesto, de forma que no reacciona en condiciones normales ni a los alimentos ni a la flora intestinal normal.

Etiopatogenia de la enfermedad celiaca

Desde el punto de vista etiopatogénico, la ECe está determinada por tres tipos de factores: genéticos, ambientales e inmunológicos. Entre los factores ambientales, el consumo de harinas de ciertos cereales (trigo, centeno, cebada y avena) se considera un factor desencadenante en la patogenia de la ECe, aunque la toxicidad de la avena ha sido cuestionada recientemente. Se ha demostrado que la fracción tóxica de las harinas de estos cereales está constituida por un grupo heterogéneo de proteínas conocido como gluten, y más concretamente las prolaminas, que representan la fracción de gluten soluble en alcohol. Entre éstas se encuentran las gliadinas del trigo, las secalinas del centeno, las hordeínas de la cebada y las aveninas de la avena. Estas prolaminas son resistentes a las enzimas duodeno-pancreáticas y pueden inducir la producción de lesiones intestinales en individuos predispuestos. Asimismo, se ha sugerido que ciertas infecciones virales durante la infancia, especialmente las producidas por rotavirus y adenovirus, pueden incrementar el riesgo de enfermedad celiaca (Stene, 2006).

En relación con los factores genéticos, la ECe está fuertemente ligada al complejo mayor de histocompatibilidad, en concreto a los genes que codifican el HLA1 de clase II, algunos de cuyos alelos se asocian a un mayor riesgo de padecer la enfermedad. En este sentido, el 93-99% de los pacientes celiacos son portadores del heterodímero HLA-DQ2 (DQA1*05,DQB1*02), y el 2-7% restante del HLA-DQ8 (DQA1*03. DQB1*0302) o ambos (Sollid, 2005). En concreto, en España el fenotipo HLA es DQ2 en el 88,3%, DQ2 y DQ8 en el 8,4% y DQ8 en el 2,3% (Cilleruelo, 2014).

Estos marcadores de superficie son responsables de la presentación de la molécula de prolamina a las células T y de la activación de las mismas. La prevalencia de la ECe es mayor entre familiares de primer grado de los pacientes celiacos (8-12%) que en la población general, porcentaje que se incrementa en hermanos HLA idénticos (30%), llegando en gemelos univitelinos al 70%. No obstante, hasta el 25% de la población sana del norte de Europa también es portadora del HLA-DQ2. Por tanto, es obvio que deben existir otros factores genéticos sobreañadidos al sistema HLA implicados en la patogenia de la ECe; de hecho, se han identificado otros factores genéticos de riesgo no asociados al HLA en pacientes celiacos, como un defecto en los genes que codifican para la IL-2 y la IL-21.

Finalmente, es importante señalar la existencia de una respuesta inmune humoral, a través de la generación de anticuerpos frente a la transglutaminasa tisular (TGt), enzima que se ha identificado como el autoantígeno más importante de la enfermedad celiaca. Pertenece a la familia de enzimas calciodependientes que catalizan la formación de enlaces cruzados entre proteínas. Este enzima tiene una amplia distribución en el organismo, estando también presente en las fibras que rodean al músculo liso y células endoteliales del tejido conjuntivo. La TGt interviene en el ensamblaje de la matriz extracelular y en los mecanismos de reparación tisular. Las prolaminas constituyen un sustrato de esta enzima, y su transformación, por efecto de la TGt, aumenta su capacidad para activar las células T y B.

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Figura 4. Etiopatogenia de la enfermedad celiaca. TGt: transglutaminasa tisular; APC: célula presentadora de antígeno; CD4: linfocitos T CD4; CD8: linfocitos T CD8; células plasmáticas: productores de anticuerpos.

En condiciones fisiológicas, las uniones intercelulares en el epitelio intestinal limitan el paso de macromoléculas (incluyendo los péptidos del gluten) a través de la barrera epitelial intestinal, previniendo el desarrollo de la enfermedad. Recientemente se ha sugerido que el gluten es capaz de activar la producción de zonulina, un péptido intestinal que regula la permeabilidad intestinal controlando la apertura de determinadas estructuras que actúan como barreras entre las células. La mayor producción de este péptido sería responsable del incremento en la permeabilidad intestinal que caracteriza a las fases iniciales de la enfermedad celiaca, favoreciendo la entrada de las glutaminas. Una vez en el tejido intestinal, las proteínas del gluten se convierten en sustrato de la TGt, que actúa de forma específica sobre los péptidos de las prolaminas, produciendo residuos cargados negativamente por desamidación de los restos de glutamina y su transformación en ácido glutámico.

Tras esta reacción se produce un complejo entre el autoantígeno (TGt) y las prolaminas modificadas que originaría nuevos determinantes antigénicos (Figura 4). Éstos, en individuos genéticamente predispuestos (HLA-DQ2 o DQ8), son procesados por las células presentadoras de antígenos (células dendríticas y macrófagos), generando la reacción autoinmune propia de la ECe. El resultado último sería la infiltración y activación de linfocitos intraepiteliales CD8 y de linfocitos CD4 de la lámina propia, generando citocinas de carácter proinflamatorio que promoverían la respuesta inmune exacerbada responsable de las alteraciones en las vellosidades e hiperplasia de las criptas del intestino delgado, responsables del cuadro de malabsorción que caracteriza la ECe.

La cantidad de gluten ingerida es muy relevante, dado su papel desencadenante de la enfermedad celiaca; por este motivo, no todas las gramíneas son iguales. Entre los cereales de consumo más habitual, se considera que la avena – tribu Avenae – es menos agresiva para la mayoría de los celiacos, puesto que su contenido en prolaminas es muy inferior a la de los cereales de la tribu Triticae (trigo, centeno, cebada); en este sentido, el trigo es el que presenta un contenido más elevado de todas las gramíneas. Por otra parte, no todas las prolaminas ejercen esa función desencadenante de la enfermedad celiaca, ya que sus características químicas varían su potencial antigénico. Por ejemplo, el maíz y el arroz son inocuos para el paciente celiaco.

Sensibilidad no celiaca al gluten

Hasta hace algunos años, el espectro de los trastornos relacionados con el gluten se había restringido a la enfermedad celiaca y a la alergia al trigo, pero recientemente se ha establecido una nueva entidad patológica conocida como sensibilidad no celiaca al gluten.

