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Primeros resultados de la vacuna de una dosis de Johnson & Johnson

El laboratorio Johnson & Johnson ha anunciado que una dosis de su vacuna –basada en un vector viral no replicativo derivado de adenovirus humano tipo 26– podría tener una eficacia del 66% para reducir los casos de enfermedad moderada-grave, y lo que es más interesante, sin diferencias en base a la edad. Dicha eficacia se midió pasados 28 días de recibir la dosis y varió según el área geográfica donde se llevó a cabo el estudio, de forma que llegó al 72% en Estados Unidos, al 66% en países hispanoamericanos y al 57% en Sudáfrica. Parece que para evitar los casos de enfermedad grave la eficacia de la vacuna es del 85%. Aunque es cierto que la eficacia de las vacunas de ARN mensajero es superior, esta vacuna aporta la ventaja de tener una pauta de una única dosis y de condiciones de conservación mucho menos delicadas (sería estable al menos 3 meses a condiciones normales de refrigeración de 2-8ºC).

Los datos obtenidos proceden de un estudio de fase 3 de 44.325 voluntarios en los que se registraron 468 casos sintomáticos de COVID-19. En cuanto a las reacciones adversas, lo más remarcable fue la fiebre que apareció en el 9% de vacunados. La FDA podría autorizar su uso en condiciones de emergencia en el mes de febrero y, en tal caso, J&J podría suministrar dosis inmediatamente después de la aprobación. Según varios expertos, la eficacia podría aumentar con un régimen de dos dosis y, a ese respecto, la compañía está ensayando un esquema de dos dosis de vacuna en 30.000 voluntarios que reciben las dos dosis con un intervalo de 57 días. Se esperan resultados para el próximo verano-otoño.

Previamente, se habían publicado los resultados de un estudio de fase 1/2 con este candidato vacunal (Sadoff et al., 2021), en el que la administración de una dosis de la vacuna indujo, a los 57 días, títulos de anticuerpos neutralizantes considerados eficaces en el 100% sujetos sanos de 18-55 años que la recibieron (N= 805), con independencia de la edad o la cantidad de dosificada. Esos títulos de anticuerpos se mantenían estables al menos hasta el día 71 y se veían incrementados notablemente (multiplicación por 2,6-2,9 veces) en quienes recibían una segunda dosis. La respuesta robusta de células T CD4+ (sobre todo Th1) se detectó tras 14 días desde la primera dosis en el 60-83% de los participantes. En términos de seguridad, la vacuna parecía bien tolerada, siendo los eventos adversos reportados con mayor frecuencia: fatiga, cefalea, mialgia y dolor en el sitio de inyección; el evento adverso sistémico más frecuente era la fiebre, y la reactogenicidad de la vacuna era menor tras la segunda dosis.

  • Johnson & Johnson. Johnson & Johnson Announces Single-Shot Janssen COVID-19 Vaccine Candidate Met Primary Endpoints in Interim Analysis of its Phase 3 ENSEMBLE. 2021. Nota de prensa disponible en: https://www.jnj.com/johnson-johnson-announces-single-shot-janssen-covid-19-vaccine-candidate-met-primary-endpoints-in-interim-analysis-of-its-phase-3-ensemble-trial (consultada el 31 de enero de 2021).
  • Sadoff J, Le Gars M, Shukarev G, Heerwegh D, Truyers C, de Groot AM et al. Interim Results of a Phase 1-2a Trial of Ad26.COV2.S Covid-19 Vaccine. N Engl J Med. 2021; NEJMoa2034201. DOI: 10.1056/NEJMoa2034201.

Resultados preliminares prometedores de la vacuna de Novavax

La farmacéutica Novavax ha anunciado que su vacuna frente al SARS-CoV-2 ha alcanzado en la fase III de los ensayos clínicos una eficacia preliminar del 89,3% en 15.000 voluntarios del Reino Unido. El esquema de vacunación consistió en dos dosis. Se reclutaron participantes de entre 18 y 84 años, un 27% de los cuales fueron mayores de 65 años. La identificación de los casos se llevó a cabo a través de una confirmación por PCR en pacientes con síntomas de COVID-19 a partir de los 7 días de la administración de la segunda dosis. Dentro de este resultado inicial, es interesante destacar que parece que la eficacia de la vacuna demostró ser de un 95,6% frente a las variantes de SARS-CoV-2 “originales”, pero también de un 85,6% de eficacia para prevenir COVID-19 por la nueva variante inglesa (VUI 202012/01).

La vacuna está constituida por fragmentos purificados de la glicoproteína S producida en células de insecto y un adyuvante al que han registrado como Matrix-M® a base de saponinas.

Para afirmaciones más concluyentes, habremos de esperar a los resultados del gran ensayo en Fase III que se está llevando a cabo actualmente en los Estados Unidos llamado PREVENT-19, donde se medirá principalmente tanto la eficacia para prevenir la infección sintomática, como la capacidad de la vacuna para evitar los casos moderados y graves. En cualquier caso.

Plitidepsina en la lucha contra la COVID-19, ¿en qué punto se encuentra?

Largo y tendido se ha hablado en las últimas semanas sobre el potencial en el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2 del fármaco plitidepsina (Aplidin®), el cual, recordemos, es un antitumoral extraído de la ascidia marina Aplidium albicans por ahora solo autorizado en Australia para el tratamiento del mieloma múltiple en recaída y refractario; su solicitud de autorización en Europa fue inicialmente rechazada por la EMA (European Medicines Agency) en 2017. En el número 438 de Panorama Actual del Medicamento ya se aludía a los resultados preliminares1 que divulgó la compañía comercializadora en relación a un ensayo clínico aleatorizado y abierto de fase 1 (APLICOV-PC2), que incluyó a 46 pacientes adultos con COVID-19 moderada-grave que requerían ingreso hospitalario, y en el cual el fármaco alcanzó el objetivo primario de seguridad y secundario de eficacia. Según esos datos, provisionales y aún no “validados” para su publicación en revistas científicas, un tratamiento de 3 días consecutivos con plitidepsina redujo notablemente la carga viral de los pacientes –en un 50% de media al día 7 posterior al tratamiento y en un 70% al día 15–, lo cual se correlacionó significativamente con la mejoría clínica (el 81% de los pacientes fueron dados de alta en los primeros 15 días), la resolución de neumonía y la reducción de marcadores de inflamación.

Por tanto, ¿qué hay de nuevo ahora? Se ha publicado recientemente un artículo relativo a un estudio in vivo que ha probado que, en dos modelos de ratón con infección de SARS-CoV-2, un tratamiento profiláctico con distintas dosis de plitidepsina (0,3-1 mg/kg, administradas durante un máximo de 3 días, y hasta 2 h antes de la infección con el virus) es altamente eficaz para inducir una mayor reducción –en dos órdenes de magnitud– de la replicación viral en los pulmones (disminución de hasta el 99% en las cargas virales) y de la inflamación peribronquiolar que el antiviral ya autorizado remdesivir. Ensayos previos in vitro demostraron que plitidepsina presenta una interesante actividad antiviral en la línea celular humana hACE2-293T (IC90= 0,88 nM), casi 28 veces más potente que remdesivir, confirmada por la capacidad de inhibición de la replicación del SARS-CoV-2 en un modelo de pneumocitos humanos (IC90= 3,14 nM), mostrando, además, una limitada toxicidad celular. Otros hallazgos del estudio sugieren que el efecto antiviral es probablemente debido a su actividad inhibitoria sobre la traducción proteica en el citoplasma (de la proteína N viral), y concretamente, a través de la inhibición de la diana enzimática eEF1A (factor de elongación 1-α1) implicada en el proceso. Esos hallazgos sugieren que, al no “atacar” directamente al virus, la eficacia antiviral de plitidepsina podría no verse afectada por la aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2 y tener efectos sinérgicos con remdesivir, ya que ambos actúan sobre diferentes dianas.

En cualquier caso, son solo resultados pre-clínicos que apuntan a que plitidepsina es un candidato prometedor frente a la COVID-19, y que respaldan la priorización de futuros estudios clínicos. Pero, efectivamente, aún habrá que esperar a la evidencia derivada de esos ensayos en fases clínicas avanzadas (2/3) –que la compañía pretende iniciar de forma inminente– antes de poder concluir sobre su eficacia frente la COVID-19. Sobre todo, teniendo en cuenta que los antivirales son, a priori, más eficaces en las fases iniciales de la infección en las que hay replicación viral intensa, y pueden perder su eficacia en fases posteriores cuando ya hay inflamación generalizada. La seguridad de plitidepsina sí parece mejor caracterizada, incluso a dosis mayores, en base a los estudios previos en pacientes oncológicos.

En un estadio similar de la investigación (ensayos clínicos de fase 2 ya iniciados) se encuentra molnupinavir, un antiviral análogo de nucleósidos de administración por vía oral que fue inicialmente estudiado por investigadores de la Universidad de Georgia (EE.UU.) y que demostró un interesante efecto inhibidor de la replicación de virus influenza. Recientemente se han divulgado los resultados de experimentos con hurones (modelo de transmisión viral con escasos signos clínicos, similar a lo que ocurre con adultos jóvenes), en los que la administración terapéutica del fármaco dos veces al día reducía significativamente, desde las primeras 24 h, la carga del SARS-CoV-2 en el tracto respiratorio superior y suprimía completamente la transmisión viral a otros animales expuestos no tratados. Otro fármaco prometedor para frenar la cadena de transmisión comunitaria del que habrá que esperar resultados clínicos sólidos.

