En 2024 se estima que se diagnosticarán en España 3.716 nuevos casos de cáncer de ovario, el segundo tipo de cáncer ginecológico por incidencia, pero el primero en mortalidad.

Motivo por el que es fundamental promover la detección precoz, así como el conocimiento entre los profesionales sanitarios para informar y sensibilizar a la población.

Con este objetivo y coincidiendo con la celebración el 8 de mayo del Día Mundial del Cáncer de Ovario, el Consejo General de Colegios Farmacéuticos se suma a esta efeméride facilitando entre la profesión la actualización de conocimientos en torno a la enfermedad y su terapéutica con la difusión de un informe monográfico sobre la “Terapéutica del cáncer de ovario”.

Sobre el cáncer de ovario

El concepto de cáncer de ovario designa cualquier tumor maligno que se origina en el ovario y, aunque tradicionalmente se le ha considerado un cáncer de mujeres de raza blanca por su mayor incidencia, la proporción en otras razas o grupos étnicos es también notable, cercana al 30 %.

En este sentido, cabe resaltar que el riesgo de sufrir la enfermedad se incrementa con la edad, con un debut clínico alrededor de los 60 años. Su relativamente elevada mortalidad se ve condicionada principalmente por la ausencia o escasez de síntomas en estadios tempranos, siendo los más frecuentes el dolor pélvico, estreñimiento, diarrea, urgencia urinaria, sangrado vaginal, distensión abdominal o fatiga.

El tratamiento del cáncer de ovario incluye la extirpación cuando es posible y, generalmente, un tratamiento farmacológico con un régimen combinado de carboplatino y paclitaxel en primera línea, tanto en caso de enfermedad avanzada como en enfermedad localizada de alto riesgo.

Sin embargo, un aspecto que condiciona la supervivencia es la alta tasa de recidiva de la enfermedad. En estos casos, se debe instaurar un régimen de tratamiento alternativo en el que se incluyen fármacos como la trabectedina, la doxorubicina pegilada liposomal o la gemcitabina, en monoterapia o en combinación.

Además, en los últimos años se han desarrollado nuevas estrategias terapéuticas con fármacos dirigidos a prevenir la angiogénesis –principalmente con el uso del anticuerpo monoclonal bevacizumab– o a favorecer la muerte celular al impedir mecanismos de reparación del ADN en las células tumorales, con inhibidores de la poli-ADP-ribosa polimerasa como olaparib, niraparib y rucaparib.

La introducción de estos nuevos fármacos en la terapéutica del cáncer de ovario se ha asociado con un incremento notable de la supervivencia.

Por su parte, la promoción de hábitos saludables, como mantener un adecuado peso y evitar el consumo de tabaco, contribuirán a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad. Una vez que ésta ya ha sido diagnosticada, el fomento de la adherencia al tratamiento contribuirá a disminuir el riesgo de recaída y el consiguiente empeoramiento de la calidad de vida.

Papel del farmacéutico

Los farmacéuticos, desde todos los ámbitos profesionales y de competencias, contribuyen al adecuado asesoramiento y asistencia sanitaria las pacientes con cáncer de ovario.

En este sentido, la información rigurosa y el asesoramiento práctico sobre la enfermedad y su medicación son piezas clave para combatir un tipo de cáncer con una creciente relevancia epidemiológica, teniendo en cuenta que la forma histopatológica más común, el carcinoma seroso, se presenta con mayor riesgo en edades avanzadas, especialmente a partir de los 60 años.

La farmacia comunitaria constituye un establecimiento sanitario accesible desde el que los farmacéuticos pueden suministrar una información solvente y ofrecer un servicio de máximas garantías sanitarias con la debida confidencialidad. Con la integración efectiva del farmacéutico comunitario en los equipos multidisciplinares de atención primaria, se pueden identificar vías asistenciales enfocadas al abordaje de ciudadanas en riesgo potencial de desarrollar cáncer de ovario.

Ante una paciente con diagnóstico confirmado de cáncer de ovario, el farmacéutico, como profesional sanitario experto en el medicamento, tanto desde la farmacia comunitaria como en la farmacia hospitalaria, debe apostar por una decidida promoción de la adherencia al tratamiento prescrito.

Las estrategias con este fin deben desarrollarse de forma personalizada, con la paciente y la familia (en caso de mujeres ancianas o especialmente vulnerables), fomentando la confianza de las pacientes en los fármacos administrados.

Estas estrategias pueden incluir información verbal y escrita, y recursos interactivos, debiendo siempre recordarse que las consecuencias de la falta de adherencia pueden ir desde un empeoramiento de la calidad de vida de la paciente, una falta de control de la enfermedad y una mayor probabilidad de complicaciones, hasta la aparición de efectos secundarios o incluso de mortalidad.

Todo ello, además, puede suponer ingresos hospitalarios y otras intervenciones sanitarias que impliquen ineficiencia del gasto farmacéutico y sanitario.