A la hora del rocío, en los parajes donde nace el río, las notas se despiertan soñando con su azul melodía. Volarán sobre aldeas y castillos, hermosas ciudades y verdes caminos. El agua del Danubio, fluye y pasa, llevando la brisa del campo. Y los antiguos dioses fluviales, al escuchar el acorde de un violín, dictarán su ley ancestral: a la orilla de este río, ¡danzad!
El Danubio atraviesa el corazón de Europa. Nace en la Selva Negra, en Alemania, y cruzando diez países, desemboca en el mar Negro. Decía Leonardo da Vinci, que el agua sufre tantos cambios como diversos son los lugares por los que pasa. Es por ello que el Danubio cambia de nombre, de cultura y de costumbres al cambiar de frontera; pero curiosamente, digan lo que digan, solo tiene un color: el azul. Y en el acervo popular permanecerá intrínsecamente ligado a la Viena Imperial, y a una alegre danza: el vals.
El vals nació a finales del siglo XVIII, sus orígenes se encuentran en la música popular y rural. Una danza armoniosa basada en el compás tres por cuatro, cuyo nombre deriva de la palabra alemana “walzen”, (girar). Las parejas bailaban entrelazadas, por lo que se consideró un baile inmoral y atrevido. Aun así, el vals triunfó en todos los salones de baile de las capitales europeas y de forma especial en Viena.
Viena. Lugar donde se cruzan los caminos. Lugar donde la historia ha dejado sus huellas en forma de palacios, iglesias, bellos jardines, pastelerías y cafés. El Hawelka café, el Café Mozart, el Landtmann, el Sacher o el café Central; cafés tradicionales vieneses que aún mantienen terciopelos impregnados del olor añejo: cigarrillos, café, vino, tinta…

En los años treinta del siglo XIX había más de ochenta cafés en el centro de la ciudad. Asimismo, proliferaron las tabernas y los salones de baile. Frente al parque de Schöbruun había una taberna conocida como Casino Dommayer, donde Johann Strauss padre estrenó muchas composiciones y Johann Strauss hijo debutó en 1844.
La familia Strauss dio al mundo un legado cultural que cambió la historia musical de Viena para siempre. La vida de esta dinastía de magníficos intérpretes y compositores está poblada de amores y desamores, celos, envidias, conflictos, algunos fracasos y sobre todo grandes éxitos».
Levantó su violín, lo acercó a la barbilla y comenzó a tocar un solo con un talento excepcional. Su nombre Johann, su apellido, Strauss. ¿Hablamos del padre o del hijo? Interesante dilema. Ambos tenían la misma forma de coger el violín y de tocar. La familia Strauss dio al mundo un legado cultural que cambió la historia musical de Viena para siempre. La vida de esta dinastía de magníficos intérpretes y compositores está poblada de amores y desamores, celos, envidias, conflictos, algunos fracasos y sobre todo grandes éxitos. Un novelón digno de narrarse en una de las series actuales. De hecho, se han escrito varias biografías y la British Associated Television produjo una miniserie en 1972.
Una posada al lado del Danubio ve nacer a Johann Strauss senior. Sus padres fallecen prematuramente y empieza a trabajar como encuadernador. No se conoce el momento en el cual Johann tiene acceso al modesto violín que le cambió la vida. A partir de entonces comienza a tocar en pequeñas orquestas y se une con Joseph Lanner, otro músico local formando una orquesta propia. Posteriormente se independiza, se enamora y se casa con Anna Streim, hija de un tabernero con la que tiene cinco hijos, de los cuales Johann, Joseph y Eduard continuarán y engrandecerán la pasión de su progenitor por la música.
El éxito del patriarca y su orquesta le obligó a viajar muy a menudo. Era un hombre muy atractivo y con gran éxito entre las mujeres. Su matrimonio se resintió y comenzó una relación extramatrimonial con Emilie Trampusch, veinte años más joven que él, de la que nacieron seis hijos, y curiosamente ninguno heredó su don para la música.
Johann Strauss hijo, que había nacido en 1825, hace ahora doscientos años, sí poseía un gran talento musical y aunque su progenitor se oponía a su carrera como violinista y compositor, consiguió superar al padre con el que mantuvo siempre una gran rivalidad. Anna, su madre, lo apoyó fuertemente. “Schani”, como era conocido familiarmente, tenía el cabello oscuro, rizado, ojos chispeantes, lucía una gentil figura, y vestía a la moda del momento: levitas, fracs, chalecos, en telas de terciopelo o seda, generalmente de color negro.
Su vida amorosa también fue convulsa. Tuvo una relación juvenil con la hija de Lanner, compañero de orquesta de su padre. Vivió un gran amor con Olga Smirnitzky, una aristócrata rusa con la que no pudo casarse debido a diferencias sociales y religiosas, lo que lo sumió en una profunda depresión. Tras superarla, se casó primero con la soprano Jetti Treffz, y después con una joven actriz, Lily. Fue este un matrimonio tumultuoso, que terminó en divorcio. En la cincuentena, unió su vida con una veinteañera, Adele, viuda y con una hija, con la que al fin encontró la estabilidad.