Nuevos medicamentos de terapias avanzadas

Los medicamentos de terapia avanzada (MTA o Advanced Therapy Medicinal Products, ATMP) ofrecen nuevos e innovadores tratamientos para las enfermedades. Están basados en la terapia génica, la terapia celular somática o la ingeniería tisular. El marco legal para las ATMP en la Unión Europea está establecido en la Regulation (EC) No 1394/2007 on advanced therapy medicinal products que asegura el libre movimiento de estas medicinas dentro de la Unión Europea y el acceso a los mercados. La regulación (EC) nº 1394/2007 también establece el nuevo Comité en Terapias avanzadas (CAT) cuya responsabilidad fundamental consiste en preparar un proyecto de opinión sobre cada nueva solicitud de medicamento de terapia avanzada planteada a la Agencia Europea de Medicamentos, antes de que el Comité de Medicamentos de Uso Humano (CHMP, Committee for Medicinal Products for Human Use) de la misma adopte una opinión definitiva sobre la concesión, modificación, suspensión o revocación de una autorización de comercialización para el medicamento en cuestión.

  Continuación de la tabla aquí
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Algunas consultas frecuentes acerca de la indicación de la vacunación con vacunas ARN mensajero

No son pocas las inquietudes que los pacientes transmiten a los profesionales sanitarios –y, en particular, a los farmacéuticos– acerca de si podrán o no recibir con seguridad la vacuna cuando les toque en función de sus condiciones de salud. Se repasan aquí las consultas más frecuentes, con propuestas de respuestas basadas en la evidencia actual, las instrucciones de la administración y la propia naturaleza de las vacunas de ARNmensajero.

Fiebre alta o enfermedad aguda. Se recomienda posponer la vacunación (como en el resto de vacunas) hasta que el paciente esté recuperado. Tener síntomas menores sin fiebre ni malestar general no contraindica la vacunación.

¿Puede vacunarse la embarazada? En general, a fecha de la publicación de este artículo, no. Aunque podemos deducir que la vacunación en embarazo será segura por la propia naturaleza de las vacunas, al no tratarse de virus atenuados, en ciencia hasta que no haya estudios que lo demuestren, no podemos afirmar que las vacunas son eficaces y seguras en este grupo poblacional. Por cuestiones éticas, como se ha referido en la introducción del primer artículo, hasta que no se demuestra la seguridad en adultos, no se comienza a estudiar las vacunas en niños y embarazadas. Posiblemente a lo largo de este año obtendremos los resultados de los estudios que están en marcha o a punto de comenzar. Por precaución, en aquellas mujeres que planean quedarse embarazadas, se recomienda evitar el embarazo en las dos semanas siguientes de cualquiera de las dosis.

¿Pueden vacunarse los niños? A fecha de este artículo, no, por los motivos antes mencionados. En enero de 2021 comenzaron los estudios en niños de los que se espera que pronto arrojen resultados de eficacia y seguridad en este grupo poblacional.

¿Y una mujer durante la lactancia? Aunque tampoco hay datos clínicos suficientes de este grupo, sí que se recomienda la vacunación en madres lactantes y que la madre continúe dando el pecho con total normalidad. Una madre que amamanta y que forma parte de un grupo en el que se recomienda la vacunación por su alta exposición (por ejemplo, profesionales sanitarias) o que tenga un alto riesgo de complicaciones por COVID-19, actualmente puede recibir la vacunación, y no sería razonable interrumpir la lactancia materna por la vacunación, ya que los beneficios esperados en el bebé son mayores que los riesgos de suspenderla o de la propia vacunación de la madre.

¿Puede vacunarse un alérgico? Se debe actuar con precaución ante la vacunación de aquellas personas con alguno de estos antecedentes: alergia grave (anafilaxia) de cualquier origen o reacción alérgica inmediata a cualquier otra vacuna o terapia administrada por vía intramuscular. Para estos pacientes, se debe realizar una observación posterior de 30 minutos tras la inyección (frente a los 15 min considerados el estándar en la población general). No constituyen precauciones para recibir la vacuna, sin embargo, las alergias a animales, alimentos, insectos, látex u otras alergias no relacionadas con vacunas o medicación, ni tampoco el hecho de tener familiares con historia de anafilaxia o de haber padecido cualquier otro cuadro de anafilaxia no relacionado con vacunas o con fármacos inyectables. En cualquiera de estos casos, como precaución, también se recomienda la observación pos-inyección durante 30 minutos. No hay que separar la inmunoterapia con alérgenos empleada en pacientes y la vacunación frente a COVID-19.

¿Pueden vacunarse los inmunodeprimidos? Deben vacunarse. Las personas inmunodeprimidas (incluyendo VIH, independientemente del recuento de CD4+) o en tratamiento inmunosupresor (incluyendo los corticoides que pueden utilizarse en el tratamiento de la COVID-19) pueden tener un riesgo aumentado de padecer COVID-19 grave y, aunque no hay datos definitivos sobre la seguridad y eficacia de la vacuna en esas personas, si están incluidos en los grupos de priorización, se deben vacunar frente a COVID-19 a menos que esté contraindicada. Las vacunas frente a COVID-19 aprobadas hasta ahora son vacunas adecuadas para su administración en pacientes inmunodeprimidos.

Pacientes con cáncer. Deben vacunarse también, por los mismos motivos que en pacientes inmunodeprimidos. No debe modificarse la pauta de quimioterapia a causa de la vacunación. No existe evidencia para recomendar un momento especial para la vacunación en el contexto de la quimioterapia, pero sería razonable administrar la vacuna en un punto medio del intervalo entre dosis o ciclos de aquellos medicamentos que puedan disminuir el desarrollo de la respuesta inmune.

Pacientes con problemas de coagulación o en tratamiento con anticoagulantes: No son contraindicación para la vacunación1. Tan solo habría que tener en cuenta la medicación que toma el paciente: a) los pacientes que consumen antagonistas de la vitamina K – acenocumarol o warfarina– han de tener su INR controlado (dentro de rango), no debiendo suspender el tratamiento previo a la administración de la vacuna; y b) para los pacientes que siguen tratamiento con anticoagulantes orales de acción directa (ACOD) –como dabigatrán, rivaroxabán, apixabán o edoxabán, o heparinas de bajo peso molecular (HBPM) –, se aconseja separar la vacunación todo lo posible de la última dosis del tratamiento, dado que el pico máximo de concentración de estos oscila entre 1 y 4 h tras la toma, no siendo preciso suspender el mismo.

Se debe informar al paciente sobre el riesgo de aparición de un hematoma en la zona de la inyección. Aquellos que reciben medicación para su enfermedad, por ejemplo, en personas con hemofilia, se recomienda la administración de la medicación antes de la vacunación.

Pacientes que han padecido
COVID-19: Deben vacunarse. 
No se conoce la duración de la inmunidad protectora frente al virus después de la infección natural, pero sí es esperable que la vacunación de estas personas refuerce esta inmunidad protectora y su duración. Si existen pocas vacunas, se podría valorar el demorar la vacunación en estos pacientes hasta que hayan pasado 6 meses desde el diagnóstico, pero es importante recalcar que esta medida es solo por priorizar a personas más susceptibles, no porque el vacunar a una persona que haya padecido COVID-19 recientemente sea perjudicial.  Si el paciente tiene COVID-19 activo en general no se indica su vacunación hasta que no esté recuperado y haya terminado el periodo de aislamiento. En parte, se trata de evitar que nuevos datos clínicos o una progresión de la enfermedad pudieran ser atribuidos erróneamente a la vacunación. Aquellos casos en que el diagnóstico se produzca entre la primera y la segunda dosis de vacunación, recibirán la segunda dosis según el intervalo establecido para esa persona concreta, siempre que haya terminado el periodo de aislamiento oportuno.

Las contraindicaciones absolutas de la vacuna son: haber padecido una reacción anafiláctica a una dosis anterior a cualquiera de las dos vacunas (Comirnaty o COVID-19 Vaccine Moderna) o bien a alguno de los componentes de la misma (polietilenglicol o polisorbato, por ejemplo).

Datos de seguridad y eficacia de las tres primeras vacunas utilizadas en España contra el SARS-CoV-2

El día 21 de diciembre de 2020, la Comisión Europea autorizó la vacuna Comirnaty®, de BioNTech y Pfizer, tras la opinión positiva del Comité de Medicamentos de Uso Humano (CHMP) de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) emitida ese mismo día. Tras su autorización, la compañía Pfizer acordó la distribución de esta vacuna con la Comisión Europea, y se comenzó a vacunar entre los días 27 y 29 de diciembre en todos los países de la Unión Europea (UE). España comenzó la vacunación el mismo domingo 27 de diciembre. Además, el día 6 de enero de 2021, la Comisión Europea autorizó la vacuna de ARNm de Moderna, de nuevo tras la opinión positiva de la EMA, con la disponibilidad consiguiente de las primeras dosis en ese mismo mes. Finalmente, el 29 de enero, se ha autorizado en la UE la tercera vacuna, la desarrollada conjuntamente por la compañía AstraZeneca y la Universidad de Oxford.

