Nº439
En las últimas semanas se van conociendo algunas revelaciones importantes del Registro clínico a escala nacional SEMI-COVID-19, liderado por la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), con datos de más de 17.000 pacientes con confirmación de infección por SARS-CoV-2 y que fueron atendidos por casi 900 médicos internistas en 214 hospitales de todo el país. Con los datos de este registro se desarrollan actualmente más de 70 investigaciones que persiguen comprender en profundidad la clínica de la patología.
Uno de los artículos publicados (Rodilla et al., 2020) confirma que la hipertensión arterial es la comorbilidad más frecuente en los pacientes con COVID-19 grave y que se asocia en ellos a un mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa, independientemente de otras comorbilidades, sexo y edad. Los autores desarrollaron un estudio retrospectivo, observacional, transversal y multicéntrico, en que analizaron los datos clínicos de 12.226 pacientes (media de edad de 67,5 años, 42,6% mujeres) que fueron ingresados en 150 hospitales españoles, comparando las características clínicas de los que sobrevivieron frente a las de aquellos que fallecieron (N= 2.630, 21,5%) por la enfermedad. Observaron que la hipertensión era la comorbilidad más común (50,9% de los casos) seguida de diabetes (19,1%) y de fibrilación atrial (11,2%). Un análisis multivariable demostró, tras un ajuste por género, edad e índices de riesgo por comorbilidades, que la hipertensión se muestra como un factor significativamente predictivo de todas las causas de mortalidad, con independencia de que fuera tratada previamente con fármacos del tipo IECA o ARA-II (los más ampliamente usados) u otros medicamentos. Destaca el hallazgo, además, de que los pacientes tratados con ARA-II antes de su ingreso presentaban el menor riesgo de mortalidad por todas las causas en comparación con otros antihipertensivos, con una tendencia a mejorar la supervivencia a partir de la segunda semana de estancia hospitalaria. Esto descarta definitivamente las hipótesis planteadas por algunos trabajos al inicio de la pandemia, que sugerían que sería conveniente interrumpir el tratamiento con este tipo de fármacos por el riesgo de potenciar la susceptibilidad y gravedad de la COVID-19.
Otro estudio retrospectivo del SEMI-COVID (Carrasco-Sánchez et al., 2020), en este caso con datos de 11.312 pacientes hospitalizados no críticos, ha demostrado que la hiperglucemia es un fuerte predictor de mortalidad al ingreso hospitalario, con independencia de los antecedentes de diabetes. Del total de pacientes, solo 2.128 (18,9%) tenían diabetes y 2.289 (20,4%) fallecieron durante la hospitalización, situándose la tasa de mortalidad en el 15,7% en el subgrupo de pacientes que presentaban una glucemia de < 140 mg/dl al ingreso, en el 33,7% para aquellos con 140-180 mg/dl, y en el 41,1% para pacientes con > 180 mg/dl de glucosa en sangre. Tras un ajuste por edad, diabetes, hipertensión y otros factores de confusión, los resultados indican que la hiperglucemia es un factor de riesgo independiente de mortalidad (en pacientes con > 180 mg/dl de glucemia basal vs. normoglucémicos HR: 1,50; IC95% 1,31-1,73), que también se asocia con mayor necesidad de ventilación mecánica e ingreso en UCI por COVID-19. Esto sugiere que la determinación de la glucemia y el tratamiento temprano de la hiperglucemia, en su caso, serán recomendables en el manejo de todos los pacientes que sean hospitalizados.
En relación con lo anterior, cabe mencionar brevemente los resultados de otro estudio retrospectivo (Yu et al., 2020) con datos clínicos de 689 pacientes con COVID-19 y diabetes tipo 2 como comorbilidad, procedentes de una cohorte de 3.305pacientes de la ciudad de Wuhan (China). Los autores concluyen que, de forma inesperada, los pacientes diabéticos tratados con insulina tienen una tasa de mortalidad por COVID-19 notablemente mayor (27,2% vs. 3,5%; HR ajustado= 5,38; IC95% 2,75-10,54). Adicionalmente, observaron que el tratamiento con insulina se asociaba a una potenciación de la inflamación sistémica y el agravamiento del daño en diversos órganos vitales, por lo que parece prudente extremar las precauciones cuando los pacientes diabéticos con COVID-19 sean tratados con insulina.
Por último, se puede destacar un tercer estudio (Rubio-Rivas et al., 2020) del SEMI-COVID, derivado de los datos de una cohorte de 12.066 pacientes (58,5% hombres, edad media de 67 años, media de 6,7 días desde el inicio de los síntomas), que plantea que pueden establecerse cuatro grandes grupos fenotípicos de pacientes que ingresan con neumonía por COVID-19, en base a sus características clínicas y sintomatología. Todos ellos comparten la triada de manifestaciones compuesta por fiebre, tos y disnea. El fenotipo más numeroso (8.737 pacientes, 72,4%) era el de pacientes que solo presentaban esa triada; éstos, junto a quienes, además, tenían vómitos, diarrea y dolor abdominal (1.253 pacientes, 10,4%) son los de peor pronóstico y mayor mortalidad, con tasas de mortalidad del 24,1% y el 18,6%, respectivamente. En cambio, los pacientes que presentan síntomas como los de un resfriado común –artromialgias, cefalea, dolor de garganta– (880 pacientes, 7,3%) o con clara pérdida de olfato y gusto (1.196 pacientes, 7,3%) son los de mejor pronóstico (tasas de mortalidad de 4,3% y 14,7%, respectivamente). Estos hallazgos pueden permitir a los clínicos identificar, en base a los síntomas presentes en el momento de la hospitalización, los subgrupos de pacientes con peor pronóstico, e instaurar las medidas de tratamiento más apropiadas en cada caso, profundizando en la idea de una medicina de precisión.
Carrasco-Sánchez FJ, López-Carmona MD, Martínez-Marcos FJ, Pérez-Belmonte LM, Hidalgo-Jiménez A, Buonaiuto V et al. Admission hyperglycaemia as a predictor of mortality in patients hospitalized with COVID-19 regardless of diabetes status: data from the Spanish SEMI-COVID-19 Registry. Ann Med. 2020; 53(1): 103-16. DOI: 10.1080/07853890.2020.1836566.