Aunque, como hemos visto, la fisiopatología y biomarcadores de la enfermedad celiaca son bien conocidos, éste no es el caso de la sensibilidad no celiaca al gluten. Ésta es definida como la presencia de una variedad de síntomas relacionados con la ingestión de gluten, en pacientes en los que se ha excluido la enfermedad celiaca y la alergia al trigo. No está claro si la sensibilidad al no celiaca gluten es causada por el consumo de gluten o por el de oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, los denominados FODMAP2 (Meijer, 2015). Esta relativamente nueva entidad se viene estudiando con detalle en los adultos, pero los ensayos aleatorizados sobre la sensibilidad no celiaca al gluten en niños son muy escasos y resultan indispensables para evaluar el papel que este tipo especial de sensibilidad no celiaca al gluten tiene en los pacientes pediátricos de gastroenterología, con el fin de evitar el uso de dietas restrictivas innecesarias en los niños y de interferir con un diagnóstico adecuado de la enfermedad celiaca.

En un estudio aleatorizado, doblemente ciego, controlado con placebo y cruzado (Di Sabatino, 2015), realizado con pacientes que experimentaban síntomas intestinales y extraintestinales, pero que no eran celíacos ni tenían alergia al trigo, se observó que la incorporación de pequeñas cantidades de gluten en la dieta (4,4 g/día) durante apenas una semana empeoraba significativamente los síntomas en relación a un placebo (almidón de arroz), particularmente hinchazón y dolor abdominal, confusión mental, depresión y estomatitis aftosa.

ASPECTOS CLÍNICOS

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Figura 5. Aspecto de un niño celiaco no controlado.

Las manifestaciones clínicas de la ECe varían mucho de un paciente a otro dependiendo de la edad, la presencia de patología extraintestinal, la duración y la extensión de la enfermedad. Por otra parte, la mayoría de los síntomas derivan de la malabsorción intestinal y, por tanto, no son específicos.

Infancia

Los primeros síntomas se manifiestan generalmente en la lactancia, edad en la que se suelen introducir los cereales que contienen prolaminas. Entre los síntomas más característicos se incluyen vómitos, dolor abdominal y flatulencia por acumulación de gases, así como diarrea crónica con deposiciones voluminosas, explosivas, blandas, pálidas y con mal olor. Otra manifestación que suele acompañar a la ECe en estas edades es el retraso en el crecimiento, que se asocia a palidez, apatía, anorexia y atrofia muscular (Figura 5). En niños mayores de 3 años la clínica suele ser muy variada, siendo frecuentes las deposiciones blandas, anemias debidas a las deficiencias de hierro y ácido fólico, y retraso en el crecimiento.

Se estima que aproximadamente un 10% de los retrasos del crecimiento idiopáticos son debidos a una ECe no diagnosticada. Por ello, la presencia de una talla baja no explicada constituye una indicación para la realización de pruebas de diagnóstico de ECe. En estos niños esta sintomatología se suele acompañar de alteraciones del comportamiento, como depresión, irritación y apatía, que pueden condicionar el fracaso escolar del niño. Finalmente, es frecuente que presenten un retraso en la aparición de los signos de la pubertad.

Adultos

La máxima incidencia se registra en mujeres de entre 30 y 40 años, aunque el 20% de los pacientes superan los 60 años en el momento del diagnóstico. La sintomatología puede ser muy variada, dependiendo de cómo se encuentre afectado el intestino.

La tríada clínica fundamental está constituida por diarrea con esteatorrea3 continua o intermitente, debilidad y adelgazamiento. Sin embargo, cuando la enfermedad afecta sólo a los primeros tramos intestinales puede que no se produzcan síntomas digestivos, ya que la malabsorción proximal es contrarrestada en los segmentos más distales; en estos casos, la enfermedad suele manifestarse por anemia ferropénica refractaria al tratamiento, signos de osteopenia e infertilidad. Puede también ser frecuente la aparición de lesiones bucales, como glositis y aftas, de forma que se ha descrito que hasta el 20% de los pacientes con aftas recidivantes padecen ECe.

En algunos pacientes, las manifestaciones clínicas que predominan son las extradigestivas, en parte derivadas de la deficiencia vitamínica o de minerales como consecuencia de la mala absorción intestinal. Entre éstas destacan: anemia ferropénica o macrocítica (deficiencia en hierro, ácido fólico y, en ocasiones, vitamina B12); alteraciones en la coagulación (por falta de vitamina K), que puede justificar algunas hemorragias favorecidas por la administración de antibióticos; osteopenia y osteoporosis (por déficit de calcio y vitamina D). Así, los pacientes con ECe tienen un riesgo elevado de desarrollar osteoporosis y, en particular presentan un incremento del 30% en el riesgo de experimentar una fractura ósea, que asciende al 69% en el caso de las fracturas vertebrales (Heikkilä, 2015). Se ha sugerido la conveniencia de practicar una densitometría ósea en todos los pacientes celiacos adultos, particularmente en aquellos que eran sintomáticos en el momento del diagnóstico (Zanchetta, 2016).

Manifestaciones asociadas

La ECe puede asociarse con numerosas enfermedades, la mayoría de ellas de naturaleza autoinmune, que suelen preceder al diagnóstico de la ECe, aunque también pueden manifestarse simultáneamente e incluso después de ella. Los pacientes que las padecen son considerados grupos de riesgo, ya que su asociación se produce con una frecuencia muy superior a la presentada en la población general.

Dermatitis herpetiforme

Actualmente es considerada como la manifestación dermatológica de la ECe. Se presenta fundamentalmente entre los 10 y los 50 años de edad y, a diferencia de la enfermedad celiaca, es más frecuente en varones que en mujeres (Kochhar, 2016). Cursa con lesiones vesiculares pruriginosas en piel normal o sobre placas maculares localizadas simétricamente en cabeza, codos, rodillas y muslos. Se presenta en el 25% de los celiacos, principalmente adultos (Lauret, 2013), y el diagnóstico se realiza mediante demostración de depósito de IgA granular en la unión dermoepidérmica de la piel sana. En la mayoría de los pacientes con dermatitis herpetiforme el examen histológico de la biopsia intestinal revela lesiones típicas de ECe, que desaparecen con la dieta libre en gluten. En pacientes con dermatitis herpetiforme que no responde satisfactoriamente a una dieta exenta de gluten, históricamente se ha venido recurriendo a la dapsona, en dosis de 100-200 mg/día, generalmente con buenos resultados (Antiga, 2015).

