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Nuevos resultados del estudio de seroprevalencia en España

Como continuación de la referencia en el número 436 de Panorama Actual del Medicamento a los primeros hallazgos del Estudio Nacional de Seroprevalencia ENE-COVID, desarrollado por el Ministerio de Sanidad para conocer de forma más detallada la verdadera difusión del virus SARS-CoV-2 en España, se deben citar brevemente los últimos resultados del citado estudio1 divulgados hacia mediados del mes de diciembre de 2020 y pertenecientes a la cuarta ronda de la investigación (que coincidió con el “fin” de la popularmente llamada segunda ola de contagios), también basada en la realización de test rápidos de anticuerpos. En líneas generales, los nuevos datos –relativos a 51.409 participantes– revelan que la prevalencia global de anticuerpos IgG frente al SARS-CoV-2 desde el inicio de la epidemia se sitúa en el 9,9% (IC95% 9,4-10,4), siendo bastante similar en mujeres (10,1%; IC95% 9,5-10,7) y en hombres (9,6%; IC95% 9,0-10,2). Es decir, que prácticamente una de cada diez personas en España habría sido infectada por el virus a lo largo de todo el periodo de estudio (más de 4,5 millones de personas si se extrapola en base al número de habitantes), lo que supone el doble de lo calculado en las primeras fases del estudio. A pesar de haberse observado en esta ronda una mayor dispersión de la epidemia en España, todavía se aprecia una marcada variabilidad geográfica: mientras Canarias y algunas provincias gallegas (Coruña y Lugo) presentan prevalencias inferiores o cercanas al 4%, la zona centro del país (Comunidad de Madrid y provincias limítrofes como Cuenca, Guadalajara o Toledo) muestra cifras cercanas o superiores al 15%. La proporción de personas con anticuerpos IgG frente a SARS-CoV-2 es mayor en residentes de grandes ciudades, situándose en el 11,6% en el total del periodo de estudio.

Cabe destacar que, de nuevo, se revela que el personal sanitario y las mujeres que cuidan a personas dependientes en el domicilio son los grupos poblacionales que presentan una prevalencia más alta, del 16,8 y el 16,3%, respectivamente. Esas cifras se ven también elevadas en mayor medida entre las personas que en algún momento han sido convivientes de un caso sintomático de COVID-19 (tasa de prevalencia del 31% en la 4ª ronda). En relación al diagnóstico de COVID-19, entre las personas con síntomas compatibles la prevalencia aumenta con el número de síntomas, siendo particularmente alta entre quienes refieren anosmia (43%), similar a lo encontrado en la primera fase. Además, se detectan anticuerpos IgG en un 3,3% de los participantes que no han referido síntomas en ninguna de las rondas y, entre las personas negativas en la primera fase del estudio, la tasa de seroconversión se sitúa en el 3,8% (IC95% 3,5-4,1), mayor que el 0,7-0,9% detectado previamente. El porcentaje de asintomáticos en relación con el total de personas positivas para IgG se estima en torno al 30%.

Aunque estos resultados son preliminares, representan una aproximación a la verdadera expansión del virus y el número de infecciones reales, que distan notablemente de las cifras de casos confirmados manejadas por las autoridades sanitarias. Afortunadamente, los autores del estudio estiman que en la segunda ola de la epidemia ha mejorado la capacidad diagnóstica del sistema sanitario, habiéndose confirmado el diagnóstico microbiológico de 6 de cada 10 pacientes infectados (frente a 10% de diagnósticos en las primeras rondas).

Pitolisant (▼Wakix®) en narcolepsia

Resumen

Pitolisant es un potente antagonista/agonista inverso de los receptores H3 de la histamina que, mediante el bloqueo de dichos autorreceptores, aumenta la actividad de las neuronas histaminérgicas; también potencia la liberación de acetilcolina, noradrenalina y dopamina. Puesto que la pérdida de neuronas secretoras de hipocretina en la narcolepsia se puede compensar por la activación de neuronas histaminérgicas –situadas mayoritariamente en el hipotálamo posterior, pero con proyecciones por todo el cerebro–, la acción de pitolisant sobre los receptores H3 ejerce una potenciación prolongada de la transmisión histaminérgica capaz de aumentar el estado de alerta y vigilia. En base a ello, el medicamento, designado como huérfano y de administración por vía oral, ha sido autorizado para el tratamiento de la narcolepsia con o sin cataplejía en adultos.

La eficacia del fármaco en la indicación y dosis autorizadas ha sido contrastada mediante dos ensayos pivotales multicéntricos de fase 3 y con un diseño adecuado: aleatorizados, doble ciego, de grupos paralelos y controlados por placebo y modafinilo, de 8 semanas duración. En uno de ellos, pitolisant mostró superioridad sobre placebo en términos de reducción de la somnolencia diurna excesiva, con una diferencia media –tras ajuste a valores basales– de -3,3 puntos (p< 0,05) en la escala ESS. No alcanzó, en cambio, significación estadística en el otro ensayo (diferencia de solo -1,9 puntos; p= 0,065), posiblemente por la diferencia en las dosis estudiadas. Los resultados de las variables secundarias (por ejemplo, la tasa de respondedores según la puntuación ESS o la capacidad de mantener la vigilia según la escala MWT) respaldan su superioridad sobre placebo. Además, los hallazgos de un estudio de soporte reafirman su beneficio sobre la cataplejía: reduce a más de la mitad la tasa de episodios semanales tras 4 semanas de tratamiento, desde 9,2 hasta 3,3 (vs. una reducción de 7,3 hasta 6,8 con placebo; p< 0,0001). Sin embargo, los ensayos pivotales no pudieron demostrar la no-inferioridad de pitolisant frente a modafinilo: en uno de los estudios, incluso, la diferencia entre sus efectos sobre la escala ESS fue de -2,75 puntos a favor de modafinilo, que se mostró más eficaz que pitolisant (p< 0,002). Pero hay que subrayar que, a diferencia de modafinilo, pitolisant sí ha demostrado actividad sobre la cataplejía.

En términos de seguridad, pitolisant exhibe una buena tolerabilidad: la proporción de pacientes tratados que reporta algún evento adverso (52%, la mayoría de casos leves a moderados) es ligeramente superior a la de placebo (41%) y similar a la de modafinilo (55%). La cefalea (11%) y el insomnio (9%) son las reacciones adversas más frecuentes y las que provocan más retiradas del tratamiento, aunque también destacan los trastornos gastrointestinales –náuseas, vómitos o diarrea–, psiquiátricos –ansiedad, irritabilidad o depresión– y aumento de peso. Con un riesgo no desdeñable de interacciones farmacológicas, pitolisant presenta un perfil de seguridad diferente al de modafinilo (menor gravedad, menor incidencia de algunas reacciones adversas y un aparente menor potencial de dependencia) y al de oxibato (el cual tiene un alto potencial de abuso y posibles reacciones adversas graves).

En definitiva, pitolisant ha demostrado una eficacia superior a placebo en pacientes adultos con narcolepsia, siendo capaz de reducir significativamente la somnolencia diurna excesiva y la incidencia de la cataplejía, pero aún persisten ciertas dudas sobre la magnitud del beneficio clínico, sobre todo, por la limitación de los datos clínicos a largo plazo (en una enfermedad crónica que requerirá tratamientos prolongados). Así, puede considerarse por el momento como una nueva alternativa terapéutica a modafinilo u oxibato sódico en segunda línea, teniendo en cuenta las características individuales del paciente, su perfil de seguridad y posología (más cómoda que oxibato). Inaugura un mecanismo de acción en una enfermedad rara, pero representa solo un tratamiento sintomático que no va a variar sustancialmente la terapéutica. Los estudios poscomercialización y la farmacovigilancia serán esenciales para caracterizar en profundidad el balance beneficio-riesgo del nuevo fármaco a largo plazo y esclarecer su prometedor papel como una potencial primera línea en el tratamiento de la narcolepsia.

Aspectos fisiopatológicos

A grandes rasgos, la narcolepsia es una enfermedad neurológica poco común, pero crónica, que afecta la regulación del sueño y la vigilia, y cuyas dos características clínicas cardinales son la somnolencia diurna excesiva (EDS, por sus siglas en inglés) y la cataplejía (o catalepsia). Se considera la segunda causa mayoritaria de somnolencia diurna tras la apnea obstructiva del sueño y es, a menudo, extremadamente incapacitante, ejerciendo un impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes afectados, al interferir con todos los aspectos de la vida, tanto en el entorno profesional/laboral como en entornos de ocio o relaciones sociales.

Se estima que la prevalencia de narcolepsia con cataplejía, similar en hombres y mujeres, oscila entre el 0,02 y el 0,05% de la población –entre 25 y 50 casos por cada 100.000 habitantes–, tanto a nivel global (está reconocida como enfermedad rara por parte de la OMS) como en Europa y en España, aunque probablemente sea más alta debido al infradiagnóstico. La edad de comienzo más habitual es entre los 10 y los 20 años, si bien se considera que el tiempo medio desde el comienzo de los síntomas hasta el diagnóstico es de unos 5-15 años; esto es posiblemente debido a la errónea concepción popular de que la somnolencia no es un indicativo de enfermedad.

Aunque no está del todo claro su origen, y hace unos años se sugirió que estaba asociada a una hipersensibilidad anormal a la acetilcolina junto con una deficiente actividad monoaminérgica (dopamina y noradrenalina), a día de hoy se plantea la hipótesis de que el mecanismo subyacente clave es un déficit de hipocretina, un neuropéptido producido por los núcleos talámicos, también llamado orexina1, que actúa como estimulador de la vigilia mediante el mantenimiento del tono monoaminérgico. Así, en la actualidad se reconocen dos formas clínicas de narcolepsia: un tipo 1 causado por la pérdida de neuronas hipotalámicas que producen las orexinas A y B, y un tipo 2 de origen desconocido (AEMPS, 2017).

Pero, incluso asumiendo esta hipótesis bioquímica (disminución de la neurotransmisión hipocretínica), el defecto que provoca tal condición no ha sido aclarado. En un pasado, la narcolepsia fue considerada como una alteración hereditaria, habiéndose confirmado en estudios más recientes que no se trata, al menos completamente, de una enfermedad de origen genético2. Más bien parece evidente la implicación de otros factores de tipo ambiental capaces de provocar la activación de uno o varios genes potencialmente responsables de su desarrollo clínico. A principios de los años 80 se demostró que la enfermedad estaba relacionada con el gen HLADR2, presente en el 95-98% de los pacientes de raza blanca caucásica con narcolepsia, pero solo en menos del 35% de los pacientes de otras razas. Estudios genéticos posteriores demostraron que existe otro gen más estrechamente asociado a ella en pacientes de cualquier raza: el gen HLADQB*0602. La asociación con un gen de tipo HLA o antígeno leucocitario humano (asociados a muchas patologías autoinmunes) sugiere un posible papel del sistema inmunitario en la fisiopatología de la narcolepsia. No obstante, no se ha podido confirmar aún la etiología autoinmune de la enfermedad (¿destrucción autoinmune de las neuronas que contienen hipocretina en el hipotálamo lateral?), probablemente porque puede afectar solo a una pequeña área del cerebro, sin otras manifestaciones bioquímicas.

Según se ha sugerido, la narcolepsia se caracteriza desde el punto de vista clínico por ataques de sue¬ño diurnos irresistibles de corta duración (normalmente, menos de 15 minutos). Los pacientes presentan una alteración en la regulación del sueño REM (movimientos rápidos oculares o rapid eye movements), que puede estar presente en cualquier momento del día, incluso interfiriendo con las fases de vigilia. Así, se originan estados intermedios entre el sueño y la vigilia particulares –en un número de crisis a lo largo del día muy variable entre pacientes– que no incrementan el tiempo total de sueño, por lo que es frecuente que el paciente se despierte varias veces por la noche; a veces, los episodios nocturnos de sueño son interrumpidos por intensas pesadillas.

La expresión máxima en aproximadamente dos terceras partes de los pacientes narcolépticos es la cataplejía: se caracteriza por episodios de parálisis súbita parcial o total de todos los músculos voluntarios (en ocasiones solo afecta a las extremidades inferiores), sin que el paciente pierda la consciencia, a menudo desencadenados por emociones intensas o secundariamente a un evento estresante. La afectación con cataplejía sería exclusiva de la narcolepsia tipo 1, al menos al comienzo de la enfermedad. Asimismo, son frecuentes en los pacientes, especialmente en niños, las alucinaciones –visuales o auditivas– hipnagógicas (en la transición de la vigilia al sueño) y las hipnopómpicas (en la transición del sueño a la vigilia). En conjunto, estos efectos suponen un mayor grado de incapacitación que otras enfermedades neurológicas tradicionalmente consideradas, como la epilepsia.

Dada la elevada afectación de la vida de los pacientes y su impacto social (por ejemplo, van a tener un riesgo incrementado de provocar accidentes profesionales o de tráfico), resulta muy importante el diagnóstico temprano que permita instaurar un tratamiento individualizado adecuado para el control de síntomas y un mejor manejo y seguimiento de los pacientes. Muchos pacientes, especialmente los afectados por la narcolepsia de tipo 1, requerirán un tratamiento a lo largo de toda su vida (Thomas et al., 2015). En su abordaje, habrá que tener en cuenta que estos pacientes a menudo presentan comorbilidades, como enfermedades metabólicas y cardiovasculares, trastornos psiquiátricos, dolor crónico músculo-esquelético y otras alteraciones del sueño, que también pueden requerir tratamiento específico.

Las estrategias terapéuticas actuales de la narcolepsia no son curativas y se basan en el control y alivio de los síntomas, específica y mayoritariamente orientadas al manejo de la somnolencia diurna excesiva, el síntoma más prevalente y problemático para los pacientes. Las medidas no farmacológicas (sobre todo, la realización de siestas programadas) pueden resultar útiles como complemento al tratamiento farmacológico, que clásicamente se ha basado en el empleo de fármacos estimulantes del sistema nervioso central (metilfenidato3, anfetaminas) que aumentan la actividad monoaminérgica al actuar sobre receptores dopaminérgicos y noradrenérgicos, pero que pueden tener efectos secundarios graves, principalmente en los sistemas cardiovascular y nervioso (hipertensión, taquicardia, ansiedad, depresión, manía, tics motores, etc.) y riesgo de trastornos por abuso y pérdida de peso.

Actualmente, se acepta que la elección en primera línea del tratamiento de la narcolepsia es el modafinilo, un fármaco no anfetamínico de administración oral cuyo mecanismo de acción no se comprende completamente. Fue aprobado –en el año 1997– para el tratamiento de la somnolencia excesiva y se considera tan efectivo como los estimulantes del sistema nervioso central en la reducción del sueño diurno, pero con mejor tolerabilidad y con bajo potencial de abuso. Las reacciones adversas más frecuentes (en todo caso, más leves y menos frecuentes que con los estimulantes) están relacionadas con trastornos del sistema nervioso (mareos, parestesias) y psiquiátricos (insomnio, nerviosismo, ansiedad, depresión), siendo la cefalea el evento adverso más común; en algún caso se han descrito erupciones cutáneas graves asociadas al uso de modafinilo y se ha advertido de la conveniencia de realizar un electrocardiograma antes del tratamiento por el potencial riesgo cardiovascular (Barateau et al., 2016).

Sin embargo, hay discrepancias en cuanto a la eficacia del modafinilo sobre la cataplejía. Para tratar esa manifestación, y también las alucinaciones hipnagógicas, se suelen emplear antidepresivos tricíclicos (imipramina, clomipramina) o antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (paroxetina, fluoxetina), que disminuyen el sueño REM.

Pero como opción generalmente de primera línea para tratar la cataplejía –por ser el único fármaco aprobado por la EMA con la indicación expresa– está disponible el oxibato sódico, un depresor del sistema nervioso central de administración por vía oral que ha demostrado su capacidad para reducir de forma sustancial el número de ataques catapléjicos, y también ejerce beneficios sobre la somnolencia diurna, pero está asociado con síntomas importantes de abuso, dependencia y síndrome de abstinencia. No se conoce el mecanismo exacto por el cual produce su efecto farmacológico, aunque parece que actúa promoviendo el sueño de onda lenta (delta) y consolidando el sueño nocturno, ya que, administrado antes del sueño nocturno, aumenta las fases 3 y 4 del sueño y aumenta la latencia de sueño, mientras reduce la frecuencia de inicio de períodos de sueño REM. En su desarrollo clínico, que constó fundamentalmente de 4 ensayos con diseño apropiado y una duración del tratamiento de entre 4 y 8 semanas, el estudio pivotal reveló que, a una dosis máxima de 9 mg/día, el fármaco conseguía reducir en 16 los ataques semanales de cataplejía desde un valor basal de 23,5 (valores promedio), una eficacia significativamente superior a placebo (que solo los reducía en 4 desde un valor basal de 20,5 ataques semanales; p= 0,0008). Su perfil de seguridad se considera aceptable, aún con la posibilidad de desencadenar reacciones adversas graves (depresión respiratoria y sedación profunda), siendo el potencial de abuso el principal inconveniente asociado a su uso. También puede empeorar algunas comorbilidades como las alteraciones del ánimo, el síndrome de apnea obstructiva del sueño, la enuresis o el sonambulismo, entre otras, si bien puede mejorar algunas como la obesidad y los trastornos del comportamiento asociados a la fase REM.

Sea como fuere, a día de hoy se considera que los tratamientos disponibles para abordar la narcolepsia tienen grandes limitaciones y es necesario disponer de nuevas opciones terapéuticas.

En cuanto a la evaluación clínica de potenciales tratamientos (o de la evolución de un paciente con narcolepsia), no hay instrumentos sistemáticos y estandarizados específicos como ocurre en otras patologías. Se mide fundamentalmente la eficacia sobre la somnolencia diurna excesiva por dos vías posibles: i) desde un punto de vista subjetivo, a través de la escala de somnolencia de Epworth (ESS, por sus siglas en inglés), en la cual se considera que una estrategia terapéutica es clínicamente relevante cuando induce una diferencia  igual o mayor a 3 puntos, y no-inferior a otro tratamiento cuando el margen es de 2 puntos incluyendo el intervalo de confianza al 95%; y ii) de manera objetiva, con pruebas como el test de latencia de sueño múltiple (MSLT) –que se considera positivo cuando el tiempo hasta dormirse es corto (valores orientativos entre < 5 y < 8 min) y hay al menos 2 períodos con sueño REM–, la prueba de mantenimiento de la vigilia (MWT) y la prueba de atención sostenida a la respuesta (SART). Otras variables evalúan el efecto sobre los ataques de cataplejía, como la tasa de cataplejía diaria o semanal (Van der Heide et al., 2015).

Acción y mecanismo

Pitolisant es un potente antagonista/agonista inverso de los receptores H3 de la histamina que, mediante el bloqueo de los autorreceptores de la histamina, aumenta la actividad de las neuronas histaminérgicas del cerebro, con implicaciones sobre el estado de alerta y vigilia. Activo por vía oral, el medicamento, designado como huérfano, ha sido autorizado para el tratamiento de la narcolepsia con o sin cataplejía en adultos (AEMPS, 2016).

