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Somatrogón (▼Ngenla®) en trastornos del crecimiento por déficit de hormona del crecimiento

Resumen

Somatrogón es una forma recombinante de la hormona del crecimiento humana (GH) de acción prolongada. Tras su administración por vía subcutánea, se une al receptor de la GH y desencadena una cascada de señalización intracelular que resulta en un estímulo del crecimiento y del metabolismo. Además, produce un aumento de IGF-1 que contribuye parcialmente al estímulo del crecimiento lineal, a los cambios metabólicos y a una mayor velocidad de crecimiento en pacientes pediátricos con deficiencia de GH. En base a estas acciones, somatrogón ha sido aprobado y se encuentra comercializado en un medicamento designado como huérfano, con indicación en el tratamiento de niños y adolescentes a partir de los 3 años con trastornos del crecimiento debido a una secreción insuficiente de la hormona del crecimiento.

La eficacia de somatrogón fue evaluada en un estudio pivotal de fase 3 abierto, aleatorizado, multicéntrico, de 12 meses de duración y de no inferioridad, en el que se compararon los efectos de la administración semanal de este fármaco con la terapia diaria con somatropina en niños prepuberales con deficiencia de GH. En este estudio (N= 224) se incluyó a niños de entre 3 y 12 años. La variable principal de eficacia fue la velocidad de crecimiento (cm/año) a los 12 meses, con un resultado similar para somatrogón (10,10 cm/año) y somatropina (9,78 cm/año) y una diferencia de la media de mínimos cuadrados de 0,33 a favor del nuevo principio activo (IC95%: -0,24, 0,89). Así, se demostró la no inferioridad de somatrogón, dado que el margen preespecificado de no inferioridad fue de -1,8 cm/año en el límite inferior del IC95% bilateral. Los resultados de un estudio abierto de extensión indican el sostenimiento de la eficacia en los pacientes que habían completado el estudio pivotal tras 6 y 12 meses adicionales, aunque el reducido tamaño muestral limita la posibilidad de extraer conclusiones sobre la eficacia a largo plazo del nuevo tratamiento.

El perfil de seguridad de somatrogón presenta características similares al de somatropina, aunque con una proporción algo superior de eventos adversos (84% vs. 78%), siendo los más comunes dolor en el lugar de inyección (39% vs. 25%), nasofaringitis (23% vs. 25%), dolor de cabeza (17% vs. 22%) y pirexia (17% vs. 14%), mayoritariamente de intensidad leve o moderada. En comparación con somatropina, el tratamiento con somatrogón se asoció a un mayor número de casos de anticuerpos anti-fármaco y también a más eventos adversos relacionados con la inmunogenicidad (18% vs. 8%), tales como conjuntivitis alérgica, rinitis alérgica y rash cutáneo. Por ahora, se desconocen las implicaciones a largo plazo que la aparición de estos anticuerpos puede tener sobre la eficacia y la seguridad de somatrogón. Tampoco se conocen completamente las implicaciones de seguridad de la elevación de los niveles de IGF-1 observada durante el tratamiento con somatrogón. Por ello, el titular de la autorización de comercialización se ha comprometido a desarrollar un plan de farmacovigilancia en el que se analice el potencial diabetogénico y tumorigénico asociado a esta elevación.

Si bien somatrogón no incorpora un nuevo mecanismo de acción, los resultados disponibles de eficacia indican que el nuevo fármaco no es inferior a somatropina, considerado el estándar de tratamiento. Este hecho, unido a una pauta de administración más favorable, puede representar una mejora en la adherencia y un mayor grado de preferencia de somatrogón por parte de los pacientes frente a somatropina. No obstante, persisten incertidumbres sobre los efectos a largo plazo del nuevo fármaco, tanto en relación al mantenimiento de la eficacia como a la posible toxicidad derivada de la elevación de los niveles de IGF-1 y de la formación de anticuerpos. Por tanto, se deberá esperar a la realización de estudios de farmacovigilancia que perfilen la relación beneficio-riesgo de somatrogón para concluir sobre su posicionamiento terapéutico en la práctica clínica habitual.

Aspectos fisiopatológicos

El crecimiento puede definirse como un incremento del tamaño como consecuencia de una ganancia de masa tisular y puede dividirse en varias fases (fetal, infantil, adolescencia) en función de los factores que lo estimulan en cada una de ellas.

Aunque en condiciones fisiológicas normales el crecimiento fetal y del neonato es rápido, su velocidad comienza a reducirse a partir del primer año de vida. En estas primeras etapas, una adecuada nutrición y la función de las hormonas tiroideas y de la hormona del crecimiento (GH, por sus siglas en inglés) son factores cruciales en la consecución de una talla considerada normal de acuerdo a los parámetros de distribución poblacional.

La influencia de la GH continúa siendo clave en el resto de las fases de crecimiento y, de hecho, el crecimiento durante la pubertad se relaciona con una reactivación del eje hipotalámico-hipofisario-gonadal con un incremento de la producción de GH estimulado por la producción de andrógenos y estrógenos.

La hormona de crecimiento, GH o somatotropina, es una proteína producida en la hipófisis anterior que estimula el crecimiento longitudinal durante la infancia y juventud del niño al actuar sobre los cartílagos de conjunción o cartílagos de crecimiento localizados en ambos extremos de los huesos largos.

La GH estimula la multiplicación de los condrocitos, que son las células de los cartílagos de crecimiento. Sin embargo, una parte importante de su acción biológica no se ejerce de forma directa, sino mediante el estímulo de la producción de un compuesto intermediario denominado factor de crecimiento similar a la insulina de tipo 1 o IGF-1 (insulin-like growth factor 1), también denominado somatomedina C, que se produce en las células hepáticas y en otros tejidos, incluyendo los propios cartílagos de crecimiento o las células vasculares. El IGF-1 es un péptido compuesto por 70 aminoácidos y con una secuencia muy parecida a la de la proinsulina. En el plasma, el IGF-1 circula unido a las proteínas de unión del factor de crecimiento similar a la insulina (IGFBP, insulin-like growth factor binding proteins), de las que aparentemente la más importante es la IGFBP-3. La síntesis y secreción de IGF-1 está bajo el control de la somatotropina.

Los efectos del IGF-1 son fundamentalmente de dos tipos: uno agudo, parecido a la insulina, que se caracteriza por una disminución rápida de la glucemia y de los niveles plasmáticos de ácidos grasos libres; y otro crónico, de estímulo de las mitosis en los fibroblastos, condrocitos y músculo liso. Muy probablemente, y a pesar de que se produce en gran cantidad en el hígado y circula en el plasma, el verdadero papel del IGF-1 se ejerce de manera paracrina, esto es, en el mismo tejido en el que va a ejercer sus funciones. Concretamente, se producirá en los condrocitos por acción de la somatotropina para generar en estos una proliferación celular y, por tanto, estimular los cartílagos de crecimiento.

Aparte de estas acciones, la somatotropina también estimula el anabolismo incrementando la biosíntesis proteica y, por tanto, también el crecimiento de músculos y tejidos blandos. Por otro lado, genera también lipolisis en el tejido graso, y a nivel del metabolismo glucídico tiene, a largo plazo, un efecto de incremento de glucemia.

La GH se encuentra regulada principalmente por dos hormonas hipotalámicas, una hormona estimulante –la hormona liberadora de la hormona del crecimiento, GHRH– y una hormona inhibidora –somatostatina–. Como resultado de la interacción de ambas hormonas, la secreción de la GH sigue un patrón pulsátil, con un pico cada 3 horas aproximadamente, y con mucha mayor secreción durante la noche.

La hormona del crecimiento es capaz de modular el metabolismo, pero éste es a su vez capaz de actuar sobre la secreción de la hormona. Así, la elevación de la glucemia, por ejemplo, determina una inhibición de la secreción de GH, mientras que la disminución de la glucemia, sobre todo a nivel de las células nerviosas, determina un incremento en su secreción.

Igualmente, la modificación de los niveles de ácidos grasos libres tiene también un efecto importante sobre la secreción de somatotropina, en la misma forma que en el caso de la glucemia. Por su parte, aunque no todos los aminoácidos son capaces de modular la secreción de somatotropina, algunos como la arginina o la ornitina son potentes estimuladores.

La somatotropina se une a receptores específicos situados en la membrana de diversas células, lo que da lugar a la activación y fosforilación de diversas proteínas citoplasmáticas que estimulan la transcripción génica y otras vías de la cascada intracelular. Este proceso da lugar al estímulo del IGF-1, que determina la proliferación condrocítica.

La deficiencia de GH es una de las principales causas de talla baja. No obstante, la baja estatura debida a esta causa es una condición poco frecuente, cuya incidencia se ha estimado en aproximadamente 1 de cada 4000 niños. Este déficit se produce como consecuencia de una baja o nula secreción por parte de la hipófisis por causas congénitas, adquiridas o idiopáticas (de origen desconocido). En la mayor parte de los casos se desconoce la causa del déficit.

En periodo neonatal, la deficiencia de GH se presenta habitualmente en forma de hipoglucemia, hiperbilirrubinemia y micropene, a pesar de que la talla al nacer puede ser normal. El retraso en el crecimiento se percibe durante el primer año de vida en casos graves, pero puede tardar más tiempo en producirse en casos en los que la producción de la hormona está solo leve o moderadamente reducida. Los niños con deficiencia de GH a menudo presentan síntomas como un aspecto inmaduro para la edad, retraso en la dentición, voz aguda y un lento crecimiento de las uñas (Murray et al., 2020).

Establecido el diagnóstico de déficit de GH, se recomienda iniciar el tratamiento lo antes posible con el objetivo de que el paciente alcance una talla dentro del rango estadísticamente esperable teniendo en cuenta la estatura de los padres.

El estándar de tratamiento actual es la administración diaria por vía subcutánea de GH humana recombinante (GHr), también denominada somatropina, con eficacia comprobada en la normalización del crecimiento y en la mejora de los efectos metabólicos derivados del déficit hormonal (como una reducción del colesterol total, del colesterol-LDL y de los triglicéridos) y en los aspectos psicosociales asociados al retraso en el crecimiento (EMA, 2022).

A pesar de su eficacia, el tratamiento con somatropina presenta algunos inconvenientes o desventajas. En primer lugar, la necesidad de administración diaria puede condicionar la adherencia, teniendo en cuenta además que la vía de administración subcutánea resulta incómoda y puede generar rechazo, especialmente en la población infantil. Además, no todos los pacientes responden de manera adecuada al tratamiento, tanto por una inadecuada adherencia o por otros motivos, como algunos factores genéticos1. La posibilidad de predecir la respuesta al tratamiento con somatropina es de gran interés tanto para el paciente, en la medida en que la relación beneficio-riesgo a nivel individual quedaría mejor caracterizada, como para el sistema sanitario, al ahorrar el coste de tratamiento en pacientes en los que resultará útil. Entre los efectos adversos de la somatropina se encuentran la posibilidad de sangrado o hematomas en la zona de administración, hipotiroidismo, hipertensión intracraneal o resistencia a la insulina.

Por estos motivos, se requiere de alternativas cuya pauta de administración resulte más cómoda para los pacientes, teniendo en cuenta que estos fármacos deben ser utilizados durante periodos prolongados de tiempo, generalmente varios años.

Acción y mecanismo

Somatrogón es una forma recombinante de la hormona del crecimiento humana (GH) de acción prolongada. Tras su administración por vía subcutánea, se une al receptor de la GH y desencadena una cascada de señalización intracelular que incluye la activación de la vía STAT5b, cuyo resultado es un estímulo del crecimiento y del metabolismo. Además, produce un aumento de IGF-1 que contribuye parcialmente al estímulo del crecimiento lineal, a los cambios metabólicos y a una mayor velocidad de crecimiento en pacientes pediátricos con deficiencia de GH. En base a estas acciones, somatrogón ha sido aprobado y se encuentra comercializado en un medicamento designado como huérfano, con indicación en el tratamiento de niños y adolescentes a partir de los 3 años con trastornos del crecimiento debido a una secreción insuficiente de la hormona del crecimiento.

De acuerdo a los resultados de estudios in vitro, la afinidad de somatrogón por el receptor de la GH humana es entre 8 y 13 veces inferior a la de somatropina. Sin embargo, la constante de disociación de ambos fármacos respecto al receptor es similar, de modo que en un tratamiento prolongado la elevada semivida de somatrogón lleva a una activación mantenida del receptor con la producción de niveles altos de IGF-1. Este extremo se ha podido comprobar en estudios in vivo en ratas hipofisectomizadas –esto es, ratas a las que se les había extirpado la hipófisis–. Así, somatrogón produce efectos fisiológicos similares a los de la GH.

Aspectos moleculares

Somatrogón es una proteína de fusión recombinante de la hormona del crecimiento (GH) humana producida en un cultivo de células de ovario de hámster chino (CHO). Contiene una copia del péptido C-terminal de la cadena β de la gonadotropina coriónica humana (hCG) en el extremo N-terminal y dos copias del mismo péptido en el extremo C-terminal. Los dominios del péptido C-terminal de la hCG se encuentran ampliamente glucosilados, lo que contribuye a un incremento de la vida media de somatrogón.

Eficacia y seguridad clínicas

La eficacia y la seguridad clínicas de somatrogón han sido evaluadas en un estudio pivotal de fase 3 abierto, aleatorizado, multicéntrico, de 12 meses de duración, en el que se compararon los efectos de la administración semanal de somatrogón con la terapia diaria con somatropina en niños prepuberales con deficiencia de GH que previamente no habían recibido tratamiento con GH recombinante humana.

En el estudio se aleatorizó en proporción 1:1 a 224 pacientes para recibir uno de los dos fármacos, con el objetivo principal de demostrar la no inferioridad de somatrogón tras 52 semanas de tratamiento en términos de la velocidad de crecimiento (cm/año). Entre los objetivos secundarios se consideró la evaluación de la seguridad y la tolerabilidad de la administración semanal de somatrogón, la velocidad de crecimiento a los 6 meses o la maduración ósea a los 12 meses en comparación con la línea base2.

En cuanto a las características basales de los participantes, estas estuvieron balanceadas entre ambos brazos de tratamiento. La edad mediana fue de 7,87 años, teniendo en cuenta que en el estudio únicamente se incluyó a pacientes de entre 3 y menos de 11 años (niñas) o menos de 12 años (niños). La altura mediana fue de 110,3 cm y el peso mediano de 18,6 kg.

Los resultados de eficacia publicados (Deal et al., 2022) muestran una velocidad de crecimiento a los 12 meses ligeramente superior para somatrogón, con 10,10 cm/año frente a 9,78 cm/año en el brazo de somatropina, con una diferencia de la media de mínimos cuadrados de 0,33 a favor de somatrogón (IC95%: -0,24, 0,89), con un límite inferior por encima del margen preestablecido de no inferioridad (-1,8 cm/año). De este modo, se determinó la no inferioridad de somatrogón frente a somatropina.

Respecto a los objetivos secundarios de eficacia, la velocidad de crecimiento mediana anualizada a los 6 meses también fue algo superior para somatrogón (10,59 vs. 10,04 cm/año). El cambio medio en el grado de maduración ósea a los 12 meses también fue similar (1,07 en el brazo de somatrogón vs. 1,12 en el brazo de somatropina). Como variable subrogada de la actividad hormonal de los tratamientos se utilizó la puntuación de la desviación estándar de IGF-1 (IGF-1 SDS, por sus siglas en inglés)3, con un cambio desde -1,95 en la línea de base hasta 0,65 a los 12 meses en el brazo de somatrogón, frente a un cambio desde -1,72 hasta -0,69 en el brazo de somatropina, lo que sugiere una mayor capacidad de estimulación del IGF-1 por parte de somatrogón.

Se dispone asimismo de los resultados de un estudio abierto de extensión (OLE, por sus siglas en inglés) en el que participaron 212 de los pacientes aleatorizados que completaron el periodo de análisis del estudio pivotal, con datos disponibles en el mes 18 (mes 6 del OLE; N= 94) y en el mes 24 (mes 12 del OLE; N= 9). En este caso, los pacientes del brazo de somatropina pasaron a recibir somatrogón semanal. Los datos indican el sostenimiento de la eficacia para los pacientes que recibieron inicialmente somatrogón en términos de velocidad de crecimiento y una tendencia a la igualación con los datos de somatrogón para aquellos pacientes que inicialmente habían recibido somatropina.

Se ha llevado a cabo también un estudio de fase 3, aleatorizado, multicéntrico, abierto y cruzado en el que se ha analizado la preferencia de los pacientes (N= 87) por el tratamiento en función del intervalo de administración (diario con somatropina o semanal con somatrogón). Los resultados de este estudio (Maniatis et al., 2022) indican una menor interferencia en la vida cotidiana con la dosis semanal, con una puntuación media 15 puntos inferior para somatrogón y un resultado estadísticamente significativo (p < 0,0001).

Por lo que se refiere al perfil de seguridad del nuevo fármaco, los datos de seguridad disponibles provienen de 269 niños tratados con somatrogón. La mayor parte (N= 257) recibieron el fármaco en la dosis y forma farmacéutica (pluma precargada) para la que se solicitó la autorización y, de ellos, 147 fueron tratados al menos durante 12 meses.

En el estudio pivotal, la mayor parte de los pacientes experimentó algún evento adverso, tanto en el brazo de somatrogón (84,4%) como de somatropina (78,3%). Los eventos adversos observados con una frecuencia superior al 10% tras la administración de somatrogón vs. somatropina fueron dolor en el lugar de inyección (39,4% vs. 25,2%), nasofaringitis (22,9% vs. 25,2%), dolor de cabeza (16,5% vs. 21,7%) y pirexia (16,5% vs. 13,9%). En el estudio de extensión, los eventos adversos más habitualmente reportados fueron similares a los del estudio pivotal, aunque con una frecuencia total inferior (58%).

La mayor parte de los eventos adversos fueron leves o moderados, de modo que la incidencia de eventos adversos graves fue baja en ambos brazos (somatrogón: 2,8%; somatropina: 1,7%) y ninguno se consideró relacionado con el tratamiento. No se produjeron muertes durante el estudio y solo un paciente discontinuó el tratamiento, en el grupo de somatrogón, debido a una reacción adversa (eritema en el lugar de inyección).

El incremento de los niveles de IGF-1 por encima de dos desviaciones estándar fue considerado un evento adverso de especial interés. Este evento se observó En el estudio pivotal en 26 pacientes tratados con somatrogón y en 3 de los tratados con somatropina, de los cuales 12 requirieron una reducción de la dosis de somatrogón, de acuerdo al protocolo del estudio. No obstante, en 23 de los 26 pacientes tratados con somatrogón los valores de IGF-1 se obtuvieron al segundo o tercer día tras la administración, de modo que los niveles medidos representan un pico y no la media.

Se ha estudiado también la inmunogenicidad del nuevo principio activo. En el estudio pivotal, el 77,1% de los pacientes tratados con somatrogón presentaron anticuerpos anti-fármaco, frente al 15,7% en el grupo de somatropina. También fue superior en el brazo de somatrogón la proporción de pacientes que experimentó algún evento adverso relacionado con la inmunogenicidad o con la hipersensibilidad (18,3% vs. 7,8%), como conjuntivitis alérgica, rinitis alérgica y rash.

Aspectos innovadores

Somatrogón es una nueva forma recombinante de la hormona del crecimiento humana (GH) de acción prolongada. Tras su administración por vía subcutánea, se une al receptor de la GH y desencadena una cascada de señalización intracelular que incluye la activación de la vía STAT5b, cuyo resultado es un estímulo del crecimiento y del metabolismo. Produce asimismo un aumento de IGF-1 que contribuye parcialmente al estímulo del crecimiento lineal y a una mayor velocidad de crecimiento en pacientes pediátricos con deficiencia de GH. En base a estas acciones, somatrogón ha sido aprobado y se encuentra comercializado como medicamento huérfano, con indicación en el tratamiento de niños y adolescentes a partir de los 3 años con trastornos del crecimiento debido a una secreción insuficiente de la hormona del crecimiento.

La eficacia de somatrogón fue evaluada en un estudio pivotal de fase 3 abierto, aleatorizado, multicéntrico, de 12 meses de duración y de no inferioridad, en el que se compararon los efectos de la administración semanal de este fármaco con la terapia diaria con somatropina en niños prepuberales con deficiencia de GH. En este estudio se aleatorizó en proporción 1:1 a 224 pacientes pediátricos (≥ 3 y < 11 años en el caso de las niñas; < 12 años en el caso de los niños).

La variable principal de eficacia fue la velocidad de crecimiento (cm/año) a los 12 meses, con un resultado similar para somatrogón (10,10 cm/año) y somatropina (9,78 cm/año) y una diferencia de la media de mínimos cuadrados de 0,33 a favor del nuevo principio activo (IC95%: -0,24, 0,89). Se demostró la no inferioridad de somatrogón, dado que el margen preespecificado de no inferioridad fue de -1,8 cm/año en el límite inferior del IC95% bilateral. Los resultados de un estudio abierto de extensión indican el sostenimiento de la eficacia en los pacientes que habían completado el estudio pivotal tras 6 y 12 meses adicionales, aunque con una muestra reducida, de tan solo 9 pacientes para el mes 12 del OLE, lo que limita la posibilidad de extraer conclusiones sobre la eficacia a largo plazo del nuevo tratamiento.

Por cuanto respecta a las variables secundarias de eficacia, con los dos tratamientos se obtuvieron resultados muy similares, por ejemplo en la velocidad de crecimiento anualizada a los 6 meses (en torno a 10 cm/año) o en el cambio en el grado de maduración ósea.

Con un grado de eficacia comparable en ambos brazos del estudio, una de las principales ventajas de somatrogón respecto a somatropina –tratamiento estándar de la deficiencia de GH– radica en la pauta de administración semanal. En un estudio de fase 3 en el que se analizó la preferencia por parte de los pacientes, se ha concluido con un resultado estadísticamente significativo que somatrogón provoca una menor interferencia en la vida cotidiana y es mejor aceptado que la dosis diaria de somatropina.

Teniendo en cuenta que los problemas de adherencia (que se estiman en un 36-49% de los pacientes) son uno de los factores que en mayor medida condicionan la eficacia de esta terapia, un tratamiento con mayor aceptación por los pacientes es clave para alcanzar los resultados farmacoterapéuticos deseados.

El perfil de seguridad de somatrogón presenta características similares al de somatropina, aunque con una proporción algo superior de eventos adversos (84% vs. 78%), siendo los más comunes dolor en el lugar de inyección (39% vs. 25%), nasofaringitis (23% vs. 25%), dolor de cabeza (17% vs. 22%) y pirexia (17% vs. 14%). No obstante, los eventos adversos graves fueron poco frecuentes, produciéndose únicamente un caso de discontinuación debido a un evento adverso (eritema en el lugar de inyección).

El tratamiento con somatrogón se asoció a un mayor número de casos de anticuerpos anti-fármaco y también a más eventos adversos relacionados con la inmunogenicidad (18% vs. 8%), tales como conjuntivitis alérgica, rinitis alérgica y rash cutáneo. Por ahora, se desconocen las implicaciones a largo plazo que la aparición de estos anticuerpos puede tener sobre la eficacia y la seguridad de somatrogón, pero a corto plazo se relacionaron con una mayor probabilidad de sufrir eventos adversos, principalmente reacciones en el lugar de inyección.

Tampoco se conocen completamente las implicaciones de seguridad de la elevación de los niveles de IGF-1 observada durante el tratamiento con somatrogón. Por ello, el titular de la autorización de comercialización se ha comprometido a desarrollar un plan de farmacovigilancia en el que se analice el potencial diabetogénico y tumorigénico asociado a esta elevación (EMA, 2022).

Somatrogón es la primera forma recombinante de la GH humana de acción prolongada disponible en España. Aunque recientemente la Comisión Europea ha autorizado otra GHr humana de administración semanal (lonapegsomatropina), no se dispone de una comparación directa ni indirecta entre ésta y somatrogón.

Si bien somatrogón no incorpora un nuevo mecanismo de acción, los resultados disponibles de eficacia indican que el nuevo fármaco no es inferior a somatropina, lo que unido a una pauta de administración más favorable puede representar una mejora en la adherencia y un mayor grado de preferencia por los pacientes frente al estándar de tratamiento actual. No obstante, persisten incertidumbres sobre los efectos a largo plazo de somatrogón, tanto en relación al mantenimiento de la eficacia como a la posible toxicidad derivada de la elevación de los niveles de IGF-1 y de la formación de anticuerpos. Por tanto, se deberá esperar a la realización de estudios de farmacovigilancia que perfilen la relación beneficio-riesgo de somatrogón para concluir sobre su posicionamiento terapéutico en la práctica clínica habitual.

Valoración

Delafloxacino (▼Quofenix®) en infecciones bacterianas agudas

Resumen

Delafloxacino es un nuevo antibiótico del grupo de las fluoroquinolonas. Su mecanismo de acción consiste en la inhibición tanto de la ADN girasa (topoisomerasa II) como de la topoisomerasa IV en bacterias grampositivas y gramnegativas. Estas dos topoisomerasas son enzimas esenciales en los procesos de replicación, transcripción, reparación y recombinación del ADN bacteriano. En base a este mecanismo, el fármaco ha sido autorizado con indicación en el tratamiento de infecciones bacterianas agudas de la piel y de los tejidos blandos de la piel (ABSSSI, por sus siglas en inglés) y en neumonía adquirida en la comunidad (NAC) cuando se considere inapropiado el uso de otros agentes antibacterianos que se recomiendan comúnmente para el tratamiento inicial de estas infecciones.

La eficacia y seguridad clínicas del nuevo fármaco han sido contrastadas en tres estudios pivotales de fase 3 aleatorizados, doble ciego y de no inferioridad. En cuanto a la indicación en el tratamiento de ABSSSI, delafloxacino se comparó con la administración de vancomicina/aztreonam y cumplió el criterio de no inferioridad respecto a la variable principal de eficacia –respuesta clínica evaluada por el investigador en la visita de seguimiento en el día 14 ± 1 desde la aleatorización–, preestablecido en un -10% del IC95%.

En el caso de la indicación en NAC, la eficacia de delafloxacino se evaluó en comparación con moxifloxacino, otra fluoroquinolona de uso habitual en este tipo de infecciones. Los resultados del estudio indican la no inferioridad de delafloxacino en términos de la proporción de pacientes con resultado de cura de la infección. A criterio clínico, se consideró curados a un 91,0% de los pacientes en el brazo de delafloxacino y a un 89,2% en el brazo de control, con una diferencia de 1,8 puntos (IC95%: -3,2-5,5) y un valor superior al margen preestablecido del -10% en el límite inferior del IC95%.

El perfil de seguridad del nuevo fármaco parece consistente con el ya conocido para otras fluoroquinolonas. El principal evento adverso observado en todos los estudios clínicos fue la diarrea, con frecuencias de entre el 5% y el 8% en el brazo de delafloxacino. Otros eventos adversos observados son el dolor de cabeza y la elevación de las enzimas hepáticas. No obstante, la mayor parte de los eventos observados fueron de intensidad leve o moderada. Las tendinopatías, un efecto adverso característico del grupo de las fluoroquinolonas, se observaron en una proporción muy baja de pacientes (inferior al 0,5%).

El uso de delafloxacino en la práctica clínica habitual podría quedar reducido a infecciones polimicrobianas de la piel y tejidos blandos en los que el uso combinado de otros antibióticos esté desaconsejado, a la espera de la disponibilidad de datos que permitan caracterizar adecuadamente la tendencia a la aparición de resistencias. En este tipo de infecciones, el nuevo antibiótico podría permitir un tratamiento en monoterapia. Delafloxacino no incorpora un nuevo mecanismo de acción y, a pesar del espectro ampliado que le aporta su capacidad de inhibir de manera dual las topoisomerasas II y IV, sus resultados de eficacia son similares a los de la otra fluoroquinolona con la que ha sido comparado, moxifloxacino. Por este motivo, no parece que delafloxacino vaya a suponer un cambio sustancial en el abordaje de las infecciones de la piel y tejidos blandos ni en neumonía bacteriana adquirida en la comunidad.

Aspectos fisiopatológicos

Infecciones bacterianas agudas de la piel y tejidos blandos

La piel es el órgano más extenso del organismo, lo envuelve por completo y funciona como barrera protectora frente a las agresiones externas. Se trata de un órgano complejo con una serie de estructuras celulares diferenciadas que interactúan y consiguen proporcionar una función protectora.

La superficie cutánea está colonizada por una microbiota estable que evita que proliferen otras especies con poder patógeno. Varios mecanismos reguladores impiden la colonización por microorganismos con poder invasivo o la proliferación excesiva, como son el mantenimiento de un pH bajo, la presencia de ácidos grasos libres, ácido láctico e inmunoglobulinas y el recambio celular de la epidermis. Las bacterias que predominan en la microbiota cutánea son Staphylococcus epidermidis, Streptococcus spp., Corynebacterium spp. y Propionibacterium spp.

El desarrollo de una infección de piel y partes blandas dependerá de la integridad física de la piel y sus mecanismos de defensa, del estado inmunitario del paciente y del poder invasivo o patógeno de los microorganismos.

Las infecciones superficiales de la piel y los tejidos blandos afectan a la epidermis, dermis o el tejido celular subcutáneo. Los tipos de infección, sus características principales y etiología más frecuente se recogen en la Tabla 1.

En las lesiones más leves y sin repercusión sistémica, como puede ser en casos de impétigo o foliculitis, puede ser suficiente el tratamiento tópico. En caso de que se forme un absceso, está indicado su drenaje y, si no hay celulitis circundante, este tratamiento es suficiente para la curación. La celulitis y otras lesiones que afectan a la dermis precisan antibiótico por vía oral. Si en un paciente con comorbilidades la celulitis es extensa y se presenta junto con signos y síntomas de afectación sistémica, puede ser necesario el ingreso hospitalario y la administración de antibióticos por vía intravenosa.

Las infecciones profundas de piel y partes blandas afectan a la fascia y al músculo esquelético. Las infecciones pueden ser piógenas (como la miositis) o necrosantes. Las infecciones necrosantes que afectan a la fascia o al músculo (fascitis necrosante y mionecrosis) son infecciones graves que pueden progresar rápidamente a shock séptico, y el desenlace puede ser fatal. Una infección necrosante es una urgencia médico-quirúrgica, y ante la sospecha de una infección de este tipo se debe actuar rápidamente.

