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Medicamentos con nuevos principios activos autorizados por EMA/AEMPS

MEDICAMENTOS DE USO HUMANO AUTORIZADOS (EMA/AEMPS) DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS

QUE AÚN NO ESTÁN COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA

1 O= Medicamento huérfano; C= Autorizado condicionalmente; E= Autorizado en condiciones excepcionales

2 Elvitegravir ya está comercializado en España (Stribild®), asociado a cobicistat, emtricitabina y tenofovir (2013/06/26)

3 Cobicistat ya está comercializado en España (Stribild®), asociado a elvitegravir, emtricitabina y tenofovir (2013/06/26)

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA EN LOS ÚLTIMOS DOCE MESES

A. Clínica: Mejora la eficacia clínica con relación al tratamiento estándar.

B. Molecular: Incorpora variaciones significativas en la estructura molecular

y/o en el mecanismo de acción.

C. Seguridad: Mejora el perfil toxicológico con relación a la terapia estándar.

D. Farmacocinética: Mejora las características farmacocinéticas, con incidencia potencial o demostrada en las condiciones de uso y en la respuesta del paciente.

E. Técnico-Económica: Mejora algún aspecto farmacoeconómico y/o farmacotécnico.

F. Valoración Global

4 La brimonidina estaba previamente comercializada para el tratamiento tópico oftálmico del glaucoma.

VALORACIÓN DE LA INNOVACIÓN TERAPÉUTICA EN PANORAMA ACTUAL DEL MEDICAMENTO 

Es importante indicar que se valora el grado de innovación; es decir, lo que aporta de nuevo o de mejora sobre lo disponible), no el grado de utilidad terapéutica. Todos los medicamentos no innovadores tienen utilidad terapéutica, en tanto que su autorización por las autoridades sanitarias implica han demostrado rigurosamente su eficacia, su seguridad, su calidad y las condiciones de uso (incluyendo la información contenida en la ficha técnica, o sumario de características del medicamento, y el prospecto). Por tanto, la valoración que se hace se refiere a la incorporación, en el grado que se determine, de algún elemento innovador con respecto a otros medicamentos autorizados previamente para iguales o similares indicaciones terapéuticas o, en su caso, cubriendo la ausencia de éstas.

Asimismo, debe considerarse que ésta es una evolución que se practica coincidiendo con la comercialización inicial del medicamento. Se trata, por consiguiente, de una valoración provisional de la innovación realizada en función de la evidencia clínica públicamente disponible hasta ese momento, lo que no prejuzga, en ningún caso, el potencial desarrollo de nuevas indicaciones clínicas ni la posible aparición de aspectos desfavorables (efectos adv ersos graves previamente desconocidos, interacciones, etc.).

Se consideran cuatro posibles niveles, adjudicados en función en de la naturaleza de la(s) innovación(es) presentes en el nuevo medicamento, siempre en relación al arsenal terapéutico disponible clínicamente en España en el momento de la comercialización:

  • SIN INNOVACIÓN. No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas (♣)
  • INNOVACIÓN MODERADA. Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar (♣♣)
  • INNOVACIÓN IMPORTANTE. Aportación sustancial a la terapéutica estándar (♣♣♣).
  • INNOVACIÓN EXCEPCIONAL. Cubre la ausencia de una alternativa terapéutica farmacológica (laguna terapéutica) para indicaciones terapéuticas clínicamente muy relevantes (♣♣♣♣).

Se distinguen dos niveles de evidencia científica para los aspectos innovadores de los nuevos medicamentos: 

  • Evidencia clínica: mediante estudios controlados específicamente diseñados y desarrollados para demostrar lo que pretende ser un avance o mejora sobre la terapia estándar.
  • Potencialidad: existencia de aspectos en el medicamento que racionalmente podrían mejorar la terapéutica actual, pero que no han sido adecuadamente demostradas mediante ensayos clínicos, bien por motivos éticos o bien por imposibilidad de realización en el momento de la comercialización del nuevo medicamento: perfil de interacciones, mecanismos nuevos que permiten nuevas vías terapéuticas, nuevos perfiles bioquímicos frente a mecanismos de resistencia microbiana, posibilidad de combinar con otros medicamentos para la misma indicación terapéutica, efectos sobre el cumplimiento terapéutico (por mejoras en la vía, número de administraciones diarias, etc.), mejora de la eficiencia, etc.

El rigor de los datos contrastados mediante ensayos clínicos controlados (evidencia clínica) es determinante en la valoración de la innovación, mientras que las potencialidades solo pueden ser valoradas accesoriamente, como aspectos complementarios de esta valoración. En ningún caso, un medicamento es valorado con un nivel de innovación importante en función de sus ventajas potenciales, si no aporta otras ventajas demostradas clínicamente. Se analizan cinco aspectos de la innovación: clínica, molecular, toxicológica, físico-química y económico-tecnológica. Como ya se ha indicado, la fundamental y determinante es la novedad clínica.

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA

DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, POR GRUPOS TERAPÉUTICOS

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, POR LABORATORIOS

Enfermedad inflamatoria intestinal: enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa

RESUMEN

La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa cursan de forma crónica con brotes de actividad inflamatoria que afectan al intestino, por lo que reciben el nombre genérico de enfermedad inflamatoria intestinal. Ambas se definen según criterios clínicos, radiológicos, endoscópicos e histológicos. Su origen o etiología se desconoce, habiéndose involucrado en ella principalmente factores genéticos, ambientales, inmunológicos y bacterianos; las dos tienen en común aspectos epidemiológicos, clínicos, endoscópicos, radiológicos y patológicos. Su incidencia en España parece haberse incrementado en los últimos años, aunque con variación de unas regiones a otras. 

En los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal, junto a la predisposición personal determinada por los factores genéticos, raciales, étnicos y ambientales, se puede observar, a nivel de la mucosa intestinal, una respuesta inmune alterada frente a antígenos de la dieta y de la propia flora intestinal, activándose múltiples mecanismos inmunológicos mediados por diversas células y sustancias proinflamatorias, que llevan al comienzo del daño tisular inflamatorio, típico de la enfermedad, y a su posterior mantenimiento y progresión a nivel de la mucosa y la pared intestinales. Los mecanismos involucrados en estos procesos son muy complejos y todavía no del todo bien conocidos. 

La enfermedad inflamatoria intestinal incrementa el riesgo de muerte de forma significativa, en particular la asociada a cáncer colorrectal, enfermedad pulmonar y enfermedad hepática alcohólica; mientras que la mortalidad por enfermedad cardiovascular parece ser inferior.

Los objetivos que se persiguen con el tratamiento son inducir o mantener la remisión (eliminando los síntomas y minimizando los efectos colaterales y los eventos adversos a largo plazo), curar la mucosa, evitar complicaciones (p. ej.: fístulas, estenosis

), mejorar y mantener la calidad de vida, limitar o eliminar el uso de corticosteroides, evitar la hospitalización y la cirugía, y restaurar y mantener la nutrición. Dado que la etiología de la enfermedad inflamatoria intestinal sigue siendo poco conocida, el tratamiento farmacológico ha ido evolucionando de forma empírica, aunque con una clara dirección sobre el sustrato inflamatorio intestinal. Para ello, se ha ido recurriendo históricamente a los fármacos antiinflamatorios disponibles en cada momento, aprovechando la experiencia clínica de uso. Y cuando el tratamiento farmacológico no permite un adecuado control, es preciso echar mano de la cirugía para corregir el problema.

El farmacéutico en el ámbito comunitario puede facilitar la detección y el direccionamiento de posibles pacientes hacia el médico, previniendo así un deterioro innecesario. En este sentido, a toda persona joven con diarrea de larga evolución, pérdida de peso, dolor abdominal y sobre todo si se ha detectado sangre persistente con las heces, es preciso remitirla al médico.

Introducción

La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa cursan de forma crónica con brotes de actividad inflamatoria que afectan al intestino, por lo que reciben el nombre genérico de enfermedad inflamatoria intestinal. Ambas se definen según criterios clínicos, radiológicos, endoscópicos e histológicos.

Su origen o etiología se desconoce, habiéndose involucrado en ella principalmente factores genéticos, ambientales, inmunológicos y bacterianos. Las dos tienen en común aspectos epidemiológicos, clínicos, endoscópicos, radiológicos y patológicos, diferenciándose principalmente en que la enfermedad de Crohn puede afectar a todo el tracto digestivo (desde la boca hasta el ano), de forma segmentaria o intermitente, siendo una afectación de todas las capas de la pared intestinal (desde la mucosa hasta la serosa) y localizándose preferentemente en el íleon terminal – ileítis –, el colon derecho – colitis – y la región anal. Por su parte, la colitis ulcerosa afecta solamente a la mucosa del colon, de forma difusa y continua, iniciando la afectación en el recto, pudiendo extenderse desde allí a todo el colon (Angós, 2013). En los casos en que es imposible diferenciar entre ambas se habla de colitis indeterminada.

La enfermedad inflamatoria intestinal lleva asociados importantes costes. En este sentido y a título de ejemplo, en un estudio realizado a partir de historias clínicas de 178 pacientes de diez hospitales españoles con enfermedad de Crohn moderada o grave en condiciones de práctica clínica en España (Casellas, 2010), el coste sanitario estimado por paciente y un año ascendía a 7.756 euros en 2009, cifra muy superior a la estimada en 1997, antes de la aparición de los fármacos anti-TNFα, de 2.104 euros, a pesar de que la proporción de costes hospitalarios (58%) y farmacológicos (33%) era prácticamente la misma en ambos casos.

Epidemiología

La enfermedad inflamatoria intestinal se encuentra distribuida en todo el mundo, pero es más frecuente en los países del Centro/Norte de Europa y Norteamérica que en los del Sur de Europa, Asia y Sudamérica. Afecta preferentemente a jóvenes adultos que viven en el medio urbano. La máxima incidencia de la enfermedad de Crohn está entre los 15 y 30 años, mientras que la de la colitis ulcerosa entre los 25 y 40 años. No existen diferencias en cuanto al sexo. La colitis ulcerosa es más frecuente (incidencia – nuevos casos – es de 3-15 casos por 100.000 habitantes/año y la prevalencia global es de 50-80) que la enfermedad de Crohn (incidencia de 1-10 y prevalencia de 20-100), pero esta diferencia tiende a disminuir. En general, la prevalencia es mayor en personas de razona blanca que de raza negra y en judíos (vs. no judíos).

La incidencia en España parece haberse incrementado en los últimos años, variando de unas regiones a otras. La incidencia de colitis ulcerosa en nuestro país oscila entre 0,6 y 8 casos/100.000 habitantes/año, con una media de 3,8; las cifras correspondientes para la enfermedad de Crohn varían entre 0,4 y 5,5 casos/100.000/año, con una valor medio de 1,9. La prevalencia de la enfermedad inflamatoria intestinal en España se estima alrededor de 87-110 casos/100.000 habitantes/año (Sicilia, 2009)

La edad de máxima incidencia (nuevos casos) de la enfermedad de Crohn es la tercera década de la vida, disminuyendo posteriormente. Por su parte, la tasa de incidencia de la colitis ulcerosa es bastante estable entre la tercera y séptima décadas. Un tercio de los casos de enfermedad inflamatoria intestinal debutan aproximadamente antes de los 20 años, la mayoría en adolescencia y sólo un 4% antes de los 5 años. Si bien entre los niños pequeños hay más niñas que varones que presentan enfermedad de Crohn (1,5:1), aunque con tendencia a la igualdad, mientras que la relación entre los sexos ya es igual en la colitis ulcerosa.

Etiología y patogenia

En los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal, junto a la predisposición personal determinada por los factores genéticos, raciales, étnicos y ambientales, se puede observar, a nivel de la mucosa intestinal, una respuesta inmune alterada frente a antígenos de la dieta y de la propia flora intestinal, activándose múltiples mecanismos inmunológicos mediados por diversas células y sustancias proinflamatorias, que llevan al comienzo del daño tisular inflamatorio, típico de la enfermedad inflamatoria intestinal, y a su posterior mantenimiento y progresión a nivel de la mucosa y la pared intestinales. Los mecanismos involucrados en estos procesos son muy complejos y todavía no del todo bien conocidos.

La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son enfermedades complejas, poligénicas, de penetrancia variable. Se estima que el riesgo de padecer enfermedad inflamatoria intesintal cuando un padre está afectado de enfermedad de Crohn  es del 9,2% y del 6,2% cuando lo está de colitis ulceras. Cuando ambos padres tienen una enfermedad inflamatoria intestinal, el riesgo aumenta al 30%. La concordancia en gemelos monocigóticos para la enfermedad de Crohn es del 37,3% y del 10% para la colitis ulcerosa (para dicigóticos del 7% y 3%, respectivamente).

Se han descubierto varias regiones de susceptibilidad en distintos cromosomas. Afectan sobre todo a la inmunidad innata, moléculas del sistema HLA, permeabilidad intestinal (integridad epitelial, adhesión celular), procesamiento intracelular de bacterias o respuesta inflamatoria. El primero descrito fue el gen NOD2/CARD15 en el cromosoma 16 ligado a la enfermedad de Crohn, cuyo producto es una proteína de reconocimiento de péptidos bacterianos. Como se ha indicado, la flora bacteriana endógena parece jugar un papel relevante en la patogenia, aunque por el momento se desconoce su interacción exacta con la respuesta inmune, fisiológica o patológica. Entre los factores ambientales, los que presentan una más clara relación de asociación son el tabaco (que implica un aumento del riesgo para la enfermedad de Crohn, pero una reducción para la colitis ulcerosa) y la apencidectomía, la cual se asocia con una disminución del riesgo de colitis ulcerosa (Medina, 2010).

Aspectos clínicos

La enfermedad inflamatoria intestinal es considerada como un proceso multisistémico, en el que ocasionalmente las manifestaciones extradigestivas preceden a los síntomas intestinales; de hecho, se estima que alrededor de un 25-30% de los pacientes presentarán alguna a lo largo de su evolución, siendo la artralgia y, en menor grado, la artritis las manifestaciones extraintestinales más frecuentes en el niño. La artritis tiende a ser mono o pauciarticular, asimétrica y migratoria, pudiendo afectar las sacroilíacas y la columna, en especial en varones HLA-B27 con afectación cólica. El eritema nodoso, la estomatitis aftosa son frecuentes en fases de actividad. El pioderma gangrenoso se asocia con más frecuencia a la colitis ulcerosa. Las manifestaciones oculares más habituales son conjuntivitis, epiescleritis y uveítis anterior (enfermedad de Crohn). Dentro de las manifestaciones hepáticas se incluyen la esteatosis, hepatitis crónica autoinmune, pericolangitis y colangitis esclerosante (más frecuentemente asociada a la colitis ulcerosa). No es infrecuente la colelitiais en pacientes con enfermedad de Crohn de larga evolución con afectación ileal. Pueden producirse manifestaciones urológicas como litiasis, fístulas enterovesicales, hidronefrosis y, en casos de larga evolución, amiloidosis renal.

La enfermedad de Crohn, al poder afectar a todo el tracto digestivo, desde la boca hasta el ano, producirá diferentes tipos de síntomas, dependiendo de la zona del intestino que esté afectada y de la intensidad y tipo de inflamación que produzca. Los principales síntomas detectables con anterioridad al diagnóstico son dolor abdominal (85-90%), pérdida de peso (>3 kg; 55-60%), fiebre (50-60%), diarrea (>3 deposiciones/día; 50%) y sangre o mucosidad en las heces (30-35%). Sin embargo, el retraso de talla o puberal puede ser la manifestación única de la enfermedad de Crohn. La actividad inflamatoria especialmente y los tratamientos prolongados con corticoides alteran el crecimiento y la osificación, pueden afectar la talla final y aumentar el riesgo de fractura.

La palpación de efecto de masa abdominal inflamatoria en fosa iliaca derecha es característica y es manifiesta en más del 20% de los pacietnes. El comienzo es con frecuencia insidioso en forma de anorexia, astenia, fiebre intermitente, estacionamiento ponderoestatural y manifestaciones articulares, orales o cutáneas.

Existe lesión perianal en forma de fisura, fístula o absceso en un 25-50% de los pacientes. La pérdida de peso es más frecuente e intensa que en la colitis ulcerosa y las complicaciones intestinales más frecuentes son: estenosis, fístulas y abscesos. En cambio, el megacolon tóxico y el cáncer son menos frecuentes.

Por su parte, los síntomas de la colitis ulcerosa se correlacionan con la extensión anatómica y la actividad de la inflamación de la mucosa del colon: sangrado o moco rectal (90-100%), dolores abdominales (60-65%), diarrea (60%), pérdida de peso (>3 kg; 25-30%), fiebre, tenesmo y anemia. Se consideran signos graves: fiebre elevada, afectación del estado general, retraso del crecimiento, distensión abdominal, timpanismo y dolor a la palpación abdominal. Puede manifestarse como una colitis fulminante con más de 6 deposiciones al día, con sangre abundante, anemia, hipoalbuminemia, alteraciones hidroelectrolíticas, fiebre y taquicardia. El abdomen puede estar distendido y doloroso a la palpación. Estas formas pueden evolucionar a megacolon tóxico con dilatación colónica superior a 6 cm asociada a cuadro séptico, gran distensión y dolor abdominal. Tanto la colitis grave como el megacolon tóxico presentan un alto riesgo de perforación, sepsis y hemorragia masiva. La complicación más grave y frecuente en la colitis ulcerosa de larga evolución es el cáncer.

Comparativamente, las complicaciones digestivas de la colitis ulcerosa y de la enfermedad de Crohn difieren. Son raras o incluso inexistentes la estenosis, las fístulas y los abscesos en la colitis ulcerosa, mientras que son frecuentes en la enfermedad de Crohn; también es mucho más frecuente la patología anal en el enfermedad de Crohn (50-80%) que en la colitis ulcerosa (3-5%). Por el contrario, es más infrecuente en la enfermedad de Crohn la incidencia de perforación digestiva (1-2% vs. 3-5%).

Evolución y pronóstico

Aspectos generales

Una revisión realizada sobre pacientes con colitis y ulcerosa encontró tasas más altas de muerte por todas las causas, colorrectal, cáncer, enfermedad pulmonar y enfermedad hepática alcohólica (Bewtra, 2013). En concreto, las tasas estandarizadas de mortalidad encontradas variaron desde 0,44 hasta 7,14 para la colitis ulcerosa y 0,71-3,20 para la enfermedad de Crohn. En término medio, la tasa estandarizada de mortalidad por cualquier causa en la colitis ulcerosa fue de 1,19 (IC95%   1,06 a 1,35), mientras que para la enfermedad de Crohn fue 1,38 (IC95% 1,23 a 1,55). Se observó que la mortalidad por cáncer colorrectal, enfermedad pulmonar y enfermedad hepática alcohólica se incrementó, mientras que la mortalidad por enfermedad cardiovascular se redujo.

Sin embargo, según una amplia revisión sistemática y meta-análisis de estudios basados ​​en la población, el riesgo de una cirugía intestinal en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal se ha reducido en los últimos 6 años (Froklis, 2013). Particularmente, el riesgo de la cirugía a 1, 5 y 10 años después del diagnóstico de la enfermedad de Crohn fue del 16,3% (IC95% 11,4% a 23,2%), el 33,3% (IC95% 26,3% a 42,1%) y del 46,6% (IC95% 37,7% a 57,7%), respectivamente. Con respecto a la colitis ulcerosa fue del 4,9% (IC95% 3,8% a 6,3%), del 11,6% (IC95% 9,3% a 14,4%) y del 15,6% (IC95% 12,5% a 19,6%), respectivamente.

Según una reciente revisión (Abhyankar, 2013), las pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal que conciben cuando su enfermedad está activa son más propensas a tener enfermedad activa durante el embarazo que aquellas que conciben cuando se encuentra la enfermedad en fase de remisión. En concreto, las pacientes con colitis ulcerosa que iniciaron el embarazo con enfermedad activa tuvieron un riesgo significativamente más alto (55%) de presentar la enfermedad activa durante el embarazo que aquellas, en comparación con aquellos en remisión en la concepción (36%) (RR=2,0; IC95% 1,5 a 3; p<0,001). Este riesgo también es mayor en los pacientes con enfermedad de Crohn (RR=2,0; IC95%1,2 a 3,4; p=0,006).

En general, los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal están predispuestos a numerosas infecciones debido a su estado inmunológico. Por tanto, es importante conocer cuál es el estado inmunológico en el diagnóstico y someter al paciente a un programa de vacunación adaptado a ello, aunque aplicado de manera diferente en función de dos grupos de pacientes: pacientes inmunocomprometidos (sida, etc.) y inmunocompetentes. En general, en el primer grupo se debería evitar el uso de vacunas de virus vivos, considerando que el tratamiento la enfermedad inflamatoria intestinal tendría preferencia sobre los riesgos de la vacuna. Se estima que los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal deberían recibir las vacunas de varicela, el virus del papiloma humano (VPH), gripe, vacuna antineumocócica polisacarídica y hepatitis B (Sánchez-Tembleque, 2013).

Otro meta-análisis (Yuhara, 2013) ha mostrado que la enfermedad inflamatoria intestinal se asocia con un aumento del riesgo de tromboembolismo venoso. Concretamente, el riesgo relativo (RR) de trombosis venosa profunda y de embolia pulmonar en sujetos con enfermedad inflamatoria intestinal fue de 2,20 (IC95% 1,83 a 2,65). Después de ajustar estadísticamente los datos considerando la obesidad y el tabaquismo, se observaron los riesgos relativos resumidos cerca de 2,0 para el tromboembolismo venoso tanto en colitis ulcerosa como en enfermedad de Crohn.

Colitis ulcerosa

Las formas clínicas en las que puede presentarse la colitis ulcerosa se clasifican habitualmente por su forma de presentación y evolución. Así, en la forma aguda-fulminante, que supone un 5-10% de los casos, implica un primer brote grave que requiere cirugía; la crónica-intermitente, con periodos de actividad intercalados con remisiones, representa el 60-75% de los casos], en tanto que la forma crónica-continua, en la que la actividad inflamatoria no remite, se manifiesta en el 10-15% de los casos.

En ocasiones, también se clasifica de acuerdo a su grado de actividad (leve, moderada o grave) o a la extensión anatómica (proctitis/proctosigmoiditis, colitis izquierda o pancolitis). Ambos aspectos pueden variar durante la evolución de la enfermedad, siendo frecuente la extensión desde los segmentos distales hacia los proximales. Esto hace que siempre que la evolución clínica o la respuesta al tratamiento no sean las esperadas se deba realizar una colonoscopia con biopsias para confirmar el grado y extensión de la afectación.