Para comprender su efecto sobre la narcolepsia, conviene recordar que las neuronas histaminérgicas, si bien se sitúan principalmente en el hipotálamo posterior, constituyen un gran sistema de activación cerebral con proyecciones que se extienden por todo el cerebro y juegan un importante papel en los mecanismos relacionados con la alerta y la vigilia. La pérdida de neuronas secretoras de orexina (hipocretina) en la narcolepsia se puede compensar por la activación de neuronas histaminérgicas: al actuar como un agonista inverso de los receptores H3 de histamina cerebrales, se cree que pitolisant ejerce una potenciación prolongada de la transmisión histaminérgica para aumentar el estado de vigilia. Además, se ha demostrado que, tras travesar la barrera hematoencefálica, también modula varios sistemas neurotransmisores cerebrales, aumentando la liberación de acetilcolina (en el córtex prefrontal e hipocampo), de noradrenalina y de dopamina (de esta última solo en el córtex prefrontal, y no en el complejo estriatal que incluye el núcleo accumbens, a diferencia del efecto de modafinilo) (Syed, 2017).

Pitolisant se une a los recetores H3 humanos acoplados a proteína G con un valor de CI50 en el rango de 3,8-5,2 nM (con valores de Ki que oscilan entre 1,0 y 2,4 nM), habiendo mostrado una reducción concentración-dependiente en su unión a dichos receptores, con una CE50 y un Emax que alcanzan los valores de 1,5 nM y 25%, respectivamente. No obstante, el fármaco no muestra una especificidad sobre esos receptores en comparación con los receptores sigma-1 y -2 (σ1 y σ2), sobre los que actúa como agonista y antagonista, respectivamente, pudiendo mediar efectos antidepresores.

Estudios in vivo han demostrado que pitolisant incrementa la actividad de las neuronas histaminérgicas, evidenciado por el aumento en los niveles cerebrales del metabolito tele-metilhistamina (t-MeHA) –un índice de la actividad del sistema histaminérgico– con valores de DE50 por vía oral entre 1,6-2,6 mg/kg en ratón y 3 mg/kg en rata. El fármaco también aumentó el recambio de dopamina en la corteza prefrontal, así como el recambio de noradrenalina en el hipotálamo, hipocampo y corteza cerebral de ratones. En pacientes narcolépticos con o sin cataplejía, tras su administración oral pitolisant presenta un pico de concentración plasmática a las 3 h y una vida media de 10-12 h, y consigue mejorar el nivel y la duración del estado de vigilia y del estado de alerta diurno, evaluados de forma objetiva a través de la medición de la capacidad para permanecer en estado de vigilia (por ejemplo, en la prueba MWT) y de la atención (por ejemplo, en la prueba SART) (EMA, 2015).

Aspectos moleculares

El nombre químico de pitolisant es 1-{3-[3-(4-clorofenil)propoxi]propil}piperidina, que se corresponde con la fórmula C17H26ClNO y con un peso molecular de 295,85 g/mol. Presente en el medicamento en forma de su sal hidrocloruro, pitolisant es un polvo cristalino blanco o blanquecino, muy soluble en agua, etanol y cloruro de metileno, ampliamente soluble también en acetona y prácticamente insoluble en ciclohexano. Se trata de un compuesto con estructura no quiral (no exhibe estereoisomería) que se sintetiza como un polimorfo estable, y cuya estructura química no guarda una relación estrecha con la de los otros fármacos empleados para el tratamiento de la narcolepsia (Figura 1), lo cual podría explicarse por la singularidad de su mecanismo de acción.

Eficacia y seguridad clínicas

La eficacia y la seguridad de pitolisant por vía oral en la indicación y dosis autorizada (máxima de 36 mg/día) han sido adecuadamente contrastadas mediante dos amplios ensayos clínicos pivotales de fase 3, multicéntricos y multinacionales, con diseño similar: aleatorizado, doble ciego, de grupos paralelos y controlados por placebo y modafinilo, de 8 semanas de duración4. Sus objetivos primarios de eficacia se centraban en demostrar la superioridad de pitolisant frente a placebo en la puntuación de la escala de somnolencia diurna basal o escala de somnolencia de Epworth (ESS). Adicionalmente, entre sus objetivos secundarios evaluaron la no-inferioridad de pitolisant respecto a modafinilo sobre la puntuación de ESS, la tasa de respondedores según la puntuación de ESS (proporción de pacientes con < 10 puntos en la última visita y/o diferencia entre puntuación basal y final ≥ 3 puntos), así como los efectos de los fármacos en la prueba de mantenimiento de la vigilia (MWT), los diarios de sueño de los pacientes y la prueba de atención sostenida a la respuesta (SART).

El primero de ellos, el estudio HARMONY IH, incluyó una población por intención de tratar de 94 pacientes adultos con narcolepsia (con o sin cataplejía) con una puntuación basal de > 14 en la escala ESS; 30 pacientes se incluyeron en el grupo placebo, 31 en el de pitolisant (dosis estable de 18 o 36 mg/día en una sola toma diaria) y 33 en el de modafinilo (dosis estable de 200 o 400 mg/día en 2 tomas diarias), de los cuales completaron el estudio 25, 26 y 28 pacientes, respectivamente. En general, las características demográficas y clínicas de los pacientes estaban bien balanceadas en los 3 grupos, destacando una edad media de los pacientes, la mitad mujeres, de entre 33 y 40 años y una duración media de la narcolepsia desde su diagnóstico de entre 10,6 y 14,9 años; la puntuación basal en la escala ESS basal estaba en torno a 18 puntos y el 80% de los pacientes presentaban antecedentes de cataplejía (33 de ellos recibían tratamiento para esa cataplejía).

Los resultados (Dauvilliers et al., 2013) ponen de manifiesto reducciones medias de la puntuación ESS a las 8 semanas de -3,4, -5,8 y -6,9 puntos para los grupos de pacientes tratados con placebo, pitolisant y modafinilo, respectivamente; o sea, reducciones del 17,9%, 32,4% y del 36,8% respecto al valor basal, respectivamente. Así, pitolisant fue significativamente superior a placebo, hallándose una diferencia media –ajustada a valores basales– estadísticamente significativa de -3,33 puntos (IC95% de -5,83 a -0,83; p< 0,05) a favor del fármaco; se describieron unos valores promedios de todas las visitas de seguimiento de 12,3 (±5,6) puntos para pitolisant y de 16,0 (±4,2) puntos para placebo. Sin embargo, los resultados fueron muy similares entre el grupo de pitolisant y el de modafinilo, para el que el valor de ESS de todas las visitas fue de 12,2 (±5,5) puntos: con una diferencia media de solo 0,12 puntos (IC95% de -2,5 a 2,7) entre grupos, no se pudo confirmar estadísticamente la no-inferioridad de pitolisant al situarse el valor pre-definido (margen de no-inferioridad de 2 puntos) dentro del intervalo de confianza.

Entre el resto de variables secundarias, la tasa de respondedores según la puntuación de ESS fue significativamente superior para pitolisant frente a placebo (45,2% vs. 13,3%; OR= 9,24; IC95% 3,82-22,35; p< 0,001), no hallándose diferencias sustanciales respecto a modafinilo (45,5% vs. 45,2%; OR= 1,06; IC95% 0,44-2,54; p= 0,894). Pitolisant también demostró beneficio frente a placebo sobre el mantenimiento de la vigilia en la puntuación de la escala MWT (OR= 1,47; IC95% 1,01-2,14; p= 0,044) y en la tasa de cataplejía diaria (reducción del 65% en los eventos vs. reducción del 10% con placebo; razón de tasas= 0,38; IC95% 0,16-0,93; p= 0,034), sin diferencias estadísticamente significativas entre el fármaco experimental y modafinilo en ninguna de ellas. Tampoco se hallaron cambios destacables en otras variables como la atención sostenida por la escala SART (p= 0,053), la calidad de vida (evaluada por el cuestionario validado EQ5D) o la valoración del investigador de los cambios clínicos en la cataplejía.

El segundo ensayo pivotal, el estudio HARMONY Ibis, incluyó una población por intención de tratar de 163 pacientes adultos con narcolepsia (con o sin cataplejía) con una puntuación basal de > 14 en la escala ESS. En este caso, la aleatorización fue 1:2:2, de modo que 32 pacientes recibieron placebo, 66 pitolisant (dosis estable máxima de 9 o 18 mg/día) y 65 modafinilo; completaron el estudio 30, 60 y 62 pacientes de los respectivos grupos. De nuevo, las características basales demográficas y clínicas de los pacientes no diferían de forma relevantes entre los brazos de tratamiento. Entre el 75-81% de los pacientes tenían historia de cataplejía.

Los datos divulgados de este estudio (AEMPS, 2017) aluden a reducciones medias de la puntuación ESS a las 8 semanas de -3,6, -4,6 y -7,8 puntos para los grupos de pacientes tratados con placebo, pitolisant y modafinilo, respectivamente, que representaban reducciones proporcionales del 20,0%, 25,8% y del 43,3% respecto al valor basal. Así pues, los resultados no evidenciaron diferencias significativas entre pitolisant y placebo: con valores promedios de todas las visitas de seguimiento de 14,0 (±5,0) puntos para pitolisant y de 14,8 (±5,1) puntos para placebo, se obtuvo una diferencia media –ajustada a los valores basales– de solo -1,94 puntos (IC95% de -4,05 a 0,07; p= 0,065). Tampoco se confirmó la no-inferioridad de pitolisant frente a modafinilo, con una diferencia media entre ambos fármacos de -2,75 puntos (IC95% de -4,48 a -1,02; p= 0,065), mayor que el valor definido como margen de no-inferioridad (2 puntos); en cambio, el valor promedio de todas las visitas fue de 11,2 (±5,4) puntos en el grupo de modafinilo, significativamente mejor que el obtenido con pitolisant (p< 0,002). Respecto a otras variables secundarias, no se detectaron diferencias estadísticas entre pitolisant y placebo en la tasa de cataplejía diaria o en la calidad de vida, pero el fármaco sí fue superior en esa comparación en los resultados de la tasa de pacientes respondedores según puntuación ESS (62,8% vs. 43,8% con placebo; p= 0,008) y en la mejora de las puntuaciones de las escalas MWT (p= 0,009) y SART (p= 0,043); en estas últimas no se detectaron diferencias respecto a modafinilo (p= 0,713 y p= 0,294, respectivamente).

El EPAR del medicamento (EMA, 2015) hace referencia a la realización de análisis conjuntos de los datos de los dos ensayos pivotales. Un test de variables múltiples que combinaba las puntuaciones de las escalas ESS, MWT y SART confirmó la superioridad de pitolisant frente a placebo para las dosis de 18 y 36 mg/día, si bien al analizar las variables separadamente los resultados no mostraban significación estadística (sí la misma tendencia favorable para la dosis de 36 mg/día). No se vieron diferencias reseñables entre las puntuaciones ESS de los pacientes con cataplejía (mayoritarios, un 80%) y de los que no tenían cataplejía.

Adicionalmente, se desarrolló un estudio de soporte, también de fase 3 y multicéntrico (HARMONY CTP), doble ciego, de grupos paralelos y controlado por placebo, que aleatorizó un total de 105 pacientes narcolépticos con un valor medio basal de ESS de 17 puntos y alta tasa de cataplejía (media semanal en torno a 8 episodios). Tras 2 semanas de titulación de la dosis (aumentando desde 4,5 hasta 9, 18 o 36 g/día), la dosis estable de pitolisant fue administrada durante 4 semanas (36 mg/día en un 65% de pacientes). Los resultados (Szakacs et al., 2017) muestran una mejora significativa respecto al valor basal en la tasa media de cataplejía (variable primaria) en los pacientes tratados con pitolisant (N= 54) –con independencia de la dosis– en comparación con aquellos del grupo control (N= 51): se redujo progresivamente (en un 64%) desde 9,15 a 3,28 episodios/semana con el fármaco, y solo de 7,31 a 6,79 episodios/semana con placebo (razón de tasas= 0,512; p< 0,0001). Así, la proporción de pacientes que mantenía una frecuencia de cataplejía alta (> 15 episodios/semana) al final del tratamiento fue notablemente menor en el grupo de pitolisant que en el de placebo (5,6% vs. 23,5%; p< 0,0001). Las variables secundarias también revelaron un beneficio de pitolisant sobre la somnolencia diurna excesiva al final del estudio, siendo superior a placebo en la puntuación de las escalas ESS (reducción media respecto al valor basal de -5,4 puntos con pitolisant vs. -1,9 puntos con placebo; p< 0,001) y MWT (puntuación un 80% mayor en el grupo de pitolisant que en el grupo control; p= 0,005).

Un último y reciente estudio de soporte (HARMONY III), de fase 3, abierto, de un solo brazo y sin comparador, incluyó un total de 102 pacientes con narcolepsia con y sin cataplejía (puntuación basal de la escala ESS ≥ 12), algunos de ellos pre-tratados, que recibieron en su mayoría (88%) la dosis estable de 36 mg/día de pitolisant; 68 completaron el periodo de tratamiento de 12 meses. Aunque las conclusiones sobre la eficacia clínica del fármaco se ven limitadas por el diseño abierto y la posibilidad de otros tratamientos psicoestimulantes concomitantes, resulta destacable que a más largo plazo la reducción media de la puntuación ESS respecto al valor basal fue de -4,6 puntos, similar a la descrita en el estudio HARMONY Ibis. Dos tercios de los pacientes fueron respondedores según puntuación ESS y se reportaron mejoras respecto al estado basal en la cataplejía completa y parcial, las alucinaciones, la parálisis del sueño y los ataques de sueño en un 76%, 65%, 54%, 63% y 27%, respectivamente (Dauvilliers et al., 2019).

Por último, los datos de seguridad del fármaco en narcolepsia derivan fundamentalmente de los dos estudios pivotales, si bien se tienen datos de hasta 1.385 personas que han recibido el fármaco –incluyendo 291 voluntarios sanos y 752 pacientes con otros diagnósticos– con una duración media del tratamiento de 84,5 días (64 días en los estudios de narcolepsia, más frecuentemente con la dosis de 36 mg/día, con la que el número de eventos adversos descritos fue mayor). La proporción de pacientes narcolépticos que reporta al menos un evento adverso con pitolisant es ligeramente superior a la de placebo (52,3% vs. 41,1%) y similar a la de modafinilo (55,1%), siendo la cefalea y el insomnio los eventos adversos más comunes en todos los estudios con el fármaco (11,4% y 9,0%, respectivamente), la mayoría de casos leves a moderados.

También destacan otros eventos adversos que fueron más frecuentes en los estudios con narcolepsia y particularmente en los pacientes que recibieron pitolisant5, tales como gastrointestinales –náuseas (4,8%), vómitos (2,3%) o diarrea (2%)–, psiquiátricos –ansiedad (3,5%), irritabilidad (3,2%), depresión (1,3%) o trastornos del sueño (1,1%)– y aumento de peso (2,9%). Aunque las reacciones adversas que originaron más retiradas de tratamiento fueron insomnio, cefalea, naúseas, ansiedad, vértigo y depresión, las de mayor gravedad fueron la pérdida de peso anormal (0,1%) y los abortos espontáneos (0,1%). Otro aspecto a considerar sobre la seguridad de pitolisant es el riesgo de exposición incrementada en casos de insuficiencia renal o hepática y el riesgo de interacciones farmacológicas con inhibidores de CYP2D6 (paroxetina, fluoxetina, etc.) o con sustratos de CYP3A4 y con un margen terapéutico estrecho (inmunosupresores, docetaxel, etc.). Se debe evitar el uso del fármaco con anticonceptivos orales y no se recomienda durante el embarazo o la lactancia.

Aspectos innovadores

Pitolisant es un potente antagonista/agonista inverso de los receptores H3 de la histamina que, mediante el bloqueo de dichos autorreceptores, aumenta la actividad de las neuronas histaminérgicas, un gran sistema de activación cerebral con implicaciones sobre el estado de alerta y vigilia; también potencia la liberación de acetilcolina (en el córtex prefrontal e hipocampo), de noradrenalina y de dopamina (de esta última solo en el córtex prefrontal). Habida cuenta de que la pérdida de neuronas secretoras de hipocretina (u orexina) en la narcolepsia se puede compensar por la activación de neuronas histaminérgicas –situadas mayoritariamente en el hipotálamo posterior, pero con proyecciones por todo el cerebro–, se cree que el agonismo inverso de pitolisant sobre los receptores H3 le permite ejercer una potenciación prolongada de la transmisión histaminérgica para aumentar el estado de vigilia. En base a ello, el medicamento, designado como huérfano y de administración por vía oral, ha sido autorizado para el tratamiento de la narcolepsia con o sin cataplejía en adultos.

La eficacia y la seguridad clínicas del fármaco en la indicación y dosis autorizadas han sido adecuadamente contrastadas mediante dos ensayos pivotales multicéntricos de fase 3 y con un diseño que se ha considerado aceptable por la EMA: aleatorizados, doble ciego, de grupos paralelos y controlados por placebo y modafinilo, de duración (8 semanas) suficiente para demostrar eficacia en la indicación. El tamaño de los mismos, aunque limitado, es apropiado por tratarse de una enfermedad rara, y la población incluida (enfermedad moderada-grave, presencia de cataplejía en un 80% de pacientes) se considera representativa de los pacientes con narcolepsia primaria que usarán el fármaco. La selección de la puntuación en la escala ESS (subjetiva) como variable primaria para la valoración de la somnolencia diurna excesiva está en línea con lo aceptado para otros fármacos en esta indicación.

Pitolisant ha demostrado su eficacia clínica –superioridad significativa sobre placebo– en términos de reducción de la somnolencia diurna excesiva solo en uno de los ensayos pivotales (HARMONY I), donde se reportó, tras un ajuste a valores basales, una diferencia media de -3,3 puntos frente a placebo (p< 0,05) en la escala ESS6. Sin embargo, esa diferencia a favor de pitolisant fue de solo -1,9 puntos en el otro estudio (HARMONY Ibis), sin alcanzar significación estadística (p= 0,065), lo que limita la extracción de conclusiones. Ello podría deberse, más que a factores relacionados con errores en las estimaciones numéricas o al bajo número de pacientes, a la dosis máxima que se usó en el segundo estudio (18 mg/día), que puede no ser adecuada para el control de los síntomas en hasta dos tercios de los pacientes.

En general, los resultados de varias de las variables secundarias empleadas en los ensayos pivotales contribuyen a defender que pitolisant tiene una eficacia superior a placebo: por ejemplo, aumenta notablemente la tasa de respondedores según la puntuación de la escala ESS (45% vs. 13%, y 63% vs. 44%) y mejora la capacidad para permanecer en estado de vigilia según la puntuación de la escala MWT (medida objetiva); la tasa de cataplejía diaria también se vio significativamente reducida en HARMONY I (65% vs. 10% con placebo). Además, como parte de los análisis conjuntos post-hoc de los dos estudios pivotales, un interesante test de variables múltiples, que combinaba las puntuaciones de las escalas ESS, MWT y SART, confirmó la superioridad de pitolisant sobre la somnolencia diurna. Los hallazgos del estudio de soporte HARMONY CTP también reafirman su beneficio sobre la cataplejía, pues un tratamiento de 4 semanas redujo en un 64% la tasa de episodios semanales hasta 3,3 desde un valor basal de 9,2 (vs. una reducción de 7,3 hasta 6,8 con placebo; p< 0,0001).