Diabetes mellitus tipo 1 y otras patologías autoinmunes

Aproximadamente el 6% de los ECe son diabéticos tipo 1 (Elfström, 2014). Asimismo, los pacientes con psoriasis han mostrado tener una mayor prevalencia de enfermedad de celiaca (Bhatia, 2014).

Enfermedad hepática

Un 40% de los pacientes diagnosticados de ECe y que incumplen el tratamiento, tienen niveles elevados de transaminasas, lo que se corresponde con una hepatitis inespecífica. Complementariamente, un 9% de las personas que manifiestan hipertransaminasemia tienen enfermedad celiaca; de hecho, la instauración de un régimen sin gluten induce la normalización de los niveles de transaminasas.

Infertilidad femenina y dificultades de la gestación

La enfermedad celiaca ha sido asociada con un importante incremento del riesgo de infertilidad. En una amplia revisión bibliográfica (Lasa, 2014), se encontró una fuerte asociación entre el diagnóstico de infertilidad y la enfermedad celiaca previamente no diagnosticada (OR=3,09; IC95% 1,74 a 5,49). Por el contrario, entre las mujeres celiacas adecuadamente tratadas, la tasa de infertilidad no es inferior que en las mujeres no celiacas (OR=0,99; IC95% 0,86 a 1,13). En otro estudio (Tersigni, 2014), en el que también se corroboró la relación entre enfermedad celiaca no diagnosticada e infertilidad (OR=5,06; IC95% 2,13 a 11,35), se comprobó asimismo el fuerte riesgo de aborto espontáneo entre las embarazadas (OR=5,82; IC95% 2,30 a 14,74) y reducción del crecimiento intrauterino (OR=8,73; IC95% 3,23 a 23,58) en las pacientes celiacas no diagnosticadas.

Síndrome de Down

La prevalencia de ECe es del 16%, lo que representa un riesgo 100 veces superior al de la población general.

Enfermedades tiroideas

El 14% de los pacientes celiacos son diagnosticados de tiroiditis autoinmunes. Es más frecuente el hipotiroidismo (10%) que el hipertiroidismo (4%).

Intolerancia a la lactosa

La coincidencia simultánea con ECe tiene lugar en el 10% de los casos. Este porcentaje se ve incrementado hasta el 50% cuando la ECe se manifiesta con un síndrome de malabsorción. No obstante, en estas circunstancias, al tratarse de una intolerancia secundaria, con el inicio de la dieta sin gluten y la recuperación de las lactasas intestinales, la digestión del disacárido suele quedar restablecida.

Complicaciones de la enfermedad celiaca

De manera general, la mayoría de los enfermos celiacos tratados adecuadamente tienen una vida completamente normal. Sin embargo, se ha descrito un incremento del riesgo de desarrollar determinadas enfermedades, en gran parte derivadas de la evolución de la propia ECe:

  • Lesiones malignas: linfomas malignos no hodgkinianos (enteropatía asociada con linfoma de células T), carcinomas epiteliales (esófago, boca y faringe) y adenocarcinomas. Estas patologías presentan una prevalencia 5-15% cuando la ECe no es convenientemente tratada; en el caso de los linfomas, el riesgo es 2,5 veces superior que la población general (Mearin, 2006). En general, para todas estas formas de cáncer, el incremento del riesgo solo se mantiene durante el primer año tras el diagnóstico, con la excepción de los cánceres hepatobiliares y de intestino delgado (Askling, 2002).
  • Yeyuno-ileítis ulcerativa: es rara pero de pronóstico grave. En ocasiones puede ser la manifestación del desarrollo del linfoma.
  • Esprúe colágeno: complicación grave y generalmente resistente al tratamiento.
  • Atrofia esplénica, con manifestaciones hematológicas de hipoesplenismo; se manifiesta en el 30-50% de los pacientes adultos con ECe.
  • Complicaciones neurológicas no asociadas con la deficiencia vitamínica, que se manifiestan por ataxia sensorial progresiva.

Diagnóstico

El diagnóstico de la ECe se realiza por los síntomas, la biopsia intestinal y la determinación de anticuerpos específicos en sangre (Tabla 1).

Tabla 1. Sensibilidad y especificidad de los principales marcadores
de la ECe (Lepers, 2004)

Marcador serológico

Sensibilidad (%)

Especificidad (%)

IgG antigliadina (AAG)

65-100

50-100

IgA antigliadina (AAG)

68-91

72-100

IgA antiendomisio (AAE)

85-100

95-100

IgA antiglutaminasa tisular (AATG)

95-100

95-100

A principios de 1960 se detectó en el suero de pacientes celiacos la presencia de anticuerpos dirigidos frente a las distintas subfracciones de la gliadina (anticuerpos antigliadina, AAG). De hecho, tras la exclusión del gluten de la dieta, los AAG tienden a desaparecer, reapareciendo cuando se realizan transgresiones dietéticas o reintroducción controlada del gluten en la dieta (prueba de la provocación). Los AAG pueden ser de tipo IgG e IgA, siendo los primeros más sensibles pero menos específicos que los IgA; en este sentido, un 2-3% de los pacientes con ECe tienen deficiencia de IgA, por lo que pueden dar falsos negativos. Además, ciertas patologías, como la enfermedad de Crohn, la enteritis eosinofílica, la intolerancia a la leche de vaca o la neuropatía IgA, pueden dar resultados positivos. Incluso en pacientes sanos pueden aparecer AAG.

Con todo, actualmente se considera que el mejor test serológico consiste en la determinación de anticuerpos antiendomisio (AAE), que son preferentemente de la clase IgA y van dirigidos contra la sustancia interfibrilar del músculo liso (endomisio). El papel patogénico de estos anticuerpos en la ECe no ha sido establecido, aunque se ha observado que la gliadina se fija selectivamente a las estructuras del músculo liso esofágico que reaccionan con estos anticuerpos, pero se desconoce el significado de este hallazgo. La sensibilidad y la especificidad del test son mayores que en los test de AAG. Con la combinación de AAE y AAG se alcanzan valores predictivos positivos y negativos cercanos al 100%. Al igual que los AAG, los AAE disminuyen hasta negativizarse al excluir el gluten de la dieta, aunque ocasionalmente pueden persistir a títulos bajos, siendo los AAG normales.