  • Miositis: es una infección del músculo. Entre los factores de riesgo se encuentran los traumatismos repetidos en un grupo muscular, la inmunodepresión o el uso de drogas por vía parenteral. Los agentes causales más comunes son S. aureus, los estreptococos y las enterobacterias.
  • Fascitis necrosante: es una infección que progresa rápidamente hasta afectar a la fascia muscular. Se presenta en cuadros muy graves que pueden provocar shock séptico en horas. Se distinguen dos tipos: el tipo I (polimicrobiano), provocado por microbiota comensal anaerobia y aerobia; y el tipo II, provocado por S. pyogenes. La infección polimicrobiana es más frecuente en pacientes con comorbilidades como la diabetes.
  • Mionecrosis: es una infección muscular necrosante que se produce por extensión de una infección más superficial o como consecuencia de traumatismos o tras intervenciones quirúrgicas. Se clasifican como clostridianas o no clostridianas (S. pyogenes, S. aureus, anaerobios).

El tratamiento de las infecciones de piel y partes blandas es habitualmente empírico, en función de los antecedentes epidemiológicos del paciente y del perfil de resistencias bacterianas esperable en el ámbito en el que se produce.

El tratamiento recomendado en las infecciones profundas es un antiestafilocócico como la vancomicina, asociado a un antibiótico de amplio espectro que cubra también enterobacterias, como piperacilina-tazobactam, especialmente en pacientes inmunodeprimidos.

Las infecciones necrosantes son potencialmente letales y requieren ingreso hospitalario y tratamiento urgente médico-quirúrgico y medidas de soporte vital. Ante la sospecha de fascitis necrosante o mionecrosis, se debe proceder a la evaluación quirúrgica de la lesión y desbridamiento de los tejidos no viables. Se deben obtener hemocultivos y biopsias quirúrgicas para cultivo. El tratamiento antibiótico empírico de amplio espectro debe incluir piperacilina-tazobactam o un carbapenémico más vancomicina. El tratamiento dirigido de la fascitis necrosante por S. pyogenes y el de la mionecrosis clostridiana es penicilina G intravenosa más clindamicina.

Neumonía adquirida en la comunidad

La neumonía adquirida en la comunidad (NAC) constituye la primera causa infecciosa de muerte y la sexta de mortalidad general en los países desarrollados, donde la incidencia anual se sitúa entre el 5 y el 11% de la población adulta. Es más frecuente en varones, en los extremos de la vida, en invierno y en presencia de factores de riesgo como el consumo de alcohol y tabaco, la malnutrición, la uremia, la infección por VIH o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

La neumonía no es una enfermedad de declaración obligatoria, por lo que los datos epidemiológicos no son exactos y su interpretación es complicada por grandes variaciones en la fuente de información, la definición de caso empleada y el alcance de la evaluación microbiológica.

Algunos trabajos hablan de que la incidencia de NAC en adultos en Europa se mueve anualmente entre 1,5 y 1,7 casos por cada 1000 habitantes, incrementándose con la edad hasta casi 14 casos/1000 habitantes en el subgrupo de personas mayores de 65 años (significativamente mayor en pacientes inmunocomprometidos y que presentan EPOC). En los Estados Unidos, por ejemplo, se estima que cada año acontecen más de 5 millones de casos, situando la tasa anualizada de incidencia en adultos entre 5,2 y 6,11 casos/1000 habitantes, que crece hasta 12-18 casos/1000 habitantes en niños menores de 4 años y hasta 20/1000 en adultos mayores de 60 años. El conjunto de nuevos casos supone más de 1 millón de hospitalizaciones y hasta 60.000 muertes por neumonía y gripe (la primera es una complicación relativamente común de la segunda).

El principal microorganismo causal de la NAC es la bacteria grampositiva Streptococcus pneumoniae, y la frecuencia relativa de los demás agentes depende del área geográfica, la población estudiada y la metodología diagnóstica aplicada (Barragán et al., 2016). En líneas generales, la neumonía por Mycoplasma pneumoniae y por los virus respiratorios son más prevalentes en las personas jóvenes, mientras que la neumonía aspirativa es más frecuente entre la población anciana. Por su parte, Legionella pneumophila suele afectar a adultos jóvenes y Haemophilus influenzae a pacientes con EPOC. Chlamydophila pneumoniae puede presentarse tanto en jóvenes como en adultos con enfermedades de base. Staphylococcus aureus1 se observa en pacientes usuarios de drogas por vía parenteral con endocarditis tricuspídea, en diabéticos o como complicación de la gripe. La NAC producida por bacilos gramnegativos se asocia con estancias en centros de pacientes crónicos (Escherichia coli), con la adicción al consumo de alcohol (Klebsiella pneumoniae) y con bronquiectasias e infección por VIH (Pseudomonas aeruginosa).

Las manifestaciones clínicas de la NAC son inespecíficas y pueden confundirse con las de otras alteraciones menos graves (por ejemplo, un resfriado común). Es común la presencia de signos y síntomas relacionados con una infección de vías respiratorias bajas y afectación del estado general, que incluyen: fiebre (> 38°C), escalofríos, tos, expectoración (a menudo purulenta), dolor torácico, taquicardia, escalofríos, mialgias y artralgias, disnea o taquipnea y signos de ocupación del espacio alveolar. Hasta el 20% de pacientes con NAC podrían también experimentar síntomas gastrointestinales, en forma de náuseas, vómitos o diarrea.

En algunos casos, y a pesar de recibir el tratamiento adecuado, ciertos pacientes con neumonía que se incluyen especialmente en los grupos de alto riesgo (por ejemplo, adultos ancianos, inmunodeprimidos, con diabetes, insuficiencia hepática, etc.) pueden experimentar complicaciones, como son: a) bacteriemia; b) disnea grave que dificulta el intercambio gaseoso e impide una adecuada oxigenación de la sangre; c) derrame pleural; y d) absceso pulmonar, con acumulación de pus en una determinada cavidad del pulmón que a veces también hace necesario su drenaje.

Ante el diagnóstico de NAC, especialmente en pacientes que ingresan en UCI, debe administrarse cuanto antes un tratamiento antibiótico empírico orientado al agente causal más probable, teniendo en cuenta en su elección aspectos como gravedad de la patología o la existencia de cepas de neumococo con sensibilidad disminuida a la penicilina y a otros antibióticos.

Los antibióticos más empleados son determinados betalactámicos, como amoxicilina (sola o combinada con ácido clavulánico), algunas cefalosporinas, macrólidos (principalmente la azitromicina, en regímenes combinados con amoxicilina o una cefalosporina) y las fluoroquinolonas levofloxacino y moxifloxacino. El tratamiento antibiótico se mantiene al menos una semana, aunque habitualmente se alarga durante 10 o 14 días.

La creciente proliferación de resistencias a los antibióticos utilizados tanto en ABSSSI como en NAC puede comprometer la eficacia de las alternativas disponibles, incrementando el riesgo de complicaciones y la mortalidad de estas enfermedades. Patógenos multirresistentes como P. aeruginosa, A. baumannii o Enterococcus spp. pueden jugar un papel destacado en infecciones polimicrobianas y monomicrobianas. Por ello, se requiere de nuevos antibióticos que superen los mecanismos de resistencia que comúnmente comprometen la eficacia de los tratamientos disponibles.

Acción y mecanismo

Delafloxacino es un nuevo antibiótico del grupo de las fluoroquinolonas con actividad inhibitoria sobre la ADN girasa (topoisomerasa II) y sobre la topoisomerasa IV de bacterias grampositivas y gramnegativas, que son enzimas esenciales en los procesos de replicación, transcripción, reparación y recombinación del ADN bacteriano. En base a este mecanismo de acción, el fármaco ha sido autorizado con indicación en el tratamiento de infecciones bacterianas agudas de la piel y de los tejidos blandos de la piel (ABSSSI, por sus siglas en inglés) y en neumonía adquirida en la comunidad (NAC) cuando se considere inapropiado el uso de otros agentes antibacterianos que se recomiendan comúnmente para el tratamiento inicial de estas infecciones.

El nuevo antibiótico ha demostrado actividad in vitro frente a microorganismos que habitualmente provocan ABSSSI, como estafilococos y estreptococos, incluyendo SARM (Staphylococcus aureus resistente a meticilina). También presenta actividad frente a patógenos causantes de neumonías atípicas, como L. pneumophila, Legionella spp. o M. pneumoniae.

El mecanismo y la tasa de aparición de resistencias observados en estudios in vitro parecen similares a los de otras fluoroquinolonas, debido a mutaciones en las enzimas frente a las que se dirige (topoisomerasas II y IV) o mediante bombas de extrusión. Aunque puede ocurrir resistencia cruzada entre delafloxacino y otras fluoroquinolonas, en algunos casos se conserva la sensibilidad a delafloxacino (AEMPS, 2022).

Aspectos moleculares

Delafloxacino (Figura 1) es una fluoroquinolona, con una estructura que se corresponde con el nombre 1-(6-amino-3,5-difluoro-2-piridinil)-8-cloro-6-fluoro-1,4-dihidro-7-(3-hidroxi-1-azetidinil)-4-oxo-3 quinolincarboxilato. Su fórmula molecular es C18H12ClF3N4O4, con una masa molecular de 440,8 g/mol.

Se presenta formulado como delafloxacino meglumina, que en estado puro es un polvo cristalino higroscópico de color blanco o bronceado, con mayor solubilidad acuosa a pH alcalino y baja solubilidad en solventes orgánicos.

Desde un punto de vista estructural, delafloxacino se diferencia de la mayoría de las fluoroquinolonas al carecer de un grupo básico en la posición C7, lo que lo convierte en un ácido débil que se encuentra ionizado a pH neutro. Presenta también un cloro en posición C8 que le dota de mayor polaridad y actividad y un grupo voluminoso sobre el N1 (Tulkens et al., 2019). Estos aspectos diferenciales parecen conferir a delafloxacino un mayor espectro y mayor potencia respecto a otras fluoroquinolonas ya comercializadas, al interaccionar tanto con la ADN girasa (topoisomerasa II) como con la topoisomerasa IV en bacterias grampositivas y gramnegativas.

Eficacia y seguridad clínicas

Infecciones bacterianas agudas de la piel y tejidos blandos

La eficacia y la seguridad clínicas de delafloxacino en el tratamiento de infecciones bacterianas agudas de la piel y tejidos blandos (ABSSSI) han sido evaluadas en dos ensayos pivotales (estudios 302 y 303) de fase 3 aleatorizados, doble ciego, multicéntricos y de no inferioridad en lo que se comparó la administración intravenosa del nuevo fármaco con vancomicina y aztreonam en pacientes con ABSSSI.

En el estudio 302 se aleatorizó en proporción 1:1 a 660 pacientes, mientras que el estudio 303 incluyó a 850 pacientes aleatorizados en la misma proporción en ambos brazos de tratamiento2, con el objetivo de examinar la eficacia de delafloxacino en términos de la respuesta clínica evaluada por el investigador3 en la visita de seguimiento en el día 14 ± 1 desde la aleatorización (variable principal de eficacia).

Las características demográficas basales de los pacientes estuvieron bien balanceadas entre ambos brazos de tratamiento en los dos estudios, con mayoría de hombres (en torno al 65%), de raza caucásica (82%-92%) y una edad media entre los 45 y los 50 años. Las características clínicas también estuvieron adecuadamente balanceadas, aunque con mayor proporción de pacientes obesos en el estudio 303 (50% vs. 32%).

El organismo causal más frecuentemente identificado fue S. aureus, que en aproximadamente la mitad de los casos fue SARM. En general, la proporción de grampositivos identificados fue muy superior a la de gramnegativos, destacando entre los primeros los estafilococos y los estreptococos; entre los segundos, el más habitual fue K. pneumoniae.

Los resultados publicados (Tabla 2) indican que delafloxacino cumplió el criterio de no inferioridad respecto a la variable principal de eficacia, preestablecido en un -10% del IC95%, tanto si se considera la población por intención de tratar (PIT) como al considerar únicamente a la población clínicamente evaluable (población por intención de tratar modificada, PIT-M).

En cuanto a la seguridad del nuevo principio activo, se dispone de datos procedentes de 30 estudios de fase 1, 2 y 3 que suman un total de 2658 individuos expuestos.

Los datos agrupados de los estudios pivotales (N= 1492) apuntan a una proporción semejante de pacientes que experimentaron algún evento adverso con delafloxacino (45,1%) y con vancomicina/aztreonam (47,7%), mayoritariamente de intensidad leve o moderada.

Los eventos adversos más comunes en ambos brazos fueron los trastornos gastrointestinales, con mayor frecuencia en el brazo de delafloxacino (14,4% vs. 9,1%), una diferencia debida principalmente al mayor número de casos de diarrea con el nuevo fármaco (7,8% vs. 3,2%). El 76% de los eventos gastrointestinales observados se consideraron relacionados con el tratamiento con delafloxacino vs. el 66% de los observados en el brazo de control.

Otros eventos adversos identificados en los brazos de tratamiento y de control fueron las extravasaciones en el sitio de inyección (5,5% vs. 7,2%, respectivamente), infecciones (5,9% vs. 5,1%, respectivamente) y dolor de cabeza (3,2% vs. 5,5%, respectivamente).

Los eventos adversos graves fueron poco comunes, con una incidencia inferior al 4% en ambos brazos de tratamiento y, en su mayor parte, no se consideraron relacionados con la administración de delafloxacino. Durante el periodo de estudio se produjeron 4 muertes (1 en el grupo de delafloxacino y 3 en el grupo de control), ninguna de ellas considerada relacionada con el tratamiento.

Entre los eventos adversos considerados de especial interés se incluyeron los eventos hepáticos (2,2% en el brazo de delafloxacino vs. 2,7% en el brazo de control) las reacciones alérgicas (1,3% vs. 3,5%), las miopatías (1,0% vs. 2,4%) y las tendinopatías, un efecto adverso conocido para los antibióticos de tipo fluoroquinolona. En este último caso, la incidencia fue muy baja en ambos casos (0,3% en el brazo de delafloxacino y 0,1% en el control).

Neumonía adquirida en la comunidad

La eficacia y la seguridad clínicas de delafloxacino en la indicación del tratamiento de NAC han sido evaluadas en un estudio pivotal de fase 3 aleatorizado, doble ciego, multicéntrico y con control activo (moxifloxacino) en pacientes con diagnóstico de NAC bacteriana (NACB)

Se aleatorizó a 859 pacientes en proporción 1:1 a ambos brazos de tratamiento, de los cuales en 746 casos se halló un patógeno bacteriano causal en la línea de base y este grupo constituyó la población por intención de tratar modificada (PIT-M).

El objetivo principal del estudio fue la evaluación de la eficacia4 de la administración intravenosa u oral5 de delafloxacino en pacientes con NACB tras entre 5 y 10 días desde la última dosis en comparación con moxifloxacino, en términos de probabilidad de curación de la infección. Como objetivos secundarios, se analizó la seguridad y tolerabilidad del nuevo fármaco, entre otros.

Se planteó un análisis de no inferioridad respecto a la variable principal de eficacia, con un margen preestablecido de -10% en el límite inferior del IC95%.

Las características basales de los participantes estuvieron adecuadamente balanceadas entre ambos brazos de tratamiento. En el estudio hubo una mayor proporción de varones (60,5%), de caucásicos (91,6%) y la edad media fue de 61,5 años. Alrededor de un 24% de los participantes en ambos brazos había recibido tratamiento antibiótico en los 7 días previos a la inclusión en el estudio.

El patógeno aislado con más frecuencia fue S. pneumoniae, en más de un 40% de los casos. Otras bacterias halladas con frecuencia fueron H. parainfluenzae, M. pneumoniae y L. pneumophila.

Los resultados del estudio (McCurdy et al., 2021) apuntan a la no inferioridad de delafloxacino en términos de la proporción de pacientes de la PIT-M con resultado de cura de la infección. A criterio clínico, se consideró curados a un 91,0% de los pacientes en el brazo de delafloxacino y a un 89,2% en el brazo de control, con una diferencia de 1,8 puntos (IC95%: -3,2-5,5) y un valor superior al margen preestablecido del -10% en el límite inferior del IC95%.

Considerando la eficacia en función del tipo de infección (Tabla 3), ambos tratamientos arrojaron tasas de curación muy similares en aquellos pacientes en los que el patógeno se pudo identificar a través de todos los métodos empleados (cultivo, serología, PCR y antígeno urinario), tanto en infecciones monomicrobianas como polimicrobianas. Las tasas de curación también fueron muy similares y cercanas o superiores al 90% entre ambos brazos considerando el agente causal concreto.

En relación a la seguridad del nuevo fármaco, los datos del estudio pivotal, en el que 856 pacientes recibieron al menos una dosis de delafloxacino, apuntan a una proporción similar de pacientes que experimentaron algún evento adverso en ambos brazos, ligeramente superior en el brazo de delafloxacino (30,5% vs. 26,2%). También fue ligeramente superior con delafloxacino la frecuencia de los eventos adversos considerados relacionados con el tratamiento (15,2% vs. 12,6%), si bien la mayor parte fueron de intensidad leve. No se comunicaron fallecimientos relacionados con el tratamiento en ninguno de los dos brazos.

Como en el caso de los estudios pivotales en la indicación de ABSSSI, el evento adverso más común fue la diarrea, que se produjo con una frecuencia algo superior con delafloxacino (4,7% vs. 3,3%). Otros eventos adversos reportados con el tratamiento con delafloxacino vs. moxifloxacino fueron la elevación de las enzimas hepáticas (4,7% vs. 2,6%), hipopotasemia (2,1% vs. 0,5%) y dolor de cabeza (1,9% vs. 2,6%).

Los eventos hepáticos se han considerado de especial interés, aunque todos los eventos que se produjeron en ambos brazos de tratamiento fueron leves o moderados. También tuvieron esta consideración la diarrea por C. difficile, que se produjo en dos pacientes del brazo de delafloxacino y en uno del brazo de control y las miopatías, que únicamente se reportaron en el brazo de moxifloxacino, con cinco casos.

Aspectos innovadores

Delafloxacino es un nuevo antibiótico del grupo de las fluoroquinolonas. Su mecanismo de acción consiste en la inhibición tanto de la ADN girasa (topoisomerasa II) como de la topoisomerasa IV en bacterias grampositivas y gramnegativas. Estas dos topoisomerasas son enzimas esenciales en los procesos de replicación, transcripción, reparación y recombinación del ADN bacteriano. En base a este mecanismo de acción, el fármaco ha sido autorizado con indicación en el tratamiento de infecciones bacterianas agudas de la piel y de los tejidos blandos de la piel (ABSSSI, por sus siglas en inglés) y en neumonía adquirida en la comunidad (NAC) cuando se considere inapropiado el uso de otros agentes antibacterianos que se recomiendan comúnmente para el tratamiento inicial de estas infecciones.

La eficacia y seguridad clínicas del nuevo fármaco han sido contrastadas en tres estudios pivotales de fase 3. En dos de ellos, aleatorizados, doble ciego y de no inferioridad, delafloxacino se evaluó de forma comparada con la administración de vancomicina/aztreonam en pacientes con ABSSSI.

En estos estudios se pudo comprobar la no inferioridad de delafloxacino en esta indicación, siendo la variable principal de eficacia la respuesta clínica evaluada por el investigador en la visita de seguimiento en el día 14 ± 1 desde la aleatorización. El porcentaje de pacientes curados fue similar en el brazo de delafloxacino y de vancomicina/aztreonam tanto en el estudio 302 (52,0% vs. 50,5%) como en el estudio 303 (57,7% vs. 59,7%), con un valor en el límite inferior del IC95% bilateral superior al margen de no inferioridad preestablecido del -10%, por lo que delafloxacino se pudo considerar no inferior.

En el tercero de los estudios pivotales, también aleatorizado, doble ciego y de no inferioridad, delafloxacino fue comparado con otra fluoroquinolona, moxifloxacino, en pacientes con NACB. En este caso, delafloxacino también demostró la no inferioridad respecto a la variable principal de eficacia, con una proporción similar de pacientes curados (91,0% en el brazo de delafloxacino vs. 89,8% en el brazo de control) y un valor de -3,2 en el límite inferior del IC95% bilateral, superior al margen preestablecido del -10%.

Por lo que respecta al perfil de seguridad de delafloxacino, este parece similar al de otras fluoroquinolonas y comparable al de los fármacos que sirvieron de control, siendo el principal evento adverso observado en todos los estudios clínicos la diarrea, con frecuencias de entre el 5% y el 8% en el brazo de delafloxacino. Otros eventos adversos observados son el dolor de cabeza y la elevación de las enzimas hepáticas. No obstante, la mayor parte de ellos fueron de intensidad leve o moderada. Las tendinopatías, un efecto adverso característico del grupo de las fluoroquinolonas, se observaron en una proporción muy baja de pacientes (inferior al 0,5%).

Los resultados obtenidos en los estudios pivotales sitúan al nuevo antibiótico como una posible alternativa en monoterapia en el tratamiento de ABSSSI, en las que habitualmente se requiere de la combinación de antibióticos dirigidos tanto frente a microorganismos grampositivos como gramnegativos, como fue el caso de los estudios aquí analizados. En este tipo de infecciones no se suele recurrir a fluoroquinolonas debido a la posible participación de SARM, con una alta prevalencia de resistencias frente a este grupo de antibióticos, por lo que delafloxacino podría constituir una novedad en su abordaje.

En el caso de la NACB, el uso de fluoroquinolonas como moxifloxacino y levofloxacino suele estar reservado a una segunda línea debido a consideraciones de seguridad (EMA, 2021). En este sentido, delafloxacino también ha sido aprobado, tanto en esta indicación como en ABSSSI, como tratamiento de segunda línea, lo que limita su utilidad en vista a los resultados de eficacia, comparables a los de moxifloxacino, cuyo perfil de eficacia y seguridad es bien conocido.

En este contexto, el uso de delafloxacino en la práctica clínica habitual podría quedar reducido a infecciones polimicrobianas de la piel y tejidos blandos en los que el uso combinado de otros antibióticos esté desaconsejado, a la espera de la disponibilidad de datos que permitan caracterizar adecuadamente la tendencia a la aparición de resistencias. Delafloxacino no incorpora un nuevo mecanismo de acción y, a pesar del espectro ampliado que le aporta su capacidad de inhibir de manera dual las topoisomerasas II y IV, sus resultados de eficacia son similares a los de la otra fluoroquinolona con la que ha sido comparado, moxifloxacino. Por este motivo, no parece que delafloxacino vaya a suponer un cambio sustancial en el abordaje de las infecciones de la piel y tejidos blandos ni en neumonía bacteriana adquirida en la comunidad.

Valoración

Tepotinib (▼Tepmetko®) y capmatinib (▼Tabrecta®) en cáncer de pulmón no microcítico avanzado METex14+

Resumen

Tepotinib y capmatinib son dos nuevos inhibidores selectivos y reversibles del receptor MET que actúan por competición con el ATP. La unión de este receptor con actividad tirosina cinasa con el ligando del factor de crecimiento del hepatocito (HGF) conduce a su autofosforilación y activación, así como a la fosforilación de otras proteínas asociadas a la supervivencia y la proliferación celular. El mecanismo de inhibición de MET ha conducido a su autorización en la UE, en ambos casos con indicación en el tratamiento en monoterapia de pacientes adultos con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) avanzado que presentan alteraciones que producen la omisión del exón 14 del gen del factor de transición epitelial-mesenquimal (METex14), que requieren un tratamiento sistémico tras tratamiento previo con inmunoterapia y/o quimioterapia basada en platino.

La evaluación de la eficacia y la seguridad clínicas de tepotinib en la indicación aprobada se ha llevado a cabo en un estudio de fase 2 de un solo brazo en pacientes con CPNM localmente avanzado o metastásico a partir de las cohortes A (N= 152) y C (N= 139). Con una mediana de seguimiento de 17,4 meses, se observó una TRO (variable principal de eficacia) del 49%), con una respuesta superior en los pacientes tratados en primera línea (54% vs. 44%). El perfil de seguridad de tepotinib parece similar al de otros inhibidores de tirosina cinasa y al de otros fármacos previamente aprobados que inhiben el receptor MET. Prácticamente todos los pacientes incluidos en el estudio pivotal sufrieron algún evento adverso, siendo los más comunes edema periférico (59-66%), náuseas (26-30%) y diarrea (27-28%).

A pesar de las limitaciones de los datos procedentes de un estudio abierto, no aleatorizado y sin brazo de control, con una variable intermedia como variable principal de eficacia, las tasas de respuesta alcanzadas en el estudio pivotal parecen claramente superiores a las obtenidas por las alternativas que constituyen actualmente el estándar de tratamiento en pacientes con CPNM y mutación de omisión del exón 14 del gen MET, por lo que no es descartable que tepotinib pueda constituir una innovación en el tratamiento de estos pacientes.

En cuanto a capmatinib, su eficacia y la seguridad clínicas fueron evaluadas en un estudio pivotal de fase 2 abierto y de cohortes múltiples en el que participaron pacientes con CPNM sin mutación en EGFR ni ALK y con mutación METex14. Capmatinib permitió obtener una TRO (variable principal de eficacia) superior en los pacientes que no habían recibido tratamiento previo. El perfil de seguridad de capmatinib se asemeja en buena medida al de tepotinib, siendo el edema periférico el evento adverso más común (el 68% de los pacientes lo sufrieron). En general, más del 98% de los pacientes en el estudio pivotal sufrieron algún evento adverso, siendo el 70% de grado 3 o 4 (67% vs. 44%), con una mediana de seguimiento de 14,5 meses vs. 35,1 meses en los pacientes pretratados.

El grado de evidencia disponible para concluir sobre la utilidad terapéutica de capmatinib es bajo, al provenir de un estudio abierto y no controlado ni aleatorizado de fase 2 y en el que se ha escogido como variable principal de eficacia una variable intermedia. Sin embargo, las tasas de respuesta fueron elevadas. A pesar de que el tratamiento se asocia con algunos efectos tóxicos, principalmente la aparición de edemas, los datos disponibles apuntan a una eficacia que podría ser superior a la de las alternativas actualmente disponibles. En cualquier caso, la alta incertidumbre asociada a estos datos hace necesario desarrollar nuevos estudios controlados y aleatorizados que aclaren las dudas que por ahora persisten sobre los efectos del fármaco.

Aspectos fisiopatológicos

El término cáncer de pulmón (o carcinoma broncogénico) hace referencia a distintos tipos de tumores provocados por células malignas derivadas de las vías respiratorias o del parénquima pulmonar. Estos tumores se dividen en función del tamaño y la apariencia histopatológica de las células malignas. En global, el cáncer de pulmón es el segundo más incidente tras el de mama –con una estimación de más de 31 000 nuevos casos en España en 2023 (SEOM, 2023)– y el más letal en el mundo –responsable del 19% de todas las muertes por cáncer–; provoca más muertes que los cánceres de mama, colon y próstata juntos.

En España, su incidencia (~77 nuevos casos por cada 100 000 habitantes) es mayor que en el conjunto de la Unión Europea (~66 casos por 100 000 habitantes, unos 470 000 casos anuales), donde ésta ha experimentado un descenso de casi el 11% desde 2012; en mujeres, en cambio, la mortalidad ha aumentado un 5%.

En líneas generales, la causa predominante del cáncer de pulmón es la exposición al humo del tabaco (90%), en la mayor parte de los casos por tabaquismo activo, aunque también puede contribuir el tabaquismo pasivo. Adicionalmente, se han identificado otros factores que pueden actuar sinérgicamente con el humo del cigarrillo y modificar la prevalencia del cáncer de pulmón, como son los siguientes:

  • la dieta: las frutas y verduras con elevado contenido en antioxidantes son factores protectores para el desarrollo de cáncer de pulmón;
  • la actividad física: los individuos con mayor actividad tienen un riesgo más bajo de desarrollo de cáncer de pulmón que quienes son sedentarios;
  • la exposición ocupacional, ya sea ambiental en el ámbito doméstico o industrial, como es el caso del radón, asbesto, humo de chimeneas y cocinas;
  • la radiación: por ejemplo, la exposición continua a las radiaciones ionizantes;
  • la polución ambiental, sobre todo en las zonas urbanas con un mayor grado de contaminación ambiental;
  • factores relacionados con el huésped, como la susceptibilidad genética, pues no todos los individuos fumadores y/o expuestos a agentes carcinógenos desarrollan este tipo de neoplasia, existiendo cierto grado de agregación familiar para el desarrollo de cáncer de pulmón;
  • o la existencia de una neumopatía adquirida como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y los procesos fibróticos; conviene tener en cuenta que la EPOC es un factor de riesgo independiente para el desarrollo de cáncer de pulmón, siendo el fenotipo enfisematoso el que se asocia con una incidencia más alta de cáncer de pulmón.

Aunque existen otros tipos de cáncer de pulmón (sarcomas, carcinoides, etc.), la inmensa mayoría de los casos corresponden a carcinomas, es decir, tumores malignos que nacen de células epiteliales. Tradicionalmente, la gran mayoría de carcinomas de pulmón se divide en dos tipos principales, en función de la estirpe celular de donde provengan. Si se originan en las células del sistema neuroendocrino se llama carcinoma indiferenciado, cáncer de pulmón de células pequeñas o microcítico (CPM), que representa menos del 20% de todos los casos de cáncer de pulmón. Si el origen es el epitelio bronquial, bronquiolar o traqueal, conduce al cáncer de pulmón de células no pequeñas o no microcítico (CPNM), que supone más del 80-85% de los casos. En raras ocasiones los cánceres de pulmón tienen características de los dos tipos celulares, conociéndose como cánceres mixtos de células pequeñas/grandes.