Sin embargo, los ensayos pivotales no fueron capaces de demostrar la no-inferioridad de pitolisant frente a modafinilo7. Los resultados de ambos fármacos en la reducción de la puntuación ESS fueron similares en el ensayo HARMONY I, pero en el estudio HARMONY Ibis la diferencia entre ellos fue de -2,75 puntos a favor de modafinilo, que se mostró más eficaz que pitolisant (p< 0,002). Si bien las comparaciones directas aquí referidas sugieren una menor eficacia de pitolisant frente a modafinilo, el efecto sobre la somnolencia diurna excesiva de modafinilo y pitolisant podría parecer de la misma magnitud a la vista de la comparación histórica (e indirecta) de los datos de 6 estudios clínicos con modafinilo y los dos pivotales con pitolisant (Romigi et al., 2018). No obstante, hay que subrayar que, a diferencia de modafinilo, pitolisant sí ha demostrado su efecto sobre la cataplejía.

Por otro lado, no se dispone de comparaciones directas de pitolisant frente a oxibato sódico8, la otra alternativa farmacológica en primera línea del tratamiento de la narcolepsia con o sin cataplejía, que mostró en sus ensayos clínicos una eficacia al menos igual que modafinilo para combatir la somnolencia diurna excesiva. Respecto a oxibato (que requiere una dosis antes de acostarse y la segunda entre 2,5-4 h después), pitolisant (dosis única diaria por la mañana) ofrecería una posología más cómoda al no interrumpir el sueño para su administración, que podría llegar a traducirse en mejoras en la adherencia terapéutica.

En términos de seguridad, su perfil toxicológico en narcolepsia se considera adecuadamente definido y aceptable. La proporción de pacientes tratados con pitolisant que reporta al menos un evento adverso (52%, la mayoría de casos leves a moderados) es ligeramente superior a la de placebo (41%) y similar a la de modafinilo (55%). La cefalea (11%) y el insomnio (9%) son las reacciones adversas más frecuentes con el fármaco y las que provocan más retiradas del tratamiento, aunque también destacan los trastornos gastrointestinales –náuseas, vómitos o diarrea–, psiquiátricos –ansiedad, irritabilidad o depresión– y aumento de peso. Las de mayor gravedad fueron la pérdida de peso anormal (0,1%) y los abortos espontáneos (0,1%).

Se debe considerar el riesgo de sobre- exposición al fármaco en pacientes con insuficiencia renal o hepática o quienes reciban concomitantemente inhibidores de CYP2D6 (paroxetina, fluoxetina, etc.), y se recomienda precaución en pacientes epilépticos por su potencial convulsivante y en cardiópatas por la posibilidad de que pueda prolongar el intervalo QT. Así pues, a falta de caracterizar su seguridad a largo plazo, pitolisant presenta un perfil de seguridad diferente al de modafinilo (menor gravedad, menor incidencia de algunas reacciones adversas y un aparente menor potencial de dependencia) y al de oxibato (el cual tiene un alto potencial de abuso y posibles reacciones adversas graves).

En definitiva, por todo lo expuesto, pitolisant ha demostrado una eficacia superior a placebo en pacientes adultos con narcolepsia, siendo capaz de reducir significativamente la somnolencia diurna excesiva y también la incidencia de la cataplejía. Dado que aún persisten ciertas dudas sobre la magnitud del beneficio clínico que aporta pitolisant –por la inconsistencia de los ensayos pivotales, y, sobre todo, por la limitación de los datos clínicos a largo plazo9 (en una enfermedad crónica que a priori requerirá tratamiento por periodos prolongados de tiempo)–, el IPT de la AEMPS plantea que se debe valorar inicialmente el uso de modafinilo u oxibato sódico. Así, pitolisant puede considerarse por el momento como una nueva alternativa terapéutica a ambos en segunda línea, teniendo en cuenta las características individuales del paciente, fundamentalmente en lo relativo a su perfil de seguridad o posología. Inaugura un mecanismo de acción en la indicación, pero igual que el resto de fármacos disponibles en esta enfermedad rara, representa solo un tratamiento sintomático que no va a variar sustancialmente la terapéutica de la enfermedad. Los estudios poscomercialización y la monitorización de la farmacovigilancia serán esenciales para caracterizar en profundidad el balance beneficio-riesgo del nuevo fármaco a largo plazo y esclarecer su prometedor papel como una primera línea en el tratamiento de la narcolepsia.

Valoración

Fármacos relacionados registrados en España

Detección de interacciones entre medicamentos y plantas medicinales en BOT PLUS

Resumen

El Consejo General de Colegios de Farmacéuticos, a través de su base de datos BOT PLUS, permite a los profesionales sanitarios detectar posibles interacciones entre medicamentos y plantas medicinales y, de esa manera, evitar la posible aparición de los efectos negativos que esto tendría sobre la salud del paciente. Se resume a continuación el tipo de informaciones a las que se puede acceder y manera de encontrar esta información en BOT PLUS.

  • Dorado Romero T. Detección de interacciones entre medicamentos y plantas medicinales en BOT PLUS. Panorama Actual Med. 2021; 45(440): 138-140

Se define una interacción farmacológica como la alteración de la respuesta previsible de un medicamento como consecuencia de la acción de otra sustancia ajena al organismo como puede ser otro fármaco, alimentos, plantas medicinales, alcohol, etc. Las consecuencias que puede producir una interacción farmacológica pueden variar desde una disminución del efecto farmacológico con la consiguiente pérdida de eficacia hasta una potenciación del efecto e incremento del riesgo de toxicidad.

Dentro de BOT PLUS existe una funcionalidad que permite detectar interacciones farmacológicas, tanto medicamento-medicamento, como medicamento-alimento o medicamento-planta medicinal. Actualmente la base de datos dispone de más de 39.000 fichas de interacciones. Como novedad, durante el último año se han codificado cerca de 800 interacciones entre medicamentos y plantas medicinales.

Entre los ingredientes que más frecuentemente se asocian a interacciones con medicamentos encontramos algunos como hipérico, pomelo y sus variedades (zumo de pomelo), ginkgo, ginseng y melatonina, entre otros. Se han encontrado cerca de 300 interacciones con hipérico, un producto muy consumido habitualmente entre la población polimedicada, los cuales en muchos casos desconocen el posible efecto que puede ejercer sobre su medicación. Un ejemplo muy claro de ello son los pacientes en tratamiento con estatinas. La administración concomitante con hipérico podría producir una disminución de casi un 50% en los niveles plasmáticos de la estatina, dando lugar a una reducción o pérdida de su eficacia terapéutica. Es por ello que la asociación de hipérico con estatinas se encuentra contraindicada.

Esta información sobre interacciones está en constante actualización, mediante revisiones en distintas fuentes de información, como pueden ser las fichas técnicas de todos los medicamentos que se encuentran autorizados en España así como revisiones de las distintas notas informativas y alertas publicadas por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y la FDA (Food and drugs administration) estadounidense. Además, para obtener la información codificada de las interacciones con plantas medicinales se ha realizado una búsqueda exhaustiva en el libro “Stockley’s Herbal Medicines Interactions” y en otras bases de datos como Micromedex, PubMed, etc.

Búsqueda de interacciones con BOT PLUS

Para consultar las interacciones en BOT PLUS, actualmente existen disponibles tres formas de distintas de obtener esta información:

  • Mediante el botón específico de interacciones situado en las “búsquedas especiales” (en la parte derecha de la pantalla de la página principal o de inicio). Una vez abierto ese buscador, podremos buscar el nombre de todos los principios activos, medicamentos o complementos alimenticios deseados y añadirlos al lado derecho para después comprobar si existen interacciones entre ellos. No existe un límite máximo de registros que se puedan añadir, de manera que el buscador nos mostrará todas las interacciones existentes entre ellos. Seleccionando una de ellas podremos ver la información disponible (Figura 1).
  • A través del botón de interacciones que aparece en la ficha de cada uno de los productos y principios activos podremos obtener un listado completo de todas sus interacciones existentes. Clicando encima de alguna de ellas nos mostrará la información disponible al respecto (Figura 2).
  • A través del botón de “Interacciones” que aparece bajo el cuadro de “elementos seleccionados” (a la izquierda de la página principal). Aquí aparecerán todos los productos y medicamentos cuya ficha hayamos visitado anteriormente, actuando a modo de registro histórico (Figura 3).

Dentro de la ficha de cada interacción, aparece disponible información sobre el sentido de la interacción (es decir, cuál de los dos principios activos actúa sobre el otro, o si la interferencia es mutua), la consecuencia que va a tener esta interacción sobre el paciente y una serie de recomendaciones a tener en cuenta. Además, para facilitar la interpretación de cada una de las interacciones, se han establecido en BOT PLUS una serie de iconos que informan gráficamente sobre el riesgo de la interacción y las medidas recomendadas en cada caso (Tabla 1).

Formulación magistral en patologías orales (IV): mucositis y gingivitis

Resumen

El cuarto artículo de esta serie revisa el interesante papel que puede jugar la formulación magistral en dos patologías bastante frecuentes que afectan a la mucosa oral y para las que las medidas terapéuticas disponibles en ocasiones tienen limitaciones: por un lado, la mucositis, uno de los principales efectos adversos de los tratamientos antineoplásicos; y por otro, la gingivitis, una patología de etiología diversa que suele cursar con irritación, enrojecimiento e hinchazón de las encías y que, de no ser tratada adecuadamente, pueden desembocar en enfermedades periodontales graves. En algunos de los casos, por ejemplo, cuando la zona afectada por la mucositis es difusa o incluye varias localizaciones de la mucosa oral, lo más indicado es preparar fórmulas magistrales en soluciones o suspensiones para realizar enjuagues, evitando el uso de alcohol por su alto poder irritante. Se revisan a continuación las fórmulas más comúnmente empleadas en el tratamiento de estas patologías.

Mucotis

La mucositis es una reacción inflamatoria de la mucosa digestiva que generalmente afecta a la boca y faringe, pero puede abarcar incluso hasta el ano y generalmente es producida por los tratamientos oncológicos: se trata de uno de los principales efectos adversos de la quimioterapia y la radioterapia.

Existen principalmente, dos tipos de mucositis:

  • Eritematosa: generalmente aparece 5 o 6 días después de la quimioterapia o radioterapia, aunque en algunos casos puede presentarse en menos tiempo.
  • Ulcerosa: es la más grave y suele aparecer al cabo de 7 días de iniciar el tratamiento antineoplásico.

SINTOMATOLOGÍA

Suele iniciarse con síntomas más o menos leves, tales como enrojecimiento de la mucosa, dolor, sequedad de boca, dificultad en la deglución, quemazón, hormigueo en los labios y lesiones localizadas, que pueden extenderse poco a poco dando lugar a úlceras de especial relevancia. También puede acompañarse de diarrea y otros síntomas digestivos. En algunos casos se asocia a infecciones, principalmente por virus del herpes simple o por hongos, como Candida albicans, sobre todo en pacientes que presentan déficit de neutrófilos.

CLASIFICACIÓN

La OMS establece diferentes grados de mucositis (Tabla 1).

TRATAMIENTO

La primera recomendación es adoptar una serie de medidas preventivas, entre ellas:

  • Realizar una correcta higiene bucal mediante un cepillado diario de dientes, encías y lengua, y un posterior enjuague con colutorio sin alcohol.
  • Evitar acciones que irriten o puedan lesionar la mucosa bucal como: prótesis mal adaptadas, antiguas o rotas, y hábitos de introducir elementos extraños a la cavidad oral como palillos o bolígrafos, así como la realización de un cepillado agresivo o la ingesta de alimentos picantes, bebidas ácidas, alcohol, tabaco, etc.

Cuando estas medidas no son suficientes se recurre al tratamiento farmacológico, en el que pueden emplearse varias fórmulas magistrales como las descritas a continuación.

Ejemplos de fórmulas

Cuando la zona afectada es difusa y la mucositis afecta a varias localizaciones de la mucosa oral e incluso llega hasta la faringe, lo más indicado es formular soluciones o suspensiones para realizar enjuagues. Se debe evitar el uso de alcohol por su alto poder irritante. Si las fórmulas incluyen principios activos insolubles en agua, como hidrocortisona o nistatina, se requiere emplear agentes que los mantengan en suspensión.

FÓRMULA 1. CLORHEXIDINA DIGLUCONATO, LIDOCAÍNA CLORHIDRATO Y NISTATINA EN ENJUAGUE BUCAL.

Composición:

Clorhexidina digluconato…………………………… 0,12%
Lidocaína clorhidrato ……………………………………1%
Nistatina1 ……………………………………..100.000 UI/ml
Glicerina……………………………………………….. 10 ml
Carmelosa sódica……………………………………….. 1%
Metil-parahidroxibenzoato sódico……………………. 0,1%
Sacarina sódica………………………………………… 0,1%
Agua purificada…………………………………c.s.p. 100 ml

Este preparado es en realidad la lidocaína viscosa recogida en el Formulario Nacional, a la que se añade clorhexidina digluconato como antiséptico y nistatina como antifúngico.

Modus Operandi:

  • Pesar la carmelosa sódica, medir unos 6 ml de glicerina y mezclar en un vaso de precipitados mediante agitación con varilla, calentando a su vez sobre un baño maría a unos 50ºC.
  • Adicionar el agua purificada sobre la fase anterior, agitando de nuevo con varilla y dejar enfriar.
  • Añadir la lidocaína clorhidrato, el metilo parahidroxibenzoato sódico y la sacarina sódica, agitando hasta su disolución.
  • Incorporar la clorhexidina digluconato bajo agitación (A).
  • Pulverizar la nistatina en un mortero. Añadir sobre ésta el resto de glicerina y hacer una pasta (B).
  • Adicionar lentamente la solución A sobre la pasta B de la fase anterior, homogeneizando con ayuda de pistilo.
  • Completar con agua purificada hasta el volumen requerido y poner en agitación hasta completa homogeneización.

Conservación: a temperatura ambiente.
Caducidad: 30 días.
Etiquetar con la leyenda “Agitar antes de usar”.

FÓRMULA 2. GENTAMICINA SULFATO, HIDROCORTISONA, NISTATINA, LIDOCAÍNA Y BICARBONATO SÓDICO EN ENJUAGUE BUCAL.

Composición:

Gentamicina sulfato…………………………………… 0,1%
Hidrocortisona base…………………………………… 0,5%
Nistatina……………………………………… 100.000 UI/ml
Lidocaína clorhidrato……………………………………. 2%
Bicarbonato sódico……………………………………… 1%
Cremophor RH 40® ………………………………………3%
Goma Xanthan………………………………………… 0,5%
Sorbitol(solución al 70%)………………………………. 30%
Esencia de menta, fresa o vainilla…………………… 0,05%
Agua purificada………………………………….c.s.p. 100 ml

Modus Operandi:

  • Disolver el bicarbonato, la gentamicina sulfato y la lidocaína clorhidrato en el agua purificada.
  • Añadir la goma xanthan y agitar mediante un emulsionador o agitador magnético hasta obtener una solución viscosa.
  • Añadir el sorbitol bajo agitación (A).
  • Disolver la esencia en el Cremophor RH 40® (B).
  • Mezclar en un mortero la nistatina y la hidrocortisona, y añadir la solución B mezclando hasta formar una pasta homogénea.
  • Añadir la solución viscosa A en pequeñas porciones, mezclando hasta obtener una suspensión homogénea amarillenta.
  • Enrasar con agua purificada hasta volumen requerido y envasar.

Conservación: en frigorífico.
Caducidad: 15 días.
Etiquetar con la leyenda “Agitar antes de usar”.

FÓRMULA 3. BENCIDAMIDA 0,2% ENJUAGUE BUCAL.

Los medicamentos de fabricación industrial con bencidamida contienen etanol, por lo que no resultan adecuados para el tratamiento de mucositis y en su lugar puede prepararse la siguiente fórmula.

Composición:

Bencidamida clorhidrato………………………………….. 0,15%
Sacarina sódica……………………………………………. 0,05%
Metil-parahidroxibenzoato sódico…………………………..0,1%
Esencia de menta, fresa o vainilla……………………….. 0,05%
Agua purificada……………………………………….c.s.p. 100 ml

La concentración de bencidamida puede variar entre 0,1 y 0,2% y pueden sustituirse unos 20 ml de agua por glicerina para mejorar la adhesividad y edulcorar el preparado.

Modus Operandi:

  • Disolver la bencidamida, la sacarina y el metilparahidroxibenzoato sódico en el agua purificada mediante agitación con varilla.
  • Medir la esencia con una pipeta y añadir a la solución anterior.
  • Agitar de nuevo con varilla para homogeneizar la mezcla y filtrar por papel.

Conservación: a temperatura ambiente.
Caducidad: 30 días (algunos autores la prolongan hasta 3 meses).

FÓRMULA 4. SALIVA ARTIFICIAL (FN/2003/PO/024).

La xerostomía es uno de los síntomas que puede aparecer en la mucositis; el preparado oficinal de saliva artificial, descrita en el Formulario Nacional, puede resultar útil en estos casos.

Composición:

Carmelosa sódica………………………………………….. 1%
Sorbitol………………………………………………………. 3%
Cloruro de potasio……………………………………… 0,12%
Dihidrógeno fosfato de potasio……………………… 0,034%
Cloruro de sodio…………………………………………0,084%
Cloruro de calcio anhidro……………………………… 0,015%
Cloruro de magnesio hexahidratado…………………. 0,005%
Agua purificada…………………………………… c.s.p. 100 ml

Modus Operandi:

  • Disolver en agua las sales y el sorbitol, en un vaso de precipitados.
  • Dispersar la carmelosa sódica, para evitar la formación de grumos.
  • Dejar reposar el tiempo necesario para la total imbibición de la carmelosa sódica.
  • Agitar, sin incorporar aire, hasta formar un gel fluido.

Conservación: a temperatura ambiente.Caducidad: 15 días.

* Actualmente se puede partir de la base de colutorio ya elaborada. Un ejemplo es la base Acofarma colutorio sabor menta, cuya composición es:

Sorbitol (solución al 70%)……………………………… 10%
Glicerina…………………………………………………… 4%
Polisorbato 20…………………………………………….. 3%
Sacarina sódica………………………………………… 0,2%
Sulfato de zinc…………………………………………… 0,1%
Fluoruro de sodio………………………………………. 0,05%
Benzoato de sodio…………………………………….. 0,05%
Sorbato de potasio………………………………………. 0,3%
Aceite de menta piperita………………………………… 0,2%
Extracto glicérico de Salvia officinalis……………………. 1%
Ácido cítrico………………………………………..  c.s. pH 5,5
Agua purificada………………………………….. c.s.p. 100 ml

Ejemplo de fórmula:

Lidocaína clorhidrato……………………………………… 2%
Ácido hialurónico………………………………………… 0,5%
Nistatina1 ……………………………………….100.000 UI/ml
Neomicina sulfato……………………………………….. 0,1%
Base Acofarma colutorio………………………. c.s.p. 100 ml

Conservación: a temperatura ambiente.
Caducidad: 3 meses.
Etiquetar con la leyenda “Agitar antes de usar”.

Cuando lo que se busca es un efecto localizado y más duradero, se puede recurrir a excipientes adhesivos a la mucosa oral. Por ejemplo, utilizando corticoides de diferente potencia, se pueden elaborar preparados como
los siguientes.