Cabe destacar que los estudios clínicos realizados no están diseñados para evaluar el papel de la inmunidad generada por la vacunación en la transmisión, por lo que, a pesar de que algunas vacunas pudieran inducir inmunidad esterilizante, permanece la incertidumbre sobre si las personas vacunadas dejan de transmitir el virus. Harán falta más estudios y observar cómo se comporta el virus en la población vacunada para obtener más luz a este respecto.

Asimismo, a fecha de la publicación de este artículo, no existen datos de inmunogenicidad en algunos grupos de población (embarazadas, niños, inmunodeprimidos), si bien esta es la situación habitual cuando se han autorizado otras vacunas, ya que la experimentación clínica en este tipo de población se inicia cuando la eficacia y seguridad de la vacuna se ha confirmado en otros grupos.

Vacuna Comirnaty® (Pfizer/BioNTech)

Se trata de una vacuna de ARN mensajero con nucleósidos modificados formulado en nanopartículas lipídicas, que posibilitan la entrada del ARN no replicante a las células huésped para dirigir la expresión transitoria del antígeno S del SARS-CoV-2. El ARNm codifica la proteína S anclada a la membrana. La vacuna genera respuestas tanto de anticuerpos neutralizantes como de inmunidad celular contra el antígeno de la espícula (S), que confiere la protección frente a COVID-19.

En el estudio para confirmar la seguridad y eficacia participaron 44.000 personas. Se procedió a una estratificación por edad: de 12 a 15 años, de 16 a 55 años y de 56 años y mayores, con un mínimo del 40% de participantes en el grupo ≥56 años (21,4% mayor de 65 años). La población para el análisis del criterio principal de valoración de la eficacia incluyó a 36.621 participantes de 12 años de edad y mayores, 134 participantes tenían entre 16 y 17 años de y 8 1.616 participantes tenían 75 años o más. En el estudio se excluyó a los participantes inmunodeprimidos y a aquellos que habían sido diagnosticados de COVID-19 con anterioridad. Se incluyó a participantes con enfermedades crónicas estables (20,3%). Los participantes recibieron 2 dosis de la vacuna o del placebo separadas por 21 días.

La eficacia de la vacuna se midió comparando los casos de COVID-19 sintomáticos de ambos grupos. Se determinó que la eficacia de la vacuna fue de un 94,6% (un 52% después de la primera dosis). Además, los análisis de subgrupos del criterio principal de valoración de la eficacia mostraron estimaciones puntuales de la eficacia similares entre sexos, grupos étnicos comorbilidades (por ejemplo, asma, índice de masa corporal ≥ 30 kg/m2, enfermedad pulmonar crónica, diabetes mellitus, hipertensión).

La seguridad se evaluó en participantes de 16 años de edad y mayores en dos estudios clínicos en los que se incluyeron a 21.744 participantes que habían recibido al menos una dosis. Las reacciones adversas más frecuentes fueron dolor en el lugar de inyección (> 80 %), fatiga (> 60 %), cefalea (> 50 %), mialgia y escalofríos (> 30 %), artralgia (> 20 %) y fiebre e hinchazón en el lugar de inyección (> 10 %), y generalmente fueron de intensidad leve o moderada y se resolvieron en un plazo de pocos días después de la vacunación. Una edad mayor se asoció a una frecuencia ligeramente menor de acontecimientos adversos.

Finalmente, se ha probado (Muik et al., 2021) que esta vacuna induce actividad neutralizante también frente a la variante del SARS-CoV-2 surgida en Reino Unido (llamada B.1.1.7 o VOC 202012/01), y de la que se ha sugerido que se transmite más rápida y eficientemente. A pesar de las mutaciones que representan cambios de 10 aminoácidos en la proteína S (en comparación con las secuencias “clásicas” del virus), los autores probaron mediante experimentos in vitro que el suero inmune de hasta 40 participantes vacunados en los ensayos clínicos conservaba una capacidad neutralizante elevada frente a dicha variante, lo cual indica que no escaparía de la eficacia protectora de la vacuna; esto aún debe confirmarse con datos clínicos específicos.

Vacuna COVID-19 Vaccine Moderna® (Moderna)

Igual que en el caso anterior, la vacuna mRNA-1273 es una vacuna basada en ARN mensajero que codifica la proteína S y que va encapsulada en un vehículo lipídico.

En un artículo publicado en la revista The New England Journal of Medicine (Baden et al., 2021) se reporta el análisis de eficacia y seguridad de la vacuna tras concluir los ensayos en fase III llevados a cabo en 30.420 pacientes de 99 centros de los Estado Unidos. Los análisis se llevaron a cabo entre el 27 de julio y el 23 de octubre de 2020. El proceso de selección tuvo en cuenta la diversidad racial y étnica americana. De esta forma, se asignaron los estratos basándose en los siguientes grupos: pacientes de 65 años o mayores, menores de 65 años con riesgo aumentado de COVID-19 severo y menores de 65 años sin riesgo de COVID-19. La categorización de los menores de 65 años con riesgo aumentado se basó en uno de los siguientes factores (inspirados en los criterios del CDC, Center for Disease Control): enfermedad pulmonar crónica (enfisema, bronquitis crónica, fibrosis pulmonar idiopática, fibrosis quística o asma moderado o severo), enfermedad cardiaca (insuficiencia cardiaca, enfermedad congénita de las arterias coronarias, cardiomiopatías o hipertensión pulmonar), obesidad severa (IMC ≥ 40 kg/m2), diabetes, enfermedad hepática o infección por VIH.

Se administraron dos dosis de 100 mcg cada una, separadas 28 días en pacientes que no habían padecido COVID-19. Se midió el número de personas a las que se diagnosticó la enfermedad al menos 14 días después de la primera dosis. Al grupo placebo se les administró suero salino. Los síntomas que se buscaron para el diagnóstico posterior de COVID-19 fueron fiebre ≥ 38ºC, escalofríos, dolor muscular, dolor de cabeza, dolor de garganta y pérdida del gusto o del olfato. También se tuvo en cuenta a aquellos que sufrieron algún síntoma respiratorio (tos, dificultad respiratoria o neumonía a través de una radiografía). Para la confirmación de los diagnósticos se utilizaron técnicas PCR y test de anticuerpos; estos últimos también se utilizaron antes de cada inyección.

En la determinación de la eficacia de la vacuna, además de detectar los síntomas que ya hemos mencionado en los grupos antes citados, se estudió la capacidad de la vacuna en la prevención de COVID-19 severo, entendiendo como tal tener 30 o más respiraciones por minuto, más de 125 pulsaciones por minuto, saturación de oxígeno inferior al 93%, fallo respiratorio, síndrome de distrés respiratorio, shock, fallo renal o hepático agudo clínicamente significativo, disfunción neurológica, ingreso en UCI o muerte. Se diagnosticaron 185 casos de COVID-19 sintomáticos en el grupo placebo y 11 en el de los vacunados, lo que determinó una eficacia vacunal del 94,1%. En el grupo de 65 años o más, la eficacia fue del 86,4%, de un 95,6 % en el grupo de menores de 65 sanos, y entre aquellos con condiciones de alto riesgo fue del 94,4%. Asimismo, se diagnosticaron 30 casos de COVID-19 severos (con uno de esos casos con resultado de muerte), y todos ellos en el brazo placebo.

Con respecto a la seguridad, se monitorizaron reacciones adversas locales y sistémicas en los 7 días siguientes a la inyección. También se estudiaron otras reacciones adversas inesperadas durante 28 días después de cada dosis y reacciones adversas serias o que precisaron atención médica desde el primer día hasta el día 759. Las reacciones adversas de carácter moderado y transitorio ocurrieron más frecuentemente en el grupo vacunado (84,2% frente a 19,8% en la primera dosis y 88,6% frente a 18,8% en la segunda dosis), mientras que la incidencia de las reacciones adversas severas fue rara y similar en los dos grupos. Las reacciones adversas más frecuentes fueron el dolor en el lugar de inyección (92%), sensación de cansancio (70%), cefalea (64%), mialgias (61), artralgias (41%), escalofríos (45 %, náuseas y vómitos (23%), adenopatías axilares (19%), fiebre (15%), inflamación (14%) y enrojecimiento (10%) en el lugar de inyección, siendo mayoritariamente de intensidad leve o moderada y despareciendo en pocos días tras la vacunación. Estas reacciones son más frecuentes tras la segunda dosis y su frecuencia disminuye con la edad.

Por último, se debe citar que la compañía comercializadora ha anunciado1 recientemente que, mediante un estudio in vitro de neutralización con sueros de individuos vacunados, se ha demostrado que esta vacuna mantiene la actividad neutralizante frente a las variantes emergentes del SARS-CoV-2 identificadas por primera vez en Reino Unido (B.1.1.7) y Sudáfrica (B.1.351). Así, no se hallaron diferencias en los títulos de anticuerpos neutralizantes frente a la variante B.1.1.7 en comparación con los detectados frente a otras variantes previas. A pesar de que se observó una reducción –de 6 veces– de los títulos frente a la variante B.1.351, los niveles de neutralización se mantenían por encima de aquellos que se espera que sean protectores. Estos resultados son aún preliminares y serán remitidos para su publicación tras revisión por pares en una revista científica.