La calidad de vida se verá afectada en mayor o menor grado durante los periodos de actividad, pero generalmente menos que la de los pacientes con enfermedad de Crohn. Afortunadamente, la calidad de vida durante los periodos de remisión suele ser similar a la de la población general. La mortalidad y la necesidad de cirugía serán mayores en el grupo de pacientes con colitis extensas y brotes agudos-fulminantes, sobre todo durante el primer año después del diagnóstico. Salvo este grupo de pacientes, el resto tiene una expectativa de vida casi similar a la del resto de la población.

En cualquier caso, las formas más graves de colitis ulcerosa se asocian claramente con una peor calidad de vida,  mayores costos de atención de salud y el deterioro en la productividad del trabajo y las actividades diarias (Gibson, 2013).

Enfermedad de Crohn

La evolución de la enfermedad de Crohn es prácticamente impredecible. La mayoría tienen un curso crónico intermitente, con exacerbaciones y remisiones separadas por periodos variables, que pueden oscilar entre semanas, meses o incluso años; de hecho, en torno al 10% permanece asintomático durante muchos años tras el primer brote. Sin embargo, la mayoría (70-90%) de los pacientes necesitarán alguna intervención quirúrgica a lo largo de su vida.

La afectación ileocólica es la que con más frecuencia va a requerir la cirugía (hasta el 90% de casos), siendo las causas directas más frecuentes la aparición de estenosis con obstrucción intestinal aguda o recidivante, las fístulas, los abscesos y las perforaciones. Cuando la enfermedad de Crohn afecta al colon, el recurso a la cirugía viene determinado por las complicaciones perianales, la falta de respuesta al tratamiento farmacológico y el megacolon tóxico. En cualquier caso, un alto porcentaje de los pacientes sometidos a cirugía acabarán requiriendo nuevas intervenciones por la recurrencia de la enfermedad de Crohn en la zona operada (un 40-50% requerirá una segunda operación y, de éstos, el 25% una tercera).

La edad al diagnóstico, la enfermedad perianal, el uso inicial de los corticoesteroides y la localización parecen ser factores pronósticos independientes de enfermedad incapacitante. En este sentido, un metanálisis (Dias, 2013) encontró notables incrementos del riesgo relativo de desarrollar enfermedad incapacitante a los cinco años después del diagnóstico inicial de los pacientes menores de 40 años de edad (OR= 2,47; IC95% 1,74 a 3,51), con el tratamiento inicial de corticosteroides para el primer brote (OR= 2,42; IC95% 1,87 a 3,11) y con la enfermedad perianal (OR= 2,00; IC95% 1,41 a 2,85).

Riesgo de malignización

La enfermedad inflamatoria intestinal se asocia a lesiones intestinales que potencialmente pueden evolucionar a tumores malignos. Por consiguiente, tanto la colitis ulcerosa como la enfermedad de Crohn pueden ser consideradas como condiciones premalignas cuya evolución debe ser controlada (Angós, 2013).

Se estima que el riesgo medio de desarrollar cáncer colorrectal en la colitis ulcerosa varía entre el 1% y el 3%, siendo los principales determinantes de riesgo la duración de la enfermedad y la extensión de la colitis: máximo en los pacientes con pancolitis de más de 8-10 años de duración y aumenta en un 1% anual desde ese momento. También parecen influir la edad de comienzo (cuanto más joven, mayor riesgo), la actividad crónica continuada y la presencia de zonas de estenosis. En las colitis izquierdas el riesgo comienza a incrementarse a partir de los 15 años de duración. Sin embargo, en las proctitis es similar al de la población general.

En términos generales, este riesgo es significativamente más elevado en los pacientes con mayor duración de la enfermedad, con enfermedad extensa y con diagnóstico en edad joven (Lutgens, 2013). En concreto, la tasa de incidencia estandarizada agrupada de cáncer colorrectal en todos los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal fue 1,7 (IC95% 1,2 a 2,2), siendo los grupos de mayor riesgo aquellos con colitis extensa y un diagnóstico antes de los 30 años, con tasas de incidencia estandarizadas de 6,4 (IC95% 2,4 a 17,5) y de 7,2 (IC95% 2,9 a 17,8), respectivamente. El riesgo acumulado de cáncer colorrectal fue estimado en el 1%, 2% y 5%, tras 10, 20, y más de 20 años de duración de la enfermedad, respectivamente.

El riesgo de malignización de la enfermedad de Crohn es en general menor que en la colitis ulcerosa. El promedio de incidencia en todo el intestino es del 0,45%, con un 0,13% para el intestino delgado (sobre todo adenocarcinoma de íleon) y el resto para el colon y el recto. En la localización del colon el riesgo es menor que en la pancolitis ulcerosa y similar al de la colitis izquierda. Las áreas más inflamadas, las fístulas y la afectación del canal anal son las lesiones con mayor riesgo.

Tratamiento

Objetivos

Los objetivos que se persiguen con el tratamiento en la enfermedad inflamatoria intestinal son inducir o mantener la remisión (eliminando los síntomas y minimizando los efectos colaterales y los eventos adversos a largo plazo), curar la mucosa, evitar complicaciones (p. ej.: fístulas, estenosis

), mejorar y mantener la calidad de vida, limitar o eliminar el uso de corticosteroides, evitar la hospitalización y la cirugía, y restaurar y mantener la nutrición

Los pacientes con brotes graves deben ser hospitalizados ya que suelen requerir tratamiento intravenoso, aunque el resto puede recibir tratamiento ambulatorio. En cualquier caso, antes de comenzar el tratamiento de un brote, sea el primero o los sucesivos, es necesario descartar la existencia de posibles desencadenantes del brote, como por ejemplo la toma de medicamentos (particularmente AINE) o una gastroenteritis aguda o de colitis específicas asociadas (colitis posradiación, colitis isquémica, colitis infecciosa). Es fundamental determinar la gravedad clínica y endoscópica y la extensión, si no se conocía previamente o si hay sospecha de que haya aumentado, practicando una radiografía simple de abdomen en los brotes graves de colitis ulcerosa o de enfermedad de Crohn del colon para descartar la existencia de megacolon tóxico (el cual que requiere tratamiento específico). Finalmente, pero no menos importante, es necesario valorar el estado nutricional del paciente y la existencia de manifestaciones extraintestinales que precisen tratamientos específicos.

Dado que la etiología de la enfermedad inflamatoria intestinal sigue siendo poco conocida, el tratamiento farmacológico ha ido evolucionando de forma empírica, aunque con una clara dirección sobre el sustrato inflamatorio intestinal. Para ello, se ha ido recurriendo históricamente a los fármacos antiinflamatorios disponibles en cada momento, aprovechando la experiencia clínica de uso. Y cuando el tratamiento farmacológico no permite un adecuado control, es preciso echar mano de la cirugía para corregir el problema.

En el caso particular de la enfermedad de Crohn, el tabaquismo debe ser erradicado de forma inmediata, ya que incrementa notablemente el riesgo de complicaciones y la propia evolución de la enfermedad, aumentando la necesidad de cirugía.

Tratamiento farmacológico

Aminosalicilatos

Constituyen la primera línea de tratamiento en la colitis ulcerosa, tanto en la inducción como en el mantenimiento de la remisión. Son fármacos que derivan del núcleo básico del ácido 5-aminosalicílico (5-ASA), conocido farmacológicamente como mesalazina. Sin embargo, no fue éste el primero de la serie en ser utilizado, sino que lo fue la sulfasalazina, constituida por la combinación de una sulfamida (sulfapiridina) y el 5-ASA. Actualmente, la sulfapiridina es considerada como un simple elemento transportador (sin efectos antiinflamatorios) que permite que el 5-ASA se absorba en el colon, siendo el 5-ASA el único principio activo. Al administrarse por vía oral, la sulfasalazina se absorbe en el intestino delgado en torno a un 10% y el restante 90% llega intacto al colon, donde las bacterias anaerobias separan las dos moléculas por medio de una azorreductasa.

Una vez escindida la molécula de sulfasalazina, la fracción de sulfapiridina se absorbe y se conjuga con el ácido glucurónico en el hígado para ser eliminada por el riñón. Por su parte, la fracción molecular de 5-ASA se absorbe parcialmente y se excreta por heces (y, en menor medida, por la orina en forma acetilada), aunque la fracción absorbida no parece relacionarse con ningún efecto terapéutico. Tampoco la porción de sulfapiridina tiene efectos terapéuticos, pero se la considera la principal responsable de los efectos secundarios de la sulfasalazina, que aparecen hasta en el 40% de los pacientes y que obligan a su retirada hasta en cerca del 15% en algunas series.

Precisamente, con el fin de evitar los efectos colaterales de la sulfapiridina, se diseñaron otros profármacos de la mesalazina como la olsalazina (un dímero del 5-ASA) o la balsalazida, aunque ninguna de ellas está comercializada en España. Por el contrario, han ido apareciendo nuevas formulaciones de mesalazina con el fin de incrementar su tolerabilidad, generalmente mediante formas de liberación retardadas que impiden la absorción en tramos proximales, y que permiten alcanzar concentraciones adecuadas del fármaco en las áreas inflamadas.

Existen formulaciones con liberación pH-dependiente, que se consigue recubriendo la mesalazina con una resina acrílica, tal como Eugradit-S, que se desintegra a un pH > 7, o Eugradit-L, que se degrada a un pH > 6 y libera mesalazina desde el íleon. Hay que tener en cuenta que existen variaciones del pH intestinal en función de distintos factores, como la producción de bicarbonato, la fermentación bacteriana de carbohidratos o la absorción de ácidos grasos, entre otros. Otra forma de lograr la liberación lenta de la mesalazina desde el intestino delgado y a lo largo del colon es mediante el recubrimiento de la mesalazina con una membrana semipermeable de etilcelulosa en forma de microgránulos que liberan el principio activo por mecanismos osmóticos, independientemente del pH intraluminal. También existen presentaciones en gránulos gastrorresistentes que actúan de forma dependiente del pH (debido a un recubrimiento con Eudragit-L) y de forma prolongada desde la región ileal, debido a la estructura granular de la matriz. La tecnología MMX®, aprobada recientemente para su comercialización en España, presenta una matriz lipofílica e hidrofílica, gastrorresistente, con cubierta con Eudragit-S, que, tras desintegrarse en los tramos finales del íleon terminal a pH= 7, permite la formación de un gel que asegura una difusión y liberación homogéneas del fármaco a través del colon hasta tramos distales.

En España, la mesalazina está actualmente disponible como comprimidos gastrorresistentes (Clavesal®, Lixacol®, Mezavant®, Pentasa®, Salofalk®), granulado en sobres (Pentasa®, Salofalk®), supositorios (Clavesal®, Pentasa®, Salofalk®) y espuma para aplicación rectal (Clavesal®, Salofalk®). La sulfasalazina está comercializada en España en forma de comprimidos como Salazopyrina®.

Aunque se desconoce exactamente su mecanismo de acción, se han propuesto diferentes mecanismos que actuarían a nivel local sobre la mucosa afecta, sin que los niveles plasmáticos tengan relación con el efecto terapéutico. Uno de los principales incluye la inhibición de la ciclooxigenasa y de la lipooxigenasa para disminuir la producción de prostaglandinas y leucotrienos respectivamente. La mesalazina también actúa inhibiendo la producción de radicales libres de oxígeno, afecta a la función de linfocitos y monocitos y disminuye la producción de interleucina 1 (IL-1) y de inmunoglobulinas (Ig).

La sulfasalazina tiene una eficacia modesta en comparación con placebo y es inferior a los corticosteroides para el tratamiento de la enfermedad de Crohn activa leve a moderadamente. Tampoco la olsalazina y la mesalazina en dosis bajas (1 a 2 g / día) no son superiores al placebo e igualmente mesalazina en dosis altas (3 a 4,5 g / día) no es más eficaz que el placebo para inducir una respuesta o remisión (Lim, 2010).

La mesalazina oral es superior al placebo para el tratamiento de mantenimiento en la colitis ulcerosa. Administrada una vez al día es tan eficaz y seguro como la dosis convencional para el mantenimiento de la remisión en la colitis ulcerosa quiescente. No parece haber ninguna diferencia en la eficacia o seguridad entre las distintas formulaciones orales de mesalazina. Los pacientes con colitis ulcerosa extensa o con recaídas frecuentes pueden beneficiarse de una dosis mayor de la terapia de mantenimiento, sin que se aparentemente se resienta la seguridad (Feagan, 2012).

Por otro lado, la mesalazina rectal puede considerarse como un tratamiento de primera línea para los pacientes con colitis ulcerosa distal leve a moderadamente activa, aunque no están establecidas definitivamente la dosis diaria y la frecuencia óptima; posiblemente, haya que hacer aproximaciones posológicas diferentes en los pacientes según el grado de actividad de la enfermedad y la existencia de enfermedad en el margen proximal (Marshall, 2010). Sin embargo, son necesarios nuevos ensayos clínicos controlados para compararla con corticosteroides rectales. En cualquier caso, la combinación de mesalazina oral y rectal podría ser más eficaz que la monoterapia oral o rectal para la inducción de la remisión (Marshall, 2012).

Los efectos adversos se dan con mayor frecuencia con el uso de sulfasalazina (hasta en un 10-45% de los casos). Los más frecuentemente comunicados son los gastrointestinales (sobre todo náuseas, dolor epigástrico y diarrea), aunque pueden darse cefalea y reducción del esperma, que puede suponer un problema en pacientes varones de CU en edad de procrear. Otros efectos adversos más graves como la pancreatitis o la alveolitis son poco frecuentes.

Aunque se ha demostrado que las nuevas formulaciones de mesalazina pueden ser muy seguras, hasta un 15% de los pacientes pueden presentar intolerancia a la mesalazina, mayoritariamente por molestias gastrointestinales, cefalea o erupciones exantemáticas. Hasta un 3% de los pacientes pueden experimentar reacciones agudas que recuerdan a la propia enfermedad inflamatoria intestinal. Por otro lado, los aminosalicilatos, independientemente de su formulación galénica, pueden producir toxicidad renal, sobre todo nefritis (más raramente síndrome nefrótico), lo que debe tenerse en cuenta en los pacientes con patología renal previa. Esta circunstancia suele darse durante el primer año de tratamiento y no tiene una clara relación con la dosis.

No existe consenso sobre la monitorización del tratamiento con aminosalicilatos, pero se recomienda, en general, un control con hemograma y función renal (urea y creatinina) antes de comenzar el tratamiento y cada 6 meses o un año en el mantenimiento de la remisión.

Corticosteroides

Los corticoesteroides fueron los primeros fármacos en utilizarse ampliamente como tratamiento primario de la enfermedad inflamatoria intestinal. Habitualmente producen una supresión importante de la inflamación y un rápido alivio de los síntomas, considerándose el tratamiento estándar de primera línea en los brotes moderados-graves, tanto de la colitis ulcerosa como de la enfermedad de Crohn, pero no tienen indicación en el mantenimiento de remisión y además los efectos colaterales limitan su uso prolongado. A pesar de ello, hasta un 75% de los pacientes con enfermedad de Crohn y un 65% de aquellos con colitis ulcerosa llegan a necesitar tratamiento con corticosteroides en algún momento de su enfermedad.

Tienen un potente efecto antiinflamatorio, fruto de su unión al receptor glucocorticoide en el núcleo celular, inhibiendo prácticamente todas las vías de la respuesta inmune, interrumpiendo, por tanto, la cascada inflamatoria: inhiben la expresión de moléculas de adhesión (y, por tanto, el tráfico y la migración de las células inflamatorias a los tejidos afectados), así como la expresión de factores de transcripción nuclear proinflamatorios y, por tanto, la expresión de citocinas proinflamatorias como IL-1, IL-6 y factor de necrosis tumoral, TNF; además, inhiben directamente la síntesis proteica e inducen la apoptosis de linfocitos activados.

Los más utilizados son la prednisona y la metilprednisolona, que están disponibles para ser administrados por vía oral o intravenosa (acción sistémica) y la budesonida. Esta última es un potente glucocorticoide que se caracteriza por su escasa biodisponibilidad sistémica; se presenta en cápsulas de liberación ileal (Entocord®, Intestifalk®) y está indicada en el brote leve/moderado de enfermedad de Crohn ileal o ileocecal a dosis de 9 mg/día durante 8-12 semanas. También puede utilizarse en forma de enema en los casos de colitis ulcerosa distal. En la actualidad, no hay evidencia para recomendar el uso clínico de la budesonida oral para la inducción de la remisión en la colitis ulcerosa activa; de hecho, parece que la mesalazina es superior a la budesonida para el tratamiento de la colitis ulcerosa activa (Sherlock, 2010).

Los corticoesteroides sistémicos son muy efectivos para controlar la enfermedad activa, induciendo la remisión en un 60-90% de los casos, pero no son capaces de inducir una remisión histológica, por lo que no son útiles como terapia de mantenimiento. Independientemente de la localización de la enfermedad, son bastante efectivos en ambas formas de la enfermedad inflamatoria intestinal.

Los corticoides son muy eficaces pero tienen una elevada tasa de efectos secundarios, que aparecen hasta en el 50% de los pacientes. En la mayoría de los casos se trata de efectos secundarios leves, que no conlleva la suspensión del tratamiento, aunque pueden ser graves e incluso muy graves. De hecho, los corticoides se han asociado a un mayor riesgo de mortalidad en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal. En este sentido, es especialmente importante la mayor susceptibilidad a infecciones cuando se usan dosis superiores a 20 mg de prednisona (o su equivalente en otros corticosteroides) durante periodos superiores a 6 semanas; este mayor riesgo de infecciones incluye infecciones postoperatorias, abscesos abdominales o sepsis. Este riesgo es aún mayor si se asocian a otros inmunosupresores o anti-TNF. Si la duración del tratamiento con corticoides es menor de un mes pueden suspenderse abruptamente; si la duración es de 1-3 meses, se recomienda hacerlo paulatinamente.

El esquema más habitual para inducir a la remisión es prednisona (o su equivalente en otros corticosteroides) a dosis de 1-1,5 mg/kg/día (hasta un máximo de 60 mg/día) por cortos períodos de tiempo (4 semanas) y con un descenso escalonado de la dosis (5 mg semanales). Hasta un 35% de los pacientes con enfermedad de Crohn pueden llegar a ser eventualmente cortico-dependientes y un 20% cortico-resistentes. Su uso debe ser evaluado de forma individual por los efectos secundarios que pueden presentar, entre los que se encuentran: alteración del crecimiento, retención de líquidos, ganancia de peso, redistribución del tejido adiposo, hipertensión, alteración del metabolismo óseo, alteraciones dermatológicas, hiperglicemia, cataratas subcapsulares, miopatías, pseudoartritis y alteraciones emocionales.

Inmunosupresores

El avance y el mejor entendimiento en el campo de la fisiopatología y en el área de la terapéutica de la enfermedad inflamatoria intestinal han derivado en un progresivo aumento del uso de fármacos inmunosupresores en los últimos años, tanto en la enfermedad de Crohn como en la colitis ulcerosa, ampliándose sus indicaciones y planteándose nuevas estrategias.

Los inmunosupresores se han utilizado típicamente para limitar o eliminar el uso permanente de corticosteroides, en caso de corticodependencia en la enfermedad inflamatoria intestinal con actividad crónica persistente, y para el tratamiento de complicaciones penetrantes de la enfermedad de Crohn (sobre todo de las fístulas). Sin embargo, en las dos últimas décadas se ha consolidado la práctica de introducir precozmente estos fármacos para prevenir o reducir las complicaciones de la enfermedad. Los más utilizados son tiopurinas (mercaptopurina y azatioprina), inhibidores de la calcineurina (metotrexato y tacrolimús) y metotrexato.

Tiopurinas

La azatioprina (Imurel®) y su metabolito 6-mercaptopurina (Mercaptopurina Aspen®) (6-MP) son los inmunosupresores más empleados en la enfermedad inflamatoria intestinal y tienen una seguridad y eficacia similares. El efecto terapéutico de estos fármacos se debe a la inhibición de la síntesis de ácidos nucleicos y proteínas, a la inhibición de la proliferación celular y a la acción bloqueadora de la coestimulación del linfocito T, que le confiere una acción inmunosupresora e induce la apoptosis.

La eficacia terapéutica se maximiza después de seis a doce semanas de iniciado el tratamiento. Las indicaciones aceptadas internacionalmente para su uso son: enfermedad de Crohn fistulizante, corticodependencia y mantenimiento de la remisión en ambas formas de enfermedad inflamatoria intestinal. Las indicaciones aún debatidas por la falta de suficiente evidencia científica son la prevención de la recurrencia postquirúrgica en la enferemedad de Crohn, tratamiento de la enfermedad de Crohn en conjunto con agentes biológicos y tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal corticorresistente.

La administración temprana de estos inmunosupresores parece estar asociada con una mejor evolución de la enfermedad inflamatoria intestinal, con un mejor patrón de crecimiento, un menor número de recaídas, menos complicaciones fistulizantes o estenóticas y menor requerimiento de cirugía. La dosis efectiva de azatioprina es de 2-3 mg/kg/día, mientras que la dosis de mercaptopurina es de 1,5 mg/kg/día. Es importante realizar una estrecha monitorización con hematimetría completa y pruebas funcionales hepáticas especialmente durante los primeros meses del tratamiento.

La azatioprina se metaboliza en el hígado mediante la enzima glutatión-S-transferasa en mercaptopurina. En el hígado, actúan sobre esta última tres enzimas que la pueden transformar en diversas sustancias, algunas de ellas potencialmente tóxicas y que pueden ser causa de la mayor parte de los efectos secundarios. Por ello, es conveniente medir la actividad de la enzima tiopurín-metil-transferasa (TPMT), antes de empezar el tratamiento, para evitar la aparición de efectos tóxicos graves. La actividad enzimática de la TPMT está determinada genéticamente, de manera que la raza caucásica presenta una actividad normal de la TPMT en el 89% de la población, un 10,7% presenta actividad intermedia debido a una mutación en uno de los alelos del gen que codifica la TPMT y un 0,3% no tiene actividad por la mutación de los dos alelos del gen. En estos últimos casos, la AZA y la 6-MP están contraindicadas.

El uso de tiopurinas se asocia con un descenso del 41% (RR=0,59; IC95% 0,48 a 0,.73) en el riesgo de la resección quirúrgica en pacientes con enfermedad de Crohn. A pesar de ello, una gran proporción de estos pacientes siguen requiriendo cirugía (Chatu, 2014). La azatioprina y la 6-mercaptopurina pueden permitir a los pacientes reducir el consumo de esteroides, aunque parece ser es inferiores a infliximab en este aspecto. Sin embargo, la combinación de azatioprina e infliximab parece ser superior al infliximab solo (Chande, 2013).

