Nº488
El dolor es la segunda causa de consulta en atención primaria y se asocia con alteraciones del sueño y problemas de salud mental (como ansiedad y depresión) además de afectar significativamente al bienestar de los pacientes, la calidad de vida y la productividad laboral. Para el manejo del dolor, desde su publicación en 1986, la escalera analgésica de la OMS ha servido como referente para profesionales sanitarios de todo el mundo en el tratamiento y control de este síntoma.
Según esta escalera, el tramadol –analgésico opioide clasificado como débil– se sitúa en el escalón del dolor moderado, de manera intermedia entre los analgésicos no opioides y los conocidos como opioides fuertes. Además, así se recoge en las indicaciones autorizadas en su ficha técnica en España, incluyendo el tratamiento del dolor de moderado a intenso.
Ya sea solo o en combinación con otros analgésicos y mediante distintas formas farmacéuticas, el tramadol se ha estado empleando en los últimos años en el tratamiento de este tipo de dolor. Según la Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (EDADES), en el año 2024 el 5,2 % de la población había consumido alguna vez un opioide, y de ese porcentaje, el 37 % de pacientes de 15 a 64 años utilizaron específicamente tramadol, siendo este uno de los analgésicos más consumidos.
Sin embargo, este uso extendido, respaldado por su balance beneficio-riesgo positivo, podría revertirse a partir de los datos publicados en la revista British Medical Journal, obtenidos a partir de un metaanálisis de 19 ensayos clínicos aleatorizados que compararon el tramadol vs. placebo en adultos con cualquier tipo de dolor crónico.
En el análisis los principales parámetros que se midieron fueron el nivel de dolor, los eventos adversos, la calidad de vida, la dependencia o abuso y los síntomas depresivos.
A pesar de que los resultados presentan un alto riesgo de sesgo, en conjunto se mostró evidencia del efecto beneficioso de tramadol en el tratamiento del dolor crónico (diferencia media en la escala de valoración numérica de -0,93 puntos respecto a placebo (IC95 % -1,26 a -0,60; p< 0,0001). No obstante, este beneficio estaba por debajo de la diferencia predefinida de 1 punto que se estableció para considerar un efecto relevante. Por otro lado, en términos de seguridad, los datos obtenidos por regresión binomial mostraron una asociación perjudicial del fármaco con la aparición de eventos adversos graves (OR= 2,13; IC95 % 1,29 a 3,51; p= 0,0001), fundamentalmente por la alta proporción de eventos cardiacos y neoplásicos. También se demostró un aumento del riesgo de distintos eventos adversos leves, como náuseas, mareos, estreñimiento y somnolencia (con bajo nivel de evidencia).
Aunque hay que interpretar con cautela estos resultados, ya que provienen de un meta-análisis con robustez limitada, podrían sentar las bases de una evaluación más exhaustiva del balance beneficio-riesgo del tramadol, pudiendo en un futuro cuestionar el uso extendido de este fármaco que, aunque más seguro, sigue siendo un analgésico opioide para el que habría que tener una especial consideración.