Vacuna de Vaxzevria® (AstraZeneca)

Su nombre es ChAdOx1 nCOV-19 (AZD1222), que procede de las palabras Chimpancé, Adenovirus y Oxford, ya que se trata de una vacuna basada en adenovirus no replicante de chimpancé que vehiculiza los genes (ADN) que codifican la famosa proteína S. Esta vacuna es clave porque su estabilidad (se conserva en nevera entre 2 y 8ºC) aporta una ventaja a la hora de su distribución global.

Recientemente se han publicado los resultados preliminares de eficacia y seguridad de los ensayos clínicos de esta vacuna en la revista The Lancet (Voysey et al., 2021a). El análisis incluye datos de los distintos ensayos controlados, randomizados y doble ciego llevados a cabo en Reino Unido, Brasil y Sudáfrica. Se reclutaron 23.848 pacientes entre el 23 de abril y el 4 de noviembre de 2020. En las fases 1 y 2 de los ensayos clínicos el estudio se llevó a cabo con pacientes sanos entre 18 y 55 años, pero en esta tercera fase, se incluyeron personas mayores (un 12,2%), trabajadores expuestos con alto riesgo de contagio y un 39,3% eran pacientes con comorbilidades (enfermedad cardiovascular, enfermedades respiratorias y diabetes). A los pacientes pertenecientes al grupo vacunado con ChAdOx1 nCOV-19 se les administraron dos dosis de 5×1010 partículas virales (con no menos de 2,5×108 unidades infecciosas), mientras que los del grupo control recibieron la vacuna antimeningocócica ACWY o bien suero salino. Las dosis se administraron separadas entre 3 y 23 semanas, aunque el 86,1% de los participantes recibieron la segunda dosis entre las 4 y las 12 semanas.

El análisis intermedio de la eficacia de la vacuna se hizo con datos de 11.636 participantes a través de la detección de pacientes que mostraron COVID-19 sintomático después de los 15 días de la administración de la segunda dosis, comparativamente con el brazo control. La eficacia de la vacuna en los participantes que recibieron dos dosis fue del 62,6%. En pacientes que recibieron media dosis seguida de una dosis completa, la eficacia alcanzó el 90%, siendo la eficacia global de la vacunación del 70,4%. Tras ≥ 21 días desde la primera dosis, se detectaron 10 casos de pacientes hospitalizados por COVID-19 (2 de ellos clasificados como graves, incluyendo 1 muerte), todos ellos en el brazo control.

Con respecto a la seguridad, hubo un seguimiento de 74.341 personas-mes en el cual se notificaron 175 reacciones adversas, 84 en el grupo vacunado y 91 en el grupo placebo. Se diagnosticaron tres casos de mielitis transversa (dos en el grupo vacunado y uno en el placebo), pero finalmente un comité independiente de expertos en neurología determinó que era improbable que la patología estuviera relacionada con la vacunación. Hubo 4 muertes entre los pacientes del estudio: una por accidente de tráfico, otra por un trauma con un objeto, una tercera por homicidio y la última por neumonía fúngica. Los efectos secundarios más frecuentes fueron sensibilidad en el lugar de la inyección (63,7%), dolor en el lugar de la inyección (54,2%), dolor de cabeza (52,6%), cansancio (53,1%), dolor muscular (44,0%), malestar (44,2%), febrícula (33,6%), fiebre de más de 38º (7,9%), escalofríos (31,9%) artralgia (26,4%) y nauseas (21,9%). Las reacciones adversas después de la segunda dosis fueron menos frecuentes y más leves. Igualmente, la reactogenicidad de la vacuna fue menor en pacientes mayores de 65 años.

Se debe destacar que el estudio está limitado en cuanto a eficacia en pacientes mayores debido al pequeño número de casos reclutados (especialmente participantes de ≥ 65 años de edad), de forma que serían necesarios estudios adicionales para extraer conclusiones concluyentes. La vacuna presenta un perfil de seguridad aceptable y es eficaz contra el COVID-19 sintomático según el análisis de estos estudios preliminares.

Más recientemente se ha publicado (Voysey et al., 2021b) un análisis de datos adicionales de eficacia de los ensayos en curso (N= 17.177 participantes seronegativos al inicio) que confirma que la eficacia global de la vacuna cuando se administran dos dosis –independientemente de que la primera se media o completa– es del 66,7% en la prevención de casos de COVID-19 sintomática tras > 14 días desde la segunda dosis. En la protección frente a casos de patología grave, la eficacia de la vacuna fue del 100% (15 casos en el grupo control y ninguno entre los participantes tratados con vacuna). Además, la eficacia en una pauta de dosis estándar única fue del 76%, manteniéndose el mismo nivel de protección –y de anticuerpos específicos– desde el día 22 y hasta al menos 3 meses, lo que sugiere que éste puede ser un tiempo adecuado de distanciamiento entre las dosis de una pauta de dos, de especial relevancia para contextos en que haya suministro insuficiente de la vacuna.

Upadacitinib (▼Rinvoq®) en artritis reumatoide

Resumen

Upadacitinib es un nuevo inmunosupresor activo por vía oral que actúa mediante la inhibición selectiva y reversible de las cinasas Janus o JAK, preferentemente sobre las JAK-1 o JAK-1/3, de manera que modula la respuesta inflamatoria e inmunitaria mediada por citocinas o factores de crecimiento. Estrechamente relacionado con otros dos inhibidores orales de JAK previamente comercializados en España (tofacitinib y baricitinib), en base a dicho efecto farmacológico el medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la artritis reumatoide (AR) activa de moderada a grave en pacientes adultos con respuesta inadecuada o intolerancia a uno o más fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME), pudiendo ser empleado en monoterapia o en combinación con metotrexato.

Su eficacia ha sido adecuadamente contrastada en 5 ensayos clínicos de fase 3, aleatorizados y doble-ciego, que han aleatorizado casi 4.400 pacientes, y en los que ha demostrado una superioridad estadísticamente significativa frente a placebo en pacientes con fracaso a FAME convencionales o biológicos, y también mayor que metotrexato (en pacientes naïve o con respuesta inadecuada a dicho FAME) y adalimumab (en pacientes con fracaso previo a metotrexato u otros FAME biológicos). Tanto en segunda como en tercera línea de tratamiento, y tanto en monoterapia como en combinación con FAME convencionales, la dosis de 15 mg/día por vía oral de upadacitinib permitió alcanzar tasas de remisión clínica (DAS28-PCR < 2,8 puntos) a las 12-14 semanas entre 28% y 36% (ascendiendo a 48% a los 4 meses), hasta 20 puntos porcentuales superiores a los controles (6-10% con placebo, 8-14% con metotrexato, 18% con adalimumab). La respuesta clínica fue consistente en términos de baja actividad de la enfermedad (DAS28-PCR < 3,2 puntos), alcanzada por una proporción de pacientes significativamente mayor con udapatinib (43-53% vs. 14-17% con placebo, 19-28% con metotrexato y 29% con adalimumab). Esa eficacia, de inicio rápido y verificada en todos los subgrupos de pacientes evaluados, se completó con los resultados positivos en otras variables como la progresión radiológica de la AR, la función física de los pacientes o la calidad de vida, que mejoraron significativamente frente a placebo y metotrexato. Las fases de extensión de los estudios, ahora en marcha, permitirán confirmar o descartar un beneficio clínico a largo plazo.

Por otro lado, el perfil toxicológico del fármaco, consistente en su uso en monoterapia y en combinación con FAME convencionales, es complejo, pero concuerda con los riesgos ya conocidos de los fármacos inhibidores de las JAKs. Entre los eventos adversos asociados al tratamiento destacan por su frecuencia las infecciones (más frecuentes en pacientes de > 75 años) –especialmente del tracto respiratorio superior y herpes zóster–, neutropenia, alteraciones lipídicas, hepatotoxicidad, síntomas gastrointestinales e incremento de enzimas musculares. La tasa de mortalidad no difiere sustancialmente de la de los comparadores activos empleados, ni tampoco si se compara indirectamente con la de baricitinib o tofacitinib. Así pues, el seguimiento que requieren los pacientes tratados con upadacitinib es similar a las medidas de monitorización comunes en el abordaje de la AR.

Aun considerando que es necesario conocer su perfil de seguridad a largo plazo, que no se dispone de comparaciones directas frente a otros tratamientos de los que podría ser una alternativa (con excepción de adalimumab) y que la evidencia derivada de comparaciones indirectas es escasa y no concluyente, upadacitinib se posiciona como una alternativa válida más dentro de los FAME sintéticos dirigidos, similar a otros inhibidores de JAK autorizados (tofacitinib o baricitinib), entre los cuales todavía no se puede establecer diferencias sustanciales. Así pues, sin innovación en el plano mecanístico, los usos autorizados constituyen una 2ª o 3ª línea de tratamiento, en pacientes con respuesta inadecuada o intolerancia a FAME convencionales o a anti-TNF, y no van a suponer ninguna modificación sustancial de la terapéutica estándar de la artritis reumatoide.