Igualmente, el tratamiento con azatioprina parece ser más eficaz que el placebo para mantener la remisión en la colitis ulcerosa. La azatioprina o 6-mercaptopurina pueden ser eficaces como tratamiento de mantenimiento en pacientes que han fracasado o no pueden tolerar la mesalazina o sulfasalazina y para los pacientes que requieren de ciclos repetidos de corticosteroides (Timmer, 2012).

Una vez confirmada la eficacia y la tolerabilidad a los efectos adversos, se aconseja mantener el tratamiento durante 4 años como mínimo. A pesar de no existir evidencia de efectividad a más largo plazo, se recomienda mantener el tratamiento, ya que se ha visto que su supresión se asocia a un elevado riesgo de recidiva tanto en los pacientes con colitis ulcerosa como con enfermedad de Crohn.

Se deben realizar controles de hemograma, pruebas de función hepática y amilasa a los 15, 30, 60 y 120 días tras iniciar el tratamiento, seguir posteriormente cada 2 meses el primer año y cada 3 meses a partir del segundo año. Si los leucocitos bajan hasta cifras hacer un control analítico; si bajan por debajo de 3.000/mL, se suspenderá el fármaco hasta la normalización, se reintroducirá con dosis menores y se hará un control analítico estrecho.

Los efectos adversos que produce la azatioprina se clasifican en idiosincrásicos o alérgicos y en dosis-dependientes. Los efectos adversos de tipo alérgico incluyen pancreatitis, erupciones exantemáticas y fiebre, mientras que los efectos adversos dosis-dependientes incluyen la mielotoxicidad (descenso de linfocitos – linfopenia – o de leucocitos – leucopenia –) y la hepatotoxicidad. Los efectos adversos más frecuentes son las reacciones de hipersensibilidad, la pancreatitis, la mielotoxicidad, las infecciones, la intolerancia digestiva y el linfoma. La inmunosupresión producida por la azatioprina puede favorecer el desarrollo de infecciones (0,3-7,4%). Las infecciones más frecuentes son las virales, como las producidas por el virus herpes simple, varicela zóster, citomegalovirus o virus de Epstein-Barr. Por otro lado, la azatioprina se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar cáncer, particularmente neoplasias hematológicas (linfomas, etc.).

Metotrexato

Está indicado en los pacientes con enfermedad de Crohn que sean refractarios o intolerantes al tratamiento con tiopurinas. En este sentido, hay pruebas de que el metotrexato intramuscular (25 mg/semana) proporciona un beneficio clínico neto en la inducción de la remisión y la suspensión total de esteroides en pacientes con enfermedad de Crohn refractaria. Por el contrario, el empleo de dosis bajas por vía oral no parece proporcionar un beneficio significativo en relación con placebo o un comparador activo; tampoco la adición de metotrexato a la terapia con infliximab parece proporcionar un beneficio adicional a la monoterapia con infiximab (McDonald, 2012). La evidencia disponible es insuficiente para recomendar el uso de metotrexato para mantener la remisión en pacientes con colitis ulcerosa (El-Matary, 2009).

Los efectos secundarios, como la mielotoxicidad, mucositis, toxicidad gastrointestinal o alteraciones hepáticas, están relacionados con su mecanismo de acción (es un antimetabolito del ácido fólico, inhibiendo la síntesis de ácidos nucleicos). La suplementación con ácido fólico o folínico disminuye la incidencia de efectos adversos (especialmente gastrointestinales) sin reducir la eficacia terapéutica. Se aconseja la realización de hemograma y pruebas de función hepática inicial y cada 2-3 meses durante el tratamiento. En un 10-18% de los pacientes se retira el tratamiento por los efectos adversos. Si las cifras de aspartato aminotransferasa (AST) se duplican, parece razonable suspender el tratamiento.

Ciclosporina y tacrolimús

La ciclosporina (Sandimmun®) es un inmunosupresor que actúa inhibiendo la calcineurina, con lo que reduce la producción de anticuerpos dependientes de linfocitos T facilitadores, así como la producción y liberación de diversas linfocinas, particularmente de interleucina 2 (IL-2). Está indicada en la inducción de la remisión en los pacientes con colitis ulcerosa corticorrefractaria (30-40% de los casos), en los que el fármaco permite alcanzar un control clínico en más del 60% de ellos. Se recomienda utilizar la ciclosporina por vía intravenosa a dosis de 2 mg/kg/día y luego pasar a 8 mg/kg/día por vía oral. En pacientes con enfermedad de Crohn es especialmente útil en las fístulas refractarias. Puede ser utilizada por vía intravenosa para inducir a la remisión o por vía oral durante períodos breves durante la fase temprana del mantenimiento de la remisión. Por el contrario, las dosis bajas (5 mg / kg / día ) de ciclosporina oral no son efectivas para la inducción de la remisión en la enfermedad de Crohn y las dosis más altas de ciclosporina no es probable que sean de utilidad para el tratamiento a largo plazo de la enfermedad de Crohn debido al riesgo de nefrotoxicidad y la disponibilidad de otras intervenciones comprobadas (MacDonald, 2005).

En efecto, los efectos adversos más frecuentes son la nefrotoxicidad, hipertensión arterial, hiperplasia gingival, hipertricosis y náuseas. Otros efectos adversos menos frecuentes son la toxicidad hepática, convulsiones (favorecidas por hipomagnesemia e hipocolesterolemia), alteraciones hematológicas, anafilaxia e infecciones oportunistas.

Por otro lado, existen pruebas limitadas de que la ciclosporina es más efectiva que el tratamiento estándar de la colitis ulcerosa grave. La respuesta relativamente rápida hace potencialmente atractivo al tratamiento de corta duración con ciclosporina (Shibolet, 2005).

El tacrolimús es otro inmunosupresor farmacológicamente relacionado con la ciclosporina, que actúa impidiendo la activación de linfocitos T en respuesta a estímulos mitogénicos o antigénicos. Es unas cien veces más potente que la ciclosporina inhibiendo la liberación de citocinas. Inhibe también la activación de los linfocitos B producida por anticuerpos. Aunque en España no está autorizado su uso en enfermedad inflamatoria intestinal, se ha utilizado en sus dos formas, especialmente en forma tópica (Protopic®) para la enfermedad de Crohn perianal o fistulizante refractaria a tratamiento convencional con esteroides, antibióticos o tiopurinas, y por vía oral (Adoport®, Advagraf®, Mediograf®, Prograf®) en la colitis ulcerosa resistente a corticoides, como una alternativa a la ciclosporina intravenosa, a dosis de 0,15 mg/kg/día con ajuste posterior según niveles plasmáticos. Aunque el tacrolimús puede ser eficaz para la mejoría clínica a corto plazo en estos pacientes, los datos clínicos disponibles son escasos y de no excesiva calidad metodológica (Baumgart, 2008). Por otro lado, sus efectos indeseables más comunes son: nefrotoxicidad, parestesias, hipertensión arterial e infecciones oportunistas entre otras.

Terapias biológicas: fármacos anti-TNF

Las terapias biológicas están constituidas por fármacos de carácter proteico (mayoritariamente, son anticuerpos monoclonales o fracciones de estos) dirigidos a regular la actividad de las proteínas que ejercen un papel clave en la compleja red de la respuesta inmune. A fecha de hoy en España sólo hay tres fármacos aprobados para su empleo en la enfermedad inflamatoria intestinal: infliximab, adalimumab y golimumab, aunque este último solo lo están en la colitis ulcerosa. Todos ellos son anticuerpos monoclonales IgG1 que actúan inhibiendo el factor de necrosis tumoral alfa (TNFα), por lo que globalmente reciben el nombre de agentes anti-TNF. El factor de necrosis tumoral es una potente citocina proinflamatoria que ejerce múltiples funciones en el desarrollo de la inflamación a diversos niveles; de ahí la importancia de su inhibición en la enfermedad inflamatoria intestinal.

El infliximab (Remicade®) es un anticuerpo monoclonal quimérico humano-murino que forma rápidamente complejos estables con el TNF-alfa humano, un proceso que es paralelo a la pérdida de bioactividad del TNFα. La evaluación histológica de biopsias de colon en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal, obtenidas antes y 4 semanas después de la administración de infliximab, revela una reducción sustancial del TNFα detectable. El tratamiento con infliximab en pacientes con enfermedad de Crohn también se asoció con una reducción sustancial de la proteína C reactiva (PCR), marcador inflamatorio sérico normalmente elevado. El análisis de células mononucleares de la lámina propia obtenidas por biopsia de la mucosa intestinal indica que el tratamiento con infliximab causa una reducción en el número de células capaces de expresar TNF e interferon-gamma y de la infiltración de células inflamatorias en las áreas afectadas del intestino, así como la presencia de marcadores de inflamación en estos lugares.

Por su parte, el adalimumab (Humira®) se une al TNFα, impidiendo que éste interactúe con ninguno de sus dos tipos de receptores (p55 y p75), cualquiera que sea su forma: ligados a la membrana celular (elemento de anclaje del TNFα) y en forma soluble (regulador de la actividad biológica del TNF, según las necesidades fisiológicas). La consecuencia del bloqueo del TNFα es la modulación de las respuestas biológicas a este último, entre las que cabe citar cambios en los niveles de las moléculas de adhesión responsable de la migración leucocitaria (ELAM-1, VCAM-1 e ICAM-1). Como ocurre con el infliximab, tras la administración de adalilumab se aprecia una rápida disminución de los niveles de proteína C reactiva (PCR), así como de la velocidad de sedimentación eritrocitaria y de IL-6. Igualmente, se puede apreciar una disminución de los niveles séricos de metaloproteinasas matriciales (MMP-1 y MMP-3), responsables de la remodelación.

El golimumab (Simponi®) se une específicamente al factor de necrosis tumoral alfa (TNF-alfa), impidiendo la unión de éste a su receptor. Golimumab reduce in vitro la expresión de moléculas de adhesión como selectina E, endotelina 1 (VCAM-1) e intercelular 1 (ICAM-1) de la célula endotelial, y disminuye la producción de citoquinas como interleucinas 6 y 8 (IL-6, IL-8) y factor estimulante de colonias de granulocitos-macrófagos (GM-CSF).

Estos fármacos difieren en la forma de administración: el infliximab se administra mediante perfusión por vía intravenosa y el adalimumab y el golimumab se administran por inyección subcutánea.

Los anti-TNF han demostrado ser eficaces tanto en el tratamiento de la enfermedad de Crohn (aunque golimumab no está autorizado para esta indicación) como en el de la colitis ulcerosa, induciendo y manteniendo tanto la respuesta clínica como la cicatrización de la mucosa. Sin embargo, no todos los pacientes necesitan tratamiento con terapia biológica, ya que muchos pacientes presentan un curso benigno y no necesitarán, durante su evolución, tratamiento con inmunosupresores o anti-TNF. Actualmente, se estima (Angós, 2013) que alrededor del 15% de los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal reciben tratamiento biológico en este momento. En pacientes con enfermedad de Crohn, un tratamiento anti-TNF puede limitar la incidencia de eventos adversos graves (Zhang, 2013).

Actualmente las indicaciones aprobadas para infliximab y adalimumab son inducción de la remisión en la enfermedad de Crohn activa grave en pacientes que no han respondido al tratamiento con corticoides y/o inmunosupresores o que sean intolerantes o tengan contraindicaciones a los mismos, enfermedad de Crohn perianal fistulizante, en pacientes que no han respondido a pesar de un curso de terapia completo y adecuado con el tratamiento convencional (incluidos antibióticos, drenaje y terapia inmunosupresora), tratamiento de mantenimiento de la enfermedad fistulizante si no existen otras terapias más válidas (cirugía o inmunomoduladores) y en manifestaciones extraintestinales de la enfermedad inflamatoria intestinal. Los datos clínicos contrastados  indican que una sola infusión IV de 5 mg / kg de infliximab puede ser efectiva para inducir la remisión en la enfermedad de Crohn,  mientras que no se dispone de ninguna evidencia que apoye el uso de etanercept en esta indicación (Akobeng, 2003).

Tanto el infliximab como el golimumab están indicados en la inducción de la remisión de la colitis ulcerosa activa grave en pacientes que han tenido una respuesta inadecuada al tratamiento convencional, incluyendo corticoides, azatioprina u otros inmunosupresores, o que son intolerantes o tengan contraindicaciones para utilizar esos medicamentos. Su eficacia ha sido contrastada, no solo en términos de inducción de la remisión clínica, sino también promoviendo la curación mucosal y reduciendo la necesidad de colectomía al menos en el corto plazo (Lawson, 2006). Por otro lado, infliximab y ciclosporina parecen ser comparables cuando se utilizan como terapia de rescate en en estos pacientes (Chang, 2013).

Otros fármacos biológicos, como el certolizumab, el ustekinumab y el natalizumab, parecen tener una efectividad similar, pero su uso no está aprobado en España con la indicación de enfermedad inflamatoria intestinal.

Los datos combinados sugieren que el natalizumab es eficaz para la inducción de la respuesta clínica y la remisión en algunos pacientes con moderada a severamente la enfermedad de Crohn activa (MacDonald, 2007). Aunque se han descrito algunos casos aislados  de leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP) asociada a virus JC (un poliomavirus de la familia de los papovirus), esta patología ocurre casi exclusivamente en personas con una inmunodeficiencia grave ; de hecho, en el 80% de pacientes con LMP, la causa de su inmunodeficiencia es la infección por el virus VIH, siendo el resto pacientes leucemias o linfomas, o tratados con agentes inmunosupresores para la prevención del rechazo en trasplante de órganos o tejidos. Estudios recientes confirman que el certolizumab puede ser un tratamiento eficaz para la enfermedad de Crohn como terapia de mantenimiento y con un perfil de seguridad favorable (Da, 2013).

Aunque el infliximab dispone de más experiencia clínica y a más largo plazo, todos los anti-TNF disponibles parecen tener, en general, un perfil de eficacia y seguridad similar, por lo que, en aquellos casos en los que sea factible, la elección suele depender fundamentalmente de las características del paciente, disponibilidad, vía de administración, costes y guías nacionales.

Los pacientes con una infección activa no deben recibir tratamiento biológico hasta que la infección no esté controlada, dado el riesgo de presentar un problema séptico. La situación que se presenta con más frecuencia en estos pacientes es la aparición de abscesos en la región perianal o intraabdominales que tienen que ser drenados correctamente antes de iniciar el tratamiento biológico. De la misma manera, cualquier otra infección activa, como la del virus de la hepatitis B o C o por el virus de la inmunodeficiencia humana, tiene que excluirse o tratarse antes de iniciar el tratamiento. En general, se estima que la terapia anti-TNF se duplica (RR=2.05;CI95% 1,10 a 3,85) el riesgo de infecciones oportunistas en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal y en particular la tuberculosis (RR=2,52; IC95% 0,62 a 10,21) (Ford, 2013).

De especial importancia es el cribado para la tuberculosis latente, que debe realizarse, inexcusablemente, antes de iniciar tratamiento con anti-TNF, ante el riesgo de desarrollar una tuberculosis diseminada, siguiendo en cada país las guías locales establecidas para esta indicación. En nuestro país, el cribado incluye la realización de una historia clínica detallada con relación al riesgo epidemiológico de contacto con pacientes con tuberculosis, la presencia de una radiografía de tórax normal y la prueba de la tuberculina y booster negativos.

A todos los pacientes que inician un tratamiento biológico se les debe revisar su calendario vacunal y actualizarlo en caso necesario, incluyendo las vacunas indicadas en los pacientes con inmunosupresión, como la vacuna de la gripe, que tiene que administrarse anualmente de forma estacional, o la del neumococo. Si se utiliza alguna vacuna con virus vivos atenuados, como la de la varicela, debe esperarse entre 4 semanas y 3 meses antes de iniciar el tratamiento biológico, por el riesgo de reactivación de la infección.

En general, se considera que los pacientes con historia de neoplasia (excluyendo el cáncer cutáneo de tipo no melanoma) o de linfoma no parecen los más adecuados para iniciar tratamiento con anti-TNF. También en los pacientes con insuficiencia cardiaca grave o enfermedad desmielinizante del sistema nervioso central (esclerosis, etc.) deben valorarse otras modalidades de tratamiento.

Por otro lado, las terapias anti-TNF parecen aumentar el riesgo de complicaciones posoperatorias. En concreto, el riesgo global aumenta en un 73% (RR=1,73; IC95% 1,14 a 2,17), aumentando el de infecciones posquirúrgicas en un 56% (RR=1,56; IC95% 1,09 a 2,24). Aunque el aumento del riesgo no es excesivo, y bien pudiera reflejar un cierto grado de confusión residual en lugar de un efecto biológico real, debe sopesarse adecuadamente antes de una intervención quirúrgica en estos pacientes (Narula, 2013).

No obstante, en general, la mayoría de los pacientes que empiezan tratamiento biológico deberían mantenerlo a medio plazo. Desafortunadamente, hay pocos datos para hacer recomendaciones a largo plazo, más allá de un año, sobre cuándo se puede suspender el tratamiento con anti-TNF. Por otro lado, se estima que aproximadamente un tercio de los pacientes con enfermedad de Crohn tratados con anti-TNF son no adherentes, particularmente en caso de las mujeres (Fidder, 2013).

Antibióticos

Ciertos antibióticos han demostrado cierta utilidad en algunas formas clínicas de la enfermedad inflamatoria intestinal, disminuyendo posiblemente la inflamación crónica de la mucosa intestinal al reducir la concentración luminal de bacterias y modular la respuesta inmune mediada por células.

Los antibióticos utilizados ciprofloxacino y metronidazol, aunque experimentalmente se han usado también claritromicina y rifabutina. En general, se emplean en la inducción de la remisión de la enfermedad perianal y la enfermedad de Crohn fistulizante, en la prevención de la recurrencia posquirúrgica de la enfermedad de Crohn (concretamente, la pauta corta de metronidazol) y en algunas situaciones especiales en pacientes con colitis ulcerosa, como el megacolon tóxico o la fiebre de origen no intestinal.

El ciprofloxacino es una fluoroquinolona con actividad bactericida por inhibición de la ADN-girasa de las bacterias, lo que impide la replicación del ADN bacteriano. Tiene un amplio espectro bacteriano frente a bacterias Gram-positivas y Gram-negativas. Por su parte, el metronidazol tiene una acción bactericida, especialmente sobre bacterias anaerobias; además, presenta cierta acción inmunomoduladora con inhibición de la inmunidad celular y de la formación de granulomas.

El antibiótico más utilizado en la enfermedad inflamatoria intestinal pediátrica es el metronidazol, a dosis de 15-20 mg/kg/día. Parece ser más efectivo en la enfermedad de Crohn perianal fistulizante que en sus presentaciones ileocolónicas y en la colitis ulcerosa en general.

En el caso del ciprofloxacino, los efectos secundarios más frecuentes son los digestivos, como náuseas, vómitos, diarreas y ciertas colitis (pseudomembranosa). Además pueden aparecer alteraciones neurológicas, hematológicas, dérmicas, anafilácticas y toxicidad hepática. En asociación con la ciclosporina puede producir alteraciones de la función renal.

Los efectos adversos del metronidazol incluyen náuseas, sabor metálico, vómitos, cefaleas, urticaria, ardor uretral o vaginal y dispepsia que pueden presentarse hasta en el 90% de los pacientes. El efecto adverso más significativo es la neuropatía periférica en las extremidades hasta en un 50% de los casos. Este efecto es dependiente de la dosis y por lo general aparece después de seis meses de tratamiento. La mayoría de los efectos adversos revierten al suspender la medicación, con excepción de la neuropatía que con relativa frecuencia es irreversible. Presenta además reacción disulfirámica ante la ingesta de alcohol (efecto antabús).

Atendiendo a la relación entre enfermedad inflamatoria intestinal y la flora intestinal, se  ha estudiado el papel de los agentes probióticos (que, según la OMS, son microorganismos vivos que, cuando son suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo huésped) en su tratamiento. Supuestamente, la incorporación de ciertos microorganismos podría tener efectos beneficiosos al contribuir el equilibrio de la flora intestinal e, incluso, producir ciertos efectos sobre la mucosa digestiva. Fundamentalmente, se administran con yogur u otros derivados lácteos fermentados. No obstante, no se dispone de ensayos clínicos controlados que demuestren un papel que exceda el de su excelente tolerabilidad digestiva y sus buenas propiedades nutricionales (Butterworth, 2008; Naidoo, 2011).

Otros tratamientos

Dado el carácter crónico y discapacitante que tienen las enfermedades inflamatorias intestinales, y la ausencia de un tratamiento auténticamente curativo, se han hecho numerosas tentativas de incorporar otros medicamentos o incluso suplementos nutricionales para corregir o potenciar la eficacia de los medicamentos actualmente autorizados para esta indicación. En estas condiciones, es obvio indicar que han proliferado multitud de propuestas, muchas de ellas carentes del menor fundamento científico o clínico.

Entre los medicamentos estudiados con mayor rigor se encuentra la naltrexona en dosis bajas. Los datos de un pequeño estudio sugieren que ésta podría proporcionar un beneficio en términos de respuesta clínica y endoscópica en pacientes adultos con enfermedad de Crohn activa. Sin embargo, estos resultados deben ser interpretados con cautela, ya que se basan en un pequeño número de pacientes y la calidad metodológica del estudio es baja (Segal, 2014).

Mucho más abundante es la bibliografía relativa a la utilización de aceite de pescado, que no encuentra evidencia de eficacia (De Ley, 2007). Tampoco se encontró una evidencia clínica clara que apoye el uso de ácidos grasos omega 3 para mantener la remisión en la colitis ulcerosa (Turner, 2007) o en la enfermedad de Crohn (Swan, 2013).

Atendiendo a la observación de que la colitis ulcerosa es una enfermedad que afecta mayoritariamente a los no fumadores, que los fumadores intermitentes a menudo experimentan mejoría en sus síntomas mientras se fuma y que algunos de los no fumadores con colitis ulcerosa que empezaron a fumar entraron en remisión, se han desarrollado algunos ensayos controlados para evaluar la eficacia de la nicotina transdérmica para la inducción de la remisión en la colitis ulcerosa. Los resultados de una revisión demuestran que es superior al placebo, pero sin ninguna ventaja significativa para el tratamiento de nicotina transdérmica comparado con el tratamiento farmacológico estándar. Además, los eventos adversos asociados con la nicotina transdérmica son significativos y limitan su uso en algunos pacientes (McGrath, 2004).

Por otro lado, además de los tratamientos específicamente antiinflamatorios, los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal requieren frecuentemente otros fármacos para controlar determinados síntomas y prevenir estados de deficiencia nutricional y, en particular vitamínica. En este sentido, es común la utilización de loperamida si la colitis no tiene un carácter fulminante o colestiramina si el paciente ha sido previamente sometido a una resección del íleo. El dolor es habitualmente tratado con paracetamol, recurriéndose a la codeína (sola o combinada con el propio paracetamol) cuando es preciso.