Composición:

Hidrocortisona base……………………………………………. 0,1-1%
Excipiente adhesivo oral………………………………….. c.s.p. 30 g

Triamcinolona acetónido…………………………………………. 0,1%
Excipiente adhesivo oral…………………………………… c.s.p. 30 g

Clobetasol propionato………………………………………….. 0,05%
Excipiente adhesivo oral……………………………………c.s.p. 30 g

Lidocaína clorhidrato……………………………………………… 1-2%
Triamcinolona acetónido…………………………………………. 0,1%
Excipiente adhesivo oral………………………………….. c.s.p. 30 g

Clobetasol propionato…………………………………………… 0,05%
Nistatina…………………………………………………… 100.000 UI/g
Excipiente adhesivo oral……………………………………. c.s.p. 30 g

Modus Operandi general:

  • Pesar los principios activos y mezclarlos en un mortero, si hay más de uno, hasta obtener un polvo fino y homogéneo.
  • Añadir una pequeña cantidad de vaselina líquida y trabajar para formar una pasta.
  • Añadir el excipiente adhesivo oral a la pasta anterior homogeneizando con la ayuda del pistilo.
  • Envasar en tubo con aplicador.

Las fórmulas magistrales de tipo piruleta o lollipop también pueden estar indicadas en estos pacientes con mucositis a nivel de boca o faringe. No obstante, tal y como se ha descrito al inicio de este artículo, la mucositis puede localizarse en otras áreas del tubo digestivo. Así, por ejemplo, los pacientes que han recibido radioterapia en la pelvis pueden presentar una colitis o proctitis actínica. Si bien no es el objetivo de este artículo, un ejemplo de fórmula magistral indicada en proctitis actínica, úlcera solitaria rectal o enfermedad inflamatoria intestinal es el enema de sucralfato (100 mg/ml).

Gingivitis

Se trata de una afección frecuente y leve que causa irritación, enrojecimiento e hinchazón de la parte de las encías que rodea la base de los dientes. Las gingivitis no tratadas pueden ser el inicio de enfermedades periodontales que cursan con inflamación e infección, con la consecuente destrucción de los tejidos de soporte de los dientes, incluyendo además de las encías, ligamentos periodontales y hueso.

SINTOMATOLOGÍA

Entre los signos y síntomas que pueden aparecer y caracterizan a las gingivitis se encuentran:

  • Encías con sangrado incluso con cepillado suave, color rojo brillante o púrpura, con sensibilidad al tacto pero indoloras, e inflamadas.
  • Úlceras bucales.
  • Dolor.
  • Halitosis.
  • Dificultad para comer.
  • Reducción de la calidad de vida relacionada con la salud oral.

CLASIFICACIÓN

Actualmente se clasifican (Tabla 2) en función de si están inducidas o no por el biofilm o placa dental (que está compuesta por bacterias, moco y residuos de alimentos que se van acumulando, formando un depósito duro denominado sarro):

  • Las gingivitis inducidas por el biofilm dental resultan de la interacción entre éste y la respuesta inmunitaria-inflamatoria del paciente. En este caso la inflamación no se extiende más allá de la inserción periodontal.
  • Las gingivitis no inducidas por el biofilm dental: aunque no están inducidas por la placa dental, su gravedad depende de su acumulación y de la posterior inflamación gingival que conlleva.

PREVENCIÓN

Es fundamental adoptar una serie de medidas, tales como:

  • Buena higiene dental incluyendo el uso de hilo o seda al menos una vez al día.
  • Uso de cremas dentales o enjuagues bucales antisarro o antiplaca.
  • Uso de cepillos especiales, irrigadores o incluso palillos o mondadientes para remover los depósitos de placa.
  • Limpieza dental profesional al menos una vez cada 6 meses.

TRATAMIENTO

La gingivitis puede ser tratada con diferentes grupos de compuestos –que se incluyen habitualmente en fórmulas magistrales– en función de la actividad farmacológica que se precise:

  • Fenoles: timol, eucaliptol, mentol y sus mezclas (salicilato de metilo). Se emplean en enjuagues bucales, al menos dos veces al día, y permiten conseguir una reduc-ción de la gingivitis y de la placa bacteriana del orden del 30-40%.
  • Compuestos bisguanídicos: clorhexidina. Se trata de un antiséptico de amplio espectro que se suele presentar en forma de solución al 0,12% o 0,2%.
  • Compuestos de amonio cuaternario: cloruro de cetilpiridinio y otros. Se pueden encontrar presentes en pastas dentífricas y colutorios y poseen un efecto sinérgico con la clorhexidina.
  • Fluoruros. El más empleado es el fluoruro de sodio. También se encuentran presentes en las pastas dentífricas y están más indicados en el control de la caries que en la prevención de la placa bacteriana y de la enfermedad periodontal.

Ejemplos de fórmulas

FÓRMULA 1. GEL BUCAL DE CLORHEXIDINA

Composición:

Clorhexidina digluconato……………………………………… 1%
Esencia de menta…………………………………………… 0,5%
Hidroxietilcelulosa…………………………………………….2,5%
Sorbitol líquido (solución al 70%)…………………………… 20%
Cremophor RH40® ……………………………………………..2%
Agua purificada………………………………………… c.s.p. 50 g.

El sorbitol al 70%, además de proporcionar una acción edulcorante, aumenta la adherencia sobre la mucosa oral. Para evitar la posible opalescencia producida por el carácter hidrófobo de la esencia de menta, se añade Cremophor RH40® que aumenta la solubilidad del gel en el agua.

Modus Operandi:

  • Calentar el agua purificada en un baño María a 60ºC. Añadir la hidroxietilcelulosa y agitar hasta la completa dispersión. Dejar la mezcla a la temperatura fijada durante unos 10 min realizando agitaciones esporádicas para evitar que la celulosa gelifique en el fondo del vaso de precipitados.
  • Agitar a temperatura ambiente hasta la formación de un gel transparente, de consistencia media.
  • Añadir la clorhexidina digluconato (A).
  • En otro recipiente disolver la esencia en el Cremophor RH 40® e incorporar el sorbitol agitando hasta homogeneidad (B).
  • Añadir B sobre A en pequeñas porciones agitando hasta obtener un preparado homogéneo.
  • Envasar en tubo con aplicador.

Conservación: a temperatura ambiente.
Caducidad: 3 meses.

Este gel no está destinado a emplearlo en forma de enjuagues sino que debe aplicarse sobre las encías con un ligero masaje.

FÓRMULA 2. CLORHEXIDINA Y LIDOCAÍNA EN ENJUAGUE BUCAL

Clorhexidina y lidocaína en enjuague bucal.

Composición:

Clorhexidina digluconato…………………………………. 0,12%
Lidocaína clorhidrato ………………………………………….2%
Agua purificada …………………………………….c.s.p. 100 ml

Modus Operandi:

  • Disolver la lidocaína en unos 95 ml de agua purificada.
  • Añadir la clorhexidina digluconato agitando hasta su completa
  • disolución.
  • Enrasar hasta el volumen requerido, filtrar y envasar.

Conservación: a temperatura ambiente.
Caducidad: 15 días.

FÓRMULA 3. FLUORURO SÓDICO EN ENJUAGUE BUCAL

La concentración de fluoruro sódico varía en función de si se trata de un colutorio de uso diario o semanal, utilizando, respectivamente, concentraciones de 0,05% o 0,2%.

Composición:

Fluoruro de sodio………………………………………. 0,05% o 0,2%
Glicerina……………………………………………………………..10%
Sorbitol líquido (solución al 70%)………………………………. 30%
Sacarina sódica…………………………………………………. 0,10%
Esencia de menta………………………………………………… 0,5%
Tween 80® ………………………………………………………….60%
Agua purificada………………………………………….. c.s.p. 100 ml

Modus Operandi:

  • Disolver el fluoruro de sodio y la sacarina sódica en 95 ml de agua purificada.
  • Añadir la glicerina, el sorbitol, la esencia de menta y el Tween 80® y agitar hasta conseguir una solución homogénea.
  • Enrasar al volumen deseado y envasar.

Conservación: a temperatura ambiente.
Caducidad: 15 días.

Evidencia científica sobre los probióticos. Guías de práctica clínica

Introducción

La medicina basada en la evidencia consiste en la integración de las mejores pruebas científicas, procedentes de la investigación clínica centrada en el paciente, con la experiencia clínica individual. Es un método de trabajo diseñado para poder ser practicado en el contexto de la práctica clínica diaria. Permite al médico mantener un nivel adecuado de actualización de los conocimientos necesarios para ofrecer al usuario una atención médica de calidad.

Las guías de práctica clínica (GPC) surgen como respuesta a esta necesidad cada vez más creciente impuesta por tanto por profesionales como pacientes, en un entorno donde la investigación científica se incrementa de manera exponencial año a año, haciendo complicado encontrar, de una manera eficaz y rápida, la información más acertada y fiable. Esta propuesta es fundamental para la realización de ensayos clínicos en las poblaciones especiales en las que puede haber problemas éticos, como recién nacidos, niños, embarazadas o ancianos; dichos ensayos clínicos son absolutamente necesarios para la actualización de protocolos y GPC con la mayor evidencia científica.

Las GPC y protocolos tanto de diagnóstico como de tratamiento son útiles en diversos ámbitos y para diferentes profesionales sanitarios. De este modo, se pueden aplicar para las enfermedades más prevalentes en los servicios de urgencias, en las consultas –tanto de Atención Primaria como de diferentes especialidades– y en el medio hospitalario. También deben ser utilizadas por otros profesionales de la salud (farmacéuticos, enfermeros, nutricionistas, etc.). Además, se han convertido en una herramienta fundamental para la enseñanza de las Ciencias de la Salud, tanto a estudiantes como a residentes de las distintas especialidades. Todo redundará en beneficio del paciente, del profesional sanitario y de las instituciones, como resultado de intentar estandarizar las actuaciones a seguir según la mejor evidencia científica disponible en su momento.

Evicencia científica en el empleo de probióticos y prebióticos

El aumento de la evidencia científica en el empleo de probióticos y prebióticos en numerosas patologías, así como el avance en las investigaciones que nos predicen un futuro prometedor en otras muchas, hacen que cada vez sea mayor el número de profesionales de la salud interesados en estos temas. A esto hay que añadir el importante apoyo y patrocinio de la industria farmacéutica y alimentaria basado en los excelentes resultados de los ensayos científicos que auguran grandes esperanzas a millones de pacientes. En definitiva, la implicación de la microbiota intestinal en la patogenia de diversas patologías y su aplicación en la práctica clínica habitual con el empleo de probióticos, prebióticos y simbióticos ha cobrado un inusitado interés en los últimos años.

Según el método utilizado para su elaboración, podemos clasificar las GPC en varios tipos: basadas en la opinión de expertos, basadas en el consenso y basadas en la evidencia. Indudablemente estas últimas se fundamentan en una metodología sistemática y rigurosa, basadas tanto en la búsqueda de la literatura científica como en la síntesis de la evidencia para elaborar las recomendaciones finales, por lo que son las más adecuadas. Los objetivos más importantes de la elaboración de las GPC son: a) mejorar la práctica clínica, prestando un soporte científico para ello; b) educar tanto a profesionales como a pacientes, ofreciéndoles las mejores evidencias científicas disponibles; c) disminuir la variabilidad interprofesional y mejorar la calidad asistencial.

A continuación, resumimos las guías, recomendaciones y documentos de consenso más relevantes sobre probióticos y prebióticos, generalmente elaborados por grupos de expertos y las sociedades científicas más afines.

Organización Mundial de Gastroenterología (WGO)

Desde hace años, la WGO edita en varios idiomas una serie de guías sobre diversos temas, entre los que incluye la “Guía Mundial sobre Probióticos y Prebióticos”. Además de abordar los conceptos básicos sobre los probióticos y la microbiota intestinal, existen tablas donde se especifican las indicaciones basadas en la evidencia científica sobre el empleo de cepas probióticas y prebióticos en diferentes patologías, generalmente gastroenterológicas, tanto en niños como adultos. Dicho documento puede descargarse de manera gratuita de su página web y cuenta con una última actualización en 2017.

International Scientific Association of Probiotics and prebiotics (ISAPP)

La ISAPP es una organización científica de carácter multidisciplinar y ámbito universal que tiene como misión promocionar el conocimiento científico de probióticos y prebióticos. Realiza reuniones anuales y colabora con una serie de organizaciones relacionadas con objetivos como la preparación de las directrices del uso de probióticos y prebióticos, o la elaboración de documentos de posición. En los últimos años ha mantenido un rol defensor de los preparados probióticos que han sido “atacados” por diversas sociedades científicas (por ejemplo, AGA – American Gastroenterological Association) o editoriales en revistas de alto impacto (por ejemplo, New England Journal of Medicine). También apoya ciertas recomendaciones para el etiquetado de productos probióticos como informar de la cepa, la cantidad de microorganismos (ufc – unidades formadoras de colonias), la dosis diaria y las condiciones de almacenamiento, aconsejando incorporar los datos de contacto de la compañía productora.

Guías clínicas de probióticos disponibles en Canadá y Estados Unidos

En ellas se indican los preparados probióticos que se han evaluado para determinados beneficios clínicos y se indica el nivel de evidencia para cada beneficio. Su última actualización data de 2020. El nivel de evidencia se revisa de forma independiente por seis expertos académicos y se califica como Nivel I (más alta), II o III. Un grado de Nivel I requiere evidencia de al menos un ensayo clínico en humanos, aleatorizado y diseñado adecuadamente. La guía está promovida por la Alianza para la Educación sobre Probióticos y está financiada por la industria. También permite seleccionar dentro de las categorías de salud de “Adultos”, “Mujeres”, “Pediatría”. En cada apartado permite la selección de productos que incluyen el nombre comercial, la(s) cepa(s), el formato, la dosis (en ufc y por día) y el nivel de evidencia para cada aplicación.

Guía de buenas prácticas para probióticos

Esta guía está promovida por el Consejo para una Nutrición Responsable (CRN; representa a más de 150 empresas que producen o distribuyen ingredientes alimentarios) y la Asociación Internacional de Probióticos (IPA), que reúne a científicos, académicos, profesionales de la salud, industria y legisladores. Han desarrollado unas guías para un correcto etiquetado, evaluación de estabilidad de los productos y recomendaciones de almacenamiento en productos que contienen probióticos en el contexto de Estados Unidos. Las guías incorporan recomendaciones de varios tipos: i) etiquetado, en el que se refleja la cantidad de probióticos establecida como unidades formadoras de colonias (ufc) y la viabilidad en el periodo de comercialización, y que debe incorporar los datos de especie y cepa para cada microorganismo del producto; ii) recomendaciones de estabilidad, para las que se indica que se realicen en función de las condiciones de almacenamiento (congelación, refrigeración y temperatura ambiente); y iii) recomendaciones de almacenamiento específicas, que deben aparecer en el producto y deben tener en cuenta factores de temperatura y humedad a los que los productos estarán previsiblemente expuestos.

Alianza Global para los probióticos (GAP)

Se trata de una asociación creada por la industria para promover una mayor comprensión y conocimiento de los probióticos y sus beneficios para la salud, con un enfoque científico apropiado para poder participar directamente en la legislación y regulación de los productos probióticos en el futuro. Ha combatido con insistencia la disparidad de criterios de los probióticos como “beneficiosos para la salud” y la falta de “alegaciones en salud” de los mismos.

FAO/WHO

En 2001 una comisión de expertos internacionales convocados de forma conjunta por la FAO (Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura) y la OMS (Organización Mundial de la Salud) elaboró la definición actualmente aceptada de los probióticos. Un año después el mismo grupo fijó una serie de directrices para la evaluación de los preparados con probióticos tanto desde el punto de vista de eficacia como de seguridad. En su web están recogidos estos importantes documentos (http://www.fao.org).

Sociedad Española de Microbióta, Probióticos y Prebióticos (SEMIPYP)

Es una organización científica dedicada al fomento y difusión del conocimiento científico y la investigación, la aplicación clínica y la divulgación sobre la microbiota de las regiones corporales, probióticos y prebióticos y su impacto en la salud. Anualmente organiza un workshop o congreso y ha elaborado diferentes declaraciones consensuadas sobre probióticos y prebióticos propias o con diferentes sociedades científicas como SEMERGEN (Atención Primaria), SEGG (geriatras) o SEFAC (farmacéuticos comunitarios). Tiene previsto editar una guía de preparados españoles próximamente.

Sociedad Iberoamericana de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SIAMPYP)

Debido al acercamiento entre varias sociedades científicas, en el marco del X Workshop de la SEMiPyP, se constituyó, en febrero de 2019, la SIAMPyP con el objetivo de crear puentes de comunicación y colaboración entre profesionales de ambos continentes –tanto investigadores como clínicos– que trabajan en este ámbito. Un año después, se creó la primera Junta Directiva de una sociedad que, en sus pocos meses de existencia, se ha distinguido por colaborar con la ISAPP para contrarrestar posiciones contrarias al empleo de los probióticos apoyándose en la evidencia científica de los estudios contrastados. También tiene pensado realizar, en breve, una GPC sobre las cepas comercializadas en los países que engloba.

Guia de la Asociación Americana de Gastroenterología (AGA)

Esta es la más reciente y controvertida GPC que ha aparecido y que ha provocado múltiples reacciones por parte de varias sociedades científicas con ISAPP, SIAMPyP o SEMiPyP. En concreto, sus nuevas pautas clínicas encuentran que para la mayoría de las afecciones digestivas no hay evidencia suficiente para respaldar el uso de probióticos y la guía respalda el uso de los mismos solo en tres supuestos: para la prevención de la infección por Clostridioides difficile en adultos y niños que toman antibióticos, para la prevención de la enterocolitis necrotizante en prematuros o lactantes con bajo peso al nacer, y para el tratamiento de la pouchitis.

Conclusiones

– La toma de decisiones en la práctica clínica debe basarse en una combinación de la evidencia científica y el conocimiento práctico, por lo que se recomienda el uso de guías de práctica clínica.

– El empleo de probióticos y prebióticos puede aportar beneficios en el tratamiento de aquellas entidades clínicas que se asocian a la disbiosis.

– Para que exista evidencia de que la administración de una cepa probiótica específica o un prebiótico (o de mezclas de ellos) pueden ser beneficiosos para la salud es necesario que cumpla una serie de condiciones clínicas que estén respaldadas por ensayos clínicos bien diseñados y con suficiente poder estadístico.

– Las principales sociedades científicas elaboran periódicamente guías de práctica clínica sobre la evidencia del empleo de probióticos y prebióticos.

– Son diversas las enfermedades, la mayoría digestivas, para las que hay evidencia científica que ha demostrado que el uso de probióticos y prebióticos puede ser beneficiosos para la salud.

Vacunas de ARNm (▼Comirnaty® y ▼COVID-19 Vaccine Moderna®) en prevención de COVID-19

Resumen

BNT162b2 (Comirnaty®) y mRNA-1273 (COVID-19 Vaccine Moderna®) son dos nuevas vacunas frente a la COVID-19 en las que el principio activo es un ARNm monocatenario, codificante para una variante de la proteína S del SARS-CoV-2 de cadena completa y estabilizada en conformación prefusión, que se formula en nanopartículas lipídicas que lo protegen y facilitan su entrada en las células hospedadoras humanas. La traducción transitoria de la proteína S en el ribosoma permitirá su expresión en la membrana de células presentadoras de antígenos, donde será reconocida como antígeno extraño por las células del sistema inmunitario, desencadenando una respuesta específica de anticuerpos neutralizantes y de inmunidad celular, que contribuirá a la protección frente a COVID‑19 sintomática ante una futura exposición al SARS-CoV-2. En base a ello, ambos medicamentos han sido autorizados en una pauta de 2 dosis intramusculares para la inmunización activa para prevenir la COVID‑19 causada por el SARS‑CoV‑2, con la diferencia de la edad: BNT162b2 en personas de ≥ 16 años de edad y mRNA-1273 en personas de ≥ 18 años. Ambos medicamentos deben utilizarse conforme a las recomendaciones oficiales.

