Nº472
Aprobado hace escasamente un mes por la agencia reguladora estadounidense (Food and Drug Administration), todo hace indicar que llegará a Europa en los próximos meses el primer tratamiento que ha evidenciado eficacia frente al hígado graso no alcohólico, una patología que se asocia a trastornos del metabolismo y al aumento en las últimas décadas de la prevalencia de comorbilidades como la diabetes o la obesidad, pero sobre todo, que es potencialmente grave por el aumento del riesgo de enfermedad hepática crónica y cirrosis.
Se estima que un cuarto de la población adulta española tiene alguna forma de hígado graso metabólico y un 25 % de ellos desarrollará esteatohepatitis (inflamación grasa del hígado) conduciendo a fibrosis hepática como paso previo a la cirrosis. Hasta ahora el abordaje de este trastorno se limitaba al cambio de hábitos de vida del paciente, dirigido a la pérdida de peso como principal medida que mejora la inflamación y reduce el depósito de grasa en el hígado, aunque con tasas de éxito muy limitadas.
El nuevo fármaco, llamado resmetirom, puede suponer un cambio de paradigma en la terapéutica estándar, según se desprende de los resultados divulgados de un estudio de fase 3 aleatorizado, multicéntrico y multinacional (245 centros de 15 países), que en su análisis intermedio ha incluido datos de un total de 966 pacientes adultos con hígado graso no alcohólico confirmado por biopsia y fibrosis en sus fases intermedias (sin llegar a cirrosis). Se trata de un fármaco activo por vía oral que actúa selectivamente en el hígado, en concreto sobre los receptores beta de la hormona tiroidea de los hepatocitos, y ayuda a regular el metabolismo de los lípidos y la glucosa. Los pacientes enrolados en el estudio recibieron resmetirom a las dosis de 80 mg/día (n= 322) o 100 mg/día (n= 323) o un placebo equivalente (n= 321) y fueron sometidos a una biopsia hepática al inicio y otra tras un año de tratamiento.
Los resultados preliminares revelan que hasta un 26-30 % de los pacientes tratados con el fármaco tenían resolución de la actividad de su enfermedad –sin empeoramiento de la fibrosis– frente a un 9,7 % con placebo (p< 0,001). Con respecto a la fibrosis, esta se reducía en el 24-26 % de quienes recibieron el fármaco, frente al 14 % en el grupo control (p< 0,001). Además, mejoró el perfil lipídico en sangre, con una reducción de los niveles de LDL del 14-16 % tras 6 meses de tratamiento (vs. 0,1 % con el placebo; p< 0,001). Todo ello con un perfil de seguridad relativamente benigno: se vio que los efectos adversos relacionados con el fármaco eran mayoritariamente leves-moderados en severidad, siendo los trastornos gastrointestinales (diarrea y náuseas, sobre todo) los más frecuentes, en mayor medida que con placebo. La incidencia de eventos adversos severos fue muy similar en todos los grupos (11-13 % con resmetirom vs. 12 % con placebo).
Conviene subrayar que se trata de resultados intermedios, por lo que debe esperarse hasta el final del periodo de tratamiento (estimado en 4,5 años) para tener resultados definitivos. En cualquier caso, se trata de una positiva incorporación, que puede reducir el riesgo de progresión de la hepatopatía y de complicaciones cardiovasculares asociadas al hígado graso, aunque parece aportar un beneficio clínico moderado. Puede favorecer el desarrollo de mejores tratamientos y optimizar los sistemas de diagnóstico y detección precoz de la enfermedad.