Esquema general de tratamiento

Actualmente, se considera que el tratamiento de elección de la enfermedad de Crohn según su localización y grado de actividad es como sigue:

  • Localización ileal o ileocecal:
    • Enfermedad activa:
      • Leve: budesonida 9 mg/día
      • Moderada: budesonida/ corticosteroides sistémicos.
      • Grave: corticosteroides sistémicos/ infliximab o adalimumab
      • Pacientes corticorresistentes o corticodependientes: azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab/ cirugía
    • Mantenimiento: azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab.
  • Localización colónica:
    • Enfermedad activa:
      • Leve: mesalazina, metronidazol, corticosteroides sistémicos
      • Moderada: corticosteroides sistémicos/ azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab
      • Grave: cirugía
      • Pacientes corticorresistentes o corticodependientes: azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab/ cirugía
    • Mantenimiento: azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab.
  • Enfermedad fistulizante:
    • Enfermedad activa: metronidazol o ciprofloxacino/ azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab
    • Mantenimiento: azatioprina o mercaptopurina/ infliximab o adalimumab.

Por su parte, el enfoque terapéutico de la colitis ulcerosa activa  (salvo proctitis) se resume en el esquema representado en la figura (Hinojosa, 2010), en el que habría que añadir al adalimumab y al golimumab como alternativas al infliximab en aquellas condiciones en las que éste está indicado.

El término de corticorrefractariedad indica la condición en la que persiste la enfermedad inflamatoria intestinal activa a

crohn

pesar de la administración de dosis plenas de corticosteroides, mientras que el de corticodependencia se aplica cuando la enfermedad reaparece (recidiva o recaída) dentro de los 30 días siguientes a la suspensión del tratamiento con corticosteroides o durante la fase de reducción de dosis de estos, de forma que no se consigue una retirada prolongada y/o el paciente presenta 2 o más brotes al año que obliguen a pautar corticoterapia oral o intravenosa.

Si la actividad clínica de la enfermedad desaparece y no se observan lesiones intestinales mediante endoscopia, se considera que hay curación mucosa. La remisión consiste en la disminución (remisión parcial) o desaparición (remisión total) de los síntomas y signos de la enfermedad, incluida la curación mucosa. Por el contrario, hay recurrencia si reaparece la enfermedad macroscópica después de una resección quirúrgica teóricamente curativa. La recidiva o recaída supone la reaparición de la sintomatología después de un periodo de quiescencia o inactividad de la enfermedad. En este sentido, la aparición de síntomas en un paciente en remisión antes de 3 meses de la finalización del tratamiento se califica de recaída precoz. Según la frecuencia de aparición de recaídas, puede considerarse un patrón de recaída infrecuente (< 1 por año), frecuente (2 o más por año) o continuo (si persiste la enfermedad inflamatoria intestinal activa sin alcanzar la remisión).

Sin duda, tanto el tratamiento farmacológico como el quirúrgico mejoran la calidad de vida relacionada con la salud de los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal. En un estudio reciente  (Burisch, 2014), los pacientes con enfermedad de Crohn mejoraron su puntuación utilizando el de SIBDQ (Short Inflammatory Bowel Disease Questionnaire) desde 45,3 a 55,3 puntos en Europa del Este y de 44,9 a 53,6 en Europa Occidental, mientras que las puntuaciones en los pacientes con colitis ulcerosa mejoraron desde 44,9 a 57,4 y de 48,8 a 55,7, respectivamente.

Dieta y soporte nutricional

La enfermedad inflamatoria intestinal se asocia frecuentemente con deficiencias nutricionales que pueden manifestarse en forma de adelgazamiento, anemia, descalcificación ósea y retraso en el desarrollo estaturoponderal y sexual en los niños y adolescentes. Las causas de esta desnutrición son diversas:

Reducción de la ingesta de alimentos, ya sea porque la propia enfermedad les quita el apetito, porque tienen náuseas, vómitos o dolor abdominal al comer o porque restringen la toma de ciertos alimentos por indicación médica.

Alteraciones intestinales que provocan la malabsorción de los alimentos ingeridos; aunque esto se produce sólo en la enfermedad de Crohn que afecta al intestino delgado.

Pérdida de proteínas y otros nutrientes a través de la mucosa intestinal inflamada y ulcerada.

Incremento en el consumo de energía provocado por la inflamación intestinal.

Actualmente no existen datos científicamente contrastados que permitan afirmar que ningún alimento en concreto esté involucrado en el desencadenamiento, empeoramiento o perpetuación de la actividad inflamatoria en la colitis ulcerosa y en la enfermedad de Crohn, por lo que en ambos casos se debe evitar cualquier restricción en su dieta, la cual será libre y variada, rica en proteínas, hierro y calcio, todo ello para prevenir y corregir la desnutrición; si acaso, la única restricción dietética durante los brotes de actividad es la de aquellos alimentos que provoquen de forma repetida y sistemática un empeoramiento de sus síntomas (con mayor frecuencia de diarrea y/o dolores abdominales), tal como la leche en los pacientes intolerantes a la lactosa, que deben sustituir por yogur y quesos curados (que tienen poca lactosa).

Algo similar puede indicarse sobre el consumo de fibra durante los brotes, en los que se aconseja una dieta con pocos residuos, sobre todo en los pacientes con enfermedad de Crohn extensa y con estenosis intestinales, pues la fibra podría producir obstrucciones intestinales o dolores por la dificultad de paso por las zonas estenosadas. Por ello se aconseja eliminar la fibra insoluble, contenida en los alimentos integrales, el salvado (de trigo, avena, centeno, etc.) y algunos vegetales “leñosos”, como los espárragos, las alcachofas, las legumbres, etc. Además, este tipo de fibra puede dañar y erosionar la mucosa intestinal inflamada y ulcerada. El otro tipo de fibra, la soluble, contenida en las frutas y en algunas legumbres, produce menos residuos que la insoluble y se suele tolerar mejor. Además hay que tener en cuenta que el plátano y el membrillo son astringentes, por lo que serán mejores que las cerezas, las ciruelas o las naranjas, que son laxantes.

Durante los periodos de remisión, los pacientes deben seguir una dieta normal, salvo aquellos con enfermedad de Crohn con estenosis fibrosas persistentes, que deberán evitar la fibra insoluble y reducir la fibra soluble. Cuando los pacientes no pueden tomar una dieta normal, se recurre a la nutrición artificial, enteral o parenteral, lo que suele ocurrir en los pacientes muy desnutridos durante los brotes graves, en los que la desnutrición puede ser más rápida. Adicionalmente, parece que la nutrición enteral tiene un efecto antiinflamatorio sobre la mucosa afectada por la enfermedad de Crohn, por lo que se está utilizando como tratamiento en los niños con brotes para evitar el efecto perjudicial de los corticosteroides sobre su crecimiento. No obstante, el tratamiento con corticosteroides se considera más efectivo que la nutrición enteral para inducir la remisión de la enfermedad de Crohn activa y no parece que la composición proteica de la dieta influya en la eficacia de la nutrición enteral en el tratamiento de la enfermedad de Crohn activa. Parece existir una cierta tendencia favorable aunque no significativa a favor de un contenido muy bajo contenido de grasa y / o de triglicéridos de cadena larga (Zachos, 2007).

Por su parte, los pacientes de enfermedad de Crohn con afectación gastroduodenal, enfermedad perianal o manifestaciones extradigestivas graves no son candidatos para recibir nutrición enteral como tratamiento primario. En términos generales los pacientes con afectación cólica extensa sin afectación ileal responden peor. Aunque no existe un consenso, la reintroducción alimentaria debe ser gradual y el volumen de ingesta diario de la fórmula enteral debe disminuirse a lo largo de tres o cuatro semanas. La nutrición parenteral es útil en los casos de estenosis, fístulas o malnutrición severa y en casos de colitis ulcerosa como apoyo pre y postquirúrgico

Tratamiento quirúrgico

En la colitis ulcerosa, la cirugía (colectomía total con descenso ileoanal) es curativa y se recomienda de forma electiva en los brotes graves refractarios al tratamiento farmacológico o cuando no sea posible lograr una adecuada calidad de vida con éste. Se estima que el 25–30% de los pacientes pueden necesitar cirugía. Las opciones quirúrgicas son Ileostomía transitoria, proctocolectomía total más ileostomía permanente y anastomosis del pouch ileo anal (IPAA).

Por su parte, la cirugía para la enfermedad de Crohn es solo paliativa y se recomienda únicamente en condiciones refractarias al tratamiento farmacológico y casos seleccionados, ya que existe una alta tasa de recurrencia posterior; no obstante, el 70–75% de estos pacientes necesitan cirugía en algún momento para aliviar los síntomas si fracasa el tratamiento medicamentoso, o para corregir complicaciones. Las opciones quirúrgicas consisten en el drenaje de los abscesos, resección segmentaria, plastia de las estenosis con preservación del intestino, anastomosis ileorectales o ileocolónicas, y derivación transitoria mediante ileostomía/colostomía en fístula perianal severa.

Una reciente revisión ha documentado la reducción de las complicaciones perioperatorias en los pacientes sometidos a resección laparoscópica, en comparación con la resección abierta (cociente de riesgo 0,71; IC95% 0,58 a 0,86; p=0,001). No hubo diferencias significativas en la tasa de recurrencia quirúrgica (0,78; IC95% 0,54 a 1,11; p=0,17) o en la obstrucción del intestino delgado (0,63; IC95% 0,28 a 1,45; p=0,28) entre ambas técnicas (Patel, 2013).

El papel del farmacéutico

Por su condición de establecimiento sanitario de atención inmediata, la red de 21.500 oficinas de farmacia españolas dispone de una posición privilegiada para ofrecer a la comunidad un servicio de salud pública de primera magnitud, atendiendo a más de dos millones de ciudadanos diariamente. Obviamente, esto supone poder prevenir y detectar problemas importantes de salud, encauzándolos hacia el médico, en su caso, para un diagnóstico y tratamiento detallados.

En el caso concreto de las enfermedades inflamatorias intestinales, el farmacéutico en el ámbito comunitario puede facilitar la detección y el direccionamiento de posibles pacientes hacia el médico, previniendo así un deterioro innecesario. En este sentido, a toda persona joven con diarrea de larga evolución (más de 2-3 semanas de duración), pérdida de peso, dolor abdominal y sobre todo si se ha detectado sangre persistente con las heces, es preciso remitirla al médico para, ya que son muchas las posibilidades de que tenga alguna patología orgánica, estando la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa entre las más frecuentes.

Otro aspecto relevante que el farmacéutico puede y debe atender es a ciertos hábitos del paciente. Así, a los pacientes fumadores que son diagnosticados de enfermedad de Crohn, el primer y más urgente consejo es abandonar radicalmente el tabaquismo, para lo cual pueden facilitarse consejos y tratamientos específicos. En este sentido, el tabaquismo puede provocar en estos pacientes que el tratamiento farmacológico sea menos eficaz, que presenten más riesgos de complicaciones (infecciones, abscesos, etc.), que la evolución sea más grave (estenosis, fístulas, etc.) y que tengan más necesidad de cirugía y, si siguen fumando tras ser operados, más riesgo de nuevas intervenciones.

Muchos de los medicamentos utilizados en las enfermedades inflamatorias intestinales tienen un perfil toxicológico importante, el cual debe ser controlado a través de un seguimiento farmacoterapéutico personalizado. De igual manera, el riesgo de interacciones farmacológicas es elevado, ya que es muy común que estos pacientes utilicen otros medicamentos además de los específicamente prescritos para la patología intestinal inflamatoria.

El potencial de mejora de la gestión de los pacientes con enfermedades inflamatorias intestinales aumenta a medida que se van conociendo cuándo y cómo se debe intervenir en el proceso de la enfermedad y la forma de adoptar un enfoque de gestión de colaboración que promueva la creación de redes y reduzca la heterogeneidad de la atención en los diferentes ámbitos de atención (Ghosh, 2014). En este sentido, no parece haber diferencias nacionales importantes en las actitudes y percepciones de los pacientes con colitis ulcerosa, lo que puede ayudar a mejorar la atención al paciente. Los estudios apoyan la necesidad de la educación estructurada del paciente para mejorar la adherencia y los resultados del tratamiento (Schreiber, 2013).

En cualquier caso,  la participación del farmacéutico puede ser de gran valor, previniendo tanto la falta de adherencia como la utilización indistinta de ciertos medicamentos, como la mesalazina o los agentes inmunosupresores; además, debe tenerse presente que los cambios de formas orales de mesalazina en pacientes adherentes se pueden asociar con un aumento significativo en el riesgo de recaída (Robinson, 2013).

Las razones dadas por los propios pacientes para la no adherencia al tratamiento son variadas e incluyen el olvido del esquema terapéutico, el cuestionamiento de la necesidad del tratamiento durante los periodos de inactividad de la enfermedad, los regímenes incómodos y la necesidad de un gran número de tomas. En este sentido, por ejemplo, las consecuencias de la falta de adherencia a la terapia con mesalazina entre los pacientes con colitis ulcerosa incluyen un aumento de la morbilidad con un mayor riesgo de recaída sintomática, una reducción de la calidad de vida y un posible aumento del riesgo de cáncer colorrectal (Kane, 2003). Por otro lado, la no adhesión al tratamiento prescrito en los pacientes colitis ulcerosa suponía hace más de una década en Estados Unidos un sobrecoste de más de 1.000 millones de dólares, y era la causa del 10% de todos los ingresos hospitalarios entre los pacientes con colitis ulcerosa (Dezii, 2000).

Por otro lado, debe recordarse a los pacientes la necesidad no solo de mantener una estricta adherencia al tratamiento prescrito por el médico, sino también el resto de indicaciones recibidas por éste. A título de ejemplo, en ambas enfermedades, pero preferentemente en la colitis ulcerosa, la vigilancia endoscópica mediante colonoscopias completas con toma de biopsias múltiples cada 1-2 años a partir de los 8 años de duración para las pancolitis y de los 15 años para las colitis izquierdas, consigue reducir la mortalidad al detectar en fases precoces y curables dos tercios de los carcinomas. Además, permite detectar la aparición de displasia, que es el paso previo a la malignización para así poder indicar el tratamiento quirúrgico antes del desarrollo del cáncer colorrectal.

En el ámbito hospitalario, igualmente el farmacéutico participa decisivamente en la optimización de los resultados del tratamiento integral de estos pacientes. En este sentido, hay estudios que evidencian la elevada demanda en España de atención farmacéutica en los pacientes sometidos a nutrición parenteral total, donde la detección y tipificación de los errores de medicación y de problemas relacionados con la medicación permite la identificación de puntos de mejora en el sistema y un aumento de la calidad asistencial (Anoz, 2004).

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Vertigo

RESUMEN

El vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB) es la forma más común de vértigo posicional y se caracteriza por episodios recurrentes de vértigo que duran un minuto o menos. la maniobra de Dix-Hallpike se utiliza para el diagnóstico del VPPB y las maniobras de reposicionamiento de partículas (maniobra de Epley y Seamont) son útiles para el tratamiento. La enfermedad de Ménière es la segunda causa más frecuente de vértigo periférico y los síntomas característicos son la sensación de plenitud ótica, hipoacusia neurosensorial ipsilateral fluctuante, acúfenos y vértigo rotatorio. Su diagnóstico es fundamentalmente clínico y el tratamiento solamente trata de paliar los síntomas. La neuritis vestibular parece ser un trastorno inflamatorio viral o postviral agudo de la porción vestibular del VIII par craneal que produce un cuadro de vértigo de aparición brusca, náuseas, vómitos y dificultad de la marcha, normalmente como un único episodio. Se debe realizar un diagnóstico diferencial minucioso, ya que existen patologías vasculares agudas en el cerebelo o el tronco cerebral que aparecen con los mismos síntomas. El neurinoma del acústico es un tumor derivado de las células de Schwan, cuya clínica más frecuente es hipoacusia neurosensitiva progresiva con acúfenos.

Las principales causas de vértigo de origen central son la migraña, el accidente isquémico transitorio (AIT), la isquemia o infarto hemorrágico.Como norma general, este tipo de vértigos tienen asociados otro tipo de clínica relacionada con alteraciones en el sistema nervioso central, lo que permite diferenciarlos de los periféricos, más benignos.

INTRODUCCIÓN

Clásicamente el vértigo se describe como una sensación ilusoria de movimiento , bien de los objetos que nos rodean o bien de nuestro propio cuerpo. En muchas otras ocasiones el vértigo también se ha descrito como la sensación de mareo transitorio que aparece inmediatamente después de realizar varios giros cefálicos  con velocidad . Sin embargo, hay otros pacientes que describen este síntoma como una inespecífica  sensación de balanceo o inclinación.

Una definición más técnica para definir el vértigo sería la presencia o aparición de ilusión de movimiento, ya sea del mundo exterior que gira alrededor del individuo o de la persona que gira en el espacio.

El vértigo en sí es un síntoma.  Este síntoma puede surgir por problemas vestibulares (daño a nivel del laberinto, alteración en el nervio vestibular) o lesiones en las estructuras vestibulares centrales en el tronco cerebral.

El vértigo, al ser un síntoma,  puede ser indicativo de una amplia gama de procesos patológicos tanto centrales como periféricos, pero en general la mayoría de los pacientes presentan clínica de patología no establecida en el sistema nervioso central,que aunque muy intensa y llamativa suele ser escasamente grave. Responde mejor al tratamiento y tiene mejor pronóstico.

ETIOLOGÍA

Los vértigos se pueden clasificar en periféricos o centrales. Los primeros responden a una lesión localizada en los receptores vestibulares utrículo, sáculo y conductos semicirculares del oído interno o en el componente vestibular del nervio vestibulococlear. Los segundos, en las vías y los centros nerviosos del tronco o de la corteza cerebral.

En general, la causa más frecuente de vértigo periférico es la producida por el vértigo paroxístico periférico benigno, seguido de  la neuritis vestibular y la enfermedad de Meniére. Las causas centrales son menos frecuentes aunque suelen implicar la existencia de patología de mayor gravedad.

 
Vértigo periférico Vértigo central
Síndrome de Meniere.Vértigo posicional benigno.Neuronitis vestibular.

 

Otros (traumatismo, neurinoma del acústico, fármacos, etc.).

ACV vertebrobasilar.Esclerosis múltiple.Otros (malformación de Arnold-Chiari, migraña basilar, tumores cerebelosos o troncoencéfalo encefalomielitis, epilepsia).

Evaluación del vértigo

La evaluación inicial se realiza mediante la anamnesis y la exploración física. Ambas suelen ser suficientes para diagnosticar la causa del vértigo y diferenciar entre vértigo periférico y central. Es muy importante a la hora de hacer la entrevista clínica diferenciar si el paciente presenta vértigo u otra causa de mareo, ya que el vértigo es consecuencia de una disfunción vestibular normalmente y las otras causas de mareo pueden deberse a alteraciones del sistema nervioso central, cardiovascular o sistémico.

La presencia de síntomas neurológicos sugiere la presencia de una lesión vestibular central. La marcha atáxica, cefalea, diplopia, pérdida de agudeza visual o campimetría por confrontación alterada, debilidad, torpeza, o incoordinación(discinesia o adiadococinesia) deben ser evaluados y explorados posteriormente. Sin embargo, la ausencia de síntomas neurológicos no excluye un proceso central.

Vértigos periféricos

Vértigo posicional paroxístico benigno

El vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB) es probablemente la causa más comúnmente reconocida de vértigo.  Alrededor de la mitad de los pacientes con disfunción vestibular presentan este tipo de vértigo. La prevalencia aumenta con la edad y se da más frecuentemente en mujeres.

Etiología:

El VPPB es atribuido con mayor frecuencia a los depósitos de calcio localizados dentro del canal semicircular posterior, conocido como caniculolitiasis o canalitiasis. La alteración de los canales anterior (superior) y medio se dan con menor frecuencia.  La mayoría de los casos de canalitiasis no tienen causa conocida o pueden ser debidos a traumatismos craneales menores .  Otras patologías que pueden desencadenar VPPB son aquellas que implican una alteración vestibular, como la enfermedad de Menière, neuritis vestibulares,  infecciones (virus herpes zoster ótico) o isquemia del oído interno.

La función de los canales semicirculares es fundamentalmente la detección de las aceleraciones angulares de la cabeza. Al aparecer estos cálculos dentro de los canales, la endolinfa  de estos canales no se mueve correctamente apareciendo alteraciones en la sensación de equilibrio.

Aproximación clínica

El VPPB suele aparecer en aquellos pacientes que realizan un movimiento rápido de la cabeza, que normalmente suele implicar el giro del oído enfermo. También puede desencadenarse si los pacientes realizan una extensión de la región cervical estando en bipedestación o en sedestación, en decúbito o a levantarse de la cama. Son episodios recurrentes que duran un minuto o menos.  Estos episodios pueden repetirse en semanas o meses y suelen ser autolimitados.

Se pueden acompañar de nauseas y vómitos, pero es llamativo en estos pacientes  la ausencia de otra sintomatología neurológica acompañante.

 Diferencias entre vértigo central vs periférico
Vértigo periférico Vértigo central
Clínica
Comienzo brusco e intensidad acusada.Evolución episódica, paroxística.Rotatorio. Bien definido.

 

Duración de segundos, minutos o horas.

Hipoacusia y acúfenos frecuentes.

Náuseas y vómitos frecuentes.

Influencia postural.

Comienzo insidioso e intensidad leve (excepto en ACV de tronco o cerebelo).Evolución continua, progresiva.Sensación rotatoria rara. Mal definido.

 

Duración muy variable (días, meses, años).

Hipoacusia y acúfenos raros.

Escasas manifestaciones vegetativas.

Escasa influencia postural.

Exploración
NistagmoUnidireccional. Horizonto-rotatorio.1Se inhibe con la fijación de la mirada

 

Exploración neurológica: 

Signos centrales raros.

Signo de Romberg positivo. Hacia un lado.

Prueba de Barany con desviación bilateral hacia el componente lento del nistagmo.

Distintos tipos de marcha (estrella, abanico, etc.)

Multidireccional o vertical. No se inhibe con la fijación de la mirada.Signos centrales frecuentes, déficit neurológico (alteraciones visuales, disartria, pérdida de conocimiento, etc.).Imposibilidad permanecer de pie con ojos abiertos. Grandes oscilaciones hacia varios lados.

 

Prueba de Barany con desviación unilateral o bien discordante de ambos brazos.

La marcha es imposible o muy inestable, con ataxia y caída.

Síndrome vestibular
CompletoArmónico (vértigo, desequilibrio, vómitos y nistagmo)Proporcionado (a mas vértigo, más nistagmo y desequilibrio)

 

Incompleto.Disarmónico.Desproporcionado.