La autorización de BNT162b2 ha derivado de un amplio ensayo pivotal, multicéntrico, controlado por placebo y simple ciego, de dos brazos de tratamiento, que ha enrolado a más de 43.500 participantes de ≥ 12 años. Con una mediana de seguimiento de 2 meses en más de 36.600 participantes, demostró una tasa de eficacia global estimada en el 95,0% (p< 0,001): solo se registraron 8 nuevos casos confirmados de COVID-19 tras ≥ 7 días desde la 2ª dosis en sujetos sin evidencia de infección previa por SARS-CoV-2 tratados con la vacuna (N= 18.195; 0,04%), frente a los 162 casos notificados en el grupo placebo (N= 18.325; 0,88%). Por su parte, el estudio pivotal que condujo a la autorización de mRNA-1273 aleatorizó en dos brazos de tratamiento a más de 30.400 participantes adultos (≥ 18 años) y, con una mediana de seguimiento de 92 días, se estimó una eficacia global de la vacuna del 94,1% (p< 0,001): se confirmó COVID-19 sintomática de inicio ≥ 14 días desde de la 2ª dosis en solo 11 participantes tratados con la vacuna (N= 14.134; 0,08%) frente a los 185 casos registrados en el grupo placebo (N= 14.073; 1,31%). Para ambas vacunas, la eficacia se reveló consistente e independiente de factores como la edad, sexo, raza, comorbilidades o antecedentes de infección por SARS-CoV-2, aunque aún se plantean incertidumbres relativas a su eficacia para prevenir la COVID-19 grave, frente a la infección asintomática o sobre la duración de la inmunidad. Respecto a su seguridad, son dos vacunas bien toleradas a corto plazo, con un perfil toxicológico definido fundamentalmente por reacciones adversas locales leves-moderadas y transitorias (desaparecen en 1-3 días), destacando el dolor y la hinchazón en el punto de inyección, menos frecuentes a mayor edad de la persona. Entre las reacciones adversas sistémicas sobresalen la fatiga, la cefalea y las mialgias/artralgias, si bien la frecuencia de eventos adversos graves es baja y similar entre vacunas y placebo. La caracterización de la seguridad a medio y largo plazo aún requiere esperar a los resultados del seguimiento durante 24 meses, previsto en los ensayos clínicos.

En definitiva, además de ser las primeras opciones disponibles de profilaxis farmacológica frente a COVID-19, incorporan una tecnología completamente innovadora en vacunas de uso humano, abriendo la puerta a la probable llegada de futuras vacunas a base de ARNm en otras patologías. Han demostrado elevada eficacia para prevenir la COVID-19 sintomática (94-95%) y buena tolerabilidad a corto plazo. Por el impacto potencial que pueden tener en la salud pública a nivel global en una pandemia de elevado impacto sanitario y socioeconómico, representan indudablemente una innovación terapéutica disruptiva. El propio proceso excepcionalmente rápido hasta la autorización condicional de comercialización de estas vacunas constituye un hito por sí mismo, cumpliendo las garantías adecuadas de calidad, seguridad y eficacia.

Aspectos fisiopatológicos

Por todos ya sabido, la enfermedad causada por coronavirus o COVID-19 –acrónimo derivado del inglés coronavirus disease 2019 (así designada porque inicialmente el virus se denominó “2019 novel coronavirus” o “2019-nCoV”)– es una patología infecciosa causada por el virus zoonótico denominado SARS-CoV-2.

Este virus emergió por primera vez como un patógeno humano en China a finales de 2019, cuando en la ciudad de Wuhan (provincia de Hubei) las autoridades sanitarias locales informaron de un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida (incluyendo 7 casos graves), con una exposición común a un mercado mayorista de marisco, pescado y animales vivos en esa ciudad. El inicio de los síntomas del primer caso oficialmente reconocido fue el 8 de diciembre de 2019, y el 7 de enero de 2020 las autoridades chinas identificaron como agente causante del brote al nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae (subfamilia Betacoronavirus), cuya secuencia genética se hizo pública rápidamente, el 12 de enero. Los análisis filogenéticos revelaron posteriormente una relación más estrecha del citado virus con el coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV; homología en torno al 79%) que con otros coronavirus que infectan a los humanos, incluido el coronavirus del síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS-CoV; en torno al 50%).

Desde entonces, hemos asistido a su rápida expansión –en mayor o menor grado– por la práctica totalidad de países del mundo, debido a su relativamente fácil transmisión persona-persona por vía aérea a través de secreciones respiratorias (gotículas emitidas al toser o estornudar) y aerosoles (generados incluso al hablar). El 11 de marzo de 2020 el brote llegó a ser calificado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud.

Si bien son cifras constantemente cambiantes, según datos del Ministerio de Sanidad, a día 27 de enero de 2021 se ha registrado de forma oficial el diagnóstico confirmado de más de 98,7 millones de casos de COVID-19 a nivel mundial, de los cuales más de 32,2 millones se han notificado en Europa y 2,63 millones de casos en España. En términos de mortalidad, se ha estimado una tasa de letalidad variable entre países, que, por ejemplo, en países europeos oscila entre el 1,0% y el 3,5%. Hasta la fecha citada, se han reconocido más de 2,12 millones de muertes en todo el mundo motivadas por COVID-19. En el momento de redacción de este artículo, y a pesar de los intentos sin precedentes de control por los diferentes países, los casos confirmados y la mortalidad continúan aumentando a nivel mundial, y también en España. Se trata de una pandemia global que se ha convertido en el principal desafío para la salud pública y la estabilidad socioeconómica en muchas décadas.

El SARS-CoV-2 es un patógeno nuevo frente al cual no existe inmunidad preexistente y todas las personas están en riesgo de infección, en mayor medida aquellas con mayor riesgo de exposición al virus, como pueden ser los profesionales sanitarios u otros profesionales “de primera línea” en contacto con muchas personas. Se ha demostrado que, después de la infección, una proporción amplia de individuos –pero no todos– desarrollan inmunidad protectora en términos de respuestas de anticuerpos neutralizantes e inmunidad mediada por células. No obstante, actualmente no se conoce con seguridad en qué medida y durante cuánto tiempo se mantiene esta protección. Según la OMS, el 80% de las personas infectadas se recuperan sin necesidad de atención hospitalaria, mientras que el 15% desarrolla una enfermedad moderada-grave que sí requiere esa asistencia especializada y el 5% necesita cuidados intensivos.

Hay consenso en la comunidad científica en torno al hecho que la gran mayoría de infecciones cursan como casos asintomáticos (aspecto fundamental a la hora de tratar de contener la transmisión del virus) o enfermedad levemente sintomática por infección del tracto respiratorio superior, con manifestaciones que pueden asemejarse a las del catarro común, resultando en una completa recuperación clínica de los pacientes en menos de 2 semanas. Sin embargo, la presencia de otras patologías subyacentes tales como hipertensión, diabetes, enfermedad cardiovascular, patologías crónicas respiratorias o renales, obesidad, cáncer y otros estados de inmunodepresión (por ejemplo, pacientes trasplantados) se consideran, junto a una edad avanzada1, factores de riesgo para el desarrollo de una enfermedad grave y de mortalidad por COVID-19.

Aunque se ha descrito una amplia variabilidad de presentaciones clínicas de la COVID-19, se acepta que, cuando ésta es sintomática, la forma más común es aquella que se manifiesta con tos y fiebre, y la radiografía de tórax muestra opacidades “en vidrio esmerilado” o sombras irregulares, posiblemente de forma bilateral. Los síntomas más comunes en pacientes hospitalizados (en orden de mayor a menor frecuencia), posiblemente variables con el tiempo, incluyen: fiebre, tos seca, dificultad para respirar, fatiga, mialgias, náuseas/vómitos o diarrea, dolor de cabeza, debilidad y rinorrea. La anosmia (pérdida del olfato) o la ageusia (pérdida del gusto) pueden ser la única manifestación en aproximadamente el 3% de las personas que padecen COVID-19. En este sentido, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. han definido la enfermedad como la presencia de uno o más de los siguientes síntomas: fiebre, tos de nueva aparición o aumentada, falta de aire nueva o aumentada, escalofríos, dolor muscular nuevo o aumentado, pérdida nueva del gusto u olfato, dolor de garganta, diarrea, vómitos, fatiga, dolor de cabeza, congestión o secreción nasal y/o náuseas.

La progresión de la enfermedad puede conducir a una de las mayores complicaciones, el síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA), que puede manifestarse con disnea y fallo respiratorio agudo –suele requerir ventilación mecánica– y progresar hasta insuficiencia multiorgánica y la muerte. Por otro lado, además de las secuelas respiratorias, la COVID-19 se ha relacionado con secuelas cardiovasculares (entre otras, daño miocárdico, arritmias, insuficiencia cardiaca y eventos tromboembólicos, incluyendo ictus isquémico), daño renal agudo (que puede hacer necesario un trasplante o diálisis) o complicaciones neurológicas (por ejemplo, encefalopatía).

Se ha estimado que la mediana del periodo de incubación tras la infección inicial es de 4 o 5 días hasta el desarrollo de los síntomas, si bien la mayoría de los pacientes sintomáticos experimentan síntomas entre los 2 y los 7 días posteriores a la infección, y prácticamente todos antes del día 12. Los pacientes con enfermedad grave o crítica pueden tardar una media de 3 a 6 semanas en recuperarse, habiéndose descrito, en los casos de fallecidos, un tiempo desde el inicio de los síntomas hasta la muerte variable entre 2 y 8 semanas. Un tiempo elevado de protombina o niveles anormalmente altos de proteína C reactiva son algunos de los biomarcadores que, al ingreso hospitalario, se han relacionado con una mayor gravedad de la enfermedad y con la necesidad de ingreso en UCI.

En la mayoría de las situaciones clínicas, y preferiblemente a los pocos días de la exposición (cuando debutan los síntomas), para el diagnóstico definitivo de infección activa por SARS-CoV-2 se emplea como método de referencia o gold standard la técnica molecular denominada reacción en cadena de la polimerasa con transcripción reversa (RT-PCR), basada en la detección del ARN viral; la toma de muestras se realiza mediante un hisopo o torunda mayoritariamente en las fosas nasales, aunque también puede hacerse en la mucosa bucofaríngea. Sin embargo, la capacidad de esta técnica para determinar la duración de la infectividad de los pacientes es muy limitada.

Por otro lado, el manejo terapéutico de la COVID-19 se ha desarrollado por completo durante el año 2020 a medida que avanzaba el conocimiento biomédico sobre el virus y la enfermedad, tal y como se ha venido comentando en detalle en números previos de Panorama Actual del Medicamento. Han sido numerosos los fármacos potencialmente candidatos que se han investigado en ensayos clínicos y de los cuales se ha descartado la eficacia terapéutica (por ejemplo, hidroxicloroquina o lopinavir/ritonavir). Actualmente, los dos únicos fármacos autorizados en la Unión Europea para el tratamiento de los casos de COVID-19 graves –que requieren terapia de oxígeno suplementaria– son el antiviral remdesivir y el corticosteroide dexametasona, que han demostrado la capacidad de reducir significativamente el tiempo hasta la recuperación clínica y la mortalidad, respectivamente, en determinados subgrupos de pacientes.

En todo caso, el tratamiento de los casos graves de COVID-19 a nivel hospitalario ha recurrido frecuentemente, además de al tratamiento sintomático de soporte (fluidoterapia, oxígeno, antitérmicos, antibióticos, etc.), al uso off label –en muchos casos, a través del uso compasivo– de plasma de convalecencia (con anticuerpos de pacientes que han superado la enfermedad), de inmunoglobulinas específicas (por ejemplo, banlanivimab2), antibióticos (por ejemplo, azitromicina), otros corticoides antiinflamatorios, estatinas, agentes inmunomoduladores dirigidos (como el inhibidor de enzimas JAK baricitinib o los anti-IL-6 tocilizumab o sarilumab) y anticoagulantes. Estas terapias, algunas de las cuales han sido autorizadas en otros países y otras de las cuales siguen en investigación, han mostrado un impacto variable y limitado sobre la gravedad y duración de la COVID-19, con diferentes tasas de eficacia según el estadio de la infección y las manifestaciones de la enfermedad. En la UE, no se dispone aún de tratamientos específicos para casos leves o moderados en pacientes no hospitalizados.

En resumen, si bien el tratamiento de la COVID-19 ha mejorado con la experiencia clínica, y teniendo en cuenta que aún hay cantidad de ensayos en marcha con diversos fármacos, algunos de los cuales están revelando resultados preliminares prometedores (plitidepsina, colchicina, baricitinib, etc.), durante la pandemia en curso sigue existiendo una necesidad médica urgente y no cubierta de una prevención farmacológica eficaz, tanto para la protección de grupos particularmente vulnerables como para mitigar en un futuro las consecuencias sociales, sanitarias y económicas derivadas de las estrictas medidas necesarias para reducir la propagación del virus. Con la aprobación y uso de las vacunas que aquí se comentarán, se abre una puerta a la esperanza (EMA, 2020; EMA, 2021).

Antes de describir el mecanismo de acción de las vacunas, conviene hacer referencia a algunas de las principales características del agente causal de COVID-19.

En conjunto, los coronavirus son un grupo diverso de virus de ARN monocatenario y de sentido positivo, envueltos, que pertenecen a dos subfamilias, Coronavirinae y Torovirinae, de la familia Coronaviridae. Se descubrieron por primera vez en la década de 1960 y clasifican, en función de sus relaciones filogenéticas y estructura genómica, en 4 géneros principales: AlphacoronavirusBetacoronavirusGammacoronavirus y Deltacoronavirus. Actualmente, se conocen 6 coronavirus que infectan a humanos, además del SARS-CoV-2 recientemente identificado, a saber: HCoV-229E, HCoV-OC43, HCoV-NL63, HCoV-HKU1, SARS-CoV y MERS-CoV.

El SARS-CoV-2 es, pues, un virus de ARN monocatenario (+ssRNA, por sus siglas en inglés) y envuelto, de unos 50-200 nm de diámetro cada virión, cuya secuencia genómica de referencia –de las primeras muestras secuenciadas3– está compuesta por 29.903 nucléotidos y presenta una estructura y orden de los genes similar a otros coronavirus. En dicho genoma, el gen ORF1ab codifica una poliproteína que se divide en proteínas no estructurales; tras él, se encuentran una serie de genes que codifican para las 4 proteínas estructurales del virus: S (espícula), E (envoltura), M (membrana) y N (nucleocápside); de todos ellos, el gen codificante para la proteína S es el más largo con 3.822 nucleótidos. Aunque aún no está del todo claro su origen, los estudios filogenéticos realizados hasta la fecha sugieren que muy probablemente el SARS-CoV-2 provenga de murciélagos, y que de allí haya pasado al ser humano a través de mutaciones o recombinaciones sufridas en un hospedador intermediario, probablemente algún animal vivo del mercado de Wuhan (Cyranoski, 2020); se planteó que ese animal pudiera ser el pangolín, bien de forma directa o indirecta (a través de otra especie), sin que se haya llegado todavía a una conclusión definitiva.

De entre sus componentes, la proteína S o de la espícula (spike) del SARS-CoV-2 es la más relevante en la fisiopatología de la enfermedad. A través de ella –concretamente, de la subunidad S1– los viriones se unen a la enzima convertidora de angiotensina 2 (ECA-2) de las células hospedadoras humanas, que actúa como receptor principalmente en el tracto respiratorio, permitiendo –mediante la subunidad S2– la posterior fusión con la membrana celular (en un proceso en que también participa la proteasa celular TMPRSS2). La proteína S4 es una proteína trimérica de fusión (clase I) que existe en una conformación metaestable de prefusión antes de unirse a la célula diana, y contiene también un sitio de escisión polibásico, característica típicamente relacionada con un aumento de la patogenicidad y la transmisibilidad en otros virus. Por todo ello, se considera el antígeno más relevante en el desarrollo de vacunas, habiéndose probado que los anticuerpos dirigidos contra ella neutralizan el virus y provocan una respuesta inmunitaria que previene la infección en animales (Hoffman et al., 2020; Yan et al., 2020).

Una información mucho más extensa y detallada sobre la COVID-19 y el patógeno causal puede encontrarse en el Informe Científico-Técnico publicado y periódicamente actualizado por el Ministerio de Sanidad, en base al nuevo conocimiento que va estando disponible. Próximamente se traerá a la sección “Revisión” de Panorama Actual del Medicamento un monográfico sobre la COVID-19, donde se hará referencia la información microbiológica, a los datos epidemiológicos actualizados y los aspectos clínicos, profundizando en los avances científicos de tratamiento y prevención.

Acción y mecanismo

Las dos nuevas vacunas incorporan una tecnología completamente novedosa, ya que a diferencia de las estrategias “clásicas” para inducir respuesta inmunitaria empleadas por las vacunas hasta ahora disponibles (por ejemplo, la inclusión de subunidades proteicas, de virus vivos atenuados/virus inactivados o de vectores virales), fundamentalmente basadas en usar antígenos de los virus (o de bacterias), éstas contienen material genético del virus, es decir, su ARNm, sin introducir partes del virus en sí. Concretamente, son dos vacunas específicamente diseñadas para proporcionar a las células humanas la secuencia codificante para la proteína S del SARS-CoV-2, cuya función se ha definido en el apartado anterior.

Así, el mecanismo de acción común para ambas vacunas podría resumirse de la siguiente manera: el ARN mensajero no replicativo con nucleósidos modificados, formulado o encapsulado en nanopartículas lipídicas que posibilitan su entrada a las células huésped, codifica para la traducción transitoria de la proteína S (de la espícula) del SARS-CoV-2 en el ribosoma citoplasmático de las células humanas; esa proteína S viral es de longitud completa, con dos mutaciones puntuales en la hélice central que la estabilizan en una conformación pre-fusión preferida desde el punto de vista antigénico.

Una vez sintetizada, la proteína S se expresa de forma “anclada” a la membrana plasmática de la célula huésped y, cuando es reconocida como un antígeno extraño por las células del sistema inmunitario, desencadenará una respuesta adaptativa contra el antígeno tanto de anticuerpos neutralizantes (mediada por linfocitos B) como de inmunidad celular (mediada por linfocitos T, particularmente a través de una respuesta regulada por Th1), contribuyendo a la protección frente a COVID-19 en una posible exposición futura al SARS-CoV-2. En principio, los anticuerpos neutralizantes específicos generados serán capaces de prevenir la infección mediante el bloqueo de la interacción entre la proteína S y su dominio de unión al receptor (RBD, por sus siglas en inglés) con la célula del hospedador, pero también por aclaramiento viral mediante el proceso de opsonización.

