El efecto nocebo se define por el Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina de España como aquel “efecto dañino, adverso o indeseable de un placebo o de un procedimiento inerte sobre el estado clínico, la enfermedad o el trastorno de un sujeto, al que contribuyen decisivamente las expectativas terapéuticas y el estado emocional del sujeto, así como el contexto sociocultural”. Considerado, por tanto, como una versión negativa del efecto placebo, se ha probado recientemente que es responsable de más de dos tercios de los eventos adversos atribuidos a la vacuna frente a la COVID-19.
Los investigadores llevaron a cabo una revisión sistemática y meta-análisis de 12 artículos –incluidos en las bases de datos Medline (PubMed) y Cochrane CENTRAL Register of Controlled Trials– referentes a los eventos adversos reportados en los 7 días siguientes a la inyección por 45.380 participantes (adultos de ≥ 16 años) de ensayos clínicos aleatorizados, a fin de comparar su frecuencia en los grupos control que recibieron placebo (n= 22.578) con aquellos que recibieron las vacunas experimentales (n= 22.802). Los resultados revelan una frecuencia importante de eventos adversos sistémicos que alcanza el 35,2% (IC95% 26,7-43,7) tras la primera dosis entre los receptores de placebo, destacando la cefalea (19,3%) y la fatiga (16,7%) como los más incidentes; tras la segunda dosis, la proporción de participantes con eventos adversos se mantiene en el 31,8% (IC95% 28,7-35,0). Además, el 16% de los que participantes tratados con placebo notificaron al menos un evento adverso local, como dolor en el lugar de la inyección, enrojecimiento o hinchazón. Estos datos tienen una relevancia notable si se considera que, a pesar de que se reporta una mayor frecuencia de eventos adversos en los grupos de participantes que reciben una vacuna experimental, se atribuye a las respuestas nocebo el 76% del total de los eventos adversos sistémicos registrados tras la primera dosis y un 52% de los registrados tras la segunda.
En resumen, podemos afirmar que los eventos adversos notificados tras la administración de las vacunas frente a la COVID-19, ya de por sí poco frecuentes en comparación al número de dosis administradas a nivel global, no son en su mayoría debidos a problemas de toxicidad de estos medicamentos, sino que se atribuyen al efecto nocebo. La predisposición de muchas personas a preocuparse en exceso o tener expectativas negativas ante la recepción de una “nueva” vacuna puede poner en entredicho, de cara a la opinión pública, la seguridad de estos medicamentos, jugando un papel relevante en los programas de vacunación pública. La divulgación de este tipo de evidencias es útil para aportar mensajes científicamente rigurosos que permitan aumentar la confianza en el positivo beneficio-riesgo de la vacunación frente a la COVID-19.