 

Aproximación diagnóstica

La clave para el diagnóstico es la maniobra de Dix-Hallpike  que reproduce la crisis y tiene valor terapéutico. Pasados unos segundos de latencia después de haber tumbado rápidamente al paciente, aparece un vértigo intenso y un nistagmo en la dirección de las agujas del reloj,  si se explora el lado izquierdo y el contrario si es el derecho, con un fuerte componente vertical hacia arriba. Normalmente, a los cuarenta segundos cesan espontáneamente los síntomas.

Criterios diagnósticos para la maniobra de Dix-Hallpike

El nistagmo y el vértigo suelen aparecer con una latencia de unos pocos segundos y duran menos de 30 segundos.

Tiene una trayectoria típica, batiendo hacia arriba y a la torsión, con los polos superiores de los ojos superando hacia el suelo.

Después de que se detenga y el paciente se sienta, el nistagmo se repetirá, pero en la dirección opuesta.

maniobra-dix

El paciente debe entonces tener la maniobra repetida en el mismo lado; con cada repetición, la intensidad y la duración de nistagmo disminuirán.

Otras pruebas complementarias no suelen estar indicadas para el diagnóstico del VPPB aunque se pueden solicitar para hacer un diagnóstico diferencial. Estas tipos

de pruebas incluyen pruebas de imagen que sirven para aquellos pacientes con nistagmos atípicos.

Diagnóstico diferencial

Hipotensión postural: La hipotensión postural puede producir mareos con cambios de postura, pero sin embargo no es inducida por dar vueltas en la cama o al acostarse.

Alteración vestibular crónica unilateral: En este caso, los mareos son muy fugaces y suelen durar menos de 2 segundos, mientras que en el VPPB los pacientes se quejan durante 30-60 segundos y el vértigo se suele desencadenar por mirar hacia arriba y abajo.

Vértigo migrañoso.  Es un tipo de cefalea que cursa con vértigo con episodios recurrentes más cortos que el VPPB y un nistagmo más atípico.

Vértigo central. Este tipo de vértigo se debe normalmente a lesiones cerebelosas y suele acompañarse de otra sintomatología central.

Aproximación terapéutica

En estos pacientes se ha de intentar las maniobras de reposicionamiento de las partículas.

Maniobra de Epley

Maniobra de Semont.

Se ha demostrado en las revisiones sistemáticas que estas maniobras terapéuticas de reposicionamiento de partículas son seguras y eficaces para el tratamiento del VPPB del canal posterior. Posteriormente a la realización de estas maniobras, se puede indicar al paciente el uso de collarín cervical para evitar el regreso de las partículas al conducto semicircular.

Los medicamentos no suelen ser útiles para los breves episodios de vértigo asociados a VPPB, aunque se pueden dar si la persistencia de los mismos hace incomoda la vida del paciente.

Síndrome de Ménière

La enfermedad de Ménière es un trastorno vestibular periférico atribuido a un exceso de la presión del fluido endolinfático, que causa episodios de disfunción del oído interno. La enfermedad se llama así por Prospere Ménière, un médico francés que fue el primero en informar de que el oído interno podría ser el origen de un síndrome que se manifiesta vértigo episódico, tinnitus y pérdida de audición. El diagnóstico de la enfermedad es fundamentalmente clínico.

Etiología

Esta enfermedad es la 2ª causa de vértigo periférico en nuestro medio. Suele aparecer en pacientes entre 20 y 40 años y la mayoría de las ocasiones es de presentación unilateral.

La enfermad de Ménière se debe a una aumento de presión endolinfática por una retención progresiva del líquido en el espacio endolinfático (hidropesía endolinfática). Todavía no se conoce el por qué del aumento de líquido dentro del espacio endolinfático, aunque se han propuesto distintas teorías como el bloqueo en el saco endolinfático, hipoplasia del acueducto vestibular, mecanismos inmunológicos, virales, vasculares o una predisposición genética.

Aproximación clínica

Los síntomas característicos son: sensación de plenitud ótica, hipoacusia neurosensorial ipsilateral fluctuante por bajas

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frecuencias, acúfenos y vértigos rotatorios. Se suele acompañar de un intenso cuadro vegetativo. Cada episodio puede durar desde los 30 minutos hasta 24 horas.  La pérdida de audición progresa con el tiempo y, a menudo concluye en la pérdida completa de la audición en todas las frecuencias durante periodos prologados de tiempo. Los acúfenos son característicamente de tonos bajos (como escuchar una concha marina).

El curso de la enfermedad de Ménière varía . Algunos pacientes han padecido una  fluctuación en la audición con una pérdida progresiva de la audición con síntomas vestibulares poco frecuentes; otros sin embargo tienen vértigo severo y frecuente con síntomas auditivos leves; y en otros, los síntomas auditivos y vestibulares se manifiestan en igual medida.

Aproximación diagnóstica

Como se ha comentado anteriormente, el diagnóstico es fundamentalmente clínico. No existe una prueba diagnóstica específica para la enfermedad de Ménière y el diagnóstico definitivo sólo puede hacerse después de la muerte.

El diagnóstico clínico en la mayoría de los pacientes se basa en la historia, la evaluación neurotológica, y la respuesta clínica al tratamiento médico.

Criterios diagnósticos propuestos por la Academia Americana de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello para el diagnóstico de síndrome de Ménière (AAO-HNS):

  • Dos episodios espontáneos de vértigo rotatorio que duran al menos 20 minutos.
  • Confirmación audiométrica de la pérdida auditiva neurosensorial.
  • Tinnitus y / o una sensación de plenitud aural
Pruebas complementarias

Audiometría: Se debe realizar en todos los pacientes con sospecha de enfermedad de Ménière. El patrón audiométrico más común en la enfermedad temprana es una  pérdida de la sensibilidad de baja y alta frecuencia combinada con audición normal en las frecuencias medias.

Pruebas vestibulares: Una evaluación vestibular estándar incluye electronistagmografía (ENG), las pruebas de la silla giratoria, y posturografía dinámica computarizada. Este tipo de pruebas son útiles en la determinación de pacientes candidatos a cirugía.

Pruebas de imagen: La resonancia magnética nuclear (RNM) está indicada para descartar lesiones del sistema nervioso central como tumores centrales, aneurismas o estenosis de la circulación posterior, malformaciones de Arnol-Chiari o lesiones sospechosas de esclerosis múltiple.

Diagnóstico diferencial

Tumor vestibular o Schwannoma: La clínica de estos pacientes se presenta como alteración de la audición asimétrica y progresiva. Pueden presentar cierto vértigo o quejarse de desequilibrio. El diagnóstico se completa con pruebas de imagen.

Esclerosis múltiple: Esta enfermedad se puede presentar con los mismos síntomas que la enfermedad de Ménière, sin embargo el nistagmo suele ser más severo y duradero, además de presentar otros síntomas neurológicos.

Accidente isquémico transitorio: En estos pacientes los episodios suelen ser de menor duración y casi nunca presentan acúfenos persistentes ni pérdida de audición progresiva.

Migrañas: El dolor de cabeza suele estar presente cuando los pacientes presentan un vértigo migrañoso  ya sea durante o después del episodio.  Los pacientes además se quejan de fotofobia y sonofobia.

Aproximación terapéutica:

Se ha de tener en cuenta que a medida que la enfermedad progresa, se produce una destrucción total de la función vestibular del oído afectado. Aunque el número de crisis será menor, el deterioro de la función auditiva será mayor y más acusada.

Se considera la enfermedad de Ménière una enfermedad crónica cuyo tratamiento sirve para paliar los síntomas pero no para tratar la etiología del proceso.

Uno de los aspectos más importantes del tratamiento es informar a los pacientes de las características del proceso, las opciones de tratamiento y las expectativas de recuperación de la enfermedad.  Esto se debe llevar a cabo para que los pacientes no dejen de realizar sus actividades de la vida diaria, aunque se pierda la audición del oído afecto.  Otro aspecto a tener en cuenta son los ajustes en el estilo de vida, ya que factores dietéticos o ambientales pueden afectar a la audición y el equilibrio. Se debe restringir la ingesta de sal, cafeína, alcohol y  nicotina ya que pueden provocar la aparición de nuevos episodios.

El tratamiento médico se basa en la resolución de los brotes agudos de vértigo mediante inhibidores vestibulares y antieméticos. Dentro de los primeros encontramos benzodiacepinas (dosis bajas de diazepam), antihistamínicos o anticolinergicos. Para el control de las nauseas y vómitos se han propuesto  prometazina o metoclopramida.

Para el control a largo plazo de los vértigos en la enfermedad de Ménière, se ha propugnadoel uso de diuréticos y betahistina con distintos resultados.

Sin embargo, existen otro tipo de pacientes con síntomas intratables o progresivos que deterioran significativamente su calidad de vida por lo que son candidatos a intervención quirúrgica.  Dentro de las alternativas quirúrgicas están los tratamientos destructivos (laberintectomía quirúrgica, la sección del nervio vestibular o inyección de Gentamicina intratimpánica) que intentan reducir o eliminar señales del sistema laberíntico afectado.

Neuritis vestibular

La neuritis vestibular también es conocida como neuronitis vestibular, laberintitis, neurolaberintitis o vestibulopatía periférica aguda.  Se trata de un trastorno benigno, autolimitado, normalmente único, que por lo general no deja secuelas.

Si la función vestibular se conserva el cuadro se denomina neuritis vestibular puro. Sin embargo cuando este síndrome se combina con la pérdida auditiva unilateral, se pasa a denominar laberintitis.

Esta patología puede confundirse con lesiones vasculares agudas que producen la misma sintomatología por lo que se debe realizar un diagnóstico diferencia exhaustivo  para aplicar un correcto tratamiento.

Etiología

Como causa principal se sospecha que esta patología es debida a un trastorno inflamatorio viral o postviral que afecta a la porción vestibular del VIII par craneal y al ganglio de Scarpa. Aunque también se ha propuesto el origen isquémico en la etiología de la laberintitis.

Aproximación clínica

Esta enfermedad se caracteriza clínicamente por la aparición de un vértigo severo acompañado de náuseas, vómitos y marcha inestable. Suele tener un comienzo abrupto y no presenta síntomas cocleares (hipoacusias o acufenos) ni alteraciones de pares craneales.

Aproximación diagnóstica

En la exploración se puede encontrar un nistagmo horizontal-rotatorio dirigido hacia el lado sano que se suprime con la fijación visual y que no cambia con la dirección de la mirada. Ante la realización de maniobras diagnósticas como la maniobra de Fukuda se observa la incapacidad el paciente para mantener fija la visión con un giro rápido de la cabeza hacia el lado lesionado. También se observa inestabilidad de la marcha con la capacidad preservada de deambular. Otros síntomas neurológicos como disartria, disfagia o parálisis facial están ausentes.

Como en los anteriores procesos el diagnóstico se basa en gran media en la información clínica. No existen pruebas específicas.

Se pueden utilizar técnicas de imagen como la resonancia magnética (RM), tomografía computerizada (TC) o la angiografía  para descartar procesos alternativos si existen dudas diagnósticas tras la información clínica aportada.

Diagnóstico diferencial

Hemorragia o infarto cerebeloso: La identificación de esta patología es de suma importancia ya que un tratamiento precoz mejora considerablemente el pronóstico. Se debe sospechar esta patología si el nistagmo no se suprime con la fijación visual, los pacientes no pueden deambular por sí mismos, se acompaña de síntomas neurológicos como disartria o cefalea.  La prueba de Fukuda es generalmente normal ,y los pacientes con un evento vascular suelen ser ancianos con factores de riesgo de arterioesclerosis.

Infarto del tronco cerebral: Cuando se produce un infarto en la porción lateral medular del tronco cerebral se produce una serie de síntomas y signos conocidos como síndrome de Wallenberg (El síndrome de Horner ipsilateral, pérdida sensitiva disociada, movimientos oculares anormales, pérdida de reflejo corneal ipsilateral, ronquera y disfagia, y ataxia en la extremidad ipsilateral).

Aproximación terapéutica

Los pacientes con neuritis vestibular generalmente sufren de síntomas vestibulares graves durante uno a dos días, seguido de una disminución gradual de los trastornos y un retorno de la sensación de equilibrio. Mientras que la enfermedad aguda rara vez dura más de unos días o unas pocas semanas,la alteración del equilibrio residual y los mareos inespecíficos pueden persistir durante meses.

En la fase aguda se han utilizado tratamientos con corticoides para mejorar la recuperación de la función vestibular periférica en pacientes con laberintitis aguda. Aunque a largo plazo no se sabe con certeza si el uso de corticoesteroides mejora el pronóstico.

Para el tratamiento sintomático de los vértigos, náuseas y vómitos se utilizan fármacos antieméticos, antihistamínicos, anticolinérgicos y/o benzodiacepinas.

Los ejercicios vestibulares dentro de la rehabilitación vestibular podrían ser útiles para acelerar la recuperación y mejorar la discapacidad en pacientes con  lesión vestibular permanente.

Neurinoma del acústico

Este tumor también conocido como schwanoma acústico o schwanoma vestibular o neurilenoma vestibular, es un tumor derivado de las células de Schwan que comúnmente surgen de la porción vestibular del octavo par craneal. Representan el 80-90 % de los tumores del ángulo pontocerebeloso (CPA) en adultos.  Los pacientes se suelen quejar sobre todo de hipoacusia neurosensitiva progresiva, y acúfenos.

La detección de este tumor es de difícil diagnóstico, pero gracias a las pruebas de imagen como la resonancia magnética (RM) utilizadas en el diagnóstico diferencial de otras causas de vértigo, se está viendo que en realidad existe una mayor incidencia de lo que se pensaba. La edad media de diagnóstico se sitúa alrededor de los 50 años y suele ser unilateral.

Existen pacientes que tienen más predisposición a padecer este tipo de tumores como son aquellos que padecen neurofibromatosis tipo 2, también los que presentan una exposición prolongada a ruidos fuertes, los que han sufrido en la infancia bajas dosis de radiación, y los pacientes con adenomas de paratiroides.

Aproximación clínica

Los síntomas asociados con schwannoma vestibular pueden ser debido a la participación de los nervios craneales, la compresión del cerebelo, o la progresión tumoral.

Principalmente estos pacientes refieren pérdida de audición y acufenos por afectación del nervio coclear. Si se afecta la porción vestibular del nervio se puede observar alteración de la estabilidad en la deambulación junto con una sensación de vértigo inespecífico ; evolucionando entonces de manera crónica. En algunas ocasiones los pacientes pueden referir entumecimiento facial, hiperestesia y dolor facial, junto con paresia facial y alteración del gusto.

Si la enfermedad progresa, se pueden observar síntomas centrales por compresión de estructuras cerebelosas o del tronco cerebral, observándose ataxias, hidrocefalias e incluso la muerte por compresión del tallo cerebral.

Aproximación diagnóstica

El diagnóstico se basa fundamentalmente en la clínica observándose hipoacusia neurosensorial generalmente unilateral con acúfenos en pacientes alrededor de los 50 años. Ante la sospecha clínica se debe realizar una prueba de imagen como una RM o TC.

En la exploración física se observan típicamente pruebas de audición anormales. En  las pruebas de Rinne y Weber se detecta una deficiencia auditiva típicamente neurosensorial asimétrica. En la exploración neurológica se puede encontrar una reflejo corneal unilateral disminuido o ausente y alteraciones de la sensibilidad ipsilateral a la lesión.

Aproximación terapéutica

Las tres principales opciones de tratamiento para los pacientes con un schwannoma vestibular son la cirugía, la radioterapia y la observación.

Cirugía: esta técnica permite la resección casi completa del tumor con un alto índice de curación aunque hay pacientes que tienen una recidiva a lo largo de los años.

Radioterapia: Aquellos pacientes con tumores pequeños o para la ampliación de márgenes en tumores resecados previamente se pueden beneficiar de esta técnica.

Observación: Dado que los schwannomas son tumores de crecimiento lento se puede realizar pruebas de imagen seriadas cada 6 u 8 meses en pacientes seleccionados.

Otras patologías que producen vértigo periférico

Síndrome de Ramsay Hunt

 La reactivación del virus herpes zoster en el ganglio geniculado puede desencadenar la aparición de vértigo agudo y/o pérdida de audición, parálisis facial ipsilateral, otalgia y aparición de vesículas en el conducto auditivo externo conocida como el síndrome de Ramsay Hunt. En estos pacientes, también se pueden observar alteraciones en el gusto, en la secreción lagrimal y en la audición (acúfenos y tinitus). Estas situaciones se deben a la reactivación del virus que permanecía latente dentro del ganglio geniculado después una primoinfección vírica.

Para el tratamiento de esta patología se ha propuesto el uso combinado de corticoesteroides y medicamentos antivíricos con distintos resultados.

Traumatismo

Tras un traumatismo craneal se puede observar lesiones laberínticas que producen vértigos, nauseas, vómitos y alteraciones en el equilibrio. Dependiendo de la gravedad puede presentarse un hemotímpano y una pérdida auditiva neurosensorial junto con el vértigo.

Fístulas perilinfáticas: Esta entidad se debe sospechar cuando los pacientes se quejan de otorrea acompañada de vértigo/mareo muy intensos, con un nistagmo irritativo cuando el paciente se suena, estornuda o se expone a ruidos muy intensos. El diagnóstico no es sencillo ya que las pruebas clínicas suelen ser negativas y se suele diagnosticar con pruebas de imagen. El tratamiento inicial  requiere reposo, elevación de la cabeza y evitar situaciones que aumenten la presión del oído.

Toxicidad de los aminoglucósidos

Este tipo de fármacos son tóxicos a nivel vestibular causando daño vestibular sin afectar la audición. Esto se debe presumiblemente al dañar las células ciliadas del oído interno. Los pacientes se quejan de mareo/vértigo con el movimiento de la cabeza al inicio y posteriormente se puede llegar a producir una alteración del equilibrio crónica, difícil de tratar.

Otitis media

La otitis media puede estar asociada con síntomas vestibulares. El mareo inespecífico es más común que el vértigo, sin embargo, una laberintitis serosa o purulenta puede complicar la otitis media, desencadenando un cuadro de vértigo franco. Los pacientes con laberintitis bacteriana aguda presentan  fiebre, pérdida de audición, náuseas y vómitos, además de vértigo. Estos enfermos deben ser hospitalizados y recibir antibioterapia intravenosa.

Vértigos centrales

Las principales causas de vértigo de origen central son: la migraña, el accidente isquémico transitorio (AIT), la isquemia o infarto hemorrágico. También existen otras patologías sistémicas como la diabetes que pueden producir mareos y vértigos.

Vértigos asociados a migrañas

La migraña es un proceso de curso episódico con fases asintomáticas entre las crisis, en el que la cefalea es el componente predominante. El diagnóstico es fundamentalmente clínico.

Sin embargo este proceso es cada vez más reconocido como una causa de vértigo recurrente. El mecanismo por el cual los episodios de migraña pueden desencadenar mareos o vértigos no está muy bien definido. El vértigo de origen migrañoso puede tener manifestaciones vestibulares centrales y periféricos confundiendo al clínico en el diagnóstico. Por eso el diagnóstico de este tipo de vértigos es de exclusión.

La gravedad en estos casos es variable al igual que su duración.  Algunos pacientes se quejan de episodios fugaces, similares a los provocados por los vértigos posicionales paroxísticos benignos (VPPB). Otros, sin embargo, son episodios que duran desde varios minutos hasta algunas horas. Siendo éstos últimos más frecuentes.

Un diagnóstico de vértigo migrañoso se basa en recabar una buena información histórica, en la que descubramos que al menos algunos ataques de vértigo han estado asociados cefalea u otro fenómeno migrañoso (aura visual, fotofobia, o fonofobia). Los episodios de mareos relacionados con la migraña generalmente ocurren espontáneamente, pero, al igual que la migraña, pueden ser desencadenados por ciertos alimentos, ciertos estímulos sensoriales, y ciertas situaciones

EL tratamiento de la migraña se basa en la resolución del episodio y la prevención de nuevos ataques de migraña. Para el tratamiento sintomático, el paciente debe saber cuáles son los factores predisponentes y desencadenantes de las crisis migrañosas.  En el tratamiento farmacológico se pueden utilizar antiinflamatorios no esteroideos, acido acetilsalicílico o pirazolonas junto con medicamentos específicos para la migraña como los agonistas selectivos de los receptores sertoninérgicos (triptanes o derivados ergotínicos). Otros tratamientos con éxito utilizados en las crisis migrañosas son la inhalación de oxigeno con mascarilla al 100%, corticoterapia, uso de opiáceos mayores o gabapentinas.

Los objetivos en el tratamiento preventivo son la reducción en la frecuencia de las crisis, y en el consumo de fármacos durante la fase aguda. Los medicamentos más utilizados para el tratamiento preventivo son los fármacos beta bloqueantes, los bloqueadores de canales de calcio, antiepilépticos, antidepresivos, antagonistas del sistema renina angiotensina, antiserotorinérgicos y antiinflamatorios no esteroideos.

Esclerosis múltiple

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad neurológica crónica que consiste en la aparición de lesiones focales en la sustancia blanca, denominadas placas, en las que destaca una pérdida de mielina y un grado variable de destrucción axonal. Estas placas suelen ser múltiples y están distribuidas por todo el sistema nervioso central. Es una enfermedad  muy frecuente en nuestro medio con una alta prevalencia. Afecta sobre todo a adultos jóvenes y tiene más incidencia en las mujeres.

Los pacientes suelen presentar combinaciones de diversos síntomas y signos relacionados con el sistema nervioso. La mayoría de éstos son debidos a la aparición de déficits neurológicos y se instauran en minutos u horas, en forma de episodios que denominamos brotes. Los síntomas iniciales más frecuentes son las alteraciones visuales (neuritis óptica o alteración de la motilidad ocular), síntomas sensitivos (parestesias, hipostesia), síntomas motores (debilidad) y síntomas atribuibles a lesión del tronco cerebral o cerebelo.

Existen pacientes que padecen vértigo asociado a esta enfermedad; se ha estimado que un 20 por ciento de los enfermos presentan  trastornos del equilibrio. Esto se debe fundamentalmente a la aparición de placas cerca de los núcleos vestibulares y en la zona de entrada de la raíz del VIII nervio craneal. Así mismo se puede producir un síndrome similar a la neuritis vestibular, un vértigo agudo sostenido con características periféricas. Puede estar asociada con síntomas que reflejan una disfunción de los nervios craneales adyacentes como hiper o hipoacusia, entumecimiento facial y diplopía.