Aspectos fisiopatológicos

La artritis reumatoide (AR) es un ejemplo paradigmático de enfermedad autoinmune. Se trata de una enfermedad que se caracteriza por la inflamación crónica de la membrana sinovial, la cual conduce a la destrucción progresiva de las estructuras de las articulaciones (manos, pies, muñecas, rodillas, hombros, caderas y codos), pero que en su evolución puede –y suele– acompañarse de otras comorbilidades como enfermedad cardiovascular (hipertensión), insuficiencia renal, afecciones pulmonares y gastrointestinales, diabetes, infecciones, tumores y depresión.

La AR está difundida de manera uniforme por todo el mundo y afecta a entre el 0,2 y el 1,2% de la población a escala mundial. Es 2,5-3 veces más frecuente entre las mujeres que entre los hombres, con una incidencia anual de 36 casos nuevos/100.000 habitantes en mujeres y 14/100.000 en hombres, y se diagnostica mayoritariamente entre los 40 y los 55 años de edad (Fernández del Pozo et al., 2018). Se estima que 5 de cada 1.000 personas padece AR en España, siendo la prevalencia mayor en áreas urbanas (0,6%) que en zonas rurales (0,25%). La incidencia anual se sitúa en la población española en 8,3 (7,5-9,2) casos por cada 100.000 adultos (>16 años); en las mujeres, se ha descrito una incidencia de 11,3 casos/100.000 (rango de 10,0-12,8) y en los varones de 5,2 casos/100.000 (4,3-6,3). Así pues, la AR representa un problema de salud relevante tanto para el propio paciente como para la sociedad y el Sistema Nacional de Salud, siendo responsable de hasta un 5% de las incapacidades laborales (AEMPS, 2018).

Existen dos formas clínicas con diferentes niveles de gravedad. La más común, que afecta aproximadamente a 9 de cada 10 casos, se caracteriza por síntomas leves que remiten fácilmente con los tratamientos antiinflamatorios convencionales. En más del 50% de los casos el comienzo de la enfermedad pasa desapercibido, con síntomas inespecíficos, como fiebre ligera, sensación de malestar, astenia, debilidad, pérdida de peso, y miastenia. Las típicas manifestaciones inflamatorias y dolorosas articulares aparecen en estos casos más tarde, y suelen afectar en primer lugar y de forma simétrica a las articulaciones de ambas manos. En un 70% de los pacientes con la forma clínica mayoritaria estas manifestaciones son de carácter intermitente, con importantes remisiones parciales durante las cuales no suele ser necesario ningún tipo de tratamiento, o pueden darse casos de remisión espontánea tras un único brote, más frecuente durante el primer año tras el diagnóstico de la enfermedad. Pero, por lo general, si se deja sin tratamiento la enfermedad tiende a la limitación funcional de las articulaciones afectadas.

El restante 10% de pacientes sufre una forma más grave, con un patrón evolutivo muy agresivo, y pueden llegar a estar gravemente inhabilitados y ser incapaces de realizar actividades cotidianas sencillas, como lavarse, limpiarse, vestirse o comer. Las articulaciones más frecuentemente afectadas (70-50%) son, en orden descendente, las de la mano y la muñeca, el pie, las rodillas, los hombros y las caderas y, en menor medida (20%), los codos.

En líneas generales, los pacientes con AR presentan un exceso de mortalidad muy importante respecto a la población general (asociada a comorbilidades como infecciones, morbilidad cardiovascular o enfermedad respiratoria). No obstante, como se verá más adelante, la mejora en el tratamiento de la AR, con estrategias de control estrecho y con fármacos biológicos, ha permitido disminuir la mortalidad de estos pacientes hasta alcanzar niveles comparables al resto de la población.

Desde el punto de vista de su etiología, la AR se basa en la activación anómala de procesos implicados en la respuesta inmunitaria e inflamatoria defensivas. Su causa se considera multifactorial (Figura 1), consecuencia de la acción de diversos factores externos sobre individuos genéticamente predispuestos, y puede asociarse a otras enfermedades autoinmunes.

La membrana sinovial es el tejido más específicamente afectado. En condiciones fisiológicas, esta membrana está formada por una delgada capa de tejido conectivo que limita la cavidad articular, ocupada por el líquido sinovial, y que envuelve la articulación a modo de manguito prolongándose hasta el margen de la unión osteocartilaginosa. Presenta pequeños vasos y una capa celular limitante de la cavidad articular formada por macrófagos y fibroblastos, que en esta localización se denominan sinoviocitos.

La pérdida de tolerancia a lo propio, característica de la AR, conduce a la activación anómala de los linfocitos T en el líquido sinovial, que van a inducir la activación y proliferación de linfocitos B productores de anticuerpos, en este caso autoanticuerpos, como el factor reumatoide (FR) o los anticuerpos frente al colágeno II, específicos del cartílago. Se produce además un desequilibrio en la producción de citocinas que favorecerá la inflamación y la neoangiogénesis.

La proliferación de linfocitos B en el cartílago y la liberación de citocinas proinflamatorias provocan inflamación y proliferación de las células sinoviales y angiogénesis, dando lugar a un tejido de granulación muy vascularizado denominado pannus. Si esta situación se cronifica, la membrana sinovial puede aumentar notablemente su tamaño, adquiriendo un comportamiento que podría considerarse casi neoplásico. La interacción entre antígenos y anticuerpos en el seno de la articulación provoca la alteración de la composición del fluido sinovial, que lo hace menos adecuado para cumplir su misión y más agresivo químicamente para el tejido que lo rodea. La liberación de IL-1 e IL-6, entre otras citocinas, induce la activación de los osteoclastos en el espacio articular, ocasionando pérdida ósea en los márgenes de la articulación (erosiones). Todo ello conduce a la destrucción del cartílago, de los ligamentos y del hueso subcondral (Figura 2). La evolución de la AR produce cambios sistémicos que implican a todos los compartimentos del sistema inmunitario, provocando manifestaciones inflamatorias específicas en otros órganos y otras alteraciones consecuencia de la inflamación sistémica.

Salvo en los casos de remisión espontánea, la enfermedad no tiene curación. A falta de una terapia curativa eficaz, la reducción de la inflamación sinovial constituye el objetivo principal del tratamiento: todas las estrategias que consiguen la reducción de la sinovitis se asocian con la mejoría del dolor, el daño estructural y la capacidad funcional.

El tratamiento de la AR debe personalizarse en función de las particularidades del paciente al inicio del mismo y a lo largo de su seguimiento clínico. El abordaje terapéutico es, en general, complejo, implicando muchos aspectos de la vida del paciente. La evolución del mismo ha sido notable en los últimos años, tanto en relación con las estrategias de tratamiento como con el tipo de fármacos empleados. Entre las medidas no farmacológicas, fundamentales para alcanzar los mejores resultados clínicos, pueden destacarse: la deshabituación tabáquica, modificaciones de la dieta (la dieta mediterránea puede resultar particularmente útil, y reduce el riesgo cardiovascular), la fisioterapia y el uso de dispositivos y adaptaciones ortopédicas, la práctica de ejercicio físico moderado y frecuente, o el uso de ropa y calzado adecuados. Nos centraremos a continuación en la farmacoterapia, que debe dirigirse inicialmente al control de la sintomatología.

Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y los corticosteroides, con acción analgésica y antiinflamatoria, facilitan el control de los síntomas más inmediatos (dolor, inflamación, rigidez articular, etc.). Los AINE no tienen efectos significativos sobre la evolución de la enfermedad, mientras que los corticosteroides sí. En ambos casos, deben ajustarse a tratamientos a corto plazo.

La introducción de los fármacos antirreumáticos sintéticos modificadores de la enfermedad (FAMEs), especialmente el metotrexato, permitió plantear un abordaje eficaz más allá del tratamiento sintomático. A estos les siguieron los fármacos antirreumáticos biológicos modificadores de la enfermedad (FAMEb, y sus biosimilares –FAMEbs–) y, más recientemente, los fármacos antirreumáticos sintéticos dirigidos modificadores de la enfermedad (FAMEsd). Asimismo, se dispone de medidas de consenso para valorar tanto la respuesta farmacológica en ensayos clínicos como la evolución de la enfermedad en la práctica clínica. Todo ello ha permitido a los expertos establecer diferentes algoritmos de tratamiento considerando la evidencia científica disponible (Figura 3).

En cualquier caso, el objetivo del tratamiento será siempre el de conseguir la remisión clínica de la enfermedad o, en su defecto, la mínima actividad posible con bajos niveles de progresión, para lo cual se debe abordar de forma precoz. Mientras la enfermedad se mantenga activa, conviene implementar una pauta de seguimiento que permita reorientar la estrategia terapéutica lo antes posible si no resultase eficaz. Así, se revisará inicialmente cada 1-3 meses, valorando la situación clínica de las articulaciones afectadas y estimando el valor de algún reactante de fase aguda. En 3 meses debe valorarse si se ha alcanzado al menos una mejoría clínica del 50%, alcanzando el objetivo terapéutico en 6 meses. En caso contrario, se considerará tratamiento fallido y deberá plantearse una alternativa (modificación de dosis, vía de administración, cambio de fármaco o adición de uno nuevo). Una vez alcanzado el objetivo, se valorará la situación del paciente cada 3-6 meses.