Hoy en día se pueden determinar igualmente anticuerpos antitransglutaminasa (AATG), cuyos resultados alcanzan una sensibilidad y una especificidad similares e incluso superiores a la de los AAE.

La realización de la biopsia intestinal es obligatoria cuando se sospeche ECe o cuando algún test serológico sea positivo y todavía sigue considerándose como el patrón de diagnóstico de la ECe. En los pacientes con dermatitis herpetiforme su realización es también obligatoria, no solo para confirmar la presencia concomitante de lesiones intestinales, sino también para determinar el grado de afectación.

Las biopsias se suelen obtener durante la realización de una endoscopia de la segunda porción duodenal, aunque es más sensible en el yeyuno. Se suelen establecer tres categorías de ECe en función de los resultados de la biopsia:

  • Grado 1. Se caracteriza por la presencia de linfocitos intraepiteliales con vellosidades y criptas normales. Presente en el 40% de individuos con dermatitis herpetiforme y en una pequeña porción de enfermos con afectación intestinal. También suele presentarse en parientes de afectados que están asintomáticos.
  • Grado 2. La linfocitosis intraepitelial se acompaña de hipertrofia de las criptas. Es típico de individuos con ECe con síntomas intestinales, en parientes de afectados asintomáticos y en individuos con dermatitis herpetiforme. En la mayoría de estos individuos, el tratamiento con una dieta libre de gluten produce la mejoría en la arquitectura de las criptas que se vuelve normal o casi normal.
  • Grado 3. Manifiesta aplanamiento total de la mucosa con ausencia de vellosidades y con criptas muy pequeñas. Se encuentra en pacientes afectados más severamente. Suele ser refractaria a la dieta libre de gluten y la lesión no es reversible. Son pacientes que precisan de suplementos alimenticios vía parenteral.

Presentaciones de la enfermedad celiaca

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Figura 6. Iceberg de la enfermedad celiaca.

Además de las formas clínicas sintomáticas, existen ciertas formas ocultas de ECe que han dado lugar a una representación gráfica en forma escalonada según el grado de sospecha o evidencia clínica o histológica, conocida como iceberg de la ECe (Figura 6). En orden descendente (de mayor a menores evidencia y factores de riesgo), podemos encontrar las siguientes manifestaciones:

  • Sintomática (activa). Engloba tanto las formas de presentación típicas como atípicas (extraintestinales).
  • Silente. No hay manifestaciones clínicas, pero sí lesiones vellositarias características de ECe. El motivo de la biopsia suele ser la presencia de uno o varios marcadores serológicos positivos. Una proporción importante de casos silentes se aprecian en pacientes con enfermedades de base autoinmune, como diabéticos tipo 1, o personas con síndrome de Down; por este moivo se ha propiciado el empleo de marcadores serológicos como métodos de screening en estos individuos.
  • Latente. Individuos que tomando una dieta con gluten presentan una biopsia intestinal normal, pero que en un momento anterior han presentado una atrofia subtotal de vellosidades, con las características histológicas propias de la ECe. En este grupo también se incluyen pacientes sin atrofia vellositaria, pero en los que se detectan otras alteraciones, principalmente inmunológicas, de los pacientes celiacos, como son marcadores AAE positivo o aumento de linfocitos intraepiteliales.
  • Potencial. Estos pacientes no han presentado nunca lesión vellositaria, pero potencialmente pueden desarrollar una ECe, probablemente inducida por factores ambientales no identificados hasta el momento.

TRATAMIENTO

Objetivos

El objetivo del tratamiento en la enfermedad celiaca es doble: por una parte, corregir las anormalidades histológicas y funcionales asociadas a esta patología; por otra, disminuir el riesgo de complicaciones evolutivas, especialmente el desarrollo de linfoma intestinal. Por el momento, se considera una enfermedad incurable, por lo que el tratamiento (fundamentalmente dietético) debe mantenerse de por vida.

Se considera que un paciente con enfermedad celiaca no responde al tratamiento cuando sus síntomas o anomalías analíticas persisten durante 6 a 12 meses tras instaurar una dieta exenta de gluten, lo que puede afectar a un 10-19% de los casos (Lähdeaho, 2014) y es considerada refractaria si excede de los 12 meses.

Tratamiento dietético

El tratamiento se basa en la exclusión completa y definitiva del gluten alimentario; es decir, el paciente debe tener siempre en cuenta la eliminación en la dieta de todos aquellos alimentos que contengan trigo, cebada, avena o centeno, y el conocimiento de los alimentos que puede consumir libremente y aquéllos con los que debe tener precaución porque lo pudieran contener. Clásicamente, la avena es también excluida del régimen alimenticio de estos pacientes, y aunque estudios recientes han demostrado que la harina de este cereal podría ser bien tolerada por algunos enfermos celiacos, es importante tener en cuenta que la harina comercial de avena está frecuentemente contaminada con gluten de trigo, por lo que en general no se recomienda su consumo por los pacientes celiacos. En consecuencia, la dieta debe incluir otros cereales, en particular arroz y maíz.

La cantidad máxima de gluten que puede ser tolerada por un paciente celiaco aún sigue siendo motivo de debate. Un estudio (Akobeng, 2008) estableció que una dieta con un contenido inferior a 10 mg/día de gluten se asocia a una menor incidencia de anomalías histológicas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que una cosa es un límite estadístico y otra, muy diferente, que exista un límite para todos los pacientes; de hecho, los paciente difieren notablemente en su tolerancia al gluten, por lo que tal límite solo podría fijarse de forma personalizada.

Desde el 1 de enero de 2012 son de obligado cumplimiento en todos los países de la Unión Europea las disposiciones del Reglamento CE 41/2009 sobre composición y etiquetado de productos alimenticios para personas con intolerancia al gluten. En concreto, el Reglamento fija las siguientes denominaciones de venta para los productos destinados a las personas celiacas:

  • Sin gluten: contenido inferior a 20 mg/kg (<20 ppm, partes por millón).
  • Muy bajo en gluten: contenido entre 20 y 100 mg/kg (20-100 ppm).

