Nº442
Habida cuenta de que el accidente cerebrovascular (ACV) isquémico u oclusivo –causado por la obstrucción de una arteria cerebral–, el tipo más común de ictus, es la segunda causa más común de muerte en el mundo y una fuente importante de discapacidad (sobre todo, para individuos ancianos), pues casi el 90% de los pacientes que lo sufren presenta debilidad o parálisis –transitoria o permanente– en un lado del cuerpo, resulta una necesidad apremiante encontrar terapias que puedan revertir al menos parcialmente las consecuencias neurológicas. A este respecto, previamente se había probado que las células mononucleares de médula ósea (CMN) atenúan la degeneración secundaria y mejoran la recuperación en modelos animales de ictus, siendo capaces de regenerar células neuroprogenitoras que pueden diferenciarse en neuronas y otras células del sistema nervioso.
Se han divulgado recientemente los resultados de un ensayo clínico no aleatorizado en el que se analizaron las imágenes cerebrales de 37 pacientes de entre 18 y 80 años con antecedente de accidente cerebrovascular obtenidas mediante resonancia magnética a los meses 1, 3 y 12 desde el ictus. De ellos, 17 pacientes habían recibido, además del tratamiento estándar para el ictus, una inyección de CMN de médula ósea (grupo de tratamiento), y otros 20 pacientes, que conformaron el grupo control, solo recibieron la terapia estándar (no tratados); todos ellos también recibieron el habitual seguimiento de rehabilitación posterior. Se obtuvieron imágenes tridimensionales anatómicas y del tensor de difusión, y se evaluó la integridad del tracto corticoespinal midiendo la anisotropía fraccional absoluta y relativa (AF) y la difusividad media (DM) en la protuberancia rostral (PR), la extremidad posterior de la cápsula interna y la corona radiada. Es preciso indicar que el volumen del infarto y la gravedad del accidente cerebrovascular, medidos por la escala específica del Instituto Nacional de Salud estadounidense (NIH Stroke Scale, NIHSS), fueron más altos en el grupo de tratamiento en comparación el grupo control, lo que constituye una limitación importante para extraer conclusiones sólidas.
Los resultados revelan que, de forma general, la AF relativa de los pacientes no tratados mostraba una reducción continua desde el mes 1 al 12, junto con un aumento en la DM relativa en ese periodo, indicativos de daño microestructural y degeneración axonal progresivos. Por el contrario, a pesar incluso del mayor tamaño y gravedad de los infartos, los pacientes tratados con CMN de médula ósea mostraron un aumento en la AF relativa desde los 3 a los 12 meses post-ictus, con ningún cambio reseñable en la DM relativa. A diferencia del grupo control, la AF relativa de los pacientes tratados se correlacionó significativamente (p< 0,05) con la puntuación de la escala NIHSS en la protuberancia rostral en todos los puntos temporales y con la DM relativa en los dos últimos temporales (3 y 12 meses). En definitiva, la disminución en la integridad de su lesión en el tracto corticoespinal evidenciada en las resonancias magnéticas a los 12 meses desde el ictus sugiere que la administración de células mononucleares de médula ósea es un tratamiento muy prometedor que merece futuras investigaciones más precisas en fase avanzadas de la investigación clínica.