Nº406
La problemática derivada de la fabricación, distribución y utilización de medicamentos falsos ha sido objeto de una reciente y pormenorizada revisión, en particular en su relación con la salud pública en África, utilizando como ejemplo representativo la situación en Benín.
Frente a las garantías que pueden ofrecer las agencias reguladoras de los países desarrollados, como AEMPS, EMA o FDA, para la salud de los habitantes de sus zonas de influencia, existe la otra cara de la moneda. Prácticamente la mitad de la población mundial está expuesta al problema de los medicamentos falsos. En muchos países, las autoridades sanitarias o bien no existen, o no alcanzan a resolver un problema de primer orden en lo que se refiere a la salud mundial. Este problema se traduce en que millones de personas, cuando piensan que están tomando un medicamento, en realidad lo que están ingiriendo es talco, tiza o polvo de ladrillo.
Se estima que alrededor de cuatro mil millones de personas, la mitad de la población mundial, vive en países donde los medicamentos no son eficaces. Esto se puede deber a dos motivos; o que el medicamento no contenga nada de lo que dice contener, o bien que sea de menor calidad a lo especificado en el envase. El problema para la población es de una doble magnitud; por un lado, su problema de salud no se alivia o cura, o tarda más de lo previsto, pero por otro, el hecho de que el contenido de la cápsula o el comprimido sea de algún producto tóxico, puede generar además un nuevo problema de salud. La lacra de los medicamentos falsos puede dar al traste, por ejemplo, con el ingente trabajo que se ha llevado a cabo en programas para combatir enfermedades como la infección por VIH, malaria o tuberculosis, por poner tres ejemplos muy concretos, lo que supondría un serio retroceso en la salud pública a nivel mundial.
Se estima que el negocio de la falsificación de medicamentos mueve anualmente en torno a 75.000 millones de dólares en el mundo, provocando el agravamiento de enfermedades, el retraso en las curaciones y numerosas muertes. En el año 2013, están contabilizadas oficialmente 122.350 muertes de niños menores de 5 años en 39 países del África subsahariana debido a la ingesta de medicamentos antipalúdicos de baja calidad. En el año 2009, en una operación de cinco meses de duración coordinada por la INTERPOL en China y siete de sus países vecinos en Asia sudoriental, se incautaron 20 millones de píldoras, frascos y sobres de medicamentos falsificados e ilícitos, se detuvo a 33 personas y se cerraron 100 puntos de venta al por menor. Pero el problema es global; en Europa, en sólo dos meses funcionarios de aduanas incautaron 34 millones de píldoras falsificadas.
Se ha estimado que la falsificación de medicamentos puede llegar a ser diez veces más rentable que la venta de heroína, y existen algunos casos (como el sildenafilo) en el que la rentabilidad se dispara y es veinte veces más rentable que el tráfico de cocaína. La cuestión es que falsificar un medicamento es muy fácil de hacer y muy difícil de detectar en determinados ámbitos. La falsificación de medicamentos tiene una gran repercusión económica sobre países que ya de por sí están empobrecidos, y colaboran en la perpetuación de un papel secundario y mal retribuido de las mujeres de estos países, donde las políticas que se están aplicando van a un ritmo muy lento y con escasos resultados, muy en la tónica general de la ralentización general que todos los procesos sufren en estos países. Aunque en algunos de estos países, como en Benín (África), se está llevando a cabo una gran lucha policial, ésta no está dando todos los frutos deseados: para el delincuente que falsifica fármacos es muy fácil y muy barato reincidir.
Tal como se concluye en el informe, resulta descorazonador constatar la escasa actividad detectada en el mundo de las ONG sanitarias en la lucha contra los medicamentos falsos. Por ello, todos los cooperantes que desplacen estas ONG deberían tener información detallada de lo que supone la falsificación de medicamentos para estar alerta ante sospechas de ingesta de falsos medicamentos y así poder alertar a las autoridades sanitarias del país en cuestión. En general, la política farmacéutica de algunas ONG debe ser repensada de cara a conseguir no solo luchar contra los medicamentos falsos, sino conseguir que los medicamentos adecuados lleguen en las mejores condiciones posibles a las zonas donde van destinados, y si es posible incidiendo de una forma positiva sobre la economía del país de destino. Y todo ello a un precio asequible.