Alimentos prohibidos (Contienen gluten):

  • Harinas de trigo, centeno, cebada y avena.
  • Pan, bollos, pasteles, tartas, galletas, bizcochos y demás productos de pastelería elaborados con cualquiera de estas harinas.
  • Pastas alimenticias o similares: fideos, macarrones, tallarines, etc., y sémola de trigo.
  • Leches malteadas y alimentos malteados.
  • Chocolates (excepto los específicamente autorizados).
  • Infusiones y bebidas preparadas con cereales (cerveza, malta, agua de cebada, etc.).
  • Alimentos de origen industrial en los que entre en su composición cualquiera de las harinas citadas. Por ejemplo: sopas, flanes, natillas, helados, caramelos, etc.

Alimentos permitidos (No contienen gluten):

  • Leche y derivados (queso, requesón, mantequilla, nata).
  • Carne, pescado, mariscos y huevos.
  • Verduras, frutas, hortalizas y tubérculos (patata).
  • Arroz, maíz, en forma de harinas y grano (incluyendo las «palomitas»).
  • Tapioca, soja y harina de soja.
  • Legumbres: lentejas, garbanzos, alubias, etc.
  • Frutos secos.
  • Azúcar y miel.
  • Aceites y margarina (sin aditivos).
  • Sal, vinagre, levadura sin gluten y pimienta.

Alimentos que pueden contener gluten:

En general, cualquier alimento preparado o manufacturado puede contener gluten: evitar los productos a granel.

  • Fiambres: salchichas, mortadelas y otros embutidos, pasteles de jamón o de carne, otros preparados de charcutería; patés diversos.
  • Queso fundido, queso en láminas, queso de bola; en general, quesos sin marcas de garantía.
  • Conservas.
  • Algunos colorantes alimentarios.
  • Pipas con sal, caramelos, golosinas.
  • Turrón, mazapán.
  • Café y té de preparación inmediata.
  • Medicamentos (consultar el prospecto).

La respuesta al régimen estricto sin gluten es elevada y, generalmente, rápida. En este sentido, la mayoría de los pacientes reportan una mejoría de las molestias abdominales ya en los primeros días y la mejoría de la diarrea ocurre prácticamente en todos los casos durante el primer mes (Murray, 2004). El principal problema estriba en la dificultad de cumplir e una dieta sin gluten, especialmente al principio del tratamiento. En este sentido, es importante asesorar a los pacientes y/o familiares sobre la composición de los alimentos e, incluso, sobre la presencia en algunos medicamentos para que se pongan en contacto con asociaciones de celiacos, que mediante la elaboración de las correspondientes guías aconsejan y controlan los alimentos consumidos, enseñando incluso a elaborar los alimentos sin gluten.

Por otra parte, es fundamental que los pacientes y familiares sean informados de la importancia en el cumplimiento de la dieta, aunque se haya obtenido la resolución aparente (clínica e histológica) de la enfermedad, debiendo mantenerse la restricción del gluten de por vida. Así, se ha comprobado que el riesgo de desarrollar linfoma intestinal, de presentar deficiencias nutricionales y osteoporosis en la edad adulta es mayor en pacientes que usan solo un régimen reducido en gluten en comparación con los que lo toman totalmente exento de gluten. La reactivación de la enfermedad se debe comúnmente a la ingesta de gluten. Además, hay que tener precaución con aquellos medicamentos que contengan harina de trigo como excipiente, así como aquellos otros que requieran consideraciones especiales o incluso estén contraindicado en cuadros de malabsorción.

En muchas ocasiones, los pacientes recién diagnosticados presentan deficiencias nutricionales, especialmente de hierro, ácido fólico, calcio y vitamina B12; y aunque se resuelven en el tiempo tras instaurar la dieta apropiada, puede ser conveniente la administración de suplementos vitamínicos y minerales. Es importante hacer constar que los niveles de vitamina B12 han mostrado ser determinantes para de la densidad mineral ósea en varones – pero no en mujeres – y, especialmente, en cuello femoral y cadera (Clarke, 2015).

Asimismo, se requiere prestar una atención especial a la ingesta de calcio y vitamina D, especialmente durante el embarazo, la lactancia materna, en periodos de desarrollo y crecimiento y tras la menopausia. Además, ya que la enfermedad celiaca puede asociarse a un déficit en la mucosa intestinal de la actividad enzimática lactasa, es conveniente al inicio del tratamiento (1 o 2 meses) suprimir la leche de la dieta, asegurando el aporte de calcio mediante la ingesta de leche con lactasa o de yogur.

Un estudio controlado con placebo (Klemenak, 2015) ha mostrado que la utilización de probióticos con Bifidobacterium breve durante un periodo de tres meses, tiene efectos significativos reduciendo la producción de Factor de Necrosis Tumoral alfa (TNFα), una potente citocina proinflamatoria, en niños con enfermedad celiaca sometidos a una dieta exenta de gluten.

Tratamiento farmacológico

En general, no es preciso recurrir a ningún medicamento para controlar los principales signos y síntomas de la enfermedad celiaca. Sin embargo, un caso especial en relación con el tratamiento de la enfermedad lo constituye la crisis celiaca, cuadro inflamatorio grave que cursa con diarrea importante, asociada con deshidratación, pérdida de peso, acidosis metabólica, hipocalcemia e hipoproteinemia. En esta situación está indicado el uso sistémico de coricosteroides.

Prevención de la enfermedad celiaca

Aunque la adopción de las medidas dietéticas mencionadas evita satisfactoriamente las consecuencias clínicas e histológicas, ni la introducción tardía de gluten ni la lactancia maternal impiden que la enfermedad celiaca esté presente. En este sentido, un estudio ha mostrado que ni la introducción retardada de gluten ni la lactancia materna modifican el riesgo de la enfermedad celiaca entre los lactantes en riesgo, aunque de la introducción retardada de gluten se asoció con un retraso en la aparición de la enfermedad (Lionetti, 2014).