La Viena en la que vivieron el violinista y sus hermanos coincidió con el largo reinado de Francisco José I.
En la Ciudad Imperial, llena de glamur, la corte bailaba valses y polkas mientras el Emperador gobernaba con mano de hierro. Francisco José había accedido al trono a los dieciocho años de edad. A los veinticuatro contrajo matrimonio con Isabel de Baviera, conocida como Sissi. Por mor de la cinematografía la identificamos con la bella actriz Romy Schneider que representó el papel de una princesa feliz y enamorada. La realidad fue otra. Cuentan sus biógrafos que la bella Emperatriz tuvo una existencia azarosa, perdió un hijo, y nunca se adaptó a la vida de palacio. Para alejar su melancolía, se dedicó a viajar, casi siempre de incógnito: Corfú, Hungría, Madeira y Normandía, entre otros lugares. En España, visitó el Palmeral de Elche donde bautizó una palmera. En Málaga se paseó por la famosa calle Larios, conoció la Alcazaba y las playas. Obsesionada por su belleza cuidó su cuerpo, su pelo y su rostro hasta el extremo. Nunca salía sin su botiquín de viaje que incluía 63 piezas, incluida una jeringuilla y cocaína que se utilizaba entonces para calmar la ansiedad y la depresión. “La rosa de Baviera” fue asesinada a orillas del lago Leman (Ginebra) a la edad de 61 años.
En sus largas travesías por mar ¿recordaría la excéntrica Emperatriz, los suntuosos bailes en el Palacio Hofburg? Uno de los más hermosos valses compuestos por Strauss II, es el “Vals del Emperador,” que define la personalidad de un regente con un talante militar pero calmado.
La obra musical de los Strauss es extensísima. Sus composiciones se escuchaban por doquier. Operetas como “el Murciélago”, contradanzas y por supuesto las polcas y los valses. Inspiradas en temas muy diversos. Afamadas son: la polca Anna, o la titulada Tritsch-Tratsch, denunciando bulos y chismorreos. También Strauss II, creó un vals donde la planta conocida como Aspérula, usada como hipnótico y sedante, es la protagonista.
La obra musical de los Strauss es extensísima. Sus composiciones se escuchaban por doquier. Operetas como ‘el Murciélago’, contradanzas y por supuesto las polcas y los valses. Inspiradas en temas muy diversos».
Sonaron las primeras notas de la orquesta. Bajo una atmósfera regia, los bailarines ocuparon su sitio. Un girar de faldas de seda o satén, pies ligeros, guantes, joyas, pajaritas, marcaban el ritmo singular y alegre del vals. El vals “Paroxismos, opus 189”, abrió el baile en honor de los estudiantes de medicina, en el que probablemente también se interpretaría el tema “Las primeras curas” que, como curiosidad mostraba a Esculapio en su edición impresa, prescribiendo la recomendación de bailar esta danza, 3 veces al día.
Los legendarios bailes vieneses se remontan a la época del Congreso de Viena (1815), durante el cual se organizaron numerosas fiestas para amenizar la estancia de los diplomáticos que asistieron a dicho congreso. Desde entonces se siguen sucediendo, especialmente en la época de carnaval. Los hay dedicados a casi todas las profesiones. El Baile de la Farmacia, organizado por la Cámara de Farmacéuticos de Austria tiene lugar anualmente, en el Hofburg de Viena. Suponemos que en todos estos acontecimientos se disfrutará del más mítico de los valses: el bello Danubio Azul.
El inmortal vals, que ha elevado a su compositor a los altares de la aristocracia musical, con el sobrenombre del “rey del vals”, fue creado por Strauss II para alegrar al país tras la derrota de Austria en la Guerra contra Prusia. Se inspiró en un poema de Karl Isidor Beck, en el que cada estrofa termina con el verso: “Junto al Danubio, hermoso Danubio azul”. Clásico preludio nupcial durante décadas, sus compases adornaron la película “Una odisea en el espacio”. Ahora y con motivo del bicentenario del músico vienés, la Agencia Espacial Europea lo ha enviado por onda electromagnética hasta la sonda Voyager I, que se encuentra a veinticinco mil millones de kilómetros de la Tierra.
Y desde el magnífico auditorio celestial, los componentes de la familia Strauss también tocarán las palmas al ritmo de la marcha Radetzky, compuesta por el progenitor, para dar la bienvenida a un nuevo año»
Como cada año este rítmico, alegre e ingrávido vals se volverá a disfrutar en la Sala Dorada del Musikverein vienés. Y desde el magnífico auditorio celestial, los componentes de la familia Strauss también tocarán las palmas al ritmo de la marcha Radetzky, compuesta por el progenitor, para dar la bienvenida a un nuevo año.