Cuando el paciente ha sufrido brotes previos o ha padecido alguna sintomatología propia de la enfermedad el diagnóstico es relativamente sencillo. Sin embargo, si el vértigo es el síntoma de presentación el diagnóstico requiere un alto grado de sospecha por parte del clínico.

Accidentes cerebrovasculares en el territorio de la arteria vertebrobasilar

Los eventos vasculares cerebrales de tipo isquémico pueden afectar con mucha frecuencia a los tejidos perfundidos de la circulación posterior craneal (territorio de la arteria vertebrobasilar). La arterioesclerosis de la arteria vertebrobasilar puede generar síntomas y signos del tegmento del bulbo lateral que se engloban dentro del llamado síndrome de Wallenberg o síndrome bulbar lateral.

Los factores de riesgo cardiovascular, sobre todo, la hipertensión y el tabaco son las principales causas de los eventos cardiovasculares cerebrales.

Clínicamente estos pacientes, ya en la fase aguda del proceso, suelen presentar ataxia, disfonía, disfagia, alteraciones sensitivas, síndrome de Horner (miosis, ptosis palpebral y anhidrosis), vértigo y vómitos.

Tanto los infartos cerebelosos o los infartos del tronco del encéfalo que suelen cursar con vértigo y desequilibrio asociado a otros síntomas como disartria, disfagia, disfonía, síndrome de Horner, paresias y parestesias faciales o de extremidades,  son patologías debidas a la alteración en el flujo del territorio de la arteria vertebrobasilar y su tratamiento debe ser realizado en un centro hospitalario.

Malformación de Arnold-Chiari

Las malformaciones de Chiari son un grupo heterogéneo de trastornos que se define por anomalías anatómicas del cerebelo, tronco cerebral, y la charnela occipital. En ellos se puede desencadenar un desplazamiento hacia distal o caudal del cerebelo, ya sea en solitario o junto con la médula inferior, hacia el canal espinal

La verdadera frecuencia de la CM es desconocido. Cada vez más, se está viendo más la enfermedad progresar en adolescentes y en pacientes en edad adulta. Estas malformaciones se ven asociadas a otro tipos de patologías como la neurofibromatosis tipo 1 o síndrome de Noonan.

Clasificación de malformaciones de Chiari:

  • Malformación de Chiari I (CM-I): se caracteriza por amígdalas cerebelosas de forma anormal que se desplazan por debajo del nivel del foramen magnum.
  • Malformación de Chiari II (CM-II), también conocido como Arnold-Chiari, se caracteriza por el desplazamiento hacia abajo del vermis cerebeloso y las amígdalas, una malformación del tronco cerebral con mesencéfalo y un mielomeningocele espinal.
  • Malformación de Chiari tipo III (CM-III), combina una pequeña fosa posterior con un alto encefalocele occipital cervical o, por lo general con el desplazamiento de las estructuras del cerebelo en el encefalocele, y a menudo con desplazamiento inferior del tronco cerebral en el conducto raquídeo.
  • Malformación de Chiari tipo IV (CM-IV) se considera ahora como un término obsoleto que describe hipoplasia cerebelosa sin relación con las otras malformaciones de Chiari
Aproximación clínica

La sintomatología de estos pacientes es muy amplia y difiere según el tipo de lesión que tenga. Los principales síntomas que se pueden encontrar son los relacionados con hidrocefalia obstructiva, movimientos anormales de los ojos y alteraciones en la deambulación. En otras ocasiones se pueden presentar como neuropatías craneales o compresión del tronco cerebral (ronquera, parálisis de las cuerdas vocales, disartria, debilidad palatina, acalasia, lengua atrofia, aspiración recurrente y nistagmo). Con menor frecuencia se observa pérdida auditiva neurosensorial, bradicardia sinusal, síncope, hipo, apnea central del sueño o síntomas más inespecíficos como debilidad, espasticidad, hiperreflexia.

En la exploración física destaca la presencia de una escoliosis muy marcada debido sobre todo a una siringomielia medular asimétrica.

Aproximación diagnóstica

Para un diagnóstico correcto de estas malformaciones se debe obtener una historia clínica completa y realizar pruebas de imagen. La Resonancia magnética (RM) es la mejor técnica de imagen para la evaluación. Así mismo la tomografía computerizada (TC) de alta resolución está indicada en aquellos pacientes que no pueden someterse a una RM.

Aproximación terapéutica

La gestión de las malformaciones de Chiari depende de la naturaleza de la malformación y del grado del  deterioro neurológico asociado. Dependiendo del tipo de malformación esta indicado un tratamiento conservador o bien un tratamiento más agresivo con cirugía. Particularmente para CM-II y III-CM, intervenciones quirúrgicas pueden incluir el cierre de defectos del tubo neural abierto poco después del nacimiento, el tratamiento para la hidrocefalia y la descompresión de la fosa posterior. También se debe actuar sobre el manejo de intestino neurogénico y la vejiga, dificultades en la alimentación neonatal, insuficiencia respiratoria y apnea.

Tratamiento sintomático del vértigo

Independientemente de la etiología que produzca los episodios de vértigo, existe un arsenal terapéutico suficiente para aliviar este síntoma tan incapacitante en algunas ocasiones. Estos medicamentos eliminan los síntomas vestibulares y no suelen ser eficaces en los episodios muy breves de vértigo.

Existen tres clases generales de fármacos que se pueden utilizar para suprimir el sistema vestibular.

  • Antihistamínicos con actividad anticolinérgica: meclizina, dimenhidrinato, difenhidramina
  • Antieméticos: fenotiazinas (proclorperazina, prometazina), procinéticos (metoclopramida, domperidona), antagonistas seritoninérgicos (ondansetron, etc.).
  • Benzodiazepinas (diazepam, lorazepam, clonazepam, alprazolam)

Los fármacos de elección por la mayoría de los pacientes son los antihistamínicos por la rapidez de su efecto y por la menor incidencia de efectos secundarios. La meclizina es el fármaco de elección en el embarazo. Los antieméticos como las fenotiazinas son más sedantes y por lo general se reservan para pacientes con vómitos severos. Las benzodiazepinas también son sedantes y por lo general se administran a pacientes con contraindicaciones a los anticolinérgicos, como prostatismo y glaucoma.

Estos medicamentos deben suspenderse tan pronto como sea posible, en general cuando cesan los vómitos (por lo general en uno o dos días) para no comprometer la adaptación a largo plazo a la pérdida vestibular por el cerebro.

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Los ancianos y la hipertensión… mal diagnosticada

La evidencia para el tratamiento de la hipertensión en las personas mayores se limita a los estudios controlados con placebo, con el fin de reducir la presión arterial en personas mayores de 60 años que tenían presión arterial sistólica por encima de 160 mmHg. Generalmente, la determinación puntual de la presión arterial se realiza de forma incorrecta, sin tener en cuenta el llamado efecto de “bata blanca”, sin descartar fenómenos como la hipertensión enmascarada, el ortostatismo, la hipotensión postprandial o la pseudohipertensión; de hecho, hay estudios que demuestran que si la determinación de la presión arterial se realizase a los largo de todo un día (mediante un holter), el objetivo del tratamiento debería ser sustancialmente inferior. La apnea del sueño, el dolor, la hipoglucemia nocturna, las drogas, el exceso de producción de aldosterona y el feocromocitoma deben ser considerados como posibles causas de la hipertensión en las personas mayores. Una reciente revisión concluye que la evidencia clínica contrastada apoya el uso de un diurético a dosis bajas o un inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina (IECA) como la terapia de primera línea más apropiada en las personas mayores.

Morley JE. Treatment of hypertension in older persons: what is the evidence? Drugs Aging. 2014; 31(5): 331-7. doi: 10.1007/s40266-014-0171-7.

¿Una enfermedad que imprime resistencia frente a las infecciones virales?

Recientes estudios han observado que la existencia de defectos genéticos en el gen MOGS, que codifica la manosil-oligosacárido glucosidasa (primer enzima en la vía de procesamiento de N-oligosacáridos) y que causa la enfermedad rara de glicosilación de tipo IIb (CDG-IIb) denominada MOGS-CDG, podría suponer un mecanismo de resistencia frente a la invasividad y replicación viral, potencialmente aprovechable con fines terapéuticos. El MOGS se expresa en el retículo endoplásmico y está implicado en el ensamblaje de N-glucanos. El estudio de dos hermanos con CDG-IIb mostró que presentaban múltiples complicaciones neurológicas y un fenotipo inmunológico paradójico caracterizado por hipogammaglobulinemia grave, pero con una escasa incidencia de cuadros infecciosos virales. La evaluación permitió determinar que la hipogammaglobulinemia era debida a un acortamiento de la semivida de la inmunoglobulina, pero el mismo mecanismo parece deteriorar la replicación viral y la entrada celular, mecanismos que explicarían la menor susceptibilidad de este tipo de pacientes a las infecciones.

Sadat MA, Moir S, Chun TW, et al. Glycosylation, hypogammaglobulinemia, and resistance to viral infections. N Engl J Med. 2014; 370(17): 1615-25. doi: 10.1056/NEJMoa1302846.

La herencia del autismo

Desde hace tiempo se conoce que el trastorno de espectro autista (TEA) presenta un cierto grado de agregabilidad familiar, pero hasta ahora no se había determinado cuál es el riesgo individual y en qué medida se debe a factores genéticos o a factores ambientales compartidos o no compartidos. Por ello, un grupo de investigadores procedió a estudiar una cohorte de base poblacional incluyendo 2.049.973 niños suecos nacidos entre 1982 y 2006, determinándose los correspondientes diagnósticos de TEA hasta el 31 de diciembre de 2009.

En total, se diagnosticaron de TEA a 14.516 niños, de los cuales 5.689 tenían autismo, determinándose el riesgo relativo de recurrencia (RRR), que mide el riesgo relativo de autismo para cada participante que tenga un familiar consanguíneo con diagnóstico de autismo (participantes expuestos), en comparación con el riesgo de un participante sin ningún miembro de la familia diagnosticado (no expuestos). En este sentido, el RRR y la tasa de casos de trastorno de espectro autista por 100.000 personas-año entre gemelos monocigóticos se estimó en 153,0 (IC95% 56,7 a 412,8; tasa de 6.274 para los expuestos, frente a 27 para no expuestos); para los gemelos dicigóticos se estimó en 8,2 (IC95% 3,7 a 18,1; tasa de 805 para los expuestos, frente a 55 para no expuestos); de 10,3 para los hermanos completos (IC95% 9,4 a 11,3; tasa de 829 para los expuestos, frente a 49 para no expuestos); de 3,3 para medio hermanos (hermanastros) maternos (IC95% 2,6 a 4,2; tasa de 492 para los expuestos, frente a 94 para no expuestos); de 2,9 para los medio hermanos (hermanastros) paternos (IC95% 2,2 a 3,7; tasa de 371 para los expuestos, frente a 85 para no expuestos); y de 2,0 para los primos (IC95% 1,8 a 2,2; tasa de 155 para los expuestos, frente a 49 para no expuestos). El patrón del RRR fue similar para el trastorno autista, pero de magnitud ligeramente superior.

Globalmente, la posibilidad de herencia del trastorno de espectro autista fue estimado en 0,5 (IC95% 0,45 a 0,56), mientras que la del trastorno autista fue de 0,54 (IC95% 0,44 a 0,64), lo que viene a indicar que, al menos en Suecia, el riesgo individual de padecer un trastorno de espectro autista o un trastorno autista aumenta claramente con el parentesco genético, lo que sugiere la conveniencia de realizar un asesoramiento genético en aquellas parejas que, con algún antecedente familiar de autismo, pretendan tener hijos.

Sandin S, Lichtenstein P, Kuja-Halkola R, Larsson H, Hultman CM, Reichenberg A. The familial risk of autism. JAMA. 2014; 311(17): 1770-7. doi: 10.1001/jama.2014.4144.

Axitinib (Inlyta®) en carcinoma de células renales

RESUMEN

Los tumores cancerosos renales suponen el 2% de la incidencia global y de las muertes de origen tumoral a escala mundial. Mayoritariamente (80-85%), se trata de adenocarcinomas del parénquima que recubre los túbulos renales; el resto afectan a la pelvis renal, fundamentalmente carcinomas de células transicionales.  

El axitinib es un agente antineoplásico, que actúa inhibiendo potente y selectivamente determinadas proteína cinasas implicadas en la proliferación celular tumoral y, en particular, las cinasas que forman parte de los receptores 1, 2 y 3 del factor de crecimiento endotelial vascular VEGF (VEGFR-1, 2 y 3), que están implicados en los procesos de neovascularización y la progresión de diversos tipos de tumores. El nuevo medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con carcinoma avanzado de células renales tras fracaso a un tratamiento previo con sunitinib o citocinas. 

La incorporación de los agentes antiangiogénicos ha mejorados sustancialmente las perspectivas de los pacientes diagnosticados de cáncer metastásico de células renales; particularmente, los nuevos inhibidores de proteína cinasas, como el axitinib, apuntan a una progresiva evolución en este campo. Sin embargo, las leves mejoras conseguidas en la supervivencia libre de progresión tumoral, aunque estadísticamente significativas, no deben ser el único criterio en este tipo de pacientes, sino que deben complementarse con aspectos relativos a la calidad de vida, el balance entre el control de síntomas clínicos, incidencia y gravedad de efectos adversos, y evitar interrupciones o ajustes posológicos innecesarios. 

CÁNCER RENAL

Los tumores de riñón suponen apenas el 2% de la incidencia global enfermedades neoplásicas a escala mundial, siendo responsables del 2% de las muertes de origen tumoral. Mayoritariamente (80-85%), se trata de adenocarcinomas del parénquima que recubre los túbulos renales, en tanto que el resto afectan a la pelvis renal, fundamentalmente carcinomas de células transicionales.  Anualmente se diagnostican alrededor de 60.000 nuevos casos de carcinoma de células renales en la Unión Europea, produciéndose en torno a 27.000 muertes relacionadas con él. En España se diagnosti-can unos 4.000 casos nuevos cada año y se estima que en 2015 el cáncer renal afectará a 5.500 personas. Es el tercero en frecuencia entre los cánceres urogenita-les, sólo superado por el cáncer de próstata y por el cáncer de vejiga. Es la décima causa de muerte por cáncer en España y afecta al doble de varones que de mujeres (Chéchile, 2011).

Se suele presentar entre los 50 y 80 años de edad (75% de los casos), con una edad media en el momento del diagnóstico de 65 años, siendo la incidencia doble en hombres que en mujeres. El 60% de los casos son diagnosticados en las etapas primarias (tumor localizado), aunque la incidencia de las formas avanzadas está avanzando, calculándose actualmente un 30% de los nuevos diagnósticos se producen ya en fase metastásica; por otro lado, el 20-40% de los cuadros diagnosticados en fase de tumor localizado acabarán desarrollando metástasis.

Los factores de riesgo más importantes para el desarrollo del adenocarcinoma renal son la edad avanzada, el tabaquismo, la obesidad, la diabetes y la hipertensión arterial. Asimismo, determinadas profesiones como la metalurgia, los pintores y los bomberos tienen una mayor asociación con esta forma de cáncer, tal como ocurre con determinadas patologías de origen genético, como el síndrome de Von Hippel-Lindau1 (Cuéllar, 2011).

El carcinoma renal se clasifica en función del tipo celular y el patrón de crecimiento (acinar, papilar o sarcomatoide). Frecuentemente, el tumor de renal tiene más de un tipo celular, aunque es el tipo predominante el que determina la clasificación de la neoplasia. Un 4% de los casos tienen un origen hereditario y su forma más conocida es la asociada al síndrome de Von Hippel-Lindau, mencionado anteriormente. Entre los cinco tipos principales de carcinoma de células renales el carcinoma de células claras es la forma más común (80%), siendo el carcinoma renal papilar o cromofílico el segundo tipo más común (10-15%). Estos cánceres forman dedos pequeños, llamados papilas y que son parecidos a proyecciones, en alguna parte del tumor, si no es que está presente en la mayor parte del tumor. Por su parte, el carcinoma renal de células cromófobas es el tercer tipo más común (5%), consistente en células pálidas, como el de células claras, aunque son mucho más grandes y con ciertas particularidades. El cuarto tipo es el carcinoma renal del túbulo colector, muy raro, cuya característica principal consiste en que las células cancerosas forman conductos irregulares. Finalmente, el restante 5% de los cánceres renales tienen una apariencia que no corresponde a ninguna de las otras categorías mencionadas.

El comportamiento y la evolución del adenocarcinoma de riñón son poco predecibles e incluso se han descrito remisiones espontáneas; asimismo, el tumor no llega a expresarse clínicamente y pasa desapercibido en algunas ocasiones. No obstante, en la mayoría de los casos, el tumor acaba con la vida del paciente en un periodo relativamente corto de tiempo. Alrededor del 25-30% de los pacientes presentan metástasis en el momento del diagnóstico y otro 50% son portadores de micrometástasis que se manifestarán en un intervalo de tiempo variable tras la nefrectomía radical. El tumor crece de forma local, invadiendo las estructuras renales y los tejidos de alrededor. La diseminación a distancia suele producirse por vía sanguínea, haciendo metástasis fundamentalmente en pulmón, hígado, cápsula suprarrenal, hueso y cerebro.

El pronóstico empeora conforme aumenta el tamaño tumoral, se produce infiltración de los órganos vecinos y aparecen metástasis a distancia. Los tumores confinados al riñón tienen un buen pronóstico, con una supervivencia a los cinco años que alcanza el 75% en los pacientes con tumores de un tamaño inferior a 5 cm. Este porcentaje desciende al 50-57% en aquellos con mayor tamaño. Si hay afectación extrarrenal próxima, hacia la vena cava o los ganglios linfáticos locales, la supervivencia a los cinco años es del 40-50%, pero desciende a menos del 20% (8-23%) en los pacientes con metástasis distales. En ocasiones, la evolución puede llegar a ser muy lenta, con estabilizaciones dilatadas, que se traducen en supervivencias prolongadas.

En el caso de pacientes con enfermedad diseminada se considera como factores de buen pronóstico un largo intervalo libre de enfermedad desde la cirugía, la afectación metastásica única pulmonar, la nefrectomía previa y un buen estado general. Mejores resultados se han obtenido con la inmunoterapia (citocinas) y, específicamente con interferón alfa e interleucina-2 (IL-2), actualmente considerado como el único tratamiento sistémico de primera línea. El uso de estos agentes se ha basado en la observación de la existencia de recaídas tardías tras la nefrectomía, así como de estabilizaciones prolongadas de la enfermedad en ausencia de tratamientos sistémicos, y de remisiones ocasionales, sugiriendo la existencia potencial de mecanismos inmunitarios en la regulación del crecimiento celular en este tipo tumoral.

Actualmente, se estima que probabilidad general de remisión parcial o total de tan sólo 12,9% con inmunoterapia, una tasa realmente baja, aunque no tanto si se compara con el 2,5% de los grupos control sin inmunoterapia, y 4,3% en dos grupos de placebo. El 28% de estas remisiones se denominaron remisiones totales, con una mediana de supervivencia promedio los 13,3 meses (6 a más de 27 meses).

El tratamiento del cáncer renal depende de la extensión de la enfermedad. En los estadios localizados (T1 y T2) o con afectación de vena renal o grasa perirrenal (T3), la cirugía, ya sea radical (extirpación completa del riñón, la grasa perirrenal, la suprarrenal homolateral y los ganglios regionales) o parcial (en tumores menores de 4 cm), con-tinúa siendo el único tratamiento curativo. La posibilidad de realizar la cirugía con técnica laparoscópica aporta una disminución del dolor postoperatorio, un tiempo de hospitalización menor y una recuperación más rápida. La radioterapia no es efectiva en ninguno de los estadios del cáncer renal y sólo se puede plantear con finalidad paliativa (control del dolor por el tumor primario o las metástasis óseas o del sangrado).

La utilidad de la farmacoterapia se centra en los pacientes con tumores que presentan metástasis en el momento del diagnóstico y en los pacientes en los que el tumor reaparece inclu-so años después de haber sido tratados con cirugía. La quimioterapia convencional es completamente in-efectiva en el cáncer renal, por lo que este tumor es considerado como quimiorresistente. Pueden seguirse dos estrategias: la inmunoterapia o la terapia dirigida. En el caso de enfermedad avanzada o metas-tásica, el cáncer de riñón es el único tumor en el que está indicada la realización de cirugía para reducir masa tumoral antes de realizar tratamiento con fármacos, siempre que el estado general del paciente lo permita.

La inmunoterapia es un tipo de terapia biológica que estimula el sistema inmunitario del paciente para que actúe contra las cé-lulas tumorales. Se emplean sustancias elaboradas por el propio organismo o administradas por vía parente-ral. La inmunoterapia con interferón alfa y/o interleucina 2 (IL-2), iniciada hace más de 20 años, des-pertó muchas esperanzas, con respuestas objetivas en alrededor del 20% de los casos con cáncer metastási-co, sin embargo se observaron respuestas completas prolongadas solamente en el 5-7% de los pacientes.

El interferón alfa induce la producción de ci-tocinas que estimulan la actividad antitumoral de las células citotóxicas. Su combinación con vinblastina parece mejorar la supervivencia media (68 semanas) frente a la vinblasti-na sola (38 semanas).

La interleucina 2 (aldesleucina) es un factor de crecimiento y diferenciación para los linfocitos T y las células NK (natural killers) que inducen y mantienen la cito-toxicidad no específica contra las células tumorales (inmunidad inespecífica). Reduce el volumen tumoral en el 15-20% de los casos, siendo la mitad respuestas completas de larga duración (alrededor de 19 meses).

El incremento en la sobrevida media de los pacientes tratados con interferón alfa frente al grupo control es de unos 4 meses, sin rela-ción evidente entre la respuesta y la dosis del fármaco ni correlación entre el índice de respuesta y la sobrevida global.