En base a ello, la vacuna de BioNTech/Pfizer, también llamada BNT162b2, ha sido autorizada para la inmunización activa para prevenir la COVID‑19 causada por el virus SARS‑CoV‑2 en personas de 16 años de edad y mayores; se administra por vía intramuscular en una pauta de 2 dosis (30 µg o 0,3 ml/dosis) con una separación de al menos 21 días (preferiblemente, entre 21 y 28 días). Por su parte, la vacuna de Moderna, también llamada mRNA-1273, está indicada para la inmunización activa para prevenir la COVID-19 causada por el virus SARS-CoV-2 en personas de 18 años de edad y mayores; se deben administrar también 2 dosis (100 µg o 0,5 ml/dosis) por vía intramuscular y con 28 días de separación. Ambas vacunas deben utilizarse conforme a las recomendaciones oficiales.

En líneas generales, después de la inyección intramuscular, se produce una inflamación local transitoria que promueve el reclutamiento de neutrófilos y células presentadoras de antígenos5(CPAs): las células del lugar de la inyección y los ganglios linfáticos drenantes toman la nanopartícula lipídica por endocitosis, liberándose posteriormente de forma eficaz el ARNm desde el endosoma al citosol, con lo que se permitirá su traducción en la proteína viral. Es importante subrayar que el ARNm introducido no penetra en el núcleo celular ni interacciona con el genoma, es de tipo no replicativo y se expresa de forma transitoria, principalmente por células dendríticas y macrófagos del seno subcapsular.

Diversos estudios bioquímicos in vitro y ensayos in vivo en modelos animales murinos y de primates no humanos permitieron demostrar que ambos candidatos a vacuna a base de ARNm inducen una respuesta inmunitaria específica consistente en términos de producción de anticuerpos IgG y de respuesta de células T, que resultaba notablemente protectora frente a la exposición al virus (EMA, 2020; EMA, 2021).

Aspectos moleculares

Según se ha indicado, el principio activo de BNT162b2 (Comirnaty®) consiste en un ARN mensajero de única cadena, con el extremo 5´ tapado (con la llamada “capucha”), codificante para la glicoproteína S de cadena completa del virus SARS-CoV-2. Concretamente, la secuencia genética optimizada, seleccionada a partir de las primeras muestras virales secuenciadas en Wuhan, codifica para una variante de la proteína S en la que se han introducido dos mutaciones consecutivas de sustitución a prolina (“variante 2P”), para bloquear la conformación prefusión de la proteína y, en particular, de su dominio RBD. En la síntesis de dicho ARN, se ha buscado una modificación de nucleósidos a fin de que no contenga residuos de uridina, que ha sido sustituido por 1-metil-pseudouridina, para que se minimice su inherente actividad adyuvante en la inmunidad innata mediada por su unión a receptores tipo Toll (TLRs 7 y 8). Todas las modificaciones del ARN van dirigidas a aumentar su estabilidad y la eficiencia y duración de la traducción proteica.

El ARNm se genera mediante la transcripción in vitro usando una plantilla de ADN (producida a través de plásmidos de ADN procedentes de células de Escherichia coli modificadas) y ha sido formulado en nanopartículas lipídicas (NPL) que lo protegen de la degradación por ARNasas y permiten una mejor transfección de las células hospedadoras tras la administración intramuscular. En esas NPL destaca la presencia de dos novedosos excipientes, como el lípido catiónico ALC-0315 [4-hidroxibutil)azanediil)bis(hexan-6,1-diil)bis(2-hexildecanoato] y el lípido pegilado ALC-0159 [2-(polietilenglicol)-2000]-N,N-ditetradecilacetamida), no pudiéndose excluir que la composición de las nanopartículas pueda contribuir a la inmunogenicidad global de la vacuna.

De forma similar, el principio activo de mRNA-1273 (COVID-19 Vaccine Moderna®) es un ARNm de cadena única, con una “capucha” en 5´ (Figura 1) y con una secuencia de nucleósidos modificada codificante para una proteína S del SARS-CoV-2 de cadena completa con dos sustituciones de aminoácidos por prolina (K986P y V987P) en el dominio de repetición en héptada (“variante 2P”), que la estabilizan en la conformación prefusión. También contiene un residuo de N1-metil-pseudouridina en sustitución de uridina. De nuevo, el ARNm se formula en nanopartículas compuestas por lípidos que actúan de protectores y portadores del ARNm, entre los que destacan dos nuevos compuestos: el lípido ionizable SM-102 [heptadecan-9-il 8-((2-hidroxietil)(6-oxo-6-(undeciloxi)hexil)amino)octanoato] y el lípido pegilado PEG2000-DM (1,2-dimiristoil-rac-glicero-3-metoxipolietilenglicol-2000).

Eficacia y seguridad clínica

A pesar de la emergencia sanitaria que representa la COVID-19, ambos medicamentos han sido adecuadamente evaluados, conforme a los estándares regulatorios vigentes, y la autorización de cada uno de ellos se ha basado en un ensayo clínico pivotal de fase 3, multicéntrico, aleatorizado (1:1), controlado con placebo y con enmascaramiento o cegamiento para el observador, lo suficientemente amplio para permitir confirmar sólidamente la eficacia y la seguridad.

COMIRNATY®

El ensayo C4591001 (estudio 2) ha respaldado la autorización del candidato vacunal BNT162b2. Se trata de un estudio de fase 1/2/3 –de selección de vacuna candidata, de búsqueda de dosis y de confirmación de eficacia y seguridad– aún en marcha, desarrollado en 155 centros de 6 países, que ha aleatorizado un total de 43.548 participantes de 12 años de edad y mayores6 en los dos grupos de tratamiento, de los cuales 43.448 recibieron alguna inyección: 21.720 con el candidato vacunal y 21.728 con placebo. En ambos casos se realizó la administración de 2 dosis, que debían de estar separadas por 21 días y, en todo caso, respetando, un intervalo mínimo de 2 semanas antes y después de recibir una vacuna antigripal y de 60 días de recibir productos plasmáticos o inmunoglobulinas.  Entre los criterios de exclusión se consideraron situaciones de inmunodepresión o antecedentes de un diagnóstico clínico o microbiológico de COVID-19, mientras que sí se permitió la inclusión de sujetos con enfermedad estable preexistente (sin cambio importante del tratamiento ni hospitalización por empeoramiento en las 6 semanas previas) o con infección estable conocida por el VIH o los virus de la hepatitis C o B.

Los análisis de eficacia publicados (Polack et al., 2020) derivan de la valoración de la variable principal (incidencia de casos confirmados de COVID-19 de inicio ≥ 7 días después de la segunda dosis en sujetos sin evidencia de infección previa por SARS-CoV-2) tras al menos dos meses de seguimiento en 36.621 participantes (18.242 en el grupo experimental y 18.379 en el grupo placebo) que recibieron la segunda dosis entre 19 y 42 días después de la primera. En general, las características demográficas basales estaban bien balanceadas entre los dos brazos de tratamiento, destacando que la edad media era de 52 años (42% de > 55 años), el 49% de los participantes eran mujeres, el 83% de raza blanca, 9% de raza negra o afroamericana, 28% hispanos, 35% obesos y un 21% de sujetos tenía al menos una comorbilidad.

En el momento del análisis, se había realizado un seguimiento o monitorización ante la aparición de COVID-19 sintomática de 2.214 personas-años en el brazo de la vacuna y 2.222 personas-años en el grupo placebo. Los principales resultados de eficacia se resumen en la Tabla 1 y presentan información basada en sujetos de ≥ 16 años7, pues no se identificaron casos confirmados en los participantes de entre 12 y 15 años. En global, la probabilidad de que la eficacia vacunal fuera de > 30% fue superior al 99,99%.

Cabe destacar que no se hallaron diferencias clínicas significativas en la eficacia global de la vacuna –según el criterio de valoración principal (que se movió en el rango del 90-100%)– en los subgrupos de participantes evaluados en base a sexo, raza o etnia, ni tampoco en aquellos que presentaban riesgo de COVID-19 grave, esto es, con 1 o más comorbilidades que lo aumentan (por ejemplo, asma, índice de masa corporal ≥ 30 kg/m2, enfermedad pulmonar crónica, diabetes mellitus, hipertensión). De hecho, de los 10 casos de COVID-19 graves registrados en el estudio tras la primera dosis, 9 se produjeron en el grupo placebo y solo 1 en el grupo que recibió la vacuna. Además, un subsiguiente análisis consideró como variable co-primaria la eficacia de la vacuna de ARNm frente a la nueva aparición de COVID-19 a partir de los 7 días tras la segunda dosis en participantes con o sin signos de infección previa por SARS-CoV-2 (N= 40.137), que alcanzó el valor del 94,6 % (IC95% 89,9-97,3) en los participantes de ≥ 16 años de edad (9 casos/18.559 participantes en el brazo experimental vs. 169/19.808 en el grupo placebo).

Por otra parte, la seguridad ha sido evaluada en 21.744 participantes de ≥ 16 años que han recibido al menos 1 dosis de la vacuna, la práctica totalidad de ellos (N= 21.720) en el ensayo pivotal, en el que 20.519 personas recibieron las dos dosis. En el momento del citado análisis de datos clínicos, su perfil toxicológico se caracterizó en base a los datos de 19.067 participantes de ≥ 16 años de edad –9.531 de los cuales recibieron la vacuna (5.350 participantes de 16-55 años de edad y 4.181 de ≥ 56 años)– durante al menos 2 meses después de la segunda dosis.

En general, las reacciones adversas más frecuentes en sujetos de ≥ 16 años fueron: dolor en el lugar de inyección (> 80 %), fatiga (> 60 %), cefalea (> 50 %), mialgia y escalofríos (> 30 %), artralgia (> 20 %) y fiebre e hinchazón en el lugar de inyección (> 10 %, se observó una frecuencia mayor de fiebre tras la 2ª dosis), y en su mayoría fueron de intensidad leve o moderada, resolviéndose en un plazo de pocos días después de la vacunación; concretamente, las reacciones locales desaparecieron en 1-2 días. De manera interesante, una mayor edad se asoció a una frecuencia ligeramente menor de eventos adversos, mientras que el perfil de seguridad en los pacientes seropositivos para SARS-CoV-2 al inicio (N= 545) fue similar al observado en la población general. Además, hay que subrayar que la incidencia de eventos adversos graves en el grupo de la vacuna fue baja y muy similar respecto al grupo placebo (0,6% y 0,5%, respectivamente). En términos cualitativos, destaca la parálisis facial periférica aguda (parálisis de Bell), que hasta ahora ha sido notificada en 4 participantes del grupo de la vacuna, no identificándose ningún caso en el grupo placebo. Ninguna de las muertes registradas (4 en el grupo vacunal y 2 en el grupo placebo) se relacionaron con el tratamiento recibido en el estudio.

Si bien está previsto realizar un seguimiento de los participantes durante un máximo de 24 meses después de la segunda dosis, que permitirá caracterizar en mejor medida la seguridad y eficacia de BNT162b2 frente a COVID-19, conviene hacer mención a los informes preliminares de farmacovigilancia de esta vacuna en la práctica clínica real, publicados por la AEMPS y la EMA8 a finales de enero de 2021 (véase artículo al respecto en la sección Farmacovigilancia), que afirman que no se ha identificado en España o en la Unión Europea ninguna posible reacción adversa hasta ahora desconocida que pueda ser motivo de preocupación. La información disponible sobre sospechas de posibles reacciones alérgicas graves no ha permitido identificar nuevos aspectos sobre la naturaleza de este evento adverso. Tampoco se han identificado nuevos aspectos de seguridad en individuos frágiles de mayor edad, y los beneficios de la vacuna siguen siendo superiores a los riesgos, no recomendándose cambios en las recomendaciones de uso.  Por ejemplo, en España, a fecha de 12 de enero, se habían vacunado con esta vacuna 494.799 personas, habiéndose recibido 374 notificaciones de acontecimientos adversos; los más frecuentes incluían eventos relacionados con trastornos generales (fiebre, malestar), del sistema nervioso central (cefalea, mareos) y del aparato digestivo (náuseas, diarrea).

COVID-19 VACCINE MODERNA®

El estudio P301 (NCT04470427) ha respaldado la autorización del candidato vacunal mRNA-1273. Se trata de un estudio de fase 3 desarrollado en 100 centros de Estados Unidos, que ha aleatorizado un total de 30.420 participantes adultos (> 18 años) en los dos grupos de tratamiento, vacuna y placebo, para recibir la administración de 2 dosis que debían estar separadas 28 días; de ellos, más del 96% recibieron las 2 inyecciones. La vacuna de la gripe podía administrarse respetando un intervalo mínimo de 2 semanas antes o después, y de 3 meses en el caso de productos plasmáticos o inmunoglobulinas. De este ensayo se excluyeron pacientes inmunocomprometidos o que habían recibido inmunosupresores en los 6 meses previos (aunque sí se incluyeron pacientes con infección por VIH estable), embarazadas o sujetos con antecedentes de infección por SARS-CoV-2.

Con una mediana de seguimiento de 92 días (rango 1-122), el análisis primario de eficacia por protocolo se basó en la valoración de la variable principal (incidencia de casos confirmados de COVID-19 de cualquier severidad de inicio ≥ 14 días después de la segunda dosis en sujetos sin evidencia de infección previa por SARS-CoV-2) en 28.207 participantes –14.134 en el grupo experimental y 14.073 en el grupo placebo– que recibieron la segunda dosis entre 25 y 35 días después de la primera. Las características demográficas basales de los participantes estaban equilibradas entre los brazos de tratamiento, destacando las siguientes: mediana de edad de 53 años (rango 18-94), un 47% eran mujeres, 80% de raza blanca, 10% de raza afroamericana, 5% asiáticos, 20% hispanos, y el 2% tenía evidencia –serológica y/o virológica– de infección por SARS-CoV-2 en el momento del inicio. Los principales resultados de eficacia divulgados (Baden et al., 2020) se resumen en la Tabla 2.

Cabe destacar que, del total de casos, se notificaron 30 (16%) de COVID-19 grave en el grupo placebo (incluyendo 9 hospitalizaciones, 2 en UCI, y 1 caso de muerte) frente a ninguno en el brazo de la vacuna, lo que supondría una eficacia del 100% en la prevención de casos graves de la enfermedad. No se hallaron diferencias significativas en la tasa de eficacia global de la vacuna en los análisis secundarios, por ejemplo, a los 14 días tras la primera dosis, entre participantes de edad > 65 años o con antecedentes de infección por SARS-CoV-2 (en quienes la eficacia global fue del 93,6%). La eficacia también fue consistente entre los subgrupos analizados, con independencia de factores como el sexo, la raza o la presencia de comorbilidades asociadas a un mayor riesgo de COVID-19 grave.

En términos de seguridad, se dispone de los datos del ensayo pivotal relativos a 15.185 participantes que han recibido al menos una dosis de la vacuna mRNA-1273, quienes tenían una media de edad de 52 años (75% entre 18 y 64, y 25% de ≥ 65 años de edad). En general, las reacciones adversas fueron leves o moderadas en intensidad y se resolvieron en pocos días (2-3) tras la vacunación. Entre quienes sufrieron eventos adversos, las reacciones adversas notificadas con más frecuencia fueron: dolor en lugar de inyección (92%), fatiga (70%), dolor de cabeza (65%), mialgia (62%), artralgia (46%), escalofríos (45%), náuseas y/o vómitos (23%), hinchazón o sensibilidad axilar (20%), fiebre (16%), hinchazón en el lugar de la inyección (15%) y enrojecimiento (10%).

Los eventos adversos en el lugar de inyección fueron más frecuentes en el grupo de la vacuna que en el grupo placebo, tanto tras la primera como tras la segunda dosis (84-89% vs. 19-20%), como también ocurrió con los eventos adversos sistémicos (55-79% vs. 37-42%); se detectaron 3 casos de parálisis de Bell en grupo de la vacuna y solo 1 con placebo. No obstante, la incidencia de eventos adversos de grado 3 fue baja y similar en ambos grupos (1,5% con la vacuna y 1,3% con placebo), con solo una ligera mayor frecuencia de aquellos que se consideraron relacionados con el tratamiento en el grupo vacunal (0,5% vs. 0,2%). En cuanto a la edad, de nuevo los eventos adversos en el sitio de inyección y sistémicos fueron menos comunes entre participantes de ≥ 65 años en comparación con aquellos más jóvenes. No hubo diferencias notables en el perfil toxicológico de la vacuna en función de la presencia o ausencia de seropositividad por SARS-CoV-2 en el inicio.

Aspectos innovadores

BNT162b2 y mRNA-1273 son dos nuevas vacunas frente a la COVID-19 en las que el principio activo es un ARNm monocatenario con nucleósidos modificados, codificante para la proteína S del SARS-CoV-2 (variante de cadena completa y estabilizada en una conformación prefusión), formulado en nanopartículas lipídicas que lo protegen de la degradación y permiten una mejor transfección de las células hospedadoras humanas tras la administración intramuscular. La posterior traducción transitoria de la proteína S en el ribosoma citoplasmático permitirá que se exprese en la membrana de células presentadoras de antígenos (principalmente células dendríticas y macrófagos del seno subcapsular) y sea reconocida como antígeno extraño por las células del sistema inmunitario, desencadenando una respuesta adaptativa tanto de anticuerpos neutralizantes como de inmunidad celular por linfocitos T, que contribuirán a la protección frente a COVID‑19 sintomática ante una futura exposición al SARS-CoV-2.

En base a ello, la vacuna BNT162b2 (Comirnaty®) ha sido autorizada para la inmunización activa para prevenir la COVID‑19 causada por el virus SARS‑CoV‑2 en personas de 16 años de edad y mayores en una pauta de 2 dosis intramusculares separadas al menos 21 días, mientras que la vacuna mRNA-1273 (COVID-19 Vaccine Moderna®) está indicada para la inmunización activa para prevenir la COVID-19 causada por SARS-CoV-2 en personas de 18 años de edad y mayores, en pauta de 2 dosis intramusculares con 28 días de separación. Ambos medicamentos deben utilizarse conforme a las recomendaciones oficiales y siguiendo las líneas de la “Estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España” del Ministerio de Sanidad.

A pesar de la emergencia de salud pública que representa la pandemia por COVID-19, la dos vacunas han sido rigurosamente evaluadas conforme a los estándares de calidad vigentes en investigación clínica. De hecho, los ensayos pivotales han sido considerados aceptables por la EMA en base a su diseño (estudios de fase 3, multicéntricos, aleatorizados, controlados con placebo y ciegos para el observador) y a la amplitud de la muestra de participantes, por lo cual han obtenido una autorización condicional de comercialización. Otorgada a otros medicamentos previamente, se trata ésta de una figura regulatoria que requiere de más información que la autorización para situaciones de emergencia que se concede en otras regiones del mundo, y supedita su autorización para una necesidad médica no cubierta (si el beneficio para la salud pública de su inmediata disponibilidad es superior a la incertidumbre por la limitación de la evidencia) a la obtención de nuevos datos clínicos en un futuro, que serán revisados por la EMA al menos una vez al año, modificando las fichas técnicas si fuera necesario. Además, los plazos de tiempo para ello se han visto significativamente acelerados por la implementación de procesos de evaluación continua (rolling review) de la evidencia clínica conforme ha ido estando disponible a partir de los estudios en marcha, sin perjuicio de garantizar el cumplimiento de los requisitos de seguridad, eficacia y calidad.