Tal distinción responde no solo a criterios histológicos sino a un comportamiento clínico sustancialmente diferente entre ambas entidades. El CPM es el tumor pulmonar de crecimiento más rápido y de aparición de metástasis más precoces. Por su parte, dentro del CPNM se pueden definir cuatro grandes variantes que acumulan ese alto número de cánceres pulmonares (>80%):

  • Carcinoma epidermoide o de células escamosas: es el más frecuente (alrededor del 25-35% de todos los cánceres de pulmón) y se localiza preferentemente en los bronquios principales, segmentarios o subsegmentarios, comenzando cerca de un bronquio central. Es el más claramente relacionado con el consumo de tabaco.
  • Adenocarcinoma o carcinoma no escamoso: representa cerca del 35-40% de todos los carcinomas de pulmón y es característica la presencia de mucosustancias. Se suele originar en el tejido pulmonar periférico y, aunque la mayoría de los casos de adenocarcinomas de pulmón están asociados al hábito de fumar cigarrillos, también es la forma más frecuente de cáncer de pulmón entre aquellos que nunca han fumado o dejaron de fumar hace varias décadas.
  • Carcinoma de células grandes: representa un 10-15% de todas las formas de cáncer de pulmón y son tumores que crecen con rapidez cerca de la superficie del pulmón. A menudo son células pobremente diferenciadas y tienden a metastatizar pronto.
  • Carcinoma de células gigantes y estrelladas: supone menos del 1% de todas las formas de cáncer de pulmón.

El diagnóstico del cáncer de pulmón incluye un estudio morfológico, histológico y molecular; el desarrollo actual de las técnicas genéticas permite identificar mutaciones oncogénicas de gran relevancia. La mayoría de los pacientes con cáncer de pulmón –con independencia del tipo– presenta síntomas en el momento del diagnóstico, debido a que el tumor se encuentra por lo general en un estadio avanzado de la enfermedad.

Los factores pronósticos más importantes en el CPNM son el estadio de extensión y el tipo histológico: la afectación linfática y la escasa diferenciación de las células tumorales determinan un peor pronóstico. La supervivencia disminuye progresiva y significativamente con la evolución del tumor, desde una mediana de supervivencia de 59 meses (unos 5 años) para los pacientes diagnosticados en estadio IA (tasa de supervivencia a los 5 años del 49%) hasta solo 4 meses en los pacientes en estadio IV (tasa de supervivencia a los 5 años del 1%).

Actualmente se conocen varias alteraciones moleculares con implicación clínica y pronóstica, puesto que se dispone de fármacos específicos para realizar un tratamiento individualizado. Por ejemplo, se han descrito marcadores de respuesta al tratamiento específico frente a una diana con inhibidores de tirosina cinasas (TKI, tirosine kinases inhibitors).

Entre ellos, el más importante y frecuente es la mutación activadora del gen que codifica para el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR), presente en el 10-20% de los casos de CPNM en pacientes de raza blanca (en asiáticos, esa prevalencia asciende hasta el 30-50%), seguido por las translocaciones y reordenamientos del gen que codifica la cinasa del linfoma anaplásico (ALK), identificados en el 2-7% de pacientes. Los pacientes con mutación del gen EGFR, más común en aquellos tumores de histología no escamosa, presentan un pronóstico significativamente mejor que los que no la tienen.

Una mutación menos habitual es la del protooncogén MET, que codifica para una tirosina cinasa del mismo nombre que se une al factor de crecimiento del hepatocito (HGF). La actividad de esta tirosina cinasa está relacionada con la proliferación y la supervivencia celular. Se ha identificado la omisión del exón 14 del gen (MET∆ex14), que confiere actividad oncogénica al gen (Fujino et al., 2021). Está presente mayoritariamente en pacientes ancianos fumadores o con historial de tabaquismo. Dado que la activación tumoral depende de la vía de señalización MET, los TKI dirigidos específicamente a otros receptores, como EGFR o ALK, presentan una eficacia limitada en estos casos.

Entre las manifestaciones clínicas iniciales debidas al crecimiento tumoral, la tos –que puede ser seca, aumentar en frecuencia respecto a la situación basal o presentar un cambio en sus características– es el síntoma inicial más frecuente (30-55%); no obstante, hasta en cerca de un tercio de los casos la hemoptisis (expectoración de sangre) es el único síntoma de presentación (15-30%), siendo su presencia rara en los pacientes con metástasis pulmonares de neoplasias extratorácicas. La dificultad respiratoria –disnea– aparece en el 10-30% de los casos y puede deberse a la compresión extrínseca o a la obstrucción tumoral de un bronquio principal o de la tráquea.

Entre las manifestaciones debidas a la diseminación intra-torácica del cáncer de pulmón (cáncer localmente avanzado) destaca el dolor torácico por invasión de las estructuras de la pared torácica (presente al diagnóstico en alrededor del 20% de los pacientes con cáncer de pulmón, si bien > 50% de pacientes lo refiere en algún momento de la evolución), y el derrame pleural (8-15% de los casos), generalmente por la extensión pleural directa del tumor, aunque también puede ser secundario a la obstrucción del drenaje linfático por afectación ganglionar mediastínica.

El tratamiento indicado en los estadios precoces (estadios I y II) del CPNM es la resección quirúrgica, sin haberse demostrado ningún beneficio significativo con el tratamiento quimioterápico adyuvante. Sin embargo, en el momento del diagnóstico, la mayoría de pacientes (> 65%) se encuentran en un estadio avanzado1 (IIIB y IV) y no pueden someterse a cirugía, único tratamiento potencialmente curativo. En esos casos el pronóstico continúa siendo deficiente (las tasas de supervivencia a largo plazo son bajas y casi ningún paciente llega a curarse) y la citología y el perfil molecular del tumor son importantes para decidir el tratamiento –quimio y radioterapéutico– de elección. Los tumores en estadios IIIA, caracterizados por presentar afectación ganglionar mediastínica limitada, son en ciertos casos susceptibles de cirugía tras la administración de un tratamiento previo adyuvante de quimioterapia (y radioterapia), con lo que se ha mejorado la supervivencia de la resección aislada.

Por tanto, el CPNM localmente avanzado en estadio III (que representa al menos un 20-30% de todos los nuevos diagnósticos) consiste en una población heterogénea con dos subconjuntos: estadios IIIA y IIIB. En torno a un tercio de los pacientes con enfermedad en estadio IIIA se consideran operables, pero la mayoría de los pacientes con estadio IIIA/B tienen una enfermedad inoperable quirúrgicamente (no resecable), aunque sí son susceptibles de recibir un tratamiento de quimiorradiación de intención curativa.

Los objetivos del abordaje terapéutico del CPNM avanzado son el incremento de la supervivencia global (SG), el incremento de la supervivencia libre de progresión (SLP) tumoral, el manejo de síntomas y la mejora de la calidad de vida.

El tratamiento estándar de primera línea para el CPNM localmente avanzado y no operable es la quimiorradiación concurrente con intención curativa. La opción inicial suele consistir en un esquema de quimioterapia basada en 2-4 ciclos de doblete a base de complejos con platino2 (fundamentalmente cisplatino, carboplatino y oxaliplatino) y radioterapia con 60 Gy de dosis total de radiación administrada en fracciones de 1,8-2 Gy/diario distribuida en 30-33 sesiones; tal régimen se ha mantenido sin cambios durante las últimas 2 décadas. Cuando la quimiorradiación concurrente no es posible, la quimioterapia secuencial seguida de radioterapia definitiva puede ser una alternativa válida. Se ha demostrado clínicamente que otras opciones, como la quimioterapia neoadyuvante de inducción adicional o de consolidación posterior a la quimiorradiación, no mejoran los resultados de SG.

Estas estrategias pueden lograr el control inicial de la enfermedad y, posteriormente, debe hacerse un seguimiento activo para controlar la progresión tumoral. No obstante, una gran mayoría (> 50%) de los pacientes progresan y desarrollan metástasis a distancia, con frecuencia cerebrales, y hasta el 40% puede experimentar una recurrencia local. La mediana de SLP en pacientes que han recibido quimiorradioterapia es de aproximadamente 8 meses y la tasa de supervivencia a 5 años está en torno al 15%. En caso de progresión, la 2ª línea estándar de quimioterapia del CPNM avanzado puede consistir en monoterapia con taxanos como el paclitaxel y el docetaxel, o con pemetrexed (que aporta TRO < 10% y medianas de 3 meses para la SLP y de 8 meses para la SG).

En aquellos pacientes en que se identifican –por técnicas genéticas– mutaciones activadoras de EGFR o ALK, la terapia de primera línea son los inhibidores específicos para cada tipo de tirosina cinasa. Hasta ahora hay varios inhibidores de tirosina cinasas (TKI) autorizados en España para tratar el CPNM, tanto dirigidos a ALK (p. ej.: crizotinib o brigatinib) como a EGFR (p. ej.: osimertinib o erlotinib).

Sin embargo, estos fármacos muestran una eficacia limitada en pacientes con omisión del exón 14 del gen MET, incluso a pesar de que algunos de ellos, como crizotinib, presentan actividad inhibitoria sobre la tirosina cinasa MET. El tratamiento de este tipo de cáncer de pulmón ha consistido hasta la fecha en el empleo de inhibidores de los puntos de control inmunitario (por ejemplo, pembrolizumab) o en quimioterapia basada en platino o taxanos, con tasas de respuesta bajas (14%-23%) y medianas de supervivencia global de 12 meses (EMA, 2022a). Por este motivo, se considera que existe una laguna terapéutica en el tratamiento de los pacientes de CPNM que presentan esta mutación.

Acción y mecanismo

Tepotinib y capmatinib son dos nuevos inhibidores selectivos y reversibles del receptor MET por competición con el ATP. La unión de este receptor con actividad tirosina cinasa con el ligando del factor de crecimiento del hepatocito (HGF) conlleva su autofosforilación y activación, así como la fosforilación de las proteínas que participan en las cascadas de señalización RAS-ERK, PI3K-AKT o PLCγ-PKC, cuya activación promueve la supervivencia y la proliferación celular. El mecanismo de inhibición de MET, mediante el que actúan estos dos fármacos, ha conducido a su autorización en la UE, en ambos casos con indicación en el tratamiento en monoterapia de pacientes adultos con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) avanzado que presentan alteraciones que producen la omisión del exón 14 del gen del factor de transición epitelial-mesenquimal (METex14), que requieren un tratamiento sistémico tras tratamiento previo con inmunoterapia y/o quimioterapia basada en platino.

La capacidad de tepotinib de inhibir el crecimiento en tumores con mutaciones en MET fue testada en estudios en modelo murino. No obstante, cuando estaban presentes mutaciones adicionales, por ejemplo conducentes a la sobreexpresión de EGFR, no se observó regresión tumoral. Además, en tumores con sobreexpresión de HGF o del receptor MET por causas diferentes a la omisión del exón 14, la actividad antitumoral del fármaco fue débil (EMA, 2022b).

En el caso de capmatinib, en un estudio preclínico en modelo murino con un xenoinjerto procedente de un paciente con la mutación METex14, la administración del fármaco produjo un descenso significativo del volumen tumoral en comparación con un grupo control (EMA, 2022a).

Aspectos moleculares

Tepotinib y capmatinib (Figura 1) son dos nuevos inhibidores del receptor de tirocina cinasa MET.

Desde un punto de vista estructural, tepotinib es el 3-{1-[(3-{5-[(1-metilpiperidin-4-il)metoxi]pirimidin-2-il}fenil)metil]-6-oxo-1,6-dihidropiridazin-3-il}benzonitrilo, y se corresponde con la fórmula molecular C29H28N6O2, con una masa molecular de 492,6 g/mol.
Por otro lado, la estructura de capmatinib se corresponde con el nombre de 2-fluoro-N-metil-4-[7-(quinolin-6-ilmetil)imidazo[1,2-b][1,2,]triazin-2-il]benzamida, con la fórmula molecular C23H17FN6O y una masa molecular de 412,43 g/mol.

En estado puro, tepotinib es un polvo blanco o blanquecino no higroscópico, muy ligeramente soluble en agua pura, aunque libremente soluble en disolución acuosa de HCl 25% v/v. También es muy ligeramente soluble en presencia de agentes emulsificantes como taurocolato de sodio y lecitina, componentes del fluido intestinal durante la digestión.

Por su parte, capmatinib se presenta en estado puro como un polvo amarillo y ligeramente higroscópico, con una solubilidad acuosa dependiente del pH, siendo más soluble a pH bajo.

Eficacia y seguridad clínicas

Tepotinib

La eficacia y la seguridad clínicas de tepotinib han sido evaluadas en un estudio de fase 2 (VISION) de un solo brazo en pacientes con CPNM localmente avanzado o metastásico y la mutación METex14 (cohorte A) o con sobreexpresión de MET sin dicha mutación (cohorte B).

El objetivo principal del estudio fue la determinación de la respuesta al tratamiento. En este sentido, la variable principal de eficacia fue la tasa de respuesta objetiva (TRO), incluyendo las respuestas completas (RC) y parciales (RP), determinadas mediante una revisión independiente con criterios RECIST 1.13 realizada al menos 28 días después de que una primera evaluación fuera indicativa de RC o RP. Entre los objetivos secundarios, se evaluó la supervivencia libre de progresión (SLP) y la supervivencia global (SG).

La cohorte A (N= 152) estuvo compuesta por pacientes en primera línea de tratamiento (n= 69) y en segunda o posteriores líneas (n= 83). Esta cohorte constituyó la base para el análisis de la eficacia en la indicación aprobada. Posteriormente, a partir de los pacientes incluidos en la cohorte A que habían recibido al menos una dosis de tepotinib antes del 1 de noviembre de 2020, se conformó una cohorte C (N= 139) que sirvió para confirmar los resultados de eficacia.

En cuanto a las características sociodemográficas de los pacientes (cohortes A y C), se observa un equilibrio entre varones y mujeres (en proporción prácticamente 1:1), con una mayoría de caucásicos, siendo los asiáticos el segundo grupo étnico, con mayor presencia en la cohorte C que en la A (38% vs. 20%). La edad media de los pacientes fue de 72,6 años, con un 80% de pacientes de 65 o más años. Un 44% de los pacientes eran exfumadores.

Tras una mediana de seguimiento de 17,4 meses, los principales resultados de eficacia del estudio (Paik et al., 2020) se presentan en la Tabla 1. Se observa una mayor TRO en los pacientes tratados en primera línea con tepotinib, tanto en la cohorte A como en la cohorte C. Sin embargo, la supervivencia libre de progresión (SLP) y la supervivencia global (SG) fueron superiores en los pacientes tratados en segunda o posteriores líneas.

En cuanto al tiempo hasta la respuesta, la mayor parte de las respuestas a tepotinib (89,0%), tanto parciales como completas, se reportaron en los tres primeros meses de tratamiento.

El perfil de seguridad ha sido caracterizado a partir de los datos de exposición de los pacientes incluidos en las cohortes A y C del estudio VISION (N= 291; mediana de exposición: 27,6 semanas) y de un análisis agrupado para el conjunto de pacientes que recibieron tepotinib en una dosis diaria de 500 mg (N= 484; mediana de exposición: 18,9 semanas).

En ambos conjuntos de datos se observó una proporción similar de pacientes que sufrió algún evento adverso (98%), aunque en las cohortes A y C fue algo superior la frecuencia de eventos relacionados con el tratamiento (90,7% vs. 84,9%). Los eventos adversos graves (46-47%) y los eventos adversos graves (12-14%) relacionados con el tratamiento presentaron una frecuencia similar en los dos conjuntos, ligeramente superior en las cohortes A y C.

En las cohortes A y C se reportaron 36 muertes, de las cuales 2 (0,7%) se consideraron relacionadas con el tratamiento, mientras que en el pool de datos se notificaron 60 fallecimientos, 4 de ellos relacionados con el tratamiento (0,8%).

El perfil de eventos adversos fue muy similar para las dos poblaciones estudiadas, siendo los más comunes el edema periférico (59-66%), trastornos gastrointestinales como náuseas (26-30%) y diarrea (27-28%), hipoalbuminemia (25-28%), incremento de la creatinina plasmática (21-26%) y disnea (17-21%).

El edema de diversos tipos (principalmente periférico, pero también facial, localizado o periorbital, entre otros) se consideró un evento adverso de especial interés. A pesar de que la mayor parte de los casos observados fueron leves, en un 5% de los pacientes de las cohortes A y C se presentaron casos graves. Este evento fue el motivo de discontinuación permanente del tratamiento para un 7,2% de los pacientes, y un porcentaje superior requirió de la discontinuación temporal (26,5%) o de la reducción de dosis (20,6%). El tiempo mediano hasta la aparición de edema fue de 9 semanas, y de 18,6 semanas para la aparición de edema de grado ≥ 3.

Capmatinib

La eficacia y la seguridad clínicas de capmatinib han sido evaluadas en un estudio pivotal de fase 2 (GEOMETRY mono-1) abierto y de cohortes múltiples en el que participaron pacientes con CPNM sin mutación en EGFR ni ALK y con mutación METex14 o con sobreexpresión de MET sin dicha mutación.
El objetivo principal del estudio fue la evaluación de la actividad antitumoral de capmatinib por un comité independiente en términos de la TRO, de acuerdo a los criterios RECIST 1.1. La evaluación de la duración de la respuesta, de la SLP y de la SG fueron objetivos secundarios.

Los pacientes con la mutación METex14 (cohortes, 4, 5b, 6 y 7) constituyen la población de análisis para la indicación aprobada (N= 160). Aquellos incluidos en las cohortes 4 (N= 69) y 6 (N= 31) fueron tratados con capmatinib en segunda o tercera línea, mientras que los incluidos en las cohortes 5b (N= 28) y 7 (N= 32) fueron tratados con el nuevo fármaco en primera línea. La edad media de los pacientes en estas cohortes fue de 71,3 años, sin grandes diferencias entre cohortes. La mayoría de los pacientes eran mujeres (60,6%) y de raza blanca (76,9%). Un 35,6% eran exfumadores.

Las características sociodemográficas basales de los pacientes fueron comparables entre las distintas cohortes, con una edad media de 71,3 años (51,3% ente 65 y 75 años), mayoría de mujeres (60,6%) y de caucásicos (76,9%). Más de la mitad de los pacientes nunca había fumado (60,6%) y solo una pequeña parte eran fumadores al inicio del estudio (3,8%). En cuanto a las características basales de la enfermedad, la mayor parte de los pacientes presentaba un adenocarcinoma (82,5%) y habían sido diagnosticados en estadio IV (65,6%).

Los resultados publicados (Wolf et al., 2020) indican una mayor TRO en las cohortes que no habían recibido tratamiento previo (5b y 7), siendo todas respuestas parciales (RP) a excepción de una respuesta completa (RC) en la cohorte 5b (Tabla 2). En todos los pacientes de las cohortes 6 y 7 y en la mayoría de los incluidos en las cohortes 5b (96,2%) y 4 (90,0%) se observó una reducción del tamaño del tumor.

Con una mediana de duración de la respuesta de 9,1 meses para los pacientes pretratados y de 12,6 meses para aquellos que no habían recibido tratamiento previo, la duración de la respuesta fue superior a 6 meses en el 61,4% y en el 57,5% de los pacientes, respectivamente. Sin embargo, este porcentaje disminuye a aproximadamente la mitad a los 12 meses (34,1% y 27,5%, respectivamente).

Los resultados del análisis de la supervivencia, considerada una variable secundaria, se presentan en la Tabla 3.

El perfil de seguridad de capmatinib ha sido caracterizado a partir de los datos procedentes principalmente del estudio pivotal GEOMETRY mono-1 (N= 373), aunque se dispone también de un conjunto de datos procedente de pacientes con CPNM (N= 458) y de otro conjunto con datos de pacientes con tumores de órgano sólido (N= 580).

En el estudio pivotal, la mediana de duración de exposición a capmatinib fue de 34,9 meses para los pacientes con la mutación de interés en MET y de 17,9 meses para el conjunto de participantes en el estudio.

Casi el 100% de los pacientes incluidos en GEOMETRY mono-1 sufrieron algún evento adverso (98,4%), siendo el 70,2% de grado 3 o 4. En cuanto a los eventos adversos relacionados con el tratamiento, se produjeron en el 86,9% de los pacientes (40,5% de grado 3 o 4). Los eventos adversos con resultado de fallecimiento fueron poco frecuentes (3,2%), especialmente aquellos considerados relacionados con el tratamiento (1,1%).

El evento adverso más común fue el edema periférico, tanto en el conjunto de pacientes del estudio pivotal (54,4%) como en aquellos con mutación en MET (65,0%). Otros eventos adversos frecuentes fueron náuseas (44-46%), vómitos (25-28%), aumento de creatinina plasmática (27-34%), disnea (23-25%), fatiga (23-25%) y apetito disminuido (21%). Entre los considerados relacionados con el tratamiento, los más comunes fueron disnea (6-7%), neumonía (4-6%) y derrame pleural (3-4%).

Considerando únicamente aquellos de grado 3 o 4, el más común fue el edema periférico (10-14%), aunque solo un 1,3% se consideró relacionado con el fármaco en estudio.

Entre los eventos adversos de especial interés, destacan por frecuencia la hepatotoxicidad (32-34%; de grado 3-4: 11%), la disfunción renal (28-35%; de grado 3-4: 0,5%), la toxicidad sobre el SNC (19%), la pancreatitis (14-17%; de grado 3-4: 9-11%) y la enfermedad pulmonar intersticial / neumonitis (6,9%; de grado 3-4: 4,4%). Cabe destacar que se produjo un caso de teratogenicidad entre los pacientes con mutación en MET.

Un total de 65 pacientes (17,4%) en el estudio (31 con MET mutado, 19,4%) discontinuaron el tratamiento de forma permanente debido a un evento adverso, siendo el más común el edema periférico (2%), que también fue el motivo más frecuente de interrupción temporal o ajuste de dosis (15,5% en el conjunto y 23,1% en pacientes con MET mutado).

Aspectos innovadores

Tepotinib y capmatinib son dos nuevos inhibidores selectivos y reversibles del receptor MET que actúan por competición con el ATP. La unión de este receptor con actividad tirosina cinasa con el ligando del factor de crecimiento del hepatocito (HGF) conduce a su autofosforilación y activación, así como a la fosforilación de otras proteínas que participan en las cascadas de señalización RAS-ERK, PI3K-AKT o PLCγ-PKC, cuya activación produce un efecto positivo sobre la supervivencia y la proliferación celular. El mecanismo de inhibición de MET, mediante el que actúan estos dos fármacos, ha conducido a su autorización en la UE, en ambos casos con indicación en el tratamiento en monoterapia de pacientes adultos con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) avanzado que presentan alteraciones que producen la omisión del exón 14 del gen del factor de transición epitelial-mesenquimal (METex14), que requieren un tratamiento sistémico tras tratamiento previo con inmunoterapia y/o quimioterapia basada en platino.

La evaluación de la eficacia y la seguridad clínicas de tepotinib en la indicación aprobada se ha llevado a cabo en un estudio de fase 2 de un solo brazo en pacientes con CPNM localmente avanzado o metastásico a partir de dos cohortes: la cohorte A (N= 152) estuvo compuesta por pacientes en primera línea de tratamiento (n= 69) y en segunda o posteriores líneas (n= 83). Esta cohorte constituyó la base para el análisis de la eficacia en la indicación aprobada. Posteriormente, a partir de los pacientes incluidos en la cohorte A que habían recibido al menos una dosis de tepotinib antes del 1 de noviembre de 2020, se conformó una cohorte C (N= 139) que sirvió para confirmar los resultados de eficacia.

La variable principal de eficacia fue la TRO, determinada mediante una revisión independiente. Con una mediana de seguimiento de 17,4 meses, se observó una TRO del 49% (47% en la cohorte A y 52% en la cohorte C), con una respuesta superior en los pacientes tratados en primera línea (54% vs. 44%).

Los resultados de supervivencia constituyeron objetivos secundarios y, a pesar de la mayor TRO en los pacientes tratados en primera línea, se observa mayor SLP en los pacientes tratados en segunda y posteriores líneas (11 vs. 10 meses) y también mayor SG (20 vs. 18 meses).

La duración de la respuesta fue superior en los pacientes tratados en primera línea con tepotinib (33 vs. 11 meses) y el tiempo hasta la aparición de la respuesta se puede considerar por lo general corto, con un alto porcentaje de respuesta (cercano al 90% en pacientes con RP o RC) ésta se produjo en los tres primeros meses de tratamiento.

El perfil de seguridad de tepotinib parece similar al de otros inhibidores de tirosina cinasa y al de otros fármacos previamente aprobados que inhiben el receptor MET. Prácticamente todos los pacientes incluidos en el estudio pivotal sufrieron algún evento adverso, con una alta proporción de eventos considerados relacionados con el tratamiento (superior al 85%). Estos fueron graves en un 47% de los casos (13% considerados relacionados con el tratamiento).

Los eventos adversos más comunes en las cohortes A y C del estudio pivotal fueron edema periférico (59-66%), náuseas (26-30%), diarrea (27-28%), hipoalbuminemia (25-28%), incremento de la creatinina plasmática (21-26%) y disnea (17-21%).

El edema, tanto el periférico, que fue el más común, como otros tipos (facial, localizado, periorbital, etc.) fue considerado un evento adverso de especial interés, con una pequeña proporción (5%) de casos graves. Se trató del evento adverso que con mayor frecuencia motivó la discontinuación permanente del tratamiento (7%) y también la interrupción temporal (27%) y la reducción de dosis (21%). Además, se observó un tiempo mediano hasta la aparición de edema de 9 semanas, mientras que los edemas de grado ≥ 3 ocurrieron tras una mediana de 18,6 semanas, lo que indica un posible efecto tóxico acumulativo del fármaco.

Tepotinib fue el primer inhibidor selectivo del receptor MET autorizado con indicación en el tratamiento del CPNM, por lo que presenta un mecanismo de acción hasta cierto punto novedoso, si se tiene en cuenta que previamente se encontraban comercializados otros inhibidores, aunque no selectivos, de este receptor.

Los datos disponibles para tepotinib presentan importantes limitaciones, que hacen compleja una caracterización adecuada del posicionamiento del fármaco frente sus alternativas. La ausencia de un brazo de control en el estudio de fase 2, así como la elección de una variable intermedia como variable principal de eficacia son factores que dificultan valorar de manera clara el potencial beneficio clínico adicional aportado por el nuevo fármaco, especialmente en cuanto respecta a la SLP y a la SG. Además, aunque el perfil de efectos adversos puede considerarse manejable, no es desdeñable la proporción de pacientes que sufren eventos adversos que requieren de discontinuación permanente o temporal, o de una reducción de dosis, principalmente debido a la aparición de edemas.

No obstante, las tasas de respuesta alcanzadas en el estudio pivotal parecen claramente superiores a las obtenidas por las alternativas que constituyen actualmente el estándar de tratamiento en pacientes con CPNM y mutación de omisión del exón 14 del gen MET, por lo que, a pesar de las limitaciones de los datos disponibles, no es descartable que tepotinib pueda constituir una innovación en el tratamiento de estos pacientes.

Por otra parte, se ha evaluado la eficacia de capmatinib en la indicación mencionada en un estudio pivotal de fase 2 abierto y de cohortes múltiples, en el que participaron pacientes con CPNM sin mutación en EGFR ni ALK y con mutación METex14 o con sobreexpresión de MET sin dicha mutación. Los pacientes con la mutación de interés (cohortes, 4, 5b, 6 y 7) constituyen la población de análisis para la indicación aprobada (N= 160). Aquellos incluidos en las cohortes 4 (N= 69) y 6 (N= 31) fueron tratados con capmatinib en segunda o tercera línea, mientras que los incluidos en las cohortes 5b (N= 28) y 7 (N= 32) fueron tratados con el nuevo fármaco en primera línea.

El objetivo principal del estudio fue la evaluación de la actividad antitumoral de capmatinib por un comité independiente en términos de la TRO. La evaluación de la duración de la respuesta, de la SLP y de la SG fueron objetivos secundarios.

De acuerdo a los resultados, capmatinib permite obtener una TRO superior en los pacientes que no habían recibido tratamiento previo (67% vs. 44%), con una mediana de seguimiento de 14,5 meses vs. 35,1 meses en los pacientes pretratados.

En cuanto a los objetivos secundarios, la duración de la respuesta fue superior a 6 meses en el 61,4% de los pacientes pretratados y en el 57,5% de los pacientes que no habían recibido tratamiento previo. Sin embargo, este porcentaje disminuye a aproximadamente la mitad a los 12 meses (34,1% y 27,5%, respectivamente). Por otra parte, la SLP observada fue superior en pacientes tratados en primera línea con capmatinib, con una mediana alrededor de 12,5 meses vs. 5-7 meses en los pacientes pretratados.

El perfil de seguridad de capmatinib se asemeja en buena medida al descrito para tepotinib, siendo el edema periférico el evento adverso más común en las cohortes de interés para la indicación aprobada en el estudio pivotal (el 68% de los pacientes lo sufrieron). En general, más del 98% de los pacientes sufrieron algún evento adverso, siendo el 70% de grado 3 o 4. Los eventos considerados relacionados con el tratamiento se observaron en el 87% de los pacientes (41% de grado 3 o 4).

Además del edema periférico, otros eventos adversos frecuentes fueron náuseas (45%), incremento de los niveles plasmáticos de creatinina (31%), vómitos (27%), disnea (24%), fatiga (24%) y apetito disminuido (21%). Sin embargo, entre los considerados relacionados con el tratamiento, los más comunes fueron disnea (7%), neumonía (5%) y derrame pleural (4%). La hepatotoxicidad se consideró un evento adverso de especial interés, con una elevada frecuencia (33%; de grado 3 o 4: 11%).

El 17% de los pacientes en el estudio (19% de entre aquellos con MET mutado) discontinuaron el tratamiento de forma permanente debido a un evento adverso, siendo el más común el edema periférico (2%), que también fue el motivo más frecuente de interrupción temporal o ajuste de dosis (16% en el conjunto y 23% en pacientes con MET mutado).

Capmatinib fue, tras tepotinib, el segundo inhibidor selectivo del receptor MET autorizado en la UE para el tratamiento del CPNM en pacientes con mutación de omisión del exón 14 del gen MET. Ambos tratamientos comparten mecanismo de acción y han sido autorizados con la misma indicación.