En dicho estudio se asignó aleatoriamente a 832 recién nacidos que tenían un familiar de primer grado con enfermedad celiaca a la introducción del gluten en la dieta a los 6 meses (grupo A) o 12 meses (grupo B). El genotipo HLA se determinó a los 15 meses de edad, y la detección serológica de la enfermedad celiaca se evaluó a los 15, 24, y 36 meses y 5, 8 y 10 años; aquellos pacientes con resultados serológicos positivos se sometieron a biopsias intestinales. A los 2 años de edad, un porcentaje significativamente más elevado de niños en el grupo A que en el grupo B tenían autoinmunidad para la enfermedad celiaca (16% vs. 7%; p= 0,002) y enfermedad celiaca clínicamente manifiesta (12% vs. 5%, p= 0,01). A los 5 años de edad, las diferencias entre los grupos ya no fueron estadísticamente significativas para la autoinmunidad (21% vs. 20%; p= 0,59) o la enfermedad clínica (16% vs. el 16%; p= 0,78). A los 10 años, el riesgo autoinmune de enfermedad celiaca fue mucho mayor entre los niños con HLA de alto riesgo que aquellos con HLA de riesgo estándar (38% vs. 19%; p= 0,001), al igual que el riesgo de la enfermedad celiaca manifiesta (26% vs. 16%; p= 0,05). Sin embargo, otras variables como la lactancia materna, no se asociaron con el desarrollo de la enfermedad celiaca.

Perspectivas futuras de tratamiento

Actualmente, se están desarrollando varias líneas de investigación con el fin de desarrollar medicamentos susceptibles de evitar o, al menos, reducir la exigencia estricta de evitar el gluten alimentario, normalizando con ello la dieta de estos pacientes. Las más avanzadas son las que se mencionan a continuación.

La zonulina es un enzima que ensancha fisiológicamente el espacio entre las células epiteliales, permitiendo el paso a algunas sustancias de elevado peso molecular, como el gluten. Tomando como base que los pacientes con enfermedad celiaca presentan niveles elevados de zonulina, se ha desarrollado un fármaco, el larazótido (AT-1001), que es activo por vía oral y capaz de inhibir la zonulina; actualmente se encuentra en fase de investigación clínica (Khaleghi, 2016). En este sentido, un estudio aleatorizado y controlado con placebo realizado con pacientes con enfermedad celiaca con síntomas persistentes a pesar de la dieta exenta de gluten, ha mostrado que este fármaco, tras 12 semanas de tratamiento, reducía significativamente en un 26% el número de días con síntomas, incrementaba en un 31% en de días con mejoría de síntomas, disminuía en un 50% o más la puntuación media del dolor abdominal y los síntomas no abdominales, tales como la cefalea y el cansancio (Leffler, 2015).

Las propilendopeptidasas (PEP) son una familia de serina proteasas que tiene la capacidad de hidrolizar el enlace peptídico de la fracción carboxílica de un resto interno de prolina, lo que ha sido propuesto como un posible mecanismo farmacológico para degradar péptidos inmunotóxicos, como es el caso de la gliadina y en particular su fracción antigénica constituida por una cadena formada por 33 aminoácidos. Atendiendo a ello, se ha sugerido que la administración oral de este tipo enzimas podría facilitar la destrucción del gluten en el estómago y, con ello, evitar su efecto deletéreo a nivel intestinal; sin embargo, para que esta opción fuese factible, sería preciso que las propilendopeptidasas utilizadas fueran resistentes y activas en medio intensamente ácido o bien ser liberadas directamente en el intestino delgado. En relación con esta última opción, se han desarrollado (Alvarez, 2014) cepas de Lactobacillus casei que son capaces de liberar propilendopeptidasas en el intestino delgado; aunque, de momento, no han sido experimentadas en ensayos clínicos controlados.

Otra opción que está siendo considerada es la manipulación genética de los cereales, con el fin de suprimir el fragmento antigénico de la gliadina. En principio, se está intentando manipular genéticamente el trigo, la cebada y el centeno para que no tengan estos fragmentos. También se está trabajando en la línea de desarrollar productos que bloqueen la unión del antígeno con las moléculas DQ2 y DQ8 expresadas por las células presentadoras del antígeno en los pacientes con enfermedad celiaca, aunque de momento está en una fase muy preliminar.

EL PAPEL DEL FARMACÉUTICO

Tanto en el ámbito ambulatorio (comunitario) como hospitalario, el farmacéutico puede ejercer una importante labor sanitaria para los pacientes con enfermedad celiaca, centrada fundamentalmente en los siguientes aspectos:

  • Ayuda a la detección de enfermos no diagnosticados.
  • Asesoramiento dietético sobre dietas y productos exentos de gluten, así como de complementos nutricionales
  • Asesoramiento farmacológico, para determinar los posibles problemas relacionados con la medicación utilizada por otros motivos, en los pacientes celíacos.

Ayuda a la detección de enfermos no diagnosticados

La enfermedad celiaca es relativamente común, afectando al 0,5% de la población global, pero al 1,3% de los niños. Muchos de sus síntomas son inespecíficos y frecuentemente son asociados a otras enfermedades o los pacientes no les conceden la importancia patológica que realmente tienen.

La detección de enfermos celiacos ocultos o no diagnosticados es particularmente relevante, en tanto que por cada persona diagnosticada con la enfermedad celiaca, hay aproximadamente 80 más que no son diagnosticadas (GIG, 2016). Por este motivo, cualquier paciente que refiera diarrea, distensión abdominal o pérdida de peso persistente y no justificada, debería ser remitido al médico para su evaluación clínica, en particular si son niños. Asimismo, cuadros de anemia o incluso retraso del crecimiento infantil, pueden estar relacionados con la enfermedad celiaca o con una sensibilidad no celiaca al gluten.

Es importante también tener en cuenta que, en ocasiones, la enfermedad celiaca no se manifiesta en su forma clásica, sino que los síntomas y signos que pueden presentar algunos pacientes aparentemente no se relacionan con la enfermedad. Por este motivo, la remisión al médico también estaría justificada por la sospecha de enfermedad celiaca en pacientes con migrañas, infertilidad, fatiga, dolor articular, osteoporosis prematura o síntomas depresivos que no hayan respondido a tratamientos previos o que no hubiesen sido consultados con un médico.