La autorización de la vacuna BNT162b2 ha derivado de un amplio ensayo con dos brazos de tratamiento que ha enrolado a más de 43.500 participantes de ≥ 12 años, de los cuales más de 21.700 recibieron la vacuna en estudio. Con una mediana de seguimiento de 2 meses en más de 36.600 participantes que recibieron las dos dosis, mostró una eficacia significativamente superior a placebo en términos de la variable principal: en el grupo que recibió la vacuna (N= 18.198) solo se registraron 8 nuevos casos confirmados de COVID-19 (0,04%) después de ≥ 7 días tras la segunda dosis en sujetos sin evidencia de infección previa por SARS-CoV-2, frente a los 162 casos (0,88%) notificados en el grupo placebo (N= 18.325). Así, la eficacia global de la vacuna se estimó en el 95,0% (p< 0,001), y fue preciso vacunar a 120 personas para evitar 1 caso de COVID-19 sintomático confirmado. Dicha eficacia fue consistente entre los distintos grupos de edad (rango 90-100%) y no hubo diferencias destacables en los análisis por subgrupos en base a sexo, raza, peso o presencia de comorbilidades que aumentan el riesgo de COVID-19 grave. Si bien de los 10 casos de patología grave registrados en el estudio tras la 1ª dosis, 9 se produjeron en el grupo placebo y solo 1 en el grupo que recibió la vacuna, se trata de un análisis post-hoc no pre-especificado que impide concluir sobre la eficacia en prevención de COVID-19 grave, hospitalización, ingreso en UCI o mortalidad.

Por otro lado, el estudio pivotal que condujo a la autorización de la vacuna mRNA-1273 aleatorizó en dos brazos de tratamiento a más de 30.400 participantes adultos (≥ 18 años), de los que más del 96% recibieron las 2 inyecciones. Con una mediana de seguimiento de 92 días, se confirmó la COVID-19 sintomática de cualquier severidad de inicio ≥ 14 días después de la 2ª dosis en solo 11 participantes tratados con la vacuna (de 14.134; 0,08%) y sin evidencia de infección previa por SARS-CoV-2, frente a los 185 casos registrados en el grupo placebo (de 14.073; 1,31%): la eficacia global de la vacuna fue del 94,1% (p< 0,001). Fue preciso vacunar a 81 personas para evitar 1 caso de COVID-19 sintomático confirmado. Además, todos los casos graves (30, incluyendo 9 hospitalizaciones y 1 muerte) se reportaron en el grupo placebo. En este caso, tampoco se detectaron diferencias significativas de eficacia en función de edad, sexo, raza, presencia de comorbilidades, antecedentes de infección por SARS-CoV-2 o incluso a los 14 días tras la primera dosis.

Las principales limitaciones que a día de hoy afectan a los datos disponibles de eficacia de las dos vacunas se refieren a la imposibilidad de concluir sobre el posible efecto en la prevención de COVID-19 grave (incluyendo la posible reducción de hospitalización) o de mortalidad asociada, ni tampoco sobre la duración de la inmunidad conferida (más allá de los 2-3 meses de seguimiento que por ahora se han verificado en los ensayos clínicos), su eficacia frente a la infección asintomática y a la capacidad de transmisión del virus por los vacunados, o sobre la eficacia clínica frente a nuevas variantes del virus surgidas en las últimas semanas en otros países. De igual modo, dado que la población de > 75 años de edad ha sido minoritaria (< 5% del total) en los dos ensayos pivotales, no se puede aún asegurar eficacia en este subgrupo (los indicios apuntan a que sí serán eficaces).

Por otra parte, se trata de dos vacunas bien toleradas a corto plazo, con un perfil toxicológico aceptable que se define fundamentalmente por reacciones adversas locales –reactogenicidad– de gravedad leve-moderada y transitorias (desaparecen en 1-3 días), destacando el dolor y, en menor medida, la hinchazón en el punto de inyección, menos frecuentes a mayor edad de la persona. Entre las reacciones adversas sistémicas sobresalen la fatiga, la cefalea y las mialgias o artralgias, si bien la frecuencia de eventos adversos graves es baja y muy similar entre las vacunas y el placebo. Sin embargo, para caracterizar la seguridad a medio y largo plazo aún habrá que esperar a los resultados del seguimiento de los participantes durante 24 meses, previsto en los ensayos clínicos. Otras incertidumbres se refieren a la escasa experiencia de uso en mujeres embarazadas (aunque los estudios en animales no han revelado toxicidad reproductiva) y al desequilibrio en cuanto al número de casos de parálisis de Bell detectados, superior con las vacunas que con placebo.

En definitiva, se trata de las primeras opciones de profilaxis farmacológica frente a la COVID-19 (actualmente no tienen alternativas terapéuticas con la que compararlas), que incorporan una tecnología completamente innovadora en vacunas de uso humano. Por la elevada eficacia que han demostrado (94-95%) para prevenir la COVID-19 sintomática, su buena tolerabilidad y por el impacto potencial que pueden tener en la salud pública a nivel global en una patología causante de una pandemia de elevado impacto sanitario y socioeconómico, que en muchos casos ha afectado a las personas más vulnerables (por ejemplo, adultos mayores residentes en centros sociosanitarios), representan indudablemente una innovación terapéutica disruptiva. El propio proceso de autorización excepcionalmente rápido de estas vacunas constituye un hito por sí mismo: cumpliendo las garantías adecuadas de calidad, seguridad y eficacia, se ha conseguido acortar a pocos meses los plazos de desarrollo y aprobación que, para este tipo de medicamentos, pueden oscilar normalmente entre 5 y 10 años.

Valoración

Leucemia mieloide aguda: el mantenimiento con azacitidina por vía oral reduce la mortalidad

Los recientes resultados de un ensayo clínico de fase 3 han probado que un tratamiento con azacitidina oral de mantenimiento tras una primera remisión prolonga en más de 10 meses la supervivencia global de pacientes mayores (> 55 años) no candidatos a trasplante de médula ósea. Ya que también retrasa más de 5 meses el tiempo hasta una segunda recaída y tiene buena tolerabilidad, puede suponer un cambio de paradigma en el manejo de esta enfermedad, en un contexto clínico en que solía optarse por la monitorización clínica.

La leucemia mieloide o mieloblástica aguda (LMA), producida por una proliferación anormal de células madre hematopoyéticas de estirpe mieloide que invaden la médula ósea e infiltran tejidos extramedulares, representa aproximadamente un 40% de todas las leucemias en el mundo occidental, la más frecuente en adultos. Su incidencia (que en España se estima cercana a 3,5 casos por 100.000 habitantes y año) aumenta notablemente con la edad, y casi la mitad de los pacientes tienen > 65 años. Con los tratamientos actuales, la supervivencia media desde el diagnóstico es inferior a los 2 años. Aunque la quimioterapia de inducción produce la remisión del cáncer en muchos pacientes, la recaída es común, la tasa de curación baja (en comparación con otras leucemias) y el pronóstico es pobre.

Un grupo internacional de investigadores ha realizado un ensayo de fase 3, aleatorizado, multicéntrico y multinacional (148 hospitales de 23 países), doble ciego y controlado con placebo (estudio QUAZAR) que aleatorizó un total de 472 pacientes (mediana de edad de 68 años) con LMA a recibir 300 mg de una formulación oral del agente hipometilante azacitidina (N= 238), no bioequivalente a la azacitidina inyectable, o placebo (N= 234), una vez al día durante 14 días por ciclos de 28 días. Este tratamiento se administró como terapia de mantenimiento en pacientes que debían de estar en una primera remisión completa (con o sin recuperación hematológica completa) después de quimioterapia intensiva, tener ≥ 55 años de edad, y no ser candidatos a trasplante de células madre hematopoyéticas.

Los resultados revelan que la mediana de la supervivencia global –variable primaria de eficacia– desde el inicio fue significativamente más larga con azacitidina que con placebo: 24,7 meses frente a 14,8 meses (p< 0,001). Entre las variables secundarias, la mediana de supervivencia sin recaída también fue notablemente mayor con el fármaco (10,2 vs. 4,8 meses con placebo; p< 0,001). Tales beneficios de supervivencia fueron consistentes en la mayoría de los subgrupos definidos de acuerdo a las características basales. En términos de seguridad, los eventos adversos más comunes en ambos grupos fueron gastrointestinales de grado 1 o 2, lo que indica una buena tolerabilidad del tratamiento. Entre los eventos adversos graves (grado 3 o 4) destaca la neutropenia, más frecuente con el tratamiento experimental (41% con azacitidina vs. 24% con placebo), y la trombocitopenia (22% vs. 21%). La calidad de vida reportada por los pacientes se mantuvo en niveles aceptables durante el tratamiento con azacitidina.

En resumen, la notable prolongación de la supervivencia en más del 30% (10 meses) que aporta el mantenimiento con azacitidina oral supone un hallazgo clínicamente muy relevante, puesto que en pacientes mayores no candidatos a trasplante de médula ósea la opción más común es la monitorización clínica hasta una segunda recaída. Considerando, además, que el fármaco reduce el riesgo de recaída y tiene una buena tolerabilidad, parece evidente que este estudio representa un hito de la investigación oncológica, que permitirá establecer un nuevo estándar de tratamiento y cubrir una laguna terapéutica. Con la realización de futuros estudios, el mantenimiento con azacitidina podría incluso extenderse a pacientes con leucemia mieloide aguda en remisión con menor riesgo de recaída (más jóvenes).

Gripe y otras infecciones respiratorias: ¿qué evidencia hay respecto al beneficio de la suplementación con micronutrientes?

Habida cuenta de que las infecciones agudas del tracto respiratorio (IAR) son tradicionalmente una de las causas más frecuentes de mala salud y muerte (ni que decir tiene que esta afirmación ha adquirido una nueva dimensión con la pandemia de COVID-19 imperante), y que diversos estudios han demostrado que los micronutrientes –de forma individual o combinada– modulan la función inmunológica y afectan a la predisposición y gravedad de muchas de ellas, un grupo de autores de la Universidad de Harvard (EE.UU.) ha querido analizar la evidencia relativa al beneficio clínico con la suplementación de estos micronutrientes.

Para ello, han realizado una revisión sistemática de los artículos publicados respecto al impacto de dicha suplementación en el riesgo de aparición de IAR y en el acortamiento de sus manifestaciones clínicas en adultos, seleccionando finalmente 70 trabajos relativos a ensayos clínicos aleatorizados con individuos de 17 países de altos ingresos y de 5 de ingresos medios. Se realizaron meta-análisis de efectos aleatorios de los datos para estimar los efectos combinados de la vitamina D, la vitamina C, el zinc y la suplementación con múltiples micronutrientes.

Sus resultados revelan que la suplementación con vitamina D reduce el riesgo de IAR (razón de riesgos o RR= 0,97; IC95% 0,94 – 1,00; p= 0,028) y acorta significativamente la duración de los síntomas, con una diferencia porcentual de -6% (IC95% -9% a -2%; p= 0,003). El efecto de la vitamina D para prevenir las IAR parecía más marcado cuando el diagnóstico era en base a criterios clínicos o a pruebas de laboratorio en comparación con el auto-diagnóstico, y también cuando su dosis de carga estaba por debajo de 60.000 UI. La suplementación con vitamina C también parece reducir el riesgo de aparición de IAR (RR= 0,96; IC95% 0,93 – 0,99; p= 0,01) y acorta en mayor medida la duración de los síntomas (diferencia porcentual: -9%; IC95% -16% a -2%; p= 0,014); el efecto de la vitamina C en la prevención de las IAR fue mayor entre los hombres y entre los habitantes de países de ingresos medios, en comparación con las mujeres y los de países de ingresos altos, respectivamente. Por su parte, la suplementación con zinc no redujo el riesgo de IAR, pero sí mostró beneficio en una reducción sustancial de la duración de los síntomas (diferencia porcentual: -47%; IC95% -73% a -21%; p= 0,0004).

En definitiva, los autores concluyen que la síntesis global de la evidencia disponible a partir de ensayos controlados aleatorizados indica que los suplementos de micronutrientes que incluyen zinc, vitaminas C y D, y otros suplementos de micronutrientes múltiples pueden ser modestamente eficaces para prevenir las infecciones agudas del tracto respiratorio y mejorar su curso clínico. Sin embargo, apuntan a que se necesitan más investigaciones para comprender mejor su potencial sobre la infección y los resultados del tratamiento del SARS-CoV-2, no pudiendo realizarse aún con base sólida recomendaciones de suplementación sistemática en la población general.

Interés terapéutico del apio

Resumen

En línea con la serie de artículos sobre plantas aromáticas utilizadas desde la antigüedad por sus propiedades medicinales e interés culinario, es el turno del apio. Además de que ciertas de sus variedades se cultivan con fines alimentarios, en los últimos años la comunidad científica está mostrando un especial interés hacia las propiedades farmacológicas de esta especie (Apium graveolens L.), algunas de las cuales podrían tener interés terapéutico, tal como evidencian los resultados de diferentes ensayos pre-clínicos y clínicos.

El apio es una planta herbácea de la familia de las umbelíferas, bianual, glabra, con raíces pivotantes y tallos erectos, de hasta 1 m de longitud, propia de lugares húmedos o acuáticos de zonas templadas de casi todos los continentes. Aunque se considera que la droga está constituida por los frutos, también han sido utilizados con fines medicinales las hojas o la parte aérea desecada o fresca, el aceite esencial y, en ocasiones, las raíces. Tanto en frutos como en hojas se encuentra un aceite esencial (2% en los frutos) de olor característico, constituido en su mayoría por monoterpenos (especialmente limoneno), sesquiterpenos, fenilpropanoides (como el eugenol), aldehídos y ftálidos (el 3-n-butil ftálido es uno de los más interesantes), responsables estos últimos de dicho olor.

En diversas medicinas tradicionales se le atribuyen propiedades afrodisíacas, antihelmínticas, antiespasmódicas, carminativas, diuréticas, laxantes, sedantes y tónicas, y se ha utilizado para tratar el reumatismo, trastornos gastrointestinales, amenorrea y en casos de infertilidad, además de como cicatrizante tópico. La investigación farmacológica de la era moderna ha permitido evaluar también sus capacidades antioxidantes y neuroprotectoras, su efecto sobre la presión arterial o los niveles de glucemia y ácido úrico, sus beneficios en la prevención y tratamiento del síndrome metabólico, sus actividades antimicrobianas y su impacto en la función sexual, entre otras propiedades. El presente artículo pretende revisar las publicaciones científicas disponibles y más relevantes sobre la farmacología del apio, desde los estudios in vitro e in vivo hasta los ensayos clínicos.

  • Ortega T, Carretero ME. Interés terapéutico del apio. Panorama Actual Med. 2021; 45(440): 131-136

De acuerdo con Flora Ibérica, el género Apium de la familia Umbelliferae (Apiaceae) comprende 30 especies propias de lugares húmedos –acaso directamente acuáticos– de zonas templadas de Europa, África, Asia, América del sur y el continente Australiano. El apio, la especie Apium graveolens L. (Figura 1), corresponde a plantas herbáceas bianuales, glabras, con raíces pivotantes y tallos erectos, sólidos y profundamente asurcados, de hasta 1 m de alto.

Como todas las umbelíferas presentan hojas pinnatisectas (Figura 2), las inferiores 1 vez pinnatisectas, con 3 a 7 segmentos de 1 a 5 cm, profundamente dentados y en ocasiones pinnatífidos, de contorno deltado o rómbico. El peciolo es endeble y envainador en la mayor parte de su longitud. Las hojas superiores son en su mayoría profundamente trilobuladas o trisectas, con peciolo envainador en casi toda su longitud. Las flores se disponen en umbelas compuestas, generalmente opuestas a las hojas, con 4 a 12 radios de 1 a 3 cm, desiguales, con pedúnculos más cortos que los radios o inexistentes. Las flores presentan un cáliz sin dientes y pétalos de color blanco. En la fructificación, los estilos, recurvados, son tan largos como el estilopodio. Los frutos, demasiadas veces confundidos con semillas y denominados así en casi todas las publicaciones científicas, son esquizocarpos anchamente ovoides, constituidos por dos mericarpos con costillas muy visibles pero delgadas (Figura 3). Las plantas de A. graveolens desprenden un olor intenso característico.

Aunque se considera que la droga está constituida por los frutos, también las hojas o la parte aérea desecada o fresca, el aceite esencial y en ocasiones las raíces de apio (Figura 4), han sido utilizados con fines medicinales. En diversas medicinas tradicionales se le atribuyen propiedades afrodisíacas, antihelmínticas, antiespasmódicas, carminativas, diuréticas, laxantes, sedantes y tónicas, y se ha utilizado para tratar el reumatismo, trastornos gastrointestinales, amenorrea y en casos de infertilidad, además de como cicatrizante tópico.

Algunas variedades de esta especie vegetal se cultivan con fines alimentarios. La var. dulce (Mill) Poir, apio propiamente dicho, se cultiva por sus peciolos (pencas) comestibles. La var. rapaceum (Mill.) Poir, conocida como apionabo o apirrábano, se cultiva porque su cepa, muy voluminosa y aromática, es muy apreciada en la actualidad por las nuevas tendencias culinarias.

En los frutos de A. graveolens se ha constatado la presencia de cumarinas (furanocumarinas), ácidos fenólicos (ac. clorogénico), flavonoides, almidón, proteínas, minerales (K, Na, Ca y Mg), vitamina C y sustancias lipídicas (15%) constituidas por ácidos grasos como el ácido petroselínico, el más abundante (64,3%), y los ácidos oleico, linoleico, linolénico y palmítico. Tanto en frutos como en hojas se encuentra un aceite esencial (2% en los frutos) de olor característico, constituido por monoterpenos (especialmente limoneno acompañado de piperitona, β-pineno, terpinolen 3-careno, mirceno y mentona, entre otros), sesquiterpenos (selineno, β-cariofileno, espatulenol), fenilpropanoides (eugenol), aldehídos y ftálidos (3-n-butil ftálido, 3-n-butil-4,5-dihidroftálido o sedanenólido, sedanólido y anhídrido sedanónico), atribuyéndose a estos últimos su especial olor. En las hojas, el porcentaje de monoterpenos es mayor que en los frutos pero la cantidad de sesquiterpenos es menor.

Además, los peciolos y las hojas son ricos en componentes fenólicos como flavonoides (heterósidos de apigenina, luteolina y crisoeriol) y heterósidos triterpénicos pentacíclicos oxidados. Por su parte, las raíces contienen falcarinol, falcarindiol, panaxidol y 8-O-metilfalcarindiol poliacetileno.

La extracción de los frutos con hexano da lugar a la obtención de una mezcla de aceite fijo y aceite esencial. Esta mezcla se extrae con alcohol (90%) permitiendo la separación de una oleorresina que contiene un 25% de aceite esencial y una parte grasa que contiene aproximadamente un 3% de aceite esencial. Ambos productos son empleados como aromatizantes por la industria alimentaria y perfumero-cosmética por sus notas cálidas persistentes.

En estudios farmacológicos se ha utilizado tanto el aceite esencial como la oleorresina o diferentes extractos obtenidos de frutos, hojas y raíces. En algunos de ellos se han estudiado fracciones enriquecidas en ftálidos. Es importante destacar la deficiente descripción de los preparados utilizados en bastantes estudios experimentales y clínicos. En una gran mayoría, los frutos son descritos como semillas, probablemente por su pequeño tamaño y forma similar. Por desgracia, esto ocurre con demasiada frecuencia en numerosas umbelíferas utilizadas en alimentación (hinojo, comino, anís verde, etc.).