Por lo general, se recomienda iniciar el tratamiento con FAMEs convencionales tras el diagnóstico (no parece haber diferencia en el resultado si se asocian biológicos al tratamiento inicial). El metotrexato se considera el fármaco de referencia en el tratamiento de la AR1. Este FAMEs es eficaz tanto en monoterapia como combinado con otros, ya sean sintéticos o biológicos, y parece reducir, además, la comorbilidad y mortalidad asociadas a la AR. En los casos en que metotrexato está contraindicado, se recurrirá a otro FAMEs. La leflunomida (20 mg/día) se considera la primera opción como alternativa en caso de intolerancia o contraindicación a metotrexato. La sulfasalazina no tiene apenas uso en nuestro país (de hecho, no está autorizada con esta indicación, sino en colitis ulcerosa y en enfermedad de Crohn).

La administración concomitante a corto plazo de glucocorticoides (que también retrasan la progresión del daño estructural), generalmente a dosis bajas por vía oral (≤ 7,5 mg/día de prednisona o equivalente), se plantea al inicio del tratamiento o ante un cambio de FAMEs, potenciando su acción hasta que estos alcancen su efecto máximo; esta combinación muestra mejores resultados que la asociación con otros FAMEs o FAMEb, en términos de seguridad y eficacia. Una vez conseguido un efecto máximo, se lleva a cabo una reducción progresiva de la dosis de corticosteroide hasta su retirada, habitualmente a los 3 meses. En fases de alta actividad inflamatoria, si es necesario tratar manifestaciones extraarticulares graves (vasculitis, neumonitis intersticial) o en presencia de toxicidad grave debida al tratamiento farmacológico (anemia aplásica, dermatitis exfoliativa), pueden emplearse dosis altas, tanto por vía oral como parenteral, en forma de pulsos. El tratamiento intraarticular con preparados de acción prologada se utiliza cuando la actividad se limita a unas pocas articulaciones o hay síntomas inflamatorios o limitación importante en alguna de ellas, proporcionado una elevada eficacia con muy pocos efectos secundarios cuando las inyecciones se distancian 3 o 4 meses en la misma articulación.

Los fármacos antimaláricos, cloroquina (155 mg/día, máximo de 2 años) y fundamentalmente hidroxicloroquina (400-600 mg/día), se consideran seguros y eficaces en casos leves con escaso componente inflamatorio. Aunque se han empleado en monoterapia en pacientes con AR leve (poliartritis de inicio sin diagnóstico definido), su uso se limita en la práctica actual a la terapia combinada con metotrexato y sulfasalazina.

Si el paciente presenta factores pronósticos negativos (elevado número de articulaciones inflamadas, niveles altos de reactantes de fase aguda, etc.), y la primera fase de tratamiento no ha resultado eficaz o tolerable, se recomienda añadir un FAMEb inhibidor de TNFα (adalimumab, certolizumab, etanercept, golimumab, infliximab o biosimilares aprobados de estos fármacos), un inhibidor de la señal coestimuladora de linfocitos T (abatacept), un bloqueante de IL-6 (tocilizumab, sarilumab) o de IL-1 (anakinra) o bien un anticuerpo anti-CD20 (rituximab), que induce la apoptosis de los linfocitos.

Recientemente, se han aprobado dos inhibidores de las JAK o Janus cinasas, como baricitinib (inhibidor de JAK-1 y JAK-2) y tofacitinib (inhibidor de JAK-1 y JAK-3), que se incorporaron al grupo de los fármacos antirreumáticos sintéticos dirigidos modificadores de la enfermedad (FAMEsd), abriendo una nueva estrategia en el tratamiento de la AR. Se trata de fármacos de síntesis, de administración oral, que presentan menos efectos adversos que los FAMEs convencionales e igualan o incluso superan en algunos parámetros de eficacia tanto a éstos como a algunos FAME biológicos como adalimumab, quizá el más empleado.

En líneas generales, se asumen que, si fracasa el tratamiento con un FAMEb o FAMEsd, debe considerarse el tratamiento con otro. En pacientes que no pueden ser tratados con FAMEs, los inhibidores de IL y los FAMEsd pueden suponer una buena opción. En nuestro país, los agentes anti-TNF, así como los antagonistas de IL (anakinra y tocilizumab) y los inhibidores de JAK (baricitinib y tofacitinib), están oficialmente indicados como primer tratamiento en pacientes con fracaso de FAMEs, mientras que abatacept y rituximab están aprobados tras fracaso de un anti-TNF unido al tratamiento con FAMEs, principalmente el metotrexato. Los inhibidores de JAK también pueden ser utilizados en caso de fracaso del tratamiento con los anteriores. Salvo intolerancia o efectos secundarios, debe combinarse un FAME (sobre todo metotrexato) junto con estos fármacos, pues mejora la actividad clínica y el deterioro radiológico. Hay que subrayar, por último, que la combinación de agentes biológicos entre sí no se recomienda, porque no aporta mayor eficacia al control de la AR e incrementa el riesgo de desarrollar acontecimientos adversos, especialmente infecciones.

Acción y mecanismo

Upadacitinib es un nuevo agente inmunosupresor que actúa específicamente mediante la inhibición selectiva y reversible de las cinasas Janus o JAK; según se ha demostrado en ensayos con células humanas, inhibe la transmisión de señales mediante JAK-1 o JAK-1/3, con una selectividad funcional sobre los receptores de citocinas que transmiten las señales a través de pares de JAK-2. En base a ello, el medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la artritis reumatoide activa de moderada a grave en pacientes adultos con respuesta inadecuada o intolerancia a uno o más fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAMEs), pudiendo ser empleado en monoterapia o en combinación con metotrexato.

Las cinasas Janus (JAK) forman una familia de enzimas intracelulares que están asociadas a receptores de citocinas de membrana y transmiten las señales –a través de su dominio tirosina cinasa citoplasmático– derivada de éstas o de factores de crecimiento, implicados en una amplia variedad de procesos celulares tales como: las respuestas inflamatorias, la hematopoyesis y el control inmunitario. En general, la activación de las JAK se relaciona con la expresión de factores de supervivencia celular y aumenta la producción adicional de citocinas proinflamatorias, quimiocinas y otras moléculas que facilitan el tráfico leucocitario y la proliferación celular, contribuyendo al proceso inflamatorio.

Hasta ahora se han identificado 4 miembros –JAK-1, JAK-2, JAK-3 y TYK-2–, los cuales se expresan prácticamente en cualquier tipo de célula (excepto JAK-3, restringido a las células hematopoyéticas): JAK-1 es importante en las señales de las citocinas inflamatorias, mientras que JAK-2 es importante para la maduración de los hematíes y las señales de JAK-3 desempeñan un papel en el control inmunitario y la función de los linfocitos. Cada combinación de JAK y/o TYK es modulada por estímulos específicos y ejerce una función diferente sobre la señalización celular. Los dímeros JAK-1/JAK-3, JAK-1/TYK-2, JAK-1/JAK-2 y JAK-2/TYK ejercen diferentes funciones propias de la inmunidad innata y adaptativa, mientras que otros, como el dímero JAK-2/JAK-2, regulan la maduración y la diferenciación de los linajes hematopoyéticos.

La fosforilación de las JAK/TYK induce la fosforilación de los factores activadores de la transcripción (signal transducers and activators of transcription; STAT), que se encuentran más abajo en la cascada de señalización; éstos, al ser fosforilados por JAK, se dimerizan y translocan al núcleo donde se unen a los genes diana, aumentando o reprimiendo la transcripción génica y la función celular. La existencia de mutaciones en estas enzimas o de fallos en la señalización se han asociado con el desarrollo de trastornos mieloproliferativos, autoinmunes e inflamatorios, incluyendo la artritis reumatoide; en concreto, determinados genes de receptores, citocinas y enzimas asociadas a JAK/TYK se han relacionado con la susceptibilidad a desarrollar alergia y diversas patologías autoinmunes e inflamatorias. Esta vía de señalización se ve regulada por diversas proteínas, como suppressors of cytokine signalling (SOCS), protein inhibitor of activated STAT (PIAS) y/o las tirosinas-fosfatasas SHP-1 y 2, que bloquean la unión de las STAT al ADN; asimismo, regula y es regulada por otras vías de señalización, como las cinasas PI3 (PI3K) y MAP (MAPK), y el NF-kB (Figura 4).

En la artritis reumatoide se produce una sobreproducción de citocinas proinflamatorias2, tales como IL-1, IL6, IL-8, IL-15, IL-17, IL-18, IL-23 y TNF-α. Por ello y por todo lo anterior, se comprende que los inhibidores de JAK sean de interés terapéutico en esta patología y en otros trastornos inflamatorios inmunomediados. Sin embargo, las JAK no actúan como transductoras de la señal del TNF-α, por lo que los inhibidores de las JAK actúan a través de rutas bioquímicas diferentes de las que emplean los FAME biológicos anti-TNFα.

Los resultados de estudios in vitro indican que upadacitinib es un inhibidor competitivo con ATP y reversible que inhibe JAK-1 y JAK-2 con un nivel similar de potencia, superior en el caso de JAK-1 (CI50 de 0,043 µM y 0,12 µM, respectivamente), siendo esa inhibición mayor que la mostrada frente a los complejos de JAK-3 (CI50 de 2,3 µM) y TYK-2 (CI50 de 4,7 µM); por tanto, JAK-1 y JAK-2 emergen como sus potenciales dianas terapéuticas a los niveles de exposición clínica (Cmáx= 105 nM). Además, en líneas celulares humanas, upadacitinib mostró la capacidad de inhibir la fosforilación de STAT5, dependiente de JAK-1/3 (CE50= 13 nM), y también de inhibir la fosforilación de STAT3, dependiente de JAK-1/2 (CE50= 9 nM), inducidas ambas por IL-6.