Asesoramiento dietético

Como se ha indicado anteriormente el tratamiento se basa en la exclusión completa y definitiva del gluten alimentario; es decir, el paciente debe tener siempre en cuenta la eliminación en la dieta de todos aquellos alimentos que contengan trigo, cebada, avena y centeno. En consecuencia, debe insistirse al paciente que los únicos cereales aceptables en la dieta de un celiaco son arroz y maíz.

Idealmente, la cantidad de gluten en esta dieta «exenta de gluten» debería ser nula (0), pero esto es prácticamente imposible, dado que las harinas de cereales están presentes en toda la cadena alimentaria, sean alimentos transformados o no; por ello, en términos estrictos, habría que hablar de dietas de muy bajo contenido en gluten. Sin embargo, dado que existe un término utilizado legalmente por la industria alimentaria («Muy bajo en gluten») que, sin embargo, no es recomendable para pacientes celiacos, se sigue empleando la expresión dieta exenta de gluten.

Se sabe que la cantidad máxima de gluten que puede ser tolerada por un paciente celiaco está en torno a los 10 mg/día de gluten, ya que éste es el límite que se asocia estadísticamente con una menor incidencia de anomalías histológicas celiacas. Conviene, no obstante, insistir en que debe tenerse en cuenta que una cosa es un límite estadístico y otra, muy diferente, que exista un límite para todos los pacientes; de hecho, los pacientes difieren notablemente en su tolerancia al gluten, por lo que tal límite solo podría fijarse de forma personalizada.

Desde el 1 de enero de 2012 son de obligado cumplimiento en todos los países de la Unión Europea las siguientes denominaciones de venta para los productos destinados a las personas celiacas:

  • Sin gluten: contenido inferior a 20 mg/kg (<20 ppm, partes por millón).
  • Muy bajo en gluten: contenido entre 20 y 100 mg/kg (20-100 ppm).

En cualquier caso, recordamos que los alimentos prohibidos (por su contenido en gluten) son:

  • Harinas de trigo, centeno, cebada y avena.
  • Pan, bollos, pasteles, tartas, galletas, bizcochos y demás productos de pastelería elaborados con cualquiera de estas harinas.
  • Pastas alimenticias o similares: fideos, macarrones, tallarines, etc., y sémola de trigo.
  • Leches malteadas y alimentos malteados.
  • Chocolates (excepto los específicamente autorizados).
  • Infusiones y bebidas preparadas con cereales (cerveza, malta, agua de cebada, etc.).
  • Alimentos de origen industrial en los que entre en su composición cualquiera de las harinas citadas. Por ejemplo: sopas, flanes, natillas, helados, caramelos, etc.

Asimismo, es importante no olvidar que, en general, cualquier alimento preparado o manufacturado puede contener gluten, por lo que los pacientes celiacos deberían evitar el consumo de productos alimenticios adquiridos a granel (no envasados individualmente). En este sentido, debe rechazarse el consumo, salvo que expresamente indiquen su condición de «alimento sin gluten»:

  • Fiambres: salchichas, mortadelas y otros embutidos, pasteles de jamón o de carne, otros preparados de charcutería; patés diversos.
  • Queso fundido, queso en láminas, queso de bola; en general, quesos sin marcas de garantía.
  • Conservas.
  • Algunos colorantes alimentarios.
  • Pipas con sal, caramelos, golosinas.
  • Turrón, mazapán.
  • Café y té de preparación inmediata.
  • Medicamentos (consultar el prospecto).

Igualmente, existen ciertos productos dietéticos en la oficina de farmacia y en determinados centros dietéticos especializados que están específicamente confeccionados para su uso por pacientes celiacos o con intolerancia al gluten. En el Bot PLUS se encuentran encuadrados dentro del apartado de Alimentos modificados (V02), en el grupo de Alimentos sin gluten para celiacos (V025A).

En muchas ocasiones, los pacientes recién diagnosticados presentan deficiencias nutricionales, especialmente de hierro, ácido fólico, calcio y vitamina B12, incluso entre aquellos sometidos a dieta exenta de gluten, por lo que puede ser conveniente la administración de suplementos vitamínicos y minerales; esto es particularmente relevante para la vitamina B12, el calcio y la vitamina D, en la prevención de la osteopenia y la osteoporosis, especialmente durante el embarazo, la lactancia materna, en periodos de desarrollo y crecimiento y tras la menopausia. Además, ya que la enfermedad celiaca puede asociarse a un déficit en la mucosa intestinal de la actividad enzimática lactasa, es conveniente al inicio del tratamiento (1 o 2 meses) suprimir la leche de la dieta, asegurando el aporte de calcio mediante la ingesta de leche con lactasa (sin lactosa). Algunos estudios sugieren que el empleo de alimentos probióticos (con Bifidobacterium spp.) reduce la producción de citocinas proinflamatorias.

La Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE) confecciona una «Lista de alimentos aptos para celiacos» a partir de la información facilitada por los fabricantes de alimentos en lo referente a las materias primas utilizadas, proceso de elaboración, análisis de los puntos críticos en las diferentes fases de producción y certificación del producto final.

Asesoramiento farmacológico

La importancia de la actuación del farmacéutico para determinar los posibles problemas relacionados con la medicación utilizada en los pacientes celíacos, se ilustra con el siguiente dato obtenido de Bot PLUS: 780 medicamentos actualmente en el mercado español están sujetos a una restricción (precaución) o incluso la contraindicación de uso en pacientes celiacos.

Es evidente, por tanto, la necesidad de utilizar recursos informáticos como el Bot PLUS para poder conocer y, en su caso, actuar previniendo problemas relacionados con los medicamentos en los pacientes celiacos. Entre las diferentes causas que determinan la precaución o la contraindicación de uso, pueden citarse las siguientes:

  • Presencia de determinados excipientes en la forma farmacéutica que contienen cantidades significativas de gluten o para los que no puede excluirse el riesgo de tal presencia.
  • Fármacos que potencian la malabsorción de determinados nutrientes. Por ejemplo, la vitamina B12 (cobalaminas) requiere un pH ácido para su absorción digestiva; por ello, el uso continuado de antiácidos o antisecretores gástricos (ranitidina, omeprazol, etc.) podría provocar cuadros de hipovitaminosis B12, a los que son particularmente sensibles los pacientes celiacos (anemia, osteoporosis, etc.).
  • Fármacos que potencian la hipocalcemia, como los bisfofonatos, que incrementarían los riesgos propios de los pacientes celiacos.
  • Fármacos con propiedades antivitamínicas, como las sulfamidas, determinados antiepilépticos, etc.