Los diversos estudios in vitroin vivo y clínicos disponibles han demostrado propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, hipolipemiantes, hipoglucemiantes, hepatoprotectoras, anticancerosas, antiagregantes plaquetarias, antihipertensivas, antiulcerosas, antimicrobianas y antifúngicas de esta planta. Por ello, se considera potencialmente eficaz en la prevención de enfermedades cardiovasculares, afecciones hepáticas, determinadas alteraciones metabólicas (síndrome metabólico, gota) y enfermedades reumáticas.

De los ensayos experimentales publicados, los que han obtenido resultados más prometedores son aquellos en los que se ha evaluado la eficacia del apio y sus componentes aislados en modelos experimentales de patologías que cursan con un proceso oxidativo, inflamatorio y/o neurotóxico como asma, neuropatía diabética, traumatismo cerebral, epilepsia, enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer, etc.

De hecho, la capacidad antioxidante de los preparados de apio ha sido ampliamente investigada. Se ha demostrado que potencian enzimas antioxidantes endógenos, favorecen la captación de radicales libres e inhiben la peroxidación lipídica. No obstante, la presencia de componentes fenólicos como flavonoides, cumarinas y ácidos fenólicos, así como los ftálidos y otros componentes del aceite esencial y la presencia de vitamina C, justifican por sí mismos dicha actividad.

Los ftálidos, componentes lactónicos derivados del ácido benzoico, aislados de diferentes partes de esta especie vegetal, y algunos de sus análogos de síntesis, han mostrado efectos favorables en el tratamiento de la isquemia cerebral pues podrían incrementar el riego cerebral y proteger frente al daño neuronal provocado por la isquemia. Los dos enantiómeros del 3-n-butilftálido (Figura 5), principalmente (S)-NBP aunque también la forma racémica, que es más abundante (RS)-NBP, han sido ampliamente investigados en esta patología, razón por la cual fueron aprobados para su uso terapéutico en China en el año 2002 y la FDA americana ha autorizado los ensayos clínicos de fase II. Sus efectos son consecuencia principalmente de sus actividades antiagregante plaquetaria, antioxidante y neuroprotectora.

(S)-NBP incrementa la microcirculación cerebral y reduce la apoptosis en células cerebrales; también reduce la inflamación y la disfunción mitocondrial en modelos animales de isquemia cerebral. Por su parte, (RS)-3-n-butilftálido, en la actualidad obtenido por síntesis, ha mostrado eficacia para prevenir la apoptosis y las alteraciones de la memoria en un modelo en ratas de hipoperfusión cerebral crónica por oclusión bilateral de la arteria carótida. Este compuesto fue capaz de modificar distintas vías de señalización que participan en este proceso: consiguió revertir la inhibición de la expresión de CNTF/CNTFRα y activó la vía JAK2/STAT3. Estos mecanismos de acción se confirmaron in vitro, utilizando cultivos primarios de neuronas del hipocampo expuestas a deprivación/reperfusión de oxígeno-glucosa.

La capacidad neuroprotectora de este compuesto (el RS-3-n-butilftálido) también se ha verificado en el déficit cognitivo asociado a diabetes en un modelo de ratón con diabetes tipo 2. Los animales tratados por vía oral con este ftálido (20, 60, 120 mg/kg al día) durante 8 semanas, mejoraron los procesos de aprendizaje y memoria disminuidos por la enfermedad diabética. El estudio morfológico evidenció además una mayor supervivencia neuronal y, a la dosis más elevada, el restablecimiento de los niveles de proteínas sinápticas y de la densidad dendrítica en las neuronas del hipocampo. Se observó además un efecto inhibidor del estrés oxidativo en el tejido cerebral mediante la inducción de la vía Nrf2/HO-1 y mediante el incremento en la expresión del factor BDNF, a través de la activación en el hipocampo de la vía de señalización PI3K/Akt/CREB.

Los ftálidos también podrían reducir la presión arterial, pues son capaces de relajar la musculatura lisa vascular induciendo vasodilatación. En modelos animales de hipertensión (ratas) se ha confirmado su capacidad para reducir la presión arterial y en anillos aórticos aislados, su actividad vasodilatadora. El mecanismo de acción no está totalmente esclarecido, aunque algunos autores proponen una actividad bloqueante de canales de calcio, voltaje y receptor dependientes. Algunos flavonoides como apigenina y luteolina presentes en esta especie vegetal, también podrían contribuir al efecto antihipertensivo.

Sobre nefropatía hipertensiva, los ftálidos y otros componentes del aceite esencial de apio, como d-limoneno, también reducen la presión arterial y previenen la evolución de la patología. En este caso, el efecto beneficioso se relaciona con una reducción en la expresión de mediadores inflamatorios (IL-6, TNF-α y NF-κB) y del estrés oxidativo.

Sin embargo, la utilización de los ftálidos naturales en clínica presenta algunas desventajas. En primer lugar, su baja solubilidad y pobre biodisponibilidad hace necesaria su administración en combinación con antioxidantes y antiagregantes plaquetarios. En segundo, su seguridad, ya que podrían causar disfunción hepática por hepatotoxicidad. En algunos ensayos clínicos se ha observado, tras su administración, un incremento en los niveles de transaminasas hepáticas. En la actualidad se buscan análogos de síntesis o semisíntesis que mejoren su perfil farmacocinético y de seguridad.

Por otra parte, a los preparados de apio y a algunos de sus componentes se les atribuyen propiedades beneficiosas en la prevención y tratamiento del síndrome metabólico. Sobre la hipertensión, como ya se ha comentado, los ftálidos y algunos flavonoides inducen vasodilatación y reducción de la presión arterial. Sobre el estrés oxidativo, el extracto butanólico de los frutos incrementa las concentraciones subcelulares de GSH (glutatión reducido) y la actividad de enzimas antioxidantes (superóxido dismutasa y catalasa), reduciendo la peroxidación lipídica.

Con respecto a la hiperlipidemia, diferentes extractos obtenidos a partir de hojas y frutos han mostrado su capacidad para reducir los niveles de triglicéridos, colesterol total y LDL-colesterol, incrementando la concentración plasmática de HDL-colesterol y por tanto, reduciendo el cociente LDL-c/HDL-c, lo que apunta hacia una protección en la enfermedad aterosclerótica.

La eficacia de los preparados de apio sobre la obesidad y sobre la resistencia a insulina se justifica principalmente por la presencia en los mismos de flavonoides como luteolina y apigenina, cuyas actividades farmacológicas en estas patologías han sido ampliamente demostradas en modelos de animales in vivo e in vitro. La luteolina ha exhibido eficacia para reducir el peso corporal, los procesos inflamatorios en el tejido graso y la resistencia a insulina a través de la activación de PPARγ y la reducción de la expresión de TNF-α.

Respecto al efecto hipoglucemiante del apio, tras haberse comprobado en ensayos en roedores las propiedades antidiabéticas de sus frutos (estimulación de la secreción de insulina por las células beta pancreáticas y disminución de la gluconeogénesis hepática), se efectuó un estudio clínico preliminar, ensayo cuasi-experimental antes-después (pre-test/pos-test), para comprobar su posible eficacia en humanos. Para ello, se utilizó un extracto etanólico de hojas de apio encapsulado (250 mg 3 veces al día, durante 12 días), que se administró a 16 voluntarios, mujeres y hombres de más de 60 años con hiperglucemia. Se aleatorizaron en dos grupos, control y tratamiento con el extracto. El tratamiento redujo significativamente los niveles de glucosa preprandial y posprandial (efecto mayor en el segundo caso), pero la insulina plasmática no aumentó significativamente en estos pacientes. Es preciso señalar que el número de pacientes integrados en este ensayo es muy bajo y que se utilizaron hojas y no frutos de apio.

Las actividades relacionadas con el síndrome metabólico han sido parcialmente confirmadas en ensayos clínicos. En Líbano se utiliza popularmente el jugo fresco de brotes y hojas de apio, una taza dos veces por semana, para controlar la hipertensión. La especie se encuentra entre las cinco plantas más consumidas con este fin en dicho país. Diversos estudios, de calidad y robustez limitadas, han demostrado la eficacia de diferentes preparados de apio para reducir la presión arterial. Por ejemplo, en un ensayo piloto de un solo brazo con 30 pacientes con hipertensión leve a moderada, la administración de 150 mg/día de un extracto de frutos de apio estandarizado (85% de 3-n-butilftálido), consiguió una reducción significativa de la presión sistólica y diastólica. Previamente, en otro estudio sencillo con 37 pacientes a quienes se les administraron 6 g de frutos pulverizados, ya se había comprobado esta actividad, atribuyéndola a sus propiedades vasodilatadoras y diuréticas.

Por otra parte, en algunos estudios se indica un posible efecto beneficioso sobre la hiperuricemia, al comprobar que no solo reduce los niveles de ácido úrico sino que también disminuye el daño inducido por su elevada concentración. En un modelo de hiperuricemia inducida por oxonato de potasio en ratón, se ha comprobado que la administración de un extracto etanólico (70%) de hojas, reduce las concentraciones plasmáticas de urea y normaliza los niveles de malondialdehído, enzimas antioxidantes y mediadores inflamatorios (IL-1β, TNF-α e IL-10). Asimismo, mejora la eliminación renal de uratos, normalizando la expresión de los genes implicados en ella.

En medicina tradicional oriental se han atribuido al apio propiedades para tratar la infertilidad. A este respecto, algunos estudios en animales han demostrado que el apio produce un incremento en los niveles de testosterona, responsable del aumento de la libido en hombres y mujeres. En ratón se comprobó, además, que la administración de un extracto hidroalcohólico de frutos de apio, aumentó de forma significativa el número de espermatozoides y su motilidad, así como el peso de los testículos, en comparación con los animales control. Otro ensayo en ratas adultas permitió comprobar que la administración de un extracto acuoso de frutos de apio por vía oral (0,057 y 0,114 g/kg), indujo un aumento del peso del ovario y del útero, un incremento importante del grosor de ambos órganos, y un aumento significativo en el número de folículos primarios, secundarios y de Graaf (así como del cuerpo lúteo).

En la medicina tradicional iraní y de otros países, se han empleado los frutos del apio para mejorar la función sexual de las mujeres, razón por la cual estos frutos se venden en herboristerías de dicho país como afrodisiaco. En base a los estudios experimentales comentados anteriormente y con el fin de comprobar dicha actividad, se ha llevado a cabo un ensayo clínico de grupos paralelos, aleatorizado y doble ciego, que evaluó la eficacia y la seguridad del apio en la disfunción sexual femenina. Se reclutaron 80 mujeres a las que se administró 500 mg de frutos de apio o placebo, 3 veces al día durante 6 semanas. Para realizar el análisis se aplicó el cuestionario del índice de función sexual femenina (FSFI) tanto antes como después del tratamiento; éste es un índice que consta de 19 preguntas agrupadas en 6 dominios, de gran utilidad en estudios clínicos. Los resultados indican una mejoría en el grupo de apio frente al placebo, con un aumento significativo de la puntuación sobre todo en los dominios de deseo sexual, excitación, lubricación y dolor. No se apreciaron efectos adversos serios en ninguno de los dos grupos, no teniendo que abandonar el estudio ninguna de las participantes, por lo que los frutos de apio podrían ser eficaces y seguros en mujeres con disfunción sexual. También hay que destacar que no se informó de ninguna reacción alérgica.

Otro de los empleos populares de esta planta, tanto en Irán como en Europa, es para tratar infecciones leves de vías urinarias. En un ensayo in vitro se ha comprobado que extractos polares y semipolares preparados con frutos de apio presentan una actividad antimicrobiana interesante. Mediante un fraccionamiento biodirigido se ha observado que los ftálidos presentes en dichos extractos son los principales responsables, ejerciendo una potente actividad antiadhesiva frente a Escherichia coli, principal bacteria responsable de infecciones del tracto urinario. También se ha comprobado su posible eficacia en otras infecciones, por ejemplo, en heridas cutáneas infectadas por Staphylococcus aureus resistente a meticilina: en este caso, un estudio in vitro e in vivo reveló que una crema con extracto de apio, además de propiedades antibacterianas, mejora la cicatrización de las heridas al promover la proliferación de los fibroblastos y la reepitelización de la piel. Por último, el aceite esencial obtenido de las semillas de la planta posee una potente actividad larvicida frente a la larva de Aedes aegypti (vector del dengue), y un extracto etanólico, además de larvicida, es adulticida y repelente del mosquito.

La posología recomendada para el uso medicinal del apio, según el Vademecum de Fitoterapia, es la siguiente:

  • Decocción: 50 g de raíz/litro, un litro/día.
  • Infusión: una cucharada de postre de frutos/taza, 3 tazas/día.
  • Extracto fluido (1:1): 15-30 gotas, 2 veces/día.
  • Tintura (1:10): 50-100 gotas, 1-3 veces/día.
  • Aceite esencial: 1-3 gotas, 1-2 veces/día.
  • Jugo: 1-3 cucharadas soperas/día.

No obstante, de los ensayos clínicos referidos a problemas de disfunción sexual o en dismenorrea primaria, se puede extraer que una posología de 500 mg de frutos de apio pulverizados, administrados 3 veces al día, es considerada segura.

Profundizando sobre la seguridad de la utilización de preparados de apio, se debe aludir al documento de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sobre alimentos e ingredientes alimentarios alergénicos con fines del etiquetado: el apio puede producir reacciones alérgicas de tipo inmediato, desde urticaria por contacto oral hasta shock anafiláctico. Las personas alérgicas al polen de abedul pueden desarrollar alergia al apio. Se ha observado la aparición de reacciones anafilácticas tras el consumo de apio, así como se ha referido algún caso de hipersensibilidad cruzada por su consumo durante inmunoterapia con alérgenos. En este último caso, la paciente se recuperó mediante el tratamiento habitual con adrenalina, corticosteroides y antazolina. Además, debido a la presencia de furanocumarinas, puede originar reacciones de fotosensibilidad. En cualquier caso, las reacciones alérgicas citadas pueden desarrollarse en mayor o menor medida según el cultivar de apio que se consuma.

No obstante lo anterior, el consumo de frutos de apio se considera seguro debido a su empleo durante mucho tiempo, pero además, un ensayo de toxicidad subcrónica en ratas indica la ausencia de toxicidad en animales que recibieron concentraciones diarias de 150 y 5.000 mg/kg de frutos durante 28 días.

Protocolo del estudio de eficacia y coste-efectividad del New Medicine Service

Si bien se trata de un estudio que no es reciente, se comenta aquí por su importancia para el desarrollo de nuevos servicios profesionales en farmacia comunitaria. Se trata del New Medicine Service (NMS), que ofrece ayuda y asesoramiento a personas con enfermedades crónicas a quienes se ha prescrito un nuevo medicamento. Éste es un servicio introducido en Inglaterra en 2011, el cual, a partir de un informe de evaluación muy positivo, pasó a ser un servicio permanente, realizado por las farmacias comunitarias y remunerado por el National Health Service inglés (NHS). Se revisan a continuación los aspectos más relevantes del protocolo de investigación que dio lugar al estudio de evaluación de efectividad y eficiencia del mismo (véase esta misma sección en el número 430 de Panorama Actual del Medicamento).

El objetivo principal del estudio fue evaluar su efectividad y eficiencia, desde la perspectiva del pagador (el NHS), para tomar decisiones sobre su continuidad; asimismo se exploró la aceptabilidad por parte de pacientes, farmacéuticos y médicos de atención primaria. La unidad de análisis fue la farmacia comunitaria, no el paciente, eligiendo las que podían participar entre las de algunas zonas concretas que cumplían determinados criterios de inclusión, principalmente, dispensar un medicamento nuevo a pacientes crónicos y no ser motivo de exclusión por diversos motivos. El muestreo de farmacias se efectuó por conveniencia, es decir, una técnica no probabilística donde los participantes fueron seleccionados por una conveniente accesibilidad y proximidad.

Una vez seleccionadas las farmacias, los pacientes que se podrían incluir, además de haber firmado el consentimiento, deberían cumplir ciertos criterios de inclusión, principalmente, presentar asma/EPOC, diabetes tipo 2, tratamiento anticoagulante o hipertensión y no otros de exclusión. Solo una vez que el paciente aceptaba participar, se le asignaba de forma aleatoria al grupo de intervención o al de control, los cuales fueron estratificados por patologías en cada farmacia. Los pacientes del grupo control recibirían el cuidado usual cotidiano en toda dispensación y no se les realizaría seguimiento alguno. Los asignados al grupo de intervención recibirían la formación necesaria para seguir adecuadamente el nuevo tratamiento. El tiempo de seguimiento sería de 6 meses.

La variable principal del estudio fue la adherencia auto-reportada, como medida del impacto de la intervención sobre el comportamiento, siendo no adherente si se había perdido alguna dosis en los 7 días previos. Las variables secundarias fueron derivadas del número de problemas asociados a los medicamentos y consultas médicas por los mismos, así como estatus de salud, uso de recursos, etc. El tamaño de la muestra a estudio, para estimar la prevalencia de la no adherencia, se calculó estimando que ésta se reduciría en un 10-20%, asumiendo un 20% de pérdidas de pacientes durante el estudio. El plan de análisis estadístico evaluaría las variables continuas mediante la media y las medidas de dispersión, y las variables categóricas mediante las frecuencias y porcentajes, analizando posteriormente, por intención de tratar, si existen diferencias significativas entre los grupos de estudio; asimismo, se evaluaría mediante regresión logística la relación entre la no adherencia y las patologías concomitantes.

Con los resultados obtenidos se desarrollaría un análisis de tipo coste-efectividad para estimar el ratio coste-efectividad incremental, que fue definido por el cociente entre el coste y el beneficio (adherencia) incremental del grupo control respecto del de intervención. Posteriormente, se realizaría otro análisis de tipo coste-utilidad, valorando el resultado obtenido en ambos brazos por su calidad de vida. Finalmente, se efectuaría un análisis de sensibilidad.

El protocolo de investigación concluía con la descripción de los aspectos éticos, indicando que se realizaría de acuerdo con los principios de la Declaración de Helsinki, las guías de buena práctica clínica y los requerimientos de las Autoridades Sanitarias; asimismo, se indicaba la necesaria aprobación por un Comité de Ética e Investigación Clínica y su registro en las bases de datos de ensayos clínicos. Por último, se realizaba una discusión indicando las debilidades y fortalezas del estudio.

Los autores indicaron que existía un problema de salud, la no adherencia de los pacientes crónicos asociada con tratamientos múltiples, aumentando el problema a medida que aumentaba el número de fármacos prescritos. Ante ello, se planteó como hipótesis que el farmacéutico puede intervenir en estos pacientes cuando se produzca una nueva prescripción –considerada como factor de riesgo de no adherencia– a fin de prevenir el problema de salud que han observado previamente en la práctica cotidiana. Realmente fue una magnífica demostración de lo que el farmacéutico podía hacer desde la farmacia comunitaria, no resolviendo una nueva prescripción sino interviniendo para mejorar los resultados de salud del paciente.

La farmacia comunitaria tiene una misión básica, definida en la legislación, de almacenamiento, custodia, conservación y dispensación de medicamentos y productos sanitarios. Pero su misión principal es la de mejorar los resultados de salud de la población a la que sirve; para ello se necesita, además de las tareas citadas, realizar intervenciones dirigidas al objetivo de resultados de salud, lo cual precisa, inexcusablemente, que éstas hayan demostrado efectividad, seguridad y eficiencia mediante los estudios científicos pertinentes.