En voluntarios sanos, la administración de upadacitinib se tradujo en una inhibición dosis-dependiente de la fosforilación de STAT3 inducida por IL-6 (vía JAK-1/2) y de STAT5 por IL-7 (vía JAK-1/3) en sangre, observándose la inhibición máxima tras 1 h y volviendo a niveles basales al finalizar el intervalo de administración. El tratamiento con upadacitinib también se asoció con reducciones con respecto al valor basal en los niveles medios de proteína C reactiva de alta sensibilidad –marcador de inflamación– incluso desde la semana 1, que se mantuvieron con la continuación del tratamiento.

Aspecto moleculares

El nombre químico de upadacitinib, que se incluye en el medicamento en su forma de hemidrato, es (3S,4R)-3-etil-4-(3H-imidazo[1,2-a]pirrolo[2,3-e]pirazin-8-il)-N-(2,2,2-trifluoroetil)pirrolidina-1-carboxamida hidrato (2:1); se corresponde con una fórmula molecular C17H19F3N6O × ½ H2O y un peso molecular relativo de 389,38 g/mol. Se presenta como un polvo cristalino no higroscópico de color blanco o marrón claro, y es ampliamente soluble en agua y etanol. La molécula presenta dos centros quirales, si bien se sintetiza como un único esteroisómero.

Upadacitinib está estrechamente relacionado estructural y farmacológicamente con baricitinib (inhibidor reversible y selectivo de JAK-1 y JAK-2) y tofacitinib (inhibidor reversible y selectivo de JAK-1, -2 y -3, y en menor medida de TYK-2), con los que comparte el núcleo de pirrolidina, igual que otro inhibidor de JAK, ruxolitinib, autorizado para el tratamiento de la mielofibrosis y la policitemia vera.

Comparte también características estructurales con otros miembros de la amplia serie de inhibidores de proteína cinasas, los cuales son el resultado de la optimización funcional mediante modelización molecular a partir de una serie de 2-fenilaminopirimidinas, de donde surgió el imatinib, cabeza de serie del grupo. En cualquier caso, todos ellos guardan –en mayor o menor grado– una familiaridad química con la molécula de ATP (o, en su caso, con la de GTP, como sucede en las cinasas MAPK), con la que compiten para provocar el bloqueo de la cinasa correspondiente (Figura 5).

Eficacia y seguridad clínicas

La eficacia y la seguridad de upadacitinib por vía oral en la indicación y dosis autorizada han sido adecuadamente contrastadas mediante cinco ensayos clínicos pivotales de fase 3, con diseño aleatorizado, doble ciego, multicéntrico y multinacional, y controlados: dos de ellos con placebo (SELECT-NEXT y SELECT-BEYOND), otros dos con metotrexato como comparador activo (SELECT-EARLY y SELECT-MONOTHERAPY), y un último estudio con placebo y el control activo adalimumab (SELECT-COMPARE). Todos ellos incluyeron pacientes adultos con artritis reumatoide (AR) con actividad moderada-grave –según los criterios del Colegio Americano de Reumatología (ACR)/Liga Europea frente al Reumatismo (EULAR) 2010–, que presentaban ≥ 6 articulaciones dolorosas, 6 articulaciones inflamadas e inflamación sistémica demostrada por los niveles de proteína C reactiva (PCR) al inicio, y todos los estudios, excepto el SELECT-COMPARE, evaluaron dos dosis de upadacitinib (15 mg y 30 mg/día), con extensiones a largo plazo de hasta 5 años.

Las variables de eficacia empleadas en la valoración de la superioridad hipotética de upadacitinib sobre los controles –objetivo primario– fueron el efecto sobre los signos y síntomas según los índices ACR3y DAS-284, y la función física según el índice HAQ-DI5. Algunos estudios evaluaron también la respuesta radiológica sobre el daño estructural (según la Puntuación de Sharp modificada, mTSS) y la actividad clínica (por la escala CDAI6), e incluyeron otras variables de calidad de vida, tales como la encuesta de salud SF-36 (Short Form Health Survey), que valora el componente físico y mental, y el cuestionario FACIT-F (Functional Assessment of Chronic Illness Therapy Fatigue), que mide el grado de fatiga.

Considerando los 5 estudios, se incluyeron un total de 4.384 pacientes, la mayoría (80%) mujeres, con una media de edad de 54,8 años; al inicio, la media en el índice DAS-28 era de 5,8 puntos (AR grave) y un 75% tenía presencia de anticuerpos anti-CCP (anti-péptidos citrulinados cíclicos). El análisis principal de los resultados incluyó a todos los pacientes aleatorizados en los estudios que recibieron al menos 1 dosis de upadacitinib, y se utilizó la imputación de los no respondedores para los criterios de valoración cualitativos. En la Tabla 1 se resumen las principales características y resultados clínicos de los citados ensayos solo para la dosis de 15 mg/día de upadacitinib; se omiten, por tanto, los resultados correspondientes al brazo de tratamiento de 30 mg/día por ser la eficacia de ambas dosis muy pareja.

Continúa la tabla aquí

En términos de respuesta clínica, todos los estudios alcanzaron los objetivos primarios y secundarios establecidos, con una proporción significativamente mayor de pacientes tratados con el fármaco que mostraba una actividad baja de la AR (DAS28-PCR ≤ 3,2) y remisión clínica (DAS28-PCR < 2,6) o que alcanzaban una respuesta ACR20, ACR50 y ACR70 frente a los comparadores empleados (con mejoría en los componentes individuales de ACR), incluso desde etapas tempranas; así, por ejemplo, en el ensayo SELECT-COMPARE, upadacitinib indujo –en comparación con adalimumab– tasas significativamente mayores de baja actividad y de remisión de la AR desde la semana 12. La eficacia clínica del fármaco se mostró consistente en todos los subgrupos de pacientes, con independencia del índice compuesto de actividad de la enfermedad utilizado (con o sin metotrexato), y duradera, con efectos mantenidos durante al menos 1 año.

Por otra parte, tanto en combinación con metotrexato (frente a placebo en el estudio SELECT-COMPARE7) como en monoterapia (frente a metotrexato en el estudio SELECT-EARLY), upadacitinib indujo una mayor proporción de pacientes sin progresión radiológica (mTTS ≤ 0), de lo que se deduce que el tratamiento inhibió la progresión del daño estructural articular; por ejemplo, en el estudio SELECT-COMPARE, se observó un 86% de pacientes del grupo de upadacitinib (más metotrexato) sin progresión a las 48 semanas, frente a un 74% en el grupo tratado con placebo (más metotrexato). Los análisis de los índices de erosión y disminución del espacio articular fueron consistentes con los índices globales. Igualmente, tanto solo como en combinación con otro FAME biológico, upadacitinib mejoró significativamente frente a los comparadores (placebo, metotrexato y adalimumab) la función física de los pacientes (con reducciones de entre -0,2 y -0,4 puntos adicionales en el cuestionario HAQ-DI), la duración media de la rigidez articular matutina, la calidad de vida y la fatiga (EMA, 2019; AEMPS, 2020).

Desde el punto de vista de la seguridad, el perfil toxicológico de upadacitinib parece bien definido en base a los datos derivados de 3.360 pacientes que han sido expuestos al fármaco durante al menos 48 semanas durante su desarrollo clínico. La frecuencia global de eventos adversos aparecidos durante los 3 primeros meses de tratamiento con upadacitinib, usado tanto en monoterapia (48%) como en combinación con otros FAME (56%), fue muy similar a la descrito con el uso de metotrexato solo o con adalimumab (48%).

En concordancia con los riesgos ya conocidos de otros inhibidores de JAK, las reacciones adversas descritas con mayor frecuencia con el uso de upadacitinib fueron: infecciones (27% vs. 21% con placebo; tasa global a largo plazo de 94 acontecimientos/100 pacientes-años) –destacando las del tracto respiratorio superior (13,5% vs. 9,5%) y herpes zóster (2 veces más incidentes en pacientes tratados con upadacitinib que en aquellos tratados con placebo8)–, náuseas (3,5%), incrementos de la creatina fosfoquinasa (2,5%) y tos (2,2%). También se notificaron otras alteraciones analíticas, tales como aumento del colesterol, de creatinina, de enzimas hepáticas, y neutropenia (1,1% vs. < 0,1% con placebo). Si bien parece que los eventos adversos graves fueron más frecuentes cuando se usaba upadacitinib (~3% vs. 1,8-2,4% con metotrexato, placebo+FAME convencional o metotrexato+adalimumab), la tasa de mortalidad fue similar entre los pacientes tratados con el fármaco y los comparadores utilizados: algo superior a la de metotrexato pero inferior a la de adalimumab. Entre los eventos adversos graves, se puede destacar las infecciones graves (1,2% vs. 0,6% con placebo; tasa global a largo plazo de < 4 eventos/100 pacientes-años), cuya incidencia se mantuvo estable con la exposición a largo plazo y aparentemente más frecuente en adultos de ≥ 75 años; entre ellas, por su frecuencia, sobresale la neumonía.