Por su parte, la denominada terapia dirigida se realiza con fármacos diseñados para actuar espe-cíficamente sobre puntos

grafico1

concretos del ciclo celular tumoral, limitando sus efectos adversos sobre las células normales. Se pueden dividir en 3 grupos:

  • Inhibidores de proteína cinasas: actúan sobre las tirosina cina-sas relacionadas con el crecimiento y la proliferación celular.
    • El sorafenib es un inhibidor de las raf ci-nasas, que bloquea las señales de los oncogenes Ras, c-KIT y RET y bloquea asimismo la activación de otros receptores con actividad tirosina cinasa implicados en la neovascularización y la progresión del tumor (entre otros, VEGFR-2, VEGFR-3 o los del factor de creci-miento derivado de plaquetas –PDGF–). La supervivencia libre de progresión es de 5,5 meses con sorafenib frente a 2,8 meses con placebo. El índice de respuesta objetiva fue del 10% con sora-fenib y del 2% con placebo.
    • El sunitinib es igualmente un inhibidor de los receptores de VEGF (factor de crecimiento endotelial vascular; Vascular Endothelial Growth Factor) y PDGF (factor de crecimiento derivado de plaquetas; platelet derived growth factor). La sobrevida libre de progre-sión está en torno a 11 meses con sunitinib frente a 5 meses con interferón alfa (p < 0,001). La expectativa de vida de los pacientes con cáncer renal metastásico tratados con sunitinib alcanza los 2 años.
    • El pazopanib es un inhibidor multicinasa de la angiogénesis a través de la inhibición de los re-ceptores VEGFR y PDGFRc-KIT. También tiene una discreta acción sobre el receptor del FGF (fibroblast growth factor) y otras diversas cinasas. Los estudios clínicos realizados muestran res-puestas objetivas en el 32% de los pacientes tratados con pazopanib como primera línea y en el 29% de los pacientes que habían sido tratados previamente con citocinas. Comparado con placebo, pazopa-nib da lugar a sobrevida libre de progresión de 9,2 meses frente a 4,2 meses. En los pacientes sin tratamiento previo, pazopanib mostró sobrevida libre de progre-sión de 11,1 meses frente a 2,8 meses en los tratados con placebo.
      grafico2
  • Inhibidores de la mTOR: actúan sobre este receptor, implicado en los procesos de regulación y crecimiento de lascélulas tumorales.
    • El temsirolimús se une a la proteína intracelular FKBP-12, uniéndose el complejo resultante de forma selectiva a mTOR, una serina/treonina cinasa implicada en la traducción de

proteínas reguladoras del ciclo celular, interrumpien-do así la división celular en G1. En cáncer renal avanzado, la mediana de sobrevida libre de progresión es de 3,8 meses con temsirolimús solo, 1,9 meses con interferón alfa y 3,7 meses con la combinación.

  • El everolimús se ha empleado primariamente como inmunosupresor para prevenir el rechazo de órganos trasplantados; pero, dado que posee, al igual que temsirolimús, capacidad para inhibir mTOR, también se utiliza en cáncer renal metastásico que hayan fracasado al tratamiento inicial con otros fármacos antiangio-génicos (sorafenib, sunitinib, bevacizumab). En un estudio se observó un aumento en la sobrevida libre de progresión desde 1,9 meses con placebo a 3,9 meses con everolimús y un mayor número de estabilización de la enfermedad (63 frente a 32%). Sin embargo, no se observaron diferencias en la sobrevida global. Everolimús es el único medica-mento que ha probado ser activo en pacientes con cáncer renal con otras histologías que no sean de células claras (sarcomatoide, cromófoba).
grafico3

su receptor, inhi-biendo  así la formación de nuevos vasos sanguíneos (acción antiangiogénica) que son imprescindibles para el crecimiento tumoral. En pacien-tes que no habían respondido a citocinas, la sobrevi-da libre de progresión registrada es de 4,8 meses con bevaci-zumab frente a 2,5 con placebo. En pacientes sin tratamiento previo (primera línea) la asociación con interferón alfa logró resultados objetivos en 26-31% frente a 13% con interferón solo, con una mediana de sobrevida libre de progresión de 8,5- 10,2 meses frente a 5,2-5,4 meses.

ACCIÓN Y MECANISMO

El axitinib es un agente antineoplásico, que actúa inhibiendo potente y selectivamente determinadas proteína cinasas implicadas en la proliferación celular tumoral. En concreto, se trata de un potente y selectivo inhibidor de las cinasas que forman parte de los receptores 1, 2 y 3 del factor de crecimiento endotelial vascular VEGF (VEGFR-1, 2 y 3), tanto en sus formas fosforiladas como no fosforiladas (en particular, estas últimas), que están implicados en los procesos de neovascularización y la progresión tumoral. También es un potente inhibidor de la cinasa del receptor del factor de crecimiento derivados de plaquetas (PFGDR). Todos esos efectos moleculares se traducen en una inhibición de la formación de microtúbulos en las células endoteliales, e impiden la adhesión de éstas y su migración sobre las proiteínas de la matriz extracelular, induciendo además la apoptosis de las células endoteliales. El axitinib ha sido autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con carcinoma avanzado de células renales tras fracaso a un tratamiento previo con sunitinib o citocinas.

ASPECTOS MOLECULARES

El axitinib está estrechamente relacionado farmacológicamente con otros miembros de la serie de inhibidores de  proteína cinasas. El axitinib es, en términos químicos, la  N-metil-2-[[3-(1E)-2-(2-piridinil)etenil]-1H-indazol-6-il]tio]-benzamida. Como otros miembros modernos de la serie de inhibidores de proteína cinasas, es el resultado de la optimización estructural mediante modelización molecular.

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad del axitinib han sido adecuadamente contrastadas mediante un amplio ensayo clínico de fase III, aleatorizado, abierto, multicéntrico (175 hospitales y clínicas) y multinacional (22 países, de varios continentes; 50% de los pacientes europeos, 25% norteamericanos y 21% asiáticos), que fue realizado sobre un total de 723 pacientes con diagnóstico confirmado de carcinoma de células renales claras, que había progresado tras un primer tratamiento con bevacizumab, citocinas (interferón alfa o aldesleucina [IL-2]), sunitinib o temsorolimús (Rini, 2011; Motzer, 2013). Los

grafico4

pacientes fueron aleatoriamente asignados a un grupo de tratamiento oral con axtinib (5 mg/12 h, con posibilidad de aumentar a 7 e incluso a 10 mg/12 h en pacientes sin signos de toxicidad grave [nivel ≤2]) o con sorafenib (400 mg/12 h), de forma continua, en ciclos de cuatro semanas.

La mediana de edad de los pacientes era de 60 años (20-82), siendo un 66% menores de 65 años; un 72% eran varones, un 75% caucásicos, con una mediana de peso de 77 kg (27-180). El tiempo medio desde el diagnóstico histopatológico era de 101 semanas y desde la detección de metástasis de 60; un 11% de los pacientes se encontraba en estadio III y el 89% en estadio IV. El tratamiento antineoplásico previo consistió en sunitinib en el 54%, citocinas en el 35%, bevacizumab en el 8% y temserolimús en el 3%. Un 38% había sido sometido a resección tumoral y un 20% había recibido previamente radioterapia.

Como variable primaria de eficacia se determinó la supervivencia libre de progresión tumoral (tiempo transcurrido desde el inicio del tratamiento hasta la documentación de progresión tumoral o la muerte del paciente, lo que suceda primero), estimándose como variable secundaria de eficacia la supervivencia global (tiempo transcurrido desde el inicio del tratamiento hasta la muerte del paciente, por cualquier motivo), así como la tasa de respuesta objetiva (suma de porcentajes de pacientes con respuestas completas y parciales), etc.

Los resultados mostraron globalmente una supervivencia libre de progresión tumoral de 6,7 meses (IC95% 6,3 a 8,6) con axitinib vs. 4,7 meses (IC95% 4,6 a 5,6) con sorafenib, con una reducción de la tasa de riesgo del 37% (HR= 0,665; IC95% 0,544 a 0,812; p< 0,0001) con axitinib (Rini, 2011). Considerando el tratamiento previo, cuando éste fue con sunitib la supervivencia libre de progresión tumoral fue de 4,8 meses (IC95% 4,5 a 6,4) vs. 3,4 meses (IC95% 2,8 a 4,7), con una reducción de la tasa de riesgo del 26% (HR= 0,741; IC95% 0,573 a 0,958; p= 0,0107); en el caso del uso previo de citocinas, la supervivencia libre de progresión tumoral fue de 12,1 meses (IC95% 10,1 a 13,9) vs. 6,5 meses (IC95% 6,3 a 8,3), con una reducción de la tasa de riesgo del 54% (HR= 0,464; IC95% 0,318 a 0,676; p< 0,0001).

Los datos agrupados sobre supervivencia global (Motzer, 2013) arrojaron los siguientes resultados: 20,1 meses (IC95% 16,7 a 23,4) con axitinib vs. 19,2 meses (IC95% 17,5 a 22,3) con sorafenib, sin que la diferencia fuese estadísticamente significativa (p= 0,3744). Considerando la utilización previa de sunitinib, la supervivencia global fue de 15,2 meses (IC95% 12,8 a 18,3) vs. 16,5 meses (IC95% 13,7 a 19,2), cuya diferencia tampoco fue estadísticamente significativa (p= 0,4902); con la utilización previa de citocinas, la supervivencia global fue de 29,4 meses (IC95% 24,5 a indeterminada) vs. 27,8 (IC95% 23,1 a 34,5), sin que la diferencia tampoco fuese estadísticamente significativa (p= 0,1435). En una análisis post hoc, la supervivencia global fue mayor entre aquellos pacientes con presión diastólica mayor de 90 mm Hg que en aquellos con valores inferiores a 90: 20,7 vs. 12,9 (p= 0,0116) meses con axitinib y 20,2 vs. 14,8 (p= 0,0020) meses con sorafenib.

El perfil toxicológico del axitinib es complejo, aunque superponible básicamente con otros inhibidores de

la angiogénesis empleados en esta indicación. Todos los eventos adversos observados eran conocidos y, en mayor o menor medida, fueron clínicamente manejables, obligando a la suspensión del tratamiento en el 4% de los pacientes tratados con axitinib y al 8% con sorafenib. El porcentaje de muertes relacionadas con el tratamiento fue de un 10% con axitinib y de un 7% con sorafenb, aunque la mayor parte de los casos se debieron a la progresión de la enfermedad y solo un 1% en ambos casos fueron atribuidos directamente a los fármacos.

La incidencia global de eventos adversos graves (grado ≥3) relacionados con el tratamiento en el ensayo clínico pivotal fue del 49,3% con axitinib y del 53,2% con sorafenib; en concreto, se describieron hipertensión (15,6 vs. 11,0%), fatiga (9,7 vs. 3,7%),  síndrome mano-pie2 (5,0 vs. 16,1%), astenia (4,2 vs. 2,3%),  proteinuria (3,1 vs. 1,1%), náusea (1,4 vs. 0,8%), vómitos (1,4 vs. 0,0%), náusea (1,4 vs. 0,8%), reducción de peso (1,4 vs. 1,1%), inflamación de mucosas (1,4 vs. 0,6%), estomatitis (1,4 vs. 0,3%), anemia (0,3 vs. 1,4%), erupción exantemática (0,3 vs. 3,7%) y aumento de los niveles de lipasa (0,6 vs. 3,1%).

ASPECTOS INNOVADORES

El axitinib es un agente antineoplásico, que actúa inhibiendo potente y selectivamente determinadas proteína cinasas implicadas en la proliferación celular tumoral y, en particular, las cinasas que forman parte de los receptores 1, 2 y 3 del factor de crecimiento endotelial vascular VEGF (VEGFR-1, 2 y 3), que están implicados en los procesos de neovascularización y la progresión tumoral. Ha sido autorizado para el tratamiento de pacientes adultos con carcinoma avanzado de células renales tras fracaso a un tratamiento previo con sunitinib o citocinas.

La eficacia del axitinib en la indicación autorizada ha sido confirmada por un amplio ensayo clínico, en comparación con sorafenib. En términos globales de supervivencia libre de progresión tumoral, el axitinib mostró ser superior a sorafenib, con 8,3 meses vs. 5,7, una diferencia estadísticamente significativa de 2,6 meses; sin embargo, en términos de supervivencia global, tal diferencia prácticamente desparece y, en cualquier caso, se hace estadísticamente insignificante (20,1 vs. 19,2 meses). Asimismo, cuando se consideran exclusivamente los pacientes previamente tratados con sunitinib (supervivencia libre de progresión tumoral de 4,8 vs 3,4 meses, con diferencia estadísticamente significativa de 1,4 meses), los resultados clínicos son notablemente peores que los obtenidos tras usar citocinas (12,1 vs. 6,5 meses, con diferencia estadísticamente significativa de 5,6 meses). También la supervivencia global es inferior en los pacientes tratados previamente con sunitinib que en aquellos tratados con citocinas (15,2 vs. 29,4 meses con axitinib y 16,5 vs. 27,8 meses con sorafenib).

Se ha cuestionado la pertinencia de utilizar al sorafenib como comparador del axitinib en esta indicación, como tratamiento de segunda línea tras fracaso con TKI (inhibidores de la tirosina cinasa). De hecho, el sorafenib, ni ningún otro TKI indicado en cáncer renal (como el pazopanib) tienen reconocida oficialmente esta indicación; solo el everolimús la tiene reconocida, fruto la eficacia demostrada en este tipo de pacientes, en los que se obtienen supervivencias libres de progresión tumoral de 5,4 meses vs. 1,9 con placebo (Calvo, 2012). El everolimús es un inhibidor selectivo de mTOR (diana de la rapamicina en los mamíferos), una serina-treonina cinasa cuyo bloqueo interfiere con la regulación de las proteínas implicadas en el ciclo celular, la angiogénesis y la glucolisis. Por todo ello, posiblemente hubiera sido más pertinente la comparación directa de axitinib con everolimús, mejor que con sorafenib.

Sea como fuere, el axitinib muestra una respuesta clínica en pacientes previamente tratados con TKI que, aunque modesta, es significativamente mejor que la del sorafenib (4,8 vs. 3,4), bastante similar a la obtenida con everolimús (5,4 meses) en este tipo de pacientes y, aunque las comparaciones indirectas de datos clínicos deben valorarse siempre con mucha prudencia, parece sugerir una cierta similitud en la respuesta clínica.

En cuanto al perfil de seguridad del axitinib, puede considerarse como superponible al de otros inhibidores de la angiogénesis de tipo TKI empleados en esta indicación. Todos los eventos adversos observados eran conocidos y, en mayor o menor medida, fueron clínicamente manejables. Comparado con sorafenib, el axatinib se asocia a una mayor incidencia de hipertensión arterial, pero menos toxicidad cutánea, síndrome mano-pie y anemia.

No cabe duda de que la incorporación de los agentes antiangiogénicos ha mejorados sustancialmente las perspectivas de los pacientes diagnosticados de cáncer metastásico de células renales (Lee-Ying, 2014) y que los nuevos TKI incorporados, como el axitinib, apuntan a una progresiva evolución en este campo, en relación con los anteriores, como el sorafenib (Verzoni, 2014). Sin embargo, las mejoras leves, aunque estadísticamente significativas, en las variables clínicas utilizadas más habitualmente (como la supervivencia libre de progresión tumoral) no deben ser el único criterio en este tipo de pacientes, sino que deben complementarse con aspectos relativos a la calidad de vida, el balance entre el control de síntomas clínicos, incidencia y gravedad de efectos adversos, y evitar interrupciones o ajustes posológicos innecesarios. En este sentido, en ausencia de terapias curativas (como es el caso del cáncer metastásico renal), el mantenimiento de la calidad de vida es una objetivo fundamental del tratamiento y elegir un fármaco como segunda línea de tratamiento que sea capaz de ello es, sin duda, una prioridad en la investigación clínica (Calvo, 2014).

BIBLIOGRAFIA

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  • Calvo E, Grünwald V, Bellmunt J. Controversies in renal cell carcinoma: treatment choice after progression on vascular endothelial growth factor-targeted therapy. Eur J Cancer. 2014; 50(7): 1321-9. doi: 10.1016/j.ejca.2014.02.007.
  • Chéchile Toniolo GE. Tratamiento farmacológico de los tumores urogenitales. En: Terapéutica farmacológica de los trastornos neoplásicos e inmunológicos. Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos. Madrid; 2011. p. 265-94.
  • Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos. Bot PLUS WEB. https://botplusweb.portalfarma.com/
  • Cuéllar Rodríguez S. Pazopanib (Votrient®) en carcinoma de células renales. Panorama Actual Med 2011; 35(342): 259-66.
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  • Lee-Ying R, Lester R, Heng DY. Current management and future perspectives of metastatic renal cell carcinoma. Int J Urol. 2014 May 27. doi: 10.1111/iju.12502.
  • Motzer RJ, Escudier B, Tomczak P, Hutson TE, Michaelson MD, Negrier S, Oudard S, Gore ME, Tarazi J, Hariharan S, Chen C, Rosbrook B, Kim S, Rini BI. Axitinib versus sorafenib as second-line treatment for advanced renal cell carcinoma: overall survival analysis and updated results from a randomised phase 3 trial. Lancet Oncol. 2013; 14(6): 552-62. doi: 10.1016/S1470-2045(13)70093-7.
  • Rini BI, Escudier B, Tomczak P, Kaprin A, Szczylik C, Hutson TE, Michaelson MD, Gorbunova VA, Gore ME, Rusakov IG, Negrier S, Ou YC, Castellano D, Lim HY, Uemura H, Tarazi J, Cella D, Chen C, Rosbrook B, Kim S, Motzer RJ. Comparative effectiveness of axitinib versus sorafenib in advanced renal cell carcinoma (AXIS): a randomised phase 3 trial. Lancet. 2011; 378(9807): 1931-9. doi: 10.1016/S0140-6736(11)61613-9.
  • Verzoni E, Grassi P, Testa I, Iacovelli R, Biondani P, Garanzini E, De Braud F, Procopio G. Targeted treatments in advanced renal cell carcinoma: focus on axitinib. Pharmgenomics Pers Med. 2014; 7: 107-116.
VALORACIÓN
AXITINB

 

 INLYTA®(Pfizer)

Grupo Terapéutico (ATC): L01XE. TERAPIA ANTINEOPLÁSICA Y AGENTES INMUNOMODULADORES. Citostáticos: inhibidores directos de la proteína cinasa.
Indicaciones autorizadas: Tratamiento de pacientes adultos con carcinoma avanzado de células renales tras fracaso a un tratamiento previo con sunitinib o citocinas.
Condiciones de conservación y dispensación:– H: Medicamento hospitalario- R: Requiere receta médica- C: Caducidad inferior a cinco años.
VALORACIÓN GLOBAL: INNOVACIÓN MODERADA. Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar. ♣ ♣
Novedad clínica: Mejora la eficacia clínica del tratamiento farmacológico estándar
FÁRMACOS RELACIONADOS REGISTRADOS ANTERIORMENTE EN ESPAÑA
Fármaco Medicamento® Laboratorio Año
Imatinib Glivec Novartis 2002
Erlotinib Tarceva Roche 2006
Sunitinib Sutent Pfizer 2007
Dasatinib Sprycel Bristol Myers Squibb 2007
Sorafenib Nexavar Bayer 2007
Lapatinib Tyverb Glaxo 2008
Nilotinib Tasigna Novartis 2008
Gefitinib Iressa AstraZeneca 2010
Pazopanib Votrient Glaxo 2011
Crizotinib Xalkori Pfizer 2014
Vemurafenib Zelboraf Roche 2014
Dabrafenib Tafinlar GlaxoSmithKline 2014
Axitinib Inlyta Pfizer 2014
COSTE DIRECTO DEL MEDICAMENTO
Fármaco Dosis Coste
Axitinib  5 mg/12 h 4.478,15 €
Sorafenib 400 mg/12 h 3.603,63 €
Everolimús 10 mg/24 h 3.491,16 €

* Referido a 28 días para axitinib (Inlyta®) y sorafenib (Nexavar®), y 30 días para everolimús (Afinitor®).

1 Un síndrome hereditario de carácter autosómico dominante en el que los individuos afectados tienen riesgo de desarrollar tumores en diferentes órganos, entre los que se incluyen riñones, cerebelo, espina dorsal, oído interno, glándulas suprarrenales y páncreas. El gen implicado está localizado en la región 3p26 y se trata de un gen supresor.

2 El síndrome mano-pie o eritrodisestesia palmoplantar es un efecto adversos asociado a algunos agentes antineoplásicos. Se caracteriza por enrojecimiento, hinchazón y dolor en las palmas de las manos o las plantas de los pies; en ocasiones, aparecen ampollas. Puede afectar a otras áreas de la piel, como las rodillas y los codos.

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Cuestiones para recordar

Dentro del término artritis se incluyen diversas patologías: artritis reumatoide, espondiloartropatías (espondilitis anquilosante, artritis psoriásica, artritis enteropática, artritis reactiva), gota, condrocalcinosis y conectivopatías (el paradigma de las cuales es el lupus eritematoso sistémico).

La artritis reumatoide es una enfermedad sistémica autoinmune crónica, caracterizada por provocar inflamación de las articulaciones, lo que conduce a una destrucción progresiva, con distintos grados de deformidad e incapacidad funcional. También puede producir manifestaciones extraarticulares, afectando a diversos órganos y sistemas, como los ojos, los pulmones, el corazón, la piel o los vasos sanguíneos. En Europa, la incidencia es de 20-30 casos por 100.000 habitantes al año, mientras que la prevalencia se encuentra entre el 0,3% y el 1%. Ambas, la incidencia y la prevalencia, aumentan con la edad hasta alrededor de los 70 años. La enfermedad la padecen el doble de mujeres que de hombres. La causa sigue siendo desconocida, aunque se trata de una enfermedad autoinmune potencialmente desencadenada por una infección en individuos genéticamente predispuestos. Se trata de una enfermedad progresiva que aumenta la morbimortalidad de los pacientes y disminuye la esperanza de vida.

La rigidez matutina de larga duración es el síntoma de comienzo más frecuente. Se acompaña de fatiga, cansancio vespertino, pérdida del apetito y debilidad muscular. Este cuadro precede a la artritis en semanas e incluso meses. La artritis es típicamente simétrica y poliarticular.

Existen tres líneas de tratamiento farmacológico: sintomático, fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) y fármacos biológicos. El tratamiento sintomático se basa en el empleo de antiinflamatorios y analgésicos: AINE y corticosteroides. Por su parte, los FAME son inmunosupresores y citotóxicos; de acción más lenta que los anteriores, se recomienda iniciar el tratamiento con esta línea de fármacos tan pronto como se tenga el diagnóstico, ya que el tratamiento precoz mejora el pronóstico. El metotrexato y la sulfasalazina, que son los que presentan mejor perfil, actúan rápidamente y mantie-nen niveles plasmáticos eficaces durante más tiempo, con una eficacia contrastada.

Los fármacos biológicos interfieren de forma específica con algún elemento relacionado con la producción y la función de las citocinas, ya que existe una expresión exagerada de algunas de ellas. Los anti-TNF están autorizados en casos leves que no responden adecuadamente al metotrexato, asociados a éste, y en casos graves, aunque no hayan sido tratados con metotrexato. Son etanercept, infliximab, adalimumab, golimumab, certolizumab. Encontramos también anticuerpos frente a otras proteínas transmembrana, como el rituximab y abatacept; finalmente, encontramos antagonistas de receptores de interleucinas: tocilizumab y anakinra.