Como se ha comentado para el estudio pivotal de tepotinib, el grado de evidencia disponible para concluir sobre la utilidad terapéutica de capmatinib es bajo, al provenir de un estudio abierto y no controlado ni aleatorizado de fase 2 y en el que se ha escogido como variable principal de eficacia la tasa de respuesta, una variable intermedia. Este diseño puede considerarse altamente susceptible de sufrir sesgos y ofrece unos resultados difíciles de contextualizar en el marco de las alternativas ya disponibles de tratamiento para los pacientes con CPNM y la citada mutación.

Sin embargo, las tasas de respuesta son elevadas y comparables a las obtenidas para tepotinib, lo que indica que la diana escogida, el receptor MET, podría ser un objetivo adecuado para la mejora del abordaje terapéutico de estos pacientes. A pesar de que el tratamiento se asocia con algunos efectos tóxicos, principalmente la aparición de edemas, los datos disponibles apuntan a una eficacia que podría ser superior a la de las alternativas actualmente disponibles. En cualquier caso, la alta incertidumbre asociada a estos datos hace necesario desarrollar nuevos estudios controlados y aleatorizados que aclaren las dudas que por ahora persisten sobre los efectos del fármaco.

Valoración

Editorial

Queridos lectores,

En las próximas semanas, con motivo de la convocatoria de elecciones generales, los asuntos sanitarios serán con toda seguridad uno de los grandes protagonistas de la actualidad informativa. A pesar de que la disolución de las Cortes deja en suspenso el proceso de tramitación de algunos proyectos legislativos de gran importancia para la profesión farmacéutica en España, como el anteproyecto de reforma de la Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios, el Consejo General de Colegios Farmacéuticos ya ha dado un paso adelante con la propuesta ‘Avanzar en Sanidad, transformando la farmacia’, que presentará a los principales partidos políticos y que plantea soluciones a importantes retos para el sistema sanitario, como la continuidad asistencial, el envejecimiento de la población o la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud.

A este respecto, la sostenibilidad debe entenderse no solo desde el punto de vista económico, sino también como la optimización de los servicios y prestaciones del SNS. Para ello, desde la perspectiva de la farmacia es fundamental garantizar el acceso a los medicamentos, haciendo frente al ya enquistado asunto de los problemas de suministro, que no solo no descienden sino que continúan en aumento. Recientemente, la Agencia Europea de Medicamentos ha emitido un documento que contiene una serie de recomendaciones para todos los actores implicados en la cadena de suministro y en el que también se destaca el importante papel jugado por sistemas de notificación como CISMED, una herramienta que permite una ágil y pronta identificación de los medicamentos que no llegan a las farmacias.

La digitalización y la introducción de nuevas tecnologías constituye, sin duda, uno de los grandes desafíos que deberá afrontar el sistema sanitario en los próximos años. Algunos programas basados en inteligencia artificial ya están permitiendo descubrir potenciales fármacos, pero su aplicación a nivel asistencial debe tomarse con cautela y estar siempre condicionada a la intervención de un profesional sanitario, tal y como ha manifestado en las últimas semanas la OMS en un comunicado.

Entre otros asuntos de la actualidad farmacoterapéutica cabe destacar las crecientes aplicaciones de la terapia CAR-T. En las últimas semanas se han dado a conocer los positivos resultados de un estudio clínico de fase 3 del medicamento axicabtagén ciloleucel en linfoma B difuso de células grandes, que podrían suponer el mayor avance terapéutico frente a este cáncer en tres décadas. Además, también se han conocido datos esperanzadores de un tratamiento oral, vorasidenib, frente un tipo de glioma con escasas alternativas y pobre pronóstico.

En este número de Panorama ofrecemos la revisión de cuatro nuevos medicamentos de reciente comercialización en España. Somatrogón es una forma recombinante de la hormona del crecimiento que mejora el intervalo posológico de las alternativas disponibles. Por otro lado, delafloxacino es una nueva fluoroquinolona antibiótica con un perfil de eficacia que parece similar al de otros antibióticos de este grupo. También se ha iniciado la comercialización de dos nuevos inhibidores de la tirosina cinasa MET, tepotinib y capmatinib, con indicación en cáncer de pulmón no microcítico. Entre otros contenidos, incluimos en este número una revisión actualizada sobre la insuficiencia cardiaca, que incluye las últimas novedades en su abordaje farmacológico.

Esperamos que la lectura os resulte amena y enriquecedora.

La Inteligencia Artificial, un aliado frente a la resistencia a los antibióticos

La investigación sobre nuevos antibióticos que permitan abordar infecciones causadas por bacterias multirresistentes está cobrando un gran protagonismo en los últimos años debido a la creciente incidencia de este problema. Genera especial alarma la capacidad de resistencia de algunas bacterias gramnegativas frente a prácticamente todos los antibióticos comercializados. Entre ellas, Acinetobacter baumanii es una de las más preocupantes porque habitualmente provoca infecciones en el entorno hospitalario en pacientes en cuidados intensivos, con sistemas inmunitarios debilitados. En este contexto, las infecciones causadas por este microorganismo (neumonía, meningitis, septicemia) pueden ser muy graves y comprometer la vida del paciente. Entre los mecanismos de resistencia de A. baumanii se encuentra la presencia de bombas de eflujo que impiden que el antibiótico ejerza su efecto en el interior de la célula, la formación de biofilms, que complica la erradicación total de las bacterias, o su alta capacidad para transferir genes de resistencia.

Utilizando métodos de aprendizaje automático, una rama de la inteligencia artificial caracterizada por una mejora en el desempeño de una computadora en función de la experiencia previa, un equipo de investigadores ha analizado más de 7000 compuestos distintos con capacidad para inhibir in vitro el crecimiento de A. baumanii. La estructura de cada uno de estos compuestos se introdujo en un modelo que fue entrenado para analizar la relación entre cada estructura y su capacidad de inhibición, de modo que la computadora fuera capaz de predecir una estructura activa frente al microorganismo.


Así, los resultados del modelo in silico apuntaron hacia una molécula, denominada abaucina por los investigadores, muy potente y selectiva frente a A. baumanii. El equipo de científicos probó la eficacia del candidato a nuevo fármaco en ratones con heridas infectadas por esta bacteria, demostrando su capacidad para controlar la infección incluso en cepas multirresistentes. Por otro lado, el espectro reducido de la abaucina se podría considerar también una ventaja en la medida en que reduciría el impacto sobre la microbiota comensal y sobre la capacidad de otros microorganismos, como P. aeruginosa, de generar nuevas resistencias.

La selectividad de la abaucina frente a A. baumanii parece relacionada con su mecanismo de acción, que aunque todavía no ha sido completamente identificado, consiste en la inhibición de un sistema de transporte de lipoproteínas desde el interior celular hacia la membrana externa. Este sistema no es exclusivo de esta bacteria, pero sí parece que en A. baumanii presenta características que lo diferencian del de otros microorganismos gramnegativos.
Aunque la eficacia y la seguridad de la abaucina deberán testarse en estudios clínicos en humanos, su descubrimiento constituye un importante paso hacia adelante en la aplicación de la inteligencia artificial al descubrimiento de nuevos fármacos.

Ropinirol: ¿útil para retrasar la progresión de la esclerosis lateral amiotrófica?

La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es una enfermedad del sistema nervioso que provoca una parálisis muscular progresiva como consecuencia de la muerte de neuronas motoras en el cerebro y en la médula espinal. Aunque la ELA se ha relacionado con alteraciones en más de 30 genes, su causa concreta no se conoce, lo cual dificulta el desarrollo de fármacos dirigidos a una diana específica, de modo que actualmente no se dispone de un tratamiento curativo de la enfermedad. Los tratamientos disponibles están encaminados a paliar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente, siendo fundamental la ventilación mecánica en estadios avanzados debido a la parálisis de los músculos respiratorios. La muerte se suele producir a los 2-4 años tras el diagnóstico.

En una novedosa investigación a partir de un modelo in vitro de neuronas motoras derivadas de células madre pluripotentes inducidas (iPSC, por sus siglas en inglés), se observó la posible utilidad de ropinirol, un agonista dopaminérgico indicado en la enfermedad de Párkinson, en el tratamiento de la ELA.

Así, se ha llevado a cabo un estudio clínico aleatorizado de fase 1/2a en 20 pacientes con ELA esporádica, la forma más común de la enfermedad, en la cual no se encuentra un factor de riesgo asociado a su desarrollo. En el estudio, doble ciego durante las 24 primeras semanas, los pacientes recibieron tratamiento con ropinirol (N= 15) o placebo (N= 5). Posteriormente, en una fase de extensión abierta, todos los pacientes recibieron ropinirol.


Los resultados indican que durante las primeras 24 semanas, los pacientes en tratamiento con ropinirol no presentaron diferencias respecto al grupo de placebo en la escala ALSFRS-R, que permite evaluar la progresión de la enfermedad. Sin embargo, durante el periodo de extensión el grupo que previamente había recibido ropinirol presentó una supervivencia libre de progresión de 27,9 semanas adicionales respecto al brazo de placebo. El mecanismo de acción todavía no se conoce por completo, pero podría estar relacionado con el efecto agonista de ropinirol sobre los receptores D2 de la dopamina y con su capacidad para inhibir la vía SREBP2 de la síntesis de colesterol.

Con la ventaja de ser un medicamento conocido y por lo general bien tolerado, ropinirol podría ser un buen candidato a tratamiento de la ELA en un contexto de ausencia de alternativas farmacoterapéuticas. Sin embargo, la muestra utilizada en el estudio es demasiado reducida y no queda claro el motivo por el que no se observan diferencias entre el tratamiento y el placebo durante las 24 primeras semanas. Por ello, se requiere de estudios más amplios que contribuyan a esclarecer el mecanismo de acción y el perfil de eficacia del fármaco.

Antiandrógenos en cáncer de próstata: posibles efectos adversos cognitivos y funcionales

El tratamiento con fármacos antiandrogénicos en el cáncer de próstata tiene como objetivo bloquear el estímulo que los andrógenos producen sobre las células tumorales, descendiendo el nivel de testosterona hasta niveles de castración. Algunos de los más utilizados actualmente son los denominados antiandrógenos de segunda generación, entre los que se encuentran fármacos de autorización relativamente reciente, como darolutamida o apalutamida, y otros como enzalutamida o abiraterona. En los ensayos realizados con estos medicamentos y en los estudios poscomercialización se ha destacado habitualmente su buen perfil de seguridad, con escasos efectos adversos.

Sin embargo, en un metaanálisis y revisión sistemática se han identificado un posible nuevo riesgo asociado al uso de estos fármacos. Concretamente, un grupo de investigadores ha analizado la posible relación entre el uso de antiandrógenos de segunda generación en pacientes con cáncer de próstata y el riesgo de eventos cognitivos y funcionales.

La revisión sistemática incluyó 12 estudios que sumaron un total de 13 524 participantes. Se observó un mayor riesgo de efectos adversos cognitivos (RR: 2,10; p= 0,002), fatiga (RR: 1,34; p < 0,001) y caídas (RR: 1,87; p = 0,001) en aquellos que fueron tratados con estos fármacos, en comparación con los grupos de control. Mediante metarregresión se pudo comprobar que, en el conjunto de los estudios analizados, la edad correlacionaba con un mayor riesgo de fatiga con los antiandrógenos de segunda generación.

Estos resultados, de confirmarse, podrían suponer un cambio en la práctica clínica habitual, pues el empleo de este tipo de fármacos se ha incrementado en los últimos años en pacientes con cáncer de próstata, tanto en fases iniciales (tumores hormonosensibles) como en estadios avanzados (tumores resistentes a la castración).

Teniendo en cuenta que el riesgo de padecer cáncer de próstata aumenta con la edad y que la mayor parte de los pacientes son mayores de 65 años en el momento del diagnóstico, la asociación de este tratamiento con efectos adversos cognitivos y funcionales podría tener graves implicaciones en la calidad de vida de los pacientes y afectar de manera negativa a la adherencia y a los resultados de la farmacoterapia.

Insuficiencia cardiaca

Resumen

La insuficiencia cardiaca es una enfermedad de gran relevancia sanitaria tanto por el impacto negativo que genera en la persona que la padece como por las implicaciones que su elevada prevalencia y la morbilidad a la que se asocia conllevan para el sistema sanitario. Representa una de las primeras causas de hospitalización y de mortalidad cardiovascular en personas mayores de 65 años, con un coste anual estimado de 2500 millones de euros en España. No obstante, se trata de una enfermedad fuertemente vinculada a factores relacionados con el estilo de vida –tales como el hábito tabáquico, el consumo de alcohol o la obesidad–, por lo que la prevención es un aspecto clave.

En la insuficiencia cardiaca la contractilidad de las células musculares del corazón se encuentra deprimida, de modo que este órgano es incapaz de bombear una cantidad de sangre suficiente para satisfacer las demandas del resto de órganos y tejidos del organismo. En respuesta a esta situación se ponen en marcha una serie de mecanismos compensadores –dilatación cardiaca, remodelado ventricular y activación neurohumoral, principalmente– que aunque a corto plazo resultan beneficiosos, a largo plazo aceleran la progresión natural de la insuficiencia cardiaca y disminuyen la supervivencia del paciente.

La estrategia farmacoterapéutica de la insuficiencia cardiaca generalmente implica el uso combinado de fármacos que actúan sobre distintos elementos característicos de la fisiopatología de esta enfermedad. Entre los más utilizados se encuentran determinados inhibidores de la activación neurohumoral como los bloqueantes β-adrenérgicos o los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA); fármacos que aumentan la contractilidad cardiaca –denominados inotrópicos–, como la digoxina; o diuréticos, que mejoran los síntomas de congestión. Además, recientemente se han producido algunas novedades en la farmacoterapia de la insuficiencia cardiaca, con la introducción de vericiguat –un estimulador de la guanilato ciclasa soluble– y la incorporación de dapagliflozina y empagliflozina, también utilizados como antidiabéticos orales –pues se trata de inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa de tipo 2– pero que han obtenido resultados positivos en estudios clínicos en pacientes con insuficiencia cardiaca.

Los farmacéuticos, desde sus distintos ámbitos profesionales, pueden contribuir a mejorar la calidad de vida y los resultados del tratamiento farmacológico de los pacientes con insuficiencia cardiaca. Los farmacéuticos comunitarios tienen probablemente el papel más destacado, tanto por su capacidad para actuar sobre la prevención de los factores de riesgo a través de los Servicios Profesionales Farmacéuticos Asistenciales, como por el hecho de que la mayoría de pacientes que padecen esta enfermedad van a estar en tratamiento crónico ambulatorio.

En esta revisión se presentan los aspectos fisiopatológicos más destacados de la insuficiencia cardiaca, su abordaje terapéutico y se pone de relieve la importante función desempeñada por los farmacéuticos en la consecución de los objetivos terapéuticos y en la mejora de la calidad de vida de los pacientes.

Introducción. Aspectos básicos de la función de bomba del corazón

La insuficiencia cardiaca (IC) puede definirse como una situación patológica en la que el corazón es incapaz de mantener un volumen minuto (VM) adecuado en relación con el retorno venoso y las necesidades metabólicas del organismo en cada momento, o cuando únicamente puede hacerlo a expensas de unas presiones de llenado ventricular muy elevadas.

La finalidad del corazón es actuar como bomba, impulsando la sangre a través de los vasos sanguíneos mediante la contracción de los ventrículos. Esta contracción depende de un potencial de acción que se genera en el nodo sinoauricular (SA) y se propaga por el músculo cardiaco, estimulando la contracción de las células contráctiles1.

Los potenciales de acción (Figura 1) se inician en el nodo sinoauricular (SA). Desde el nodo auriculoventricular (AV), el potencial de acción se propaga al haz de His, desde donde accede a las ramas derecha e izquierda y llega hasta las fibras de Purkinje. El potencial se propaga de una célula a otra a través de vías de baja resistencia entre las células (Costanzo, 2011).



La contractilidad es la capacidad de las células miocárdicas para desarrollar fuerza y se relaciona con la concentración de Ca2+ intracelular, que depende a su vez de la cantidad de Ca2+ liberada desde el retículo sarcoplásmico. A nivel fisiológico, podemos distinguir entre factores que afectan a la contractilidad cardiaca relacionados con el sistema nervioso autónomo y los efectos de la frecuencia cardiaca sobre la contractilidad.

  • La activación del sistema nervioso simpático tiene efectos inotrópicos positivos, es decir, de aumento de la fuerza contráctil. Por el contrario, la activación del sistema nervioso parasimpático ejerce un efecto inotrópico negativo.
  • Los cambios en la frecuencia cardiaca afectan a la contractilidad, de modo que un aumento en la primera produce una incremento en la segunda. Este mecanismo se explica porque el aumento de la frecuencia cardiaca depende de un mayor número de potenciales de acción por unidad de tiempo y, por tanto, de un aumento de la cantidad total de Ca2+ que entra en la célula. Por otro lado, los aumentos en la frecuencia cardiaca producidos por una activación del sistema nervioso simpático también implican una mayor entrada de Ca2+ a las células contráctiles.

En este sentido, se pueden identificar cuatro factores que regulan el volumen de sangre que el corazón expulsa en un minuto (volumen minuto): la precarga, la poscarga, la contractilidad y la frecuencia cardiaca.

  • Precarga: es la presión que distiende al miocardio durante la diástole y condiciona el grado de elongación de la célula cardiaca antes de contraerse. Equivale a la presión que existe en el ventrículo al final de la diástole (presión telediastólica). La representación del volumen minuto frente a la precarga (Figura 2) permite construir una curva de función ventricular que relaciona el llenado de sangre del ventrículo durante la diástole (precarga) con el volumen de sangre expulsado durante la sístole. De acuerdo a la Ley de Frank-Starling, el volumen de sangre expulsado por el ventrículo depende del volumen presente en el ventrículo al final de la diástole.
  • Poscarga: es la fuerza que deben ejercer los ventrículos para abrir las válvulas sigmoideas presentes en la arteria pulmonar y en la aorta y enviar la sangre a la circulación pulmonar y sistémica, respectivamente.
  • La contractilidad, que viene determinada por la concentración de Ca2+ intracelular libre durante la sístole y por los niveles celulares de ATP.
  • La frecuencia cardiaca está controlada por el sistema nervioso autónomo. En la IC aumenta el tono simpático y se produce una taquicardia compensadora encaminada a mantener el volumen minuto, pero que no consigue aumentar la contractilidad cardiaca.

El acoplamiento excitación-contracción es el proceso que coordina la despolarización de la célula cardiaca con su contracción. El proceso de contracción se inicia con la entrada de Ca2+ al interior del cardiomiocito a través de canales de tipo L que se abren durante la fase de meseta del potencial de acción –que es un periodo sostenido de despolarización, responsable de la larga duración del potencial de acción y del periodo refractario–, o también a través del intercambiador Na+/Ca2+. La entrada de calcio activa los canales de rianodina (RyR2) localizados en la superficie del retículo sarcoplásmico e induce la liberación de grandes cantidades de Ca2+ hacia el citoplasma. De este modo, aumenta la concentración de calcio a nivel de las proteínas contráctiles. Durante la diástole, la superficie activa de la actina está recubierta por el complejo troponina I (TnI)-tropomiosina, lo que impide que esta proteína pueda formar enlaces cruzados con la cabeza de la miosina. Durante la sístole, el calcio se une a la troponina C (TnC) y provoca en ella un cambio conformacional que disocia el complejo TnI-tropomiosina de la actina, dejando libres las zonas activas de ésta y permitiendo la formación de enlaces cruzados entre la actina y la miosina2. Durante la diástole disminuye rápidamente la concentración de calcio a nivel de las proteínas contráctiles y se produce la relajación cardiaca como consecuencia de la activación de la ATPasa dependiente de Ca2+ del retículo sarcoplásmico y de la salida de este catión al medio extracelular a través de la activación de una ATPasa dependiente de Ca2+ de la membrana celular o a través del intercambiador de Na+/Ca2+.

La función de bomba del corazón puede estar deprimida por distintos motivos, como:

  • Una disfunción de la contractilidad cardiaca debida a la pérdida de células musculares del miocardio –denominadas cardiomiocitos–, que puede ocurrir tras un infarto de miocardio o como consecuencia de la administración de fármacos cardiotóxicos.
  • Una sobrecarga de presión impuesta al corazón provocada por valvulopatías como la estenosis aórtica o pulmonar, por coartación o estrechamiento aórtico o por la presencia de hipertensión arterial (HTA) sistémica o pulmonar.
  • Una sobrecarga de volumen, por ejemplo en situaciones de hipervolemia o por insuficiencia valvular (mitral, aórtica o tricuspídea) o defectos del tabique interauricular o interventricular.
  • Una disminución del llenado ventricular secundaria a diversos factores, como alteraciones de la distensibilidad, hipovolemia, pericarditis constrictiva, valvulopatías (estenosis tricuspídea o mitral), miocardiopatías o taquiarritmias cardiacas. Las taquiarritmias pueden producir IC al reducir el tiempo de llenado ventricular y aumentar la demanda miocárdica de oxígeno (DMO2).
  • Otros factores, como infecciones generales y respiratorias, alteraciones metabólicas (hipertiroidismo, feocromocitoma, enfermedad de Cushing), algunos fármacos (bloqueantes β-adrenérgicos (BBA), antiarrítmicos, bloqueantes de los canales de calcio, entre otros), el alcoholismo y enfermedades como el lupus eritematoso o la esclerodermia.

Fisiopatología y aspectos clínicos

La IC puede ser explicada en función de la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI), que es el cociente, expresado en porcentaje, entre el volumen sistólico (cantidad de sangre que bombea el ventrículo con cada latido) y el volumen diastólico final, y constituye un índice indirecto del acortamiento de la cavidad ventricular durante la sístole. En condiciones normales, el corazón expulsa entre el 55% y el 70% del volumen de sangre durante la sístole, aunque este porcentaje puede aumentar hasta el 85% durante el ejercicio.

En la IC sistólica, la anomalía primaria es un déficit de la contractilidad cardiaca que se caracteriza por un aumento del tamaño cardiaco y de la presión telediastólica y una disminución de la FEVI (por debajo del 40%) y del volumen minuto cardiaco. En pacientes con IC sistólica, la sangre que no puede ser expulsada durante la sístole se acumula retrógradamente originando signos y síntomas de congestión pulmonar (disnea y edema pulmonar) y sistémica (edemas). Sin embargo, hasta un 50% de los pacientes presenta una FEVI normal (≥ 50%), el corazón no está dilatado y lo que se observa es una alteración de la distensibilidad ventricular que dificulta la relajación y aumenta la presión diastólica final ventricular, por lo que presentan una IC diastólica o con fracción de eyección preservada.

La IC también puede categorizarse como de nueva aparición, cuando es el primer episodio; como congestiva, cuando se produce acúmulo de líquidos (edemas) a nivel pulmonar y sistémico; como crónica, cuando se desarrolla a lo largo de meses o años; o como aguda, si los signos y síntomas aparecen con rapidez o empeoran rápidamente (descompensación). También se puede distinguir la disfunción ventricular asintomática, que se caracteriza por una FEVI inferior al 40% en ausencia de síntomas clínicos.

Además, es importante distinguir entre IC izquierda e IC derecha, dependiendo del ventrículo que sea insuficiente (McCorry et al., 2019). La parte izquierda del corazón se encarga de bombear sangre oxigenada desde los pulmones hacia los tejidos periféricos. Las causas más comunes de IC izquierda son el infarto de miocardio, cardiomiopatía y la hipertensión crónica. Este tipo de IC se asocia frecuentemente con la congestión a nivel pulmonar (IC congestiva) y, por tanto, con un aumento de la presión pulmonar. Por otro lado, la IC derecha suele ser consecuencia de la IC izquierda como resultado del incremento de la presión pulmonar, dado que el ventrículo derecho se encarga de suministrar sangre a los pulmones y, en estas condiciones, se producirá un aumento de la resistencia al flujo.

La clasificación más habitual de la IC es la propuesta por la New York Heart Association (NYHA), que divide a la IC en cuatro clases funcionales (Tabla 1).

En los pacientes con insuficiencia cardiaca se ponen en marcha varios mecanismos que intentan compensar la reducción del volumen minuto. Aunque a corto plazo estos mecanismos son beneficiosos, a largo plazo aceleran la progresión natural de la insuficiencia cardiaca y disminuyen la supervivencia del paciente.

  • Dilatación cardiaca (ley de Frank-Starling). El ventrículo insuficiente presenta un aumento de la presión y del volumen ventriculares al final de la diástole (precarga), como consecuencia de la disminución del volumen de eyección (volumen latido) y del aumento del volumen residual que dilata la cavidad ventricular. Esta dilatación aumenta la fuerza contráctil y el volumen de eyección ventricular durante la sístole (ley de Frank-Starling). Sin embargo, en la insuficiencia cardiaca la curva de función ventricular es plana y el aumento de la precarga no aumenta el volumen de eyección. Además, el aumento de la precarga tiene dos inconvenientes: primero, al incrementar la presión telediastólica del ventrículo izquierdo y la presión capilar pulmonar, facilita la aparición de signos de congestión pulmonar (disnea); además, también incrementa la tensión de la pared ventricular y las demandas miocárdicas de O2, lo que puede producir o agravar la isquemia cardiaca.
  • Hipertrofia cardiaca o remodelado ventricular. Cuando existe una sobrecarga hemodinámica, ya sea de presión o de volumen, el ventrículo responde con un aumento de la masa muscular. Según la ley de Laplace (T = P × R/2 h), la tensión (T) a la que está sometida la pared ventricular es directamente proporcional a la presión intraventricular (P) y al radio (R), e inversamente proporcional al grosor de la pared ventricular (h). Por tanto, la hipertrofia es un mecanismo compensador que se encamina a reducir la tensión de la pared ventricular y aumentar la función sistólica. Sin embargo, la hipertrofia no se acompaña de un aumento paralelo de la vascularización coronaria, lo que puede acentuar la isquemia (incluso en ausencia de enfermedad coronaria) y la necrosis cardiaca. Por otro lado, la hipertrofia se acompaña de una marcada fibrosis que altera la arquitectura ventricular, reduce su distensibilidad y acentúa la disminución del VM. Por tanto, la hipertrofia y la fibrosis aceleran la progresión de la insuficiencia cardiaca y aumentan la morbimortalidad.
  • Activación neurohumoral. La reducción del volumen minuto cardiaco activa diversos mecanismos neurohumorales con distintos efectos fisiológicos, predominando los que presentan propiedades vasoconstrictoras, antidiuréticas y mitogénicas (sistema renina-angiotensina-aldosterona, tono simpático, vasopresina y endotelina 1), y aceleran la progresión de la insuficiencia cardiaca. A corto plazo, la activación neurohumoral produce una vasoconstricción arteriovenosa que ayuda a mantener la presión arterial, redistribuye los flujos sanguíneos (aumenta los flujos cerebral y coronario y disminuye la perfusión a nivel renal, esplácnico y cutáneo) y aumenta la contractilidad y la frecuencia cardiacas. Sin embargo, a largo plazo, la vasoconstricción arteriovenosa reduce aún más el volumen minuto; la retención hidrosalina facilita la aparición de edemas y signos de congestión pulmonar; el aumento de la frecuencia cardiaca facilita la aparición de taquiarritmias e incrementa las demandas miocárdicas de O2; y los efectos proliferativos acentúan la hipertrofia y la fibrosis cardiaca. Además, el aumento de la contractilidad y la frecuencia cardiacas y de las resistencias vasculares periféricas incrementa las demandas miocárdicas de O2 y la isquemia cardiaca, la principal causa de IC. Por tanto, a largo plazo, la activación neurohumoral empeora la función ventricular, acelera la progresión de la IC y aumenta la morbimortalidad del paciente. De hecho, los pacientes con IC que presentan los niveles plasmáticos más elevados de renina, angiotensina II, aldosterona, noradrenalina o endotelina 1 presentan menor supervivencia. Los agonistas β-adrenérgicos aumentan la mortalidad, mientras que los inhibidores del SRAA y los betabloqueantes mejoran la sintomatología y reducen la morbimortalidad del paciente. Estos hallazgos han sido la base para la utilización de inhibidores neurohumorales en el tratamiento de la IC.

Por otro lado, como se indicó anteriormente, una de las causas principales que pueden deteriorar la función de bomba del corazón es una sobrecarga de presión impuesta a este órgano, frecuentemente como consecuencia la presencia de hipertensión arterial pulmonar, que se define como la existencia de una presión media en la arteria pulmonar (PAPm) superior a 25 mmHg en reposo o superior a 30 mmHg durante el ejercicio. La hipertensión pulmonar suele presentarse en las etapas avanzadas de gran parte de las enfermedades cardiacas y pulmonares (en particular, la IC).

En condiciones normales, los pulmones reciben flujo venoso sistémico desde la arteria pulmonar y sangre arterial a través de la circulación bronquial. De la circulación pulmonar depende la oxigenación de la hemoglobina, la eliminación de partículas y bacterias y la eliminación de dióxido de carbono.

La circulación pulmonar se caracteriza por su gran capacitancia y baja presión y resistencia. En reposo, existen amplios territorios capilares sin flujo. El reclutamiento de territorios capilares sin perfusión previa (reclutamiento vascular) y la distensión capilar permiten incrementar el flujo pulmonar de forma muy ostensible sin que aumente la presión arterial pulmonar. En condiciones normales, la presión sistólica de la arteria pulmonar (a nivel del mar), está entre 18 y 25 mmHg, mientras que la diastólica es de 8 a 10 mmHg. Por su parte, la presión venosa pulmonar media es de 6 a 10 mmHg. Esto supone que la diferencia de presión arteriovenosa que mueve al débito cardíaco a través del lecho pulmonar es de 2 a 10 mm Hg.

La hipertensión pulmonar asociada a cardiopatía izquierda es una entidad fisiopatológica y hemodinámica presente en una amplia variedad de situaciones clínicas que afectan a las estructuras cardiacas izquierdas, como la insuficiencia cardiaca con FEVI reducida; de hecho, actualmente se la considera como un elemento de primer orden en la evaluación cardiológica. En el paciente con insuficiencia cardiaca, la presencia de hipertensión pulmonar y la función del ventrículo derecho son factores determinantes del cuadro clínico, elementos esenciales en la valoración pronóstica y variables indispensables para algunas de las más importantes decisiones terapéuticas. El proceso fisiopatológico se inicia de forma pasiva para luego dar paso a un componente reactivo. Éste, a su vez, tiene un componente reversible con vasodilatadores y otro fijo, cuyo sustrato es la vasculopatía congestiva, esencialmente hipertrofia de la media y fibrosis de la íntima arterial pulmonar (Delgado, 2010).

