El agua es esencial para la vida tal y como la conocemos en la Tierra. Por ello, una adecuada gestión de sus distintos usos es uno de los elementos más determinantes de la calidad de vida de cualquier población humana, teniendo en cuenta la interrelación existente entre equilibrio ecológico y salud humana, sin olvidar su importancia económica y geopolítica, vector en no pocas ocasiones de discordancias territoriales e incluso de cruentos conflictos.

La profesión farmacéutica es fundamental en la gestión de la calidad de las aguas, tanto de consumo, como de recreo, en el caso, por ejemplo, de las piscinas.

Por todo ello, el Consejo General de Colegios Farmacéuticos se suma a la celebración de este Día Mundial con la publicación de este informe, en el que se analizan los distintos aspectos de conexión entre el agua y la salud humana, con especial énfasis en aquellas actividades de salud pública en las que colaboran los farmacéuticos.

Agua y salud

Aunque la relación más evidente del agua con la vida humana es su función estructural y fisiológica en nuestro organismo, constituyendo alrededor del 60% del peso corporal –lo que demanda unas cantidades diarias mínimas de hidratación–, resulta imposible desligar este elemento de cualquier actividad humana si se tiene en cuenta la práctica ubicuidad del agua en la Tierra. O, desde otro punto de vista, si se tiene en cuenta la ubicuidad del ser humano allí donde hay disponibilidad de fuentes de agua potable.

La gestión de los aspectos sanitarios del agua es un aspecto crucial en salud pública ya que la presencia de residuos y contaminantes supone un claro riesgo sanitario. En este sentido, la OMS estima que viven en el mundo alrededor de 2000 millones de personas sin acceso a agua potable, lo que las hace vulnerables a infecciones como el cólera o la disentería, a la exposición a compuestos tóxicos y determinados residuos.

La declaración de una determinada fuente de agua como «apta» para el consumo humano implica, en España y en países con un alto nivel de desarrollo, el cumplimiento de una serie de parámetros de calidad que garantizan su salubridad y limpieza.

También se aplican los pertinentes controles sobre las aguas minerales naturales y de manantial envasadas, e incluso sobre las aguas de baño, de gran relevancia económica en nuestro país.

La legislación española reconoce a la profesión farmacéutica como función propia la colaboración en los procesos de vigilancia en salud pública, participando en todos estos procesos de gestión y contando, además, con aspectos singulares que aplican de forma más exclusiva a los procedimientos ligados a la actividad galénica, como el empleo de agua para usos farmacéuticos, que cumple unos determinados requisitos de calidad establecidos por las farmacopeas.