La espondilitis anquilosante es una enfermedad inflamatoria sistémica que afecta de forma preferente al esqueleto axial, la pelvis y el tórax, siendo las articulaciones sacroiliacas su locaización más constante y característica. También pueden afectarse las articulaciones periféricas, y algunos pacientes desarrollan manifestaciones extraarticulares (uveítis, insuficiencia aórtica…). No existe tratamiento curativo de la enfermedad, por lo que los objetivos terapéuticos consisten en reducir el dolor y la rigidez articular, prevenir la anquilosis y las defor-midades, es decir, conseguir que el paciente tenga una buena capacidad funcional y una adecuada ca-lidad de vida. En el tratamiento farmacológico los AINE ejer-cen un efecto beneficioso inmediato, con mejoría del dolor y de la rigidez.

Aproximadamente un 10% de las personas que tienen psoriasis padece además artritis psoriásica. A nivel articular, ésta se caracteriza por ser inflamatoria, es decir, cursa con dolor, inflamación, calor, dificultad para movilizar la articulación inflamada y, a la larga, posibilidad de deformación. El objetivo del tratamiento de la artritis psoriásica es atender al dolor, reducir la inflamación articular y lograr detener la evolución de la enfermedad. El tratamiento farmacológico se inicia con AINE, lo cual mejoraría la inflamación articular pero podría empeorar la psoriasis. En caso de no mejorar, puede entonces recurrirse a pequeñas dosis de corticoides, especialmente en aquellas artritis que afectan a las articulaciones de las manos. Si la artritis no es controlada con el antiinflamatorio, se recurre a los fármacos llamados modificadores de enfermedad (metotrexato, la sulfasalazina, la leflunomida, las sales de oro, la azatioprina y la ciclosporina A). Dentro de la denominada terapia biológica, aque-llos fármacos que han obtenido la aprobación para el tratamiento de la artritis psoriásica son el infliximab, el etanercept, el adalimumab y el golimumab.

La gota es una enfermedad conocida desde la antigüedad, que se incluye en el denominado grupo de las artropatías microcristalinas. Se caracteriza por episodios bruscos de dolor intenso, inflamación, eritema, gran sensibilidad al tacto y aumento de la temperatura local, en una o más articulaciones, debido al depósito de sales de urato en el interior de las mismas. La inflamación de las articulaciones en la gota se debe a la formación o depósito en su interior de microcristales de una sal de ácido úrico (el urato monosódico). Los ataques de inflamación son una consecuencia de la presencia de estos cristales en la articulación y nunca ocurren en su ausencia. A su vez, para que se formen cristales de urato, es necesario que los niveles de ácido úrico en la sangre estén elevados, lo que se conoce como hiperuricemia (niveles de ácido úrico> 7 mg/dL), ya sea por incrementarse su producción, por disminuir su excreción o por ambos mecanismos.

En el caso de la inflamación aguda, tomar dosis repetidas de colchicina es un remedio clásico, pero frecuentemente produce diarrea antes de que el ataque de gota haya cedido y, por ello, este tratamiento está siendo abandonado. Los AINE suelen reducir rápidamente la inflamación articular. Para el tratamiento de la hiperuricemia hay dos tipos de fármacos: los inhibidores de la xantina oxidasa, responsable de su síntesis, el alopurinol y el febuxostat, que disminuyen la cantidad de ácido úrico que se forma, y los llamados uricosúricos, cuyo único exponente comercializado actualmente es la benzbromarona, que mejoran la eliminación renal de ácido úrico. El objetivo terapéutico es obtener una uricemia de 5,5-6 mg/dL.

El lupus eritematoso sistémico (LES) es una enfermedad autoinmune multisistémica, de etiología desconocida, con un amplio espectro de manifestaciones clínicas. Puede aparecer a cualquier edad pero, en la mayoría de los pacientes, debuta entre los 15 y los 40 años, con una relación entre los géneros femenino y masculino de 9:1, respectivamente. Además de la producción variable de autoanticuerpos, se suman factores genéticos y ambientales (luz ultravioleta, retrovirus, fármacos), que pueden estar implicados en su patogenia.

Las manifestaciones clínicas del LES incluyen síntomas constitucionales (astenia, pérdida de peso y anorexia) y manifestaciones del aparato locomotor, ya sean artralgias (migratorias o simétricas, intermitentes o diarias) o artritis (migratoria y episódica, afectando a grandes y pequeñas articulaciones). El objetivo terapéutico es disminuir el número y la duración de los brotes, evitando la pérdida y/o destrucción de tejidos con la menor toxicidad y efectos secundarios posibles. Además de evitar el daño agudo, es recomendable el control del proceso inflamatorio crónico, por los efectos deletéreos a largo plazo (afectación vascular, acumulación de daño orgánico, pérdida de calidad de vida, etc.). En este sentido, hay dos grandes grupos de fármacos: los dirigidos a controlar la inflamación de una manera global a nivel tisular, y aquellos que, de manera selectiva, inhiben un paso fundamental para el desarrollo del proceso inflamatorio, ya sea a nivel celular o humoral. Entre los primeros destacan los AINE, los corticosteroides o los inmunosupresores clásicos –azatioprina, metotrexato, ciclofosfamida, etc.–, mientras que, en el segundo grupo, se incluyen principalmente los fármacos biológicos, como rituximab, etanercept y belimumab. Hay un tercer grupo, el de los inmunomoduladores, donde se incluirían sustancias capaces de influir sobre ciertos aspectos del sistema inmune, pero sin deter-minar inmunodepresión; es el caso de la hidroxicloroquina.

La artrosis u osteoartritis es una patología articular degenerativa caracterizada por la alteración en la integridad del cartílago y el hueso subcondral. Su prevalencia aumenta con la edad, es rara en menores de 45 años y afecta, sobre todo, a mujeres, aunque la diferencia entre sexos depende de la localización y del grupo de edad. En España la prevalencia es del 10,2% y, en particular, la de ma-nos es del 6,2%.

En la artrosis, se produce una importante disminución del número de células del cartílago, en la que juega un papel muy relevante la muerte celular por apoptosis. Desde un punto de vista enzimático, el elemento más importante en la degradación del cartílago son las proteasas, existiendo también factores desencadenantes como las sobrecargas mecánicas de la articulación, los microcristales y determinados productos procedentes de la degradación del cartílago.

El objetivo del tratamiento de la artrosis en general es disminuir el dolor y la rigidez, mejorar la función articular para evitar la

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Terapéutica farmacológica de los trastornos dermatológicos, oftalmológicos y otológicos. Agentes farmacológicos de diagnóstico 22/9/14(*) 23/5/15
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Búsqueda y manejo de información en Bot PLUS 2.0 (2ª Ed) Hasta 14/10/14 20/10/14 20/1/15
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(*) El inicio de este curso se pospone a septiembre .

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Buenas prácticas de distribución farmacéutica Pendiente
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Recomendaciones para la vigilancia de los productos sanitarios por los centros/ hospitales y los profesionales sanitarios

RESUMEN

El sistema de vigilancia de productos sanitarios se refiere a la notificación de los incidentes adversos acaecidos por productos sanitarios, a su registro y evaluación, a la adopción de medidas oportunas en orden a la protección de la salud y a la transmisión de estas medidas a los agentes interesados.  incluye tanto a los productos considerados productos sanitarios, productos sanitarios para diagnóstico in vitro, y accesorio, tanto para aquellos con marcado CE como para los que no lo contienen (productos sanitarios fabricados a medida o destinados a investigaciones).

Los centros sanitarios deben designar a un responsable de vigilancia de productos sanitarios que deberá supervisar y coordinar las notificaciones de incidentes adversos relacionados con productos sanitarios a la Comunidad Autónoma. Esta comunicación se realizará tan pronto como sea posible, por fax, correo electrónico, correo postal, o de forma telemática. Los incidentes muy graves, por su urgencia, deben notificarlos por vía telefónica. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha establecido formularios para la notificación específica del incidentes adversos de productos sanitarios.

INTRODUCCIÓN

La farmacovigilancia es la actividad de salud pública que tiene por objetivo la identificación, cuantificación, evaluación y prevención de los riesgos del uso de los medicamentos una vez comercializados. De forma paralela, existe un sistema de vigilancia de productos sanitarios para mejorar la protección de la salud y seguridad, evitando la repetición de incidentes adversos, mediante la recogida, evaluación y difusión de la información sobre incidentes relacionados con productos sanitarios y la adopción de medidas correctivas apropiadas.

En España el RD 414/1996 traspone a la normativa española la Directiva 93/42/CEE en la que se establece que ningún producto sanitario puede comercializarse en la Unión Europea sin el marcado CE. Este real decreto abarca tanto al fabricante y distribuidor como al médico, operador y paciente, de forma que podamos garantizar la seguridad y efectividad de los productos sanitarios. Además, otras normativas establecidas posteriormente regula la vigilancia de productos sanitarios en España (Tabla 1)

Tabla 1. Normativa estatal y europea para la vigilancia

de productos sanitarios 

– Ley 14/1986 de 25 de abril, General de Sanidad- Ley 29/2006 de Garantías y Uso Racional de Medicamentos y Productos Sanitarios-

Real Decreto 1591/2009 , de 16 de octubre por el que se regulan los productos sanitarios. BOE 6 de noviembre 2009.-

Real Decreto 1616/2009, de 26 octubre por el que se regulan los productos sanitarios implantables activos. BOE 6 de noviembre 2009.-

Real Decreto 1662/2000, de 29 de septiembre sobre productos sanitarios para diagnóstico in vitro. BOE 30 de septiembre 2000.-

Directrices para la aplicación del Sistema de Vigilancia de Productos Sanitarios por los centros y profesionales sanitarios, de la AEMPS de Octubre de 2010.-

Directrices sobre el sistema de vigilancia de productos sanitarios. MEDDEV 2.12-1 REV 6 de Diciembre de 2009

SISTEMA DE VIGILANCIA DE PRODUCTOS SANITARIOS EN ESPAÑA 

El sistema de vigilancia de productos sanitarios, se refiere a la notificación de los incidentes adversos acaecidos por productos sanitarios, a su registro y evaluación, a la adopción de medidas oportunas en orden a la protección de la salud y a la transmisión de estas medidas a los agentes interesados.

El ámbito del Sistema de Vigilancia de Productos Sanitarios incluye tanto a los productos considerados productos sanitarios, productos sanitarios para diagnóstico in vitro, y accesorio, tanto para aquellos con marcado CE como para los que no lo contienen (productos sanitarios fabricados a medida o destinados a investigaciones). En este sentido se muestran a continuación las definiciones que se establece en la normativa actual y los grupos de productos sanitarios definidos en ella.

  • Producto sanitario: Cualquier instrumento, dispositivo, equipo, programa informático, material u otro artículo, utilizado solo o en combinación, incluidos los programas informáticos destinados por su fabricante a finalidades específicas de diagnóstico y/o terapia y que intervengan en su buen funcionamiento, destinado por el fabricante a ser utilizado en seres humanos, solo o en asociación con otros, con fines de diagnóstico, prevención, control, tratamiento o alivio de una enfermedad; diagnóstico, control, tratamiento, alivio o compensación de una lesión o de una deficiencia; investigación, sustitución o modificación de la anatomía o de un proceso fisiológico; regulación de la concepción, y que no ejerza la acción principal que se desee obtener en el interior o en la superficie del cuerpo humano por medios farmacológicos, inmunológicos ni metabólicos, pero a cuya función puedan contribuir tales medios.
  • Producto sanitario implantable activo: Cualquier producto sanitario activo destinado a ser introducido total o parcialmente, mediante intervención quirúrgica o médica, en el cuerpo humano, o mediante intervención médica, en un orificio natural, y destinado a permanecer después de dicha intervención.
  • Producto sanitario para diagnóstico “in vitro”: Cualquier producto sanitario que consista en un reactivo, producto reactivo, calibrador, material de control, estuche de instrumental y materiales, instrumento, aparato, equipo o sistema, utilizado solo o en combinación con otros, destinado por el fabricante a ser utilizado “in vitro” para el estudio de muestras procedentes del cuerpo humano, incluidas las donaciones de sangre y tejidos, sólo o principalmente con el fin de proporcionar información:Relativa a un estado fisiológico o patológico,Relativa a anomalía congénita,Para determinar la seguridad y compatibilidad con receptores potenciales,Para supervisar medidas terapéuticas
  • Producto sanitario activo: Cualquier producto sanitario que dependa de la electricidad o de cualquier otra fuente de energía distinta a la generada directamente por el cuerpo humano o por la gravedad, para funcionar adecuadamente.
  • Accesorio: Un artículo, que sin ser producto sanitario, es destinado específicamente por el fabricante a ser utilizado de forma conjunta con un producto sanitario para que este último pueda utilizarse de conformidad con la finalidad prevista para el producto por su fabricante.
Tabla 2. Categorías de Productos Sanitarios (PS)
CATEGORÍA EJEMPLO
1. PS implantable activo Marcapasos, desfibriladores,bombas de infusión implantables
2. PS para anestesia y reanimación Respiradores, resucitadores,sistemas de administración de gases medicinales
3. Productos dentales Prótesis dentales,productos de relleno de cavidades dentarias,materiales de ortodoncia
4. Productos electro médicos/mecánicos Bombas de infusión para administración de medicamentos, aparatos de electroestimulación
5. Equipamiento hospitalario Esterilizadores, mesas y lámparas de  quirófano
6. PS para diagnóstico in vitro Reactivos para determinar glucosa en sangre, VIH,hepatitis
7. PS implantables no activos Válvulas cardiacas, prótesis mamarias, prótesis cadera
8. Productos oftálmicos y ópticos Lentes correctoras, lentes de contacto
9. Instrumentos reutilizables Endoscopios, instrumental médico
10. Productos de un solo uso Equipos de infusión, dializadores
11.Ayudas técnicas para discapacitados Productos para ostomizados e incontinencias, ortopedia
12. PS que utilizan radiación para diagnóstico y terapéutica Equipos de resonancia y de RX,equipos radioterapia

En la tabla 2 se muestran las categorías de productos sanitarios (PS)  a los que hace referencia la normativa actual.

SISTEMA DE NOTIFICACIÓN DE INCIDENTES POR PARTE DE LOS PROFESIONALES SANITARIOS 

Se considera un incidente adverso a cualquier funcionamiento defectuoso, fallo o deterioro de las características o del funcionamiento de un producto, así como cualquier deficiencia en el etiquetado o en las instrucciones de utilización que pueda o haya podido dar lugar a la muerte o al deterioro grave del estado de salud de un paciente o usuario.

Los profesionales sanitarios tienen la responsabilidad de notificar los incidentes adversos acaecidos con los productos sanitarios (artículo 42 RD 1591/2009). Así, se deben notificar son todos aquellos en los que este asociado un producto sanitario, y que

  • Hayan causado la muerte
  • Hayan causado un grave deterioro en la salud del paciente, usuario u otra persona o bien que si ocurre de nuevo puede causarlos.
  • Proceso que necesita una intervención médica o quirúrgica para evitar deterioro permanente de una función corporal o daño permanente de una estructura corporal.
  • Incidentes potenciales, es decir, aquellos que podían haber dado lugar a la muerte o a un grave deterioro de la salud, pero que no se han producido debido a circunstancias afortunadas o a la intervención del personal sanitario.

En la figura 1 se muestra el algoritmo propuesto por el Grupo de Productos Sanitarios (GPS) de la SEFH para la notificación de incidentes adversos que tiene como objetivos:

Figura 1. Algoritmo de vigilancia de los Productos Sanitarios (Grupo GPS de la SEFH)

Figura 1. Algoritmo de vigilancia de los Productos Sanitarios (Grupo GPS de la SEFH)

  • Comunicar a las autoridades Sanitarias y/o proveedores cualquier incidente relacionado con algún producto sanitario utilizado en el Hospital y mejorar la protección de la Salud y seguridad evitando la repetición de incidentes adversos mediante registro, evaluación y medidas correctivas adoptadas.
  • Realizar las medidas correctivas necesarias en caso de una Acción Correctiva de seguridad en Campo (Field Safety Corrective Action, FSCA). Una FSCA es una acción emprendida por un Fabricante para reducir el riesgo de muerte o de deterioro grave del estado de salud asociado con el uso de un producto sanitario que ya ha sido comercializado. Puede incluir, entre otras acciones, la devolución del producto sanitario al suministrador, la modificación del producto, el cambio del producto por otro, la destrucción del producto, etc. La totalidad del documento elaborado por el grupo GPS se encuentra disponible en la web http://gruposdetrabajo.sefh.es/gps.

Figura 2: Impreso de notificación de Incidencias por los Profesionales Sanitarios (excepto para los PS de diagnóstico in vitro). Para la notificación de Incidencias por los Profesionales Sanitarios para diagnóstico in vitro existe otro impreso.

Figura 2: Impreso de notificación de Incidencias por los Profesionales Sanitarios (excepto para los PS de diagnóstico in vitro). Para la notificación de Incidencias por los Profesionales Sanitarios para diagnóstico in vitro existe otro impreso.

Los centros sanitarios deben designar a un responsable de vigilancia de productos sanitarios que deberá supervisar y coordinar las notificaciones de incidentes adversos relacionados con productos sanitarios. Estos incidentes se comunicarán al punto de vigilancia de productos sanitarios de la comunidad autónoma. Esta comunicación se realizará tan pronto como sea posible, por fax, correo electrónico, correo postal, o de forma telemática. Para los incidentes muy graves, parece más lógico, por su urgencia, notificarlos por vía telefónica. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha establecido dos formularios para la notificación del incidente adverso, siendo uno de ellos específico para los productos sanitarios para diagnóstico “in vitro” (Figura 2).

El producto afectado no debe desecharse, ni tampoco el envase que lo contiene, ya que estos serán fundamentales para la investigación del incidente. Dado que el fabricante o distribuidor está obligado a investigar todos los incidentes adversos que se producen relacionados con sus productos, las directrices del sistema de vigilancia establece que las muestras de los productos relacionados con estos incidentes adversos se pueden entregar a estos con el fin de que verifiquen la funcionalidad del producto y determinen si ha habido alguna disfunción que pueda haber causado el incidente. En este caso existe un modelo normalizado para este fin (figura 3), y que al igual que los anteriores se pueden obtener en la página web de la AEMPS y web grupo GPS.

Se recomienda llevar un registro de los incidentes adversos comunicados para poder realizar un seguimiento de estos, indicándose si se realiza una retirada cautelar del producto sanitario.

Las comunicaciones recibidas en los puntos de vigilancia de las CCAA se remiten a la AEMPS por correo electrónico o fax, y se registran los datos en una base de datos común. Esto permite la asociación de los incidentes adversos con un determinado producto., la valoración de la repercusión de los hechos y la disposición rápida de las medidas correctoras aplicadas. Las directivas comunitarias exigen que el registro y la evaluación de los incidentes adversos se realice de forma centralizada y que las medidas que se adopten, junto con los hechos que dieron lugar a estas, se comuniquen a la Comisión Europea y al resto de los estados miembros.

Figura 3. Formulario de entrega del producto sanitario al representante de la empresa.

Figura 3. Formulario de entrega del producto sanitario al representante de la empresa.

La AEMPS es quién remite los incidentes adversos notificados en España a los hospitales, centros de salud y oficinas de farmacia a través de la Dirección General de Farmacia y productos sanitarios de cada Comunidad, y es ala vez el punto nacional de la red de vigilancia europea de productos sanitarios y de Global Harmonization TaskForce (GHTF), a través de la cual se reciben y transmiten los hechos y las medidas adoptadas a la Comisión Europea y al resto de los estados miembros. Cuando se recibe en los centros autonómicos de vigilancia una alerta emitida por la AEMPS, se activa el procedimiento de transmisión, con los siguientes pasos:

  • Verificación de los datos, comprobando si se ha distribuido el producto sanitario afectado en centros de la comunidad.
  • Comunicación a los centros afectados y a las distintas Direcciones Generales y servicios.

Las alertas se pueden clasifican en dos tipos:

  • Tipo 1: problemas del producto que implican riesgo elevado para la salud.
    • 1A: Con difusión limitada a centros identificados por el fabricante.
    • 1B: Con difusión a todos los centros susceptibles de poseer el producto.
  • Tipo 2: No suponen riesgo inminente y grave para la salud de los pacientes.
    • 2A: Existe trazabilidad adecuada, la empresa ha adoptado medidas.
    • 2B: La trazabilidad es imprecisa, requiere notificación a los centros susceptibles de ser usuario del producto.

NOTIFICACIÓN A LOS AGENTES INTERESADOS 

Los hospitales y centros especializados sin internamiento, como los centros de cirugía mayor ambulatoria, están obligados a comunicar a la administración el nombre de la persona responsable de la vigilancia de productos sanitarios. En el resto de los casos será el director médico que conste en el Registro de Centros y Servicios Sanitarios de la CCAA correspondiente.

Esta persona debe ser tener una titulación universitaria sanitaria, recomendándose que sea el director médico del centro, el jefe de servicio/sección de farmacia, jefe de servicio/sección de medicina preventiva, o responsables de enfermería, entre otros.

Las funciones de este son:

  • Supervisar las obligaciones establecidas en la regulación sobre sistema de vigilancia.
  • Supervisar y coordinar el cumplimiento, por parte de los profesionales sanitarios, de la  notificación de incidentes.
  • Actuar como interlocutor con las autoridades.
  • Garantizar la difusión de notas informativas/alertas.
  • Supervisar el cumplimiento de lo establecido en el RD1616/2009 en relación a las tarjetas de implantación.

Una vez recibida la alerta el responsable de vigilancia de productos sanitarios debe comprobar si el producto sanitario relacionado está en su centro. En este caso se remite notificación a dirección médica y a los responsables de las unidades asistenciales o servicio clínicos donde el producto sanitario pudiera encontrarse (según datos del sistema de información del centro), y se procederá a realizar las acciones que se indiquen en la alerta (inmovilización, etc.). En caso contrario se puede archivar la alerta indicando que no se dispone del producto afectado.

Es decir se realizan los siguientes pasos:

  • Las alertas recibidas por el responsable de vigilancia deberán ser analizadas y se registrarán en el registro de seguimiento de las alertas recibidas. Deberá comprobar si existen unidades afectadas en  el centro :
  • Si en el centro se dispone del producto y/o lote afectado, se deberá comunicar la incidencia a los profesionales sanitarios.
  • Comunicará a los profesionales las alertas recibidas, informando si se dispone o no del producto y/o lote afectado
  • Se retiraran  todas las unidades del PS afectado para realizar las acciones oportunas.
  • Si no se dispone del producto se archivaran las alertas de seguridad recibidas durante 1 año
  • Si se dispone del producto se retirara y se archivara la alerta durante 5 años
  • Si procede, se cumplimentará la Tarjeta de implantación.

BIBLIOGRAFIA