Nº413
Los niveles plasmáticos de las lipoproteínas alta densidad (HDL-colesterol) han sido un biomarcador de la salud cardiovascular. De hecho, las partículas de HDL ejercen efectos pleiotrópicos frente a la aterosclerosis, incluida la eliminación del colesterol de las células espumosas, efectos vasodilatadores a través de la producción de óxido nítrico en las células endoteliales vasculares y disminución de la inflamación vascular, del daño oxidativo, y de la proliferación de células endoteliales, así como de los efectos antiapoptóticos.
Nuevas investigaciones apuntan a que estos efectos funcionales del HDL parecen ser independientes de la cantidad de colesterol y están relacionados con el proteoma y el lipidoma. En estados patológicos y con el propio proceso de envejecimiento, los componentes de HDL experimentan importantes cambios y pueden dejar de tener el papel beneficioso tradicionalmente atribuido, hasta el punto de que podría contribuir a la aterosclerosis. Un reciente estudio ha demostrado que la desmocolina 1 (DSC1) actúa como una proteína de unión a apolipoproteína (apo) A-I que está altamente expresada en las placas ateroscleróticas e inhibe las funciones de HDL ateroprotectoras al retener apoA-I. La hipótesis de retención apoA-I propone que los macrófagos expresan DSC1 en un proceso inadaptado que vuelve inactiva la apoA-I y contribuye a la aterosclerosis. En definitiva, las HDL experimentan una merma de sus propiedades beneficiosas con el envejecimiento y los estados patológicos. Por ello se han convertido en nuevas dianas terapéuticas, con el fin de restaurar funciones biológicas preventivas originales.