Los principales síntomas asociados a la hipertensión pulmonar son la disnea de esfuerzo y fatigabilidad ante cualquier ejercicio físico, dolor torácico, síncope e insuficiencia cardiaca derecha. La disnea y fatigabilidad fácil se deben a la dificultad para entregar oxígeno durante actividad física como resultado de la inhabilidad para aumentar el VM cuando la demanda aumenta en pacientes con enfermedad pulmonar pura y además por aumento de la presión venosa pulmonar en los pacientes con hipertensión pulmonar secundaria. Por su parte, el dolor torácico se produce por isquemia ventricular derecha, por flujo coronario reducido ante una masa ventricular aumentada y por presiones sistólicas y diastólicas elevadas. El síncope, que frecuentemente se relaciona al esfuerzo, se produce por un débito muy disminuido, con caída del flujo cerebral, y puede ser exacerbado por la vasodilatación periférica durante el esfuerzo físico.

En la hipertensión pulmonar secundaria los síntomas suelen ser poco llamativos, generalmente eclipsados por los de la enfermedad de base. La presión en la arteria pulmonar (PAP) depende de la resistencia vascular pulmonar (RVP), el gasto cardíaco (GC) y la presión del flujo de salida (PFS) poscapilar. Cualquier aumento en algunos de estos términos conducirá a hipertensión pulmonar, en la medida en que los mecanismos de distensión y reclutamiento vascular pulmonar no puedan responder de forma compensatoria.

El aumento de la RVP implica una pérdida de área conjunta del territorio vascular arterial, que puede originarse por una obstrucción vascular, como sucede con los trombos pulmonares, por un estrechamiento de la luz vascular, como ocurre con la vasoconstricción arterial, o bien por un engrosamiento de la pared vascular que también estrecha la luz arterial. Por su parte, el incremento del gasto cardiaco sucede cuando existen grandes cortocircuitos vasculares de izquierda a derecha, secundarios a importantes defectos del tabique cardiaco u otras malformaciones congénitas cardiovasculares. No obstante, la causa más común de hipertensión pulmonar es el aumento de la presión del flujo de salida, generalmente secundario a disfunción ventricular izquierda, con menor frecuencia por enfermedad de la válvula mitral y solo en muy raras ocasiones por afectación del territorio venoso pulmonar.

En condiciones normales, la célula del endotelio pulmonar mantiene a la célula muscular lisa en estado de relajación. En la hipertensión pulmonar primaria existe una anomalía del endotelio vascular pulmonar, produciéndose un aumento de los mediadores endoteliales vasoconstrictores, así como de los mediadores plaquetarios vasoconstrictores y una disminución de la actividad de canales de potasio del músculo liso, con aumento del calcio intracelular y aumento del tono vascular. Esto impide o dificulta la obtención de un estado de relajación del músculo liso, y en un estado procoagulante que facilita el desarrollo de trombosis.

En cuanto a los signos y síntomas de la IC, debe tenerse en cuenta que algunos son característicos de la disfunción ventricular izquierda mientras que otros se relacionan en mayor medida con la insuficiencia del ventrículo derecho (McCorry et al., 2019).

Los signos y síntomas de IC izquierda incluyen edema pulmonar, disnea, tos, problemas en la perfusión sistémica que pueden conducir a cianosis, fatiga y debilidad muscular. Durante la exploración del paciente, es común identificar estertores o sonidos crepitantes con la respiración debido a la acumulación de líquido en los pulmones. Puede producirse dificultad respiratoria, especialmente cuando el paciente se encuentra tumbado.

Por su lado, en pacientes con IC derecha uno de los síntomas más característicos es el edema periférico. Además, puede producirse edema a nivel visceral, especialmente en el hígado, que puede provocar daño e insuficiencia en el órgano. También es común la ascitis (acumulación de líquido en la cavidad abdominal).

Desde un punto de vista epidemiológico, se estima que en España la prevalencia de la IC es de aproximadamente el 1,9% de la población mayor de 18 años, aunque la frecuencia tiende a aumentar con la edad, de modo que en mayores de 80 años la prevalencia aumenta hasta el 9% (Sicras-Mainar et al, 2022). Representa la primera causa de hospitalización en mayores de 65 años y la tercera causa de mortalidad cardiovascular, en especial cuando acontece una descompensación de la IC crónica. Otras estimaciones apuntan a una mayor prevalencia, con tasas de hasta el 16% en España en personas mayores de 75 años (Anguita et al., 2008). Esta alta prevalencia, unida a la importante morbilidad asociada a la IC, implica un elevado coste para el sistema sanitario, cifrado en hasta 2500 millones de euros anuales en España (Montes-Santiago et al., 2014).

Abordaje terapéutico de la insuficiencia cardiaca

Medidas generales

Es importante que el paciente y sus cuidadores conozcan los signos y síntomas de la IC, como disnea, fatiga y edema (especialmente en los tobillos y en el abdomen), con el objetivo de poder valorar la evolución de la enfermedad. Es recomendable que el paciente se pese todos los días antes del desayuno, con la misma ropa y en la misma báscula para evaluar una posible ganancia de peso. Si se producen aumentos de 1-2 kg a la semana sin motivo aparente, se debe acudir a la consulta médica, pues podría ser indicativo de la aparición de edemas.

En el control de los síntomas es fundamental la toma de la medicación de acuerdo a la pauta prescrita y el mantenimiento de unos hábitos de vida saludables, incluyendo el abandono del hábito tabáquico y el control de la dieta para mantener un peso saludable.

En este sentido, un problema habitual del paciente con IC es la falta de apetito, lo que eleva el riesgo de acabar padeciendo caquexia, especialmente en pacientes ancianos. La ingesta de líquidos únicamente se restringirá en los casos en que exista edema con hiponatremia, sin olvidar que el paciente debe beber agua en cantidad suficiente para mantener un adecuado funcionamiento renal. En cambio, se debe evitar la ingesta de alcohol, o limitarla a cantidades inferiores a 30 gramos diarios (aproximadamente, una copa de 250 ml de vino). También se deberá restringir el consumo de sal.

El ejercicio moderado y adaptado a la situación de cada paciente contribuye a mejorar el estado general de salud, mientras que el sedentarismo disminuye la masa muscular y favorece el estreñimiento, la sensación de fatiga y la anorexia.

Farmacoterapia de la insuficiencia cardiaca

El tratamiento farmacológico de la IC puede basarse en distintas estrategias, como: el aumento de la contractilidad con inotrópicos positivos; la mejora de los signos de congestión pulmonar y periférica con diuréticos; la reducción de la precarga o de la poscarga o de ambas con el objetivo de mejorar la función ventricular; la inhibición de la activación neurohumoral; y la reducción selectiva de la frecuencia cardiaca.

Inotrópicos positivos

Los fármacos inotrópicos positivos aumentan la contractilidad y el VM cardiacos actuando directamente sobre los cardiomiocitos. Están indicados en pacientes con IC sistólica con reducción de la FEVI, signos y síntomas de congestión e hipoperfusión tisular (piel fría y sudorosa, afectación renal, disfunción hepática o confusión mental) a pesar del uso de vasodilatadores o diuréticos.

Los inotrópicos aumentan la contractilidad, pero también puede incrementar la frecuencia cardiaca y el consumo miocárdico de oxígeno, lo que agrava la cardiopatía isquémica y podría acelerar la progresión de la enfermedad. Además, están contraindicados en IC diastólica.

Las guías de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC, por sus siglas en inglés) recomiendan el uso de inotrópicos en pacientes con hipoperfusión periférica debida a un bajo gasto cardiaco. Sin embargo, la necesidad de actuación rápida puede llegar a implicar un desafío a la hora de identificar a los pacientes con bajo gasto cardiaco que podrían beneficiarse de la administración un agente inotrópico y de establecer una dosis apropiada (Farmakis et al., 2019).

Digoxina

Es un glucósido obtenido de las hojas de Digitalis lanata. Su estructura química (Figura 3) presenta una aglicona o genina, constituida por un núcleo de ciclopentanoperhidrofenantreno sustituido y unido a una lactona insaturada de 5 miembros, y una fracción glucídica compuesta por tres moléculas de digitoxosa. La genina es la responsable de los efectos farmacológicos, mientras que la fracción glucídica determina la liposolubilidad, la potencia y las características farmacocinéticas del fármaco. Está disponible también un derivado metilado de la digoxina (metildigoxina), que incrementa la biodisponibilidad oral y en el hígado se metaboliza por desmetilación a digoxina.

La digoxina actúa mediante su unión reversible y saturable a la superficie extracelular de la subunidad α de la enzima adenosina trifosfatasa dependiente de la ATPasa de Na+/K+, que intercambia la entrada de dos iones K+ por la salida de 3 iones de Na+, bloqueando su actividad. Así, se produce un incremento progresivo de la concentración intracelular de iones sodio y una reducción intracelular de potasio3. El aumento de la concentración de sodio intracelular activa el intercambiador Na+/Ca2+, lo que incrementa la entrada de iones calcio a la célula4 a nivel de las proteínas contráctiles, favoreciendo el aumento de la contractilidad cardiaca. La entrada de iones calcio también aumenta la cantidad almacenada en el retículo sarcoplásmico y, así, la cantidad liberada en subsecuentes potenciales de acción.

De este modo, la digoxina aumenta la fuerza contráctil, el volumen latido y el volumen minuto cardiacos, tanto en reposo como durante el ejercicio, y disminuye la frecuencia cardiaca, la presión y el volumen telediastólico ventriculares, la presión capilar pulmonar, la tensión de la pared ventricular y el tamaño cardiaco. Como consecuencia, la digoxina aumenta el volumen minuto para cualquier presión telediastólica ventricular y mejora los signos de congestión pulmonar, la hipoperfusión tisular y la tolerancia al ejercicio. El aumento del volumen minuto, unido a la inhibición neurohumoral que la digoxina produce, contribuye a reducir las RVP y a mejorar la perfusión tisular. De hecho, la digoxina disminuye la vasoconstricción de las arteriolas aferentes renales y aumenta el flujo sanguíneo renal, la velocidad de filtración glomerular y la excreción de sodio y agua. Este efecto natriurético contribuye también a reducir los edemas y las presiones telediastólica ventricular y capilar pulmonar.

La digoxina es un fármaco de estrecho margen terapéutico, cuyas concentraciones plasmáticas se monitorizan habitualmente. La intoxicación digitálica puede producir síntomas muy diversos, que pueden dividirse entre manifestaciones cardiacas y manifestaciones extracardiacas. Los efectos a nivel cardiaco suelen consistir en arritmias (tanto bradiarritmias como taquiarritmias), especialmente en presencia de hipopotasemia; a nivel extracardiaco, son características los trastornos de la visión (visión borrosa, visión de halos coloreados), las molestias gastrointestinales (náuseas y vómitos) y los trastornos neurológicos (parestesias, cefalea, fatiga) y psiquiátricos (confusión, desorientación, depresión). El tratamiento consiste en la suspensión del fármaco y la administración de potasio (habitualmente en forma de KCl) para desplazar al fármaco de la ATPasa. Las taquiarritmias pueden tratarse con lidocaína, que no deprime los nodos SA y VA ni la contractilidad miocárdica, mientras que la bradicardia se suele tratar con atropina. Existe además un tratamiento específico utilizado en intoxicaciones graves que consiste en fragmentos Fab de anticuerpos antidigoxina que neutralizan al fármaco y reducen la fracción libre, lo que permite suprimir las arritmias ventriculares en pocos minutos. No obstante, la administración de estos fragmentos de anticuerpos neutralizantes se puede asociar a efectos adversos como consecuencia de la cesación del efecto dromotrópico5 producido por la digoxina, que puede derivar en una fibrilación auricular y en el empeoramento de la IC (Hassan et al, 2022).

Los medicamentos que contienen digoxina (Digoxina Kern Pharma®, Digoxina Teofarma®) se encuentran disponibles en España en forma de comprimidos orales y en solución inyectable en ampollas para infusión intravenosa. También está comercializado un medicamento con metildigoxina (Lanirapid®). Digoxina y metildigoxina está indicados en el tratamiento de la IC crónica y en alteraciones del ritmo cardiaco (fibrilación auricular, aleteo auricular y taquicardia paroxística supraventricular).

Frecuentemente se utiliza asociada a un diurético, un inhibidor de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) o un antagonista de los receptores AT1 de la angiotensina II y/o un BBA. Sin embargo, la digoxina no es útil en la reducción de la mortalidad, por lo que actualmente solo se utiliza en pacientes que persisten sintomáticos a pesar del tratamiento estándar.

Otros Inotrópicos

En pacientes con IC aguda o descompensación de la IC crónica que cursan con reducción del volumen minuto y signos de hipoperfusión o congestión a pesar del uso de vasodilatadores o diuréticos, se pueden emplear fármacos que aumentan los niveles intracelulares de AMP cíclico (AMPc) y la sensibilidad de las proteínas contráctiles al Ca2+.

El incremento de la concentración de AMPc conduce a la activación de la proteína cinasa A (PKA), que a nivel cardiaco produce un aumento de la concentración intracelular de Ca2+ y de la contractilidad, la frecuencia cardiaca y del consumo miocárdico de oxígeno, lo que agrava la cardiopatía isquémica y podría incrementar la mortalidad en estos pacientes. Sin embargo, la PKA a nivel vascular disminuye la concentración de Ca2+ intracelular al inhibir la entrada de este ion a través de los canales de tipo L, facilitar su salida y aumentar su captación en el retículo sarcoplásmico. De este modo, se produce una vasodilatación arteriovenosa que reduce las RVP y pulmonares.

Se utilizan con este propósito fármacos simpaticomiméticos como la dopamina, la dobutamina y el isoproterenol; inhibidores de la fosfodiesterasa III (PDE3) como la milrinona; y fármacos que aumentan la sensibilidad al Ca2+ de las proteínas contráctiles, como levosimendán.

Simpaticomiméticos

Dopamina (Dopamina Grifols®) y dobutamina (Dobutamina Hospira® y Dobutamina Hikma®) están indicadas en situaciones de desequilibrio hemodinámico que pueden producirse en la descompensación de la IC crónica.

La dopamina es una catecolamina precursora de la noradrenalina. Sus acciones hemodinámicas son consecuencia de la activación de los receptores dopaminérgicos (DA1 y DA2) y adrenérgicos (α- y β-adrenérgicos) y de la liberación de noradrenalina en las terminaciones nerviosas simpáticas. Presenta una semivida muy corta (1-3 minutos), por lo que se administra en infusión intravenosa continua. Dosis bajas (< 3 μg/kg/min) permiten incrementar el flujo sanguíneo renal y la diuresis en pacientes con IC descompensada; en dosis intermedias (3-5 μg/kg/min) se utiliza en IC aguda que cursa con hipotensión y signos de hipoperfusión periférica o congestión; en dosis superiores a 5 μg/kg/min aumenta las RVP, la presión arterial, la contractilidad y la frecuencia cardiacas, por lo que es útil en situaciones de hipotensión arterial o de shock.

La dobutamina es el inotrópico positivo más usado en el tratamiento de la IC aguda producida como resultado de una depresión de la contractilidad cardiaca asociada a un VM bajo y a una presión capilar pulmonar aumentada. La dobutamina es también una catecolamina sintética N-sustituida que estimula preferentemente los receptores β1-adrenérgicos, aumentando la contractilidad y el volumen minuto cardiacos, sin apenas modificar la frecuencia cardiaca o el flujo sanguíneo renal. La dobutamina aumenta la velocidad de conducción a través del nodo AV, por lo que debe asociarse a digoxina en enfermos con IC para controlar la frecuencia ventricular. Produce también un aumento de la diuresis por aumento del flujo sanguíneo renal como consecuencia del aumento del VM cardiaco.

Tanto dopamina como dobutamina, aunque especialmente la primera, pueden producir numerosas reacciones adversas debido a la interacción con numerosos receptores. Las más características son taquiarritmias, palpitaciones y dolor de cabeza. La dopamina produce con frecuencia náuseas y vómitos por estimulación directa de la zona quimiorreceptora del área postrema.

La isoprenalina es una amina adrenérgica sintética relacionada estructuralmente con la adrenalina. Aumenta la contractilidad y la frecuencia cardiaca, produce vasodilatación a nivel del músculo esquelético, renal y mesentérico y mejora el volumen minuto cardiaco. Se administra en perfusión intravenosa, estando indicada en situaciones que cursan con un gasto cardiaco insuficiente, en bradicardia, bloqueo cardiaco o síndrome de Morgagni-Stokes-Adams6.

Las principales reacciones adversas de isoprenalina son palpitaciones, taquiarritmias, hipotensión, temblores, cefaleas, sudoración y sofocos. Otras reacciones adversas menos frecuentes incluyen ansiedad, inquietud, insomnio, confusión, irritabilidad y estados psicóticos. Debido a que el fármaco aumenta las DMO2, puede precipitar crisis de angina de pecho y arritmias en pacientes con cardiopatía isquémica.

La administración de isoprenalina está contraindicada en pacientes con cardiopatía isquémica, taquiarritmias, cardiopatía descompensada, estenosis aórtica, infarto de miocardio reciente, taquicardia o bloqueo cardiaco inducido por digitálicos.

Inhibidores de la fosfodiesterasa III

La milrinona (Figura 4) inhibe la enzima fosfodiesterasa III cardiaca (PDE3), enzima que cataliza la degradación del AMPc en 5´-AMP. Como consecuencia, aumenta los niveles in-tracelulares de AMPc produciendo un efecto inotrópico y vasodilatador (efecto inodilatador). La milrinona aumenta la contractilidad, el volumen latido y el VM cardiacos y reduce las presiones telediastólica ventricular y capilar pulmonar, las resistencias vasculares periféricas y la presión arterial. De este modo, mejora los signos de congestión pulmonar, disminuye los signos de hipoperfusión periférica (reducción de la función renal, piel fría, confusión mental, hipotensión) e incrementa la tolerancia al ejercicio. Su efecto inotrópico es aditivo al de la dopamina o la dobutamina y, a diferencia de estos fármacos, su acción inotrópica se mantiene en pacientes tratados con un BBA.

Se encuentra comercializada en España (Corotrope®) en una presentación en forma de ampollas con solución inyectable por vía intravenosa. Está indicada para el tratamiento a corto plazo de la insuficiencia cardiaca congestiva aguda. Se utiliza en pacientes con IC aguda o crónica descompensada e hipoperfusión periférica refractaria a diuréticos y vasodilatadores con una presión arterial preservada y una respuesta inadecuada a dobutamina y/o en aquellos tratados con BBA, o en pacientes con IC en lista de espera de trasplante cardiaco. No obstante, es probable que milrinona no represente una ventaja frente a dobutamina en este tipo de situación clínica (Mathew et al., 2021).

Los efectos adversos más frecuentes que milrinona puede producir son hipotensión, taquiarritmias (extrasístoles ventriculares, taquicardia ventricular, fibrilación ventricular), intolerancia digestiva (anorexia, vómitos, náuseas, dolor abdominal, elevación de transaminasas), retención hidrosalina, cefaleas, cansancio muscular, erupciones cutáneas, fiebre, prurito y dolor en el punto de inyección. En pacientes con FA puede producir un aumento de la frecuencia ventricular, debido a que acelera la conducción a través del nódulo AV. En pacientes con IC y cardiopatía isquémica, la milrinona acelera el deterioro de la función ventricular y aumenta la incidencia de taquiarritmias y la mortalidad del paciente.

La milrinona está contraindicada en pacientes con taquiarritmias cardiacas y se administrará con precaución en aquellos con hipotensión arterial y estenosis aórtica. La milrinona forma un precipitado con la furosemida y con la bumetanida, lo que contraindica la administración conjunta.

Fármacos que aumentan la sensibilidad al CA2+ de las proteínas contráctiles

Levosimendán (Figura 5) presenta un mecanismo de acción distinto al de otros inotrópicos positivos. Se une al dominio N-terminal de la TnC y aumenta la sensibilidad de esta proteína por el Ca2+ intracelular. Como consecuencia, acelera la formación y el número de enlaces cruzados entre actina y miosina y la fuerza de contracción del corazón sin modificar la concentración intracelular de calcio, los niveles intracelulares de AMPc, el consumo de ATP o las DMO2. La afinidad de levosimendán por la TnC es calcio-dependiente: aumenta cuando lo hace la concentración intracelular de calcio durante la sístole y disminuye durante la diástole, por lo que, a diferencia de la dopamina y la dobutamina, no modifica la relajación ventricular y sus efectos persisten en pacientes tratados con BBA.



A nivel vascular, el levosimendán activa diversos canales de K+, lo que hiperpolariza el potencial de membrana vascular, disminuye la probabilidad de apertura de los canales de Ca2+ de tipo L y la concentración intracelular de calcio, produciendo una vasodilatación arteriovenosa. Así, aumenta el VM cardiaco, disminuye la presión capilar pulmonar y las resistencias vasculares sistémicas y pulmonares y mejora la disnea y la fatiga del paciente. Levosimendán no modifica directamente la frecuencia cardiaca, pero si se administra una dosis de carga puede producir una importante reducción de la presión arterial acompañada de taquicardia refleja.

Está comercializado en España (Simdax® y EFG) en forma de solución para perfusión intravenosa, estando indicado en el tratamiento a corto plazo de la descompensación aguda severa de la insuficiencia cardiaca crónica en situaciones donde el tratamiento convencional no es suficiente o en casos donde se considere apropiado un soporte inotrópico.

En pacientes con IC grave, el levosimendán es efectivo en el control de los parámetros hemodinámicos, presenta un escaso riesgo arritmogénico y prolonga la supervivencia y el tiempo que el paciente permanece sin hospitalizar. Como ventaja respecto a la dobutamina, destaca que no aparece tolerancia a sus efectos. Además, el efecto ino-trópico del levosimendán persiste en pacientes tratados con BBA, por lo que constituye una alternativa a dobutamina y dopamina en pacientes con IC que están tratados con estos fármacos.

En pacientes con IC y FEVI reducida, en un metaanálisis se asoció el tratamiento intermitente con levosimendán con una mejora en la clase funcional según NYHA y en la FEVI, así como con una reducción de la mortalidad por causa cardiovascular (Elsherbini et al, 2022).

Las reacciones adversas más frecuentes son dolor en el punto de inyección, cefaleas, mareos, náuseas, vómitos, hipotensión arterial, palpitaciones, taquiarritmias (más frecuentes en pacientes que desarrollan hipotensión) e hipopotasemia. La hipotensión o la taquicardia intensa pueden motivar la suspensión del tratamiento.

La administración de levosimendán está contraindicada en pacientes con hipotensión grave (presión arterial sistólica (PAS) <100 mmHg), insuficiencia hepática o renal grave (aclaramiento de creatinina <30 ml/min), taquiarritmias ventriculares u obstrucciones mecánicas que afecten al llenado o vaciado ventricular (estenosis mitral o estenosis tricúspidea) y en pacientes con historial de torsades de pointes. Cuando se administra una dosis alta de carga puede producir una marcada hipotensión acompañada de taquicardia refleja o efectos proarritmogénicos.

DIURÉTICOS

En la IC, la reducción del VM disminuye el flujo sanguíneo renal, lo que lleva a una activación del sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA), del tono simpático y de la liberación de vasopresina, disminuyendo la excreción urinaria de Na+ y agua.

Esta retención hidrosalina aumenta la presión y el volumen telediastólico ventricular izquierdo, lo que por la ley de Frank-Starling permite al ventrículo, dentro de ciertos límites, aumentar el VM, pero a la vez produce un aumento de las presiones venosa y pulmonar que facilita la aparición de edemas periféricos y de signos de congestión pulmonar, como disnea. A pesar de esto, no existe consenso respecto a una necesidad general de restricción de la ingesta de sodio y líquidos en pacientes con IC, sino que las recomendaciones deberán establecerse en función de la situación de cada paciente (Mullens et al., 2019).

Los diuréticos del asa y las tiazidas producen una pérdida neta de Na+ y de agua del organismo actuando directamente sobre el riñón (Figura 6). Los diuréticos tiazídicos y del asa mejoran los síntomas y la capacidad de ejercicio en pacientes con signos o síntomas de congestión sistémica (edemas periféricos) o pulmonar (disnea) y reducen las hospitalizaciones por IC, pero no modifican la mortalidad de los pacientes con IC.

Los diuréticos (Figura 7) son los fármacos de elección en la IC que cursa con signos y síntomas clínicos de congestión pulmonar (disnea) y/o periférica (edemas). Sin embargo, no hay evidencia de que reduzcan (o incluso podrían aumentar) la mortalidad, debido al deterioro de la función renal y a la activación neurohumoral (aumentan los niveles plasmáticos de renina, angiotensina II y noradrenalina) que producen. Por ello, deben siempre administrarse asociados a un IECA y/o un BBA.

Respecto a los usos clínicos de los diuréticos en esta enfermedad (Tabla 2), en IC aguda se utilizan diuréticos del asa por vía intravenosa, ya que el edema de la mucosa digestiva disminuye su absorción oral. Por esta vía producen un rápido efecto vasodilatador venoso y arterial pulmonar que permite reducir las resistencias vasculares pulmonares y los signos de congestión sistémica y pulmonar. Estos efectos preceden incluso a la acción diurética. El posterior efecto diurético también contribuye a disminuir la volemia, las presiones telediastólica ventricular y capilar pulmonar y la tensión de la pared ventricular. Estos efectos, además, disminuyen la tensión de la pared ventricular y el consumo miocárdico de O2. A dosis altas, si la diuresis es muy marcada y la presión telediastólica ventricular izquierda cae por debajo de 12 mmHg, pueden disminuir el VM cardiaco. La combinación de un diurético del asa con dopamina, dobutamina o nitratos produce una respuesta hemodinámica mejor que la producida por un diurético del asa a dosis altas. La combinación de dosis bajas de tiazidas y espironolactona con diuréticos del asa también es más efectiva y mejor tolerada que la administración de diuréticos del asa a dosis altas. Si se inicia el tratamiento con una tiazida, se debe tener en cuenta que su acción diurética desaparece cuando la velocidad de filtración glomerular es <30 ml/min.

En IC crónica, se utilizan tiazidas y diuréticos del asa siempre asociados a un inhibidor del SRAA (un IECA o un ARA-II y un antagonista de los receptores de la aldosterona) y a un BBA. Esta combinación permite, además, contrarrestar la hipopotasemia producida por el diurético.

La administración de diuréticos debe reservarse a los pacientes con síntomas de retención hidrosalina, pudiendo existir periodos en los que se puede reducir de forma importante la dosis o incluso suspenderse el tratamiento diurético. Por tanto, se recomienda enseñar al paciente a reajustar la dosis del diurético de acuerdo a los signos y síntomas de congestión y el peso corporal, para prevenir una diuresis excesiva que produciría una reducción de la precarga y del VM; esta recomendación es muy importante en pacientes con hipotensión, hipoperfusión renal o IC diastólica. Los diuréticos ahorradores de K+ (amilorida, triamtereno) son muy poco potentes, pero se utilizan asociados a las tiazidas o a los diuréticos del asa para aumentar el efecto natriurético y contrarrestar la hipopotasemia y el hiperaldosteronismo que estos producen.

Durante el tratamiento con diuréticos, se deben vigilar periódicamente los niveles plasmáticos de potasio, particularmente si el paciente recibe otros fármacos que producen retención de este ion.

FÁRMACOS VASODILATADORES

En pacientes con IC, la reducción del VM cardiaco produce una activación neurohumoral que aumenta las resistencias vasculares periféricas. Por otro lado, en pacientes con un infarto de miocardio extenso el número de células cardiacas capaces de contraerse ha disminuido y en estas condiciones los fármacos inotrópicos positivos aumentan poco el volumen minuto y sí las DMO2, agravan la isquemia miocárdica y aceleran la progresión de la IC. En estas circunstancias, los fármacos que producen vasodilatación venosa, arterial o arteriovenosa mejoran la función ventricular y constituyen el tratamiento más idóneo de la IC.

Fármacos que reducen la precarga (vasodilatadores venosos)

La precarga puede disminuirse reduciendo la volemia con diuréticos o aumentando la capacitancia del territorio venoso con fármacos vasodilatadores venosos. Estos fármacos disminuyen la presión y el volumen telediastólico ventricular, la presión capilar pulmonar y los signos de congestión pulmonar.

Los nitratos (Figura 8) actúan como vasodilatadores venosos a través de la activación de la vía NO-guanilil ciclasa-guanosín monofosfato cíclico (GMPc).

A dosis terapéuticas, los nitratos aumentan la capacitancia del territorio venoso y disminuyen el retorno venoso, la presión y el volumen telediastólico ventricular y la presión capilar pulmonar, mejorando los signos de congestión pulmonar, la tensión de la pared ventricular, las DMO2 y la isquemia cardiaca. Además, los nitratos producen vasodilatación coronaria, tanto por una acción directa como por reducir la presión telediastólica ventricular y suprimen los cuadros de vasoespasmo coronario. El resultado es una reducción de la isquemia miocárdica, que puede mejorar la función sistólica y diastólica cardiaca. Sin embargo, los nitratos apenas modifican el VM, aunque sí disminuyen los signos de congestión pulmonar.

A dosis altas, los nitratos producen también una vasodilatación arteriolar que reduce las resistencias vasculares periféricas (poscarga), y pueden aumentar el VM cardiaco. Sin embargo, a estas dosis también reducen la presión arterial y la presión de perfusión coronaria y pueden producir un aumento reflejo de la frecuencia cardiaca, que podría incrementar las DMO2. Estos efectos podrían contrarrestar sus efectos antianginosos.