Aspectos innovadores

Updacitinib es un nuevo agente inmunosupresor activo por vía oral que actúa mediante la inhibición selectiva y reversible de las cinasas Janus o JAK, preferentemente sobre las JAK-1 o JAK-1/3, de manera que modula la respuesta inflamatoria e inmunitaria mediada por citocinas o factores de crecimiento. Estrechamente relacionado con otros dos inhibidores orales de JAK previamente comercializados en España (tofacitinib y baricitinib), en base a dicho efecto farmacológico el medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la artritis reumatoide (AR) activa de moderada a grave en pacientes adultos con respuesta inadecuada o intolerancia a uno o más fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAMEs), pudiendo ser empleado en monoterapia o en combinación con metotrexato. Conviene recordar que la existencia de mutaciones en las enzimas JAK o de alteraciones en la señalización bioquímica que median se ha asociado con el desarrollo de trastornos mieloproliferativos, autoinmunes e inflamatorios, incluyendo la AR.

Los datos clínicos fundamentales que sustentan la autorización de upadacitinib por la EMA proceden de cinco amplios estudios clínicos controlados de fase 3, bien diseñados, que cubren un amplio espectro y son representativos de la población de pacientes con AR moderada-grave, desde pacientes no tratados previamente con ningún FAME (estudio SELECT-EARLY) –que no se han contemplado finalmente en la indicación aprobada– hasta pacientes refractarios o intolerantes a los FAME convencionales (SELECT-NEXT, SELECT-MONOTHERAPY y SELECT-COMPARE) y a los biológicos (SELECT-BEYOND). Como variables principales de eficacia, dichos estudios evaluaron –mediante el índice DAS28-PCR– la remisión clínica (DAS28-PCR ≤ 2,6 puntos) o la baja actividad de la enfermedad (DAS28-PCR ≤ 3,2), lo cual se considera relevante y aceptable dado que son esos los principales objetivos recomendados por las guías clínicas en AR, pues se correlacionan con la prevención del daño estructural y el mantenimiento de la actividad funcional a largo plazo.

En los tres ensayos controlados con placebo (SELECT-NEXT, SELECT-BEYOND y SELECT-COMPARE), en que recibían tratamiento concomitante de base con FAME convencionales, la proporción de pacientes que alcanzó remisión clínica tanto en 2ª como en 3ª línea con tratamientos con upadacitinib 15 mg/día durante unos 3 meses se incrementó en aproximadamente 20 puntos porcentuales (29-31% vs. 6-10% con placebo), siendo un aumento algo mayor, en torno a 30 puntos porcentuales, si se considera la baja actividad de la patología (43-48% con upadacitinib vs. 14-17% con placebo). Además, las variables de respuesta de ACR –ACR20 y las más exigentes ACR50 y ACR70– también evidencian una consistente y uniforme superioridad de upadacitinib sobre placebo. Cabe destacar que el estudio SELECT-COMPARE incluyó como comparador activo el anti-TNF-α adalimumab (uno de los estándares en 2ª línea9), revelándose upadacitinib significativamente más eficaz tanto en las escalas que valoran los síntomas y signos de la enfermedad (DAS28 o ACR) como en aquellas que valoran la actividad clínica (CDAI).

Por otro lado, otros dos estudios –SELECT-EARLY y SELECT-MONOTHERAPY– investigaron la eficacia de la monoterapia con upadacitinib en pacientes sin tratamiento previo con metotrexato y en pacientes con respuesta inadecuada a una línea previa con dicho fármaco, respectivamente. En comparación con metotrexato como comparador activo (estándar en 1ª línea de tratamiento), upadacitinib se mostró más eficaz en las variables principales, esto es, la proporción de pacientes que alcanzaba remisión clínica –aumento de unos 20 puntos porcentuales a los 3 meses (28-36% vs. 8-14% con metotrexato) y de 30 puntos a los 4 meses (48% vs. 18%)– y una baja actividad de la AR –aumento de unos 25 puntos a los 3 meses (45-53% vs. 19-28% con metotrexato) y de casi 30 puntos a los 4 meses (60% vs. 32%)–. De nuevo, los resultados en términos de ACR20, ACR50 y ACR70 también reflejaron la superioridad de upadacitinib sobre a metotrexato.

De forma interesante, en todos los estudios se observó un inicio rápido del efecto del fármaco, lo que es favorable para los pacientes que sufren síntomas agudos de artritis, y, en aquellos que tuvieron periodos más largos de tratamiento (SELECT-EARLY y SELECT-COMPARE), ese efecto se reveló duradero, con efectos mantenidos durante al menos 1 año. Además, el perfil de eficacia clínica, consistente en todos los subgrupos de pacientes, se completó con los resultados positivos en otras variables secundarias como la progresión radiológica de la enfermedad, la función física de los pacientes o la calidad de vida, que mejoraron significativamente frente a los comparadores. Las fases de extensión de los estudios, ahora en marcha, permitirán confirmar o descartar un beneficio clínico a largo plazo con upadacitinib.

En cuanto a la seguridad, el perfil toxicológico del fármaco, bien definido y consistente en su uso en monoterapia y en combinación con FAME convencionales, es complejo y no desdeñable, pero concuerda con los riesgos ya conocidos de los fármacos inhibidores de las JAKs. Destacan por su frecuencia los siguientes eventos adversos: infecciones (27% vs. 21% con placebo; más frecuentes en pacientes de > 75 años) –especialmente del tracto respiratorio superior y herpes zóster–, neutropenia, alteraciones lipídicas, hepatotoxicidad, síntomas gastrointestinales e incremento de enzimas musculares. La tasa de mortalidad no difiere sustancialmente de la de los comparadores empleados (metotrexato o adalimumab), ni tampoco se detectan cambios notables si se compara indirectamente con la de baricitinib o tofacitinib. No parece que upadacitinib incremente el riesgo de eventos adversos cardiovasculares graves o de tromboembolismo venoso respecto al uso de adalimumab o metotrexato, respectivamente; en cualquier caso, ésto deberá confirmarse a largo plazo y, en línea con la alerta emitida para tofacitinib sobre un mayor riesgo de tromboembolismo venoso, upadacitinib deberá usarse con precaución en pacientes con factores de riesgo, entendiendo que existe un incremento del riesgo cardiovascular en pacientes con AR. En vista de lo anterior, el seguimiento que requiere el tratamiento con upadacitinib (por ejemplo, detección de tuberculosis al inicio, o niveles de lípidos, enzimas hepáticas o células sanguíneas durante el tratamiento) no difiere sustancialmente de las medidas comunes en el abordaje de la AR.

Con respecto a su posicionamiento, el IPT de la AEMPS subraya que no se dispone de comparaciones directas frente a otros tratamientos de los que podría ser una alternativa, con excepción de adalimumab, ni con otros miembros de su grupo terapéutico (tofacitinib o baricitinib), que serían de especial relevancia. Además, la evidencia derivada de comparaciones indirectas –de robustez estadística limitada por las diferencias entre estudios– es escasa. Un meta-análisis (Song et al., 2019) comparó la eficacia en términos de respuesta ACR20 de tofacitinib frente a upadacitinib en combinación con metotrexato en pacientes con respuesta inadecuada a FAME convencionales o biológicos, demostrando una tendencia favorable para upadacinitib, pero con diferencias que no alcanzan significación estadística (razón de probabilidades: 1,52; IC95% 0,64-3,26). Otra reciente comparación indirecta (Lee et al., 2020) entre tofacitinib, baricitinib, upadacitinib y filgotinib (otro inhibidor de JAK no autorizado en la UE), a partir de estudios donde se comparan frente a adalimumab en pacientes con AR activa, ha sugerido que, en pacientes con inadecuada respuesta a metotrexato, la combinación con éste de baricitinib y upadacitinib puede ser más eficaz a los 6 meses que el uso de tofacitinib o filgotinib. Sin embargo, se acepta que no se dispone aún de datos convincentes para establecer diferencias entre los inhibidores JAK, ni entre ellos y los anti-TNF, pues para poder concluir al respecto se requieren estudios de comparación directa y la valoración de la relevancia de las diferencias si las hubiera (AEMPS, 2020).

En definitiva, upadacitinib ha demostrado una eficacia clínicamente relevante, superior a la de sus comparadores (placebo, metotrexato y adalimumab) y consistente en todas las poblaciones de pacientes estudiadas, en el control de signos y síntomas y en la mejoría de la actividad funcional en pacientes con AR moderada-grave con respuesta inadecuada o intolerancia a FAME convencionales o biológicos. No obstante, los usos actualmente autorizados constituyen una segunda o tercera línea de tratamiento y no van a suponer ninguna modificación sustancial de la terapéutica estándar de la enfermedad. Upadacitinib se incorpora como una alternativa válida más dentro de los FAME sintéticos dirigidos, similar a otros inhibidores de JAK autorizados (tofacitinib o baricitinib). Aunque la experiencia con upadacitinib en monoterapia es menor que para la combinación con FAME convencionales, también podría representar una opción viable en algunos pacientes.

Valoración

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