Nº439
A raíz de la publicación de algunos artículos especulativos (por ejemplo, el de Meister et al., 2020) y algunas evidencias clínicas previas con otros tipos de virus respiratorios, desde el inicio de la pandemia se comenzó a plantear en diversos medios la posibilidad de que los enjuagues bucales con ciertos colutorios –con compuestos con actividad antiséptica como cloruro de cetilpiridinio1– podrían ser una medida preventiva eficaz frente al contagio por el SARS-CoV-2; se sugirió que permitiría reducir la carga viral en la cavidad oral a corto plazo y podría ser interesante en situaciones como la asistencia odontológica o médica en pacientes con COVID-19. No obstante, la realidad es que la evidencia disponible es muy limitada y no se pueden extraer conclusiones al respecto.
Recientemente se publicaba un artículo (Meister et al., 2020) que trataba de arrojar luz sobre el asunto. Investigadores de la universidad estatal de Pensilvania (EE.UU.) evaluaron diversos productos comerciales para el enjuague nasal y bucal de composición diversa (por ejemplo, Listerine®, champú de bebés de Johnson & Johnson, Betadine® 5%, etc.), a los que se puede acceder sin prescripción médica; en concreto, estudiaron su capacidad de inactivar los coronavirus humanos en ensayos in vitro con células Huh7 infectadas, un tipo de línea celular derivada de hígado humano. Dichas células fueron expuestas en placas de cultivo a una solución de los colutorios durante periodos de 30 segundos, y 1 y 2 minutos, tras lo cual se midió nuevamente la infectividad del virus. Los principales resultados sugieren que una solución al 1% de champú de bebés para enjuague nasal inactivó más del 99,9% de las partículas virales con un tiempo de contacto de 2 minutos; de igual modo, varios de los colutorios para enjuague de la cavidad bucal, como Listerine® y similares, fueron altamente eficaces en la supresión de la infectividad del virus en más del 99,9% (y hasta del 99,99%) incluso con tiempos de exposición de 30 segundos. Los autores sugieren que esa actividad puede deberse a la inclusión en los diversos productos evaluados de compuestos con actividad antimicrobiana, tales como peróxido de hidrógeno al 1,5%, cloruro de cetilpiridinio, eucaliptol, mentol, metilsalicilato, timol o povidona iodada, entre otros.
Conviene subrayar que dicho artículo presenta grandes limitaciones como para respaldar afirmaciones en el sentido de que los enjuagues bucales/nasales pueden ser eficaces para reducir la transmisión del SARS-CoV-2. La primera y principal se refiere a la propia naturaleza del estudio: un ensayo bioquímico in vitro, que difícilmente puede simular con fiabilidad las condiciones de la mucosa nasal o bucal de los seres humanos. Además, el virus empleado no es el SARS-CoV-2 sino el coronavirus HCoV-229E, causante de resfriado común en humanos, que, si bien pertenece a la misma familia que el primero y puede compartir caracteres genéticos y anatómicos, no permite extrapolar los resultados relativos a su inactivación. Hay que tener en consideración, por último, que el uso excesivamente frecuente o abundante de colutorios puede dañar o irritar la mucosa oral, especialmente aquellos que contienen cierta cantidad de alcohol.
En definitiva, parece evidente que aún se requieren ensayos clínicos prospectivos bien diseñados que demuestren o refuten el papel real que el uso de colutorios y enjuagues nasales y bucales puede tener en la reducción de la carga viral en cavidades que son una potencial fuente emisora o vía de entrada de partículas virales del SARS-CoV-2. Si se confirmara su eficacia, y mientras se espera la inmunización con la vacuna, podría ser una medida profiláctica más (de especial interés en pacientes con COVID-19 activa o en profesionales de alto riesgo), como la distancia social, el lavado de manos o el uso adecuado de mascarillas, dejando claro siempre que esos productos no deben ser ingeridos, ni serán un método radical: un enjuague bucal no protegerá del contagio a través de la vía nasales, y viceversa. Hasta entonces, no debe recomendarse su uso como profilaxis ni, muchos menos, como tratamiento de la COVID-19.
1 El cloruro de cetilpiridinio es un agente antiséptico comúnmente incluido en colutorios, pastas de dientes e incluso aerosoles, que tiene un amplio margen de seguridad a las concentraciones en que suele presentarse. Ha demostrado una actividad antimicrobiana de amplio espectro, incluyendo bacterias, hongos y ciertos virus (hepatitis B, influenza); algunos estudios in vitro e in vivo han demostrado su actividad frente a cepas de coronavirus distintos al SARS-CoV-2, sugiriendo que su efecto se media por la inducción de alteraciones en la membrana lipídica exterior del virus, provocando su ruptura e inactivación.