Bibliografía

Utilidad del danazol en patologías teloméricas

Los datos procedentes de un estudio prospectivo de fase 1/2 sugieren que el tratamiento con danazol facilita una elongación de los telómeros y mejora significativamente los síntomas clínicos de los pacientes afectados con las enfermedades relacionadas.

Los telómeros son los extremos de los cromosomas y están formados por fracciones repetitivas de ADN no codificante, cuya función principal parece ser estabilizar estructuralmente a los cromosomas, facilitar el control de la división celular y prolongar el tiempo de vida de las estirpes celulares. Los defectos genéticos en el mantenimiento y reparación de los telómeros provocan, entre otras manifestaciones patológicas, insuficiencia de la médula ósea, cirrosis hepática y fibrosis pulmonar, y aumentan el riesgo de padecer diferentes formas de cáncer.

Históricamente, los andrógenos han sido utilizados como tratamiento para los síndromes de insuficiencia medular y que en diversos modelos experimentales se ha confirmado que las hormonas sexuales regulan la expresión genética de la telomerasa, el enzima que controla el tamaño de los telómeros cromosómicos. Atendiendo a estos antecedentes, se ha llevado a cabo un estudio con 27 pacientes diagnosticados con enfermedades teloméricas, que recibieron un tratamiento a base de danazol (800 mg/día, oral) durante un total de dos años, con el objetivo de frenar o atenuar el desgaste acelerado de los telómeros, así como mejorar los síntomas clínicos asociados al mismo.

El estudio se detuvo prematuramente, debido a que en los 12 primeros pacientes evaluados mostraron todos ellos una significativa reducción del acortamiento de sus telómeros e incluso 11 de ellos experimentaron una elongación del mismo. Las respuestas hematológicas – relacionadas con la mejora de la función de la médula ósea – ocurrieron en 79% a los 3 meses y en el 83% a los 24 meses. Los típicos efectos adversos asociados al danazol – niveles elevados de enzimas hepáticas y calambres musculares – se produjeron en el 41% y el 33% de los pacientes, respectivamente, aunque fueron de intensidad leve o moderada (grado ≤2).

Depresión en los cuidadores de pacientes críticos

Según se desprende de un reciente informe realizado en Canadá, la mayoría de los pacientes que proporcionan cuidados sanitarios a pacientes gravemente enfermos presentan elevados niveles de síntomas depresivos, que persisten durante periodos prolongados e incluso se cronifican.

Frecuentemente, los cuidadores de los pacientes gravemente enfermos o que han sobrevivido a críticas carecen de los apoyos necesarios para soportar el estrés y el exceso de trabajo que tales cuidados suponen, lo que se traduce habitualmente en un deterioro de la salud del propio cuidador.

Con el fin de determinar cuáles son las características del cuidador y de los pacientes en relación con los resultados de salud de los cuidadores durante el primer año después del alta del paciente desde una unidad de cuidados intensivos (UCI), se ha llevado a cabo un estudio en el que se inscribieron prospectivamente 280 cuidadores de los pacientes que habían recibido 7 o más días de ventilación mecánica en la UCI. Utilizando los datos de hospitales y cuestionarios auto-administrados, se recopiló información sobre las características del cuidador y del paciente, incluyendo los síntomas depresivos, bienestar psicológico, calidad de vida en salud, sensación de control sobre la vida y la capacidad de proporcionar atención en otras actividades. Las evaluaciones se produjeron una semana y 3, 6, y 12 meses después del alta de la UCI. La edad media de los cuidadores fue de 53 años; un 70% eran mujeres y el 61% estaban cuidando a su propio cónyuge.

Los resultados del estudio mostraron que un gran porcentaje de los cuidadores (67% inicialmente y 43% al cabo de un año) reportaron altos niveles de síntomas depresivos. Tales síntomas disminuyeron con el tiempo, al menos parcialmente, en el 84% de los cuidadores, pero no lo hicieron en abosluto en el 16%. Las variables que se asociaron de forma significativa con peores resultados de salud mental en los cuidadores fueron la menor edad, un mayor efecto de la atención al paciente en otras actividades, menos apoyo social, menos sentido de control sobre la vida, y una menor evolución personal. Por su parte, no se observó ninguna variable de los pacientes que se relacionase específicamente con los resultados de los cuidadores.

Incremento del riesgo de cáncer colorrectal en mujeres con diabetes de tipo 2

Un reciente estudio prospectivo ha mostrado un incremento del riesgo de cáncer de colon proximal en mujeres con diabetes de tipo 2, en comparación con aquellas no diabéticas.

En realidad, ya se tenían datos epidemiológicos consistentes que relacionaban la diabetes de tipo 2 con un incremento del riesgo de llegar a

padecer cáncer colorrectal; sin embargo, existían dudas sobre la localización concreta de estos cánceres y si el riesgo era igual para todas

ellas, tanto en varones como en mujeres. Por este motivo, investigamos cómo la diabetes mellitus (DM) se asoció con subsitio-específica el

riesgo de CCR en los hombres y las mujeres. Por este motivo, se desarrolló el

Netherlands Cohort Study on diet and cáncer

, un estudio prospectivo en el que se incluyeron a 120.852 personas con edades comprendidas entre los 55 y los 69 años al inicio del

estudio (1986). Después de una media de 17,3 años de seguimiento, se habían registrado un total de 3.056 casos de cáncer colorrectal,

1.735 en varones y 1.321 en mujeres.

Los modelos de multivariables ajustados mostraron que el riesgo de cáncer localizado en el colon proximal (la zona de unión al intestino delgado) fue significativamente mayor en las mujeres con diabetes tipo 2 en comparación con las mujeres no diabéticas, con un incremento del riesgo relativo del 80% (HR=1,80; IC95% 1,10 a 2,94). Sin embargo, no se encontró ninguna asociación estadísticamente significativa entre la diabetes tipo 2 y el riesgo de cáncer colorrectal en general, el cáncer de colon distal y del recto en las mujeres. En los valores, la diabetes tipo 2 no se asoció con el cáncer colorrectal (HR=0,98, IC95% 0,64 a 1,50), tanto globalmente como en localizaciones específicas.