Nº444
La serendipia ha tenido históricamente un papel muy relevante en la farmacoterapia. En línea con esta constatación, en las últimas semanas se han destacado en diversos medios los hallazgos de un estudio retrospectivo de cohortes que fueron divulgados por primera vez a mediados de 2020; aunque no se trata de una publicación reciente, merece una reseña aquí por su potencial relevancia en la práctica clínica futura.
Es preciso recordar que la hipertensión arterial es actualmente una de las patologías más prevalentes a nivel mundial, al menos en parte por el impacto derivado de hábitos conductuales (dieta inadecuada, sedentarismo, consumo de alcohol o tabaco, etc.), habiéndose estimado que puede afectar a más de 1.100 millones de personas y causar unos 7,5 millones de muertes anuales. Por su parte, el cáncer de colon y recto, que también se ve notablemente afectado por factores modificables del estilo de vida, representa el tercer tipo de tumor más frecuente, provocando casi 800.000 muertes cada año (con unos 44.000 nuevos diagnósticos anuales en España).
Teniendo en cuenta esas cifras epidemiológicas cobran especial relevancia las conclusiones del mencionado trabajo. Los autores revisaron los datos clínicos de 187.897 pacientes adultos que habían sido sometidos a una colonoscopia en Hong Kong entre los años 2005 y 2013, con evidencia de negatividad para cáncer colorrectal, y sin antecedentes del mismo. El cálculo de la razón de riesgos o hazard ratio se realizó mediante un ajuste por 23 covariables, entre ellas varios factores del paciente, la medicación concomitante y la técnica de realización del procedimiento endoscópico. Sus resultados revelan que el uso prolongado, durante más de 6 meses en los 5 años previos a la colonoscopia, de fármacos antihipertensivos que actúan sobre la vía renina-angiotensina –los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (captopril, enalapril, etc.) y los antagonistas de los receptores de angiotensina 2 (valsartán, losartán, etc.)–, se asocia con un riesgo un 22% menor de ser diagnosticado de cáncer colorrectal en los 3 años posteriores a la colonoscopia (HR= 0,78; IC95% 0,64-0,96); esos beneficios se constataron en personas mayores de 55 años y en quienes presentaban antecedentes de pólipos en el colon. Del total de pacientes, el 30.856 (16,4%) usaban este tipo de fármacos, y solo 854 (0,45%) desarrollaron cáncer colorrectal entre los 6 y 36 meses posteriores. Además, cada año de uso de tales antihipertensivos se relacionó con un 5% de reducción en la razón de riesgos. En cambio, no se apreció una diferencia significativa en el diagnóstico de dicha neoplasia con un desarrollo más allá de los 3 años desde la colonoscopia (HR= 1,18; IC95% 0,88-1,57).
La amplitud de la muestra y la duración del seguimiento de los pacientes aportan robustez a la relevancia clínica de la evidencia generada, arrojando luz sobre los resultados contradictorios presentados en estudios previos más pequeños. Si bien los propios investigadores subrayan que son necesarios estudios prospectivos para confirmar los resultados, parece razonable valorar en la práctica clínica habitual el efecto de los IECA y los ARA-II sobre el riesgo de cáncer colorrectal a la hora de instaurar un tratamiento antihipertensivo.