La nitroglicerina por vía intravenosa es de elección en pacientes con IC aguda asociada a infarto de miocardio o signos de congestión pulmonar (disnea, edema agudo de pulmón) y PAS >90 mmHg. Sus efectos son inmediatos y desaparecen 10-30 minutos tras suspender la infusión. En una concentración de 1 mg/ml (Solinitrina®) está indicada en insuficiencia ventricular izquierda congestiva, mientras que en una concentración de 5 mg/ml (Solinitrina Fuerte®) está indicada en IC congestiva asociada a infarto agudo de miocardio. En pacientes con un VM cardiaco reducido, la nitroglicerina puede asociarse a vasodilatadores arteriales y en hipotensos a dopamina o dobutamina; en pacientes con edema agudo de pulmón, la administración intravenosa de nitratos y furosemida es más eficaz que la administración de dosis altas de furosemida.

En tratamientos crónicos, se emplean los parches transdérmicos de nitroglicerina (EFG, Cordiplast®, Dermatrans®, Epinitril®, Minitran®, Nitroderm TTS®, Nitroplast®, Trinipatch®) y formulaciones retardadas de 5-mononitrato de isosorbida (Coronur retard®, Dolak retard®, Uniket retard®), que permiten una única toma diaria. La nitroglicerina percutánea, administrada por la noche es muy eficaz en pacientes con disnea en reposo (ortopnea) o nocturna.

Fármacos que reducen la poscarga (vasodilatadores arteriales)

En presencia de IC, la poscarga regula el VM, por lo que un aumento de las resistencias vasculares sistémicas disminuye el VM cardiaco. Los vasodilatadores arteriales disminuyen las resistencias vasculares periféricas (poscarga) y, como consecuencia, aumentan el VM y mejoran los signos de hipoperfusión periférica. Sin embargo, la reducción de las resistencias vasculares periféricas no implica necesariamente una reducción de la presión arterial, ya que los vasodilatadores arteriales también aumentan el VM7. Sin embargo, a dosis altas, los vasodilatadores arteriales pueden producir una reducción excesiva de la presión arterial, que disminuye la presión de perfusión coronaria y agrava la cardiopatía isquémica. Por ello, están contraindicados en pacientes con una PAS < 90 mmHg o una valvulopatía obstructiva importante, en los que pueden producir hipotensión arterial y reducir la perfusión de órganos centrales.

Los bloqueantes de los canales de calcio de tipo L (dihidropiridinas, diltiazem y verapamilo) presentan propiedades antihipertensoras y antianginosas, por lo que a priori podrían ser de utilidad en la IC secundaria a hipertensión arterial (HTA) o cardiopatía isquémica, respectivamente. Sin embargo, estos fármacos deprimen la contractilidad cardiaca y producen una marcada activación neurohumoral secundaria a su potente acción vasodilatadora arteriolar. Ello explica por qué diltiazem y verapamilo aumentan la mortalidad en pacientes con IC sistólica y congestión pulmonar, estando contraindicados en estos casos. Sin embargo, en pacientes con IC sistólica en clase funcional II-III tratados con un IECA, digoxina y un diurético, el amlodipino y el felodipino aumentan la tolerancia al ejercicio sin modificar la supervivencia del paciente, siendo los únicos bloqueantes de los canales de Ca2+ recomendados en pacientes con IC sistólica que presenten HTA o angina de pecho a pesar del tratamiento estándar. Diltiazem y verapamilo (no las di-hidropiridinas) deprimen el paso de impulsos de las aurículas a los ventrículos y controlan la frecuencia ventricular, siendo útiles si la IC es producida por taquiarritmias supraventriculares, como la fibrilación auricular.

Vasodilatadores arteriovenosos

Reducen la precarga y la poscarga y aumentan el VM cardiaco, mejorando tanto los signos de congestión pulmonar como los de hipoperfusión tisular sin modificar la presión arterial o la frecuencia cardiaca.

Nitroprusiato (Figura 9) es el vasodilatador arteriovenoso más rápido y potente, por lo que debe administrarse en medio hospitalario por vía intravenosa y bajo monitorización hemodinámica. Actúa como un donador de NO, que activa la vía NO-guanilil ciclasa-GMPc e induce la apertura de diversos canales de K+.


Por su acción venodilatadora disminuye las presiones de la aurícula derecha, telediastólica del ventrículo izquierdo (precarga) y capilar pulmonar, mejorando los signos de congestión pulmonar. Por su acción vasodilatadora arteriolar disminuye las resistencias vasculares periféricas (poscarga) y aumenta el VM, aunque la frecuencia cardiaca apenas se modifica. Como consecuencia de ambas acciones, el nitroprusiato reduce la tensión de la pared ventricular y el consumo miocárdico de O2. El aumento del VM cardiaco mejora el flujo sanguíneo renal, incrementa la tasa de filtración glomerular y aumenta la diuresis. Así, permite reducir la incidencia de mortalidad, rehospitalización y reduce el tiempo de estancia en el hospital en pacientes con IC aguda (Garatti et al., 2022).

En relación a sus usos clínicos, el nitroprusiato (Nitroprussiat Fides®) se utiliza en pacientes con IC aguda y PAS >110 mmHg; puede utilizarse con precaución en pacientes con la PAS entre 90 y 110 mmHg. También se utiliza para reducir la presión arterial en pacientes con disección aguda de aorta. El nitroprusiato es muy eficaz en la IC asociada a un aumento de la poscarga (HTA, edema pulmonar), regurgitación mitral o aórtica, rotura del músculo papilar o shunts izquierda-derecha por un defecto interventricular. La relación beneficio-riesgo deberá evaluarse en cada paciente por parte del cirujano y el anestesiólogo. La administración de nitroprusiato debe ser obligatoriamente supervisada por personal especializado, y realizarse solamente en lugares que dispongan de equipos para la monitorización constante de la presión arterial. Debe administrarse disuelto en suero glucosado al 5%.

Tras infusiones demasiado rápidas, pueden aparecer crisis hipotensivas y reacciones adversas que podrían manifestarse en forma de náuseas y vómitos, sudoración excesiva, cefalea, nerviosismo, agitación, calambres musculares, dolor precordial, palpitaciones, mareos, debilidad, rash, dolor abdominal, confusión y somnolencia.

En tratamientos prolongados, a dosis elevadas (2 μg/kg/min), o cuando exista una depleción de tiosulfato endógeno, que transforma el cianuro en tiocianato, pueden aumentar los niveles plasmáticos de cianuro, lo que produce taquicardia, sudoración excesiva, acidosis metabólica, hiperventilación y arritmias. También se puede observar metahemoglobinemia e hipotiroidismo. La intoxicación por tiocianato produce anorexia, náuseas, fatiga, desorientación y psicosis. Las reacciones adversas del cianuro pueden minimizarse administrando hidroxicobalamina (vitamina B12) que reacciona con el cianuro para formar cianocobalamina, lo que impide el paso del cianuro a los tejidos.

Por otro lado, la hidralazina es un vasodilatador que actúa fundamentalmente sobre las arterias, posiblemente por facilitar la apertura de canales de K+, que reduce la poscarga y aumenta el VM cardiaco, potenciándose su eficacia cuando se asocia a un vasodilatador venoso (nitratos). La asociación de hidralazina y dinitrato de isosorbida (vasodilatador venoso) mejora los signos y síntomas de IC, aumenta el VM cardiaco y la tolerancia al ejercicio y reduce la mortalidad total y las hospitalizaciones por IC.

Respecto a sus usos clínicos, en pacientes con IC sistólica (clase funcional III-IV de la NYHA) la asociación de hidralazina (Hydrapres®) y dinitrato de isosorbida (Iso-Lacer®) mejora la función ventricular y la capacidad de ejercicio y reduce la mortalidad total y las hospitalizaciones por empeoramiento de la IC. Esta asociación se utiliza en pacientes con IC sistólica con intolerancia a IECA o ARA-II (por tos, hipotensión arterial o insuficiencia renal) o en los que estos están contraindicados (hiperpotasemia, embarazo, historia de edema angioneurótico) o que siguen sintomáticos a pesar del tratamiento con diuréticos, un IECA (o ARA-II), un BBA y un antagonista del receptor de la aldosterona (espironolactona o eplerenona).

Los efectos adversos más comunes de la combinación son cefaleas, taquicardia, náuseas, mareos, edemas, enrojecimiento cutáneo, congestión nasal y erupciones cutáneas.

Inhibidores neurohumorales

Inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona

En pacientes con IC aumentan los niveles plasmáticos de renina, angiotensina II y aldosterona, habiéndose demostrado que la activación del SRAA facilita la progresión de la enfermedad y aumenta la mortalidad del paciente. La estimulación de los receptores AT1 de la angiotensina II produce vasoconstricción arteriovenosa, activación neurohumoral (aumenta el tono simpático central y periférico, estimula la liberación de vasopresina y aldosterona), efectos tróficos (hipertrofia y fibrosis cardiaca), agregantes plaquetarios y proarrítmicos y aumenta el estrés oxidativo y la producción de radicales libres. A nivel renal, aumenta la reabsorción de Na+ y agua, tanto por una acción directa a nivel del túbulo proximal, como a través de la liberación de aldosterona y vasopresina, que actúan a nivel del túbulo distal o colector.

Podemos distinguir cuatro grupos de inhibidores del SRAA que se utilizan en el tratamiento de la IC. Los más frecuentemente empleados son los IECA y los ARA-II (Figura 10), pero se encuentran indicados también algunos antagonistas de la aldosterona y una combinación más novedosa basada en la inhibición dual de la neprilisina y del receptor AT1 de la angiotensina II.

Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA)

Los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (Figura 11) producen un bloqueo competitivo de la enzima de conversión, que transforma la angiotensina I en angiotensina II, lo que disminuye los niveles plasmáticos y tisulares de ésta y sus efectos fisiopatológicos. Además, inhiben la cininasa II, enzima que degrada la bradicinina, aumentando sus niveles plasmáticos y tisulares. La bradicinina presenta propiedades vasodilatadoras directas y estimula la liberación de NO y prostaglandinas E2 y F2, que poseen propiedades vasodilatadoras y antiproliferativas que antagonizan las acciones de la angiotensina II.

Como consecuencia, los IECA: a) actúan como vasodilatadores arteriovenosos que reducen los signos de congestión pulmonar e hipoperfusión periférica (aumentan los flujos sanguíneos renal, coronario, muscular y cerebral) e incrementan el VM cardiaco y la tolerancia al ejercicio. Su acción vasodilatadora muscular esquelética, unida a la regresión del remodelado vascular (reducen la hiperplasia e hipertrofia de las células musculares lisas vasculares y el grosor de la capa media vascular) explicaría, en parte, la mejoría de la tolerancia al ejercicio producida por los IECA; b) inhiben la activación neurohumoral (disminuyen los niveles plasmáticos de noradrenalina, angiotensina II y aldosterona); c) producen un efecto diurético y natriurético, ya que bloquean la síntesis de angiotensina II y la liberación de aldosterona, y aumentan el VM cardiaco y el flujo sanguíneo renal; y d) inhiben la progresión o revierten la hipertrofia, la fibrosis y el remodelado ventricular en pacientes hipertensos o postinfarto de miocardio, y retrasan la progresión de la IC.

Dado que pueden producir hipotensión sintomática, hiperpotasemia, tos y un empeoramiento de la función renal, se recomienda monitorizar durante el tratamiento la presión arterial, la función renal y los niveles plasmáticos de potasio, especialmente si se combinan con un antagonista de la aldosterona y un BBA.

Los usos clínicos de los IECA son:

  • IC sistólica. En pacientes con IC con FEVI reducida tratados con un BBA, diuréticos y digoxina, los IECA mejoran la función ventricular, la tolerancia al ejercicio y la calidad de vida, disminuyen los signos y síntomas, retrasan la progresión de la enfermedad y reducen la mortalidad (total, súbita o por IC) y las hospitalizaciones. Por tanto, salvo que su uso esté contraindicado (PAS ≤100 mmHg, estenosis bilateral de las arterias renales, embarazo, sensibilidad alérgica o tos) se debe administrar un IECA asociado a un BBA y a un antagonista del receptor de la aldosterona en todos estos pacientes con IC sistólica, independientemente de sus síntomas. La reducción de la mortalidad guarda una relación directa con el grado de deterioro previo de la función ventricular, siendo más llamativa en los pacientes con FEVI más deprimida (< 35%).
  • IC postinfarto de miocardio. Tras un infarto de miocardio aparecen cambios en el volumen, masa y arquitectura ventricular a los que se denomina remodelado. A las pocas horas o días del infarto, la fuerza ejercida por la presión intraventricular sobre la zona infartada produce primero un adelgazamiento de la pared y posteriormente su expansión, formándose una dilatación (aneurisma) ventricular. Al cabo de unas semanas, el proceso de expansión se detiene debido a la formación de tejido fibroso y en el miocardio sano se produce una hipertrofia que compensa parcialmente la falta de contractilidad en la zona infartada pero que, a largo plazo, contribuye a la progresión de la IC y a la muerte del paciente. La administración crónica de un IECA a partir de los 3-10 primeros días después del infarto (antes del alta hospitalaria) retrasa o previene el remodelado y la disfunción ventricular, aumenta la fracción de eyección y reduce el reinfarto, las rehospitalizaciones por IC y la mortalidad.

El efecto beneficioso de los IECA sobre el remodelado ventricular es el resultado de sus acciones vasodilatadoras (que reducen la presión y el estrés de la pared ventricular, que facilitan la expansión de la zona necrótica), antiproliferativas (inhiben la hipertrofia, la fibrosis y la dilatación cardiaca), antiisquémicas (disminuyen las DMO2) y cardioprotectoras.

  • Profilaxis de la IC. En pacientes con disfunción ventricular asintomática que presentan una FEVI ≤ 35% y activación neurohumoral aunque no se acompañe de síntomas clínicos, los IECA disminuyen la progresión del cuadro hacia IC sintomática.

Antagonistas de los receptores AT1 de la angiotensina II

Estos fármacos bloquean de forma competitiva y selectiva las acciones de la angiotensina II mediadas a través de la estimulación de los receptores AT1, permitiendo que la angiotensina II sintetizada estimule los receptores AT2, por lo que los efectos de los ARA-II son consecuencia del bloqueo de los receptores AT1 y la estimulación de los AT2. La estimulación de los receptores AT2 produce efectos vasodilatadores, natriuréticos y antitróficos que están mediados a través de la liberación de NO y prostaglandinas (E2 e I2) y un aumento de la conductancia al K+. Al igual que los IECA, los ARA-II actúan como vasodilatadores arteriovenosos, producen una mejoría clínica y hemodinámica (reducen las presiones telediastólica del ventrículo izquierdo y capilar pulmonar), aumentan el VM cardiaco y la excreción renal de Na+ y agua e inhiben la activación neurohumoral. Estos efectos se acompañan de una reducción en los niveles plasmáticos de aldosterona, no-radrenalina y péptidos natriuréticos auriculares.

Los ARA-II pueden producir hipotensión sintomática, hiperpotasemia y un empeoramiento de la función renal, pero a diferencia de los IECA no producen tos. Se recomienda monitorizar durante el tratamiento la presión arterial, la función renal y los niveles plasmáticos de K+, especialmente si se combina con un antagonista de la aldosterona y un BBA. Al igual que los IECA, los ARA-II están contraindicados en pacientes con hiperpotasemia, estenosis renal bilateral o estenosis de la arteria renal con riñón único y en embarazadas.

En pacientes con IC sistólica y FEVI ≤ 40% que no toleran los IECA (especialmente por la aparición de tos seca), los ARA-II producen una mejoría clínica y hemodinámica y reducen el remodelado cardiaco, las hospitalizaciones y la mortalidad asociada a IC. Sin embargo, los ARA-II son menos efectivos que los IECA y los antagonistas de la aldosterona para reducir la mortalidad de los pacientes con IC. No se recomienda combinar un IECA y un ARA-II en pacientes con IC, ya que aumenta el riesgo de hipotensión arterial y deterioro de la función renal.

Antagonistas de los receptores de la aldosterona

La aldosterona es una hormona mineralocorticoide que se sintetiza y libera en la zona glomerulosa de la corteza suprarrenal, y su síntesis y secreción es regulada por diversos mecanismos, uno de los cuales es la angiotensina II, a través de la estimulación de los receptores AT1. A nivel cardiaco, la aldosterona aumenta la hipertrofia de las células musculares y estimula la fibrosis cardiaca, disminuyendo la distensibilidad ventricular y juega un papel central en el remodelado cardiaco que aparece en pacientes con IC, HTA o postinfarto de miocardio. A nivel de la pared vascular, produce disfunción endotelial, hipertrofia e hiperplasia de las células musculares lisas vasculares y aumenta la fibrosis, lo que aumenta el tono vascular y disminuye la distensibilidad arterial. A nivel del túbulo renal distal y colector produce retención de Na+ y agua y aumenta la excreción de K+ y Mg2+, facilitando la aparición de edemas. Además, aumenta el tono simpático, lo que, unido a la hipopotasemia y la fibrosis, facilita la aparición de arritmias cardiacas. Los IECA y ARA-II disminuyen los niveles plasmáticos de aldosterona, pero esta reducción desaparece al cabo unos pocos meses de tratamiento, ya que la aldosterona puede ser sintetizada por vías independientes de la angiotensina II. Esta es la base de para la utilización de antagonistas de los receptores de mineralocorticoides, como espironolactona y eplerenona, en el tratamiento de la IC. La espironolactona es, además, un antagonista de los receptores para andrógenos y progesterona, lo que explica la aparición de ginecomastia, irregularidades de la menstruación, amenorrea e impotencia durante el tratamiento.

En pacientes con IC sistólica (clase funcional de la NYHA II-IV, FEVI < 35%) tratados con IECA (o ARA-II), BBA y diuréticos, ambos fármacos mejoran la sintomatología y la tolerancia al ejercicio y reducen las hospitalizaciones y la mortalidad por IC. No obstante, en un estudio observacional con datos de la práctica clínica habitual, se ha observado un menor riesgo de mortalidad, de muerte cardiovascular y de hospitalización por IC con el uso de eplerenona en comparación con espironolactona (Pardo-Martínez et al., 2022).

Además, en pacientes con infarto de miocardio y disfunción ventricular sistólica grave la eplerenona disminuye la mortalidad total y las hospitalizaciones cardiovasculares. Por ello, se recomienda administrar un antagonista de los receptores de la aldosterona a todos los pacientes con IC sistólica sintomática en ausencia de hiperpotasemia y disfunción renal significativa.

El riesgo de hiperpotasemia aumenta en pacientes con insuficiencia renal o cuando la espironolactona o la eplerenona se asocian a IECA, ARA-II, BBA, diuréticos ahorradores de potasio, suplementos de potasio o antiinflamatorios no esteroideos.

Inhibidores duales de la neprilisina y del receptor AT1 de la angiotensina II (ARNI)

Se trata de la asociación de dos fármacos, sacubitrilo y valsartán. El sacubitrilo es un profármaco que se convierte en un metabolito activo, el LBQ657, que inhibe de forma selectiva la neprilisina o endopeptidasa neutra. Por tanto, sacubitrilo-valsartán es el primer representante de una nueva familia de medicamentos denominada ARNI (inhibidores duales de la neprilisina y del receptor AT1 de la angiotensina II).

La asociación de sacubitrilo-valsartán (Entresto®, Neparvis®) está indicada en pacientes adultos para el tratamiento de la IC crónica sintomática con FEVI reducida en los que el tratamiento estándar con un IECA (o ARA-II), un BBA y un antagonista de la aldosterona no controlan los síntomas. En este caso sacubitrilo-valsartán reemplazará al IECA, pero no se debe asociar sacubitrilo-valsartán con un IECA o un ARA-II.

En un reciente ensayo clínico no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la comparación de la combinación de sacubitrilo-valsartán frente a valsartán solo en el tratamiento de pacientes IC y FEVI reducida en términos de reducción del número de eventos asociados a la enfermedad (Mann et al., 2022).

Bloqueantes β-adrenérgicos

El aumento del tono simpático que aparece en respuesta a la disminución del VM cardiaco produce diversos efectos que facilitan la progresión de la IC y disminuyen la supervivencia del paciente. La estimulación de los receptores β-adrenérgicos incrementa la contractilidad, la frecuencia y las DMO2, agravando la isquemia cardiaca, mientras que la estimulación de los receptores α-adrenérgicos produce una vasoconstricción sistémica y coronaria que aumenta la precarga y la poscarga y disminuye la perfusión tisular y coronaria. Además, la estimulación simpática activa el SRAA, participa en el remodelado (hipertrofia, fibrosis) ventricular, facilita la producción de citocinas proinflamatorias y de radicales libres y aumenta la incidencia de arritmias ventriculares y de muerte súbita cardiaca. También incrementa la aparición de fenómenos tromboembólicos, ya que activa la coagulación y la agregación plaquetaria, a la vez que disminuye la fibrinolisis y por sus acciones proinflamatorias y pro-oxidantes facilita la progresión de las placas de ateroma.

Los BBA son fármacos de primera elección en el tratamiento de la IC sistólica. Su efecto beneficioso puede explicarse por su capacidad para:

  • Disminuir la frecuencia cardiaca, lo que reduce las DMO2 y aumenta el flujo sanguíneo coronario al prolongar la diástole, disminuyendo la isquemia miocárdica.
  • Inhibir la activación neurohumoral. El bloqueo de los receptores β1-adrenérgicos inhibe la liberación de renina por las células yuxtaglomerulares del riñón y el de los receptores β2-presinápticos, la liberación de noradrenalina desde los terminales simpáticos.
  • Inhibir la hipertrofia, la fibrosis y el remodelado ventricular en el miocardio infartado.
  • Bloquear las necrosis/apoptosis cardiacas producidas por las catecolaminas, que contribuyen a la progresión de la IC.
  • Reducir la concentración intracelular de calcio, pues inhiben la entrada de este catión a través de los canales de tipo L y su liberación desde el retículo sarcoplásmico.
  • Aumentar la densidad de receptores β-adrenérgicos cardiacos, lo que mejora la respuesta inotrópica de los agonistas β-adrenérgicos (como dopamina y dobutamina).
  • Mejorar la relajación ventricular, tanto por su acción bradicardizante como por estimular la actividad de la ATPasa calcio-dependiente del retículo sarcoplásmico (SERCA2a) durante la diástole, lo que facilita la reincorporación del calcio libre intracitoplasmático al interior del retículo sarcoplásmico.

Además, los BBA presentan propiedades antiarrítmicas, antihipertensivas y antiagregantes plaquetarias y mejoran el metabolismo del miocardio isquémico al inhibir la β-oxidación de los ácidos grasos e incrementar la glucolisis.

En cuanto a sus usos clínicos, en pacientes con IC sintomática estable (clase funcional II-IV de la NYHA; fracción de eyección ≤ 40%) tratados con un IECA (o un ARA-II), un diurético y digoxina, la administración de bisoprolol, carvedilol o nebivolol mejora la sintomatología, la calidad de vida y la situación hemodinámica (aumentan el VM cardiaco y la tolerancia al ejercicio), reduce las admisiones hospitalarias (totales, cardiovasculares y por empeoramiento de la IC) y aumenta la supervivencia. También reducen la incidencia de taquiarritmias ventriculares graves y la muerte súbita cardiaca. Los BBA son los fármacos de elección en pacientes con IC sistólica y angina de esfuerzo, infarto de miocardio previo, taquiarritmias ventriculares o FA, ya que controlan la frecuencia ventricular tanto en reposo como durante el ejercicio.

El tratamiento se debe iniciar con dosis muy bajas en pacientes clínicamente estables (sin cambios recientes en la dosis de diuréticos), que se irán aumentando a intervalos de 2-4 semanas hasta alcanzar las dosis óptimas o la dosis máxima tolerada por el paciente. La mejoría de la sintomatología puede tardar 2 o más meses en aparecer y en un 20-30% de los pacientes puede producirse un empeoramiento clínico durante este período de tiempo, caracterizado por disminución del VM cardiaco, fatiga, cansancio, hipotensión arterial y signos de congestión (vigilar el peso del paciente). Los signos de congestión pueden controlarse aumentando la dosis de diuréticos y la hipotensión arterial reduciendo la dosis de diuréticos e inhibidores del SRAA. Puede ser necesario reducir la dosis (o suspender temporalmente el tratamiento) en caso de empeoramiento de la IC, hipotensión sintomática, bloqueo AV o bradicardia.

Los BBA mejoran el remodelado ventricular en pacientes con infarto de miocardio previo, disminuyendo los volúmenes telesistólico y telediastólico ventriculares, a la vez que aumentan el VM cardiaco. Estos efectos contribuyen a reducir la morbimortalidad en estos pacientes.

FÁRMACOS QUE REDUCEN LA FRECUENCIA CARDIACA

El aumento de la frecuencia cardiaca es un factor de riesgo cardiovascular que aumenta la morbimortalidad en el paciente con IC, habiéndose propuesto que la reducción de la mortalidad producida por los BBA podría explicarse, en parte, por la reducción de la frecuencia cardiaca que producen. Sin embargo, algunos pacientes toleran mal los BBA (por ejemplo, por bradicardia o bloqueo AV) o en ellos no está indicada la administración de BBA (como en los asmáticos).

La ivabradina es un fármaco antianginoso que bloquea la corriente marcapaso (corriente If) que genera los impulsos cardiacos en las células del nódulo sinoauricular (SA), por lo que su principal efecto es reducir la frecuencia cardiaca sin modificar la contractilidad, la conducción AV o la contractilidad cardiaca.

La ivabradina está indicada en la IC crónica de clase II-IV de la NYHA con disfunción sistólica (FEVI ≥ 35%), en pacientes en ritmo sinusal y cuya frecuencia cardiaca es de al menos 70 latidos por minuto, a pesar del tratamiento con BBA, un IECA (o ARA-II) y un antagonista de los receptores de la aldosterona. También está indicada en estos pacientes cuando no toleran un BBA o cuando estos están contraindicados. En estos pacientes la ivabradina mejora la función ventricular y la calidad de vida y reduce el remodelado cardiaco, la mortalidad cardiovascular y las hospitalizaciones por IC. Por tanto, la ivabradina (EFG, Corlentor®, Corlentor Elam Pharma®, Corlentor Melyfarma®, Procoralan®, Procoralan Mediwin Limited®) representa una alternativa en el tratamiento de la IC.

FÁRMACOS VASOPRESORES

La adrenalina y la noradrenalina se utilizan para aumentar la presión arterial, el VM y la perfusión tisular en pacientes con IC aguda e hipotensión arterial (como en situaciones de choque séptico o cardiogénico producido tras infarto de miocardio) cuando la combinación de un agente inotrópico (dopamina, dobutamina) y el tratamiento con fluidos es incapaz de restablecer la presión sistólica (> 90 mmHg) y de mantener una perfusión orgánica adecuada.

La adrenalina es una amina simpaticomimética natural que contiene un grupo catecol en su estructura, producida por la médula suprarrenal y secretada en respuesta al ejercicio y al estrés. Presenta distinta afinidad por los distintos receptores adrenérgicos: β2 > β1 > α1 = α2. Su acción sobre los receptores β1 cardiacos produce un aumento de la frecuencia, contractilidad y velocidad de conducción intracardiacas, lo que aumenta el VM cardiaco, la presión arterial y el consumo miocárdico de O2. A dosis bajas, la estimulación de los receptores β2 vasculares produce vasodilatación arterial coronaria y de la musculatura esquelética que disminuye la presión diastólica, mientras que la estimulación de los receptores β2 bronquiales produce broncodilatación. A dosis superiores a las terapéuticas, la adrenalina activa también los receptores α1 y α2 produciendo vasoconstricción arteriovenosa y aumento de la presión arterial (preferentemente de la diastólica), efectos que contrarrestan rápidamente la vasodilatación, y la reducción del volumen de líquido intravascular (hipotensión) y el aumento de la permeabilidad vascular (edema), durante las reacciones anafilácticas.

Se administra por vía intramuscular, subcutánea o intravenosa Por vía subcutánea la absorción es relativamente lenta, pero puede acelerarse con un masaje en el sitio de la inyección. Se metaboliza rápidamente en el hígado por la COMT y la MAO, dando lugar a los metabolitos intermedios metanefrina y ácido dihidroximandélico, respectivamente. El metabolito final de ambos es el ácido 4-hidroxi-3-metoximandélico o ácido vanililmandélico. Se elimina mayoritariamente por la orina. Por vía intravenosa presenta una semivida plasmática de 2,5 minutos, por lo que se administra en infusión intravenosa.

En cuanto a sus usos clínicos, está autorizada en casos de paro cardiaco y reanimación cardiopulmonar tras el uso de medidas físicas, en ataques agudos de asma (crisis asmáticas y espasmo bronquial), alivio rápido de reacciones alérgicas a fármacos o a otras sustancias, y como tratamiento de emergencia en shock anafiláctico.

En casos de emergencia por shock anafiláctico, no existen contraindicaciones para la adrenalina. Sin embargo, se administrará con precaución en pacientes con IC, cardiopatía isquémica (puede provocar angina de pecho al aumentar las DMO2) o con arritmias cardiacas, en pacientes con hipertiroidismo o HTA grave, cardiopatía estructural, lesiones orgánicas cerebrales o feocromocitoma, ya que pueden desarrollar hipertensión grave. Por su potente acción vasoconstrictora no debe administrarse en zonas periféricas del organismo, como dedos de manos y pies, lóbulo de la oreja, nariz o pene.

Las reacciones adversas más frecuentes son: palpitaciones, taquicardias, hipertensión (que puede llevar a la hemorragia cerebral o a una IC aguda con edema pulmonar), angina de pecho, necrosis en el lugar de la inyección, sudoración, dificultad para respirar, palidez, debilidad, temblor, cefaleas, nerviosismo y ansiedad. Se administrará con precaución en pacientes diabéticos, hipertensos, hipertiroideos, con taquicardia y en embarazadas y niños de menos de 30 Kg.

La noradrenalina es una amina simpaticomimética natural que se sintetiza a partir de la dopamina por la enzima dopamina β-hidroxilasa. A dosis terapéuticas es un potente agonista de los receptores α y β1, pero no estimula los receptores β2. A nivel cardiovascular, la estimulación de los receptores β-adrenérgicos aumenta la frecuencia, la contractilidad y el VM cardiacos y la PAS, mientras que la estimulación de los receptores α-adrenérgicos produce una potente vasoconstricción que aumenta las resistencias vasculares periféricas (poscarga) y la presión arterial diastólica y disminuye el retorno venoso al corazón, efectos que disminuyen el VM cardiaco.

