Nº430
Rosario Cáceres Fernández-Bolaños1
La ciencia a veces nos sorprende y maravilla a partes iguales cuando nos muestra efectos de fármacos que, a priori, no esperábamos. Numerosos ejemplos a lo largo de la historia, ilustran la relativa frecuencia de la serendipia, desde el descubrimiento casual de la penicilina por Fleming hasta las propiedades para la disfunción eréctil del sildenafil0.
Con las vacunas también ocurre, a veces, que en adición a los ya más que probados beneficios que aportan a la sociedad, nos encontramos con otros efectos beneficiosos adicionales inesperados, que nos empujan a indagar hacia el por qué de tales beneficios y otros posibles usos. En e