Nº450
En las últimas semanas se han podido leer en diversos medios de comunicación llamativos titulares del estilo de “se halla la causa viral de la esclerosis múltiple” o “el virus que causa la enfermedad del beso es responsable de la esclerosis múltiple”, en base a los hallazgos de una investigación observacional, cuyas conclusiones, en realidad, distan bastante de la idea de descubrir la causa de esta enfermedad neurológica crónica que afecta a casi 3 millones de personas en todo el mundo (unas 55.000 en España).
Los autores realizaron un análisis longitudinal usando datos de una cohorte de más de 10 millones de adultos jóvenes de razas diversas en servicio militar activo en EE.UU. entre 1993 y 2013 a fin de estudiar la prevalencia de la enfermedad. Tras analizar las más de 62 millones de muestras sanguíneas obtenidas a partir de ellos, se documentaron 955 casos de esclerosis múltiple (EM), y cada uno de ellos se emparejó para el análisis con dos individuos control sin la enfermedad, pero con la misma edad, sexo, raza, características profesionales y fecha de toma de las muestras. Pudieron investigar el estado de infección por el virus de Epstein-Barr –VEB– (en efecto, causante de la mononucleosis infecciosa o enfermedad del beso) en 801 pacientes y descubrieron que, en todos excepto uno de los casos, la EM se diagnosticó en pacientes que eran positivos para la infección por VEB. Así, calcularon una razón de riesgos para el desarrollo de EM de 32,5 en quienes habían sido infectados por dicho virus y habían seroconvertido frente a quienes eran seronegativos (IC95% 4,3-245,3; p= 0,001), lo que supone un riesgo un 32% mayor de desarrollo de la enfermedad, que no se veía incrementado, sin embargo, tras la infección por otros virus de similar vía de transmisión, como el citomegalovirus. Detectaron que los niveles séricos de la cadena ligera de neurofilamentos (biomarcador de la degeneración axonal que acontece en la EM) solo se incrementaban tras la seroconversión para el VEB. Además, calcularon que la mediana de edad desde el primer registro de seroconversión hasta el desarrollo de MS era de 7,5 años.
Ya se conocía la asociación del riesgo de desarrollar EM en pacientes que habían sido infectados por el virus de Epstein-Barr, pero en estudios con menor muestra de pacientes. Por el amplio tamaño muestral y periodo temporal analizado, este trabajo es, quizás, la prueba irrefutable de su asociación como factor de riesgo principal de desarrollo de EM. Pero existen otros factores ambientales o individuales que definitivamente contribuyen. Es decir, no queda probado que la infección por el VEB sea la causa única y directa, ni que todas las personas que han tenido mononucleosis o infección por el VEB vayan a desarrollar EM, lo cual parece evidente si se considera que las cifras epidemiológicas sugieren que el 95% de la población mundial ha tenido alguna vez en su vida contacto con el VEB. E, incluso, aún está por demostrar si la infección previa por VEB es necesaria e indispensable para desarrollar la patología. Por tanto, aún existen incertidumbres ante las hipótesis que pudieran plantearse relativas a si una vacuna preventiva desarrollada frente a la infección por VEB (en caso de lograrse una) podría frenar la incidencia de la EM… parece probable que la ciencia responda a esta pregunta en el futuro.