Se administra por vía intravenosa, subcutánea o intramuscular, con una absorción que se ve retardada por el efecto vasoconstrictor local. Presenta una semivida de 20 segundos, ya que se metaboliza rápidamente en plasma y tejidos por metilación por la COMT y por desaminación por la MAO, dando lugar a los metabolitos inactivos normetanefrina y ácido dihidroximandélico, respectivamente; el metabolito final de ambos es el ácido vanilil-mandélico, que se elimina por vía renal.

La noradrenalina está indicada en la restauración urgente de la presión sanguínea en estados de hipotensión aguda, como los que pueden aparecer tras feocromocitomía, simpatectomía, poliomelitis, anestesia espinal, infarto de miocardio, shock séptico, transfusiones y reacciones a fármacos. También se puede utilizar como coadyuvante temporal en el tratamiento de la parada cardiaca.

Entre las reacciones adversas que la noradrenalina puede producir destacan la HTA, vasoconstricción periférica (frialdad y palidez de los miembros y del rostro), bradicardia (refleja en respuesta al aumento de la presión arterial), palpitaciones, taquiarritmias, ansiedad, insomnio, confusión, cefaleas, temblor, náuseas, vómitos, retención de orina, insuficiencia o dificultad respiratoria, disnea, irritación y necrosis en el sitio de la inyección y glaucoma agudo. Si se produce extravasación, se puede ocasionar una marcada vasoconstricción que conduce a una necrosis cutánea que puede revertirse con fentolamina.

La noradrenalina puede contraer la musculatura y los vasos sanguíneos del útero, reducir el flujo sanguíneo uterino y producir anoxia o hipoxia fetal al final del embarazo. También puede producir bradicardia fetal.

Inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa de tipo 2 (ISGLT2)

Los iSGLT2 constituyen una estrategia terapéutica reciente en la IC a pesar de que estos fármacos se han utilizado durante años como antidiabéticos orales debido a que su mecanismo de acción, basado en la inhibición del cotransportador de sodio-glucosa de tipo 2 presente en el túbulo proximal, favorece la eliminación de glucosa a través de la orina (efecto glucosúrico). Además, también favorecen la eliminación urinaria de sodio (efecto natriurético) e inducen pérdida de peso y reducciones de la presión arterial.

En España se encuentran aprobados y comercializados dapagliflozina y empagliflozina (Figura 12) con indicación en el tratamiento de la IC cardiaca crónica sintomática. El mecanismo por el que estos fármacos son de utilidad terapéutica en la IC no se conoce completamente. El efecto glucosúrico y natriurético contribuye a reducir la precarga y la poscarga y la tensión arterial, y la pérdida de peso puede contribuir también a un mejor control de la enfermedad.


De cara a su aprobación en la UE, la eficacia de dapagliflozina se evaluó en un estudio pivotal de fase 3 multicéntrico, aleatorizado, doble ciego y controlado por placebo (DAPA-HF), con el objetivo de determinar el efecto del fármaco añadido a la terapia estándar en pacientes con IC y FEVI reducida. Los resultados publicados (McMurray et al., 2019) indican que, en relación a la variable principal de eficacia (muerte por causa cardiovascular o empeoramiento de la enfermedad), la adición de dapagliflozina resultó en una reducción significativa del riesgo (HR: 0,74; p< 0,001). Posteriormente se han dado a conocer resultados actualizados en un análisis conjunto del estudio DAPA-HF con otro estudio de fase 3 (DELIVER) que incluyó a 11 007 pacientes con IC. Tras un seguimiento mediano de 18,2 meses en el estudio DAPA-HF y de 27,6 meses en el estudio DELIVER, los resultados (Desai et al., 2022) indican una reducción significativa del riesgo de muerte por causa cardiovascular con dapagliflozina en comparación con placebo (HR: 0,86; p= 0,02).

En el caso de empagliflozina, fue aprobada en la UE en base a los resultados de dos ensayos clínicos de fase 3 en pacientes con IC y FEVI reducida (EMPEROR-Reduced) y en pacientes con IC y FEVI preservada (EMPEROR-Preserved). En el primero de ellos, los resultados respecto a la variable principal de muerte por causa cardiovascular u hospitalización por IC tras una mediana de seguimiento de 16 meses (Packer et al., 2021) indican una reducción del riesgo estadísticamente significativa al añadir empagliflozina a la terapia estándar frente a la adición de placebo (HR: 0,75; p< 0,001), que constituyó la variable principal de eficacia. En el segundo estudio, tras un seguimiento mediano de 26,2 meses, se observó (Anker et al., 2021) se observaron resultados similares respecto a la misma variable principal de eficacia (HR: 0,79; P< 0,001).

El perfil de seguridad de estos fármacos se conoce adecuadamente y los eventos adversos observados durante los ensayos clínicos son consistentes con los datos disponibles hasta la fecha en su indicación en diabetes mellitus de tipo 2. El más característico, dado el mecanismo de acción, que implica un aumento de la concentración de glucosa en la orina, es el aumento del riesgo de infecciones del tracto genitourinario, tales como vulvovaginitis, balanitis y candidiasis vaginal. La hipoglucemia es un efecto adverso poco frecuente cuando no se combinan con otros antidiabéticos, pero el riesgo aumenta en pacientes tratados de manera concomitante con sulfonilureas o insulina.

Estimuladores de la guanilato ciclasa soluble

Vericiguat es el principio activo de introducción más reciente en el tratamiento farmacológico de la IC. Su mecanismo de acción se basa en la estimulación de la guanilato ciclasa soluble (GCs), una enzima a la que se une de manera específica y con alta afinidad y que en la IC presenta una actividad reducida. La GCs cataliza la síntesis de GMPc, el cual regula entre otros aspectos las resistencias vasculares, el remodelado ventricular y la contractilidad del miocardio, por lo que el déficit de GMPc que acontece en la IC contribuye a la disfunción del miocardio y del tejido vascular y se relaciona con el mal pronóstico de la IC a medio y largo plazo.

Vericiguat se encuentra actualmente indicado para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca crónica sintomática en pacientes adultos con fracción de eyección reducida que están estabilizados después de un episodio reciente de descompensación que requirió tratamiento por vía intravenosa. Como puede observarse en la Figura 13, vericiguat presenta una gran homología estructural con riociguat, principio activo con el que comparte mecanismo de acción. Sin embargo, riociguat no se encuentra indicado en IC, sino en el tratamiento de la hipertensión arterial pulmonar y de la hipertensión pulmonar tromboembólica crónica.

La GCs es el único receptor conocido para el óxido nítrico. In vivo, la activación en cascada de NO-GCs-GMPc produce vasodilatación, una mejora en la función cardiaca y vascular y la reducción de los procesos de fibrosis e inflamación. El GMPc también puede activar a la proteína cinasa G (PKG) que, por fosforilación de la titina a nivel ventricular (Hulot et al., 2021), lo que permite reducir la rigidez muscular y mejorar la contractilidad.

En ensayos in vitro se ha podido observar que la estimulación de la GCs por vericiguat resulta en un aumento de la producción de GMPc de entre 1,7 y 57,6 veces en comparación con la no estimulación, tras una exposición a dosis de entre 0,01 μm y 100 μm (EMA, 2021).

Los efectos de vericiguat pueden resultar sinérgicos con los de otros tratamientos, incluidos aquellos que también incrementan la concentración de GMPc por otras vías, como los inhibidores duales de la neprilisina y del receptor AT1 de la angiotensina II (sacubitrilo-valsartán).

De acuerdo a los resultados obtenidos en el ensayo pivotal VICTORIA8 (Pieske et al., 2019), la adición de vericiguat al tratamiento estándar de la IC en pacientes con FEVI reducida produjo una reducción significativa del 10% del riesgo de evento del objetivo principal frente a placebo (HR: 0,90; p= 0,019), si bien un análisis separado de las dos variables que lo componen probó que el beneficio se debía fundamentalmente a la reducción de los eventos de hospitalización.

La evidencia clínica derivada del estudio pivotal sustenta un beneficio clínicamente relevante pero modesta para el fármaco, que se muestra superior a placebo especialmente en la reducción de la hospitalización por la enfermedad, lo cual puede suponer un potencial impacto positivo en la calidad de vida; sin embargo, no ha probado una reducción notable de la mortalidad por causa cardiovascular.

El papel asistencial del farmacéutico

Todos los profesionales farmacéuticos, desde sus diversos ámbitos profesionales y de competencias, pueden contribuir al adecuado asesoramiento y asistencia sanitaria a los ciudadanos y pacientes con antecedentes de insuficiencia cardiaca. Si se tienen en cuenta las particularidades de la enfermedad comentadas en la presente revisión y el hecho de que la mayoría de pacientes que padecen esta enfermedad van a estar en tratamiento crónico ambulatorio (a pesar de que los eventos agudos puedan requerir el ingreso hospitalario) con varios medicamentos de dispensación a nivel de oficina de farmacia, la figura del farmacéutico comunitario cobra especial relevancia en la consecución de los objetivos del proceso terapéutico, en la promoción de la prevención –primaria y secundaria– de los principales factores de riesgo y en la detección de signos de alerta para un diagnóstico precoz.

Teniendo en cuenta que cada día más de dos millones de pacientes y usuarios acuden a las más de 22 000 farmacias españolas, y que en ellas se ofrecen al año más de 182 millones de consejos sanitarios, resulta evidente el enorme potencial divulgador del farmacéutico como profesional sanitario. La oficina de farmacia constituye un establecimiento sanitario accesible (con amplitud de horarios y sin necesidad de cita previa) y ubicuo capaz de suministrar una información rigurosa, de ofrecer un servicio de máximas garantías sanitarias con la debida confidencialidad, y de promover un mejor uso de los medicamentos a fin de prevenir los problemas relacionados con los mismos. Facilita, además, la disponibilidad de los medicamentos usados en el tratamiento de base de la insuficiencia cardiaca y en el control de los factores de riesgo, con claras implicaciones en la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud.

Por tanto, la proximidad y accesibilidad del farmacéutico comunitario para los pacientes y ciudadanos permite que pueda ejercer una labor sanitaria proactiva a través de los Servicios Profesionales Farmacéuticos Asistenciales.

En este sentido, se debe destacar la importancia de la educación sanitaria dirigida a la prevención, pues la prevención primaria, es decir, la actuación sobre los factores de riesgo modificables antes de que se produzca un evento constituye la medida más eficaz y eficiente desde la perspectiva de salud pública en el ámbito de cualquier enfermedad cardiovascular. A este respecto, el farmacéutico comunitario está en una posición privilegiada para transmitir a pacientes y ciudadanos una información veraz –con rigor científico pero en un lenguaje adaptado al nivel sociocultural del receptor– sobre el riesgo cardiovascular y consejos sobre las distintas medidas profilácticas y modificaciones saludables del estilo de vida.

Cabría destacar, entre ellas, la conveniencia del abandono del hábito tabáquico y del consumo excesivo de alcohol, la realización de ejercicio físico moderado y regular, llevar una dieta variada y sana (siendo la dieta mediterránea un modelo idóneo), evitar el sobrepeso y controlar periódicamente parámetros ligados al mantenimiento de la salud cardiovascular: presión arterial, glucemia y colesterolemia. No menos importante es reincidir en la formación sobre tales medidas en el caso de los pacientes que ya sufren la IC, a fin de prevenir recurrencias y reducir las complicaciones y mortalidad asociadas (prevención secundaria).

En pacientes en un estadio avanzado (clase funcional III o IV de la NYHA), es importante pesarse todos los días, antes del desayuno, con la misma ropa y en la misma báscula. Cuando se detecte un incremento de peso mayor de 2 kg a lo largo de la semana debe remitirse el paciente al médico, ya que esto puede indicar la aparición de edemas. La importancia de este autocontrol de peso viene determinada porque permite detectar el edema en su fase inicial, ya que el edema periférico puede tardar en manifestarse clínicamente (habitualmente, tras retener 5 litros o más de líquido).

El paciente con insuficiencia cardiaca grave suele ser anoréxico y un importante número de ancianos desarrollan caquexia, por lo que deben seleccionarse los alimentos más convenientes y prepararlos culinariamente para que sean mejor aceptados. La hipopotasemia producida por los diuréticos tiazídicos o del asa puede aconsejar la administración de sales de potasio o de alimentos vegetales como frutas y hortalizas (tomates, plátanos, dátiles, naranjas) ricas en este catión. Sin embargo, se deberá tener precaución en caso de administración de diuréticos ahorradores de potasio como espironolactona o eplerenona.

Por otro lado, conviene transmitirles otros aspectos importantes relacionados con su patología, de vertiente más social. Por ejemplo, se puede orientar a los pacientes a que se enrolen en asociaciones de pacientes, como es el caso de Cardioalianza (https://cardioalianza.org/), la principal asociación española de pacientes del corazón, que normalmente cuentan con puntos de atención especializados dedicados a mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas con patologías cardiovasculares, entre ellas las arritmias.

En relación a la optimización de la farmacoterapia, destaca la importancia de la adherencia al tratamiento. Las estrategias para asegurar que el paciente se involucre voluntariamente en su tratamiento deben desarrollarse de forma personalizada, con el paciente y la familia, fomentando su confianza en los fármacos administrados; pueden incluir información verbal y escrita y recursos interactivos, debiendo siempre recordarse que las consecuencias de la falta de adherencia pueden ir desde un empeoramiento de la calidad de vida, una falta de control de la enfermedad y una mayor probabilidad de complicaciones, hasta la aparición de efectos secundarios o incluso de mortalidad. La falta de adherencia al tratamiento en pacientes varía ampliamente, aunque las tasas más habitualmente descritas están en el rango del 40-60% (Wu, 2008).

Las intervenciones multidisciplinares, incluyendo equipos farmacéuticos y médicos, tanto hospitalarios como ambulatorios, pueden mejorar la adherencia a la medicación y reducir los ingresos hospitalarios, con el potencial de reducir la mortalidad. Sin embargo, la literatura científica sugiere que esta mejora en la adherencia puede mermar con el paso del tiempo; por ello, las intervenciones del farmacéutico comunitario debe ser parte de un sistema multidisciplinario de atención iniciado tras el alta hospitalaria, que implica el contacto personal y que debe continuar indefinidamente a fin de mantener los beneficios clínicos (Davis, 2014).

Los pacientes con insuficiencia cardiaca –particularmente, aquellos en estadios avanzados– pueden beneficiarse especialmente de la realización de un servicio personalizado de dispensación (SPD) en la oficina de farmacia comunitaria, empleando dispositivos que permiten una adecuada distribución de los medicamentos para su administración en el horario adecuado. La revisión periódica de estos dispositivos por el farmacéutico puede facilitar el control de la adherencia al tratamiento y, en consecuencia, la mejora de éste.

La farmacovigilancia ante posibles reacciones adversas (con su correspondiente notificación, en su caso, al Sistema Nacional de Farmacovigilancia), y la identificación y prevención de interacciones farmacológicas de los tratamientos revertirán en una mejor calidad de vida de los pacientes con IC. Además, mediante una actitud vigilante, la detección precoz desde la oficina de farmacia de los signos y síntomas que acompañan a una posible refractariedad a una línea de tratamiento también puede contribuir a activar la ruta asistencial que asegure un cambio de tratamiento temprano.

Por otra parte, tras una dispensación de inicio o de continuación, y especialmente en los tratamientos prolongados, un adecuado seguimiento farmacoterapéutico (ofrecido por el farmacéutico de forma rutinaria, sistematizada y registrada/documentada, con reuniones periódicas con el paciente) permitirá detectar, atenuar y resolver la posible aparición de resultados negativos y problemas relacionados con la farmacoterapia.
En este sentido, cabe recordar los efectos secundarios más característicos y las contraindicaciones del tratamiento habitual de la IC:

  • La digoxina está contraindicada en pacientes con bradicardia o bloqueos aurículo-ventriculares (AV) de segundo o tercer grado en pacientes sin marcapasos, con extrasístoles y taquiarritmias ventriculares, ya que acelera la conducción a través de la vía accesoria y puede aumentar marcadamente la frecuencia ventricular. En la intoxicación digitálica, son característicos los síntomas cardiacos y visuales (visión borrosa).
  • En el caso de los inhibidores del enzima de conversión de la angiotensina (IECA), destacan el deterioro de la función renal, la hiperpotasemia y la hipotensión sintomática, que suele mejorar con el tiempo. También la tos seca persistente y molesta que aparece en 10-15% de los pacientes, con independencia de la existencia de patología respiratoria previa y del tipo de IECA utilizado. Si la tos es muy molesta se aconseja el IECA por un ARA II.
  • Los betabloqueantes están contraindicados en pacientes con insuficiencia cardiaca inestable, asma, bradicardia sinusal (< 50 latidos/min), bloqueo auriculoventricular de segundo o tercer grado, enfermedad del seno (sin marcapasos permanente) o hipotensión sintomática.Un efecto secundario frecuente de los BBA es la hipotensión sintomática, que suele mejorar con el tiempo. Una forma de minimizar el riesgo de hipotensión en pacientes tratados conjuntamente con betabloqueantes e IECA es administrarlos en diferentes momentos del día.
  • Los efectos secundarios más frecuentes de los antagonistas de la aldosterona (espironolactona, eplerenona) son hiperpotasemia y empeoramiento de la función renal, sobre todo en pacientes ancianos. El riesgo de hiperpotasemia es mayor en pacientes que están además en tratamiento con dosis altas de IECA o ARA II. La espironolactona puede provocar ginecomastia en los pacientes varones.
  • Los efectos secundarios de los antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARA II) son similares a los producidos por los IECA a excepción de la tos, que tiene menor incidencia. También tienen las mismas contraindicaciones, excepto el angioedema. No se deben administrar a pacientes tratados con la combinación IECA/antagonistas de la aldosterona.
  • La utilización de diuréticos del asa y tiazidas por los pacientes con insuficiencia renal es muy común, por lo que es importante que el paciente o sus cuidadores estén familiarizados con los síntomas y signos congestivos de la insuficiencia cardiaca, a fin de que el propio paciente ajuste la dosis de diurético, particularmente en función de la evolución del peso (relacionado con la aparición de edemas). Los efectos secundarios más habituales de estos fármacos son hiponatremia, hipopotasemia, hipomagnesemia, alcalosis metabólica, hipovolemia, hiperuricemia y gota, hipercalcemia (con las tiazidas), hipercolesterolemia e hiperglucemia.

Enfermedades importadas del viajero y del migrante

Resumen

Mediante el concepto de enfermedades importadas se define a aquellas patologías que se adquieren en el país de origen donde son más frecuentes y se manifiestan clínicamente en el país de destino. En España, los últimos datos disponibles indican que se han registrado más de 24 000 casos de patología infecciosa importada tras un viaje. Entre los diagnósticos más frecuentes en los viajeros e inmigrantes se encontraron diarrea aguda inespecífica, fiebre menor de tres semanas, dengue no complicado, esquistosomiasis, diarrea aguda bacteriana, diarrea crónica inespecífica, eosinofilia, malaria, amebiasis, infección del tracto respiratorio superior, chikunguña o estrongiloidiasis.

Dependiendo del área geográfica de la que proceda el viajero o inmigrante y, sobre todo, dependiendo de la sospecha del patógeno implicado, la sintomatología que puede desarrollar el paciente presenta algunas peculiaridades. La mayoría de los pacientes consultan por síntomas inespecíficos y sistémicos como fiebre, malestar general, cefalea, problemas gastrointestinales o respiratorios. También la localización clínica puede variar dependiendo del agente causal.

En esta revisión se repasan las enfermedades más frecuentemente importadas por viajeros y personas migrantes. Entre ellas, se pueden encontrar tanto aquellas provocadas por bacterias –como la tuberculosis–, como por virus –como el del dengue o del Zika– o por parásitos –como la malaria o la enfermedad de Chagas–.

Introducción

El control de las infecciones de los viajeros e inmigrantes es en la actualidad un pilar básico de la salud pública de cada país. Además sirve para prevenir la posible diseminación de enfermedades transmisibles y peligrosas propias de otras regiones del mundo. Cada país tiene su propio organismo e informa de manera regular a las autoridades competentes de la evolución de dichas enfermedades.

En España se creó, ya hace tiempo, una red de unidades tanto hospitalarias como no hospitalarias, de atención a inmigrantes y viajeros (+REDIVI). Ofrece una visión global de la realidad de casos de enfermedades importadas e informa a las autoridades competentes en la materia para orientar la toma de decisiones encaminadas al control de estas patologías.

Gracias a este sistema, el riesgo que representan para la salud pública en España es relativamente bajo, aunque cada vez más, los pacientes que retornan de viajes intercontinentales acuden a centros sanitarios por sintomatología relacionada con enfermedades importadas.

El turismo sufrió un retroceso importante debido a la pandemia, pero posteriormente ha habido un aumento muy importante en los desplazamientos a nivel mundial. Estos movimientos de personas no decrecen, sino que, al revés, aumentan a medida que se facilitan las vías de comunicación entre distintos continentes.

En nuestro país, se ha producido un aumento de viajes a zonas cercanas al trópico que ha facilitado un repunte de enfermedades tropicales en España. Además, la Unión Europea (UE) se ha convertido en lugar de aceptación de mucha población inmigrante, sobre todo procedente de los países del Sur de Europa, que aceptan todos los años una gran cantidad de inmigrantes procedentes del continente africano.

Se puede definir como enfermedades importadas a aquellas patologías que se adquieren en el país de origen donde son más frecuentes y se manifiestan clínicamente en el país de destino.

Con el acceso a los medios de transporte actuales, la población se puede desplazar de un lugar a otro en muy poco tiempo, lo que favorece el contacto entre la población autóctona y la inmigrante. De la misma manera, los agentes patógenos viajan de un lugar a otro en muy poco tiempo.

La patología del inmigrante se ve agravada por las condiciones sociales a las que se enfrentan. En muchos de los casos, los inmigrantes que llegan a su país de destino lo hacen con un nivel socioeconómico bajo derivado de su estado en su país de origen. Además, parten de zonas con altos índices de pobreza con una accesibilidad a la red sanitaria pública no adecuada.

Considerando la base de datos del último informe de +REDIVI, con registros desde 2009, se pueden observar las tendencias de enfermedades importadas desde el resto de mundo a España. Se han registrado 24 543 casos de patología infecciosa importada tras un viaje, sea al país de origen y vuelta a nuestro país, o bien importada directamente desde un país extranjero.

Los motivos de consulta más frecuentemente encontrados en las consultas médicas fueron síndrome gastrointestinal, síndrome cutáneo, síndrome febril, examen de salud, etc.

Entre los diagnósticos más frecuentes en los viajeros e inmigrantes se encontraron diarrea aguda inespecífica, fiebre menor de tres semanas, dengue no complicado, esquistosomiasis, diarrea aguda bacteriana, diarrea crónica inespecífica, eosinofilia, malaria (P. falciparum), amebiasis (E. hartmani, E. nana, E. coli), infección del tracto respiratorio superior, Blastocystis sp., larva migrans cutánea, giardiasis, fiebre chikunguña y estrongiloidosis (o estrongiloidiasis) simple intestinal.

A la hora de considerar un diagnóstico es muy importante conocer la vía de transmisión porque nos puede aportar unas pistas determinantes para identificar el agente causante.

  • Agua: con frecuencia, en los países de origen la potabilización del agua no es del todo correcta por lo que se pueden transmitir algunos patógenos como amebas, fasciolas, giardias, etc. Del mismo modo, beber de aguas estancadas o con vegetación abundante puede implicar la infección por enterobacterias, virus y otros protozoos.
  • Suelo: en condiciones extremas hay gérmenes capaces de sobrevivir en forma de larvas, huevos, etc. Pueden estar en el suelo durante bastante tiempo y al tener contacto con el huésped desarrollar su forma infectiva. Por esta vía se pueden contaminar los pacientes de tularemia o leptospirosis.
  • Alimentos contaminados: si los alimentos no están en su condición óptima, pueden estar contaminados por agentes patógenos y si el paciente los ingiere se pueden transmitir enfermedades como las producidas por enterobacterias, cólera, virus, etc.

Existen otros patógenos que están en alimentos en buen estado, por ejemplo, en las carnes. Aquí podemos encontrar cisticercosis, triquinosis o incluso tuberculosis.

  • Relaciones sexuales: de sobra es conocido que unas relaciones sexuales sin protección pueden ser las causantes de infecciones por el virus de la inmunodeficiencia humana, virus del papiloma humano, sífilis, hepatitis C y B, etc.
  • Vía fecal-oral: este mecanismo de transmisión es más frecuentes en niños, y también es frecuente en personas que no siguen unas normas de higiene adecuada. Los patógenos más frecuentemente encontrados por esta vía de transmisión son enterobacterias y los agentes causantes de fiebre tifoidea, hepatitis A y E y giardiasis.
  • Vía respiratoria: debido a la pandemia, este mecanismo de transmisión se vio reducido, pero al quitar las mascarillas de protección se ha vuelto a incrementar. Se observan sobre todo infecciones de tipo tosferina, tuberculosis, meningitis o difteria.

Dependiendo del área geográfica de la que proceda el viajero o inmigrante y, sobre todo, dependiendo de la sospecha del patógeno implicado, la sintomatología que puede desarrollar el “paciente – huésped” presenta algunas peculiaridades. La mayoría de los pacientes consultan por síntomas inespecíficos y sistémicos como fiebre, malestar general, cefalea, problemas gastrointestinales o respiratorios. También la localización clínica puede variar dependiendo del agente causal (Tabla 1).

Los principales motivos de consulta de los pacientes inmigrantes y viajeros que vuelven de zonas endémicas son:

  • Síndrome gastrointestinal: las manifestaciones que con más frecuencia se repiten en este ámbito son las diarreas, náuseas y vómitos. La diarrea suele aparecer en casi la mitad de los pacientes que consultan y se suele presentar como gastroenteritis aguda, síndrome disentérico o diarrea subaguda. Pueden aparecer a los pocos días de llegar a su lugar de destino o bien pueden tardar hasta semanas en presentarse. Además, se suelen acompañar de dolor cólico generalizado que no se alivia completamente con la analgesia habitual. También se suele consultar por cambios en el hábito intestinal (cambio de coloración de las heces, dolor, etc.) o estreñimiento.

Pueden presentarse acompañando a estos síntomas, si la infección es más grave, otras alteraciones como dispepsia, lesiones esofágicas, hemorragias digestivas, síntomas malabsortivos o incluso alteraciones más graves como afectaciones hepáticas o sepsis.

  • Síndrome febril: el paciente inmigrante o viajero consulta por una fiebre de origen desconocido sin ningún síntoma asociado en un principio. La fiebre suele alcanzar los 38ºC o incluso llegar a temperaturas más extremas como los 40ºC. El único antecedente que suele existir es el viaje previo a una zona endémica. Puede acompañarse de otros síntomas inespecíficos como malestar general, síntomas gastrointestinales, etc.

La frecuencia, la intensidad de la fiebre o el área geográfica de la que provenga el paciente nos puede orientar a sospechar una infección u otra. Por ejemplo, un cuadro febril que se repite en el tiempo nos puede hacer pensar en una etiología por malaria o por Borrelia recurrentis.

  • Síndrome cutáneo: tras un viaje a un país endémico, los pacientes se pueden encontrar una lesión cutánea de nueva aparición. Estas lesiones pueden ser de distinta índole, como por ejemplo exantemas, celulitis, forúnculos, impétigos o lesiones granulares por picaduras, todas ellas producidas por agentes infecciosos. También se quejan por lesiones solares, reacciones por fármacos o dermatitis de contacto.
  • Síndrome respiratorio: en no pocas ocasiones los pacientes acuden a la consulta por sintomatología respiratoria como disnea, tos o expectoración con mucosidad. Una de las enfermedades más prevalentes en inmigrantes es la tuberculosis, que se manifiesta sobre todo a nivel respiratorio. En estos pacientes es obligado realizar pruebas diagnósticas como la radiografía de tórax o pruebas de laboratorio para detectar cuanto antes los casos infectados y poder actuar en consecuencia.

Además de patología respiratoria leve, se pueden encontrar también procesos neumónicos con neumonías graves y síndromes de distrés respiratorio.

  • Síndrome neurológico: los síntomas neurológicos como la cefalea, crisis convulsivas, alteraciones de la personalidad o trastornos neurológicos aislados son relativamente frecuentes en esta población. Además, derivado de infecciones por virus, bacterias o parásitos importados nos podemos encontrar irritación meníngea pudiendo producir meningitis y meningoencefalitis.
  • Síndrome genitourinario: la vía sexual es una vía de entrada para patógenos propios de los países de origen, que pueden diseminarse con facilidad en los países de destino. La clínica más frecuente suele ser irritación o escozor o secreción purulenta. Se pueden producir complicaciones como síndrome nefrótico, glomerulonefritis o calcificaciones a nivel urinario.

La aproximación diagnóstica, así como el tratamiento, dependen del lugar de procedencia del viajero o inmigrante, de la clínica que presentan en el momento de la consulta, así como de la gravedad de sus síntomas. Generalmente, los pacientes suelen acudir de manera precoz a la consulta médica ante el inicio de cualquier síntoma de alarma. Dependiendo de la etiología del proceso se instaurará un tratamiento determinado y adecuado. Además, se debe tener muy en cuenta el estado de hidratación de los pacientes, ya que la mayoría consultan por diarreas muy abundantes acompañadas de náuseas y vómitos. Es preciso actuar con rapidez para evitar deshidrataciones que pueden agravar el estado hemodinámico de los enfermos y dificultar su tratamiento.

Enfermedades frecuentes en viajeros e inmigrantes

Enfermedad de chagas

La enfermedad de Chagas (EC) es una enfermedad debida a un parásito llamado Trypanosoma cruzi. Es una zoonosis endémica en Latinoamérica, pero debido al aumento de tránsito de personas entre los distintos continentes se ha extendido por todo el mundo. España es uno de los países con más casos dentro de la UE con cifras de alrededor de 60 000 casos.

La EC suele estar infradiagnosticada, ya que los médicos no suelen pensar en esta enfermedad como primera elección ante pacientes con sintomatología compatible. Además, el periodo agudo en muchas ocasiones pasa desapercibido para el paciente y durante ese periodo puede transmitir la infección sin ser consciente de ello.

Es una enfermad que se transmite por distintas vías, la más frecuente es a través de hemípteros de la familia de los triatominos que pican al sujeto infectado y mantienen el parásito, inoculándolo en un nuevo huésped con su picadura. También se puede transmitir por transfusiones sanguíneas, trasplantes de órganos, por ingesta de alimentos mal cocinados o vía materno-fetal.

En la fase inicial de la infección los pacientes suelen estar asintomáticos o presentan síntomas muy inespecíficos como febrícula, malestar general o síndrome pseudogripal. Esta fase puede durar mucho tiempo sin objetivarse clínica alguna y después de varios años, los pacientes comienzan a tener síntomas crónicos. La afectación más frecuente es la cardiaca, que en estadios iniciales puede ser asintomática, o presentar extrasístoles, alteraciones en el ritmo cardiaco y en casos severos desencadenar una insuficiencia cardiaca. Otra alteración encontrada en estos pacientes es la afectación del tubo digestivo, que puede llegar a producir megaesófago y megacolon. Estos pacientes se quejan de alteración en la deglución tanto de líquidos como de sólidos, sensación de plenitud, alteración en el ritmo intestinal combinando periodos de normalidad con estreñimiento. Otra complicación asociada a la enfermedad es la aparición de fenómenos tromboembólicos derivados de alteraciones cardiacas como la aparición de una miocardiopatía dilatada o una fibrilación auricular.

Para realizar una aproximación diagnóstica acertada, lo primero que hay que investigar es el lugar de procedencia del viajero o inmigrante. Hay que preguntar si el sujeto ha estado recientemente en países de Latinoamérica como Bolivia, Paraguay, Argentina, Ecuador, Honduras, etc.

El cuadro clínico, sumado a la constatación de haber estado en zonas de riesgo, nos hará sospechar el diagnóstico, al que llegaremos definitivamente mediante la realización de una serología. Estos test se basan en la detección y observación de parásitos en sangre en fase aguda y detección de anticuerpos IgG contra el parásito en situaciones de infección crónica. En pacientes recién nacidos, el diagnóstico se realiza mediante pruebas serológicas directas.

En distintas comunidades autónomas existen protocolos de detección precoz de la enfermedad, así como un protocolo validado para mujeres embarazadas procedentes de zonas endémicas.

El tratamiento consiste en el uso de medicación propia antiparasitaria para eliminar los protozoos. Se pueden utilizar el benznidazol o nifurtimox en distintas concentraciones, y como norma general el tratamiento se debe prolongar un mes o incluso llegar a los tres meses si son pacientes de riesgo.

Tuberculosis

La tuberculosis es una enfermedad producida por el bacilo Mycobacterium tuberculosis. Está íntimamente relacionada con el ámbito socioeconómico, dándose sobre todo en países con baja renta económica y con un alto índice de pobreza. Esta enfermedad es más frecuente en países en vías de desarrollo, por lo que los pacientes que viajan a estas zonas o emigrantes procedentes de estas mismas regiones son con frecuencia los portadores de la enfermedad. Fundamentalmente, los casos importados a España provienen del África subsahariana, América del Sur o África del norte. Los países de origen o adquisición de los pacientes con infección tuberculosa son Marruecos, Bolivia, Perú, etc.

El tratamiento de la tuberculosis ha sido muy efectivo, así como las medidas preventivas sobre todo en países desarrollados, pero en los países en vías de desarrollo estas medidas no son suficientes, siendo casi imposible llegar a tratar a todos los pacientes con infección por este bacilo, por lo que se debería invertir más en estos países para disminuir la elevada incidencia que existe.

La forma más frecuente de adquirir este bacilo es por vía aérea, desde pacientes bacilíferos con lesiones a nivel pulmonar. El paciente enfermo, a través de la tos, expulsa los bacilos, que penetran por la vía aérea de la persona susceptible y se depositan en el tejido pulmonar. En este momento se desencadenan una serie de respuestas de tipo inmunológico en el tejido del paciente huésped. Esta respuesta se denomina primoinfección tuberculosa (infección tuberculosa latente). A continuación, se desarrolla una respuesta más intensa tanto tisular como inmunológica favoreciendo la aparición de granulomas tuberculosos. Estos granulomas están constituidos en su interior por bacilos de micobacterias y en su periferia están formados por linfocitos, macrófagos y células tisulares que intentan aislar al bacilo. A través de estos mecanismos, la infección se queda contenida dentro del organismo y puede no llegar a dar clínica de nuevo. Sin embargo, en otras ocasiones estos granulomas se rompen liberando estos bacilos y produciendo ya enfermedad tuberculosa.

La tuberculosis en inmigrantes suele tener algunas diferencias con respecto a la tuberculosis del país del destino. Normalmente la edad de los pacientes suele ser menor, la enfermedad se suele desarrollar antes y la clínica extrapulmonar suele ser más frecuente. Además, por la situación socioeconómica en la que llegan estos inmigrantes, suele ser difícil hacer un seguimiento de la infección.

Dependiendo del momento del diagnóstico, el paciente puede presentar las siguientes situaciones:

  • Infección sin enfermedad: reacción a prueba de tuberculina positiva sin evidencia de enfermedad.
  • Enfermedad activa: paciente con síntomas activos y signos radiográficos positivos con confirmación de test bacteriológicos.

La forma clínica más frecuente es la afectación pulmonar. Sin embargo, la tuberculosis puede afectar a cualquier órgano del cuerpo, siendo las formas más frecuentes:

  • Tuberculosis pulmonar: suele ser la puerta de entrada de la infección, por lo que los pacientes se quejan fundamentalmente de síntomas respiratorios. Se suele presentar como dolor torácico de características pleuríticas que puede acompañarse de tos, dificultad respiratoria o dolor generalizado. Puede comenzar también como una neumonía con fiebre, disnea, tos, artralgias y pérdida de peso.
  • Tuberculosis pleural: suele aparecer transcurridos ya unos meses después de la primoinfección, y los pacientes suelen manifestar sintomatología inespecífica con febrícula, tos, pérdida de peso y artralgias. Se suele acompañar con dolor torácico y al realizar una radiografía de tórax se puede observar un derrame pleural.
  • Tuberculosis ganglionar: no es infrecuente observar en el debut de la enfermedad adenopatías cervicales no dolorosas, que no desaparecen en el tiempo y que progresan a lo largo de semanas o meses. Estas adenopatías se acompañan de fiebre, astenia, pérdida de peso o sudoración nocturna.
  • Tuberculosis intestinal: puede afectar a cualquier parte del aparato digestivo. La clínica es completamente dispar dependiendo de cada paciente. El síntoma más frecuentemente encontrado es el dolor abdominal inespecífico de características cólicas y con empeoramiento de la ingesta. En otras ocasiones puede presentarse diarrea.
  • Meningitis tuberculosa: los pacientes suelen presentar fiebre, cefalea y signos meníngeos. Cuando afecta a los niños se puede acompañar de náuseas y vómitos. También es posible observar trastornos del comportamiento, así como agitación psicomotriz o incluso convulsiones o coma.

Ante pacientes procedentes de países con una alta incidencia de tuberculosis, se debe realizar un control de tuberculosis mediante pruebas cutáneas (prueba de la tuberculina) y de imagen (radiografía de tórax).

En pacientes en los que se sospeche afectación pulmonar es precisa la realización, además de las pruebas cutáneas, de una radiografía de tórax que confirme la afectación pulmonar. Con una alta sospecha clínica se debe confirmar el diagnóstico mediante pruebas microbiológicas o histopatológicas, con el objeto de detectar la presencia de la micobacteria.

Si la afectación es del líquido pleural, se suele recurrir al estudio bioquímico, microbiológico e histopatológico del mismo.¬ En el caso de presencia de adenopatías, estas se pueden someter a biopsia para el estudio microbiológico.

Si el paciente presenta clínica neurológica, para confirmar el diagnóstico es preciso realizar un análisis del líquido cefalorraquídeo buscando la presencia de bacilos. En no pocas ocasiones estos bacilos no se observan, por lo que ante una sospecha clínica fundada se deben realizar otras pruebas diagnósticos como el test de ADA, determinación de ácido tuberculostático o anticuerpos de micobacteria.

El tratamiento se basa en la utilización de varios medicamentos al mismo tiempo y durante un tiempo bastante prolongado para terminar con la infección.

Se recomienda tratar a los pacientes que han mantenido contacto reciente de alguien con tuberculosis activa, inmunodeprimidos, pacientes con cambios en la radiografía de tórax, pacientes con prueba de tuberculina positiva de más de 10 mm, inmigrantes dentro de los 5 años de un país con alta incidencia de tuberculosis, pacientes adictos a drogas por vía parenteral, o pacientes con alto riesgo social (hospitales, personas sin residencia, hogares de ancianos, etc.).

Clásicamente, en el tratamiento de enfermedad tuberculosa se han utilizado cuatro fármacos, dos con actividad bactericida y otros con actividad esterilizante y protectora de los agentes bactericidas.

Se clasifican estos fármacos en distintos grupos:

  • Grupo 1. Fármacos de primera línea: isoniazida, rifampicina, pirazinamida, etambutol.
  • Grupo 2. Fluoroquinolonas: levofloxacino, moxifloxacino.
  • Grupo 3. Inyectables, fármacos de 2ª línea: estreptomicina, amikacina, capreomicina.
  • Grupo 4. Otros fármacos de 2ª línea: protionamida, cicloserina, PAS.
  • Grupo 5. Otros fármacos: linezolid, bedaquilina, delamanid, clofazimina, meropenem.

El tratamiento de la tuberculosis a nivel pulmonar debe incluir cuatro medicamentos del grupo 1 durante 6 meses (isoniacida y rifampicina a lo largo de todo el tratamiento y pirazinamida y etambutol durante los 2 primeros meses). Se han desarrollado también pautas de cuatro meses con otros fármacos como las fluoroquinolonas o rifampicina con buenos resultados.

Si la afectación afecta a otro órgano distinto al pulmón, la pauta y la duración del tratamiento es similar a excepción de la tuberculosis espinal, que debe ser tratada durante doce meses.

En el caso de sospechar una infección tuberculosa latente se debe realizar una quimioprofilaxis basada en estos mismos fármacos. Hay que descartar previamente la existencia de enfermedad tuberculosa. Las pautas de tratamiento que se utilizan son la combinación de isoniazida y rifampicina durante 3 meses o isoniacida durante 6 meses.

Estrongiloidiasis

La estrongiloidiasis es una infección causada por la ascáride Strongyloides stercoralis o Strongyloides fuelleborni. Es endémica en climas tropicales y subtropicales y zonas templadas relativamente cálidas. Los pacientes que portan esta enfermedad suelen venir de países de América del Sur (Bolivia, Paraguay o Argentina) y del África subsahariana.

La forma de adquisición más frecuente es por vía cutánea por contacto directo con la ascáride. Se puede adquirir también por ingestión de un alimento contaminado o menos frecuentemente por trasplante de un órgano proveniente de un paciente con la infección.

La mayoría de los pacientes acuden a las consultas por alteraciones gastrointestinales, alteraciones cutáneas, procesos febriles inespecíficos o alteraciones del laboratorio al hacerse una analítica de rutina.

La infección suele debutar de forma aguda con alteraciones gastrointestinales (dolor abdominal, diarrea, náuseas o vómitos), en forma de prurito en la puerta de entrada de la ascáride si la vía de entrada es la cutánea, o manifestaciones respiratorias como sibilancias o tos seca. Si la forma aguda ha pasado desapercibida para el paciente, tras un tiempo pueden presentarse síntomas constitucionales como fatiga o dolor articular generalizado acompañados de síntomas respiratorios y gastrointestinales más pronunciados.

Para llegar a un diagnóstico de certeza es necesario pensar en la posibilidad de esta infección en todo paciente que ha realizado un viaje a zonas de riesgo, o es inmigrante de zonas endémicas. En ocasiones el paciente no presenta sintomatología alguna, pero al realizar un análisis de rutina aparecen alteraciones propias de dicha infección. Las pruebas de laboratorio que se realizan son las que demuestran la existencia del organismo en esputo o heces fundamentalmente. Si el paciente tiene un área de la piel con infección, se puede sacar una muestra y observar si existen ascárides. En algunas ocasiones se pueden realizar técnicas más específicas como aspirados duodenales o biopsias del órgano afectado.

Las complicaciones de esta infección pueden llegar a ser muy importantes, produciendo artritis reactiva, malabsorción crónica, obstrucción duodenal, síndrome nefrótico o enfermedad diseminada. Esta última puede requerir ingreso en Unidad de Cuidados Intensivos por sepsis y deshidratación muy importante, insuficiencia respiratoria aguda o infección del sistema nervioso central (meningoencefalitis).

Dentro de las pruebas de laboratorio, la determinación de anticuerpos IgG contra Strongyloides nos puede ayudar en el diagnóstico, así como una eosinofilia y niveles de IgE elevados.

El tratamiento se basa en erradicar la infección. Se debe tratar a los pacientes con fármacos antihelmínticos. Como pilar fundamental del tratamiento se utiliza la ivermectina a 200 μg/kg en dosis única. En aquellos pacientes en los que no se pueda utilizar la ivermectina, otra opción de tratamiento es el albendazol, aunque el índice de curación es menor.

Malaria

La malaria es una de las enfermedades importadas que más se diagnostican en pacientes inmigrantes y viajeros procedentes de zonas endémicas. Es una patología capaz de producir infecciones graves que pueden comprometer la vida de los pacientes. La mayoría de estas infecciones vienen producidas por Plasmodium falciparum, seguido de P. ovale, P. vivax y P. malariae.

De igual manera que las anteriores infecciones, la mayoría de los casos provienen de América del Sur, África subsahariana y Asia central.

Gracias a la quimioprofilaxis previa antes de cualquier viaje a zona endémicas, la incidencia en viajeros ha bajado considerablemente, aunque sigue habiendo muchas infecciones en inmigrantes y viajeros si no se aseguran una protección adecuada.

Se estima que ha habido en 2021 más de 200 millones de casos de malaria alrededor del mundo, la mayoría de los cuales fueron diagnosticados en África.

La forma de presentación más frecuente en los viajeros que vienen de países endémicos o inmigrantes es una fiebre episódica sin otra clínica acompañante, las más de las veces debido a la ruptura de esquizontes sanguíneos. Los síntomas pueden aparecer hasta un mes después del retorno del país endémico. Además de fiebre en los estadios iniciales podemos observar sudoración profusa, escalofríos, náuseas, vómitos y diarrea, así como otros síntomas inespecíficos (artralgias, mialgias, cefalea). Si la forma de presentación es más grave, pueden observarse pacientes con diarrea sanguinolenta, dificultad respiratoria y afectación cerebral (convulsiones).

Se debe sospechar la infección por estos plasmodios si hay un antecedente de viaje a un país endémico junto con una clínica de fiebre episódica y otros síntomas añadidos. Para confirmar el diagnóstico de una manera rápida se puede hacer una microscopía de frotis en sangre o prueba de diagnóstico rápido. Dependiendo del lugar de procedencia, puede hacerse necesario la realización de otros métodos diagnósticos como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para confirmar la especie del plasmodio.

Como norma, los pacientes diagnosticados de malaria deben ser ingresados en un centro hospitalario con el objetivo de la eliminación de la parasitemia con fármacos antipalúdicos. Esto se debe a la posibilidad de un rápido empeoramiento de los pacientes y de desarrollar un paludismo grave.

Se distinguen dos tipos de tratamiento:

  • Tratamiento de malaria no grave: se prefieren pautas cortas de tratamiento con fármacos combinados. Para P. falciparum el tratamiento de primera elección es la cloroquina oral; como alternativa se puede utilizar la hidroxicloroquina. En niños o embarazadas se puede utilizar arteméter-lumefantrina. Como tratamientos alternativos para adultos o no embarazadas se pueden usar atovacuona-proguanil, sulfato de quinina más doxiciclina, tetraciclina o clindamicina o mefloquina. En caso de infección por P. ovale, P. vivax o P. malariae, se pueden utilizar los mismos fármacos antipalúdicos que se utilizan para P. falciparum.
  • Tratamiento de malaria grave: se basa en la corrección de las posibles complicaciones derivadas de la infección con trastornos hidroelectrolíticos, alteraciones neurológicas (convulsiones), control de funciones vitales y administración de medicación de forma intravenosa si se ve comprometida la vía aérea y digestiva.

Clásicamente, el tratamiento de elección ha sido la asociación de quinina y doxiciclina o clindamicina. Se ha observado a través de distintos ensayos clínicos que existe un mayor índice de curación si se utiliza el artesunato intravenoso (i.v.), que consigue niveles elevados del principio activo en sangre, lo cual reduce la carga parasitaria de una forma precoz. Este medicamento es considerado en España como medicación extranjera, por lo que se debe solicitar al distribuidor más cercano. Solo en el caso de que exista contraindicación para el artesunato i.v. se puede administrar quinina i.v. asociada a doxiciclina o clindamicina.

La profilaxis antipalúdica se basa en las medidas de efecto barrera para evitar el contacto con el mosquito (uso de repelentes, telas mosquiteras, etc.). Se debe avisar a las personas que viajen a zonas endémicas de que si presentan clínica compatible con malaria deben acudir a un centro médico para valoración. La profilaxis se debe comenzar un día antes si se utiliza proguanil, continuar durante toda la estancia en el país de destino y continuarla hasta 1 o 2 semanas después de regresar al país de origen. Otros fármacos que se utilizan en la profilaxis antipalúdica son la cloroquina, doxiciclina y mefloquina, con peores resultados y menor tolerancia por parte de los pacientes.

Enfermedades por arbovirus

Dengue

La incidencia de esta enfermedad ha aumentado debido a una mayor frecuencia de viajes a zonas endémicas, así como un mal control del vector de esta enfermedad (mosquitos Aedes). Los países que más incidencia tienen están localizados en el Sudeste asiático, África y Oriente medio.

Clásicamente se ha clasificado como un grupo de enfermedades causadas todas por el mismo virus (fiebre del dengue, fiebre hemorrágica del dengue y síndrome de shock por dengue). Esta infección está causada por el virus del dengue serotipos 1 a 4.

La presentación clínica más habitual se corresponde con una sintomatología inespecífica después de la picadura del mosquito. El periodo de incubación ronda entre 5 a 7 días. En el momento del debut clínico, el paciente presenta fiebre junto con otros datos clínicos de afectación general como artralgias y mialgias, cefalea, erupción cutánea, náuseas, vómitos y anorexia. ¬ Los pacientes pueden evolucionar hacia una curación completa, aunque también es posible sufrir un empeoramiento progresivo con aumento de dificultad respiratoria, dolor abdominal, sangrados de distinta etiología o incluso shock séptico.

Es muy importante en todos aquellos pacientes que lleguen de zonas endémicas y que presenten fiebre dentro de un periodo de dos semanas tras su llegada, hacer un diagnóstico diferencial de enfermedades importadas, y sobre todo pensar en una infección por el virus del dengue. En la exploración física es probable encontrar erupción cutánea con la prueba del torniquete positiva (aparecen nuevas petequias en zonas distales al torniquete). El diagnóstico microbiológico requiere de técnicas de laboratorio que demuestren la infección del virus del dengue. Estas pruebas son la PCR, antígeno viral o serología IgM (test de elección para la reactividad cruzada con otros Flavivirus). En pacientes con sintomatología grave hay que controlar el hemograma y la coagulación, así como la función renal y hepática para prevenir o manejar las posibles complicaciones derivadas de la infección.

A la hora de iniciar el tratamiento es muy importante reconocer la fase en la que se encuentra el paciente: febril, grave o de recuperación. En función del estado de los pacientes se aplicarán unos tratamientos determinados para mejorar los síntomas y evitar las hemorragias masivas que suelen ser la causa del rápido empeoramiento del cuadro clínico en los pacientes. Es importante no demorar el diagnóstico y tener especial atención a la aparición de síntomas sugerentes de hipovolemia o deshidratación (letargo, disminución del pulso, náuseas y vómitos, dolor abdominal o taquicardia).

El tratamiento sintomático se basa en la utilización de fármacos antipiréticos para controlar la fiebre, analgésicos para el dolor abdominal y una buena rehidratación con sueroterapia, si es necesario controlando la diuresis. En algunas ocasiones pueden llegar a ser necesarias las transfusiones de sangre, plaquetas o plasma fresco para la reposición hídrica.

Se han propuesto numerosos tratamientos como inmunoglobulinas intravenosas, pentoxifilina o cloroquina con relativamente buenos resultados. A través de los servicios de salud pública, se recomienda realizar fumigaciones con insecticida en las zonas donde habitan estos mosquitos para disminuir su capacidad de transmisión.

Fiebre de chikunguña

Se conocen cuatro genotipos del virus del chikunguña. La mayoría de los casos provienen de África oriental y occidental, América central, Asia Central-caribe. El vector principal es el mosquito Aedes, de igual manera que la fiebre por dengue. No es infrecuente observar en el mismo paciente coexistir ambas infecciones. Al igual que otras enfermedades importadas, la fiebre chikunguña supone un problema de salud pública porque la infección en regiones no endémicas subtropicales se puede establecer de novo gracias al viaje del mosquito junto con los pacientes en su vuelta al país de origen.

El cuadro clínico suele presentarse como un cuadro febril bifásico que se acompaña de síntomas sistémicos como cefalea, mialgias, artralgias, poliartritis y erupción cutánea. La característica que define a este cuadro es la afectación articular. Chikunguña significa “que se dobla”. A la semana del inicio de los síntomas aparece un cuadro poliarticular que afecta predominantemente a las articulaciones distales (muñecas, tobillos) y articulaciones pequeñas de miembros tanto superiores como inferiores y que puede llegar a ser incapacitante.

La evolución normal de la infección es hacia la curación. Sin embargo, un porcentaje de pacientes permanecen con sintomatología articular que puede durar meses. Hay factores de riesgo como la edad avanzada o afectación simétrica de las articulaciones que pueden alargar los síntomas de los pacientes infectados.

El diagnóstico se basa en el antecedente epidemiológico de viaje a países endémicos junto con una clínica sugerente. Los hallazgos de laboratorio suelen demostrar trombocitopenia, leucopenia y alteraciones de la función hepática. Para la confirmación del diagnóstico se debe realizar una serología mediante ELISA para la detección de anticuerpos IgM e IgG e identificación mediante PCR con transcriptasa inversa.

Al ser un problema de salud pública, se deben comunicar inmediatamente los casos de nueva aparición para actuar en consecuencia sobre el núcleo cercano al paciente. No hay tratamiento específico contra este virus ni vacuna disponible para prevenir la infección. Se hace necesario proteger a los individuos contra la picadura del vector a través de fumigaciones de los hábitats del mosquito. El uso de repelentes contra los mosquitos está indicado, así como llevar ropa de manga larga para evitar la picadura.

En aquellos casos en haya concurrencia de varias infecciones a la vez (virus chikunguña, virus Zika y virus del dengue) se debe procurar en todo momento la estabilización hemodinámica del paciente, así como la observación y control de las posibles complicaciones asociadas a la infección por este virus.

Virus zika

Al igual que el virus del dengue y virus del chikunguña, el virus del Zika pertenece al grupo de los Arbovirus del género Flavivirus. Se transmite también por la picadura del mosquito Aedes. Fue descubierto en humanos por primera vez en 1952. Los casos más frecuentes se encuentran en zonas endémicas de América Central y del Sur y África subsahariana.

La forma de presentación es muy inespecífica y puede pasar desapercibida. Al inicio suele ser indistinguible de otras infecciones causadas por Arbovirus. Los pacientes presentan fiebre con síntomas generales inespecíficos (cefalea, artralgias, mialgias, cefalea y síntomas gastrointestinales). La aparición de exantemas pruriginosos generalizados y de afectación articular en ocasiones remeda un cuadro de infección por chikunguña.

El diagnóstico se basa en el antecedente epidemiológico, clínica compatible y detección del virus a través de reacción en cadena de polimerasa por transcriptasa inversa y anticuerpos IgM.

No existen un tratamiento antiviral específico para la infección por Zika. El manejo es exclusivamente de control de síntomas a través de medicación antipirética y analgésica, control hidroelectrolítico con reposición de fluidos y prevención de las posibles complicaciones.

De igual manera que con los anteriores virus, la manera más eficaz de controlar la dispersión de la enfermedad es actuando sobre el hábitat del mosquito utilizando insecticidas en los lugares de alta concentración, uso de repelentes y ropa adecuada (manga larga) para evitar picaduras.

Conclusiones

Debido a la facilidad de la población para trasladarse de un continente a otro, las enfermedades importadas cada vez tienen una incidencia mayor, por este motivo el control de estas enfermedades debe ser una prioridad para todos los países.

Tras un viaje a país endémico, los motivos de consulta más observados en las consultas fueron alteraciones gastrointestinales, episodios febriles, patología respiratoria o alteraciones cutáneas.

La enfermedad de Chagas es una zoonosis con alta prevalencia en España, que suele dar una clínica muy inespecífica y que se debe sospechar ante cualquier persona que venga de un país endémico. El tratamiento se basa en la utilización de fármacos antiparasitarios.

La tuberculosis es una enfermedad que está muy controlada en países del primer mundo, pero en zonas endémicas sigue siendo un problema de salud pública. Ante todo paciente que regrese de un país con alta incidencia o sea un inmigrante y que presente clínica respiratoria sospechosa, se debe hacer una prueba de tuberculina y una radiografía de tórax para descartar el diagnóstico de enfermedad tuberculosa.

El tratamiento de la tuberculosis se basa en la combinación de cuatro fármacos (isoniacida, pirazinamida, rifampicina y etambutol) durante 6 meses.

La quimioprofilaxis tuberculosa está indicada en aquellos pacientes con infección tuberculosa latente y que no hayan desarrollado la enfermedad.

La malaria es una de las enfermedades importadas que más se diagnostican en pacientes inmigrantes y viajeros a zonas endémicas. Se debe actuar de una manera rápida ya que puede evolucionar a formas graves en muy poco tiempo. El tratamiento se basa en la corrección hidroelectrolítica, junto con la administración de mediación antipalúdica.

El uso de fármacos antipalúdicos antes de un viaje a zonas endémicas es uno de los pilares básicos para el control de propagación de la malaria.

Las infecciones por arbovirus son cada vez más frecuentes en nuestro medio, pueden concurrir varias infecciones a la vez en un mismo individuo, ya que el vector es el mismo para muchas de ellas. La clínica es muy inespecífica y se debe sospechar en pacientes que regresan de países endémicos. El tratamiento se basa en el control de síntomas y evitar las picaduras de mosquitos a través de medios físicos y químicos.

Medicamentos con nuevos principios activos o biosimilares

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Valoración de la innovación terapéutica en PAM

Es importante indicar que se valora el grado de innovación. Todos los medicamentos, sean innovadores o no, tienen utilidad terapéutica, en tanto que su autorización por las autoridades sanitarias implica que han demostrado rigurosamente su eficacia, su seguridad, su calidad y las condiciones de uso (incluyendo la información contenida en la ficha técnica – sumario de características – y en el prospecto del medicamento). Por tanto, la valoración que se hace se refiere a la incorporación, en el grado que se determine, de algún elemento innovador con respecto a otros medicamentos autorizados previamente para iguales o similares indicaciones terapéuticas o, en su caso, cubriendo la ausencia de éstas.

Asimismo, debe considerarse que ésta es una evaluación que se practica coincidiendo con la comercialización inicial del medicamento. Se trata, por consiguiente, de una valoración provisional de la innovación realizada en función de la evidencia clínica disponible hasta el momento, lo que no prejuzga, en ningún caso, la disponibilidad posterior de nuevas evidencias científicas (de eficacia o de seguridad) en la indicación autorizada o el potencial desarrollo y autorización, en su caso, de nuevas indicaciones terapéuticas o la imposición de restricciones de uso en las anteriores.

Se consideran tres posibles niveles, adjudicados en función de la relevancia de la(s) innovación(es) presentes en el nuevo medicamento, siempre en relación al arsenal terapéutico disponible clínicamente en España en el momento de la comercialización:

  • SIN INNOVACIÓN (*). No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.
  • INNOVACIÓN MODERADA (**). Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar.
  • INNOVACIÓN IMPORTANTE (***). Aportación sustancial a la terapéutica estándar.

Se distinguen dos niveles de evidencia científica para los aspectos innovadores de los nuevos medicamentos:

  • Evidencia clínica: mediante estudios controlados, específicamente diseñados y desarrollados para demostrar la eficacia y la seguridad del nuevo medicamento, con demostración fehaciente de lo que puede ser un avance o mejora sobre la terapia estándar hasta ese momento, en el que caso de que exista.
  • Plausibilidad científica (potencialidad): existencia de aspectos en el medicamento que teórica y racionalmente podrían mejorar la terapéutica actual, pero que no han sido adecuadamente demostrados mediante ensayos clínicos, bien por motivos éticos o bien por imposibilidad de realización en el momento de la comercialización del nuevo medicamento: perfil de interacciones, mecanismos nuevos que permiten nuevas vías terapéuticas, nuevos perfiles bioquímicos frente a mecanismos de resistencia microbiana, posibilidad de combinar con otros medicamentos para la misma indicación terapéutica, efectos sobre el cumplimiento terapéutico (por mejoras en la vía, número de administraciones diarias, etc.), mejora de la eficiencia económica, etc.

El rigor de los datos contrastados mediante ensayos clínicos controlados (evidencia clínica) es determinante en la valoración de la innovación, mientras que las potencialidades solo pueden ser valoradas accesoriamente, como aspectos complementarios de esta valoración. En ningún caso, un medicamento es valorado con un nivel de innovación importante en función de sus ventajas potenciales, si no aporta otras ventajas demostradas clínicamente. Se analizan cinco aspectos de la innovación: clínica, molecular, toxicológica, físico-química y económico-tecnológica. Como ya se ha indicado, la fundamental y determinante es la novedad clínica.